Logica y Experiencia - Ayn Rand

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Introducción a la epistemología objetivista Ayn Rand 1 LOGICA Y EXPERIENCIA A lo largo de su historia, la filosofía se ha visto desgarrada por el conflicto entre los racionalistas y los empiristas. Los primeros enfatizaron el rol de la lógica en la adquisición del conocimiento por el hombre, mientras que minimizan el rol de la experiencia; y los segundos afirman que la experiencia es la fuente del conocimiento humano, mientras que minimizan el rol de la lógica. Esta separación entre lógica y experiencia se institucionaliza en la teoría de la dicotomía analítico – sintética. Las aseveraciones analíticas, se afirma, son independientes de la experiencia: son proposiciones “lógicas”. Las aseveraciones sintéticas, por otra parte, carecen de necesidad lógica; son proposiciones “empíricas”. Cualquier teoría que proponga una oposición entre lo lógico y lo empírico representa un fracaso en comprender la naturaleza de la lógica y su función en el conocimiento humano. El conocimiento humano no se adquiere por la lógica separada de la experiencia o por la experiencia separada de lógica, sino por la aplicación de la lógica a la experiencia. Todas las verdades son el producto de una identificación lógica de los hechos de la experiencia. El hombre nace tabula rasa; todo su conocimiento se basa y deriva de la evidencia de sus sentidos. Para alcanzar el nivel distintivamente humano de la cognición, el hombre debe conceptualizar los datos obtenidos por la precepción, y la conceptualización no es un proceso ni automático ni infalible. El hombre necesito descubrir un método para guiar este proceso, si ha de querer obtener conclusiones que se correspondan con los hechos de la realidad, o sea que representen conocimientos. En la base del método adecuado se halla el principio fundamental de la metafísica: la ley de la identidad. En la realidad, las contradicciones no pueden existir: en un proceso cognitivo una contradicción es prueba de un error. De ahí el método que debe seguir el hombre: identificar los hechos que observa de manera que no haya contradicciones. Este método es la lógica, “el arte de la identificación no contradictoria” (La rebelión de Atlas). La lógica debe emplearse a cada paso del desarrollo conceptual del hombre, desde la formación de sus primeros conceptos hasta el descubrimiento de las leyes y teorías científicas más complejas. Únicamente cuando una conclusión se basa en una identificación e integración no contradictoria de toda la evidencia disponible en un momento dado, puede ser calificada como conocimiento. La falla en reconocer que la lógica es el método cognitivo del hombre ha producido una ralea de separaciones artificiales y dicotomía analítico-sintética en diversos aspectos. Tres de ellas en particular prevalecen hoy en día: la verdad lógica contra la verdad de hecho, lo lógicamente posible contra lo empíricamente posible y lo a priori contra lo a posteriori. La dicotomía “lógico-fáctica” opone “verdades” validas “meramente” por el uso de la lógica (verdades analíticas) a aquellas que describen los hechos de la experiencia (verdades sintéticas).

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Introducción a la epistemología objetivista Ayn Rand

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LOGICA Y EXPERIENCIA

A lo largo de su historia, la filosofía se ha visto

desgarrada por el conflicto entre los racionalistas y

los empiristas. Los primeros enfatizaron el rol de la

lógica en la adquisición del conocimiento por el

hombre, mientras que minimizan el rol de la

experiencia; y los segundos afirman que la

experiencia es la fuente del conocimiento humano,

mientras que minimizan el rol de la lógica. Esta

separación entre lógica y experiencia se

institucionaliza en la teoría de la dicotomía analítico – sintética.

Las aseveraciones analíticas, se afirma, son independientes de la experiencia: son proposiciones

“lógicas”. Las aseveraciones sintéticas, por otra parte, carecen de necesidad lógica; son

proposiciones “empíricas”.

Cualquier teoría que proponga una oposición entre lo lógico y lo empírico representa un fracaso en

comprender la naturaleza de la lógica y su función en el conocimiento humano. El conocimiento

humano no se adquiere por la lógica separada de la experiencia o por la experiencia separada de

lógica, sino por la aplicación de la lógica a la experiencia. Todas las verdades son el producto de

una identificación lógica de los hechos de la experiencia.

El hombre nace tabula rasa; todo su conocimiento se basa y deriva de la evidencia de sus sentidos.

Para alcanzar el nivel distintivamente humano de la cognición, el hombre debe conceptualizar los

datos obtenidos por la precepción, y la conceptualización no es un proceso ni automático ni infalible.

El hombre necesito descubrir un método para guiar este proceso, si ha de querer obtener

conclusiones que se correspondan con los hechos de la realidad, o sea que representen

conocimientos. En la base del método adecuado se halla el principio fundamental de la metafísica:

la ley de la identidad. En la realidad, las contradicciones no pueden existir: en un proceso cognitivo

una contradicción es prueba de un error. De ahí el método que debe seguir el hombre: identificar

los hechos que observa de manera que no haya contradicciones. Este método es la lógica, “el arte

de la identificación no contradictoria” (La rebelión de Atlas). La lógica debe emplearse a cada paso

del desarrollo conceptual del hombre, desde la formación de sus primeros conceptos hasta el

descubrimiento de las leyes y teorías científicas más complejas. Únicamente cuando una conclusión

se basa en una identificación e integración no contradictoria de toda la evidencia disponible en un

momento dado, puede ser calificada como conocimiento.

La falla en reconocer que la lógica es el método cognitivo del hombre ha producido una ralea de

separaciones artificiales y dicotomía analítico-sintética en diversos aspectos. Tres de ellas en

particular prevalecen hoy en día: la verdad lógica contra la verdad de hecho, lo lógicamente posible

contra lo empíricamente posible y lo a priori contra lo a posteriori.

La dicotomía “lógico-fáctica” opone “verdades” validas “meramente” por el uso de la lógica

(verdades analíticas) a aquellas que describen los hechos de la experiencia (verdades sintéticas).

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Implícita en esta dicotomía se encuentra la visión de que la lógica es un juego subjetivo, un método

para manipular símbolos arbitrarios y no un método para adquirir conocimiento.

Es el uso de la lógica lo que merite al hombre determinar que és y qué no es un hecho. Introducir

una oposición entre lo “lógico” y lo “factico” es crear una separación entre la conciencia y la

existencia, entre las verdades de acuerdo con el método cognitivo del hombre y las verdades de

acuerdo con los hechos de la realidad. El resultado de tal dicotomía es que la lógica se divorcia de la

realidad (“Las verdades lógicas carecen de contenido y son convencionales”) y la realidad se vuelve

incognoscible (“Las verdades fácticas son contingentes e inciertas”). Esto equivale a aseverar que el

hombre no posee método de cognición alguno, es decir, que carece de posibilidades para adquirir

el conocimiento.

La adquisición del conocimiento, como observó Ayn Rand, involucra dos preguntas fundamentales:

“¿Qué es lo que sé?” y “¿Cómo lo sé?”. Los defensores de la dicotomía lógico-fáctica dicen, en

efecto: “No se puede saber el “que”, porque no hay un “como” (Estos mismos filósofos aseveran

saber que su posición es verdadera mediante un argumento de lógica irrebatible).

Para captar la naturaleza de su procedimiento epistemológico, considérese a un matemático que

asevera que existe una dicotomía entre dos tipos de verdad en cuanto se refiere a sumar columnas

de cifras: una verdad que especifica la suma de una columna dada contra una verdad que se alcanza

siguiendo las leyes de la adición, la “verdad sumatoria” versus la “verdad aditiva”. La primera

representa a las sumas reales, las cuales, sin embargo y desafortunadamente, no pueden ser ni

probadas y no son cognoscibles, dado que no se puede arribar a ellas mediante el método de la

adición; la segunda, perfectamente cierta y necesaria, es, lamentablemente, una creación fantástica

subjetiva, sin relación con las sumas reales en el mundo real. (En este punto interviene un

matemático pragmático para proveer su propia “solución”: “adicionar”, nos dice, “puede ser

subjetivo pero funciona”. ¿Por qué lo hace? ¿Cómo sabe que funciona? ¿Qué podría pasar mañana?

“Estas preguntas,” responde, “no llevan a nada”).

Si los matemáticos aceptasen tal doctrina, lo que seguiría seria la destrucción de las matemáticas.

Cuando los filósofos aceptan una doctrina así, pueden esperarse las mismas consecuencias, con una

sola diferencia: la filosófica abarca la totalidad del conocimiento humano.

Otra reafirmación de la dicotomía analítico-sintética es la visión que opone lo “lógicamente” posible

a lo “empíricamente” posible.

Si la proposición de que un fenómeno dado existe no es auto contradictoria, se asevera que ese

fenómeno es “lógicamente” posible; si la proposición es auto contradictoria, entonces el fenómeno

es “lógicamente” imposible. Ciertos fenómenos, empero, si bien son lógicamente posibles, son

contrarios a las leyes “contingentes” de la naturaleza que los seres humanos descubren por

experiencia; estos fenómenos son “empíricamente” imposible pero no lo son “lógicamente”. Así, un

soltero casado es “lógicamente” imposible; en cambio, un soltero que puede volar a la Luna

agitando los brazos es simplemente “empíricamente” imposible (es decir, la proposición de que tal

soltero exista no es contradictorio, si bien tal soltero no opera de acuerdo con las leyes que

actualmente gobiernan al universo).

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La base metafísica de esta dicotomía es la premisa de que una violación de las leyes de la naturaleza

no involucra una contradicción. Pero, como hemos visto, las leyes de la naturaleza no involucran

una contradicción. Pero, como hemos visto, las leyes de la naturaleza son inherentes a las

identidades de los entes que existen. Una violación de las leyes de la naturaleza requeriría la

existencia de una contradicción. Proponer tal violación equivale a respaldar el punto de vista

“milagroso” del universo, tal como se discutió anteriormente.

La base epistemológica de la dicotomía es la visión de que un concepto consiste solamente en su

definición. De acuerdo con esta dicotomía, no está lógicamente permitido contradecir la definición

de un concepto; lo que se asevera por este método es “lógicamente” imposible. Pero contradecir

cualquiera de las características no definitorias de los referentes de un concepto es considerado

lógicamente permisible; lo que se asevera en tal caso es meramente “empíricamente” imposible.

Así, un “soltero casado” contradice la definición de “soltero” y, en consecuencia, es considerado

“lógicamente” imposible. Pero un “soltero que puede volar a la Luna agitando los brazos” es

considerado como lógicamente posible, ya que la definición de “soltero” (“una persona no casada”)

no especifica sus medios de locomoción. Lo que se ignora aquí es el hecho de que el concepto de

“soltero” es una subcategoría del concepto “hombre” que, como tal, incluye todas las características

del ente “hombre” que excluyen la capacidad de volar agitando los brazos. Solamente reduciendo

un concepto a su definición y evadiendo todas las demás características de sus referentes, puede

aseverarse que tales proyecciones no involucran una auto contradicción.

Quienes intentan hacer una distinción entre lo “lógicamente” posible y lo “empíricamente” posible

sostienen, en general, que lo “lógicamente” imposible es inimaginable o inconcebible, considerando

que lo simplemente “empíricamente” imposible es, por lo menos, imaginable o concebible y que

esta diferencia respalda tal distinción. Por ejemplo, “hielo que no es un sólido” (una imposibilidad

“lógica”) es inconcebible, mientras que “hielo que se hunde en el agua” (una imposibilidad

simplemente “empírica”) es, por lo menos, concebible aunque no exista; uno necesita meramente

visualizar un bloque de hielo que flota en el agua y que de repente se hunde hasta el fondo.

Este argumento confunde a Walt Disney con la metafísica. El que un hombre pueda proyectar una

imagen o dibujar una caricatura animada que se oponga a los hechos de la realidad no cambia los

hechos; no altera ni la naturaleza ni las potencialidades de los entres que existen. La imagen de hielo

hundiéndose en el agua no altera la naturaleza del hielo; no constituye evidencia alguna de que es

posible para el hielo hundirse en el agua. Solamente evidencia la capacidad del hombre para

fantasear. Pero la fantasía no es una forma de cognición.

Más aun; el hecho de que el hombre posea la capacidad de fantasear no significa que lo opuesto a

verdades demostradas es “imaginable” o “concebible”. En un sentido serio, epistemológico de la

palabra, una persona no puede concebir lo opuesto de una proposición que sabe que es verdadera

(dejando al margen proposiciones que tratan con hechos provocados por el hombre). Si se ha

demostrado que una proposición que afirma un hecho metafísico es verdadera, significa que tal

hecho ha sido demostrado como inherente a las identidades de los entes en cuestión y que toda

alternativa a ello requerirá la existencia de una contradicción. Solamente la ignorancia o la evasión

pueden permitir a una persona intentar presentar tal alternativa. Si un hombre no sabe que cieto

hecho ha sido demostrado, tampoco sabrá qué negarlo involucra una contradicción. Si un hombre

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sabe, pero evade ese conocimiento y abandona todo su contexto cognitivo, no habrá límite alguno

para que lo que pueda fingir concebir. Pero lo que se pueda proponer mediante la ignorancia o la

evasión carece, filosóficamente, de importancia. No constituye base alguna para instruir dos

categorías de posibilidades separadas.

No hay distinción entre lo “lógicamente” y lo “empíricamente” posible (o imposible). Como he dicho,

todas las verdades son producto de una identificación lógica de los hechos de la experiencia. Esto

se aplica tanto a la identificación de posibilidades como a actualidades.

Las mismas consideraciones invalidan la dicotomía entre lo a priori y lo a posteriori. De acuerdo con

esta variante, ciertas proposiciones (las analíticas) son validadas independientemente de la

experiencia, simplemente mediante un análisis de las definiciones de sus conceptos constituyentes;

estas proposiciones son a priori. Otras (las sintéticas) dependen de la experiencia para su validación;

son a posteriori.

Como hemos visto, las definiciones representan condensaciones de una ambulancia de

observaciones, o sea una abundancia de conocimiento “empírico”; se puede llegar a dar validez a

las definiciones únicamente sobre la base de la experiencia. En consecuencia, carece de sentido

contrastar proposiciones que son verdaderas “por definición” con proposiciones que son

verdaderas “por experiencia”. Si una verdad “empírica” se deriva y es validada por referencia a

observaciones de lo que es percibido, entonces todas la verdades son “empíricas”. Dado que la

verdad es una identificación de un hecho de la realidad validado independientemente de la

observación de la realidad. Esto implicaría una teoría de “ideas innatas” o alguna otra construcción

igualmente mística.

Quienes aseveran que distinguen las proposiciones a posteriori y a priori, comúnmente sostienen

que ciertas verdades (las sintéticas, fácticas) son “empíricamente falseables”, mientras que otras (las

analíticas o lógicas) no lo son. En el primer caso se dice que se pueden especificar experiencias que,

si ha ocurrido, invalidarían la proposición en el segundo caso, no podrían hacerlo.

Por ejemplo, la proposición “Los gatos solamente dan a luz gatitos” es “empíricamente falseable”,

porque se pueden inventar experiencias que negarían tal proposición, tales como el espectáculo de

minúsculos elefantes emergiendo del vientre de una gata. Pero la proposición “Los gatos son

animales” no es “empíricamente flaseable” ya que “gato” es definido como una especie animal. En

el primer caso, la proposición solamente seguirá siendo cierta mientras sea respaldada por la

experiencia; en consecuencia, depende de la experiencia, es decir, es a posteriori. En el segundo

caso la verdad de la proposición es inmune a cualquier cambio imaginable en la experiencia y, en

consecuencia, es independiente de la experiencia, es decir, es a priori.

Obsérvese la inversión propuesta por este argumento: una proposición podrá calificar como verdad

fáctica, empírica, únicamente si el hombre puede evadir los hechos de la experiencia e inventar

arbitrariamente un conjunto de circunstancias imposibles que contradigan esos hechos; pero una

verdad cuyo opuesto trasciende la capacidad de inventiva humana es considerada como

independiente y carente de importancia en relación con la naturaleza de la realidad, o sea es un

producto arbitrario de la “convención” humana.

Tal es la inevitable consecuencia del intento de divorciar la lógica de al experiencia.

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Como he dicho, el conocimiento no se puede adquirir por la experiencia separada de la lógica, ni

por la lógica separada de la experiencia. Sin el uso de la lógica, el hombre carece de método alguno

que le permita arribar a conclusiones a partir de lo que percibe; quedaría confinado a las

observaciones momentáneas, mientras que cualquier fantasía imaginada que se le ocurra quedara

calificada como posibilidad futura que pueda invalidar sus proposiciones “empíricas”. Y sin

referencia a los hechos de la experiencia, el hombre carece de base para sus proposiciones “lógicas”,

las cuales se convierten entonces en meros productos arbitrarios de su propia inventiva.

Divorciando de la lógica, el ejercicio arbitrario de la imaginación humana socava sistemáticamente

lo “empírico” y divorciando de los hechos de la experiencia, la misma imaginación crea

arbitrariamente lo “lógico”.

Desafío a cualquiera a inventar una manera más completa e invalidar la totalidad del conocimiento

humano.

CONCLUSION

El resultado final de la teoría de la dicotomía analítico – sintética es el siguiente veredicto

pronunciado sobre la cognición humana: si la negación de una proposición es inconcebible, si no

existe posibilidad alguna de que algún hecho de la realidad pueda contradecirla, o sea, si la

proposición representa un conocimiento cierto, entonces no representa conocimiento de la

realidad. En otras palabras, si una proposición no puede ser incorrecta, entonces no se puede ser

correcta.

Una proposición califica como factual únicamente si afirma hechos que todavía son desconocidos,

es decir, únicamente si representa una hipótesis; si una hipótesis se prueba y se convierte en

certeza, deja de referirse a los hechos y cesa de representar conocimiento de la realidad. Si una

proposición queda demostrada concluyentemente, de tal manera que negarla es obviamente

respaldar una contradicción lógica, entonces, en virtud de este hecho, se le castigara como un

producto de una convención humana o de un capricho arbitrario.

Esto significa: una proposición es considerada como arbitraria precisamente porque ha sido probada

lógicamente. El hecho de que una proposición no pueda ser refutada, la refuta (o sea, la separa de

la realidad). Una proposición puede retener una conexión con los hechos únicamente mientras no

haya sido validada por el método humano de cognición, o sea por el uso de la lógica. En

consecuencia, la prueba se convierte en elemento de descalificación del conocimiento y el

conocimiento en una función de la ignorancia humana.

Esta teoría representa una revisión epistemológica total: penaliza el éxito cognitivo precisamente

por ser un éxito. Así como una mentalidad altruista penaliza lo bueno por ser bueno, así la

mentalidad analítica – sintética penaliza el conocimiento por ser conocimiento. Así como, de

acuerdo con la mentalidad altruista, un hombre se merece únicamente derechos a llamar

“conocimiento” a aquello que no ha sido probado. La humanidad epistemológica se convierte en

prerrequisito de todo conocimiento: “Los sumisos heredarán la verdad”.

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El filósofo más culpable de tales reversiones es Kant. El sistema de Kant secularizo el misticismo de

los siglos anteriores y, en consecuencia, le proporciono una prolongación de su existencia en el

mundo moderno. En la tradición religiosa, las verdades “necesarias” eran consideradas,

comúnmente, consecuencias del modo de pensar de Dios. Kant sustituyo con “la estructura innata

de la mente humana” a Dios, convirtiéndola en fuente y creadora de las verdades “necesarias”

(independizándolas así de los hechos de la realidad).

Los filósofos del siglo XX meramente sacaron las conclusiones finales de la visión kantiana.

Argumentaron que si el modo de pensar humano (independiente de la realidad) el que crea las

verdades “necesarias”, entonces estas no son ni fijas ni absolutas; los hombres tienen elección en

cuanto al modo de pensar que eligen; lo que la mente da, la mente quita. De ahí surgió el punto de

vista de los convencionalistas modernos.

De acuerdo con Kant, solamente podemos conocer el mundo “fenomenal” creado por la mente

humana; en cuanto a la realidad, el conocimiento es imposible. De acuerdo con los modernos, solo

podemos tener certeza del área de nuestras propias convenciones; en relación con los hechos, la

certeza es imposible.

Los modernos representan un desarrollo lógico y consistente a partir de las premisas de Kant.

Representan a Kant más una elección, un kantianismo voluntarista, un kantianismo adorador de

caprichos. Kant marco las cartas y convirtió a la razón en un agente de distorsión. Los modernos

juagan con el mismo mazo; meramente agregaron la modalidad de jugar sin ton ni son.

Obsérvese ahora lo que queda de la filosofía, a consecuencia de este neokantianismo.

La metafísica ha sido prácticamente eliminada; sus opositores más influyentes han declarado que

las declaraciones metafísicas no son ni analíticas ni sintéticas y, en consecuencia, crecen sin sentido.

La ética ha sido prácticamente eliminada del área de la filosofía; algunos grupos han afirmado que

las declaraciones éticas no son ni analíticas ni sintéticas sin meras “eyaculaciones emocionales”,

mientras que otros grupos han relegado la ética al área del hombre de la calle, afirmando que los

filósofos pueden analizar el lenguaje de las declaraciones éticas, pero que carecen de competencia

para prescribir normas éticas.

La política ha sido descartada virtualmente por todas las escuelas filosóficas: en la medida en que la

política trata con valores, ha sido relegada al mismo nivel que la ética.

La epistemología, la teoría del conocimiento, la ciencia que define las reglas por medio de las cuales

el hombre adquiere el conocimiento de los hechos, ha sido desintegrada mediante la noción de que

los hechos son la materia prima de proposiciones “sintéticas” y “empíricas”, quedando, en

consecuencia, fuera del área de la filosofía, con el resultado de que las ciencias especiales se hallan

ahora a la deriva, en medio de una creciente ola de irracionalismo.

Lo que estamos presenciando es la autoliquidación de la filosofía.

Para reconquistar el terreno de la filosofía, es necesario desafiar y rechazar las premisas

fundamentales que son las responsables de la debacle actual. Un paso importante es esa dirección

es la eliminación de ese portador de muerte conocido como la dicotomía analítico – sintética.