Leccion 9 rizpa libro complementario

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IV Trimestre de 2010 Libro Complementario

La historia poco contada

Personajes secundarios del Antiguo Testamento

Chantal y Gerald Klingbeil

Capítulo Nueve

Rizpa: La que pone reyes

y construye naciones

Imagine magine que está de viaje por Israel y que tropieza con un hito viejo y desgastado en una colina de algún lugar de la antigua región de Ga-baa. En este se lee:

«En este lugar, Rizpa, hija de Aja, colaboró con sus abnegadas acciones en la reconciliación tribal de los israelitas durante el reinado de David, hijo de Jese. Después de que sus dos hijos Armoni y Mefiboset, junto con otros cinco hijos del anterior rey Saúl, fueran muertos y sus cadáveres expuestos aquí, Rizpa, viuda y sin hijos, acampó junto a los cuerpos de sus hijos muertos y los protegió de la profanación por parte de las aves y otras alima-ñas. La ejecución tuvo lugar los primeros días del otoño y Rizpa continuó su vigilia en solitario durante varias semanas. La fama de su decidida ac-ción desafió al rey David para que reconsiderara la cruda realidad de la riva-lidad dinástica y trabajara para conseguir la reconciliación».

Personajes

I

Rizpa: Como concubina, formaba parte de la casa de Saúl (2 Samuel 3:7). Los hijos que tuvo con él pertenecían a la casa real. Su nombre significa «carbón ardiente». La mención de su padre Aja sugiere que su familia debió ser importante, aunque no sepamos mucho más de ella. Visto desde afuera,

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pareciera que Rizpa no es más que un signo del estatus social de un hombre poderoso. Sin embargo, en 1 Samuel 3:6-11 no se dice la última palabra so-bre Rizpa. Sus acciones en la historia posterior que se encuentra en 2 Sa-muel 21:1-14, sugieren que ella está al control su propio destino y es un ejemplo de compromiso y lealtad, un hecho que ni el rey David ni el narra-dor de la historia pierden jamás de vista.

Abner: Es general de Saúl e hijo de Ner. Abner fue una imponente figura en la política israelita para más de una generación. Acorde a la práctica ge-neralizada de las sociedades orientales y copiada por David, parece que Ab-ner era pariente de Saúl (1 Samuel 14:50, 51). La lealtad a la familia y al clan era muy importante en las sociedades antiguas. Era comandante del ejército de Saúl y su guardaespaldas (1 Samuel 26:13-25) y tras la muerte de Saúl en el monte Gilboa, Abner cumple un papel fundamental para ele-var a Is-boset al rango de sucesor al trono de Saúl. Durante un corto interlu-dio de la historia israelita, la capital de Is-boset está ubicada en Mahanaim, al otro lado del Jordán (2 Samuel 2:8, 9). Abner murió a manos e Joab cuando intentaba negociar un cambio de bando (2 Samuel 3:27).

Is-boset: En algunos pasajes de la Biblia también se presenta su nombre como Isbaal (Nueva Biblia de Jerusalén), basándose en un nombre ligera-mente diferente que aparece en 1 Crónicas 8:33 y 9:39. Esto debido a que muchos nombres que incluían el elemento «Baal» a menudo se reinterpreta-ban en los nombres bíblicos como «vergüenza», que en las lenguas actuales es una traducción de la palabra hebrea boset. Is-boset es descrito como un personaje débil, y su reino, que se extendió durante dos años, aparece como una nota al margen de la estrella ascendente de David. Tras el insulto de Abner vinculado con una relación sexual real o no con Rizpa, Is-boset es asesinado por dos de sus hombres tras la muerte de Abner a manos de Joab.

David: No necesita que se lo presente. Sin embargo, debemos destacar que en esta historia se muestra más reactivo que proactivo. Reconoce la culpa que las acciones de Saúl han hecho recaer sobre Israel como pueblo y acce-de a las condiciones de los gabaonitas. Es proactivo en el sentido de que consulta a Dios en el asunto de la hambruna (2 Samuel 21:1). Cuando se en-tera de la generosidad de Rizpa al haber salvaguardado el honor de la fami-lia de Saúl, reconoce la importancia del honor y la vergüenza en el contexto más amplio de la construcción de una nación. Finalmente, encuentra un lu-gar adecuado para el reposo de los restos de los descendientes de Saúl, pro-piciando así la buena voluntad de la tribu de Benjamín y otros clanes que pudieran haber seguido siendo leales a la casa de Saúl.

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Información sobre el contexto En Israel, la transición del periodo de los jueces a la monarquía es compleja e implica muchos cambios. El más importante tiene que ver con conceptos religiosos y teológicos. Cuando los líderes tribales de Israel ven que las ac-ciones de los hijos de Samuel son cualquier cosa menos brillantes, acuden a visitarlo en Rama, su cuartel general, y le piden que les dé un rey. ¿Pode-mos imaginar el cambio de paradigma que se inició en ese preciso momen-to? Sería como imaginar que el Congreso y el Senado de Estados Unidos pidieran que la reina Isabel II de Inglaterra se convirtiera en la cabeza de es-tado y soberana absoluta de los Estados Unidos de Norteamérica, pero sin el carácter simbólico que actualmente tiene la corona en el Reino Unido.

Samuel está escandalizado y horrorizado (1 Samuel 8:6). Dios es el Rey del cielo (Números 23:21; 1 Samuel 12:12) y ningún ser humano puede susti-tuirlo, ni tan siquiera un ser humano designado por Dios. ¿Nos damos cuen-ta de la tremenda diferencia de conceptos? Los jueces eran escogidos por Dios, y en general no habían dinastías establecidas. De alguna manera, sus hijos no habían dado la talla 1 y ahora Israel exigía ser «como los demás».

Desde el punto de vista arqueológico e histórico, el periodo que cubre la transición que ocurrió en el Cercano Oriente durante el siglo XI a. C. se co-noce como la «transición a la segunda Edad de Hierro». 2 Esto no significa que las personas comenzaron a usar metales en esa época (ya lo hacían con anterioridad), ni que todos los objetos metálicos usados fueran de hierro (de hecho, el bronce todavía era el metal más usado). Simplemente, se trata de un nombre dado a un período histórico establecido por arqueólogos que tra-bajaron en Europa y que luego fue adoptado por historiadores y arqueólo-gos establecidos en el Cercano Oriente. 3

1 No podemos menos que preguntarnos por qué, a pesar de que anduvieron con Dios, la mayoría de los buenos jueces o reyes no tuvieron hijos que siguieran sus pasos. Pensamos, por ejemplo en Abimelec, el hijo de Gedeón (Jueces 9), la descendencia de Elí (1 Samuel 2:12-17) y los descendientes de Samuel (1 Samuel 8:1-3). ¿Y qué decir de Absalón y Adonías, hijos de David; o de Manases, hijo de Ezequías, quien se reveló como uno de los peores reyes que jamás tuvo Judá (2 Reyes 21)? 2 Una historia actualizada muy útil es lain Provan, V. Philips Long y Tremper Longman III, A Biblical History of Israel (Louisville, Kentucky-Londres: Westminster John Knox Press [2003]).

En aquel tiempo, Israel era una

3 Muchos arqueólogos han lamentado el uso de esta nomenclatura por ser imprecisa. El profesor Israel Finkelstein de la Universidad de Tel-Aviv sugirió designar el periodo comprendido entre los años 1150 y 1000 a. C. como «Periodo de los estados proto-nacionales», ya que durante esos años surgieron los esta-dos nación del antiguo Oriente Próximo. Sin embargo, aunque fue recibida con interés, su propuesta no obtuvo el apoyo necesario para cambiar el paradigma científico. Compare Israel Finkelstein, «Toward a New Periodization and Nomenclatura of the Archaeology of the Southem Levant» [Hacia una nueva peri-odización y nomenclatura de arqueología del Levante sur] en The Study of the Ancient Near East in the Twenty First Century: The William Foxwell Albright Centennial Conference [El estudio del antiguo Oriente

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sociedad basada en aldeas en la que las palabras «aldea», «clan» y «tribu» eran esenciales. 4 La petición que Israel hizo de un rey (y por ende, el esta-blecimiento de una monarquía) se ajusta perfectamente a los acontecimien-tos históricos a mayor escala de la región. Durante el mismo periodo, o un poco antes, las entidades tribales vecinas de los arameos, los moabitas, los amonitas u otros, se convirtieron también en monarquías.

Las economías de las aldeas solían ser autosuficientes, por lo que durante ese periodo el comercio exterior era muy escaso. De hecho, como no existía ninguna nación en el sentido moderno del término, las fronteras eran muy permeables y variables. Esta situación se refleja en los libros bíblicos de Jueces y 1 Samuel, especialmente en la interacción entre los filisteos de la costa y las distintas tribus israelitas. La mayoría de las aldeas no estaban fortificadas. A diferencia de las ciudades amuralladas, las casas solían estar agrupadas alrededor de un patio abierto y eran parte integral del sistema de-fensivo del núcleo habitado. El estilo de construcción más frecuente era la casa con cuatro estancias, entre las que se contaba un patio (abierto o cerra-do) en el que se desarrollaba la mayor parte de la actividad de la casa. Du-rante la noche, la mayoría de los animales permanecían en el patio o eran encerrados en una de las habitaciones adyacentes. Las otras estancias serv-ían de almacén de alimentos, para guardar los utensilios y para dormir.

Quiero aclarar algo en relación a las concubinas en la Biblia. A veces el lec-tor moderno asocia el término «concubina» con «esclava» (o lo que es peor, con «esclava sexual»). Por lo general, una concubina era una esposa de me-nor rango, aunque sus hijos eran considerados parte de la casa del esposo y eran herederos de pleno derecho. No es extraño que en las genealogías bíblicas aparezcan concubinas con el rango de madre (Génesis 22:23, 24; Jueces 8:31; 1 Crónicas 2:46, 48). Cuando Absalón intentó usurpar el trono de su padre David, escogió hacer público que dormía con las concubinas de

El ascenso de Saúl al trono no fue fácil. Tras su designación y ungimiento en secreto por parte de Samuel (1 Samuel 9:1-10:16), el nuevo líder tenía que demostrar sus habilidades. Saúl muestra su temple en 1 Samuel 11, en el rescate de Jabes de Galaad, que había caído en manos de los amonitas. Después de ese acontecimiento, su reinado queda públicamente confirmado (1 Samuel 11:14, 15).

Próximo en el siglo XXI: Congreso del Centenario de William Foxell Albright], ed. Jerrold S. Cooper y Glenn M. Schwartz (Winona Lake, Indiana: Eisenbrauns [1996]) págs. 103-123. 4 En Robert D. Miller II, Chieftains of the Highland Clans: A History of Israel in the 12th. and llth. Centuries B. C. [Jefes de los clanes de las tierras altas: Historia de Israel durante los siglos XII y XI a. C] se puede encontrar un resumen muy útil de la historia de Israel durante dicho periodo, de forma específica en las páginas 97-103.

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su padre (2 Samuel 16:21, 22), indicando con esto su evidente poder y supe-rioridad. 5

Acción La historia de Rizpa está finamente entretejida con la de los primeros años de la monarquía. Ella aparece en dos encrucijadas fundamentales de la vida de David, el segundo rey de Israel. Su título oficioso es «la que pone reyes» y «constructora de la nación», muy adecuado si consideramos la importan-cia de su implicación en los relatos. Sin embargo, la de Rizpa es también una historia silenciosa que no está marcada por la acción, sino por el ser. Ella es la concubina de Saúl. Es madre y miembro de una familia real cuya estrella está en franco declive. Es una mujer de una época en la que ser mu-jer no era cosa fácil. Sin embargo, a pesar de esos desafíos, Rizpa no se queja por su suerte, sino que con su manera de ser y sus acciones es proac-tiva.

La primera escena de la narración de Rizpa se desarrolla en algún lugar de Transjordania, lejos del centro de la política israelita, al otro lado del Jordán. Is-boset, uno de los hijos sobrevivientes de Saúl, había sido procla-mado rey de Israel con la ayuda de Abner, quien primero fue comandante en jefe del ejército de Saúl. El «hijo de la vergüenza» (esto es lo que signi-fica su nombre) no era un peso pesado de la casa de Saúl. Seguramente se sentía inseguro, y por lo tanto se muestra paranoico y convencido de que todos conspiran para derrocarlo. En 2 Samuel 3 insulta a Abner acusándolo de dormir con Rizpa, la concubina de Saúl, cosa que de ser cierta habría constituido un acto de rebelión (versículos 7, 8). Is-boset ni siquiera men-ciona el nombre de Rizpa. En su pregunta a Abner se refiere a ella como «la concubina de mi padre», una pieza más de las posesiones del rey. Su pre-gunta desenmascara su carácter de líder sediento de poder. Rizpa no es vista como una persona con un nombre, sentimientos e historia. No es la madre de sus hermanastros (2 Samuel 21:8). Por el contrario, es la apuesta en un juego del rey.

5 En Mary E. Shields, «Concubine» [Concubina], en The New Interpreter’s Dictionary of the Bible [Nuevo diccionario del intérprete de la Biblia], ed. Katherine Doob Sakenfeld, 5 tomos (Nashville, Tennesee: Abingdon Press [2006]) tomo 1, pp. 713, 714 se puede encontrar una concisa discusión de los datos bíbli-cos.

La indignante respuesta de Abner es de naturaleza similar. Este también tra-ta a Rizpa como «esta mujer» (2 Samuel 3:8), aunque la respuesta no deja claro si la acusación de Is-boset es cierta. Los traductores antiguos del texto

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hebreo tenían la misma duda, y en algunos casos incluyeron referencias a la veracidad de la acusación de Is-boset. 6

La pregunta de Is-boset abre una caja de Pandora. Abner, con el orgullo herido y sintiéndose menospreciado, decide unirse al bando de David. Sin duda, la ida de Abner lleva a la desaparición de su desvencijado feudo. Is-boset y Abner están acabados, aunque este último todavía no lo sepa.

La segunda escena de la historia de Rizpa tiene lugar varias décadas des-pués de la primera. David es el rey de un Israel mucho más grande, aunque ya empieza a resquebrajarse. Luego de sus conflictos personales con el asunto de Betsabé y lirias, la casa de David se enfrenta a una amenaza in-terna: la rebelión de Absalón, su hijo favorito (2 Samuel 15); y otra externa: la hambruna (2 Samuel 21). David busca la dirección divina para resolver el asunto de la hambruna, y se le dice que la casa de Saúl es culpable de delito de sangre porque ha quebrantado el pacto divino con los gabaonitas (Josué 9). David se reúne con los gabaonitas, quienes le piden que les entregue a siete de los descendientes varones de Saúl, a los cuales planean matar en pago por lo que le hizo Saúl a su ciudad. David mantiene la palabra dada a Jonatán (1 Samuel 20:12-17, 42) y descarta a su hijo. En su lugar envía a los dos hijos de Rizpa junto con cinco hijos de Merab, la hija de Saúl.

Como en muchas otras culturas, la muerte en Israel llegaba a su término cuando el difunto era sepultado en su lugar de descanso final, preferi-blemente en la tierra de sus ancestros. Para Saúl y su familia esto no habría ocurrido si no hubiese sido por Rizpa. El autor bíblico la describe sentada día y noche junto a los cadáveres, protegiéndolos de los profanadores. Su si-lencioso testimonio llega a David, quien con su respuesta actúa por el bien-estar de la nación. Aparentemente, David se da cuenta de que para comen-zar de nuevo no siempre son necesarias acciones decididas y expeditivas, sino también mostrar perdón y aceptación, aunque se trate de un enemigo. Es interesante notar que la hambruna no cesó después de la muerte de los

Obviamente, David es el monarca absoluto y no necesita de ninguna consul-ta o voto parlamentario. En ese momento, además de ser viuda, Rizpa ya no tiene hijos. Después de ejecutar a los siete miembros de la familia de Saúl, los gabaonitas cuelgan los cuerpos al aire libre durante toda la estación de la cosecha.

6 La versión de Luciano de Samosata del texto griego del Antiguo Testamento incluye algunas notas adi-cionales en el versículo 7: «Y Abner la tomó», siguiendo al nombre y la casa de Rizpa. Sin embargo, pues-to que esta es la única referencia, parece ser que se trata de una inserción del escriba que intenta dar sen-tido a un texto ambiguo. Cf. Robert P. Gordon, I &II Samuel: A Commmentary [1 y 2 Samuel: Comentario] (Grand Rapids, Michigan: Zondervan [1986]), p. 217 (y nota 31 referenciada aquí).

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siete descendientes de Saúl, sino únicamente hasta que Saúl y sus descen-dientes fueron finalmente sepultados en el lugar de sus ancestros (2 Samuel 21:14). Ese fue el verdadero término.

En profundidad Hablar no cuesta nada, pero actuar vale oro. ¿Nos dimos cuenta de que Riz-pa nunca abre la boca en las dos ocasiones en que aparece en las Escrituras? Ella permanece en silencio, aparentemente pasiva y definitivamente subes-timada y mal representada. No obstante, es capaz de cambiar el destino de la dinastía y empujar a la nación hacia la reconciliación y un nuevo comien-zo.

¿Cómo es posible? En un mundo inundado de voces, sonidos, imágenes, blogs y medios de comunicación masivos, en el que solo se escucha al que hace más ruido, sorprende leer y «escuchar» la silenciosa historia de Rizpa. El primero de los personajes de 2 Samuel 21:1-14 que habla es David. En-frentado con la realidad de la hambruna, clama a Dios. El texto hebreo dice literalmente que «buscó el rostro del Señor» (versículo 1), otra manera de decir que necesitaba que Dios lo guiara y conocer su voluntad. 7

Aparentemente, Dios responde e insinúa que la masacre de los gabaonitas por parte de la familia de Saúl es la causa de la hambruna (aunque no se nos dice exactamente qué sucedió). David vuelve a hablar en los versículos 2 y 3 cuando se reúne con los astutos gabaonitas (ver Josué 9). Los gabaonitas responden colectivamente y establecen dos principios importantes. El pri-mero es que el delito de sangre no puede ser pagado con oro o plata. El se-gundo es que, a causa de su estatus en Israel (recuérdese que no eran ciuda-danos, sino siervos), no tienen el derecho de ejecutar a otros. En los siguien-tes versículos se establece un intercambio de réplicas y contrarréplicas entre David y los gabaonitas del que surge la demanda de estos últimos de que siete descendientes de la familia de Saúl tienen que ser ejecutados de mane-ra sustitutiva.

7 En hebreo, el verbo «buscar» a menudo se utiliza para introducir la acción principal. Por ejemplo, el Fa-raón «buscaba» matar a Moisés. En 1 Reyes 11:40 se destaca que Salomón «buscaba» matar a Jerobo-am. En este caso, el centro de interés está en el rostro de Dios, su dirección y su respuesta hablada.

Después de haber recibido el diagnóstico divino sobre la hambruna, David aprueba la exigencia de los gabaonitas. Así que, separa siete miembros va-rones de la familia de Saúl con la notable e importante excepción de Mefi-boset, el hijo de Jonatán, que disfruta de la protección que David había pac-

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tado con su padre. 8 Los gabaonitas ejecutan a siete miembros de la familia de Saúl al comienzo de la cosecha de la cebada.

Es aquí donde aparece Rizpa, silenciosa, sin pronunciar una palabra. Se nos dice que dos de sus hijos se encontraban entre los miembros ejecutados de la casa de Saúl (versículo 8). Ella no habla, sino que actúa. Se queda cuando la vergüenza se hace pública. Protege los cadáveres de los miembros ejecu-tados de su familia contra la profanación y la destrucción. Los vigila duran-te aproximadamente seis meses. No es fácil imaginar la dureza de una vigi-lia de esta naturaleza. 9 No hay servicio de entrega de alimentos, sino que tiene que segar por sí misma.

Conmovido por el silencioso pero poderoso testimonio de Rizpa, David actúa y da inicio a la reconciliación nacional. Los cuerpos de Saúl, Jonatán, los otros hijos de Saúl y los siete ejecutados de su familia son trasladados finalmente al lugar de descanso ancestral, el país de Cis, el padre de Saúl. Cuentan los rabinos que los huesos fueron trasladados en procesión por to-do el territorio de Israel.

Durante su vigilia Rizpa no pronuncia una sola palabra. Su comportamiento es diametralmente opuesto al de la locuaz y elocuente Abigail, cuyo discur-so cambió el corazón de un guerrero iracundo. Alguien le habla al rey Da-vid del coraje de una viuda que defiende hasta el último aliento el honor de su familia, los cuerpos de sus hijos ejecutados.

10 No hay base bíblica para afirmar esto, pero pudo haber sucedido como parte del proceso de reconciliación nacional. Definiti-vamente, algo tuvo que haber sucedido, porque después de este acto la hambruna cesó. «Dios fue propicio a la tierra después de esto» (versículo 14).

Respuestas Delito de sangre:

8 Es importante reconocer que aunque aparentemente Saúl no honró el pacto establecido en el periodo de establecimiento (en nombre del Señor), David honra su pacto con Jonatán y sus descendientes a pesar de que están discapacitados físicamente y son una maldición para una sociedad que consideraba que una disminución física era un signo directo del desagrado de Dios. 9 Véanse los útiles comentarios en R. G. Branch, «Rizpah: Activist in Nation-Building. An Analysis of 2 Sa-muel 21: 1-14» [Rizpa: Activista en la construcción de una nación. Análisis de 2 Samuel 21: 1-14] en Jour-nal for Semitics, vol. 14, núm. 1 (2005), pp. 82-84. 10 Ibíd., p. 84.

La ley del Antiguo Testamento consideraba la vida humana como un tesoro de gran valor. El derramamiento de sangre inocente era considerado un homicidio (Génesis 9:6; 37:22; Números 35:33; Deute-ronomio 21:7) y no había sacrificio que resolviera el delito. Pero un ho-

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micidio no tenía que ser perpetrado necesariamente por el propio homicida. Natán reconoce en David al asesino de Urías, aunque no haya sido él quien hundió la espada (2 Samuel 12:9). De manera similar, el asesinato de Nabot por parte del rey Acab se reconoce como tal, y Elías pronuncia una senten-cia sobre el rey (1 Reyes 21:18-24). 11

En 2 Samuel 21:1 no se especifica cuándo ni dónde aniquiló Saúl a los ga-baonitas, quienes habían establecido un pacto fraudulento con Josué que ga-rantizaba su existencia (Josué 9). El hecho de que fueran amorreos y se es-tablecieran en el territorio de Benjamín debió motivar aún más a Saúl. La historia de la ejecución de los sacerdotes de Nob por parte de los secuaces de Saúl (1 Samuel 22:16-19) da más base a la probabilidad y plausibilidad del delito de sangre de la casa de Saúl contra los gabaonitas. Sin embargo, los pactos hechos en nombre del Señor eran santos y estaban reconocidos por Dios como el avalador y garante del tratado.

La gravedad del delito de sangre queda ilustrada por el hecho de que sus efectos —en este caso una hambruna— no alcanzan a Israel bajo el reinado de Saúl o sus descendientes, sino bajo el reinado de David, quien representa a una nueva dinastía como ungido del Señor. No cabe duda de que el delito de sangre es un asunto grave. Simbólicamente, «mancha» el carácter de las personas y de los pueblos, y requiere más sangre para una purificación efec-tiva. Este hecho ilógico (¿cómo se pueden eliminar manchas de sangre con más sangre?) nos pone ante el acto más «ilógico» de la historia: la muerte de Jesús, el inocente Cordero de Dios y Mesías que dio su vida en sustitu-ción de la raza humana. La muerte de Cristo en la cruz —su aceptación de la culpa de nuestros pecados— es la única manera de superar el delito de sangre del pecado que ha mancillado a la humanidad. Su sacrificio nos da una salida.

Reacción Chantal:

11 Se puede encontrar una útil introducción a la cuestión del delito de sangre en Dale Patrick, «Bloodguilt» [Delito de sangre] en The New Interpreter’s Dictionary of the Bible, tomo 1, pp. 481, 482.

La historia de Rizpa presenta un gran desafío. Algo en mí se es-tremece al ver cómo todos la tratan como a un títere. Hay muchos elemen-tos que, desde el punto de vista cultural, están tan lejos de mi manera de pensar, como la forma en que es tratada como mujer y todo el asunto del de-lito de sangre. Enfrentarme a su historia me recordó una vez más que hay muchas otras maneras de ver el mundo aparte de la mía y que ni siquiera una historia bíblica puede ser etiquetada fácilmente y colocada en la caja

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que me parezca adecuada. Sin embargo, hay cosas con las que puedo identi-ficarme perfectamente: el amor de una madre sufriente y la lealtad que se manifiesta en condiciones extremas y que desata una reacción en cadena positiva.

Gerald: Rizpa me recuerda que los cambios no siempre son obrados por personas poderosas, sino por quienes permiten que el poder de Dios obre en ellos y a través de ellos: los altos, los bajos, los ancianos o los jóvenes. Me pregunto cuánto tengo de la actitud y el compromiso de Rizpa. ¿Estoy dis-puesto a hacer lo que me toque sin la esperanza de que se me reconozca, sencillamente por qué creo que se debe hacer? ¿Hasta qué punto me he convertido en alguien poderoso en una sociedad sedienta de poder? Si bien Rizpa no siempre tuvo la oportunidad de elegir, cuando la tuvo, escogió y le fue contado para la eternidad.

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