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Sabero 28 de enero 2012

LOCALIZACIÓN DEL MUNICIPIO

El municipio de Fabero con una superficie de 5.349 Ha., se encuentra ubicado en el vértice noroccidental de la provincia de León, a los pies de los Ancares Leoneses, a una altitud de 690 metros sobre el nivel del mar. Está regado de Este a Oeste por el río Cúa. Y lo rodean por el Oeste, colinas de entre 600 y 800 m. de altura, por el Este el monte Forcada de 1063 metros de altura y por el Noroeste, por las estribaciones de las sierras de Padrón y

de las Pontigas.

Fabero se encuentra situado a 30 Km de Ponferrada, a 138 Km de la capital de la provincia, León, y a 266 Km de Valladolid.

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Orígenes de Fabero

Hay varias teorías sobre la procedencia del nombre de Fabero. La más verosímil es la que defiende que el nombre de Fabero viene de faba, Vitia faba, fabote. En el lugar de Fabero, según manifiesta el faberense, Eloy Terrón en su libro Los trabajos y los Hombres, se daban muy bien las habas en sus huertas, linares y sobre todo, en el paraje conocido como Xungal das fabas.

Aunque desde Italia Francisco Uncini en su libro “I Toponimi Prediali Romani”, sostiene que el nombre de Fabero deriva de un personaje romano de nombre Faberius. Coincidiendo con un estudio sobre los orígenes de Fabero, elaborado por los alumnos de Formación Profesional de Fabero.

Su fundación data del siglo XI posiblemente como consecuencia de la política ejercida desde el Monasterio de San Andrés de fundar en algunos casos, unidades especiales de explotación en parajes favorables con el fin

de reforzar su poder económico. Aunque Fabero no aparece en las listas de entidades de población elaboradas por Mercedes Durayn en su trabajo “La Región del Bierzo en los siglos centrales de la Edad Media, años 1.070 a 1.250”. Fabero debía de existir ya, dado que hay un documento de venta, fechado junio de 1273 por el que el matrimonio formado por, Gonzalo Fernández y su mujer Urraca Martínez vendían a Pedro Repila, monje de San Andrés, la viña que poseían en paraje de Robledo en el lugar de Fabero.

Como bien sabemos, las viñas requieren años para desarrollarse y además no es admisible que en aquellos tiempos existieran viñas en un paraje despoblado.

A mediados del siglo XVIII según el Catastro del

Marqués de la Ensenada, Fabero forma parte junto a otros veintiocho lugares de la jurisdicción del Señorío Abadengo del Real Monasterio de San Andrés de Espinareda, de la Orden de San Benito.

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Fabero, ayuntamiento

En el Diccionario Geográfico de Miñano, publicado en 1.826 – 1.827, Fabero está clasificado como lugar eclesiástico, sin embargo, en el Madoz, de 1.850, figura como cabeza del ayuntamiento del mismo nombre, compuesto por los pueblos de Fontoria, el indicado Fabero, Barcena de la Abadía, Lillo y Otero de Naraguantes.

La constitución real del ayuntamiento de Fabero,

debió tener lugar entre el 15 de octubre de 1.836, año en que se restableció la vigencia de la ley del 2 de marzo de 1.823, verdadera ley democrática de administración local y el año 1.842. Ya que existe un documento público de marzo de 1.842, “Apeo convencional entre los pueblos de Fabero, Otero de Naraguantes y Lillo, con el encabezamiento de Ayuntamiento constitucional de Fabero. También existe un acta de 7 de marzo de 1.842 que bien puede reflejar la composición de la corporación constituyente del nuevo ayuntamiento de Fabero

La composición del ayuntamiento permaneció invariable hasta el 23 de septiembre de 1.960, fecha en la que el Consejo de Ministros del gobierno de España, aprobó la adhesión de San Pedro de Paradela al ayuntamiento de Fabero. El 4 de noviembre de ese mismo año, fecha en que se recibió en el Ayuntamiento de Fabero dicha resolución ministerial, San Pedro de Paradela pasó a formar parte del Municipio de Fabero, que quedó definitivamente constituido por las localidades de Barcena de la Abadía, Fabero, Fontoria, Lillo del Bierzo, Otero de

Naraguantes y San Pedro de Paradela.

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El Fabero de principios del siglo XX

La economía y las costumbres de los habitantes de Fabero a principios del siglo XX no eran muy distintas de las descritas en el Catastro del Marqués de la Ensenada siglo y medio antes. La orografía de Fabero no era muy proclive a altos rendimientos agrarios y ganaderos por lo que, en el marco de una España que se enganchó a la revolución industrial tarde, Fabero seguía inmerso en una agricultura y ganadería de subsistencia como muy bien describe el faberense, Eloy Terrón en su libro los Trabajos y los Hombres. El cultivo del centeno (el pan) junto con las castañas, era determinante en la vida del Fabero de principios de siglo XX. Era el alimento básico para hombres y animales y además proporcionaba “el cuelmo” para las cubiertas de las casas. Las gachas de harina de centeno y el caldo de castañas eran la base alimenticia de Fabero hasta la llegada de la patata, que se hacía en cachelos, caldo y

fritas con manteca de cerdo. Pues el cerdo era un elemento fundamental de la economía familiar de los faberenses de principios del siglo XX.

En general La cabaña ganadera de principios del siglo XX de Fabero, era la misma que el siglo XVIII, vacuno, ovino y porcino. El cerdo era la principal fuente de grasas y proteínas. La matanza del cerdo tenía gran importancia, era una autentica fiesta familiar. Del cerdo se obtenía el jamón, lacones, tocino, chorizo manteca, unto, botillo, androlla y turrullos. E incluso se aprovechaba las serdas

para hacer “lurias” sogas. El ganado vacuno tenía gran importancia. Las vacas

eran fundamentales para el trabajo agrícola y la única fuente que proporcionaba algún ingreso en metálico con la venta de los terneros. Y con esos dineros hacían frente a los impuestos y comprar algunos artículos que no les era posible producir. Por ello, los faberenses dedicaban las

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mejores tierras y que disponían de agua a prados. Esto hizo

que en el momento que llegó el crecimiento, el pueblo se extendiese hacía zonas menos productivas como la Cortina, las Suertes etc.

Las ovejas proporcionaban la lana para hacer algunas prendas de vestir como las medias, escarpios, refajos, chaquetas y tapa bocas. Además de proporcionar carne para las fiestas, la siega de la hierba, del pan o la maja. Y las cabras además de carne proporcionaban leche y pieles.

Completaban la cabaña ganadera del Fabero de principios del siglo XX e incluso hasta mediados los años sesenta, especialmente en aquellas familias nativas de Fabero que se mantuvieron al margen del trabajo en la mina. El burro como animal de carga o el caballo en caso de los más ricos; el perro para guardar la casa, el gato para mantenerla limpia de ratones, y las gallinas que eran muy estimadas por sus huevos para alimentación y porque los mismos, se utilizaban para el trueque a la hora de hacerse con pimentón, aceite y a veces jabón.

El dinero apenas circulaba en Fabero por lo que sus habitantes utilizaban normalmente el intercambio de jornadas para hacer las labores más pesadas y pagaban al médico, al cura e incluso la contribución en especies. La contribución figuraba en reales y también en trigo y centeno.

Estas formas socioculturales y las costumbres de

Fabero se vieron fuertemente afectadas con la expansión de las explotaciones mineras que dieron lugar a una fuerte

inmigración elevándose sensiblemente el censo de habitantes del Municipio de Fabero.

Ante esta avalancha de mineros, los nativos de Fabero

tenían por una parte el reparo propio de los pueblos hacia los forasteros, mientras que por otra, al comprobar que tenían dinero, cosa que no era habitual hasta ese momento en Fabero querían explotarlos. Por eso ante la fuerte demanda de viviendas, los nativos de Fabero habilitaron

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para alquilar casas semiderruidas, establos y pajares. E

incluso admitieron huéspedes con derecho a comida, cama y ropa limpia (se les llamaba peones). La llegada de los mineros también contribuyó a que todas las mujeres solteras y viudas encontrarán marido.

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Fabero y la Mina La cuenca minera de Fabero, donde se localizaba un criadero de la variedad de carbón antracita de singular importancia, forma parte del manchón carbonífero más extenso de la provincia de León, el Manchón del Bierzo. Aunque las capas del yacimiento faberense eran de una potencia meridiana y escasa, el mineral era de una calidad excelente y presentaba una marcha regular de estratificación y proporción relativamente elevada de granos, lo que le permitía obtener precios medios de venta más favorables que a los procedentes de las minas de Asturias.

Uno de los primeros en arrancar y vender carbón en Fabero, que posteriormente llevaba en carros tirados por bueyes a Toral de los Vados fue un tal Virolo, vecino de Otero de Naraguantes. Otro pionero de la minería en Fabero fue Baldomero Abella, natural de Fabero y que había vivido en Cuba y en Bilbao. Este faberense denunció ante la Jefatura de Minas, importantes pertenencias

antraciteras de Fabero y Toreno, entre otras el paquete de concesiones mineras que llevan su nombre, Las Baldomeras.

La construcción en 1918 de la línea de ferrocarril

entre Villablino y Ponferrada con el decidido apoyo del entonces Ministro de Fomento, Francisco Cambó, por la empresa Minero Siderúrgica de Ponferrada (MSP) favoreció la potenciación de la actividad minera de las cuencas del oeste del Manchón Berciano principalmente de Fabero y

Toreno. Como consecuencia, en 1.920, Diego Pérez

Campanario, arrendatario de las partículas mineras propiedad de Antonio López Boto, constituyó la empresa Minas de Fabero. El contrato de arrendamiento tenía una duración de cuarenta años y un precio estable, precio que la inflación se encargó de dejar en lo irrisorio. Lo que motivó un pleito entre Antonio López Boto y Diego Pérez

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Campanario. Pleito que se hizo famoso y aun hoy día, se

recoge en los manuales de jurisprudencia como prototipo para los conflictos entre propietarios y arrendatarios de minas. El pleito se resolvió a favor del arrendatario, que mantuvo las condiciones del contrato hasta su caducidad en los años sesenta. En esa fecha se constituyó la empresa Combustibles de Fabero para continuar con la explotación de las Alicias.

En el año 1.927, la Sociedad de Carbones Moro S.A.

para acercar el carbón de sus explotaciones en Fabero al

tren, construye un tranvía aéreo de postes de madera desde Fabero a la estación de ferrocarril de Matarrosa.

El carbón de Fabero se prestigió rápidamente, principalmente en Madrid donde se utilizaba para las cocinas y calefacciones. Un anuncio de un almacén de carbón de la calle Hortaleza 75, en el periódico ABC publicado el 15 de enero del año 1924, ofrecía carbón de Fabero al precio de 5 pesetas, los cuarenta kilos. Estos anuncios se repiten cada año, hasta el año 1936,

reanudándose después de la Guerra Civil. Originando en algún momento incluso desmentidos publicitarios en el ABC entre Antracitas de Fabero, Minas de Fabero y Sucesores de Tomás Fernández, sobre quien tenía la exclusividad para vender la antracita de Fabero.

En 1928 Diego Pérez construyó en el grupo Lillo -

Lumeras un pozo vertical entre las localidades de Fabero y Lillo del Bierzo. Cortando la primera capa de carbón a los

110 metros de profundidad y no a los 50 metros como auguraban los técnicos. Preparando algunos talleres de arranque, instalando un torno eléctrico y un cable aéreo y algunas mejoras de ventilación. Además de electrificar todos los servicios para lo que montó una nueva estación para la trasformación de la energía. También construyó una casa botiquín y un vestuario para el personal obrero.

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También la empresa Carbones Moro hizo inversiones

en este periodo en el Coto Julias. Máximino Moro perforó en 1.933 un pozo plano en el grupo norte, provisto de un torno eléctrico de extracción con una potencia de 50 CV. Y en ese mismo año de 1933, Miguel Huerta construyó sendos equipos de clasificación y lavado en Barcena de la Abadía, y dotó de suministro de electricidad a sus explotaciones.

Al lado de las empresas anteriormente mencionadas

subsistían algunos “chamizos” con sus explotaciones asentadas en concesiones pequeñas y rudimentarios

medios de producción. Mención especial merece la explotación en régimen de colectividad, llevada a efecto en Bárcena de la Abadía, por un grupo de mineros hasta que estalló la Guerra Civil. Una de las primeras medidas que tomó la nueva Corporación Municipal de Fabero nombrada por el gobierno provisional de Franco el 29 de agosto de 1.936, fue “intervenir” esta concesión minera y el carbón acumulado en sus instalaciones. La justificación de dicha intervención, según consta en el acta del pleno extraordinario de la Junta Gestora Municipal de Fabero fue la necesidad de hacer frente a los graves daños que habían

causado los mineros. Tales como la quema del cuartel de la guardia civil.

A pesar del empuje que tenía el carbón y en especial

la antracita, principal combustible de calefacciones y cocinas además de altos hornos, cementeras y cerámicas. Los empresarios mineros no veían unas perspectivas muy halagüeñas para este combustible, debido a las restricciones a su consumo, a los costes de materiales para su extracción y al coste de la mano de obra. Así al menos lo

veía Maximino Moro en una entrevista realizada por Ricardo Sáez de Ynestrillas para el ABC y publicada el 22 de octubre de 1933.

En dicha entrevista, Moro achacaba la mala situación

de la industria del carbón a la disposición gobernativa de 28 de marzo de 1933 por la que se limitaba la producción de carbones grasos de Asturias, afectando también a la antracita. Normativa que calificaba de grave error del

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Consejo Nacional del Combustible ya que inducía al

consumidor a recurrir al empleo de combustibles extranjeros como los aceites pesados.

En el año 1936 la empresa Minas de Fabero de Diego

Pérez se constituyó en sociedad anónima, pasando a denominarse Antracitas de Fabero S.A. Y en el año 1947, Antracitas de Fabero inició la construcción del emblemático Pozo Julia, un pozo vertical que tiene doscientos setenta y cinco metros de profundidad y tres plantas a 50, 100 y 270 metros, donde centró sus labores de explotación. En

esos años, además compró las instalaciones mineras y pertenencias de Maximino Moro y Compañía.

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EL SINDICALISMO EN EL FABERO REPUBLICANO

Hasta el derribo del régimen monárquico, el sindicalismo dominante en la provincia de León era de inspiración católica, surgido al amparo de la Ley de 28 de enero de 1.906 como una expresión más de lo que la Iglesia dio en llamar su doctrina social. Uno de sus

objetivos prioritarios y principales, era apartar a la población obrera de las “garras” del sindicalismo de izquierdas. Esta opción sindical apenas cuajó en las zonas mineras, en las que la Unión General de Trabajadores, sindicato socialista era el que gozaba de mayor implantación, aunque con escasa actividad durante la dictadura de Primo de Rivera.

Con posterioridad al 14 de abril de 1.931, las tendencias asociativas se aceleran y la Unión General de Trabajadores

comienza a ganar adeptos rápidamente. Dos años después, en 1.933 en la provincia de León el sindicato socialista contaba 25 entidades obreras. Estas organizaciones, además de las cuestiones propias de su industria, participaron activamente en la elaboración de las directrices a seguir por el sindicato socialista. La sección minera de la UGT de Toreno envió diversas sugerencias para la preparación de la Memoria del XVII Congreso de esta organización sindical. Solicitando del Gobierno la nacionalización de la minería, urgiendo la aprobación de la Ley de Policía Minera con inspectores obreros pagados por

el estado. Así como que el estado tomase medidas para la construcción de casas para los mineros y que lo antes posible se procediese a promulgar la Ley de Control Obrero.

Aunque Fabero no aparece en la relación de secciones sindicales socialistas de los años 30 que se conocen a nivel provincial. Según José González López,

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presidente de honor del Partido Socialista de Galicia-PSOE

de O Barco (Orense), fallecido en los primeros días del mes de febrero de 2006, existía en Fabero sección minera de la UGT y una Agrupación socialista a las que se había afiliado en el año 1929.

Pero el sindicato más representativo en la cuenca de

Fabero en aquellos años era la CNT de Santiago Modino que tenía en Fabero su centro de actividad más importante. Partiendo de esta influencia anarquista, en 1.933 se constituyó el Sindicato Autónomo de Fabero,

teniendo en Vicente Aparicio uno de sus máximos impulsores. Aparicio procedía de Requejo de la Vega y según versión de testigos orales no trabajaba en la mina, fue a Fabero para organizar el sindicato posiblemente por encargo de Durruti.

En 1932 la reducción del consumo de carbón, motivó

un conflicto laboral en Fabero que llevó a cerca de mil mineros a un paro que duro dos meses, acompañado de graves altercados e intercambio de disparos a consecuencia de la decisión de los patronos de contratar a

mineros de otras zonas con el fin de mantener la producción. Siendo detenido Vicente Aparicio y Bonifacio Durruti, junto a varios mineros, según consta en el sumario 57/1932 del juzgado de Villafranca del Bierzo.

Con una conflictividad en alza se llegó al año 1933,

año en el que se registró la producción más baja del periodo y la culminación de la lucha obrera tanto por la frecuencia de las reivindicaciones y conflictos como los actos violentos que acompañan a los mismos.

La causa de la mayoría de estos desordenes estaba en el cierre patronal de diversas explotaciones, al verse afectadas las mismas por los cupos de producción, fijados por el Ministerio de Industria.

Mientras que en la zona de Matarrosa y Toreno se

saboteó el ferrocarril de la Minero Siderurgica de Ponferrada mediante la colocación de cargas de dinamita en

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un puente, interrumpiendo la línea. En Fabero los

conflictos de diversa índole y por variadas causas propiciaron una situación lamentable de disciplina e intranquilidad.

Esta escala de conflictos culminó con el movimiento

insurreccional de diciembre, secundando las consignas lanzadas por los anarquistas para toda España y que afectó a toda la provincia de León y especialmente a las cuencas mineras. Fabero fue una vez más la cuenca en que el conflicto alcanzó mayor gravedad ya que los seguidores

del Sindicato Único Minero proclamaron el día 9 de diciembre de 1933, el “Comunismo Libertario”. Y tras hacerse con armas y los explosivos depositados en los polvorines de las minas, tomaron el ayuntamiento y el juzgado quemando la documentación en una pira. Dirigiéndose a continuación a Vega de Espinareda, donde asaltaron el cuartel de la Guardia Civil. Una vez reducida la guarnición de esta localidad, los sublevados se dirigieron en camiones hasta Cacabelos, Villafranca del Bierzo y Ponferrada con el objetivo de extender en estas poblaciones la chispa de la revolución.

La intentona fue sofocada tres días después, el doce de diciembre por las fuerzas armadas enviadas desde León y Astorga que redujeron a los sublevados causando varios muertos y heridos, así como una treintena de detenidos que fueron condenados como autores criminales responsables de un delito contra la forma de Gobierno y del delito de tenencia de explosivos.

Los detenidos permanecieron en prisión hasta la amnistía decretada en las Elecciones Generales celebradas en febrero de 1936 que ganó el Frente Popular.

Una vez finalizada la Guerra Civil, la extracción de

carbón era de valor estratégico incalculable para el gobierno franquista. La cuenca de Fabero como otras cuencas mineras se convirtió en uno de los principales

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centros de explotación de presos, ya que las minas

disponían de poco personal cualificado y las cárceles estaban llenas de mineros profesionales. Entre las explotaciones que contaban en 1.943 con destacamentos de presos para extraer el carbón, se encontraban las empresas faberenses, Minas de Antracita Moro, S.A. y Minas del Bierzo. Junto a los presos también llegaron muchas personas fieles al nuevo régimen que ocuparían cargos de confianza en las distintas empresas.

Un edificio en ruinas y unas cuantas fichas

arrinconadas en el Juzgado de Paz de Fabero, son los únicos vestigios que quedan del destacamento donde, una vez concluida la Guerra Civil, los que se habían mantenido fieles al gobierno legitimo de España, frente al levantamiento militar del 18 de julio de 1.936, redimieron con su trabajo en la mina, las largas penas a las que habían sido condenados. Hoy, un monolito recuerda que en Fabero, al igual que otras cuencas mineras, a muchas personas que habían perdido la guerra y se convirtieron en esclavos por iniciativa del Gobierno de Franco.

En estos destacamentos habían recalado presos procedentes de diversas cárceles de toda España, acusados todos ellos del delito de auxilio a la rebelión y con penas que oscilaban entre veinte y treinta años. Muchos de ellos tras lograr la libertad condicional o haber sido indultados se asentaron con sus familias en Fabero y siguieron trabajando en la mina

El destacamento penal de Fabero se asentaba a orillas del arroyo Luis Alto en el paraje de la Reguera, en las proximidades de Antracitas Moro. Y estaba compuesto por

dos pabellones para los presos, un edificio dedicado a cocina y despensa y un edificio de dos plantas donde se alojaban los guardias del penal. Una cerca impedía la salida de los presos del recinto y la posible entrada de sus familiares.

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Una vez clausurado el campo de concentración de

penados, los barracones de los presos se rehabilitaron para viviendas de mineros y el edificio de los guardias para vivienda de los facultativos ante la escasez de vivienda que padecía Fabero en la década de los cincuenta, pasando a formar el barrio Bilbao aunque popularmente se le conocía como el barrio de Los Barracones.

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El éxito de los carbones de la cuenca minera de Fabero

Los años cuarenta y cincuenta fueron años de creciente demanda de trabajadores para emplear en las minas y de competencia entre las empresas por mano de obra cualificada. La población de los municipios asentados en el entorno de Fabero resultaba insuficiente para las

necesidades de personal de las empresas. Esto hizo que llegasen a Fabero oleadas de inmigrantes de otras zonas de la provincia y de gallegos y asturianos y también los primeros portugueses que aunque en un principio venían a talar los bosques con el fin de destinar la madera al posteo de las minas, acabaron en la mayoría de los casos trabajando en la mina. La población de Fabero pasó de mil novecientos veinticinco habitantes en el año 1.940 a los tres mil seiscientos sesenta y seis en el año 1.950.

En 1941 con el “racionamiento” Antracitas de Fabero

puso en marcha su economato en el que se suministraba a los productores de la empresa víveres y otros artículos de primera necesidad incluido pan, para lo que la empresa construyó en el segundo semestre de 1942 un horno de pan que distribuía con arreglo a las normas del racionamiento. Los economatos funcionaban por el sistema de cartillas, descontando del salario las compras realizadas por cada productor.

El éxito de los carbones de la cuenca minera de

Fabero, era notable incluso entre los organismos administrativos del estado. La Comisión Reguladora del Estado para la Distribución de carbón contaba entre sus proveedores de carbón para los estamentos públicos con Antracitas de Fabero, Minas de Fabero de Tomas Fernández Gómez, Minas Moro S.A. y Rafael Alba González, entre otras. Empresas que al mismo tiempo se

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promocionaban reiteradamente en los principales periódicos

de la capital como el ABC. En 1957 Antracitas de Fabero con el argumento de

cumplir con las directrices del Gobierno de incrementar la producción y atender las necesidades del mercado, ofertaba en el diario ABC del 31 de enero, mil cien puestos de trabajo: trescientos de picadores, trescientos de ramperos y quinientos para vagoneros, barrenistas y obreros mineros en general, con la única exigencia de que los aspirantes a ocupar esos puestos deberían tener menos de cuarenta años. Destacando en dicho anuncio,

que en las explotaciones mineras de Fabero disponían buenos economatos, asistencia de toda clase y de las mejores condiciones de trabajo en la especialidad minera. Esta empresa recurrió además a captar trabajadores primero en Andalucía, principalmente en la zona de Espiel y posteriormente en Portugal. También recalaron en Fabero a finales de la década de los setenta caboverdianos y pakistanís, pero su presencia en la cuenca faberense fue casi testimonial, pues el grueso de inmigrantes de estas dos nacionalidades se asentaron en las cuencas de Villablino y Bembibre –Torre.

El incremento poblacional experimentado en Fabero y el resto de las localidades mineras como Toreno, fue causa del incremento del déficit de viviendas que desde 1.930 venía padeciendo la cuenca minera de Fabero. En un intento de paliar en parte este déficit, la empresa Antracitas de Fabero construyó un poblado minero de 250 viviendas adosadas en el año 1.955, conocido como el poblado de Diego Pérez. También se construyeron pequeños grupos de viviendas a pie de explotación, surgiendo así, poblados

como el de la Jarrina, Minas Sota, El Pozo o la Pozaca. También jugó un papel importante para solucionar

este problema La Obra Sindical del Hogar que construyó 108 viviendas en Vega de Espinareda en el año 1.959 y 166 viviendas en Fabero en el año 1.963.

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Eran unos momentos en que la empresa Antracitas de Fabero gozaba de un gran prestigio en España, especialmente en Madrid, donde una exposición de maquetas de las instalaciones de esta empresa, en la Escuela de Ingenieros del Minas triunfaba recibiendo la visita de personalidades políticas, financieras.

El periodista Máximo Cayón, informaba en el Diario

ABC, el martes 12 de julio de 1955, del incremento de la producción de carbón en la provincia de León. Destacando

que en 1953 se habían obtenido en España 2.987.548 toneladas, de ellas 1.361.713 en León y que el año 1954, la provincia de León había aportado a los mercados nacionales 1.387.397 toneladas. Subrayando la existencia de 177 empresas mineras en la provincia de León que daban trabajo a unos 21.000 mineros, destacando por su importancia la Minero Siderúrgica de Ponferrada con 3.600 productores, Antracitas de Fabero con 1.961; Hulleras de Sabero y anexas con 1.752, Hullera Vasco Leonesa con 1.685 y Antracitas de Giaztarro con 958 obreros.

El futuro del carbón y el posicionamiento del mismo

en la economía española se vio reforzado con la instalación en Cubillos del Sil de la central térmica Compostilla que se alimentará con carbón antracita de las minas de Fabero, Toreno, Villablino y Tormaleo. La construcción de la supercentral se inició a finales del mes de marzo de 1958, con un presupuesto de doscientos millones de pesetas.

En ese mismo año, 1958, Antracitas de Fabero puso en funcionamiento un hospitalillo para atender a los trabajadores accidentados de la empresa. Este servicio se ubicó en el Pozo viejo y contaba con especialistas en traumatología y aparato respiratorio. En las instalaciones del Pozo Viejo además del hospital, se encontraban las oficinas, talleres, garajes y surtidores de gasolina y también viviendas para médicos, ingenieros, topógrafos y otros empelados. Así como un comedor para los

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trabajadores y una escuela costeada por la empresa.

Recibiendo el 18 de julio de 1960 de manos de Francisco Franco, el titulo de “Empresa ejemplar” junto a otras empresas como la cervecera, Cruz Campo de Sevilla.

En los primeros días del mes de septiembre de 1962

mientras en Asturias algunas minas fueron clausuradas debido a la conflictividad laboral, las cuencas mineras, Fabero, Villablino, Sil, Brañuelas, Torre y Bembibre son noticia por el notable aumento que ha experimentado su

producción. Originando que los productores de estas cuencas perciban primas que oscilan entre ochocientas y mil quinientas pesetas mensuales. Lo que no impidió que una organización clandestina que se dedicaba a reclutar personal minero para trabajar en Lieja (Bélgica) operase en estas cuencas mineras.

El 29 de noviembre de 1962 la policía de Palencia

desarticuló esta organización deteniendo a los cabecillas de la misma, Metodio Sánchez Pérez, José María González de la Cruz y Carlos Briso de la Cuesta junto al vecino de

Fabero Antonio Álvarez y su contacto en Lieja, Emilio Maestro Benítez. En el momento de la detención se les intervinieron veintitrés contratos de trabajo para minas belgas a nombre de otros tantos mineros de Fabero, billetes de ferrocarril y recibos en blanco de mil pesetas que deberían firmar los mineros contratados clandestinamente.

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La regresión del Carbón

El crecimiento de la demanda de energía en la década de los sesenta y el precio de coste y de venta, relativamente elevados del carbón europeo, debido a las condiciones de los yacimientos atormentados y profundos y el coste de la mano de obra que tenían que empelar para su extracción. Hace que la mayoría de los países europeos se inclinen por los hidrocarburos y pongan sus esperanzas en la energía nuclear, apostando incluso por el carbón

estadounidense y ruso en detrimento del propio.

Haciendo con ello, la situación insostenible para las empresas españolas del carbón que presionaron al gobierno que adoptó mediadas de urgencia como la “Acción concertada”, acuerdo firmado entre el gobierno y la patronal carbonera en 1965, basado en créditos blandos y exenciones fiscales a las empresas a cambio del compromiso por parte de las mismas de realizar diversas mejoras con el fin de incrementar su productividad.

Estas medidas tuvieron poco éxito por lo que gobierno

optó por nacionalizar parte de las empresas del sector, constituyéndose en 1967 Hulleras de Norte S.A. (Hunosa), que pasó a ser la primera del ramo en producción y plantilla. Con todo, ninguna de las medidas consiguió levantar el sector, provocando el cierre de muchas empresas.

La minería leonesa, a pesar de quedar al margen de

la nacionalización, se resintió sensiblemente ya que la

mitad de las empresas carboneras desparecidas en España, eran leonesas. Y como consecuencia, la caída del empleo fue ligeramente mayor, sobre 56,75% frente al 54,04% en la minería del resto de España.

Esta regresión en Fabero tuvo su principal exponente

en la empresa Combustibles de Fabero que en el mes de marzo de 1967 presentó un expediente de crisis que

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aceptó parcialmente la Delegación Provincial de Trabajo de

León, afectando durante seis meses al grupo Alicia de dicha empresa con 254 trabajadores.

Esta situación en la minería llevó a la Delegación

Provincial de Trabajo de León a iniciar una campaña de capacitación de los trabajadores, poniendo en funcionamiento en León capital la Escuela de Maestría Industrial y la Escuela Sindical de Formación Profesional en Ponferrada así como centros similares regidos por otros organismos y empresas particulares en León, La Robla y

Santa María del Páramo. Además se trasformó el antiguo Hogar Infantil Minero, situado en la capital, en Centro de Formación Profesional.

La incertidumbre del sector carbonero motivó que en el año 1969 se produjeran veinticuatro conflictos colectivos en la provincia de León como consecuencia del malestar entre las gentes de la mina.

En Fabero tras varios paros parciales y trabajo a bajo

rendimiento e incluso un intento de encierro el 31 de diciembre de 1969, en el Pozo Julia de Antracitas de Fabero, motivó que la empresa procediera al despido de trece trabajadores. Los mineros pedían un aumento de la prima por vagón de carbón picado.

A pesar de las gestiones llevadas a efecto, los trabajadores no fueron readmitidos por Antracitas de Fabero, siendo recolocados en otras empresas de la cuenca e incluso de Toreno y Bembibre.

La situación de conflicto fue abordada en la Asamblea

Nacional de la Antracita y de la Minería Leonesa del Carbón, concretamente en la ponencia “La Problemática Social y Hábitat Minero. Concluyendo por una parte en la necesidad de lograr la colaboración e identificación del trabajador con su empresa a través de los “jurados de empresa”. Y por otra, la necesidad de conocer con detalle las condiciones de vida de las gentes de las cuencas mineras en la esfera familiar, laboral y de relación social.

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Así como solicitar al Gobierno un crédito de noventa y tres

millones de pesetas para mejorar el hábitat en las cuencas hulleras de León y cuatrocientos cinco millones de pesetas para las cuencas antraciteras de la provincia

La instalación en las centrales térmicas de grupos

para la quema menudos, abrieron un nuevo campo de posibilidades para la tocada minería de la antracita y en consecuencia para la cuenca de Fabero. Viviendo el sector minero leonés un periodo de relativa tranquilidad que se vio alterada en los primeros días del mes de mayo de 1971

a causa de la ruptura de las deliberaciones del convenio colectivo provincial del sector antracitero. El convenio provincial de la antracita en aquel momento afectaba a más de sesenta empresas y cerca de ocho mil trabajadores.

La espectacular subida que tuvo en 1973 el precio del

petróleo propició que el gobierno diese una nueva oportunidad al carbón. Una de las principales medidas del

gobierno contra la crisis fue el Plan Acelerado de Construcción de Centrales de Carbón (PACCC). Junto a la potenciación de la producción de carbón.

Esta potenciación de la energía autóctona del carbón,

para el ministro del ramo del momento, José María López de Letona y Núñez del Pino, chocaba con la falta de mineros de interior. Por ello el 15 de octubre de 1974, mediante un anuncio en el ABC, el Servicio Provincial de Empleo solicitaba cuarenta picadores, veinte barrenistas,

diez entibadores, seis camioneros, tres oficiales mecánicos de interior y tres oficiales eléctricos de interior para la Fabero. La oferta era similar para las cuencas mineras de Torre, Bembibre y Sabero. La minería leonesa seguía creando empleo mientras en otras zonas mineras del país, y concretamente en Asturias empezaban ya a destruirse.

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El día 9 de abril de 1975, el subsecretario del Ministerio de Industria, Rafael Orbe Cano y las empresas Antracitas de Fabero, Antracitas del Bierzo, Minas de Tormaleo, Minas de Narcea, Antracitas de Rengos y Cesar Milla Vicario firmaron un concierto cuyo objetivo era aumentar la producción hasta las 743.000 toneladas al final de dicho concierto en diciembre de 1979, lo que representa un sensible incremento con respecto a las 391.000 toneladas que se producían las empresas firmantes en 1973. Fijando para ello unas inversiones para

el conjunto de las empresas firmantes de 954 millones de pesetas. Elevándose a 57 millones de pesetas las inversiones destinadas a mejorar las condiciones de vida de los trabajadores mineros.

En Fabero, concretamente en agosto de 1977, la empresa minera, García Simón e Hijos, procedió a la apertura de una nueva mina en el paraje del río, solicitado ante el ayuntamiento, la oportuna licencia de apertura. La

Corporación Municipal acordó dar traslado de la petición a la Junta Vecinal de Fontoria para que trate en concejo la autorización de la apertura de la nueva mina.

También por esas fechas se iniciaron las explotaciones

a cielo abierto en el municipio fabererense. De nuevo, la negociación del convenio provincial de

la antracita en febrero de 1977 rompe la paz laboral. El conflicto se zanjó el día 4 de marzo de 1977 con un Laudo

del Delegado Provincial de Trabajo que se fijaba con efectos de uno de enero de 1977, unos incrementos salariales del 21,8 por cien para las primeras 350.000 pesetas percibidas anualmente por el trabajador; el 19,8 por ciento para la cantidad percibida anualmente entre las 350.000 y las 700.000 pesetas anuales, no experimentando incremento alguno las cantidades que superasen las 700.000 pesetas.

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En el mes de agosto de 1978 la empresa Antracitas

de Fabero presenta un expediente de crisis, solicitando el cierre de sus instalaciones por seis meses, lo que dejaría en la calle a casi ochocientos trabajadores de su plantilla. Esta decisión fue comunicada al Ayuntamiento de Fabero por la dirección de la empresa casi dos meses después de haber presentado el expediente de crisis.

Mientras el presidente del consejo de administración

de la empresa, el teniente general Villaescusa Quilis asegura que la entidad pasaba por graves dificultades que le obligan a reestructurar la explotación buscando áreas más rentables -de ahí la propuesta de suspensión de actividades por un período de seis meses-, los trabajadores y las centrales sindicales temían que el expediente terminase por convertirse en cierre definitivo.

El expediente de crisis fue analizado por el director

general de Empleo y una representación del comité de empresa, al que acompañaban un miembro de la comisión

ejecutiva de la federación minera de UGT y el diputado socialista por León Baldomero Lozano. Resolviendo la Delegación de Trabajo a principios del mes de octubre de 1978, no autorizarlo.

Para protestar contra la propuesta de Antracitas de Fabero, el domingo día 3 de septiembre tuvo lugar en Fabero una manifestación de más de 10.000 mineros, convocada por Comisiones Obreras y UGT. Nunca se habían concentrado en Fabero, tantos autocares, llegados de

todas las cuencas mineras de León y Asturias.

En el mes de marzo de 1979 los problemas en Antracitas de Fabero volvieron a florar con el consiguiente impago de nóminas a la plantilla. Originando gran malestar entre los trabajadores que el viernes día 8 de junio de 1979, decidieron encerrarse en el pozo Julia. En el

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encierro participaron 90 mineros que retuvieron a dos

ingenieros técnicos, Joaquín Otero Fernández y Luis Otero Fidalgo, al ingeniero de la empresa, Cesar Luis Moro y al jefe de la Sección de Minas de la Delegación Provincial de Industria, Hernán Massip, mientras que el resto de la plantilla y los vecinos de Fabero protagonizaban diversas medidas de presión en apoyo de los encerrados y en busca de una solución a este grave problema.

Los miembros del Comité de Empresa organizaban en

la boca del pozo, el servicio de intendencia de los

encerrados. Mientras que en el interior del pozo, a doscientos setenta metros de profundidad Cesar López Rodríguez del sindicato minero de UGT y Honorino de la Concepción de CC OO se encargaban de informar y velar por el bienestar de los encerrados así como de organizar las duras horas del encierro. Para ello organizaron a los trabajadores en grupos nombrando un responsable de cada uno de ellos para realizar diversas actividades, con el fin de mantener alta la moral de los encerrados y llevar a efecto las tareas necesarias para una convivencia organizada en un espacio limitado.

El teléfono era el único medio de contacto de los

encerrados con el exterior y el ascensor o jaula se utilizaba para hacer llegar a los encerrados tres comidas al día y el material requerido por los mismos para combatir la humedad del pozo. También se movía la jaula, para que tres veces al día, bajase el médico de la empresa, Claudio Peláez Vega acompañado del auxiliar de enfermería, Antonio Moldes Franco para velar por la salud del técnico Hernán Massip, que padecía una dolencia crónica, así como

del resto de los encerrados entre los que había una treintena de silicóticos y una docena de mineros con dolencias estomacales.

Tras una reunión celebrada en Ponferrada por el

colegio de Ingenieros para pedir que dejasen salir del encierro a los técnicos de minas, dos ingenieros se ofrecieron para sustituir al Sr. Massip, negándose los encerrados a dicho intercambio. Massip, aunque reconoció

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que se vio atrapado por un problema que no tenía nada

que ver con él, manifestó que no veía razón alguna para denunciar a los mineros, asegurando que le habían dado un trato inmejorable, mimándole incluso. Por su parte Cesar Moro subrayaba que él era una víctima más del impago de nóminas por parte de AFSA.

Tanto CCOO como UGT dijeron no apoyar la retención

de los cuatro ingenieros y facultativos de minas, aunque tampoco lo condenaron explícitamente para evitar la ruptura con los trabajadores.

Durante los días de encierro, en todo momento

vecinos de Fabero acompañaron a los miembros del comité de empresa que hacían guardia por turnos al lado del teléfono mientras que las fuerzas de orden público, un poco más alejadas, observaban todos los movimientos que se producían en las instalaciones mineras.

Antracitas de Fabero había presentado suspensión de pagos declarando un pasivo de 659 millones der pesetas. Siendo los principales acreedores además de los

trabajadores a los que adeudada la nómina de tres meses y dos pagas extraordinarias, la Seguridad social con 174 millones de pesetas, la Caja de Ahorros de León con 60 millones, Unión Eléctrica con 47, Hacienda con 38 y Banco Hispano Americano al que adeudaba 34 millones de pesetas.

A las cinco de la mañana del jueves, 14 de junio, los mineros abandonaron el encierro sin que se produjera

ningún tipo de incidentes. Los trabajadores habían aceptado la promesa de la Administración de hacer efectivos a partir del día 16, los salarios de abril y mayo con cargo al Fondo de Garantía Salarial, saldando así la totalidad de las deudas de la empresa con los trabajadores ya que la mensualidad de marzo había comenzado a pagarse el día 13 de junio. Tanto la empresa como el Gobierno Civil se habían comprometido a no emprender ningún tipo de acción judicial contra los encerrados.

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El encierro de los mineros de Antracitas de Fabero sirvió para resolver, además del problema de pago de nóminas de la propia empresa, el pago de las nominas adeudas a los trabajadores del resto de las empresas del Bierzo, al recibir Endesa del Estado, los ochocientos millones de pesetas que la eléctrica les debía. Las dificultades financieras de ENDESA habían situado a la casi totalidad de las empresas mineras de El Bierzo al borde de la suspensión de pagos al no cobrar el carbón que estaban metiendo en el parque de carbones de la eléctrica

En los primeros días del mes de noviembre de 1979, la

conflictividad regresó a la minería leonesa con motivo de la negociación del convenio colectivo, afectando a 34 empresas. Los trabajadores de Antracitas de Gaiztarro no participaron en la revuelta al haber firmado un pacto social con la empresa. Tampoco participaron los productores de la MSP que unos días antes habían firmado un convenio de empresa con vigencia hasta el mes de julio de 1980. Esta movilización fue convocada por CC OO para forzar la

negociación del convenio. Mientras que UGT apostaba por un laudo al estimar que algunas empresas amparándose en la situación de conflictividad pudieran recurrir al cierre de las explotaciones.

El 19 de abril de 1980, se produjo un nuevo encierro,

en esta ocasión, en el pozo Jarrina de Antracitas de Gaiztarro. El traslado de un grupo de trabajadores que la empresa había calificado como «revoltoso», a puestos de trabajo de baja productividad implicaba una sensible

disminución de sus ingresos habituales, lo que motivó dicho encierro en el que participaron treinta y dos mineros que retuvieron con ellos a tres ingenieros, que formaban parte de la comisión negociadora. Ante esta media la empresa dio por interrumpidas las conversaciones hasta que fuesen puestos en libertad sus técnicos, y el Gobierno Civil y la Delegación de Trabajo, entidades a las que ambas partes habían pedido mediar en el conflicto, respaldaron oficiosamente esta condición . Por su parte, el Colegio de

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Ingenieros de Minas del Noroeste, cansado de la

indefensión de sus asociados, presentó denuncia en el Juzgado de instrucción número uno de Ponferrada contra los encerrados en el interior de la mina por «presunto delito de secuestro».

Tras unos días de duda, todo parecía encarrilarse al acceder los encerrados a canjear a los facultativos por los secretarios provinciales de CC OO y UGT, Casimiro González y Fermín Carnero, y por el diputado del Grupo Mixto Andrés Fernández, que se ofrecieron para ocupar su

lugar. Cuando se cumplía una semana del encierro, los

mineros abandonaron esta medida de presión encontrándose con la sorpresa de que mientras dos de los técnicos habían declarado en el Juzgado que su bajada al pozo había sido una decisión voluntaria para realizar algunos trabajos de mantenimiento en el interior de la galería, el tercer ingeniero, Jesús Crespo Gutiérrez, mantuvo que él había sido retenido contra su voluntad. En consecuencia, seis mineros fueron detenidos y quedaron

pendientes de un proceso en el que, si prosperaba la querella del Colegio de Ingenieros de Minas, podían acabar siendo condenados a penas que en algún caso llegaban a los doce años de prisión.

La cita en los juzgados fue el día 25 de abril con la presencia de cientos de mineros en las calles de Ponferrada, exigiendo la libertad de los mineros detenidos en medio de una tensa crispación. Ante la estupefacción general de los allí presentes, uno de los manifestantes, Joaquín Suárez Menéndez tras arrojarse por encima una lata de gasolina, se prendió fuego sin que nadie pudiese evitarlo, en la plaza del Ayuntamiento de Ponferrada, donde encontraban los juzgados. Joaquín Sáenz de 34 años, era natural de Mieres y vecino de Fabero y trabajaba en la empresa Hijos de García Simón. El infortunado minero tras ser asistido en Ponferrada, fue trasladado rápidamente a la unidad de quemados del Hospital de Baracaldo con quemaduras de primer y

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segundo grado en más del cincuenta por ciento del cuerpo,

donde murió el día uno de junio.

El cambio de ser un pueblo dedicado a la agricultura de subsistencia y a la ganadería, a ser el primer municipio de España en producción de antracita no fue gratuito para Fabero. La mina se cobró su tributo a través de los accidentes laborales y las enfermedades profesionales, además del tributo medioambiental.

La asfixia por compresión, la fractura craneal y la

hemorragia eran las causas más comunes de la muerte en accidente minero. Pero sin duda, fue el 19 de noviembre de 1.984, la jornada más fatídica y negra de la historia minera de Fabero. Ese día a las 8,30 de la mañana se produjo en el Piso 17 Sur del Grupo Río de la empresa Combustibles de Fabero, el incendio y deflagración de una bolsa de grisu, que originó una explosión que causó la muerte instantánea de tres mineros. Posteriormente la cifra de muertos a consecuencia de este grave accidente se

elevaría hasta ocho muertos, mientas que los heridos que supervivieron al grave accidente fueron cuatro. El accidente conmocionó a la cuenca minera de Fabero, al resto de las cuencas mineras de la provincia y como no al Bierzo y a todos los leoneses. Por ello la asistencia a los sepelios de los desafortunados mineros fue multitudinaria. A los ataúdes les precedieran numerosas coronas llegadas de la mayoría de las cuencas mieras de España. Cada año el 19 de noviembre se celebra una misa en memoria de los ocho mineros fallecidos y de todas las victimas de mina en

Fabero.

Las causas de la deflagración y posterior explosión no se han podido determinar. Pudo ser una bombilla de alumbrado o la manipulación del tren energético que se estaba reparando en aquel fatídico momento o incluso que alguien saltándose la tajante prohibición al respecto, tratase de encender un cigarrillo.

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Lo que parece que si ha quedado claro es que, si se

hubiese comprobado si había gas grisú en dicho piso antes de empezar la jornada, según está contemplado en una directiva de seguridad minera, el accidente podía haberse evitado. Así al menos lo entendió en su sentencia la Audiencia Provincial de León, tribunal que se encargó de juzgar el accidente, sumario nº 4/85 del Juzgado nº 2 de Ponferrada, promovido por el Ministerio Fiscal y por los familiares de los fallecidos y los perjudicados y en el que ejercitaban la acción popular la Federación Estatal de Mineros de la Unión General de Trabajadores y la

Federación Minera de Comisiones Obreras.

La Audiencia condenó a prisión menor por imprudencia temeraria con resultado de muertes y lesiones graves, al ingeniero director de Combustibles de Fabero, al capataz jefe del tajo y al vigilante encargado de medir el gas Y de forma solidaria condenó a la empresa a indemnizar con once millones de pesetas a cada una de las viudas e hijos de los seis mineros fallecidos que estaban casados y nueve millones de pesetas a los padres de los dos mineros fallecidos que estaban solteros. Así como indemnizaciones

para los cuatro mineros que habían resultado heridos en el siniestro.

Este grave accidente marcó un antes y un después en la seguridad minera del Bierzo y también de León. A partir del accidente patronos, sindicatos y trabajadores se concienciaron en que, la seguridad es primordial en la mina lo que trajo consigo un mayor rigor a la hora de observar las directivas de seguridad minera. Esto junto con la mecanización y los nuevos sistemas de posteo

contribuyeron a que los accidentes mortales disminuyesen sensiblemente. A pesar de las mejoras en seguridad, la mina siguió cobrándose víctimas mortales en la provincia de León, siendo el año 1997, uno de los años que mas victimas hubo con catorce mineros muertos en la provincia de León.

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La Restructuración

La entrada de España en la Comunidad Europea en

1986 implicó un giro en la política nacional con el sector del carbón ya que el principio de libre competencia impedía que el estado siguiese regulando los precios del carbón térmico. Lo que obligó a marcar un nuevo sistema para la fijación de los precios del carbón destinado a las centrales térmicas, denominado Nuevo Sistema de Contratación del

Carbón Térmico. El nuevo sistema exigía a las empresas la presentación de un plan estratégico de viabilidad.

En un primer momento la Comunidad dio su visto bueno a este sistema, pero con posterioridad fue mostrando cada vez mayor desconfianza sobre el mismo y las ayudas públicas que se concedían. Recomendando al gobierno español poner en marcha planes de reestructuración del sector a través de las Decisiones de diciembre de 1989 y julio de 1990, con el fin de reducir las ayudas públicas que, a través de OFICO, Oficina de

Compensación de la Energía Eléctrica se daban al sector.

La directiva de 1989 (Decisión 90/198 CECA) ordenaba la elaboración de un Plan de Reordenación para la minería sin contrato programa. En este grupo se incluían todas las empresas de la provincia de León. Dicho Plan fue elaborado por la Comisión Delegada del Gobierno para asuntos económicos y se aprobó por Orden Ministerial de 31 de octubre de 1990, para ejecutarse en el periodo 1990-1993. Su objetivo era reducir los costes de

producción, mejorar la productividad así como las condiciones de trabajo y seguridad en las minas y la restructuración de las comarcas mineras.

Aunque se acogieron al plan varias empresas con resultados negativos de las cuencas mineras de Sabero y Fabero, estas tuvieron que cerrar. Hulleras de Sabero y anexas cerró sus explotaciones a finales de 1991 dejando en el paro a 400 trabajadores. Y en la Cuenca de Fabero

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cerraron dos años después, en 1993, Combustibles de

Fabero, Antracitas de Marrón y Antracitas del Bierzo. Integrándose los seiscientos trabajadores de estas empresas junto con sus cupos de carbón térmico (entre 650 y 800 toneladas hombre y año), en Victoriano González, empresa que junto a Antracitas de Gaiztarro habían sido adquiridas por el empresario Victorino Alonso.

Este acuerdo de recolocación junto a otros diez compromisos entre los que se encontraba la construcción de una planta de desulfuración para poder seguir

consumiendo los carbones de la Cuenca Fabero Sil, fueron el resultado de las medidas de presión llevadas a efecto por los mineros de la cuenca Fabero Sil, mediante cortes en la carretera Nacional VI , un encierro en huelga de hambre de siete sindicalistas en el Pozo Alicia de la empresa Combustibles de Fabero y una gran concentración de vecinos del Bierzo ante el Ministerio de Industria en Madrid.

Destacar que la solidaridad con la causa de los trabajadores de Antracitas de Marrón y Combustibles de Fabero, fue ejemplar. El Comité de huelga recibió ayudas

económicas por importe de más de doce millones de pesetas, de los cuales más de diez millones fueron donados por juntas vecinales, ayuntamientos y otros organismos provinciales. El resto de donativos procedieron de los vecinos y comerciantes de Fabero y de la recaudación del partido de fútbol entre la S.D. Fabero y el Real Club Arenas de Vega de Espinareda. Destinándose más de nueve millones de pesetas a pagar los autocares que se desplazaron hasta Madrid a la manifestación ante el Ministerio de Industria. Con el superávit, 1.102.000 pesetas se creó un fondo para costear futuras movilizaciones mineras.

La incorporación de los trabajadores de Combustibles de Fabero en Victoriano González no impidió que estos mantuviesen su reivindicación de cobrar las nóminas que la empresa no les había pagado. De reivindicar su cobro se encargaron sus esposas que, ante la adquisición de los grupos mineros de Maurín y Río, por parte de la empresa

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Minera de Fontoria, se cerraron en el mes de mayo de

1995 en dichas instalaciones impidiendo la entrada a los tajos a los productores de Minera de Fontoria. Reclamando que los 116 millones de pesetas que correspondían a COFASA por el cierre de actividad que habían sido entregados a la Seguridad Social para amortizar la deuda que la entidad minera tenía con ella, fuesen destinados a conjugar parte de los trescientos millones de pesetas que la empresa había dejado sin pagar a sus productores.

Después de cuarenta y cinco días de movilizaciones,

tras decidir el juzgado que esos 116 millones de pesetas fuesen depositados en las arcas del mismo, a la espera de que el juez determinase la preferencia de cobro de los acreedores de COFASA, las mujeres abandonaron definitivamente las medidas de presión. En octubre de ese mismo año el juez determinó que esos 116 millones de pesetas se destinaran al pago de parte de las nóminas que la empresa dejo sin pagar a sus productores.

En lo que respecta a la principal empresa de Fabero,

Antracitas de Fabero. El 1 de febrero de 1990, el director gerente de la misma, Carlos Sainz entregó al Comité de empresa que presidía Cesar López Rodríguez, delegado por la Unión General de Trabajadores, una copia del Plan Estratégico presentado ante la Dirección General de Minas del Ministerio de Industria, en el que se preveía el cierre de la empresa para el 31 de diciembre de 1993 por falta de yacimiento. Lo que motivó que se barajase una posible fusión de Antracitas de Fabero con Antracitas de Gaiztarro, realizándose e incluso ultimándose el estudio de fusión. Pero el mismo se dejo sin efecto al apostar estas empresas por el intercambio de yacimientos. Antracitas de Fabero dio concesiones para explotar a cielo abierto a Gaiztarro a cambio de concesiones de interior. Este acuerdo fue ratificado por el entonces Director General de Minas, el berciano Enrique García gran conocedor de la zona, al ser

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de la localidad de Faro, población ubicada a 17 kilómetros

de Fabero.

El intercambio de yacimientos empezó a flaquear a mediados del mes de junio de 1995, originando cierto temor entre los trescientos trabajadores de Antracitas de Fabero. Este enrarecido ambiente, me dio pie junto a algunas filtraciones, para publicar el 11 de septiembre de 1995, en el Diario de León como primicia y a toda plana un reportaje con el sugestivo título, La sombra de Victorino Alonso planea sobre el futuro de Antracitas de Fabero. La

respuesta al mismo por parte de la dirección de Antracitas de Fabero, no se hizo esperar y al día siguiente la dirección de la empresa negaba en un comunicado de prensa que estuviese dispuesta a vender la mina y asegurando que el yacimiento era viable.

En el año 1.997 Antracitas fue adquirida por Victorino

Alonso que la integró en la Unión Minera del Norte pasándose a denominarse, Sector Fabero de UMINSA. Y se cerró en los primeros días del mes de marzo del año 2.002, pasando su plantilla al grupo Jarrinas de esta empresa,

enclavado en el corazón de la Gran Corta. Este cierre significó la desaparición de la minería de interior en el municipio de Fabero ya que en el año 1997 también se había hecho el empresario Victorino Alonso con la empresa Minera de Fontoria y sus tres grupos en explotación, Minas de Sorbeda, Mina Goya y Minera de Peñarrosa.

Desde el año 2002 la mina a cielo abierta denominada la Gran Corta, es la única explotación minera con actividad en Fabero, mientras que hoy, menos de cien mineros de Fabero trabajan en las distintas explotaciones que Victorino Alonso tiene en Asturias (Tormaleo y Cerredo) y también en los grupos mineros de Sil. A partir del cierre del Sector Fabero de UMINSA, el Ayuntamiento de Fabero, que siempre se tuvo clara la idea

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de aprovechar los vestigios mineros para usos múltiples,

pone en práctica la idea de aprovechar alguno de ellos para el turismo, este fue el caso del Pozo Julia.

Una vez que el empresario Victorino Alonso cedió las instalaciones del Pozo Julia, se aprovechan las instalaciones para celebrar la Feria Internacional de Turismo Minero, idea innovadora y pionera que tuvo una gran acogida en sus dos ediciones, y que contó con la participación de de países como Alemania, Portugal y Francia, así como una amplia representación de Municipios Mineros de toda

España.

Este afán de aprovechamiento de los vestigios mineros fue el origen del Proyecto del Parque Temático de la Minería que se ubicará en los aledaños del Pozo Julia. Y también fue el germen de la constitución de Asociación de Mineros Cuenca de Fabero que desde su creación han hecho y siguen haciendo una labor encomiable por el Municipio. A ellos se les debe la reconstrucción de una galería a escala real, donde el visitante se puede dar una idea bastante exacta de la dureza de los trabajos mineros.

A ellos se les debe también que las instalaciones estén abiertas al visitante en periodos invernales, fines de semana, puentes…, ya que son ellos los que se encargan de las visitas guiadas por las instalaciones mineras. En definitiva han puesto en valor del Pozo Julia, que sin más promoción que la de boca a boca, recibe una media de más 20.000 visitantes al año.

Hoy, Fabero sin más instalaciones mineras en activo que la Gran Corta, tiene sus esperanzas puestas en la fábrica de recauchutado de ruedas de gran diámetro que Victorino está construyendo en las instalaciones del antiguo Grupo Valdeguiza. Y también en una vía rápida que acorte el tiempo de traslado desde Fabero a los principales polígonos industriales del Bierzo, con el fin de que parte de sus vecinos, especialmente los más jóvenes, no tengan que emigrar y puedan trabajar en los mismos.

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BIBLIOGRAFIA:

Los trabajos y los Hombres de Eloy Terrón La Minería Leonesa durante la II República Estadística Minera de 1934 Esclavos por la Patria autor Elías Lafuente Miguel Roiz 1973

Actas Plenos Ayuntamiento Fabero Hemerotecas ABC, Vanguardia, El Pais.