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410 LOS ALMOGARENES PREHISPÁNICOS DE GRAN CANARIA. UNA REVISIÓN NECESARIA Ángel Rodríguez Fleitas Jorge Onrubia Pintado Carmen Gloria Rodríguez Santana José Ignacio Sáenz Sagasti Se trate de la presunta crónica del doctor Troya o de otra fuente desaparecida, la asimilación de la voz indígena almogaren con santuario o casa de oración figuraba sin duda en el texto que sirve de común inspiración al ingeniero cremonés Leonardo Torriani y a la mano que se oculta tras la personalidad del supuesto franciscano andaluz Juan de Abreu Galindo. 1 Sin embargo, y como acontece con algunos otros vestigios prehispánicos, la más temprana identificación arqueológica de un eventual almogaren la encontramos en la Historia de la conquista de las siete islas de Canaria de Tomás Arias Marín de Cubas. 2 En efecto, en su alusión al adoratorio de Humiaga, tomada con bastante probabilidad de la narración atribuida al enigmático Pedro Gómez Escudero, 3 a su vez inequívocamente tributaria de Abreu, el médico teldense, que es el primero en designar este lugar con el término almogaren, vincula al mismo una serie de estructuras de piedra que sitúa, siguiendo a sus fuentes, en la caldera de Tirajana, concretamente en Risco Blanco. Dos siglos más tarde, Víctor Grau-Bassas y Mas se encarga de poner en cuarentena esta afirmación pues, desde su punto de vista, nada hay en la cima de la elevación sureña que permita imaginar la presencia allí de un hipotético almogaren. 4 De hecho, la tipología de los “braseros” rituales localizados según Marín de Cubas sobre el Risco Blanco la encuentra más bien reflejada, como sugiere también implícitamente el doctor René Verneau al señalar la existencia de un santuario prehispánico en esta abrupta mesa de Santa Lucía de Tirajana, en la planta de algunas de las paredes circulares de piedra levantadas en lo alto de La Fortaleza. 5 Así las cosas, y llevado quizá por la probable perpetuación hasta entonces del topónimo Almogarén en relación con el abrigo de las Pilas de los Canarios, 6 no es de extrañar que Grau- Bassas proponga, por su parte, la posibilidad de asimilar Humiaga a esta cavidad abierta en los cantiles de las estribaciones de El Campanario bajo cuya visera se disponen, excavadas en el suelo, una serie de cubetas más o menos circulares. 7 A partir de esta identificación se inicia toda una tradición erudita, profusamente alimentada por Sebastián Jiménez Sánchez, D. J. Wölfel y J.J. Jiménez González, 8 que asocia el término indígena almogaren a eventuales lugares de culto en no pocas ocasiones materializados por explanaciones y vaciados realizados en soportes rocosos que, con frecuencia, sólo se asemejan por el simple hecho de poseer un número variable de pocillos, perforaciones y canales. Precisamente las diferencias que se observan en la localización, la tipología y el contexto arqueológico de estos yacimientos obliga, antes de ensayar cualquier acercamiento a su supuesta función, a intentar poner un poco de orden en este auténtico cajón de sastre de la arqueología insular.

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LOS ALMOGARENES PREHISPÁNICOS DE GRANCANARIA. UNA REVISIÓN NECESARIA

Ángel Rodríguez FleitasJorge Onrubia Pintado

Carmen Gloria Rodríguez SantanaJosé Ignacio Sáenz Sagasti

Se trate de la presunta crónica del doctor Troya o de otra fuente desaparecida, laasimilación de la voz indígena almogaren con santuario o casa de oración figuraba sin dudaen el texto que sirve de común inspiración al ingeniero cremonés Leonardo Torriani y a lamano que se oculta tras la personalidad del supuesto franciscano andaluz Juan de AbreuGalindo.1 Sin embargo, y como acontece con algunos otros vestigios prehispánicos, la mástemprana identificación arqueológica de un eventual almogaren la encontramos en la Historiade la conquista de las siete islas de Canaria de Tomás Arias Marín de Cubas.2 En efecto, ensu alusión al adoratorio de Humiaga, tomada con bastante probabilidad de la narraciónatribuida al enigmático Pedro Gómez Escudero,3 a su vez inequívocamente tributaria deAbreu, el médico teldense, que es el primero en designar este lugar con el término almogaren,vincula al mismo una serie de estructuras de piedra que sitúa, siguiendo a sus fuentes, en lacaldera de Tirajana, concretamente en Risco Blanco.

Dos siglos más tarde, Víctor Grau-Bassas y Mas se encarga de poner en cuarentena estaafirmación pues, desde su punto de vista, nada hay en la cima de la elevación sureña quepermita imaginar la presencia allí de un hipotético almogaren.4 De hecho, la tipología de los“braseros” rituales localizados según Marín de Cubas sobre el Risco Blanco la encuentra másbien reflejada, como sugiere también implícitamente el doctor René Verneau al señalar laexistencia de un santuario prehispánico en esta abrupta mesa de Santa Lucía de Tirajana, en laplanta de algunas de las paredes circulares de piedra levantadas en lo alto de La Fortaleza.5Así las cosas, y llevado quizá por la probable perpetuación hasta entonces del topónimoAlmogarén en relación con el abrigo de las Pilas de los Canarios,6 no es de extrañar que Grau-Bassas proponga, por su parte, la posibilidad de asimilar Humiaga a esta cavidad abierta enlos cantiles de las estribaciones de El Campanario bajo cuya visera se disponen, excavadas enel suelo, una serie de cubetas más o menos circulares.7

A partir de esta identificación se inicia toda una tradición erudita, profusamente alimentadapor Sebastián Jiménez Sánchez, D. J. Wölfel y J.J. Jiménez González,8 que asocia el términoindígena almogaren a eventuales lugares de culto en no pocas ocasiones materializados porexplanaciones y vaciados realizados en soportes rocosos que, con frecuencia, sólo seasemejan por el simple hecho de poseer un número variable de pocillos, perforaciones ycanales. Precisamente las diferencias que se observan en la localización, la tipología y elcontexto arqueológico de estos yacimientos obliga, antes de ensayar cualquier acercamiento asu supuesta función, a intentar poner un poco de orden en este auténtico cajón de sastre de laarqueología insular.

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Crónicas, documentos y palabras

Una de las más claras expresiones del campo religioso indígena en sentido estricto consisteen las evidencias que, siempre a través de las deformaciones impuestas por el filtro colonial,permiten intuir la presencia de una forma de “sacralización” de montañas y relieves. De laCuarta Década del siempre bien informado Alonso de Palencia puede inferirse la existenciade lo que este cronista presenta como dos refugios-santuarios principales enclavados ensendos lugares eminentes de la isla: Tirma y Tirajana.9 La plausibilidad de este dato, quecuriosamente puede superponerse a la doble compartimentación territorial entre Gáldar yTelde recogida en no pocos textos, parece confirmada por Abreu Galindo10 quien, tal y comose deduce de éste y otros pasajes de su obra, si no conoció directamente la crónica delcomisario regio, sí debió servirse, al menos, de fuentes análogas a las utilizadas por aquél. Porsu parte, manteniendo la dualidad de la geografía de lo sagrado, las distintas variantes deltexto madre de la crónica elaborada en el entorno del alférez mayor de la conquista de GranCanaria, Alonso Jáimez de Sotomayor, y algunos otros relatos modifican este esquema alsilenciar Tirajana y añadir a Tirma la montaña de Amagro.11 Nos encontramos, pues, ante undoble escenario que, manteniendo Tirma como candidato unánime, permite situar su par bienen Tirajana, bien en Amagro.

No es desde luego fácil resolver este dilema, pero del análisis pormenorizado de algunas delas fuentes más fiables puede colegirse que, si realmente existió una jerarquía de la sacralidadindígena articulada a partir de dos santuarios principales, habría que buscar éstos antes enTirajana y Tirma que en esta última montaña y Amagro. En este supuesto, nada excluye queAmagro fuera una elevación sagrada más, acaso especialmente importante, del término deGáldar. Con todo, es asimismo posible que el orden de prelación de los adoratorios aborígenesno sea más que un espejismo sugerido por algunos textos que intentan plegar el camporeligioso a la trama de la doble territorialidad que ellos mismos resaltan. Tirma, Tirajana yAmagro no serían así más que tres de los varios santuarios de montaña que sin duda existieronen la isla en época propiamente indígena.

Sea lo que fuere, hay algunos elementos que ilustran parcialmente el aspecto y la funciónde estos sitios. Es necesario indicar, en primer lugar, que varias de las alusiones más antiguasal risco de Tirma coinciden en describirlo como un lugar de despeñamiento ritualconfusamente vinculado a los linajes aristocráticos indígenas.12 Si creemos a Palencia y albachiller Andrés Bernáldez, los refugios-santuarios de Tirma y Tirajana comportaban unaserie de estructuras, tales como amurallamientos y acaso silos, entre las que destacaba unacasa que hacía las veces de adoratorio.13 No es posible saber si se trata de un hecho común aambos oratorios, pero en el interior del situado en la primera de estas montañas, de cuando encuando rociado con leche y manteca, se ubicaban una serie de “ídolos” tallados en madera.14

La existencia de pequeñas “casas santas” relacionadas con ritos similares aparececonvenientemente recogida en Abreu Galindo y, con menor detalle, también en Torriani,quienes señalan para ellas la denominación autóctona de almogaren.15 Del relato comúnseguido por el presunto franciscano y el ingeniero cremonés puede deducirse, con todo, que,caso de tratarse realmente de ámbitos y rituales comparables, la existencia de estashabitaciones no se circunscribía a aquellas elevaciones, estando presentes incluso, encoincidencia con lo expresado por otras fuentes a propósito de la presencia de santuarios conimágenes en el interior de poblados,16 en los propios núcleos de habitación.

Es más, Abreu no coloca sus almogarenes en ninguno de los dos refugios-santuarios quecita, limitándose a describir, por lo que a estos últimos respecta, las rogativas de lluvia que allí

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tenían lugar. Si nos fiamos de él, amén de los derramamientos de leche y manteca que dibujanuna recurrencia mítico-ritual de impronta ganadera que une a todos aquellos sitios y lugaresdonde se desarrollan estas prácticas, estas rogativas comportaban procesiones, danzas ycánticos que culminaban con un cortejo que se dirigía a la costa para, penetrando en el mar,proceder a varear el agua.17 Este desfile aparece también descrito, aunque como ritopropiciatorio único, en las distintas variantes de la crónica de los Jáimez.18 En lo que a ellashace, las versiones de la narración atribuida al supuesto conquistador toledano AntonioSedeño recogen, con adiciones diversas, una tradición común en la que apenas debía constaralgo más que estas súplicas quedaban en manos de un grupo de “especialistas”.19 En estascondiciones, resulta aventurado admitir sin más la veracidad de tres textos tardíos salidos dela mano del doctor Marín de Cubas, su copia de una de las variantes de Sedeño y las dosversiones de su Historia, acerca de la participación en las rogativas de ganados que, con losbalidos que en ellos provocaba el hambre y la sed, contribuían a demandar la ansiada agua.20

Aún cuando la forma El Baladero sea la notación más tempranamente acreditada, y por lotanto la más segura, para este conocido topónimo teldense,21 y tengamos también constanciade la existencia en el sur de Marruecos de prácticas propiciatorias de la lluvia que involucrannominal o físicamente a corderos, ovejas o carneros,22 nada prueba categóricamente, sinembargo, que no estemos ante una de esas nada infrecuentes interpolaciones consistentes entransponer a los indígenas canarios un rito bien documentado, en cambio, para los guanchesde Tenerife.23

En lo relativo a Tirma y Amagro, los textos del grupo de la crónica de los Jáimez, PedroGómez Escudero, el franciscano fray José de Sosa y Tomás Arias Marín de Cubas establecencomo especificidad de estos sitios, cercados por muros al decir del fraile minorita, el derechode asilo que amparaba a quienes se acogían entre sus inviolables límites.24 Significativamente,este extremo aparece confirmado en la carta ejecutoria de 1517 que resume los autos y recogela sentencia del pleito seguido entre el Concejo de la isla y el Obispado de Canaria por elseñorío de Agüimes. De las deposiciones de varios testigos contenidas en este documento sedesprende de forma clara la existencia de “santidades” de canarios, sin duda materializadaspor estructuras turriformes de piedra, que servían de seguro refugio, ante cualquier peligro, apersonas y ganados.25 Este dato coincide con lo que afirman en solitario Escudero y Marín deCubas26 distanciándose así, de manera expresiva, del resto de los textos con los quemanifiestamente se relacionan.

Hasta aquí todo lo que, a través de las fuentes narrativas, podemos alcanzar a saber sobrelos almogarenes prehispánicos. Ocurre no obstante que, amparándonos en una serie de datosaportados por varios documentos y por la toponimia, es posible encontrar otros argumentosque se alían para conducir a contemplar esta cuestión desde una óptica renovada.

Conocemos, para empezar, que entre los hitos del paisaje que ayudan a delimitar unrepartimiento de tierra realizado en el término del Monte Lentiscal, un título de propiedadfechado en 1547 señala la presencia de un almogaren en El Gamonal.27 Conviene no olvidarque la datación de este documento es anterior a la fecha de redacción de los relatos delingeniero y del supuesto fraile, y puede que también a la del texto que les sirve de comúninspiración. Por su parte, ya para el siglo XVII, menudean en los protocolos notariales lasreferencias a almogarenes enclavados en los términos de Artenara, Acusa y Tirma. En efecto,Pedro C. Quintana Andrés recoge, en esta zona y para esta centuria, noticias de cinco de estosámbitos entre los que destaca, por el especial apego mostrado por su propietario, el almogarencercano a su vivienda que Francisco López lega en su testamento a su hermano con lacondición expresa de que no pueda enajenarlo ni destruirlo y de que, a la muerte de este

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último, pase a María Telles, la sobrina de ambos.28 Sabemos, además, que en 1664 SebastiánRodríguez, vecino de Artenara, impone cinco misas rezadas sobre varias propiedades, entreellas “...otra cueva con un almogaren por la parte de abajo en donde vivia el otorgante quelinda por una parte con cueva de Martin Suarez y por otro lado cueva suia que esta junto a laselda que sirve de granel...”.29

Desde luego, si no contáramos con otras indicaciones sería imposible ir más allá degenéricas afirmaciones acerca de la estrecha vinculación de estos almogarenes con el espaciodoméstico, y con las actividades que allí tenían lugar, y de su frecuente asociación concuevas. Disponemos sin embargo, para nuestra fortuna, de una muy estimable pesquisa sobreel topónimo Mogarén/Mogarenes, y sus variantes menos frecuentes Amogarén y Almogarén,publicada en 1990 por la Comisión de Historia y Etnografía de Canarias.30 De los resultadosde este oportuno trabajo, completado con algunas esclarecedoras encuestas orales, sedesprende con nitidez, en manifiesta coherencia con lo expresado por las fuentesdocumentales a propósito de los almogarenes, que los mogarenes no son otra cosa que abrigosnaturales formados por una oquedad o una solapa rocosa, “cejos” de risco a menudo ligados,como paraderos o corrales, al pastoreo. Recordemos que, aunque peculiar por los pocillosexcavados en su suelo, el abrigo de las Pilas de los Canarios, el eventual candidato aalmogaren de Humiaga de Grau-Bassas, no es sino una visera de roca que, a finales del sigloXIX, los vecinos de la comarca designaban, al decir del doctor Verneau, como Almogarén delCampanario.31

Huelga afirmar que hacer de los almogarenes simples abrigos rocosos no sólo choca conlos textos de Torriani y Abreu, quienes hablan explícitamente de “casas”, sino, también, conla etimología tradicionalmente aceptada para esta voz indígena. En efecto, las interpretacionesfilológicas más consistentes32 insisten en vincular este término con almuggar (pluralilmuggaren), vocablo chelja, documentado con ligeras variantes en todo el área dialectalbereber del Sur marroquí, que deriva del verbo mmiggir, mmiqqir, mmuggur, “reunir”,relacionado, a su vez, con la raíz verbal panbereber *gr, bien establecida con valor de “andar”,“ir”, “atravesar”.33 Almuggar y su variante más frecuente, anmuggar, designan, en concreto,las romerías o peregrinaciones organizadas con ocasión de las visitas anuales a los morabitos,esas tumbas de hombres y mujeres santos objeto de un culto ancestral que caracteriza, acasocomo ningún otro rasgo, el islam magrebí. Plantear un significado equivalente para elalmogaren indígena está sin duda en sintonía, como defienden los partidarios de estaasimilación, con lo que sabemos de las concentraciones y procesiones ligadas a las prácticasrituales que tenían lugar en algunos de los santuarios de los naturales, y curiosamente, porañadidura, con la función de lugar de reunión para la celebración de la misa dominical que,según un informante, correspondía a Lomo Mogarenes, uno de los topónimos recogidos yexaminados por la Comisión de Historia y Etnografía de Canarias. Con todo, los datossuministrados por las fuentes documentales y la toponimia semejan bastante determinantes.Además, y sin poner en cuestión los lazos que vinculan lo poco que sabemos de la lengua delos aborígenes de Gran Canaria con las hablas, dialectos o lenguas bereberes actuales,conviene no olvidar, por un lado, los problemas de notación y transmisión de estos escasosretazos del léxico canario prehispánico. Es bueno recordar, por otro, que no siempre unaaparente analogía fonética implica un real parentesco lingüístico máxime cuando, si tomamosen consideración las variantes más habituales, la coincidencia entre los dos términos no es nimucho menos absoluta. Hay que tener presente por último que, a la hora de comparar distintosestadios cronológicos de una o varias lenguas, no se debe infravalorar el alcance real de supropia evolución histórica y que, por desgracia, no es demasiado lo que, a día de hoy, puedeser reconstruido de un eventual substrato lingüístico bereber antiguo o protobereber.34

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Así las cosas, no hay que descartar empero, antes al contrario, que algunos abrigos rocososhayan albergado determinados ritos practicados por los indígenas canarios y que, por unproceso nada excepcional de ampliación de su campo semántico, la voz que los designaba concarácter genérico, almogaren, pasara después de estos adoratorios rupestres a los santuariosconstruidos en virtud de sus coincidencias en el plano mítico-ritual. Más razonable parece, sinembargo, que la deriva semántica no sea imputable a los propios naturales, sino, más bien, auna interpolación o error inducido por el desconocido autor que redacta el texto común queusan Torriani y Abreu Galindo, o incluso por las mismas fuentes manejadas por aquél. Sobretodo si reparamos detenidamente en la expresión aborigen tamogante en acoran que tambiénfigura, a partir asimismo del relato del que ambos beben, en las narraciones del cremonés ydel supuesto fraile andaluz.35 En los dos textos, este grupo de palabras designa las moradas de“religiosas” o “vírgenes” que Abreu denomina, en concordancia con otras crónicas, magadas.Pero su traducción literal pasa por ser “templo” o “casa” de Dios. Los argumentos lingüísticosparecen avalar, de manera elocuente, esta posibilidad. En efecto, tamogante en acoran, conrelativa seguridad uno de los raros ejemplos que encontramos en la lengua o lenguasprehispánicas canarias del estado de anexión o estado constructo característico de la sintaxisbereber, semeja estar formado por un sustantivo, cuyas marcas ambifijales (el prefijo ta- y elsufijo -t, castellanizado como -te) incitan a considerarlo como femenino o diminutivo, seguidode la partícula de genitivo n (en en notación castellana) correspondiente a la preposición “de”,y acoran, nombre al que numerosas fuentes coinciden en dar el significado de “Dios”.36 Quetamogante quiere decir “casa” o incluso “casita” puede deducirse no sólo de la etimologíapropuesta por Dominik J. Wölfel37 a partir del verbo chelja gan, gun, “acostarse”, sino,además y fundamentalmente, de todo un conjunto de documentos fechados entre fines delsiglo XV y los primeros años del XVI.38 En todos ellos el topónimo Mogán, que no es otra cosaque la voz tamogante desprovista de sus afijos, aparece sistemáticamente citado como CasaMogan o Casa de Mogan en lo que tiene todos los visos de ser un típico doblete en el que elnombre de lugar indígena aparece precedido, de manera indisociable, por su traduccióncastellana.

Si tamogante en acoran es, como semeja bastante verosímil, un santuario construido, unaauténtica casa de oración, resulta desde luego de todo punto congruente con lo que sabemosde los adoratorios aborígenes que se encuentre amparado, como indica expresamente Abreu,por el derecho de asilo al que podían acogerse los malhechores. Caso de tratarse realmente deun diminutivo equivalente a “casita”, también es significativo constatar que la palabratamogante puede convenir perfectamente al reducido tamaño que según el presunto frailetenían estos oratorios.39 Digamos para terminar que, aunque las relaciones salidas de la manode Tomás Arias Marín de Cubas hayan de ser siempre manejadas con una extremada cautela,no conviene echar completamente en saco roto la afirmación del médico teldense cuando, enla versión definitiva de su Historia, sitúa en Tirma un santuario que denomina explícitamente“casa” tamogante.40

Topografía y arqueología

La identificación de los santuarios prehispánicos de Gran Canaria plantea, como veremos acontinuación, no pocas dificultades. A la ausencia generalizada de vestigiosarqueológicamente discriminantes, se une la indefinición cronológica de la inmensa mayoríade las hipotéticas candidaturas. Así las cosas, resulta virtualmente imposible saber las más delas veces cuáles de estos supuestos adoratorios se han perpetuado o erigido en épocaplenamente indígena; cuáles de ellos han alcanzado, dicho en otras palabras, esa fase detransición histórica cuya característica esencial estriba en constituirse como un dilatado

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proceso de aculturación y desculturación que se extiende, con ritmos e intensidades diversos,entre el segundo tercio del siglo XIV y el primer cuarto del XVI. El asunto no es baladí pues,como sabemos, únicamente a este periodo pueden aplicarse con rigor los datos contenidos enlas fuentes narrativas y documentales ya comentadas relativas a los naturales isleños.

Acabamos de comprobar cómo, a diferencia de lo que recogen las crónicas, documentos ytoponimia se conjugan para hacer de los almogarenes no tanto santuarios construidos, comoabrigos rocosos. Ni que decir tiene que su eventual reconocimiento arqueológico no es unatarea sencilla. Por lo que a él hace, el almogaren que figura en la referencia documental de1547 relativa a El Gamonal podría tal vez buscarse entre las estructuras que forman parte deun conjunto arqueológico que se ubica en las proximidades de este lugar (figura 1). Elyacimiento en cuestión, también conocido como Cuevas del Gato o Los Corrales, se sitúa enel margen izquierdo de un barranco que, formando parte de una de las rutas tradicionales depastoreo de la isla, permitía a los ganados de Jinámar y Marzagán ascender hacia la cumbreen busca de los pastos de verano. Como indica la propia toponimia estamos ante un complejotroglodita de cuevas naturales y artificiales. Entre los vestigios actualmente observables, lamarcada singularidad que se desprende del documento citado en su alusión al almogaren delque da cuenta, auténtico hito del paisaje, sólo parece convenir a una amplia cavidad naturalque alberga, distanciándose así con nitidez de las demás, una serie de cazoletas y canalillosasociados a un naciente natural.41 Si esta asimilación es correcta, y en efecto esta granoquedad no es otra cosa que el almogaren del texto, cabría entonces preguntarse si no esprecisamente la presencia aquí de un manantial de agua, y de los distintos acondicionamientoscon él relacionados, el elemento discriminante que podría explicar el desplazamiento desde laeventual acepción primitiva y meramente topográfica del término almogaren, con el valor desolapa o cejo de risco perpetuado por la toponimia, a la de santuario que recogen con claridadlas fuentes narrativas.

Sea lo que fuere, la gran cueva de Los Corrales con su remanadero y sus pocillos unidospor pequeños canales no es en modo alguno única en su género. Contamos, para empezar, conel solapón de las Pilas de los Canarios, a lo que parece significativamente designado al menoshasta finales del siglo XIX, según el testimonio de René Verneau evocado más arriba, con eltopónimo Almogarén de El Campanario. En este lugar, la visera rocosa alberga seis cazoletascirculares, algunas de ellas con canales de desagüe y otras, conectadas entre sí (figura 2). Si,como ocurre con estos dos abrigos, asumimos como características para identificar unalmogaren en sentido estricto, la presencia de solapas rocosas y cubetas excavadas en la rocarelacionadas con la captación de agua (figura 3), el listado de este tipo de estacionesarqueológicas se amplía de forma considerable, pues, en efecto, son numerosos losyacimientos señalados a día de hoy que encajan en esta descripción, especialmente desde queJiménez Sánchez generalizara tal denominación para aludir a los lugares que contaban conperforaciones y canales más o menos comparables.42 Nos referimos, entre otros,43 a laMontañeta de Moya,44 Bandama (Santa Brígida),45 El Aserrador (Tejeda),46 la Montaña delHumo (Tejeda),47 las Cuevas de Caballero (Artenara),48 Birbique (Agaete),49 el RoqueBentaiga (Tejeda),50 La Angostura (Santa Brígida)51 y la Montaña de Adeje (Santa Lucía deTirajana).52 Como acontecía con las Cuevas del Gato, la inmensa mayoría de todas estascavidades se encuentran, en consonancia con lo recogido en la información documental,manifiestamente asociadas a poblados y, por lo tanto, al espacio doméstico. Donde, como enlas Pilas de Los Canarios y El Aserrador, esto no ocurre, no semeja irrelevante insistir en quesu emplazamiento, con todo no siempre muy alejado de otras estructuras arqueológicas, serelaciona con el escarpe cumbrero que, siguiendo las rutas de transhumancia, franqueabantradicionalmente los ganados para acceder desde las medianías a la meseta central de la isla.

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En el asunto de los almogarenes, no podemos dejar de traer a colación que unascaracterísticas en gran medida similares presentan yacimientos como Amurga (San Bartoloméde Tirajana)53 (Figura 4), Cuevas de la Mesa (Tejeda) e Inagua (La Aldea de San Nicolás).54

Aquí, no obstante, las cazoletas y canales no se encuentran bajo un abrigo o en el interior deuna amplia cavidad natural, sino al aire libre, en plataformas rocosas generalmente asociadasa cuevas y otras estructuras arqueológicas.55 Asimismo, a menudo se ha vinculado conalguno de los conjuntos arqueológicos anteriores, otros que tienen en común con ellos laexistencia de cazoletas y canales. Sin embargo, hay al menos dos aspectos, nada desdeñables,que los distancian claramente. Por un lado, a diferencia de los primeros, los últimos seemplazan en el fondo de los barrancos, próximos al cauce. Por otro, no sólo encontramos enellos canalillos y pocillos, sino que se aprecian auténticas canalizaciones y depósitos querevelan una función difícilmente comparable en términos absolutos. Este es el caso de losyacimientos teldenses conocidos como los “almogarenes” del barranco del Draguillo56 y deJerez57 (Figura 5).

Ya señalamos que todo semeja indicar que el uso del término almogaren, con todaprobabilidad circunscrito en su origen a posibles adoratorios rupestres, se extendió,seguramente por un proceso de deriva semántica o, mejor aún, por una interpolación cuyagénesis ignoramos, a los santuarios construidos, a los que, de hecho, parece convenir mejor ladenominación indígena tamogante en acoran. Huelga afirmar que no es tampoco fácilproponer para ellos asimilaciones arqueológicas suficientemente fiables. Por ceñirnos sólo alas casas de oración de nombres conocidos, resulta evidente que, a pesar del mantenimientode la toponimia, su identificación no está exenta de problemas de localización yautentificación.

En Tirma existen en efecto vestigios de estructuras arqueológicas de tipología prehispánicaque Arias Marín de Cubas se encargó de señalar por primera vez.58 Pero ya uno de sus másconcienzudos exploradores, Víctor Grau-Bassas y Mas, echaba en falta la presencia aquí delrelieve abrupto y acantilado que, en su opinión, parecería exigir la escenografía de oratorios ydespeñamientos rituales.59 Así las cosas, puede que, como él mismo sugiere, haya que buscarel roquedo de Tirma, y acaso también el santuario, hacia los vertiginosos acantilados costerosde esta comarca. Sobre todo porque, como ocurre a menudo, no se puede en modo algunodescartar la utilización por las fuentes del topónimo en sentido de término, es decir, en unaacepción territorial mucho más amplia que la actual o que la empleada por Bernáldez cuando,en su relación de aldeas y lugares indígenas, se refiere al caserío de este nombre.

Por lo que respecta a Tirajana, los datos de Alonso de Palencia incitan a asimilar, conrelativa seguridad, el poblado de montaña en que se encuentra el refugio-santuario del que dacuenta con La Fortaleza de Santa Lucía de Tirajana. Tal y como vimos al principio de estaspáginas, fueron Víctor Grau-Bassas y René Verneau los primeros en convertir esta últimaestación arqueológica en un lugar sagrado al asimilar, de manera implícita, los “braseros”rituales del Risco Blanco de Marín de Cubas a las estructuras que se ubican en la plataformasuperior del pitón basáltico sobre el que se extiende el yacimiento en cuestión.60 Consiste ésteen un denso poblado de cuevas naturales y de casas de piedra a las que se vinculan un buennúmero de cuevas funerarias y silos. En la parte más elevada del conjunto, que apareceamurallado, se localizan unas edificaciones semisubterráneas de planta oval, los “braseros”,levantadas con muros aparejados con piedras perfectamente ajustadas. No conviene pasar poralto que estas fábricas se asemejan en su diseño y técnica constructiva a las habitaciones que,formando parte del propio conjunto, se sitúan al pie mismo de La Fortaleza.61 Esta recurrenciamorfológica hace que las estructuras de la cima, habitualmente consideradas como las

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destinadas a las prácticas religiosas, no resulten en modo alguno tan excepcionales y puedanrelacionarse con facilidad con auténticas casas.

Algunos de los rasgos topográficos y arqueológicos de La Fortaleza, como la disposiciónen altura o la existencia de amurallamientos, no son privativos de este enclave sino queaparecen también en dos yacimientos, ampliamente citados en la bibliografía arqueológicareciente, con frecuencia identificados como santuarios debido a la existencia en ellos deestructuras caracterizadas por la presencia de canales y pocillos, y, esencialmente, a ladificultad que presenta la interpretación de sus singulares trazas prehispánicas. Nosreferimos, naturalmente, al Roque Bentaiga (Tejeda)62 y a Cuatro Puertas (Telde).63 A partirde los hallazgos realizados tras las excavaciones recientemente llevadas a cabo en la CuevaPintada de Gáldar64 y en la calle Bailadero (Telde),65 estos dos presuntos lugares sagradospueden ser contemplados a la luz de nuevos datos.

En el caso del macizo del Bentaiga (figura 6), que desempeñó un importante papel en losmomentos epigonales del periodo indígena pero cuya ocupación podría remontar a unmomento indeterminado situado entre los siglos III y VI,66 los cortes y acondicionamientos quemuestra la roca del supuesto “almogarén” son en efecto bastante similares a los descritos paraalgunas de las estructuras localizadas en la Cueva Pintada (figura 7) y en la calle Bailadero.No es pues descabellado identificar estos entalles con las huellas de la cimentación y con labase de los alzados de un recinto construido, es decir, con un ámbito al menos parcialmenteaparejado con muros de piedra, en el que la cubeta central podría relacionarse con facilidadcon el resultado de las mismas técnicas de preparación empleadas en la ejecución de lasplacas de hogar localizadas en las casas y habitaciones rupestres de la zona arqueológicagaldense. Aun siendo discutible en el detalle su propuesta, cabe a Francisco PeinadoRodríguez67 el mérito de haber apuntado hace años, por vez primera, esta sugerenteposibilidad.

Respecto al “almogarén” de Cuatro Puertas (figura 8), la zanja semicircular abierta en laroca que ha servido para enfatizar su singularidad se asimila en todo a las encontradas en lasexcavaciones de la Cueva Pintada (figura 9), donde estas estructuras se corresponden, comoindican los ajuares recuperados, a ámbitos claramente domésticos. Estas particularesentalladuras están ligadas a la técnica constructiva de los recintos, consistente en explanar lasuperficie de habitación mediante extracciones de toba practicadas a partir de la excavaciónde canales de diseño siempre curvo. Así las cosas, el tantas veces citado canal de CuatroPuertas podría revelar el empleo de esta misma técnica para la excavación de una estructuratotal o parcialmente rupestre cuya tipología concreta y funcionalidad son, hoy por hoy,desconocidas.

Queda claro, en consecuencia, que los entalles, canales y cazoletas visibles en el RoqueBentaiga y en Cuatro Puertas pueden perfectamente explicarse a partir de lo que sabemos delas técnicas empleadas en la construcción de las habitaciones indígenas, sin que ellosignifique, en modo alguno, que la función última de estos recintos no fuese desde luegoreligiosa. Por supuesto, este uso debe inferirse de otros elementos, y no de las huellas de lasexcavaciones y acondicionamientos eventualmente ligados a su edificación.

A pesar de sus inequívocas singularidades, tanto en Tirma y La Fortaleza, como enBentaiga y Cuatro Puertas, nos hallamos ante poblados presididos por posibles recintossagrados. De hecho, la nómina de santuarios construidos aborígenes debería ampliarse deforma considerable si tenemos en cuenta que algunas narraciones, como el relato de la

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expedición portuguesa de 1341,68 semejan avalar la presencia habitual de los mismos en elinterior de los caseríos habitados por los naturales canarios. A raíz de los datos actualmentedisponibles, puede que el aspecto de algunos de ellos no distara mucho del “goro grande” deLa Aldea, descrito y dibujado por vez primera por Grau-Bassas quien recoge, además, eltopónimo Iglesia con el que, en ese momento, es conocido por la tradición popular.69

Señalemos, en fin, que la alusión a “santidades” canarias materializadas por “mojones”contenida el pleito de Agüimes, exige, en toda lógica, intentar identificar estos espaciossagrados que, en una manifestación palpable del derecho de asilo que regía también en losadoratorios de Tirma y Amagro, servían de refugio en caso de necesidad a personas yganados. Considerando para ello como elementos arqueológicos discriminantes tanto lapresencia de esos “hitos” como la existencia de probables rediles y habitaciones, está claroque los más firmes candidatos a esta asimilación se encuentran entre una serie de yacimientosen los que aparecen recintos asociados a majanos que se han dado en llamar torretas.

Si la Montaña de Santidad (San Bartolomé de Tirajana),70 la Montaña de Tauro (Mogán)71

y la Montaña Pelada (Gáldar)72 comparten la localización en sus estribaciones de cercados depiedra de grandes dimensiones en cuyo interior o proximidad se localizan estructuras demenor tamaño, que en el caso de Tauro son conocidos por las gentes del lugar como Iglesia delos Canarios,73 sólo en las dos primeras encontramos, en la actualidad, uno o varios de estosamontonamientos turriformes. Estas torretas son, no obstante, mucho más numerosas enCastilletes de Tabaibales (Mogán),74 Llanos de Gamona (Mogán)75(figura 10), y BarrancoHondo (San Bartolomé de Tirajana), donde, de añadidura, los majanos se disponen en torno arecintos de variada tipología entre los que predominan claramente los ámbitos de plantasultrasemicirculares. Era precisamente una de las estructuras de este tipo existentes en Gamonala que albergaba la interesante estela homónima hoy en día custodiada en El Museo Canariode Las Palmas de Gran Canaria. Es preciso puntualizar, para concluir, que en algunos de estosenclaves, siempre ubicados en lugares topográficamente relevantes, las torretas formanalineamientos realmente espectaculares. Tal es el caso, por ejemplo, del Alto del Coronaderoen Barranco Hondo.76

Conclusiones

A partir de la información ofrecida por las fuentes documentales y la toponimia, y de sucotejo con las evidencias arqueológicas hoy disponibles, parece claro que el término indígenaalmogaren ha de reservarse con exclusividad a aquellos abrigos, solapones y cuevas naturalesque presentan en su interior todo un conjunto de excavaciones, tanto canales como pocillos,destinadas a captar y almacenar el agua procedente de los nacientes situados en su interior. Dehecho, dada la excepcionalidad que reflejan los documentos en relación a los almogarenes,hitos relevantes del paisaje o elementos singularizados y apreciados en los espaciosdomésticos donde se encuentran, es incluso lógico preguntarse si en origen lo que hoyconocemos como mogarenes, amogarenes o almogarenes no serían precisamente otra cosaque cavidades íntimamente ligadas al afloramiento de manantiales y vetas de agua, y enconsecuencia a su recogida y acumulación. En este supuesto, es fácil imaginar que es un nadainfrecuente proceso de ampliación de su campo semántico el que, a la postre, hace que estosvocablos se generalicen, en un momento impreciso aunque seguramente tardío, para designarcualquier abrigo o solapón, reteniendo como único elemento toponímicamente discriminante,la sola presencia de una visera rocosa.77 No debe con todo sorprendernos que, en consonanciacon la acepción de la voz almogaren que han perpetuado los textos narrativos, a la funcióneminentemente práctica de captación y almacenamiento de agua, de auténtica fuente, se

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añadiera un uso ritual. Como hemos apuntado con anterioridad, sabemos, sin ir más lejos y sinnecesidad de acudir a las consabidas comparaciones etnográficas que tienen mucho detranshistórico cuando no de propiamente ahistórico, que el agua de lluvia ocupaba un lugarcentral en las prácticas rituales del campo religioso indígena, sobre todo en las grandesceremonias colectivas

Entre los yacimientos más arriba señalados, la denominación almogaren, que seguramentedeberíamos hispanizar como mogarén si atendemos a la frecuencia de las variantes retenidaspor la toponimia, semeja por lo tanto convenir únicamente a las cavidades descritas en laMontañeta de Moya, las Pilas de los Canarios, las Cuevas del Gato, Bandama, El Aserrador,la Montaña del Humo, las Cuevas del Caballero, Birbique, la Montaña de Adeje y el RoqueBentaiga, en cuya ladera sur se ubica, como vimos, una cueva de estas características. Huelgaafirmar que podemos encontrar una función también ligada a la acumulación de agua en lascubetas excavadas en los roquedos de Amurga, Inagua y Cuevas de La Mesa. Pero, en estoscasos, su captación no está relacionada con el aprovechamiento directo de un naciente, sinocon lo que conocemos como precipitación horizontal, es decir, con la condensación del aguade las nubes provocada por los obstáculos que éstas encuentran a su paso. Esta particularidadmarca una notable diferencia entre ambos sistemas en el plano de su respectiva eficienciatécnica, mayor en lo que concierne al primer conjunto de yacimientos pues no sólo laalimentación es aquí mucho más regular, sino que la evaporación del agua recogida estambién bastante más lenta. A pesar de sus manifiestas coincidencias, no parece, sin embargo,que la palabra almogaren sea la más adecuada para referirse al último tipo deacondicionamientos dado que no aparece el elemento subterráneo, ya sea materializado porun estrecho abrigo o por una amplia cavidad, que la toponimia ha consagrado, en últimainstancia, como la variable topográfica más relevante. En lo que hace al universo ritual puedetratarse, desde luego, de espacios comparables a los auténticos almogarenes, aun cuando nopuede descartarse del todo que parte de la sacralización que se atribuye a éstos residaprecisamente en su carácter rupestre, o sea, en el hecho de que se trate de ámbitos abiertos enlas entrañas de la tierra que permiten no sólo hacer aflorar el agua, sino, también yfundamentalmente, comunicar a través de ella con los misterios del universo ctónico.

Qué duda cabe que los casos de Jerez y el Draguillo son bien diferentes. Los canales,albercas y pilas de decantación que se observan en estos dos yacimientos, inmediatos a loslechos de los barrancos, corresponden a auténticos sistemas hidráulicos, relativamentecomplejos, incomparables en magnitud a los antes citados. Su función, relacionada con todaseguridad con la captación, conducción y acumulación de agua a gran escala, puedecomprender tanto el consumo directo por parte de personas y animales, como suaprovechamiento para la explotación de potenciales parcelas de regadío dispuestas sobre lasvecinas tierras aluviales. No descubriremos nada nuevo si decimos que la cronología deambos conjuntos de acondicionamientos plantea serios interrogantes, mas resulta plausibledefender para ellos una datación prehispánica en sentido amplio si atendemos a la presencia,en sus proximidades, de sendos poblados trogloditas sin duda ocupados en ese momento.78

Ni que decir tiene que ninguno de estos conjuntos guarda relación alguna, ni por sutopografía, ni por su tipología, ni por su eventual función práctica o simbólica, con otrosgrupos de oquedades, más o menos numerosas, abiertas en el suelo de varias estacionesarqueológicas. Sin necesidad de buscar más allá, poco o nada tienen que ver con elloscomplejos como la famosa localidad de El Baladero de Telde79 cuya morfología recuerda másbien, dicho sea de paso, las alineaciones de agujeros provistos de calzos, con todaprobabilidad destinados a sustentar elementos verticales de madera, que hallamos en una

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cámara rupestre recientemente exhumada en el caserío prehispánico de la Cueva Pintada deGáldar.

En lo que hace a los santuarios construidos, para los que puestos a buscar unadenominación indígena genérica sería de todo punto deseable descartar por completoalmogaren y decantarse, llegado el caso, por tamogante en acoran, o simplemente portamogante, hemos visto cómo no es en modo alguno imposible que alguna de las casasconstruidas sobre el risco de La Fortaleza pueda identificarse, con propiedad, con eladoratorio del refugio-santuario de Tirajana al que alude Palencia. En este sentido, ysiguiendo las sugestivas propuestas avanzadas por varios autores, quizá no esté fuera de lugartraer ahora a colación la relación con determinados eventos astronómicos acreditada no sólopara esta estación, sino asimismo para el Roque Bentaiga y Cuatro Puertas que, como hemoscomprobado, comparten con ella ciertos rasgos topográficos y tipológicos.80 Observacionesarqueoastronómicas de resultados comparables se han planteado para algunos de losyacimientos con torretas de piedra enumerados más arriba81 cuyos paralelos con los conjuntosanteriores, y aún con otros presuntos santuarios como el “goro grande” de La Aldea, seextienden, entre otras analogías, a la presencia también aquí de amurallamientos y dehabitaciones a veces provistas de elementos o acondicionamientos nada habituales.

Todas estas consideraciones no pretenden ni mucho menos agotar el asunto de losadoratorios, y por extensión de todos aquellos lugares ligados a prácticas rituales, de la GranCanaria prehispánica. Así se explica que hayamos evitado hablar de conjuntos tan interesantescomo la Cueva de los Candiles,82 cuya función al menos parcialmente funeraria obliga arelacionarla, por ejemplo, con la cámara policromada de la Cueva Pintada, o con la hoydesaparecida, y también galdense, cueva grabada de la Huerta del Rey. O que no hayamosdedicado ni una sola línea a evocar los más que probables santuarios domésticosacondicionados en el interior de las moradas indígenas.83 Vaya por delante, en nuestrodescargo, que tal empeño nos hubiera llevado demasiado lejos. Porque nuestra propiaconcepción del hecho religioso como un campo autónomo es el resultado de una construcciónintelectual, social e históricamente determinada, que cuadra mal con lo que sabemos de ununiverso mítico-ritual aborigen que parece impregnarlo todo. No creemos que puedareprochársenos, pues, que, como señalábamos en los párrafos introductorios, sólo hayamosintentado en resumidas cuentas poner un poco de orden en el examen de las expresionesmateriales de algunas de las parcelas de una religión que semeja convertir cada acción social eindividual, por nimia que pueda resultar a nuestros ojos, en una manifestación más de eseestado de encantamiento colectivo en que los naturales canarios tienen todos los visos de viviren permanencia.

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ANEXO GRÁFICO

Fig. 1. Almogaren de El Gamonal (Santa Brígida). Fig. 2. Almogaren de El Campanario (San Bartolomé deTirajana).

Fig. 3. Cazoletas de Amurga (San Bartolomé deTirajana).

Fig. 4. Cazoleta con agua del “Almogarén” de ElCampanario (San Bartolomé de Tirajana)

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Fig. 5. Canalizaciones y depósitos en el conjunto arqueológico deJerez (Telde).

Fig. 6. Cortes y acondicionamientos dela roca del “almogarén” del Bentaiga

(Tejeda).

Fig. 7. Planta de una vivienda excavada en la roca del complejotroglodita de la Cueva Pintada (Gáldar)

Fig.8. Zanja semicircular del“Almogarén” de Cuatro Puertas (Telde).

Fig. 9. Cajeamiento semicircular que define un recintodoméstico en el yacimiento de la Cueva Pintada, Gáldar.

Fig. 10. Torretas de Llanos de Gamona (Mogán).

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Los almogarenes prehispánicos de Gran Canaria. Una revisión necesaria

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NOTAS

1 TORRIANI, 1978, p.111; ABREU GALINDO, 1977, pp.150 y 155-156.

2 ARIAS MARÍN de CUBAS, 1986, pp.255-256.

3 GÓMEZ ESCUDERO, 1978, p.440.

4 GRAU-BASSAS Y MAS, 1980, fols.7vº-8.

5 GRAU-BASSAS Y MAS, 1980, fols.10-11vº; VERNEAU, 1889, p.269; VERNEAU, 1891, pp.87-88 y 91.

6 Esta pervivencia, que recoge con claridad el doctor VERNEAU (VERNEAU, 1889, p.271; VERNEAU,1891, p.87, nota 1), no aparece sin embargo en el texto de GRAU-BASSAS. Según él, es un llano situadoal pie de Risco Blanco el que recibe el nombre de “almogaren” (GRAU-BASSAS Y MAS, 1980, fol.8). Noes imposible que sea precisamente la existencia aquí de este topónimo, que aún hoy subsiste (Comisión,1990, p.V), la que llevara en su momento a ARIAS MARÍN de CUBAS a usar, a diferencia de sus fuentesy por vez primera, el término almogaren para referirse al hipotético santuario de Humiaga. Puede, incluso,que un proceso similar, aunque esta vez sin hablar explícitamente de Almogaren, haya sido seguido por elenigmático Abreu o su interpolador para situar precisamente aquí, el santuario que su fuente localizabagenéricamente en Tirajana (ver infra).

7 GRAU-BASSAS Y MAS, 1980, fols.8-9vº.

8 JIMÉNEZ SÁNCHEZ, 1950, 1966; JIMÉNEZ GONZÁLEZ, 1999; WÖLFEL, 1996.

9 PALENCIA, 1970, p.133.

10 ABREU GALINDO, 1977, p.156.

11 Por ejemplo: OVETENSE, 1978, p.161; GÓMEZ ESCUDERO, 1978, p.434; TORRIANI, 1978, pp.132 y138; ARIAS MARÍN de CUBAS, 1986, pp.256-257.

12 Por ejemplo: LÓPEZ de GÓMARA, 1985, p.312; Santa Cruz, 1918, pp.354 y 356.

13 PALENCIA, 1970, p.133; BERNÁLDEZ, 1964, p.138.

14 BERNÁLDEZ, 1964, p.138. Sobre estos objetos y la estatuaria prehispánica en general, consultar:ONRUBIA PINTADO y otros, 2000.

15 TORRIANI, 1978, p.111; ABREU GALINDO, 1977, pp.150 y 155-156.

16 Nos referimos, en particular, a la narración de la expedición portuguesa de 1341. Sabemos por esta relaciónque los veinticinco hombres armados que desembarcan en el norte de la isla penetran en un poblado en elque hallan un “templo” u “oratorio”, desprovisto de ornamentación alguna, en cuyo interior encuentran unaestatua de piedra que transportan a Lisboa (en: PELOSO, 1988, p.825).

17 ABREU GALINDO, 1977, p.157.

18 Por ejemplo: OVETENSE, 1978, p.161.

19 Por ejemplo: SEDEÑO, 1936, p.61.

20 SEDEÑO, 1978, p.373; ARIAS MARÍN de CUBAS, 1937, fol.81vº; ARIAS MARÍN de CUBAS, 1986,p.267.

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21 Tal y como anota en su diario el fiscal de la Audiencia de Canarias, José María de Zuaznavar y Francia:“También vi este día vna hacienda de Don Agustín de la Rocha, vecino del “Real de las Palmas”, situada ala entrada del pueblo en la orilla del barranco: hoy la llaman el “Bailadero”; pero Cristina Bañez, muger deAlonso de Matos, cuya era el año de 1570, le da el nombre de “Baladero” en su testamento otorgado aquelaño ante Juan de Vega, sin duda porque según tradición que hay en el pueblo de “Telde”, confirmada porNúñez de la Peña, quando los “canarios” se veían perseguidos de la hambre, de la peste o de otra cosasemejante, imploraban la misericordia de Dios encerrando su ganado lanar en una gran plaza de tosca, quehay en dicha hacienda junto al barranco, donde privandoloe de pasto y comida por unos quantos días, leobligaban a “balar”, lo qual consideraban como un medio de implorar la misericordia divina”.(MILLARESCARLÓ, 1932, p. 634). No es imposible que sea precisamente a partir de la existencia de este topónimo ensu ciudad natal como haya que entender el aparente crédito que Marín de Cubas otorga, en este asunto y enabierta contradicción con su actitud marcadamente crítica frente a otros muchos pasajes del mismo texto, ala versión de Sedeño que copia.

22 LAOUST, 1920, pp.210-211; Puigaudeau, 1968, p.360.

23 ESPINOSA, 1967, p.34.

24 Por ejemplo: Ovetense, 1978, p.161; GÓMEZ ESCUDERO, 1978, p.434; SOSA, 1994, p.284; ARIASMARÍN de CUBAS, 1986, p.257.

25 En: CAZORLA LEÓN, 1984, apéndice 4, p.101.

26 GÓMEZ ESCUDERO, 1978, p.434; ARIAS MARÍN de CUBAS, 1986, p.257.

27 Repartimientos, 1998, nº209, p.298.

28 QUINTANA ANDRÉS, 1990, pp.50-51.

29 Archivo Histórico Nacional, Clero, Libros, lib.2352, Libro de Fundo y Relaciones de este convento de SanAntonio de Gáldar y Guía, s.XVIII, fol.97, Año: 1664.

30 Comisión, 1990.

31 VERNEAU, 1889, p.271.

32 WÖLFEL, 1996, t.II, IV, §.117, pp.519-520; VYCICHL, 1987, p.54.

33 KOSSMANN, 1999, nº357 y 630, pp.149-150 y 215.

34 ALLATI, 1999; KOSSMANN, 1999.

35 TORRIANI, 1978, p.95; ABREU GALINDO, 1977, p.156.

36 WÖLFEL, 1996, t.II, IV, §.88, pp.492-493.

37 WÖLFEL, 1996, t.II, IV, §.10, pp.419-420.

38 Por ejemplo: Archivo General de Simancas (AGS), Contaduría Mayor de Cuentas, legs.42 y 45/16; y AGS,Registro General del Sello, 9 de marzo de 1504. Se trata de una serie órdenes y cuentas vinculadas por lostestimonios escritos que suministran acerca de las importantes cortas y extracciones de madera que, poraquellos años, tenían lugar en este pago sureño de la isla de Gran Canaria. Agradecemos sinceramente anuestros colegas y amigos, los profesores Eduardo Aznar Vallejo y María del Cristo González Marrero, lasreferencias y transcripciones que nos han facilitado sobre la mayor parte de estos documentos.

39 ABREU GALINDO, 1977, p.155.

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40 ARIAS MARÍN de CUBAS, 1986, p.257.

41 Guía del Patrimonio …, 2001, pp. 181-183.

42 JIMÉNEZ SÁNCHEZ, 1950.

43 Contamos con una información oral de José Antonio González Navarro que nos da cuenta, al menos, deotro conjunto de idénticas características, situado en La Sorrueda (Santa Lucía de Tirajana).

44 JIMÉNEZ SÁNCHEZ, 1950, pp. 32-35.

45 “Inventario de yacimientos…”, 1974, p. 212; Guía de Patrimonio…, 2001, p. 184-186.

46 JIMÉNEZ GONZÁLEZ, 1999, p. 276.

47 JIMÉNEZ GONZÁLEZ, 1999, p. 274, en nota 68.

48 CUENCA SANABRIA y RIVERO LÓPEZ, 1992-1994, pp. 72-76.

49 JIMÉNEZ GONZÁLEZ, 1999, p. 281, en nota 98.

50 Se trata de una cueva abierta en la cara sur de este macizo, y que cuenta con una serie de cazoletasexcavadas en el suelo (JIMÉNEZ GONZÁLEZ, 1999, p. 273, en nota 67). Cuenca Sanabria mencinaademás la existencia de tres fuentes de agua permanentes en el interior de las cuevas sitas en esta vertiente(1995, p. 86).

51 Agradecemos la información acerca de este almogaren, que ha sido facilitada por José María DomínguezPeña y Ana Galbán Guerra, coordinadores de la Carta Arqueológica del Término Municipal de SantaBrígida.

52 “Inventario de yacimientos…”, 1974, p. 212; Servicio de Arqueología del Museo Canario: CartaArqueológica del Término Municipal de Santa Lucía de Tirajana), Consejería de Educación, Cultura yDeportes del Gobierno de Canarias, Las Palmas de Gran Canaria, 1995.

53 El almogarén de Amurga también ha sido citado como Los Pasos, Los Gánigos y Lomo del Pajarcillo(Comisión de Arqueología del Museo Canario, 1979, pp. 9-11; SCHLUETER CABALLERO, 1978, pp.30-32 y 1990, pp. 182-185; CUENCA SANABRIA, 1996, pp. 200-203; CUENCA SANABRIA, GILVEGA y BETANCOR RODRÍGUEZ, 1997, pp. 98-99).

54 Ambos en Servicio de Arqueología del Museo Canario: Cuenca de Tejeda. Plan Especial de Protección,Conservación y Restauración del Patrimonio Arqueológico, Las Palmas de Gran Canaria, 1990.

55 También deberían incluirse en este punto una serie de yacimientos cuyas referencias han sido publicadasexclusivamente en artículos de prensa por la Comisión de Historia y Etnografía de Canarias, pero en ellosno se señala ni la toponimia ni su localización, quedando por este motivo excluidos de esta relación(Comisión…, 1990b y 1991).

56 TEJERA GASPAR, 2000, p. 68.

57 “Inventario de yacimientos…”, 1974, pp.217-218; JIMÉNEZ GONZÁLEZ, 1999, p. 285.

58 ARIAS MARÍN de CUBAS, 1937, fol.78; ARIAS MARÍN de CUBAS, 1986, p.256.

59 GRAU-BASSAS Y MAS, 1980, fol.54vº.

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60 Ver la nota 5.

61 Agradecemos a SCHLUETER CABALLERO, R. la información ofrecida a este respecto, resultante de lacampaña de excavación llevada a cabo en este yacimiento en el mes de julio de 1990.

62 JIMÉNEZ GONZÁLEZ, 1988, pp 81-85; TEJERA GASPAR y JIMÉNEZ GONZÁLEZ, 1988, pp. 12-15;“Inventario de yacimientos…”, 1974, pp. 213; GAUMET, 2000, p. 26.

63 CHIL Y NARANJO, 1876, pp. 588-598; MILLARES, 1879a, pp. 36-37; MILLARES, 1879b, pp. 49-51;RIPOCHE, 1880, pp. 78-84; JIMÉNEZ SÁNCHEZ, 1942, pp. 30-37.

64 MARTÍN de GUZMÁN, ONRUBIA PINTADO y SÁENZ SAGASTI, 1994.

65 Agradecemos a MIRELES BETANCOR F.M. la información ofrecida a este respecto, resultante de lacampaña de excavación llevada a cabo en este yacimiento.

66 Este dato deriva de la única fecha absoluta actualmente conocida para este yacimiento: Gro-1191: 1665±60BP (FUSTÉ, 1961-1962, p.109). La corrección en años de calendario de esta fecha a partir de las curvas decalibración de M. STUIVER y P.J. REIMER (STUIVER y REIMER, 1993) arroja un valor de 241/540.Este cálculo ha podido ser efectuado gracias al concurso de Michel Fontugne, director del laboratorio deradiocarbono del Laboratoire des Sciences du Climat et de l'Environnement (CEA-CNRS) de Gif-sur-Yvette (Francia), a quien queremos agradecer su amistosa colaboración.

67 FLORIDO, 2000, p. 26.

68 Ver la nota 15.

69 GRAU-BASSAS Y MAS, 1980, fols. 41, 41vº y 50.

70 Comisión de Historia y Etnografía de Canarias, 1987, p.14.

71 GARCÍA MÁRQUEZ, 1968, pp. 639-662.

72 Este yacimiento también se conoce como El Corralete y, de hecho, así aparece en la Carta Arqueológica delTérmino Municipal de Gáldar (Servicio de Arqueología del Museo Canario: Carta Arqueológica delTérmino Municipal de Gáldar, Consejería de Educación, Cultura y Deportes del Gobierno de Canarias, LasPalmas de Gran Canaria, 1988.).

73 CUENCA SANABRIA y RIVERO LÓPEZ, 1997, p.177.

74 AVENI Y CUENCA, 1992-1994, pp.35-38; Guía de Patrimonio Arqueológico de Gran Canaria, 2001, pp.380-382.

75 CUENCA SANABRIA y RIVERO LÓPEZ, 1997, pp. 167-183.

76 CUENCA SANABRIA, GIL VEGA y BETANCOR RODRÍGUEZ, 1997, pp. 102-103.

77 Naturalmente, puede que algunos de los lugares recogidos en la lista de la Comisión de Historia yEtnografía de Canarias alberguen en su interior nacientes de agua, cuya mención pasó acaso desapercibidaa los encuestadores o tal vez fue juzgada irrelevante por los informantes, o escondan, bajo las capas desedimentos recientes aportados en su caso por un continuo uso ganadero, pocillos y canales.

78 Guía del Patrimonio..., 2001, pp.137-140 y 153-154.

79 JIMÉNEZ SÁNCHEZ, 1952, pp.14-23; “Inventario de yacimientos…”, 1974, p.218.

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80 JIMÉNEZ GONZÁLEZ, 1988; TEJERA GASPAR y JIMÉNEZ GONZÁLEZ, 1988; BELMONTE et al.,1995; ESTEBAN et al., 1996, pp. 77-79; ESTEBAN et al., 1997, pp. 51-53.

81 AVENI Y CUENCA, 1992-1994; CUENCA SANABRIA y RIVERO LÓPEZ, 1997, pp. 180-181.

82 CUENCA SANABRIA y RIVERO LÓPEZ, 1992-1994.

83 ONRUBIA PINTADO y otros, 2000, p.63.