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ScrdeM 119 LO QUE MARÍA GUARDABA EN SU CORAZÓN (Lc 2,19 y 51 en la meditación de los cristianos) LUCAS F. MATEO-SECO Palabras clave: María, tradición, Lc 2,19 y 51. Resumen: Lc 2,19 y 51 son en sí mismos unos versículos sencillos: la Madre guarda en el corazón los recuerdos del Hijo. La tradición cristiana a lo largo de estos dos mil años ha visto en ellos una gran riqueza de contenido y de aplicaciones; el presente estudio analiza los hitos principales de esta tradición, desde los Santos Padres hasta nuestros días. Cuando San Lucas habla en Hch 1,14 de la presencia de la Madre de Jesús en el Cenáculo, deja entrever una presencia maternal y activa, un testimonio autorizado, una labor educadora de la primera Iglesia. Así lo expresa Benedicto XVI en Porta Fidei: “Con fe, María saboreó los frutos de la resurrección de Jesús y, guardando todos los recuerdos en su corazón (cfr. Lc 2,19.51), los transmitió a los Doce, reunidos con ella en el Cenáculo para recibir el Espíritu Santo (cfr. Hch 1,14; 2,1-4)”. WHAT MARY KEPT IN HER HEART KEY WORDS: Mary, tradition, Lk 2,19 and 51. SUMMARY: Lk 2,19 and 51 are themselves simple verses: Mother keeps the memories of the Son in the heart. The Christian tradition over two thousand years has seen in them a wealth of contents and applications. This study analyzes the major steps of this tradition from the Fathers to the present. When St. Luke spoke in Acts 1,14 about the presence of Jesus’ Mother in the Cenacle, suggests a maternal presence and active, authorized testimony, a teaching labour in the early Church. So says Benedict XVI in Porta Fidei: “With faith, Mary savoured the fruits of the resurrection of Jesus and, keeping all the memories in her heart (cfr. Lk 2,19.51), passed them on the Twelve, meeting with her in the Upper Room to receive the Holy Spirit (cfr. Acts 1,14; 2,1-4)”.

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LO QUE MARÍA GUARDABA EN SU CORAZÓN

(Lc 2,19 y 51 en la meditación de los cristianos)

LUCAS F. MATEO-SECO

Palabras clave: María, tradición, Lc 2,19 y 51.

Resumen: Lc 2,19 y 51 son en sí mismos unos versículos sencillos: la Madre guarda en el corazón los recuerdos del Hijo. La tradición cristiana a lo largo de estos dos mil años ha visto en ellos una gran riqueza de contenido y de aplicaciones; el presente estudio analiza los hitos principales de esta tradición, desde los Santos Padres hasta nuestros días. Cuando San Lucas habla en Hch 1,14 de la presencia de la Madre de Jesús en el Cenáculo, deja entrever una presencia maternal y activa, un testimonio autorizado, una labor educadora de la primera Iglesia. Así lo expresa Benedicto XVI en Porta Fidei: “Con fe, María saboreó los frutos de la resurrección de Jesús y, guardando todos los recuerdos en su corazón (cfr. Lc 2,19.51), los transmitió a los Doce, reunidos con ella en el Cenáculo para recibir el Espíritu Santo (cfr. Hch 1,14; 2,1-4)”.

WHAT MARY KEPT IN HER HEART KEY WORDS: Mary, tradition, Lk 2,19 and 51.

SUMMARY: Lk 2,19 and 51 are themselves simple verses: Mother keeps the memories of

the Son in the heart. The Christian tradition over two thousand years has seen in them a

wealth of contents and applications. This study analyzes the major steps of this tradition

from the Fathers to the present. When St. Luke spoke in Acts 1,14 about the presence

of Jesus’ Mother in the Cenacle, suggests a maternal presence and active, authorized

testimony, a teaching labour in the early Church. So says Benedict XVI in Porta Fidei: “With faith, Mary savoured the fruits of the resurrection of Jesus and, keeping all the

memories in her heart (cfr. Lk 2,19.51), passed them on the Twelve, meeting with her in

the Upper Room to receive the Holy Spirit (cfr. Acts 1,14; 2,1-4)”.

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Lo que María guardaba en su corazón

LcMaría guardaba todas estas cosas, ponderándolas

en su corazón; Y su madre guardaba estas

cosas en su corazón.

2. Arístide Serra ha estudiado detenidamente Lc

Lc

“La disposición reflexiva de María se inició ciertamente en los días en que ella acogió en su seno al Hijo de Dios, lo dio a luz y lo educó a lo largo de las etapas de la evolución de su crecimiento. Sin embargo, la

1. J. M. Pemán, Lo que María guardaba en su corazón, Palabra, Madrid, 1991. 2. Cfr. p. e., V. Fusco, “Il messaggio e il segno. Riflessioni esegetiche sul racconto lucano

della natività (Lc 2, 1-20)”, en C. Casale Marchesi (ed.), Parola e Spirito. Studi in onore di

S. Cipriani, I, Paideia, Brescia 1982, 293-333; P. Haudebert, “Les bergers en Luc 2,8-20”, en Kecharitomene, Mélanges R. Laurentin, Desclée, París, 1990, 179-185.

3. Cfr. A. Serra, “Sapienza e contemplazione di Maria secondo Luca 2, 19.51b”, Marianum, Roma, 1982, 176-258, y en la voz “Biblia” en el Nuevo Diccionario de Mariología, Paoline, Cinisello-Balsamo, 1985, 252-261. Cfr. también Maria secondo il Vangelo, Queriniana, Brescia, 1987.

4. A. Serra, “I Pastori al Presepio. Riflessioni su Lc 2,8-20 alla luce dell’antica tradizione giudaico-cristiana”, Marianum 54 (1992). Este trabajo está después recogido en A. Serra, Nato da Donna. Ricerche bibliche su Maria di Nazaret (1989-1992), CENS, Marianum, 1992.

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Madre de Jesús perseveraba en su meditación también después de que el Hijo resucitó de entre los muertos. Es legítimo pensar que en el seno de la comunidad de Jerusalén (Hch 1,14) ella estaba atenta a la predicación de los pastores de la Iglesia, los apóstoles (Hch 2,42). Acogiendo aquel mensaje centrado sobre la Pascua, María –iluminada también por el Espíritu (Hch 1,14; 2, 1-4)– pudo alcanzar la comprensión plena del misterio de la encarnación, que había aceptado al pronunciar su fiat. Simbolizando el conjunto de los acontecimientos referentes al Hijo, poniéndolos en relación uno con otro (Lc 2,19b), alcanzaba a descubrir la íntima coherencia y la sabia armonía subyacente al designio divino de la historia de la salvación. Después, transmitiendo a la Iglesia los tesoros de su contemplación sapiencial, la Santa Virgen se convertía en testigo de las “cosas grandes” realizadas en ella por el Señor en beneficio de todo su pueblo”5.

Señor, desde su nacimiento hasta su muerte, y la meditación amorosa de

“Se puede afirmar que las consideraciones elaboradas en torno a Lc 2,19 convergen todas en este punto. La Iglesia apostólica (en la persona de sus pastores) tomó conciencia de que María era un trámite obligado para llegar a conocer los albores de la encarnación. Solamente ella tuvo una experiencia directa de aquellos hechos y los recordó asiduamente hasta conseguir la plena inteligencia de los mismos, gracias sobre todo a la revelación pascual”6.

5. A. Serra, Nato da Donna, cit., 95. Sobre este asunto, cfr. también S. Muñoz Iglesias, Los

Evangelios de la Infancia III, BAC, Madrid 1987, esp. 155-156; R. Laurentin, I Vangeli

dell’infanzia di Cristo. La verità del Natale al di là dei miti. Esegesi e semiotica. Storicità e

teología, Paoline, Cinisello-Balsamo, 1985, 520-521 (Ed. francesa, Les Évangiles de l’Enfance

du Christ: verité de Natale au delá des mythes, Desclée de Brouwer, París ,1983). Cfr. también R. Laurentin, Jésus au Temple: mystère de Paques et foi de Marie en Lc 2,48-50, Gabalda, París, 1966.

6. A. Serra, Nuevo Diccionario de Mariología, cit., 333.

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San Lucas destaca en Hch María, la madre de Jesús en

La Virgen, contemplativa de la palabra

Lc

Las dos frases de San Lucas que estamos considerando son de una

Leclerq

7. Consideraciones monásticas sobre Cristo en la Edad Media, Bilbao, 1999, 43-56. Estas páginas son un capítulo verdaderamente sugerente para nuestro tema. Tiene este elocuente título: María a la lectura de Cristo.

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El claroscuro de la fe

“Pues sabía que se trataba de alguien más que de un hombre; por lo tanto custodiaba sus palabras en su corazón, no como las de un niño de doce años, sino como las de quien ha sido concebido por obra del Espíritu Santo y a quien veía crecer en sabiduría y gracia ante Dios y los hombres”8.

“¿Qué cosas guardaba en su corazón? Las que le dijeron el ángel, los pastores, Simeón y Ana, y todo lo que el mismo (Jesús) les dijo. Pues, aunque no entendieron del todo las cosas que había dicho, la Madre

8. Orígenes, In Lc. hom. 20, GCS 49, 123.

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de Dios (Theotókos) entendió que eran divinas y sobrehumanas. No tomaba a la ligera ningún hecho o dicho, sino que los guardaba dentro de sí, sabiendo que vendría un tiempo en el que se manifestaría lo que ahora estaba oculto en Él”9.

Theotokos– tiene

Las Bodas de Caná

Jn

meditaba en su corazón los acontecimientos de la vida del Señor.

“Preguntarás: ¿cuándo comenzó la Madre a imaginar (phantasthénai) algo grande de Él? Ya había comenzado a manifestarse un poco antes por las cosas que había dicho a los discípulos. Y en el testimonio de Juan (el Bautista). Y antes de esto, las cosas que habían sucedido en su misma concepción y en su nacimiento le proporcionaban una gran

9. Orígenes, Fragmentos 80-81, GCS 49, 260.

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estima de su Hijo. Pues oyó, dice, todas las cosas acerca de su Hijo, y

las guardaba en su corazón (Lc 2,19). Y preguntarás, ¿por qué no hizo esto antes? Porque antes pasaba como uno de tantos; por esta razón no se atrevía la Madre a pedirle una cosa así. Pero una vez que oyó que Juan (el Bautista) había venido por su causa y había dado de Él un testimonio de tal envergadura, y que tenía discípulos, entonces finalmente, al faltar el vino, le ruega: No tienen vino”10.

Lccon Jn

Lc

conocía el testimonio del Bautista.

Lc

“Y debemos preguntarnos: si hasta aquí no hizo ningún milagro y este es el primero que hace, ¿por qué su Madre, al faltar el vino, se acercó a Él como si conociese su poder y le dijo. No tienen vino (Jn 2,3)? ¿Por dónde sabía que Él podía hacer esto? Es claro que desde el comienzo su Madre tenía una gran opinión de Él desde su niñez. Pues cuando, según lo prescrito por la Ley, aún niño lo llevó al templo

10. San Juan Crisóstomo, In Joannem, 21,3: PG 59, 132.

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para ofrecer el sacrificio por el primogénito tuvo clara la grandeza de su Hijo por las palabras de Simeón que profetizaba de Él y por las palabras de Ana. Lo mismo supo por el ángel que le anunciaba su concepción diciéndole: Concebirás sin varón, del Espíritu Santo, y será grande y será

llamado Hijo del Altísimo. Después, cuando nació y fue puesto en el pesebre, los ángeles se aparecieron a los pastores, y los pastores vinieron narrando su visión. El evangelista añadió a estas cosas: María guardaba

estas cosas ponderándolas en su corazón (Lc 2,19). Tampoco las palabras de Isabel carecieron de importancia. Y más admirable por encima de todos fue el acontecimiento de los Magos. De todas estas cosas podía deducir con claridad su grandeza. Y si a esto se añade el testimonio de Juan, con toda razón lo tenía a Él en una gran admiración”11.

ía

El silencio y la intimidad

Lc

11. T. de Mopsuestia, In Joannis Evangelium: CSCO 116, 40.

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“María también encuentra motivos para su fe en los pastores; también el pueblo es congregado por los pastores (de la Iglesia) para reverenciar a Dios. Se maravillaron de las cosas que les dijeron los pastores. Y María conservaba

todas estas palabras meditándolas en su corazón (Lc 2,19). Consideremos la castidad de la santa Virgen en todas las cosas: no menos pudorosa en el cuerpo que en la palabra, meditaba en su corazón los temas de la fe. Si María aprende de los pastores, ¿por qué tú te niegas a aprender de los sacerdotes? Si María calla antes de los preceptos apostólicos, ¿por qué razón tú, después de los preceptos apostólicos prefieres enseñar a aprender?”12.

“María, cuando oía las palabras de Cristo, las meditaba todas en su corazón”13.

“Quien tiene corazón, guarda los mandatos de Dios, como habéis leído sobre María, que conservaba en su corazón todos los hechos y dichos del Señor Salvador”14.

“María, por amor a su Hijo, meditaba todas sus palabras en su corazón con cariño materno”15.

12. San Ambrosio, In Lucam 2, 38: CCL 14, 47; PL 15, 1566.13. San Ambrosio, In Paslmum 118, 2, 6; CSEL 62, 76; PL 15, 1211.14. San Ambrosio, In Psalmun 118, 12, 1: CSEL 62, 252; PL 15, 1361.15. San Ambrosio, In Psalmum 118, 13, 3; CESL 62, 283; PL 15, 1380 B.

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“Quien es proclive a hablar (...) deja desierto su interior al no saber cubrirse ni mantener la palabra que recibió, como Santa María, que conservaba todas las palabras en su corazón sin dejar que nada se derramase de su corazón”16.

Y en el De institutione virginis,

“Has muerto al mundo de una vez para siempre; no toques ni te enredes, te lo ruego, en las cosas propias de este siglo, sino que manteniéndote siempre en los salmos, himnos y cánticos espirituales, apártate de la convivencia con este mundo: no cantas a un hombre, sino a Dios. Medita en tu corazón como hacía María”17.

Lc

“La Iglesia no cesa de besar los pies de Cristo y, por lo tanto en el Cantar de los Cantares no sólo se exige un beso, sino muchos, pues, como santa María, está pendiente de todos sus dichos, recibe todas sus palabras cuando se lee el Evangelio o el profeta, y conserva todos sus dichos en su corazón”18.

Una homilía navideña de San Jerónimo especialmente influyente

LcMaria autem conservabat omnia

verba haec conferens in corde suo, symballoconfero, ponderar: María

16. San Ambrosio, In Psalmum 118, 4, 17; CSEL 62, 76; PL 15, 1246.17. San Ambrosio, De institutione virginis, 103: PL 16, 313 B-333 A.18. San Ambrosio, Epistula 41, 18. PL 16, 1118 A.

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guardaba todas estas cosas ponderándolas en su corazón.

“¿Qué quiere decir este conferens? Debió decir “poniéndolas en su corazón”; debió decir “las consideraba en su corazón y las apuntaba para sí misma”. Pero se dice conferens in corde suo, porque era santa, había leído las santas Escrituras y conocía a los profetas. Recordaba que el ángel Gabriel le había dicho aquellas cosas que ya estaban dichas en los profetas. Veía con éstos, comparándolos (conferens) en su corazón, si se cumplía aquello de que El Espíritu santo vendrá sobre

ti y la virtud del Altísimo te cubrirá con su sombra; por esta razón, lo santo

que nacerá de ti será llamado Hijo de Dios (Lc 1,35). Esto es lo que le dijo Gabriel, lo había predicho Isaías: He aquí que una virgen concebirá

y dará a luz (Is 7,14). Esto lo había leído; aquello lo había oído. Veía al niño reclinado; veía al niño llorando en el pesebre, veía yaciendo al Hijo de Dios, su hijo, el único hijo. Veía al que yacía y comparaba las cosas que había oído y que había leído con las cosas que estaba viendo. Ella comparaba en su corazón; contemplemos también nosotros en nuestro corazón que hoy nace Cristo”19.

19. San Jerónimo, In Nativitate Domini, CCL 78, 526-527.

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a Lc

“Y su madre conservaba todas estas palabras en su corazón (Lc 2,51). Es decir, todas las cosas que había oído de Él a los ángeles, a los pastores, a los Magos, a Simeón, a la profetisa Ana, o también las cosas que veía que hacía Él, rumiándolas como un rumiante; conservaba en su corazón sin querer entregar sus margaritas preciosas a los cerdos, ni dar lo santo a los perros, sino esperando el tiempo de su edad adulta en el que, al hacer milagros, se mostrase Dios y en el que se habían de escribir estas cosas para que todas ellas fuesen narradas ordenadamente. Por esta razón el evangelista había dicho un poco antes: conferens in corde suo (Lc 2,19). Porque comparaba aquellas cosas que tenían lugar en Él con las cosas que había leído de Él en los oráculos de los profetas y con tanta más verdad creía que Él era Dios cuanto que veía que se cumplía en Él todo lo que había leído de Él”20.

20. Haymo, Homilía XVII, PL 118, 125. Aimon o Haymon, monje de Fulda. Con Rábano Mauro fue durante un tiempo discípulo de Alcuino en Tours. En el a. 839 Aimon se convirtió en abad del monasterio de Halberstadt. Muere como obispo de Halberstadt el 26 de marzo del 853. Se le atribuyen sobre todo comentarios bíblicos y homilías de todos los domingos y muchas fiestas. Haymon sigue muy de cerca las enseñanzas de los Padres y de San Benito. Su obra es un testimonio elocuente de la piedad del siglo IX.

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Homilía in Nativitate Domini secundum Lucam.

de los ángeles y han decidido ir al Portal. Al llegar encuentran a María, a José y al Niño reclinado en el pesebre y al verlo reconocieron las cosas que les habían sido anunciadas de este niño, y todos los que lo oyeron se maravillaron Lc

“María conservaba todas estas cosas ponderándolas en su corazón (Lc 1,19). María, no menos pudorosa en su palabra que en su cuerpo, pondera silenciosa las cosas que había visto que sucedían en ella y las cosas que había leído en las Escrituras que tenían que suceder. Había leído en Isaías: He aquí que la virgen concebirá y dará a luz un hijo (Is 7,14). Había leído: El buey ha conocido a su dueño y el asno el pesebre de su señor (Is 1,3). Veía en el pesebre al Hijo de Dios, a su hijo, a su único hijo, llorando. Sabía que Ella había nacido de la estirpe de David, había concebido del Espíritu Santo en Nazaret, había dado a luz en Belén. Había leído los testimonios de todas estas cosas en la profecía. Así pues, compara las palabras de los profetas con los hechos, y en todos encuentra razones para creer”21.

21. Wernerus Abbas S. Blasii, In Nativitate Domini secundum Lucam, PL 157, 778-779. Werner de San Blas presenta una serie continua de sermones para todos los domingos y fiestas en sus Libri deflorationum sive excerptionum ex melliflua diversorum Patrum signanter Augustini aliorumque

doctorum orthodoxorum doctrina super evangelia de tempore per anni circulum. Además de los Santos Padres, Werner cita con frecuencia las obras de Hugo de San Víctor. Fue abad de San Blas desde el 1170 al 1174 (cfr. P. Glorieux, Las Deflorations de Werner de Saint-Blaise, en Mélanges

Joseph Ghellink, 2, Gembloux, 1951, 699-721; H. de Lubac, Exégèse medievales. Les quatre sens de

l’Écriture, 1-2, París, 1959-1961. Cfr. también G. Michielis, Wernerus, DSp XVI, 1371-1372.

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“María conservaba todas estas palabras, dice Lucas, y las confrontaba

(symballo) en su corazón (Lc 2,19). ¿Qué palabras? Las del arcángel Gabriel, las de Zacarías, las de Isabel, las de los pastores que habían recibido el anuncio del ángel y el de los órdenes de los ángeles que con su himno daban fe de la buena nueva de la salvación. Y ¿con qué comparaba esas palabras en su corazón? ¿Acaso no es evidente que las comparaba con aquellas cosas que había conocido por experiencia, cuando había concebido sin obra de varón, cuando había dado a luz sin dolor y sin daño? Comparando esas palabras con los acontecimientos que Ella había protagonizado deducía con rectitud que Aquél al que Ella había concebido debía confesarlo como Dios (Theón homologêin)”22.

La espada de dolor

Lc

22. Focio, Ad Amphilochium quaestio CLIII, PG 101, 817-820.23. T. de Ancira, Sermo in s. Deiparam et Simeonem, PG 77, 1391 C-1409 B.

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“¿Por qué mezclas, ¡oh anciano!, cosas tristes con las cosas alegres? Hasta ahora has hablado de luz y de gloria; ¿ahora anuncias la ruina y anuncias la espada para la madre? Sobre todo, dices, todo será a su tiempo: ruina para los que no creen, resurrección para los que creen. Y signo de contradicción (...) Y el alma de la Virgen tendrá más de una vez su tormento por los pensamientos que vienen y van”24.

lleva consigo vivir conscientemente cuanto está aconteciendo y cuanto va

“Ahora bien, la Santísima Madre de Dios conservaba todas estas palabras en su corazón, ya que Ella era el vaso y el receptáculo de todos los misterios”25.

También San José guarda en su corazón

24. “Ceterum animae quoque Virginis erit quandoque suum tormentum a variis cogitationibus ingredientibus et egredientibus” (T. de Ancira, Sermo..., cit., PG 77, 1409).

25. Sermón atribuido a Gregorio Taumaturgo, Homilía II in Annuntiationem, PG 10, 1.156-1.169. Cfr. R. Caro, La homilética mariana griega en el siglo V, Dayton, 1972, 496-507.

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“Éste (José), después de conocer por los pastores que el ángel del Señor había venido del cielo y les había dicho: No temáis. Mirad que vengo a anunciaros una gran alegría, que lo será para todo el pueblo: hoy os ha nacido en la ciudad de David, el Salvador, que es el Cristo, el Señor (Lc 2,10-11), y con él las milicias celestes habían cantado las alabanzas: Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad (Lc 2,13); que había visto decir a Simeón el justo con el Niño en los brazos: Ahora, Señor, puedes dejar a tu siervo irse en paz, según tu palabra (Lc 2,29), que había visto a la profetisa Ana, a los magos, a la estrella, a Herodes, a los ángeles, que –repito– había conocido tantos portentos, ¿se iba a atrever a tocar a quien era templo de Dios, sede del Espíritu Santo, madre de su Señor? Ciertamente, María guardaba todas estas cosas en su corazón (Lc 2,51). No niegues desvergonzadamente que José desconocía estas cosas, pues dice San Lucas: Su padre y su madre estaban admirados por las cosas que se decían de Él (Lc 2,33)”26.

Discreción de la Virgen

religiosum silentium .

26. San Jerónimo, De beatae Mariae virginitate perpetua adversus Helvidium liber unus, PL 23, 183 A-206.

27. Abad Ruperto, In Cantica Canticorum, I, PL 168, 844.

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“Tú, bienaventurada Virgen, has sido verdaderamente fiel y tu fe ha sido grande, no sólo porque has creído al ángel que te entregaba el alegre anuncio, sino también porque has custodiado este secreto. Jamás te has apresurado a provocar en nadie la admiración por tu felicidad, proclamando aquello que Dios había hecho en ti, sino a aquella (Santa Isabel) a la que el mismo Dios, es decir el Espíritu Santo, lo había revelado antes. El evangelista quiere que reflexionemos seriamente sobre este hecho desde el momento en que repite por dos veces: María, por su parte,

contemplaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón (Lc 2,19 y 51)”28.

María, educadora de la fe de la Iglesia

“Jesús, pues, queriendo reforzar con todos los medios los lazos de la piedad, cumplió aquel antiguo mandamiento que establecía honrar a los padres; y queriendo que la madre se mantuviese tal, le permitió sobrevivir para que confortase a los Apóstoles, y el senado apostólico pudiese ser informado sobre las cosas que Ella había visto y oído y que desde el comienzo guardaba en su corazón (cfr. Lc 2,19 y 51), y quedase reforzada así la enseñanza evangélica”29.

Jn

28. Abad Ruperto, ibidem.

29. A. de Bonavalle, Tractatus de septem verbis Domini in cruce, III, PL 189, 1695-1696.

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maternidad de su Madre.

“Cristo dejó temporalmente sobre la tierra a su Madre para que transmitiese a sus discípulos todas las experiencias que, de modo más familiar, había vivido con el Hijo y que había custodiado largamente en su corazón (Lc 2,19 y 51); y después de haber aplastado la cabeza de la antigua serpiente según la antigua profecía (cfr Gn 3,15), inculcase en el corazón de los creyentes una fe y un amor más arraigados y fuerte hacia Cristo, y condujese hacia su Hijo a la Iglesia de Cristo sin mancha ni arruga, aquella Iglesia que en el momento de la Ascensión Ella había recibido para que la instruyese”30.

“Sobria ebriedad”

Lc

30. P. de Blois (Petrus Belensis), Sermo XXIII, In Assumptione Beatae Mariae, PL 207 662.31. Cfr. J. Daniélou, “Mystique de la ténèbre chez Grégoire de Nysse”, Dicctionnaire de

Spiritualité, II, 1878-1879.

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“Pero, ¿qué decir de las delicias de las que esta unión tan estrecha era su fuente para Santa María? ¿Qué decir de sus alegrías con Jesús en la intimidad de la familia y de la admiración que le causaba la vista de los milagros de su Hijo? El milagro es llamado así a causa de la gran admiración que suscita (...) ¿Cuál, pues, tenía que ser la admiración y el éxtasis de María, que veía realizarse en torno a sí tantos milagros? Ella contemplaba estos prodigios, los meditaba con la máxima atención, como lo hace entender el siguiente texto de San Lucas: María conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón (Lc 2,19). ¡De cuánta admiración no se llenaría cuando pasaba revista a tantos prodigios: la inefable concepción de Jesús Cristo, obrada en ella por el poder del Espíritu Santo, la profecía de Isabel, la conmoción de Juan Bautista, su parto sin dolor y sin corrupción, la adoración de los pastores, la exclamación de la profetisa Ana! La maravilla, el éxtasis y la santa ebriedad a los que la meditación de todos estos prodigios arrojaba al alma de María, ¿quién podría no digo describirlas, sino ni siquiera imaginarlas?”32.

han

“Yo mantengo del mismo modo –escribe– que la Virgen ha gozado desde entonces de una sublime contemplación de los que fueron hechos partícipes también los sentimientos y los afectos del corazón, hasta el punto de que todas sus facultades se hicieron deiformes en algún modo. Pues no es posible que, en esta tierra, algún otro haya

32. Fray Luis de Granada, Sermones, 218. Cfr. S. di Fiores, L. Gambero, Testi mariani del

secondo millennio, 5, Roma, 2003, 332.

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podido conocer (a Cristo) y serle más cercano de cuanto lo conoció y le fue cercana su Madre. En favor de esto da testimonio todo lo que está escrito en el libro sapiencial del Eclesiástico, si es leído y aplicado a Nuestra Señora. El mismo Señor, por otra parte, quiso expresarse por medio de figuras cuando hizo poner el libro y el maná en el arca santa (cfr Dt 10,2 y Es 16,33), como si dijese: Cuanto hay de conocimiento sabroso y agradable ha sido puesto en mi Madre, la cual conservaba todas estas cosas meditándolas en su corazón (cfr Lc 2,19)”33.

Lc

Santa María y la Iglesia

Lc

.

33. San Buenaventura, Sermón VI sobre la Asunción de la Bienaventurada Virgen María (cfr. L. Gambero, Testi mariani del secondo millennio, 4, Roma, 1996, 282.

34. Pablo VI, Exh. Marialis cultus, 2-II-1974, n. 57.

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LO QUE MARÍA GUARDABA EN SU CORAZÓN...

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vida de oración.

la Virgen como la “Virgen oyente”, la “Virgen orante”, la “Virgen Madre”, la “Virgen oferente”

“Fe, con la que Ella, protagonista y testigo singular de la Encarnación, volvía sobre los acontecimientos de la infancia de Cristo, confrontándolos entre sí en lo hondo de su corazón (cfr. Lc 2,19). Esto mismo hace la Iglesia, la cual, sobre todo en la Sagrada Liturgia, escucha con fe, acoge, proclama, venera la palabra de Dios, la distribuye a los fieles como pan de vida y escudriña a su luz los signos de los tiempos, interpreta y vive los acontecimientos de la historia”36.

35. Cfr. Pablo VI, Exh. Apost. Marialis cultus, 2-II-1974, nn. 16-23.36. Pablo VI, Exh. Apost. Marialis cultus, cit., n. 17.

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Redemptoris Mater ,

Lc

“En medio de ellos (los Apóstoles), María perseveraba en oración como

madre de Jesús (Hch 1,13-14), o sea de Cristo crucificado y resucitado. Y aquel primer núcleo de quienes en la fe miraban a Jesús como autor

de la salvación (cfr. Conc. Vat. II, Const. Lumen gentium, n. 9) era consciente de que Jesús era el Hijo de María, y que ella era su madre, y como tal era, desde el momento de la concepción y del nacimiento un testigo singular del misterio de Jesús, de aquel misterio que ante sus ojos se había manifestado y confirmado con la cruz y resurrección. La Iglesia, por tanto, desde el primer momento miró a María a través de Jesús, como miró a Jesús a través de María. Ella fue para la Iglesia de entonces y de siempre un testigo singular de los años de infancia de Jesús y de su vida oculta en Nazaret, cuando conservaba cuidadosamente

todas las cosas en su corazón (Lc 2,19 y 51)”38.

Lc

37. Me refiero especialmente a la segunda parte, titulada “La Madre de Dios, en el centro de la Iglesia Peregrina”.

38. Juan Pablo II, Enc. Redemptoris Mater, 25-III-1987, n. 26.39. Cfr. Ibidem.

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“La Iglesia custodia también la fe recibida de Cristo; a ejemplo de María, que guardaba y meditaba en su corazón (cfr Lc 2,19 y 51) todo lo relacionado con su Hijo divino, está dedicada a custodiar la Palabra de Dios, a indagar sus riquezas con discernimiento y prudencia, con el fin de dar en cada época un testimonio fiel a todos los hombres”40.

“Su fe obediente plasma cada instante de su existencia según la iniciativa de Dios. Virgen a la escucha, vive en plena sintonía con la Palabra divina; conserva en su corazón los acontecimientos de su Hijo, componiéndolos como en un único mosaico (cfr Lc 2,19 y 51). Es necesario ayudar a los fieles a descubrir de una manera más perfecta el vínculo entre María de Nazaret y la escucha creyente de la Palabra divina. Exhorto también a los estudiosos a que profundicen más la relación entre mariología y

teología de la Palabra. De esto se beneficiarán tanto la vida espiritual como los estudios teológicos y bíblicos. Efectivamente, todo lo que la inteligencia de la fe ha tratado con relación a María se encuentra en el centro más íntimo de la verdad cristiana”41.

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Lc

40. Juan Pablo II, Enc. Redemptoris Mater, cit., n. 43.41. Benedicto XVI, Exh. Postsinodal, Verbum Domini, 30-IX-2010, n. 27.

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Los escrituristas han advertido con frecuencia que la observación de San Lucas puede estar apuntando hacia la Virgen como una de las fuentes de su evangelio, pensando especialmente en los evangelios de la infancia42. Hubiera ido contra la naturaleza de las cosas y del sentir normal de los corazones que la primera comunidad reunida en el Cenáculo en torno a la Madre no le hubiera preguntado sobre su recuerdos, no hubiese escuchado devotamente su testimonio. Las consideraciones actuales van más allá de esta sencilla observación que, por otra parte, es de sentido común. Se piensa –los últimos textos citados son elocuentes–, en un auténtico testimonio de la Virgen a la comunidad primera, en un ejercicio maternal de educación que brota de la profundidad de su contemplación y que forma parte del ejercicio de su maternidad sobre la Iglesia. Ese testimonio, reflejado en el Nuevo Testamento, ayudó a la primera comunidad a comprender mejor, entre otras cosas, lo que se refiere a la verdad de la Humanidad de Nuestro Señor.

Porta Fidei:

“Con fe, María saboreó los frutos de la resurrección de Jesús y, guardando todos los recuerdos en su corazón (cfr Lc 2,19 y 51), los transmitió a los Doce, reunidos con ella en el Cenáculo para recibir el Espíritu Santo (cfr Hch 1,14; 2,1-4)”.

Lucas F. Mateo-Seco

Director de Scripta de Maria

Facultad de TeologíaUniversidad de Navarra

42. He aquí un ejemplo: “En esta psicología profunda de María, que se acentúa otra vez en el v. 51, puede haber alusión a la fuente primera de Lucas” (J. Leal, La Sagrada Escritura. Nuevo

Testamento I., BAC, Madrid, 1964, p. 577).