Los Caminos de La Creatividad II

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Un texto obligatorio para aquellos que aman la creatividad y las artes.

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  • LOS CAMINOS DE LA CREATIVIDAD 2

    Leer, investigar, escribir

  • Mauricio Lebedinsky LOS CAMINOS DE

    LA CREATIVIDAD 2 Leer, investigar, escribir

    Buenos Aires, 2003

  • Mauricio Lebedinsky LOS C A M I N O S DE

    LA CREATIVIDAD 2 Leer, investigar, escribir

    Tesis 11 Grupo Editor - 2003 Pginas: 72-23x 16 cm.

    I.S.B.N. N 987-9207-13-0

    Diseo grfico de interior y tapa Ricardo Souza

    Asociacin Civil "TESIS f GRUPO E D I T O R " Viamonte 1716 - 3e piso - Of. 1 Buenos Aires - C.P. 1055 e-mail tesis 11 @yahoo.com

    Hecho el depsito que marca la ley 11.723 Impreso en Argentina Buenos Aires, 2003

  • Agradecimientos

    A Adriana, mi esposa, por la relectura y sus adecuadas observaciones.

    A Mary y Norberto Vilar por su ayuda en la primera lectura.

    Por la orientacin y las consultas.

    A Benito Jablonka por llevar adelante este libro. A travs de l a la editorial Tesis 11.

    . A Marcela Ledesma por la correccin del original.

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    A modo de prlogo

    Ei ao pasado se edit mi libro Los Caminos de la creatividad cuyo subttulo es: Leer, investigar, escribir. Tuvo lectores interesados en la temtica y en su tratamiento. Me propona avanzar en la metodologa del pensamiento y del estudio de autores que he recorri-do con detenimiento. Responda a una vocacin de abarcar aspectos de la metodologa que despliegan los distintos autores.

    El libro actual cumple con la promesa de avanzar en ese proyecto. Dar algunos elementos de los pasos seguidos en este trabajo. Tengo en la mente opiniones sobre los autores que abarco. Comienzo por recor-dar el autor y sus obras, sin papeles previos, y en una escritura a mano veloz, sin pretensiones. Luego, paso lo escrito a mano a la computadora donde, adems de convertirse en legible, se beneficia de agregados, de pensamientos que aparecen al correr de la escritura. Cuando la memo-ria ha agotado lo que recuerda, comienza la relectura y toma de apun-tes. Se agrega, en algunos casos, bibliografa nueva. Este es un trabajo til porque la relectura se realiza en otra poca, con una experiencia mayor, con puntos de reparo que nos ha dado la vida. Tambin con algo ms de ojo crtico.

    A los 20 aos, quise escribir una biografa de Anbal Ponce. El des-lumbramiento por su obra ha sido uno de los momentos ms entusias-tas de mi vida intelectual de entonces. Pero, al ver lo que haba escrito, me di cuenta de que estaba hipnotizado por el autor, que transcriba frases con ms frecuencia de lo necesario, que era incapaz de analizar desde un punto de vista crtico, por el respeto sacramental o por la falta de otros puntos de vista para establecer una comparacin. Abandon el intento esperando, con paciencia, la maduracin que siempre tarda en llegar. No comparta aquello de escribir por escribir. O por decir que tambin yo puedo ocupar las hojas en blanco con pluma de ganso.

    A Jos Carlos Maritegui lo descubr ms adelante. No estaban sus obras en circulacin en las libreras. Pero s en la Biblioteca Nacional. El impacto fue aun ms serio. Como en Ponce, me atrajo en Maritegui la belleza del estilo. Con slo examinar sus cartas europeas, especial-mente desde Italia, o la explicacin de la Primera Guerra Mundial, se tena la sensacin de estar ante una personalidad excepcional. No en-tend por aquellos aos las polmicas alrededor de su nombre, de su ideologa. Pero casualmente conoc a un estudiante de medicina que haca una estada en Buenos Aires. Se trataba de un hijo de Maritegui, Javier que estuvo aqu un ao. Desarrollamos una buena amistad, es-tbamos en el mismo hospital, y buena parte de las charlas giraban

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    alrededor de su padre. Javier y su hermano editaron la obra completa de su padre.

    En los textos de Maritegui se mezclan la razn y el mito. An no comprenda ese aspecto que ahora trato en el captulo que le dedico al "Aguilucho Amauta". Creo que cumplo una especie de deber histrico de mi propia formacin al publicar notas sobre Ponce y Maritegui, porque representaron para alguien que vena del interior, el primer con-tacto con el marxismo, y han sido maestros de mi formacin que se agregaron a Stephan Zweig, Honorato de Balzac, y tantos otros autores que se entrecruzaron con las lecturas histricas de los prohombres de la Argentina, en cuyo centro estaban Domingo Sarmiento, Jos Ingenie-ros, Juan B. Justo y otros. Si bien Stendhal fue posterior a Balzac en mi formacin literaria, poco a poco su personalidad y su obra me fueron invadiendo.

    La poesa me llev a Rubn Daro, Pablo Neruda, y al uruguayo Juan Zorrilla de San Martn, autor de Tabar, el poema nacional de Uruguay.

    A partir de aquel magma inicial que dej sus impresiones en los pri-meros aos de mi formacin, emprend un estudio sobre los clsicos del marxismo. No slo sobre los fundadores, sino los que vinieron despus.

    Volviendo al presente libro dir que tuve curiosidad por Nicols Maquiavelo, como figura muy controvertida. El florentino haba separa-do por primera vez la tica de la poltica, como disciplinas que, segn l, no se podan asociar. Por ello se refiere a la realidad y no a los deseos. Ms adelante, leyendo a Thomas Hobbes o las reflexiones de Johann Wolfgang von Goethe me di cuenta de la importancia de organizar los Estados, porque la gente estaba tan desesperada que algunos opinaban que no vala la pena vivir en una inseguridad tan absoluta. Me animo a abordar al personaje, con la buena ayuda de Antonio Gramsci y de otros tratadistas contemporneos.

    Norberto Bobbio fue un descubrimiento de mi vida adulta y poltica. El llev adelante una polmica admirable, de 15 aos, con la izquierda italiana, alrededor del problema de la democracia. La obra posterior de este hombre de izquierda independiente me dio el conocimiento de la filosofa poltica contempornea no marxista. Guillermo Federico Hegel fue una figura muy difcil para m por la propia complejidad del texto y la insuficiente formacin filosfica con la que lo abord; lo dej en va-rias ocasiones. En los ambientes de izquierda se deca que ningn inte-lectual poda ignorarlo, pero pocos lo estudiaban, salvo los especialis-tas. Despus de tomar los libros y dejarlos, me di a la tarea de abordarlo por temas. Un ejemplo lo doy en Hegel y el dogmatismo. Como no poda abarcarlo todo con una nocin general, lo encontr en recodos que me interesaban. Segu el consejo de Michel de Montaigne de que si resulta difcil entrar al max, por nuestros problemas, convena contornearlo por sus orillas y observar mejor algunos atardeceres.

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    Podra contar otros episodios de Alexis de Tocqueville y dems auto-res que menciono en el presente texto. Y aqu me detengo. Es mejor leer el libro que el prlogo.

    Quizs lo que sigue mostrando la serie de autores, en el libro ante-rior y en ste, es que los caminos del mtodo son diversos y que uno puede aprender de todos. Adems quisiera agregar otro concepto. Anto-nio Gamsci sostena la idea de la traductibilidad de los distintos lengua-jes en economa, poltica, filosofa y otras disciplinas. Muchas veces se llega a un conocimiento a travs del arte en sentido amplio o por algu-nas ramas de la ciencia. Por ello he tratado, al menos, de mezclar las ciencias sociales con la literatura. Por supuesto que el anlisis de la traductibilidad de los lenguajes no es el objeto de este trabajo, pero se nota en la diversidad de temas. Todos estn interconectados y de todos aprendemos.

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    Leer y escribir

    Para continuar con las reflexiones acerca de la lectura y la escritura voy a tomar la opinin de varios escritores actuales como Stephen King, Susan Sontag, Harold Bloom y otros.

    En su Libro Mientras escribo ( Plaza & Janes Editores, Barcelona, 2001) Stephen King desarrolla algunos aspectos del tema que nos pre-ocupa.

    Nacido en Estados Unidos en 1947, trabaj como profesor de litera-tura inglesa y se convirti en uno de los escritores ms conocidos en su pas y en el mundo.

    Considera que no hay ningn depsito de ideas, central de relatos, o isla de los bestsellers enterrados como un tesoro que podemos abrir al encontrarnos con el cofre dorado. Para el que quiere escribir, su primer consejo es no desanimarse nunca. Como prueba expone las dificultades de su propio comienzo. Necesit muchos aos de larga paciencia para llegar a la posicin actual. Pona en un clavo en la pared los trabajos rechazados por las editoriales e incluso su esposa sac de un tacho de basura el primer libro exitoso que, si mal no recuerdo, le aport a un hombre de muy pocos recursos nada menos que cien mil dlares. Inclu-so este libro sobre cmo escribir, lo redact despus de un accidente que casi lo puso en el otro mundo.

    En el libro muestra un relato suyo y la correccin que realiza cuando tacha lo superfluo, para otorgar ms agilidad al texto, consejo que dan escritores de xito, como lo hace Stephan Zweig en su obra El mundo de ayer, que oficia como su autobiografa. Muchos sienten placer salvaje en esa tarea de correccin, como en el caso de Balzac que hemos exami-nado en un libro anterior. "En otras palabras -dice Stephen King en su tercer prlogo- escribir es humano y corregir es divino". Es una varia-cin de lo que opinaban los clsicos de la pedagoga en Francia, quienes consideraban que "leer es humano, releer es divino".

    King seala, adems, que el corrector que lee lo que l escribe, luego de su "correccin definitiva", casi siempre tiene razn. Por ms atencin que pongamos se escapan errores sobre los cuales pasamos ciegos, in-cluso despus de varias revisiones.

    Escribir una historia -dice el autor- es como contrsela a uno mis-mo. A veces la vida de los escritores est cubierta por muchos relatos o croquis para una nueva obra que nunca llega a ver la luz. Gustave Flaubert senta la obsesin de encontrar un argumento, un relato de base, sobre todo cuando el anterior haba tenido xito y pensaba por lo menos repetirlo, tarea siempre difcil. Este es un hecho que han notado muchos escritores. Hay un ncleo de donde parte toda la elaboracin y

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    es aquel en que el que escribe se cuenta a s mismo lo que va a desarro-llar, aunque luego lo cambie. Es cierto lo que dice Stephen King que no hay un depsito de ideas o de bestseller en la cabeza del autor, aunque a veces existan sugerencias de amigos o de lectores.

    Es sabido que muchos escritores llevan un diario con los aconteci-mientos principales, a veces durante casi toda su vida productiva y a menudo constan en ellos episodios de vida o ideas sobre nuevos traba-jos. Los diarios de Romain Rolland, autor de El alma encantada y de Juan Cristbal, escritos en Suiza durante los aos de la Primera Guerra Mundial, y tambin los de Andr Gide llevados durante toda su vida, se han publicado como tales. Otros recopilan en un cuaderno -en "un gran mamotreto", como lo llam alguien- todas las ideas. La variedad al res-pecto es infinita y no se puede generalizar.

    El autor de Mientras escribo entra en materia en el captulo Qu es escribir? Comienza con la lectura, el punto cntral, obligatorio e ineludi-ble para un escritor.

    Uno podra decir que se va por lea y se vuelve con fruta, porque promete algo sobre la escritura y propone la lectura. Luego de decir que para escribir hay que leer mucho y diariamente, agrega que debemos leer en cualquier circunstancia: en un viaje, en un transporte, cuando esperamos a alguien que no llega.

    En cuanto a escribir hay que abordar con audacia el papel en blanco. Esto ltimo se relaciona tambin con la interinfluencia de la mano y el cerebro. Sarmiento cuenta su experiencia con la escritura, que comien-za perezosa, lenta, como si se arrastrara para luego seguir al trote y al galope largo.

    King subraya la necesidad de tener y manejar una caja de herra-mientas donde estn, en primer lugar, el diccionario, las gramticas, los diccionarios especializados.

    Sugiere no usar el diccionario para reemplazar las palabras norma-les, corrientes, de significado universal, que es lo primero que nos viene a la mente, por otras rebuscadas que nadie sabe lo que quieren decir. En la parte de arriba de la caja de herramientas, debe estar la gramti-ca. La primera parte que hay que utilizar es la de los sustantivos y los verbos; es decir,

    las palabras que designan y las que actan. Por ejemplo: las piedras explotan, las montaas flotan. Explica que eso es til porque suminis-tra una red de seguridad a la escritura. Las construcciones simples evitan que caigamos en la retrica.

    Cita un famoso manual de Estados Unidos, el de William Strunk que ensea ese punto y otros. Rechaza las expresiones abstractas muy tri-lladas como "el hecho de que", o "por el estilo de". Agrega que a l no le

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    gustan frases como "al final del da" o "en aquel preciso instante". Prefie-re la escritura que utiliza la voz activa del verbo y no la pasiva. Pide que se desconfe del adverbio. Por ejemplo: " cerr firmemente la puerta". Escribir bien significa prescindir del miedo y la afectacin. Confiesa que tambin cae en los errores descriptos y que al corregir trata de tachar y mucho se le escapa. Nadie es perfecto. Cuntas veces damos consejos y caemos en lo contrario de lo que predicamos.

    Explica que el modo normal del prrafo expositivo tiene una frase tema y el resto es explicacin de aqulla. Lo esencial es el prrafo, no la frase. El prrafo puede ser muy largo, puede tener una palabra o varias pginas. Pero ah est el secreto de la aceleracin o del retardo de la escritura, que hay que acostumbrarse a escuchar.

    Si quieres ser escritor -concluye- lo esencial es hacer dos cosas: leer y escribir mucho. Nadie puede saltearse eso. No hay ningn atajo. Le-yendo prosa mala y criticndola, es como se aprende a evitar errores corrientes. Algunos declaran que quisieran leer pero no tienen tiempo y luego agregan que les gustara escribir. Si no tienen tiempo, o no se hacen del tiempo para leer, no se puede escribir bien. Leer es el centro creativo de la vida del escritor; lleva su tiempo y para tenerlo hay que enfrentarse con la TV, apagar el "pezn de cristal" que devora horas de cada uno. Si uno se desconecta de la caja-loro puede ganar tiempo para la lectura. Lo que hay que aprender, vuelve a destacarlo, es leer en cualquier lado. Como escritor de oficio, King dedica las maanas a leer y escribir. Cuando escribe lo hace a "chorro continuo", no para. Se pone un objetivo en nmero de pginas. Su plan son diez pginas por da. Atribuye mucha importancia a la salud y a la vida familiar sin sobresal-tos. Un locutor de radio le pregunt cmo escriba y l respondi: "pala-bra por palabra". El otro se qued mudo. "Hay que encerrarse y salir slo cuando tengas por lo menos mil palabras", dice King.

    Ponte a escribir, dice, y no esperes al muso (la musa es femenina, l espera al muso). En la narracin unos se dejan llevar y otros se mueven con un esquema. No sirve ni una narracin insuficiente ni una recarga-da. Para aprender el dilogo en la escritura conviene hablar y escuchar mucho.

    Estar en silencio, a puerta cerrada, obliga a la concentracin. Luego vienen las revisiones, que no deben ser menos de dos segn su expe-riencia. Pero hay que dejar el escrito a reposar y en esos intervalos descansar. Volver a amasarlo y luego enviar ejemplares a personas de confianza. El llama lector ideal a la persona, o a la capa social para quien escribe. Cuando hay cosas que uno no conoce hay que proceder a la investigacin, pero sin olvidarse de que una novela no es un ensayo y que debe resultar llevadera. Luego muestra pginas de correccin.

    Creo que es til y amena la lectura del libro de King porque describe muchas de las vicisitudes de la creacin, inclusive la vida interesante que le ha tocado vivir.

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    Harold Bloom ha escrito Cmo leer y por qu? (Editorial Norma, Santaf de Bogot, 1998).

    Aparte de que la lectura es un placer -opina- leemos no slo porque es interesante sino porque de otra manera no podramos conocer a muchas personas, pases o situaciones. El conocimiento que abarca pases, costumbres, naturaleza, cosas, artes, no podemos adquirirlo slo con nuestra actividad y el medio en que nos movemos.

    Cuando Sarmiento estaba en San Juan y an en la crcel, sola leer las historias y la biografa de personajes ilustres. Todo eso constituy la base de su formacin.

    Entre los autores que cita Bloom para decir que cada uno tiene su propio mtodo menciona a Virginia Woolf quien afirma que

    el nico consejo que podemos dar es que se evite todo consejo. Woolf escriba siempre pero no dejaba de leer.

    Francis Bacon, otro de los citados, opinaba que tenemos que leer no para impugnar, ni para hallar tema de conversacin o para extraer ele-mentos para un discurso, sino para sopesar opiniones o reflexionar. Por supuesto que hay opiniones diversas acerca de este punto. Se aprende cuando se va a buscar algo o polemizando con el autor con el que no estamos de acuerdo. Pero no ayuda una lectura tensa, de ojo de guila, que slo piensa en la presa que tiene que destrozar.

    Harold Bloom no cree que la lectura est relacionada con el bien pblico. Uno lee para limpiarse de la jerga, de lo estereotipado. No es egosmo porque si uno es buen lector iluminar a los otros.

    Ralph Emerson subraya que para ser un buen lector hay que tener inventiva. Leemos para encontrar una mente ms creativa que noso-tros. Tambin para recuperar la irona. Pero a la irona la entiende como el arte de tener pensamientos opuestos que convivan para relativizar y desembarazarse de dogmas. Anbal Ponce sola decir que hay que tener la inteligencia que todo lo ordena y la irona que todo lo tie de piedad.

    Es sabido que Harold Bloom es un entusiasta partidario de William Shakespeare. Eso lo dice constantemente en sus libros y uno de los ltimos se lo dedica ntegramente. Opina que el famoso dramaturgo ingls es la suprema autoridad en el tratamiento tanto del conflicto de generaciones como del que existe entre hombres y mujeres. Aconseja abrirse a la lectura plena del Rey Lear para conocer mejor los orgenes del patriarcado. La lectura, adems, permite fortalecer nuestra perso-nalidad y averiguar cules son nuestros autnticos intereses. Piensa que quien no lee no madura. La niez pasada frente a la TV y la adoles-cencia frente a la computadora, hace que en la Universidad no se sea sensible a la lectura como mtodo de maduracin de la personalidad. Por supuesto que esto es susceptible de debate en este momento, sin

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    menoscabar el papel de la lectura. Los medios audiovisuales e Internet pueden dar mucho. Sin embargo hay que combinarlos con la lectura. El propio Bloom reconoce que en todas partes hay un sector de jvenes, de adultos y de personas de mucha edad habituadas a la lectura. Esto depende de la crtica literaria, de los profesores, de las ctedras dedica-das a las disciplinas literarias. Sostiene que ayudan los autores que tienen una gran capacidad de comprensin y sita en primer lugar a Shakespeare.

    Para leer bien hay que recuperar o adquirir la irona que es la capa-cidad, como vimos, de captar los aspectos contradictorios de las situa-ciones para no embarcarse en esquemas monolticos. La prdida de la irona entendida as -dice Bloom- es la muerte de la lectura. La irona exige una amplia dosis de atencin y capacidad de albergar doctrinas antitticas en un momento dado. Por supuesto que Harold Bloom es un personaje muy contradictorio y valioso. Ha suscitado polmicas encar-nizadas como cuando escribi sobre aquellas lecturas que eran indis-pensables para una formacin en su libro El canon occidental. Tambin su idea de Shakespeare, segn otros, da la impresin de que podemos conformarnos con su sola lectura.

    Italo Calvino opina que adems de repasar los clsicos, lo veremos, hay que hacer lecturas de actualidad. Hay que estar con el odo atento a lo que viene para poder escuchar los nuevos rumores.

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    Las reflexiones de Susan Sontag sobre su oficio. (En "Escribir, leer, corregir, releer" publicada en el diario La Nacin, 22-12-00) plantea que leer novelas es una tarea que parece normal pero escribirlas no; recuer-da que la lectura y la escritura se ligan. Porque escribir es practicar tambin el arte de la lectura. Se escribe para leer lo escrito, para corre-gir, para releer. "Escribir es sentarse a juzgarse a s mismo" escribi Ibsen. Si se tiene nocin de lo que es literatura, ponerse a escribir es tremendo, intimida. Es zambullirse en un lago glido. Luego cuando se tiene algo entre manos, se puede corregirlo aunque sea un barullo. "La novela est en tu cabeza, del mismo modo que la estatua est en un bloque de mrmol. Tratas de liberarla", dice Sontag. Adems escribir -aade- es darse a s mismo una serie de permisos para inventar, saltar, volar, caer.

    En general el prosista debe poder ver su escrito. A algunos escritores que sufrieron la ceguera se les present este problema. Cuando Sartre se qued ciego dijo: "mi vida de escritor se acab". La lectura, el gusto por ella, hace soar con llegar a ser escritor. En cierto modo la lectura precede a la escritura. Hay escritores que dicen no tener mucho tiempo para leer. Pero la lectura, incluso de los viejos y amados libros que reco-

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    rrimos en el pasado, no es slo un descanso sino una fuente de inspira-cin. Virginia Woolf conceba el paraso como una lectura constante, incansable. La lectura para ella era como una eliminacin absoluta del

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    Por qu leer los clsicos?_Este es ttulo de Italo Calvino (Tusquets Editores, Barcelona, 1991). Para l los clsicos son esos libros de los cuales se suele or: "Estoy releyendo". A continuacin afirma que en cualquier formacin influyen innumerables libros "clsicos" que no se han ledo. Y sino que levante la mano quien haya ledo todo Herodoto y Tucdides. En Francia, como trabajo escolar se lee a Balzac, pero en Italia ocupara el ltimo lugar.

    Leer por primera vez un clsico, consagrado por aos de crtica, es un gran placer. Diramos que es tambin una gran dificultad porque hay una montaa de anlisis, crticas y citas que se utilizan en la vida cotidiana.

    Al definir a los clsicos puntualiza que son los que constituyen una riqueza para quienes los han ledo y amado. Y una riqueza no menor para quienes los leen ahora. Toda relectura de un clsico es una lectura de descubrimiento como la primera. Un clsico es un libro que nunca termina de decir lo que tiene que decir. Vienen a nosotros precedidos de muchas lecturas, que han dejado profundas huellas en el lenguaje y las costumbres de los pueblos. Mucho de la Odisea o de Franz Kafka ha quedado en nuestro vocabulario. Siempre hay tiempo para leerlos y aprender. Italo Calvino cita a Emile Cioran un notable escritor, que na-rra lo siguiente: "Mientras le preparaban la cicuta, Scrates aprenda un aria de flauta. 'De qu te va a servir?'-le preguntaron. "Para saberla antes de morir".

    Calvino cree que cada uno tiene sus clsicos. Los pedagogos conocen la importancia de la promocin de la lectura. Saber leer desarrolla la personalidad. El progreso es por la palabra escrita que combate el anal-fabetismo. El acto de leer desarrolla la mente porque es un proceso que abarca muchos niveles: transformacin de los elementos grficos en ideas; ejercicio cognitivo y lingstico; confrontacin con los autores. La lectura en silencio es una base para la educacin. El lector ms rpido, ms concentrado, percibe ms. Permite entender otras vidas, padecer, sufrir con otros.

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    Fernando Savater (El Pas, 29/8/01) se refiere a Borges. Ha ledo todo lo suyo y habla de su vocacin por la lectura.

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    Borges era un gran lector; se adelant a la posmodernidad por el predominio de lo imaginado y otros aspectos que Savater trabaja en un libro sobre el escritor argentino. Borges tuvo que reemplazar los ojos por el odo y la escritura por la voz. Eso muestra una lucha heroica en condiciones difciles que hubieran abatido a ms de uno.

    Tambin Augusto Montorroso habla de su pasin por la lectura. Pre-fiere leer que escribir. Otros autores se refieren a la importancia de releer. Se publicaron muchos libros al respecto. Algunos dicen que re-leer lentamente es un antdoto infalible contra el estrs, sirve para con-versar con nuestro pasado. Es, tambin, una forma de reparar las lagu-nas de la memoria. Cuando uno lee por primera vez un libro lo asocia con el pasado, con su experiencia. Pero si han transcurrido aos y se relee se vincula el libro con cosas que han sucedido en el intervalo entre la primera lectura y la que se hace en este momento. La relectura se realiza con otro caudal de experiencia.

    Para un hombre de izquierda, no es lo mismo releer las obras que estuvieron en la base de su formacin antes o despus de la cada del muro de Berln. O releer anlisis de la Segunda Guerra Mundial cuando se nos dice que tenemos otra forma de guerra: el terrorismo. Incluso sucede en los aspectos metodolgicos. Si se lee al iniciarse una obra de Mitre y otra de Vicente Fidel Lpez sobre la historia argentina es eviden-te que resulta distinta cuando uno tiene en cuenta, ms adelante, la polmica acerca de la metodologa histrica sobre la base de la tradicin oral o de documentos. Los ejemplos se multiplican.

    Al releer se compara con otros autores que se han ledo despus. Si se han revisado algunos libros de La Comedia Humana de Balzac y lue-go se lee a Stendhal, en una segunda lectura de Balzac, compara los estilos. Nos damos cuenta del dominio que tiene Stendhal sobre el pla-no psicolgico como se puede ver en Rojo y Negro y en La cartuja de Parma.

    Se han hecho comparaciones, por ejemplo, entre el peruano Jos Carlos Maritegui y Anbal Ponce. Esto lo ha analizado en su tiempo Oscar Tern. Pero al abordar hoy el tema tiene una significacin distin-ta de la que se le dio en su tiempo. Muchas relecturas actuales cambian de signo o minimizan lo que antes se haba pensado. Pero a veces esas vueltas a leer traen sorpresas inusitadas. Pongamos por caso la relectura del libro de Tulio Halperin Donghi Una nacin para el desierto argentino. Con el auge del neoliberalismo, en la era del mercado mundial, con la apertura de la economa, se minimiz el proyecto en Argentina. Pero ante la crisis actual las miradas son diferentes. Justamente el libro de Tulio Halperin Donghi abarca el periodo posterior a la Revolucin de Mayo, toma la Generacin del 37 y luego las posteriores que se preocu-paron por el modelo de pas. Su relectura pone de manifiesto la caren-cia de un proyecto.

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    El que oper en la dcada del 90, luego de la cada del muro de Berln, ha sido un neoliberalismo furioso, avasallador, que inhibi o rompi cualquier idea de autonoma. Estbamos insertos en el mercado mun-dial, en la globalizacin. Todo se arreglaba abriendo las puertas de la Aduana, rematando las empresas del Estado, desregulando; con la convertibilidad monetaria. Pero el fracaso estrepitoso del neoliberalismo, del consenso de Washington, lleva a revalorar los esfuerzos histricos por trazar un modelo. Y nos damos cuenta de que sobre un pas no bien delimitado, sin caminos, despoblado, Sarmiento y Alberdi se dedicaron a concebir una nacin a partir de la comparacin con otras y de las particularidades propias; con la idea de no ser un pas de esclavos como terminaron sindolo muchos del continente africano. Esto tuvo una fuer-za tremenda en la orientacin del desarrollo posterior. Es un ejemplo brillante de cmo la historia, la relectura ensean a no imitar el detalle sino las grandes lneas e iniciativas.

    La importancia de la relectura se explcita en el problema de la for-macin de una concepcin del mundo, en lo ideolgico. En mi experien-cia de lector vido de novelistas, de ensayistas, durante el secundario, al tratar de entender el mundo despus de la Primera Guerra Mundial, comenc la lectura del marxismo. Se trataba de una concepcin total-mente nueva para m que chocaba con la anterior violentamente. En virtud de ello lea precipitadamente, con avidez nunca saciada. Pero esa era una formacin de superficie. Con el tiempo la relectura ayud a profundizar, como ayuda el estudio en grupos. O la necesidad de escri-bir e investigar. Pero esos conocimientos introducidos con premura, con precipitacin, en forma atropellada, prepararon el terreno para una for-macin mayor, sobre la base de releer, relacionar, comparar. Ayudan a adquirir otras facetas en el razonamiento. An recuerdo el impacto tem-prano de dos obras ledas en la biblioteca de la Casa del Pueblo del Partido Socialista. Una era la traduccin de Juan B. Justo del primer tomo de El Capital La otra, la Historia socialista de la Revolucin Fran-cesa de Jean Jeaurs junto con sus conferencias de 1913 en Buenos Aires, un ao antes de su asesinato en Europa por oponerse a la Prime-ra Guerra Mundial. Para no cerrarme en una concepcin me sirvi la lectura de muchas obras crticas u opuestas al marxismo. Esto me per-miti ensanchar el campo intelectual. Pero la experiencia ms decisiva fue iniciarme en la escritura. Cada libro significaba una bsqueda de bibliografa, polmicas con lo que lea, el estudio del desarrollo de los temas, las crticas que reciba posteriormente y darme cuenta ms de-lante de mis errores en el abordaje de algunos temas. Tambin se lee durante el tiempo de la escritura para evitar volverse monotemtico en los perodos largos que requiere un libro. Eso permite descansar de la escritura que es una tarea apasionada y tensa.

    Generalmente el hbito de la lectura es lo que constituye el punto de

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    partida. Muchos de los manuales que se dedican a ensear cmo escri-bir, a veces se inician con la escritura y el estilo en s. Sin duda que escribir es importante con respecto a la lectura porque hay que infor-marse, leer, tener fuentes, estadsticas, y el mismo proceso de escribir y corregir, como seala Susan Sontag, implica tener que leer y releer, buscar el trmino, la expresin adecuada y la construccin ms conve-niente. En la formacin de los hbitos de lectura mucho influye el am-biente familiar en que nos iniciamos y por supuesto la escuela y la comunidad.

    Un caso tpico, de los tantos, fue la infancia de Jean Paul Sartre, nacido en 1905. Luego de la muerte del padre queda a cargo de su abuelo, un maestro con ocho generaciones de maestros detrs de l, que es un alsaciano, es decir de la frontera entre Francia y Alemania, tierra disputada por ambos pases.

    Su abuelo se llamaba Charles Schweitzer. Su biblioteca y su ense-anza fueron su terreno de caza predilecto. El lo ha expresado con es-tas palabras: "Los libros han sido mis pjaros y mis nidos. La biblioteca el mundo reflejado en el espejo" (Annie Cohen-Solal, Sartre una biogra-fa, Emec, Buenos Aires, 1985). Avido lector, voraz escritor; esa voca-cin llev al joven filsofo de la Escuela Normal Superior, a dedicarse, lo que era raro por entonces, a la literatura, el teatro y la escritura polti-ca. Por supuesto que tambin fue un creador en filosofa, un jefe de escuela en el ambiente posterior a la Segunda Guerra Mundial. Rompi as la tradicin rigurosa de la escuela Normal Superior, y combati en la plaza pblica en la gran poltica, siguiendo una tradicin que tiene su inicio en Emilio Zola, quien defendi a Dreyfus, un militar de origen judo condenado por traicin cuando en rigor lo era por su identidad.

    Sartre, que muri en 1980, se ocup tambin de otros asuntos. Pese a su enorme actividad dedic mucho tiempo a la obra de Gustave Flaubert, el famoso autor de una de las novelas ms destacadas del siglo XIX en Francia, Madame Bovary. No termin el estudio porque en los ltimos aos de su vida padeci de ceguera que, por supuesto, en-torpeci su trabajo intelectual, aunque siempre continu mediante dic-tados, escuchando lecturas y hacindose or en los medios de comuni-cacin. El estudio, cuyos dos primeros tomos aparecieron en 1971 y el tercero en 1972, se titula El idiota de la familia. No alcanz a tratar la obra de Flaubert. Se refiri al ambiente en que naci y a su desarrollo. El idiota de la familia es el propio Gustave, el hijo descarriado de una ilustre familia de Ran, ciudad del norte de Francia, donde su padre era el mdico cirujano jefe del hospital de la ciudad. Ese camino fue seguido por su hermano mayor y no por Gustave. Este ltimo tuvo difi-cultades de salud, no fue a la escuela hasta los 10 aos, pero a los 13 escriba cuentos y pequeos ensayos.

    Sartre no lleg a estudiar en esos tomos ms que el ambiente que

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    rodeaba al gran escritor en Ran y en otros sitios. Su plan era seguir con la obra. El mal pronstico que haba en la familia respecto a Flaubert no tom en cuenta la imaginacin poderosa, la sensibilidad a flor de piel, la originalidad que se despertaba en otro terreno.

    Sartre se senta afn a Flaubert cuando lea: "La vida slo es tolerable con una mana, un trabajo cualquiera. En cuanto alguien abandona su mana, muere de tristeza". Cuando Flaubert termina un libro como La educacin sentimental o Salammbo y no digamos Madame Bovary todo lo aburre, lo fastidia. Sola decir que salir del pantano depende del plan: "No son las perlas sino el hilo el que hace el collar".

    Con motivo de un gran movimiento cultural de estimular la lectura en Espaa, El escritor Emilio Lled, ha escrito un artculo titulado: "La pura alegra de leer"(El Pas 15-9-02). Opina que las bibliotecas son memoria, dilogo y luz. Evoca a Juan Rulfo a quien le preguntaron por qu haba escrito Pedro Pramo y ste respondi: "porque busqu en la estantera un libro parecido y no lo encontr". Julio Cortzar deca siem-pre que leer y escribir son alegras. Lled cree que la lectura hay que hacerla de manera permanente. Hemingway llevaba siempre consigo sus libros favoritos. A eso lo llamaba "su racin de clsicos". Faulkner lea todos los aos El Quijote o una parte de l como quien frecuenta la Biblia.

    Llega a la conclusin de que los escritores son lectores que escriben. Leer es romper con la monotona de nuestro propio discurso. Edgard

    Morin, titula a su ltimo libro Etica y desarrollo. "Para no convertirnos -escribe- en un Titanic planetario, no bastan los motores

    cientficos, tcnicos, econmicos sino hay que desarrollar el huma-nismo" y para ello la lectura y el estudio de los problemas. Leer y escri-bir, desarrollar la cultura en todos los sentidos y direcciones.

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    Un florentino ilustre Retrato de Maquiavelo

    S que hablar de Nicols Maquiavelo es chocar con prejuicios, con demonizaciones, con a priori incalculados. No obstante quiero dar mi opinin sobre el hombre y su obra.

    Nicols Maquiavelo naci en Florencia el 4 de mayo de 1469. Anbal Ponce llam a esa ciudad la formidable "Nueva York del quaitrocento" por la importancia que tena en Italia y en el resto de Europa. All na-can manufacturas entre las que se destacaban el arte de la lana y de la seda. Polticamente era una tirana heredada, travestida de repblica. Haba, no obstante, ciertas libertades inexistentes en otras ciudades.

    A los 20 aos Maquiavelo es nombrado Secretario de la Cancillera. Segn relatos de la poca tena una silueta modesta, rostro delgado, ojos negros pequeos y vivos, cabeza de cuervo, precozmente desplumada sobre la frente. Su risa era nasal que, segn los contemporneos, vena del espritu.

    Viaj mucho en misiones diplomticas, fue a Francia, conoci a C-sar Borgia, hijo del Papa Alejandro VI. Particip con las milicias campe-sinas en acciones militares. Sufri prisiones y torturas. De los procesos en su contra sali indemne, pero no volvi a conseguir un puesto oficial de importancia. Se dedic a escribir.

    Uno se pregunta de dnde extrajo la gran experiencia que se refleja en todos sus trabajos literarios. En primer lugar fue durante 30 aos Secretario de la Cancillera. Uno de los diez que participaban en el Con-sejo de Guerra de Florencia que tena gran importancia para la ciudad y la regin que dominaba. Su experiencia la extrajo de sus muy frecuen-tes misiones diplomticas y de los cuidadosos anlisis y comentarios de lo que significaron para Florencia. En esos largos viajes observ la con-ducta de los prncipes, en especial del eclesistico y militar Csar Borgia en las sucesivas campaas por el dominio del centro de la pennsula. Organiz la defensa militar de Florencia; se especializ en la formacin de milicias locales que reemplazaron a los mercenarios que solan ser una desgracia para los que los contrataban porque se guiaban slo por sus intereses personales.

    Entre los siglos XV y XVI, Florencia fue un lugar excepcional donde nacieron las nuevas ideas del Renacimiento. All trabajaron Leonardo da Vinci, Rafael, Botticelli, Miguel Angel y, como afirma Jos Luis Ro-mero en su libro Maquiavelo historiador, la criatura humana se concibi de carne y hueso. No como una abstraccin. Aparece una imagen del

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    hombre modelada sobre la base de la experiencia. Ciudad de comercian-tes, de banqueros y de artesanos, fue la sede del moderno espritu italia-no y europeo, tal como lo seal Jacobo Burckhardt. Se puede decir que este perodo increble correspondi, segn Johan Huizinga, al otoo de la Edad Media y al comienzo de la Reforma; luego al Renacimiento y a la Reforma protestante. En este lugar y en esta poca excepcionales naci y vivi Maquiavelo. Durante el perodo en que se desempe como Se-cretario de la Cancillera realiz veintitrs grandes misiones diplomti-cas, lo que le abri el horizonte de la poca. Fue sin duda, un experto que no careci de elementos de la historia sincrnica. Conoca lo que pasaba en Espaa o Francia, que haban conseguido la unificacin. Tra-taba de trasladar esto a Italia, en las condiciones diferentes en que se haba dado el proceso histrico. Pero tambin estudi los clsicos de la poltica de la antigedad y debati con sus contemporneos.

    Muri en 1527 a los 58 aos. El Prncipe se conoci cinco aos des-pus de su muerte porque as lo dispuso en su testamento. Inmediata-mente fue puesto en el Index, es decir prohibido.

    Cuentan que Maquiavelo era travieso, picaro, amigo de aventuras intelectuales. Pero siempre tenda a discutir los problemas del momen-to, a meterse en el barro primordial. Lo apasionaba la poltica y la posi-bilidad de llegar razonando a posiciones que le permitieran incidir sobre los destinos de la ciudad que tanto amaba. Consideraba que la grande-za era resolver a favor de los pueblos los problemas de la tierra.

    En los estudios de Antonio Gramsci, quien se ocup mucho de Maquiavelo, surge el tema de que el florentino quera crear las milicias populares, para abandonar a los mercenarios que eran una plaga por-que reducan todo a sus propios intereses. Gramsci opina que El Prnci-pe no es un tratado sistemtico sino un libro viviente donde la ideologa y la ciencia poltica se funden en la forma dramtica del mito. Maquiavelo, agrega Gramsci, dio a su concepcin una forma imaginativa y artstica, donde el elemento doctrinal y racional se personifica en el condottiero, un caudillo popular que representaba en forma plstica y antropomrfica la voluntad colectiva. Luego de haber representado al condottiero ideal evoca el condottiero real que histricamente lo personifica. La invoca-cin apasionada le da un carcter dramtico. Recuerda que no se trata de una fra utopa. El carcter utpico deviene de que no existe un prin-cipio para crear un nuevo Estado y describe cmo debe ser el prncipe para lograrlo. Parece una autorreflexin del pueblo. Sobre El Prncipe influye la situacin de Francia y Espaa que consiguen su unificacin, en contraste con la dispersin de Italia.

    Maquiavelo desarrolla a mediados del siglo XVI la primera teora de la accin poltica moderna. Un siglo antes de que Shakespeare escribie-ra Hamlet, l haba planteado la naturaleza trgica de la poltica. La accin poltica es distinta de la del individuo. La tragedia de la poltica es

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    que el conflicto no se puede eliminar. Francisco Javier Alcntara, considera que El Prncipe es un producto

    renacentista por los cuatro costados. El Renacimiento, en el campo de la ciencia, aporta el dato experimental como punto de arranque de la induccin cientfica y la independencia de la ciencia respecto a la con-cepcin teolgica-filosfica que preside el pensamiento de la Edad Me-dia. No es un proceso lineal. El Humanismo y la Reforma y sobre todo el Renacimiento abrieron la brecha para sobrepasar las concepciones medievales. Como dira Francis Bacon, Maquiavelo parte de la realidad, de lo que los hombres son. Por supuesto que influye su propio sufri-miento, las torturas recibidas injustamente. Pero tambin conoce las aberraciones de los mercenarios, los castigos brutales de los prncipes.

    Las opiniones de Maurizio Viroli

    En su libro Machiavelli (Oxford University Press, Oxford, Gran Bre-taa, 1998) Viroli analiza la trayectoria general. Afirma, contra muchos, que Maquiavelo no intent fundar una ciencia poltica, sino que tena gran habilidad para interpretar palabras, acciones, gestos para la ret-rica. Escribe para persuadir. No cita a Aristteles o Cicern como prin-cipio de autoridad en sus escritos. La retrica acompaa siempre a la poltica dice Maquiavelo. Para Viroli era un patriota que no luch por la unidad de Italia. Otros autores opinan que el centro de su vida fue su lucha por una unidad de las ciudades y pequeos Estados. Saba, sin duda, y eso nadie puede negarlo, de la debilidad de las ciudades frente a pases unificados. En virtud de su planteo Viroli opina que aborda la poltica real, no los deseos. Describe los horrores de la guerra, el ataque a nios y mujeres, incluso en los conventos, el saqueo y la muerte. No tiene una visin edificante del hombre. Sabe de la envidia, la venganza, la ferocidad que puede desplegar. Thomas Hobbes, y muchos otros es-tudiosos, tuvieron un pensamiento similar. Para el autor de El Prncipe una valoracin del ser humano no idealizado es un punto de partida para la accin, para evaluar la necesaria conducta del gobernante. Con-sideraba que cuando la vida es miserable, cuando se es impotente fren-te a la estupidez, es el tiempo de mirar al mundo con irona. Es una irona que constituye una mscara contra el sufrimiento. Juega, re y canta para disimular las lgrimas amargas. Para l son importantes los amigos, la familia, el amor. Las penurias y los placeres. Cree que siem-pre hay lugar para lo serio y lo trivial. El se considera a s mismo un especialista en los problemas del Estado. Saba que all se juega la fuer-za y el consenso. Es decir la razn y la fuerza, el zorro y el len.

    Es notable su influencia en Gramsci. Opinaba que era difcil conocer la realidad, pronosticar los acontecimientos. Es necesario juzgar ms

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    por lo que hacen los hombres que por lo que dicen. Juzgar no tanto por la voz sino por las manos. Analiza Viroli la fuerza que tenan las pala-bras en Maquiavelo. La retrica era necesaria en todo momento. Divide a los profetas en armados y desarmados.

    Poco antes de morir, cuenta Viroli, Maquiavelo tuvo un sueo. Era el mes de junio de 1527 prximo al momento de su deceso. Por ser un ilustre florentino relacionado con el Papa y con los Borgia, y tantos otros notables, le corresponda ir al paraso. Camino de ese lugar privilegiado vio una multitud que analizaba los temas de actualidad. Reconoci a los historiadores y polticos de la antigedad. Entre ellos Tcito y muchos de los que haban sido sus maestros. Les pregunt adonde iban, le con-testaron que estaban condenados al infierno. Ipso Jacto Maquiavelo de-cidi abandonar los hermosos pero aburridos prados del paraso y en-caminarse al infierno donde discutira con esas ilustres personalidades. No le importaba dnde iban las almas despus de la muerte sino los grandes problemas de la humanidad.

    Toda la vida reclam a los poderosos de la pennsula itlica que la liberen de enemigos, que no permitan la muerte, el saqueo y la humilla-cin de sus conciudadanos.

    Maquiavelo no fue hbil para la elaboracin de la seda o de la lana sino para las humanidades. Lea a los poetas latinos, Tucdides, Plutarco y Tcito. Amaba la antigedad, la historia. Lo que no aprendi en los libros lo aprendi en las calles y plazas, en la iglesia, en las tabernas de Florencia. Todo esto constitua para l la escuela de la vida junto a la poltica y a las misiones diplomticas. Pudo estudiar la guerra de los antiguos y de Csar Borgia, su contemporneo, hijo natural del Papa espaol Alejandro VI. Lo hizo tambin reorganizando la defensa de Florencia, y en el reclutamiento de tropas lugareas.

    Aprendi y consolid su bagaje escribiendo sobre la primera dcada de Tito Livio, El arte de la guerra, Poemas y La Mandrgora. Dante fue su maestro de estilo y le transmiti la sabidura. El Prncipe es el texto fundador de la ciencia poltica; inspir a Thomas Hobbes, entre otros. Adems de todo esto escribi Las historias florentinas, las crnicas de su amada ciudad.

    Maurizio Viroli trata de extraer la filosofa de vida de Maquiavelo sin-tetizando lo siguiente:

    -Se acostumbr a mirar al hombre desde el lado de la pobreza, la exclusin y la adversidad. Senta amor por la gente y trat de ayudarla.

    -Practica siempre la tolerancia y el buen humor con su familia y sus amigos.

    Gracias a la correspondencia conocemos su da de trabajo, cuando no estaba en el continuo ajetreo de sus misiones diplomticas. En su exilio, o retiro campestre en Santa Andrea de Percussina, con su mujer y sus cuatro hijos:

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    1) En la maana atiende sus propiedades y asuntos varios. Toma en medio de las tareas, un tiempo para leer poesa, para el amor, para charlar con la gente los asuntos cotidianos 2) Almuerza con su familia. Va a la taberna para jugar a las cartas

    con los lugareos. Sale de caza. 3) A la tarde, debidamente vestido, entra en su biblioteca que es la

    corte de los antiguos y venerados autores. Y "discute con ellos" los asun-tos mayores de la poltica.

    Piensa que en la vida hay lugar para lo serio y lo trivial, para lo corriente y los grandes acontecimientos, para lo casual, contingente y para lo infinito.

    Es en esa vida que Maquiavelo plantea que si se tiene un arco corto para arrojar la flecha conviene tirar por elevacin hacia los grandes espritus para caer en el blanco deseado.

    Por encima de esa metodologa diaria hay que ver algunos aspectos tericos de su forma de abordar los problemas.

    El restaur en Florencia el sentido de la poltica. Tuvo especial habi-lidad para interpretar las declaraciones, manifestaciones, gestos. Todo ello al servicio de comprender la poltica de su tiempo. Tom ejemplos de la historia antigua y de la que vivi para aconsejar sobre todo en el quehacer cotidiano.

    No tena un criterio dogmtico ni de citomana para justificarse de-trs de los grandes nombres. Su estudio de la elocuencia y de los mto-dos de persuasin estaban relacionados con el uso mltiple de la ret-rica en todos los campos de actividad, en la poltica, en la guerra, en el triunfo y la derrota. El mundo concreto con sus grandezas y miserias era el objeto de su estudio y meditacin. Era implacable con los enemi-gos de la ciudad, con los que mataban a las mujeres y los nios. Por ello puso tanto nfasis en la forma de hacer poltica en defensa de la vida.

    Tocqueville que admiraba la historia tal como la trataba Maquiavelo, nos referimos a la Historia de Florencia, o aTito Livio, sobre la guerra, no poda entender cmo lo haca framente, sin lamentarse por las des-gracias. No entendi que Maquiavelo estudiaba la historia no para la-mentarse sino para aprender a evitar las desgracias. Parta del concep-to de que el ser humano es el animal ms indefenso de la naturaleza y por ello debe organizar su vida y la sociedad. Maquiavelo, como se ve, contina hoy siendo motivo de anlisis y debates. Seal de que an cabalga, como dice don Quijote.

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    Alexis de Tocqueville

    Alexis deTocqueville, de familia noble francesa, nace en 1805 y mue-re en 1859. Estudia abogaca. En 1827 es nombrado juez auditor en Versalles. Recorre Europa y camina por Suiza, lo que recuerda al viaje de Rousseau a pie por ese pas, que l alababa como la mejor forma de conocer un lugar. En 1828, antes de ir a Amrica, conoce Italia, espe-cialmente Sicilia. Registra sus impresiones, como siempre, en un inter-cambio epistolar con la familia y con amigos y conforma con ello un diario de viaje. (Recordemos que Lucio V. Mansilla redact como cartas Una excursin a los indios ranqueles.)

    Tocqueville asiste a cursos de Francois Guizot sobre la historia de la civilizacin europea. Luego se vincular con l como poltico. En 1830 se traslada a Estados Unidos y Canad con Gustave de Beaumont, abo-gado y juez que fue su amigo y colaborador ms cercano, y con el cual hizo la mayor parte de los viajes e investigaciones. El que realizan a Estados Unidos era, en sus aspectos formales, para estudiar el sistema penitenciario de ese pas, visitando crceles y a magistrados y presos de alta peligrosidad. Se admiran de la variedad de sistemas penales que existen en los diferentes Estados, lo que les suministra muchos motivos de reflexin. La estada dura hasta 1832 y abarcan muchas regiones y ciudades de Estados Unidos y Canad. En 1833 publican El sistema peninteciario en Estados Unidos que tuvo gran repercusin y fue tradu-cido a varias lenguas.

    Como legislador debati el sistema penitenciario francs y le sirvi mucho la profunda experiencia de Estados Unidos. Luego viaj a Ingla-terra a estudiar ese pas. En 1835 publica la primera parte de La demo-cracia en Amrica y visita nuevamente Inglaterra e Irlanda con Beaumont. En esta segunda incursin en territorios britnicos, conoce a Mary Morley, con quien se casa. Para entonces ya era muy conocido en los medios cientficos y publica en una revista de habla inglesa un trabajo sobre el estado social de Francia antes y despus de la Revolucin de 1789. Tempranamente reflexionaba sobre este acontecimiento histrico y sus diferencias y semejanzas con la monarqua absoluta. Durante toda su vida se dedic a estudiar su pas, lo que hizo actuando tambin como poltico.

    En 1838, es elegido miembro de la Academia de Ciencias Morales y Polticas. Al ao siguiente, con Beaumont, editan Irlanda social, poltica y religiosay en 1840 da a conocer la segunda parte de La Democracia en Amrica.

    Sin duda le haba llevado muchos aos estudiar el funcionamiento del sistema democrtico en Estados Unidos en todos los niveles, como

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    as tambin la comparacin con otros pases: Inglaterra en primer tr-mino. pero tambin Francia. No slo sienta bases en la sociologa de la cual es uno de los fundadores, sino en la historia comparada de aquel entonces. Recordemos que Sarmiento en Facundo lamenta, en 1842, no tener todos los instrumentos para la indagacin de la Argentina y sea-la que hara falta un Tocqueville. Es decir que la fama del francs haba llegado lejos de su punto de origen.

    En 1841 es elegido miembro de la Academia Francesa de Letras. En 1843 publica Cartas sobre la situacin interna de Francia. Visita Argelia en varias oportunidades para estudiar la situacin de esa colonia fran-cesa.

    Hizo su aparicin en la poltica paralelamente a sus trabajos; tuvo una participacin activa en las jornadas de 1848 y de los aos siguien-tes. En los ltimos aos estuvo enfermo de tuberculosis y aun en esas circunstancias se dedica a escribir El Antiguo Rgimen y la Revolucin. Muere en 1859.

    La importancia de Tocqueville

    Segn algunos autores estadounidenses que lo admiran, despus de Cristbal Coln, Tocqueville es la figura ms destacada en el descubri-miento de Amrica. El paralelismo, que parece un artificio, tiene parte de verdad. Tocqueville descubri para Europa lo que era Amrica del Norte desde el punto de vista sociolgico y poltico. Esto repercutira en el momento de construir la democracia en el Viejo Continente.

    Su correspondencia copiosa con norteamericanos es el reflejo de un gran trabajo de investigacin y de asimilacin de una realidad distinta de aquella en la que haba nacido.

    En Estados Unidos debi renunciar a la lengua francesa que nadie hablaba y se oblig a hacer enormes esfuerzos en el aprendizaje del ingls.

    En ese perodo se levanta a la 5 o 6 de la maana y trabaja las notas tomadas durante el da anterior. Considera a Estados Unidos una in-mensa cantera, una construccin imponente, un gigantesco mercado. Tiene en sus cuadernos ms de cien conversaciones importantes transcriptas y analizadas. Constata que la gran pasin de los estado-unidenses de entonces es la riqueza, por eso cambian de lugar y de empresas; poseen una buena educacin, pero poco espritu intelectual.

    Tocqueville y su amigo Beaumont plantean hiptesis y preparan pre-guntas para las entrevistas que van a realizar. Utilizan cuadernos alfabticos, cronolgicos y el que llevan para anotar todo lo notable que se les aparece. Esto les sirve para cazar al vuelo. Van a bibliotecas para analizar las estadsticas y materiales diversos. Sin duda Tocqueville,

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    por los mtodos aprendidos y por los que elabora, es uno de los fundado-res de la sociologa moderna.

    La obra La democracia en Amrica no nace preformada de la cabeza de Jpiter como Palas Atenea, ni como un rayo en cielo sereno. Tocqueville se queja de que su cabeza es un caos, lo que es relativo. Viene de un pas diferente y se enfrenta a una realidad distinta. Su mirada es certera. Advierte enseguida los contrastes, pero avanza lenta-mente; trabaja con hiptesis sucesivas que luego confirma o descarta.

    Estados Unidos le parece una nacin de clase media, de importante movilidad social, con aspectos de igualdad y libertad. El Estado no in-terviene; la religin est presente. Se plantea ver todo, estudiar todo, tratar de entender.

    En esa labor utiliza distintos tipos de anotaciones, para lo cual abre diferentes cuadernos, como hemos visto, y lo reiteramos por

    tratarse del aspecto metodolgico que nos interesa: Cuadernos ambulantes para anotaciones. Cuadernos alfabticos. Cuadernos cronolgicos. Esa metodologa la seguir siempre en sus investigaciones y ser la

    fuente de sus escritos. Como a otros viajeros, Domingo F. Sarmiento, luego Juan B. Justo y Lisandro de la Torre, entre muchos, de distintas latitudes, le llam la atencin el rgimen comunal de Estados Unidos, la participacin de los habitantes en todos los aspectos de cada pueblo o ciudad, la cantidad de activistas, la manera de hacer justicia con los jurados populares.

    Constata que en el norte de Estados Unidos es esencial el trabajo. En el sur, el ocio, que es el mal derivado de mantener la esclavitud que corrompe a todos. Hay que recordar que sus observaciones correspon-den a la dcada de 1830 y la Guerra de Secesin del Norte contra el Sur tiene lugar entre 1860-65. Recin entonces se aboli la esclavitud, por lo menos formalmente en los primeros aos; ms tarde se afianz la libertad no exenta de gran explotacin.

    Realiza el viaje de estudios a Inglaterra en 1833 buscando alguna de las bases de la democracia en Amrica. La hiptesis resulta natural: cul es la madre que engendr a semejante hijo? Esta es una pregunta interesante que se la han hecho los canadienses y los australianos, en-tre otros. Tambin las naciones hispanoamericanas con relacin a Es-paa.

    La retrica de Tocqueville es de rara eficacia porque: 1) Expone los argumentos a favor de una tesis. Luego los hechos que

    la apoyan. 2) Multiplica las referencias y los ejemplos. No vacila en retroceder

    para afirmar un razonamiento. Resume afirmando la tesis principal. 3) Comprende que la comunicacin es la redundancia.

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    4) Se percibe en su trabajo al abogado y al pedagogo. 5) En La democracia en Amrica se aprecia su modernidad universi-

    taria. 6) Lo que escribe viene de fuentes. Todo es claro y de fcil acceso al

    lector. 7) Todos los argumentos confluyen como los rayos de una rueda a

    un ncleo central o como los afluentes que forman el ro. Y lo que quiere decir es que la democracia es una fuerza central de la

    sociedad. En su viaje constata un retraso excepcional de las fuerzas polticas.

    No es slo el sistema judicial y la educacin lo que llama su atencin, sino tambin la libertad de prensa.

    El destino de Tocqueville cambia con La democracia en Amrica. A partir de esta obra, se relacionan con l John Stuart Mili, el conde de Cavour, que junto a Giuseppe Mazzini y Giuseppe Garibaldi, reunific Italia. Tambin ex presidentes de Estados Unidos como John Quincy Adams.

    En sus estudios sobre los ingleses constata que se asocian para em-presas comunes pero mantienen su individualidad. Eso genera la ambi-cin de estos pueblos.

    Los ingleses dudan, son empricos, 2+2 puede o no ser 4, Admiten una cosa y su contraria, ambas pueden ser verdades. En consecuencia, estn ms preparados para la democracia. El hecho de ser comercian-tes da libertad a la gente; si se quiere ser libre hay que concebir proyec-tos difciles y seguirlos. Actuar por uno mismo, habituarse a una exis-tencia de imprevistos y peligros, dormir con un solo ojo, poner atencin a las amenazas y oportunidades. Todas estas condiciones son impor-tantes para triunfar en el comercio, opina el socilogo. Cuando se acta as no interesa si se poseen minas de carbn o puertos. El xito est en la propia personalidad.

    El ojo adiestrado del investigador capta todo. Se ve en la descripcin de Manchester: detalla los treinta o cuarenta edificios industriales; las viviendas miserables; las calles que son como pantanos; los basurales. Y un nuevo infierno: aguas contaminadas, cloacas infectas, explotado-res y explotados.

    Pero comprende que desde ese lugar inmundo corre el oro. O, como dice Eric Hobswam, de esas acequias turbias y de la Revolucin France-sa nace la poca moderna.

    Winston Churchill deca que era mejor que lo cuelguen a uno en Londres a vivir en Manchester en aquella poca. Charles Dickens es un clsico de la descripcin de esta ciudad industrial, lo mismo que Fede-rico Engels en La clase obrera en Inglaterra.

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    Recuerdos de la revolucin de 1848

    En un diario ntimo, Tocqueville ha narrado, como estadista y como poltico en Francia, las vicisitudes de su vida pblica, criticando aspec-tos de su poca, evalundolos, y rindose de s mismo que es una exce-lente terapia.

    Estos aspectos desconocidos, los ha recopilado y prologado Luis Rodriguex Ziga en Recuerdos de la revolucin de 1848 (Editora Nacio-nal, Madrid, Espaa, 1984).

    El prologuista destaca que el xito de Tocqueville es no slo por el "descubrimiento de Amrica", sino por el estudio de la democracia. Beaumont, su amigo, con el cual trabaj, tom otra lnea. En 1835 pu-blic una novela Mary o la esclavitud en Estados Unidos que casi no encontr lectores mientras el autor de La Democracia en Amrica, cose-chaba su triunfo en el plano internacional. Algunos autores destacan que la importancia del trabajo de Alexis de Tocqueville es que describi aspectos relacionados con el futuro de la humanidad. Para no destruir-se la sociedad deba ver el porvenir. El totalitarismo destruye, las dicta-duras terminan mal.

    Los recuerdos son interesantes porque revelan la faceta desconocida del autor de La democracia en Amrica, su labor como poltico. Rodriguex Ziga plantea que en l hay descripciones de las sociedades en concre-to, de acuerdo a sus protocolos de investigacin, a sus opiniones. Este material lo procesa en un momento dado de pases como Estados Uni-dos, Inglaterra, Irlanda, o el sur de Italia, pero, por encima del trabajo emprico, tambin encara modelos de sociedades, que por supuesto tie-ne basamento en la realidad. No slo se dedica al pasado y al presente sino que proyecta lneas ms largas. En Estados Unidos destaca la de-mocracia social (entendida como igualdad de oportunidades), y la de-mocracia poltica encarnada en la participacin en todos los niveles. Observa, por ejemplo, que hay muchos cargos electivos en las comunas. El nico principio es el de la mayora que debe respetar a la minora y en esto interviene la justicia.

    En esa poca en Europa el hombre comn era juguete de los aconte-cimientos, no participaba en lo pblico. Alexis de Tocqueville se dedica no slo a Amrica sino a Francia. Seala las causas del estallido de la revolucin contra la monarqua, lo que conocemos como Revolucin Francesa. La monarqua tena una administracin muy centralizada y ausencia de libertades. El Tercer Estado -los sectores burgueses me-dios y aun ricos- era importante y se registraba simultneamente una decadencia de la nobleza.

    La situacin es similar a la que describe Lampedusa en El Gatopardo: decadencia de la vieja nobleza y ascenso de las aspiraciones de la bur-

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    guesa. Francia estaba llena de trabas administrativas e instituciones caducas. La falta de libertad generaba una inexperiencia en los asuntos pblicos. El papel de los intelectuales en ese proceso fue importante. La Revolucin Francesa aboli el feudalismo y los derechos de la aristocra-cia, y avanz el Tercer Estado. Opina que la revolucin trajo de golpe lo que en un proceso lento hubiera durado tiempo. Es decir que aceler todo.

    Concepcin de los recuerdos

    Tocqueville concibe sus recuerdos como una liberacin del espritu. Es un diario ntimo donde puede opinar y rerse de sus contemporneos y de l mismo, no es un escrito para ser publicado. Piensa que la poca comprendida entre las revoluciones de 1789 y 1848 es una lucha de las clases medias contra el antiguo rgimen. En la revolucin de 1830 ha-ba triunfado la clase media; en 1848 intervino la poblacin obrera de Pars junto con los campesinos de los alrededores de la ciudad.

    Seala que el gobierno se equivoca siempre si tiene a la vista los intereses de una sola clase, que las instituciones a las que estamos acostumbrados se pueden cambiar. 'Tema mucho menos -dice al final-el peligro que la duda".

    Algunos aspectos de Tocqueville indito

    En un trabajo que hizo en la Universidad de Yale, Toms Fernndez Auz (Revista Claves, nmero 85, Madrid, Espaa, septiembre de 1998) escribe sobre una correspondencia indita de Tocqueville. Su objetivo es mostrar el carcter del pensamiento de Tocqueville, desnudar cmo aborda la vida. La correspondencia revela el ncleo conceptual de pen-samiento, un ncleo o epicentro motor de las ideas, un hilo conductor. En esa carta se evidencia que lo que analiza Tocqueville -y que se refle-jar en La Democracia en Amrica- no es una cronologa, ni slo hechos ordenados, sino una profunda interpretacin de los mismos. El es cons-ciente de que la historia requiere una interpretacin, una narrativa. Tocqueville ha sido considerado con justicia precursor de la moderna sociologa. La forma de enfocar el sujeto, mantenindose cerca de la realidad emprica, es grata al socilogo. Pero tambin tiene una pers-pectiva filosfica. Le interesa el modo de ser de una sociedad.

    En el segundo tomo de La democracia en Amrica advierte la interrelacin entre la sociedad y el individuo. Fernndez Auz nota que en los trabajos de Hegel se plantea la afirmacin, la negacin y la snte-sis. En los de Tocqueville, la contradiccin cuyo resultado no puede ser

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    pronosticado. La historia es un movimiento bajo permanente amenaza de inestabilidad; es el difcil logro de voluntades encontradas.

    Hace responsable a la sociedad, a la poltica, de los resultados de las acciones. Es decir que marca la libertad de nuestra construccin y de los avatares de la misma.

    Rasgos distintivos de Tocqueville

    Su correspondencia americana es el reflejo del enorme trabajo de investigacin y de asimilacin. Sabe que la realidad no responde si no se la interroga y prepara el cuestionario de acuerdo a las hiptesis que ha formulado. Pero aunque se piense que su construccin es monoltica, no es as. Ha erigido el monumento de su saber sobre Estados Unidos, piedra a piedra. Sabe de la lentitud que a veces lo detiene y de las dudas que lo asaltan a cada rato. Capta el mecanismo central de la democra-cia americana. Y esa evidencia es sociolgica y poltica. Una de sus ex-plicaciones es que han fundado las comunas antes que el Estado, lo que desde el comienzo ha derribado al "demonio centralizador". Pero sabe que la esclavitud es un mal que penetra en parte del cuerpo americano y pronostica, de alguna manera, las luchas que vendrn porque este hecho crea una contradiccin insoluble.

    Tambin hace notar que si se violan las libertades garantizadas por la ley en el sector ms avanzado, se aplica la ley del Talin, de ojo por ojo y diente por diente. Existe, adems, la pena capital, porque el que viola el pacto social no merece vivir.

    Tocqueville trata de investigar en la madre patria, en Inglaterra, al-gunos de los rasgos de la sociedad americana. Descubre elementos pa-recidos, pero cada sociedad se desarrolla luego de acuerdo a sus carac-tersticas. Tocqueville es capaz de ver las contradicciones de Inglaterra sumida en la Revolucin Industrial que crea, por un lado, grandes ri-quezas, y por el otro, pobreza y miseria indecibles que describe con precisin. Capta el empirismo ingls y americano y constata que en la teora los franceses tienen ms desarrollo en ese tiempo. El mtodo com-parativo ocupa un lugar importante en este estudioso profundo.

    Para darse cuenta de la dimensin de su labor basta ver, por ejemplo, la edicin Gallimard de sus obras completas. Consta de XVIII tomos de los cuales el primero est consagrado a la democracia en Amrica; el II al Anti-guo Rgimen y la Revolucin de Francia. El III contiene sus discursos polti-cos en Francia y hay tomos enteros de correspondencia, de descripcin y anlisis de viajes, de recuerdos. Hay una cantidad muy grande de biografas, de datos de su vida y de su obra. En Estados Unidos e Inglaterra la obra de Tocqueville ha tenido una gran acogida. En Sudamrica, Sarmiento, como vimos, aora no poseer su met odologa para escribir sobre la Argentina.

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    Hegel y el dogmatismo

    Georg Wilhelm Friederich Hegel naci en Stuttgart. Su vida se ex-tiende entre 1770-1831 en una Alemania dividida en decenas de peque-os Estados. A travs de algunos de sus contemporneos o posteriores tratadistas elaboramos la idea de un trabajador tenaz, de intelectualidad pura, sin vida exterior, sin encanto ni simpata, amigo del orden.

    Los que han estudiado su vida ms a fondo, como lo ha hecho Jacques D'Hont(l), explican que este tipo de descripciones son una caricatura de la vida de Hegel. El vivi -como muchos de sus contemporneos- una vida difcil, en medio de las ansiedades, de las guerras, entre ellas las napolenicas que conmovieron Europa. Como Goethe, era lector de dia-rios y revistas en varias lenguas. Sola decir que la lectura de los diarios era su oracin matutina. Estudi en Tubingia, fue profesor, contratado por familias, en Suiza y en Francfort. Observ con atencin muy con-centrada los dramas de la Revolucin Francesa y de la Restauracin. Consideraba que la Revolucin Francesa era el fenmeno ms significa-tivo desde la aparicin del cristianismo. No es de extraar que Goethe y Hegel, fueran tambin admiradores de la revolucin, pero inclinados al ala ms moderada.

    Era hijo de un funcionario de gobierno ms bien modesto, especiali-zado en finanzas. Hizo estudios teolgicos. Estuvo en la famosa funda-cin protestante Stift que tena, en sus planes de estudio, la cultura universal. Sus amigos ms cercanos eran el poeta Friedrich Hlderling y el filsofo Friedrich Schelling. Aprendi all latn, griego e historia. Estaba al tanto de los estudios filosficos de su tiempo. Participaba en los bailes de mscaras, amaba la buena mesa. Cuando poda iba al teatro y a los conciertos. Consideraba a Emanuel Kant como un jaln obligatorio en cualquier formacin filosfica, aunque lo crea superado por la filosofa posterior.

    Luego de la enseanza privada se encamina a la ciudad universitaria ms respetada que era lena. All lo encuentra la invasin napolenica de 1806. Hay que pensar que Napolen daba derecho de saqueo a sus tropas luego de la victoria.

    Hegel tuvo que abandonar su casa llevando los manuscritos de La Fenomenologa del espritu. No dej de alabar por ello a Napolen que despertaba a la Europa que sesteaba. El Gran Corso encarnaba, para l, el espritu del mundo a caballo. En ese momento recibi la ayuda de Goethe que estaba en Weimar, cerca de lena. Napolen tena por Goethe alta estima. Hegel hizo periodismo y luego pas a ser director del gim-nasio de Nremberg. Por esos aos se casa, tiene tres hijos; comienza a redactar La ciencia de la lgica. Entre 1816 y 1818 fue profesor en

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    Heidelberg. En 1817 accede a la Universidad de Berln. El clebre Alstenstein, el reformador de Prusia luego de las derrotas que le infligi Napolen, le ofreci ese puesto porque apreciaba las innovaciones in-troducidas por Hegel. Pero muchos conservadores no le perdonaban su inclinacin por la Revolucin Francesa, por Napolen y su oposicin a la Santa Alianza. Sus relaciones con personalidades de la poca esta-ban inscriptas en los libros policiales.

    Viaja a Holanda, Viena, Pars y Praga. Muere en una epidemia en 1831.

    Se pregunt en varias ocasiones por qu los franceses haban pasa-do de la teora a la prctica y no los alemanes, que se quedaron en la abstraccin terica. Afirmaba que la filosofa de Kant contena, de he-cho, la separacin de teora y prctica que l no comparta. Consideraba que Kant domin el idealismo y que era enemigo de la fluidez, de la sutileza y de la gracia. Su defecto fue no admitir lo objetivo.

    Para Hegel la accin supera la idea subjetiva. No se puede separar el sujeto del objeto; hay contradicciones que se mueven y se resuelven; el mundo cambia de base, de estructuras. No hay nada fijo.

    Crea que el gnero humano avanza titubeando, como un ciego y que la historia es un drama. Hay que comenzar el anlisis por el error, sin ese procedimiento no hay progreso.

    Plantea que las cualidades que se desbordan pueden llevar a la pr-dida. Napolen exagera sus conquistas, la guerra permanente. En nues-tros das Paul Kennedy observ que cuando los imperios extienden de-masiado sus lneas terminan debilitndose.

    Hegel rehsa partir de lo absoluto de la noche donde todos los gatos son pardos. Nada se puede construir cuando el punto de partida es una ausencia de conocimiento. Tiene una tendencia a lo concreto, como cuando analiza el trabajo y estudia los problemas contemporneos. En l predomina la razn sobre la intuicin o el sentimiento. Parte del co-nocimiento que se emparenta con la ciencia cuyo mtodo es dialctico, explica Hegel. Pero esa dialctica es del objeto y del sujeto. Es el planteo de la tesis, anttesis y sntesis, en un proceso inacabado y sin que el molde predomine sobre la realidad. No basta, segn l, la sensacin y la percepcin, hay que llegar a la razn. A eso lo denomina insercin en el sujeto. Insiste en que la dialctica no es slo un mtodo de pensar, sino la realidad misma. La lgica comienza con la teora del ser -lo ms uni-versal y abstracto-. Si es negada se convierte en la nada. Pero luego viene la negacin de la negacin, que es el devenir.

    En Francia Alexander Kojeve, un autor ruso que escribi Introduc-cin a la lectura de Hegel educ a una generacin de filsofos y socilo-gos franceses que no haban penetrado en el clsico alemn que domin el siglo XIX. Con l estudiaron JacquesLacan y Maurce Merleau Ponty, entre otros, y tuvo gran influencia sobre Raymond Aron.

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    La metodologa de anlisis de Hegel del dogmatismo

    Hegel es difcil en muchos textos y abordable en otros. Por mi parte no me ha resultado fcil adquirir algunos conocimientos de este filsofo que para la izquierda fue fundamental; me ha sido til en temas concre-tos. Por ejemplo, he revisado el abordaje del dogmatismo.

    Jacques D'Hondt escribi la biografa de Hegel y tambin dio ele-mentos de la interpretacin histrica que seguimos. Sobre todo su li-bro: Hegel filsofo de la historia viviente. En este trabajo y en los clsicos del marxismo hay elementos suficientes para trazar las opiniones de Hegel en un tema clave. El tratamiento del dogmatismo est vigente en la izquierda y en el mundo en funcin de los acontecimientos posterio-res a la cada del Muro de Berln y de la URSS.

    Cuando una civilizacin decae -dice Hegel- aparecen las ideas ago-nizantes, las instituciones carcomidas, los signos de decrepitud y letar-go. Se acercan los proveedores del dogmatismo. El dogmatismo que des-precia el variado esplendor de la vida y se limita a postular la fatigosa repeticin de la misma frmula, el mismo color, el mismo esquema.

    A esto Hegel le opone la vida, la novedad, el enorme apetito de la novedad. Por ello para l la Revolucin Francesa sac a la gente del aburrimiento. Para filosofar, opinaba, hay que haber perdido la vista y el odo, abandonar los puntos de apoyo y el buen sentido comn. Es como arrojarse a un ocano sin orillas.

    Hegel comienza con una declaracin: Guerra eterna al dogma! Agre-ga que las ideas nuevas se degradan en dogmas. Pero hace una adver-tencia inicial: nos amenaza el peligro del dogmatismo antidogmtico. En primer lugar no se puede combatir al dogma sin explicar las razones de su existencia. El dogma, en su estado naciente, al principio de una teora nueva, es un momento necesario de la vida. Es que el pensamien-to se encuentra amenazado desde que nace.

    Segn D'Hont, Hegel no explica el dogma por el inters de clase pero s por la sed de dominio, por el egosmo de los sacerdotes y de los feuda-les.

    Hago un parntesis para recordar que Anbal Ponce, en Educacin y lucha de clases cuenta que la casta sacerdotal egipcia tena un nilmetro para medir las subas y bajas del ro. Pero lo ocultaban y hacan una ceremonia religiosa para demostrar su poder, pidiendo a las aguas que suban o bajen.

    Hegel desconfa de la expresin cristalizada. Gastn Bachelard deca que las ideas son crceles de larga duracin. Cabalgar la realidad no es sencillo porque es dinmica. Los conceptos no se adaptan a la realidad como un guante. Adems, cuando algo que fue bello y grande cae hay que luchar contra la melancola y el hasto que puede originar ese cavi-lar. La meditacin es buena pero la cavilacin es mala.

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    El dogma se repliega cuando lo amenaza la fluidez de la vida, y adop-ta formas de resistencia. Hegel rechaza el dogmatismo y dice que hay que romperle el espinazo. Sin duda, razona, el intelecto debe perseverar un tanto en sus determinaciones. Si el pensamiento careciera de obsti-nacin perdera su consistencia. Hegel aprecia el valor del dogmatismo en todo su desarrollo. No hubiera existido historia, anota, si los hom-bres y los Estados no hubieran confrontado. No hay drama si los hroes se arrojan unos en brazos del otro cuando cae el teln.

    Pero el dogmatismo lleva a la ceguera, a introducir los problemas en un molde. A negar todo, sin razonar, a quedarse en lo de siempre. So-breviene la decadencia, la rigidez y la muerte. Cuando el bho de Minerva levanta vuelo por la noche, para ver lo que sucede, constata la ruina de la civilizacin. Lo insalvable. Los dogmticos no pueden percibir la rea-lidad, no pueden pronosticar. Se dan cuenta cuando no hay nada que hacer. Se limita a postular la fatigosa repeticin de la misma frmula, el mismo color, el esquema de siempre. Hegel no era amigo de las monta-as, por estticas, en cambio admiraba por su dinamismo las cascadas, los saltos de agua. Enfocaba las transiciones, las crisis, las pocas de cambio. Prefera los trabajos de Hrcules al sufrimiento pasivo. Descon-fiaba del movimiento circular cclico del perro que se muerde la cola. Escriba que el espritu muere en las repeticiones. Si vive, jams des-cansa. Crea que es intil cultivar la melancola, la tristeza. Las defini-ciones, para l, son necesarias pero insuficientes. En este ejemplo se ve su anlisis complejo, dialctico, matizado. Por un lado plantea que hay que defender la teora naciente, que suele venir desnuda y con hambre. Es bueno, adems, que el intelecto perdure en sus determinaciones: por tanto reconoce el valor del momento dogmtico en todo desarrollo. Pero, al mismo tiempo, alerta contra los que se quedan, se atrasan, y son atrapados por la muerte. Por ello termina Lajenomenologa del esp-ritu con el bho de Minerva, la Diosa de la sabidura, que llega tarde a los acontecimientos, y no hace ms que anunciar la ruina de una civili-zacin. Deba haber estudiado el proceso y madrugado, anunciando los peligros y las medidas a adoptar para superarlo.

    (1) Jacques D'Hondt, HegelJsofo de la. historia viviente, Amorrortu Editores, Buenos Aires, 1996.

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    Stendhal (1783-1842)

    Cuando Stendhal muri dej tras de s numerosos misterios. No ha-ba sido alguien demasiado conocido pese a Rojo y Negro y La cartuja de Parma, sus grandes novelas editadas en vida. No tuvieron la misma repercusin sus trabajos, en gran parte de recopilacin del arte en Italia o los cuentos italianos donde recoge mucho de lo acontecido a persona-jes y familias varios siglos antes. Tampoco fueron apreciados los relatos de sus viajes por las principales ciudades italianas.

    Al revisar la casa un sobrino suyo, que fue su albacea testamentaria, encontr unos sesenta volmenes. Los llev a la biblioteca de la ciudad natal de su to, en Grenoble, y ah durmieron 40 aos, cuando de ca-sualidad, para no aburrirse en la ciudad, los revis un literato polaco y encontr el tesoro de los inditos escondidos de Stendhal y se encarg de publicar algunos. Por azar tambin se hall en el cementerio de Montmartre, que se estaba rehaciendo, una tumba rara de un italiano de Miln que result ser de Henri Boyle, el verdadero nombre de Stendhal, que es uno de los seudnimos que utiliz, el ms conocido dentro de 200 que tambin lo representaron.

    Su correspondencia no estaba nunca fechada ni vena del lugar que deca, salvo excepcin. La cartuja de Parma fue conocida indita slo por Balzac que la coment entusiasmado en un libro de ms de 70 pginas. Lo que Honorato de Balzac escribi se ley mucho pero pocos se acercaron a la obra de Stendhal que no se entendi porque fue un precursor de la novela psicolgica. El mismo predijo que su obra se apreciara cuarenta aos ms tarde, cuando los estudios de ese tipo tuvieran auge. Su diario ntimo fue llevado con meticulosidad, con pro-lijidad, captando velozmente sus sentimientos, para que no se escapa-ran porque eran la materia primordial para la construccin de su obra. Saba, por su prctica, que si pasaba el instante fugitivo, sus senti-mientos desapareceran perdindose para siempre en los arcanos de su personalidad.

    Stephan Zweig, en su biografa de Stendhal, comenta que pocos han mentido tanto, utilizado tantos disfraces y mscaras, o han ocultado su trayectoria como Stendhal. No slo evita su nombre sino que seala, en el prlogo a La cartuja de Parma, que fue escrita en 1820 cuando en realidad sali a la luz en 1838. En su autobiografa dice haber estado en una batalla a la cual en realidad falt. Era un hipersensible, lo que era malo para el ambiente francs, ms racionalista y fro pero se encontr bien en Italia donde la emocin corra por todos los cauces. As era la muy compleja personalidad de este autor. La era napolenica que se fortalece desde el Consulado, a principios del siglo XIX, y se afianza con

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    la coronacin del Emperador en 1805, inmortalizada por David, lo im-presiona y lo hace vivir episodios no soados en Europa, escenario de la aventura del Gran Corso que, al decir de Hegel, vino a despertar a la Europa adormecida.

    Cuando Boyle era un adolescente entra al ejrcito napolenico, como auxiliar, no como combatiente. Un primo estaba cerca de Napolen Bonaparte. Por ello lo vemos en 1800 en la retaguardia del ejrcito napolenico con el que en 1801 entra en Miln donde Bonaparte produ-ce una revolucin en la sociedad. Lleva en ese momento los ideales de la Revolucin Francesa, en cuanto al reparto de tierra, la abolicin de pre-bendas de la iglesia. Stendhal describir ese proceso con toda su sensi-bilidad y capacidad de retratista de todos y de s mismo. Ante la entrada del ejrcito napolenico, compuesto de jvenes de 20 aos o poco ms, los hombres huyen de Miln. Se establece, de hecho, una sociedad dife-rente. Los soldados encuentran sus amantes; se junta la sangre france-sa con la italiana. Luego de la cada de Napolen vendrn de nuevo los austracos. Pero la huella queda en las costumbres, en el recuerdo, en los hijos de franceses e italianas. Es como en Alemania. Las provincias donde nacieron Marx y Engels, la parte renana, cercana a la frontera francesa, tambin tienen esa mezcla luego de la ocupacin francesa. Pero en el caso particular de Italia, en esa primera poca, el avance de la Revolucin Francesa, va contra todo lo medieval, atrasado, inyecta nue-vas costumbres. Antonio Gramsci recuerda que sobre esto escribi un historiador italiano llamado Cuoco en 1801. Observando los cambios impuestos por los franceses en Italia en ese momento, comenta con asombro que fueron muy grandes pero, no obstante, se trat de una revolucin pasiva. Porque haba sido aplicada desde arriba con el ardor de los nuevos cruzados y la pasividad de los milaneses.

    Justamente Gramsci tom esa categora de revolucin pasiva para caracterizar aquello que no vena de abajo, del pueblo, sino lo que se aplicaba desde arriba en cada pas, y adquira no una caracterstica revolucionaria sino reformista y donde lo viejo se transformaba y no se barra de golpe.

    Stendhal, o Henry Boyle, lleg a ser auditor del gran ejrcito napolenico en 1809. Estuvo en la campaa de Rusia y lleg a ver Mos-c en llamas. Por ello en sus novelas se revela esta epopeya napolenica que luego extraa cuando vuelve la monarqua, la vida gris, cuando no se puede nombrar a Napolen y no existe la enorme movilidad social que implic la aventura del Gran Corso, cuando cualquier soldado tena en su mochila el bastn de Mariscal, porque ascendan en el campo de batalla. La epopeya que limpi los establos con un trabajo a lo Hrcules, haba pasado. Quedaba la aoranza de los tiempos mejores para l. Luego volver a Italia como cnsul alternando su estada con idas cons-tantes a Pars. En esos aos escribe la historia de la pintura italiana, de

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    la msica, relatos italianos, y comienza sus grandes novelas. En la Introduccin a La cartuja de Parma (Edicin Anne Marie Reboul,

    Ctedra SA, 1998, Madrid, Espaa) se lee que Stendhal era cnsul fran-cs en Civita Vecchia, cerca de Roma. Viaja por Europa, y vuelve a Pars en el otoo de 1838. En Noviembre comienza La cartuja de Parma y la termina a fines de diciembre. Ha empleado en este trabajo -una de las novelas ms importantes de Francia- menos de dos meses. En su vida su divisa es "Ni un solo da sin escribir", con inspiracin o sin ella. Con la musa o solo. Qu es lo que le permite esa hazaa en un libro que Italo Calvino considera un clsico?. Es evidente que en el viaje previo traz las lneas fundamentales de la novela. Se haba impregnado por entonces de relatos italianos de varios siglos, con sus tragedias y divertimentos; todo ello se insert en su propia experiencia personal con no menos de quince romances en su vida, algunos felices y los ms frustrantes. Mientras escribe su novela relee el Cdigo de Napolen, porque considera que es muy til para algunas partes del libro, la preci-sa y breve redaccin de ese tratado de derecho civil que debe incluirse como metodologa para alcanzar la perfeccin y la sobriedad. Lo utiliza como una especie de manual de estilo. Stendhal gustaba de la preci-sin, de la lgica, se era su costado francs.

    Pero adems estn sus notas en el diario ntimo que reconstruyen cada uno de los instantes de su vida. Ese trabajo era el centro de los apuntes sobre sus sentimientos, emociones, ideas, sobre todo lo que haba visto. No eran las cosas aisladas sino como l las vea o viva. Esa era la masa primordial de la que se serva en el momento de escribir.

    La introductora a la edicin mencionada, Anne Marie Reboul, escri-be que Stendhal almacenaba la vida en cuadernos para no olvidar. En-tre ello, lo que haca al tejido delicado de su sensibilidad en obras sobre pintura y msica. Junto con los cuadernos haba esbozos de libros, como La vida de Napolen o Luden Leuwen que no public en vida por-que no haba podido trabajar ms el contenido y la forma. La crtica literaria considera que hay tres direcciones esenciales que rigen el mar-co de su obra: el conocimiento del norte de Italia, la disposicin al amor, a gozar la felicidad que le produce y una prctica de la escritura centra-da en el yo. A los 17 aos est con el ejrcito napolenico, ms en tareas administrativas que de combate, aunque usa uniforme. En Italia se enamora de la pintura de Rafael y de Leonardo Da Vinci. En toda su trayectoria contar ms que las cosas, las sensaciones que le producen. Dice Anne Marie Reboul que Stendhal se sale del racionalismo seco que hizo decir a Levi Strauss que Occidente perdi la posibilidad de ser mujer. Era la poca en que comenzaba el positivismo francs, el cientificismo. El libro ms conocido del escritor es Rojo y negro, publi-cado en 1830 y le sigue La cartuja de Parma de 1838. Siempre vuelve a Rousseau, su maestro.

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    Pese al predominio de lo afectivo, del yo, Stendhal no puede despren-derse por entero de su influencia francesa. Ama la matemtica, el racio-cinio y la lgica. Al igual que Goethe, tuvo gusto por la novela histrica, sobre todo de Walter Scott. Resonara en sus odos la exacta descripcin de los caracteres y costumbres de los hombres en la Inglaterra invadida por los normandos de Invanhoe. Cuando escribe sobre Napolen nada lo conforma. En La cartuja... esboza el gran croquis, como dice Anne Marie Reboul, de la epopeya napolenica. El mito y la historia cabalgan juntos.

    Rojo y negro es la crtica del siglo XIX. Admirador de Napolen de-nuncia la chatura y la perversidad de la restauracin de los Borbones que volvieron luego de la derrota de Napolen, sin haber aprendido ni olvidado nada y establecieron un silencio inquisitorial sobre la vida an-terior. Era un contraste inmenso en la vida de Francia en cuya historia se darn perodos abiertos de revolucin y contrarrevolucin. Recorda-ba Boyle la extrema movilidad social de la juventud que poda pasar de la humilde posicin de empleado, trabajador, a Mariscal y en algunos casos a convertirse en reyes en distintas regiones. Luego ocurre la de-rrota, con el advenimiento de la Santa Alianza, el cierre del horizonte para la juventud, la vida tediosa, oscura o secreta frente a los castigos que infliga el rgimen a quien mirara el pasado.

    No slo Balzac admir a Stendhal, tambin Emilio Zola. Len Tolstoi expres que lo que saba de guerra, lo que despleg en La guerra y la paz, se lo explic Stendhal que fue su primer maestro. Eso lo dijo en 1901 casi 60 aos despus de la muerte del escritor de La cartuja...

    Giuseppe Tomasi Di Lampedusa en Stendhal, Ficciones (Penn-sula, Barcelona, 1977) opin sobre el escritor francs a quien admi-raba. Por supuesto que a Lampedusa le place el sentimiento tan favorable de Stendhal para los italianos. Hay que recordar que este sentimiento de Stendhal ha sido muy grato a los italianos, que lo han apreciado mucho. Italo Calvino se ha encargado de destacarlo, lo vea casi como un nativo.

    Las consideraciones del autor de El Gatopardo, el clebre Lampedusa, son interesantes. Para l, todas las obras de Stendhal tienen una gran significacin dentro de la literatura europea y universal. En sus Paseos por Roma Stendhal convierte sus cuadernos de viaje en una obra maes-tra. Era sin duda un viajero a cuyo ojo no escapaba nada pero, en este caso, hay que tener en cuenta el conocimiento de Italia, de toda la vida, y adems su amor por la patria del Renacimiento.

    Sus obras mayores, Rojo y negro y La cartuja de Parma, se distin-guen, dice el autor de El gatopardo, por su carcter polidrico. Pueden ser consideradas novelas histricas. En ambas hay una evocacin nostlgica de la poca anterior. Es una descripcin y un fino anlisis con un halo de ternura de la poca que precede al resurgimiento de

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    Italia, a su unidad nacional. Se ha dicho que hay mucho de Stendhal en el Julin Sorel de Rojo y negro y tambin en Fabrizio del Dongo, el per-sonaje de La cartuja... que participa por un