LIAHONA ENERO 2002

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LIAHONA LA IGLESIA DE JESUCRISTO DE LOS SANTOS DE LOS ÚLTIMOS DÍAS ENERO DE 2002

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LIAHONALA IGLES IA DE JESUCRISTO DE LOS SANTOS DE LOS ÚLT IMOS DÍAS � ENERO DE 2002

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Jerusalén desde el Monte de los Olivos, por Max GestalJerusalén de antaño, como se aprecia a través del valle Kidron, desde el Monte de los Olivos, espera pacíficamente a los fatigados viajeros.

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Informe de la ConferenciaGeneral Semestral número 171de La Iglesia de Jesucristo de los

Santos de los Últimos DíasDiscursos y acontecimientos que tuvieron lugar los días 6 y 7 de octubre de 2001

en el Centro de Conferencias, en Salt Lake City, Utah

Una inscripción identifica el Templo de Salt Lake como

la casa del Señor

“No es necesario recordarlesque vivimos en tiempos pe-ligrosos…”, dijo el presi-

dente Gordon B. Hinckley eldomingo por la mañana, 7 de octu-bre de 2001. “Ahora bien, no quieroser un alarmista; no quiero ser unprofeta de calamidades. Soy optimis-ta. No creo que haya llegado eltiempo en el que una total destruc-ción acabe con nosotros. Ruego fer-vientemente que no sea así. Haytanto aún por hacer de la obra delSeñor. Nosotros, y nuestros hijosdespués que nosotros, debemos lle-varla a cabo”.

Agregó: “No hay necesidad detemer. Podemos tener paz en nues-tros corazones y paz en nuestros ho-gares. Cada uno de nosotros puedeser una influencia para bien en estemundo.”

Durante el discurso que pronuncióel domingo por la tarde, el presidenteHinckley dijo: “Ahora, en el día dehoy, nos vemos ante problemas parti-culares, graves, arrolladores, difíciles yque nos producen honda preocupa-ción. Sin duda, tenemos necesidaddel Señor… Nuestra seguridad yaceen la virtud de nuestras vidas.Nuestra fortaleza yace en nuestra rec-titud. Dios ha indicado claramenteque si no le abandonamos a Él, Él nonos abandonará a nosotros”.

Al clausurar la conferencia, elpresidente Hinckley oró al Señor:

“Bendice la causa de la paz y de-vuélvenosla pronto”.

Las sesiones de la conferencia ge-neral fueron dirigidas por el presiden-te Hinckley, el presidente Thomas S.Monson, Primer Consejero de laPrimera Presidencia, y el presidenteJames E. Faust, Segundo Consejero.

Las medidas administrativas de laconferencia que se llevaron a cabodurante la sesión del sábado por latarde afectaron a los Quórumes delos Setenta y a la presidencia general de la Escuela Dominical y a la de losHombres Jóvenes. En la Presidenciade los Setenta se realizaron dos

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cambios; se relevó a cinco miem-bros del Primer Quórum de losSetenta y se les otorgó el estado deAutoridad General emérita; se rele-vó a cuatro miembros del SegundoQuórum de los Setenta; se relevó aveinticuatro Autoridades de ÁreaSetenta y se llamó a tres nuevasAutoridades de Área Setenta; y sereorganizó la presidencia de laEscuela Dominical y la de losHombres Jóvenes (véase la pág.126 de este ejemplar).

Las sesiones de la conferencia setransmitieron a muchos centros deestaca de los Estados Unidos yCanadá, el Caribe, México yCentroamérica; diez países deSudamérica; el Reino Unido eIrlanda; otros 19 países europeos; ySudáfrica. Las sesiones generales setransmitieron vía satélite a aproxi-madamente 1.500 sistemas de televi-sión por cable y a estaciones de radioy televisión de los Estados Unidos yCanadá como servicio público. Laconferencia también estuvo disponi-ble a través del canal BYUTV enDish Network. Las sesiones genera-les de la conferencia también setransmitieron en vivo por Interneten www.lds.org/broadcast en 38idiomas. Las cintas video de las se-siones de la conferencia se pusierona la disposición de las áreas de laIglesia en las que no se recibió latransmisión. —Los editores �

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ÍNDICE DE TEMASActivación 57Adversidad 4, 27, 106Amor 7, 40, 68, 77, 94, 96, 112,

115Arrepentimiento 19Autodominio 90, 96Autosuficiencia 83Blasfemia 75Carácter 96Castidad 90Conocimiento 35Deber 43, 47, 57Dedicación 53Diezmo 37, 83Ejemplo 75, 109Enseñanza 80Esperanza 4,19Espíritu Santo 10, 100Estudio de las Escrituras 16, 71, 87Expiación 19, 33Fe 10, 16, 24, 31, 94, 104, 106Felicidad 33, 49Fondo Perpetuo para la

Educación 60Gratitud 37, 49Hermanamiento 7Humildad 16, 53Inclusión 40, 75Jesucristo 19, 31, 68, 80, 109Juventud 43, 47, 77Libro de Mormón 71Liderazgo 77, 112Modestia 75Muerte 68Mujer 13Murmuración 98Obediencia 31, 83, 98Obra misional 7, 87Oración 16, 87, 100, 104Paternidad 77, 80, 106, 109,

112, 115Paz 83Perdón 19Perfección 27Perseverancia 27Pioneros 49Plan de Salvación 33Prioridades 35, 106Profetas 24, 98Prójimo 40, 75, 94Relaciones familiares 80, 96, 109Resurrección 19, 68Sacerdocio 13, 51, 57, 60Sacerdocio Aarónico 43, 47Servicio 16, 51, 53, 57, 68, 94,

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Testimonio 100Unidad 10, 13, 40, 83Verdad 115

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Orientación Familiar y Maestras Visitantes:En los ejemplares de la revista Liahona quecorresponden a los números de la conferenciageneral, no se publica el mensaje para laorientación familiar ni el Mensaje para lasMaestras Visitantes propiamente designados. Losmaestros orientadores y las maestras visitantes,una vez que consideren por medio de la oraciónlas necesidades de los miembros que vayan avisitar, deben seleccionar uno de los discursos dela conferencia general para utilizarlo comomensaje.

En la cubierta: Fotografía por John Luke.

Las fotografías de la conferencia fuerontomadas por Craig Dimond, Welden Andersen,John Luke, Jed Clark, Matt Reier, Kelly Larsen,Tamra Ratieta, Ellie Carter, Mark Hedengren yRobert Casey.

Discursos de la Conferencia General enInternet: Para tener acceso a los discursos de laconferencia general en varios idiomas por mediodel Internet, conéctese con www.lds.org.

Los discursantes de la conferenciapor orden alfabéticoBallard, M. Russell 40Burton, H. David 75Clayton, L. Whitney 31Dew, Sheri L. 13, 112Didier, Charles 10Eyring, Henry B. 16Faust, James E. 19, 23, 53Golden, Christoffel, Jr. 33González, Walter F. 35Haight, David B. 24Hales, Robert D. 43Hilbig, Keith K. 51Hinckley, Gordon B. 4, 60, 83,104Holland, Jeffrey R. 37Jensen, Virginia U. 109Larsen, Sharon G. 77Maxwell, Neal A. 90Monson, Thomas S. 57, 68, 115Nelson, Russell M. 80Oaks, Dallin H. 7Orton, Robert F. 94Packer, Boyd K. 71Perry, L. Tom 87Peterson, Wayne S. 96Samuelson, Cecil O., Jr. 47Scott, Richard G. 100Smoot, Mary Ellen W. 106Snow, Steven E. 49Wirthlin, Joseph B. 27Workman, H. Ross 98

LIAHONA, enero de 2002Vol. 26, Número 1 22981-002Publicación oficial de La Iglesia de Jesucristo de losSantos de los Últimos Días, en el idioma español.

La Primera Presidencia: Gordon B. Hinckley, Thomas S. Monson, James E. Faust

El Quórum de los Doce Apóstoles:Boyd K. Packer, L. Tom Perry, David B. Haight, Neal A. Maxwell, Russell M. Nelson, Dallin H. Oaks, M. Russell Ballard, Joseph B. Wirthlin, Richard G. Scott,Robert D. Hales, Jeffrey R. Holland, Henry B. Eyring

Editor: Dennis B. NeuenschwanderAsesores: J. Kent Jolley, W. Rolfe Kerr, Stephen A. West

Administradores del Departamento de Cursos de Estudio:Director administrativo: Ronald L. KnightonDirector de redacción: Richard M. RomneyDirector de artes gráficas: Allan R. Loyborg

Personal de redacción:Editor administrativo: Marvin K. GardnerEditor asociado: Roger TerryColaboradora de redacción: Jenifer GreenwoodEditora ayudante: Susan BarrettAyudante de publicaciones: Collette Nebeker Aune

Personal de diseño:Gerente de artes gráficas: M. M. KawasakiDiseño artístico: Scott Van KampenDiseñadora principal: Sharri CookDiseñadores: Thomas S. Child, Randall J. PixtonGerente de producción: Jane Ann PetersProducción: Reginald J. Christensen, Denise Kirby, Kelli Pratt, Rolland F. Sparks, Kari A. Todd, Claudia E. WarnerPreimpresión digital: Jeff Martin

Personal de subscripción:Director de circulación: Kay W. BriggsGerente de distribución: Kris T. Christensen

Coordinación de Liahona: Enrique Resek

Para saber el costo de la revista y cómo suscribirse a ellafuera de Estados Unidos y Canadá, póngase en contactocon el Centro de Distribución local o con el líder del barrio o de la rama.

Las colaboraciones y los manuscritos deben enviarse aLiahona, Floor 24, 50 East North Temple, Salt Lake City,UT 84150-3223, USA; o por correo electrónico a: [email protected]

Liahona (un término del Libro de Mormón que significa“brújula” o “director”) se publica en albanés, alemán, armenio, búlgaro, camboyano, cebuano, coreano, croata, checo, chino, danés, esloveno, español, estonio,fidji, finlandés, francés, haitiano, hiligayanón, holandés,húngaro, iloko, indonesio, inglés, islandés, italiano, japonés, kiribati, letón, lituano, malgache, marshallés,mongol, noruego, polaco, portugués, rumano, ruso, samoano, sueco, tagalo, tailandés, tahitiano, tamil, telugu, tongano, ucraniano y vietnamita. (La frecuencia de las publicaciones varía de acuerdo con el idioma.)

© 2002 por Intellectual Reserve, Inc. Todos los derechosreservados. Impreso en los Estados Unidos de América.

Para los lectores de México: Certificado de Licitud detítulo número 6988 y Licitud de contenido número5199, expedidos por la Comisión Calificadora dePublicaciones y revistas ilustradas el 15 de septiembrede 1993. “Liahona”© es nombre registrado en laDirección de Derechos de Autor con el número252093. Publicación registrada en la Dirección Generalde Correos número 100. Registro del S.P.M. 0340294características 218141210.

For readers in the United States and Canada:January 2002 Vol. 26 No. 1. LIAHONA (USPS 311-480)Spanish (ISSN 0885-3169) is published monthly by TheChurch of Jesus Christ of Latter-day Saints, 50 East NorthTemple, Salt Lake City, UT 84150. USA subscription priceis $10.00 per year; Canada, $15.50 plus applicabletaxes. Periodicals Postage Paid at Salt Lake City, Utah, andat additional mailing offices. Sixty days’ notice required forchange of address. Include address label from a recentissue; old and new address must be included. Send USAand Canadian subscriptions to Salt Lake DistributionCenter at the address below. Subscription help line: 1-800-537-5971. Credit card orders (Visa, MasterCard,American Express) may be taken by phone. (Canada PosteInformation: Publication Agreement #40017431)

POSTMASTER: Send address changes to Salt LakeDistribution Center, Church Magazines, PO Box 26368,Salt Lake City, UT 84126-0368.

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ÍNDICE1 INFORME DE LA CONFERENCIA GENERAL SEMESTRAL

NÚMERO 171 DE LA IGLESIA DE JESUCRISTO DE LOSSANTOS DE LOS ÚLTIMOS DÍAS

S E S I Ó N D E L S Á B A D O P O R L A M A Ñ A N A4 EL VIVIR DURANTE EL CUMPLIMIENTO DE LOS TIEMPOS

PRESIDENTE GORDON B. HINCKLEY

7 COMPARTIR EL EVANGELIO ÉLDER DALLIN H. OAKS

10 LA EDIFICACIÓN DE UN PUENTE DE FEÉLDER CHARLES DIDIER

13 NO ES BUENO QUE EL HOMBRE NI LA MUJER ESTÉNSOLOS SHERI L. DEW

16 ORACIÓN ÉLDER HENRY B. EYRING

19 LA EXPIACIÓN: NUESTRA MAYOR ESPERANZA PRESIDENTE JAMES E. FAUST

S E S I Ó N D E L S Á B A D O P O R L A T A R D E23 EL SOSTENIMIENTO DE OFICIALES DE LA IGLESIA

PRESIDENTE JAMES E. FAUST

24 LA FE DE NUESTROS PROFETAS ÉLDER DAVID B. HAIGHT

27 PASO POR PASO ÉLDER JOSEPH B. WIRTHLIN

31 “AYUDA MI INCREDULIDAD” ÉLDER L. WHITNEY CLAYTON

33 EL PLAN DE NUESTRO PADRE ÉLDER CHRISTOFFEL GOLDEN JR.

35 EL ESCRIBIR LOS PRINCIPIOS DEL EVANGELIO EN NUESTROS CORAZONES ÉLDER WALTER F. GONZÁLEZ

37 “COMO HUERTO DE RIEGO” ÉLDER JEFFREY R. HOLLAND

40 DOCTRINA DE LA INCLUSIÓN ÉLDER M. RUSSELL BALLARD

S E S I Ó N D E L S A C E R D O C I O43 EL CUMPLIR NUESTRO DEBER A DIOS

ÉLDER ROBERT D. HALES

47 NUESTRO DEBER A DIOS ÉLDER CECIL O. SAMUELSON JR.

49 GRATITUD ÉLDER STEVEN E. SNOW

51 EL CREAR O CONTINUAR ESLABONES DEL SACERDOCIOÉLDER KEITH K. HILBIG

53 “ALGUNA GRAN COSA” PRESIDENTE JAMES E. FAUST

57 EL DEBER NOS LLAMA PRESIDENTE THOMAS S. MONSON

60 TENDER LA MANO PARA AYUDAR A LOS DEMÁS PRESIDENTE GORDON B. HINCKLEY

S E S I Ó N D E L D O M I N G O P O R L A M A Ñ A N A68 AHORA ES EL MOMENTO

PRESIDENTE THOMAS S. MONSON

71 EL LIBRO DE MORMÓN: OTRO TESTAMENTO DE JESUCRISTO PRESIDENTE BOYD K. PACKER

75 MANTENGÁMONOS ERGUIDOS OBISPO H. DAVID BURTON

77 “NO TENGAS MIEDO, PORQUE MÁS SON LOS QUEESTÁN CON NOSOTROS ” SHARON G. LARSEN

80 “PONGA EN ORDEN SU CASA” ÉLDER RUSSELL M. NELSON

83 LOS TIEMPOS EN LOS QUE VIVIMOS PRESIDENTE GORDON B. HINCKLEY

87 EL EX MISIONERO ÉLDER L. TOM PERRY

90 EL SÉPTIMO MANDAMIENTO: UN ESCUDO ÉLDER NEAL A. MAXWELL

94 “EL PRIMERO Y GRANDE MANDAMIENTO” ÉLDER ROBERT F. ORTON

96 NUESTRAS ACCIONES DAN FORMA A NUESTROCARÁCTER ÉLDER WAYNE S. PETERSON

98 CUÍDENSE DE MURMURAR ÉLDER H. ROSS WORKMAN

100 EL PODER DE UN FIRME TESTIMONIO ÉLDER RICHARD G. SCOTT

104 “PARA SIEMPRE DIOS ESTÉ CON VOS” PRESIDENTE GORDON B. HINCKLEY

R E U N I Ó N G E N E R A L D E L A S O C I E D A D D E S O C O R R O106 CONSTANTES E INMUTABLES

MARY ELLEN W. SMOOT

109 PERMANEZCAN FIRMES VIRGINIA U. JENSEN

112 ¿NO SOMOS TODAS MADRES? SHERI L. DEW

115 “SÉ EJEMPLO” PRESIDENTE THOMAS S. MONSON

64 AUTORIDADES GENERALES DE LA IGLESIA DE JESUCRISTO DE LOS SANTOS DE LOS ÚLTIMOS DÍAS

119 SE DIRIGEN A NOSOTROS

120 FUENTES DE CONSULTA PARA LA INSTRUCCIÓN

126 PRESIDENCIAS GENERALES DE LAS ORGANIZACIONESAUXILIARES

126 NOTICIAS DE LA IGLESIA

S E S I Ó N D E L D O M I N G O P O R L A T A R D E

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El vivir durante elcumplimiento de lostiemposPresidente Gordon B. Hinckley

“A pesar de las aflicciones que nos rodean, a pesar de las sórdidascosas que vemos en casi todas partes, a pesar de los conflictos quecunden por el mundo, podemos ser mejores”.

Sesión del sábado por la mañana6 de octubre de 2001

Mis amados hermanos y her-manas dondequiera que seencuentren, bienvenidos a

esta gran conferencia mundial de LaIglesia de Jesucristo de los Santos delos Últimos Días. Estamos reunidosen nuestro maravilloso y nuevoCentro de Conferencias en SaltLake City. El edificio está lleno opronto lo estará. Estoy muy conten-to de que lo tengamos. Estoy tanagradecido por la inspiración deconstruirlo. ¡Qué estructura tan ad-mirable! Desearía que todos pudié-semos estar reunidos bajo un mismotecho, pero eso no es posible. Estoy

tan profundamente agradecido por-que tenemos las maravillas de la tele-visión, la radio, el cable, latransmisión vía satélite y el Internet.Nos hemos convertido en una granIglesia mundial y ahora es posible quela gran mayoría de nuestros miem-bros participe en estas reunionescomo una gran familia, que hablamuchos idiomas, que se encuentra enmuchas tierras, pero que son todos deuna fe, una doctrina y un bautismo.

Esta mañana apenas puedo con-tener mis emociones al pensar en loque el Señor ha hecho por nosotros.

No sé qué hicimos en la preexis-tencia para merecer las maravillosasbendiciones que disfrutamos. Hemosvenido a la tierra en esta gran épocade la larga historia de la humanidad.Es una época maravillosa, la mejorde todas. Al reflexionar en el lentopero pesado curso del género huma-no, desde el tiempo de nuestros pri-meros padres, no podemos más quesentirnos agradecidos.

La era en la que vivimos es elcumplimiento de los tiempos del quese habla en las Escrituras, en queDios ha juntado todos los elementosde dispensaciones pasadas. Desde eldía en que Él y Su Hijo Amado semanifestaron al joven José, ha venidosobre el mundo un torrente de

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conocimiento. El corazón de loshombres se ha tornado a sus padrescomo cumplimiento de las palabrasde Malaquías. La visión de Joel se hacumplido, en la que declaró:

“Y después de esto derramaré miEspíritu sobre toda carne, y profeti-zarán vuestros hijos y vuestras hijas;vuestros ancianos soñarán sueños, yvuestros jóvenes verán visiones.

“Y también sobre los siervos ysobre las siervas derramaré miEspíritu en aquellos días.

“Y daré prodigios en el cielo y enla tierra, sangre, y fuego, y columnasde humo.

“El sol se convertirá en tinieblas,y la luna en sangre, antes que vengael día grande y espantoso de Jehová.

“Y todo aquel que invocare el

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Los miembros llenan el Centro de Conferencias para una de las sesiones de la conferencia.

nombre de Jehová será salvo; porqueen el monte de Sion y en Jerusalénhabrá salvación, como ha dichoJehová, y entre el remanente al cualél habrá llamado” (Joel 2:28–32).

Ha habido más descubrimientoscientíficos durante estos años quedurante toda la historia pasada de lahumanidad. El transporte, las comu-nicaciones, la medicina, la higienepública, el descifre del átomo, el mi-lagro de la computadora, con todassus ramificaciones, han florecido enparticular en nuestra propia era.Durante mi propia vida, he sido tes-tigo de la sucesión de milagros trasmaravillosos milagros. A veces nolos valoramos.

Y, además de todo eso, el Señorha restaurado Su antiguo sacerdocio;

ha organizado Su Iglesia y reino du-rante el siglo y medio pasado; ha di-rigido a Su pueblo y éste ha sidotemplado en el crisol de la terriblepersecución. Él ha llevado a cabo lamaravillosa época en la que ahoravivimos.

Hemos visto tan sólo el principiode la imponente fuerza para bien enque esta Iglesia se convertirá y, sinembargo, me maravillo ante lo quese ha logrado.

El número de miembros ha au-mentado. Considero que ha aumen-tado en fidelidad. Perdemos amuchos, pero los que son fieles sonmuy fuertes. Los que nos observandicen que vamos en dirección de lacorriente religiosa, pero no estamoscambiando. La percepción que tiene

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el mundo de nosotros es lo que cam-bia. Nosotros enseñamos la mismadoctrina; tenemos la misma organi-zación; trabajamos para efectuar lasmismas obras buenas, pero el anti-guo odio está desapareciendo, la antigua persecución está desfalle-ciendo; la gente está mejor informa-da; está llegando a entender qué eslo que defendemos y qué hacemos.

Pero por más maravillosa que seaesta época, está llena de peligros. Lamaldad está a nuestro alrededor; esatractiva y tentadora y en muchísi-mos casos logra éxito. Pablo declaró:

“También debes saber esto: queen los postreros días vendrán tiem-pos peligrosos.

“Porque habrá hombres amadoresde sí mismos, avaros, vanagloriosos,

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soberbios, blasfemos, desobedientesa los padres, ingratos, impíos,

“sin afecto natural, implacables,calumniadores, intemperantes, crue-les, aborrecedores de lo bueno,

“traidores, impetuosos, infatua-dos, amadores de los deleites másque de Dios,

“que tendrán apariencia de pie-dad, pero negarán la eficacia de ella;a éstos evita” (2 Timoteo 3:1–5).

Hoy día vemos todas estas malda-des en forma más común y generalque lo que nunca antes se habíanvisto, como se nos ha recordado tanrecientemente por lo ocurrido enNueva York, Washington yPensilvania, de lo cual hablaré maña-na por la mañana. Vivimos en unaépoca en la que los hombres violentoshacen cosas terribles e infames; vivi-mos en una época de guerra; vivimosen una época de arrogancia; vivimosen una época de maldad, pornografíae inmoralidad. Todos los pecados deSodoma y Gomorra afligen a nuestrasociedad. Jamás nuestra gente jovenha enfrentado más grandes desafíos;jamás hemos visto en forma más clarala lasciva cara de la maldad.

Y por eso, mis hermanos y herma-nas, estamos reunidos en esta granconferencia para fortificarnos y for-talecernos el uno al otro, para edifi-carnos el uno al otro, para daraliento y edificar la fe, para reflexio-nar en las cosas maravillosas que el

Señor ha puesto a nuestra disposi-ción y para fortalecer nuestra deter-minación de oponernos al mal encualquier forma que se presente.

Hemos llegado a ser como ungran ejército; ahora somos un pue-blo que hace sentir su influencia. Seescucha nuestra voz cuando habla-mos. Hemos demostrado nuestrafortaleza al enfrentar la adversidad.Nuestra fortaleza yace en nuestra feen el Todopoderoso. Ninguna causabajo los cielos puede detener la obrade Dios. La adversidad podrá aso-mar su infame rostro; el mundopodrá ser afligido con guerras y ru-mores de guerra, pero esta causa se-guirá adelante.

Ustedes están familiarizados conestas elocuentes palabras escritaspor el profeta José: “…ningunamano impía puede detener el pro-greso de la obra: las persecuciones seencarnizarán, el populacho podráconspirar, los ejércitos podrán jun-tarse, y la calumnia podrá difamar;mas la verdad de Dios seguirá ade-lante valerosa, noble e independien-temente, hasta que haya penetradoen todo continente, visitado toda re-gión, abarcado todo país y resonadoen todo oído, hasta que se cumplanlos propósitos de Dios, y el granJehová diga que la obra está conclui-da“ (Nuestro Legado: Una breve histo-ria de La Iglesia de Jesucristo de losSantos de los Últimos Días, pág. 245).

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El Señor nos ha dado la metahacia la cual aspiramos. Esa meta esedificar Su reino, lo que constituyeuna poderosa causa de grandes can-tidades de hombres y mujeres de fe,de integridad, de amor e interés porla humanidad, que avanzan paracrear una sociedad mejor, trayendobendiciones sobre sí mismos y sobrelos demás.

Al reconocer nuestro lugar ynuestra meta, no podemos ser arro-gantes; no podemos sentirnos supe-riores; no podemos ser petulantes niegoístas. Debemos tender una manoa todo el género humano; son hijose hijas de Dios, nuestro PadreEterno y Él nos hará responsablespor lo que hagamos en cuanto aellos. Que el Señor nos bendiga.Ruego que nos haga fuertes y pode-rosos en obras buenas; ruego quenuestra fe brille como la luz de lamañana. Que caminemos en obe-diencia a Sus mandamientos divi-nos. Ruego que Él nos dé Suaprobación, que al avanzar bendiga-mos a la humanidad influyendo entodos, elevando a los perseguidos yoprimidos, alimentando y vistiendoal hambriento y al necesitado, ex-tendiendo amor y hermandad haciaaquellos que nos rodean que quizásno sean parte de esta Iglesia. ElSeñor nos ha mostrado el camino;nos ha dado Su palabra, Su consejo,Su guía, sí, Sus mandamientos.Hemos progresado; tenemos muchoque agradecer y mucho de que sen-tirnos orgullosos, pero podemos sermejores, mucho mejores.

¡Cómo les amo, mis hermanos yhermanas de esta gran causa! Lesamo por lo que han llegado a ser ypor lo que pueden llegar a ser. Apesar de las aflicciones que nos ro-dean, a pesar de las sórdidas cosasque vemos en casi todas partes, apesar de los conflictos que cundenpor el mundo, podemos ser mejores.

Invoco las bendiciones del cielosobre ustedes al expresar mi amorpor ustedes y les recomiendo losgrandes mensajes que escucharándesde este púlpito durante los dospróximos días, y lo hago en el sagra-do nombre de nuestro SeñorJesucristo. Amén. �

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Compartir elEvangelioÉlder Dallin H. OaksDel Quórum de los Doce Apóstoles

“Los misioneros más eficaces, tanto los miembros como losregulares, siempre obran por amor… Si carecemos de ese amorpor los demás, debemos orar para recibirlo”.

Gracias, presidente Hinckley,por su gran mensaje.Estamos profundamente

agradecidos por su vigoroso e inspira-do liderazgo en estos tiempos difíciles.Bajo ese liderazgo avanzamos la obradel Señor que con tanta urgencia ne-cesita este mundo tan atribulado.

Proclamar las buenas nuevas delEvangelio de Jesucristo es un princi-pio fundamental de la fe cristiana.Tres autores de los Evangelios reco-gen esta indicación del Salvador.

El libro de Marcos registra: “Y lesdijo: Id por todo el mundo y predi-cad el evangelio a toda criatura. Elque creyere y fuere bautizado, serásalvo; mas el que no creyere, serácondenado” (Marcos 16:15–16).

Mateo cita el mandato delSalvador: “Por tanto, id, y haced

discípulos a todas las naciones, bau-tizándolos en el nombre del Padre, ydel Hijo, y del Espíritu Santo”(Mateo 28:19).

Lucas declara: “Así está escrito…que se predicase en su nombre elarrepentimiento y el perdón de pe-cados en todas las naciones” (Lucas24:46–47).

Al aplicar la guía del Salvador anuestra época, los profetas moder-nos nos han exhortado a cada uno acompartir el Evangelio.

El presidente Gordon B.Hinckley ha hecho sonar el clarínen nuestra época. En un discurso deuna transmisión mundial vía satélitea misioneros y líderes locales, pidió“un incremento de entusiasmo anivel de toda la Iglesia”. Aunque losmisioneros deben seguir con sus me-jores esfuerzos para encontrar perso-nas a las cuales enseñar, él declaróque “hay una mejor manera [y] esamanera es por medio de los miem-bros de la Iglesia”. Nos pidió a cadauno que diéramos lo mejor de noso-tros mismos a la hora de ayudar alos misioneros a encontrar personasa quienes enseñar. También pidióque cada presidente de estaca ycada obispo “acepte la responsabili-dad y el compromiso de encontrar yhermanar investigadores” dentro desus unidades. Además, el presidenteHinckley invocó las bendiciones delSeñor respecto a “cumplir este tras-cendental cometido que tenemos”(Presidente Gordon B. Hinckley,

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“Apacienta mis ovejas”, Liahona,julio de 1999, págs. 119, 121).

Aunque han pasado dos años ymedio desde que nuestro presidenterealizara esta petición, la mayoría no hemos obrado eficazmente al respecto.

Al haber estudiado con deteni-miento las palabras del presidenteHinckley y meditado en cómo pode-mos compartir el Evangelio, he lle-gado a la conclusión de quenecesitamos tres cosas para darcumplimiento al reto de nuestroprofeta. Primero, necesitamos undeseo sincero de compartir elEvangelio; segundo, precisamosayuda divina; y tercero, debemossaber qué hacer.

I. DESEOAl igual que ocurre con muchas

otras cosas, compartir el Evangeliocomienza con el deseo. Si habremosde convertirnos en instrumentosmás eficaces en las manos del Señorpara compartir Su Evangelio, debe-mos desearlo sinceramente, y consi-dero que ese deseo se alcanza condos pasos.

Primero, debemos tener un firmetestimonio de la verdad e importan-cia del Evangelio restaurado deJesucristo, lo cual incluye el valorsupremo del plan de Dios para Sushijos, el lugar esencial que ocupa laexpiación de Jesucristo en él, y elpapel que desempeña la Iglesia deJesucristo en el cumplimiento dedicho plan en la vida terrenal.

Segundo, debemos tener amorpor Dios y por todos Sus hijos. En larevelación moderna se nos dice que“[el] amor, con la mira puesta úni-camente en la gloria de Dios, [noscalifica] para la obra” (D. y C. 4:5).A los primeros apóstoles de esta dis-pensación se les dijo que su amordebía “abundar por todos los hom-bres” (D. y C. 112:11).

Gracias a nuestro testimonio dela verdad e importancia delEvangelio restaurado, comprende-mos el valor de lo que se nos hadado. Gracias a nuestro amor porDios y por nuestros semejantes, ad-quirimos el deseo de compartir esegran don con todos. La intensidad

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de nuestro deseo de compartir elEvangelio es un gran indicador delgrado de nuestra conversión.

El Libro de Mormón contieneejemplos magníficos del efecto deltestimonio y del amor. Cuando loshijos de Mosíah, que habían sido“los más viles pecadores” recibieronsu testimonio, “estaban deseosos deque la salvación fuese declarada atoda criatura, porque no podían so-portar que alma humana alguna pe-reciera” (Mosíah 28:3–4). Másadelante, su compañero, Alma, im-ploró: “Oh, si fuera yo un ángel…para salir y hablar con la trompetade Dios, con una voz que estreme-ciera la tierra” y proclamar “el plande redención” a toda alma, “paraque no haya más dolor sobre toda la

La fuente que se encuentra adentro más bajo, es un lugar popular donde

superficie de la tierra” (Alma29:1–2).

Me gusta referirme a las laboresmisionales como “compartir elEvangelio”. La palabra compartirafirma que tenemos algo extremada-mente valioso y deseamos darlo a losdemás para su beneficio y bendición.

Los misioneros más eficaces, tantolos miembros como los regulares,siempre obran por amor. Ésta es unalección que aprendí siendo joven. Seme asignó visitar a un miembromenos activo, un profesional deéxito que era mucho mayor que yo.Al reflexionar en mis hechos, me doycuenta de que tenía muy poco inte-rés en el hombre al que visitaba; yoobraba simplemente por cumplir mideber, por el deseo de informar que

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del Centro de Conferencias, en el piso la gente se reúne.

había hecho todas mis visitas. Unanoche, cerca ya del fin del mes,llamé para preguntar si mi compañe-ro y yo podríamos pasar y visitarle enese mismo instante, y el escarmientode su respuesta me enseñó una lec-ción que no he olvidado.

“No, creo que es mejor que nopasen esta noche”, dijo. “Estoy can-sado y ya estoy listo para acostarme.Estoy leyendo y no estoy dispuesto aque me interrumpan para que uste-des puedan informar que han reali-zado todas sus visitas de orientaciónfamiliar este mes”. Esa respuesta to-davía me hiere porque me indicóque él había percibido mis intencio-nes egoístas.

Espero que ninguna persona a laque invitemos a oír el mensaje delEvangelio restaurado sienta que lohacemos por otra razón que no seaun amor genuino hacia ella y undeseo desinteresado por compartiralgo que sabemos es preciado.

Si carecemos de ese amor por losdemás, debemos orar para recibirlo.Los escritos del profeta Mormónsobre “el amor puro de Cristo” nosenseñan a “[pedir] al Padre con todala energía de nuestros corazones,que [seamos] llenos de este amorque él ha otorgado a todos los queson discípulos verdaderos de su HijoJesucristo” (Moroni 7:47–48).

II. AYUDA DIVINA / EL TIEMPO EXACTOTambién precisamos ayuda para

guiarnos al compartir el Evangelio.Del mismo modo que nuestros de-seos deben ser puros y estar basadosen el testimonio y el amor, el Señordebe dirigir nuestros hechos. Setrata de Su obra, no de la nuestra, yse debe realizar a Su manera y enSu tiempo, no en los nuestros. Deotro modo, nuestros esfuerzos estánencaminados a la frustración y elfracaso.

Todos tenemos familiares o ami-gos que necesitan el Evangelio peroque por el momento no tienen inte-rés en él. Para ser eficaces, el Señordebe, por tanto, dirigir nuestros es-fuerzos para que obremos de laforma y en el momento en que ellossean más receptivos. Debemos orarpor la ayuda y la guía del Señor para

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que podamos ser instrumentos enSus manos y ayudar al que está pre-parado, a aquel a quien desea queayudemos hoy. Entonces, debemosestar alerta y dar oído a las impresio-nes de Su Espíritu para saber cómoproceder.

Las impresiones vendrán; sabe-mos gracias a incontables testimo-nios que en Su debida forma y en Sudebido tiempo, el Señor está prepa-rando a personas para que aceptenSu Evangelio. Esas personas estáninvestigando, y cuando procuremosidentificarlas, el Señor responderá asus preguntas dando respuesta a lasnuestras. Él dará inspiración y guiaráa los que tienen el deseo y sincera-mente buscan orientación sobrecómo, dónde, cuándo y con quiéncompartir el Evangelio. De estemodo, Dios nos concede segúnnuestros deseos (véase Alma 29:4;D. y C. 6:8).

El Señor nos ha dicho en revela-ciones modernas que “todavía haymuchos en la tierra, entre todas lassectas, partidos y denominaciones,que son cegados… y no llegan a laverdad sólo porque no saben dóndehallarla” (D. y C. 123:12). Cuandoseamos “testigos de Dios en todotiempo, y en todas las cosas”(Mosíah 18:9), el Señor abrirá nue-vas vías para que encontremos y ha-blemos de forma apropiada con losque estén investigando. Esto sucede-rá cuando busquemos dirección y se-amos motivados por un amorsincero y cristiano por los demás.

El Señor ama a todos Sus hijos ydesea que todos tengan la plenitudde Su verdad y la abundancia de Susbendiciones. Él sabe cuándo estánlistos y desea que demos oído a Susinstrucciones sobre cómo compartirSu Evangelio. Cuando lo hagamos,los que estén preparados responde-rán al mensaje de Aquel que dijo:“Mis ovejas oyen mi voz… y me si-guen” (Juan 10:27).

III. CÓMO HACERLOUna vez que tenemos un deseo

sincero de compartir el Evangeliocon los demás y que hemos buscadola guía divina para orientar nuestrosesfuerzos, ¿qué debemos hacer?

¿Cómo se procede? Comenzamospor el principio. No debemos aguar-dar a recibir una invitación de loscielos, pues la revelación suele venircuando estamos en marcha.

El Señor nos ha dicho lo siguien-te respecto a quién y cómo: “Y seavuestra predicación… cada hombrea su vecino, con mansedumbre y hu-mildad” (D. y C. 38:41). “Vecino”,claro está, no sólo significa el quevive cerca de nosotros, nuestrosamigos o asociados. Cuando se lepreguntó: “¿Y quién es mi prójimo?”,el Salvador habló de un samaritanoque reconoció a “un prójimo” en elcamino de Jericó (véase Lucas10:25–37). Nuestro prójimo tam-bién quiere decir aquellos con quie-nes nos cruzamos cada día.

Debemos orar, como Alma en laantigüedad, para que el Señor nosconceda “poder y sabiduría para quepodamos traer” a nuestros amigos alSeñor (Alma 31:35). Y también ora-mos por el bienestar de sus almas(véase Alma 6:6).

Debemos asegurarnos de queobramos motivados por el amor y nopor deseo alguno de recibir recono-cimiento o ganancia personal. Laamonestación contra los que emple-an su posición en la Iglesia para sa-tisfacer su orgullo y vana ambición(véase D. y C. 121:37) ciertamentese aplica a nuestros esfuerzos porcompartir el Evangelio.

La necesidad de obrar motivadospor el amor también nos advierte encontra de la manipulación, ya sea realo supuesta. Las personas que no com-parten nuestras creencias puedensentirse ofendidas cuando nos oyenreferirnos a algo como una “herra-mienta misional”. Una “herramienta”es algo que se emplea para manipularun objeto inanimado, y si nos referi-mos a algo como “herramienta misio-nal”, podemos dar la impresión deque queremos manipular a alguien.Esa impresión es totalmente opuestaal deseo desinteresado y bondadosode nuestro servicio misional.

En su gran mensaje, el presidenteHinckley declara que “las oportuni-dades para compartir el Evangelioestán en todas partes”. (Liahona, juliode 1999, pág. 119). Él menciona

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muchas de las cosas que podemoshacer. Debemos vivir para que loque él llamó “el formidable poder deun miembro de la Iglesia” influya alos que están a nuestro alrededor.“El mejor folleto que podemos ofre-cer”, dijo “es la bondad de nuestrapropia vida” (Ibídem, págs. 118, 119,121). Debemos ser sinceramenteamigables con todos.

El presidente Hinckley nos recor-dó que podemos “[dejar] algo de laIglesia para leer” a aquellos conquienes nos relacionemos. Podemosofrecer nuestras casas para “que esteservicio misional se lleve a cabo”.Los misioneros “[puede que] pidanreferencias a los miembros” (Ibídem,págs. 118, 121), y cuando lo hagandebemos responder.

En resumen, el presidenteHinckley dijo que cada miembro dela Iglesia puede “trabajar constante-mente en la tarea de encontrar y alentar investigadores” (Ibídem,pág. 121).

Existen otras cosas que podemoshacer, en especial cuando seguimosla gran declaración del profetaMormón: “No temo lo que el hom-bre haga, porque el amor perfectodesecha todo temor” (Moroni 8:16;véase también 1 Juan 4:18).Podemos invitar a nuestros amigos alas reuniones y actividades de laIglesia; podemos hacer alusión anuestra Iglesia y al efecto de sus en-señanzas, y preguntar a la gente siles gustaría saber más.

Pero aún más fácil, podemos lle-var con nosotros un juego de esastarjetas atractivas que podemos dara las personas —incluso a aquellasa quienes no conocemos bien—con las que nos tratamos en las ac-tividades cotidianas. Esas tarjetasson una forma ideal de invitar a lagente a investigar las verdades quetenemos para compartir; ofrecen unpreciado regalo de forma discreta,pero la recepción del regalo depen-de de la decisión y la iniciativa delbeneficiario potencial. Según nues-tra experiencia, un número subs-tancial de los que llaman por elregalo que se ofrece eligen que lessea entregado por aquellos que lespueden enseñar más.

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La edificación de un puente de feÉlder Charles DidierDe la Presidencia de los Setenta

“Nuestra vida mortal es cuando el hombre debe prepararse paracomparecer ante Dios y construir, para ello, un puente de fe queabra la puerta a la inmortalidad y la vida eterna”.

La Iglesia acaba de anunciar otramanera de compartir el Evangelioen todo el mundo medianteInternet. Con respecto a su poten-cial, esta nueva iniciativa es tanemocionante como la publicaciónde folletos en el siglo 19 o el uso dela radio, la televisión o el video enel 20. La Iglesia ha activado unnuevo sitio en Internet a donde po-demos enviar a la gente interesadaen recibir información sobre laIglesia y su doctrina, y en encontrarun centro de reuniones donde ado-rar con nosotros. La dirección eswww.mormon.org. Para los misio-neros, el valor y el uso de este nuevorecurso se verá con la experiencia.Para los miembros de la Iglesia seráuna ayuda para responder a pregun-tas de sus amigos, bien de forma di-recta o refiriéndolos a este sitio.También nos permitirá enviar tarje-tas de felicitación electrónicas anuestros amigos, así como mensajesdel Evangelio e invitaciones.

IV. CONCLUSIÓNSe nos ha pedido redoblar nues-

tros esfuerzos y nuestra eficacia alcompartir el Evangelio y lograr lospropósitos del Señor en esta granobra. Hasta que lo hagamos, estosmagníficos misioneros regulares —nuestros hijos e hijas, y nuestros no-bles asociados en la obra delSeñor— continuarán siendo infrau-tilizados en su gran asignación deenseñar el Evangelio restaurado deJesucristo.

Hemos hablado del deseo amoro-so, de la guía celestial y de las formasde proceder con el mandato divinode compartir el Evangelio con nues-tro prójimo. El Evangelio deJesucristo es la luz más brillante y laúnica esperanza de este mundo entinieblas. “Por tanto”, enseña Nefi,“debéis seguir adelante con firmezaen Cristo, teniendo un fulgor perfec-to de esperanza y de amor por Dios ypor todos los hombres” (2 Nefi31:20).

Doy testimonio de Jesucristo,nuestro Salvador, y de Su deseo deque nos unamos de todo corazón enésta, Su obra. En el nombre deJesucristo. Amén. �

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la entrada del edificio deuna gran empresa publicita-ria, hay, en una de las pare-

des, la siguiente inscripción: “Elhombre edifica demasiadas murallasy no suficientes puentes” (deJCDecaux, una firma de Francia).

En efecto, las murallas suelenconstruirse para separar dos o másentidades física, mental e incluso es-piritualmente, y para constituir unobstáculo. Se construyen porque re-presentan el concepto de defensa,protección y separación. Algunasmurallas se han hecho famosas poresas razones: las murallas deJerusalén, la Gran Muralla China, elMuro de Berlín. Los muros, comosímbolos, también se emplean en ex-presiones comunes que expresan se-paración, como en “un muro de

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incomprensión”, “un muro de intole-rancia” o “¡es como hablarle a lapared!”.

Los puentes son lo contrario delas murallas, ya que se construyenpara unir dos o más entidades yconstituir unidad. Se construyenpara salvar obstáculos. Algunospuentes también se han hecho fa-mosos, como el Puente de Sighs, elPuente Allenby y muchos otros. Elvocablo también se emplea para ex-presar el concepto de reunión o deunidad como en “tender un puentede comprensión” o “[tender unpuente] para salvar diferencias”.

Al reflexionar en nuestra existen-cia mortal en esta tierra y en el pro-pósito de la vida que explicó Almaal decir: “esta vida es cuando elhombre debe prepararse para com-parecer ante Dios” (Alma 34:32),¿vemos la manera del Señor de ayu-darnos a cumplir con ese propósito?Es simplemente —valiéndonos de lametáfora—, ayudarnos a construirun puente de fe en nuestra vida paracruzar y salvar los muros de la incre-dulidad, la indiferencia, el temor o elpecado. Nuestra vida mortal escuando el hombre debe prepararsepara comparecer ante Dios y cons-truir, para ello, un puente de fe queabra la puerta a la inmortalidad y lavida eterna.

¿Cómo construimos ese puentede fe?

Cuando yo era jovencito, vivía enla ciudad de Namur, Bélgica, donde

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Los miembros de la Primera Presidencia conversan antes de una de las sesiones de la conferencia: el presidenteGordon B. Hinckley (centro); el presidente Thomas S. Monson, Primer Consejero (izquierda); el presidente JamesE. Faust, Segundo Consejero (derecha).

corre un río caudaloso que la separade la ciudad adyacente que está en laotra ribera. En aquel tiempo, un solopuente unía las dos ciudades, el cualse había construido y reconstruidosobre los restos del puente edificadosiglos antes por los conquistadoresromanos. Ya era demasiado angostopara el tránsito y constaba de mu-chas arcadas pequeñas que no per-mitían el paso de los barcos y lasembarcaciones grandes. Hacía faltaun puente nuevo, más ancho y de unsolo arco. El trabajo de establecer loscimientos no tardó en comenzar enambos lados del río. Poco después,dos enormes brazos metálicos co-menzaron a extenderse desde cadalado con el fin de encontrarse enmedio del río. Fascinado por la obrade ingeniería, yo iba en bicicleta casitodos los días a observar el progresode la construcción. Por fin llegó eldía en que el eje, la pieza angular deacero, iba a unir las dos partes. Allíestaba yo entre el gentío contem-plando la delicada ejecución, el últi-mo paso que uniría las dos partes ypermitiría cruzar el puente por pri-mera vez. Cuando lo llevaron a cabo,la gente aplaudió, los trabajadores seabrazaron; el obstáculo del río sehabía conquistado y salvado.

Menciono ese hecho por el sim-bolismo que representa. El puente esmás que un puente de metal; simbo-liza el puente de fe que nos permite,a los hijos de nuestro PadreCelestial, volver a reunirnos con Él.El eje del puente, la pieza angular,representa la expiación deJesucristo, el Mediador, el eslabónentre la vida mortal y la inmortali-dad, la conexión entre el hombrenatural y el hombre espiritual, elcambio de la vida temporal a la vidaeterna. Gracias a Él, el género hu-mano puede ser reconciliado con suPadre Celestial, y podemos salvar losmuros del pecado y de la vida mor-tal, obstáculos que representan lamuerte espiritual y la física. La ex-piación de Jesucristo es el eje delplan de salvación, la reunión prome-tida con nuestro Padre Celestial,como leemos en el libro de Moisés:“Éste es el plan de salvación paratodos los hombres, mediante la san-gre de mi Unigénito, el cual vendráen el meridiano de los tiempos”(Moisés 6:62).

El amor de Dios, el otro lado delpuente, es la recompensa de nuestrafe en Su Hijo Jesucristo. “Porque detal manera amó Dios al mundo, queha dado a su Hijo unigénito” (Juan

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3:16). La mayor de las dádivas deDios es el supremo sacrificio de SuHijo, Su Expiación, que nos brindano sólo la inmortalidad sino tambiénla vida eterna si guardamos Susmandamientos y perseveramos hastael fin (D. y C. 14:7).

Por lo tanto, al intentar edificar elpuente de fe, debemos edificar ennuestra vida un firme testimonio delPadre y del Hijo y Su expiación. Esepuente de fe constituirá el factorque cristalizará la realidad de la reu-nión eterna con nuestro PadreCelestial o de la separación eternade Él si edificamos muros de pecadosque nos alejen de Su amor y miseri-cordia.

El don del Espíritu Santo es elfundamento del puente de fe. La sal-vación viene sólo por medio deJesucristo y de nuestro dedicadoejercicio de la fe en Él, lo que nospermite arrepentirnos de nuestrospecados y recibir las ordenanzas desalvación, que son las barandas delpuente. Las impresiones y la inspira-ción para salvar los obstáculos de lavida y escoger hacer lo correcto lasrecibiremos si escuchamos la voz delEspíritu Santo. El cruzar el puentede fe tal vez no sea tan fácil comopensemos. Un puente resistirá el

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ímpetu de las tormentas sólo graciasa la fortaleza de los pilares de sus ci-mientos. Las tormentas de la vida, lascrisis que ponen a prueba nuestra fe—como la muerte, las enfermedadesgraves, la pérdida del trabajo o de laseguridad económica— son parte denuestra existencia terrenal. A veces,esas crisis se agravan en tal formaque se puede, incluso, llegar a dudarde la existencia de un Dios y de unSalvador. La súplica de un aumentode fe en esas ocasiones siempre serácontestada por el Consolador, que esel Espíritu Santo, “un compañeroconstante y un cetro inmutable de justicia y de verdad” (D. y C.121:46).

Sí, la solución de nuestros proble-mas diarios siempre podremos ha-llarla si buscamos, día a día,mediante nuestra fe, la influenciadel Espíritu Santo, que nos lo recor-dará todo (véase Juan 14:26). Parailustrar eso, permítanme citar partede una carta que hace muchos añosescribió un nuevo converso al presi-dente Harold B. Lee después de queél habló en una conferencia de esta-ca: “Mientras usted hablaba, se re-petía en mi mente lo mucho que lavida como miembro de La Iglesia deJesucristo de los Santos de los Últi-mos Días es como cruzar un puentecolgante suspendido entre los pun-tos del nacimiento mediante el bau-tismo en la Iglesia y de la muerte ala vida eterna sobre el turbulento río

de lo mundano y el pecado. Cuandouno comienza a cruzar el puente, lacercanía del bautismo presta unasensación de seguridad y fe, pero siuno mira el río que corre allá abajo yla gran distancia que aún hay querecorrer, la sensación de seguridad esreemplazada por punzadas de duda yde miedo que le hacen perder elritmo de la oración, de la fe, delamor y del esfuerzo que allana suprogreso. La bruma de la duda y dela apatía sube y corroe su corazón,impidiéndole progresar e inhibe sureacción hacia la fuerza magnéticadel amor que emana con fuerzadesde el otro lado del puente.Entonces, rompe el paso que llevabay cae de rodillas, y se afirma confuerza hasta que la duda y el temorse disipan, y el poder del amor resti-tuye la fe y la dirección del cruce”(en Conference Report, abril de1965, pág. 15).

Por último, el puente de fe no es-taría completo sin la conexión depadres e hijos que los una para lo-grar una familia eterna. El objetivode la edificación de ese puente de feentre las generaciones es que lle-guen a ser uno como el Padre y elHijo son uno: uno en el propósito dealcanzar la vida eterna. Para lograreso, se nos han dado mandamientos:primero, que los hijos honren a supadre y a su madre, y, luego, que lospadres enseñen a sus hijos a orar y aandar rectamente delante del Señor

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(véase D. y C. 68:28). Permítanmeilustrar eso.

Siendo yo niño durante laSegunda Guerra Mundial, mi paísfue invadido y el peligro nos rodeabapor todos lados. Mi madre me ense-ñó una gran lección de confianza yunidad que no he olvidado nunca.Me alertó de los peligros de la guerray me dijo sencillamente: “Confía enmi palabra y sígueme; escucha mivoz. Si lo haces, te protegeré lomejor que pueda”. Yo escuché a mimadre por lo mucho que la quería yconfiaba en ella.

Un poco después, comenzó la es-cuela, lo cual fue para mí un nuevopuente que cruzar. En preparaciónpara esa nueva experiencia en mivida, al salir de casa, mi madre medijo que escuchase al maestro yfuera obediente. Una vez más, con-fié en el consejo de mi madre.Resolví ser obediente al maestro y alnuevo código de reglamentos.Luego, la escuela vino a ser unpuente de conocimiento en lugar deun muro de ignorancia.

Esa lección de confianza y unidadfue fundamental para ser uno conmis padres, con mis familiares y conmis maestros. Me permitió posterior-mente llegar a ser uno con miSalvador al ser bautizado en SuIglesia. Me ha recordado como espo-so, padre y abuelo el seguir edifican-do la confianza y la unidad entre misfamiliares al guardar los conveniosdel templo. Como ha dicho el presi-dente Hinckley: “El templo tiene quever con las cosas de la inmortalidad.Es un puente entre esta vida y la ve-nidera” (Stand a Little Taller, pág. 6).

En nuestra época, es muy fácilaislarnos y edificar muros tempora-les, espirituales y aun familiares y re-ligiosos. En lugar de eso,edifiquemos más puentes de fe, dereconciliación y vivamos por la pazque se nos da “no como el mundo lada” (Juan 14:27), sino como la daJesucristo, el hijo de Dios. Él es elpuente de fe hacia la eternidad.

Testifico que Jesús es el Cristo;pongo mi confianza en Él y en SuEvangelio de salvación para reunir-me con Él algún día. En el nombrede Jesucristo. Amén. �

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No es bueno que elhombre ni la mujerestén solosSheri L. DewSegunda Consejera de la Presidencia General de la Sociedad de Socorro

“Es posible que ningún matrimonio ni familia, ni barrio ni estacaalcance la plenitud de su potencial hasta que esposos y esposas,madres y padres, y hombres y mujeres trabajen juntos en unidadde propósito”.

Durante casi cinco años, hetenido la bendición de pres-tar servicio con las herma-

nas de la Sociedad de Socorro y loslíderes del sacerdocio desde elÁfrica hasta el Amazonas. Esas ex-periencias que he tenido con uste-des han fortalecido para mí laimportancia de un principio funda-mental del Evangelio. Quisiera diri-gir mis palabras acerca de eseprincipio, en especial a los jóvenesadultos de la Iglesia, tanto varonescomo mujeres, que están a punto deemprender la fase más difícil de susvidas.

Este verano me lastimé un hom-bro y no pude utilizar el brazo porsemanas. Nunca me había dadocuenta cuánto depende un brazo delotro para el equilibrio, ni cuántomenos podía levantar con un solobrazo que con los dos, ni de quehabía cosas que definitivamente nopodía hacer. Esa discapacidad nosólo avivó mi respeto por quienesafrontan tan bien sus limitaciones fí-sicas, sino que me ayudó a darmecuenta cuánto más pueden hacer losdos brazos juntos.

Por lo general, dos son mejoresque uno1, como lo confirmó nuestroPadre cuando declaró que “no erabueno que el hombre estuviesesolo”2 e hizo ayuda idónea paraAdán, alguien que tuviera donessingulares que le brindaría “equili-brio”, le ayudaría a compartir las di-ficultades de la vida terrenal y lepermitiría hacer cosas que por sísolo no podría. Ya que “en el Señor,ni el varón es sin la mujer, ni lamujer sin el varón”3.

Satanás comprende el poder quetienen el hombre y la mujer unidosen rectitud. Él sigue resentido porhaber sido expulsado a un exilioeterno después de que Miguel guiaraen contra de él a las huestes delcielo, compuestas de hombres y

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mujeres valientes unidos en la causade Cristo. Según las sobrias palabrasde Pedro, “el diablo, como león ru-giente, anda alrededor buscando aquien devorar”4. Lucifer está resuel-to a devorar matrimonios y familias,ya que la disolución de éstos es unaamenaza para la salvación de todossus integrantes y para la fortalezadel reino mismo del Señor. Portanto, Satanás trata de confundir-nos en lo que respecta a las mayor-domías y naturalezas particularesque poseemos como hombres y mu-jeres. Él nos bombardea con mensa-jes distorsionados acerca del sexo, elmatrimonio, la familia y todas las re-laciones de los sexos masculino y fe-menino. Él desea hacernos creerque el hombre y la mujer son taniguales que nuestros dones exclusi-vos no son necesarios, o que son tandiferentes que nunca podremoscomprendernos unos a otros.Ninguna de esas cosas es cierta.

Nuestro Padre sabía exactamentelo que hacía cuando nos creó. Él noshizo lo suficientemente semejantespara que nos amáramos los unos alos otros, pero lo suficientemente di-ferentes para que tuviésemos queunir nuestras fuerzas y mayordomíaspara crear un “todo”. Ni el hombreni la mujer son perfectos o comple-tos sin el otro. Por consiguiente, esposible que ningún matrimonio nifamilia, ni barrio ni estaca alcance laplenitud de su potencial hasta queesposos y esposas, madres y padres, yhombres y mujeres trabajen juntosen unidad de propósito, y se respe-ten y confíen en la fortaleza mutua.

Esas verdades acerca de las ma-yordomías divinamente conferidassobre hombres y mujeres, en granforma, son desconocidas para elmundo de hoy. No se encuentranen los programas de televisión ni incluso, tristemente, en algunos ho-gares y barrios. Pero no son desco-nocidas para el Señor que nos hadado “una norma en todas las cosas,para que no [seamos] engañados”5.El modelo del Señor para las parejasy mayormente para hombres y mu-jeres que trabajan unidos en Sureino, fue establecido por nuestrosprimeros padres. Juntos, Adán y Eva

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trabajaron6, se lamentaron7, fueronobedientes, tuvieron hijos8, enseña-ron el Evangelio a su posteridad9, in-vocaron el nombre del Señor,“oyeron la voz del Señor”10, bendije-ron el nombre de Dios11 y se dedica-ron a Dios. En las Escrituras, confrecuencia se refiere a Adán y a Evacon el pronombre ellos.

Ni Adán con su sacerdocio niEva con su maternidad pudieronhaber ocasionado solos la Caída. Susfunciones exclusivas estuvieron co-nectadas entre sí. Se consultaron eluno al otro, confrontaron situacio-nes que no hubiesen podido superarsolos y juntos hicieron frente almundo solitario. Ése es el modelodel Señor para los hombres y las mu-jeres justos.

Ahora bien, algunos de nosotrosafrontamos circunstancias en la vidaque no son del todo ideales. Yo lo sé;personalmente afronto esa situación,y aún así, mis queridos jóvenes ami-gos, en cuyas manos descansa el fu-turo de la Iglesia y de sus familias,debo decirles que su comprensión deese modelo divino influirá en su ma-trimonio, en su familia, en su capa-cidad para ayudar a edificar el reinoy en su vida eterna.

Mis jóvenes hermanas, algunos

tratarán de convencerlas de que, pormotivo de no que no han sido orde-nadas al sacerdocio, se les ha priva-do de algo. Están totalmenteequivocados y no comprenden elEvangelio de Jesucristo. Las bendi-ciones del sacerdocio están a dispo-sición de todo hombre y mujerdignos. Todos podemos recibir elEspíritu Santo, obtener revelaciónpersonal y ser investidos en el tem-plo, del cual saldremos “armados”con poder12. El poder del sacerdociosana, protege e inmuniza a todos losjustos en contra de los poderes delas tinieblas. Y, lo que es más impor-tante aún, la plenitud del sacerdociocomprendida en las ordenanzas mássublimes de la casa del Señor sólo laspueden recibir juntos un hombre yuna mujer13. El presidente Harold B.Lee dijo: “La condición pura de lamujer unida con el sacerdocio signi-fica la exaltación; pero esa condi-ción sin el sacerdocio o el sacerdociosin ella no dan como equivalente laexaltación”14.

Hermanas, el poder del sacerdo-cio no nos disminuye a nosotrascomo mujeres, ya que mediante élsomos magnificadas. Sé que es asíporque lo he experimentado una yotra vez.

Sus futuros esposos y los hombrescon los cuales presten servicio nece-sitarán el apoyo que sólo ustedespueden brindar. Ustedes poseen unafortaleza espiritual interior que elpresidente James E. Faust dijo queera igual “e incluso [superior] a la delos hombres”15. No renuncien a suresponsabilidad espiritual. La fe deustedes se manifestará en convin-centes ejemplos. El tener el EspírituSanto las hará mucho más atractivasque todo el tiempo que pasen delan-te del espejo. Bendigan a su familia ya la Iglesia en la forma que sólo unamujer de Dios puede hacerlo, convirtud, fe, integridad y la compasiónconstante.

Jóvenes, su ordenación al sacer-docio es un gran privilegio y respon-sabilidad y no una licencia paradominar. Sean indefectiblementedignos para ejercer ese poder divino,que se les brinda para prestar servi-cio. En ningún otro momento es un

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hombre más extraordinario quecuando es guiado por el Espíritu conel fin de honrar el sacerdocio queposee.

Si se casan con una mujer virtuo-sa que escucha la voz del Señor, ellabendecirá la vida de ustedes todoslos días de su vida. Piensen en Eva.Ella fue quien primero vio que elfruto del árbol era bueno; y una vezque comió, “dio también a su mari-do, y él comió”16. Si no hubiera sidopor Eva, nuestro progreso habría ter-minado. El élder Dallin H. Oaks dijoque su acción “fue un glorioso requi-sito [que abrió] los portales hacia lavida eterna. Adán demostró sabidu-ría al hacer lo mismo”17.

Jóvenes, ustedes presidirán en elhogar y en la Iglesia, pero sean lo su-ficientemente humildes para apren-der a escuchar a las mujeres queforman parte de su vida y paraaprender de ellas. Ellas les propor-cionarán discernimiento, equilibrio ysabiduría extraordinarios. Y, cuandosurjan las dificultades, verán cuántacapacidad tiene una mujer entrega-da a Dios el Padre y a Jesucristo.

Ese divino modelo para hombresy mujeres que fortalece los matri-monios y las familias también forta-lece a la Iglesia; ésta no puedecumplir plenamente la medida desu creación a menos que trabajenjuntos los hombres fieles que pose-en el sacerdocio y las mujeres jus-tas que se regocijan en prestarservicio bajo la dirección del sacer-docio. He experimentado esa dichauna y otra vez.

Recuerdo una reunión que tuveen Brasil en la que una traductora nose sentía segura de su capacidad parainterpretar mi inglés al portugués.Pero resultó que no tuvimos dificul-tades y nos comunicamos con facili-dad. Después de la reunión supe cuálhabía sido la razón. Me enteré deque la Autoridad General que presi-día no sólo había estado sentado de-trás de nosotras, literalmente en elborde del asiento, durante toda lareunión, ayudando a la intérpretecuando era necesario, sino que tam-bién había asignado a otro líder delsacerdocio para que orara por las dosa lo largo de la reunión.

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NOTAS1. Véase Eclesiastés 4:92. Moisés 3:18; véase también

Abraham 5:14.3. 1 Corintios 11:11.4. 1 Pedro 5:8.5. D. y C. 52:14.6. Véase Moisés 5:1.7. Véase Moisés 5:27.8. Véase2 Nefi 2:20.9. Véase Moisés 5:12.10. Moisés 5:4.11. Véase Moisés 5:12.12. Véase D. y C. 109:22.13. Véase D. y C. 131:1–4; D. y C.

132:19–20.14. The Teachings of Harold B. Lee,

1966, pág. 292.15. Véase “Lo que significa ser una

hija de Dios”, Liahona, enero de 2000,pág. 123.

16. Moisés 4:12.17. “El gran plan de salvación”,

Liahona, enero de 1994, pág. 84.18. Véase Abraham 3:26.

Una vista desde el estrado, atrás de los Quórumes de los Setenta, muestra el Centro de Conferencias totalmente lleno.

La Autoridad General creó unared de seguridad y apoyo con el finde que yo pudiera cumplir con laasignación que él me había dado.Ese círculo de apoyo no tiene fin,porque tampoco tienen fin las bue-nas obras de hombres y mujeres jus-tos que se respetan mutuamente yque, uno junto al otro, meten la hozy siegan en la viña del Señor. Sivamos a edificar el reino de Dios,como hombres y mujeres de Dios,debemos edificarnos mutuamente.No existe problema que con laayuda de la activación, la retención,la familia, o lo que sea, no podamosresolver al deliberar juntamente enconsejo y ayudarnos mutuamente allevar la carga.

Mis queridos jóvenes amigos,aprendan ahora el modelo del Señorpara los varones y las mujeres.Mediten en los relatos de lasEscrituras acerca de Adán y Eva yvean qué les enseña el Señor parafortalecer su matrimonio, su familiay su servicio a la Iglesia. Los recien-tes acontecimientos devastadores enlos Estados Unidos parecen indicarque se avecinan días difíciles, pero

son días que estarán llenos de con-fianza y valor si los hombres y lasmujeres de su generación se unen enrectitud como nunca antes lo habíanhecho. No existe límite de lo quepueden lograr si trabajan juntos,unidos por igual, bajo la direccióndel sacerdocio.

Los modelos del Padre nos ayu-dan a evitar el engaño. Acudan alSeñor y no al mundo para buscarideas e ideales sobre hombres y mu-jeres, porque, mis jóvenes amigos,ustedes son las madres, los padres ylos líderes que fueron reservadospara esta época sin precedentes de-bido a que nuestro Padre los cono-ce y sabe que poseen lo que seprecisa para afrontar al mundo y serintrépidos en la edificación delreino. Háganlo juntos, ya que no esbueno que el hombre o la mujerestén solos. Ayúdense mutuamentey juntos podrán levantar las hermo-sas cargas de la vida terrenal y lesserá aumentada gloria sobre su ca-beza para siempre jamás18. El Señordebe contar con hombres y mujeresrectos que edifiquen Su reino. Sé que esto es verdadero. Dios es

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nuestro Padre. Su Unigénito es elCristo. Ésta es la obra y la gloria deEllos. En el nombre de Jesucristo.Amén. �

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OraciónÉlder Henry B. EyringDel Quórum de los Doce Apóstoles

“Con… fe, podremos orar por lo que deseamos y estaragradecidos por lo que recibamos. Únicamente con esa feoraremos con la diligencia que Dios requiere”.

El mundo parece estar en con-moción; hay guerras y rumoresde guerras; la economía de con-

tinentes enteros está en dificultades;las cosechas se están perdiendo debi-do a la carencia de lluvia por toda latierra, y las personas que están en pe-ligro han inundado los cielos con susoraciones. En público, como en priva-do, están suplicando a Dios que les déayuda, consuelo y dirección.

Probablemente se habrán dadocuenta, como yo en días recientes,que las oraciones no sólo se hanvuelto más numerosas, sino más sin-ceras. A menudo me siento en el es-trado en una reunión cerca de lapersona a la que se le ha pedido orar.He escuchado lleno de asombro. Esevidente que las palabras son inspi-radas de Dios, son elocuentes y pru-dentes; y el tono es el de un niñoamoroso que busca ayuda, no comolo haríamos de un padre terrenal

sino de un todopoderoso PadreCelestial que conoce nuestras nece-sidades antes de que le supliquemos.

La tendencia de orar con más fer-vor cuando el mundo parece estarfuera de control es algo que ha ocu-rrido desde el comienzo de la razahumana. En tiempos de tragedia yde peligro, la gente acude a Dios enoración. Incluso el antiguo reyDavid reconocería lo que está ocu-rriendo. Recordarán sus palabras enel libro de los Salmos:

“Jehová será refugio del pobre, re-fugio para el tiempo de angustia. Enti confiarán los que conocen tu nom-bre, por cuanto tú, oh Jehová, no de-samparaste a los que te buscaron”1.

El gran aumento de las oracionessinceras, y la acogida del público, hasido algo extraordinario para mí ypara otros. Varias veces, en días re-cientes, alguien me ha dicho, congran intensidad y con un tono depreocupación en su voz: “Esperemosque el cambio sea duradero”.

Esa preocupación es válida, yaque nuestra propia experiencia y losregistros de los tratos de Dios conSus hijos nos han enseñado eso. Ladependencia en Dios se puede esfu-mar rápidamente cuando las oracio-nes reciben respuesta. Y, cuandoaminoren las dificultades, lo mismosucede con las oraciones. En el Librode Mormón se repite esa triste histo-ria una y otra vez.

Del libro de Helamán: “Oh,¿cómo pudisteis haber olvidado avuestro Dios, el mismo día en que osha librado?2. Y más tarde, en esemismo libro, después de que Dios

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hubo contestado oraciones con pia-dosa misericordia, el terrible modelose describe una vez más:

“Y así podemos ver cuán falso einconstante es el corazón de loshijos de los hombres; sí, podemosver que el Señor en su grande e infi-nita bondad bendice y hace prospe-rar a aquellos que en él ponen suconfianza.

“Sí, y podemos ver que es preci-samente en la ocasión en que haceprosperar a su pueblo, sí, en el au-mento de sus campos, sus hatos ysus rebaños, y en oro, en plata y entoda clase de objetos preciosos detodo género y arte; preservando susvidas y librándolos de las manos desus enemigos; ablandando el cora-zón de sus enemigos para que no lesdeclaren guerras; sí, y en una pala-bra, haciendo todas las cosas parael bienestar y felicidad de su pue-blo; sí, entonces es la ocasión enque endurecen sus corazones, y seolvidan del Señor su Dios, y hue-llan con los pies al Santo; sí, y estoa causa de su comodidad y su extre-ma prosperidad.

“Y así vemos que excepto que elSeñor castigue a su pueblo con mu-chas aflicciones, sí, a menos que lovisite con muerte y con terror, y conhambre y con toda clase de pestilen-cias, no se acuerda de él”3.

Y ahora, en las próximas palabrasde ese mismo pasaje de lasEscrituras, descubrimos por quérazón olvidamos con tanta facilidadla fuente de nuestras bendiciones ydejamos de sentir la necesidad deorar con fe:

“¡Oh cuán insensatos y cuánvanos, cuán malignos y diabólicos, ycuán prontos a cometer iniquidad ycuán lentos en hacer lo bueno sonlos hijos de los hombres! ¡Sí, cuánprestos son a escuchar las palabrasdel maligno y a poner su corazón enlas vanidades del mundo!

“¡Sí, cuán prestos están para en-salzarse en el orgullo; sí, cuán pres-tos para jactarse y cometer todaclase de aquello que es iniquidad; ycuán lentos son en acordarse delSeñor su Dios y en dar oído a susconsejos; sí, cuán lentos son enandar por las vías de la prudencia!

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Los visitantes de la conferencia pasan frente al Templo de Salt Lake camino al Centro de Conferencias.

“He aquí, no desean que los go-bierne y reine sobre ellos el Señor suDios que los ha creado; a pesar de sugran benevolencia y su misericordiapara con ellos, desprecian sus conse-jos, y no quieren que él sea su guía”4.

En esos tres breves pasajes deEscritura, vemos tres causas queocasionan el triste distanciamientode la humilde oración. Primero, sibien Dios nos implora que oremos,el enemigo de nuestras almas deni-gra y ridiculiza la oración. La amo-nestación de 2 Nefi es verdadera: “Yahora bien, amados hermanos míos,percibo que aún estáis meditando envuestros corazones; y me duele tenerque hablaros concerniente a esto.Porque si escuchaseis al Espíritu queenseña al hombre a orar, sabríais queos es menester orar; porque el espíri-tu malo no enseña al hombre a orar,sino le enseña que no debe orar”5.

Segundo, se olvida a Dios debido ala vanidad. Un poco de prosperidad ypaz, o incluso el cambio más leve desuperación, puede darnos sentimien-tos de autosuficiencia. Rápidamentepodemos sentir que tenemos controlde nuestra vida, que el cambio deprosperidad es resultado de nuestrosesfuerzos, y no de un Dios que se co-munica con nosotros a través de lavoz quieta y apacible del Espíritu. Elorgullo ocasiona un ruido interior quenos impide escuchar la serena voz delEspíritu. Y muy pronto, en nuestravanidad, no nos esforzamos siquierapor escucharla. De pronto llegamos apensar que no la necesitamos.

La tercera causa está arraigadaprofundamente en nuestro interior.Somos hijos espirituales de un amo-roso Padre Celestial que nos colocóen la mortalidad para ver si elegiría-mos, libremente, guardar Sus man-damientos e ir a Su Amado Hijo.Ellos no nos obligan; no pueden ha-cerlo, ya que eso interferiría con elplan de felicidad. Dios nos ha dado atodos el deseo de ser responsables denuestras propias elecciones.

Ese deseo de tomar nuestras pro-pias decisiones es parte del deseo in-herente de progresar hacia la vidaeterna. Pero si vemos la vida sólo a través de los ojos mortales, esohace difícil o aun imposible el que

dependamos de Dios, cuando senti-mos ese poderoso deseo de ser inde-pendientes. Entonces, esta doctrinaverdadera parecerá severa:

“Porque el hombre natural es ene-migo de Dios, y lo ha sido desde lacaída de Adán, y lo será para siemprejamás, a menos que se someta al in-flujo del Santo Espíritu, y se despojedel hombre natural, y se haga santopor la expiación de Cristo el Señor, yse vuelva como un niño: sumiso,manso, humilde, paciente, lleno deamor y dispuesto a someterse a cuan-to el Señor juzgue conveniente im-poner sobre él, tal como un niño sesomete a su padre”6.

Aquellos que se someten comoun niño lo hacen porque saben queel Padre desea únicamente la felici-dad de Sus hijos y que sólo Él conoceel camino. Ese es el testimonio quedebemos de tener para continuarorando como un niño sumiso, en lasépocas buenas como en las difíciles.

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Con esa fe, podremos orar por loque deseamos y estar agradecidospor lo que recibamos. Únicamentecon esa fe oraremos con la diligenciaque Dios requiere. Cuando Dios nosha mandado orar, Él ha utilizado pa-labras como éstas: “orar sin cesar”,“orar siempre” y “poderosa oración”.

Para esos mandatos no es necesa-rio usar muchas palabras. De hecho,el Salvador nos ha dicho que al orarno tenemos que multiplicar las pala-bras. La diligencia en la oración queDios requiere no tiene que tener ex-presiones floridas, ni largas horas desoledad. Eso se enseña claramenteen Alma, en el Libro de Mormón:

“Sí, y cuando no estéis clamandoal Señor, dejad que rebosen vuestroscorazones, entregados continuamen-te en oración a él por vuestro bie-nestar, así como por el bienestar delos que os rodean”7.

Nuestros corazones solamente sepueden acercar a Dios cuando están

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llenos de amor por Él y de confianzaen Su benevolencia. José Smith, aunsiendo un jovencito, nos puso elejemplo de cómo podemos aprendera orar con un corazón lleno delamor de Dios y luego a orar sin cesara través de una vida llena de tribula-ciones y bendiciones.

José salió hacia la arboleda a orarcon fe para que un Dios amorosodiera respuesta a su oración y le qui-tara su confusión. Obtuvo esa segu-ridad al leer la palabra de Dios yrecibir un testimonio de que era ver-dadera. Dijo que leyó en Santiago:“…pídala a Dios, el cual da a todosabundantemente y sin reproche, y leserá dada”8. La fe para pedirle a Diosen oración vino después de que me-ditó en un pasaje de las Escriturasque le confirmó la naturaleza amo-rosa de Dios. Él oró como nosotrosdebemos hacerlo, con fe en un Diosde amor.

Él oró no sólo con la intención deescuchar sino de obedecer. No sólosuplicó conocer la verdad; estabadecidido a actuar de acuerdo con loque Dios le comunicara. En su rela-to escrito queda muy claro que éloró con verdadera intención, resuel-to a cumplir con cualquier respuestaque recibiera. Él escribió:

“Ningún pasaje de las Escriturasjamás penetró el corazón de unhombre con más fuerza que éste enesta ocasión, el mío. Pareció intro-ducirse con inmenso poder en cadafibra de mi corazón. Lo medité repe-tidas veces, sabiendo que si alguiennecesitaba sabiduría de Dios, esapersona era yo; porque no sabía quéhacer, y a menos que obtuvieramayor conocimiento del que hastaentonces tenía, jamás llegaría asaber; porque los maestros religiososde las diferentes sectas entendían losmismos pasajes de las Escrituras deun modo tan distinto, que destruíantoda esperanza de resolver el proble-ma recurriendo a la Biblia”9.

El Padre y Su Amado Hijo se leaparecieron en respuesta a su ora-ción, y le fue dicho lo que debíahacer, tal como él deseaba. Obedeciócomo un niño. Le fue dicho que nose uniera a ninguna de las iglesias. Élhizo lo que le fue dicho. Y debido a

su fidelidad, en los días, meses y añosposteriores, sus oraciones fueron con-testadas con un torrente de luz y ver-dad. La plenitud del Evangelio deJesucristo y las llaves del reino deDios fueron restauradas a la tierra. Suhumilde dependencia en Dios resultóen la restauración del Evangelio, conautoridad y sagradas ordenanzas.Debido a la Restauración, tenemos laoportunidad de elegir la más valiosaindependencia: el ser libres del cauti-verio del pecado mediante el poderpurificador de la Expiación deJesucristo.

La misión de José Smith fue sin-gular, sin embargo, su humilde ora-ción puede ser un modelo útil paranosotros. Como nosotros debemoshacerlo, él comenzó teniendo fe enun amoroso Dios que puede comu-nicarse con nosotros y ayudarnos,lo cual hace. Esa fe estaba arraigadaen las impresiones que había recibi-do al meditar en las palabras de lossiervos de Dios en las Escrituras.Podemos y debemos acudir con fre-cuencia a la palabra de Dios y me-ditarla con detenimiento. Sitomamos a la ligera nuestro estudiode las Escrituras, tomaremos a la li-gera nuestras oraciones.

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Tal vez no cesemos de orar, peronuestras oraciones se volverán másrepetitivas, más mecánicas, carentesde verdadera intención. No pode-mos entregar nuestro corazón a unDios que no conocemos, y lasEscrituras y las palabras de los profe-tas vivientes nos ayudan a conocer-le. Cuanto más le conozcamos, másle amaremos.

Para amarle, también debemosservirle. José Smith lo hizo, y alfinal dedicó su propia vida al servi-cio del Señor. José oró con la inten-ción de obedecer. Esa obedienciasiempre conlleva el servicio a losdemás. El servicio en la obra delSeñor nos permite sentir una por-ción de lo que Él siente y llegar aconocerle.

“Porque ¿cómo conoce un hom-bre al amo a quien no ha servido,que es un extraño para él, y se hallalejos de los pensamientos y de las in-tenciones de su corazón?”10. A medi-da que nuestro amor por Élaumente, también aumentará nues-tro deseo de acercarnos al Padre enoración.

Las palabras y la música de estaconferencia les llevará a haceraquello que les fortalecerá contra el

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La Expiación: nuestramayor esperanzaPresidente James E. FaustSegundo Consejero de la Primera Presidencia

“Nuestra salvación depende de creer en la Expiación y deaceptarla; dicha aceptación requiere de un esfuerzo continuo por comprenderla más plenamente”.

peligro de distanciarse de la oraciónsincera. De lo que escuchen, se sen-tirán inspirados a acudir a lasEscrituras; sigan esa inspiración. Enesta conferencia se les recordará elservicio que prometieron prestarcuando entraron en las aguas delbautismo. Elijan obedecer.

Si meditan las Escrituras y co-mienzan a hacer lo que pactaroncon Dios que harían, les prometoque sentirán más amor hacia Dios ymás del amor de Él por ustedes. Ycon ello, las oraciones de ustedesprovendrán del corazón, llenas degratitud y de súplica. Sentirán unamayor dependencia en Dios; encon-trarán el valor y la determinaciónpara actuar en Su servicio, sintemor y con paz en su corazón.Orarán siempre, y no se olvidaránde Él, no importa lo que depare elfuturo.

Les doy mi testimonio de queDios el Padre vive. Él nos ama. Él es-cucha nuestras oraciones y Él con-testa con lo que es mejor paranosotros. A medida que lleguemos aconocerlo mejor mediante Sus pala-bras y al estar en Su servicio, le ama-remos más. Sé que eso es verdad.

La plenitud del Evangelio deJesucristo y la verdadera iglesia deJesucristo han sido restauradas a tra-vés del profeta José Smith. Las llavesdel sacerdocio se encuentran única-mente en esta Iglesia. Tan ciertamen-te como sé que vivo, sé que elpresidente Gordon B. Hinckley poseelas llaves y las ejerce en la tierra.Jesucristo vive —lo sé— y Él dirige SuIglesia hoy día. Él les enseñará en estaconferencia a través de Sus siervos.

En el sagrado nombre deJesucristo. Amén. �

NOTAS1. Salmos 9:9–10.2. Helamán 7:20.3. Helamán 12:1–3.4. Helamán 12:4–6.5. 2 Nefi 32:8.6. Mosíah 3:19.7. Alma 34:27.8. Santiago 1:5; véase José

Smith–Historia 1:11.9. José Smith–Historia 1:12.10. Mosíah 5:13.

Mis amados hermanos, her-manas y amigos: Humilde-mente vengo a este

púlpito esta mañana porque deseohablarles del mayor acontecimientode la historia. Ese singular aconteci-miento fue la incomparableExpiación de nuestro Señor ySalvador, Jesucristo. Se trata delacto más trascendente que hayaocurrido jamás, pero a la vez es elmás difícil de comprender. Mis moti-vos para querer aprender todo loque pueda sobre la Expiación son,en parte, egoístas: nuestra salvacióndepende de creer en la Expiación yde aceptarla1; dicha aceptación re-quiere de un esfuerzo continuo porcomprenderla más plenamente. LaExpiación avanza nuestro curso te-rrenal de aprendizaje al hacer posible

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que nuestra naturaleza llegue a serperfecta2. Todos hemos pecado y de-bemos arrepentirnos para saldar porcompleto nuestra parte de la deuda.Cuando nos arrepentimos con since-ridad, la magnífica expiación delSalvador paga el resto de esa deuda3.

Pablo ofreció una explicaciónsencilla sobre la necesidad de laExpiación. “Porque así como enAdán todos mueren, también enCristo todos serán vivificados”4.Jesucristo fue escogido y preordena-do para ser nuestro Redentor antesde que el mundo fuese formado. EnSu calidad divina de Hijo, con Suvida sin mancha, el derramamientode Su sangre en el jardín deGetsemaní, Su espantosa muerte enla cruz y la consiguiente resurrecciónde Su cuerpo, llegó a ser el autor denuestra salvación y llevó a cabo unaexpiación perfecta por toda la hu-manidad5.

El entender lo que podamos de laExpiación y la Resurrección deCristo nos ayuda a obtener un cono-cimiento de Él y de Su misión6.Cualquier aumento de nuestra com-prensión de Su sacrificio expiatorionos acerca más a Él. Literalmente, lapalabra Expiación significa “ser uno”con Él. La naturaleza de laExpiación y sus efectos son tan infi-nitos, tan incomprensibles y tan pro-fundos, que escapan a nuestroconocimiento y comprensión dehombres terrenales. Estoy sumamen-te agradecido por el principio de la

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gracia salvadora. Muchos creen quesólo tienen que confesar que Jesús esel Cristo y que entonces ya son sal-vos por la gracia; pero no podemossalvarnos por la gracia solamente,pues “sabemos que es por la graciapor la que nos salvamos, después dehacer cuanto podamos”7.

Hace unos años, el presidenteGordon B. Hinckley relató “algo pa-recido a una parábola” sobre “unaescuela de un solo cuarto en lasmontañas del estado de Virginia,donde los muchachos eran tan rudosque ningún maestro había logradodisciplinarlos”.

Un maestro joven solicitó laplaza. Se le dijo que cada maestrohabía fracasado rotundamente, perodecidió aceptar el riesgo. El primerdía de escuela el maestro pidió a losmuchachos que establecieran suspropias reglas y el castigo por que-brantarlas. La clase fijó diez reglasque se escribieron en la pizarra yluego el maestro preguntó: “¿Quéharemos con aquel que quebrantelas reglas?”.

“Quitarle el abrigo y darle diezazotes en la espalda”, fue la respuesta.

Uno o dos días después, Tom, unalumno alto y fuerte, descubrió que le habían robado el almuerzo.“Encontraron al ladrón, un hambrien-to muchachito de unos diez años”.

Cuando Jim se acercó para recibirsu castigo suplicó que no le quitaranel abrigo. “Quítate el abrigo”, dijo el maestro. “¡Tú colaboraste en la creación de las reglas!”.

El muchacho se quitó el abrigo.No tenía camisa y su flaco torsoquedó al descubierto. El maestro va-ciló con la vara y Tom se puso en piey se ofreció de voluntario para reci-bir el castigo del muchacho.

“Muy bien, existe cierta ley me-diante la cual uno puede tomar ellugar del otro. ¿Están todos deacuerdo?”, preguntó el maestro.

Después de cinco azotes en la es-palda de Tom, la vara se rompió. Laclase estaba llorando. “El pequeñoJim se había puesto en pie y echadosus brazos alrededor del cuello deTom. ‘Tom, siento haberte robado elalmuerzo, pero tenía mucha hambre.¡Tom, te amaré hasta que muera por

haber recibido los azotes que eranpara mí! ¡Sí, siempre te amaré!’ ”8.

Entonces, el presidente Hinckleycitó a Isaías: “Ciertamente llevó élnuestras enfermedades, y sufriónuestros dolores… Mas él herido fuepor nuestras rebeliones, molido pornuestros pecados; el castigo de nues-tra paz fue sobre él, y por su llagafuimos nosotros curados”9.

Ningún hombre conoce el pesoque tuvo que soportar el Salvador,pero por el poder del Espíritu Santopodemos saber algo del don celestialque nos concedió10. Uno de nuestroshimnos sacramentales dice:

Jamás podremos comprenderLas penas que sufrió,Mas para darnos salvaciónÉl en la cruz murió11.

Sufrió tanto dolor, “una angustiaindescriptible” y “una tortura ina-guantable”12 por causa nuestra. Suterrible sufrimiento en el Jardín deGetsemaní, donde tomó sobre Sí lospecados de todos los hombres, hizoque “sangrara por cada poro y pade-ciera, tanto en el cuerpo como en elEspíritu”13. “Y estando en agonía,oraba más intensamente”14, dicien-do: “Padre mío, si no puede pasar demí esta copa sin que yo la beba, há-gase tu voluntad”15. Fue traicionadopor Judas Iscariote y negado porPedro. Los ancianos y el concilio seburlaron de Él; lo azotaron, le abofe-tearon, le escupieron y lo torturaronen el tribunal16.

Lo guiaron al Gólgota, donde losclavos atravesaron Sus manos y pies.Colgó agonizante durante horas enuna cruz de madera y con un títuloescrito por Pilato que decía: “JESÚSNAZARENO, REY DE LOSJUDÍOS”17. Vinieron las tinieblas y“cerca de la hora novena, Jesúsclamó a gran voz, diciendo: Elí, Elí,¿lama sabactani? Esto es: Dios mío,Dios mío, ¿por qué me has desampa-rado?”18. Nadie podía ayudarle, esta-ba pisando el lagar Él solo19.Entonces, “Jesús, habiendo otra vezclamado a gran voz, entregó el espíri-tu”20. Y “uno de los soldados le abrióel costado con una lanza, y al instan-te salió sangre y agua”21. “La tierra

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tembló” y “el centurión, y los que es-taban con él guardando a Jesús, vistoel terremoto, y las cosas que habíansido hechas, temieron en gran mane-ra, y dijeron: Verdaderamente ésteera Hijo de Dios”22. En las palabrasdel himno: “No me dejes olvidar quefue por mí, oh Salvador, que sufristeen el Calvario, padeciendo midolor”23. Me pregunto cuántas gotasderramó Él por mí.

Lo que hizo sólo lo podía hacer unDios. Como era el Hijo Unigénitodel Padre en la carne, Jesús heredóatributos divinos. Fue la única perso-na nacida en este mundo que pudorealizar ese acto tan importante y di-vino; y como fue el único hombre sinpecado que haya vivido en la tierra,no estaba sujeto a la muerte espiri-tual. A causa de Su divinidad tam-bién tenía poder sobre la muertefísica. Así hizo por nosotros lo queno podemos hacer por nosotros mis-mos. Rompió las frías ligaduras de lamuerte e hizo posible que tuviéramosel sereno consuelo del don delEspíritu Santo24.

La Expiación y la Resurrección lo-gran muchas cosas. La Expiación noslimpia del pecado a cambio de nues-tro arrepentimiento, que es la condi-ción mediante la cual se nos extiendela misericordia25. Después de todo loque podamos hacer para pagar hastael último cuadrante y enmendarnuestros errores, la gracia delSalvador se activa en nuestra vidamediante la Expiación, la cual nospurifica y nos perfecciona26. La resu-rrección de Cristo venció la muerte ynos dio la certeza de la vida despuésde esta vida. Él dijo: “Yo soy la resu-rrección y la vida; el que cree en mí,aunque esté muerto, vivirá”27. LaResurrección es incondicional y seaplica a todos los que hayan vivido ovivan28. Es un don gratuito. El presi-dente John Taylor describió esto muybien cuando dijo: “Las tumbas seabrirán y los muertos oirán la voz delHijo de Dios, y saldrán, los que hayanhecho el bien a la resurrección de losjustos, y los que hayan hecho el mal ala resurrección de los injustos”29.

Con respecto a nuestros actos enesta vida y a la Expiación, el presiden-te J. Reuben Clark, hijo, contribuyó

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El presidente Gordon B. Hinckley saluda a la congregación reunida en el Centro de Conferencias. Detrás de él, (desde la izquierda), se encuentran los élderes Jeffrey R. Holland, Robert D. Hales y Richard G. Scott, delQuórum de los Doce Apóstoles, y los presidentes Thomas S. Monson y James E. Faust, consejeros de la PrimeraPresidencia.

esta valiosa reflexión cuando dijo:“Considero que [el Salvador] nosdará el menor de los castigos que jus-tifique nuestra transgresión. Creoque, como parte de Su justicia, ofre-cerá todo Su infinito amor, bendicio-nes, misericordia, amabilidad ycomprensión… Y, por otro lado, creoque cuando nos recompense pornuestra buena conducta, nos dará lomáximo que pueda, teniendo presen-te la ofensa que hayamos cometido”30.

Tal y como escribiera Isaías, si nosvolvemos al Señor, “[Él]… será am-plio en perdonar”31.

Se nos manda recordar los sin-gulares hechos de la mediación, lacrucifixión y la expiación al partici-par cada semana de la Santa Cena.Tras escuchar las oraciones sacra-mentales participamos del pan y del agua en memoria del cuerpo yla sangre sacrificada por nosotros, y debemos recordarle y guardar Susmandamientos para que siemprepodamos tener Su esp íritu con nosotros.

Nuestro Redentor tomó sobre Sítodo pecado, dolencia, padecimien-to y enfermedad de los que han vivi-do o hayan de vivir32. Nadie hasufrido jamás lo que Él padeció. Élconoce nuestras pruebas en Su pro-pia carne. Es como intentar escalarel monte Everest y sólo ascenderunos pocos metros. Pero Él ha as-cendido los 8.640 metros hasta lacima. Él sufrió más de lo que puedesufrir hombre alguno.

La Expiación no sólo beneficia alpecador sino a los ofendidos, esdecir, a las víctimas. Al perdonar alos que pecaren contra nosotros, laExpiación concede paz y consuelo alos que inocentemente han padecidopor los pecados de otros. El recursoprincipal para la curación del almaes la expiación de Jesucristo, tanto sise trata de una tragedia personalcomo de una terrible calamidad na-cional como la que recientementehemos padecido en Nueva York; en Washington, D. C. y cerca dePittsburg.

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Una hermana que había pasadopor un doloroso divorcio escribiósobre cómo cobró fuerzas debido a laExpiación, y dijo: “Nuestro divor-cio… no me liberaba de mi obligaciónde perdonar. Realmente quería hacer-lo, pero era como si se me hubieramandado hacer algo para lo que eraincapaz”. Su obispo le dio un buenconsejo: “Haga sitio en su corazónpara el perdón, y cuando éste llegue,déle la bienvenida”. Pasaron muchosmeses en los que proseguía su luchapor perdonar. “Durante aquellos lar-gos momentos… acudí a una fuentede consuelo procedente de mi amoro-so Padre Celestial. Creo que no sequedaba ahí mirándome por no habersido todavía capaz de perdonar, sinoque más bien se compadecía conmigomientras yo sollozaba…”.

“Finalmente, lo que ocurrió conmi corazón es para mí una evidenciasorprendente y milagrosa de laExpiación de Cristo. Siempre habíavisto la Expiación como un mediode hacer que el arrepentimiento

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NOTE1. Véase Mosíah 4:6–7.2. Véase Moroni 10:32.3. Véase 2 Nefi 25:23.4. 1 Corintios 15:22.5. Véase la Guía para el Estudio de las

Escrituras, “Expiación”, pág. 76.6. Véase Jacob 4:12.7. 2 Nefi 25:23; cursiva agregada.8. Véase “El maravilloso y verdadero re-

lato de la Navidad”, Liahona, diciembre de2000, pág. 2.

9. Isaías 53:4–5.10. Véase 1 Corintios 12:3.11. “En un lejano cerro fue”, Himnos,

119.12. John Taylor, The Mediation and

Atonement, 1882, pág. 150.13. D. y C. 19:18.14. Lucas 22:44.15. Mateo 26:42.16. Véase Mateo 26:47–75; 27:28–31.17. Juan 19:19.18. Mateo 27:46.19. Véase D. y C. 133:50.20. Mateo 27:50.21. Juan 19:34.22. Mateo 27:51, 54.23. “Hoy con humildad te pido”,

Himnos, 102.24. Véase Juan 15:26.25. Véase Alma 42:22–25.26. Véase 2 Nefi 25:23; Alma

34:15–16; 42:22–24; Moroni 10:32–33.27. Juan 11:25.28. Véase Hechos 24:15.29. Gospel Kingdom, sel. G. Homer

Durham, 1943, pág. 118. Véase tambiénJuan 5:28–29.

30. “As Ye Sow… ,” Brigham YoungUniversity Speeches of the Year, 3 de mayode 1955, pág. 7.

31. Isaías 55:7.32. Véase Alma 7:11–12.33. Autor anónimo, Ensign,

“My Journey to Forgiving,” febrero de1997, págs. 42–43.

34. Alma 7:12.35. Véase Alma 7:11.36. Véase Alma 26:15; Mormón 5:11;

6:17; Moisés 7:63.

obrase para el pecador, y no mehabía dado cuenta de que tambiénfacilita el que el ofendido reciba ensu corazón la dulce paz delperdón”33.

El ofendido debe hacer todo loposible para superar sus pruebas, y elSalvador socorrerá “a los de su pue-blo, de acuerdo con las enfermeda-des de ellos”34. Él nos ayudará allevar nuestras cargas. Algunas heri-das duelen tanto y son tan profun-das, que no se pueden curar sin laayuda de un poder superior y una es-peranza en la justicia perfecta y larestitución en la vida venidera.Dado que el Salvador ha padecidotodo lo imaginable que nosotros po-demos sentir o experimentar35, Élpuede ayudar a los débiles a fortale-cerse. Él lo ha experimentado todo,comprende nuestro dolor y caminaráa nuestro lado aun en los momentosmás difíciles.

Anhelamos la bendición máximade la Expiación: el ser uno con Él,

estar en Su divina presencia, ser lla-mados por nuestro nombre cuandonos dé la bienvenida a casa con unaradiante sonrisa, haciéndonos señascon los brazos abiertos para circun-darnos en Su infinito amor36. ¡Cuángloriosa y sublime será esa experien-cia si podemos sentirnos lo bastantedignos para estar en Su presencia!El don gratuito de su gran sacrificioexpiatorio es la única forma depoder recibir la exaltación paraestar ante Él y verle cara a cara. Elsobrecogedor mensaje de laExpiación es el amor perfecto que elSalvador tiene por cada uno de no-sotros. Se trata de un amor lleno demisericordia, paciencia, gracia,equidad, longanimidad y, por enci-ma de todo, perdón.

La maligna influencia de Satanáspuede destruir cualquier esperanzaque tengamos en vencer nuestroserrores. Nos hace sentir perdidos,desesperanzados. Por el contrario,Jesús desciende a donde estamos

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para elevarnos. Mediante el arre-pentimiento y el don de la Expiaciónpodemos prepararnos para ser dig-nos de permanecer en Su presencia.De esto testifico en el nombre deJesucristo. Amén. �

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El sostenimiento deoficiales de la IglesiaPresidente James E. FaustSegundo Consejero de la Primera Presidencia

Sesión del sábado por la tarde6 de octubre de 2001

n la Manzana del Templo se levanta una estatua en memoria del acrificio que hicieron los pioneros de los carros de mano.

Mis hermanos y hermanas,

el presidente Hinckley meha pedido que presente a

las Autoridades Generales, a losSetenta Autoridades de Área y a laspresidencias generales de las organi-zaciones auxiliares de la Iglesia parasu voto de sostenimiento.

Se propone que sostengamos a Gordon Bitner Hinckley comoprofeta, vidente y revelador y Presidente de La Iglesia deJesucristo de los Santos de los Últi-mos Días; a Thomas SpencerMonson como Primer Consejero de la Primera Presidencia y a James Esdras Faust como SegundoConsejero de la Primera Presiden-cia. Los que estén a favor sírvansemanifestarlo. Los contrarios, si loshay, pueden manifestarlo.

Se propone que sostengamos aThomas Spencer Monson comoPresidente del Quórum de los DoceApóstoles; Boyd Kenneth Packercomo Presidente en Funciones del

Es

Quórum de los Doce Apóstoles y a los siguientes como miembros deese quórum: Boyd K. Packer, L. TomPerry, David B. Haight, Neal A.Maxwell, Russell M. Nelson, Dallin H. Oaks, M. Russell Ballard,Joseph B. Wirthlin, Richard G.Scott, Robert D. Hales, Jeffrey R.Holland, y Henry B. Eyring. Los queestén a favor, sírvanse manifestarlo.Contrarios.

Se propone que sostengamos alos consejeros de la PrimeraPresidencia y a los Doce Apóstolescomo profetas, videntes y revelado-res. Todos los que estén a favor, sír-vanse manifestarlo. Los que se

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opongan, si los hay, con la mismaseñal.

Se propone que relevemos a losélderes L. Aldin Porter y Marlin K.Jensen como miembros de laPresidencia de los Setenta. Tambiénse propone que relevemos a los élde-res L. Aldin Porter, Vaughn J.Featherstone, Rex D. Pinegar, John K. Carmack y L. LionelKendrick como miembros delPrimer Quórum de los Setenta y de-signarlos miembros eméritos delPrimer Quórum de los Setenta.Todos los que deseen unirse en esevoto de agradecimiento, sírvansemanifestarlo.

Con gratitud por su servicio comomiembros del Segundo Quórum delos Setenta, extendemos un relevohonorable a los élderes Richard B.Wirthlin, Richard E. Cook, WayneM. Hancock y Ray H. Wood y a lossiguientes hermanos como SetentaAutoridades de Área: Norman C.Boehm, Jess L. Christensen, Dale L.Dransfield, David W. Eka, James E.Griffin, Esteban Guevara, Ronald J.Hammond, Thomas A. Holt, ErnstHusz, Julio H. Jaramillo, Lloyd W.Jones, Seiji Katanuma, J. Grey

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La fe de nuestrosprofetas Élder David B. HaightDel Quórum de los Doce Apóstoles

“Lo que necesitamos es la fe de Brigham Young, la fe de GordonB. Hinckley y la fe de los que son nuestros profetas y líderes”.

Larkin, Haruyoshi Nakamura, KarlE. Nelson, Jesús Nieves, RodrigoObeso, James S. Olson, Glen A.Overton, William W. Parmley,Steven H. Pond, Michael T.Robinson, Jorge W. Ventura y Craig T. Vincent. Los que deseenunirse a nosotros para expresar agra-decimiento, sírvanse manifestarlo le-vantando la mano.

Se propone que relevemos con unvoto de agradecimiento a los élderesMarlin K. Jensen, Neil L. Anderseny John H. Groeberg, de laPresidencia General de la EscuelaDominical; y a los élderes Robert K.Dellenbach, F. Melvin Hammond yJohn M. Madsen, de la PresidenciaGeneral de los Hombres Jóvenes.Los que estén a favor, sírvanse indi-carlo levantando la mano.

Se propone que sostengamos a losélderes Charles Didier y Cecil O.Samuelson como miembros de laPresidencia de los Setenta. Los queestén a favor, sírvanse manifestarlo.Opuestos, por la misma señal.

Se propone que sostengamos aCarlos J. García, R. Randall Huff yJohn W. Yardley como SetentaAutoridades de Área. Los que esténa favor, sírvanse manifestarlo. Si hayalguien que se oponga, puede mani-festarlo.

Se propone que sostengamos a losélderes Cecil O. Samuelson, John H.Groberg y Richard J. Maynes comoPresidencia General de la EscuelaDominical y a los élderes F. MelvinHammond, Glenn L. Pace y SpencerJ. Condie como Presidencia Generalde los Hombres Jóvenes. Todos losque estén a favor, sírvanse manifes-tarlo. Si hay alguien que se oponga,puede manifestarlo.

Se propone que sostengamos alas otras Autoridades Generales, alos Setenta Autoridades de Área y alas presidencias generales de las or-ganizaciones auxiliares como estánconstituidas en la actualidad. Losque estén a favor, sírvanse manifes-tarlo. Si alguien se opone, puedemanifestarlo.

Parece ser que el sostenimientoha sido unánime y afirmativo.

Gracias, hermanos y hermanas,por su fe y sus oraciones. �

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spero que hayan sentido unpequeño ardor en su corazón,como yo lo he sentido al le-

vantar la mano para sostener al pre-sidente Hinckley como Presidentede la Iglesia y como profeta, videntey revelador; así como a los demásoficiales que se les han presentado.¡Qué oportunidad grande y maravi-llosa tenemos al poder sostener hoya nuestro profeta viviente sobre latierra!; pero no sólo al estar sentadosaquí y levantar la mano de maneraindiferente, sino sentir en el corazóny en el alma que no sólo lo sostene-mos, sino que aprobamos lo que haestado haciendo por nosotros al re-presentarnos ante el mundo.Estamos agradecidos por la formamaravillosa e inspirada en la que élse ha comunicado y ha hablado almundo, en particular en los últimosdías y semanas.

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Hace ya unos años, cuandoArturo Toscanini era el director de laOrquesta Filarmónica de NuevaYork, él auspiciaba un programa ra-dial los sábados por la tarde. Un día,entre la correspondencia que recibió,había una pequeña nota arrugada, es-crita en papel color café, que decía:

“Estimado Sr. Toscanini: Soy unpastor solitario de las montañas deWyoming; tengo dos preciadas pose-siones: un violín y una radio a pilas.Las pilas están por gastarse y el violínestá tan desafinado que ya no puedotocarlo más. ¿Podría tocar un La elpróximo sábado en su programa?”.

La semana siguiente, en el progra-ma, Arturo Toscanini anunció: “Paraun nuevo amigo oriundo de las mon-tañas de Wyoming, la OrquestaFilarmónica de Nueva York tocaráahora, al unísono, un perfecto La”; einterpretó un perfecto La. Entonces,ese solitario hombre pudo afinar elLa, luego el Mi, el Re y el Sol a partirde ese perfecto La.

¿No es interesante reflexionar ennuestra propia vida y en la de muchagente que me escucha en este mo-mento —aquellos cuyos violines ovidas puedan estar un tanto desafi-nados— que podemos participar dela conferencia general de la Iglesia yescuchar los mensajes maravillososque se presentan? Aquellos de noso-tros que tenemos la oportunidad dehablar rogamos con fervor a fin detener la energía, la fortaleza y la vi-talidad, tal como yo lo hago, al en-trar en el ocaso de mi vida, deponernos de pie y dar testimonio de

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El presidente Gordon B. Hinckley acompaña a su esposa, Marjorie, al salirdel Centro de Conferencias después de una sesión. Les siguen el presiden-te Thomas S. Monson y el presidente James E. Faust, Consejeros de laPrimera Presidencia, y el presidente Boyd K. Packer, Presidente enFunciones del Quórum de los Doce Apóstoles.

la veracidad de esta obra, puestoque soy testigo de ella.

He tenido la oportunidad, comomuchos de ustedes, y como muchosde ustedes lo habrían deseado, de sercriado en un hogar mormón, y de serfruto de la Iglesia, y de haber tenidola oportunidad de vivir en el mundoy tratar a gente de muchos lugares,tanto en el gobierno como en elmundo corporativo o de otro tipo, yde asociarme con gente y compartircon esa gente los sentimientos queuno tiene en el corazón.

Con frecuencia, el presidenteHinckley nos ha dicho en algunas denuestras reuniones, y creo que lo hahecho saber públicamente, que de-trás de su escritorio tiene una pintu-ra de Brigham Young y, a veces,cuando el presidente Hinckley hatenido un día muy ocupado, un díaen el que haya tenido que tomarmuchas, muchas decisiones difíciles,él se da vuelta en la silla y contem-pla la pintura de Brigham que estádetrás y pregunta ya sea en voz altao en su mente: “Hermano Brigham,¿qué hubiera hecho usted?” o, “¿quéconsejo me daría?”.

Piensen en lo que ha ocurrido enlos últimos años. Ustedes saben muybien toda la inspiración y la direc-ción que el presidente Hinckley harecibido en cuanto a la expansión dela Iglesia: la edificación de templos yla remodelación del antiguo HotelUtah en lo que es ahora el EdificioConmemorativo José Smith, ahoracon ese nombre; y por esta incompa-rable estructura, el Centro deConferencias, en el que hoy nos en-contramos, que probablemente notiene parangón en el mundo. Inclusopara nosotros que por varios añoshemos trabajado a la par del presi-dente Hinckley, que le hemos escu-chado y nos hemos asociado con él,¡qué experiencia maravillosa hemostenido y qué bendición ha sido ennuestra vida porque hemos visto ysentido, y hemos formado parte dela inspirada expansión que él ha llevado adelante!

Al contemplar a Brigham Young yreflexionar en la inspiración y direc-ción que recibió ese hombre tan sin-gular, recordamos cómo pudo llenar el

trágico vacío causado por el falleci-miento del profeta José Smith, la ma-nera que tomó su lugar y cómo pudo,bajo inspiración y revelación, guiar ydirigir la clausura de Nauvoo y plani-ficar la jornada al Oeste. Nos acorda-mos de la obra continua que sellevaba a cabo allí, en el Templo deNauvoo, y la forma en que fue organi-zada para seguir adelante; las carava-nas de carromatos cruzando el Oestehacia el valle del Lago Salado en loque llegaría a ser Sión, donde podríanadorar, enseñar, predicar, edificar cen-tros de reuniones y todo lo que seríanecesario para esta civilización y paraesta cultura que hoy tenemos, y paraextenderse y progresar aquí.

Piensen en la inspiración que reci-bió el profeta Brigham Young paraesas personas: que no sólo edificaranuna gran ciudad en Salt Lake, sino

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que se dirigieran hacia otros asenta-mientos. Él tuvo la inspiración de quela gente fuera en busca de esos vallesy esas regiones apartadas de Salt LakeCity, sitios adonde los pioneros quevinieran a este valle pudieran ir y po-blar, y donde podrían edificar sus ho-gares, ciudades y comunidades, asícomo forjar su personalidad y su ca-rácter y desarrollar sus talentos. Fueasí que bajo su liderazgo, en lugar detener una gran ciudad en Salt LakeCity, surgieron unas 360 comunidadesen Wyoming, Nevada, Arizona y elsur de Idaho, así como en Utah.

A medida que la gente iba mu-dándose y estableciéndose en esaspequeñas comunidades, desarrolla-ron talentos y aptitudes al prestarservicio en mesas directivas escola-res, en municipios, o llegaron a ser lí-deres del pequeño asentamiento; los

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pobladores se convirtieron en ciuda-danos de esos lugares y comenzarona construir escuelas y a expandir esascomunidades. Hoy podemos apreciarlo que ocurrió en esos lugares queBrigham Young previó y ayudó aponer en marcha. Imaginemos cómosurgió, o como se desarrolló la crea-ción de una comunidad, por ejem-plo, Las Vegas, Nevada, ciudad quesería un peldaño para que la gentepudiera llegar a San Bernardino,California: la gente podía llegar porbarco a San Pedro, California, ir aSan Bernardino para equiparse ytener lo que fuera necesario para lle-gar al valle de Salt Lake; y más tarde,a las comunidades adyacentes, alcondado de Sanpete o hacia el norte,a Idaho u otros sitios.

Yo mismo soy fruto de eso, por-que cuando la familia de mi madrellegó aquí, a Salt Lake City, se leenvió a colonizar el poblado deTooele; más tarde, se le envió aIdaho, donde se requería construirun aserradero y un molino. La fami-lia de mi padre se había establecidoen Farmington, Utah, que era partede esa colonización a la que meestoy refiriendo, una que hizo quelas personas llegaran a ser más fuer-tes y les ofreció oportunidades. Enlugar de hallarse perdidos en unagran ciudad, se les pidió que se mu-daran a una comunidad más peque-ña, donde podrían desarrollar susaptitudes, donde habría más escue-las y mayor necesidad de maestros, ydonde la gente con talentos podríadesarrollarlos. Al final, se le pidió ami familia que abandonaraFarmington y Tooele, es decir, quevendiera sus verdes acres y se fueraal sur de Idaho, donde en aqueltiempo no había más que artemisa.

En ese tipo de poblado pequeño,mi padre y mi madre se enamoraron.Cuando tenían 20 años y estabanlistos para contraer matrimonio,¿dónde se iban a casar? En elTemplo de Logan, Utah. ¿Cómo lle-garían allí? En calesa. ¿Cuánto tiem-po les tomaría? Entre cinco, seis osiete días. ¿Había autopistas o bue-nos caminos? Por supuesto que no;viajaban por caminos que los carro-matos habían abierto entre la

artemisa, en medio de los arbustos ysobre las rocas. ¿En dónde contraerí-an matrimonio? ¿En dónde se sella-rían? En un solo lugar: en el templo.Y allí se dirigieron, en calesa.

Eso pasó a ser parte de mi patri-monio; y así la gente progresó enesas pequeñas poblaciones. Mástarde, la Iglesia decidió dar aperturaa algunas academias, alrededor de 30de ellas en esas remotas áreas. Unade esas pequeñas academias se inau-guró en nuestro pueblo, y se convir-tió en un lugar al que vendría muchagente de lugares vecinos para teneracceso a una educación académicasuperior. Naturalmente, esa educa-ción académica superior representa-ba tan sólo una escuela de nivelsecundario, pero se hacía referenciaa ella con el nombre de academia.

Me refiero a la inspiración que re-cibió el profeta Brigham Young haceaños sobre el asentamiento, sobre eldesarrollo de la zona intermontaño-sa que hoy se halla en torno a SaltLake City. Hoy pienso en quienessomos y en la forma en que esto haprogresado, y en la bendición quehemos recibido en nuestra vida portener al presidente Hinckley como

nuestro profeta, vidente, revelador ylíder y también al contemplar lo queestá ocurriendo y lo que ocurrirá enel futuro si tenemos la fe de conti-nuar aquello que se ha empezado;piensen en lo que ocurrirá y en loque se está llevando a cabo.

El presidente Hinckley a menudohabla con respecto a desarrollar másfe en lo que respecta a nuestragente. Esa fe es el resultado de vivirlos principios del Evangelio, de vivirde la forma en que debemos y decriar a nuestros hijos como debe-mos; y de verlos crecer y desarrollarsu carácter y personalidad de mane-ra que lleguen a ser un ejemplo de loque creemos y de lo que tenemos laesperanza de hacer y de lograr.

Todos recordarán el hombre quetenía un hijo que era lunático; elhombre se acercó al Salvador y lepidió que bendijera al muchacho afin de que le quitara ese espíritumalo. Y el hombre le dijo alSalvador: “…lo he traído a tus discí-pulos pero no lo han podido sanar”.El Salvador bendijo a ese pequeñomuchacho y el demonio salió de in-mediato y los discípulos del Salvadorvinieron a Él y dijeron: “¿Por qué

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Una hilera de personas que esperan entrar al Centro de Conferenciasavanza por una escalera de un lado del edificio.

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nosotros no pudimos echarlo fuera?(véase Mateo 17:14–21). El Salvadortambién ha dicho: “…hombres depoca fe” (Mateo 16: 8).

Si tuvieran la fe de una peque-ña… (estoy tratando de pensar en elnombre de ese árbol pequeño…) [Elpresidente Hinckley entonces dice:“mostaza”.] ¡Mostaza! ¡Gracias pre-sidente! (Tengo al presidente cercapara ayudarme.) Si tuvieran la fe deuna semilla de mostaza. Tal vez nomuchos hayan visto una semilla demostaza. Hace algunos años, enJerusalén, íbamos en un auto y elconductor dijo: “Ah, ése es un árbolde mostaza”. Le dije: “Vayamos averlo”. Así lo hicimos, y vimos queese árbol tenía una pequeña vainaque luego abrí. La vaina es similar ala de una acacia blanca o algarrobo yvi esas semillitas, que no eran másgrandes que un grano de pimienta.

Imaginen la analogía a la que elSalvador recurrió para enseñar a lagente. Si tan sólo tuvieran tanta fecomo esa pequeñísima semilla —re-cuerdo que al tenerla en la mano,apenas podía verla— si tuvieran esagran medida de fe, entonces podríandecirle al monte “pásate de aquí allá”,y se pasaría… si tuvieran esa granmedida de fe… (véase Mateo 17:20).“…hombres de poca fe”, nos dijo Él.

Por lo tanto, lo que necesitamoses la fe de Brigham Young, la fe deGordon B. Hinckley y la fe de losque son nuestros profetas y líderes.

Dios vive. Sé que Él es real, queÉl es nuestro Padre y sé que nosama. Lo sé. Y sé que Jesús es elCristo, el Hijo de Dios; he sentidoesa influencia. Soy un testigo deella. Sé que el profeta José Smith ytodos los acontecimientos históricosque tenemos sobre lo que él hizocomo el instrumento de laRestauración son verdaderos, y quelos profetas que con los años le su-cedieron, incluso el presidenteHinckley, son llamados por Dios. Laobra es verdadera. Les dejo mi amor,mi testimonio, el testimonio quearde en mi corazón. Espero quetodos los días de mi vida puedadecir a alguien y ayudarle a enten-der que esta obra es verdadera; en elnombre de Jesucristo. Amén. �

Paso por pasoÉlder Joseph B. WirthlinDel Quórum de los Doce Apóstoles

“No tenemos que ser perfectos hoy; no tenemos que ser mejoresque alguien más; todo lo que tenemos que hacer es ser lo mejor denosotros mismos”.

Mis amados hermanos y her-manas, es un gran privile-gio para mí estar ante

ustedes hoy y dar mi testimonio encuanto a la veracidad del Evangelioque ha sido restaurado. Acabamosde escuchar al élder David B.Haight, que tiene 95 años de edad.Si yo llego a esa edad, espero que mimemoria sea la mitad de lo buenaque es la de él ahora.

Me regocijo cuando los santos sereúnen. Ya sea como familias en ho-gares humildes o en millares enenormes recintos, los cielos se rego-cijan cuando aquellos que aman yhonran el nombre de Jesucristo sereúnen para adorar en Su nombre.

Las experiencias por las que pa-samos en la vida son diferentespara todos. Si bien hay algunos hoydía que sienten gozo, otros sientencomo si el corazón les fuera a esta-llar de pesar. Hay otros que sientenque el mundo es su ostra, otros

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sienten como si ellos mismos fue-ran la ostra, que fue sacada delocéano para abrirla a la fuerza yrobarles todo lo que era de valorpara ellos.

No importa su condición en lavida, no importa su estado emocio-nal o espiritual, quisiera ofrecerlesconsejo que podría serles útil, pese alpunto en el que se encuentren en sujornada por esta vida terrenal.

Por cierto tenemos mucho porque estar agradecidos, y creo que sinos ponemos a pensar en las bendi-ciones que tenemos, nos olvidare-mos de algunas de nuestraspreocupaciones. No hay duda deque recibiremos serenidad y gozo sireconocemos las bendiciones que te-nemos como Iglesia bajo el liderazgode nuestro maravilloso Presidente, elpresidente Gordon B. Hinckley. Nosserá de mucho provecho.

Hace poco leí acerca de ErikWeihenmayer, un hombre de 33años de edad que soñaba escalar elmonte Everest, una proeza que pre-senta retos para muchos de los alpi-nistas más expertos del mundo. Dehecho, casi el 90 por ciento de losque intentan realizar la escaladanunca llegan a la cima. Las tempera-turas descienden a más de 50 gradoscentígrados bajo cero. Además delintenso frío, vientos de 150 km. porhora, grietas mortales y avalanchas,el alpinista debe superar los desafíosde la altitud, la falta de oxígeno, yquizás comida y agua insalubres.Desde 1953, por lo menos 165 alpi-nistas han perdido la vida al intentarescalar la cumbre de casi nueve milmetros de altura.

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A pesar de los riesgos, cientos depersonas esperan su turno para reali-zar el ascenso; entre ellos está Erik.Pero hay una marcada diferenciaentre Erik y todos los demás alpinis-tas que han intentado hacerlo antes:Erik está totalmente ciego.

Cuando tenía 13 años de edad,Erik perdió la vista como resultadode una enfermedad hereditaria de laretina. Aunque ya no podía hacermuchas de las cosas que deseabahacer, tomó la determinación de nodesperdiciar su vida sintiéndose de-primido e inútil; empezó a ir másallá de sus limitaciones físicas.

A los 16 años de edad descubrióla escalada en roca. Al ir palpandola superficie de la roca, encontrabapuntos de apoyo para las manos y lospies que le permitían ascender.Dieciséis años más tarde, empezó aescalar el monte Everest. Como seimaginarán, la historia de su hazañaestaba llena de amenazantes y des-garradores desafíos. Pero por fin Erikescaló la cima del lado sur y ocupósu lugar con aquellos que le habíanprecedido, uno de los pocos queponía pie en la cumbre de la monta-ña más alta de la faz de la tierra.

Al preguntarle cómo lo logró,Erik dijo que se esforzó por mante-nerse enfocado; no permitió que laduda, ni el miedo ni la frustración sepusieran en su camino. Y, lo más im-portante de todo, dijo: “Cada día

hay que ir paso por paso”1.Sí, Erik conquistó el Everest al

poner simplemente un pie enfrentedel otro. Y continuó haciéndolohasta que llegó a la cima.

Al igual que Erik, es posible quetengamos obstáculos que no nosdejen avanzar; quizás hagamos excu-sas de la razón por la que no hacemoslo que deseamos hacer. Tal vez, cuan-do nos sintamos propensos a justificarnuestra falta de progreso, recordemosa Erik quien, a pesar de haber perdi-do la vista, logró lo que muchos pen-saron que era imposible tan sólo conponer un pie enfrente del otro.

Un antiguo refrán reza que unajornada de mil kilómetros empiezacon un solo paso.

A veces hacemos ese proceso máscomplicado de lo necesario. Jamásrealizaremos una jornada de mil ki-lómetros si nos preocupamos inne-cesariamente en cuanto al tiempoque tomará y lo difícil que será. Seemprende esa tarea tomando pasopor paso, y luego volviéndolo ahacer hasta que lleguemos a nuestrodestino.

Podemos aplicar ese mismo prin-cipio a la forma en que podemos as-cender a un plano más espiritual.

Nuestro Padre Celestial sabe quedebemos empezar el ascenso desdedonde estamos. El profeta José Smithenseñó: “Al subir por una escalera,debemos empezar desde abajo y subir

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paso por paso, hasta llegar hasta arri-ba; así es con los principios delEvangelio: debemos empezar con elprimero, y seguir adelante hasta quehayamos aprendido todos los princi-pios de exaltación. Pero pasarámucho tiempo después de que haya-mos pasado por el velo antes de quelos aprendamos”2.

Nuestro Padre Celestial nos amaa cada uno y comprende que esteproceso de hacernos más espiritualesrequiere preparación, tiempo y dedi-cación. Él comprende que a vecescometeremos errores, que tropezare-mos, que nos desalentaremos y quequizás querremos darnos por venci-dos y convencernos de que no valela pena luchar.

Sabemos que el esfuerzo vale lapena, porque el galardón —la vidaeterna— “es el mayor de todos losdones de Dios”3. Para hacernos acre-edores de él, debemos tomar un pasotras otro y seguir adelante para obte-ner las alturas espirituales que de-seamos lograr.

En las Santas Escrituras se revelaun principio eterno: “…no se exigeque un hombre corra más aprisa delo que sus fuerzas le permiten. Yademás, conviene que sea diligente,para que así gane el galardón”4.

No es necesario que seamos rápi-dos, sólo tenemos que ser firmes yavanzar en la dirección correcta.Tenemos que esforzarnos al máximo,un paso tras otro.

En mis años de juventud me gus-taba correr. Aunque les sea difícilcreerlo, gané algunas carreras. Ya nosoy bueno para correr; no sé a cuán-tos podría ganarles en una carrerapedestre. De hecho, no estoy segurocuán bien me iría en una carrera in-cluso si los únicos otros participan-tes fueran los demás miembros delQuórum de los Doce.

Ya no corro con tanta agilidad.Aunque añoro el tiempo futuro en elque con un cuerpo resucitado puedanuevamente correr por un campo ysentir el viento a través de mi cabe-llo, trato de no pensar demasiado enel hecho de que ahora ya no puedohacerlo.

Sería imprudente hacerlo. En vezde ello, tomo los pasos que puedo

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Las Autoridades Generales y los miembros del coro sostienen a los líderes de la Iglesia durante la sesión del sábado por la tarde.

tomar. Aún con las limitaciones queimpone la edad, aún puedo tomarun paso a la vez. El hacer lo que mees posible hacer es todo lo que miPadre Celestial espera de mí. Y estodo lo que Él requiere de ustedes, apesar de nuestras discapacidades, li-mitaciones o incertidumbres.

John Wooden fue quizás el entre-nador de básquetbol universitariomás destacado en la historia de esedeporte. Logró tener cuatro tempo-radas invictas; sus equipos ganarondiez campeonatos nacionales; enuna época, tuvo una serie de 88 vic-torias consecutivas5.

Una de las primeras cosas que elentrenador Wooden inculcó en susjugadores fue algo que su padre lehabía enseñado en la niñez, mien-tras se criaba en la granja: “No tepreocupes demasiado de tratar deser mejor que nadie más”, dijo supadre. “Es bueno aprender de losdemás, pero simplemente no tratesde ser mejor que ellos. Eso es algoque no puedes controlar. En vez deello, haz todo lo posible por ser lomejor que tú puedas; eso sí lo pue-des controlar”6.

Permítanme citar un ejemplo hi-potético, el de una querida hermanade cualquier barrio, aquella quetiene hijos perfectos que nunca seportan mal en la iglesia. Ella es la

que trabaja en su vigésima genera-ción de Historia Familiar, la quetiene una casa impecable, que hamemorizado el libro de Marcos y queteje suéteres para los huérfanos deRumania. No es mi intención faltar-le al respeto por cualquiera de esasmetas dignas. Cuando ustedes sesientan tentadas a darse por venci-das por culpa de esa querida herma-na, por favor recuerden que noestán compitiendo con ella como yono estoy compitiendo con los miem-bros del Quórum de los Doce paraganar la carreta de 50 metros.

Lo único por lo que se deben pre-ocupar es por esforzarse por ser lomejor que puedan. ¿Y cómo lo pue-den lograr? Al fijar su atención enlas metas más importantes de la viday avanzar hacia ellas paso por paso.

Sé que muchos piensan que elsendero es difícil y que el camino esoscuro; pero al igual que Erik, el va-liente alpinista, no nos encontramossin un guía.

Tenemos las Escrituras que reve-lan la palabra de Dios a la humani-dad a través de las edades. Cuandonos deleitamos en la palabra deDios, somos receptivos a las verda-des eternas y nuestros corazones es-cuchan los tiernos susurros delSanto Espíritu. En verdad, la palabrade Dios, a través de las Escrituras y

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los profetas actuales, “lámpara es a[nuestros] pies… y lumbrera a[nuestro] camino”7.

Al leer en cuanto a las grandesalmas que nos han precedido, apren-demos que ellas, también, tuvieronépocas de desaliento y de pesar.Aprendemos que perseveraron apesar de las tribulaciones, a pesar dela adversidad, a veces aun a pesar desus propias debilidades. Aprendemosque ellas continuaron avanzando,un paso tras otro. Podemos ser comoesas almas justas de las que hablóLehi, quienes “se asieron del extre-mo de la barra de hierro, y avanza-ron a través del vapor de tinieblas…hasta que llegaron y participaron delfruto del árbol”8.

Tenemos también a un profeta vi-viente, el presidente Gordon B.Hinckley. Él proporciona consejo ydirección profética en nuestros días.

Mediante su consejo y sus oracio-nes, podemos tener acceso a los cie-los y comunicarnos personalmentecon el Infinito. Por medio de nuestrafe, el cielo mismo se puede moverpara beneficio nuestro. Se abriránpuertas y se recibirán respuestas.

Piensen en el joven José Smith quecuando se vio rodeado de voces con-fusas y contradictorias deseó sabercuál de todas las iglesias era la verda-dera. Él también se sintió cegado,

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NOTAS1. “Everest Grueling for Blind Man”,

Deseret News, 5 de junio de 2001, A12;véase también Karl Taro Greenfeld, Blindto Failure, Revista Time, 18 de junio de2001.

2. The Teachings of Joseph Smith, editadopor Larry E. Dahl y Donald Q. Cannon,1997, pág. 519.

3. D. y C. 14:7.4. Mosíah 4:27.5. http://www.coachwooden.com/

bio.shtml6. http://www.coachwooden.com/

bodysuccess.shtml7. Salmos 119:105.8. 1 Nefi 8:24.9. Santiago 1:5.10. Jacob 7:26.11. “Does the Journey Seem Long?”,

Hymns, núm. 127.

rodeado por la oscuridad de esaépoca. Después de leer el libro deSantiago en el Nuevo Testamento,creyó las palabras del antiguo apóstolque dijo: “Y si alguno de vosotrostiene falta de sabiduría, pídala a Dios,el cual da a todos abundantemente ysin reproche, y le será dada”9. Josécreyó esas palabras y, en una mañanade primavera de 1820, se retiró a unaarboleda para elevar su alma en ora-ción y pedir sabiduría a su PadreCelestial.

La respuesta a su oración lo llenóde luz y dirección; disipó la densa os-curidad que se había apoderado de ély que amenazó destruirle y que parasiempre lo despojó de esa confusión.

Desde ese momento, hasta sumartirio casi un cuarto de siglo des-pués, José Smith se dedicó a seguirel sendero que le mostraron el Padrey el Hijo. Consideren cuán difícilesfueron sus días; piensen en el sufri-miento y la persecución que tuvoque soportar; sin embargo, él conti-nuó, paso por paso, nunca dándosepor vencido, nunca dudando de quesi él hacía lo que estuviera de suparte, su Padre Celestial se encarga-ría del resto.

Mis hermanos y hermanas, nues-tro tiempo aquí es tan valioso y tanbreve. Ahora entiendo bien al profe-ta Jacob cuando dijo: “…nuestrasvidas también han pasado como sifuera un sueño”10.

Demasiado pronto se nos acaba eltiempo. Mientras podamos, mientrastengamos tiempo, caminemos en elrumbo correcto, dando un paso trasotro.

Es así de sencillo. No tenemosque ser perfectos hoy; no tenemosque ser mejores que alguien más;todo lo que tenemos que hacer esser lo mejor de nosotros mismos.

Aunque a veces se sientan desa-nimados, aunque a veces no puedanver el camino, tengan la seguridadde que su Padre Celestial nuncaabandonará a Sus justos seguidores.Él no les dejará sin consuelo; Él es-tará a su lado, sí, guiándolos a cadapaso del camino.

Escuchen estas bellas palabras delpresidente Joseph Fielding Smith aldescribir esta vida.

¿Parece larga la jornada? ¿El sendero abrupto y escarpado?

¿Hay brezos y espinas al pasar? ¿Hay piedras afiladas que hieren tus

piesal tratar de ascender y bajo el calor

del día luchar?

¿Tienes débil y triste el corazón, elalma cansada en tu interior

Al llevar penosamente ese doloropresor?

¿Es la carga muy pesada, que tienesque llevar?

¿Hay alguien en quien la puedasdescargar?

No desfallezca tu corazón, la jornada ha comenzado;

Está Aquel en quien tú te has escudado.

Mira con gozo hacia arriba, y tómalo de la mano;

Te llevará a alturas a las que nuncahas llegado.

Una tierra santa y pura, donde nohaya más tribulación,

Donde tu vida libre estará de todavejación,

Donde no habrá llanto de dolor,donde las penas se habrán de esfumar.

Toma Su mano, para con Él siempreestar.11

Que tengamos el valor para em-pezar a escalar nuestro propiomonte Everest; que progresemos en

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la jornada de la vida paso por pasohasta que demos lo mejor de nues-tro interior.

Nuestro Padre Celestial vive y co-noce y ama a cada uno de nosotros.Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, elSalvador y el Redentor de todos, ysí, el Príncipe de Paz. José Smith esel profeta de la Restauración, y elpresidente Gordon B. Hinckley esnuestro profeta, vidente y reveladoren la tierra hoy en día. Doy este tes-timonio, y les testifico que ustedesserán felices y estarán contentos sisólo dan su mejor esfuerzo. Ésa es mioración en el nombre de Jesucristo.Amén. �

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“Ayuda miincredulidad”Élder L. Whitney ClaytonDe los Setenta

“Promovemos el proceso de fortalecer nuestra fe cuando hacemoslo correcto, pues el aumento de fe es la consecuencia de ello”.

En una ocasión, el Salvador en-contró a una gran multitud depersonas que escuchaban una

conversación entre sus discípulos ylos escribas, y entonces preguntó alos escribas: “¿Qué disputáis conellos?”.

Cierto hombre, arrodillándoseante Él, le respondió que había pedi-do a los discípulos que expulsaranun espíritu inmundo de su hijo, peroque “no pudieron”. El padre le supli-có, diciendo: “Si puedes hacer algo,ten misericordia de nosotros, y ayú-danos.

“Jesús le dijo: Si puedes creer, alque cree todo le es posible.

“E inmediatamente el padre delmuchacho clamó y dijo: Creo;ayuda mi incredulidad”.

Entonces el Salvador reprendióal espíritu inmundo y le mandó: “Salde él, y no entres más en él.

Entonces el espíritu, clamando y sa-cudiéndole con violencia, salió…”1.

Todos hemos enfrentado dificul-tades, horas desesperadas cuandocon lágrimas en los ojos nos hemosarrodillado y suplicado como hizoese padre: “Señor, creo; ayuda miincredulidad”.

Así como el Salvador se aprestó aayudar a ese padre cuyo hijo “[pade-cía] muchísimo”2, así se apresta Élhoy día a ayudar nuestra increduli-dad para que, mediante la fe, poda-mos superar las dificultadesterrenales y salgamos triunfantes3.

La fe en el Señor Jesucristo es elprimer principio del Evangelio y esmás que una creencia4. La fe es una“esperanza en cosas que no se ven, yque son verdaderas”5. “La fe siempreimpulsa al que la ejerce a… la ac-ción física y mental”6. “Tener fe enJesucristo significa confiar en Él tanplenamente que obedeceremos cual-quier cosa que nos mande. Sin obe-diencia no hay fe”7.

La fe es por el oír la palabra deDios, y es un don espiritual8. La feaumenta no sólo cuando oímos, sinocuando obramos según la palabra deDios, obedientes a las verdades quese nos han enseñado9.

La respuesta de María a la anun-ciación del ángel es un magníficoejemplo. El ángel Gabriel dijo aMaría: “Y ahora, concebirás en tuvientre, y darás a luz un hijo, y lla-marás su nombre JESÚS. Este serágrande, y será llamado Hijo delAltísimo”. María, siendo obediente,dijo a Gabriel: “He aquí la sierva del

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Señor; hágase conmigo conforme atu palabra”10.

En otra ocasión, “andando Jesúsjunto al mar de Galilea, vio a doshermanos, Simón, llamado Pedro, yAndrés su hermano, que echabanla red en el mar; porque eran pes-cadores.

“Y les dijo: Venid en pos de mí, yos haré pescadores de hombres.

“Ellos entonces, dejando al ins-tante las redes, le siguieron”11.

Después de la resurrección delSalvador, Pedro y otros discípulos sefueron “a pescar”; sin embargo,“aquella noche no pescaron nada.

“Cuando ya iba amaneciendo, sepresentó Jesús en la playa; mas losdiscípulos no sabían que era Jesús…Y les dijo: Echad la red a la derechade la barca, y hallaréis. Entonces laecharon, y ya no la podían sacar, porla gran cantidad de peces”12.

En la vida del profeta José Smithencontramos una experiencia de fesemejante. Después de las visitasque el ángel Moroni le hizo durantetoda la noche del 21 de septiembrede 1823, José se fue por la mañana atrabajar con su padre. Al haber esta-do despierto casi toda la noche,“[halló] que se [le] habían agotadoa tal grado las fuerzas, que [se] sen-tía completamente incapacitado”para cumplir con sus tareas. Supadre le dijo que regresara a casa yél “[partió] de allí con la intencióndel volver a casa, pero… se [le] aca-baron completamente las fuerzas,[cayó] inerte al suelo y por un tiem-po no [estuvo] consciente de nada”.Cuando despertó, “[alzó] la vista y,a la altura de [su] cabeza, [vio] almismo mensajero rodeado de luzcomo antes”. Se mandó a José “ir a[su] padre y hablarle acerca de la vi-sión y los mandamientos que habíarecibido”. Aunque comprensible-mente cansado, fue obediente y“[regresó] a donde estaba [su] padreen el campo, y le [declaró] todo elasunto”. Su padre le respondió “queera de Dios, y [le] dijo que fuera e hi-ciera lo que el mensajero [le] habíamandado”. El cansado, pero obedien-te, José “[salió] del campo y [fue] allugar donde el mensajero [le] habíadicho que estaban depositadas” las

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planchas, lugar que estaba a varioskilómetros13.

Cada día escogemos entre una mi-ríada de opciones lo que haremos y loque no haremos. Cuando decidimosobedecer con buen ánimo los manda-mientos como prioridad principal, sinquejarnos ni analizar lo que se nosmanda, nos convertimos en siervosdel Señor y pescadores de hombres, yechamos las redes a la derecha denuestra barca. Simplemente vamos yhacemos las cosas que el Señor nos hamandado, aun cuando estemos cansa-dos, confiando en que Él nos ayudaráa hacer exactamente lo que nospide14. Al obrar así, el Señor ayudanuestra incredulidad y nuestra fe sehace poderosa, vibrante e inamovible.El profeta José escribió desde la cárcelde Liberty: “Por tanto, muy queridoshermanos, hagamos con buen ánimocuanta cosa esté a nuestro alcance; yentonces podremos permanecer tran-quilos, con la más completa seguri-dad, para ver la salvación de Dios yque se revele su brazo”15.

La congregación puede apreciar meambos lados del estrado del Centro

No importa quiénes seamos nidónde vivamos, en nuestra vida co-tidiana hay mucho de rutinario y re-petitivo, y es por ello que debemosreflexionar en hacer lo verdadera-mente importante. Entre las cosasque se deben hacer se cuenta eldarse tiempo para una serie de re-quisitos mínimos y diarios relaciona-dos a una conducta fiel: laobediencia verdadera, la oraciónhumilde, un estudio serio de lasEscrituras y el servicio desinteresa-do a los demás. Ninguna otra vita-mina fortalece los músculos denuestra fe tan rápido como el haceresas cosas. También debemos recor-dar que el ayuno verdadero fomentauna fe firme. Todo esto es de espe-cial importancia a la hora de arre-glar esas debilidades difíciles devencer y que “no [salen] sino conoración y ayuno”16.

El desarrollar fe en el SeñorJesucristo es un proceso de paso tras paso, línea sobre línea y preceptotras precepto. Promovemos el proceso

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jor al discursante por medio de pantallde Conferencias.

de fortalecer nuestra fe cuando hace-mos lo correcto, pues el aumento defe es la consecuencia de ello17. Sicada día ejercemos nuestra fe a travésde la oración, el estudio y la obedien-cia, el Salvador ayuda nuestra incre-dulidad y la fe se convierte en unescudo para “apagar todos los dardosencendidos de los malvados”18. Almaenseñó que podemos “resistir todatentación del diablo, con [nuestra] feen el Señor Jesucristo”19. Sin embar-go, no podemos pasar por alto ni re-chazar los ingredientes esenciales dela fe y luego esperar recoger unaabundante cosecha.

En la actualidad vemos crecer in-numerables ejemplos de fe entre losmiembros de la Iglesia. Cuando losjóvenes, las jovencitas y los matri-monios mayores aceptan llamamien-tos para servir misiones, cuando lasparejas se preparan en virtud paracasarse en el santo templo, cuandolos padres instruyen a sus hijos en su camino20, fortalecen su fe en elSeñor Jesucristo. Fortalecemos

as grandes que están ubicadas a

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El plan de nuestroPadreÉlder Christoffel Golden Jr.De los Setenta

“El deseo [de nuestro] Padre es proporcionarnos a todos laoportunidad de recibir una plenitud de gozo, incluso la plenitudque Él posee”.

nuestra fe al santificar el día de repo-so, al magnificar llamamientos, alpagar diezmos y ofrendas, al recibir alos nuevos miembros en la Iglesia e in-vitar a amigos y vecinos a conocer lasverdades del Evangelio. Cuando deci-dimos abandonar nuestros pecados yarrepentirnos de corazón, y cuandonos arrodillamos para orar tanto enlos buenos tiempos como en losmalos, desarrollamos una fe fuerte.

Entonces descubrimos que ennuestra vida tiene lugar una expe-riencia que se describe en el Libro deMormón: “No obstante, ayunaron yoraron frecuentemente, y se volvie-ron más y más fuertes en su humil-dad, y más y más firmes en la fe deCristo, hasta henchir sus almas degozo y de consolación; sí, hasta lapurificación y santificación de suscorazones, santificación que vienede entregar el corazón a Dios”21.

Sé que el Salvador vive y que Élayuda nuestra incredulidad. En elnombre de Jesucristo. Amén. �

NOTAS1. Véase Marcos 9:14–29; véase

también Mateo 17:14–21.2. Mateo 17:15.3. D. y C. 10:5.4. Véase Artículos de Fe Nº 4; Guía

para el Estudio de las Escrituras, pág. 78.5. Alma 32:21; véase también Hebreos

11:1; Éter 12:6.6. Bible Dictionary, pág. 670.7. Manual Principios del Evangelio,

pág. 118.8. Véase Romanos 10:17; Moroni

10:11; Guía para el Estudio de lasEscrituras, pág. 78.

9. Guía para el Estudio de lasEscrituras, págs. 78–79.

10. Lucas 1:31–32, 38.11. Mateo 4:18–20.12. Juan 21:2–4, 6.13. José Smith–Historia 1:47–50.14. Véase 1 Nefi 3:7.15. D. y C. 123:17.16. Mateo 17:21; véase también

Marcos 9:29.17. Guía para el Estudio de las

Escrituras, pág. 79.18. D. y C. 27:17.19. Alma 37:33.20. Véase Proverbios 22:6.21. Helamán 3:35.

En una revelación dada al pro-feta José Smith un día de juniode 1830, se nos da a conocer

el manifiesto propósito de nuestroPadre Celestial: “Porque, he aquí,ésta es mi obra y mi gloria: Llevar acabo la inmortalidad y la vida eternadel hombre”1. De acuerdo con esadeclaración, el deseo del Padre esproporcionarnos a todos la oportuni-dad de recibir una plenitud de gozo,incluso la plenitud que Él posee enSu estado perfecto y glorificado2.

Durante estos trascendentales últimos días, declaramos que Diosnuestro Padre Eterno vive.Testificamos que existimos en Supresencia antes de esta vida, comoSus hijos espirituales. Durante nues-tra existencia preterrenal, recibimosinstrucción bajo condiciones que

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nos proporcionaron la oportunidadde desarrollar nuestros talentos y ap-titudes. En esa bendita morada pre-terrenal, se nos permitió “escoger elbien o el mal”. Alma declara que es-cogimos el bien al ejercer una “fe…grande” y llevar a cabo “buenasobras”. De ese modo, guardamosnuestro primer estado, mientras quenuestro Padre, a su vez, nos preorde-nó para recibir ciertos privilegios enesta vida3.

Del mismo modo, las revelacionesde los últimos días revelan que nues-tro Padre Celestial creó un gran plande felicidad para todos Sus hijos es-pirituales que hubieran guardado suprimer estado4. En él, se incluía laposibilidad de que algún día podría-mos llegar a ser como nuestro PadreCelestial y poseer todos los atributosy derechos que Él ahora disfruta. Elapóstol Pedro recordó a los santosque “todas las cosas que pertenecena la vida y a la piedad nos han sidodadas por [el] divino poder” denuestro Señor, “para que por ellas[lleguemos] a ser participantes de lanaturaleza divina…”5. La declara-ción de Pedro podría parecer audaz yadmitimos que llevaría toda unavida, y aún más, para lograrla; detodas formas, su afirmación encuen-tra eco en el mandamiento delSalvador: “Sed, pues, vosotros per-fectos, como vuestro Padre que estáen los cielos es perfecto”6.

El plan del Padre también requeríaque todos los que guardasen su primer

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Los asistentes a la conferencia pasan por el Tabernáculo de la Manzana del Templo.

estado fuesen probados en un segun-do estado o estado mortal. En ese am-biente, se nos requiere que actuemospor nosotros y nos probemos a noso-tros mismos y a Dios para ver si guar-daremos todos Sus mandamientos yvenceremos el pecado y la oposición7.

Desde la caída de Adán, y debidoa la naturaleza terrenal de la huma-nidad, el hombre desarrolló la predis-posición de violar las leyes de Dios yde ese modo quedar esclavizado a lasdemandas de la justicia. No obstan-te, en virtud de la presciencia denuestro Padre Celestial y mediante elgran plan de felicidad, Él concibió elplan de misericordia, el cual propor-cionaba la vía para apaciguar las de-mandas exactas de la justicia pormedio de una Expiación infinita.8

Jesucristo, como el Escogido delPadre desde el principio9, poseíatodos los atributos y requisitos nece-sarios para equilibrar las leyes de lajusticia y de la misericordia pormedio de Su expiación10.

El rey Benjamín enseñó que laExpiación permite al hombre despo-jarse del hombre natural y someterseal influjo del Espíritu Santo11. Por

consiguiente, testificamos que todoslos que vengan a Cristo y obedezcanlas leyes y ordenanzas del Evangeliopueden ejercer la fe suficiente paraobtener “salvación sin fin, y vidaeterna”12.

Testificamos también que la obe-diencia a todas las condiciones delgran plan de felicidad, después de laGran Apostasía, no fueron posibleshasta que nuestro Padre Celestial ySu Hijo, Jesucristo, restauraron elEvangelio por medio del profeta JoséSmith13.

Nuestro amado profeta, el presi-dente Gordon B. Hinckley, declaró:“…el relato que hizo el profeta Joséde esos sucesos es verdadero, de queaquí el Padre dio testimonio de la di-vinidad de Su Hijo, de que el Hijoinstruyó al joven profeta, y de quesiguió una serie de acontecimientosque llevaron a la organización de la‘única iglesia verdadera y vivientesobre la faz de toda la tierra’ ”14.

El guardar el segundo estado es eldeseo ferviente de todos los fieles.Pero no estamos solos para encon-trar nuestro camino de regreso; elSeñor ha establecido Su reino sobre

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la tierra donde los elegidos de Diosse puedan congregar.

Bajo Su amoroso cuidado, elSeñor nos ha proporcionado todoslos recursos esenciales necesariospara seguir adelante a través de lasmuchas dificultades que el diablopone en nuestro camino15.

Esos recursos indispensables in-cluyen las ordenanzas y los conve-nios del Evangelio en los cuales semanifiesta el poder de laExpiación16. También poseemos lasSantas Escrituras que nos proporcio-nan la norma para discernir la ver-dad del error17.

Lo que es más importante, es quevivimos en una época bendita en laque el Señor ha puesto entre nosotrosa Sus atalayas, los apóstoles y profetasvivientes; ellos poseen todas las llavesy la autoridad necesarias que sonesenciales para administrar las orde-nanzas de salvación y exaltación18.

Y, sobre todo, al bautizarnos comomiembros de la Iglesia de Cristo, te-nemos el incomparable don delEspíritu Santo. El Salvador, en la vís-pera de Su sufrimiento por nuestrospecados, dijo a Sus discípulos: “el

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El escribir losprincipios delEvangelio en nuestroscorazonesÉlder Walter F. GonzálezDe los Setenta

“El conocimiento por sí solo no es suficiente. Debemos tomarnos eltiempo para aplicar dichos principios en nuestras vidas”.

Espíritu… os guiará a toda la ver-dad”19.

Juan el Revelador, en su visión ce-lestial, vio el cumplimiento del plande nuestro Padre y registró la condi-ción de quienes han salido de la grantribulación y han lavado sus ropas, ylas han emblanquecido en la sangredel Cordero. Vio a los que, habiendovencido al mundo, estaban delantedel trono de Dios y le servían a Él enSu templo. El Señor estaba en mediode ellos, mientras que los fieles ya notenían hambre ni sed, y Dios enjuga-ba las lágrimas de los ojos de ellos20.

No debemos temer, sino seguircon fe el gran plan de felicidad denuestro Padre Celestial. Nuestro lla-mado a todos es para venir y recibirla gracia y la misericordia del Señor,porque Él es poderoso para salvar y¡nunca nos abandonará!21

Que el Señor nos bendiga en estagran obra, lo ruego en el nombre deJesucristo. Amén. �

NOTAS1. Moisés 1:39.2. Véase Moisés 7:67; D. y C.

76:69–70.3. Véase Alma 13:3–13; 1 Pedro 1:20.4. Alma 42:8.5. 2 Pedro 1:3–4.6. Mateo 5:48; véase también 3 Nefi

12:48.7. Mateo 7:21; Apocalipsis 3:21;

D. y C. 98:14–15.8. Véase Ama 42:15.9. Véase Moisés 4:2.10. Doctrina del Evangelio, Manual del

alumno, Religión 231–232, pág. 26.11. Véase Mosíah 3:19.12. Mosíah 5:15; véase también Moron

10:32.13. Véase 1 Nefi 11:13–36; 2 Nefi

3:5–11.14. D. y C. 1:30; “Testigos especiales

de Cristo”, Liahona, abril de 2001, pág. 24.

15. Véase Moisés 4:3–4; D. y C. 93:39.16. Véase Juan 3:5; Mosíah 5:1–2;

D. y C. 76:50–54.17. Véase Alma 4:19; 31:5.18. Véase Mateo 10:1–15; D. y C.

1:14–15; 21:1–8.19. Juan 16:13.20. Apocalipsis 7:14–17.21. Véase Deuteronomio 7:7–18.

i El inglés es el idioma de la res-tauración. En esta sesión de laconferencia, el inglés hablado

con acento simboliza el crecimientode la Iglesia en todo el mundo. Yonací en Sudamérica, lugar donde laIglesia ha crecido considerablemen-te. Cuando me uní a la Iglesia hace30 años, había 108.000 miembros yseis estacas. Entonces, no había nin-gún templo en nuestro continente.Ahora somos dos millones seiscien-tos mil miembros y tenemos 557 es-tacas. Hay 11 templos enfuncionamiento y dos en construc-ción. Nefi, hijo de Lehi, dijo: “Mas

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yo, Nefi, he escrito lo que he escrito;y lo estimo de gran valor, especial-mente para mi pueblo. Porque conti-nuamente ruego por ellos de día, ymis ojos bañan mi almohada denoche a causa de ellos” (2 Nefi33:3). Este ruego, hecho de todo co-razón, está siendo contestado ennuestros días. Nefi rogaba que laspalabras que [había] escrito en debi-lidad [fueran] hechas fuertes” paranosotros; “pues los persuaden ahacer el bien; les hacen saber acercade sus padres; y hablan de Jesús, ylos persuaden a creer en él y a perse-verar hasta el fin, que es la vida eter-na” (2 Nefi 33:4).

He contemplado cómo los princi-pios del Evangelio guían a más y másmiembros en Sudamérica. Nuestratarea, tanto en América del Surcomo en otras partes, sigue siendo elbuscar los principios que se encuen-tran en las Escrituras y enseñanzasde los profetas para escribirlos “nocon tinta, sino con el Espíritu delDios vivo; no en tablas de piedra,sino en tablas de carne del corazón”(2 Corintios 3:3). El escribir de esemodo los principios del Evangeliorequiere tiempo. Se requiere tiempotanto para exponernos a las verda-des del Evangelio como para aplicar-las en nuestras vidas.

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La mayoría de los miembros enAmérica del Sur comenzamos a serexpuestos a los principios delEvangelio dedicando tiempo para es-cuchar las charlas y los testimoniosde los misioneros. Nos hemos toma-do el tiempo para escuchar, y ahoranos resulta inevitable sentir profundagratitud hacia los misioneros que sir-vieron en nuestros países. Nuestroprofundo agradecimiento no es sólohacia los misioneros sino tambiénhacia sus familias. Hoy en día, cien-tos de miembros sudamericanos en-vían a sus propios hijos a servir comomisioneros para compartir elEvangelio restaurado. Los que somosprimera generación en la Iglesia sen-timos también gratitud hacia nues-tros padres que no son miembros porhaber tomado tiempo para enseñar-nos principios justos los cuales nosprepararon para reconocer y dar labienvenida al mensaje del Evangelio.

El proceso de aprender la doctri-na y los principios del Evangelio fueiniciado por los misioneros; sin em-bargo, el mantener el Evangelio ennuestro corazón es una tarea conti-nua que requiere tiempo. El conoci-miento por sí solo no es suficiente.Debemos tomarnos el tiempo paraaplicar dichos principios en nuestrasvidas. Por ejemplo, Nefi sabía que elSeñor contesta las oraciones. Aplicósu conocimiento hace siglos, lo cualnos ha traído bendiciones sempiter-nas a nosotros hoy en día. Si leemoscon cuidado, vemos que Nefi oró aDios con gran fe porque sabía queDios oiría su “ruego” (véase 2 Nefi33:3). Cuán agradecidos estamos deque Nefi se haya tomado el tiempopara aplicar su conocimiento. Cuánagradecidos estamos de que Nefihaya escrito su conocimiento en sucorazón no “con tinta, sino con elEspíritu del Dios vivo”.

Al igual que el obtener conoci-miento, el ser un discípulo requieretiempo. A veces reconocemos la ve-racidad de un principio pero nocambiamos nuestras prioridades paratener tiempo para vivir el principio.Al actuar así, perdemos valiosasoportunidades de lograr un cambiode corazón a medida que el EspírituSanto nos instruye. Consideren por

un momento el ejemplo de Enós,quien demoró en aplicar el conoci-miento recibido de su padre. Llegóel momento en que se tomó el tiem-po para vivir de acuerdo con dichoconocimiento y numerosas bendicio-nes nos han llegado a raíz de ello.Enós nos cuenta que salió a cazarbestias en los bosques cuando las en-señanzas de su padre “en cuanto a lavida eterna y el gozo de los santos”tocaron su corazón profundamente,así que decidió dedicarle tiempo aorar (véase Enós 1:3–4). Como res-puesta divina a su oración, el Señorhizo convenio con Enós de que haríallegar los registros a los lamanitas enSu propio y debido tiempo (véase

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Enós 1:16). Dios contesta nuestrasoraciones. Enós transfirió ese princi-pio de las tablas de piedra a las ta-blas de carne de su corazón,obteniendo de tal modo un mayornivel de conocimiento. Esto trajobendiciones tanto sobre él comosobre nosotros en esta dispensación.

Varios factores dificultan las bue-nas intenciones que tenemos de de-dicar tiempo para aprender y enespecial para vivir un principio delEvangelio. Por ejemplo, es abruma-dora la abundancia de informaciónsobre cualquier tema en particularque nos llega mediante los medios decomunicación. Tal abundancia de in-formación puede ser la causa de quealgunos estén “siempre aprendiendo,y nunca [llegando] al conocimientode la verdad” (2 Timoteo 3:7).

Podemos evaluarnos individual-mente y determinar qué cosas nos im-piden dedicar tiempo a vivir elEvangelio, y entonces nos podemosarrepentir y hacer los ajustes necesa-rios, de modo tal que tengamos tiem-po para aplicar los principios delEvangelio en nuestras vidas. Si lo ha-cemos, el Señor ha prometido quetendremos un entendimiento mayorde Sus verdades así como lo obtuvoEnós. El Señor declaró: “El que quierahacer la voluntad de Dios, conocerási la doctrina es de Dios, o si yo hablopor mi propia cuenta” (Juan 7:17).

El tomar tiempo en nuestras vidaspara aprender, meditar y en especialpara practicar los principios delEvangelio nos traerá el gozo y la pazprovenientes del Espíritu. La Iglesiacontinuará floreciendo enSudamérica y en otras partes delmundo a causa de que más y másmiembros están escribiendo los prin-cipios del Evangelio, no con tinta,sino con el Espíritu Santo; no en ta-blas de piedra, sino en tablas decarne del corazón. Yo testifico quelas verdades de las Escrituras puedenir más allá de una apreciación inte-lectual y convertirnos en personasmás semejantes a Cristo a medidaque nos tomemos el tiempo de incor-porar dichas verdades en nuestrasvidas. Sé que el Salvador es el CristoViviente. De estas cosas testifico enel nombre de Jesucristo. Amén. �

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“Como huerto deriego”Élder Jeffrey R. HollandDel Quórum de los Doce Apóstoles

“Debemos pagarlos [diezmos y ofrendas] como una expresiónpersonal de amor hacia nuestro generoso Padre Celestial”.

Segura y firmemente, La Iglesiade Jesucristo de los Santos delos Últimos Días se extiende

de manera profética por toda la tie-rra. En el lenguaje de Daniel escomo una piedra “que del monte fuecortada… no con mano”.1 La mejorexpresión que encontró Isaías paradescribir lo que vio fue “un prodigiogrande y espantoso”.2 ¡Y es un prodi-gio! Esta restauración y propagacióndel Evangelio de Jesucristo estállena de milagros, revelaciones ymanifestaciones de todas clases, mu-chos de los cuales han surgido ennuestros tiempos.

Yo cumplí diecisiete años antes deque hubiera una estaca de Sión fuerade Norteamérica; ahora hay más demil estacas en los otros continentes yen las islas del mar. Tenemos actual-mente ciento veinticinco templos

en funcionamiento o anunciados,más de la mitad de los cuales (64)están fuera de los Estados Unidos.Más aún, yo tenía casi dieciséis añosantes de que hubiera un solo templofuera de los estados y provincias delos Estados Unidos y Canadá.

Hemos visto en nuestra épocaque la revelación ha extendido elsacerdocio a todos los hombres dig-nos, de edad apropiada, una bendi-ción que ha acelerado la obra enmuchas partes del mundo. Hemosvisto en esta época la publicación denuestras Escrituras en casi cien idio-mas, ya sea completas o en parte.Hemos visto en esta época la crea-ción, largo tiempo esperada, de losQuórumes de Setentas, con grandeshombres provenientes de muchasnaciones y, a su vez, enviados a pres-tar servicio en muchas naciones.Hace poco, el presidente Hinckleyanunció el “Fondo perpetuo para laeducación”, que tiene la posibilidadde bendecir a muchas personas aunen los lugares más distantes de latierra. Y así continúa la internacio-nalización de la Iglesia.

Doy este breve resumen para des-tacar otro milagro, otra revelaciónpor así llamarle, que puede haberpasado inadvertida para los miem-bros de la Iglesia en general; en cier-to sentido, se esperaba que pasarainadvertida al público. Me refiero ala decisión de las AutoridadesGenerales, hace poco más de diezaños, de suprimir cualquier asigna-ción especial u otras obligaciones

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monetarias que tuvieran los miem-bros locales, tanto aquí como enotros países.

Puesto que dicha decisión setomó precisamente en medio delprogreso internacional que acabo dedescribir, ¿cómo podía financiarseéste? ¿Cómo podíamos ir a localida-des aun más distantes y en generalmucho más pobres al mismo tiempoque suprimíamos toda obligaciónmonetaria adicional de nuestragente? En esa situación, la lógicahabría dictado un curso de acciónexactamente opuesto.

¿Cómo se llevó a cabo? Les dirécómo: con la convicción absolutade parte de las autoridades presi-dentes de que hasta el más nuevode los miembros de la Iglesia hon-raría el principio del diezmo y delas ofrendas voluntarias dado porel Señor, y que la lealtad a eseprincipio divino nos sostendríaeconómicamente.

Yo no formaba parte del Quórumde los Doce cuando se tomó esa im-portante decisión, pero me imaginolas conversaciones que habrán teni-do lugar y el acto de fe que se re-queriría de estos hombres amorososy prudentes. ¿Y si la Iglesia supri-miera las asignaciones y los santosno pagaran los diezmos y las ofren-das? ¿Qué pasaría? Que yo sepa,nunca se consideró seriamente esaposibilidad. Las AutoridadesGenerales prosiguieron con fe; fe enDios, fe en los principios revelados,fe en nosotros, los miembros.Nunca dudaron. Aquel fue un díamagnífico (aunque casi inadverti-do) en la maduración de La Iglesiade Jesucristo de los Santos de losÚltimos Días como institución.

Pero para honrar esa decisión,también nosotros, los miembros dela Iglesia, debemos ser maduros in-dividualmente. Quisiera sugerircinco razones por las cuales todosnosotros, ricos o pobres, miembrosde hace mucho tiempo o nuevosconversos, debemos pagar fielmentenuestros diezmos y ofrendas.

Primero, páguenlos y enseñen elprincipio por el bien de sus hijos ynietos, la nueva generación que, sino tenemos cuidado, podría crecer

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Desde el noroeste, pasando el Centro de Conferencias, se aprecian los edificios de la Iglesia y los edificios de oficinas del centro de Salt Lake City.

en este benéfico y nuevo arreglo eco-nómico de la Iglesia sin la más míni-ma idea de cómo se financian lostemplos, las capillas, los seminarios ylas actividades de que disfrutan.Hagan saber a sus hijos que muchasde las bendiciones de la Iglesia estándisponibles porque ustedes y ellospagan sus diezmos y ofrendas, y queesas bendiciones no se podrían reci-bir de ninguna otra manera.

Además, lleven a sus hijos a fin deaño al ajuste de diezmos, tal como elnieto del presidente Howard W.Hunter asistió con su padre hacemuchos años. En esa oportunidad, elobispo expresó su aprobación de queel pequeño hermanito Hunter qui-siera pagar el diezmo íntegro.Mientras recibía las monedas, le pre-guntó al chico si pensaba que elEvangelio era verdadero; al entregarsu diezmo íntegro de catorce centa-vos, el niño de siete años dijo que su-ponía que el Evangelio era verdaderopero que “es bastante caro” 3. Y bien,los edificios, programas y materiales

que he mencionado cuestan dinero yel saberlo es una lección muy impor-tante que nuestros hijos debenaprender en su infancia.

Segundo, paguen el diezmo parareclamar con todo derecho las ben-diciones prometidas a aquellos quelo hagan. “…y probadme ahora enesto, dice Jehová de los ejércitos, sino os abriré las ventanas de los cie-los, y derramaré sobre vosotros ben-dición hasta que sobreabunde”.4 Elpresidente Joseph F. Smith no secansaba nunca de contar que sumadre viuda, Mary Fielding Smith,después de haber perdido al esposoen el martirio de Nauvoo y haberhecho el arduo recorrido al Oestecon cinco niños huérfanos de padre,aun en la pobreza continuó pagandoel diezmo. Cuando una persona dela oficina de los diezmos le sugirióque no debía contribuir con el diezpor ciento de las únicas papas quehabía podido cosechar, ella exclamó:“William, ¡debería sentirse avergon-zado! ¿Me negaría una bendición? Si

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no pagara el diezmo, sé que el Señorme retendría Sus bendiciones. Pagoel diezmo no sólo porque es una leyde Dios, sino porque espero recibiruna bendición por hacerlo. [Necesitouna bendición.] Al obedecer ésta yotras leyes, espero… poder proveerlo necesario para mi familia”5.

No puedo enumerar todos los me-dios en que se reciben bendicionespor la obediencia a este principio,pero testifico que se recibirán muchasen formas espirituales que sobrepa-san en mucho el aspecto económico.Por ejemplo, he visto cumplirse enmi vida la promesa de Dios de quereprendería por mí “al devorador” 6.Esa bendición de protección contraaquel que querría destruirnos se haderramado sobre mí y mis seres que-ridos más allá de mi propia capaci-dad de obtenerla o de reconocerlaadecuadamente. Creo que hemos re-cibido seguridad divina, por lomenos en parte, debido a nuestra de-terminación, individual y como fami-lia, de pagar el diezmo.

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NOTAS1. Daniel 2:45.2. Isaías 29:14.3. Citado por David B. Haight en

Conference Report, abril de 1981, pág. 57.Véase Liahona, agosto de 1981, pág. 64.

4. Malaquías 3:10.5. En Conference Report, abril de

1900, pág. 48.6. Malaquías 3:11.7. Correspondencia personal.8. En Conference Report, abril de

1968, pág. 74.9. Véase Mateo 6:19–21.10. Malaquías 3:8.11. The Lord’s Tenth, (folleto, 1968),

págs. 10–11.12. Véase Isaías 58:11; véase también

Isaías 58:6–10.13. 2 Samuel 24:24.

Tercero, paguen el diezmo comouna declaración de que las posesio-nes materiales y la acumulación deriquezas mundanas no son las metasmás importantes de su existencia. Escomo me dijo hace poco un jovencasado y con hijos, que vive con elpresupuesto limitado de un estu-diante: “Quizás nuestros momentosmás cruciales como Santos de losÚltimos Días sean aquellos en losque tenemos que nadar contra la co-rriente de la cultura en la que vivi-mos. El diezmo nos proporciona esosmomentos. Vivimos en un mundoque destaca las adquisiciones mate-riales y cultiva la desconfianza haciacualquier persona o cosa que preten-da nuestro dinero, pero nos despoja-mos de todo egoísmo para dar libre,confiada y generosamente. Con esaacción, ciertamente declaramos quesomos diferentes, que somos puebloúnico, pueblo adquirido por Dios.En una sociedad que afirma que eldinero es nuestro valor más impor-tante, declaramos enfáticamenteque no es así” 7.

El presidente Spencer W. Kimballse refirió una vez a un hombre que seenorgullecía de sus grandes campos ysus muchas propiedades: bosques yviñedos, rebaños y praderas, estan-ques, casas y posesiones de todas cla-ses. Se enorgullecía de todo ello, perohasta el fin de sus días nunca estuvodispuesto a diezmarlos, ni siquiera areconocer que eran dones de Dios. Elpresidente Kimball habló en el fune-ral de ese hombre y notó que, siendoterrateniente, había sido sepultadoen un pequeño rectángulo de tierraque medía “el largo de un hombrealto y el ancho de uno robusto”8. A lapregunta muchas veces repetida de“¿Cuánto dejó?”, podemos estar segu-ros de que la respuesta siempre sería:“Absolutamente todo”. Por lo tanto,bien haríamos en hacernos tesoros enel cielo, donde la doctrina y no losimpuestos dan significado a palabrastales como “patrimonio”, “herencia”,“legado” y “testamento”9.

Cuarto, paguen su diezmo yofrendas por honestidad e integri-dad, porque pertenecen a Dios. Sinduda, entre las líneas más penetran-tes de todas las Escrituras se

encuentra la resonante pregunta:“¿Robará el hombre a Dios?… ¿Enqué te hemos robado?”, pregunta-mos. Y Él responde: “En vuestrosdiezmos y ofrendas”.10

El pago del diezmo no es una pe-queña dádiva que otorgamos a Dioscaritativamente, sino que es el pagode una deuda. El élder James E.Talmage lo describió como un con-trato entre nosotros y el Señor, ydijo que imaginaba al Señor dicién-donos: “‘Tú tienes necesidad de mu-chas cosas en este mundo: decomida, ropa y techo para ti y tu fa-milia, de las comodidades comunesde esta vida… Tendrás los mediospara adquirirlas, pero recuerda quetodas son mías y que exijo de ti elpago de una renta por lo que pongoen tus manos. Sin embargo, como tuvida no será de progreso constan-te… en lugar de hacer lo que hacenmuchos propietarios terrenales quete exigen que… pagues por adelan-tado, sea cual sea tu fortuna o…perspectivas, a mí me pagarás [sólo]cuando recibas; y me pagarás deacuerdo con lo que recibas. Si unaño tus ingresos son abundantes, en-tonces [tu 10 por ciento será un]poco más; pero si el año siguiente esde dificultades y tu entrada no es loque era, entonces [tu 10 por cientoserá] menos. [Cualquiera sea tu si-tuación, el diezmo será justo]’.

“¿Han encontrado alguna vez enesta tierra a un propietario que estu-viera dispuesto a ofrecerles esa clasede contrato [justo]?”, pregunta elélder Talmage. Y continúa: “Cuandoconsidero esa libertad… siento pro-fundamente que casi no me atreveríaa levantar los ojos… al cielo… si tra-tara de defraudar [a Dios] de aquello[que con justicia le pertenece]”11.

Esto nos conduce a una quinta yfinal razón por la que debemos pagarel diezmo y las ofrendas. Debemos pa-garlos como una expresión personalde amor hacia nuestro generoso PadreCelestial. Por Su gracia, Dios ha dadopan al hambriento y ha vestido alpobre. En diferentes épocas de nues-tra vida, eso nos incluye a todos, yasea en un sentido temporal o espiri-tual. Para cada uno de nosotros, el Evangelio y sus bendiciones han

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brotado como nace la luz del alba,alejando las tinieblas de la ignoranciay el pesar, del temor y la desesperanza.En una nación tras otra, los hijos delSeñor lo han llamado y Él les ha res-pondido. Debido a la difusión de SuEvangelio por todo el mundo, Diosalivia las cargas de la opresión y dejalibres a los quebrantados. Su amorosabondad ha hecho que la vida de nues-tros miembros, ricos o pobres, cerca-nos o distantes, sea “como huerto deriego, y como manantial de aguas,cuyas aguas nunca faltan” 12.

Expreso mi más profunda gratitudpor todas las bendiciones delEvangelio, especialmente por el másgrande de todos los dones, el donexpiatorio del Hijo Unigénito deDios. Sé que nunca podré pagar alcielo ninguna porción de esta bene-volencia, pero hay muchos modosen que puedo tratar de demostrar migratitud, y uno de esos es el pago dediezmos y ofrendas que damos denuestra propia voluntad . Deseo co-rresponder con algo, pero nuncaquiero que sea, según las palabrasdel rey David, “holocaustos que nome cuesten nada”13.

Testifico que el principio del diez-mo es de Dios, que al enseñársenosen la simplicidad de las Escriturasdenota su verdadera divinidad. Quepodamos reclamar sus bendicionespara siempre, lo ruego en el nombrede Jesucristo. Amén. �

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Doctrina de lainclusiónÉlder M. Russell BallardDel Quórum de los Doce Apóstoles

“Si somos verdaderos discípulos del Señor Jesucristo, en todomomento tenderemos una mano de amor y comprensión a todonuestro prójimo”.

Muy bien podría haber sidoun hermoso y fresco díade otoño como hoy. El

Señor estaba sentado enseñando aalgunos de Sus discípulos, cuandoun hombre, identificado solamentecomo “un intérprete de la ley”, selevantó y le preguntó: “Maestro,¿haciendo qué cosa heredaré la vidaeterna?”.

Jesús conocía el corazón del hom-bre y comprendió que era un disimu-lado intento para hacerle decir algoque fuera contrario a la ley deMoisés.

El Salvador contestó con dos pre-guntas propias: “¿Qué está escritoen la ley? ¿Cómo lees?”.

Como es de esperar, el intérpretede la ley pudo recitar la ley: “Amarásal Señor tu Dios con todo tu corazón,

y con toda tu alma, y con todas tusfuerzas, y con toda tu mente; y a tuprójimo como a ti mismo”.

“Bien has respondido”, dijo elSalvador. “Haz esto, y vivirás”.

Pero el intérprete de la ley noquedó satisfecho con eso. Ya quesabía que entre los judíos había cre-encias y reglamentos estrictos conrespecto al asociarse con gente queno fuera de su religión, insistió queel Señor le diera más información,con la esperanza de enredarlo enuna controversia: “¿Y quién es miprójimo?”, preguntó.

Nuevamente, se presentaba unmomento propicio para la enseñan-za. Jesús utilizó una de Sus técnicasde enseñanza favoritas y más efica-ces: una parábola, quizás una de lasmás queridas y más conocidas entodo el mundo cristiano.

Ustedes conocen la parábola, decómo un hombre de Jerusalén en ca-mino de Jericó cayó en manos de la-drones y fue dejado medio muerto.Cierto sacerdote pasó por el otrolado; ni siquiera un levita se detuvoa ayudarle. Entonces Jesús enseñó:

“Pero un samaritano, que iba decamino, vino cerca de él, y viéndole,fue movido a misericordia;

“Y acercándose, vendó sus heri-das, echándoles aceite y vino; y po-niéndole en su cabalgadura, lo llevóal mesón, y cuidó de él”.

Entonces Jesús hizo otra preguntaal intérprete de la ley: “¿Quién,pues, de estos tres te parece que fue

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el prójimo del que cayó en manos delos ladrones?”

Y el intérprete de la ley replicó:“El que usó de misericordia con él”.

Entonces Jesús dio la última ins-trucción al intérprete de la ley, y atodo el que haya leído la paráboladel Buen Samaritano: “Ve, y haz túlo mismo” (Lucas 10:25–37).

Cada vez que leo esta parábolame impresiona su poder y simplici-dad. Pero, ¿se han preguntado algu-na vez por qué en ese relato elSalvador eligió hacer héroe a un sa-maritano? En la época de Cristohabía mucha antipatía entre judíos ysamaritanos. Bajo circunstanciasnormales, ambos grupos evitabanasociarse unos con otros. Todavíahabría sido una parábola buena einstructiva si el hombre que cayó enmanos de ladrones hubiera sido res-catado por un hermano judío.

El uso deliberado que Él hizo dejudíos y samaritanos enseña clara-mente que todos somos prójimo yque debemos amarnos, estimarnos,respetarnos y servirnos el uno al otroa pesar de nuestras más marcadas di-ferencias, entre ellas las diferenciasreligiosas, políticas y culturales.

Esa instrucción continúa siendohoy día parte de las enseñanzas deLa Iglesia de Jesucristo de los Santosde los Últimos Días. Al enumerar lasdoctrinas clave de la Iglesia restau-rada, José Smith dijo que aunque“reclamamos el derecho de adorar aDios Todopoderoso conforme a losdictados de nuestra propia concien-cia”, también “concedemos a todoslos hombres el mismo privilegio: queadoren, cómo, dónde o lo que dese-en” (Artículo de Fe Nº 11).

Felizmente, muchos de nuestrosmiembros entienden esta doctrina yla viven durante el curso de susvidas. Hace poco leí una noticiasobre una muerte trágica en una co-munidad de Utah. Se citaba lo dichopor una joven viuda: “El apoyo querecibimos fue inmenso. No somosmormones, pero el barrio local nosha ayudado mucho con comidas,apoyo y palabras de consuelo. Hasido una demostración total deamor, y lo agradecemos” (de DickHarmon, “Former Ute ’s Death

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Leaves Wife Coping, Wondering”,Daily Herald [Provo, Utah], 11 deagosto de 2001, pág. A3).

Eso es sólo como debe ser. Sisomos verdaderos discípulos delSeñor Jesucristo, en todo momentotenderemos una mano de amor ycomprensión a todo nuestro próji-mo, en especial en momentos de ne-cesidad. Un artículo reciente delChurch News publicó un relato dedos mujeres que son muy amigas,una “doctora judía de Nueva York yuna ama de casa [Santo de los Últi-mos Días], madre de seis niños, deUtah, que residían en Dallas,[Texas], muy lejos de sus hogares.

La que es miembro informa: “Sihubieran hecho coincidir nuestraamistad a través de un servicio decomputadora, dudo que hubiéramospasado la primera prueba…

“…Supuse que una mujer ocupadaen su práctica médica no tendría nin-gún deseo de hablar del color de lasservilletas que usaríamos en las reu-niones escolares de padres y maestros.

“Eso es lo malo de las suposicio-nes, que pueden socavar las raícesmismas de algo que podría florecer ycrecer si se le diera la oportunidad.Estaré agradecida por siempre de queno nos dejamos llevar por las suposi-ciones” (Shauna Erikson, “UnlikelyFriends Sharing a Lifetime”, ChurchNews, 18 de agosto de 2001, pág. 10).

Las ideas preconcebidas y las su-posiciones pueden ser muy peligro-sas e injustas. Hay algunos denuestros miembros que tal vez notiendan una mano a su prójimo consonrisas de amistad, cálidos apreto-nes de mano ni servicio amoroso. Deigual forma, quizás haya personasque lleguen a nuestro vecindario,que no sean de nuestra fe, y quevengan con una idea negativa pre-concebida sobre la Iglesia y susmiembros. Con toda seguridad, losbuenos vecinos deben hacer todo loposible para entenderse y ser ama-bles unos con otros sin importar reli-gión, nacionalidad, raza ni cultura.

En ocasiones escucho acerca demiembros que ofenden a los de otrasreligiones al pasarlos por alto y noincluirlos en su círculo de amistades.Eso puede suceder especialmente en

comunidades donde nuestros miem-bros son la mayoría. He escuchadoacerca de padres de criterio limitadoque dicen a sus hijos que no puedenjugar con cierto niño del vecindarioporque su familia no pertenece anuestra Iglesia. Ese tipo de compor-tamiento no va de acuerdo con lasenseñanzas del Señor Jesucristo. Noentiendo por qué un miembro denuestra Iglesia permitiría que suce-diera ese tipo de cosas. Yo he sidomiembro de esta Iglesia toda mivida; he sido misionero regular, hesido obispo dos veces, presidente demisión, Setenta y ahora Apóstol.Jamás he enseñado ni he escuchadoque se enseñe una doctrina de ex-clusión. No he escuchado que se ex-horte a los miembros de esta Iglesiaa ser otra cosa que personas amoro-sas, bondadosas, tolerantes y bene-volentes con nuestros amigos yvecinos de otras fes religiosas.

El Señor espera mucho de noso-tros. Padres, les ruego que enseñen a

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sus hijos y que ustedes mismos practi-quen el principio de la inclusión y noel de la exclusión debido a diferenciasreligiosas, políticas o culturales.

Si bien es cierto que declaramosal mundo que la plenitud delEvangelio de Jesucristo ha sido res-taurada en la tierra por medio delprofeta José Smith y que exhortamosa nuestros miembros a compartir sufe y testimonio con los demás,nunca ha sido la norma de la Iglesiaque a aquellas personas que decidanno escuchar más ni aceptar nuestromensaje se les evite o se les pase poralto. De hecho, es todo lo contrario.El presidente Gordon B. Hinckleynos ha recordado en repetidas oca-siones la obligación especial que te-nemos como seguidores deJesucristo; cito sólo una: “Cada unode nosotros es un individuo. Cadauno es diferente. Debe haber respetopor esas diferencias…

“…Debemos trabajar en formaardua para edificar el respeto mutuo,

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una actitud de aceptación, con tole-rancia del uno por el otro sin impor-tar las doctrinas y filosofías quepodamos abrazar. Ustedes y yo po-dremos estar en desacuerdo encuanto a ellas, pero podemos hacer-lo con respeto y urbanidad”(Teachings of Gordon B. Hinckley,1997, págs. 661, 665).

Como miembros de La Iglesia deJesucristo de los Santos de los Últi-mos Días entendemos que algunaspersonas nos consideran diferentes[en la versión de la Biblia en inglésdel Rey Santiago dice “pueblo pecu-liar” (1 Pedro 2:9)] . Nuestras doctri-nas y creencias son importantes paranosotros; las aceptamos y las atesora-mos. En ningún momento propongoque no lo hagamos, sino que, por elcontrario, nuestra peculiaridad y lasingularidad del mensaje delEvangelio restaurado de Jesucristoson elementos indispensables paraofrecer a la gente del mundo unaelección clara. Tampoco estoy sugi-riendo que nos involucremos en nin-guna relación que nos ponga enpeligro espiritual, tanto a nosotroscomo a nuestra familia. Debemos en-tender, sin embargo, que no todosvan a aceptar nuestra doctrina de larestauración del Evangelio deJesucristo. En su mayoría, nuestrosvecinos que no son de nuestra fe songente buena y honorable, tan buenosy honorables como tratamos de serlonosotros; cuidan de sus familias,

como nosotros; desean hacer de estemundo un lugar mejor, como noso-tros; son amables, amorosos, genero-sos y fieles, tal como nosotrosesperamos serlo. Hace cerca de 25años, la Primera Presidencia declaró:“Nuestro mensaje refleja el amor quesentimos por la humanidad y el inte-rés en su bienestar eterno, sin impor-tarnos sus creencias religiosas, su razao nacionalidad, sabiendo sin lugar adudas que somos hermanos y herma-nas debido a que somos hijos e hijasdel mismo Padre Eterno” (declara-ción de la Primera Presidencia, 15 defebrero de 1978, véase Liahona, abrilde 1988, pág. 32).

Ésa es nuestra doctrina: una doc-trina de inclusión. Eso es lo que cre-emos; eso es lo que se nos haenseñado. Debido a esa doctrina,nosotros deberíamos ser las personasmás amorosas, amables y tolerantesde toda la gente de la tierra.

Permítanme sugerir tres cosassimples que podemos hacer para evi-tar que nuestros vecinos se sientanexcluidos.

Primero, conozcan a sus vecinos;entérense acerca de sus familias, sutrabajo, sus puntos de vista.Reúnanse con ellos, si ellos estándispuestos a hacerlo, y háganlo sinser persistentes y sin tener un moti-vo oculto. La amistad nunca se debeofrecer como un medio para lograrun fin, sino que puede y debe ser unfin en sí. Hace poco recibí una carta

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de una mujer que se acaba de mudara Utah, de la que leeré una pequeñaparte: “Debo decirle, élder Ballard,que cuando saludo a mis vecinos oles digo adiós con la mano, no res-ponden a mi saludo. Si paso cerca deellos en mis caminatas diurnas o alatardecer tampoco responden a missaludos. Otra gente de color tam-bién expresa recibir la misma res-puesta negativa a sus saludosamistosos”. Si hay miembros de laIglesia entre esos vecinos, con todaseguridad deben saber que eso nodebe suceder. Cultivemos amistadessignificativas de confianza y entendi-miento mutuos con la gente de ori-gen o creencias diferentes.

Segundo, creo que sería conve-niente eliminar un par de frases denuestro vocabulario: “No miembro” y“no mormón”. Tales palabras puedenser degradantes e incluso denigran-tes. En lo personal, yo no me consi-dero “no católico” ni “no judío”. Soycristiano. Soy miembro de La Iglesiade Jesucristo de los Santos de losÚltimos Días y así es como prefieroque se me identifique, por lo que soy,en vez de que se me clasifique por loque no soy. Extendamos esa mismacortesía hacia aquellos que vivenentre nosotros. Si se tiene que haceruna descripción colectiva, la palabra“vecinos” parece ajustarse en todoslos casos.

Y tercero, si los vecinos se moles-tan o se frustran por algún desacuer-do que tengan con La Iglesia deJesucristo de los Santos de los Últi-mos Días, o con alguna ley que apo-yemos por razones morales, por favorno les sugieran —ni siquiera enbroma— que piensen en mudarse aotro lugar.¡No puedo comprendercómo un miembro de la Iglesia podríasiquiera pensar tal cosa! Nuestros an-tepasados pioneros fueron expulsadosde un lugar a otro por vecinos mal informados e intolerantes. Pasarondificultades y persecución extraordi-narias porque pensaban, actuaban ycreían en forma diferente a losdemás. Si nuestra historia no nos en-seña nada más, nos debería enseñarpor lo menos a respetar el derecho detoda la gente a fin de coexistir pacífi-camente con los demás.

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El cumplir nuestrodeber a DiosÉlder Robert D. HalesDel Quórum de los Doce Apóstoles

“Les prometo que el obtener el Premio Mi Deber a Dios les daráun testimonio viviente que los sostendrá a lo largo de toda suvida”.

Sesión del sacerdocio6 de octubre de 2001

Ahora deseo hablar a todos aque-llos que no son de nuestra fe. Si hayasuntos que les preocupen, hablemosde ellos. Deseamos ser de ayuda.Pero por favor entiendan que nues-tras doctrinas y enseñanzas las ha es-tablecido el Señor, de modo que aveces tendremos que estar amigable-mente en desacuerdo con ustedes,pero podemos hacerlo sin ser desa-gradables. En nuestras comunidadespodemos y debemos trabajar juntosen un ambiente de cortesía, respeto yurbanidad. Aquí en Utah, un grupode ciudadanos conscientes formó la“Alianza para la Unidad”. Ese esfuer-zo ha sido respaldado por nuestraIglesia y por otras iglesias y organiza-ciones. Uno de sus objetivos es “pro-curar edificar una comunidad endonde se tomen en cuenta y se valo-ren los diferentes puntos de vista”.Quizás nunca haya habido una épocamás importante para que los vecinosde todo el mundo se unan para el be-neficio común del uno con el otro.

Sólo pocas horas antes de empe-zar el doloroso proceso físico y espiri-tual de la Expiación, el Salvador sereunió con Sus apóstoles para parti-cipar en la fiesta de la Pascua —SuÚltima Cena— y dar las últimas ins-trucciones que les impartiría en Suvida mortal. Entre esas enseñanzasestá la conmovedora declaraciónque cambiaría vidas: “Un manda-miento nuevo os doy: Que os améisunos a otros; como yo os he amado,que también os améis unos a otros.

“En esto conocerán todos que soismis discípulos, si tuviereis amor losunos con los otros” (Juan 13:34–35).

Eso fue lo que el Señor enseñó asus discípulos —incluso a “cierto in-térprete de la ley”— por medio de laparábola del Buen Samaritano. Y esoes lo que nos enseña a nosotros hoypor medio de profetas y apóstoles vi-vientes. Ámense unos a otros; seanamables los unos con los otros a pesarde nuestras grandes diferencias; trá-tense unos a otros con respeto y urba-nidad. Sé y testifico que Jesús es elCristo, nuestro Salvador y Redentor,y sé que Él espera que todos sigamosSu admonición de ser mejores veci-nos, de lo cual testifico en el nombrede Jesucristo. Amén. �

¡Qué regocijo es estar ante el sa-cerdocio y dirigir la palabra alreal ejército de Dios! Es impor-

tante saber quiénes somos: hijos deDios que poseemos el SacerdocioAarónico y el Sacerdocio deMelquisedec, que han sido restau-rados en esta dispensación. Es im-portante que sepamos lo queestamos procurando lograr en lavida, lo cual es volver a la presenciade nuestro Padre Celestial connuestras familias. Porque somosmuy bendecidos, también es impor-tante que aprendamos y cumplamosnuestro deber a Dios.

Desde hace muchos años, laPrimera Presidencia y el Quórum de

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los Doce Apóstoles se han preocu-pado mucho por el bienestar denuestros jóvenes en estos tiemposdifíciles. El 28 de septiembre de2001, la Primera Presidencia envióuna carta a los líderes del sacerdociode los Estados Unidos y de Canadá,la cual dice:

“En enero de 2000, introdujimosel programa de Logros delSacerdocio Aarónico en las áreasfuera de los Estados Unidos y deCanadá donde el programa Scout noestaba disponible. La finalidad… esayudar a los hombres jóvenes a pre-pararse para el Sacerdocio deMelquisedec, así como para la inves-tidura del templo, la misión regular,el matrimonio y la paternidad…[Ese programa internacional siguevigente y] ahora, se ha adaptadopara utilizarse en los Estados Unidosy en Canadá a fin de incluir la im-portante función del programaScout en el progreso de los hombresjóvenes… [y se conocerá como]Sacerdocio Aarónico: Cumplir nuestrodeber a Dios.

“El programa se explica en tresguías: Sacerdocio Aarónico: Cumplirnuestro deber a Dios para diáconos,para maestros y para presbíteros.Los hombres jóvenes que cumplancon los requisitos que se explican enesas guías recibirán el Premio MiDeber a Dios.

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“También anunciamos el nuevolibro simplificado Progreso Personalde las Mujeres Jóvenes y el folleto re-visado Para la fortaleza de la juventud.Esos materiales se han actualizadopara ayudar a la juventud a cultivarmayor fe y valentía en el mundo dehoy. Además, anunciamos la Guíapara padres y líderes de la juventud,que servirá tanto a los padres comoa los líderes para fortalecer a nues-tros jóvenes. En esta guía también sereseña la importante función deapoyo de la Mutual.

“Deseamos que todos los hombresjóvenes se esfuercen por ganar elPremio Mi Deber a Dios, así como elPremio Scout Águila. Deseamos quetodas las mujeres jóvenes se esfuer-cen por ganar el Reconocimiento ala Mujer Virtuosa. Al esforzarse losjóvenes por alcanzar esas metas, de-sarrollarán aptitudes y atributos quelos guiarán al templo y los prepara-rán para una vida de servicio a susfamilias y al Señor.

“Se enviarán ejemplares de esosmateriales a todas las estacas paraque los distribuyan a los barriosantes de diciembre de 2001, a fin deque se pongan en práctica en enerode 2002” (carta de la PrimeraPresidencia, 28 de septiembre de2001). Así concluía la históricacarta de la Primera Presidencia.

Vivimos en una etapa muy difícilde la historia del mundo, en la queSatanás rodea la tierra y anda porella entre los hijos de Dios haciendotoda clase de mal para impedir quese cumplan los deseos de un Diosjusto. Las Escrituras nos enseñanque los proyectos malignos deSatanás para con los habitantes dela tierra se intensificarán a medidaque se acerque la segunda venida denuestro Señor y Salvador Jesucristo(véase 2 Tesalonicenses 2:1–10; D. y C. 10:33; 52:14; 86:3–10).

Nunca ha habido un tiempo enestos últimos días como el de hoy enque el mensaje se exponga tan enca-recidamente por parte de la PrimeraPresidencia y del Quórum de losDoce Apóstoles de que los padresjunto con los obispos y los líderes delsacerdocio y de las organizaciones au-xiliares se aseguren de que ustedes,

los hombres jóvenes, comprendanquiénes son y qué pueden llegar aser, no sólo aquí en la vida terrenal,sino por las eternidades venideras.

El Premio Mi Deber a Dios ayu-dará a los hombres jóvenes a hacerfrente a los desafíos de la vida y a lo-grar los propósitos del SacerdocioAarónico.

La Primera Presidencia y elQuórum de los Doce Apóstoles hanexplicado: “Esperamos que ganes elPremio Mi Deber a Dios y que éstesea un símbolo de tu preparaciónpara recibir el Sacerdocio deMelquisedec” (véase SacerdocioAarónico: Cumplir nuestro deber aDios, Diácono).

Al ganar el Premio Mi Deber aDios, lograrás metas en los siguien-tes aspectos:

• Ser fiel en el cumplimiento delos deberes y las normas del sacerdo-cio.

• Participar en actividades fami-liares.

• Participar en las actividades dequórum.

• Llevar a cabo el proyecto deservicio de Mi Deber a Dios.

• Alcanzar metas personales encada una de cuatro categorías: pro-greso espiritual; desarrollo físico; su-peración académica, personal y deorientación profesional o vocacio-nal; progreso cívico y social.

Si cumplen con los requisitos deesos deberes del sacerdocio y atribu-tos personales, se prepararán paralas responsabilidades del Sacerdociode Melquisedec, así como para losfuturos desafíos de la vida. Les pro-meto que el obtener el Premio MiDeber a Dios les dará un testimonioviviente que los sostendrá a lo largode toda su vida.

Donde esté disponible, el progra-ma Scout también les ayudará en eseesfuerzo. Los instamos a participar enel programa Scout, puesto que mu-chos de los requisitos de ese programacumplen las metas y los requisitos delos certificados de Mi Deber a Dios.

El programa Scout es parte delprograma de actividades delSacerdocio Aarónico. El Premio MiDeber a Dios es un premio del sacerdocio cuyos requisitos les

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servirán para progresar espiritual-mente y cumplir con sus deberesdel sacerdocio.

Algunas de las grandes bendicio-nes de esos programas que se han ela-borado conllevan el que ustedes, losjóvenes de la Iglesia, tendrán un claroentendimiento de quiénes son, seránresponsables de sus actos, se responsa-bilizarán de su conducta personal ypodrán fijarse metas para lograr loque han venido a la tierra a lograr.Nuestro ruego es que se esfuercen porhacer lo mejor que puedan.

Jóvenes, arrodíllense todos losdías y expresen a Dios los deseos desu corazón. Él es la fuente de todasabiduría y dará respuesta a sus ora-ciones. Sean humildes y estén dis-puestos a escuchar los susurros delEspíritu. Lean las Escrituras todoslos días. Fortalezcan su testimonio.Paguen los diezmos y las ofrendas.Recuerden y guarden los conveniosque hicieron al bautizarse, y renue-ven esos convenios cada semana alparticipar de la Santa Cena. El guar-dar los convenios bautismales ahoralos preparará para los convenios deltemplo que harán en el futuro.

Ésa es la esencia de su deber aDios. El cumplir su deber a Dios brin-dará bendiciones no tan sólo a uste-des mismos sino también a los demás.

El prestar servicio a los semejan-tes es uno de los propósitos delSacerdocio Aarónico. Como requisi-to del Premio Mi Deber a Dios, almenos una vez al año, tendrán unproyecto de servicio que les dará laoportunidad de prestar importanteservicio a su familia, a la Iglesia o ala comunidad. Al ayudar y servir alos demás, aprenderán que la si-guiente Escritura es parte imprescin-dible del Evangelio: “…por cuantolo hacéis al más pequeño de éstos, amí lo hacéis” (D. y C. 42:38).

Confío en que tanto los padrescomo los obispos —que son los presi-dentes del Sacerdocio Aarónico—comprendan que los hombres jóvenesy las mujeres jóvenes de los cuales sonresponsables han sido preparados paravenir a la tierra en este tiempo enparticular para un sagrado y maravi-lloso propósito. Es una gran bendiciónpoder hacerse merecedor del

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Un momento de reflexión en el Centro de Conferencias.

Sacerdocio de Melquisedec y luegorecibirlo. Ustedes, jóvenes, tienenel noble llamamiento de ser hom-bres rectos, de progresar en fortale-za y de ejercer una buena influenciaen los demás. Ustedes, jóvenes, sonel futuro de la Iglesia.

Hemos progresado desde que lle-gamos a la tierra de la presencia denuestro Padre Celestial. Nuestra pri-mera década en esta vida fue unagran experiencia de aprendizaje. Senos cuidó y crió. Aprendimos a ca-minar, a hablar y a controlar estecuerpo mortal. Aprendimos acercadel albedrío: que lo que escogemoshacer tiene sus consecuencias.Muchos de nosotros fuimos bautiza-dos a los ocho años de edad, la cuallas Escrituras nos dicen es la edad deresponsabilidad cuando tenemos lacapacidad de distinguir el bien delmal, de saber quiénes somos —hijosde Dios— por qué estamos aquí enla tierra y qué estamos procurandolograr (véase D. y C. 68:25, 27).

Desde nuestro bautismo hasta losdoce años, nuestras familias, nues-tros líderes del sacerdocio y de lasorganizaciones auxiliares, y los ma-estros nos han enseñado los princi-pios del Evangelio y las normas quenos preparan para poseer el sacerdo-cio. El Sacerdocio Aarónico se llamael sacerdocio preparatorio. Esa se-gunda década de nuestras vidas esun periodo preparatorio; es la etapaen la que nos preparamos para lasgrandes decisiones que hemos detomar más adelante. Nos prepara-mos para recibir el Sacerdocio deMelquisedec, para hacer los conve-nios del templo y cumplir con todasnuestras responsabilidades del sacer-docio a fin de que podamos cumplirnuestro deber a Dios.

Lo que escojan hacer hoy influi-rá directamente en el número y enlos tipos de oportunidades que ten-drán en el futuro. Lo que escojanhacer cada día limitará o ampliarásus oportunidades. Si toman deci-siones correctas durante este perio-do preparatorio, estarán preparadospara tomar decisiones acertadas enel futuro.

Piensen tan sólo en la próximadécada de su vida —la de los veinte

años—, en las decisiones que toma-rán: ser dignos de ir al templo, elservicio misional, los estudios acadé-micos, el seguir una carrera profesio-nal o vocacional, el escoger unacompañera eterna y el tener una fa-milia. Esa década de decisiones noes una etapa que haya que temer,sino una etapa para recibir las ben-diciones para las cuales se habránpreparado: “mas si estáis preparados,no temeréis” (D. y C. 38:30).

Uno de los mayores dones que seles dieron al bautizarse fue el dondel Espíritu Santo. Con el don delEspíritu Santo, pueden contar con laguía inspirada para tomar esas im-portantes decisiones.

Durante el periodo preparatorio desu vida, es importante que cultiven elprogreso espiritual, que adquieran de-sarrollo físico, que se superen en elámbito educativo, del progreso perso-nal y de la orientación profesional ovocacional, y que progresen cívica y

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socialmente. Todas esas cualidadesforman parte de sus deberes del sacer-docio y les servirán para las decisionesque tendrán que tomar durante laspróximas décadas de su vida.

Una parte importante del cumplirnuestro deber a Dios en cualquieredad es ser discípulo de Jesucristo, locual significa aceptar Su invitaciónque dice: “ven, sígueme” (Lucas18:22). Para seguir al Salvador, esnecesario que separamos quién es Él—el Hijo de Dios—, que tomemosSu nombre sobre nosotros, que re-cordemos Su sacrificio expiatorio yque guardemos Sus mandamientos.Hicimos esos convenios al bautizar-nos y renovamos nuestros conveniosbautismales cada vez que participa-mos de la Santa Cena.

Aprendemos de las oraciones queel Salvador dirigió a Su PadreCelestial grandes lecciones del disci-pulado y del deber a Dios. En Suoración intercesora, Él enseña: “Yo

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te he glorificado en la tierra; he acaba-do la obra que me diste que hiciese”(Juan 17:4; cursiva agregada).

Cuando Jesucristo padeció enforma indescriptible en el Jardín deGetsemaní por los pecados de la hu-manidad, oró: “Padre mío, si es posi-ble, pase de mí esta copa; pero nosea como yo quiero, sino como tú”(Mateo 26:39; cursiva agregada).

El discipulado y el deber a Dios seevidencian en la vida de los profetasa lo largo de las Escrituras. Las leccio-nes que aprendemos de esos profetaspodemos aplicarlas a nuestras vidas.

El joven José Smith dijo:“Obedecí; regresé a donde estaba mipadre en el campo, y le declaré todoel asunto” (José Smith—Historia1:50; cursiva agregada).

Elías “fue e hizo conforme a la pa-labra de Jehová” (1 Reyes 17:5; cur-siva agregada).

“Y lo hizo así Noé; hizo conformea todo lo que Dios le mandó” (Génesis6:22; cursiva agregada).

Josué enseñó a su gente: “…yo ymi casa serviremos a Jehová… Y elpueblo respondió a Josué: A Jehovánuestro Dios serviremos, y a su vozobedeceremos” (Josué 24:15, 24; cur-siva agregada).

Alma dijo: “¡Oh recuerda, hijomío, y aprende sabiduría en tu juventud;sí, aprende en tu juventud a guardarlos mandamientos de Dios!” (Alma37:35; cursiva agregada).

La Primera Presidencia y elQuórum de los Doce Apóstoles hanaconsejado a cada poseedor delSacerdocio Aarónico:

“Vives en una época de grandesdesafíos y grandes oportunidades.Has sido llamado para ejercer unainfluencia en el mundo. Como hijode Dios, con el poder del SacerdocioAarónico, puedes ser un influjomagnífico del bien.

“Puedes prestar servicio, dandode tu tiempo, talentos y energías sinesperar recompensa. Puedes cumplircon los deberes del sacerdocio, comopor ejemplo [preparar, servir y] ben-decir la Santa Cena[, recoger lasofrendas de ayuno, ayudar a losdemás] y servir de maestro orienta-dor. Puedes elevar a los demás pormedio de tu ejemplo. Puedes fortale-certe, edificando tu fe y tu testimo-nio, viviendo el Evangelio alaprenderlo y darlo a conocer.

“Tienes la responsabilidad deaprender lo que nuestro PadreCelestial desea que hagas y, luego,de hacer lo mejor que puedas porobedecer Su voluntad…

“El Señor cree en ti y tiene unamisión importante para que tú la lleves a cabo. Él te ayudará al acudirtú a Él en oración. Escucha los susu-rros del Espíritu. Obedece los man-damientos. Haz y guarda losconvenios que te prepararán para eltemplo. Con la ayuda de tus padres y

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de tus líderes, fíjate metas y esfuér-zate por alcanzarlas. Experimentarásun extraordinario sentimiento derealización al cumplir con tu deber y prepararte para los emocionantesdesafíos del futuro” (VéaseSacerdocio Aarónico: Cumplir nuestrodeber a Dios, Presbítero).

Hermanos del SacerdocioAarónico, fijen ya sus metas y em-piecen a trabajar para obtener suPrimio Mi Deber a Dios y el PremioScout Águila. Serán bendecidos porsus esfuerzos.

Expreso mi amor por los jóvenesde la Iglesia. Siento gran respeto yadmiración por las decisiones dehacer lo correcto que toman cadadía. Ustedes son muy fieles en estostiempos difíciles a pesar de las mu-chas dificultades que encaran.Ustedes se están preparando paraser los futuros padres y líderes delsacerdocio de la Iglesia.

Es muy importante que todoscomprendamos que vivimos en la úl-tima dispensación, la del cumpli-miento de los tiempos, que nosestamos preparando para la segundavenida de Jesucristo, y que el adver-sario en éstos, los últimos días, desa-tará más maldades sobre el mundo.En nuestras oraciones rogamos quetodos los jóvenes de la Iglesia tenganla fortaleza necesaria para resistir losardientes dardos del adversario, yque, nosotros, los padres y los líderesdel sacerdocio —sí, nosotros, comolos pastores—, podamos ayudar anuestros hijos a permanecer leales yfieles al Evangelio de Jesucristo.

Testifico de la veracidad de estaobra y de la restauración del sacer-docio en estos últimos días. Les pro-meto que serán bendecidos por sufidelidad y afirmo con el profetaAlma: “…os he dicho estas cosas afin de despertar en vosotros el senti-do de vuestro deber para con Dios,para que andéis sin culpa delante deél, para que caminéis según el santoorden de Dios…” (Alma 7:22).Ruego que todo poseedor delSacerdocio Aarónico cumpla con sudeber a Dios y regrese con honor ala presencia de su Padre Celestial esmi oración. En el nombre deJesucristo. Amén. �

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Nuestro deber a DiosÉlder Cecil O. Samuelson Jr.De la Presidencia de los Setenta

“El que ustedes posean el sacerdocio y cumplan con su deber aDios no es sólo una seria responsabilidad sino también unprivilegio extraordinario”.

De joven me impresionó lahistoria de Samuel en elAntiguo Testamento, cuya

vida había dedicado a Dios su agra-decida madre Ana. Cuando todavíaera un jovencito, se fue a vivir y aservir en el templo. Una noche, elSeñor lo llamó tres veces, y cada vezcontestó: “Heme aquí”1, pensandoque lo llamaba su maestro, el sumosacerdote Elí. El sabio Elí, sabiendoque el pequeño “Samuel no habíaconocido a Jehová, ni la palabra deJehová le había sido revelada”2, en-tendió que el Señor había llamado aljoven. Por lo tanto, enseñó a Samuelcómo responder y, cuando lo llamóla voz nuevamente, Samuel contes-tó: “Habla, porque tu siervo oye”3.

Al prestar atención a la vida deSamuel, vemos que cumplió sudeber a Dios y que “Samuel creció, yJehová estaba con él, y no dejó caera tierra ninguna de sus palabras”4. A

consecuencia de ello, Samuel llegó aser un gran profeta y líder.

Espero que ustedes, jóvenes delSacerdocio Aarónico, entiendan hoyque, al igual que Samuel, tambiéntienen un deber sagrado para conDios. Samuel tenía una buenamadre, Ana, y un gran líder del sa-cerdocio, Elí. La mayoría de ustedes,jóvenes, también tienen padres ma-ravillosos y líderes inspirados del sa-cerdocio que están al cuidado deustedes y están listos para ayudarlestanto a ustedes como a sus padres ensu tarea de cumplir su deber a Dios.

El presidente Gordon B. Hinckleyha dicho lo siguiente de ustedes y desu generación de jóvenes: “[Siento]gran amor por los jóvenes y las joven-citas de esta Iglesia… Les amamosmucho y oramos constantementepara tener la inteligencia para ayu-darles. Su vida está llena de decisio-nes difíciles, de sueños, esperanzas yanhelos para encontrar aquello queles traerá paz y felicidad…

“Les hago la promesa de que Diosno los abandonará si caminan porSus senderos con la guía de Susmandamientos”5.

Con esa promesa del profeta enmente, permítanme recordarles,como lo mencionó el élder Hales y lacarta de la Primera Presidencia,sobre los recursos que la Iglesia tienedisponibles para ayudarles a cumplirsu deber a Dios. Los objetivos delSacerdocio Aarónico les sirven para:

• Convertirse al Evangelio deJesucristo y vivir sus enseñanzas.

• Servir fielmente en sus llama-mientos del sacerdocio y cumplir las

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responsabilidades de los oficios delsacerdocio.

• Prestar servicio significativo.• Prepararse y vivir dignamente

para recibir el Sacerdocio deMelquisedec y las ordenanzas deltemplo.

• Prepararse para servir una mi-sión regular honorable.

• Obtener tanta educación comosea posible.

• Prepararse para llegar a ser es-posos y padres dignos.

• Mostrar el debido respeto porlas mujeres, las jovencitas y los niños.

El programa Premio Mi Deber aDios les servirá para lograr esos ob-jetivos del Sacerdocio Aarónico. Afin de reunir los requisitos necesa-rios para obtener el Premio MiDeber a Dios, deben lograr y com-pletar los objetivos del SacerdocioAarónico, además de participar enactividades familiares, actividadesespecíficas de quórum, un proyectode servicio Mi Deber a Dios, llevarun diario personal y cumplir lasmetas de cada una de las cuatro ca-tegorías siguientes:

• Desarrollo espiritual• Desarrollo físico• Desarrollo educativo, personal

y profesional• Desarrollo civil y socialDonde se disponga del programa

Scout, notarán que muchos de losrequisitos scout pueden contar parael Premio Mi Deber a Dios. Tantolas actividades de Mi Deber a Dioscomo las de escultismo nos enseñana prepararnos en “todo lo que fuerenecesario”6. Los premios Mi Deber aDios y Scout Águila [o premios si-milares] son complementarios, nocompetitivos.

La Primera Presidencia y elQuórum de los Doce les aman y de-sean fortalecerlos en estos tiemposcada vez más difíciles. Con ese amory deseo han preparado la revisión delfolleto Para la fortaleza de la juventud:Cumplir nuestro deber a Dios, ademásde materiales adicionales para losHombres Jóvenes, las MujeresJóvenes, los padres y los líderes.

A medida que ustedes, jóvenesdel Sacerdocio Aarónico, se esfuer-zan por lograr el Premio Mi Deber a

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Dios y las Jovencitas trabajan en susobjetivos del Progreso Personal, us-tedes se unirán a ellas para ser tam-bién testigos de Dios. Ese testimoniose expresa por lo que dicen y tam-bién por la forma en que viven yguardan los mandamientos.

Ustedes saben que recibir elPremio Mi Deber a Dios no es lameta final, sino más bien el incorpo-rar en su vida los atributos que lesayudarán a centrarse en forma másclara en su deber a Dios. Esas carac-terísticas les mantendrán en el sen-dero para ser dignos y capaces decumplir con las tareas y las oportuni-dades sagradas que les esperan. Lesservirán para ser felices, limpios yfuertes ahora, y para prepararse paralos acontecimientos de importanciaeterna, como recibir las bendicionesdel sagrado templo, servir misiones y,finalmente, ser sellados a una com-pañera digna en la Casa del Señor.

Mientras Alma enseñaba en latierra de Gedeón, dijo claramenteen palabras eternas: “Y ahora bien,mis queridos hermanos, os he dichoestas cosas a fin de despertar en vo-sotros el sentido de vuestro deberpara con Dios, para que andéis sinculpa delante de él, para que cami-néis según el santo orden de Dios,conforme al cual se os ha recibido”7.

Ustedes que han recibido el sa-cerdocio desearán ceñirse a ese“santo orden” al que han sido llama-dos y ordenados. Ustedes entiendenque cada bendición prometida con-lleva responsabilidades. Al cumplir

esas responsabilidades, se les danoportunidades de servir a los demásy desarrollarse espiritualmente. Esosson pasos esenciales en su progresopara ser más como Jesús.

El Salvador, que sufrió todas lascosas por nosotros8, enfrentó desafíossimilares a los que enfrentamos ennuestros años en el SacerdocioAarónico. Recordarán la experienciaque tuvo Jesús aproximadamente ala edad en la que la mayoría de noso-tros llegamos a ser diáconos. Habíaido con su familia y otra gente altemplo. Cuando llegó la hora de re-gresar a casa, no estaba con María nicon José. Ellos deben haber supuestoque Él estaba con otras personas deconfianza u otros familiares. Sólocuando realmente se percataron deSu ausencia, se alarmaron. Como pa-dres responsables, María y José hicie-ron lo que los padres de ustedeshabrían hecho en circunstancias si-milares: fueron a buscarlo. Cuandoencontraron a Jesús en el templo,sólo los padres y los abuelos puedenapreciar realmente los sentimientosconfusos de alivio que sintieron al

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enterarse de que estaba a salvo, peroquizás también se hayan sorprendidoun poco por la reacción de Él. ¿Hatenido alguien una experiencia así?Todos conocemos el diálogo que si-guió: “Y cuando lo vieron, se sor-prendieron; y le dijo su madre: Hijo,¿Por qué nos has hecho así? He aquítu padre y yo te hemos buscado conangustia. Entonces él les dijo: ¿Porqué me buscabais? ¿No sabíais queen los negocios de mi Padre me esnecesario estar?”9.

Jesús pudo haber dicho: “¿Nosaben que estoy cumpliendo con mideber a Dios?”

El presidente Harold B. Lee ense-ñó que el significado de la preguntade Jesús se encuentra en la sección64 de Doctrina y Convenios10. Elpresidente Lee dijo: “Cuando unollega a ser poseedor del sacerdocio,se convierte en agente del Señor.Debe considerar su llamamientocomo si se encontrara en los asuntosdel Señor. Eso es lo que significamagnificar el sacerdocio. Piensenque el Maestro le pregunte a cadauno de ustedes, como ese jovencito

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Gratitud Élder Steven E. SnowDe los Setenta

“La gratitud se puede aumentar al reflexionar constantemente ennuestras bendiciones y al dar gracias en nuestras oracionesdiarias”.

preguntó a José y a María: ¿No sabí-ais que en los negocios de mi Padreme es necesario estar? Lo que hagáisconforme a la voluntad del Señor esasunto del Señor”11. De modo que, elque ustedes posean el sacerdocio ycumplan con su deber a Dios no essólo una seria responsabilidad sinotambién un privilegio extraordinario.

A veces ustedes pueden conside-rar que sus padres y líderes respon-den como lo hicieron María y José.Después de que Jesús contestó ha-ciendo esa importante preguntasobre los asuntos de Su Padre, Lucasdice: “Mas ellos no entendieron laspalabras que les habló”12.

No obstante, ¡pongan cuidadosaatención a lo que Jesús hizo! Es unejemplo de lo que debemos hacer sirealmente hemos de cumplir nuestrodeber a Dios. “Y descendió con ellos,y volvió a Nazaret, y estaba sujeto aellos… Y Jesús crecía en sabiduría yen estatura, y en gracia para conDios y los hombres”13.

Deben recordar que su deber aDios está claramente vinculado a susdeberes para con los miembros de supropia familia, en particular sus pa-dres. No sólo al estar debidamentesujetos y sumisos a Dios, sino tam-bién a los padres y líderes del sacer-docio, podemos en verdad cumplirnuestro deber a Dios. Ruego quetodos seamos como Samuel, que dijoal Señor: “Habla, porque tu siervooye”14. En el nombre de Jesucristo.Amén. �

NOTAS1. Véase 1 Samuel 3:4–8.2. 1 Samuel 3:7.3. 1 Samuel 3:10.4. 1 Samuel 3:19.5. Gordon B. Hinckley, “El consejo y la

oración de un profeta en beneficio de la ju-ventud”, Liahona, abril de 2001, pág. 30.

6. D. y C. 88:119.7. Alma 7:22.8. Véase Alma 7:11 y D. y C. 18:11.9. Lucas 2:48–49.10. Véase D. y C. 64:29.11. Harold B. Lee, Stand Ye in Holy

Places, 1974, pág. 255.12. Lucas 2:50.13. Lucas 2:51–52.14. 1 Samuel 3:10.

Habiendo crecido en el Surde Utah, algunos de noso-tros solíamos buscar em-

pleo en las muchas gasolineras queestaban a lo largo de la Ruta 91, laque pasa por el centro de la ciudadde Saint George. Mi hermanomenor, Paul, que en aquel entoncestenía 18 años, trabajaba en elServicentro Tom, una estación deservicio situada como a tres cuadrasde nuestro hogar.

Un día de verano llegó un autocon placas de Nueva York y el con-ductor pidió que llenaran el tanque.(Hago notar a ustedes, hermanosmenores de treinta años, que en esosdías el dependiente llenaba el tan-que, lavaba el parabrisas y revisabael aceite). Mientras Paul limpiaba elparabrisas, el conductor le preguntócuán lejos quedaba el Gran Cañón yPaul respondió que estaba a unos240 kilómetros.

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“He esperado toda mi vida paraver el Gran Cañón”, exclamó elhombre. “¿Cómo es ese lugar?”

“No sé”, dijo Paul, “nunca he es-tado allá”.

“¿Me vas a decir”, respondió elhombre, “que vives a dos horas ymedia de camino de una de las sietemaravillas del mundo y nunca hasestado allí?”

“Así es”, dijo Paul.Luego de un momento, el hombre

dijo: “Bueno, creo que puedo enten-der eso. Mi esposa y yo hemos vividoen Manhattan por más de veinteaños y nunca hemos visitado laEstatua de la Libertad”.

“Yo he estado allí”, dijo Paul.¿No es una ironía el que a menu-

do viajemos muchos kilómetros paraver las maravillas de la naturaleza ode la creación del hombre y, sin em-bargo, pasamos por alto la bellezaque está a nuestro alrededor?

Supongo que es parte de la natu-raleza humana el buscar la felicidaden otra parte. El logro de una carre-ra, la búsqueda de las riquezas y lasrecompensas materiales pueden nu-blar nuestra perspectiva y, a menu-do, nos llevan a tener una falta deaprecio por las ricas bendiciones denuestras circunstancias actuales.

Es precario pensar continuamen-te por qué no se nos ha dado más.Sin embargo, es beneficioso y humil-de pensar continuamente en por quése nos ha dado tanto.

Un antiguo proverbio dice: “Lamayor riqueza está en conformarsecon lo que se tiene”.

En su carta a los filipenses, Pablo

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Los miembros de los Quórumes de los Setenta escuchan durante una de las sesiones de la conferencia.

escribió: “No lo digo porque tengaescasez, pues he aprendido a con-tentarme, cualquiera sea mi situa-ción” (Filipenses 4:11).

Alma instruyó a su hijo Helamán,dándole un consejo que todos lospadres deberían dar a sus hijos:“Consulta al Señor en todos tus he-chos, y él te dirigirá para bien; sí,

cuando te acuestes por la noche,acuéstate en el Señor, para que él tecuide en tu sueño; y cuando te le-vantes por la mañana, rebose tu co-razón de gratitud a Dios; y si hacesestas cosas, serás enaltecido en elpostrer día” (Alma 37:37).

Alma dijo: “…rebose tu corazónde gratitud a Dios…” El Señor deseaque demos gracias. En Tesalonicenses,leemos: “Dad gracias en todo, porqueesta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús” (1 Tesalonicenses 5:18).

Como poseedores del sacerdociodebemos esforzarnos en forma cons-tante por aumentar nuestra gratitud.La gratitud se puede aumentar al re-flexionar constantemente en nues-tras bendiciones y al dar gracias ennuestras oraciones diarias.

El presidente David O. McKay hadicho: “El joven que cierra su puertatras de sí, y las cortinas de su venta-na y en silencio suplica a Dios porayuda, primero debe derramar sualma en gratitud por su salud, porsus amigos, por sus seres queridos,por el Evangelio y por las manifesta-ciones de la existencia de Dios; pri-mero debe contar sus muchas

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bendiciones y nombrarlas una poruna” (en Conference Report, abril de1961, págs. 7–8).

En todas nuestras oraciones sedebe incluir una constante expresiónde gratitud. A menudo se ofrecen lasoraciones por bendiciones específicasque nosotros, ante nuestro entendi-miento incompleto, creemos necesi-tar. Aun cuando el Señor contestalas oraciones de acuerdo con Su vo-luntad, seguramente se debe sentircomplacido cuando ofrecemos ora-ciones humildes de gratitud.

Hermanos, la próxima vez que ore-mos, en vez de presentar petición traspetición al Señor para nuestro benefi-cio, démosle sinceras gracias por todocon lo que Él nos ha bendecido.

El presidente Joseph F. Smith nosha instruido que “el espíritu de grati-tud es siempre agradable y satisfac-torio, porque lleva consigo unasensación de ayudar a otros; engen-dra amor y amistad, y procrea in-fluencia divina. Se dice que lagratitud es la memoria del corazón”(Joseph F. Smith, Doctrina delEvangelio, pág. 256).

En octubre de 1879, se llamó a ungrupo de 237 Santos de los Últimos

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El crear o continuareslabones delsacerdocioÉlder Keith K. HilbigDe los Setenta

“Cuando servimos rectamente… fortalecemos nuestro eslabón delsacerdocio y lo afianzamos a aquellos que nos han precedido asícomo a los que vendrán después”.

Días de varios asentamientos peque-ños del suroeste de Utah para ir a es-tablecer una nueva ruta y colonizarlo que ahora es el Condado de SanJuan, en el sureste de Utah. La jorna-da debería haberles llevado seis se-manas, pero les llevó casi seis meses.Su lucha y heroísmo está documen-tado, en particular la travesía casiimposible del cruce del río Coloradoen el punto denominado Hole-in-the-rock. Los que han visitado eselugar se maravillan de que carroma-tos y tiros de animales hayan podidobajar por esa estrecha quebrada entrelas paredes del cañón de roca rojapara llegar hasta el río Colorado, allámuy abajo. Una vez que cruzaron elrío Colorado, sin embargo, les espe-raban muchas otras pruebas caminoal Condado de San Juan. Cansados yagotados, a principios de abril de1880, se enfrentaron al último obs-táculo: Comb Ridge. El lugar era unacadena de cerros de arenisca sólidaque formaba un empinado muro decerca de 300 metros de altura.

Ciento veinte años más tarde,nuestra familia subió Comb Ridge uniluminado día de primavera. La cade-na de cerros era una empinada peli-grosa. Era difícil imaginar quecarromatos, tiros, hombres, mujeres yniños hubieran hecho tal ascenso.Pero bajo nuestros pies estaban lasmarcas de las ruedas de esos carroma-tos como evidencia de su lucha hacetanto tiempo. ¿Cómo se sintieron des-pués de perseverar tanto? ¿Estabanamargados después de tantos mesesde duro trabajo y privaciones?¿Criticaron a sus líderes por haberlosmandado a tan ardua jornada y haber-les pedido que renunciaran a tanto?Nuestras preguntas se contestaron alllegar a la cima de Comb Ridge. Allíestaban grabadas desde hacía muchotiempo las palabras en arenisca roja:“Te damos las gracias, oh Dios”.

Hermanos, ruego que podamosmantener nuestro corazón lleno deagradecimiento y aprecio por lo quetenemos y no pensar continuamenteen lo que no es nuestro. Como posee-dores del sacerdocio, adoptemos unaactitud de agradecimiento en todo loque hagamos, es mi oración, en elnombre de Jesucristo. Amén. �

En esta vasta congregación deposeedores del sacerdocio,reunidos aquí y por todo el

mundo, se encuentran varias gene-raciones: decenas de millares dehijos, padres, abuelos e incluso bisa-buelos, todos los cuales tienen fe enCristo, se esfuerzan por guardar Susmandamientos y desean servirle.

Algunos forman parte de una largatradición de poseedores del sacerdo-cio, remontándose a una época pasa-da. Otros son los primeros en susrespectivas familias en poseer el sacer-docio de Dios. Pero todos tienen la oportunidad, y la responsabilidad,ya sea de crear o de continuar una

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cadena de hombres dignos que hon-ren el sacerdocio y presten servicio enel Reino, y de ese modo unir familiasde generación en generación. Sobreese vínculo personal en esa cadena delsacerdocio quisiera hablar esta noche.

En cada dispensación, se ha dadoel sacerdocio a hombres fieles con elfin de llevar a cabo los propósitos delSeñor. En las Escrituras se cuentacómo la autoridad del sacerdocio fuepasando de profeta a profeta, co-menzando con Adán.

En sentido figurado, nosotrossomos parte de esa cadena del sacer-docio que se remonta hasta el co-mienzo de esta tierra. Sin embargo,cada uno de nosotros está literal-mente ocupado en la importantetarea de crear nuestro propio esla-bón fuerte del sacerdocio para poderunirnos a nuestros antepasados y anuestra propia posteridad.

Si alguien no obtiene elSacerdocio de Melquisedec ni lohonra, su eslabón se perderá y noserá posible obtener la vida eterna(véase D. y C. 76:79; 84:41–42). Poresa razón, nuestra Iglesia hace ungran esfuerzo para enseñar el mensa-je de la Restauración a todos los queestén dispuestos a escuchar y parapreparar a todos los que tengan eldeseo de obtener las bendiciones delsacerdocio y del templo.

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El privilegio que tenemos de po-seer el sacerdocio de Dios estanoche tuvo sus comienzos en nues-tra existencia preterrenal. El profe-ta Alma explicó que los hombresque han sido ordenados alSacerdocio de Melquisedec en latierra han sido “llamados y prepara-dos desde la fundación del mundode acuerdo con la presciencia deDios, por causa de su fe excepcio-nal y buenas obras, habiéndoselesconcedido primeramente escoger elbien o el mal; por lo que, habiendoescogido el bien y ejercido una fesumamente grande, son llamadoscon un santo l lamamiento…”(Alma 13:3).

Por mucho tiempo, el Señor hadeseado que ustedes creen o conti-núen en su familia la cadena de fie-les poseedores del sacerdocio. La fede ustedes y el uso prudente del al-bedrío, tanto en la existencia prete-rrenal como aquí en la tierra, fue loque les permitió recibir el “santollamamiento” del sacerdocio.

En 1844, el profeta José Smithdeclaró: “Todo hombre que recibe elllamamiento de ejercer su ministerioa favor de los habitantes del mundo,fue ordenado precisamente para esepropósito en el gran concilio celes-tial antes que este mundo fuese”(Enseñanzas del Profeta José Smith,págs. 453–454).

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Por tanto, ya sea la primera o laquinta generación de su familia queposea el sacerdocio, cada uno de no-sotros ha venido a la tierra con unpatrimonio personal de fidelidad ycon el conocimiento de que fuimosllamados antes de nacer. Eso nosbrinda una firme determinación desiempre honrar el sacerdocio y, deese modo, crear o continuar una fa-milia unida por generaciones en laIglesia y en el reino celestial.

A menudo definimos “sacerdo-cio” como el poder y la autoridad deactuar en el nombre de Dios sobre latierra. Pero el servicio a nuestroSalvador, a nuestra familia y a nues-tro prójimo también es parte denuestro sacerdocio. El Salvadordesea que ejerzamos el sacerdocioprincipalmente en beneficio de losdemás. Nosotros no podemos darnosbendiciones a nosotros mismos nibautizarnos a nosotros mismos, niproporcionar las ordenanzas deltemplo para nosotros mismos. Envez de ello, todo poseedor del sacer-docio debe confiar en otros para quecon amor ejerzan la autoridad y elpoder de su sacerdocio para ayudar acada uno de nosotros a progresar es-piritualmente.

Pude aprender la importancia delservicio en el sacerdocio no sólo alobservar a mi abuelo, padre y her-mano magnificar sus llamamientos,sino también a los hermanos de mibarrio que eran modelos del sacer-docio para mí.

Como maestro recién ordenadoen el Sacerdocio Aarónico, mi pri-mer compañero de orientación fa-miliar fue Henry Wilkening, unmiembro del sumo consejo que eramás de 60 años mayor que yo; eraun inmigrante alemán, zapatero deprofesión, corto de estatura, peroun pastor fiel y lleno de energíapara las familias que nos habíansido asignadas. Yo iba a la carreradetrás de él (porque parecía cami-nar y subir escaleras mucho más rá-pido que yo) durante nuestrasvisitas mensuales a familias que vi-vían en circunstancias que nuncame imaginé que existieran. Él espe-raba que yo diera una parte de lalección y concertara todas las citas,

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“Alguna gran cosa”Presidente James E. FaustSegundo Consejero de la Primera Presidencia

“Que todos seamos fieles al hacer las cosas comunes y corrientesque prueban nuestra dignidad, ya que ellas nos guiarán haciagrandes cosas y nos harán merecedores de ellas”.

pero lo que más hacía era escuchary observar mientras ayudaba a her-manos y hermanas que tenían di-versas necesidades espirituales,sociales, económicas y emocionales,las que a los 14 años de edad ni meimaginaba que existieran.

Empecé a darme cuenta de cuán-tas cosas buenas podía llevar a caboun fiel poseedor del sacerdocio.Observé al hermano Wilkening crearun fuerte eslabón del sacerdociopara sí mismo a través del tierno ser-vicio que prestaba a esas familias ne-cesitadas, y a mí, en mi juventud.

Los muchos poseedores del sacer-docio a los que observaba cuandoera joven me enseñaron que el pres-tar servicio a los demás no dependedel tener un título, un llamamientoespecífico o un puesto formal en laIglesia. En vez de ello, la oportuni-dad surge como parte inherente delhecho de que la persona ha recibidoel sacerdocio de Dios.

El presidente J. Reuben Clark,Jr., acertadamente enseñó en laconferencia general de abril de1951: “Cuando servimos al Señor,no interesa dónde sino cómo lo ha-cemos. En La Iglesia de Jesucristode los Santos de los Últimos Días,uno debe aceptar el lugar que se le haya llamado a ocupar y no debeni procurarlo ni rechazarlo”(“Llamados a servir” , Liahona,enero de 1998, pág. 7).

Cuando servimos rectamente contodo nuestro corazón, cualquiera seala responsabilidad que hayamos reci-bido, fortalecemos nuestro eslabóndel sacerdocio y lo afianzamos aaquellos que nos han precedido asícomo a los que vendrán después.

Doy testimonio solemne de la di-vinidad y del sacrificio expiatorio delSalvador, y de la restauración de Susacerdocio, el cual tenemos el privi-legio de portar, y ruego que todo hijoy padre que participe de esta reunióntome la determinación esta noche deservir fielmente al Señor al honrar elsacerdocio y afianzar firmemente sueslabón personal a la cadena del sa-cerdocio que lo unirá a él, a sus an-tepasados y a su posteridad a travésde la eternidad. En el nombre deJesucristo. Amén. �

Mis queridos hermanos delsacerdocio de Dios de todoel mundo, me siento com-

placido de ser contado como uno deustedes. Esta noche quisiera desafiaral sacerdocio de la Iglesia a estarmás dedicados a hacer las cosas queedifican la fe, el carácter y la espiri-tualidad. Esas son las obligacionesrutinarias del sacerdocio que debe-mos hacer cada día, semana, mes,año tras año. La obra de la Iglesiadepende de cosas fundamentales,tales como el pago de diezmos, elcuidado de los deberes familiares ydel sacerdocio, el cuidado del pobrey del necesitado, el orar diariamen-te, el estudio de las Escrituras y lanoche de hogar, la orientación fami-liar, la participación en la actividaddel quórum y el asistir al templo. Siel Presidente de la Iglesia nos llama-ra, estaríamos listos, disponibles ydispuestos a hacer “alguna gran

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cosa”, tal como trabajar en elTemplo de Nauvoo, pero muchos nose sienten tan entusiasmados dehacer algunas de esas cosas básicas.

Todos estamos familiarizados conel relato del Antiguo Testamentosobre Naamán, general del ejércitosirio, quien era leproso. Una jovensierva israelita dijo a la esposa deNaamán que había un profeta enIsrael que podía sanarlo. Naamánfue con sus caballos y su carro a lacasa de Eliseo, el cual envió a unmensajero para decirle: “Vé y lávatesiete veces en el Jordán, y tu carnese te restaurará, y serás limpio”1.

Jovencitos, ¡ustedes ya saben loque es cuando muestran las manos asu madre y ella los mandan a lavárse-las! Pero Naamán no era un jovenci-to. Él era general del ejército sirio yse sintió ofendido de que Eliseo lomandara a lavarse en el Jordán. Porlo tanto, “se fue enojado”2. Uno delos siervos de Naamán, con sabidu-ría, lo reconvino, diciéndole: “si elprofeta te mandara alguna cosa, ¿nolo harías? ¿Cuánto más, diciéndote:Lávate, y serás limpio?”3 Naamán searrepintió y siguió el consejo del pro-feta. La lepra desapareció y “su carnese volvió como la carne de un niño, yquedó limpio”4. En este caso, “algunagran cosa” fue extraordinariamentesencilla y fácil de hacer.

En la historia moderna de la Iglesiatenemos ejemplos de marcados con-trastes en hombres que fueron alta-mente favorecidos por el Señor. Unode ellos, Hyrum Smith, permaneciótotalmente fiel y dedicado, aun hastaal dar su propia vida, mientras que el

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otro, Oliver Cowdery, a pesar dehaber sido testigo de “alguna grancosa” de la historia de laRestauración, se dejó cegar por suambición personal y perdió su lugarexaltado en el liderazgo de la Iglesia.

Oliver Cowdery compartió con elprofeta José Smith muchos de losacontecimientos extraordinarios dela Restauración, como sus propiosbautismos bajo la autoridad de Juanel Bautista, el conferimiento delSacerdocio Aarónico, las maravillo-sas apariciones en el Templo deKirtland y el haber escrito de supuño y letra “todo el Libro deMormón (salvo algunas pocas pági-nas) tal como salía de los labios delprofeta José Smith”5. Nadie, con ex-cepción del profeta José, fue máshonrado con el ministerio de ángelesque Oliver Cowdery.

Pero cuando el profeta José se vioante tiempos difíciles, Oliver lo criti-có y se alejó de él. A pesar de los es-fuerzos que hizo el Profeta paratenderle una mano de amistad, sevolvió hostil contra el Profeta y conla Iglesia, y fue excomulgado el 12de abril de 1838.

Pocos años después de la muertedel Profeta, Oliver se arrepintió yexpresó su deseo de volver a laIglesia. En respuesta, Brigham Youngle escribió el 22 de noviembre de1847, invitándolo a “Regresar a la

casa de nuestro Padre, de la cual tehas alejado, …y a reanudar tu testi-monio de la veracidad del Libro deMormón”6. Oliver compareció anteel quórum de sumos sacerdotes ydijo: “Hermanos, por muchos añoshe estado separado de ustedes yahora deseo regresar. Quiero regre-sar con humildad y ser uno entre us-tedes. No busco ningún puesto; sóloquiero volver a ser contado entre us-tedes. Estoy fuera de la Iglesia; nosoy miembro de ella; deseo volver aser miembro de la Iglesia. Quieroentrar por la puerta; yo sé cual es.No quiero pedir que se haga ningu-na excepción. Vengo con humildady me entrego a la decisión de estegrupo, porque sé que sus decisionesson correctas y deben obedecerse’ ”7.

También dio su testimonio conestas palabras: “Amigos y hermanos:Me llamo Cowdery, Oliver Cowdery.En los principios de la historia de laIglesia yo formaba parte de [uste-des]… Yo… toqué con las manos las planchas de oro de las cuales setradujo [el Libro de Mormón].También tuve en las manos los intér-pretes. Ese libro es verdadero. No loescribió Sidney Rigdon ni lo escribióel señor Spaulding; yo lo escribí amedida que provenía de los labiosdel Profeta”8. A pesar de que regre-só, Oliver perdió su lugar exaltadoen la Iglesia.

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En contraste, el presidente HeberJ. Grant dijo de Hyrum Smith: “Noexiste mejor ejemplo del amor de unhermano mayor que el que se mani-festó en la vida de Hyrum Smithhacia el profeta José Smith… Erantan unidos, afectuosos y cariñososentre sí como lo pudiesen ser hom-bres mortales… Nunca hubo unapartícula de celos en el corazón deHyrum Smith. Ningún hombre mor-tal podría haber sido más leal, másverídico, más fiel en la vida o en lamuerte que Hyrum Smith hacia elprofeta del Dios viviente”9.

Él respondió a toda necesidad ypedido de su hermano menor José,quien guió la Iglesia y recibió las re-velaciones que tenemos en la actua-lidad. Hyrum fue constante día condía, mes con mes, año tras año.

Después de la muerte de su her-mano Alvin, Hyrum terminó deconstruir la casa de armazón blancapara sus padres. Después que Joséhubo recibido las planchas de oro,Hyrum proporcionó la caja de made-ra para guardarlas y protegerlas.Cuando las planchas se hubieron tra-ducido, José confió a Hyrum la copiaimpresa del manuscrito. Hyrum, amenudo acompañado por OliverCowdery, llevaba a diario hojas a laimprenta y pasaba a recogerlas10.

Hyrum trabajaba como agricultory obrero para mantener a su familia,pero después de que la Iglesia se or-ganizó en 1830, aceptó el llama-miento para presidir la RamaColesville. Junto con su esposa ehijos se fue a vivir con la familia deNewell Knight, donde pasó la mayorparte del tiempo “predicando elEvangelio cada vez que encontrabaa quien quisiera escucharle”11. Comobuen misionero, no sólo predicócerca de su casa sino que tambiénfue a la costa este y al sur de losEstados Unidos. En 1831, fue conJohn Murdock a Misuri y predicó alo largo del camino12.

Cuando en 1833 se anunció laconstrucción del Templo deKirtland, Hyrum tomó inmediata-mente su guadaña y limpió de male-zas el predio del templo y comenzó acavar para poner los cimientos. En1834, cuando se organizó el Campo

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de Sión, Hyrum ayudó a LymanWight a reclutar miembros para elcampo y guió a un grupo de santosdesde Michigan a Misuri.

Al ser probado de ese modo en lascosas pequeñas, Hyrum fue llamadocomo Presidente Auxiliar de laIglesia en diciembre de 1834. Prestóservicio bajo la dirección de su her-mano menor, el profeta José.Siempre fue una fuente de fortaleza yconsuelo para su hermano, ya fueraen el servicio de la Iglesia o en la cár-cel de Liberty. Cuando empezaronlas persecuciones y José huyó de lachusma en 1844, Hyrum fue con él.Mientras se encontraban a la orilladel río, pensando si debían regresar,José se volvió a Hyrum y le dijo: “Túeres el mayor, ¿qué hacemos?”.

“Regresemos y entreguémonos yafrontemos lo que sea”13, respondióHyrum.

Regresaron a Nauvoo y fueron lle-vados a Carthage donde murieroncomo mártires, con minutos de dife-rencia el uno del otro. Hyrum habíasido fiel a su responsabilidad, aúnhasta al dar su propia vida. En todorespecto, fue un discípulo delSalvador; pero fueron sus esfuerzoscotidianos los que lo hicieron verda-deramente grande. En cambio,Oliver Cowdery fue grande cuandopalpó las planchas y fue asistido porángeles, pero cuando le fue requeri-do perseverar fielmente ante laspruebas y los desafíos cotidianos,Oliver flaqueó y se alejó de la Iglesia.

No probamos nuestro amor por elSalvador sólo al hacer “alguna grancosa”. Si el Profeta personalmente lespidiera ir a una misión en algún lugarextraño y exótico, ¿irían? Con seguri-dad harían todo lo posible por ir.Pero, ¿qué decimos del pago de diez-mos?, ¿del llevar a cabo la orienta-ción familiar? Demostramos nuestroamor por el Salvador al llevar a cabopequeños actos de fe, devoción ybondad por los demás, los cuales de-finen nuestro carácter. Eso se demos-tró muy bien en la vida del doctorGeorge R. Hill III, que fue AutoridadGeneral y falleció hace pocos meses.

El élder Hill fue una autoridadmundial en el campo del carbón yun renombrado científico. Recibió

varios premios y honores por sus lo-gros científicos. Fue decano delColegio Universitario de Minas yRecursos Minerales y profesor de in-geniería de la Universidad de Utah.Pero como persona, el élder Hill erahumilde, modesto y totalmente de-dicado. Prestó servicio como obispode tres barrios diferentes y comoRepresentante Regional antes de serllamado como Autoridad General.Después de haber sido relevado deAutoridad General, sirvió comoconsejero en un obispado. Su últimollamamiento, cuando ya su salud co-menzaba a decaer, fue como directorde envasados de estaca y miembrodel coro de barrio. Él cumplió esosúltimos llamamientos con la mismadedicación con la que cumplió todoslos demás. Hizo todo lo que se lepidió hacer; no tuvo que ser “algunacosa grande”.

Como dijo un amigo mío una vez:“Cuando sacrificamos nuestros ta-lentos o nuestros honores terrenaleso académicos o nuestro tiempo cadavez más limitado sobre el altar de

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Dios, ese acto de sacrificio une nues-tro corazón al de Él y sentimos quenuestro amor por El aumenta”.

“Cuando prestamos cualquier ser-vicio en el reino, —ya sea enseñan-do una lección… o envasando en laManzana de Bienestar— nos será demucho menos beneficio si sólo lovemos como algo que ‘debemoshacer’… Pero si en cambio imagina-mos que estamos depositando sobreel altar de Dios nuestros talentos ola dedicación de nuestro tiempo,como el asistir a una inoportunareunión de la Iglesia, entonces nues-tro sacrificio se convierte en un actopersonal y de adoración hacia Él”14.

Un relato que compartió con no-sotros nuestro amado compañero, elélder Henry B. Eyring, ilustra aúnmás ese principio de dedicación. Esterelato es acerca de su padre, el grancientífico Henry Eyring, que prestóservicio en el sumo consejo de laEstaca Bonneville. Él era responsablede la granja de la estaca, en la quehabía un campo de cebollas al quedebían mantener desmalezado. En

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NOTAS1. 2 Reyes 5:10.2. 2 Reyes 5:12.3. 2 Reyes 5:13.4. 2 Reyes 5:14.5. Reuben Miller, Journal, 1848–1849,

Family and Church History DepartmentArchives, 21 de octubre de 1848; puntua-ción y ortografía actualizadas.

6. Carta de Brigham Young a OliverCowdery, 22 de noviembre de 1847, citadapor Susan Easton Black en Who’s Who inthe Doctrine & Covenants, 1997, pág. 76.

7. Citado por el presidente Gordon B.Hinckley, véase “Magnifiquemos nuestrollamamiento”, Liahona, julio de 1989,pág. 59

8. Citado por el presidente Gordon B.Hinckley, véase “Magnifiquemos nuestrollamamiento”, Liahona, julio de 1989, pág. 59

9. Heber J. Grant, “Hyrum Smith andHis Distinguished Posterity”, Improvement

esa época, él tenía casi ochenta añosy padecía de un doloroso cáncer dehuesos. Él se asignó a sí mismo latarea de sacar las hierbas aun cuandoel dolor era tan intenso que teníaque echarse boca abajo y arrastrarsecon los codos. El dolor era demasia-do fuerte para permitirle arrodillarse.Pero aún así sonreía, se reía y habla-ba feliz con los demás que habían idoese día a desmalezar el campo de ce-bollas. Ahora voy a citar lo que elélder Eyring dijo al respecto:

“Una vez que el trabajo estuvoterminado y se desmalezaron las ce-bollas, alguien le dijo: ‘Henry, tú nosacaste esas hierbas, ¿verdad? A esasse les roció con químicos hace dosdías, y se hubieran secado de todasformas’.

“Papá no podía contener la risa.Él pensó que era lo más divertido;pensó que lo que le había pasado eraalgo muy chistoso. Todo ese díahabía trabajado sacando las hierbasequivocadas; ésas habían sido rocia-das químicamente y hubieran muer-to de todos modos.

“Yo le pregunté: ‘Papá, ¿cómopuedes reírte de algo así?’…

“Él me dijo algo que nunca olvi-daré: ‘Hal, yo no estaba allí parasacar malezas’ ”15.

Las pequeñas cosas pueden tener

un gran potencial. La televisión, quees una gran bendición para la huma-nidad, fue concebida por un adoles-cente en Idaho mientras hacíasurcos derechos en el campo de supadre con una rastra de discos. Élpensó que podría transmitir líneasrectas desde un aparato de disecciónde imágenes para ser reproducidasen otro16. En ocasiones no vemos elpotencial de hacer cosas que pare-cen insignificantes. Ese muchachode 14 años estaba haciendo un tra-bajo común y corriente cuando esaextraordinaria idea le vino a lamente. Como Nefi dijo una vez: “Yasí vemos que por pequeños mediosel Señor puede realizar grandescosas”17.

Jóvenes, ustedes son una genera-ción escogida para quienes el futuroencierra grandes promesas. El futuropuede requerirles que compitan conotros jóvenes en un mercado mun-dial; necesitan capacitación especial.Es posible que sean elegidos para sercapacitados, no por haber logradoalgo grande o extraordinario, sinoporque obtuvieron el premio ScoutÁguila, el Premio Mi deber a Dios,se graduaron de seminario o sirvie-ron una misión.

En la parábola de los talentos, aquien había aumentado sus talentos

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se le dijo: “Bien, buen siervo y fiel;sobre poco has sido fiel, sobre muchote pondré; entra en el gozo de tuseñor”18. Que todos seamos fieles alhacer las cosas comunes y corrientesque prueban nuestra dignidad, yaque ellas nos guiarán hacia grandescosas y nos harán merecedores deellas. Testifico de ello en el nombrede Jesucristo. Amén. �

Era, agosto de 1918, págs. 854–855.10. Ronald K. Esplin, “Hyrum Smith,

The Mildness of a Lamb, the Integrity ofJob,” Ensign, febrero de 2000, pág. 32.

11. “Newel Knight’s Journal,” de“Scraps of Biography” en Classic Experiencesand Adventures, 1969, pág. 65.

12. Véase D. y C. 52:8–10.13. Véase Hyrum Smith—Patriarch, tal

como se cita en la revista Ensign, febrerode 2000, pág. 36.

14. James S. Jardine, “Consecrationand Learning,” On Becoming a Disciple-Scholar, 1995, pág. 80.

15. Henry B. Eyring, “Waiting upon theLord,” charla fogonera efectuada en laUniversidad de Brigham Young, 30 de septiembre de 1990, págs. 7–8.

16. Historia de Philo Farnsworth, “Dr. X’s Instant Images”, U.S. News &World Report, 17 de agosto de 1998, pág. 44.

17. 1 Nefi 16:29.18. Mateo 25:23.

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El deber nos llamaPresidente Thomas S. MonsonPrimer Consejero de la Primera Presidencia

“Todos tenemos el deber solemne de honrar el sacerdocio yesforzarnos por traer al Señor muchas y valiosas almas”.

Mis queridos hermanos, esuna responsabilidad impo-nente y, al mismo tiempo

un privilegio, cumplir con la asigna-ción de dirigirles la palabra estanoche. El entusiasmo y la expectati-va de la conferencia general, inclui-da la reunión general del sacerdocio,y el participar en ella ya sea perso-nalmente, por satélite o por televi-sión, nos regocija el corazón.

El Señor ha indicado con clari-dad cuáles son nuestras responsabi-lidades y nos ha dado, en la sección107 de Doctrina y Convenios, unmandato solemne: “Por tanto,aprenda todo varón su deber, asícomo a obrar con toda diligencia enel oficio al cual fuere nombrado”1.

A veces, el desempeño de undeber, el cumplimiento de un llama-miento divino o la reacción a unainspiración espiritual no nos intimi-dan. Pero en ocasiones, el cumplirun deber es del todo apabullante, y eso me ocurrió a mí antes de la

conferencia general de abril de 1966.Aunque eso ocurrió hace treinta ycinco años, lo recuerdo vívidamente.

Había recibido la asignación dehablar en una de las sesiones de laconferencia, por lo que preparé y meaprendí de memoria el mensaje titu-lado “Cómo hacer frente a tuGoliat”, el cual se basaba en el rela-to del famoso enfrentamiento entreDavid y Goliat de la antigüedad.

Entonces me llamó por teléfonoel presidente David O. McKay. Laconversación fue más o menos así:“Hermano Monson, le habla el pre-sidente McKay. ¿Cómo se encuentrausted?”.

Respiré profundamente y le con-testé: “Estoy muy bien, Presidente,esperando la conferencia”.

“Por eso le llamo, hermanoMonson. La sesión del sábado por lamañana se retransmitirá el domingocomo el mensaje de Pascua deResurrección al mundo. Yo hablaréde ese tema y quisiera que usted ha-blase también de ese mismo particu-lar en esa importante sesión”.

“Naturalmente, Presidente. Loharé con mucho gusto”.

En aquel instante, comprendí sú-bitamente la magnitud de lo que ha-bíamos hablado, pues de pronto,“Cómo hacer frente a tu Goliat” yano era en realidad apropiado para elmensaje referente a la Resurrección.Vi que tenía que comenzar a prepa-rarme de nuevo y que disponía demuy poco tiempo. En efecto, mi“Goliat” estaba frente a mí.

Aquella noche, despejé la mesade la cocina y puse allí mi máquinade escribir, un paquete de papel decarta y, a mi lado, el leal cesto de los

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papeles para todos los intentos falli-dos del comenzar el discurso y quesuelen ser parte de esa etapa de lapreparación. Comencé hacia lassiete de la tarde y no había escritoni una línea satisfactoria hacia launa de la madrugada. La papeleraestaba llena, y mi mente, vacía.¿Qué iba a hacer? El reloj avanzabay, ¡a toda velocidad! Entonces, medetuve y elevé una oración.

Poco después, recordé de prontola tristeza de mis vecinos Mark yWilma Shumway cuyo hijo menorhabía fallecido hacía poco, y penséQuizá podría dirigir mi mensaje direc-tamente a ellos y, a la vez, a todos losdemás, puesto que, ¿quién no ha perdi-do a un ser querido y llorado esa muer-te? Apenas podía mecanografiar conla rapidez con que los pensamientosacudían a mi mente.

Cuando las primeras luces de laalborada comenzaban a filtrarse porla ventana de la cocina, terminé eldiscurso. Todavía tenía que apren-derlo y luego pronunciarlo almundo. Cuánto me costó en aquellaocasión preparar la asignación de unprofeta. Sin embargo, nuestro PadreCelestial oyó mi oración. Jamás olvi-daré esa experiencia.

Dos importantísimos pasajes de lasEscrituras inundaron mi alma al ter-minar la sesión de la conferencia. Losdos son conocidos para ustedes, her-manos. No tienen fecha de caduci-dad. Primero, de Nefi de antaño: “Iréy haré lo que el Señor ha mandado,porque sé que él nunca da manda-mientos a los hijos de los hombres sinprepararles la vía para que cumplanlo que les ha mandado”2.

El segundo es la promesa que elSeñor mismo hace a ustedes y a míen Doctrina y Convenios: “…iré de-lante de vuestra faz. Estaré a vuestradiestra y a vuestra siniestra, y miEspíritu estará en vuestro corazón, ymis ángeles alrededor de vosotros,para sosteneros”3.

Muchos de los que estamos reuni-dos en esta ocasión poseemos elSacerdocio de Melquisedec, mientrasque otros poseen el SacerdocioAarónico. Todos tenemos el debersolemne de honrar el sacerdocio y es-forzarnos por traer al Señor muchas y

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La caída de agua afuera de una ventana del lado sur del Centro deConferencias sirve de fondo para los visitantes.

valiosas almas. Recordamos que Éldijo: “…el valor de las almas es gran-de a la vista de Dios”4. ¿Estamos haciendo todo lo que debemos?¿Recordamos las palabras del presi-dente John Taylor: “Si no magnificáisvuestros llamamientos, Dios os haráresponsables de aquellos que pudis-teis haber salvado si tan sólo hubie-rais cumplido con vuestro deber”?5.

El deseo de ayudar a otra perso-na, el ir en busca de la oveja perdi-da, no siempre dará frutos deinmediato. A veces, el progreso eslento, incluso imperceptible. Tal fuela experiencia que tuvo mi amigo detantos años, Gill Warner. Hacíapoco que le habían llamado a serobispo cuando Douglas, un miembrode su barrio que servía en el campomisional, transgredió y fue excomul-gado de la Iglesia. El padre se sintiómuy triste y la madre quedó deshe-cha de dolor. Poco después, Douglasse mudó a otro estado. Pasaron mu-chos años, pero el obispo Warner,que para entonces era miembro delsumo consejo, nunca dejó de pensaren qué habría sido de Douglas.

En 1975 asistí a la conferencia dela estaca del hermano Warner y tu-vimos la reunión de líderes del sa-cerdocio temprano el domingo porla mañana. Hablé del sistema disci-plinario de la Iglesia y de la necesi-dad de esforzarnos de todo corazón ycon amor por rescatar a los que sehayan extraviado. Gill Warner pidió

la palabra y nos contó la historia deDouglas. Al terminar, me preguntó amí: “¿Tengo la responsabilidad deayudar a Douglas para que regrese ala Iglesia?”.

Gill me recordó posteriormenteque la respuesta que yo le había dadofue directa y categórica: “Como túfuiste su obispo, pienso que deberíashacer todo lo que pudieses por traer-lo de regreso al redil”.

Sin que Gill Warner lo supiera, lasemana anterior, la madre deDouglas había ayunado y orado paraque alguien ayudase a salvar a suhijo. Gill se enteró de ello cuando,después de la reunión, pensó quedebía llamarla y comunicarle su re-solución de prestar ayuda.

Gill comenzó la odisea de la re-dención de Douglas. Se comunicócon él y recordaron viejos y felicestiempos. Le expresó su testimonio,le comunicó su amor y le inspiróconfianza. Pero todo marchaba muylentamente. El desaliento entrabacon frecuencia en escena, peroDouglas avanzaba paso a paso.Después de un largo tiempo, las ora-ciones fueron contestadas, los es-fuerzos recompensados y se obtuvola victoria: Douglas recibió la apro-bación para ser bautizado.

Se fijó la fecha para el bautismo y,cuando llegó el día, se reunieron losfamiliares, y el ex obispo Gill Warnerviajó hasta la ciudad donde vivíaDouglas y efectuó la ordenanza.

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El obispo Warner, con el amor desu corazón y con su sentido de res-ponsabilidad para con un ex presbí-tero del Sacerdocio Aarónico, delquórum que él había presidido, “em-prendió el rescate”, para que ningu-no se perdiese.

Hay muchos otros, pero yo he co-nocido personalmente a tres obisposque, cuando ejercían su cargo en subarrio, tenían un quórum de presbí-teros de 48 o más jóvenes, o, enotras palabras, un quórum completode presbíteros como se define en lasEscrituras. Esos tres obispos han sidoAlvin R. Dyer, Joseph B. Wirthlin yAlfred B. Smith. ¿Se sintieron ellosagobiados por su tarea? No, en abso-luto. Por sus diligentes esfuerzos ycon la ayuda de padres solícitos y lasbendiciones del Señor, esos obisposguiaron a cada miembro de su res-pectivo quórum de presbíteros —casi sin excepción— a la ordenaciónde élder en el Sacerdocio deMelquisedec, al servicio misional yal matrimonio en el templo delSeñor. El hermano Dyer y el herma-no Smith han fallecido, pero el élderJoseph B. Wirthlin, que es miembrodel Quórum de los Doce Apóstoles,está aquí esta noche con nosotros.Élder Wirthlin, su servicio y lideraz-go para con esos jóvenes, que ya sonmayores, no se olvidarán jamás.

Cuando tenía yo doce años deedad, tuve el privilegio de servir desecretario de mi quórum de diáco-nos. Recuerdo con alegría las mu-chas asignaciones que los miembrosde ese quórum teníamos la oportuni-dad de llevar a cabo, como el servirla sagrada Santa Cena, el reunir lasofrendas de ayuno cada mes y el cui-dar los unos de los otros. Pero laasignación más aterradora para mítuvo lugar en la sesión de liderazgode una conferencia de mi barrio. Elmiembro de la presidencia de estacaque presidía era William F. Perschon,quien llamó a varios oficiales del ba-rrio a dirigir la palabra. Entonces,sin ningún previo aviso, el presiden-te Perschon se puso de pie y dijo:“En seguida, oiremos a Thomas S.Monson, secretario del quórum dediáconos, que nos dará un informe desu servicio y nos dará su testimonio”.

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No recuerdo absolutamente nada delo que dije, pero nunca he olvidadoese episodio.

Hermanos, recuerden la admoni-ción del apóstol Pedro: “…estad siem-pre preparados para presentar defensacon mansedumbre y reverencia antetodo el que os demande razón de laesperanza que hay en vosotros”6.

Durante la Segunda GuerraMundial, siendo yo adolescente, tuveel privilegio de servir como presidentedel quórum de maestros. Se me pidióque aprendiera y que luego aplicase elconsejo de Doctrina y Convenios,sección 107, versículo 86: “y tambiénel deber del presidente del oficio delos maestros es presidir a… [los] ma-estros, y sentarse en concilio conellos, enseñándoles los deberes de suoficio, cual se indican en los conve-nios”. Procuré hacer lo mejor quepude por obedecer ese deber.

En ese quórum había un jovenllamado Fritz Hoerold. Si bien era

El Coro del Tabernáculo Mormón pro

bajo de estatura era alto en valentía.Poco después de haber cumplidoFritz los diecisiete años, se enroló enla Marina de los Estados Unidos ypartió a entrenamiento. Y así se en-contró en un gran acorazado en va-rios y cruentos combates en elPacífico. Su buque sufrió considera-bles estragos y muchos marinos re-sultaron muertos o heridos.

Fritz regresó a casa con licenciadespués de uno de esos combates yfue a nuestro quórum de maestros.El asesor del quórum le invitó a ha-blarnos. ¡Ah!, se veía muy apuestocon su uniforme azul de la Marinacon sus correspondientes galones deguerra. Recuerdo haber pedido aFritz que nos dijese algo que consi-derara de beneficio para nosotros.Con una sonrisa irónica, respondió:“¡Nunca se ofrezcan de voluntariospara nada!”.

Desde aquel tiempo cuando tení-amos diecisiete años, no volví a ver

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porcionó la música durante tres sesion

a Fritz hasta que, hace algunos años,leí en una revista un artículo refe-rente a aquellos combates navales.Me pregunté si Fritz Hoerold viviríatodavía y, si vivía, si residiría en SaltLake City. Por una llamada telefóni-ca, le localicé y le envié la revista. Ély su esposa me expresaron su agra-decimiento. Habiéndome enteradode que Fritz todavía no había sidoordenado élder y de que, por lotanto, nunca había ido al templo, leescribí una carta en la que le instabaa hacerse merecedor de las bendicio-nes del templo. En dos ocasiones nosencontramos por casualidad en res-taurantes. Su querida esposa, Joyce,siempre me decía: “¡Siga animandoa mi esposo!”. Y sus hijas hacían ecoa la petición de su mamá. Yo seguíalentándolo.

Hace sólo unas semanas, vi en lasnotas necrológicas del periódico queJoyce, la esposa de Fritz, había falle-cido. ¡Cuánto deseé haber logrado

es de la conferencia general.

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Tender la mano paraayudar a los demásPresidente Gordon B. Hinckley

“Abramos nuestro corazón, tendamos la mano a los demás ylevantémosles, abramos nuestra billetera, mostremos un amormayor por nuestros semejantes”.

mi proyecto particular de llevar aFritz al templo! Apunté la hora y ellugar del servicio funerario de la her-mana Hoerold, cambié la hora de al-gunos compromisos y fui al funeral.En cuanto me vio, Fritz se dirigió asaludarme. Los dos derramamosunas lágrimas, y me pidió que fueseel último orador.

Cuando me levanté para hablar,miré a Fritz y a su familia y dije:“Fritz, me encuentro aquí hoy en ca-lidad de presidente del quórum demaestros del cual tú yo fuimosmiembros una vez”. Especifiqué queél y su familia podrían quedar unidoscomo familia para siempre mediantelas ordenanzas del templo, ordenan-zas que me comprometí a oficiarcuando llegase el momento.

Para terminar mi mensaje, conte-niendo mis lágrimas de emoción, dijea Fritz, para que oyeran y viesentodos sus familiares y toda la concu-rrencia: “Fritz, mi querido amigo ycompañero de la Marina, tú tienesvalentía, tienes determinación.Estuviste dispuesto a dar la vida portu país en tiempos de peligro. Ahora,Fritz, debes escuchar y seguir la lla-mada del silbato —‘¡Todos a bordo!¡Levar anclas!’—, para tu jornada a laexaltación. Joyce está allá, esperándo-te. Sé que tus queridas hijas y tus nie-tos están orando por ti. Fritz, como tupresidente del quórum de maestrosde hace largo tiempo, me esforzarécon todo mi corazón y con toda mialma por cerciorarme de que no pier-das el barco que te llevará a ti y a tusseres queridos a la gloria celestial”.

Le hice el saludo de la Marina.Fritz se puso de pie y me contestó elsaludo.

Hermanos, que cada uno de noso-tros sea obediente a la máxima:“Cumple tu deber, eso es lo mejor. Lodemás, déjalo al Señor”, ruego, en elnombre de Jesucristo. Amén. �

M

NOTAS1. D. y C. 107:99.2. 1 Nefi 3:7.3. D. y C. 84:88.4. D. y C. 18:10.5. Deseret News Semiweekly, 6 de agosto

de 1878, pág. 1.6. 1 Pedro 3:15.

is queridos hermanos, alcontemplar la gran asam-blea de hombres en este

salón y al reconocer que hay dece-nas de miles más diseminados en elmundo, todos de una mente y uncorazón, y todos portando la autori-dad del sacerdocio del Dios viviente,me siento calmo y humilde. Invocola guía del Espíritu Santo.

Este grupo es único en el mundo;no hay nada como él. Ustedes cons-tituyen las legiones del Señor, hom-bres preparados para la batallacontra el adversario de la verdad,hombres con el deseo de participar y hacer su parte, hombres que lle-van el testimonio de la verdad,hombres que se han sacrificado ydado mucho por esta gran causa.Ruego que el Señor les bendiga, lessostenga y les magnifique. “Vosotros

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sois linaje escogido, real sacerdocio” (1 Pedro 2:9).

Hermanos, seamos dignos del sa-cerdocio que poseemos. Vivamosmás cerca del Señor. Seamos buenosesposos y padres.

Cualquier hombre que sea tiranoen su hogar es indigno del sacerdo-cio; no puede ser instrumento aptoen las manos del Señor cuando nomuestra respeto, ni bondad, niamor hacia la compañera de suelección.

De la misma forma, cualquierhombre que sea un mal ejemplo parasus hijos, que no pueda controlar sutemperamento, o que se involucreen prácticas deshonestas o inmora-les, verá anulado el poder de su sa-cerdocio.

Les recuerdo: “Que los derechosdel sacerdocio están inseparable-mente unidos a los poderes del cielo,y que éstos no pueden ser goberna-dos ni manejados sino conforme alos principios de la rectitud.

“Es cierto que se nos pueden con-ferir; pero cuando intentamos encu-brir nuestros pecados, o satisfacernuestro orgullo, nuestra vana ambi-ción, o ejercer mando, dominio ocompulsión sobre las almas de loshijos de los hombres, en cualquiergrado de injusticia, he aquí, los cie-los se retiran, el Espíritu del Señor esofendido, y cuando se aparta, seacabó el sacerdocio o autoridad detal hombre” (D. y C. 121:36–37).

Hermanos, seamos buenos hom-bres, como esos favorecidos del

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Las agujas del Templo de Salt Lake se levantan detrás de los visitantesque esperan afuera del Centro de Conferencias.

Señor, con una concesión de Su di-vino poder sobre nosotros.

Ahora pasemos a un tema dife-rente, pero relacionado.

En nuestra reunión del sacerdo-cio de abril pasado, anuncié unnuevo programa. Hablé de una grancantidad de misioneros deSudamérica, México y Filipinas,además de otras áreas; ellos respon-den al llamado y sirven con sus her-manos y hermanas de Norteamérica.Desarrollan fuertes testimonios;aprenden una nueva forma de vida.Son altamente eficaces porque ha-blan su idioma natal y conocen lacultura de sus propios países.Disfrutan de una temporada maravi-llosa de trabajo arduo y dedicado.

Luego se les releva para regresar asu hogar. Sus familias viven en la po-breza y muchos de ellos caen en lamisma situación de la que salieron,incapaces de progresar debido a lafalta de destrezas y a la dificultadconsecuente de encontrar buenosempleos.

Les hablé del Fondo Perpetuo parala Emigración, que se estableció en laera pionera de la Iglesia para auxiliara los pobres a venir desde Inglaterra yEuropa. Se estableció un fondo rota-torio desde donde se efectuaban prés-tamos pequeños que hicieron posibleque 30.000 emigraran de sus tierrasnatales y se reunieran en Sión.

Les dije que aplicaríamos elmismo principio y crearíamos lo quese conocería como Fondo Perpetuopara la Educación. Con los fondosque donaría nuestra gente, y no delos fondos de diezmos, se crearía uncapital, de cuyos ingresos se ayudaríaa los jóvenes y a las señoritas a asistira una escuela a fin de reunir los re-quisitos para un mejor empleo. Elloslograrían desarrollar aptitudes queles ayudarían a ganar lo suficientepara cuidar de sus familias y salir delnivel de pobreza que ellos y sus gene-raciones anteriores conocieron.

No teníamos nada en el fondo almomento de la planificación. Pero si-guiendo adelante con fe, estableci-mos una organización, modesta ensus dimensiones, para implantar loque considerábamos necesario. Mecomplace informar que el dinero ha

llegado en decenas de miles de dóla-res, en cientos de miles de dólares,incluso en millones. Ese dinero haprovenido de miembros generosos dela Iglesia que aman al Señor y deseanayudar a los menos afortunados deSu pueblo a progresar en el mundode la economía. Ahora tenemos unasuma considerable; no es todo lo quenecesitamos. Esperamos que esascontribuciones continúen. El tama-ño del capital determinará el númerode los que puedan recibir ayuda.

Hoy, seis meses más tarde, deseodarles un informe de lo que se ha lo-grado. Primero, llamamos al élderJohn K. Carmack, que sirvió tanbien en el Primer Quórum de los

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Setenta y que entró al nivel deSetenta emérito en esta conferencia.Él es un abogado de mucho talento,un hombre de sano juicio en empre-sas, un hombre de grandes aptitudes.Ha sido nombrado como directorejecutivo y, aun cuando está jubila-do de su trabajo como Setenta, darásu tiempo completo para la prosecu-ción de esta empresa.

El élder Richard E. Cook, de losSetenta, que también ha pasado aser Autoridad General Emérita, tra-bajará con él en la administraciónde las finanzas. El élder Cook fueanteriormente Contralor Asistentede la compañía Ford Motor, unhombre con experiencia en finanzas

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mundiales, capacitado ejecutivo yun hombre que ama al Señor y a loshijos del Señor.

Hemos gastado a estos dos her-manos por un lado, y ahora loshemos dado vuelta para gastarlospor el otro lado.

Se han unido al hermano RexAllen, experto en organización y ca-pacitación, y al hermano ChadEvans, que tiene vasta experiencia enprogramas de educación avanzada.

Todos contribuyen su tiempo yhabilidades sin compensación.

El programa está organizado y fun-cionando. Estos hermanos han tenidomucho cuidado para iniciarlo de ma-nera apropiada, con principios guber-nativos sólidos. Hemos restringido lazona en que operará inicialmente,pero se extenderá a medida que ten-gamos los medios para hacerlo.

Esos hermanos se han puesto atrabajar de manera de utilizar las or-ganizaciones existentes de la Iglesia.El programa está basado en el sacer-docio y por eso tendrá éxito.Comienza con los obispos y los presi-dentes de estaca; incluye al SistemaEducativo de la Iglesia, las oficinas deServicios de Empleo y otros que tra-bajarán juntos en un maravilloso es-píritu de cooperación. Se puso enpráctica primeramente en Perú, Chiley México, que son áreas donde haygrandes números de ex misioneros yla necesidad es grande. Los líderes lo-cales se han mostrado entusiastas y sehan comprometido. Los beneficiariosestán aprendiendo principios verda-deros de autosuficiencia. Se ha en-sanchado enormemente su visión delo que pueden lograr. Están seleccio-nando buenas escuelas locales paracapacitarse y utilizan, hasta dondesea posible, sus recursos personales,familiares y otros recursos locales.Sienten aprecio, tienen la voluntad yse sienten profundamente agradeci-dos por la oportunidad que se lesofrece. Permítanme darles dos o tresejemplos.

El primero es el de un joven que sirvió en la Misión BoliviaCochabamba. Vive con su fiel madrey sobrinas en un vecindario pobre.Su pequeño hogar tiene piso de cemento, una sola bombilla de luz,

gotea el techo y la ventana está rota.Él fue un misionero exitoso, y dice:

“La misión fue lo mejor que hehecho en mi vida. Aprendí a serobediente a los mandamientos y aser paciente en mis aflicciones; ade-más, aprendí algo de inglés y a admi-nistrar mejor el dinero, mi tiempo ymis habilidades.

“Luego, al terminar la misión, fuedifícil regresar a casa. Mis compañe-ros norteamericanos regresaron a launiversidad, pero en mi país haymucha pobreza. Es muy difícil obte-ner una educación. Mi madre hacelo que puede, pero no puede ayudar-nos; ha sufrido tanto y yo soy su esperanza.

“Me sentí tan feliz cuando supe delFondo Perpetuo para la Educación. Elprofeta había reconocido nuestros es-fuerzos. Me colmaba el gozo… habíauna posibilidad de que podría estu-diar, ser autosuficiente, tener una fa-milia y ayudar a mi madre.

“Estudiaré contabilidad en unaescuela local donde podré estudiar ytrabajar. Es un curso corto, sólo tresaños y debo seguir trabajando comoconserje, pero no importa. Cuandome gradúe obtendré un trabajo decontabilidad y trataré de estudiarcomercio internacional.

“Ésta es nuestra oportunidad y nopodemos fallar. El Señor confía ennosotros. He leído muchas veces enel Libro de Mormón las palabras queel Señor habló a los profetas, de quesi guardamos los mandamientos,prosperaremos en la tierra. Eso seestá cumpliendo. Estoy tan agradeci-do a Dios por esta gran oportunidadde recibir lo que mis hermanos yhermanas no tienen, por ayudar a mifamilia y por lograr mis metas. Y meentusiasma saber que voy a pagar elpréstamo para que otros sean abun-dantemente bendecidos. Sé que elSeñor me bendecirá al hacerlo”.

¿No es maravilloso eso? Otroejemplo. Se aprobó la solicitud deun joven de la Ciudad de Méxicopara recibir un préstamo de aproxi-madamente mil dólares para asistir auna escuela y convertirse en un me-cánico diesel. Él ha dicho: “Mi pro-mesa es dar lo mejor para sentirmesatisfecho con mis esfuerzos. Sé que

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este programa es valioso e importan-te. Por medio de él estoy tratando delograr el máximo de beneficios parael futuro. Podré servir y ayudar a lospobres y ayudar y aconsejar a losmiembros de mi familia. Agradezcoa mi Padre Celestial este hermoso einspirado programa”.

Hace poco se aprobó otro présta-mo para un joven de la Ciudad deMéxico que sirvió en la MisiónNevada Las Vegas. Desea ser técnicodentista. Su capacitación durará 15meses de dedicada labor y él dice:“Prometo que al finalizar mis estu-dios en la escuela técnica, con laayuda del Fondo Perpetuo para laEducación, pagaré el préstamo paraque otros misioneros puedan disfru-tar de estas bendiciones”.

Y así hemos empezado esta obrade hacer posible que nuestros fieles ycapaces jóvenes y señoritas suban laescala que les asegurará el éxito eco-nómico. Con mayores oportunidadesde mejorar, saldrán del círculo de lapobreza que han conocido por tantotiempo, ellos y los que fueron antesque ellos. Han servido en misiones ycontinuarán sirviendo en la Iglesia yllegarán a ser líderes de esta granobra en sus tierras natales. Pagaránsus diezmos y ofrendas, lo que permi-tirá a la Iglesia expandir su obra através del mundo.

Esperamos que para fin de añotengamos 1.200 en el programa y entres años más calculamos que seránmás de 3.000. Las oportunidadesestán allí; la necesidad es urgente.En algunos casos podemos fallar;pero la gran mayoría desempeñará latarea como esperamos, tanto los jó-venes como las señoritas.

Nuestro único límite será la canti-dad que tengamos en el fondo.Nuevamente invitamos a todos losque deseen participar, a que haganuna contribución, grande o pequeña.Podremos entonces extender estagran obra que hará posible paraaquellos que tengan fe y una habili-dad latente, elevarse sobre la inde-pendencia económica como fielesmiembros de La Iglesia de Jesucristode los Santos de los Últimos Días.

¿Pueden entender el significado dela tremenda obra de esta Iglesia?

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Arriba, a la izquierda: El presidente Gordon B. Hinckley saluda a los élderes Henry B. Eyring (izquierda), Jeffrey R. Holland y Robert D. Hales, del Quórum de los Doce Apóstoles.

Arriba, a la derecha: El presidente Hinckley ante el púlpito durante una de las sesiones de la conferencia. Arriba: El presidente Hinckley saluda a la congregación.

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Presidente James E. FaustSegundo Consejero

Presidente Thomas S. MonsonPrimer Consejero

Presidente Gordon B. Hinckley

Boyd K. Packer L. Tom Perry David B. Haight Neal A. Maxwell Russell M. Nelson Dallin H. Oaks

Jeffrey R. Holland Henry B. EyringRobert D. HalesRichard G. ScottJoseph B. WirthlinM. Russell Ballard

LA PRESIDENCIA DE LOS SETENTA

EL QUÓRUM DE LOS DOCE APÓSTOLES

LA PRIMERA PRESIDENCIA

Autoridades Generales de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días

Ben B. Banks Charles Didier Cecil O. Samuelson Jr.

Earl C. Tingey D. Todd Christofferson Dennis B.Neuenschwander

David E. Sorensen

Octubre 2001

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Ronald A. Rasband

Angel Abrea Carlos H. Amado Neil L. Andersen Merrill J. Bateman William R. Bradford Monte J. Brough

L. Whitney Clayton Gary J. Coleman Spencer J. Condie Gene R. Cook Quentin L. Cook Claudio R. M. Costa

Christoffel Golden Jr. Walter F. González John H. Groberg Bruce C. Hafen Donald L. Hallstrom F. Melvin Hammond

Harold G. Hillam F. Burton Howard Jay E. Jensen Marlin K. Jensen Kenneth Johnson W. Rolfe Kerr

Cree-L Kofford John M. Madsen Richard J. Maynes Lynn A. Mickelsen Glenn L. Pace Carl B. Pratt

Lynn G. Robbins Steven E. Snow Dieter F. Uchtdorf

Richard C. EdgleyPrimer Consejero

H. David BurtonObispo Presidente

Keith B. McMullin Segundo Consejero

Francisco J. Viñas Lance B. Wickman W. Craig Zwick

Sheldon F. Child

Robert K. Dellenbach

Yoshihiko Kikuchi

EL OBISPADO PRESIDENTE

EL PRIMER QUÓRUM DE LOS SETENTA EL SEGUNDO QUÓRUM DE LOS SETENTA

John B. Dickson

Richard D. Allred Athos M. Amorim E. Ray Bateman L. Edward Brown Douglas L. Callister Val R. Christensen

Keith Crockett Adhemar Damiani Duane B. Gerrard H. Aldridge Gillespie Ronald T. Halverson Keith K. Hilbig

Earl M. Monson Merrill C. Oaks Robert C. Oaks Robert F. Orton Stephen B. Oveson Wayne S. Peterson

Bruce D. Porter H. Bryan Richards Ned B. Roueché R. Conrad Schultz Dennis E. Simmons Robert R. Steuer

H. Bruce Stucki Jerald L. Taylor D. Lee Tobler Gordon T. Watts Stephen A. West Robert J. Whetten

Richard H. Winkel

Dale E. Miller

David R. Stone

Robert S. Wood H. Ross Workman

Darwin B. Christenson

J. Kent Jolley

Donald L. Staheli

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Una mujer y un niño contemplan la estatua el Christus en el recién reconstruido Centro de Visitantes Norte de la Manzana del Templo.

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La luz del sol se filtra en uno de los vestíbulos del Centro de Conferencias.

Permítanme describirles este panora-ma: Un par de misioneros golpea a lapuerta de un pequeño hogar en algu-na parte de Perú. Una mujer contes-ta, no entiende bien lo que deseanlos misioneros, pero los invita a pasar;entonces, se ponen de acuerdo paravolver cuando el esposo y los otrosmiembros de la familia estén allí.

Los misioneros enseñan a la fa-milia y, al sentir el Espíritu, losmiembros de la familia respondenal mensaje de verdad eterna y sebautizan.

La familia es activa en la Iglesia,paga un diezmo fiel pero pequeño ytiene un hijo o una hija de unos 18años. Al debido tiempo, ese hijo oesa hija recibe el llamamiento para ira una misión. La familia hace todolo posible por mantenerlo o mante-nerla en la misión y la diferencia seobtiene del fondo misional, que salede las contribuciones de los Santos.

El hijo o la hija trabaja con uncompañero o compañera de losEstados Unidos o Canadá; aprendeinglés mientras su compañero(a) me-jora rápidamente su español. Trabajanjuntos con amor y aprecio y respeto eluno por el otro, ambos representantesde dos grandes culturas diferentes.

Al final de la misión, el (la) norte-americano(a) regresa a casa y asiste ala escuela. El (la) peruano(a) regresaa casa con la única esperanza de en-contrar un trabajo de escasa impor-tancia. El salario es tan pequeño. Elfuturo es sombrío y él o ella no tienelas habilidades necesarias para pro-gresar y salir de ese trabajo. Entoncesllega ese rayo brillante de esperanza.Bien, hermanos, ustedes entiendenla situación, no tengo que entrar enmás detalles. El camino por delanteestá claro, la necesidad es tremenday el Señor ha mostrado el camino.

El élder Carmack encontró hacepoco un viejo libro de contabilidad,y me lo trajo. Descubrimos que en1903 se estableció un pequeñofondo para ayudar a los que aspira-ban ser maestros de escuela a fin deque reunieran los requisitos paratener mayores oportunidades pormedio de pequeños préstamos a me-dida que asistían a la escuela.

Eso continuó durante 30 años

hasta que se canceló durante laDepresión.

Me sorprendieron algunos de losnombres que estaban en ese viejolibro de contabilidad. Dos llegaron aser rectores de universidades. Otrosllegaron a ser bien conocidos y res-petados educadores. El libro de con-tabilidad mostraba pagos deintereses de 10 dólares, de 25 dóla-res, de 3,10 dólares y cosas así. Unode los beneficiarios de ese programallegó a ser obispo, luego presidentede estaca, luego apóstol y finalmenteconsejero de la Primera Presidencia.

Hermanos, tenemos que cuidarnosel uno al otro en forma más diligente.Tenemos que hacer un poco más deesfuerzo por ayudar a los que están enel fondo de la escala económica.Tenemos que dar aliento y extenderuna mano de ayuda a los hombres ylas mujeres de fe, de integridad y dehabilidad, que pueden subir esa escalacon un poco de ayuda.

Ese principio se aplica no sólo enreferencia a nuestra presente empre-sa en este fondo, sino en una formamás general. Abramos nuestro cora-zón, tendamos la mano a los demás ylevantémosles, abramos nuestra bi-lletera, mostremos un amor mayorpor nuestros semejantes.

El Señor nos ha bendecido enforma tan abundante y las necesida-des son tan grandes. Él ha dicho:“…en cuanto lo hicisteis a uno deestos mis hermanos más pequeños, amí lo hicisteis” (Mateo 25:40).

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Leo del libro de los Hechos:“Y era traído un hombre cojo de

nacimiento, a quien ponían cada díaa la puerta del templo que se llamala Hermosa, para que pidiese limos-na de los que entraban en el templo.

“Este, cuando vio a Pedro y aJuan que iban a entrar en el templo,les rogaba que le diesen limosna.

“Pedro, con Juan, fijando en él losojos, le dijo: Míranos.

“Entonces él les estuvo atento,esperando recibir de ellos algo.

“Mas Pedro dijo: No tengo platani oro, pero lo que tengo te doy; enel nombre de Jesucristo de Nazaret,levántate y anda.

“Y tomándole por la mano dere-cha le levantó; y al momento se leafirmaron los pies y tobillos;

“y saltando, se puso de pie y an-duvo; y entró con ellos en el templo,andando, y saltando, y alabando aDios” (Hechos 3:2–8).

Ahora bien, noten que Pedro lotomó por la mano derecha y lo le-vantó.

Pedro tuvo que tender su manopara levantar al hombre cojo.Nosotros también debemos tender lamano.

Que Dios los bendiga mis queri-dos hermanos, jóvenes y mayores.Mantengan la fe. Ministren conamor. Críen a sus familias en el ca-mino del Señor. “Acude a Dios paraque vivas” (Alma 37:47).

Lo ruego en el nombre deJesucristo. Amén. �

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Ahora es el momentoPresidente Thomas S. MonsonPrimer Consejero de la Primera Presidencia

“Que vivamos de manera tal que, cuando escuchemos la llamadafinal, no tengamos serios remordimientos ni asuntos pendientes”.

Sesión del domingo por la mañana7 de octubre de 2001

Al estar frente a ustedes estamañana, mis pensamientosse remontan al tiempo de

mi juventud, cuando en la EscuelaDominical cantábamos a menudo elhermoso himno:

Bienvenido, día santo; hoy podemos descansar. Bienvenida tu aurora; es el día de orar 1.

Este día de reposo ruego contarcon su fe y oraciones mientras res-pondo a la invitación de dirigirme austedes.

Todos nos hemos visto profunda-mente afectados por los trágicosacontecimientos de ese día funesto,el 11 de septiembre de 2001.Súbitamente, y sin advertencia, unadestrucción devastadora sembrómuerte a su paso, acabando con la

vida de un enorme número de hom-bres, mujeres y niños. Desvanecidosquedaron los planes bien preparadospara futuros agradables, quedandoasí en su lugar lágrimas de pesar yllanto de dolor de almas heridas.

Innumerables han sido los infor-mes que hemos escuchado durantelas últimas tres semanas y media dequienes fueron afectados de algunamanera —ya sea directa o indirecta-mente— por los acontecimientos deese día. Me gustaría compartir con us-tedes los comentarios de un miembrode la Iglesia, Rebecca Sindar, que seencontraba en un vuelo de Salt LakeCity a Dallas, la mañana del martes,11 de septiembre. El vuelo fue inte-rrumpido, como todos los vuelos quese encontraban en el aire en el mo-mento de las tragedias, y el avión ate-rrizó en Amarillo, Texas. La hermanaSindar informó: “Todos bajamos delavión, buscamos los televisores del ae-ropuerto y nos agrupamos frente aellos para ver la transmisión de lo quehabía ocurrido. La gente formó filaspara llamar a seres queridos y asegu-rarles que estaban a salvo en tierra.Siempre recordaré los más o menosdoce misioneros que iban camino a sucampo misional en nuestro vuelo.Ellos hicieron llamadas telefónicas ydespués los vimos agruparse en uncírculo en un rincón del aeropuerto yarrodillarse juntos en oración. ¡Cómohubiera deseado preservar ese mo-mento para compartirlo con las ma-dres y los padres de esos maravillososjóvenes que sintieron la necesidad deorar inmediatamente”.

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Mis hermanos y hermanas, alfinal, la muerte llega a toda la hu-manidad; llega a los ancianos quecaminan con paso trémulo; su lla-mado lo escuchan los que apenashan llegado a alcanzar la mitad de lajornada de la vida, y muchas vecesacalla la risa de los niños. La muertees un hecho del que nadie puede es-capar ni negar.

Con frecuencia, la muerte llegacomo una intrusa; es una enemigaque aparece súbitamente en mediode las festividades de la vida, extin-guiendo las luces y la algarabía. Lamuerte pone su pesada mano sobrenuestros seres queridos y, a veces,suele dejarnos confusos y extraña-dos. En otras ocasiones, como cuan-do se trata de prolongadossufrimientos y enfermedades, llegacomo un ángel de misericordia. Perocasi siempre, la consideramos comola enemiga de la felicidad humana.

Las tinieblas de la muerte siemprese pueden disipar por medio de la luzde la verdad revelada. “Yo soy la resu-rrección y la vida”, dijo el Maestro,“el que cree en mí, aunque esté muer-to vivirá. Y todo aquel que vive y creeen mí, no morirá eternamente”2.

Esa seguridad —sí, incluso estasagrada confirmación— de que hayvida más allá de la tumba, bien po-dría proporcionar la paz que elSeñor prometió cuando les aseguró aSus discípulos: “La paz os dejo, mipaz os doy; yo no os la doy como elmundo la da. No se turbe vuestrocorazón, ni tenga miedo”3.

De las tinieblas y el horror delCalvario se oyó la voz del Corderoque decía: “Padre, en tus manos en-comiendo mi espíritu”4. Y las tinie-blas se dispersaron, porque Él estabacon Su Padre. Había venido de Diosy a Él había vuelto. Por tanto, aque-llos que andan con Dios en este pe-regrinaje terrenal saben, por benditaexperiencia, que Él no abandona aSus hijos que confían en Él. En lanoche de muerte, Su presencia será“más clara que la luz y más seguraque un camino conocido”5.

Saulo, en camino a Damasco,tuvo una visión del Cristo resucitadoy exaltado. Después, ya como Pablo,defensor de la verdad e intrépido

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misionero al servicio del Maestro,dio testimonio del Señor resucitadoal declarar a los santos de Corinto:“Cristo murió por nuestros pecados,conforme a las Escrituras

“…que fue sepultado y que resu-citó al tercer día, conforme a lasEscrituras;

“…apareció a Cefas, y después alos doce.

“Después apareció a más de qui-nientos hermanos a la vez…

“Después apareció a Jacobo; des-pués a todos los apóstoles;

“y al último de todos… me apare-ció a mí”6.

En nuestra dispensación, el profe-ta José Smith dio valerosamente esemismo testimonio, cuando él ySidney Rigdon testificaron: “Y ahora,después de los muchos testimoniosque se han dado de él, éste es el testi-monio, el último de todos, que noso-tros damos de él: ¡Que vive!

“Porque lo vimos, sí, a la diestrade Dios; y oímos la voz testificar queél es el Unigénito del Padre;

“que por él, por medio de él y deél los mundos son y fueron creados,y sus habitantes son engendradoshijos e hijas para Dios”7.

Ése es el conocimiento que sos-tiene; ésa es la verdad que consuela;ésa es la seguridad que saca de las ti-nieblas a la luz a aquellos que se en-cuentran doblados por el dolor. Estáa disposición de todos.

¡Cuán frágil es la vida y cuán ine-vitable es la muerte! No sabemoscuándo se nos pedirá que dejemosesta existencia mortal, de maneraque pregunto: “¿Qué estamos ha-ciendo con el presente? Si vivimossólo para el mañana, hoy tendremosmuchos ayeres vacíos. ¿Hemos dichoalguna vez: “He estado pensando encambiar el rumbo de mi vida; voy aempezar desde mañana”? Con esaforma de pensar, el mañana es parasiempre. Esos mañanas muy pocasveces llegan a menos que hagamosalgo al respecto. Como enseña el co-nocido himno:

Por donde quiera se nos da oportu-nidad de servir y amor brindar.

No la dejes pasar; ya debes actuar.Haz algo sin demorar8.

Hagámonos la pregunta: “¿En elmundo he hecho hoy bien? ¿Acasohe hecho hoy algún favor o bien?”¡Qué gran fórmula para la felicidad!¡Qué receta para obtener satisfac-ción y paz interior: el haber inspira-do gratitud en otro ser humano!

Las oportunidades de dar de noso-tros mismos son en verdad ilimitadas,pero a la vez son perecederas. Haycorazones que alegrar; palabras bon-dadosas que decir; regalos que dar;obras que hacer; almas que salvar.

Al recordar que “cuando os ha-lláis al servicio de vuestros semejan-tes, sólo estáis al servicio de vuestroDios”9, no nos encontraremos en lanada envidiable situación del fantas-ma de Jacob Marley, que habló conEbenezer Scrooge en la inmortalobra de Dickens, “Un cuento deNavidad” [A Christmas Carol].Marley hablaba con tristeza de lasoportunidades perdidas. Él dice: “Nosabía que cualquier espíritu cristianoque se esfuerza con bondad en su

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pequeña esfera de acción, sea cualfuere, hallará que su vida mortal esdemasiado corta para utilizar todoslos medios que tiene de brindar ser-vicio. No sabía que todos los remor-dimientos del mundo no puedendevolver las oportunidades perdidasen la vida. ¡Así como me sucedió amí! ¡Oh sí, como me sucedió a mí!”

Marley agregó: “¿Por qué anduveentre las muchedumbres de mis se-mejantes con los ojos bajos y nuncahice nada para elevarlos a esa bendi-ta estrella que guió a los reyes magoshasta un pobre pesebre? ¿Acaso nohabía casas pobres a las cuales su luzme hubiese llevado?”

Afortunadamente, como sabemos,Ebenezer Scrooge cambió su vidapara mejorar. Me encantan sus pala-bras: “¡No soy el hombre que fui!10”

¿Por qué es tan popular el relato,“Un cuento de Navidad”? ¿Por qué essiempre nuevo? Personalmente, creoque es inspirado por Dios; saca a relu-cir lo mejor de la naturaleza humana;

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brinda esperanza; infunde la motiva-ción para cambiar. Podemos apartar-nos de los senderos que nos llevanhacia abajo y, con una canción en elcorazón, seguir una estrella y caminarhacia la luz. Podemos acelerar el paso,armarnos de valor y deleitarnos en laluz de la verdad. Podemos escucharmás claramente la risa de los niños;enjugar las lágrimas de los que lloran;consolar a los moribundos con la pro-mesa de la vida eterna. Si levantamoslas manos caídas, si llevamos paz a unalma atormentada, si damos como lohizo el Maestro, podemos —al mos-trar el camino— convertirnos en laestrella guiadora para algún marineroperdido.

Por ser la vida frágil y la muerteinevitable, debemos aprovecharcada día al máximo.

Existen muchas formas en lascuales podemos hacer mal uso denuestras oportunidades. Hace algúntiempo, leí una tierna historia queescribió Louise Dickinson Rich, queilustra claramente esa verdad. Ellaescribió:

“Mi abuela tenía una enemiga, laseñora Wilcox. De recién casadas, laabuela y la señora Wilcox se mudarona casas contiguas de la calle principaldel pequeño pueblo en el que habríande vivir el resto de sus vidas. No séqué fue lo que empezó la guerra entre

ellas, ni pienso que para cuando yonací, más de treinta años después,ellas tampoco se acordaran. No setrataba de una contienda cortés, sinoque era una guerra declarada.

“Nada en el pueblo escapó las re-percusiones. La vieja iglesia, con sus300 años, que había sobrevivido laRevolución, la Guerra Civil y laGuerra Hispano norteamericana,casi se derrumbó cuando la abuela yla señora Wilcox se enfrentaron enla Batalla de la Sociedad de Damasde Caridad. La abuela ganó la pelea,pero fue una victoria superficial. Laseñora Wilcox, al no poder ser presi-denta, renunció enojada. ¿De quévale estar al mando de algo si es im-posible hacerle morder el polvo aloponente? La señora Wilcox ganó laBatalla de la Biblioteca Pública al lo-grar que su sobrina Gertrude fueranombrada bibliotecaria en lugar dela tía Phyllis. El día en que Gertrudese hizo cargo, la abuela dejó de leerlibros de la biblioteca. De la noche ala mañana, éstos se convirtieron en“cosas inmundas y llenas de gérme-nes”. La Batalla de la EscuelaSecundaria resultó en un empate. Eldirector consiguió un puesto mejor yse fue antes de que la señora Wilcoxlograra hacer que lo despidieran ode que la abuela hiciera que el pues-to de él fuese vitalicio.

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“De niños, cuando visitábamos ala abuela, parte de la diversión erahacerle muecas a los nietos de laseñora Wilcox. Un día memorable,pusimos una culebra en el barrildonde ella juntaba agua de lluvia.Mi abuela dio muestras de que de-saprobaba, pero nosotros podíamossentir que secretamente estaba deacuerdo.

“No piensen ni por un segundoque ésa era una campaña unilateral.La señora Wilcox también tenía nie-tos, y la abuela no escapaba de sustravesuras. Nunca se pasaba un díade lavado, que estuviera airoso, sinque misteriosamente se rompieranlos tendederos, haciendo que la ropacayera al suelo.

“No sé cómo hubiera podido laabuela sobrellevar sus dificultades portanto tiempo, si no hubiera sido por lapágina del hogar del periódico deBoston. Esa página del hogar era todauna creación. Además de los habitua-les consejos culinarios y de limpieza,tenía una sección en la que los lecto-res se escribían cartas unos a otros. Laidea era que si alguien tenía un pro-blema —o sencillamente quería desa-hogarse— escribía una carta alperiódico, firmando con un nombreoriginal, como ‘Arbórea’. Ése era elseudónimo de la abuela. Entonces, al-gunas otras de las damas que tenían elmismo problema escribían y le decíanlo que habían hecho en un caso así,firmando ellas ‘La sabelotodo’, ‘LaMedusa’, o cualquier otro nombre.“Con frecuencia, después de solucio-nar el problema, se seguían escribien-do por años unas a otras a través de lacolumna del periódico, para hablar delos hijos, de los envasados y de losnuevos muebles del comedor. Eso leocurrió a la abuela. Ella y una señorade seudónimo ‘La Gaviota’ mantuvie-ron correspondencia por casi un cuar-to de siglo. ‘La Gaviota’ era la mejoramiga de la abuela.

“Cuando yo tenía más o menosdieciséis años, la señora Wilcox falle-ció. En un pueblo pequeño, no impor-ta cuánto hayas odiado a tu vecina, locorrecto es ir a su casa para ver dequé modo le puedes brindar servicio alos deudos. La abuela, impecable consu delantal de percal para demostrar

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El Libro de Mormón:Otro Testamento deJesucristoPresidente Boyd K. Packer Presidente en Funciones del Quórum de los Doce Apóstoles

“El Libro de Mormón: Otro Testamento de Jesucristo tiene el podernutritivo de sanar los espíritus hambrientos que haya en la tierra”.

que tenía en verdad la intención deayudar en lo que fuera, cruzó el jardínhasta la casa de los Wilcox donde lashijas de éstos le pidieron limpiar la in-maculada sala para el funeral. Allí, enla mesa de la sala, en el lugar dehonor, estaba un enorme libro de re-cuerdos; en él, pegadas cuidadosa-mente en columnas paralelas estabanlas cartas que a lo largo de los años laabuela había escrito a ‘La Gaviota’ ylas de ésta a ella. Sin que ninguna losupiera, la peor enemiga de la abuelahabía sido su mejor amiga. Que yo re-cuerde, esa fue la única vez que vi llo-rar a la abuela. En ese momento yo nosabía exactamente por qué lloraba,pero ahora lo sé. Lloraba por todos losaños perdidos que nunca se podríanrecuperar”.

Mis hermanos y hermanas, ruegoque desde hoy en adelante tomemosla determinación de llenar nuestrocorazón de amor. Que vayamos la se-gunda milla con el fin de incluir ennuestra vida a los que se encuentrensolos, tristes o que estén sufriendo dealguna forma. Hagámoslos sentir quees bueno vivir y démosles sostén11.Que vivamos de manera tal que,cuando escuchemos la llamada final,no tengamos serios remordimientosni asuntos pendientes; sino que, encambio, podamos decir con el após-tol Pablo: “He peleado la buena ba-talla, he acabado la carrera, heguardado la fe”12. En el nombre deJesucristo. Amén. �

NOTAS1. Himnos, Nº 141 y Himnos de Sión, Nº

136. 2. Juan 11:25–26.3. Juan 14:27.4. Lucas 23:46.5. Minnie Louise Haskins, “The Gate

of the Year”, en Masterpieces of ReligiousVerse, ed. James Dalton Morrison, 1948,pág. 92.

6. 1 Corintios 15:3–8.7. D. y C. 76:22–24.8. Himnos, Nº 141 y Himnos de Sión,

número 136. 9. Mosíah 2:17.10. En Works of Charles Dickens, 1982,

págs. 543, 581.11. Himnos, Nº 141.12. 2 Timoteo 4:7.

Tengo en la mano un ejemplarde la primera edición del Librode Mormón, impresa en 1830

en una imprenta manual de la compa-ñía de E. B. Grandin, en el pueblo dePalmyra, estado de Nueva York.

En junio de 1829, José Smith, de23 años, fue a ver al señor Grandin,de 23, en compañía de MartinHarris, un granjero del lugar. Hacíatres meses que Grandin había anun-ciado su intención de publicar libros.José Smith llevaba páginas de un do-cumento manuscrito.

Si el contenido del libro no erasuficiente para condenarlo a la os-curidad, el relato de su origen indu-dablemente lo sería. ¡Imaginen!¡Un ángel que dirigió a un joven

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adolescente a un bosque donde en-contró una bóveda de piedra y unjuego de planchas de oro!

Los escritos de las planchas fue-ron traducidos por medio del Urim yTumim, el cual se menciona variasveces en el Antiguo Testamento1 yque los eruditos hebreos describencomo un instrumento “por el que sedaba revelación y se declaraba laverdad”.2

Antes de que se terminara de im-primir el libro, robaron páginas y laspublicaron en un periódico local, ri-diculizando la obra. La oposicióntenía por objeto excitar a la chusmapara que matara al profeta JoséSmith y expulsara a los que le creíanhacia lugares despoblados.

Desde aquel dudoso comienzohasta este día se han impreso108.936.922 ejemplares del Libro deMormón: Otro Testamento deJesucristo. Se ha publicado en sesen-ta y dos idiomas, selecciones delmismo en otros treinta y siete idio-mas y hay otras veintidós traduccio-nes en proceso.

Actualmente, sesenta mil misio-neros regulares, en ciento sesenta ydos países, se pagan sus propios gas-tos y dedican dos años de su vida atestificar que el Libro de Mormón esverdadero.

A través de las generaciones, ellibro ha inspirado a los que lo leen.Herbert Schreiter había leído lo

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siguiente en su traducción al alemándel Libro de Mormón:

“Y cuando recibáis estas cosas,quisiera exhortaros a que preguntéisa Dios el Eterno Padre, en el nombrede Cristo, si no son verdaderas estascosas; y si pedís con un corazón sin-cero, con verdadera intención, te-niendo fe en Cristo, él osmanifestará la verdad de ellas por elpoder del Espíritu Santo;

“y por el poder del Espíritu Santopodréis conocer la verdad de todaslas cosas”3.

Herbert Schreiter puso a pruebala promesa, y se convirtió a LaIglesia de Jesucristo de los Santos delos Últimos Días.

En 1946, liberado como prisione-ro de guerra, retornó a Leipzig,Alemania, junto a su esposa y sustres hijitas. Poco después partiócomo misionero para Bernburg,Alemania. Sin compañero, solo ensu cuarto, con frío y hambre, se pre-guntaba por dónde empezar.

Pensó en algo que tenía para ofre-cer a aquel pueblo devastado por laguerra, escribió a mano un cartel conla pregunta: “¿Habrá vida después dela muerte?” y lo pegó en una pared.

Aproximadamente al mismotiempo llegó a Benburg una familiaproveniente de un pequeño pueblode Polonia.

Manfred Schütze tenía cuatroaños. Su padre había muerto en laguerra. Su madre, los padres y lahermana de ella, también viuda ycon dos niñas pequeñas, se vieronforzados a evacuar el pueblo consólo treinta minutos de aviso.Tomaron lo que pudieron y se enca-minaron hacia el Oeste. Manfred yla mamá tiraban y empujaban un ca-rrito en el que, de vez en cuando,iba el abuelo enfermo. Un oficial po-laco, al ver al patético Manfred, sepuso a llorar.

Al llegar a la frontera, los soldadosles saquearon sus posesiones y les ti-raron al río la ropa de cama; además,allí Manfred y la madre se vieron se-parados del resto de la familia. Lamadre pensó que quizás hubieran idoen busca de familiares a Bernburg,donde había nacido su abuela.Después de pasar semanas de increí-

bles sufrimientos, al fin llegaron aBernburg y encontraron a la familia.

Los siete vivían juntos en una pe-queña habitación. Pero sus proble-mas no habían terminado; la madrede las niñitas murió y la afligidaabuela pidió que llamaran a un pre-dicador y le preguntó: “¿Podré ver amis familiares otra vez?”.

El predicador le contestó: “Mi que-rida señora, la resurrección no existe.¡Los muertos quedan muertos!”.

Para enterrar el cuerpo, lo envol-vieron en un saco de papel.

Al volver del entierro, el abuelohabló de suicidarse todos, como mu-chos otros lo habían hecho. En esemomento vieron el cartel que elélder Schreiter había colocado enun edificio —“¿Habrá vida despuésde la muerte?”—, con una invita-ción de La Iglesia de Jesucristo delos Santos de los Últimos Días.Después, en una reunión, supierondel Libro de Mormón: OtroTestamento de Jesucristo.

El libro explica lo siguiente:• El propósito de la vida terrenal

y de la muerte4.• La seguridad de que hay vida

después de la muerte5.• Lo que sucede al espíritu cuan-

do sale del cuerpo6.• La descripción de la

Resurrección7.• Cómo recibir y retener la remi-

sión de los pecados8.• Qué efecto tendrá en nosotros

la justicia o la misericordia9.• Cuáles son las cosas por las que

debemos orar10.• El sacerdocio11.• Los convenios y las ordenan-

zas12.• La función y el ministerio de

los ángeles13.• La voz suave y apacible de la

revelación personal14.• Y, principalmente, la misión de

Jesucristo15.• Y muchos otros tesoros que

componen la plenitud del Evangeliode Jesucristo.

Todos se convirtieron a la Iglesiay su vida cambió. El abuelo encon-tró un trabajo de panadero y pudoproveer el pan para su familia y tam-bién para el élder Schreiter, que les

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había dado “el pan de vida”16.Después, recibieron ayuda de la

Iglesia desde los Estados Unidos.Manfred creció comiendo granosenfardados en pequeñas bolsas enlas que había una colmena, sabo-reando duraznos de California y ves-tido con ropa de los suministros delbienestar de la Iglesia.

Poco después de haberme dado debaja en la Fuerza Aérea, fui al moli-no de bienestar de Kaysville, Utah,para ayudar a llenar bolsas de trigoque se enviarían a la gente ham-brienta de Europa. Me gusta pensarque una de esas bolsas que yo mismollené haya ido a Manfred Schültze ysu madre; si no, habrá llegado a otrosque tendrían igual necesidad.

El élder Dieter Uchtdorf, que estácon nosotros en el estrado hoy comomiembro de los Setenta, recuerda to-davía el aroma del trigo y la sensa-ción de tener los granos en sus manosde niño. Quizás una de las bolsas queyo llené haya ido a su familia.

Cuando tenía unos diez años,hice el primer intento de leer elLibro de Mormón. La primera partefue fácil por ser similar al lenguajedel Nuevo Testamento; luego lleguéa los escritos de Isaías, del AntiguoTestamento, que no pude entender yme resultaron difíciles de leer. Asíque dejé el libro de lado.

Hice otros intentos de leerlo,pero no lo leí todo hasta que me en-contré en un buque de transportecon otros tripulantes de avionesbombarderos, camino a la guerra delPacífico. Entonces decidí leer elLibro de Mormón y averiguar yomismo si era o no verdadero. Leí yreleí concienzudamente todo el libroy puse a prueba la promesa que con-tiene. Aquella fue una acción quecambió mi vida. Después, nunca lodejé de lado.

Muchos jóvenes han sido mejoresque yo en eso.

Un jovencito de quince años, hijode un presidente de misión, iba auna escuela secundaria donde habíamuy pocos miembros de la Iglesia.

Un día se le dio a la clase un exa-men en el que debían marcar lasrespuestas con “Correcto” e “In-correcto”. Matthew sabía contestar

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todas las preguntas excepto la 15, quedecía: “José Smith, el supuesto profe-ta mormón, escribió el Libro deMormón. ¿Correcto o incorrecto?”.

Como no podía marcar ningunade las dos respuestas, pero era un jo-vencito muy ingenioso, corrigió lapregunta: Tachó la palabra supuestoy reemplazó la palabra escribió contradujo. La frase quedó así: “JoséSmith, el profeta mormón, tradujo elLibro de Mormón”. Lo marcó“Correcto” y lo entregó.

Al día siguiente el maestro, fasti-diado, le preguntó por qué habíacambiado la pregunta; sonriente élcontestó: “Porque José Smith no es-cribió el Libro de Mormón, lotradujo; y no era un supuesto profeta,era Profeta”.

Por eso, le pidieron al jovencitoque explicara a la clase cómo sabíalo que afirmaba17.

En Inglaterra, mi esposa y yo co-nocimos a Dorothy James, viuda deun ministro religioso, que vivía en elpredio de la Catedral de Winchester.Ella nos mostró una Biblia de la fa-milia, que había estado perdida mu-chos años.

Tiempo atrás se habían vendidolas posesiones de un pariente y el

Las misioneras que prestan servicioEvangelio en muchos idiomas.

que las compró había encontrado laBiblia en un escritorio pequeño quehabía permanecido cerrado durantemás de veinte años; había tambiénalgunas cartas firmadas por un niñode nombre Beaumont James. Elcomprador pudo encontrar así a lafamilia James y devolver la Biblia fa-miliar por tanto tiempo perdida.

En la portada, mi esposa leyó lasiguiente nota, escrita a mano: “EstaBiblia ha estado en nuestra familiadesde la época de Thomas James, en1683, que era descendiente directodel Thomas James que era bibliote-cario de la Biblioteca Bodleian deOxford y fue sepultado en la Capillade New College en agosto de 1629.[Firmado] C.T.C. James, 1880”.

Los márgenes y los espacios de laspáginas estaban llenos de anotacio-nes escritas en inglés, latín, griego yhebreo. Una en particular conmovióa mi esposa. Al pie de la portada,decía: “La mejor impresión de laBiblia es que quede bien grabada enel corazón del lector”.

Y seguía esta cita de Corintios:“Nuestras cartas sois vosotros, escri-tas en nuestros corazones, conocidasy leídas por todos los hombres; sien-do manifiesto que sois carta de

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en la Manzana del Templo dan la bien

Cristo expedida por nosotros, escritano con tinta, sino con el Espíritu delDios vivo; no en tablas de piedra,sino en tablas de carne del corazón.2 Corintios 3:2–3”.18

Mi Libro de Mormón tambiéntiene muchas anotaciones en losmárgenes y está profusamente subra-yado. Una vez que estaba en Floridacon el presidente Hinckley, él se vol-vió desde el púlpito y pidió un ejem-plar de las Escrituras; le alcancé elmío; después de hojearlo por unossegundos, me lo devolvió, diciendo:“No puedo leer nada. ¡Lo tienestodo rayado!”

Amós profetizó de “hambre [en]la tierra, no hambre de pan, ni sedde agua, sino de oír la palabra deJehová”.19

En un mundo que es aun más pe-ligroso que el de los pequeñosManfred Schültze y Dieter Uchtdorf,el Libro de Mormón: OtroTestamento de Jesucristo tiene elpoder nutritivo de sanar los espíritushambrientos que haya en la tierra.

Manfred Schültze es ahora miem-bro del Tercer Quórum de Setentasy supervisa nuestros seminarios en eleste de Europa; su madre, que tieneochenta y ocho años, todavía asiste

venida a los visitantes y comparten el

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NOTAS1. Véase Éxodo 28:30; Levítico 8:8;

Números 27:21; Deuteronomio 33:8; 1 Samuel 28:6; Esdras 2:63; Nehemías 7:65.

2. John M’Clintock y James Strong,Cyclopaedia of Biblical, Theological, andEcclesiastical Literature, 1867–1881, “Urimand Thummim”.

3. Moroni 10:4–5.4. Véase 2 Nefi 2:21; 33:9; Alma

12:24; 34:32; 42:4.5. Véase 2 Nefi 9:3–7; Mosíah 16:8;

3 Nefi 11.6. Véase Alma 34:34; 40:11–14, 21.7. Véase 2 Nefi 9:12; 40:23;

Alma 41:2; 3 Nefi 11:1–16.8. Véase Mosíah 4:1–3, 12, 26; Alma

4:14.

9. Véase Alma 34:15–16; 41:14;42:15–16, 22–25.

10. Véase 2 Nefi 4:35; 32:8–9; Enós1:9; Alma 13:28; 34:17–27; 37: 36–37; 3 Nefi 18:19–21; Moroni 7:26.

11. Véase 2 Nefi 6:2; Mosíah 18:18;Alma 6:1; 13; 3 Nefi 11:21; 18:37; Moroni2:2; 3:4.

12. Véase 2 Nefi 11:5; Mosíah 5:5;18:13; Alma 13:8, 16.

13. Véase 2 Nefi 32:2–3; Omni 1:25;Moroni 7:25, 37.

14. Véase 1 Nefi 16:9; 17:44–45; Enós1:10; Alma 32:23; Helamán 5:30; 3 Nefi11:3.

15. Véase 1 Nefi 11:13–33; 2 Nefi2:6–10; Mosíah 3:5–12; Alma 7:7–13; 3 Nefi 27:13–16.

16. Juan 6:35.17. George D. Durrant, “Helping Your

Children Be Missionaries”, Ensign, octubrede 1977, pág. 67.

18. Citado en Donna Smith Packer, On Footings From the Past, The Packers inEngland 1988, pág. 329.

19. Amós 8:11.20. El Libro de Mormón (1830), 105;

véase también 2 Nefi 25:26.

al Templo de Freiberg, dondeHerbert Schreiter fue una vez conse-jero del presidente.

Asistí junto con el élder WalterGonzález, que es uruguayo y nuevomiembro de los Setenta, a una con-ferencia en Moroni, Utah, puebloque lleva un nombre del Libro deMormón. En Moroni no hay médiconi dentista y la gente tiene que ir aotra parte a comprar comestibles,etc. Los jóvenes van en autobús a laescuela de la región, que está delotro lado del valle.

En la reunión había doscientostreinta y seis asistentes. Para que elélder González no pensara que veíasólo sencillos granjeros, dije estafrase de testimonio: “Sé que elEvangelio es verdadero y que Jesús esel Cristo” y pregunté si alguien podíarepetirla en español; varias personaslevantaron la mano. ¿Y había alguienque la repitiera en otro idioma? Larepitieron en los siguientes:

JaponésEspañolAlemánPortuguésRusoChinoTonganoItalianoTagaloHolandésFinlandésMaoríPolacoCoreanoFrancés—————15 idiomas

Lo repito en inglés: Sé que elEvangelio es verdadero y que Jesúses el Cristo.

Amo este Libro de Mormón:Otro Testamento de Jesucristo. Si seestudia, se puede entender tanto elAntiguo Testamento como el NuevoTestamento en la Biblia. Sé que es laverdad.

En esta edición de 1830 del Librode Mormón, impresa por Egbert B.Grandin, de 23 años para JoséSmith, hijo, de 23, leo lo siguiente enla página 105: “Y hablamos de

Cristo, nos regocijamos en Cristo,predicamos de Cristo, profetizamosde Cristo y escribimos según nuestrasprofecías, para que nuestros hijossepan a qué fuente han de acudirpara la remisión de sus pecados”.20

Y eso, les aseguro, es exactamen-te lo que hacemos. En el nombre deJesucristo. Amén. �

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Mantengámonoserguidos Obispo H. David BurtonObispo Presidente

“Jesucristo es nuestro ejemplo perfecto de alguien que siempre seha mantenido erguido. Él es quien personifica la integridad, lafortaleza y la valentía”.

Con frecuencia, un hombresabio ofrec ía este simpleconsejo: “David, mantente

erguido”. Mi padre no esperaba queyo agregara centímetros a mi esta-tura ni que me pusiera de puntillas,sino más bien quería decir que yotenía que ser valiente en mi deci-sión, sin comprometer principios,sin vulnerar valores espirituales ysin echarme atrás ante la responsa-bilidad. Cuando he seguido su con-sejo, la vida ha sido buena. Cuandohe fallado y no me he mantenidoerguido, la vida ha sido general-mente desagradable. Hace pocopregunté a dos de mis nietos meno-res qué significaría para ellos sinuestro Padre Celestial les pidieraque se mantuvieran erguidos. Notéque sin querer uno de ellos se puso

en punta de pie para verse másalto, y pronto contestaron al uníso-no: “Que Él quiere que hagamos loque es correcto”.

De la gran angustia y confusióndel 11 de septiembre han emergidomuchos ejemplos de hombres, muje-res y países que se mantienen ergui-dos. Enemigos y amigos se han unidoante un enemigo común. Hechospoco conocidos de valentía se hanhecho naturales. La respuesta huma-nitaria parece no conocer fronteras.Hombres y mujeres, sin importar razao credo han hecho esfuerzos por ayu-dar a las víctimas y sus familiares. Sehan ofrecido incontables oraciones.Las fuerzas del bien se han mantenidoerguidas en contra de las fuerzas delterror y de la violencia sin sentido.

Se ha dicho que el que se sientasobre una cerca, finalmente se ha debajar de un lado o del otro. Si esta-mos sentados sobre la cerca de lavida, ahora es el momento de lograrla valentía para mantenernos ergui-dos en el lado de la rectitud y evitarlas cadenas del pecado.

La vida, el ministerio y las ense-ñanzas de nuestro SalvadorJesucristo nos proporcionan un mo-delo con el cual realizar una intros-pección. Jesucristo es nuestroejemplo perfecto de alguien quesiempre se ha mantenido erguido. Éles quien personifica la integridad, lafortaleza y la valentía. Me gustaríausar tres ejemplos del ministerio delSalvador.

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Primero, después de Su bautismo,Jesús sintió la inspiración de alejarsey estar en comunión con Su Padre.Decidió no comer por 40 días paraque Su cuerpo mortal se sujetara aSu divino espíritu. En ese débil esta-do, fue visitado por el tentador quele sugirió en repetidas ocasiones queusara Su gran poder para ejecutarproezas extraordinarias. Ante el pe-dido del tentador de que convirtieralas piedras en pan para aliviar Suhambre, el Salvador se mantuvo er-guido al replicar: “Escrito está: Nosólo de pan vivirá el hombre, sinode toda palabra que sale de la bocade Dios” (Mateo 4:4). Ante la suge-rencia de que se lanzara desde unlugar alto para ser salvado por lasmanos de los ángeles, triunfante-mente declaró: “No tentarás alSeñor tu Dios” (Mateo 4:7). Ante laproposición de que el Salvador sepostrara para adorar al diablo acambio de riqueza y esplendor degloria mundana, valientemente re-plicó: “Al Señor tu Dios adorarás, ya él sólo servirás” (Mateo 4:10).

Las formas insidiosas del tentadorcontinúan y no han mermado. Eldeseo de poseer “cosas” ha atraído aalgunos a alejarse de sus principios.La falta de distinción entre las nece-sidades y los deseos ha enturbiado lamente de los hombres. Las familiasestán sedientas del afecto, el, reco-nocimiento y el liderazgo de los pa-dres. Muchos recurren al uso demétodos poco éticos, inmorales y, enocasiones, ilegales para adquirir másy más bienes materiales.

Si se encuentran atrapados en labúsqueda de bienes materiales,ahora es el momento de valiente-mente mantenerse erguidos. Si ado-ran más lo que puede comprar eldinero que lo que valoran el amorde Dios, ahora es el momento demantenerse erguidos. Si han sidobendecidos con abundancia más alláde lo que necesitan, ahora es el mo-mento de mantenerse erguidos ycompartir con los que tienen necesi-dades que no se ven satisfechas.

El segundo ejemplo: En una oca-sión, el Salvador llamó a Sus segui-dores y dijo: “Oíd, y entended: No loque entra en la boca contamina al

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Una familia afuera del Tabernáculo en la Manzana del Templo.

hombre; mas lo que sale de la boca,esto contamina al hombre” (Mateo15:10–11).

Mucha gente toma el nombre deDios en vano como parte de su len-guaje cotidiano. Entre nuestra gentejoven, los términos vulgares y grose-ros parecen acudir con facilidad aldescribir sus sentimientos. Mis jóve-nes amigos, ahora es el momento demantenerse erguidos y eliminar esaspalabras de su vocabulario. Ustedessaben las palabras a las que me refie-ro. Lamentablemente, las escuchanuna y otra vez en sus escuelas, en lamúsica y en los deportes. ¿Se necesi-tará valentía para mantenerse ergui-dos? Por supuesto que sí. ¿Pueden

reunir el valor suficiente? Por su-puesto que pueden. Procuren forta-leza de nuestro Padre Celestial parasobreponerse. El Salvador dijo: “Orasiempre, y derramaré mi Espíritusobre ti, y grande será tu bendición”(D. y C. 19:38). Se ha dicho: “Selogra la mayor altura cuando se estáde rodillas” (“Standing Tall”, New Era, octubre. 2001, pág. 19).La blasfemia y la grosería no exaltan,sino que envilecen. Mi esposa y yohemos asistido a cientos de eventosdeportivos de jóvenes. Muchas vecesescuchamos blasfemias expresadaspor los directores técnicos y porotros adultos que deberían ser mo-delos para los jóvenes. Los adultos

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deberían mantenerse erguidos y eli-minar el lenguaje grosero y profano.

Ustedes han escuchado la frase“Tus acciones hablan tan fuerte queno puedo escuchar tus palabras”.Nuestras acciones realmente dicenmucho sobre nosotros. Debemosmantenernos erguidos al seguir losconsejos de los profetas sobre vestir-nos en forma modesta. “Entra la ropainmodesta se cuentan los ‘shorts’ y lasfaldas sumamente cortos, ropa ajusta-das [entallada al cuerpo], camisas oblusas que no cubren el estómago yotras prendas atrevidas” (Para la for-taleza de la juventud, 09/01). La ropaque es modesta, pulcra y limpia edifi-ca. La ropa inmodesta, degrada. Siexistiera alguna duda, pregúntense austedes mismos: “¿Me sentiría cómo-do o cómoda con mi apariencia si meencontrara en la presencia delSeñor?” (Para la fortaleza de la juven-tud, 09/01). Madres, ustedes puedenser nuestros ejemplos y nuestra con-ciencia en este importante asunto;pero recuerden, la gente joven puededetectar la hipocresía tan fácilmentecomo puede oler el rico aroma de unpan recién horneado. Padres, aconse-jen a sus hijos e hijas a mantenerseerguidos ante la inmodestia.

Tercero, ustedes recordarán queen respuesta a una pregunta sobrequién es nuestro prójimo, hecha porun intérprete de la ley, el Salvadorrelata que cierto hombre que viajabadesde Jerusalén a Jericó cayó enmanos de ladrones que le golpearon,le robaron y dejaron por muerto. Elprimero en pasar por su camino fueun sacerdote que miró para otrolado y pasó de largo. Asimismo, el si-guiente que descubrió la situación sedetuvo a mirar, pero se alejó sinprestar ayuda. El tercero, un samari-tano, curó sus heridas e hizo arreglospara que lo cuidaran. Luego Jesúspreguntó cuál de ellos era el próji-mo. El intérprete de la ley dijo queel que había mostrado misericordia.En respuesta, el Salvador dijo: “Ve, yhaz tú lo mismo” (véase Lucas10:37; véanse los versículos 30–37).

Cuando nos acercamos a nuestrosvecinos, ¿somos conscientes no sólode sus necesidades sino también desus sentimientos? ¿Es nuestro

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“No tengas miedo,porque más son losque están connosotros”Sharon G. LarsenSegunda Consejera de la Presidencia General de las Mujeres Jóvenes

“No estamos solos en esta sagrada responsabilidad de ser padres,de amar a nuestros hijos y dirigirlos. No hay mayor regocijo queeso y merece todo sacrificio”.

vecindario selectivo y confinado sóloa los de nuestra fe, o se incluye atodos sin importar religión, color uotra diferencia que se perciba? ElSalvador no tuvo reservas en cuantoa la definición de prójimo. A vecesnuestro idioma especial en la Iglesiapuede ser malinterpretado y parecerinsensible o incluso condescendientea nuestros vecinos. Como lo sugirió elélder Ballard ayer, yo también mesiento incómodo con el término nomiembro. Cuando nos referimos aotras personas como no miembros,ellos podrían preguntarse si se lesconsidera que no son miembros de lacomunidad, de la ciudad o incluso dela raza humana. Somos rápidos paradecir que mantenemos una relaciónde aceptación e inclusión con nuestroprójimo, pero para algunos, a menudosuena sólo como mera tolerancia. Elamor al prójimo viene sólo después deamarnos a nosotros mismos y a Dios.Mantengámonos erguidos al extenderamor y respeto inequívocos a nuestroprójimo.

Un querido amigo de la familia fa-lleció hace pocos años. Él y su esposadisfrutaban salir juntos en caminataspor las montañas. Una tarde deotoño caminaron varios kilómetrosdesde una empinada montaña hastauna hermosa caída de agua. Mientrasdescendían, varios excursionistas quesubían hicieron la pregunta, “¿Vale lapena?”. La respuesta de nuestrosamigos era siempre afirmativa. Mástarde observaron que el esfuerzovalía la pena sólo si uno disfruta elaire fresco, la belleza alpina, el ejerci-cio y una compañía afectuosa.

Al sentir la intensa presión de lagente que nos rodea y la necesidadde ser aceptados, algunos se puedenpreguntar: “¿Vale la pena el esfuerzode mantenerse erguidos?”. A esa res-puesta yo contesto: “Si la vida eternaes importante para ustedes y deseanexperimentar el gozo real en estavida, entonces, el mantenerse ergui-dos merece la determinación y se re-quiere el incansable esfuerzo diario”.

Que todos podamos mantenernoserguidos en el lado de la rectitud,ruego en el sagrado nombre de nues-tro Señor y Maestro, Jesucristo.Amén. �

Como padres y líderes de la ju-ventud, podría resultarnosfácil perder la fe y retorcernos

las manos de preocupación por ellos ypor el mundo en que están viviendo.

Los sucesos actuales no son nue-vos, pero tampoco carecen de espe-ranza. Cuando Enoc era el profeta,los cielos lloraron por la iniquidaddel mundo (véase Moisés 7:28–37).No cabe la menor duda de que loscielos lloran hoy día.

El profeta Eliseo se vio rodeadopor todo el ejército sirio que iba

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resuelto a matarlo, pero tranquilizóa su preocupado y único compañeroque se sentía alarmado ante el nu-meroso enemigo al decirle que,cuando estamos del lado del Señor,sea cual sea el número o el poderdel mundo, somos la mayor ía.Testifico que las consoladoras pala-bras de Eliseo a su joven amigo si-guen siendo ciertas hoy en día:“…más son los que están con noso-tros que los que están con ellos” (2Reyes 6:16). El Señor rodeará y pro-tegerá a nuestros jóvenes con carrosde fuego, como lo hizo para Eliseo,los cuales consisten en los padres,los abuelos, las tías, los tíos, los ve-cinos, los líderes y los amigos quelos aman y los guiarán.

Los últimos cuatro años he estadosumergida en la obra de las MujeresJóvenes. Al viajar por todo elmundo y conversar con ellas, nosenteramos en cierto grado de sus es-peranzas, sus sueños, sus temores ydesilusiones. Hago eco a las palabrasdel presidente Hinckley: “…ésta esla mejor generación que ha tenido laIglesia” (Church News, 15 de febrerode 1997, pág. 3). En general, estosjóvenes, con valentía y energía, de-fienden el bien y la decencia.

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Una hermana espera a un lado de un pilar de la platea del Centro deConferencias.

Pero aunque son firmes y buenos,nuestros jóvenes necesitan nuestraayuda. Y hay ayuda a la mano: El pro-grama Progreso Personal de las MujeresJóvenes, el Sacerdocio Aarónico:Cumplir nuestro deber a Dios, la Guíapara padres y líderes de la juventud y laedición revisada de Para la fortaleza dela juventud servirán tanto a los padrescomo a los líderes para ayudar a losjóvenes de forma activa y directa apermanecer firmes ante la decadentemoralidad. Nuestros jóvenes quierenmás que tan sólo proveedores de lascosas temporales: anhelan personasque los amen y los guíen.

Una parte muy importante delquererlos es escucharlos. Sé lo quees que a uno le escuchen porque yotuve esa bendición.

Solía ayudar a mi padre en lagranja. No siempre disfrutaba de esafaena, pero cuando llegaba la horadel almuerzo, nos sentábamos a lasombra de los álamos a comer y acharlar. Mi padre no se valía de aque-llos momentos propicios a la ense-ñanza para establecerme reglamentos

ni rectificar mi proceder. Sencilla-mente conversábamos de cualquiercosa y de todo.

Era la ocasión en que podía ha-cerle preguntas. Me sentía tan segu-ra que incluso podía hacerlepreguntas que hubiesen podido irri-tarle. Recuerdo haberle preguntado:“Papá, ¿por qué me avergonzaste de-lante de mis amigos la semana pasa-da cuando me quedé con ellos hastamuy tarde y fuiste a buscarme?”.

La respuesta que me dio reflejaotro aspecto del amor paternal. Nohabía sido su intención ser arbitra-rio; había ciertas normas de conduc-ta que se esperaba yo respetase. Medijo: “Lo tarde que era y que tú nollegaras me preocupó. Lo que másdeseo es que estés sana y salva”. Ycomprendí que su cariño por mí eramás fuerte que sus deseos de dormiry que la inconveniencia de vestirse ysalir a buscarme.

Ya sea en el campo o en cualquierotro lugar y ocasión, en momentoscomo ésos, se estrechan lazos paraotras oportunidades que quizá no

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sean tan ideales ni tan serenas. La re-lación permanece intacta gracias a esainversión de tiempo y trato mutuo, apesar de la estricta doctrina y la co-rrección, o quizás a causa de ello.

El amor es escuchar a los jóvenescuando ellos están listos para hablar,ya sea a medianoche, a las seis de lamadrugada, camino a seminario, o enmedio de ocupaciones y quehaceres.Habrán visto el anuncio de la Iglesiaen la televisión en el que se ve undormitorio a oscuras. Se abre la puer-ta y entra una niñita con un libro de-bajo del brazo; se dirige hacia supadre que está profundamente dor-mido y le pregunta: “Papá, ¿me leesun cuento?”. El padre, sin abrir losojos, dormido, le dice entre dientes:“Queridita, papá tiene mucho sueño;pregúntale a mamá”. La pequeña sedirige a la madre que también duer-me y le pregunta: “Mami, ¿puedepapá leerme un cuento?”. Entoncesel padre despierta del todo y, en lapróxima escena, se ven los tres juntosy al padre leyendo el cuento.

El dar cariño puede manifestarsede modo natural, pero el ser líder esuna técnica cultivada que tal vez notomemos con seriedad suficiente.Guiamos por el ejemplo de la formamás poderosa de todas, y el peso deesa responsabilidad es muy grandetanto para los padres como para loslíderes de los jóvenes.

¿Distinguen nuestros jóvenes, porla forma en que vivimos, en que ha-blamos y oramos que amamos alSeñor? ¿Saben que su PadreCelestial es un Dios de amor por elmodo como se sienten cuando estáncon nosotros? ¿Se sienten ellos segu-ros de que no seremos llevados pordoquiera de todo viento de doctrina,por las estratagemas de la presiónsocial y de la aceptación del mundo?(véase Efesios 4:14).

Si vamos a dirigir con rectitud, nopuede haber asomo de duda con res-pecto a nuestro código de valores.Las pequeñas ambivalencias de nues-tra parte pueden producir grandesincertidumbres en nuestros jóvenes.

A veces me pregunto si nosotras,las madres, no seremos las que hace-mos que nuestros hijos sientan lapresión de ser populares y aceptados.

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El cambiar nuestros deseos a fin deque nuestras normas sean las delSeñor envía un mensaje claro deque en el reino del Señor no hay de-sigualdad de criterios.

Después del discurso que el presi-dente Hinckley dirigió a la juventuden noviembre del año pasado, unajoven comentó a su madre que sulíder de las Mujeres Jóvenes se habíaquitado el segundo par de aretes queantes usaba. Estos observadores jó-venes se fijan en esas cosas: se fijanen cuán cortos son sus shorts y en sihan tenido que ajustar la blusa quellevan puesta; se fijan en la ropa queusan (o que no usan) cuando traba-jan en el jardín; se fijan en la pelícu-la que van a entrar a ver en el cine.

Hemos hecho convenios con elSeñor y el ser líderes suele poner aprueba el nivel de nuestro cometidoa esos convenios.

Una madre joven dijo: “Cuestamuchísimo tiempo y energías ser unabuena madre. Es más fácil dejar quemis hijos se queden dormidos delan-te del televisor mientras recojo lacasa y acostarlos después que leerleslas Escrituras, orar con ellos, leerlescuentos y luego ponerlos en la cama.Pero ellos esperan deseosos ese ritualvespertino y sé que esa inversión, in-cluso cuando estoy demasiado cansa-da, reportará dividendos eternos”. Elser líderes constantes influye ennuestros jóvenes para que tomen de-cisiones acertadas y, a la vez, nuestraconfianza en ellos aumenta.

Recuerdo que cuando tenía yo die-ciséis años oí por casualidad a mimadre hablar con mi padre. Ella esta-ba inquieta por algunas cosas que yoescogía hacer. No es que yo fuese cul-pable de ningún pecado más serio queel de la inmadurez de la juventud,pero mi madre estaba preocupaba. Loque mi padre le dijo me produjo unaenorme impresión: “No te preocu-pes”, le afirmó a mamá, “confío enSharon y sé que ella hará lo correcto”.Aquellas horas en la granja tuvieronsu recompensa en aquel momento.Desde entonces en adelante, mis vínculos se estrecharon con mis amo-rosos padres que confiaban en mí.

Una de las pruebas más grandespara padres y líderes es querer a

quien parece ser una persona odiosa.Eso es difícil, pues pone a pruebatoda nuestra paciencia y capacidadde amar incondicionalmente.Cuando padres desconsolados supli-can pidiendo ayuda, esa ayuda labrindan ángeles que son los tíos, lastías, las abuelas o los abuelos, losbuenos amigos y los líderes que ro-dean a nuestro ser querido. Ellospueden reforzar nuestro mensaje yponer a ese hijo en el camino por elque hemos estado orando.

El amar con prudencia y el dirigircon un objetivo pondrá atajo a la ini-quidad al preparar a la nueva genera-ción para el placer inefable del serpadres. Nunca olvidaremos la alegríade cuando nuestro hijo de doce añossirvió por primera vez la Santa Cena ocuando oímos su voz al pronunciar laoración sacramental. ¿Cómo explicarlo que se siente cuando nuestra hija

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da su testimonio del Salvador o cuan-do la vemos recibir el medallón deReconocimiento a la Mujer Virtuosa?

Vislumbramos un pedacito delcielo cuando estamos en el templocon nuestro hijo o hija arrodilladosante el altar con un compañero ocompañera dignos, preparados paracomenzar juntos una vida de prome-sas y realizaciones que les hemosayudado a cultivar. Ésos son mo-mentos de cosechar lo sembrado.

Termino con mi testimonio de queno estamos solos en esta sagrada res-ponsabilidad de ser padres, de amar anuestros hijos y dirigirlos. No haymayor regocijo que eso y merece todosacrificio, todo minuto inconvenien-te, todo gramo de paciencia, de disci-plina personal y de perseverancia. “SiDios es por nosotros, ¿quién contranosotros?” (Romanos 8:31). En elnombre de Jesucristo. Amén. �

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“Ponga en orden su casa”Élder Russell M. NelsonDel Quórum de los Doce Apóstoles

“Nuestra familia es el foco de nuestra obra y gozo más grandes en esta vida; y también lo será en la eternidad”.

Hace algunos años, cuando lahermana Nelson y yo tenía-mos varias hijas adolescen-

tes, llevamos a la familia devacaciones, lejos de los teléfonos yde los pretendientes. Fuimos en unviaje en balsa por el río Colorado, através del Gran Cañón. Al empezarla jornada, no teníamos la menoridea de lo peligroso que resultaría.

El primer día fue hermoso, pero elsegundo día, al acercarnos a los rápi-dos de Horn Creek y ver la caída enpicada más adelante, me sentí ate-rrorizado. Nuestra querida familia,que flotaba en una balsa de caucho,¡estaba a punto de caer por la cata-rata! Por instinto, coloqué un brazoalrededor de mi esposa y el otro alrededor de mi hija menor. Paraprotegerlas, traté de sostenerlas fir-memente a mi lado, pero al llegar al

precipicio, el ángulo que tomó labalsa me hizo salir disparado al aire,yendo a caer en las aguas turbulen-tas del río. Me fue difícil salir a la su-perficie; cada vez que trataba desalir para tomar aire, me topaba conel fondo de la balsa. Mi familia nome podía ver, pero podía escucharlasgritar: “¡Papá! ¿Dónde está papá?”.

Por fin encontré el lado de labalsa y salí a la superficie. Mi familiaayudó a sacar del agua mi cuerpocasi ahogado. Estábamos agradeci-dos de estar reunidos a salvo.

Los días siguientes fueron agrada-bles y encantadores. Luego llegó elúltimo día, en el que habríamos de irpor la caída de agua Lava Falls, co-nocida como la pendiente más peli-grosa del viaje. Al ver lo que yacíamás adelante, inmediatamente pedíque encalláramos la balsa para efec-tuar un consejo familiar de emergen-cia, conscientes de que si habríamosde sobrevivir esa experiencia, era ne-cesario hacer planes con mucho cui-dado. Dije a mi familia: “No importalo que suceda, la balsa siempre semantendrá a flote; si nos aferramoscon todas nuestras fuerzas a las cuer-das que están aseguradas a la balsa,todo saldrá bien. Aun si la balsa sevolcase, estaremos a salvo si nos afe-rramos fuertemente a las cuerdas”.

Me dirigí a mi hijita de siete añosy dije: “Todos los demás se agarraránfuertemente de una cuerda, pero tú tendrás que agarrarte de papi;siéntate detrás de mí, pon tus brazosa mi alrededor y sujétate fuerte

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mientras yo sostengo la cuerda”.Fue lo que hicimos. Cruzamos

esos empinados y abruptos rápidos—aferrándonos lo más fuerte posi-ble— y todos salimos a salvo1.

LA LECCIÓNHermanos y hermanas, casi perdí

la vida al aprender una lección queahora transmito a ustedes. En la tra-yectoria de la vida, incluso a travésde aguas turbulentas, la reacción na-tural de un padre de aferrarse a suesposa o a sus hijos tal vez no sea lamejor manera de lograr su objetivo.En vez de ello, si él con todo amorse aferra al Salvador y a la barra dehierro del Evangelio, su familiadeseará aferrarse a él y al Salvador.

Esta lección por cierto no se limi-ta a los padres. No obstante el sexo,el estado civil ni la edad, las perso-nas pueden elegir mantenerse direc-tamente unidas al Salvador,aferrarse a la barra de Su verdad ydirigir según la luz de esa verdad. Deese modo, se convierten en ejemplosde rectitud a quienes otras personasquerrán aferrarse.

EL MANDAMIENTOPara el Señor, las familias son

esenciales. Él creó la tierra para quepudiésemos obtener cuerpos físicos yformar familias2.

Él estableció Su Iglesia con el finde exaltar a las familias; Él propor-ciona templos para que las familiaspuedan estar unidas para siempre3.

Naturalmente, Él espera que lospadres presidan a su familia, propor-cionen lo necesario para ella y laprotejan4. Pero el Maestro ha pedidomucho más. En las sagradasEscrituras está grabado el manda-miento “ponga en orden su casa”5.Una vez que como padres entenda-mos el significado y la importanciade ese mandamiento, debemosaprender a llevarlo a cabo.

CÓMO PONER EN ORDEN SU CASAPara poner nuestra casa en un

orden que sea agradable al Señor,debemos hacerlo a Su manera.Debemos emplear Sus atributos de“la justicia, la piedad, la fe, el amor,la paciencia, [y] la mansedumbre”6.

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A pesar de las multitudes reunidas en el Centro de Conferencias, los asistentes escuchan con atención a los discursantes.

Todo padre debe recordar que “nin-gún poder o influencia se puede nise debe mantener en virtud del sa-cerdocio, sino por persuasión, porlonganimidad, benignidad, manse-dumbre y por amor sincero”7.

Los padres deben ser ejemplos vi-vientes de “bondad y… conocimien-to puro, lo cual ennoblecerágrandemente el alma”8. Toda madrey todo padre deben dejar de lado losintereses egoístas y evitar cualquierpensamiento de hipocresía, fuerza fí-sica o murmuraciones9. Los padrespronto se dan cuenta de que cadahijo lleva en su interior el deseo deser libre; toda persona desea abrirsepaso solo; nadie desea estar restrin-gido, incluso por parte de padresbien intencionados. Pero todos po-demos aferrarnos al Señor.

Hace siglos, Job enseñó ese con-cepto cuando dijo: “Mi justiciatengo asida, y no la cederé”10. Nefitambién enseñó: “…quienes escu-charan la palabra de Dios y se afe-rraran a ella, no perecerían…”11.

Esos principios son eternos comoel Evangelio e infinitos como la eter-nidad. Mediten estas amonestacio-nes adicionales de las Escrituras:

De Proverbios, en el AntiguoTestamento, leemos: “Retén el con-sejo, no lo dejes; guárdalo, porqueeso es tu vida”12.

Del Nuevo Testamento: “Her-manos, estad firmes, y retened ladoctrina que habéis aprendido”13.

Del Libro de Mormón, aprende-mos en cuanto a las multitudes queestaban “asidos constantemente a labarra de hierro”14, que representaba“la palabra de Dios”15. Esa barra dehierro, anclada a la verdad, es ina-movible e inmutable.

OTROS MANDATOS DIVINOSLos padres no sólo han de aferrar-

se a la palabra del Señor, sino quetienen el mandato divino de ense-ñarla a sus hijos. La guía de lasEscrituras es bastante clara: “Y ade-más, si hay padres que tengan hijosen Sión… y no les enseñen a com-prender la doctrina del arrepenti-miento, de la fe en Cristo, el Hijodel Dios viviente, del bautismo y deldon del espíritu Santo por la imposi-ción de manos, al llegar a la edad deocho años, el pecado será sobre lacabeza de los padres”16.

Ese mandamiento coloca el deber

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y la responsabilidad de la enseñanzade los hijos estrictamente sobre loshombros de los padres. La Pro-clamación para el Mundo en cuantoa la familia advierte que las personas“que no cumplen con sus responsa-bilidades familiares, que un día de-berán responder ante Dios”17. Hoydía reafirmo con solemnidad esa realidad.

En el desempeño de esos deberes,necesitamos tanto a la Iglesia comoa la familia; ambas trabajan estre-chamente para fortalecerse la una ala otra. La Iglesia existe para exaltara la familia, y la familia es la unidadfundamental de la Iglesia.

Esas interacciones se manifiestanal estudiar sobre los primeros días dela historia de la Iglesia. En 1833, elSeñor reprendió a los jóvenes líderesde Su Iglesia debido a sus deficien-cias como padres. El Señor dijo:“…os he mandado criar a vuestroshijos en la luz y la verdad.

“Mas de cierto te digo…“no has enseñado a tus hijos e

hijas la luz y la verdad, conforme alos mandamientos;…

“Y ahora te doy un mandamien-to… has de poner tu propia casa en

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NOTAS1. Véase Russell M. Nelson y Rebecca

M. Taylor, “Entre amigos”, Liahona, febrerode 1999, págs. 6–7.

2. Véase D. y C. 2:1–3.3. Véase D. y C. 138:47–48.4. Véase 1 Timoteo 5:8.

orden, porque hay en tu casa mu-chas cosas que no son rectas…Ponga en orden su casa primero”18.

Esta revelación representa una delas muchas poderosas validacionesde la integridad del profeta JoséSmith. Él no eliminó de lasEscrituras esas severas palabras dereprimenda, a pesar de que algunasde ellas iban dirigidas a él mismo19.

En nuestros días, la PrimeraPresidencia ha recalcado de nuevo elorden de prioridades de los padres.Cito de una carta que recientementeenviaron a los santos: “Hacemos unllamado a los padres para que dedi-quen sus mejores esfuerzos a la ense-ñanza y crianza de sus hijos conrespecto a los principios delEvangelio, lo que los mantendrácerca de la Iglesia. El hogar es el fun-damento de una vida recta y ningúnotro medio puede ocupar su lugar nicumplir sus funciones esenciales enel cumplimiento de las responsabili-dades que Dios les ha dado”20.

¿QUÉ DEBEN ENSEÑAR LOS PADRES?Teniendo presente este sagrado

mandato, consideremos lo que debe-mos enseñar. En las Escrituras se in-dica que los padres enseñen fe enJesucristo, arrepentimiento, bautis-mo y el don del Espíritu Santo21. Lospadres deben enseñar el plan de sal-vación22 y la importancia de vivir enestricta armonía con los manda-mientos de Dios23. De otro modo,sus hijos ciertamente sufrirán al ig-norar la ley redentora y liberadorade Dios24. Los padres deben tambiénenseñar mediante el ejemplo cómoconsagrar sus vidas: hacer uso de sutiempo, talentos, diezmos y sustan-cia25 para establecer la Iglesia y reinode Dios sobre la tierra26. El vivir deese modo literalmente será una ben-dición para su posteridad. Un pasajede Escritura dice: “…tu deber espara con la iglesia perpetuamente, yesto a causa de tu familia”27.

OPOSICIÓN A LA FAMILIATanto padres como hijos deben

tener presente que siempre habráuna fuerte oposición a la obra y lavoluntad del Señor28. Debido a quela obra (y la gloria) de Dios es llevar

a cabo nuestra inmortalidad y vidaeterna como familia29, es lógico quela obra del adversario ataque direc-tamente el corazón del hogar, o seala familia. Lucifer ataca implacable-mente la santidad de la vida y elgozo de la paternidad.

Debido a que el maligno siempreestá obrando maquinaciones, no de-bemos bajar la guardia, ni siquierapor un momento. Una invitaciónaparentemente pequeña e inocentese puede convertir en una enormetentación que puede llevar a unatrágica transgresión. Día y noche, encasa o lejos de ella, debemos evitarel pecado y “[retener] lo bueno”30.

Las maldades sediciosas de la por-nografía, del aborto y de la adiccióna sustancias nocivas actúan comotermes que van socavando el ci-miento moral de un hogar feliz y deuna familia fiel. No podemos ceder aninguna clase de iniquidad sin poneren riesgo a nuestras familias.

Satanás desea que seamos misera-bles como él31. Él despierta nuestrosapetitos carnales, nos tienta a viviren la obscuridad espiritual y a dudarde la realidad de la vida después dela muerte. El apóstol Pablo dijo: “Sien esta vida solamente esperamos enCristo, somos los más dignos de con-miseración de todos los hombres”32.

LA PERPETUACIÓN DE LASBENDICIONES FAMILIARES

Sin embargo, el conocimiento delgran plan de felicidad de Dios forta-lece nuestra fe en el futuro. Su planproporciona respuestas a preguntaseternas: ¿Es toda nuestra compasióny todo nuestro amor del uno por elotro sólo temporal, que se perderánal momento de morir? ¡No! ¿Puedeperdurar la vida familiar más allá deeste período de probación terrenal?¡Sí! Dios ha revelado la naturalezaeterna del matrimonio celestial y ala familia como la fuente de nuestromayor gozo.

Hermanos y hermanas, las pose-siones materiales y los honores delmundo no perduran; pero sí suunión como esposa, esposo y familia.El único periodo de duración de lavida familiar que satisface las año-ranzas más sublimes del alma humana

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es para siempre. Ningún sacrificio es demasiado grande para tener lasbendiciones de un matrimonio eter-no. Para hacernos acreedores de ellas,únicamente tenemos que negarnos anosotros mismos de toda iniquidad yhonrar las ordenanzas del templo. Sillevamos a cabo los sagrados conve-nios del templo y los guardamos, ma-nifestamos nuestro amor por Dios,por nuestro cónyuge, y nuestra verda-dera preocupación por nuestra poste-ridad, incluso los que aún no hannacido. Nuestra familia es el foco denuestra obra y gozo más grandes enesta vida; y también lo será en la eter-nidad, cuando podremos heredar“tronos, reinos, principados, potesta-des y dominios… exaltación y glo-ria”33.

Esas bendiciones inestimables pue-den ser nuestras si ponemos nuestracasa en orden ahora y si nos aferra-mos fielmente al Evangelio. Dios vive.Jesús es el Cristo. Ésta es Su Iglesia. Elpresidente Gordon B. Hinckley es Suprofeta. De ello testifico en el nombrede Jesucristo. Amén. �

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5. D. y C. 93:44; véase también 2 Reyes20:1; Isaías 38:1.

6. 1 Timoteo 6:11.7. D. y C. 121:41.8. D. y C. 121:42.9. Véase 1 Pedro 2:1.10. Job 27:6.11. 1 Nefi 15:24.12. Proverbios 4:13.13. 2 Tesalonicenses 2:15. Entre otros

pasajes que se relacionan a ésta, se inclu-yen: “Retén… las sanas palabras que de míoíste, en la fe y amor que es en CristoJesús” (2 Timoteo 1:13), y “Mantengamosfirme, sin fluctuar, la profesión de nuestraesperanza” (Hebreos 10:23).

14. 1 Nefi 8:30.15. 1 Nefi 11:25.16. D. y C. 68:25; cursiva agregada.17. “La Familia: Una proclamación

para el mundo”, Liahona, octubre de 1998,pág. 24.

18. D. y C. 93:40–44.19. Véase D. y C. 93:47.20. En esa carta, de fecha 11 de febrero

de 1999, firmada por los presidentesGordon B. Hinckley, Thomas S. Monson yJames E. Faust, también describieron lo quelos padres podrían hacer: “Aconsejamos alos padres y a los hijos dar una prioridadpredominante a la oración familiar, a lanoche de hogar para la familia, al estudio ya la instrucción del Evangelio y a las activi-dades familiares sanas. Sin importar cuánapropiadas puedan ser otras exigencias oactividades, no se les debe permitir quedesplacen los deberes divinamente asigna-dos que sólo los padres y las familias pue-den llevar a cabo en forma adecuada” (en“Carta de la Primera Presidencia”, Liahona,diciembre de 1999, pág. 1).

21. Véase Moroni 8:10; D. y C. 19:31;68:25–34; 138:33; Artículos de Fe Nº 4.

22. Véase Moisés 6:58–62.23. Véase Levítico 10:11;

Deuteronomio 6:7; Mosíah 4:14.24. Véase 2 Nefi 2:26; Mosíah 1:3; 5:8;

D. y C. 98:8.25 Véase Mosíah 4:21–26; 18:27; Alma

1:27.26. Véase TJS Mateo 6:38.27. D. y C. 23:3.28. Véase Moroni 7:12–19.29. Véase Moisés 1:39.30. 1 Tesalonicenses 5:21.31. Véase 2 Nefi 2:17–18, 27.32. 1 Corintios 15:19.33. D. y C. 132:19.

Los tiempos en losque vivimosPresidente Gordon B. Hinckley

“Nuestra seguridad yace en el arrepentimiento. Nuestra fortalezaproviene de la obediencia a los mandamientos de Dios”.

Mis queridos hermanos yhermanas, acepto estaoportunidad con humil-

dad. Ruego tener la guía del Espírituen lo que vaya a decir.

Me acaban de entregar un recadoque dice que se ha iniciado el ataquede misiles por parte de los EstadosUnidos. No es necesario recordarlesque vivimos en tiempos peligrosos.Quisiera hablar en cuanto a estostiempos y nuestras circunstanciascomo miembros de la Iglesia.

Tienen ustedes plena concienciade los acontecimientos acaecidos el11 de septiembre, hace menos de unmes. A raíz de ese despiadado y atrozataque nos vemos precipitados a unestado de guerra. Es la primera gue-rra del siglo 21. El último siglo se hadescrito como el más arrasado por laguerra en la historia de la humani-dad. Estamos a punto de entrar en

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otra peligrosa empresa, el desenlace yel final de la cual aún desconocemos.Por primera vez, desde que nos con-vertimos en una nación, EstadosUnidos ha sido seriamente atacadaen su masa territorial. Pero éste nofue un ataque tan sólo contra losEstados Unidos; fue un ataque sobrehombres y naciones de buena volun-tad de todas partes. Estuvo bien pla-neado, se llevó a cabo con audacia, ylos resultados fueron desastrosos. Secalcula que murieron más de 5.000personas inocentes. Entre ellas secontaban muchas de otras naciones;fue un acto cruel y astuto, de absolu-ta maldad.

Recientemente, en compañía devarios líderes religiosos nacionales,fui invitado a la Casa Blanca parareunirnos con el presidente. Al ha-blarnos, fue franco y sincero.

Esa misma noche, se dirigió alCongreso y a la nación con palabrasinequívocas en cuanto a la determi-nación de Estados Unidos y de susaliados de ir en busca de los terroris-tas que fueron responsables del pla-neamiento de esa terrible tragedia y de cualquiera que les extendieraalbergue.

Ahora nos preparamos para laguerra; se han movilizado grandesfuerzas y continuarán haciéndolo; seestán forjando alianzas políticas. Nosabemos cuánto tiempo durará eseconflicto; no sabemos lo que costaráen vidas y en dinero; no sabemos laforma en que se llevará a cabo.Podría impactar la obra de la Iglesiade varias maneras.

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Los miembros acuden en masa al Centro de Conferencias durante cada una de las sesiones a fin de obtener fortaleza del consejo de los líderes de la Iglesia.

Nuestra economía nacional ha su-frido un golpe a causa de ello; ya es-taba teniendo dificultades, y esto havenido a empeorar la situación.Muchas personas están perdiendo sustrabajos; entre nuestros miembros,esto podría afectar las necesidadesdel programa de Bienestar, así comolos diezmos de la Iglesia. Podría afec-tar nuestro programa misional.

Somos ya una organización glo-bal; tenemos miembros en más de150 naciones. Es posible que la ad-ministración de este vasto programamundial se haga más difícil.

Aquellos de nosotros que somosciudadanos norteamericanos apoya-mos firmemente al presidente denuestra nación. Se debe hacer frentea las terribles fuerzas del mal y hacér-seles responsables de sus acciones.Éste no es un asunto de cristianoscontra musulmanes. Me complacever que se estén donando alimentospara la gente hambrienta de una deesas naciones que es el blanco deoperaciones militares. Valoramos anuestros vecinos musulmanes a tra-vés del mundo y esperamos queaquellos que viven de acuerdo conlos principios de su fe no vayan a su-frir. Suplico, de modo particular, quede ninguna manera nuestros miem-bros sean cómplices en la persecución

de los inocentes. En vez de ello, sea-mos amigables y prestemos ayuda,protección y apoyo. Son las organiza-ciones terroristas las que se debendescubrir y derrotar.

Nosotros, los de esta Iglesia, sabe-mos algo en cuanto a ese tipo degrupos. En el Libro de Mormón sehabla de los ladrones de Gadiantón,una despiadada organización secre-ta, vinculada con juramentos, empe-ñada en la maldad y la destrucción.En aquella época, hicieron todo loposible, mediante cualquier medio,de acabar con la Iglesia, de atraer ala gente con la sofistería y a tomarcontrol de la sociedad. Vemos lamisma cosa en la situación actual.

Somos gente pacífica; somos se-guidores del Cristo que fue y es elPríncipe de Paz. Pero hay ocasionesen las que tenemos que defender larectitud y la decencia, la libertad yla civilización, tal como Moronicongregó a su pueblo en su épocapara defender a sus esposas y a sushijos y la causa de la libertad (véaseAlma 48:10).

La otra noche, en el programa detelevisión de Larry King se me pre-guntó qué pensaba de aquellas perso-nas que, en el nombre de su religión,llevaban a cabo actividades tan abo-minables. Contesté: “La religión no

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ofrece protección para la iniquidad,la maldad ni ese tipo de cosas. ElDios en el que yo creo no fomentaesa clase de acciones. Él es un Diosde misericordia; Él es un Dios deamor; Él es un Dios de paz y consue-lo, y acudo a Él en tiempos como éstecomo guía y una fuente de fortaleza”.

Los miembros de la Iglesia en éstay otras naciones están participandoactualmente con muchos otros enuna gran empresa internacional. Enla televisión vemos a los que estánen el servicio militar despidiéndosede seres queridos, sin saber si volve-rán. Está afectando los hogares denuestros miembros. Unidos, comoIglesia, debemos arrodillarnos e in-vocar los poderes del Todopoderosoen beneficio de aquellos que lleva-rán la carga de esta campaña.

Nadie sabe cuánto tiempo dura-rá; nadie sabe precisamente dóndese lidiará; nadie sabe lo que puedaimplicar. El tamaño y la naturalezade la tarea que hemos emprendidoson imposibles de prever por el mo-mento.

Son ocasiones como éstas las querepentinamente nos hacen darnoscuenta que esta vida es frágil, que lapaz es frágil, que la civilizaciónmisma es frágil. La economía en par-ticular es vulnerable. Una y otra vez

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se nos ha aconsejado en cuanto a laautosuficiencia, en cuanto a las deu-das, en cuanto a la frugalidad.Muchos de nuestros miembros estánsumamente endeudados por cosasque no son del todo necesarias.Cuando yo era joven, mi padre meaconsejó que construyera una casamodesta, que satisficiera las necesi-dades de mi familia, y que la hicierahermosa, atractiva, cómoda y segu-ra. Me aconsejó que pagara la hipo-teca tan rápidamente como pudierapara que, no importara lo que suce-diera, tuviera un techo para mi es-posa y mis hijos. Me crié con esemodo de pensar. Insto a los miem-bros de la Iglesia que de lo posiblesalgan de sus deudas, y que tenganun poco de dinero en reserva paratiempos de necesidad.

No podemos proveer para todacontingencia, pero sí podemos pro-veer para muchas contingencias.Que la actual situación nos sirva derecordatorio de que eso es lo que de-bemos hacer.

Tal como se nos ha aconsejadocontinuamente durante más de 60años, almacenemos alimentos quenos sostengan durante un tiempo encaso de necesidad, pero no nos lle-nemos de pánico ni nos vayamos alos extremos; seamos prudentes entodo respecto. Y sobre todo, mis her-manos y hermanas, sigamos adelantecon fe en el Dios Viviente y en SuHijo Amado.

Grandiosas son las promesas encuanto a esta tierra de América.Inequívocamente se nos dice que “esuna tierra escogida, y cualquier na-ción que la posea se verá libre de laesclavitud, y del cautiverio, y detodas las otras naciones debajo delcielo, si tan sólo sirve al Dios de latierra, que es Jesucristo” (Éter 2:12).Éste es el meollo del asunto: la obe-diencia a los mandamientos de Dios.

La Constitución bajo la cual vivi-mos y la cual no sólo nos ha bende-cido sino que se ha convertido en elmodelo para otras constituciones, esnuestra seguridad nacional inspiradapor Dios, que asegura libertad, justi-cia e igualdad ante la ley.

No sé lo que nos deparará el futu-ro; no deseo sonar negativo, pero

quisiera recordarles las advertenciasde las Escrituras y las enseñanzas delos profetas que hemos tenido cons-tantemente ante nosotros.

No puedo olvidar la gran leccióndel sueño de Faraón sobre las vacasgordas y las flacas y sobre las espigashermosas y las marchitas.

No puedo quitar de mi mente lasdesalentadoras amonestaciones delSeñor que se encuentran en el capí-tulo 24 de Mateo.

Estoy familiarizado, al igual queustedes, con las declaraciones de larevelación moderna de que vendráel tiempo en que la tierra será lim-piada y habrá aflicciones indescripti-bles, con llanto, lloro y lamentación(véase D. y C. 112:24).

Ahora bien, no quiero ser unalarmista; no quiero ser un profetade calamidades. Soy optimista. Nocreo que haya llegado el tiempo enel que una total destrucción acabecon nosotros. Ruego fervientementeque no sea así. Hay tanto aún porhacer de la obra del Señor. Nosotros,y nuestros hijos después que noso-tros, debemos llevarla a cabo.

Les aseguro que nosotros, los quesomos responsables de la administra-ción de los asuntos de la Iglesia, se-remos prudentes y cuidadosos comohemos tratado de serlo en el pasado.Los diezmos de la Iglesia son sagra-dos. Se distribuyen de la manera queel Señor mismo dispone. Nos hemosconvertido en una organización

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sumamente grande y compleja; lle-vamos a cabo muchos programas ex-tensos y costosos, pero les aseguroque no excederemos nuestros ingre-sos. No pondremos a la Iglesia endeuda; adaptaremos lo que hagamosa los recursos disponibles.

Cuán agradecido estoy por la leydel diezmo; es la ley de finanzas delSeñor. Se establece en breves pala-bras en la sección 119 de Doctrina yConvenios. Proviene de la sabiduríadel Señor. A todo hombre y mujer, atodo niño y niña, a toda criatura deesta Iglesia que pague un diezmojusto, sea grande o pequeño, expresomi gratitud por la fe de sus corazo-nes. Les recuerdo a ustedes, y aaquellos que no pagan diezmos peroque deberían hacerlo, que el Señorha prometido maravillosas bendicio-nes (véase Malaquías 3:10–12).También ha prometido que “el quees diezmado no será quemado en suvenida” (D. y C. 64:23).

Expreso agradecimiento a los quepagan ofrendas de ayuno. El costopara el donante es nada más que doscomidas al mes. Esto es el funda-mento de nuestro Programa deBienestar, cuyo objetivo es ayudar alos necesitados.

Ahora bien, todos sabemos que laguerra, la contención, el odio, el su-frimiento de la peor clase no soncosas nuevas. El conflicto que vemoshoy día es tan sólo otra expresióndel conflicto que empezó con la

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guerra en los cielos. Cito del libro deApocalipsis:

“Después hubo una gran batallaen el cielo: Miguel y sus ángeles lu-chaban contra el dragón; y luchabanel dragón y sus ángeles;

“pero no prevalecieron, ni sehalló ya lugar para ellos en el cielo.

“Y fue lanzado fuera el gran dra-gón, la serpiente antigua, que sellama diablo y Satanás, el cual enga-ña al mundo entero; fue arrojado ala tierra, y sus ángeles fueron arroja-dos con él.

“Entonces oí una gran voz en elcielo, que decía: Ahora ha venido lasalvación, el poder, y el reino denuestro Dios, y la autoridad de suCristo” (Apocalipsis 12:7–10).

Eso debió haber sido un terribleconflicto. Las fuerzas del mal lucha-ban contra las fuerzas del bien. Elgran impostor, el hijo de la mañana,fue derrotado y desterrado, llevandoconsigo un tercio de las huestes delos cielos.

El libro de Moisés y el libro deAbraham proporcionan luz adicionalen cuanto a esa lucha. Satanás habría despojado al hombre de su

albedrío y hubiera tomado para sítodo el mérito, el honor y la gloria.En oposición a esto se encontraba elplan del Padre, el cual el Hijo afirmóque cumpliría, bajo el cual Él vino ala tierra y dio Su vida para expiar lospecados de la humanidad.

Desde los días de Caín hasta la ac-tualidad, el adversario ha sido el granorganizador de los terribles conflictosque han traído tanto sufrimiento.

La traición y el terrorismo empe-zaron con él, y continuarán hastaque el Hijo de Dios regrese a gober-nar y reinar con paz y rectitud entrelos hijos y las hijas de Dios.

A través de las eras del tiempo,hombres y mujeres, muchos, muchosde ellos, han vivido y han muerto.Es posible que algunos mueran en elconflicto que está por venir. Para no-sotros, y testificamos solemnementede ello, la muerte no será el fin. Hayvida en el más allá tan ciertamentecomo la hay aquí. A través del granplan que se convirtió en la esenciamisma de la batalla en el cielo, loshombres seguirán viviendo.

Job preguntó: “Si el hombre mu-riere, ¿volverá a vivir? (Job 14:14).

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Luego declaró: “Yo sé que miRedentor vive, y al fin se levantarásobre el polvo;

“Y después de desecha esta mipiel, en mi carne he de ver a Dios;

“Al cual veré por mí mismo, y misojos lo verán, y no otro” (Job19:25–27).

Ahora bien, hermanos y herma-nas, debemos cumplir con nuestrodeber cualquiera sea ese deber. Esposible que no tengamos paz por untiempo; algunas de nuestras liberta-des se verán restringidas; quizás pa-saremos inconvenientes; o tal vezincluso seamos llamados a sufrir deuna manera u otra. Pero Dios nues-tro Padre Eterno protegerá esta na-ción y a todo el mundo civilizadoque acuda a Él. Él ha declarado:“Bienaventurada la nación cuyoDios es Jehová” (Salmos 33:12).Nuestra seguridad yace en el arre-pentimiento. Nuestra fortaleza pro-viene de la obediencia a losmandamientos de Dios.

Oremos siempre; oremos por larectitud; oremos por las fuerzas delbien. Tendamos una mano para ayu-dar a hombres y mujeres de buenavoluntad de cualquier religión y do-quiera que vivan. Permanezcamosfirmes en contra del mal, tanto aquícomo en el extranjero. Vivamos dig-nos de las bendiciones del cielo, re-formando nuestra vida en lo que seanecesario, y al acudir a Él, el Padrede todos nosotros. Él ha dicho:“Estad quietos, y conoced que yo soyDios” (Salmos 46:10).

¿Son éstos tiempos peligrosos? Loson. Pero no hay necesidad detemer. Podemos tener paz en nues-tros corazones y paz en nuestros ho-gares. Cada uno de nosotros puedeser una influencia para bien en estemundo.

Que el Dios del cielo, elTodopoderoso, nos bendiga y nosayude al andar por nuestros diferen-tes caminos en los días inciertos quese aproximan. Que acudamos a Élcon fe inquebrantable. Que con dig-nidad confiemos en Su Amado Hijoquien es nuestro Redentor, ya sea envida o en muerte, es mi oración enSu santo nombre, sí, el nombre deJesucristo. Amén. �

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El ex misionero Élder L. Tom PerryDel Quórum de los Doce Apóstoles

“Lo que necesitamos es un ejército real de ex misioneros, alistadosde nuevo en el servicio”.

Sesión del domingo por la tarde7 de octubre de 2001

En esta tarde deseo dirigir mispalabras a un grupo en parti-cular. Durante los últimos

años, cientos de miles de ustedeshan regresado de haber servido enuna misión regular y cada uno pres-tó oído al mismo llamado que elSeñor dio a Sus discípulos:

“Por tanto, id, y haced discípulosa todas las naciones, bautizándolosen el nombre del Padre, y del Hijo, ydel Espíritu Santo;

“enseñándoles que guarden todaslas cosas que os he mandado; y heaquí yo estoy con vosotros todos losdías, hasta el fin del mundo” (Mateo28:19– 20).

Ustedes tuvieron el privilegio deir a muchas partes del mundo conobjeto de llevar el mensaje delSalvador: una invitación para venira Él y gozar de los frutos de SuEvangelio; tuvieron el privilegio de

vivir en diversas culturas y deaprender diferentes idiomas.También fue una época para edificarsu testimonio personal de la misiónde Jesucristo.

Con los años, siempre ha sido unhonor para mí conversar con uste-des, ex misioneros; muchos añoranregresar y visitar a la gente a la quetuvieron el privilegio de servir; an-helan compartir momentos de susexperiencias en el campo misional;en sus invitaciones de bodas y en elcurrículum de trabajo escriben algoque los identifica como ex misione-ros. A pesar de que ya no llevan unaplaca misional, parecen ansiosos deidentificarse a sí mismos como al-guien que ha servido al Señor comomisionero; además, recuerdan esocon afecto puesto que descubrieronel gozo del servicio en el Evangelio.

También he aprendido por nues-tras conversaciones que la adapta-ción después de salir del campomisional y el regreso al mundo quedejaron atrás a veces es difícil. Talvez sea difícil mantener vivo el espí-ritu de la obra misional cuando sedeja de ser misionero regular de LaIglesia de Jesucristo de los Santos delos Últimos Días.

Permítanme ofrecerles algunassugerencias:

Uno de los recuerdos más vívidosque tengo del ser misionero es lomucho que me acerqué al Señormediante la práctica regular de laoración. En aquel entonces, la casade la misión estaba en la calle State,en Salt Lake City; era una casa

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espaciosa que se había convertido enel centro de capacitación misional.Tenía amplios dormitorios con más omenos 10 camas por habitación.Ingresé un domingo por la noche.

La semana antes de entrar alcampo misional fue emocionante:hubo muchas fiestas y despedidas yme temo que no había descansado nime había preparado debidamentepara la capacitación que iba a recibiren la casa de la misión. Al finalizarese primer día en la casa de la mi-sión, estaba agotado y mientras espe-raba que los demás misioneros seprepararan para acostarse, me tiré enla cama y me quedé dormido; sin em-bargo, mi sueño se vio interrumpidocon el sentimiento de que habíagente a mi alrededor. Al despabilar-me, escuché las palabras de una ora-ción. Abrí los ojos y, para misorpresa, noté que todos los élderesde nuestro dormitorio se habían arro-dillado alrededor de mi cama para fi-nalizar el día con una oración. Cerrérápidamente los ojos y me hice eldormido. Sentía demasiada vergüen-za para salir de la cama y unirme aellos. A pesar de que mi primera ex-periencia al orar como misionero fuevergonzosa, fue el principio de dosaños maravillosos de invocar fre-cuentemente la guía del Señor.

Durante la misión, oraba con micompañero cada mañana al comen-zar un nuevo día. El proceso se repe-tía cada noche antes de acostarnos.Decíamos una oración antes de es-tudiar, una oración antes de salir agolpear puertas y, por supuesto, ora-ciones especiales cuando necesitá-bamos guía especial para dirigirnuestro trabajo misional. La fre-cuencia de nuestras súplicas alPadre Celestial nos daba la fortalezay la valentía para seguir adelante enla obra a la que se nos había llama-do. Las respuestas venían, a vecesasombrosamente, de manera directay positiva. La guía del Santo Espírituparecía magnificarse cuanto másacudíamos al Señor en procura dedirección en un día determinado.

Al contemplar mi vida despuésde la misión, me doy cuenta de quehubo periodos en los que pude man-tener la misma cercanía que tuve

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con el Señor en la misión y otros enlos que el mundo parecía infiltrarsesigilosamente y yo era menos cons-tante y fiel en mis oraciones.

¿No sería acaso éste un momentooportuno para realizar una autoeva-luación a fin de determinar si toda-vía tenemos la misma relación connuestro Padre Celestial que la quetuvimos con Él en el campo misio-nal? Si el mundo nos ha apartado dela práctica de la oración, entonceshemos perdido un gran poder espiri-tual. Quizás sea el momento de rea-vivar nuestro espíritu misional através de una oración más frecuente,constante y poderosa.

El siguiente recuerdo querido quetengo de cuando era misionero es elde participar a diario del estudio delas Escrituras. La disciplina de seguirun plan de estudio para aprender elEvangelio fue una experiencia grati-ficante y maravillosa. El conoci-miento de las enseñanzas de lasEscrituras se desplegaba de maneragloriosa por medio del estudio indi-vidual. Como misionero, recuerdohaberme asombrado de cómo el

Señor había preparado un plan tanperfecto para Sus hijos aquí en latierra; y de qué manera en todas lasdispensaciones del tiempo Él ha ins-pirado la mente de Sus profetas paraque registraran los asuntos de Élpara con ellos. Sus palabras sonsiempre positivas y directas, y reve-lan las bendiciones que provienendel seguir Su ley y Su vía.

También dedicaba una hora omás cada día para estudiar comocompañeros. El tener dos pares deojos para examinar las doctrinas delreino parecía multiplicar nuestro en-tendimiento; leíamos juntos y luegocompartíamos nuestros puntos devista.

Nuestra mente se agudizó al con-tinuar la práctica diaria del estudioindividual y de compañeros; dichapráctica nos unió más como compa-ñeros y aumentó nuestro entendi-miento de las doctrinas del reino.

Al salir del campo misional, ya notenemos más compañeros que nosayuden a disciplinar nuestros hábi-tos de estudio, pero eso no significaque se deba discontinuar esa prácti-ca. Al regresar a casa, ¡qué magnífi-co sería estudiar las Escrituras adiario en familia! Y si nos vamos decasa, ¡qué bueno sería invitar anuestros compañeros de cuarto yamigos a estudiar con nosotros! Lapráctica de tener clases regulares deestudio nos servirían para mantenerclaras las doctrinas del reino ennuestra mente y dejar de lado la in-trusión persistente de las preocupa-ciones del mundo. Por supuesto, alcasarnos, tenemos compañeros eter-nos con quien podemos estudiar ycompartir enseñanzas del Evangelio.Contamos siempre con las Escrituraspara profundizar nuestro entendi-miento del propósito de la vida y delo que tenemos que hacer para queésta sea más satisfactoria y gratifi-cante. Tengan a bien continuar enforma regular la práctica del estudioindividual y de compañerismo.

¿Recuerdan el gozo que provienedel enseñar el Evangelio a alguienque ha carecido de esas enseñanzasen su vida, la emoción que emana delenseñar la ley del Señor y las bendi-ciones que se reciben al seguirle?

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¿Podrían acaso olvidar el gozo de su primer bautismo en el campo misional?

En mis tiempos, las capillas notenían pila bautismal. Mi primerbautismo fue en el río Scioto, en elestado de Ohio. Fue en un día fríode otoño y el agua parecía estar aúnmás fría que el aire. Recuerdo elimpacto que me causó meterme enlas aguas heladas mientras invitabaa nuestro investigador a seguirme.Sin embargo, lo frío del aire y delagua pronto se desvanecieron al ad-ministrar la ordenanza del bautis-mo. El ver el rostro radiante de lapersona que emergió de las aguasbautismales es una imagen quenunca olvidaré.

Las oportunidades de enseñar elEvangelio y de bautizar no son ex-clusivas de los que llevan una placade misionero regular. ¿Me preguntopor qué permitimos que disminuyael fuego del servicio misional al re-gresar a nuestras actividades cotidia-nas en el mundo?

Jamás ha habido otra época en lahistoria de la humanidad en la quehayamos estado mejor equipadospara enseñar el Evangelio a los hijosde nuestro Padre Celestial aquí en latierra; y parece que hoy lo necesita-ran más que nunca. Vemos el dete-rioro de la fe; vemos mayor amor porlo mundano y una disminución delos valores morales, lo que causarágran dolor y angustia. Lo que necesi-tamos es un ejército real de ex mi-sioneros, alistados de nuevo en elservicio. Aunque no llevarían laplaca de misionero regular, podríantener la misma resolución y determi-nación de llevar la luz del Evangelioa un mundo al que le cuesta encon-trar su camino.

Hago un llamado a ustedes, exmisioneros, para que redediquen suvida, para que renueven su deseo yespíritu del servicio misional. Lesllamo para que tengan la aparienciade un siervo, para que sean un sier-vo y para que actúen como un siervode nuestro Padre Celestial. Ruegopor su renovada determinación deproclamar el Evangelio a fin de quelleguen a participar más activamenteen esta gran obra a la que el Señor

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Los asistentes a la conferencia disfrutan el panorama desde el palco y la galería del Centro de Conferencias.

nos ha llamado a todos a trabajar.Deseo prometerles que hay grandesbendiciones reservadas para ustedessi continúan adelante con el celoque una vez poseyeron como misio-neros regulares.

Hace algunos años, recibí una lla-mada telefónica de mi hijo Lee; dijoque mi primer compañero de misiónestaba en su vecindario, y que él de-seaba pasar unos momentos conmi-go. Lee y yo fuimos a la casa de lahija de mi ex compañero donde élestaba de visita. Tuvimos una expe-riencia especial después de tantosaños sin habernos visto. Como mi-sioneros, tuvimos la oportunidad decomenzar la obra misional en unpueblo de Ohio. Debido a esa asig-nación, se nos permitió trabajar jun-tos por diez meses. Él fue mientrenador y mi primer compañero;provenía de una familia que le habíaenseñado el valor del trabajo arduo.

Me costaba ponerme a su altura,pero al servir juntos aprendimos aser buenos compañeros.

Nuestro compañerismo no finali-zó con esa asignación de diez meses.Al regresar a casa, rugía la SegundaGuerra Mundial y apenas estabaadaptándome a la vida en casacuando fui llamado al servicio mili-tar. El primer domingo en el campode entrenamiento, al asistir a unareunión de nuestra Iglesia, vi laparte de atrás de una cabeza que meera muy familiar. Era mi primer com-pañero de la misión. Pasamos juntosla mayor parte de los dos años ymedio siguientes. Aunque las cir-cunstancias eran muy diferentes enel servicio militar, intentamos conti-nuar con las prácticas del serviciomisional. Orábamos tan a menudocomo nos fuese posible, y, si lo per-mitían las circunstancias, estudiába-mos juntos las Escrituras. Recuerdo

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muchas sesiones de estudio bajo laluz de una linterna en nuestra tien-da agujereada por las balas. Variasveces, nuestra lectura de lasEscrituras era interrumpida por elsonido de la alarma de bombardeoaéreo; apagábamos rápido la linternay luego nos arrodillábamos y dába-mos por terminado nuestro periodode estudio con una oración.

Se nos apartó a los dos como líde-res de grupo y otra vez tuvimos laoportunidad de servir y enseñar jun-tos el glorioso Evangelio de nuestroSeñor y Salvador. Tuvimos más éxitoen la milicia que siendo misionerosregulares. ¿Por qué? Porque éramosex misioneros con experiencia.

La visita que tuve con mi primercompañero misional fue la últimaoportunidad que tuve de estar conél. Sufría de una enfermedad incura-ble y falleció pocos meses después.Fue una experiencia maravillosa el

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El séptimomandamiento: un escudoÉlder Neal A. MaxwellDel Quórum de los Doce Apóstoles

“¡El guardar el séptimo mandamiento es un escudo de tantaimportancia! Al bajar o perder ese escudo, se pierden lasbendiciones del cielo que tanto se necesitan”.

revivir los sucesos de la misión y ha-blar de lo que nos ocurrió despuésdel servicio misional. Hablamossobre nuestro servicio en obispados,sumos consejos, presidencias de esta-ca y, por supuesto, alardeamos sobrenuestros hijos y nietos. Al conversar,me maravillé ante la oportunidad deestar juntos otra vez y no pude másque pensar en el relato que está en elcapítulo 17 del Libro de Alma.

“Y aconteció que mientras Almaiba viajando hacia el sur, de la tierrade Gedeón a la tierra de Manti, heaquí, para asombro suyo, encontró alos hijos de Mosíah que viajabanhacia la tierra de Zarahemla.

“Estos hijos de Mosíah estabancon Alma en la ocasión en que elángel se le apareció por primera vez;por tanto, Alma se alegró muchísimode ver a sus hermanos; y lo que au-mentó más su gozo fue que aún eransus hermanos en el Señor; sí, y sehabían fortalecido en el conocimien-to de la verdad; porque eran hom-bres de sano entendimiento, yhabían escudriñado diligentementelas Escrituras para conocer la palabrade Dios.

“Mas esto no es todo; se habíandedicado a mucha oración y ayuno;por tanto, tenían el espíritu de reve-lación, y cuando enseñaban, lo hací-an con poder y autoridad de Dios”(Alma 17:1–3).

Cómo me gustaría que todos tu-vieran una experiencia similar a laque tuve con mi primer compañeromisional; y que pudiesen detenerse yreflexionar en una época de servicioen la que hayan dado diligentementede su tiempo y talentos para edificarel reino de nuestro Padre Celestial.Si se esfuerzan para que sea una rea-lidad, les prometo que será una delas experiencias más hermosas de suvida. Ustedes son un gran ejército deex misioneros. Vayan adelante conrenovado celo y determinación y quemediante su ejemplo brille la luz delEvangelio en este mundo atribulado.La obra en la que estamos embarca-dos es la obra del Señor. Dios vive;Jesús es el Cristo; pertenecemos a SuIglesia. Éste es mi testimonio, el cualles dejo en el nombre de Jesucristo.Amén. �

A

l igual que ustedes, mis her-manos y hermanas, he sen-tido un renovado aprecio

por el ministerio profético del presi-dente Hinckley. Testifico que él fuepreordenado desde hace mucho,mucho tiempo, por lo cual nos senti-mos complacidos.

Comparto la renuencia que ex-presó Jacob al escribir en cuanto alos problemas de castidad e infideli-dad, la violación de lo que algunosclasifican como el séptimo manda-miento. Preocupado porque su audiencia tenía sentimientos “sumamente tiernos, castos y delica-dos”, Jacob no deseaba “agravar las

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heridas de los que ya [estaban] heri-dos, en lugar de consolarlos y sanarsus heridas” (Jacob 2:7, 9); sin em-bargo, las palabras de Jacob sobre lasduras consecuencias de la inmorali-dad son determinantes, así como po-éticas: “han perecido muchoscorazones, traspasados de profundasheridas” (Jacob 2:35). Hoy día, an-damos entre muchos de los que ca-minan heridos, y la lista de víctimascontinúa creciendo.

Por ende, se podría hacer hincapiéen los consoladores principios delEvangelio, como, por ejemplo, que laspersonas que se arrepientan verdade-ramente, aunque sus “pecados fuerencomo la grana”, llegarán a ser blancos,“como la nieve” (Isaías 1:18). Pero losrigores y las ricas recompensas delarrepentimiento no son los objetivosde este discurso. Tampoco se da elmerecido elogio a los muchos jóvenesy adultos valientes que practican lacastidad y la fidelidad, incluso cuandosólo una pequeña minoría de la socie-dad estadounidense hoy cree que seaincorrecto tener relaciones prematri-moniales. Por eso, se felicita a los quetienen fe para ser obedientes con res-pecto a los mandamientos, y enhora-buena a los que tienen “fe paraarrepentimiento” cuando se violan losmandamientos (Alma 34:15; cursivaagregada).

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Los himnos proporcionan oportunidades para que la congregación seponga de pie y participe en las sesiones de la conferencia.

Obviamente, la falta de castidady la infidelidad conllevan serias con-secuencias, tales como los efectosinquietantes y la reacción en cadenaque resultan de la ilegitimidad y dela orfandad, junto con la enferme-dad y la destrucción de la familia.Hay tantos matrimonios que pendende un hilo o que ya han fracasado.Esta crisis callada pero profunda co-existe con otras crisis desconcertan-tes de nuestra época, incluso laguerra. Jesús dijo que en los últimosdías habría “angustias de las gentes,confundidas” y de cómo todo estaríaen conmoción (Lucas 21:25; véasetambién D. y C. 88:91; 45:26).

Por consiguiente, ¡el guardar elséptimo mandamiento es un escudode tanta importancia! Al bajar operder ese escudo, se pierden lasbendiciones del cielo que tanto senecesitan. Ninguna persona o na-ción puede prosperar por muchotiempo sin esas bendiciones.

Es extraño que en una época tanobsesionada por el reclamo de dere-chos, haya tan poca preocupaciónpor reclamar los derechos a las ben-diciones del cielo. Por el contrario,el hecho de que algunos creanmenos en la inmortalidad lejana,sólo ha intensificado la inmoralidadcercana, “desviando [a] muchos…,diciéndoles que cuando moría elhombre, allí terminaba todo” (Alma30:18). Un pensador japonés, alcontemplar nuestra sociedad occi-dental centrada en el placer, dijocasi en tono de confrontación:

“Si no hay nada más allá de lamuerte, ¿qué tiene de malo entoncesel darse del todo al placer en el pocotiempo que nos quede de vida? Lapérdida de la fe en el ‘otro mundo’ha impuesto en la sociedad occiden-tal moderna un problema fatal demoralidad” (Takeshi Umehara, “TheCivilization of the Forest: AncientJapan Shows Postmodernism theWay”, en At Century’s End, ed. porNathan P. Gardels, 1995, pág. 190)

Por lo tanto, el ser buenos ciuda-danos significa ser bueno, como elsaber diferenciar claramente entre¡codiciar al prójimo y amar al próji-mo! Matthew Arnold dijo sabiamen-te que mientras “…a la Naturaleza

no le preocupa la castidad, a la na-turaleza humana le tiene que preo-cupar mucho” (Philistinism inEngland and America, tomo 10, TheComplete Prose Works of MatthewArnold, ed. R. H. Super, 1974, pág.160). ¡A la naturaleza divina le pre-ocupa infinitamente más!

Las tendencias influyentes delhombre natural no son compatibleshacia el séptimo mandamiento, en-contrándose el ser “carnal, sensual ydiabólic[o]” (Mosíah 16:3; véasetambién Mosíah 3:19; Moisés 5:13).Si esas tres palabras suenan dema-siado duras, piensen, hermanos yhermanas, en la meta horrible quepersigue el adversario: “que todos loshombres sean miserables como él”(2 Ne. 2:27). ¡Es cierto que a la mi-seria le gusta tener compañía!

Una de las mejores maneras de“despojar[se] del hombre natural” esreducirlo a la nada (véase Mosíah3:19). En su debilidad, es más fácildesalojarlo; de otra manera, insistiráen seguir la placentera marcha deltren de la tentación. Tristemente, laspalabras rectificadoras no ayudan

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por lo general al hombre natural de-bido a que las codicias… ahogan lapalabra (véase Marcos 4:19).

Por desgracia, el quebrantar elséptimo mandamiento es más fácilcuando los falsos filósofos persuadena algunos que “no es ningún crimenque un hombre haga cualquiercosa” (Alma 30:17). Algunos tienenoídos ansiosos, y en verdad se mue-ren por oír algo que no sea la verdad,para así seguir a los que tratan desuavizar los mandamientos incómo-dos y punzantes (véase 2 Timoteo4:3). No obstante, el Proverbio siguesiendo verdadero: “…el que cometeadulterio es falto de entendimiento”(Prov. 6:32). Otros hacen caso omisode los mandamientos y se concen-tran en otros aspectos. Uno de lospersonajes de Dostoevsky dice:“Pasarán las eras y la humanidadproclamará por boca de sus sabiosque no hay crimen y, por lo tanto,que no hay pecado, sólo hambre”(Fyodor Mikhailovich Dostoevsky,The Brothers Karamazov, transcrip-ción de Constance Garnett, 1952,págs. 130–131).

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Además, el adversario ha puestomás importancia en el concepto dela privacidad, ¡y ha ocasionado undesliz en la responsabilidad indivi-dual! Después de todo, unos cuantosclics del ratón de la computadorapueden llevarlo a uno, de maneraprivada y rápida, a territorio enemi-go sin tener que presentar pasaporte,siendo el último punto de controluna conciencia entorpecida.

¡Dios no tiene dos juegos de DiezMandamientos, uno para interioresy otro para exteriores! Ni tampocoexisten dos caminos aprobados parael arrepentimiento. Es verdad queun fin de semana de remordimientotal vez produzca cierto “pesar de loscondenados”, pero no el “poderosocambio” que sólo produce “la triste-za según Dios” (Mormón 2:13;Mosíah 5:2; Alma 5:13–14; véase; 2 Corintios 7:10).

Sí, los mortales aún somos libresde elegir. Sí, incluso se lidió una gue-rra en los cielos para preservar nues-tro albedrío moral. Pero aquí,¡muchas veces el gran don del albe-drío se cede sin siquiera el más levequejido!

Hay tantas formas de conservarfirmemente en su lugar el séptimomandamiento protector. A modo deinstrucción, por ejemplo, la caída deDavid, por lo menos en parte, sedebió a que no se encontraba dondeel deber llamaba: “…y aconteció alaño siguiente en el que salen los reyesa la guerra que… David se quedó enJerusalén” (2 Samuel 11:1). Luego,como sabrán, se produjo la vista luju-riosa desde el terrado y toda la triste-za subsiguiente. En la instrucción“…permaneced en lugares santos”, sehalla implícito el evitar permaneceren el desenfreno (D. y C. 87:8; véasetambién Mateo 24:15).

Aquellos que viven “de una mane-ra feliz” (2 Nefi 5:27) desarrollan pru-dentemente maneras espirituales deprotección, lo que se refleja en el ves-tir, el lenguaje, el sentido del humor yla música apropiados, enviando, deese modo, una señal resuelta de disci-pulado (véase Proverbios 23:7).

Es más, en cuanto al evitar pro-blemas más tarde se incluye el nollevar al matrimonio pecados de los

que no se haya arrepentido, lo quepuede causar que el cónyuge co-mience con “yugo desigual” (2Corintios 6:14). De similar forma,los esposos y las esposas pueden evi-tar deliberadamente ir a la deriva alrehusar relajar su lealtad y al noverse atrapados en las fuertes co-rrientes que no llevan a buen puer-to. De igual modo, se deben evitarlas aguas pantanosas de la autocom-pasión. Es ahí donde las personaspueden justificar fácilmente cual-quier vestigio de responsabilidad ydejar de lado las restricciones, tanto

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de la conciencia como de los conve-nios, procurando “[justificarse] de-lante de los hombres” por aquelloque “delante de Dios es abomina-ción” (Lucas 16:15).

El ver a través de la maraña enga-ñosa de la sensualidad es otro pre-ventivo vital. Por ejemplo, algunos delos que desobedecen abiertamente elséptimo mandamiento mediante esti-los de vida inmorales son como Caínal declarar “estoy libre” (Moisés5:33), después de quebrantar el sextomandamiento matando a Abel. Esamanera errónea de pensar sobre la

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libertad evoca las palabras de amo-nestación de Pedro: “el que es venci-do por alguno es hecho esclavo delque venció” (2 Pedro 2:19;2 Nefi 2:26–32). Las verdaderasalmas estridentes pueden fingir car-cajadas en medio de la esclavitud y elpecado, pero otro Proverbio se aplica:“Aun en la risa tendrá dolor el cora-zón; y el término de la alegría es con-goja” (Proverbios 14:13).

En una época en la que justifica-damente nos preocupa que se presen-te la verdad en la publicidad, cuánintelectualmente insultantes sonciertos rótulos engañosos: Éxtasis de-bería decir Miseria. “Rave”, es en rea-lidad el mascullo lastimero de lasensualidad desenfrenada. Por ejem-plo, algunos participantes neciamen-te creen que el bailar en formalujuriosa es inofensivo. Esas personas“no [pecan] en la ignorancia” (3 Nefi6:18). ¡Al imitar y subestimar al ene-migo, terminan comprometiéndose así mismos, al mismo tiempo que con-funden y decepcionan a sus amigos!

¿Se han preguntado alguna vezpor qué en el ámbito sensual muy amenudo se presentan luces deste-llantes pero opacas? O, ¿por quétodo el exceso de material deslum-brante? O, ¿por qué todo el estruen-do disfrazado de música? ¡Porque,temerosa del amanecer, la maldadno puede soportar el escrutinioconstante de la brillante verdad, nipuede soportar las quietas reflexio-nes del alma introspectiva!

Así, el son del tambor de la in-sensibilidad entorpece el sentir delalma al responder ilegítimamente a lanecesidad legítima de pertenecer y deamar, a medida que los predadores ylas víctimas lamentablemente“deja[n] de sentir” (1 Nefi 17:45;Efesios 4:19; Moroni 9:20).

Henry Fairlie escribió que “la per-sona lujuriosa normalmente lleva unterrible vacío en el centro de suvida” (Henry Fairlie, The SevenDeadly Sins Today, 1978, pág. 187.)Aún así, algunos jóvenes ingenuoshablan de “llenar sus cantimploras”,las cuales estarán vacías excepto porla arena y la grava residual de tóxi-cas memorias. Fairlie también escri-bió: “A la lujuria no le interesa quien

sea su pareja, sino sólo la satisfac-ción de sus propios antojos… la lu-juria muere al amanecer, y alretornar por la noche, a buscar pordoquier, su pasado ha dejado deexistir” (The Seven Deadly SinsToday, 1978, pág. 175.)

Sin importar el vestuario ni elmaquillaje, la lujuria no es el sustitu-to del amor; en realidad, hermanos yhermanas, sofoca el desarrollo delverdadero amor y hace que se enfríeel amor (véase Mateo 24:12).

No es de sorprender que se nosdiga que “[refrenemos] todas [nues-tras] pasiones para que [estemos]llenos de amor” (Alma 38:12). Deotro modo, las pasiones desbordan-tes llenarán el espacio disponible delalma, lugar en el que no puedehaber dos inquilinos.

Previamente, la sociedad a menu-do ha tenido mecanismos equili-brantes y restrictivos útiles, aunquesutiles, incluso familias, iglesias y es-cuelas con objeto de controlar laconducta personal excesiva, perocon frecuencia, algunos de esos me-canismos se pierden, no funcionanbien o se equivocan.

Además, el ritmo de las tenden-cias actuales se va acelerando debidoa la idea moderna de que no se debeser sentencioso, lo cual justifica cual-quier cosa mala que hagan las perso-nas, en tanto hagan cualquier cosaque sea elogiable. Después de todo,¿acaso Mussolini no se encargaba deque los trenes salieran a tiempo? Losque violan el séptimo mandamientoincluso pueden hacer útiles contri-buciones, pero pagan un precio per-sonal escondido y caro (véase Alma28:13.) Sobre el rey Moriantón, lee-mos: “Y obró rectamente con el pue-blo, mas no consigo mismo, pormotivo de sus muchas fornicaciones”(Éter 10:11). Aparentemente unlíder justo que no hacía acepción depersonas, ¡Moriantón no se respeta-ba a sí mismo! Las heridas que secausaba a sí mismo, pasaban disimu-ladas por la ornamentación exteriorde las riquezas y los edificios (véaseÉter 10:12).

Es de tanta importancia todo lomencionado, que es necesario decirlo siguiente, y no vacilo en hacerlo:

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las revelaciones nos dicen que enla misma medida de sus pecados,los pecadores que no se arrepien-tan, tendrán que padecer así comoJesús lo hizo por los nuestros, ycuando un día sientan personal-mente toda la justicia de Dios(véase D. y C. 19:16–18). Además,sin embargo, los que en varias for-mas fomenten e intensifiquen demanera persistente este drama deinmoralidad, a menudo saturado dedrogas, ya sea como promotores,promulgadores, facilitadores o aca-paradores, ¡tendrán entonces queenfrentar y sentir todo el sufri-miento que le hayan causado a in-numerables personas!

Finalmente, hermanos y herma-nas, en ciertos tiempos y circunstan-cias, ¡el discipulado requiere queestemos dispuestos a estar solos!Nuestra voluntad de hacerlo, aquí yahora, va de acuerdo con el momen-to en que Cristo se arrodilló solo, allíy en ese momento, en Getsemaní.En el proceso expiatorio final,“nadie estuvo con [Él]” (D. y C.133:50; véase Mateo 26:38–45).

Al tomar nuestra decisión, los fie-les nunca estarán solos, al menos notan solos. Por necesidad, el ángelque estuvo junto a Cristo enGetsemaní para fortalecerle, le dejó(véase Lucas 22:43). Si mantenemosen alto el escudo de la fe en Dios yfe en Sus mandamientos, Sus ánge-les estarán “alrededor de [nosotros]para sostener[nos]” y nos“guarda[rán]” (D. y C. 84:88;109:22). De esta promesa doy testi-monio. Y ahora, por consiguiente,en lo que respecta al clima de nues-tras almas, hermanos y hermanas,testifico que somos nosotros los quefijamos el control de la temperatura.Nosotros establecemos el grado denuestra felicidad en este mundo y enel venidero. Igualmente testifico quenuestra adherencia a los manda-mientos de Dios, incluso el séptimo,se presta a que Dios coloque Sumano en la nuestra mientras fijamosel control de la temperatura; es lamano de Aquel que desea darnostodo lo que tiene (véase D. y C.84:38). En el nombre de Jesucristo.Amén. �

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“El primero y grandemandamiento”Élder Robert F. OrtonDel Quórum de los Setenta

“Dado el objetivo de nuestra existencia, si no amamos a Dios ni anuestros semejantes, todo lo demás que hagamos será de escasasconsecuencias eternas”.

La atención de la gente en todoel mundo ha estado ligada durante estas pasadas cuatro

semanas, a los premeditados, inten-cionales y destructivos actos de te-rrorismo y odio.

El odio es la antítesis del amor.Lucifer es su defensor y autor princi-pal, y lo ha sido desde que su enfoqueen el Plan de Salvación fue rechazadopor el Padre. Él fue el que ejerció suinfluencia en Judas para que entrega-ra a Jesús a los principales sacerdotespor treinta denarios de plata. Es él, elenemigo de toda rectitud y padre dela contención, el que “como león ru-giente, anda alrededor buscando aquien devorar” (1 Pedro 5:8).

Por otro lado, fue ese mismo Jesús,a quien Judas entregó a los principa-les sacerdotes, quien dijo: “Amad a

vuestros enemigos… y orad por losque os ultrajan y os persiguen” (3 Nefi 12:44; véase también Mateo5:44). Y fue Él el que abogó por lossoldados que lo crucificaron, dicien-do: “Padre, perdónalos, porque nosaben lo que hacen” (Lucas 23:34).

Durante muchos años, pensé queel amor era un atributo; pero es másque eso, es un mandamiento. En Sudiálogo con el intérprete de la ley, unfariseo, Jesús dijo: “Amarás al Señortu Dios con todo tu corazón, y contoda tu alma, y con toda tu mente.Este es el primero y grande manda-miento. Y el segundo es semejante:Amarás a tu prójimo como a timismo. De estos dos mandamientosdepende toda la ley y los profetas”(Mateo 22:37–40; véase tambiénGálatas 5:14). El presidente Hinckleyha dicho que “El amor es como la es-trella polar, que en un mundo cam-biante, es una constante. El amor esla esencia básica del Evangelio… Sinamor… queda poco o casi nada delEvangelio que pueda servirnos demodo de vida” (Teachings of Gordon B.Hinckley, 1997, págs. 319, 317). Elapóstol Juan dijo: “Dios es amor” (1 Juan 4:8); por lo tanto, de Él, quees la personificación del amor, depen-de toda la ley y los profetas.

El apóstol Pablo enseñó que la fe,que es el primer principio delEvangelio, funciona por amor (véaseGálatas 5:6). ¡Qué doctrina más va-liosa para entender! El amor es lafuerza impulsora de la fe. Al igual

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que el fuego del hogar irradia caloren una fría noche de invierno ennuestra casa, el amor a Dios y anuestros semejantes nos brinda fe,con la que cualquier cosa es posible.

La mayoría de nosotros profesaamar a Dios, pero por lo que yo heobservado, el desafío es amar a nues-tros semejantes. El término semejan-te incluye a la familia, a la gente conla que trabajamos, a los que vemosen la proximidad geográfica de nues-tro hogar y en la Iglesia, e incluso alenemigo, aun cuando no aprobemoslo que éste haga. Si no amamos atodos esos, que son nuestros herma-nos y hermanas, ¿podemos realmen-te decir que amamos a Dios? Elapóstol Juan declaró: “El que ama aDios, ame también a su hermano”, yagregó: “Si alguno dice: Yo amo aDios, y aborrece a su hermano, esmentiroso” (1 Juan 4:20–21). Portanto, el amor a Dios y a los seme-jantes deben estar inseparablementeconectados.

Nuestro progreso eterno dependeseriamente de la forma en que ama-mos. El diccionario Webster defineamor como “…interés generoso, lealy sincero por el bien de otra persona;afecto basado en la admiración, be-nevolencia o intereses comunes…”(Longman Webster English CollegeDictionary, edición para el extranje-ro). Y Moroni lo considera un sinó-nimo de las expresiones “amor purode Cristo” y “caridad” (Moroni7:47). Demostramos mejor nuestroamor a Dios al guardar Sus manda-mientos y mostramos amor a Dios y anuestros semejantes por medio deactos de servicio caritativo.

Permítanme utilizar dos ilustra-ciones. En los Alpes de Transilvana,en Rumania, un hombre, su esposa ysus dos hijos se bautizaron en laIglesia. Él llegó a ser el líder de larama; sin embargo, debido a presio-nes económicas y familiares, se inac-tivó por un tiempo. Al regresar a laactividad en la Iglesia, dijo que alsalir del agua, después del bautismo,alguien susurró a su oído “Te amo”.Nunca nadie le había dicho esoantes. El recuerdo de esa expresiónde amor y las demostraciones y ex-presiones de amor de los miembros

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Con su bastón, el presidente Hinckley se despide de la congregación en elmomento que sale del Centro de Conferencias.

de su rama, lo trajeron de regreso. Hace varios años un joven se vio

involucrado en las cosas del mundoy, por un tiempo, sus padres no tu-vieron ninguna influencia en él. Dossumos sacerdotes que eran vecinos ymiembros de su barrio, que no tení-an ningún llamamiento específico deservirle, junto a un tío y otras perso-nas, pusieron sus brazos alrededor deél y lo hermanaron, lo ayudaron aregresar a la actividad y lo alentarona prepararse para una misión. Le di-jeron que lo amaban y le demostra-ron ese amor por la forma en queactuaron con él, lo que cambió lavida del joven. Se necesita abundan-te amor y un esfuerzo cooperativopara criar a un niño.

“…Y nadie puede ayudar en [estaobra] a menos que sea humilde ylleno de amor…” (D. y C. 12:8).“Servíos por amor los unos a losotros” (Gálatas 5:13). Al igual queel servicio es una consecuencia na-tural del amor, también el amor esuna consecuencia natural del servi-cio. Esposos, presten servicio a susesposas; esposas, presten servicio asus esposos. Esposos y esposas, pres-ten servicio a sus hijos. Y a todos de-cimos: sirvan a Dios y a sussemejantes. Al hacerlo, llegaremos aamar el objeto de nuestra devocióny así seremos obedientes al primero ygrande mandamiento de amar.

Luego de Su resurrección enJerusalén, Jesús apareció a los nefitasen las Américas y después de ense-ñarles sobre el bautismo, les advirtiócontra la ira y la contención, dicién-doles: “…y no habrá disputas entrevosotros… Porque en verdad, enverdad os digo que aquel que tieneel espíritu de contención no es mío,sino es del diablo, que es el padre dela contención, y él irrita los corazo-nes de los hombres, para que con-tiendan con ira unos con otros” (3 Nefi 11:22, 29).

Hermanos y hermanas, si somosobedientes al mandamiento de amar,no habrá disputas, contenciones niodio entre nosotros. No hablaremosmal de los demás, sino que nos tra-taremos con bondad y respeto, cons-cientes de que cada uno es hijo deDios; no habrá nefitas, ni lamanitas

ni otros “itas” entre nosotros, y cadahombre, mujer y niño será justo consus semejantes.

Una mañana temprano enBucarest, mientras corría por el par-que Cismigiu, observé un viejo árbolque luchaba por dar nuevas ramas,por dar nueva vida. El símbolo de lavida es dar; damos tanto a la familia,a los amigos, a la comunidad y a laIglesia, que a veces, al igual que elviejo árbol, podemos pensar que lavida es demasiado difícil, que darconstantemente es una carga muygrande de sobrellevar. Podríamospensar que es más fácil rendirse ysólo hacer lo que hace el hombrenatural; pero no podemos ni debe-mos rendirnos. ¿Por qué? Porque de-bemos seguir dando al igual queCristo y el viejo árbol dieron.Cuando demos aunque sea un poco,

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pensemos en Él, que dio Su vidapara que viviéramos.

Cerca del final de Su vida mortal,Jesús volvió a instruir sobre la doc-trina del amor cuando enseñó a Susadherentes que Él los había amado yque ellos debían amarse mutuamen-te. “En esto conocerán todos quesois mis discípulos, si tuviereis amorlos unos con los otros” (Juan 13:35).

Llego a la conclusión de que,dado el objetivo de nuestra existen-cia, si no amamos a Dios ni a nues-tros semejantes, todo lo demás quehagamos será de escasas consecuen-cias eternas.

Testifico de la divinidad de Cristo yde la realidad de Su misión de llevar acabo la inmortalidad y la vida eternadel hombre. Que amemos como Élamó y continúa amando, ruego en elnombre de Jesucristo. Amén. �

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Nuestras accionesdan forma a nuestrocarácterÉlder Wayne S. Peterson De los Setenta

“En casi todos los incidentes que nos salen al paso, podemosdeterminar la clase de experiencia que vamos a tener por la forma en que respondamos a ellos”.

Hace muchos años, de vaca-ciones con mi familia, tuveuna experiencia que me en-

señó una gran lección. Un sábado,mi esposa y yo decidimos sacar a losniños a dar una vuelta en coche ycomprar algunas cosas. Durante elpaseo, los niños se quedaron dormi-dos y, como no queríamos despertar-los, me ofrecí para quedarme en elautomóvil mientras mi esposa corríaal supermercado.

Mientras esperaba, me fijé en elauto que se encontraba estacionadoenfrente de mí; estaba lleno deniños que me miraban. De pronto,mi mirada se encontró con la de un

pequeño de unos seis o siete años deedad. Al mirarnos, de inmediato mesacó la lengua.

Mi primera reacción fue sacarle lalengua yo también a él. Pensé: ¿Quéhe hecho para merecer esto?.Felizmente, antes de reaccionar, re-cordé el principio que había enseña-do la semana antes en la conferenciageneral el élder Marvin J. Ashton(véase Conference Report, octubrede 1970, págs. 36–38; o ImprovementEra, diciembre de 1970, págs.59–60). El élder Ashton enseñóacerca de lo importante que es ac-tuar en lugar de reaccionar ante loque nos suceda. Así que saludé al ni-ñito con la mano. Él volvió a sacar-me la lengua. Sonreí y volví a agitarla mano en gesto amistoso. Esa vez,él también me saludó con la mano.

En breve se le unieron en el entu-siasta saludo un hermanito y unahermanita. Les respondí moviendola mano de todos los modos imagi-nables hasta que se me cansó elbrazo. Entonces me afirmé en el vo-lante y seguí moviendo la mano detodas las formas que se me ocurrie-ron, esperando sin cesar que sus pa-dres volviesen pronto o que miesposa regresara en seguida.

Por fin llegaron los padres y,mientras se alejaban en el vehículo,mis nuevos amiguitos siguieron

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saludándome con la mano hasta quese perdieron de vista.

Si bien aquél fue un episodio sen-cillo, demostró que, en casi todos losincidentes que nos salen al paso, po-demos determinar la clase de experien-cia que vamos a tener por la forma enque respondamos a ellos. Me congra-tulé por haber resuelto actuar de unmodo amistoso en lugar de reaccionarante el infantil proceder de mi peque-ño amigo. Con ello me evité experi-mentar los sentimientos negativosque me hubiesen invadido si hubieraseguido mi instinto natural.

En Sus instrucciones a los nefitas,el Salvador enseñó: “Así que, cuan-tas cosas queráis que los hombres oshagan a vosotros, así haced vosotroscon ellos” (3 Nefi 14:12).

Imaginen el efecto que produciríaen el mundo el que todos practica-sen esa Regla de Oro, pero hacerloparece ser contrario a la naturalezahumana. El rey Benjamín dijo que“el hombre natural es enemigo deDios” y seguirá siéndolo “a menosque se someta al influjo del SantoEspíritu, y se despoje del hombre na-tural”, y aprenda a ser “sumiso,manso, humilde, paciente [y] llenode amor” (Mosíah 3:19).

Con el ritmo acelerado delmundo de hoy, parece aumentar latendencia de las personas a actuaren forma agresiva unas con otras.Algunas se ofenden con facilidad yreaccionan con ira a agravios realeso imaginados. Todos hemos experi-mentado el furor de automovilistas,o hemos oído de ello, y otros casosde proceder grosero e insensible.

Lamentablemente, algo de esadescortesía se lleva a nuestros hoga-res, lo cual crea desavenencias y ten-sión entre los miembros de la familia.

Puede que parezca natural pagaren la misma moneda lo que noshagan, pero no tiene que ser así. Alreflexionar en sus espantosas expe-riencias durante la guerra, ViktorFrankl dijo: “Los que hemos vividoen campos de concentración recorda-mos a los hombres que recorrían lasbarracas para dar consuelo a losdemás, ofreciéndoles su último peda-zo de pan. Si bien fueron pocos ennúmero, dieron prueba suficiente de

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Los miembros del Coro del Tabernáculo Mormón cantan durante una delas sesiones de la conferencia.

que al hombre se le puede despojarde todo, menos de una cosa, que es laúltima de las libertades humanas: lade elegir su propia actitud ante cualquiercircunstancia, elegir lo que a uno leplazca” (Man’s Search for Meaning,1985, pág. 86; cursiva agregada).

Ésa es una conducta noble y difí-cil de esperar de las personas, peroJesús no espera menos de nosotros.“Amad a vuestros enemigos”, dijo Él,y añadió: “bendecid a los que osmaldicen, haced bien a los que osaborrecen, y orad por los que os ul-trajan y os persiguen” (Mateo 5:44).

Uno de mis himnos preferidos co-rrobora esa enseñanza:

Sé prudente, oh hermano,A tu alma gobernad,No matando sus anhelos,Mas con juicio gobernad.(“Sé prudente, Oh Hermano”,

Himnos de Sión, 115)

Lo que decidimos hacer y la formaen que procedemos son lo que por úl-timo da forma a nuestro carácter.Charles A. Hall describió acertada-mente ese proceso al decir:“Sembramos pensamientos y cosecha-mos acciones; sembramos acciones ycosechamos hábitos; sembramos hábi-tos y cosechamos el carácter; sembra-mos el carácter y cosechamos nuestrodestino” (citado en The Home Book ofQuotations, citas seleccionadas porBurton Stevenson, 1934, pág. 845).

El hogar es donde nuestro proce-der es más importante. Es el lugardonde nuestras acciones ejercen elimpacto más potente, para bien opara mal. A veces en casa nos senti-mos tan a nuestras anchas que ya nocuidamos lo que decimos. Olvidamosla sencilla urbanidad. Si no estamosen guardia, podemos caer en el hábi-to de criticarnos unos a otros, detener arrebatos de mal genio y com-portarnos con egoísmo. Por motivode que nos aman, nuestros cónyugesy nuestros hijos nos perdonan, perosuelen conllevar en silencio heridasocultas y sufrimientos no expresados.

Hay muchos hogares en los quelos hijos tienen miedo a sus padres yen los que la esposa tiene miedo almarido. Nuestros líderes nos han

recordado que “el padre debe presi-dir sobre la familia con amor y recti-tud”, y han advertido que “ laspersonas… que abusan de su cónyu-ge o de sus hijos… un día deberánresponder ante Dios” (“La Familia:Una proclamación para el mundo”,Liahona, octubre de 1998, pág. 24).El adversario sabe que si logra fo-mentar en el hogar una atmósfera decontención, de conflicto y de temor,el Espíritu es ofendido y los lazos quedeben unir a la familia se debilitan.

El Señor resucitado dijo: “Porqueen verdad, en verdad os digo queaquel que tiene el espíritu de con-tención no es mío, sino es del diablo,que es el padre de la contención, yél irrita los corazones de los hom-bres, para que contiendan con iraunos con otros” (3 Nefi 11:29).

Cuando sentimos enojo o conten-ción en el hogar, debemos reconocerde inmediato qué poder ha hechopresa de nuestras vidas y qué se estáesforzando Satanás por lograr.Salomón nos dio esta sabia fórmula:“La blanda respuesta quita la ira;mas la palabra áspera hace subir elfuror” (Proverbios 15:1).

Nuestro hogar debe ser idealmen-te un refugio donde cada uno de susintegrantes se sienta seguro, amado yprotegido de las críticas duras y de lacontención con que solemos encon-trarnos tan a menudo en el mundo.

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Cristo nos dio el ejemplo perfectodel conservar el dominio emocionalen toda situación. Cuando le llevaronante Caifás y ante Pilato, le golpearonel rostro, escupieron sobre Él y se bur-laron de Él los que le atormentaban(véase Mateo 26; Lucas 23). La granparadoja fue que degradaron a suCreador, que padeció por amor a ellos.

En medio de aquel injusto mal-trato, Jesús mantuvo la compostura,negándose a hacer comentario algu-no. Aun en la cruz, en medio de Supadecimiento indescriptible, suplicó:“Padre, perdónalos, porque no sabenlo que hacen” (Lucas 23:34).

Él espera lo mismo de nosotros. Alos que le seguían, Él dijo: “En estoconocerán todos que sois mis discí-pulos, si tuviereis amor los unos conlos otros” (Juan 13:35).

Ruego que evidenciemos nuestracalidad de discípulos del Señor alfortalecer nuestros hogares con ex-presiones bondadosas y llenas deamor, que recordemos que “la blan-da respuesta quita la ira”, y que nosesforcemos en nuestro tratamientomutuo por dar forma a un carácterque reciba la aprobación del Señor.

Jesucristo es el ejemplo perfecto.Él es nuestro Salvador y nuestroRedentor. ¡Doy testimonio de Él!Hoy en día somos guiados por unprofeta viviente. En el nombre deJesucristo. Amén. �

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Cuídense demurmurarÉlder H. Ross WorkmanDe los Setenta

“La obediencia es esencial para comprender las bendiciones del Señor”.

Cuando era misionero, micompañero y yo testificába-mos que Dios habla hoy en

día por medio de profetas. Un hom-bre preguntó: “¿Y qué es lo que suprofeta dijo esta semana?”. Al esfor-zarme por recordar el mensaje delprofeta en el ejemplar deImprovement Era más reciente, la re-vista más importante de la Iglesia enese entonces, llegué a entender demanera especial la importancia deconocer y obedecer las enseñanzasdel profeta viviente.

Hoy, espero persuadirlos a seguira los profetas vivientes y advertirlessobre el engaño que ha creado el ad-versario para evitar que los sigan.Las Escrituras se refieren a ese enga-ño como “murmuración”.

El Salvador enseñó una parábolapara advertirnos sobre el traicionero

camino a la desobediencia pormedio de la “murmuración”. En laparábola aprendemos sobre un nobleque tenía un terreno muy escogido;él les dijo a sus siervos que plantarandoce olivos y construyeran una torrepara vigilar el olivar. El objetivo dela torre era permitir que un vigía sequedara allí para advertir la venidadel enemigo y así el olivar estaríaprotegido.

Pero los siervos no construyeronla torre y el enemigo llegó y destruyólos olivos; la desobediencia de lossiervos fue la causa del desastre en elolivar (véase D. y C. 101:43–62).

¿Por qué los siervos fracasaron enla edificación de la torre? La semilladel desastre se sembró en la murmu-ración.

De acuerdo con la parábola delSeñor, la murmuración consiste entres etapas, cada una derivando enla siguiente, en un camino descen-diente a la desobediencia.

Primero, los siervos empezaron acuestionar. Consideraron que podíanejercer su propio juicio con respectoa la instrucción que les había dadoel amo. “¿Qué necesidad tiene miseñor de esta torre, siendo ésta unaépoca de paz?”, cuestionaron (D. y C. 101:48). Primero se cuestio-naron en su propia mente y despuésplantaron ese cuestionamiento en lamente de los demás. Lo primero fueel cuestionar.

Segundo, empezaron a racionali-zar y a excusarse para no hacer loque se les había instruido. Dijeron:

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“¿No se pudiera dar este dinero a loscambistas? Pues no hay necesidad deestas cosas” (D. y C. 101:49). De esemodo, excusaron su desobediencia.

El tercer paso siguió inevitable-mente: pereza en seguir el manda-miento del Maestro. La paráboladice: “…se volvieron muy perezososy no hicieron caso de los manda-mientos de su señor” (D. y C.101:50). Así, se estableció el escena-rio para el desastre.

Dios ha bendecido a Sus hijos conprofetas para instruirlos en Sus cami-nos y prepararlos para la vida eterna.Los hombres no entienden fácilmen-te los caminos de Dios: “Porque mispensamientos no son vuestros pensa-mientos, ni vuestros caminos mis ca-minos, dijo Jehová” (Isaías 55:8). Laobediencia es esencial para compren-der las bendiciones del Señor, auncuando no se entienda el objetivodel mandamiento.

El adversario susurra invitacionesengañosas para murmurar y as í destruir el poder que proviene de laobediencia. El modelo de la murmu-ración se ve claramente en el si-guiente relato sobre los hijos deIsrael:

El Señor prometió a los hijos deIsrael que enviaría un ángel y expul-saría a los cananeos para que Israelpudiera heredar una tierra de leche ymiel (véase Éxodo 33:1–3). Cuandolos israelitas llegaron a las fronterasde Canaán, Moisés envió espías a esatierra y, al regresar, éstos informaronque los ejércitos de Canaán eranfuertes y se aventuraron a decir queCanaán era más fuerte que Israel.Entonces comenzó la murmuración.

Cuestionaron los mandamientosdados a través de Moisés, su profetaviviente. Esparcieron su cuestiona-miento a los demás. ¿Cómo podía de-rrotar Israel a los gigantes de Canaáncuando los hijos de Israel se veían a símismos, en comparación, como lan-gostas? (véase Números 13:31–33).

El cuestionamiento se tornó en ra-cionalización y excusas. Dijerontemer por sus esposas e hijos. “¿Nonos sería mejor volvernos a Egipto?”,exclamaron (véase Números 14:2–3).

La murmuración se volvió deso-bediencia cuando Israel procuró

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Los poseedores del sacerdocio llegan a la sesión del sacerdocio el sábado por la tarde.

designar un capitán que los llevarade regreso a Egipto (véase Números14:4).

Simplemente rehusaron seguir alprofeta viviente. Por sus murmura-ciones, el Señor quitó la bendiciónprometida a los hijos de Israel, deque Él destruiría a los cananeos y lesdaría su tierra prometida. En lugarde ello, envió a Israel al desierto aerrar durante cuarenta años.

El modelo familiar de la murmu-ración se ve nuevamente en la fami-lia de Lehi.

Cuando el profeta Lehi envió asus hijos a Jerusalén a obtener lasplanchas de bronce, éstos encontra-ron mucha oposición. Primero,Lamán fue expulsado de la casa deLabán por meramente pedir las plan-chas. Después que los hijos de Lehiofrecieron pagarlas con oro y plata,Labán procuró matarlos y confiscó lapropiedad de ellos. Los hermanos seresguardaron en la cavidad de unaroca para evaluar la situación.

Lamán y Lemuel murmuraron, loque empezó, como siempre, con uncuestionamiento: “¿Cómo es posibleque el Señor entregue a Labán ennuestras manos?”, dijeron (1 Nefi3:31).

Luego, las excusas: “He aquí, es unhombre poderoso, y puede mandar

a cincuenta, sí, y aun puede matar acincuenta; luego, ¿por qué no a no-sotros?” (1 Nefi 3:31).

Finalmente, fueron perezosos.Llenos de ira, resentimiento y excu-sas, Lamán y Lemuel esperaron enlos muros de Jerusalén mientras elfiel Nefi cumplía la obra del Señor(véase 1 Nefi 4:3–5).

El Señor ha hablado en contra deesta actitud en nuestro día: “Mas elque no hace nada hasta que se lemande, y recibe un mandamientocon corazón dudoso, y lo cumple de-sidiosamente, ya es condenado” (D. y C. 58:29).

Al levantar nuestra mano, hemossostenido a nuestros profetas vivien-tes. Nos regocijamos en el privilegiode escuchar la palabra de Dios revela-da en nuestro día por nuestros profe-tas vivientes. ¿Qué hacemos cuandolos escuchamos? ¿Seguimos con exac-titud las instrucciones de nuestrosprofetas vivientes o murmuramos?

¿Es más fácil seguir al profeta vi-viente en nuestra época que en losdías de Moisés o Nefi? ¿No murmu-rarían acaso hoy día aquellos quemurmuraron contra Moisés y Nefi?Se puede hacer la misma preguntarevirtiéndola. Aquellos que murmu-ran en la actualidad también habríanmurmurado como lo hicieron Lamán

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y Lemuel o los hijos de Israel en contra del profeta de sus días, con lasmismas consecuencias desastrosas.

Incluso las instrucciones más sim-ples pueden poner de manifiesto latendencia a murmurar. Una vez asis-tí a una reunión donde la autoridadque presidía invitó a los miembrosde la congregación a sentarse másadelante en la sala. Algunos lo hi-cieron; la mayoría no. ¿Por qué?

Estoy seguro de que había aque-llos que cuestionaban por qué debe-rían dejar su comodidad. “¿Por quéyo?” Sin duda, esa pregunta fue se-guida pronto de una excusa o una ra-cionalización del por qué noimportaba cambiar o no de asiento.Creo que siguió algo de irritaciónhacia la autoridad presidente porhaber hecho tal solicitud. El últimopaso, que fue obvio para todos losque observaban, fue la pereza evi-denciada en la respuesta: muy pocosse cambiaron de asiento. ¿Fue esoalgo pequeño? Sí; pero reflejó unagran y profunda falta de voluntad deobedecer; reflejó un espíritu de deso-bediencia, y eso no es algo pequeño.

Hace poco estuve en una reuniónde la Iglesia en África Occidental enla que un líder del sacerdocio invitó alos hermanos a que pasaran a ocuparlas tres primeras filas de la capilla.

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El poder de un firmetestimonioÉlder Richard G. ScottDel Quórum de los Doce Apóstoles

“Tu seguridad personal y tu felicidad dependen de la fortaleza de tu testimonio, ya que éste guiará tus acciones en tiempos deprueba o incertidumbre”.

Cada hombre se levantó de inmedia-to y se sentó de acuerdo con las ins-trucciones. ¿Fue algo pequeño? Sí;pero reflejó la voluntad de obedecery eso no es algo pequeño.

Les invito a centrarse en los man-damientos de los profetas vivientesque les incomoden más. ¿Cuestionansi el mandamiento se aplica a ustedeso no? ¿Encuentran “excusas” conve-nientes de por qué no pueden cum-plir con ese mandamiento ahora? ¿Sesienten frustrados o irritados con losque les recuerdan esos mandamien-tos? ¿Son perezosos en cumplirlos?Cuídense de los engaños del adversa-rio. Cuídense de la murmuración.

Un padre afortunado experimentaese gozo especial que emana de suhijo dispuesto a obedecer. ¿No es lomismo con Dios?

En una pequeña escala puedo en-tender cuánto gozo debe de sentir elSeñor cuando sus siervos obedecensin murmurar. Hace poco mi queridaesposa y yo participamos en una reu-nión durante la cual se nos explicarí-an nuestras responsabilidades. Almomento, no teníamos idea de cuál odónde sería nuestra asignación paraservir. A mí se me había dicho en pri-vado que seríamos llamados a ÁfricaOccidental. Yo estaba sorprendido yalegre con la asignación, pero enton-ces pensé en los pensamientos queinevitablemente surgirían en la mentede mi compañera de casi 39 años.¿Cómo recibiría la asignación? Sabíaque aceptaría ir. En todos nuestrosaños juntos jamás había rechazado unllamamiento del Señor pero, ¿cuálesserían los sentimientos de su corazón?

Al sentarme junto a ella, se diocuenta por mi mirada que yo sabíanuestra asignación y me dijo, “Ybien, ¿adónde vamos?”, y contestésencillamente: “África”. Sus ojos bri-llaron y alegremente dijo: “¿No esmaravilloso?”. Mi gozo fue total.

Así se debe sentir también nues-tro Padre Celestial cuando seguimosa los profetas vivientes con corazo-nes dispuestos. Testifico queJesucristo vive y que Él habla a losprofetas en nuestra época. Que siga-mos a nuestros profetas vivientes sinmurmurar, es mi ruego en el nombrede Jesucristo. Amén. �

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n este mundo incierto, haycosas que nunca cambian: elamor perfecto de nuestro

Padre Celestial por cada uno de no-sotros; la seguridad de que Él existey que nos escuchará siempre; la exis-tencia de las verdades absolutas einalterables; el hecho de que hay unplan de felicidad; la seguridad deque el éxito en la vida se obtiene pormedio de la fe en Jesucristo y la obe-diencia a Sus enseñanzas, en virtuddel poder redentor de Su expiación;la certeza de la vida después de lamuerte; la realidad de que la condi-ción que tengamos allá la establecela forma en que vivamos aquí. Elque alguien acepte o no esas verda-des, no altera su realidad. Estas ver-dades constituyen el cimientoesencial de un testimonio viviente.

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Un firme testimonio es el cimientoinquebrantable de una vida segura ysignificativa donde la paz, la con-fianza, la felicidad y el amor puedenflorecer. Está cimentado en la con-vicción de que un Dios, que todo losabe, está al frente de Su obra. Él nofracasará. Él cumplirá Sus promesas.

Un firme testimonio es el podersustentador de una vida de éxito.Está centrado en una comprensiónde los divinos atributos de Dios,nuestro Padre, de Jesucristo y delEspíritu Santo; y se afirma por mediode una confianza voluntaria en Ellos.Un testimonio poderoso se funda enla seguridad personal de que elEspíritu Santo puede guiar e inspirarpara bien nuestros hechos diarios.

Un testimonio se fortalece me-diante impresiones espirituales queratifican la validez de una enseñanza,de un hecho recto o de la adverten-cia de un peligro eminente. Con fre-cuencia, esa guía va acompañada deemociones poderosas que dificultanel habla y llenan los ojos de lágrimas.Pero un testimonio no es emoción, esla esencia misma del carácter entre-tejido con hebras que han resultadode incontables decisiones correctas.Esas elecciones se han hecho tenien-do fe segura en las cosas que se creeny que, al menos al principio, no seven1. Un firme testimonio brindapaz, consuelo y seguridad; genera laconvicción de que, a medida que seobedecen las enseñanzas delSalvador de manera constante, la

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vida será hermosa, el futuro sólido ytendremos la capacidad para vencerlas dificultades que atraviesen nues-tro camino. Un testimonio crece dela comprensión de la verdad que des-tila de la oración y de la meditaciónde la doctrina de las Escrituras. Senutre al vivir esas verdades, con fe yla segura confianza de que se logra-rán los resultados prometidos.

Un testimonio firme ha sostenido alos profetas a través de las épocas y losha fortalecido para que actúen convalentía y determinación en tiemposdifíciles. Un testimonio poderosopuede hacer lo mismo por ti. Al forta-lecer tu testimonio personal, tendráspoder para hacer las elecciones co-rrectas, a fin de permanecer inmuta-ble ante las presiones de un mundocada vez más despiadado. Tu seguri-dad personal y tu felicidad dependende la fortaleza de tu testimonio, yaque éste guiará tus acciones en tiem-pos de prueba o incertidumbre.

Haz una franca evaluación de tuvida personal. ¿Cuán firme es tu tes-timonio? ¿Es en verdad un poder sus-tentador en tu vida? o ¿es más comouna esperanza de que lo que hasaprendido es verdadero? ¿Se parecemás a una creencia vaga de que los

conceptos y las pautas de la vida quevalen la pena parecen ser razonablesy lógicos? Esa aceptación mental note será de ayuda cuando tengas queafrontar los serios desafíos que inevi-tablemente se te presentarán. ¿Teguía tu testimonio a tomar decisionescorrectas? Para que así sea, las verda-des fundamentales deben convertirseen parte esencial de cada fibra de tucarácter. Deben ser una parte esen-cial de tu ser, más preciada aún quela vida misma. Si una evaluaciónhonrada de tu testimonio te confirmaque no es tan firme como debiera ser,¿cómo puedes fortalecerlo?

Tu testimonio se fortalecerá a me-dida que ejerzas fe en Jesucristo, enSus enseñanzas y en Su poder ilimi-tado para realizar lo que Él ha pro-metido2. Las palabras claves son“ejerzas fe”. La fe verdadera tiene unpoder enorme pero, existen princi-pios que debemos seguir para desatarese poder. Moroni enseñó: “la fe eslas cosas que se esperan y no se ven;por tanto, no contendáis porque noveis, porque no recibís ningún testi-monio sino hasta después de la pruebade vuestra fe”3. Eso significa quedebes poner en práctica la verdad oel principio en el cual tienes fe. Al

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vivirlo de forma constante, recibirásun testimonio de su veracidad pormedio del Espíritu Santo. Por lo ge-neral, es un sentimiento de paz; po-dría ser una emoción interior; sepodría manifestar mediante la reve-lación de otras verdades. Si buscascon paciencia una confirmación, larecibirás. Reconoce que el Señor tedará la capacidad para comprender yprobar, por medio de la experienciapersonal, la veracidad de Sus ense-ñanzas. Él te confirmará la certeza deque cuando Sus leyes se obedezcancon buena voluntad y constancia, losresultados serán los prometidos.

Un testimonio poderoso brota detranquilos momentos de oración ymeditación, al reconocer las impre-siones que acompañan dicho esfuer-zo. La oración humilde y confiabletrae consigo consuelo, solaz, direc-ción y paz, algo que los indignosnunca conocerán.

Algunas verdades relacionadascon la oración pueden ayudarte. ElSeñor escuchará tus oraciones entiempos de necesidad e invariable-mente las contestará. Sin embargo,Su contestación por lo general no la recibirás mientras te encuentresde rodillas orando, a pesar de que

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supliques recibir una respuesta in-mediata. Existe un modelo quedebes seguir. Se te pide que busquesuna respuesta a tus oraciones y des-pués confirmes que es correcta4.Obedece Su consejo de “estudiarloen tu mente”5. Muchas veces pensa-rás en una solución; entonces, buscaconfirmación de que la respuesta escorrecta. Esa ayuda se puede recibirpor medio de la oración y la medita-ción de las Escrituras, en ocasionespor medio de la intervención deotros6, o por tu propia habilidad, me-diante la guía del Espíritu Santo.

A veces el Señor deseará que ac-túes con confianza antes de que re-cibas una respuesta confirmativa.Sus respuestas se reciben por lo ge-neral como envíos de ayuda. Al se-guir cada uno de ellos con fe, se

unirán para darte la respuesta com-pleta. Ese modelo requiere el ejerci-cio de la fe. Aunque a veces es muydifícil, da como resultado un signifi-cativo progreso personal. En ocasio-nes, el Señor te dará una respuestaantes de que la pidas. Eso ocurrecuando no eres consciente de un pe-ligro o cuando haces algo que noestá bien, pensando que es correcto.

Alma demostró cómo el ayuno yla oración pueden fortalecer tu testi-monio. Él declaró:

“…os testifico que yo sé que estascosas de que he hablado son verda-deras. Y ¿cómo suponéis que yo séde su certeza?

“He aquí, he ayunado y orado mu-chos días para poder saber estas cosaspor mí mismo. Y ahora sé por mímismo que son verdaderas; porque el

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Señor Dios me las ha manifestadopor su Santo Espíritu…”7.

Por medio de este ejemplo perso-nal, el presidente Romney enseñó encuanto al poder fortalecedor de lasEscrituras en lo que respecta al testi-monio:

“Les exhorto a que se familiaricencon [el Libro de Mormón]. Léanlo asus hijos; ellos no son demasiado pe-queños para entenderlo. Recuerdoque lo estaba leyendo con uno demis hijos cuando él era muy peque-ño… Yo me acostaba en la litera deabajo y él en la de arriba. Nos turná-bamos para leer en voz alta los pá-rrafos de esos últimos tresmaravillosos capítulos de 2 Nefi. Oíque se le quebraba la voz y penséque tenía un resfrío… Al terminar,dijo: ‘Papá, ¿lloras alguna vez al leerel Libro de Mormón?’

“‘Sí, hijito… a veces el Espíritudel Señor testifica de tal manera ami corazón que el Libro de Mormónes verdadero que me hace llorar’.

“Papá, eso mismo me ha sucedidoesta noche’”8.

Tu testimonio se fortalecerá me-diante la obediencia voluntaria a laley de los diezmos y por las ofrendasde ayuno, y el Señor te bendeciráabundantemente. Al fortalecerse tutestimonio, Satanás tratará con másahínco de tentarte. Resiste sus em-peños; te volverás más fuerte y la in-fluencia que tenga en ti sedebilitará9. El aumento de la influen-cia de Satanás en el mundo se per-mite con el fin de crear un ambienteen el cual seamos probados. Aunqueél cause estragos y confusión hoydía, el destino final de Satanásquedó establecido por Jesucristo,merced a Su expiación y resurrec-ción. Él no triunfará.

Aun ahora, Satanás debe actuardentro de los límites establecidospor el Señor. Él no puede quitar nin-guna bendición que se haya logrado,ni puede alterar el carácter que seha formado entretejiendo decisionescorrectas. Él no tiene poder paradestruir los lazos eternos hechos enun santo templo entre marido,mujer e hijos. Él no puede apagar lafe verdadera; no puede quitarte tutestimonio. Es verdad que esas cosas

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NOTAS1. Véase Éter 12:6; Hebreos 11:1.2. Véase Alma 26:22; D. y C. 3:1–10;

D. y C. 82:10.3. Éter 12:6, cursiva agregada.4. Véase D. y C. 6:23, 36; 8:2–3, 10; 9:9.5. D. y C. 9:8.6. Véase The Teachings of Spencer W.

Kimball; editado por Edward L. Kimball,1982, pág. 252.

7. Alma 5:45–46.8. Véase J. Richard Clarke,

“Escudriñad las Escrituras”, Liahona, enero de 1983, pág. 22.

9. Véase David O. McKay, “Let VirtueGarnish Thy Thoughts,” Improvement Era,junio de 1969; pág. 28.

10. Véase David O. McKay, “TheTimes Call for Courageous Youth and TrueManhood,” Improvement Era, junio de1969; pág. 117.

11. Véase D. y C. 43:16.

se pueden perder si se sucumbe a sustentaciones; pero él no tiene poderpara destruirlas.

Esas y otras verdades son ciertas;sin embargo, tu convicción de sucerteza debe provenir de tu com-prensión de la verdad, de tu aplica-ción de la ley divina y de tudisposición para buscar el testimonioratificador del Espíritu. Tu testimo-nio puede comenzar con el recono-cimiento de que las enseñanzas delSeñor parecen razonables, pero debecrecer por medio de la práctica deesas leyes. Entonces, tu propia expe-riencia te atestiguará de su validez yse producirán los resultados prome-tidos. Esa confirmación no se recibi-rá en su totalidad a la vez. Un firmetestimonio se recibe línea por línea,precepto por precepto; requiere fe,tiempo, obediencia constante y lavoluntad de sacrificar.

Un firme testimonio no se puedeedificar sobre un cimiento débil; poreso, no pretendas creer en algo de locual no estés seguro. Busca recibiruna confirmación ratificadora.Esfuérzate en ferviente oración, vi-viendo rectamente, y pide una con-firmación espiritual. Lo bello de lasenseñanzas del Señor es que sonverdaderas y que puedes confirmar-las por ti mismo. Desarrolla tu sus-ceptibilidad espiritual estandosiempre alerta a la guía que se recibepor medio de esa voz apacible y deli-cada del Espíritu. Permite que tuPadre Celestial conozca tus senti-mientos, tus necesidades, tus preo-cupaciones, tus esperanzas yaspiraciones. Dirígete a Él con totalconfianza, sabiendo que te escucha yte contesta. Después sigue con pa-ciencia tu vida haciendo aquello quesabes es correcto, andando con esaconfianza nacida de la fe y la recti-tud, esperando pacientemente larespuesta que vendrá de la manera yen el momento en que el Señor con-sidere más apropiado10.

¿Por qué pudo hacer José Smithaquello que estaba más allá de su ca-pacidad personal? Lo hizo en virtudde su poderoso testimonio, el cualtuvo que ver con su obediencia, su feen el Maestro y su inquebrantabledeterminación de hacer Su voluntad.

Testifico que a medida que se forta-lezca tu testimonio, podrás gozar deinspiración, cuando la necesites y lamerezcas, a fin de saber lo que ha-brás de hacer y, cuando sea necesa-rio, tengas el poder o la capacidaddivinos para lograrlo11. José Smithperfeccionó la facultad de seguir laguía del Señor al llevar a la prácticala disciplina personal; no permitióque sus propios deseos, convenien-cia o las persuasiones de los hombresinterfirieran con esa sumisión. Siguesu ejemplo.

Para obtener paz y seguridad per-durables, en algún momento de tuvida, en instantes de quieta refle-xión, debes llegar a saber con seguri-dad que hay un Dios en los cielosque te ama; que Él está al mando yte ayudará. Esa convicción es la mé-dula de un firme testimonio.

Dentro de unos momentos, elpresidente Gordon B. Hinckley impartirá el mensaje final de estaconferencia. Esta mañana lo escu-chamos, como profeta del Señor, im-partir consejos serios pero a la veztranquilizadores en cuanto a los de-safíos que enfrentamos. Nos suplicóque oráramos con humildad a nues-tro Padre Celestial para recibir guíay fortaleza para combatir el mal.Nuestra seguridad se encuentra enÉl y en Su Amado Hijo Jesucristo.Sé que el Salvador te ama. Él ratifi-cará tus esfuerzos para fortalecer tu

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testimonio a fin de que se conviertaen un poder consumado para bienen tu vida, un poder que te dará sus-tento en todos los tiempos de nece-sidad y te dará paz y seguridad enestos tiempos de incertidumbre.

Como uno de Sus apóstoles auto-rizado para dar testimonio de Él, tes-tifico solemnemente que sé que elSalvador vive, que Él es un personajeresucitado y glorificado de amor per-fecto Él es nuestra esperanza, nues-tro. Mediador, nuestro Redentor. Enel nombre de Jesucristo. Amén. �

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“Para siempre Diosesté con vos”Presidente Gordon B. Hinckley

“Nuestra seguridad yace en la virtud de nuestras vidas. Nuestrafortaleza yace en nuestra rectitud. Dios ha indicado claramenteque si no le abandonamos a Él, Él no nos abandonará anosotros”.

Mis queridos hermanos yhermanas, ha sido un pla-cer tener con nosotros

ayer y hoy a la hermana Inis Hunter,viuda del presidente Howard W.Hunter. Agradecemos muchísimo supresencia.

Hemos llegado al término deesta gran conferencia. El coro can-tará “Para siempre Dios esté convos” (Himnos, Nº 89). Me sientoagradecido por ese himno, quedice:

Para siempre Dios esté con vos;con Su voz Él os sostenga;con Su pueblo os mantenga.

Cuando el temor os venga,en Sus brazos Él os tenga.

Que os guíe Su bandera;Que la muerte no os hiera.Para siempre Dios esté con vos.

He cantado ese himno en inglésmientras los demás lo cantaban envarios otros idiomas. He cantado envoz alta esa bella y sencilla letra enocasiones memorables en todos loscontinentes de la tierra. La he canta-do en la despedida de misioneros conlágrimas en los ojos. La he cantadocon hombres vestidos para la batalladurante la guerra de Vietnam. Enmiles de lugares y en diversas circuns-tancias a lo largo de casi innumera-bles años, he cantado en voz alta esaletra de despedida con muchas otraspersonas que se aman unas a otras.

No nos conocíamos cuando nosreunimos. Éramos hermanos y her-manas cuando nos despedimos.

La sencilla letra de ese himno hasido una oración elevada al tronodel cielo de labios de los unos por losotros.

Y con ese espíritu, nos despedi-mos al terminar lo que ha sido unaconferencia de lo más notable e his-tórica.

Espero que, al haber oído hablara los hermanos y a las hermanas,nuestros corazones se hayan conmo-vido y nuestras resoluciones sehayan intensificado. Confío en quetodo hombre casado se haya dicho:“Seré más bondadoso y generosocon mi compañera y con mis hijos.

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Controlaré mi mal genio”. Esperoque la bondad reemplace a la durezaen nuestras conversaciones.

Espero que toda esposa piense ensu marido como en su querido com-pañero, la estrella de su vida, suapoyo, su protector, su compañerocon quien anda de la mano “en yugoigual”. Espero que considere a sushijos como hijos e hijas de Dios ycomo la aportación más importanteque ella ha hecho al mundo, que sumayor interés se cifre en los logros desus hijos y que los considere a ellosmás valiosos que cualquier otra cosaque tenga o que podría desear tener.

Espero que los niños y las niñassalgan de esta conferencia con unmayor aprecio por sus padres, conun amor más ferviente en sus cora-zones por los que los han traído almundo, por los que más los quiereny se preocupan más por ellos.

Espero que el ruido de nuestroshogares disminuya unos cuantos de-cibelios, que nuestras voces sean mástenues y que nos hablemos el uno alotro con mayor aprecio y respeto.

Espero que todos los que somosmiembros de esta Iglesia seamos abso-lutamente leales a la Iglesia. La Iglesianecesita su apoyo leal y ustedes nece-sitan el apoyo leal de la Iglesia.

Confío en que la oración cobrerenovado brillo en nuestras vidas.Ninguno de nosotros sabe lo que nostraerá el mañana. Podemos especu-lar, pero no sabemos. La enfermedadpodría sobrevenirnos. La desgraciapodría salirnos al paso. Los temorespodrían afligirnos. La muerte podríaponer su fría y solemne mano sobrenosotros o sobre un ser querido.

Sea lo que fuere que nos suceda,ruego que la fe, inmutable y firme,brille sobre nosotros como la estrellapolar.

Ahora, en el día de hoy, nosvemos ante problemas particulares,graves, arrolladores, difíciles y quenos producen honda preocupación.Sin duda, tenemos necesidad delSeñor.

Cuando fui a casa a almorzar, en-cendí el televisor, vi las noticias du-rante un momento y parafraseé enmi mente las palabras del salmo:“¿Por qué se amotinan las gentes y

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las naciones?” (véase Salmos 2:1).He vivido durante todas las guerrasdel siglo XX. Mi hermano mayorestá sepultado en la tierra deFrancia, víctima de la PrimeraGuerra Mundial. He vivido durantela Segunda Guerra Mundial, la gue-rra de Corea, la guerra de Vietnam,la guerra del Golfo y conflictos béli-cos menores. Hemos sido gentesmuy pendencieras y difíciles ennuestros conflictos de los unos conlos otros. Por tanto, debemos volver-nos al Señor y acudir a Él. Pienso enlas magnas palabras de Kipling:

Allá, muy lejos, nuestras armadasse van a desvanecer.

En dunas y cabos cae el fuego de losdisparos.

¡Ah, toda nuestra pompa de ayercomo Nínive y Tiro se ha tornado!Juez de las naciones, ¡líbranos del

mal,para que nunca jamás lleguemos a

olvidar!(Rudyard Kipling, “Recessional”,

en Masterpieces of Religious Verse,editado por James Dalton Morrison,1948, pág. 512. Traducción).

Nuestra seguridad yace en la vir-tud de nuestras vidas. Nuestra forta-leza yace en nuestra rectitud. Diosha indicado claramente que si no leabandonamos a Él, Él no nos aban-donará a nosotros. Él, que guarda aIsrael, no se adormece ni duerme(véase Salmos 121:4).

Ahora, al terminar esta conferen-cia, aunque se ofrecerá una últimaoración, quisiera elevar una breveplegaria en medio de las circunstan-cias en que nos hallamos:

Oh Dios, nuestro Padre Eterno,Tú, gran Juez de las naciones, Tú,que eres el gobernador del universo,Tú, que eres nuestro Padre y nuestroDios, cuyos hijos somos, acudimos aTi con fe en esta aciaga y solemneocasión. Por favor, amado Padre,bendícenos con fe, bendícenos conamor, bendícenos con caridad ennuestros corazones. Bendícenos conel espíritu de perseverancia a fin dearrancar de raíz las maldades atrocesque hay en este mundo. Brinda pro-tección y guía a los que participan

activamente en la batalla.Bendícelos; protégeles la vida; guár-dalos del mal y de la maldad. Oyelas oraciones de sus seres queridospor su seguridad. Rogamos por lasgrandes democracias de la tierra, lascuales Tú has amparado en la crea-ción de sus gobiernos, donde impe-ran la paz, la libertad y losprocedimientos democráticos.

Oh, Padre, considera con miseri-cordia ésta, nuestra propia nación, ysus amigos, en estos momentos denecesidad. Compadécete de noso-tros y ayúdanos a andar siempre confe en Ti y siempre con fe en Tu Hijo

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Amado, con cuya misericordia con-tamos y a quien consideramos nues-tro Salvador y nuestro Señor.Bendice la causa de la paz y devuél-venosla pronto, Te suplicamos hu-mildemente, implorándote queperdones nuestra arrogancia, quepases por alto nuestros pecados, queseas bondadoso y misericordioso connosotros, y que hagas que nuestroscorazones se vuelvan con amorhacia Ti. Te rogamos todo esto conhumildad en el nombre de Él, quenos ama a todos, sí, el SeñorJesucristo, nuestro Redentor y nues-tro Salvador. Amén. �

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Constantes einmutablesMary Ellen SmootPresidenta General de la Sociedad de Socorro

“No podemos abandonar nuestra fe en cuanto aparezcan lasdificultades. No nos volveremos, no retrocederemos y no nosdesanimaremos”.

Reunión General de la Sociedad de Socorro29 de septiembre de 2001

Algunas personas y aconteci-mientos pasan por nuestravida, dejan huella en nues-

tro corazón y ya no seguimos siendolas mismas.

Esta noche, como presidencia, ro-gamos que las palabras que se pro-nuncien dejen huella en nuestroscorazones y que nos mantengan fir-mes, constantes e inmutables comohijas de Dios.

Al viajar por el mundo, las fieleshermanas de la Sociedad de Socorrohan dejado huella en mi corazón.He presenciado sus dedicados es-fuerzos por ayudarse unas a otrastanto aquí como en todo el mundo.Nunca volveré a ser la misma.

Les ruego que oren por mí mien-tras les diga unas pocas cosas que es-pero penetren en sus corazones y lasacerquen más a nuestro Salvador yRedentor.

Escogemos ser constantes e in-mutables en nuestra fe a causa de laspromesas de gloria eterna, aumentoeterno y la continuación de las rela-ciones familiares en el reino celes-tial. Amamos a nuestros familiares ysabemos que nuestro mayor gozo ypaz proceden de ver a cada miembrode la familia hacer frente a las prue-bas de la vida y escoger hacer lo co-rrecto para vencer al mundo.

De vez en cuando tomo entre mismanos el rostro de alguno de mishijos o nietos cuando veo que estánhaciendo algo que les hará daño acorto o a largo plazo. Los miro fija-mente a los ojos y les explico condetenimiento cuánto se les quiere yse les aprecia; y a continuación lesdescribo el daño que puede despren-derse de las decisiones que han to-mado.

Imagino al Salvador tomandonuestra faz entre Sus manos y supli-cando a cada una que permanezcaconstante, inmutable y fiel al Diosque nos ha creado.

Hermanas, desearía poder tomarsus rostros entre mis manos, mirarlasfijamente a los ojos y transmitirlesuna visión clara de su importante

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función como amadas hijas de Dios,cuyas “[vidas tienen] significado,propósito y dirección”. Somos muje-res que “incrementamos nuestro tes-timonio de Jesucristo por medio dela oración y del estudio de lasEscrituras”, que “procuramos adqui-rir fortaleza espiritual al seguir lossusurros del Espíritu Santo”.“Estamos consagradas al fortaleci-miento del matrimonio, de la familiay del hogar y consideramos que esnoble ser madre y que es un gozo sermujer”1. Somos mujeres de la orga-nización de la Sociedad de Socorrode La Iglesia de Jesucristo de losSantos de los Últimos Días.

Antes de nacer en esta vida viví-amos juntas en presencia de unamoroso Padre Celestial. Me imagi-no que uno de nuestros temas prefe-ridos de conversación era quésucedería cuando pasáramos el veloy llegásemos a la existencia terrenal.

Ahora estamos aquí. Aunque senos instruyó con respecto a las difi-cultades que encontraríamos en latierra, no creo que lo entendiéramosni que tuviésemos idea de cuán exi-gente y difícil, cuán fatigosa e inclu-so cuán dolorosa sería, en ocasiones,la vida terrenal. Sin duda, todashemos experimentado algo que, ensu momento, nos ha parecido dema-siado difícil de sobrellevar. Pero,como el profeta José Smith enseñó:“Cuando [nos unimos] a esta Iglesia[nos alistamos] en el servicio deDios, y, al hacerlo, [dejamos]atrás… el terreno neutral, y ya no[podemos] volver a él. Si [llegamos]a renunciar al Maestro al que[hemos escogido] servir, lo [hare-mos] por instigación del maligno, y[seguiremos] sus mandatos arbitra-rios y [seremos] sus siervos”2.

Me imagino que el Salvador tomanuestro rostro entre Sus manos, nosmira fijamente a los ojos y nos pro-mete una hermandad, una Sociedadde Socorro, para ayudarnos en nues-tras pruebas. Esta organización paratodas las mujeres de la Iglesia tienecomo fin llevarnos hacia el Salvadory ayudarnos unas a otras al atendera los enfermos y los pobres. Las her-manas de la Sociedad de Socorro ro-dearán con sus brazos a los

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miembros nuevos y harán que todasse sientan necesarias y apreciadassin importar cuál sea su condiciónsocial. Darán la bienvenida a lasnuevas mujeres jóvenes a medidaque vayan llegando y las harán par-tes integrantes de toda actividad.Empleen su ayuda. No podemos per-mitirnos perderlas. Todas serán edifi-cadas y amadas. Todas seguirán a suslíderes del sacerdocio al guiarnos através de pasajes estrechos hacia unpuerto seguro, hacia la verdad puray hacia un estilo de vida propio delas hijas de Dios.

El presidente Gordon B. Hinckleyha aconsejado a las mujeres de laIglesia: “Elévense hasta alcanzar elgran potencial que hay en ustedes.No les pido que vayan más allá de sucapacidad. Espero que no se obsesio-nen de continuo con pensamientosde fracaso. Espero que no se fijenmetas que excedan a su capacidadpara alcanzarlas. Simplemente espe-ro que hagan lo que puedan hacer lomejor que sepan. Si lo hacen, veránmilagros”3.

Cuando oigo decir a las herma-nas: “Me resulta muy difícil ser ma-estra visitante”, o “¡simplemente nodispongo de tiempo para orar ni leer

las Escrituras!”, o “tengo demasiadoque hacer para ir a la reunión de su-peración personal, de la familia y delhogar”, quiero decirles, tal y comoha aconsejado el presidenteHinckley: “Elévense hasta alcanzarel gran potencial que hay en uste-des”. Quizás debamos detenernos yconsiderar si nuestras obras estánacordes con aquellas cosas que másnos importan. Si ponemos en primerlugar lo más importante, viviremoscada día sin pesar.

Vamos cada semana a la Sociedadde Socorro no sólo para ser nutridasy amadas, sino también para ofrecernuestros servicios. A veces el servi-cio más importante se halla dentrolas paredes de nuestro propio hogar.

Lucifer está haciendo todo lo po-sible por distraernos de las cosas queson más importantes. Uno de susinstrumentos más eficaces es el deconvencernos de que es imposiblepermanecer centradas en las cosasespirituales cuando la vida es tanapremiante.

Cuando un intérprete de la leypreguntó al Salvador cuál es el granmandamiento en la ley, Jesús res-pondió sin vacilar: “Amarás al Señortu Dios con todo tu corazón, y con

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toda tu alma, y con toda tu mente…Y el segundo es semejante: Amarás atu prójimo como a ti mismo”4. Ésosson los grandes mandamientos, y deellos depende toda la ley y los profe-tas. Ésas son las cosas que más im-portan. Si nos esforzamos por viviresos mandamientos, las demás cosasse resolverán por sí mismas.

¿Cómo es nuestra relación connuestro Padre Celestial? ¿Le ama-mos con todo nuestro corazón, alma,mente y fuerza? ¿Cuánto amamos anuestra familia, a nuestros vecinos, anuestras hermanas de la Sociedad deSocorro y a nuestro prójimo? Esaspreguntas nos permiten reconocerqué cosas son las más importantes ynos sirven de modelo para organizarlas actividades cotidianas y vercómo nos desenvolvemos.

¿Mostramos nuestro amor alSeñor si pasamos el tiempo viendopelículas no recomendables, leyendomaterial pornográfico o participandoen actividades que serían degradan-tes o impropias de una hija de Dios?¿Mostramos nuestro amor al Señor sivestimos de forma inmodesta?Recientemente dirigí la palabra a ungran grupo de jóvenes, y, después dela reunión, un joven me entregó esta

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NOTAS1. Declaración de la Sociedad de

Socorro, en “Alégrense, hijas de Sión”,Liahona, enero de 2000, pág. 112.

2. En “Recollections of the ProphetJoseph Smith”, Juvenile Instructor, 15 deagosto de 1892, pág. 492.

3. Motherhood: A Heritage of Faith,1995, pág. 9.

4. Mateo 22:37–39.5. Mosíah 5:15.6. A Woman’s Reach, 1974, pág. 23.7. “The Lord Is My Trust”, Poems,

Religious, Historical, and Political, vol. 1,1856, págs. 148–149; cursiva agregada.

8. Liahona, enero de 2000, pág. 112.

nota: “Por favor, haga saber a las mu-jeres de la Iglesia cuánto aprecio sumodestia. Sé que en nuestro mundoresulta difícil encontrar ropa recata-da, pero hágales saber que vale lapena para mí y para los hombres dig-nos con los que se van a casar”.

No podemos abandonar nuestrafe en cuanto aparecen las dificulta-des. No nos volveremos, no retroce-deremos y no nos desanimaremos.Avanzaremos con intrepidez y sere-mos un ejemplo para todos en mo-destia, humildad y fe. El serconstantes e inmutables es una bús-queda personal que tiene recompen-sas eternas, puesto que, si lohacemos, “…Cristo, el Señor DiosOmnipotente, [podrá sellarnos]como suyos, a fin de que [seamos]llevados al cielo, y [tengamos] salva-ción sin fin, y vida eterna…”5.

Hace algunos años, la hermanaBelle Spafford dijo en su discurso dedespedida de la Sociedad de Socorro:“Considero que la mujer de términomedio de hoy día haría bien en valo-rar sus intereses, las actividades enlas que toma parte, y entonces darciertos pasos para simplificar su vida,poniendo en primer lugar lo impor-tante y haciendo hincapié en aquelloen que las recompensas serán mayo-res y más duraderas, y liberándose delas actividades menos satisfactorias”6.

A veces es necesario que ocurransucesos traumáticos para ayudarnos aentender las cosas más importantes.Hace pocas semanas vivimos unos deesos sucesos dramáticos que cambia-ron nuestras vidas para siempre y nos

hicieron darnos cuenta de que tene-mos que estar preparadas. El senti-miento más común manifestado porlas personas directamente afectadaspor los recientes ataques terroristasen la costa este de los EstadosUnidos fue el de que lo único quequerían era volver a tener a su fami-lia unida otra vez. Entiendo esa re-acción.

A principios de año me sometí auna seria intervención quirúrgica ypasé muchos días en el hospital.Mientras meditaba en mi vida y enlo que le diría al Señor en caso deque me llevase, me di cuenta conabsoluta claridad de que la familia esuna de las responsabilidades más im-portantes que tenemos. Supe que mimayor dicha sería que mis hijos, misnietos y mis futuros bisnietos perma-necieran firmes, constantes e inmu-tables en el Evangelio. En aquellosmomentos de soledad en el oscurocuarto de un hospital, caí en lacuenta de que lo que hacemos den-tro de las paredes de nuestro propiohogar es mucho más importante quelo que hacemos fuera de él.

Sí, en ocasiones nos acosan losproblemas, el dolor y el pesar, perono debemos rendirnos. No debemosretirarnos. Eliza R. Snow, segundapresidenta de la Sociedad deSocorro, escribió lo siguiente:“Seguiré adelante… Al mal tiempo,[pondré] buena cara, caminaré sintemor y triunfante por entre las cir-cunstancias adversas… Y el testimoniode Jesús encenderá la luz que guiarámi vista a través de los umbrales de la

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inmortalidad, y comunicará a mi entendimiento las glorias del reinocelestial”7.

Ah, si pudiera tener a cada her-mana cara a cara, mirarla fijamentea los ojos y lograr que captase la in-tensidad de esas palabras, y que enverdad entendiera quién es y lo quees capaz de lograr. Cuánto anheloque las palabras de nuestra declara-ción se arraiguen profundamente ennosotras: “Somos hijas… de Diosamadas por Él… estamos unidas ennuestra devoción a Jesucristo…como mujeres de fe, de virtud, de vi-sión y de caridad”8.

El desánimo, el pesar, el dolor o lacongoja podrán acosarnos y poner-nos a prueba, pero, mis queridas her-manas en el Evangelio, ya que esdemasiado tarde para volver atrás,permanezcamos firmes y constantes,y dejemos huella en las personascuyas vidas tocamos. Podemos poneral mal tiempo buena cara y caminarsin temor y triunfantes por entre lascircunstancias adversas… Y el testi-monio de Jesús encenderá la luz quenos guiará a través de los umbralesde la inmortalidad.

Que finalicemos con gloria, quecentremos todas nuestras energíasen las cosas más importantes, y quepodamos reunirnos al otro lado delvelo y abrazarnos unas a otras conel conocimiento triunfante de quehabremos permanecido constantes einmutables, es mi esperanza y ora-ción por ustedes, queridas herma-nas, en el nombre de Jesucristo.Amén. �

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Permanezcan firmesVirginia U. JensenPrimera Consejera de la Presidencia General de la Sociedad de Socorro

“Jamás olvidemos que estamos estableciendo un fundamento paranuestra familia sobre la roca de nuestro Redentor”.

Mi hija menor y su esposopasaron varios años bus-cando desesperadamente

las mejores indicaciones médicas ylo último en asistencia científicapara tener un hijo. Ayunaron y ora-ron con esperanza y anhelo.

Al final lograron el tan ansiado re-sultado y ahora ella está esperando suprimer hijo. Hace poco el médicoprogramó un reconocimiento exhaus-tivo para determinar el estado delembarazo. Mi hija estaba muy preo-cupada por el examen médico y díasantes de la cita supo que su esposo nopodría acompañarla, por lo que mepreguntó si podía ir yo con ella. Medijo: “Mamá, después de todo lo quehemos pasado, si algo va mal, voy anecesitar a alguien a mi lado”.

Qué alegría fue ver en la imagenultrasónica a ese ser al que voy aamar y atesorar por toda la eterni-dad. Quería asegurar a mi hija quetodo estaba bien, pero en mi inte-rior, también yo estaba preocupada.

Después de que el médico huborevisado el video de la ecografía, co-mentó sus impresiones con nosotras.Sus primeras palabras fueron:“¡Cuánto quisiera que toda criaturaestuviese así de robusta!”. Apenaspodía contenerme. Al salir delcoche ya no pude reprimir más lasemociones y comencé a llorar; sedesbordaron infinidad de sentimien-tos. Lloraba con el deseo de quetoda madre embarazada pudiera oíresas mismas palabras. Lloré por todamujer que quería tener un hijo, perono podía. Derramé lágrimas portodas las mujeres que desean tenerhijos, pero que no han encontradomarido. Finalmente, lloré agradeci-da con el gran deseo de que nuestrafamilia le diese un hogar digno alpequeño.

El poeta inglés Wordsworth ex-presó algunos de mis sentimientoscon respecto a ese nieto y al hogarcuando nos recordó que:

Un sueño y un olvido sólo es el nacimiento…

pues al salir de Dios, que fue nuestra morada,

con destellos celestiales se ha vestido(William Wordsworth, “Ode:

Intimations of Immortality fromRecollections of Early Childhood”).

Nuestros hogares son sagradospor motivo de su conexión connuestro Padre Celestial y nuestrohogar en el cielo. La experienciacon mi hija me recordó una vez másla prioridad y la suma importanciadel hogar y la familia. También merecordó que, como mujeres, nuestratendencia natural es la de amar,

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criar y enseñar; somos llamadas aproteger y bendecir a todo integran-te de nuestra familia. Al enviarniños a esta tierra, el Señor necesi-ta, sean cuales que sean nuestrascircunstancias, que permanezcamosfirmes e inquebrantables, y que con-tinuemos formando hogares inex-pugnables contra la crecientemarejada del mal. Es nuestra res-ponsabilidad ser las defensoras delhogar y de la familia allí donde nosencontremos.

“Creo con todo mi corazón que elmejor lugar para prepararnos para…la vida eterna es el hogar”, dijo elpresidente David O. McKay(“Blueprint for Family Living”,Improvement Era, abril de 1963, pág.252). Pero, ¿cómo se crían niñosrectos en un mundo que cada vez separece más a Sodoma y Gomorra?

El presidente Howard W. Huntercontó el siguiente relato históricoque me sirve para responder a esapregunta.

La batalla final y decisiva de lasguerras napoleónicas tuvo lugar el 18de junio de 1815, cerca de Bruselas,Bélgica, en el pueblo de Waterloo. Laque ahora se conoce como ‘la batallade Waterloo’ se considera un granpunto crucial en la historia modernay produjo cambios drásticos en lasfronteras políticas y en el equilibriodel poderío en Europa. En un mo-mento crítico durante esa gran bata-lla entre las fuerzas del emperadorfrancés Napoleón y las fuerzas aliadascomandadas por el general británicoArthur Wellesley, conocido como elDuque de Wellington, un inquietooficial entró corriendo en el cuarteldel duque con el mensaje de que silas tropas no se retiraban de inmedia-to, deberían rendirse ante el más nu-meroso ejército francés.

“El duque mandó: ‘¡Permanezcanfirmes!’.

“ ‘Pero moriremos todos’, contes-tó el oficial.

“ ‘¡Permanezcan firmes!’, volvió aresponder el duque”. (VéaseHoward W. Hunter, That We MightHave Joy, 1994, pág. 148).

“¡Permanezcan firmes!”, fue laorden del duque, y la victoria fue elresultado. Las dos palabras de esa

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orden —permanezcan firmes— meinfunden ánimo y me guían. Hoy,hermanas, estamos embarcadas enuna batalla encarnizada por lamente, el corazón y el alma de nues-tros hijos, nietos y otros familiares.En esta lucha, disponemos de arma-mentos mucho más poderosos quelos que tenían las tropas del Duquede Wellington, puesto que tenemosla fortaleza que procede de la fe enel Señor Jesucristo y el poder de lasordenanzas del Evangelio. Para salirvictoriosas, debemos armarnos de feen el Señor Jesucristo y permanecerfirmes en nuestras convicciones.

En el Libro de Mormón leemosque los lamanitas “se habían conver-tido a la verdadera fe; y no quisieronsepararse de ella, porque eran fir-mes, inquebrantables e inmutables;y estaban dispuestos a guardar losmandamientos del Señor con todadiligencia” (3 Nefi 6:14).

Su fe firme e inquebrantable en elEvangelio de Jesucristo y en el planque Él tiene para ustedes y su familia,así como su conocimiento de éstos,servirá de gran protección contra los

Las hermanas ocupan el Centro de Cpor la noche, 29 de septiembre de 2

conflictivos puntos de vista y las in-fluencias del mal. Su obediencia y fi-delidad a los convenios eternos y alos mandamientos les proporcionarápaz y aun felicidad en medio del caosde este mundo. Armadas con la fe,ustedes pueden permanecer firmes ycrear un hogar digno de los hijos denuestro Padre Celestial.

En una ocasión en que viajabapor una región plagada de violenciay desasosiego social, me llené de in-quietud. Un sensible líder del sacer-docio percibió mi temor y compartióconmigo unas palabras de consuelo.

Cuando era pequeño, su madre, alverse de repente sola e indigente, sacófuerzas de estas palabras que leyó enun viejo libro: “Le dije al hombre queestaba a la puerta del año: ‘Dame unaluz para poder andar a salvo en lo des-conocido’. Y él me respondió: ‘Veentre las tinieblas y toma a Dios de lamano. Eso será mejor que una luz ymás seguro que un camino conoci-do’” (Minnie Louise Haskins, en TheOxford Dictionary of Quotations, cuar-ta edición, ed. por Angela Partington,1996, pág. 328).

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onferencias durante la reunión genera001.

La madre de mi amigo reconstru-yó su vida y creó un cimiento firmeal seguir ese consejo. También yo hesido sostenida en los momentos depreocupación al avanzar hacia lodesconocido armada con el conoci-miento de que la compañía delSeñor era mejor que cualquier pro-tección terrenal.

Para permanecer firmes, debemossaber en lo profundo de nuestro serque el Señor siempre nos sostendrá siestamos bien asentadas en la roca denuestro redentor. Este concepto se ex-presa con fervor en el capítulo cincode Helamán: “Y ahora bien… recor-dad que es sobre la roca de nuestroRedentor, el cual es Cristo, el Hijo deDios, donde debéis establecer vuestrofundamento, para que cuando el dia-blo lance sus impetuosos vientos, sí,sus dardos en el torbellino, sí, cuandotodo su granizo y furiosa tormenta osazoten, esto no tenga poder paraarrastraros… a causa de la roca sobrela cual estáis edificados, que es unfundamento seguro, un fundamentosobre el cual, si los hombres edifican,no caerán” (Helamán 5:12).

l de la Sociedad de Socorro el sábado

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Hermanas, las promesas delSeñor son seguras. Él ha dado Suvida por nuestra salvación.

Para mantenernos firmes en estapostura y ayudar a los demás a per-manecer firmes, el mensaje delEvangelio restaurado debe estar fir-memente plantado en nuestro cora-zón y se debe enseñar en nuestroshogares. Den allí a sus hijos y a susseres queridos la armadura espiritualque van a necesitar cada día al salirde casa y aventurarse fuera de la for-taleza del hogar. Enséñenles a invo-car los poderes del cielo mediante elayuno y la oración. Enséñenles queel santificar el día de reposo les pro-tegerá del mundo. Enséñenles a serobedientes, a buscar la aprobaciónde Dios y no la del hombre, y que laúnica ruta de regreso a nuestrohogar celestial es amar y seguir alSalvador, y hacer y guardar conve-nios y mandamientos sagrados. Lasverdades del Evangelio y el conoci-miento del plan de salvación sonarmas que los miembros de su fami-lia pueden emplear para vencer a lasmalévolas fuerzas de Satanás.

En nuestra función de esposas,madres, abuelas, hermanas y tías de-bemos permanecer firmes comoejemplos. Porque los amamos, que-remos dar a nuestros familiares unejemplo potente y recto que seguir.En todo lo que hacemos y decimos,en cómo vestimos y cómo pasamosel tiempo, en todo lo que escogemoshacer reflejamos aquello en lo quecreemos, y eso se convierte en elejemplo que ellos siguen.

Lucy Mack Smith, madre del pro-feta José Smith, hizo constar en suhistoria que en la primavera de 1803ella y su esposo estaban muy preocu-pados por la religión, y escribió encuanto a su búsqueda personal de laverdad: “Me retiré a una arboledacercana donde oré al Señor para quese nos pudiese hacer llegar elEvangelio verdadero” (History ofJoseph Smith, ed. por Preston Nibley,1958, pág. 43). ¿No les parece esofamiliar?

Diecisiete años después, en la pri-mavera de 1820, el profeta JoséSmith, en su búsqueda de la verdad,“[tomó] la determinación de ‘pedir a

Dios’… [y se retiró] al bosque parahacer la prueba” (JS—Historia1:13–14).

¿Se trata de una coincidencia elque tanto la madre como el hijo hu-biesen escogido una arboleda como ellugar donde pedirle a Dios que les re-velara la verdad? La oración de Josébendijo a todo el mundo mediante larestauración del Evangelio deJesucristo. El ejemplo de rectitud deuna mujer que permanece firme en lafe bendice a innumerables personas.

Aunque me encanta ser esposa ymadre, reconozco que ello no siem-pre es fácil. Soy capaz de apreciar lossentimientos que expresó una escolarcuando mi amiga, su maestra, pidió asu clase que escribiera una carta aDios. Sharon dijo: “Querido Dios:apuesto a que te es difícil amar a todoel mundo. En mi familia sólo somoscinco y yo no puedo hacerlo”. Deigual manera, estoy segura de que losmiembros de mi familia pueden de-cirles que no siempre es fácil amar-me. Sin embargo, concuerdo con elélder Loren C. Dunn, que dijo: “Nopuede haber nada más perdurable nimás preciado que la familia” (véase

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“Nuestras inapreciables familias”,Liahona, abril de 1975, pág. 35). Apesar de lo difícil que en ocasionespueda ser la vida familiar, la labor quellevamos a cabo en nuestra familia esla de mayor importancia. Cuando sesientan desanimadas y las cosas en lafamilia no vayan como ustedes desea-rían, permanezcan firmes con fe ydigan como dijo otra escolar en sucarta a Dios: “Querido Dios, hago lomejor que puedo”. No permitan quelas dificultades propias de la vida fa-miliar las desanimen excesivamenteni que deterioren el amor que pode-mos compartir en la familia.

Armémonos con la fe y perma-nezcamos firmes en nuestras creen-cias. Jamás olvidemos que estamosestableciendo un fundamento paranuestra familia sobre la roca denuestro Redentor. Andemos de lamano de Dios, y con la ayuda delSeñor podremos edificar hogaresque sean fortalezas de rectitud.

Ruego que el Señor las bendigaen sus esfuerzos por permanecer fir-mes en defensa del hogar y la fami-lia. En el nombre de Jesucristo.Amén. �

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¿No somos todasmadres?Sheri L. DewSegunda Consejera de la Presidencia General de la Sociedad de Socorro

“La maternidad es más que dar a luz hijos. Se trata de la esenciade quiénes somos como mujeres”.

Este verano, cuatro sobrinas yyo compartimos una tensatarde de domingo cuando nos

dirigíamos desde un hotel, situadoen el centro de la ciudad que estába-mos visitando, hacia una capilla cer-cana donde yo tenía que hablar. Yohabía realizado ese trayecto variasveces, pero aquella tarde nos encon-tramos repentinamente en medio deun nutrido grupo de personas bebi-das que acababan de presenciar undesfile. Aquél no era el mejor lugarpara cuatro jovencitas ni para la tíade éstas; pero con las calles cerradasal tránsito no teníamos más opciónque seguir caminando. Por encimadel griterío alcancé a decir a las chi-cas: “No se alejen de a mí”.Mientras nos abríamos paso entre elgentío, lo único que me preocupabaera la seguridad de mis sobrinas.

Por fin llegamos a la capilla, perodurante una hora, comprendí lo quedeben sentir las madres que hacen aun lado su seguridad personal paraproteger a un hijo. Mis hermanas mehabían confiado a sus hijas, a lascuales amo, y habría hecho cual-quier cosa para guiarlas a lugar segu-ro. De igual modo, nuestro Padre haconfiado Sus hijos a nosotras, lasmujeres, y nos ha pedido que losamemos y los guiemos de regreso acasa, protegiéndolos de los peligrosde la vida terrenal.

Amor y guía. Estas palabras resu-men no sólo la extraordinaria tareadel Padre y del Hijo, sino la esenciade nuestra labor, que es la de ayudaral Señor en Su obra. ¿De qué mane-ra podemos ayudar mejor al Señoren Su obra las mujeres piadosas delos últimos días?

Los profetas han dado respuesta aesa pregunta en repetidas ocasiones,como hizo la Primera Presidenciahace seis décadas, cuando llamó a lamaternidad “el servicio más sublimey más sagrado… asumido por la hu-manidad”1.

¿Se han preguntado alguna vezpor qué los profetas han enseñado ladoctrina de la maternidad —y esdoctrina— una y otra vez? Yo sí. Hereflexionado mucho en la obra de lasmujeres de Dios. He luchado porsaber qué significado tiene la doctri-na de la maternidad para todas noso-tras. Eso me ha llevado aarrodillarme, me ha conducido a lasEscrituras y al templo, donde se

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enseña la enaltecedora doctrina sobrenuestra función más importantecomo mujeres. Es una doctrina quedebe quedar clara si esperamos ser“firmes e inmutables”2 con respectoa los asuntos de debate que giran decontinuo en torno a la mujer, puesSatanás ha declarado la guerra a lamaternidad. Él sabe que las quemecen la cuna pueden acabar consu imperio terrenal, y sabe tambiénque si no hay madres rectas queamen y guíen a la nueva generación,el reino de Dios se vendrá abajo.

Cuando llegamos a comprender lagran importancia de la maternidad,se hace evidente por qué los profetashan sido tan protectores con la fun-ción más sagrada de la mujer.Aunque solemos equiparar exclusi-vamente la maternidad con el tenerhijos, según la emplea el Señor, lapalabra madre tiene diversos signifi-cados. De entre todas las palabrasque pudieron haber utilizado paradefinir su función y su esencia, tantoDios el Padre como Adán llamaron aEva “ la madre de todos losvivientes”3, y lo hicieron antes de quetuviera hijo alguno. Al igual queEva, nuestra maternidad se inicióantes de nacer. Así como los varonesjustos fueron preordenados para reci-bir el sacerdocio en la vida terrenal4,las mujeres justas fueron dotadas enla existencia preterrenal del privile-gio de la maternidad5. La maternidades más que dar a luz hijos. Se trata dela esencia de quiénes somos comomujeres. Define nuestra identidad,nuestra estatura y naturaleza divinas,así como los rasgos exclusivos quenos ha dado nuestro Padre.

El presidente Gordon B. Hinckleydijo que “Dios plantó en cada mujeralgo divino”6. Ese algo es el don y losdones de la maternidad. El élderMatthew Cowley enseñó que “loshombres precisan recibir algo [enesta vida] que los convierta en sal-vadores de hombres, pero no así lasmadres, no las mujeres. [Ellas]nacen con el derecho y la autoridadinherentes de ser salvadoras dealmas humanas… y constituir lafuerza regeneradora en la vida de loshijos de Dios”7.

La maternidad no es un resto de

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lo que quedó después de que nuestroPadre Celestial bendijera a Sus hijoscon la ordenación al sacerdocio. Erael atributo más enaltecedor quepodía conceder a Sus hijas, una con-fianza sagrada que dio a la mujeruna función sin precedentes a lahora de ayudar a Sus hijos a guardarsu segundo estado. Como dijo elpresidente J. Reuben Clark, hijo, lamaternidad “es de origen divino yeternamente tan importante en ellugar que ocupa como lo es el sacer-docio mismo”8.

No obstante, el asunto de la ma-ternidad es bastante delicado, puesevoca algunas de nuestras mayoresdichas y de nuestros más grandes pe-sares como mujeres. Esto ha sido asídesde el principio. Eva se “regocijó”tras la Caída al darse cuenta de que,de no haber ocurrido así, “nunca ha-bríamos tenido posteridad”9. Y pese aello, imaginen su angustia con lo su-cedido entre Caín y Abel. Algunasmadres padecen por causa de loshijos que han tenido; otras sufren porno haber tenido hijos en esta vida. Elélder John A. Widtsoe fue muy claroal respecto: “Las mujeres que, sinculpa alguna de su parte, no puedenejercer el don de la maternidad, pue-den hacerlo de forma vicaria”10.

Por motivos que el Señor conoce,a algunas mujeres se les requiere es-perar a tener hijos. Ese retrasopuede resultar incómodo a cualquiermujer recta; pero el horario que elSeñor dispone para cada una de no-sotras no anula nuestra naturaleza.Por lo tanto, algunas simplementedebemos buscar otras formas de sermadres, y todos los que están anuestro alrededor son los que nece-sitan ser amados y guiados.

Eva dio el ejemplo. Además dedar a luz hijos, fue la madre de todala humanidad cuando tomó la deci-sión más valiente que mujer algunahaya tomado jamás, y junto conAdán, abrió el camino para nuestroprogreso. Dio el ejemplo comomujer que los hombres deben respe-tar y las mujeres deben seguir, al des-tacar las características de que senos ha dotado como mujeres: una feheroica, una intensa sensibilidad alEspíritu, el aborrecimiento de lo

malo y una abnegación absoluta. Aligual que el Salvador, “el cual por elgozo puesto delante de él sufrió lacruz”11, Eva, por el gozo de contri-buir al inicio de la familia humana,sufrió la Caída. Ella nos amaba lobastante como para guiarnos.

Como hijas de nuestro PadreCelestial, y como hijas de Eva, todassomos madres y siempre lo hemossido. Cada una tiene la responsabili-dad de amar y guiar a la nueva gene-ración. ¿Cómo aprenderán nuestrasjóvenes a vivir como hijas de Dios sino ven lo que visten, ven y leen lasmujeres de Dios; en qué pasamos eltiempo y enfrascamos nuestras men-tes; cómo hacemos frente a la tenta-ción y a la incertidumbre; dóndehallamos el verdadero regocijo, y porqué la modestia y la feminidad soncaracterísticas de la mujer recta?¿Cómo aprenderán nuestros jovenci-tos a apreciar a las mujeres de Diossi no les mostramos la virtud denuestras virtudes?

Cada una de nosotras tiene la im-portante obligación de ser ejemplode mujer recta, pues nuestros jóve-nes pueden no verlo en ningunaotra parte. Cada hermana de laSociedad de Socorro, que es la co-munidad de mujeres más importanteen este lado del velo, tiene el deberde ayudar a nuestras mujeres jóve-nes a que su transición a la Sociedad

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de Socorro sea feliz. Eso significaque nuestra amistad con ellas debeempezar mucho antes de que cum-plan dieciocho años. Cada unapuede ser como una madre de al-guien, comenzando por nuestra pro-pia familia y extendiéndose muchomás allá. Cada una puede mostrarcon palabras y hechos que la obra delas mujeres en el reino del Señor esmagnífica y santa. Repito: Todassomos madres en Israel y nuestro lla-mamiento es amar y guiar a la nuevageneración por entre las peligrosascalles de la vida terrenal.

Pocas de nosotras alcanzaremosnuestro potencial sin el cuidadosoinflujo de la madre que nos dio a luzy de las madres que nos enseñan conpaciencia y amor. Hace poco meemocionó el ver por primera vez enaños a una de mis líderes de cuandoera joven. Cuando era adolescente ycarecía totalmente de confianza enmí misma, siempre me manteníacerca de ella porque me rodeaba consu brazo y me decía: “¡Eres lamejor!”. Me amaba y, por eso, yo ladejaba guiarme. ¿Cuántos jovencitosy cuántas jóvenes anhelan desespe-radamente el amor y el liderazgo deustedes? ¿Somos plenamente cons-cientes de que nuestra influenciacomo madres en Israel es irreempla-zable y eterna?

Cuando era niña, no era raro que

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NOTAS1. “The Message of the First Presidency

of the Church”, Improvement Era, noviem-bre de 1942, pág. 761.

2. Mosíah 5:15. 3. Moisés 4:26.4. Véase Alma 13:2–4, 7–8.5. Véase Spencer W. Kimball, “The

Role of Righteous Women”, Ensign, noviembre de 1979, pág. 102.

6. Teachings of Gordon B. Hinckley,1997, pág. 387.

7. Matthew Cowley Speaks, 1954, pág. 109.

8. “Our Wives and Our Mothers in theEternal Plan”, Relief Society Magazine,diciembre de 1946, pág. 801.

9. Moisés 5:11.10. Priesthood and Church Government,

comp. John A. Widtsoe, 1939, pág. 85.11. Hebreos 12:2.12. Véase Job 38:7.

mi madre me despertara a la media-noche y me dijera: “Sheri, toma laalmohada y vete abajo”. Sabía lo quequería decir. Significaba que se acer-caba un tornado y yo me llenaba demiedo. Pero entonces, mi madre medecía: “Sheri, todo va a ir bien”. Suspalabras siempre me calmaban. Hoy,décadas más tarde, cuando la vidaparece abrumadora o atemorizante,llamo a mi madre para que me diga:“Sheri, todo va a ir bien”.

Los recientes sucesos horrorososacaecidos en los Estados Unidos hanpuesto en evidencia el hecho de quevivimos en un mundo de incerti-dumbre. Nunca ha existido unamayor necesidad de madres rectas,madres que bendigan a sus hijos conun sentimiento de seguridad y con-fianza en el futuro, madres que ense-ñen a sus hijos dónde pueden hallarpaz y verdad y que el poder deJesucristo es siempre más fuerte queel poder del adversario. Cada vezque edificamos la fe o reforzamos lanobleza de una jovencita o de unjoven, cada vez que amamos o guia-mos a alguien aunque sólo se tratede un pequeño paso en el camino,estamos siendo fieles a nuestro atri-buto de madres y, al hacerlo, edifica-mos el reino de Dios. Ningunamujer que entienda el Evangeliopensará jamás que existe otra labormás importante ni dirá: “Soy tan sólouna madre”, puesto que las madressanan el alma de las personas.

Miren a su alrededor. ¿Quién ne-cesita de ustedes y de su influencia?Si en verdad queremos ejercer unainfluencia, lo lograremos al ser ma-dres de aquellos a quienes hayamosdado a luz y a quienes estemos dis-puestas a enseñar con paciencia yamor. Si permanecemos cerca denuestros jóvenes, es decir, si los ama-mos, en la mayoría de los casos sequedarán a nuestro lado, es decir,permitirán que los guiemos.

Como madres en Israel, nosotrassomos el arma secreta del Señor.Nuestra influencia procede del atribu-to divino que hemos recibido desde elprincipio. En el mundo premortal,cuando nuestro Padre describió nues-tra función, me pregunto si no noshabremos quedado asombradas de

que Él nos bendijera con una res-ponsabilidad sagrada tan importantepara Su plan, y de que nos dotase deatributos tan vitales para amar yguiar a Sus hijos. Me pregunto si nonos habremos regocijado12 al menosen parte debido a la enaltecedoraimportancia que nos Él concedió enSu reino. El mundo no les dirá eso,pero el Espíritu sí lo hará.

Simplemente no podemos decep-cionar al Señor. Y si llega el día enque seamos las únicas mujeres sobrela faz de la tierra que consideren lamaternidad como algo noble y divi-no, que así sea, puesto que madre esla palabra que definirá a la mujerrecta hecha perfecta en el gradomás alto del reino celestial, la mujerque se haya hecho merecedora detener aumento eterno traducido enposteridad, sabiduría, dicha e in-fluencia.

Sé, con absoluta certeza, queestas doctrinas sobre nuestra fun-ción divina son verdaderas, y quecuando se entienden brindan paz ysentido a toda mujer. Mis queridashermanas, a quienes amo más de loque me es posible expresar, ¿acepta-rán el reto de ser madres en estostiempos peligrosos, aunque al hacer-lo sean probadas hasta la última gota

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de su perseverancia, su valor y su fe?¿Permanecerán firmes e inmutablescomo madres en Israel y como muje-res de Dios? Nuestro Padre y SuHijo Unigénito nos han dado unamayordomía sagrada y una coronasanta en Su reino. Ruego que nos re-gocijemos en ello y que seamos dig-nas de Su confianza. En el nombrede Jesucristo. Amén. �

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“Sé ejemplo”presidente Thomas S. MonsonPrimer Consejero de la Primera Presidencia

“Llenen la mente con la verdad; llenen de amor el corazón; llenenla vida con servicio al prójimo”.

Esta noche hemos sido inspira-dos por los conmovedoresmensajes de la presidencia ge-

neral de la Sociedad de Socorro dela Iglesia. Su petición de que todosseamos firmes e inmutables es unsabio consejo, para que podamosafrontar la confusión de nuestraépoca y seamos verdaderos baluartesde constancia en medio de unmundo de cambio.

Repasemos las sabias palabrasque escribió el apóstol Pablo a suamado Timoteo: “Pero el Espíritudice claramente que en los postrerostiempos algunos apostarán de la fe,escuchando a espíritus engañadoresy a doctrinas de demonios; por la hi-pocresía de mentirosos [que ten-drán] cauterizada la conciencia”1.

Después llegó el llamado inspira-dor de Pablo a Timoteo, que se apli-ca por igual a cada uno de nosotros:“…sé ejemplo de los creyentes enpalabra, conducta, amor, espíritu, fey pureza”2.

Mis queridas hermanas, estandoreunidas aquí en el Centro deConferencias y en las congregacio-nes de todo el mundo, quisiera dar-les una fórmula que consta de trespartes, y que nos servirá de guíaconstante para cumplir con el co-metido que dio el apóstol Pablo:

1. Llenen la mente con la verdad;2. Llenen de amor el corazón;3. Llenen la vida con servicio al

prójimo.Primero, llenen la mente con la ver-

dad. No encontramos la verdad alarrastrarnos en el error. La verdad seencuentra al buscar, estudiar y vivirla palabra revelada de Dios.Adoptamos el error cuando nos aso-ciamos con él; aprendemos la verdadcuando nos relacionamos con ella.

El Salvador del mundo instruyó:“…buscad palabras de sabiduría delos mejores libros; buscad conoci-miento, tanto por el estudio comopor la fe”3. Y agregó: “Escudriñad lasEscrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vidaeterna; y ellas son las que dan testi-monio de mí”4.

Él invita a cada uno de nosotros:“Aprende de mí y escucha mis pala-bras; camina en la mansedumbre demi Espíritu, y en mí tendrás paz”5.

Alguien de la época de los pione-ros que ejemplificó el cometido delque se ha hablado esta noche de serfirmes e inmutables, y que llenó sumente, su corazón y su alma con laverdad fue Catherine CurtisSpencer. Su marido, Orson Spencer,era un hombre sensible y muy educa-do. Ella se había criado en Boston, yera muy culta y refinada. Tuvo seishijos, pero su delicada salud empeoró

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cuando se vio expuesta a la intempe-rie y a las penurias tras haber salidode Nauvoo. El élder Spencer escribióa los padres de ella, para preguntar-les si ella podría regresar a vivir conellos mientras él preparaba una vi-vienda para ella en el Oeste. Ellosrespondieron: “Si ella renuncia a sudegradante fe, puede volver, peronunca hasta que lo haga”.

La hermana Spencer no renuncióa su fe. Cuando le leyeron la carta desus padres, ella pidió a su esposo quetomara la Biblia y le leyera del librode Rut: “No me ruegues que te deje,y me aparte de ti; porque a donde-quiera que tú fueres, iré yo, y donde-quiera que vivieres, viviré. Tu puebloserá mi pueblo, y tu Dios mi Dios”6.

Afuera rugía la tormenta, el toldodel carromato goteaba y los amigossostenían cacerolas sobre la cabezade la hermana Spencer para mante-nerla seca. En esas condiciones, ysin pronunciar una queja, cerró losojos por última vez.

Aun cuando no necesariamentese nos pida que sacrifiquemos nues-tra vida, recordemos que Dios oyenuestras silenciosas oraciones. Él,que observa nuestros callados he-chos, nos recompensará en públicocuando surja la necesidad.

Vivimos tiempos turbulentos. Elfuturo suele ser incierto; por lotanto, es necesario que nos prepare-mos para lo inesperado. Las estadís-ticas indican que, en algúnmomento, ya sea por enfermedad opor la muerte del esposo, o por ne-cesidades económicas, es probableque tengan que ser ustedes quienesmantengan a la familia. Las insto acontinuar los estudios y a adquirirconocimientos que se puedan utili-zar en el mundo laboral, para que, sillegase el momento, estén prepara-das para hacer frente a la situación.

Sus talentos aumentarán a medi-da que estudien y aprendan. Podrán,con mayor eficacia, ayudar a sushijos en su aprendizaje y se sentirántranquilas al saber que se han prepa-rado para las contingencias con quepuedan tropezar en la vida.

Con el fin de ilustrar la segundaparte de nuestra fórmula, a saber:Llenen de amor el corazón, voy a

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Los asistentes a la conferencia entran y salen del Centro de Conferencias y cruzan la calle hacia la Manzana delTemplo.

mencionar el bello relato que se en-cuentra en el libro de Hechos quehabla de la discípula llamada Tabita,o Dorcas, que vivía en Jope. Se ledescribía como a una mujer que“abundaba en buenas obras y en li-mosnas que hacía”.

“Y aconteció que en aquellos díasenfermó y murió. Después de lava-da, la pusieron en una sala.

“Y…, los discípulos, oyendo quePedro estaba allí, le enviaron doshombres, a rogarle: No tardes envenir a nosotros.

“Levantándose entonces Pedro,fue con ellos; y cuando llegó, le lle-varon a la sala, donde le rodearontodas las viudas, llorando y mos-trando las túnicas y los vestidos que[Tabita] hacía cuando estaba conellas.

“Entonces, sacando a todos,Pedro se puso de rodillas y oró; yvolviéndose al cuerpo, dijo: Tabita,

levántate. Y ella abrió los ojos, y alver a Pedro, se incorporó.

“Y él, dándole la mano, la levan-tó; entonces, llamando a los santos ya las viudas, la presentó viva.

“Esto fue notorio en toda Jope, ymuchos creyeron en el Señor”.7

Para mí, la mención de Tabita enlas Escrituras, que la describe comoa una mujer que “abundaba en bue-nas obras y en limosnas que hacía”,describe algunas de las responsabili-dades fundamentales de la Sociedadde Socorro; como por ejemplo, el so-corro a los que sufren, el cuidado delos pobres y todo lo que ello supone.Hermanas de la Sociedad deSocorro: ustedes son en verdad án-geles de misericordia. Eso lo han de-mostrado en gran escala con laayuda humanitaria que prestan a losque padecen frío, hambre y sufren,dondequiera que se encuentren. Laobra de ustedes se pone también de

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manifiesto en los barrios, en las esta-cas y en las misiones. Todo obispo dela Iglesia podría testificar de esehecho.

Recuerdo que, cuando era diáco-no, recorría una parte de nuestro ba-rrio el domingo de ayuno por lamañana y distribuía los pequeños so-bres de las ofrendas a cada familia,esperaba que colocaran en él sus do-nativos, y después los entregaba alobispo. En una ocasión, un miembroanciano, el hermano Wright, quevivía solo, me recibió a la puerta desu casa, con sus arrugadas manosabrió el sobre con cierta dificultad ycolocó en él una pequeña suma dedinero. Mientras hacía el donativo,sus ojos tenían un cierto brillo. Meinvitó a sentarme y me contó de unaocasión en que su alacena había es-tado vacía; acosado por el hambre,había orado al Padre Celestial ro-gando por comida. Al poco rato, se

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asomó por la ventana y vio que al-guien se acercaba a su puerta tiran-do de un vagoncito rojo. Era lahermana Balmforth, la presidenta dela Sociedad de Socorro, que habíaarrastrado ese vagoncito casi un ki-lómetro a lo largo de las vías del trenhasta llegar a su puerta. El vagón es-taba lleno de alimentos que habíarecolectado de las hermanas de laSociedad de Socorro del barrio. Conellos, la hermana Balmforth llenó losestantes vacíos de la cocina del her-mano Wright. Él me la describiócomo “un ángel enviado del cielo”.

Hermanas, ustedes son la perso-nificación del amor. Ustedes ilumi-nan su casa, guían con bondad a sushijos y, si bien sus esposos son la ca-beza del hogar, no hay duda de queustedes son el corazón del hogar.Juntos, con respeto mutuo, y com-partiendo las responsabilidades, for-man un equipo indestructible.

Para mí es significativo que,cuando los hijos necesitan de cuida-do y de atención amorosa, las bus-can a ustedes: sus madres. Aun elhijo rebelde o la hija irresponsable,cuando se da cuenta de la necesidadde regresar al seno familiar, casi ine-vitablemente se acerca a la madre,la cual nunca se da por vencidacuando se trata de un hijo.

El amor de la madre hacer aflorarlo mejor de un hijo. Ustedes se con-vierten en el modelo que ellos se-guirán.

La primera palabra que un niñoaprende y dice en voz alta es por logeneral la dulce expresión: “Mamá”.Para mí es muy significativo que, enel campo de batalla o en la paz, confrecuencia, cuando la muerte estápor llevarse a un hijo, su palabrafinal es casi siempre: “Mamá”.Hermanas, ¡qué función tan noblees la de ustedes! Les testifico que suscorazones están llenos de amor.

Para la tercera parte de nuestrafórmula, la cual es: Llenen la vida conel servicio al prójimo, voy a mencio-nar dos ejemplos. Uno se trata deuna maestra y de la profunda in-fluencia que ella ejerció en la vidade quienes enseñó, mientras que elotro es acerca de un matrimonio mi-sionero cuyo servicio ayudó a llevar

la luz del Evangelio a quienes habíanvivido en la oscuridad espiritual.

Hace muchos años, había unajoven, Baur Dee Sheffield, que ense-ñaba en la Mutual. No tuvo hijospropios, aunque ése había sido elmayor anhelo de ella y el de su espo-so. Su amor lo expresaba por mediode la gran devoción con que cadasemana enseñaba las verdades eter-nas y las lecciones de la vida a esasespeciales jovencitas. Pero un díaenfermó y poco después falleció.Sólo tenía veintisiete años.

Cada año, el Día de los Muertos,las jóvenes de la Mutual iban a visi-tar la tumba de su maestra, dejandosiempre un ramo de flores y una tar-jetita que decía: “Para Baur Dee, desus alumnas”. Al principio eran diezjovencitas las que iban, despuéscinco, luego dos y finalmente sólouna, la que sigue yendo cada Día delos Muertos y coloca en la tumba unramo de flores y una tarjeta con lamisma inscripción: “Para Baur Dee,de sus alumnas”.

Un año, casi veinticinco añosdespués de la muerte de Baur Dee,la única de “sus alumnas” que conti-nuaba visitando su tumba, se diocuenta de que no iba a estar en laciudad el Día de los Muertos, y deci-dió visitar la tumba de su maestraunos días antes. Ya había recogidolas flores, las había atado con unacinta y colocado la tarjeta y, estaba apunto de ponerse el abrigo para par-tir, cuando alguien llamó a la puerta.Al abrirla, se encontró con una desus maestras visitantes, ColleenFuller, quien le dijo que había tenidodificultad para juntarse con su com-pañera y por esa razón había decidi-do ir sola y sin avisar para terminarsus visitas antes del fin de mes.Cuando Colleen entró, advirtió elabrigo y las flores, y se disculpó porhaber interrumpido obviamente algoque se iba a hacer.

“No se preocupe”, respondió.“Estaba a punto de salir para ir al ce-menterio a poner flores en la tumbade una de mis maestras de laMutual, quien tuvo una profundainfluencia en mí y en las demás jóve-nes que enseñó. Al principio éramosdiez las que visitábamos su tumba

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cada año para expresarle nuestroamor y agradecimiento, pero ahorayo represento a todo el grupo”.

Colleen preguntó: “¿Sería, porcasualidad, el nombre de su maestraBaur Dee?

“Sí”, fue la respuesta. “¿Cómo losabe?”

Con emoción en la voz, Coleendijo: “Baur Dee era mi tía, la herma-na de mi madre. Desde que murió,todos los Días de los Muertos, misfamiliares han encontrado en sutumba un ramo de flores y una tarje-ta inscrita de las alumnas de BaurDee. Ellos siempre han deseadosaber quiénes eran esas alumnaspara agradecerles el que se acorda-ran de ella. Ahora les puedo decir”.

El escritor estadounidenseThornton Wilder dijo: “El mayorhomenaje que podemos tributar alos muertos no es la tristeza sino lagratitud”.

El segundo ejemplo de vidas lle-nas de servicio a los demás, con elcual quiero terminar, es la experien-cia misional de Juliusz y DorothyFussek, a quienes se les llamó paracumplir una misión de dieciochomeses en Polonia. El hermano Fussekhabía nacido en Polonia, hablaba elidioma y amaba a su gente; la herma-na Fussek nació en Inglaterra y sabía

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NOTAS1. 1 Timoteo 4:1–2.2. 1 Timoteo 4:12.3. D. y C. 88:118.4. Juan 5:39.5. D. y C. 19:23.6. Ruth 1:16.7. Hechos 9:36–42.8. Salmos 121:2.9. Mateo 25:21.

muy poco de Polonia y casi nadaacerca de su gente.

Con confianza en el Señor, par-tieron a cumplir su asignación. Lascondiciones de vida eran rudimenta-rias, la obra solitaria y la tarea in-mensa. En ese tiempo todavía no sehabía establecido una misión enPolonia. La asignación que recibie-ron los Fussek fue la de preparar elcamino para que se pudiese estable-cer una misión permanente, enviarmás misioneros, enseñar a la gente,bautizar conversos, organizar ramasy edificar capillas.

¿Se desanimaron los hermanosFussek ante la enormidad de suasignación? No, ni por un momen-to. Ellos sabían que su llamamientoprovenía de Dios; oraron pidiendoSu ayuda divina y se dedicaron detodo corazón a la obra. No sólo sequedaron en Polonia dieciocho

Los asistentes a la conferencia camin

meses, sino cinco años y vieroncumplirse todos los objetivos men-cionados. Todo eso derivó de unareunión previa en la que los élderesRussell M. Nelson, Hans B. Ringgery yo, acompañados por el élderFussek, nos reunimos con el minis-tro Adam Wopatka, del gobiernopolaco, y lo escuchamos decir: “SuIglesia es bienvenida aquí; ustedespueden construir edificios; puedenenviar sus misioneros; son bienveni-dos a Polonia. Este caballero”, dijo,señalando a Juliusz Fussek, “ha ser-vido bien a su Iglesia, al igual que suesposa. Pueden estarles agradecidospor su ejemplo y por su obra”.

Al igual que los Fussek, hagamoslo que debemos hacer en la obra delSeñor. Entonces, junto con Juliusz yDorothy Fussek, podremos hacer ecodel salmo: “Mi socorro viene deJehová”8.

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an lentamente en la Manzana del Tem

Queridas hermanas, ustedes sonen verdad “ejemplos de los creyen-tes”. Que nuestro Padre Celestiallas bendiga a cada una, casadas osolteras, en sus hogares, con sus fa-milias y en sus vidas, para que sehagan merecedoras del maravillosorecibimiento del Salvador delmundo: “Bien, buen siervo y fiel”9.Esto lo ruego, al dejarles mi bendi-ción, en el nombre de Jesucristo.Amén. �

plo.

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Se dirigen a nosotros

Informe de la Conferencia General Semestral número 171, del 6 y 7 de octubre de 2001, para los niños de la Iglesia

Presidente Gordon B. Hinckley:¿Son éstos tiempos peligrosos? Loson. Pero no hay necesidad detemer. Podemos tener paz en nues-tros corazones y paz en nuestros ho-gares. Cada uno de nosotros puedeser una influencia para bien en estemundo.

Presidente Thomas S. Monson,Primer Consejero de la PrimeraPresidencia: Que desde hoy en ade-lante tomemos la determinación dellenar nuestro corazón de amor. Quevayamos la segunda milla con el finde incluir en nuestra vida a los quese encuentren solos, tristes o queestén sufriendo de alguna forma.

Presidente James E. Faust, SegundoConsejero de la Primera Presidencia:El sobrecogedor mensaje de laExpiación es el amor perfecto que elSalvador tiene por cada uno de no-sotros. Se trata de un amor lleno demisericordia, paciencia, gracia, equi-dad, longanimidad y, por encima detodo, perdón.

Presidente Boyd K. Packer,Presidente en Funciones del Quórumde los Doce Apóstoles: Amo este

Libro de Mormón: Otro Testamentode Jesucristo. Si se estudia, se puedeentender tanto el AntiguoTestamento como el NuevoTestamento en la Biblia. Sé que es laverdad.

Élder Dallin H. Oaks, del Quórumde los Doce Apóstoles: El Señor amaa todos Sus hijos y desea que todostengan la plenitud de Su verdad y laabundancia de Sus bendiciones. Élsabe cuándo están listos y desea quedemos oído a Sus instruccionessobre cómo compartir Su Evangelio.

É lder Joseph B. Wirthlin, delQuórum de los Doce Apóstoles: Loúnico por lo que se deben preocupares por esforzarse por ser lo mejorque puedan. ¿Y cómo lo pueden lo-grar? Al fijar su atención en lasmetas más importantes de la vida yavanzar hacia ellas paso por paso.

É lder Richard G. Scott, delQuórum de los Doce Apóstoles: Paraobtener paz y seguridad perdurables,en algún momento de tu vida, eninstantes de quieta reflexión, debesllegar a saber con seguridad que hayun Dios en los cielos que te ama;

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que Él está al mando y te ayudará.Esa convicción es la médula de unfirme testimonio.

É lder Jeffrey R. Holland, delQuórum de los Doce Apóstoles: .Debemos pagarlos [diezmos y ofren-das]como una expresión personal deamor hacia nuestro generoso PadreCelestial. Por Su gracia, Dios hadado pan al hambriento y ha vestidoal pobre. En diferentes épocas denuestra vida, eso nos incluye atodos.

É lder Henry B. Eyring, delQuórum de los Doce Apóstoles: Simeditan las Escrituras y comienzana hacer lo que pactaron con Diosque harían [al tiempo del bautismo],les prometo que sentirán más amorhacia Dios y más del amor de Él porustedes.

Élder H. Ross Workman, de losSetenta: Dios ha bendecido a Sushijos con profetas para que los ins-truyan en Sus caminos y los prepa-ren para la vida eterna… Laobediencia es esencial para recibirlas bendiciones del Señor, aun cuan-do no se entienda el objetivo delmandamiento.

Obispo H. David Burton, ObispoPresidente: Entre la gente joven, lostérminos vulgares y groseros parecenacudir con facilidad al describir sussentimientos. Mis jóvenes amigos,ahora es el momento de mantenerseerguido y eliminar esas palabras desu vocabulario… Busquen la forta-leza de nuestro Padre Celestial. �

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Enseñanzas para nuestra época 2002

Las reuniones del Sacerdocio deMelquisedec y de la Sociedad de

Socorro que se llevan a cabo el cuartodomingo del mes se deben dedicar a“Enseñanzas para nuestra época”. Cadaaño, la Primera Presidencia asigna 10temas con sus correspondientes mate-riales de consulta para que se utilicenen esas reuniones. A continuación seproporcionan los temas y los materialesde consulta para el año 2002. Las pre-sidencias de estaca o de distrito escoge-rán los dos temas adicionales.

Los temas que se sometan a discu-sión en las reuniones del cuarto do-mingo deben basarse en uno o quizásen dos de los materiales de consultadesignados que mejor satisfagan lasnecesidades de los miembros del quó-rum o de la clase, y se adapten a suscircunstancias. No es necesario quelos maestros utilicen todos los mate-riales de consulta. Se alienta a los lí-deres y a los maestros a no hacer delos temas un sermón o una diserta-ción, sino a ponerlos a discusión declase; ellos deben pensar en la formade alentar a los miembros del quórumo de la clase a aplicar los principiosque se hayan analizado. En La ense-ñanza: el llamamiento más importante[36123 002] y en la Guía para la ense-ñanza [34595 002] se pueden encon-trar sugerencias sobre cómo preparary realizar análisis de quórum o declase.

1. Jesús de Nazaret, Salvador y ReyMateo 1:18–21; Hechos 4:8–12;

3 Nefi 11:7–17.“Testigos especiales de Cristo”,

Liahona, abril de 2001, págs. 2–24(video opcional, Testigos especiales deCristo, artículo 53584 002).

Russell M. Nelson, “Jesús el Cristo:Nuestro Maestro y más”, Liahona,abril de 2000, págs. 4–19.

“Jesucristo, nuestro fundamentoseguro”, lección 1 , La Mujer Santo delos Últimos Días, Parte B [31114 002].

2. Convertirse verdaderamentecomo familia y en forma individual

Lucas 18:18–30; Mosíah 4:6–7;5:2; Alma 5:14–35.

Gordon B. Hinckley, “El milagro de la fe”, Liahona, julio de 2001, págs. 82–85.

L. Tom Perry, “Discipulado”,Liahona, enero de 2001, págs. 72–74.

Dallin H. Oaks, “El desafío de loque debemos llegar a ser”, Liahona,enero de 2001, págs. 40–43.

“La caridad”, capítulo 30, Principiosdel Evangelio [31110 002].

3. Permanecer fieles a nuestros convenios bautismales

Mateo 3:13–17; 2 Nefi 31:5–20;Mosíah 18:7–10.

James E. Faust, “Nacer de nuevo”,Liahona, julio de 2001, págs. 68–71.

Robert D. Hales, “El convenio delbautismo: Estar en el reino y ser delreino”, Liahona, enero de 2001, págs. 6–9.

“El bautismo: Un convenio conti-nuo”, lección 29, Deberes y bendicionesdel sacerdocio, Parte A [31111 002].

4. Encontrar gozo y paz por mediode la Expiación

Isaías 1:16–20; 2 Nefi 9:18–21;Alma 34:14–16; 38:8–9; D. y C.18:10–13.

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Boyd K. Packer, “ ‘El toque de lamano del Maestro’ ”, Liahona, julio de2001, págs. 25–28.

Richard G. Scott, “El camino haciala paz y el gozo”, Liahona, enero de2001, págs. 31–33.

“El arrepentimiento”, capítulo 19,Principios del Evangelio.

5. Desarrollar un testimonio de lasverdades del Evangelio

Juan 7:17; Alma 5:44–46;32:27–28; Éter 12:6; Moroni 10:4–5;D. y C. 6:20–23.

James E. Faust, “Un testimoniocada vez mayor”, Liahona, enero de2001, págs. 69–71.

Joseph B. Wirthlin, “Un testimoniopuro”, Liahona, enero de 2001, págs. 27–30.

“Un testimonio del Evangelio deJesucristo”, lección 26, Deberes y bendiciones del sacerdocio, Parte A.

6. Proporcionar a los hijos una he-rencia de fe

Proverbios 22:6; Mateo 5:13–16;Tito 2:1–8; 1 Nefi 1:1; D.y C.68:25–28.

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IDEAS PARA LOS TEMAS DE LASMINICLASES**

• La adoración en el templo.• La oración personal y el estudio de las

Escrituras.• La observancia del día de reposo (D. y C. 59).

• El cultivar, cocinar y conservar (envasar)alimentos.

• La organización y la limpieza del hogar.• El valor del trabajo.

• “La familia: Una proclamación para elmundo” (Liahona, octubre de 1998, pág. 24).

• La noche de hogar, la oración familiar y elestudio de las Escrituras.

• Conocimientos sobre la crianza de los hijos.

• La comunicación y la solución de conflictos.• El arrepentimiento y el perdón.• El liderazgo eficaz.

• El almacenamiento en el hogar y la prepa-ración para las situaciones de emergencia.

• La educación o preparación y la adminis-tración de los recursos.

• La salud y la higiene.

• El servicio a los familiares y a los vecinos.• El prestar servicio en la Iglesia.• Los proyectos de servicio a la comunidad.

• El ejercicio físico y la nutrición.• Cómo hacer frente al estrés o las tensiones

y la recreación.• El sentir gratitud y el reconocer las bendi-

ciones del Señor.

• La bendición patriarcal.• El desarrollar talentos y la creatividad.• El aprendizaje a lo largo de toda la vida.

• La adquisición del conocimiento delEvangelio.

• Las historias personales y familiares y lostestimonios escritos.

• La instrucción de la primera infancia y lite-ratura infantil.

• La importancia de la música en el hogar.• La literatura y las bellas artes.• El comprender otras culturas.

Reuniones de superación personal, de lafamilia y del hogar*Cuando planeen las reuniones de superación personal, de la familia y del hogar, de-

terminen cuidadosamente las necesidades de las hermanas y tengan en cuenta elsatisfacerlas con tacto a fin de no ofender ni hacer pasar vergüenza a nadie. Cuandosea pertinente, asegúrense de que esas reuniones comprendan clases que sirvan paracultivar conocimientos sobre la crianza de los hijos y las relaciones familiares. Para ello,se pueden utilizar como fuentes de consulta el cuadernillo Guía para la familia (31180002) y Matrimonio y relaciones familiares: Manual para el instructor (35865 002), los cuales se encuentran disponibles en los centros de distribución de la Iglesia.

PRESENTACIONES

Desarrollo espiritual(D. y C. 88:63).

Conocimientos prácticos deEconomía Doméstica (Proverbios 31:27).

Relaciones matrimoniales y familiares (Malaquías 4:6; Mosíah 4:15).

Fortalecimiento de la relación conlos demás (Mateo 5:38–44; 25:40).

Autosuficiencia(D. y C. 88:119).

Servicio(Proverbios 31:20; Mosíah 4:26).

Salud física y emocional(Mosíah 4:27; D. y C. 10:4).

Superación y educación personales (D. y C. 88:118; 130:18–19).

Alfabetización (Daniel 1:17; Moisés 6:5–6).

Artes culturales (D. y C. 25:12).

*Se distribuyeron pautas para las reuniones de superación personal, de la familia y del hogar junto conuna carta de la Primera Presidencia fechada el 20 de septiembre de 1999.

**Entre los materiales de consulta para los temas de las miniclases se encuentran el manual Principios delEvangelio y los manuales La mujer Santo de los Últimos Días, Parte A y Parte B.

Gordon B. Hinckley, “El consejo yla oración de un profeta en beneficiode la juventud”, Liahona, abril de2001, págs. 30–41.

David B. Haight, “Sean un eslabónfuerte”, Liahona, enero de 2001, págs. 23–25.

“La familia puede ser eterna”, capítulo 36, Principios del Evangelio.

7. Fortalecer al hogar y a la familiaen contra de la maldad

Isaías 52:11; Juan 15:1–4; Jacob3:10–12; D. y C. 121:45.

Thomas S. Monson, “La pornogra-fía: Ese propagador mortal”, Liahona,noviembre de 2001, págs. 2–6.

Neal A. Maxwell, “Los artificios ylas tentaciones del mundo”, Liahona,enero de 2001, págs. 43–46.

“La pureza moral”, lección 34, De-beres y bendiciones del sacerdocio, Parte A.

8. La participación en el servicio mi-sional como familia y en forma indi-vidual

Marcos 16:15; D. y C. 18:15–16;34:4–6; 60:1–2; 88:81; 123:12.

M. Russell Ballard, “Los miembrosson la clave”, Liahona, septiembre de2000, págs. 12–21.

Jeffrey R. Holland, “ ‘Me seréis testigos’ ”, Liahona, julio de 2001, págs.15–17.

“La obra misional”, capítulo 33,Principios del Evangelio.

9. Encontrar y alimentar a las ovejasperdidas del Señor

Lucas 10:25–37; Efesios 2:19; Alma31:34–35; D. y C. 18:15–16.

Thomas S. Monson, “Tu jornadaeterna”, Liahona, julio de 2000, págs. 56–59.

Henry B. Eyring, “ ‘Velad conmigo’ ”,Liahona, julio de 2001, págs. 44–47.

“El hermanamiento es una responsa-bilidad del sacerdocio”, lección 10, De-beres y bendiciones del sacerdocio, Parte B.

10. Recibir las bendiciones del temploSalmos 24:3–5; D. y C. 109:12–23;

110:6–10.Boyd K. Packer, “El santo templo”,

Liahona, junio de 1992, págs. 14–23.Russell M. Nelson, “La preparación

personal para recibir las bendicionesdel templo”, Liahona, julio de 2001,págs. 37–40.

“La historia familiar y el llevar re-gistros”, lección 8, Deberes y bendicio-nes del sacerdocio, Parte B. �

E N E R O D E 2 0 0 2

121

Page 124: LIAHONA ENERO 2002

Guía de Fuentes deconsulta para usarcon SacerdocioAarónico, Manual 3Para usar en 2002, lecciones 1–25

Las siguientes fuentes de consultase pueden utilizar para comple-

mentar las lecciones 1–25, pero nopara reemplazarlas. Sírvanse enseñarlas lecciones en el orden en que apa-recen impresas. (A=Amigos.) Nota:El manual no cuenta con una lección es-pecífica para la Pascua de Resurrección.Si desea enseñar una lección especial(31 de marzo), use discursos de confe-rencias, artículos e himnos que se cen-tran en la Expiación, la Resurrección yla vida y misión del Salvador.

Lección 1: La TrinidadGordon B. Hinckley, “El Padre, el

Hijo y el Espíritu Santo”, Liahona,marzo de 1998, 3–9.

James E. Faust, “Que te conozca-mos a Ti, el único Dios verdadero, y aJesucristo”, Liahona, febrero de 1999,2–6.

S. Michael Wilcox, “ ‘No tendrásdioses ajenos delante de mí’ ” ,Liahona, febrero de 1998, 26–33.

Lección 2: El plan de salvaciónJoseph B. Wirthlin, “Un tiempo de

preparación”, Liahona, julio de 1998,13–16.

Henry B. Eyring, “La familia”,Liahona, octubre de 1998, 12–23.

John B. Dickson, “Los dones in-comparables”, Liahona, octubre de1999, 18–24.

“Soy un hijo de Dios”, Himnos, Nº 196.

Lección 3: Hijos del Dios vivienteBoyd K. Packer, “ ‘Sois templo de

Dios’ ”, Liahona, enero de 2001,85–88.

Russell M. Nelson, “Somos hijos deDios”, Liahona, enero de 1999, 101–4.

“Dios vive”, Himnos, Nº 199.

Lección 4: Yo poseo la capacidad yla libertad para escoger

Joseph B. Wirthlin, “Es suya la de-cisión”, Liahona, noviembre de 1998,46–48.

Richard G. Scott, “Haz tú lo justo”,Liahona, marzo de 2001, 10–17.

“Haz el bien”, Himnos, Nº 239.

Lección 5: “¡Cómo caíste del cielo,oh Lucero, hijo de la mañana!”

James E. Faust, “El enemigo inte-rior”, Liahona, enero de 2001, 54–57.

Richard C. Edgley, “El morral decaza de Satanás”, Liahona, enero de2001, 52–53.

L I A H O N A

122

Dennis Largey, “Rehusemos adorarlas imágenes de hoy”, Liahona, marzode 1998, 16–23.

Lección 6: La caída de AdánRussell M. Nelson, “La Expiación,”

Liahona, noviembre de 1996, 37–40.Dallin H. Oaks, “El gran plan de

salvación”, Liahona, noviembre de1994, 84–88.

“El conflicto de la vida mortal”,Liahona, septiembre de 2001, 30–31.

Lección 7: La Expiación logra la vic-toria sobre la muerte y el infierno

Gordon B. Hinckley, “El maravillo-so y verdadero relato de la Navidad”,Liahona, diciembre de 2000, 2–6.

D. Todd Christofferson, “La reden-ción de los muertos y el testimonio deJesús”, Liahona, enero de 2001,10–13.

Richard D. Draper, “El papel deCristo como Redentor”, Liahona, di-ciembre de 2000, 10–17.

Lección 8: La resurrección y el juicio

Gordon B. Hinckley, “ ‘No estáaquí, sino que ha resucitado’ ”,Liahona, Julio de 1999, 82–85.

Dallin H. Oaks, “Resurrección”,Liahona, Julio de 2000, 16–19.

“Para vencer al mundo”, Liahona,septiembre de 2000, 26–27.

Page 125: LIAHONA ENERO 2002

Lección 9: La justicia y la misericordia

Richard G. Scott, “El camino haciala paz y el gozo”, Liahona, enero de2001, 31–33.

Jeffrey R. Holland, “Venid y ved”,Liahona, agosto de 1998, 44–48.

Lección 10: Un potente cambioJames E. Faust, “Nacer de nuevo”,

Liahona, junio de 1998, 2–6.Dallin H. Oaks, “El desafío de lo

que debemos llegar a ser”, Liahona,enero de 2001, 40–43.

Robert L. Millet, “Despojémonosdel hombre natural”, Liahona, agostode 2000, 6–10.

“Señor, yo te seguiré”, Himnos, Nº138.

Lección 11: Suficiente fe para lograrla vida eterna

James E. Faust, “El escudo de lafe”, Liahona, Julio de 2000, 20–23.

Jeffrey R. Holland, “Como palomasen nuestra ventana”, Liahona, julio de2000, 90–93.

Taylor Hartley, “La prueba de mife”, Liahona, octubre de 1999, 40–42.

“Firmes creced en la fe”, Himnos,Nº 166.

Lección 12: El arrepentimientoBoyd K. Packer, “Lavados y purifi-

cados”, Liahona, Julio de 1997, 9–11.Henry B. Eyring, “No demores”,

Liahona, enero de 2000, 38–41.“Para hallar la paz interior”,

Liahona, junio de 2000, 32–33.“Venid a Cristo”, Himnos, Nº 60.

Lección 13: Ser perdonados a medida que perdonamos

Gordon B. Hinckley, “‘A vosotrosos requerido perdonar’”, Liahona,noviembre de 1991, 2–7.

Henry B. Eyring, “Para que seamosuno”, Liahona, Julio de 1998, 72–74.

Yessika Delfin Salinas, “ ‘Orad porvuestros enemigos’ ” , Liahona, sep-tiembre de 2000, 8–10.

Aurora Rojas de Álvarez, “El per-dón nos unió”, Liahona, octubre 1999,44–46.

Roderick J. Linton, “El corazónque perdona”, Liahona, junio de 1998,28–33.

Lección 14: La Santa CenaRobert D. Hales, “En memoria de

Jesús”, Liahona, noviembre de 1997,28–31.

“Apreciemos el sacrificio delSalvador”, Liahona, junio de 2001,26–27.

“¿Cómo puedo saber si participo dela Santa Cena dignamente?”, Liahona,abril de 1999, 22–24.

“La Santa Cena”, Himnos, Nº 103.

Lección 15: Perseverar hasta el finNeal A. Maxwell, “Si lo sobrelleva-

mos bien”, Liahona, abril de 1999,10–17.

Robert D. Hales, “ ‘He aquí, tene-mos por bienaventurados a los que su-fren’ ”, Liahona, julio de 1998, 81–84.

“Santos, avanzad”, Himnos, Nº 38.

Lección 16: Jesucristo, la Vida y laLuz del mundo

Russell M. Nelson, “Jesús el Cristo,nuestro Maestro y más”, Liahona, abrilde 2000, 4–19.

Sharon G. Larsen, “Vuestra luz enel desierto”, Liahona, julio de 1999,106–8.

“Jesús es mi luz”, Himnos, Nº 42.

Lección 17: El Espíritu SantoBoyd K. Packer, “Lenguas de

fuego”, Liahona, julio de 2000, 7–10.Sheri L. Dew, “No estamos solas”,

Liahona, enero de 1999, 112–14.“Deja que el Espíritu te enseñe”,

Himnos, Nº 77.

Lección 18: La oraciónHenry B. Eyring, “‘Que Dios escri-

ba en mi corazón’”, Liahona, enero de2001, 99–102.

Julieta Arevyan de Álvarez,“Gratitud en un día de lluvia”,Liahona, mayo de 2000, 26–28.

“¿Pensaste orar?” Himnos, Nº 81.

Lección 19: El ayunoThomas S. Monson, “La edifica-

ción de tu hogar eterno”, Liahona,octubre de 1999, 2–7.

Joseph B. Wirthlin, “La ley delayuno”, Liahona, julio de 2001, 88–91.

Brigada Acosta de Pérez,“Bendecida por ayunar”, Liahona,octubre de 1999, 46–48.

Diane K. Cahoon, “El milagro dela hermana Stratton”, Liahona, mayode 1999, A6–7.

Lección 20: El diezmo: Una pruebaespiritual

James E. Faust, “Abrir las ventanasde los cielos”, Liahona, enero de 1999,67–70.

E N E R O D E 2 0 0 2

123

Theodor G. Baalman, “Poniendo aprueba la promesa del Señor”,Liahona, diciembre de 1998, 26–27.

“Tú me has dado muchas bendi-ciones, Dios”, Himnos, Nº 137.

Lección 21: La función del quórumM. Russell Ballard, “¿Llevamos el

mismo paso de nuestros líderes?”,Liahona, enero de 1999, 6–9.

D. Todd Christofferson, “El quó-rum del sacerdocio”, Liahona, enerode 1999, 47–49.

“Oh élderes de Israel”, Himnos, Nº209.

Lección 22: Los deberes del presbítero

Thomas S. Monson, “El sacerdo-cio: Poderoso ejército del Señor”,Liahona, julio de 1999, 56–59.

Dallin H. Oaks, “El SacerdocioAarónico y la Santa Cena”, Liahona,enero de 1999, 43–46.

Lección 23: Preparación para reci-bir el Sacerdocio de Melquisedec

Thomas S. Monson, “Nuestro hoydetermina nuestro mañana”, Liahona,enero de 1999, 55–58.

Joseph B. Wirthlin, “El crecer den-tro del sacerdocio”, Liahona, enero de2000, 45–49.

Jeffrey R. Holland, “‘Santificaos’”,Liahona, enero de 2001, 46–49.

Lección 24: Escuchemos al profetaGordon B. Hinckley, “El consejo y

la oración de un profeta en beneficiode la juventud”, Liahona, abril de2001, 30–41.

Clyde J. Williams, “El seguir al profeta: Una perspectiva del Libro deMormón”, Liahona, junio de 2000,18–23.

“Dios manda a profetas”, Himnos,Nº 11.

Lección 25: Todo joven debe cum-plir una misión

Thomas S. Monson, “El que honraa Dios, Dios le honra”, Liahona,noviembre de 1995, 48–50.

Lance B. Wickman, “El futuro tú”,Liahona, noviembre de 2000, 22–24.

“Llamados a servir”, Liahona,agosto de 1999, 26–31.

Janet Peterson, “Sigue andando enbicicleta”, Liahona, abril de 1999,26–28.

“Venid los que tenéis de Dios el sacerdocio”, Himnos, Nº 206.

Page 126: LIAHONA ENERO 2002

Guía de Fuentes de consulta parausar con MujeresJóvenes, Manual 3Para usar en 2002, lecciones 1–25

Las siguientes fuentes de consultase pueden utilizar para comple-

mentar las lecciones 1–25, pero nopara reemplazarlas. Sírvanse enseñarlas lecciones en el orden en que apa-recen impresas. Nota: El manual nocuenta con una lección específica para laPascua de Resurrección. Si desea ense-ñar una lección especial (31 de marzo),use discursos de conferencias, artículos ehimnos que se centran en la Expiación,la Resurrección y la vida y misión delSalvador.

Lección 1: Dios el PadreGordon B. Hinckley, “El Padre, el

Hijo y el Espíritu Santo”, Liahona,marzo de 1998, 2–9.

James E. Faust, “Que te conozca-mos a ti, el único Dios verdadero, y aJesucristo”, Liahona, febrero de 1999,2–6.

S. Michael Wilcox, “‘No tendrásdioses ajenos delante de mí’”, Liahona,febrero de 1998, 26–33.

Lección 2: Llegar a conocer alSalvador

Russell M. Nelson, “Jesús el Cristo:nuestro maestro y más”, Liahona, abrilde 2000, 4–19.

Jeffrey R. Holland, “Venid y ved”,Liahona, agosto de 1998, 44–48.

Sheri L. Dew, “Nuestra única oportunidad,” Liahona, julio de 1999,77–79.

“Venid a Cristo”, Himnos, Nº 60.

Lección 3: Vivir el Evangelio cadadía de nuestra vida

Jeffrey R. Holland, “ ‘No perdáis,pues, vuestra confianza’ ”, Liahona,junio de 2000, 34–42.

Laury Livsey, “Bienvenidos a la escuela secundaria Rizal”, Liahona,mayo de 1998, 10–15.

Linda Van Orden, “Poner al Señoren primer término”, Liahona, noviem-bre de 1998, 42–45.

Lección 4: La preparación para llegar a ser una compañera eterna

Gordon B. Hinckley, “Caminandoa la luz del Señor”, Liahona, enero de1999, 115–18.

Richard G. Scott, “El gozo de vivirel gran plan de felicidad”, Liahona, noviembre de 1996, 73–75.

“El matrimonio eterno”, Liahona,octubre de 1998, 25.

Lección 5: Para crear un ambienteespiritual en el hogar

M. Russell Ballard, “Como unallama inextinguible”, Liahona, julio de1999, 101–4.

“¿Qué puedo hacer para que mihogar sea más feliz y espiritual?”,Liahona, agosto de 1998, 26–29.

“El hogar es como el cielo”,Himnos, Nº 193.

L I A H O N A

124

Lección 6: La responsabilidad que lamujer tiene de enseñar

Gordon B. Hinckley, “Madre, tumás grande desafío”, Liahona, enerode 2001, 113–16.

Boyd K. Packer, “Enseñen a losniños”, Liahona, mayo de 2000, 14–23.

Ronald L. Knighton, “Seamos losmejores maestros de nuestros hijos”,Liahona, junio de 2001, 36–45.

“Cuando enseñe a tus hijos”,Himnos, Nº 172.

Lección 7: Nuestro propósito en lavida

Thomas S. Monson, “Su jornadacelestial”, Liahona, julio de 1999,114–16.

Russell M. Nelson, “Somos hijos deDios”, Liahona, enero de 1999, 101–4.

“A donde me mandes iré”, Himnos,Nº 175.

Lección 8: Las familias eternasHenry B. Eyring, “La familia”,

Liahona, octubre de 1998, 12–23.Alfonso Castro Vázquez, “ ‘Quiero

una familia eterna’ ”, Liahona, agostode 2000, 26–28.

“Las familias pueden ser eternas”,Himnos, Nº 195.

Lección 9: Fomentar la unidad familiar

Thomas S. Monson, “La edifica-ción de tu hogar eterno”, Liahona,octubre de 1999, 2–7.

Henry B. Eyring, “Para que seamosuno”, Liahona, julio de 1998, 66–68.

Page 127: LIAHONA ENERO 2002

Robert E. Wells, “La unidad en lasfamilias combinadas”, Liahona, juniode 1999, 28–35.

Tammy Munro, “El leer con Ben”,Liahona, mayo de 2000, 10–12.

“Cuando hay amor”, Himnos, Nº194.

Lección 10: Fomentar actividadesfamiliares agradables

Primera Presidencia, “Carta de laPrimera Presidencia”, Liahona, diciem-bre de 1999, 1.

Paul J. Rands, “La noche de hogarno tiene que ser perfecta”, Liahona,agosto de 1999, 44–47.

D. Ray Thomas, “Sugerencias paraedificar familias más fuertes”, Liahona,diciembre de 1999, 30–32.

Lección 11: Para fortalecer los lazosfamiliares

Robert D. Hales, “El fortalecimien-to de las familias: Nuestro deber sa-grado”, Liahona, julio de 1999, 37–40.

Dennis B. Neuenschwander, “Lospuentes y los recuerdos eternos”,Liahona, Julio de 1999, 98–100.

Lección 12: Las bendiciones del sacerdocio

Boyd K. Packer, “Lo que todo élderdebe saber; y toda hermana también”,Liahona, noviembre de 1994, 14–24.

Ray H. Wood, “ ‘Hecho semejanteal Hijo de Dios’ ”, Liahona, julio de1999, 48–49.

Kerstin Saffer y Birgitta Strandberg,“ ‘¡Leonard se ha ahogado!’ ”, Liahona,noviembre de 1999, 10–11.

Fuco Rey, “El sacerdocio en mismanos”, Liahona, septiembre de 1998,32–33.

Lección 13: El sacerdocio: Una bendición para la familia

Russell M. Nelson, “Los pastores,los corderos y los maestros orientado-res”, Liahona, abril de 1999, 42–48.

D. Lee Tobler, “El sacerdocio y elhogar”, Liahona, julio de 1999, 51–52.

Lección 14: Tenemos un legado ma-ravilloso

Jeffrey R. Holland, “Como palomasen nuestra ventana”, Liahona, julio de2000, 90–93.

Stephen B. Oveson, “Nuestro lega-do”, Liahona, enero de 2000, 34–36.

“Un ángel del Señor”, Himnos,Nº 9.

Lección 15: Las bendiciones de lacasa de Israel

James E. Faust, “ ‘Examíname, ohDios, y conoce mi corazón’ ”, Liahona,julio de 1998, 17–20.

Russell M. Nelson, “Los hijos delconvenio”, Liahona, julio de 1995,36–40.

Marvin K. Gardner, “ ‘Uno de cadaciudad, y dos de cada familia’: Los co-mienzos de la Iglesia en Chernigov,Ucrania,” Liahona, abril de 1999,36–41.

Lección 16: La investidura del temploBoyd K. Packer, “El santo templo”,

Liahona, junio de 1992, 14–23.Julia Hardel, “Un viaje al templo”,

Liahona, febrero de 1997, 8–9.Kuteka Kamulete, “Desde Zaire

hasta la casa del Señor”, Liahona,agosto de 1997, 8–9.

Lección 17: Para prepararnos para iral templo

James E. Faust, “La eternidad antenosotros”, Liahona, julio de 1997,19–22.

Barbara Jean Jones, “Vidas enconstrucción”, Liahona, noviembre de2000, 8–13.

Tamara Leatham Bailey, “La clasede persona que va al templo”, Liahona,mayo de 1999, 46–48.

“Tu casa amamos, Dios,” Himnos,Nº 160.

Lección 18: El casamiento en eltemplo

Richard G. Scott, “Recibe las ben-diciones del templo”, Liahona, Julio de1999, 29–31.

“El nutrir un amor que perdura”,Liahona, mayo de 2000, 25.

“El matrimonio eterno”, Liahona,octubre de 1998, 25.

Lección 19: El legadoDavid B. Haight, “Sean un eslabón

fuerte”, Liahona, enero de 2001,23–25.

Richard G. Scott, “Cómo eliminarlas barreras que nos separan de la feli-cidad”, Liahona, julio de 1998, 92–94.

Donald L. Hallstrom, “El cultivartradiciones rectas”, Liahona, enero de2001, 34–35.

Lección 20: Comprender las respon-sabilidades de los misioneros

L. Tom Perry, “Aceptemos el desa-fío”, Liahona, septiembre de 1999,44–47.

E N E R O D E 2 0 0 2

125

Roger Terry, “Uno más”, Liahona,marzo de 2000, 46–48.

Laury Livsey, “Iré y haré”, Liahona,febrero de 1998, 8–11.

Lección 21: Aprender a dar a conocer el Evangelio

M. Russell Ballard, “Los miembrosson la clave”, Liahona, septiembre de2000, 12–21.

Mary Ellen Smoot, “Somos nstrumentos en las manos de Dios”,Liahona, enero de 2001, 104–7.

Shane Wise y Christie Giles,“Mira y ve”, Liahona, marzo de 2000,8–10.

Lección 22: La perspectiva eternaJeffrey R. Holland, “‘Sumo

sacerdote de los bienes venideros’”,Liahona, enero de 2000, 42–45.

Jay E. Jensen, “Mantengan unaperspectiva eterna”, Liahona, julio de2000, 32–34.

“¡Oh, está todo bien!”, Himnos,Nº 17.

Lección 23: Para vencer la oposición

Neal A. Maxwell, “Los artificios ylas tentaciones del mundo”, Liahona,enero de 2001, 43–46.

L. Aldin Porter, “‘Pero no les hicimos caso’”, Liahona, abril de 1999,30–34.

“Santos, avanzad”, Himnos, Nº 38.

Lección 24: El albedríoJoseph B. Wirthlin, “Es suya la

decisión”, Liahona, noviembre de1998, 46–48.

Richard G. Scott, “Haz tú lojusto”, Liahona, marzo de 2001,10–17.

Sharon G. Larsen, “El albedrío:Una bendición y una aflicción”,Liahona, enero de 2000, 12–14.

“Haz el bien”, Himnos, Nº 155.

Lección 25: La obedienciaJames E. Faust, “La obediencia: El

sendero hacia la libertad”, Liahona,julio de 1999, 53–56.

Robert D. Hales, “El convenio del bautismo: Estar en el reino y ser del reino”, Liahona, enero de2001, 6–9.

Denalee Chapman, “Las 3 pregun-tas”, Liahona, noviembre de 2000,46–47. �

Page 128: LIAHONA ENERO 2002

L I A H O N A

126

Presidencias Generales de las OrganizacionesAuxiliares

Élder F. Melvin HammondPresidente

Élder Glenn L. PacePrimer Consejero

Élder Spencer J. CondieSegundo Consejero

Élder Cecil O. Samuelson Jr.Presidente

Élder John H. GrobergPrimer Consejero

Élder Richard J. MaynesSegundo Consejero

Hermana Mary Ellen W. SmootPresidenta

Hermana Virginia U. JensenPrimera Consejera

Hermana Sheri L. DewSegunda Consejera

Hermana Margaret D. NadauldPresidenta

Hermana Carol B. ThomasPrimera Consejera

Hermana Sharon G. LarsenSegunda Consejera

Hermana Coleen K. MenlovePresidenta

Hermana Sydney S. ReynoldsPrimera Consejera

Hermana Gayle M. CleggSegunda Consejera

HOMBRES JÓVENES

ESCUELA DOMINICAL

SOCIEDAD DE SOCORRO

MUJERES JÓVENES

PRIMARIA

NOTICIAS DE LA IGLESIA

Cambios en losSetenta, en losHombres Jóvenes y en la EscuelaDominical

Durante la sesión de la conferen-cia del sábado por de tarde, los

miembros de la Iglesia sostuvieronlos cambios de la Presidencia de losSetenta, que se habían anunciadopreviamente en junio de 2001.Además, se relevaron a 9 miembrosde los Setenta, a 24 SetentaAutoridades de Área y se llamaron a3 nuevos Setenta Autoridades deÁrea; y se reorganizaron las presi-dencias de la Escuela Dominical y delos Hombres Jóvenes.

El élder Charles Didier y el élderCecil O. Samuelson Jr. Fueron soste-nidos como miembros de laPresidencia de los Setenta, en reem-plazo del élder L. Aldin Porter y delélder Marlin K. Jensen. Al élderPorter se le relevó y se le otorgó elestado emérito, y al élder Jensen sele llamó en agosto de 2001 paraprestar servicio en la Presidencia delÁrea Europa Central.

Al élder Samuelson se le sostuvocomo nuevo presidente general de laEscuela Dominical, con el élder JohnH. Groberg y el élder Richard J.Maynes como consejeros. Al élderJensen se le reveló como presidentegeneral de la Escuela Dominical juntocon sus consejeros, el élder Neil L.Andersen y el élder John H. Groberg.

Al élder F. Melvin Hammond, de losSetenta se le sostuvo como nuevo pre-sidente general de los HombresJóvenes, con el élder Glenn L. Pace y elélder Spencer J. Condie como conseje-ros. Al élder Robert K. Dellenbach, queprestaba servicio como presidente ge-neral de los Hombres Jóvenes, se lellamó para prestar servicio en la presi-dencia del Área Islas del Pacífico enagosto. Se le relevó en esta conferenciajunto con sus consejeros, el élderHammond y el élder John M. Madsen.

Junto con el élder Porter, fueron

relevados del Primer Quórum de los
Page 129: LIAHONA ENERO 2002

Setenta y se les otorgó un estadoemérito a los élderes John K.Carmack, Vaughn J. Featherstone, L. Lionel Kendrick y Rex D. Pinegar.

Se relevaron también a cuatro

AQRHH

El presidente Gordon B. Hinckley dir14 de septiembre, durante el serviciolas personas que perdieron la vida eseptiembre de 2001.

La Iglesia ofrece consnitaria luego de los a

sc

dd

utoridades Generales del Segundouórum de los Setenta: Los élderesichard E. Cook, Wayne M.ancock, Richard B. Wirthlin y Ray. Wood. �

ige la palabra en el Tabernáculo, el que se llevó a cabo en memoria den el ataque terrorista del 11 de

uelo y ayuda huma-taques terroristas

Los líderes de la Iglesia ofrecieronmensajes de paz y consuelo después

de los ataques terroristas del 11 deseptiembre de 2001 en Nueva York,Washington, D.C. y Pensilvania. Sesabe de cinco Santos de los ÚltimosDías que perdieron la vida durante losataques.

Carolyn Meyer-Beug, de 48 años,miembro del Barrio Santa Monica 2,Estaca Santa Mónica, Los Angeles,California y su señora madre, MaryAlice Wahlstrom, de 75 años, delBarrio Kaysville 17, Estaca KaysvilleEste, Utah, se encontraban a bordodel primer avión que fue estrelladocontra el World Trade Center de laciudad de Nueva York. Las dos viaja-ban de regreso después de dejar a lasgemelas de la hermana Beug en launiversidad.

Ivhan Luis Carpio Bautista, de 24años, de la Rama Richmond Hill 3,

Distrito Richmond Hill, Nueva York,estaba trabajando en un restauranteubicado en el piso 107 de la primertorre gemela del World Trade Centercuando ocurrieron los ataques. Élhabía pensado tomar libre el 11 deseptiembre, ya que era su cumplea-ños, pero accedió a trabajar en lugarde uno de sus compañeros.

Brady Howell, de 26 años, miem-bro del Barrio Crystal City, EstacaMount Vernon, Virginia, y RhondaRasmussen, de 44, del Barrio LakeRidge 2, Estaca Mount Vernon,Virginia, murieron en el ataque perpetuado al Pentágono, enWashington, D.C. El hermanoHowell trabajaba como empleadocivil para la Marina de los EstadosUnidos y la hermana Rasmussen tra-bajaba como analista de presupuestopara el Departamento de la Armada.Su esposo, de 26 años, que también

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e encontraba trabajando en el edifi-io, salió ileso.

Poco después de haberse enteradoe los ataques, la Primera Presidenciaio a conocer un mensaje en el que

expresaba “su más sentidas condolen-cias a las personas que tenían seresqueridos, amigos o compañeros quehabían sido heridos o muertos en losactos de violencia sin sentido que tu-vieron lugar hoy. Oramos por las víc-timas inocentes de estos despiadadosataques, y pedimos que nuestro PadreCelestial guíe al presidente [GeorgeW.] Bush, de los Estados Unidos, y asus asesores al responder a estos inci-dentes devastadores.

“Nos unimos a otros en oraciónpara que la paz y el amor del Salvadornos brinden consuelo y guía en estosmomentos tan difíciles”.

La noche del 11 de septiembre, elpresidente Gordon B. Hinckley hablóen un concierto que el Coro delTabernáculo Mormón había planea-do dar y que se convirtió en un servi-cio conmemorativo. “Aunqueparezca ser un momento sombrío”,dijo el presidente de la Iglesia, “a tra-vés de la densa oscuridad del miedo yde la ira, podemos ver la solemne ymaravillosa faz del Hijo de Dios. Es aÉl a quien debemos dirigir nuestramirada en estas circunstancias”.

El presidente Hinckley ofreciómensajes similares de fe y consuelocuando se presentó en el programade televisión Larry King Live y en elservicio del 14 de septiembre llevadoa cabo en el Tabernáculo de SaltLake, fecha en que el presidenteBush había declarado día nacionalde oración y conmemoración. “Nopodemos devolverle la vida a losmuertos”, expresó el presidenteHinckley, pero podemos “rogar anuestro Padre Celestial que brindeconsuelo y solaz a quienes tanto hansufrido”. También dijo que tenía es-peranza de que el Padre Celestialapresurara el día en que los hombresvolvieran sus espadas en rejas dearado y no “se adiestraran más parala guerra” (véase Isaías 2:4). En eseservicio conmemorativo participarontambién los miembros de la PrimeraPresidencia y del Quórum de losDoce Apóstoles, otras Autoridades

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Se comparte el Evangelio por mediode un nuevo sitio de Internet

El nuevo sitio de Internetwww.mormon.org proporciona a los visitantes varias opciones a fin de investigar preguntas en cuanto a la Iglesia.

Generales y el Coro del Tabernáculo.El servicio se trasmitió a los centrosde reuniones de la Iglesia a lo largode los Estados Unidos.

El 20 de septiembre, el presidenteHinckley, junto con otros 26 líderesreligiosos, se reunieron con el presi-dente Bush en la Casa Blanca, invi-tados por el presidente de losEstados Unidos. “Nunca me he sen-tido tan fuerte”, dijo el presidenteBush, “y esa fortaleza proviene deDios”. Le pidió a la gente que orarapor la seguridad del país y para queél fuera bendecido con sabiduría,fortaleza y claridad en sus pensa-mientos.

Cuando el presidente Bush pidióopiniones, el presidente Hinckleyexpresó: “Señor presidente, quere-mos que sepa que lo apoyamos, queoramos por usted. Amamos estepaís que se halla ‘bajo el amparo deDios’ ”.

A pedido de la PrimeraPresidencia, las unidades de la Iglesiade todos los Estados Unidos llevarona cabo reuniones sacramentales con-memorativas, el domingo 16 de sep-tiembre; y por todo el mundo losmiembros de la Iglesia tendieron lamano, con amor y servicio, a los quehabían perdido seres queridos.Muchos miembros de la Iglesia die-ron albergue en sus casas y en loscentros de reuniones a quienes que-daron sin poder salir de Nueva Yorky detenidos en los aeropuertos.

Los fondos de ayuda humanitariaque donó la Iglesia a la Cruz RojaAmericana se utilizaron en granparte para ayudar con la búsqueda yla obra de rescate, para alimentos yalbergues de emergencia y para cu-brir otras necesidades. La Cruz Rojade Salt Lake City utilizó parte del di-nero para ayudar a los viajeros dete-nidos en esa ciudad a obteneralimentos y albergue. También sebrindó ayuda adicional a las familiasde las víctimas de la ciudad deNueva York.

El 9 de octubre, la PrimeraPresidencia aprobó la distribución demantas, artículos de higiene, sumi-nistros médicos y artículos paraniños recién nacidos para los refugia-dos de Afganistán. �

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a Iglesia tiene una nueva vía paraexpandir el Evangelio. Un sitio

de Internet oficial de la Iglesia,www.mormon.org, permite a lagente aprender más acerca delEvangelio al investigar por sí mismaen completo anonimato.

El sitio, que se anunció el 5 de oc-tubre de 2001, fue mencionado porel élder Dallin H. Oaks, del Quórumde los Doce Apóstoles, durante laconferencia general. “Con respecto asu potencial, esta nueva iniciativa estan emocionante como la publica-ción de folletos en el siglo 19 o eluso de la radio, la televisión o elvideo en el 20” El élder Oaks dijodurante la conferencia: “…Para losmiembros de la Iglesia será unaayuda para responder a preguntas desus amigos, bien de forma directa orefiriéndolos a este sitio”.

Durante los tres primeros díasdespués de ser anunciado, el sitiomormon.org, registró 93.433 visitas,incluso 151 pedidos de ejemplaresdel Libro de Mormón y 36 solicitu-des para que los misioneros fueran averlos. Los usuarios eran de África;Asia; Australia; el Pacífico Sur; elCaribe; Europa; el Medio Oriente;América del Norte, América del Sury América Central.

Mormon.org utiliza una combina-ción de elementos de audiovisuales yde texto para explicar principios bási-cos de la Iglesia con términos senci-llos y claros. El contenido se divideen cuatro categorías principales:

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L I A H O N A

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a Iglesia, la familia, la naturaleza deios y el propósito de la vida.Los enlaces de cada categoría lle-

an a una información básica acercael tema; y otros enlaces optativos

levan a temas relacionados y a frag-entos de videos de la Iglesia o dis-

ursos pronunciados por uniembro de la Primera Presidencia o

el Quórum de los Doce Apóstoles.uienes deseen aprender más, pue-

en solicitar una entrevista con losisioneros, o literatura o videos de

a Iglesia, o utilizar el localizador deentros de reuniones (disponible ena actualidad sólo para Estadosnidos y Canadá) para encontrar la

ongregación más cercana a ellos.Otra información disponible en

ormon.org incluye respuestas areguntas que se hacen con frecuen-ia en relación con temas sociales,eología, normas de la Iglesia, recur-os para los padres, relaciones familia-es y comunicación; y un elemento deúsqueda y glosario para ayudar a lossuarios a comprender la terminolo-ía del Evangelio.

Los miembros de la Iglesia pue-en utilizar el sitio para enviar por e-ail copias de las páginas de la red a

n amigo, temas relacionados con elvangelio o tarjetas de felicitaciónlectrónicas gratis.

En la actualidad, mormon.org sencuentra disponible solo en inglés,ero los líderes de la Iglesia dicenue en el futuro el sitio estará enuchos idiomas. �

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El bautismo de Cristo, por Robert T. Barrett“Entonces Jesús vino de Galilea a Juan al Jordán, para ser bautizado por él. Mas Juan se le oponía, diciendo:

Yo necesito ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí? Pero Jesús le respondió: Deja ahora, porque así conviene que cumplamos toda justicia. Entonces le dejó” (Mateo 3:13–15).

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“Nuestra seguridad yace

en la virtud de nuestras

vidas. Nuestra fortaleza

yace en nuestra rectitud.

Dios ha indicado clara-

mente que si no le aban-

donamos a Él, Él no nos

abandonará a nosotros”.

—Presidente Gordon B. Hinckley,Domingo por la tarde,7 de octubre de 2001

INFORME DE LA CONFERENCIA GENERAL SEMESTRAL Nº 1716–7 DE OCTUBRE DE 2001