LEER PARA APRENDER: UN DESAFIO A LO LARGO DE LA ESCOLARIDAD · Alfabetización. Teoría y...

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LEER PARA APRENDER: UN DESAFIO A LO LARGO DE LA ESCOLARIDAD 1 Ballester, María Alejandra; Fernández, Graciela María Elena; Izuzquiza, María Viviana; Laxalt, Irene. INTRODUCCIÓN: “Las aulas pueden constituirse, desde el Jardín de Infantes a la Universidad, en una comunidad de lectores, un lugar donde existan espacios sistemáticos de interacción entre alumnos, docentes y materiales de lectura. Al generar momentos de encuentro de los alumnos con los libros, se facilita que vayan construyendo una manera personal y, al mismo tiempo, compartida de vincularse con los textos” 2 Emilia Ferreiro Aprender a leer es un proceso que se amplía y enriquece constantemente. Cada vez que leemos un texto de un nuevo formato o sobre un nuevo tema aprendemos a leer, aprendemos -nos demos cuenta de ello o no- algo acerca de la lectura. Desde una postura tradicional leer es decodificar signos, por lo tanto, en el Jardín de Infantes no se puede leer y en la Universidad se puede leer todo. Desde la postura que desarrollaremos en este trabajo, leer es un proceso, que se prolonga durante toda la vida, en el que el lector construye el sentido del discurso escrito haciendo uso de sus competencias lingüísticas y de su experiencia, por lo tanto, en el Jardín de Infantes se puede leer y en la Universidad queda mucho por hacer con respecto a la lectura. Ambas posturas implican miradas políticas diferentes: para la primera existiría, en el acto de leer, una neutralidad ideológica, supone un sujeto pasivo ahistórico. Para la segunda, la lectura cumple una acción emancipadora frente a los contextos donde la injusticia y la opresión son moneda corriente, tanto la lectura como el lector son agentes históricos. La continuidad desde el Jardín de Infantes hasta la Universidad la plantearemos desde esta segunda mirada, formulando un análisis teórico del concepto de lectura y un análisis didáctico desde dos principios: aprender a leer y leer para aprender. El objetivo de este trabajo es que los temas abordados puedan servir como punto de partida para llevar a cabo una reflexión sistemática y profunda sobre la enseñanza de la lectura, especialmente las continuidades y especificidades que a lo largo de la escolaridad se plantean con respecto a leer para aprender. 1 Este trabajo fue presentado en el Foro de la Capacitación en Didáctica de la Lengua y la Literatura del Proyecto Pampas. Sala Abierta de Lectura, Tandil. 2001 2 Ferreiro, Emilia 1997 Alfabetización. Teoría y Práctica Siglo XXI México

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LEER PARA APRENDER: UN DESAFIO A LO LARGO DE LA ESCOLARIDAD1 Ballester, María Alejandra; Fernández, Graciela María Elena; Izuzquiza, María Viviana; Laxalt, Irene. INTRODUCCIÓN: “Las aulas pueden constituirse, desde el Jardín de Infantes a la Universidad, en una comunidad de lectores, un lugar donde existan espacios sistemáticos de interacción entre alumnos, docentes y materiales de lectura. Al generar momentos de encuentro de los alumnos con los libros, se facilita que vayan construyendo una manera personal y, al mismo tiempo, compartida de vincularse con los textos”2 Emilia Ferreiro

Aprender a leer es un proceso que se amplía y enriquece constantemente. Cada vez que leemos un texto de un nuevo formato o sobre un nuevo tema aprendemos a leer, aprendemos -nos demos cuenta de ello o no- algo acerca de la lectura.

Desde una postura tradicional leer es decodificar signos, por lo tanto, en el Jardín

de Infantes no se puede leer y en la Universidad se puede leer todo. Desde la postura que desarrollaremos en este trabajo, leer es un proceso, que se prolonga durante toda la vida, en el que el lector construye el sentido del discurso escrito haciendo uso de sus competencias lingüísticas y de su experiencia, por lo tanto, en el Jardín de Infantes se puede leer y en la Universidad queda mucho por hacer con respecto a la lectura.

Ambas posturas implican miradas políticas diferentes: para la primera existiría, en el acto de leer, una neutralidad ideológica, supone un sujeto pasivo ahistórico. Para la segunda, la lectura cumple una acción emancipadora frente a los contextos donde la injusticia y la opresión son moneda corriente, tanto la lectura como el lector son agentes históricos.

La continuidad desde el Jardín de Infantes hasta la Universidad la plantearemos

desde esta segunda mirada, formulando un análisis teórico del concepto de lectura y un análisis didáctico desde dos principios: aprender a leer y leer para aprender. El objetivo de este trabajo es que los temas abordados puedan servir como punto de partida para llevar a cabo una reflexión sistemática y profunda sobre la enseñanza de la lectura, especialmente las continuidades y especificidades que a lo largo de la escolaridad se plantean con respecto a leer para aprender.

1 Este trabajo fue presentado en el Foro de la Capacitación en Didáctica de la Lengua y la Literatura del Proyecto Pampas. Sala Abierta de Lectura, Tandil. 2001 2 Ferreiro, Emilia 1997 Alfabetización. Teoría y Práctica Siglo XXI México

A) La responsabilidad de la escuela en la enseñanza de la lectura.

La escuela es la institución social que tiene como función específica garantizar a quienes asisten a ella en calidad de alumnos, el contacto con una variedad de experiencias significativas en términos culturales, una amplia disponibilidad de saberes que los habilite para una apropiación crítica y responsable. Esto implica un adecuado trabajo didáctico que se haga cargo de la desigualdad de oportunidades de los alumnos en la interacción con la cultura escrita y transforme la heterogeneidad cultural en ocasiones para nuevos aprendizajes. Esta es indudablemente su responsabilidad ya que debe preparar a los alumnos para desempeñarse en forma exitosa en sus estudios, tanto durante el período de escolaridad obligatoria como más allá de él.

Constituir como objeto de enseñanza los usos de la lectura y la escritura en diversas áreas del conocimiento significa ofrecer a todos los alumnos mayores y mejores oportunidades para apropiarse de ellas en tanto instrumentos de aprendizaje de diversos contenidos, significa habilitarlos para usar competente y eficazmente esas herramientas, significa contribuir positivamente a su éxito escolar presente y futuro. Emilia Ferreiro, considerando la dimensión política de la lectura y la escritura, define a la introducción a la cultura letrada como el “conjunto de prácticas sociales que se organizan alrededor de lo escrito”, así es que, “entrar a la cultura letrada es un proceso muy largo, que puede empezar desde muy temprano (...) y que se prolonga durante toda la vida”.3. Ser un ciudadano de la cultura letrada, que circula de pleno derecho en ella sin sentirse excluido, será cada vez más necesario. En este sentido, Delia Lerner4 sostiene que el propósito fundamental de la enseñanza de la lectura y la escritura durante la escolaridad es el de incorporar a los alumnos en una comunidad de lectores y escritores, “es el de formar a los alumnos como ciudadanos de la cultura escrita”.

Por su parte, Graciela Montes5 coincide con otros autores al sostener que la lectura es un acto social destinado a recoger indicios y construir sentidos. Avanzando en el análisis social y político de la lectura, sostiene que “estamos en un mundo letrado donde ser analfabeto es sinónimo de ser excluido”. Para ella, leer es liberarse del pensamiento hegemónico ya que para desmontar ese pensamiento hace falta leer y la lectura siempre, necesariamente, incorpora la historia, el acontecer. La lectura es el agente histórico por excelencia, las cosas cambian y la lectura es la que conduce a la desestructuración de un orden y a la construcción o reinstalación de nuevos órdenes que luego, cuando sean leídos, también serán deconstruidos; la lectura mueve la historia personal y la historia colectiva. Lo que sirve es “habilitar el deseo de leer, el deseo de construir sentido y la construcción de redes o ciudades de lectores”.

3 Fragmento de la entrevista que Mirta Castedo realizó a Emilia Ferreiro bajo el título “Ciudadanos de la cultura letrada”, en Revista El monitor, Ministerio de Educación de la Nación. Buenos Aires 4 Lerner, Delia. “Lectura y escritura. Apuntes desde la perspectiva curricular”, en Textos en contexto Nº 4 La escuela y la formación de lectores y escritores. Lectura y Vida. Buenos Aires. 5 Montes, Graciela. “Para desmontar el pensamiento hegemónico hace falta leer”, en Novedades Educativas. Año 13, Nº 133, 2002, pag. 14 a 16.

La experiencia didáctica confirma que el aprendizaje de la lectura y la escritura que se desarrolla en los primeros ciclos de la escolaridad está lejos de ser suficiente. Los alumnos enfrentan dificultades para comprender los textos expositivos que tienen que leer o estudiar y sus trabajos escritos revelan dificultades aún mayores. Es así que la escuela debe comprometerse en la formación de todos los alumnos como sujetos de las prácticas sociales del lenguaje. Estas son prácticas culturales, no solo conductas lingüísticas sino también rituales, usos y costumbres asociadas a ellas. Hablar de prácticas del lenguaje significa concebir la actividad verbal como una actividad simultáneamente cognitiva, social, subjetiva y también lingüística.

Es necesario que las prácticas del lenguaje en la escuela conserven los rasgos que éstas tienen fuera de la escuela, es decir, que preserven el sentido social. Es fundamental que en la escuela las prácticas de lectura y escritura sean objeto de enseñanza. Concebir las prácticas del lenguaje como referencia para delinear el objeto de enseñanza no significa dejar de lado la lengua, significa considerarla como parte integrante de las prácticas . Esta manera de concebir la enseñanza constituye un desafío para la escuela porque “las prácticas son totalidades indisociables y por lo tanto difícilmente secuenciables, porque tienen muchos componentes implícitos que no se pueden transmitir oralmente, que solo pueden comunicarse ejerciéndolas [...]. “Hacer de la escuela un ámbito donde lectura y escritura sean prácticas vivas y vitales, donde leer y escribir sean instrumentos poderosos que permiten repensar el mundo y reorganizar el propio pensamiento, donde interpretar y producir textos sean derechos que es legitimo ejercer y responsabilidades que es necesario asumir.”6 Otro de los aspectos a considerar con respecto a la escuela es la necesidad de una nueva actitud pedagógica, basada en las modernas concepciones de lectura, para superar las tradiciones a las que se encuentra atado el sistema escolar. Analizaremos tres concepciones de lectura que resumen el avance teórico ocurrido en este campo, ellas se refieren a la lectura como conjunto de habilidades, como proceso interactivo y como proceso transaccional. A través de estos diferentes enfoques la lectura ha pasado de ser algo tangible, capaz de reducirse a sus partes componentes, con un lector y un texto ajenos entre sí; a ser un proceso fluido en el que el lector y el texto se implican en una transacción. La concepción de la lectura como conjunto de habilidades se preocupa por describir las etapas por las que debe pasar el alumno y las destrezas que tiene que adquirir en cada etapa para alcanzar el dominio de la lectura. Para este enfoque la lectura se puede desmenuzar en sus elementos componentes y ordenarlos de acuerdo a su grado de dificultad. Al dominar las habilidades básicas el lector puede luego integrarlas como un todo. El lector comprende un texto cuando es capaz de extraer el significado que el mismo le ofrece, se reconoce que el sentido del texto está en las palabras y oraciones que lo componen y el papel del lector consiste en descubrirlo, desempeñando un rol meramente receptivo ya que el sentido de lo leído le llega desde afuera. Por su parte el enfoque que surge con el avance de las investigaciones de la psicolingüística y de la psicología cognoscitiva considera a la lectura como un proceso interactivo. Para Kenneth Goodman la lectura es un proceso en el que interactúan el pensamiento y el lenguaje. Otro pionero de este enfoque, Frank Smith, destaca el carácter interactivo, formulando que en el proceso de lectura interactúa la información no visual

6 Documento de Orientación Curricular N º 4-Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires, 1997. pág. 2

que posee el lector con la información visual que proporciona el texto. En ese proceso el lector construye el sentido del texto, cuanto mayor es la información no visual que posee el lector, tanto menor será la necesidad de utilizar la información visual, puesto que la lectura es un proceso selectivo en el cual el lector no utiliza toda la información disponible, sino tan solo la que necesita para construir el sentido del texto. Retomamos a Dubois cuando considera que “el enfoque psicolingüístico hace mucho hincapié en que el sentido del texto no está en las palabras u oraciones que componen el mensaje escrito, sino en la mente del autor y en la del lector cuando reconstruye el texto en forma significativa para él”. Los lectores componen el significado y por lo tanto no hay significado en el texto hasta que el lector decide que lo haya. Dentro de esta concepción se destaca el papel activo que cumple el lector en el proceso de la lectura. La concepción más reciente sobre la lectura proviene de la teoría literaria desarrollada por Louise Rosenblatt en 1987 bajo el nombre de “teoría transaccional”. El concepto “transaccional” lo toma de Dewey para indicar una relación doble, recíproca entre el cognoscente y lo conocido. El proceso de lectura como “transaccional” sostiene que el “significado” ocurre en la relación recíproca entre el lector y el texto. Llamo a esta relación, dice Rosenblatt7, una transacción, a fin de enfatizar el circuito dinámico, fluido, el proceso recíproco en el tiempo, la interfusión de lector y texto en una síntesis única que constituye el “significado”, ya se trate de un informe científico o de un poema. La lectura es para Rosenblatt un suceso particular en el tiempo que reúne a un lector y un texto particulares en circunstancias también particulares. El lector adquiere su carácter de tal en virtud del acto de lectura y es a través de éste que el texto adquiere significación. En el proceso de transacción lector y texto son mutuamente dependientes y de su interpenetración recíproca surge el sentido de la lectura. Este enfoque no se opone al interactivo sino que va un paso más allá, lo trasciende al enfatizar la dinámica del proceso en el cual lector y texto se confunden en un tiempo único y surgen del mismo transformados. El significado potencial del texto y el construido por el lector nunca son idénticos, sino aproximados ya que éste involucra una serie de inferencias y referencias que están basados en sus propios esquemas. El texto así construido es el que el lector comprende y cualquier referencia posterior que haga respecto de lo leído tendrá por base el texto construido por él y no el publicado por el autor. Otro aspecto relevante de este enfoque, y que es considerado de suma importancia para Rosenblatt, es el foco de atención del lector durante la transacción de la lectura porque va a determinar dos posturas ante el texto: la estética y la eferente. La adopción de una postura estética implica que el lector permanece absorto en lo que piensa y siente, en lo que vive a través y durante el acto de lectura; la adopción de la postura eferente implica que la atención del lector está centrada en lo que “se lleva”, en lo que retiene después de leer un texto. El hecho de que se den estas dos posturas implica que el lector dirige selectivamente la atención hacia unos elementos e ignora o subordina otros. A medida que el lector comienza a transactuar con el texto se produce la adopción consciente o inconsciente de una postura o actitud predominante que afectará el proceso de lectura de dicho texto. Para Dubois, “el hacer notar que el lector escoge una determinada postura ante el texto, en virtud de la cual se activarán algunos estados internos y se subordinarán

7 Louise Rosenblatt, La teoría transaccional de la lectura y la escritura. En textos en contexto, N º 1, año 1996. Editorial lectura y Vida. Argentina.

otros, es quizá el aporte más importante realizado por Rosenblatt, en particular por las repercusiones que el mismo tiene para la práctica pedagógica en el campo de la lectura”.8 A pesar de los desarrollos teóricos con respecto a la lectura, casi todos los métodos de su enseñanza vigentes hasta hoy, se desarrollaron en mayor o menor medida sobre la base de la concepción de la lectura como conjunto de habilidades. La adopción de este modelo trajo como consecuencia una serie de equívocos: la consideración de la lectura compuesta de partes separables enseñadas en forma independiente, el establecimiento de una división entre lectura y comprensión, y entre lector y texto; la ubicación del sentido en el texto con independencia del lector, lo que implica considerarlo como sujeto pasivo de la lectura. La gran preocupación de la escuela fue, sobre todo, la enseñanza de la lectura inicial apoyada principalmente en el desarrollo de la habilidad del niño para el reconocimiento de palabras, habilidad para decodificar los signos escritos. La escuela trató de dosificar la enseñanza de la lectura de lo que parecía más simple, en opinión de los adultos, a lo más complejo: de las letras o sílabas a las palabras y oraciones, luego a la comprensión literal y más tarde a la evaluación y a la lectura de aplicación. En la segunda parte del trabajo presentamos dos experiencias didácticas llevadas a cabo en el Nivel Inicial y en la Universidad donde creemos se evidencia por un lado, la continuidad de la enseñanza de las prácticas de estudio y por el otro lado, la especificidad que éstas adquieren en esos niveles del sistema educativo.

Leer para aprender mientras se aprende a leer. La educación inicial constituye una oportunidad y un derecho para la infancia y

como tal le competen dos funciones importantes: la socialización y la alfabetización. Socialización entendida como el proceso de apropiación y transformación de pautas, normas, actitudes y valores implicadas en la interacción social cotidiana que se construyen en relación con otros. Alfabetización entendida, al decir de Frabboni, como “el proceso cognitivo – creativo de comprensión y reelaboración del universo perceptivo - simbólico- lógico – imaginativo producto de la cultura de una determinada etapa histórica.”

Conocer la cultura escrita es parte de este proceso de alfabetización al que nos referimos. Los niños “están inmersos en la palabra escrita desde muy pequeños y responden a ella activamente porque forma parte de su medio, se formulan preguntas acerca de su función, imitan la escritura de los adultos, piden a sus familiares que les lean, intentan imaginar lo que está escrito, preguntan acerca de cómo escribir su nombre y van construyendo sus propias interpretaciones acerca de la lectura y la escritura”9. Aportes teóricos, que provienen de las investigaciones psicogenéticas y psicolingüísticas plantean la manera en que los niños abordan la lectura. Antes de que la lectura aparezca como una tarea escolar ineludible, antes de que los niños sean iniciados en los rituales de la alfabetización, la lectura ya existe precediendo a las prácticas escolares. Investigaciones ampliamente difundidas, como, por ejemplo, las de E. Ferreiro, A. Teberosky, K. Goodman, Y. Goodman y otros, explican cómo los niños aprenden activamente a leer intentando coordinaciones entre el texto y el contexto; cómo “leen” 8 8 Louise Rosenblatt, Op.Cit 9 Pre-Diseño Curricular para 4 y 5 años. Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. 1999. Pág. 155.

antes de hacerlo de manera convencional, desarrollando estrategias lectoras a través del contacto con diversos materiales de circulación social.

En mayor o menor grado, según el nivel cultural, social, económico, la práctica de la lectura está presente en la mayoría de las familias. Desde la lectura literaria hasta la simple consulta de la programación de la televisión, un niño que ve leer a un adulto, tempranamente toma conciencia de que la lectura facilita información. “Todos los estudios sobre el tema señalan la importancia que tiene la presencia de un ambiente familiar lector para la adquisición de conocimientos previos, necesarios para iniciarse en el aprendizaje de la lectura” (Casany, pág. 46). En este sentido Emilia Ferreiro plantea que “el Jardín de Infantes debería permitir a todos los niños la experimentación libre sobre las marcas escritas, en un ambiente rico en escrituras diversas, o sea: escuchar leer en voz alta y ver escribir a los adultos; intentar escribir (sin estar necesariamente copiando un modelo); intentar leer utilizando datos contextuales así como reconociendo semejanzas y diferencias en las series de letras; jugar con el lenguaje para descubrir semejanzas y diferencias sonoras” (Ferreiro, E, 1997:121)

Pero sabemos que la sola exposición no es suficiente y que es necesario que el

Jardín de Infantes ofrezca a los niños variadas situaciones de lectura y producción de textos, prestando especial atención a aquellos grupos en los cuales el contacto con dichas prácticas es más restringido. La escuela ejercerá así una función democratizadora.

En el Jardín de Infantes se presentan muchas ocasiones para leer y escribir si el docente las propicia. La búsqueda y producción de información les permite a los niños poner en juego la posibilidad que brinda la lectura y la escritura de comunicar dicha información. La familiaridad de los niños con las prácticas de lectura y escritura es diferente para cada uno de ellos. Por lo tanto, es la docente quien los alienta para que todos intervengan, orienta las búsquedas, solicita justificaciones, promueve la vuelta al texto para confirmar, descartar o reformular anticipaciones. La alfabetización es parte de un proceso gradual que sucede cuando el docente propicia el contacto entre los niños y los textos. De esta manera podemos afirmar que el Jardín se convierte en una comunidad de lectores de la que participan todos los niños y sus docentes y en la cual los momentos de lectura y los materiales son compartidos y circulan en la sala, en la escuela y entre la escuela y los hogares de los niños. Lo importante es que el docente aproveche todos los momentos de la sala, de la vida diaria del jardín para “hacer entrar” la lectura, cuya práctica ha de ser activa y frecuente.

Los lectores en el nivel inicial se forman participando en actos de lectura, se

aprende a leer leyendo, de esta manera los niños van construyendo conocimientos acerca de los textos y su uso, al mismo tiempo que se apropian del sistema de escritura.

La lectura es fuente de aprendizajes, información y disfrute. Aún los niños más

pequeños al leer, construyen sentido sobre el texto y para hacerlo interpretan las marcas del texto a partir de sus conocimientos y su competencia lingüística. Lo más importante es lograr que las actividades de lectura sean significativas para los niños, es decir, que respondan a una finalidad que ellos puedan comprender y compartir.Es fundamental que ya desde el Nivel Inicial se considere a los niños como lectores plenos y se evite colocarlos en posición de descifradores.

Desde una concepción de la lectura y la escritura tradicional las propuestas de enseñanza diferirían ampliamente. Desde el jardín se plantea que el niño adquiera una serie de habilidades como requisitos previos para luego, en la escuela, comenzar con la enseñanza formal de la lectura y la escritura “propiamente dichas”. Estas habilidades están relacionadas con la adquisición de un buen lenguaje, una buena motricidad general, capacidad para identificar y reconocer formas. Por lo tanto, las prácticas que se desarrollan proponen ejercicios de control motriz y discriminación perceptiva, reconocimiento y copia de letras, sílabas o palabras, etc. dejando de lado el uso social de la lengua.

Desde la perspectiva de la enseñanza de las prácticas de lectura, en el Jardín de Infantes se plantean situaciones didácticas en las cuales se hace necesario obtener mayor información sobre ciertos temas, es en estas situaciones en que las prácticas de leer para aprender adquieren relevancia como contenidos en la sala. En la vida cotidiana, cuando necesitamos informarnos, nos acercamos a los textos que tienen rasgos propios. Son aquellos cuya función primordial es la de informar y su organización se orienta al cumplimiento de esta función. Generalmente poseen diversos indicadores tales como títulos y subtítulos, esquemas ilustraciones, índices, negritas. Al guiarnos por estos indicadores, realizamos lecturas rápidas y exploratorias; o bien, cuando lo consideramos necesario realizamos lecturas minuciosas y profundas, releemos pasajes importantes, tomamos notas. En síntesis, la lectura supone un proceso activo de construcción de significado que implica un complejo proceso de coordinación de información de diversa naturaleza en donde texto, lector y contexto aportan a la comprensión.

A continuación ofrecemos un ejemplo en el cual esta práctica ingresa a la sala del Jardín de Infantes como objeto de enseñanza. Como ya lo mencionamos anteriormente, esta propuesta didáctica apunta no solo a que los niños puedan responder a las demandas escolares sino que los contenidos de los que se apropien sean herramientas válidas para resolver situaciones en la vida cotidiana. Si nos centramos en esta práctica del lenguaje “leer para aprender, leer para estudiar “ ¿cómo convertimos la sala en un ámbito favorable para la apropiación de las mismas? Es fundamental plantear situaciones reales, contextuadas, donde buscar información sea necesario para resolver un problema. En este caso la situación se desarrolla en una Sala de 4 años y está enmarcada en el proyecto “Los animales que viven en el patio del Jardín”. El propósito de este proyecto es investigar y aprender más sobre estos animales para lo cual se decidió con el grupo que, además de realizar observaciones en el patio, consultaríamos diversas fuentes informativas, Internet, enciclopedias virtuales, libros y revistas. El propósito comunicativo de esta situación didáctica en el marco de la cual se registró la clase que analizamos, era leer para buscar información para saber más sobre el tema en cuestión y el propósito didáctico, brindar ocasiones para que los alumnos realicen lectura exploratoria y búsqueda de información específica basándose en los indicadores propios de los textos informativos. Cuando el docente aporta contexto verbal e “...interviene expresamente con la intención de favorecer el proceso de coordinación de informaciones entre lo que los niños saben, los datos provistos por el texto y aquellas informaciones aportadas por el contexto”10 ; enseña a apoyarse en las anticipaciones, a volver al texto para confirmar o rechazar las anticipaciones realizadas, tanto las propias como las de sus pares, 10 Molinari, Claudia en Castedo. Mirta y otros. Enseñar y aprender a leer en el Jardín de Infantes, Ediciones Novedades Educativas, Bs. As., 1999, Pag. 44.

al mismo tiempo que coordinan informaciones. De esta manera el texto se vuelve medianamente previsible y permitimos a los alumnos hacer anticipaciones cada vez más ajustadas: “leer antes de saber leer, sin quedar condenados a descifrar”. 11

Cuando es el docente el que lee a los niños, ellos pueden centrarse más en la interpretación de lo escrito. El docente interviene haciendo notar que siempre algo se comprende, por más que haya muchas palabras de las cuales desconocemos el significado, propone salir del texto para relacionarlo con los conocimientos que los niños ya poseen, o relacionar lo que se va comprendiendo con otros textos conocidos por el grupo, relee partes del texto para justificar alguna respuesta, para arribar a significados compartidos. En la clase a la que aludimos, se desarrolló una primera instancia de trabajo con los libros y las revistas en varias etapas. Los niños trajeron material de sus casas y se consultó la biblioteca del jardín. Se presentó la mayor variedad posible a fin de generar aprendizajes relacionados con el formato y organización de los mismos, los portadores, su lenguaje específico, etc. Los niños fueron descubriendo que si necesitan información sobre los animales tendrá mas sentido consultar una enciclopedia que un libro de cuentos.

Cuando los niños abordan por si mismos textos informativos o textos “difíciles” se ofrecen en sus soportes originales dada la importancia de aportar el contexto material de los textos que se leen. El análisis y la reflexión sobre los soportes materiales de los textos, favorece la identificación de la intencionalidad informativa de los mismos. Una vez seleccionados los textos se abren espacios de discusión e intercambio acerca de la localización de la información y su pertinencia. El análisis y la reflexión favorecen la identificación de la intencionalidad informativa de los textos.

Veamos cómo sucede en un momento de la clase. Los niños están reunidos en el suelo.

Docente: Estuve mirando este libro que ustedes habían elegido.

Lisardo: Sí, en la biblioteca.

Docente: ¿Se acuerdan qué es?

Felipe: Un libro de animales.

Julián: Si porque tiene un mono, un jirafa...

Gonzalo: Yo tengo uno así pero de dinosaurios.

Docente: Lo estuve mirando y encontré esta página (al tratarse de una Enciclopedia de

fichas coleccionables muestra la página seleccionada). Creo que nos puede llegar a servir

para aprender algo más de los animalitos que viven en el patio del jardín. Pero yo no la leí,

me pareció que podía llegar a tener algo interesante y se las fotocopié para que ustedes

puedan mirarla tranquilos y para que busquen alguna información que nos pueda servir...

11 Molinari, Claudia en Castedo. Mirta y otros Op.Cit

La docente retoma el propósito de búsqueda de información para el proyecto de

animales del jardín y explicita el propósito de la lectura al momento de entregar por parejas

fotocopias del texto seleccionado. La decisión de entregar un juego de fotocopias por pareja

obedece a la imposibilidad de contar con un ejemplar del libro para cada grupo. La

modalidad de trabajo seleccionada fue en parejas.

B)El siguiente fragmento del registro de clase pone en evidencia los intercambios que se producen entre los alumnos a propósito del texto y las intervenciones del docente en el desarrollo de la situación.

Docente: (Distribuye una fotocopia por pareja. La docente se acerca a una pareja y pregunta): ¿Encontraron algo que nos sirva? Manuel: Ésto solo (señalando el dibujo de la cucaracha). Gonzalo : Es una clase de insecto. Docente: ¿Cómo se dan cuenta? Manuel : Por las patitas. Docente: ¿Dirá en algún lado qué clase de insecto es? Gonzalo: Acá (señalando las letras en negrita ubicadas sobre la ilustración). Docente: ¿Qué les parece que dirá? Gonzalo: El nombre. Docente: Se los leo, dice Cucaracha Silbadora de Madagascar. ¿Qué bicho es entonces? Manuel: Una cucaracha. Docente: ¿Dirá algo más de esta cucaracha? Gonzalo: Acá (señalando el texto correspondiente) tiene que decir más cosas porque la cucaracha tiene más que estas poquitas cosas. Docente: ¿Querés decir que tiene que haber más información de esta cucaracha y no solo el nombre? Gonzalo: Sí. Docente: ¿Y porqué señalás acá y no acá? (señalándole otro texto). Gonzalo: Porque acá hay otro bicho.

En este pasaje la maestra propone a los alumnos volver al texto para

confirmar o rechazar las anticipaciones realizadas. Los alumnos se apoyan en los índices paratextuales (la ilustración, las “negritas” del epígrafe) para ajustar sus anticipaciones. Las respuestas de los niños muestran que son capaces de coordinar la información provista por el texto con indicadores paratextuales desde la idea de que lo que esta escrito son los nombres. La docente decide leerles el

nombre del insecto confirmando las anticipaciones realizadas por los niños. Luego interviene promoviendo nuevas anticipaciones sobre el texto. En la respuesta de los chicos se evidencian sus conocimientos acerca de la organización del texto informativo. Una vez que la pareja decide de manera cooperativa qué texto corresponde a la imagen seleccionada, la docente lee para que los alumnos tengan nuevas oportunidades para construir sentido.

Esta situación ayuda a desmitificar la idea de que los niños más pequeños están limitados al universo de lo breve, sin palabras difíciles ni complejidades sintácticas. A leer se aprende leyendo, principio válido para asumir que para poder entender lo más difícil hay que enfrentarse con lo más difícil. Pero eso sí, con conciencia de que el camino para los niños puede ser más o menos largo, dependiendo (entre otras cosas) del tipo de situaciones y de intervenciones que el docente ofrece y cómo se las ofrece para ayudarlos a desentrañar el mundo de lo difícil.”(Castedo 1999:86)

C)Leer para estudiar mientras se sigue aprendiendo a leer.

Consideramos necesario que la Universidad se ocupe de la enseñanza de las

prácticas de lectura y escritura que se producen en ella, ya que a lo específico de las mismas se agrega la complejidad peculiar de cada área o disciplina.

Para los docentes universitarios que nos desempeñamos como ayudantes de

trabajos prácticos la lectura de los alumnos constituye una preocupación permanente. Nuestra tarea en carreras humanísticas está centrada en acompañar la lectura y comprensión de la bibliografía básica de la cátedra en la que trabajamos. Desde esta función han sido desde siempre evidentes - y últimamente más- las dificultades que los alumnos universitarios presentan a la hora de leer para estudiar. La mayor parte de ellos no se ha constituido como sujeto protagónico en el acto de leer para aprender, en tanto la lectura no es una práctica libremente asumida, ni una práctica de interacción, ni una práctica de significación.

Es además evidente la dimensión política de esta situación. Nuestra tarea se

realiza en los primeros años de las carreras y asistimos a deserciones masivas luego del primer examen parcial. Esto indicaría que comprender textos complejos es una condición que contribuye en forma decisiva a la retención dentro de la Universidad y al éxito académico. Por lo tanto, enseñar a estudiar es también una responsabilidad indelegable de la Universidad.

Esta preocupación, que durante años tuvo existencia de manera casi intuitiva, se torna ahora más claramente visible, explicable y por lo tanto transformable. Hoy la Universidad, al menos en alguna medida, reconoce la necesidad de hacerse cargo del problema. Sin embargo, es casi inexistente la actitud de destinar tiempo didáctico para buscar e implementar soluciones. Seguimos escuchando aún afirmaciones tales como:

“Los alumnos no saben leer...”, “Cada vez vienen peor del Polimodal...”, “Les va mal porque no estudian...”.

Tales frases implican como supuestos las siguientes cuestiones: 1- El alumno universitario es un estudiante “hecho y derecho”. Esto significa que sabe

leer, comprender, resumir, redactar informes, realizar monografías, exponer frente a otros, argumentar en un debate. Puesto que estas prácticas se supone que preexisten en los alumnos, los docentes solo se limitan a evaluarlas. Sin embargo, al momento de estudiar, los alumnos, lejos de comportarse como estudiantes plenos, recurren a estrategias tales como dar una hojeada rápida, realizar una lectura de barrido, leer para recordar todo de memoria o recurrir a otros (pares, familiares) para que le ayuden a comprender. A veces, el interés por satisfacer la demanda del profesor es tan predominante que el alumno renuncia a entender, prefiere memorizar y repetir literalmente. Lo que es estudiado de este modo se olvida rápidamente; como no ha sido realmente comprendido, como el alumno no ha podido relacionarlo con sus conocimientos previos, tampoco podrá reutilizarlo al emprender nuevos aprendizajes.

2- El logro de los aprendizajes es responsabilidad exclusiva del alumno. Si es

aplazado en un examen, el motivo del fracaso es la falta de estudio, ya que desde la visión del profesor lo que fue enseñado debe haber sido aprendido.

3- Leer significa decodificar lo escrito. La lectura es vista como una técnica universal

aplicable a todos los textos, a todas las funciones y a todos los contextos y adquirida de una vez y para siempre en el transcurso de la escolaridad obligatoria. Por esta concepción restringida de la lectura es que se cree que la “materia” encargada de su enseñanza es Lengua y el lugar para aprender es la escuela primaria y secundaria.

Docentes que no comparten estos supuestos, han intentado proponer al menos

dos soluciones diferentes. Están aquellos que organizan talleres de lectura y escritura extracurriculares, en los que se enseñan las “técnicas de estudio” para que luego los alumnos las apliquen a todas las disciplinas. Otros, proponen como solución que cada cátedra se haga cargo de enseñar a leer su propia disciplina. En este sentido Carlino (2002:7) considera que “la naturaleza de lo que debe ser aprendido (leer y escribir los textos específicos de cada asignatura en el marco de las prácticas académicas disciplinares) exige un abordaje dentro del contexto propio de cada materia. Son los especialistas de la disciplina los que mejor pueden ayudar con la lectura y escritura en el nivel superior, no sólo porque conocen las convenciones de su propia materia sino porque están familiarizados con el contexto difícil que los estudiantes tratan de dominar”.

Los docentes se convierten así en los interpretantes de la disciplina y al hacerse cargo de enseñar a leer y escribir en la Universidad ayudan a los alumnos a aprender. En este sentido acordamos con Carlino, ya que creemos que estudiar en la Universidad significa empezar a compartir las interpretaciones propias de una comunidad específica de lectores. Los docentes se convierten así en quienes posibilitan el acceso de los alumnos a la comunidad de lectores propia de cada disciplina, y por lo tanto los que propician buena parte del éxito académico.

Olson (1998:133) compara la función de la comunidad de lectores con lo explicitado por Kuhn acerca de la comunidad científica. En ese sentido señala, “ la cultura escrita es una condición social; al leer y escribir textos se participa de una ‘comunidad textual’, un grupo de lectores (y autores y oyentes) que comparten un modo de leer e interpretar un corpus de textos. Convertirse en letrado en determinado campo es aprender a compartir un “paradigma”. Kuhn (1962) propuso esta noción para describir una comunidad científica que comparte un conjunto de textos, de interpretaciones y de creencias, lo que plantea un problema para ulteriores indagaciones y análisis. Para ser letrado no basta con conocer las palabras; debe aprenderse cómo participar en el discurso de alguna comunidad textual. Y eso implica conocer qué textos son importantes, cómo deben leerse e interpretarse y cómo deben aplicarse en el habla y en la acción”.

Desde este concepto de comunidad “científica-textual” nos interesa ubicar el problema de la lectura en la Universidad. Los textos que se leen en esta institución han sido escritos en el marco de la comunidad científica de determinada disciplina. Este hecho es importante en tanto esa comunidad comparte un conjunto de principios, acuerdos básicos epistemológicos, ontológicos y gnoseológicos que no es necesario explicitar cuando se escribe. Como el escritor está inmerso en una discusión y en un debate compartido no necesita poner de manifiesto sus ideas más allá de lo imprescindible dentro de su comunidad. Leer para estudiar en la Universidad significa que el estudiante se sumerja en esa discusión en el marco de una comunidad científica y textual específica. Pero, el alumno es un agente externo, un “visitante de otro planeta”, que explora por primera vez las tierras de esa comunidad. Por lo tanto, aquello que no ha sido explicitado por el autor, los principios básicos, las discusiones vigentes, las pugnas al interior de la comunidad, los grupos de poder, etc.; permanecen ocultos a la mirada del nuevo visitante tal como en el cuento de Abbot (1969), “Flatland” -el mundo de tres dimensiones- no puede ser captado por el cuadrado habitante de un mundo bidimensional.

Entonces, ¿cómo podrá el estudiante, sin ayuda, hacer visibles esos aspectos

invisibles? Es posible que Kuhn nuevamente nos pueda mostrar el camino. Tal como el científico experimentado comunica el paradigma a los investigadores iniciados, el docente se convierte en el “puente” que enlazará al estudiante con la tradición de la comunidad científica textual. Se transforma así en el interpretante de esa comunidad de lectores. Su función es poner de manifiesto los principios de lectura acordados por la comunidad, al decir de Olson (1998) “un conjunto de textos considerados como significativos, y un acuerdo activo sobre las interpretaciones válidas o apropiadas de esos textos”.

Desde esta perspectiva leer para estudiar es una práctica que sobrepasa la idea de informarse. Tal como señala Castedo (1999) “Saber leer, cuando se trata de informarse y estudiar, está muy lejos de poder repetir lo que el texto dice... Es mucho más que estar informados, que saber qué pasa (...) Interpretar un texto es mucho más que “decir” las palabras que están escritas porque hay aspectos del significado de las escrituras que no están representados por palabras. Por eso, decir el texto en voz alta o decirlo para uno mismo (silenciosamente) no es suficiente para comprender, caso en

el cual no se trata de no saber leer o de leer mal, sino de estar en el proceso de aprender a interpretar más allá de las palabras". Por lo tanto, no podemos limitar el problema a las dificultades de comprensión ya que la lectura no es, como ya hemos señalado, la puesta en práctica de un conjunto de habilidades aprendidas de una vez y para siempre que permite comprender cualquier texto. Los textos que se ofrecen para la lectura y el estudio en la Universidad presentan un alto grado de complejidad. Por un lado, por la especificidad de los contenidos del campo disciplinar al que pertenecen, con “características particulares en cada área de conocimiento que requieren de estrategias y recursos específicos para su producción y comprensión” (Benvegnú y otros, 2001). Por otro lado, porque son textos en los que coexisten argumentación, explicación y descripción.

Puesto que nuestro interés es mostrar en un ejemplo concreto una manera posible para trabajar la lectura en contextos de estudio en la Universidad, hemos seleccionado un texto que los alumnos habitualmente deben leer en el primer cuatrimestre del primer año, en el contexto de la materia Introducción al Conocimiento Científico dictada para varias de las carreras de la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires. El análisis que presentamos a continuación corresponde al capítulo “La ruptura” del libro El oficio de sociólogo. Presupuestos epistemológicos, de Pierre Bourdieu, Jean-Claude Chamboredon y Jean-Claude Passeron, Siglo XXI, Madrid, 1994. Los motivos de la elección del texto para este trabajo se fundamentan en que, a través de años de abordar este capítulo, hemos comprobado que es uno de los que más dificultades presenta a los alumnos. Nuestra intención es poner de manifiesto dos cuestiones:

- Las dificultades para su comprensión desde el punto de vista de los lectores alumnos. - Las posibles intervenciones que el docente puede realizar para favorecer su comprensión.

Este texto supone un lector iniciado en la disciplina, con motivaciones

específicas que comparte con otros miembros de la comunidad científica. Se inscribe en el marco de un debate propio de dicha comunidad, por lo tanto supone interlocutores válidos dentro de ésta, pero a la vez oponentes. No fue escrito para ser leído por un lector de las características de nuestros alumnos.

Para ilustrar de una mejor manera la complejidad de este texto hemos extraído algunos fragmentos en los que es posible observar la discusión ya instalada en la comunidad científica a la que pertenecen los autores.

“ La sociología no puede constituirse como ciencia efectivamente separada del sentido común sino

bajo la condición de oponer a las pretensiones sistemáticas de la sociología espontánea la

resistencia organizada de una teoría del conocimiento de lo social cuyos principios contradigan,

punto por punto, los supuestos de la filosofía primera de lo social.” (pág. 30).

Fragmentos de este tipo se reiteran constantemente a lo largo del texto. Ante ellos, los alumnos deben realizar un esfuerzo por situarse en el lugar del destinatario de este escrito, reponiendo, construyendo o suponiendo lo que el autor ha dado por conocido. Ante una primera lectura, los alumnos no logran identificar la crítica que los autores realizan a la sociología espontánea. Nuestra experiencia indica que esto no es posible sin la intervención del profesor, interpretante de esa comunidad, que aporta conocimientos acerca de esa discusión y ayuda a identificar quiénes son en el texto los interlocutores. Es necesario que el docente intervenga reponiendo la información que no aparece explicitada en el texto y buscando en él, de qué manera aparece nombrada la sociología espontánea. Es también importante ayudar a los alumnos a identificar los modalizadores que señalan la subjetividad del escritor, con respecto a la “sociología espontánea” Veamos algunos ejemplos:

“ El sociólogo no ha saldado cuentas con la sociología espontánea y debe imponerse una polémica

ininterrumpida con las enceguecedoras evidencias que presentan...” (pág.27).

“Sin tal teoría, el sociólogo puede rechazar ostensiblemente las prenociones, construyendo la

apariencia de un discurso científico sobre los presupuestos inconcientemente asumidos, a partir de

los cuales la sociología espontánea engendra esas prenociones.” (pág. 30).

“Si la sociología espontánea renace instintivamente y bajo disfraces tan diferentes en la sociología

científica...” (pág. 32).

“ ...Las precauciones contra el contagio de la sociología por la sociología espontánea no serían

más que exorcismos verbales si no se acompañaran de un esfuerzo por proporcionar a la vigilancia

epistemológica las armas indispensables para evitar el contagio de las nociones por las

prenociones” (pág.37).

Expresiones tales como “...enceguecedoras evidencias...”, “...disfraces tan diferentes en la sociología científica...”, “...precauciones contra el contagio de la sociología por la sociología espontánea...”, “...exorcismos verbales...”, “...contagio de las nociones por las prenociones...”; favorecen que un iniciado en las discusiones sociológicas pueda comenzar a comprender que el autor del texto descalifica a la sociología espontánea y que liga a ella las prenociones por oposición a las nociones de la sociología científica. Presentamos un fragmento de un registro de clase en el cual un grupo de alumnos de primer año de la Universidad se enfrenta a un texto y se genera un espacio de intercambio entre compañeros y con el docente para favorecer la construcción de sentido. El texto presenta las siguientes particularidades: - Cita las voces de varios autores diferentes. - Los autores citados son utilizados para argumentar a favor de la postura del autor. - A su vez, estos autores se oponen entre sí en cuanto a sus teorías de lo social, pero coinciden respecto a sus teorías epistemológicas.

-Cada vez que se menciona a un autor se remite a través de una aclaración entre paréntesis a un texto que se encuentra en el anexo del libro.

El siguiente fragmento es un ejemplo de tales particularidades:

“ El artificialismo, representación ilusoria de la génesis de los hechos sociales según la cual el

científico podría comprender y explicar estos hechos ‘mediante el solo esfuerzo de su reflexión

personal’, descansa, en última instancia, sobre el presupuesto de la ciencia infusa que, arraigado en

el sentimiento de familiaridad, funda también la filosofía espontánea del conocimiento del mundo

social: la polémica de Durkheim contra el artificialismo, el psicologismo o el moralismo no es

sino el revés del postulado según el cual los hechos sociales ‘tienen una manera de ser constante,

una naturaleza que no depende de la arbitrariedad individual y de donde derivan las relaciones

necesarias’” (E. Durkheim, texto Nº 7).

Marx no afirmaba otra cosa cuando sostenía que ‘en la producción social de su existencia, los

hombres traban relaciones determinadas, necesarias, independientes de su voluntad’, y también

Weber lo afirmaba cuando proscribía la reducción del sentido cultural de las acciones a las

intenciones subjetivas de los actores. Durkheim, que exige del sociólogo que penetre en el mundo

social como en un mundo desconocido, reconocía a Marx el mérito de haber roto con la ilusión de

la transparencia: ‘Creemos fecunda la idea de que la vida social debe explicarse, no por la

concepción que se hacen los que en ella participan, sino por las causas profundas que escapan a la

conciencia’ (E. Durkheim, texto Nº8).

En el fragmento de clase podemos observar algunas de las intervenciones que creemos benefician la comprensión de dicho fragmento. Los alumnos han realizado una lectura previa del mismo.

Profesora: Vamos a conversar un poquito antes de empezar con el texto. Yo traje el libro de la

Biblioteca de la Universidad. Es un libro que tiene muchos ejemplares, por lo tanto pueden

llevárselo cuando quieran. El libro se llama “El oficio de sociólogo” y está escrito por Pierre

Bourdieu, Jean Claude Passeron y Jean Claude Chamboredon. ¿Ustedes saben quiénes son, qué

hacen, estos tres autores?

Jorge: Son sociólogos.

Lo primero que realiza la docente es presentar el libro. Esta decisión de mostrar

el portador real y nombrar a los autores se fundamenta en que los alumnos raramente toman contacto con los libros originales y menos aún acuden a la biblioteca para acceder a los textos completos.

La docente interviene a continuación, aportando conocimientos vinculados con el tema, contextualizando a los autores y su obra, ubicándolos en la corriente de pensamiento a la que pertenecen. El intercambio se centra en la caracterización de la corriente marxista. El docente aporta conocimiento contextuales que los alumnos no poseen.

Sabiendo que una de las dificultades mayores de los alumnos es desentrañar la polifonía12 del texto, la docente les propone realizar hipótesis anticipatorias acerca del motivo por el cual aparecen autores citados, a qué corriente de pensamiento pertenecen y qué relación se da entre las ideas de los autores citados y las de los autores del texto. P: Este es un texto que tiene muchos autores. Bourdieu habla, pero a la vez cita a otros. ¿A

quién cita?

Varios: Durkheim, Weber, Wittgenstein, (...)

P: Ahora, les pregunto una cosa, ¿por qué les parece que están citados todos estos autores?

María: Porque son sociólogos.

P: ¿Y Bourdieu habla de la sociología?

Aurelio: Se basa en la teoría de Marx.

P: Él es marxista. Pero hay otros autores, como Durkheim y Weber, que no son marxistas. Por el

contrario, Durkheim ¿qué diría?

María: Es positivista.

P: Se dice que es positivista...¿Y qué diría?

Varios: Todavía no lo vimos.

En ese momento la docente interviene aportando información general acerca del pensamiento

social de Durkheim. Sabe que para comprender el texto es necesario que los alumnos sepan que

los autores citados poseen ideas contrarias en cuanto a la teoría social.

Para continuar, la docente organiza la información de las teorías sociológicas que rápidamente había explicitado. Luego, devuelve el problema inicial con la variante de que ahora los alumnos saben que los autores citados sostienen teorías diferentes. El problema a desentrañar ahora es si éstos autores están citados a favor o en contra de los argumentos de los autores del texto.

12 Texto polifónico: En cualquier texto argumentativo intervienen múltiples voces. Manifestación de la complejidad del problema enunciativo que tienen que enfrentar los alumnos al trabajar con diferentes voces. Es muy difícil representar las referencias en un texto polifónico.

P: Quiere decir que lo que pensaba Marx y lo que pensaba Durkheim sobre la sociedad, ya que

eran sociólogos era totalmente contrapuesto. Uno debería preguntarse – y vamos a ver si lo

podemos responder- (...) ¿por qué estos autores marxistas citan a Durkheim que no lo es. Si

Citan a Marx, uno puede decir ¿si son marxistas cómo no van a citarlo...?

Ana: Lo citan para refutarlo.

P: O sea que lo que vos decís es que ¿citan a Durkheim para refutar su teoría?

Ana: Sí.

P: Vamos a anotar eso. (Escribe en el pizarrón). La compañera dice que Bordieu lo cita en

realidad a Durkheim para refutarlo, para decirle: “yo no estoy de acuerdo con vos”. Por lo tanto,

una de las cosas que vamos a tener que ver es qué pasa cuando aparece el nombre de Durkheim.

¿Se entiende chicos?

Varios: Sí.

P: Esto es importante porque nosotros vamos a poder comprender el texto en la medida que

podamos ver todas estas cosas. Entonces, supuestamente, la hipótesis que vos decías es que

Durkheim tiene que estar criticado por Bourdieu. ¿Entienden por qué?

Varios: Sí.

Dos intervenciones nos interesa remarcar en el fragmento anterior. La primera está referida a la importancia de la decisión de escribir en el pizarrón la hipótesis formulada para guardar memoria. Esto permite objetivar esa primera idea para luego permitir la contrastación de la misma con los indicios del texto. La segunda intervención que nos gustaría resaltar, es que cuando Ana formula su hipótesis la docente, en lugar de refutarla, devuelve el problema al grupo proponiendo la participación de otros para confirmar o rechazar dicha hipótesis.

P: ¿Todos están de acuerdo que cuando aparece Durkheim es criticado?

Varios: No.

P: ¿Por qué no?

Verónica: Porque por ahí, que Bourdieu sea marxista no significa que Durkheim no pueda

tener razón.

Jorge: Para que entiendas mejor cita a otros autores.

Graciela: Capaz que tienen puntos en común.

P: Podemos tomar esto. La segunda hipótesis (escribe en el pizarrón) sería que cita a Durkheim

porque tienen puntos en común.

Ana: ¿Qué puntos en común tienen?

P: Bueno ahora vamos a ver...yo no dije ni que sí ni que no. ¿Hay alguna otra hipótesis de por

qué estarán todos estos autores hablando el mismo tema a la vez?

Patricia: Yo, hasta donde leí cita a Durkheim no negándolo, no refutándolo, dice cosas que

también las afirma Marx y después las afirma Weber...A mí me pareció que algo más tiene que

haber ¿no? (...) tiene que haber algún concepto en el que sí estén de acuerdo.

P: Parece ser que hay algún criterio, algún concepto, algo acerca de lo que estos autores están de

acuerdo.

Silvina: A lo mejor, como el ejemplo que pusiste vos de la luz (Ejemplo referido a un tema

anteriormente visto, en el cuál se destacan leyes que aparentemente son contrarias y con el

correr del tiempo se unifican en una teoría) Ambas son opuestas pero al final en una teoría de

otra persona las dos están complementarias, tienen algo las dos.

A través de estas intervenciones vemos que la docente no da su interpretación

del texto, sino que propicia la construcción de sentido. Favorece que los alumnos

establezcan relaciones entre el conocimiento del que disponen y la información

provista por el texto. Los estimula a hacerse preguntas sobre lo que están leyendo y a

buscar respuestas en lo que sigue en el texto o en lo que antecede al punto sobre el

que están reflexionando. Los alumnos hacen anticipaciones e intentan confirmarlas o

rechazarlas apoyándose en los indicios provistos por el texto. El hecho de explicitar las

hipótesis permite a los alumnos tener una guía en la lectura para desentrañar la

polifonía del texto. Al mismo tiempo, los alumnos comienzan a advertir la importancia

y la diversidad de los usos de las citas de autoridad como estrategia típica de los

textos argumentativos.

Creemos haber mostrado, al menos en algún sentido, el por qué son los docentes de

las disciplinas los que deben enseñar a leer en la Universidad. Su condición de

interpretantes de una comunidad científica a la que pertenecen los textos académicos

les posibilita tener la información necesaria para poder guiar a los alumnos a

desentrañar el sentido de dichos textos.

Es fundamental que la Universidad asuma el compromiso de desarrollar acciones

institucionales destinadas a enseñar a los alumnos los modos de leer e interpretar los

textos a los que las comunidades académicas recurren para ser considerados

miembros de esa cultura. Enseñar las prácticas de la lectura implica facilitar la

apropiación , por parte de los alumnos , de los usos diversos del lenguaje tal como se

producen y circulan en la sociedad.

A modo de cierre: Desde las concepciones teóricas de didáctica de la lengua que subyacen en las

prácticas habituales en las aulas del Nivel Inicial y de la Universidad no se considera

posible, en el Jardín de Infantes, ni necesario, en la Universidad, enseñar las prácticas

de lectura de textos difíciles.

En lo referente al Nivel Inicial hemos intentado demostrar que a medida que los

niños participan de esas prácticas, comienzan a coordinar información que les permite

comprender los textos complejos aun antes de poder leer en forma convencional. Con

respecto a la Universidad la experiencia que se ha mostrado hace evidente la

necesidad de continuar acompañando a los alumnos en el proceso de la lectura de

textos de estudio.

La concepción teórica a la que adherimos nos permite pensar un abordaje

didáctico que favorezca continuidades desde el Jardín de Infantes hasta la Universidad

resguardando la especificidades propias de cada ciclo educativo. En el análisis de

estas experiencias nos parece relevante resaltar los siguientes puntos en común que,

creemos, asegurarían la continuidad entre los niveles:

-La enseñanza de las prácticas de lectura se realizan en el marco de la conformación de una comunidad de lectores. Tanto en Nivel Inicial como en la Universidad, es el docente quien -como lector experimentado- favorece la conformación creciente de esa comunidad.

-En las dos experiencias se muestra que, a partir de las interacciones entre los participantes de la comunidad de lectores se construye colectivamente el sentido de los textos.

De los análisis realizados se desprende la importancia de las intervenciones del docente cuando los alumnos se enfrentan a la construcción de sentido de textos complejos.

Consideramos que es una responsabilidad indelegable de la educación, en el marco de las instituciones, hacerse cargo de la enseñanza del abordaje de textos complejos. El aula puede ofrecer condiciones adecuadas para la lectura de textos difíciles y generar avances en las posibilidades de los alumnos de comprenderlos. Permite la confrontación entre pares de las interpretaciones que los alumnos están elaborando y hace posible contar con la ayuda de un lector experimentado –el docente- que brinda elementos que favorecen la coordinación de la información, señala aspectos que pasan inadvertidos para los alumnos, contribuye a detectar las dificultades y aporta estrategias para superarlas. El docente, además, conoce mejor que los alumnos el tema sobre el cual trata el texto y puede aportar las informaciones suplementarias que sin duda los alumnos necesitan para comprender la información provista por el texto. Cerramos provisoriamente nuestro trabajo con una cita de Marc Souchon : ”...Yo no soy el único que piensa que esa problemática del texto según la cual el sentido del texto no es una cosa dada que uno recibiría así del exterior sino que uno tiene que construirlo se debería abordar en todos los niveles de la enseñanza, empezando desde el principio, como lo hacen ciertos profesores antes de la escuela primaria. Conozco experiencias de este tipo donde antes de entrar en la escuela primaria, se esta preparando a los niños para abordar ese problema de los textos. Ese problema tendría que ser abordado en todos los niveles de la enseñanza, inclusive en la Universidad y tal vez mas allá de la Universidad.” 13

BIBLIOGRAFÍA -Abbott, Edwin (1969) Flatland en Ewman, James. Sigma. El mundo de las matemáticas Grijalbo México tomo 6, pag. 321 a 332 -Benvegnú, María Adelaida y otros (2001) ¿Por qué ocuparse de la lectura y la escritura en la universidad? En La lectura y la escritura como prácticas académicas universitarias. Universidad Nacional de Luján, Departamento de Educación, Pedagogía Universitaria. -Carlino, Paula (2002) ¿Quién debe ocuparse de enseñar a leer y escribir en la Universidad? Lectura y Vida. Revista Latinoamericana de Lectura. Año XXIII Número 1. -Castedo Mirta y otras (1999) Enseñar y aprender a leer. Novedades Educativas Buenos Aires. -Olson, David (1998) El mundo sobre el papel. El impacto de la escritura y la lectura en la estructura del conocimiento. Gedisa. Barcelona. -Rosenblatt, Louise (1985) Lenguage, Literature, and Values. En S. N. Tchudi (Ed.) Lenguage, Schooling and Society. Upper Monclair, N. J.: Boynton/Cook, en Dubois, María Eugenia (1994) El proceso de lectura. De la teoría a la práctica. Aique Buenos Aires.

13 Marc Souchon. Espacios de Docencia Nª 1. Publicación periódica interna de la División Pedagógica Universitaria. Universidad Nacional de Luján. Noviembre de 1999. Pág. 10.