Los Cantos de Orfeo Paloma Martínez Rubio 4º (Alumna de Cultura Clásica II) (IES Fuente de la...

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Los Cantos de Orfeo Paloma Martínez Rubio 4º (Alumna de Cultura Clásica II) (IES “Fuente de la Peña” -

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Los Cantos de Orfeo

Paloma Martínez Rubio 4º

(Alumna de Cultura Clásica II)(IES “Fuente de la Peña” -

Jaén-)

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Orfeo y Eurídice Eurídice, recién casada

con el hijo de Apolo, Orfeo, sale al bosque a pasear con un tropel de Náyades. Se da cuenta de que alguien la persigue y la quiere besar. La pobre ninfa, mientras intenta huir del atacador, pisa una víbora venenosa que le causa la muerte.

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Orfeo, no pudiendo soportar la muerte de su esposa, desciende al Tártaro, y con la única ayuda de su lira convence a los dioses para que le devuelvan a su amada. Éstos le ponen una condición: Que no volviera la vista atrás hasta salir al mundo de los vivos.

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Orfeo, desesperado por volver a ver a su mujer, volvió la vista atrás y perdió a Eurídice por segunda vez. Siete días estuvo en ayunas en la puerta del Averno, llamando injustos a los dioses. Orfeo no volvió a amar a ninguna mujer.

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• Un día, sentado en una extensa pradera, hizo sonar su lira. Acudieron el virginal laurel, los sauces, y un ciprés, que antes había sido el guardián de un hermoso ciervo sagrado para las ninfas de los campos de Cartea.

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Apolo

El joven se llamaba Cipariso, era amado por Apolo y en verdad quería mucho al ciervo. Pero su desgracia vino un día soleado en el que el ciervo sagrado, después de trotar se tumbó a la sombra y Cipariso, descuidado, lo mató con una jabalina.

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Tan grande era la pena del joven que ni el mismo Apolo lo pudo consolar y a Cipariso de tanto llorar se le secó la sangre, y su cuerpo se transformó en tronco, sus brazos en ramas hasta que adoptó la forma de un ciprés. Apolo triste, le dijo:”Yo te guardaré luto a ti, y tú lo guardarás a los que están en duelo”.

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• Orfeo siguió cantando y contó la historia de Jacinto, muchacho desgraciado que un día, durante una competición de lanzamiento de disco, quiso coger el lanzado por Apolo, pero fue demasiado rápido, el disco rebotó en la dura tierra y le hirió mortalmente en la cara. Apolo intentó salvarlo, pero no pudo y de la sangre de Jacinto surgió una flor parecida al lirio, pero de color rojo a la que se llamo Jacinto en honor al muchacho.

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Continuó el hijo de Apolo con su canción.

“Hubo una vez, en una tierra de árboles aromáticos una desdichada joven, cuyo crimen fue querer demasiado a Cíniras, su padre. Tanto lo amaba, que una noche, desesperada por su incestuoso amor, tras mucho vacilar, decidió ahorcarse mientras murmuraba unas palabras de despedida. Su nodriza la oyó, y entró corriendo al cuarto de Mirra (que así se llamaba la muchacha) para salvarla, tras quitarle el cinturón del cuello le preguntó que le pasaba, la joven no contestaba, y al final la nodriza se dio cuenta de que Mirra estaba enamorada de su padre, y decidió “ayudarla”.

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Durante las fiestas de Ceres, un día que Ciniras estaba borracho, la vieja lo convenció para que conociera a una joven, que no era otra que Mirra. El hombre dijo que si, y sin saber que era su propia hija pasó con ella muchas noches. Cuando descubrió quien era en realidad la muchacha, Mirra, avergonzada huyó y corrió durante nueve meses, hasta que cansada por el peso de su abultado vientre, pidió ayuda a los dioses, que la convirtieron en un árbol aromático al que llamaron por su nombre, Mirra.