Lecturas Gramsci
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Progreso y devenir.
¿Se trata de dos cosas distintas o de aspectos distintos de un
mismo concepto? El progreso es una ideología, el devenir una
concepción filosófica. El "progreso" depende de una determinada
mentalidad, en cuya constitución entran ciertos elementos
culturales históricamente determinados; el "devenir" es un
concepto filosófico del cual puede estar ausente el "progreso".
En la idea de progreso está sobrentendida la posibilidad de una
medición cuantitativa y cualitativa: más y mejor. Se supone, por
consiguiente, la existencia de una medida "fija" o fijable, pero
esta medida está dada por el pasado, por cierta fase del pasado o
por ciertos aspectos mensurables, etc. (No es que se piense en
un sistema métrico del progreso). ¿Cómo ha nacido la idea del
progreso? ¿Representa este nacimiento un hecho cultural
fundamental, hasta el punto de hacer época? Parece que sí. El
nacimiento y desarrollo de la idea de progreso, corresponden a la
conciencia difusa de que se ha alcanzado cierta relación entre la
sociedad y la naturaleza (incluido en el concepto de naturaleza el
de azar y de "irracionalidad"); por la cual los hombres en su
conjunto están más seguros de su porvenir, pueden pensar
"racionalmente" planes generales para su vida. Para combatir la
idea del progreso, Leopardi debió recurrir a las erupciones
volcánicas, es decir: a fenómenos que todavía son "irresistibles"
y carecen de remedio. Pero en el pasado eran mucho más
numerosas las fuerzas irresistibles: hambre, epidemias, etc., y,
dentro de ciertos límites, han sido dominadas.
Es indudable que el progreso ha sido una ideología democrática;
también lo es el que ha servido políticamente a la formación de
los modernos Estados constitucionales, etc. Igualmente es cierto
que hoy ya no está en auge. Pero ¿en qué sentido? No en el
sentido de que se haya perdido la fe en la posibilidad de dominar
racionalmente la naturaleza y el azar, sino en el sentido
"democrático"; es decir, en el sentido de que los "portadores"
oficiales del progreso se han vuelto incapaces de este dominio,
pues han provocado fuerzas destructivas actuales tan peligrosas
y angustiosas como las del pasado (ya olvidadas socialmente,
pero no por todos los elementos sociales; los campesinos
continúan no comprendiendo el "progreso", pues creen estar, y lo
están realmente, a merced de las fuerzas naturales y del azar, y
conservan, por consiguiente, una mentalidad "mágica", medieval,
religiosa"), como la "crisis", la desocupación, etc. La crisis de la
idea de progreso no es, por lo tanto, crisis de la idea misma, sino
de los portadores de la idea, que se han convertido, ellos
mismos, en "naturaleza" que debe ser dominada. Los ataques a la
idea de progreso, en esta situación; son muy interesados y
tendenciosos.
¿Puede separarse la idea de progreso de la de devenir? No
parece. Ambas han nacido juntas, como política (en Francia),
como filosofía (en Alemania, luego desarrollada en Italia). En el
"devenir" se ha tratado de salvar lo que hay de más concreto en
el "progreso": el movimiento, y principalmente el movimiento
dialéctico (lo que es una profundización, puesto que el progreso
está ligado a la concepción vulgar de la evolución).
De un articulejo de Aldo Capasso en la Italia Letteraria del 4 de
diciembre de 1932, tomo algunos pasajes que presentan las
dudas vulgares sobre este problema:
"También entre nosotros es común la irrisión [burla] contra el
optimismo humanitario y democrático de estilo ochocentesco, y
Leopardi no está solo cuando habla con ironía de las "Sorti
progresive", pero se ha inventado el astuto disfraz del "progreso"
que es el "Devenir" idealista; idea que quedará en la historia más
como italiana que como alemana. Pero ¿qué sentido puede tener
un Devenir que prosigue ad infinitum, un mejoramiento que no
sea jamás parangonable a un bien físico? Cuando falta el criterio
de un 'último' peldaño estable, le falta al 'mejoramiento' la
unidad de medida. Además, no es posible que nos alimentemos
con la ilusión de ser nosotros, hombres reales y vivientes,
mejores que, por ejemplo, los romanos o los primeros cristianos.
Porque si el 'mejoramiento' se entiende en un sentido totalmente
ideal, es perfectamente posible que todos nosotros seamos
'decadentes', en tanto que aquellos fueron todos hombres plenos
y quizá santos. Así, por lo tanto, desde el punto de vista ético, la
idea del ascenso ad infinitum implícita en el concepto de Devenir
resulta tanto menos justificable cuanto que el 'mejoramiento' es
un dato individual y que en el plano individual es también posible
llegar a la conclusión, procediendo caso por caso, de que toda la
época última es inferior... Entonces el concepto optimista de
Devenir se torna inasible, tanto en el plano ideal como en el
plano real... Es sabido que Croce niega valor de raciocinio a
Leopardi, y que asegura que pesimismo y optimismo son
actitudes sentimentales, no filosóficas. Pero el pesimismo podría
observar, a su vez, que la concepción idealista del Devenir es un
acto de optimismo y de sentimiento, porque el pesimista y el
optimista (si no se hallan animados de fe en lo Trascendente)
conciben la historia del mismo modo; como el deslizamiento de
un río sin desembocadura; luego colocan el acento sobre la
palabra 'río' o sobre las palabras sin desembocadura, según su
estado de ánimo. Dicen los unos: no hay desembocadura, pero,
como en un río armonioso, existe la continuidad de las ondas y la
supervivencia prolongada del ayer en el hoy... Y dicen los otros:
existe la continuidad del río, pero no hay desembocadura... En
suma, no olvidemos que el optimismo es sentimiento, al igual que
el pesimismo. De lo que resulta que cada filosofía no puede más
que expresarse sentimentalmente 'como pesimismo o como
optimismo', etc., etcétera".
No hay mucha coherencia en el pensamiento de Capasso, pero su
modo de pensar es expresivo de un estado de ánimo difuso,
muy snob e incierto; muy inconexo y superficial, y quizá, sin
mucha honestidady lealtad intelectual, y sin la necesaria
logicidad formal.
La pregunta es siempre la misma: ¿qué es el hombre? ¿Que es la
naturaleza humana? Si se define al hombre como individuo,
psicológica o especulativamente, estos problemas del progreso y
del devenir son insolubles y se convierten en puras palabras.
Pera si se concibe al hombre como el conjunto de las relaciones
sociales, pareciera que todo parangón entre los hombres en el
tiempo es imposible, puesto que se trata de cosas diversas si no
heterogéneas. De otra parte, como, el hombre es también el
conjunto de sus condiciones de vida, se puede medir
cuantitativamente la diferencia entre el pasado y el presente,
dado que es posible medir el grado en que el hombre domina la
naturaleza y el azar. La posibilidad no es la realidad, pero
también aquélla es una realidad: que el hombree pueda hacer o
no hacer una cosa tiene su importancia para valorar lo que
realmente se hace. Posibilidad quiere decir "libertad". La medida
de la libertad entra en el concepto de hombre. Que existan las
posibilidades objetivas de no morir de hambre, y que se muera
de hambre, tiene su importancia, según parece. Pero la
existencia de las condiciones objetivas, posibilidad o libertad, no
es aún suficiente: es preciso "conocerlas" y saberse servir de
ellas. Querer servirse de ellas. El hombre, en este sentido, es
libertad concreta, es decir, aplicación efectiva del querer
abstracto o impulso vital en los medios concretos que realizan tal
voluntad. Se crea la propia personalidad: 1) dando una dirección
determinada y concreta ("racional") al. propio impulso vital o
voluntad; 2) identificando los medios que hacen que tal voluntad
sea concreta, determinada y no arbitraria; 3) contribuyendo a
modificar el conjunto de las condiciones concretas que realizan
esta voluntad en la medida de los propios límites de potencia y
de la manera más fructífera. Hay que concebir al hombre como
un bloque. histórico de elementos puramente individuales y
subjetivos, y de elementos de masa y objetivos o materiales, con
los cuales el individuo se halla en relación activa. Transformar el
mundo externo, las relaciones generales, significa fortalecerse a
sí mismo, desarrollarse a sí mismo. La idea de que el
"mejoramiento" ético es puramente individual es una ilusión y un
error: la síntesis de los elementos constitutivos de la
individualidad es "individual", pero no se realiza y desarrolla sin
una actividad hacia el exterior, modificadora de las relaciones
externas, desde aquellas que se dirigen hacia la naturaleza hasta
aquellas que, en diversos grados, se dirigen a los otros hombres,
en los distintos ámbitos sociales en que se vive, llegando
finalmente a la relación máxima, que abraza a todo el género
humano. Por ello se puede decir que el hombre es esencialmente
"político", puesto que la actividad para transformar y dirigir
conscientemente a los demás hombres realiza su `"humanidad",
su "naturaleza humana".
Estructura y superestructura. La proposición contenida en la
introducción de la Crítica de la economía política, respecto a que
los hombres toman conciencia de los conflictos de la estructura
en el terreno de las ideologías, debe ser considerada como
afirmación de valor gnoseológico y no puramente psicológico y
moral. De ello resulta que el principio teórico-práctico de la
hegemonía tiene también un significado gnoseológico; por lo
tanto, en este campo es necesario buscar el aporte teórico
máximo de Ilic [Lenin] a la filosofía de la praxis. En efecto, Ilic
habría hecho progresar la filosofía como filosofía en cuanto hizo
progresar la doctrina y la práctica política. La realización de un
aparato hegemónico, en cuanto crea un nuevo terreno
ideológico, determina una reforma de las conciencias y de los
métodos de conocimiento, es un hecho de conciencia, un hecho
filosófico. En lenguaje crociano: cuando se logra introducir una
nueva moral conforme a una nueva concepción del mundo se
concluye por introducir también tal concepción, es decir, se
determina una completa reforma filosófica.
La estructura y las superestructuras forman un "bloque
histórico", es decir que el conjunto complejo, contradictorio y
discorde de las superestructuras es el reflejo del conjunto de las
relaciones sociales de producción. De ello surge lo siguiente: solo
un sistema totalitario de ideologías refleja racionalmente la
contradicción de la estructura y representa la existencia de las
condiciones objetivas para la subversión de la praxis. Si se forma
un grupo social homogéneo al 100 % por la ideología, ello
significa que existen al 100 % las premisas para dicha
subversión, es decir que lo "racional" es real activa y
actualmente. El razonamiento se basa en la reciprocidad
necesaria entre estructura y superestructura (reciprocidad que
es, por cierto, el proceso dialéctico real).
Paso del saber al comprender, al sentir y viceversa, del sentir al
comprender, al saber.
El elemento popular "siente", pero no siempre comprende o
sabe. El elemento intelectual "sabe" pero no comprende o,
particularmente, "siente". Los dos extremos son, por lo tanto, la
pedantería y el filisteísmo por una parte, y la pasión ciega y el
sectarismo por la otra. No se trata de que el pedante no pueda
ser apasionado; al contrario, la pedantería apasionada es tan
ridícula y peligrosa como el sectarismo y la demagogia más
desenfrenados. El error del intelectual consiste en creer que se
pueda saber sin comprender y, especialmente, sin sentir ni ser
apasionado (no sólo del saber en sí, sino del objeto del saber), es
decir, que el intelectual pueda ser tal (y no un puro pedante) si
se halla separado del pueblo-nación, es decir, sin sentir las
pasiones elementales del pueblo, comprendiéndolas y, por lo
tanto, explicándolas y justificándolas por la situación histórica
determinada; vinculándolas dialécticamente a las leyes de la
historia, a una superior concepción del mundo, científica y
coherentemente elaborada: el "saber". No se hace política-
historia sin esta pasión, sin esta vinculación sentimental entre
intelectuales y pueblo-nación. En ausencia de tal nexo, las
relaciones entre el intelectual y el pueblo-nación son o se
reducen a relaciones de orden puramente burocrático, formal;
los intelectuales se convierten en una casta o un sacerdocio (el
llamado centralismo orgánico).
Si las relaciones entre intelectuales y pueblo-nación, entre
dirigentes y dirigidos --entre gobernantes y gobernados--, son
dadas por una adhesión orgánica en la cual el sentimiento-pasión
deviene comprensión y, por lo tanto, saber (no mecánicamente,
sino de manera viviente), sólo entonces la relación es de
representación y se produce el intercambio de elementos
individuales entre gobernantes y gobernados, entre dirigentes y
dirigidos; sólo entonces se realiza la vida de conjunto, la única
que es fuerza social. Se crea el "bloque histórico."
De Man "estudia" los sentimientos populares, pero no los
consiente para guiarlos y conducirlos a una catarsis de
civilización moderna. Su posición es la del estudioso del folklore
que tiene miedo constantemente de que la modernidad le
destruya el objeto de su ciencia. Pero, por otra parte, hay en su
libro el reflejo pedantesco de una exigencia real: que los
sentimientos populares sean conocidos y estudiados tal como se
presentan objetivamente y no considerados como algo omitible e
inerte en el movimiento histórico.