Lazo-La Hermenéutica de La Construcción de La Identidad Moderna. Una Relectura de Charles Taylor

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    Lazo Briones, PabloLa hermenutica de la construccin de la identidad moderna: una relectura de Charles Taylor de cara a

    nuestro mundo multicultural

    Estudios Sociolgicos, vol. XXV, nm. 74, mayo-agosto, 2007, pp. 463-489

    El Colegio de Mxico

    Distrito Federal, Mxico

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    Estudios Sociolgicos,

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    Notas crticas

    La hermenutica de la construccinde la identidad moderna: una relectura de CharlesTaylor de cara a nuestro mundo multicultural

    Pablo Lazo Briones

    Introduccin

    HOYNOSENCONTRAMOSenfrentados, quiz con mayor insistencia que enninguna otra poca, al bsico problema de la memoria compartida y su reno-vacin presente, del difcil reflejo de nuestro yo colectivo multicultural ennuestros quehaceres fundamentales y sus races histricas. El problema de la

    identidad que como hombres modernos pudiramos presumir es lo que esten juego con verdadero carcter de urgencia: de ello depende nuestra vincu-lacin real como sociedad unitaria, la legitimacin de nuestras institucionesy la orientacin misma de lo que podemos proyectar a futuro.

    En adelante sostendremos, con el filsofo canadiense Charles Taylor,que este problema remite forzosamente a la posibilidad de llevar a cabo unareconstruccin narrativa, esto es, hermenutica, de las motivaciones de lasprcticas que han configurado lo que puede llamarse el yo moderno.

    La cuestin central para el presente artculo es fijar la atencin en la ma-nera en que esta necesaria dimensin narrativa de la estructura del quehacerhumano, cobra vida en el caso de la auto-dada identidad moderna; esto es, lamanera en que se ha ido construyendo la nocin moderna del yo a partir deun peculiar tejido narrativo de las prcticas culturales que constituyen sumemoria. Es importante tener en mente que el objetivo de la investigacin deTaylor no son las polmicas acadmicas o tericas sobre los sentidos de la

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    identidad moderna, sino las prcticas sociales que la han constituido a travsde la historia, parte de las cuales son justamente las ciencias humanas y la fi-losofa profesional, que tambin reflejan, como parte de un giro de enormesdimensiones que se plasma en toda la sociedad como veremos poco msadelante un cambio cultural profundo, indicador del surgimiento de la nuevaidentidad en cuestin (Taylor, 1989: 285).

    Mi propuesta radica en sostener que, dada esta oportunidad de un cam-bio cultural profundo, los problemas de interpretacin de las prcticas de lapropia cultura se agudizan precisamente cuando se contrastan con las prcti-cas de culturas ajenas, y se abre as la discusin de si estas interpretacionesno obedecern, por un lado, a cnones, principios y hbitos violentamenteencimados en la forma de ser extraa, y por el otro, sobre la diversidad debienes y prcticas localizados hacia dentro de nuestra propia cultura. Debidoa esta discusin, se rebasa de entrada la idea de que una hermenutica enten-dida simplemente como la traduccin de lo extrao a los trminos de lo fami-liar sea un buen instrumento de comprensin; ms bien este tipo de herme-nutica aparece, o como ingenua en su tratamiento de fenmenos culturales

    mucho ms complejos en la riqueza de manifestaciones que ofrecen para sucomprensin, o como cnicamente etnocentrista frente a ellos. La propuestade una hermenutica que encara crticamente el problema de la relacin en-tre lo extrao y lo familiar, no simplemente optando por la ingenuidad o porel cinismo etnocntricos, es justamente la que hemos querido encontrar en elpensamiento de Charles Taylor.

    Y es que los problemas ms acuciantes en esta discusin no son los quese refieren a diferencias entre escuelas de pensamiento o posturas tericas a

    las que falta precisin o coherencia internas, como cuando se reduce el asun-to a los debates entre la postura liberal y la comunitaria, o entre la teoracrtica y la hermenutica, o bien entre una posicin naturalista cientista yuna posicin libre del modelo epistemolgico. Pienso que estos debates sonposteriores y secundarios, y slo tiene sentido inmiscuirse en ellos y de algu-na forma tomar partido por uno u otro bando, cuando se ha centrado la atencinen el verdadero meollo del asunto: justamente, la manera en que nos auto-narramos y actuamos en conformidad con la forma de ser de nuestra

    comunidad en su continuo contraste con otras comunidades. El verdaderoreto tico para una hermenutica coherente con este centro de problemas esdar una orientacin a las interpretaciones que evite la violencia de las defini-ciones auto-centradas, etnocntricas, y que al mismo tiempo permita un avancemoral en nuestros seguimientos de lo que apreciamos como bueno o justo.

    De tal modo, sostendremos que este desafo tico para la hermenuticaslo puede resolverse por la va de una comprensin tolerante, que toma la

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    forma de una coimplicacin del aspecto interpretativo de la accin con elaspecto tico o, en otras palabras, que surge de lo que llamamos la experien-cia moral: la unidad indiscernible del elemento de una interpretacin abiertaa lo diverso con una demarcacin tica que la orienta, donde la palabra expe-riencia implica una necesaria autotransformacin de quien la sufre, y nosimplemente una verificacin o testificacin frente a ella. Si esto es as, losproblemas de interpretacin entre culturas, y los que surgen hacia dentrode un mismo entorno cultural, no se pueden enfrentar de manera solamenteinstrumental mejorando estrategias diplomticas de negociacin e in-tercambio intercultural, optimizando en los niveles de produccin y econo-ma, generando ms vas y medios de comunicacin y tecnologa de punta,etc., pues son problemas ms de fondo, que subyacen a estas estrategiasinstrumentales. Son los problemas de apreciacin de lo propio y de lo extra-o, que es base de toda estrategia instrumental, y por ello mismo son tan di-fciles de enfrentar.

    Pongamos por caso los problemas de interpretacin histrica intraculturalde hechos que pueden ser considerados monstruosos desde los parmetros

    actuales de civilidad y defensa de derechos humanos, por ejemplo las prcti-cas de ahorcamiento o de imposicin de la inyeccin letal como penas mxi-mas, o de tortura y represin en regmenes intolerantes. La interpretacin deestos hechos puede hacerse en el sentido de una justificacin ideolgica,diciendo que dadas las precarias condiciones polticas y sociales de ese entor-no se explican dichas prcticas como algo si no justo por lo menos necesario,o bien en el sentido de una condena absoluta, diciendo que nosotros hemosavanzado como cultura lo suficiente como para no caer en tales abusos de au-

    toridad. Pero el argumento de Taylor, que podemos aprovechar con toda sufuerza a propsito de estas tendencias de interpretacin intraculturales, es muyclaro: el juicio en contra o a favor de los hechos dado de antemano esto es,fuera del juego de significantes propio de las formas en que se aprecian losagentes involucrados en ellos, siempre es tendencioso porque parte de uncriterio ya establecido como juicio, criterio que nos pertenece y que damospor sentado en su validez.

    Lo mismo sucede, pienso, si ponemos por caso la interpretacin intercul-

    tural de un hecho de otra cultura, la tristemente difundida imagen de la mujertalibn con el burca, el canibalismo o los sacrificios humanos comprometi-dos con creencias religiosas, o la clitoridermia. En estos casos la condena de loshechos o su justificacin, e incluso, como ha dicho Taylor, el juicio de igualvalor de la otra cultura (Taylor, 1992: 67), obedece a la misma operacinautocentrada: el criterio de juicio siempre es nuestro. La propuesta alternati-va de Taylor es la creacin de un lenguaje contrastivo agudoque salga y

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    entre de tales hechos crticamente, esto es, que despliegue la capacidad (ti-ca) de autocriticarse y autotransformarse (Taylor, 1985: 125).

    En este sentido, podemos insistir en que hablar de un lmite tico quedemarca la praxis hermenutica, no significa encontrar los medios instrumen-tales para conseguir un fin en la idea de que prescribiendo estas ideas so-bre el bien o la virtud y no otras se lograran los fines propuestos ni mo-ralizar la hermenutica y as cercenar su campo de accin, limitarla en elsentido negativo de la palabra, restarle posibilidades de comprensin y asestrechar su horizonte significativo esto es, alinearla ideolgicamente yconvertirla en una catequizacin o algo as como un baremo fijo de interpre-tacin escolar, de partido, de gremio o de lo que se quiera. El sentido de lacoimplicacin hermenutica-tica es justo lo contrario, se trata de pensar,y as se refleja en la propuesta de Taylor, que la demarcacin tica tieneun sentido positivo, es decir, que la praxis hermenutica sea lo que tiene queser sin convertirse (o pervertirse) en otra cosa, esto es, que sea una interpreta-cin crtica ms all o ms ac de un dogma, una moralizacin, una estrate-gia de integracin o reduccin de lo extrao a lo propio, una ideologizacin,

    etctera.La apuesta hermenutica de Taylor consiste as en enhebrar narrativamentelos movimientos que en la cultura dieron lugar en la modernidad a unareorientacin respecto a una nueva fuente moral o bien constitutivo, estoes, los cambios culturales tanto en la dimensin de las prcticas en la vidacotidiana, del arte y de la poltica, como en su reflejo en el pensamientoabstracto de las ciencias y la filosofa, que fueron resultado de una nuevamotivacin en lo que se consider valioso o estimable sin condiciones o, lo

    que es lo mismo, un criterio de valoracin fuerte o, como lo llama Taylor, deunHiperbin.Por supuesto, quiero sostener que rastrear los momentos de aparicin de

    este nuevo bien constitutivo tarea que emprende Taylor, importa por-que su efecto nos alcanza con toda su fuerza hasta nuestros das: la identidadmoderna determina nuestros actos aun en la poca convulsa de crisis de legi-timacin que vivimos y de los mundos culturales diversos, o la multicultura-lidad que nos desafa como problema de integracin social y poltica.

    En este sentido, Carlos Thiebaut ha delimitado convenientemente el objetode estudio de la hermenutica cultural contenida en Fuentes del yo,al decirque no se trata de una historia de los procesos de creacin de los juiciosmorales, ni slo de una historia de corte sociolgico de los procesos de so-cializacin o integracin social en los aspectos econmicos, polticos y cul-turales. En cambio, en opinin de Thiebaut, el estudio emprendido por Taylorconsiste en una lectura fenomenolgica de los elementos valorativos que

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    operan en el mbito motivacional de los individuos y actores histricos con-cretos, que los llevan a modificar sus comportamientos, sus valores, sumoralidad, en suma, su identidad (Thiebaut, 1992: 79-80). De este modo,al ser una hermenutica de las valoraciones presentes en las prcticas socia-les, privadas y pblicas (nos detendremos ms adelante en sealar cules deestas prcticas son centrales para promover un giro cultural), el estudio esca-pa de cualquier perspectiva univocista y de cualquier relato objetivador, yadopta una perspectiva ms amplia que busca la pluricausalidad de ideas,criterios de accin y prcticas. Si se trata de la historia de la subjetividadmoderna, agrega Thiebaut, se trata de una historizacin de dimensiones ti-cas y no epistmicas, en donde el objetivo es descubrir, en una secreta his-toria de la moral, los supuestos valorativos y normativos que subyacen en elproyecto moderno (Thiebaut, 1992: 87).1

    La narracin igual a interpretacin articuladora de los movimien-tos culturales que dieron lugar a una nueva nocin del yo en la modernidad,ocupa cuatro de las cinco partes de Fuentes del yo. El trabajo de Taylor esaqu de una densidad y minuciosidad apabullantes: le interesan los pequeos

    datos de las prcticas cotidianas a lo largo de cuatro siglos, no advertidos mu-chas veces por la historia o la sociologa de escuela; lo mismo que las trans-formaciones en el pensamiento cientfico y en la expresin potica, las prc-ticas jurdicas y disciplinarias; lo mismo que el pensamiento filosfico y lasnuevas tendencias de creencia y ritualidad religiosa.

    Obviamente no intentaremos aqu un recorrido exhaustivo por este pro-lijo caudal de conexiones culturales, ni siquiera una sntesis ms o menosmanejable. En adelante simplemente destacaremos su dimensin hermenu-

    tica, queriendo mostrar por encima de todo que existe un hilo conductor enesta narrativa que amarra con una preocupacin tica para nuestro mundoactual: rescatar los bienes suprimidos u ocluidos, implcitos pero an ope-rantes en la vida contempornea, por la tendencia sofocante de la culturamoderna (y en especial del pensamiento filosfico moderno), y recircularlosde manera productiva, evitando la mutilacin espiritual, las heridas auto-infligidas por dicha tendencia, y promoviendo la liberacin de las fuentesmorales de la situacin existencial moral de nuestro tiempo. As lo expresa

    claramente Taylor en sus conclusiones:

    1 Y con ello, como indica Thiebaut, Taylor seguira la crtica de Hegel a Kant sobre elpunto de partida en asuntos morales: para el ltimo sera elfactumde la conciencia moral, parael primero la realidad moral concreta. Hay que agregar que el de Taylor es un hegelianismocriticado, mesurado, pues la subjetividad moral concreta est libre de su carga ontolgicaabsoluta.

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    The kind of study I have embarked on here can be a work, we might say, ofliberation. The intuition which inspired it, which I have recurred to, is simple

    that we tend in our culture to stifle the spirit. () We have read so many goodsout of our official store, we have buried their power so deep beneath layers ofphilosophical rationale, that they are in danger of stifling or rather, since theyare our goods, human goods, weare stifling.

    The intention of this work was one of retrieval, an attempt to uncover buriedgoods through rearticulation and thereby to make these sources again em-power, to bring the air back again into the half-collapsed lungs of the spirit.(Taylor, 1989: 520)

    Los momentos clave de la autonarracin identitaria moderna

    De acuerdo con este objetivo tico-hermenutico y crtico, destaquemos pueslos momentos relevantes del relato heurstico que teje el pensador canadien-se. Comencemos por la aseveracin que se reiterar estratgicamente a lolargo de toda la densa imbricacin de datos: la nocin moderna del yo est

    relacionada con un cierto sentido (o quizs una familia de sentidos) de inte-rioridad (Taylor, 1989: 111). Independientemente de su exactitud epistemol-gica, a Taylor le interesa la fuerza cultural que han tenido y tienen los antni-mos dentro-fuera; fuerza que se advierte, dice, en la recurrente localizacinde potencialidades, ideas y sentimientos como existentes dentro de noso-tros (y los objetos de referencia de stos en el mundo como presentes fuerade nosotros), y que tiene que ver ntimamente con un lenguaje de autorrefe-rencia en el que se expresa la especfica visin moral/espiritual de nuestra

    civilizacin; nuestra topografa moral, esto es, la propia del peculiar estilomoderno de orientar la vida hacia lo que se considera como valioso o bueno(Taylor, 1989: 113).

    En este sentido, una primera orientacin hacia el juego interior-exte-rior como determinante del espacio moral de autodefinicin, es lo que Taylorllama el autodominio racional de Platn. Si bien en ste an no puedehablarse propiamente de la interioridad como fuente moral, como bien cons-titutivo (ya que es el orden metafsico de las cosas en s mismo el que motiva

    la accin, el Bien como orientacin exterior), Taylor asegura que al ubicaruna condicin moral superior en el autodominio racional (expresada en la he-gemona sobre las pasiones y la regulacin de la virtud), Platn pens unaunidad para la persona consigo misma con dos consecuencias a largo pla-zo: uno, pone las bases para que una tica de la pureza de la razn y la refle-xin logre el predominio sobre una tica de la accin y la gloria, sobre unatica guerrera y; dos, consigue con ello una concepcin nueva del agente,

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    justamente como un yo moral unificado (el alma es sede nica de todo pen-samiento y sentir, y con ello condicin de la armona de toda la persona),que ser la plataforma para la interiorizacin posterior en la modernidad(Taylor, 1989: 120), sobre todo en su radicalizacin con Descartes.

    El escaln entre Platn y Descartes lo encontramos, segn Taylor, en lainsistencia agustiniana de que el sendero hacia Dios, hacia el orden csmicoracional, se encuentra en la atencin que prestemos a nosotros mismos comoseres interiores (Taylor, 1989: 129). Si bien en Agustn de Hipona la fuentemoral sigue siendo el universo como orden racional exterior dice Taylor,la diferencia importante respecto a Platn es que remite las oposiciones me-tafsicas centrales (superior/inferior, eterno/temporal, inmutable/cambiante,ciudad divina/ciudad terrena, etc.) a la mirada interior como pasaje hacia lodivino y como fuerza inmanente: con ello hace de la reflexividad radical elnuevo medio de orientacin frente a la fuente moral.2En este sentido, puedeconsiderarse que en sus meditaciones sobre la fuerza espiritual de la memo-ria, de la autognosis y la conversin personal se encuentra ya una especiedeprotocogito, anticipacin del leit motivcartesiano.

    Es precisamente Descartes quien radicaliza la tendencia a ver en la inte-rioridad una fuente moral nueva. Para Platn y Agustn, incluso para la fuertecorriente de pensamiento estoico que sera determinante en el pensamientode Descartes dice Taylor la orientacin de la accin, su energa mo-ral, sigue siendo un orden externo. La interiorizacin moderna que se plas-ma en Descartes implica un vuelco radical: coloca las fuentes morales den-tro de nosotros, en un sentido muy real (Taylor, 1989: 143).

    Al ofrecer una nueva comprensin de la razn, totalmente distinta de la

    que ofrece Platn como encarnacin del orden csmico de las ideas, y alexplicar el mundo de forma meramente mecnica y no como expresin dealgo ms (del plan de Dios para el mundo o del orden providencial), Descar-tes agrega Taylor deshecha toda teora del logos ntico (o interpreta-cin del Ser como orden universal) como fuente moral. Con ello desvinculaal yo de su mundo de forma extrema y da pie a lo que posteriormente enopinin de Taylor (que sigue a Max Weber en este momento) ser uno delos rasgos centrales de la cultura moderna: el desencanto del mundo.3

    2 We can thus see the crucial importance of the language of inwardness for Augustine. Itrepresents a radically new doctrine of moral sources, one where the route to the higher passeswithin () Augustine is the originator of that strand of Western spirituality which has soughtthe certainty of God within (Taylor, 1989: 139).

    3 We could also call it neutralizing the cosmos, because the cosmos is no longer seenas the embodiment of meaningful order which can define the good for us. And this move isbrought about by our coming to grasp this world as mechanism () We demystify the cosmos

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    As, en lugar del logos-ntico como fuente moral, Descartes propo-ne: a)una explicacin meramente representacional y mecnica del mundo;b)una comprensin de la razn como meramente instrumental orientadaen el terreno de la ciencia por la evidencia, y en el terreno de la accin moralpor el autodominio radical de las pasiones; y con ello un tratamiento objeti-vador del propio cuerpo y; c)una interiorizacin de las virtudes guerre-ro-aristocrticas (fortaleza, firmeza de nimo, resolucin, valenta, etc.) queantes se desplegaban en grandes acciones de valor militar en el espaciopblico.4Con estos tres movimientos, y colocando el tema de Dios como unteorema del sistema de ciencia correcta y no como un problema de pruebaontolgica de su existencia (cuyo tratamiento es slo estratgico), pone lasbases de un yo que autogenera su sentido ms all de cualquier condicinexterna,5y prepara as el terreno (aunque no lo emprende an) para el desmocomo forma cultural determinante.

    El nexo que crea, digamos naturalmente, la filosofa de Descartes, esel extremo del yo puntual, ejemplificado por la filosofa de J. Locke, peropresente asegura Taylor en gran parte de nuestras prcticas modernas al

    menos desde el sigloXVII

    y desplegadas con toda su potencia durante la Ilus-tracin, sobre todo aquellas prcticas que pueden llamarse disciplinarias.Elyo puntual es el sujeto de la desvinculacin y el control racional llevadoal extremo, es el sujeto que se constituye como tal por su poder de objetivacinsobre el mundo y sobre su propia accin moral y reacciones corporales, dondeobjetivar quiere decir despojar de fuerza normativa, neutralizar al mundo,a la accin o al propio cuerpo, entendindolos de manera antiteleolgica oneutra (Taylor, 1989: 160).

    Locke consigue esta perspectiva desvinculada, primero al pronunciarsepor un conocimiento de control instrumental agrega Taylor al desesti-mar lo innato tanto del conocimiento natural como de una supuesta tenden-cia hacia el bien y, segundo, al hacer una crtica de nuestras concepciones delmundo como resultados de la costumbre y la educacin sin conciencia ni

    as a setter of ends by grasping it mechanistically and functionally as a domain of possiblemeans. Gaining insight into the World as a mechanism is inseparable from seeing it as a do-

    main of potential instrumental control (Taylor, 1989: 148-149).4 The ethic of rational control, finding its sources in a sense of dignity and self-esteem,

    transposes inwardsomething of the spirit of the honour ethic. No longer are we winning famein public space; we act to maintain our sense of worth in our eyes. There is a shift in the virtueterms (Taylor, 1989: 152).

    5 The Cartesian is no longer a search for an encounter with God within. It is no longerthe way to an experience of everything in God. Rather what I now meet is myself: I achieve aclarity and a fullness of self-presence that was lacking before (Taylor, 1989: 157).

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    fundamentos. Al reificar la mente en su teora objetivante y antiteleolgica,pone las bases de un atomismo social radical, fortalecido por su teora hedo-nista sobre el bien y el mal como placer o displacer del individuo y no comoentidades absolutas.

    Simpatizando con Michel Foucault en este punto (aunque en otros semuestre completamente reacio a sus ideas), Taylor afirma que este yo pun-tual representado por Locke pudo tomar una tremenda fuerza en la Ilustra-cin y an ms all, gracias a que en nuestra cultura disciplinaria la postu-ra desvinculada del yo comenz a ser central, no slo en el pensamiento, sinoen las prcticas ms dismiles, sobre una amplia esfera del ejrcito, los hos-pitales, las escuelas, adems de las prcticas relacionadas de organizacin ycontrol metdico y burocrtico (Taylor, 1989: 173). A la par del nacimientode las ideas sobre una libertad y autonoma sin trabas, de las ideas de desvincu-lacin va la objetivacin, de nuestras tradiciones y hbitos lo mismo quede nuestros cuerpos, y subrayando el carcter disciplinario de las prcticas,el yo moderno se constituy hacia dentro de s mismo de forma radical (Taylor,1989: 175).

    Por supuesto, aunque Taylor ha trazado una lnea ms o menos directade Platn a Agustn, y de ste a la radicalizacin de Descartes, Locke y lanaciente Ilustracin, su relato sobre el yo moderno dista de querer ser homo-gneo, ni en lo que toca a la revisin de los pensadores que va enhebrando nien lo que se refiere a la de las prcticas sociales que stos reflejan. Reiteroque su argumentacin se construye sobre la idea de la pluricausalidad denuestra identidad, y que si bien pone atencin a las constantes que han edifi-cado formas de ser culturales ms o menos fciles de localizar, no se cierra a

    los movimientos de resistencia o a los pensamientos ms crticos construidosen contra de aquellas constantes. Estos movimientos culturales disidentes yestos pensamientos contestatarios tambin son sostiene parte de nuestraidentidad moderna, y sera un error garrafal hacerlos a un lado como merasvicisitudes de la poca. La apuesta fuerte aqu es zambullirse en esta madejade hilos enredados.

    Es esta la dimensin contestataria que tienen las posturas de Montaigneo de Pascal que, en medio de la tendencia ms fuerte de la secularizacin

    moderna y el racionalismo que la caracteriza, no proponen una desvincula-cin objetivante del individuo, sino una crtica de esta posicin mediante unainvestigacin de los rasgos cambiantes de nuestra identidad, reconcentrndoseen lo que de propio tiene cada persona. Se abre as sostiene Taylor unasegunda direccin de la interioridad, ya no como autocontrolsino como au-toexploracin. Para estos pensadores disidentes (precursores de la crticaromntica mucho antes de su aparicin), la naturaleza universal del hombre

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    no es el primer objetivo, sino la reflexin intensamente individual (Taylor,1989: 181). La exploracin del yo adquiere el sentido de una bsquedaque ninguna doctrina racional universal puede satisfacer: se trata de un inte-rrogante que cada uno, con sus propias fuerzas y desde su propia perspecti-va, debe contestar.

    Estos planteamientos filosficos, tanto de desvinculacin objetivantecomo de sus contestaciones crticas, se trenzaron ms de una vez con movi-mientos culturales de gran alcance en la constitucin del yo moderno. Gen-ricamente, gran parte de estos movimientos puede ubicarse en lo que Taylorllama la afirmacin de la vida corriente, es decir, los aspectos de la vidahumana que conciernen a la produccin y reproduccin de la vida, y nuestravida como seres sexuales, incluyendo en ello el matrimonio y la familia(Taylor, 1989: 211).

    La nueva sensibilidad moderna frente a la vida cotidiana (que Tayloremparenta con la preocupacin de Aristteles sobre los fines de la asocia-cin poltica, con la vida buena) se configur como un rechazo a las jerar-quas ticas, nobiliarias y religiosas que exaltaban la vida contemplativa

    o de ocio aristocrtico por encima de la vida de produccin y adquisicin debienes terrenales, de trabajo, matrimonio y vida familiar. Esta nueva sensibi-lidad prepar el terreno para que la nueva ciencia, por ejemplo en la ver-sin de Francis Bacon, desdeara tambin los privilegios de una theoriacon-templativa, alejada de las cuestiones de la vida corriente, y con ello diera piea una nueva valoracin de las profesiones que en el fondo era una trans-valoracin de valores: el artesano por encima del filsofo contemplativo, laeficacia productiva por encima del inters puramente filosfico.

    Al mismo tiempo, la Reforma protestante y la teologa puritana, en surechazo a la comprensin catlica de la Iglesia y de sus miembros como me-diadores con lo divino, y la concomitante afirmacin de que cada uno est enrelacin directa con Dios y su destino se decide de forma particular, consi-gue una afirmacin del valor sagrado de la vida seglar y con ello borra ladistincin entre lo sagrado y lo profano. Y as, una vez ms, se dirige a afir-mar el valor de la vida corriente (Taylor, 1989: 218), y que en ocasiones tren-za en posiciones destas, como la del propio Locke, la racionalidad desvincu-

    lada con la afirmacin de la vida corriente y con la creencia religiosa almodo reformado, dando lugar a lo que puede llamarse un cristianismo ra-cionalizado (Taylor, 1989: 234-247). A este vuelco en la prctica religio-sa se suman las nuevas lecturas providencialistas que ponen el acento enuna distinta comprensin de la naturaleza, ya no como orden del logosntico, sino como impulso interior correcto, como orientacin del senti-miento moralinterno para dirimir la oposicin entre lo bueno y lo malo (por

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    ejemplo, en la filosofa de Leibniz, Hutcheson o Shaftesbury). En todo ellopropone Taylor se juega una fuerte inclinacin hacia la nivelacin so-cial, hacia un orden social de estabilidad poltica y vida buena (por lo me-nos puesto en marcha, si no conseguido en su total plenitud), que criticabafuertemente la tica del honor burguesa, la cual se fincaba en la distincinentre aristcratas y plebeyos.6

    El giro que dan las cosas en la filosofa, en la religin, en las ciencias y enla atencin a la vida corriente, se ve complementado por una serie de datosque Taylor ve como centrales en la constitucin de la cultura de la moderni-dad; y de los cuales, dicho sea de paso, no hace juicios de valor ni en proni en contra, sino que se limita a describir, entrecruzando un inters hermenu-tico con un inters sociolgico: a)el nuevo valor del comercio, marcado porla idea de que la adquisicin del dinero y la actividad empresarial contri-buira a una mejora de la situacin humana; con ello, el posterior nacimientode la economa poltica con A. Smith como independiente de todo marcometafsico; b)el nacimiento de la novela moderna, caracterizada por reflejarla afirmacin igualitaria de la vida corriente, en cuanto que se aleja de las

    tramas tradicionales con sus modelos arquetpicos (los propios del logosntico) y, de forma privilegiadamente narrativa, se centra en la descripcinde lo particular mediante una percepcin nueva del tiempo como relato deacontecimientos (por ejemplo ilustra Taylor en las novelas de Defoe oRichardson); c) la percepcin del matrimonio y las relaciones familiaresfincados en el compaerismo, en el compromiso personal y emocionalque, en rebelin contra la antigua idea patriarcal, pronuncia el valor de la pri-vacidad y autonoma de las decisiones tomadas en el terreno de la vida dia-

    ria; d)la revaloracin de la dimensin emocional, de los sentimientos comofase del ciclo vital a cultivarse en la niez, en la relacin padre-hijo, en lacomunidad: el sentimiento adquiere relevancia moral, proyectndose comoparte esencial de lo que llamamos identidad moderna.

    Toda esta abigarrada configuracin de acontecimientos condicionar lamarcha hacia la Ilustracin radical del siglo XVIIIy su contestacin en elromanticismo expresivista del siglo XIX. Recordemos aqu solamente la tesisesencial defendida por Taylor: la Ilustracin es el periodo en que se radicaliz

    la idea de que se puede ejercer control racional sobre la naturaleza comodominio neutro, pero tambin de las ideas sobre la autorresponsabilidad y

    6 The combined philosophical-cum-social shift in evaluation had deep appeal for artisanand merchant classes which were becoming conscious of their new achievements and aspiringto a new dignity and influence in society. The appeal was all the greater in that their religiousfaith also stressed the value of work and the equal dignity of callings (Taylor, 1989: 231).

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    autonoma de los sujetos, sobre la bsqueda de la felicidad a travs de laproduccin y la vida familiar, y sobre la orientacin de las prcticas socialesbajo el ideal de la benevolencia universal e imparcial y de evitar el dolor loms posible (Taylor, 1989: 322). En tal radicalizacin de estas ideas, en don-de el yo se presume desvinculado, hay fuertes valoraciones morales, hayfuentes morales implcitas, que operan de manera incluso no percibi-da, desarticulada. Apelan a bienes sin reconocerlos de manera ejemplar,los defensores del utilitarismo; se trata de una filosofa autoencubridora(Taylor, 1989: 339). Slo poniendo al descubierto el relato de trasfondoen la apreciacin de estas fuentes morales su estructura narrativa esque se aprecia la fuerza que tuvo, y sigue teniendo, en la construccin de laidentidad nuestra (Taylor, 1989: 347-348).

    La idea de una razn que est en la marcha del progreso, y que se mani-fiesta como dominio de la naturaleza, tiene como fuente moral la redignifi-cacin de ella y, consiguientemente, la restauracin de la comunidad huma-na en una sola historia de avance, de mejora moral y material. Del mismomodo, el ideal de la libertad autodeterminante (que anima lo mismo a Kant

    que a Rousseau), y las rebeliones concomitantes al desmo, llevan a un forta-lecimiento de la responsabilidad moral y al incremento de la benevolencia ode la justicia como formas culturales ideales de ser: Hay una suerte de va-riante secularizada del agapimplcita en la razn, que necesariamente sehace ms fuerte con el desarrollo de la Ilustracin (Taylor, 1989: 367).

    As, el giro expresivista romntico, que hace nfasis en la nocin de in-terioridad de la verdad y de la vida emocional, y de la vuelta a la naturaleza,ya como fuerza particular del individuo, ya como un orden mayor en el

    que nos encontramos insertos (por ejemplo en Blake, Wordsworth o el pro-pio Herder) y del cual el hombre es expresin incluso expresin trgica,como dice P. Lanceros (1997; 1996a) a propsito de Hlderlin o Rilke, y enesto no dista mucho de la interpretacin de Taylor; este giro ya est conte-nido de algn modo en la querella ilustrada. Se trata de una individuacinexpresiva que se ha convertido en una de las piedras angulares de la culturamoderna (Taylor, 1989: 376).

    Ilustracin y Romanticismo han configurado las fuentes morales respecto

    a cuya orientacin hemos definido lo que somos: Nuestra vida cultural, lasconcepciones que tenemos de nosotros mismos, nuestras perspectivas mora-les, siguen desarrollndose en la estela de esos dos grandes acontecimien-tos (Taylor, 1989: 393). Aunque por supuesto reitero Taylor est lejosde asegurar que estos dos acontecimientos culturales sean, uno, la nica de-terminacin en la construccin de la identidad moderna y, dos, que entreellos haya una causalidad histrica lineal y unvoca.

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    La multivocidad de las motivaciones de los eventos culturales que nosconforman como modernos (lo que constituye nuestra herida trgica,deci-mos siguiendo a P. Lanceros) se manifiesta, como piensa Taylor, en la mez-cla de fusin, influencia recproca y rivalidad entre las diferentes fuentes.De tal modo que ni podra describirse el proceso de configuracin del yomoderno con la simple aseveracin del proceso de secularizacin (cuando seexplica en forma unilineal y simplificadora como la crisis de las creenciasreligiosas); ni podra sencillamente relacionarse con el giro del racionalismoilustrado a la afirmacin de la expresividad romntica (y con ello del arte y lacreacin imaginativa como nico estandarte cultural); ni de los cambios enla vida poltica hacia un pronunciamiento por la benevolencia, la justiciay las relaciones democrticas entre ciudadanos; o bien, en contrapartida, deestos cambios como estrategias hipcritas o enmascaradas de administra-cin del poder.

    La identidad moderna propone Taylor se nutre de todos estos mo-vimientos culturales y tericos, sin reducirse a uno de ellos en particular.Pero, an ms, se nutre incluso como ya habamos empezado a decir an-

    tes de los movimientos que critican en parte (o niegan en absoluto) estasposiciones. Es este el sentido de hablar, en los ltimos captulos del libro, delas visiones de la edad postromntica como otras tantas fuerzas configurado-ras de nuestra identidad (Taylor, 1989: 419).

    Estas visiones estn presentes en el arte no figurativo de finales del sigloXIXy del XX, que no obstante pierde el inters por representar algo, siguela brecha abierta por el romanticismo, en lo que llama Taylor inspirndoseen James Joyce un arte epifnico,7esto es, que abre un campo de signi-

    ficacin amplio del mundo al transfigurar su sentido a travs de la obra (yslo en su concrecin), que siempre es un smbolo pleno de fuerza crtica,incluso destructiva del orden de cosas que se considera inautntico o perver-tido.8No obstante la profusin de indicaciones acerca de este tipo de arte, elinters de Taylor en el cierre del libro no es estticoper se, sino que pretendeser la plataforma para reafirmar su tesis esencial: lo epifnico es una nocinque no se limita al arte dice sino que se extiende al lugar que el arteocupa en la vida y a su relacin con la moral; es decir, la fuerza cultural del

    7 What I want to capture with this term is just this notion of a work of as a locus of amanifestation which brings us into a presence of something which is otherwise inaccessible,and which is of the highest moral or spiritual significance; as a manifestation, moreover, whichalso defines of completes something, even as it reveals (Taylor, 1989: 419).

    8 An allegiance to epiphanic art has almost invariably been accompanied by a stronghostility to the developing comercial-industrial-capitalist society, from Schiller to Marx toMarcuse and Adorno; from Blake to Pound and Eliot (Taylor, 1989: 422).

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    arte epifnico es un caso paradigmtico de recuperacin de una fuente mo-ral importante desde la que se constituye una totalidad espiritualmente sig-nificativa (Taylor, 1989: 425).

    As, a pesar de la distancia temtica y de la afirmacin o negacin expl-cita de motivos romnticos expresos, habra una misma intencin epifnicaafirma Taylor en Wordsworth, Mallarm o Rilke (que, como simbolistasausteros, coincidiran tambin en trastocar toda referencia para dar podera los smbolos conduciendo al lenguaje ms all del discurso). Y aunque ha-ya una negacin explcita de los trminos del arte romntico, por ejemplo dela naturaleza como fuente del bien en Baudelaire, Schopenhauer o en algunaspartes de la obra de Nietzsche (quienes daran una interpretacin de la natura-leza como fuente del mal, como mera voluntad ciega o como lugar de recrea-cin esttica ubicado ms all del bien y del mal) y de sus improntas enMahler, Wagner o Mann, lo que importa advertir es que todos ellos efectiva-mente abren el espacio de una revaloracin de fuentes morales significativas.

    En la teora y la prctica del arte del siglo XIXy principios del XX, endonde paralelamente se retoma, se transforma e incluso se niega la herencia

    romntica, se han dado cambios radicales que, no obstante, implican una re-consideracin de la visin moral subyacente a toda la vida cultural, sobretodo en lo que toca a la cuestin de la autoafirmacin como poder de explo-racin humana, en Dostoievski o Kierkegaard por ejemplo, o autosuperacinms all del bien y del mal,como afirmacin de la voluntad de poder enNietzsche. Cualesquiera que sean las variantes, lo que le interesa a Taylor esconstatar que la interiorizacin de algo que se concibe como bien (aun en latransvaloracin nietzscheana) sigue funcionando como fuente moral, como

    orientacin fuerte de la accin:One could say that seeing good empowers, and that it thus functions as what Ihave been calling a moral source. We have here a further step in the processI have called the internalisation of moral sources. Alongside the sense of ourdignity as disengaged, free, reasoning subjects, alongside our sense of the creativeimagination as a power of epiphany and transfiguration, we have also this ideaof an affirming power, which can help realize the good by recognizing it. (Taylor,1989: 454)

    Pero Taylor va ms all. Mucho del fortalecimiento o al menos delponer en juego las fuentes morales subyacentes, hay incluso en los movi-mientos culturales contraepifnicos que caracterizan al siglo XXy, dir ex-tendiendo el argumento, hasta nuestros das. En el arte, en el pensamiento yen las movilizaciones sociales de nuestra poca se pueden apreciar estos len-guajes ms sutiles (los del neorromanticismo, pero tambin los que se propo-

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    nen como negacin del romanticismo) que nos hablan de cierto sentido de re-cuperacin moral, o al menos de orientacin moral de nuestras vidas.

    De nueva cuenta son las manifestaciones del arte las que le sirven delente de aumento a Taylor para diagnosticar esta situacin. En el ltimo cap-tulo de la investigacin, escoge el trmino modernismo para situar aquellasproducciones artsticas que pretenden ir en contra del prototipo romntico(aunque en ocasiones terminen renovndolo de otra manera), y de toda for-ma institucionalizada de produccin esttica. En esta tendencia modernistalocaliza dos tendencias paralelas pero antagnicas: por un lado, la exploracine incluso celebracin de la subjetividad en la conciencia, en el sentimien-to, en las siempre nuevas posibilidades de expresin y, por otro lado, unadescentralizacin del sujeto a ultranza en el rechazo frontal a toda ideade autoexpresin o a un yo central, que ms bien se ve como disuelto en susexperiencias, ya sean lingsticas o de otra ndole. El deslizamiento haciael subjetivismo y la arremetida antisubjetivista estn en profunda tensin,pero coinciden en la mayor parte de los casos arguye Taylor en que sonuna crtica a un mundo que ven como desvalorizado, mecanizado por la ra-

    zn instrumental, masificado y en decadencia.

    9

    Segn Taylor, en escritores como Mann y Proust, en poetas como Pound,Eliot, Rilke o Celan, en los distintos movimientos como el surrealista, dadastao futurista, o en filsofos como Bergson, Heidegger, Merleau-Ponty o Polanyi,incluso de otra manera en Freud, puede percibirse ese ambiente de denunciae intento de recuperar lo que ha quedado reprimido u olvidado en las condi-ciones de la experiencia; el intento por redescubrir o reivindicar la expe-riencia que ha sido obturada o desnaturalizada por la explicacin mecanicis-

    ta reinante (Taylor, 1989: 460), y encontrar un lenguaje que en medio delhorror y la destruccin de postguerra sea parte de la batalla por la super-vivencia espiritual (Taylor, 1989: 485).

    Pero incluso en los embates ms recientes contra la idea de un yo uni-tario, o de toda ligazn con una racionalidad al modo ilustrado, o de unnexo con una naturaleza al modo romntico, denunciadas como modos en-mascarados de control o de enajenacin, pueden percibirse orientacionesmorales escondidas. Por supuesto, aqu Taylor se refiere al pensamiento fran-

    cs de la segunda mitad del siglo XX, en particular a los neonietzscheanos9 The modernists found themselves in opposition to their world for reasons which were

    continuous with those of the Romantics. The world seen just as mechanism, as a field forinstrumental reason, seemed to the latter shallow debased. By the twentieth century the en-croachments of instrumental reason were incomparably greater, and we find the modernistwriters and artists in protest against a world dominated by technology, standardization, anddecay of community, mass society, and vulgarization (Taylor, 1989: 456).

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    postmodernos: Derrida y Foucault. Estos pensadores (que Taylor, abusandoun poco en el ataque hay que reconocerlo, califica a veces de mera mo-da actual venida de Pars) se distinguiran por descentrar contraepifnica-menteal sujeto y hacerlo un mismo fluido con su lenguaje o con sus prcti-cas disciplinarias y con las relaciones de poder; pero con ello no terminaransino por renovar un nuevo sentido de la fuerza y libertad potencial del yo(Taylor, 1989: 487). Respecto al deconstruccionismo de Derrida, puedesospecharse que su crtica al falogocentrismo de la metafsica de la presen-cia, y el socavamiento de toda jerarqua que presenta como alternativa, sehace (implcitamente) como intento liberacionista de todo aparato de opre-sin y por tanto como un paso hacia un mundo de iguales en reconocimien-to mutuo (de ah su filiacin, por ejemplo, con el movimiento liberacionistade las mujeres). Supone implcitamente lo que niega explcitamente: la afir-macin de un bien, de la libertad y de la igualdad (motivos por dems ilustra-dos). He ah su debilidad y su incongruencia dice Taylor, con cierto apre-suramiento, hay que aceptarlo.

    Para el caso de Foucault, la lectura de Taylor es ms cauta: le parece de

    gran altura su enfoque sobre las prcticas disciplinarias modernas, como vea-mos, y sobre todo los estudios de corte genealgico que estn hechos dicedesde una perspectiva crtica original, que dan como resultado una imagen delyo moderno que nos compete por entero. Pero le parece que su posicinneutra respecto a una afirmacin del bien, de la verdad o del sujeto, nocompagina con su defensa implcita de la libertad no restringida, motivomodernista en su filosofa, sin la cual no se entiende su descripcin de lasrelaciones de poder, ya en la vida sexual, ya en las prcticas clnicas y psiqui-

    tricas, ya en las prcticas disciplinarias en las crceles y los sistemas sociales(Taylor, 1989: 488). An ms, el pensamiento de Foucault terminara por serparadjico, pues al hablar de una historia de la represin o de un desenmasca-ramiento del sistema de poder moderno y de sus interiorizados mecanismosde fuerza en el discurso y en las prcticas legales, clnicas, penales, etc., su-pondra al menos dos bienes, la libertad y la verdad, que el pensador francsubicara justo como blancos de ataque en sus anlisis.10

    Hay que reconocer, insisto (y ello, me parece, no compromete la hipte-

    sis que quiero defender aqu), en que la lectura de Taylor de estos dos autores10 The truth manufactured by power also turns out to be its masks or disguises and

    hence untruth. The idea of a manufactured or imposed truth inescapably slips the word intoinverted commas, and opens the space of a truth-outside-quotes, the kind of truth, for instance,which the sentences unmasking power manifest, or which the sentences expounding the gen-eral theory of regime relativity themselves manifest (a paradox) (Taylor, 1985: 178). Tambin seencuentra otra versin de este mismo ataque en Taylor (1993a: 22 y ss.).

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    contestatarios es en ocasiones parcial y apresurada, pues, como l mismoreconoce a propsito de Foucault, su lectura est hecha sobre una pequeaparte de la obra del pensador francs, que mientras l escriba ya anunciabaotro giro, el del reconocimiento de sus propias fuentes (Taylor, 1985: 182).Ya Lanceros ha indicado con acierto que slo si se considera la obra de Fou-cault como una sucesin de mtodos (arqueologa, genealoga, analtica ohermenutica) o de temas (saber, poder, sujeto), sucesin que no tendra co-nexin interna, es que se puede considerar su proyecto como una serie derupturas e incluso contradicciones (Lanceros, 1996b: 18-19). Parece que Tay-lor, en su irritada crtica a Foucault, adopta alguna de estas perspectivas ypor ello su lectura es parcial. Lanceros demuestra que la obra de Foucault, alcontrario de lo que quiere Taylor, no presenta ntimamente ningn afn deneutralidad frente a la libertad o la verdad, y que son valiosas para l entanto de que sean contingentes. Foucault ms bien presenta as lo demues-tra Lanceros una sospecha constante frente a todos los universales antro-polgicos y, de manera positiva, el proyecto de estudiar unitariamente, trasla pluralidad de temas y prcticas, los procesos de subjetivacin del hombre

    (Lanceros, 1996b: 37).

    11

    Me parece que insisto, a pesar de los posibles errores o parcialidadde lectura de estas posiciones, la tesis de Taylor se sostiene en lo esencial: laconfiguracin de nuestra identidad moderna se ha construido en la narracinde su propia historia, de tal forma que la certeza cultural de que nuestro yo esalgo que se ha formado interiormente es firme; firmeza manifiesta en la sen-sibilidad moral frente a las demandas de justicia o benevolencia, de libertad,autonoma y autoexpresin (demandas incluidas ya y en ello creo que Taylor

    no se equivoca en las posiciones disidentes de los postmodernos, aunquede manera implcita).Parece concluye Taylor que en nuestra cultura hay cierta extensin

    en el acuerdo sobre los parmetros de orientacin de las prcticas, si bien hay

    11 As condensa Lanceros la intencin general de la obra de Foucault: Su obra manifies-ta desde el principio una tendencia no suficientemente explcita, no suficientementearticulada a considerar un tema que permanecera el mismoa pesar de los diferentes puntosde vista desde los que Foucault lo aborda. Y dos pginas ms adelante: El trabajo de Foucault

    se aplica a esos espacios en los que el sujeto no aparece como solucin sino como problema,espacios en los que se habla y se acta, discursos yprcticasque eluden el dogma del su-

    jeto constituyente para dar paso al vrtigo de los sujetos diferencialmente constituidos(Lanceros, 1996b: 37).

    William Connolly (1985) ha presentado una muy til comparacin entre las posicionesde Foucault y Taylor; la respuesta de Taylor en las pginas siguientes viene a confirmar lo di-cho ms arriba. Del mismo modo puede leerse la polmica con Paul Patton (1989), y la res-puesta de Taylor enseguida.

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    profundas fisuras en lo que se refiere a las fuentes morales que marcan elsentido de esa orientacin; fuentes que podran ubicarse en los tres ejes de lalectura narrativa ya hecha: la fuente testa ya en crisis casi absoluta, aunquepresente por sus resabios, la fuente del naturalismo de la razn desvinculada,y la fuente del romanticismo expresivista y los epgonos actuales modernistasque la extienden o niegan en forma paralela y problemtica.

    Hermenutica de las fuentes morales del yo moderno

    El entrecruzamiento y la mutua influencia (incluso oposicin) de las fuentesmorales, que produce la enorme confusin presente en nuestra cultura pro-pone Taylor se comprende con un ejercicio histrico-hermenutico quepuede describirse como hacer un corte a travs del tiempo y as poder vercmo unos estratos anteceden a otros y los determinan (Taylor, 1989: 497).El todo complejo que es la identidad moderna agrega requiri as unretrato narrativo:

    This is one reason why I have had to assemble the portrait of the modern identitythrough its history. An instantaneous snapshot would miss a great deal. Anotherreason is that only through adding a depth perspective of history can one bringout what is implicit but still at work in contemporary life: the Romantic themesstill alive in modernism, masked sometimes by anti-Romantic stance of moder-nists; or the crucial importance of the affirmation of ordinary life, which is insome ways too pervasive to be noticed; or the spiritual roots of naturalism,which modernism usually feels forced to suppress. (Taylor, 1989: 498)

    En este retrato la autocomprensin del yo histrico se funde con losproblemas del instrumentalismo y de la alta movilidad de las relaciones en lavida cotidiana en sus aspectos social y poltico, los cuales por un ladoobnubilan su mirada, y de la misma negacin de la posibilidad de una auto-narracin o de un yo que se autocomprende, por el otro.

    El peligro de una mala metatica, en este sentido, es estrechar la mira-da y negar bienes existentes o mutilarlos. Es esta la raz piensa Taylor

    de versiones caricaturescas de la modernidad, que ponen atencin a uno so-lo de sus aspectos en un despliegue de ignorancia histrica. Por ejemplodice, los defensores de la razn desvinculada tienden a negar la influen-cia del romanticismo expresivista tildndolo de irracionalismo y anticienti-ficismo; o quienes condenan la racionalidad ilustrada por sus consecuenciasen la sociedad tecnolgica y el atomismo social y poltico, tienden a ignorarla libertad y autonoma como aspectos valiosos a rescatar de la Ilustracin.

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    El caso es superar estas lecturas sesgadas, impetuosas o desdeosas, pa-ra acceder a un estudio que no mutile nuestra identidad. Dado que las viejasnociones sobre el cosmos o la naturaleza como algo dado y con sentidoperseestn en crisis, la apuesta tayloriana ha sido promover ese estudio fincndoloen las imgenes de profunda resonancia personal que tienen las fuentesmorales histricamente autonarradas.12

    Slo de esta manera se superan las varias formas de ceguera selectivaque se han ido incrustando y agravando por consideraciones filosficas.Las formas de ceguera derivadas, ya del racionalismo extremo, ya de su ne-gacin tambin extrema; y se adopta una perspectiva amplia y crtica quesepa ver que no es la simple negacin de un bien lo que nos libera del domi-nio o de la ignorancia que su mal tratamiento terico ha generado, o de loacontecido en las prcticas sociales ubicables histricamente (el rechazo deltesmo y de la vida asctica por sus abusos o manipulaciones histricas, o dela racionalidad por sus derivaciones en sistemas de dominio y exclusin, ode ideales ticos o de la moral tradicional por el peligro de que puedan so-focarnos u oprimirnos al volverse hegemnicos, por ejemplo sostiene

    Taylor en el rechazo de la Ilustracin frente a los costes histricos delascetismo). Ms all de esta mutilacin, de lo que se trata es, pues, de resca-tar la fuerza de los bienes constitutivos que estn detrs de (y encarnados en)las prcticas sociales y percibir un elemento de esperanza que rebase nues-tra confusin y nuestros pesimismos culturales.13

    Ya en un importante artculo escrito unos aos antes de la aparicin deFuentes del yo en el cual Taylor reorienta los cuestionamientos que Ha-

    12

    We are now in an age in which a publicly accessible cosmic order of meanings is animpossibility. The only way we can explore the order in which we are set with an aim todefining moral sources is through this part of personal resonance () I have throughout soughtlanguage to clarify the issues, and I have found this in images of profound personal resonancelike epiphany, moral sources, disengagement, empowering, and others. These are theimages which enable me to see more clearly than I did before (Taylor, 1989: 512).

    13 Que Taylor vea, en la ltima pgina del libro, esta esperanza cifrada en el tesmojudeocristiano (por muy terrible que sea el expediente de sus adeptos en la historia), y en supromesa central de una afirmacin divina de lo humano, ms plena que la que los humanos

    jams podran alcanzar por s solos (Taylor, 1989: 543), me parece que es una indicacin de

    una orientacin personal, no central para la defensa de su tesis, y por lo tanto no interpretablecomo una suerte de proselitismo o algo por el estilo.

    En su ltimo libro publicado sobre William James, Taylor argumenta asimismo que: uno,no puede hablarse de una secularizacin total en Occidente y, dos, que ver en la religin unafuente de vinculatividad social no implica simple control u homogeneizacin, sino en la varie-dad de experiencias religiosas intensificada actualmente en Occidente, lo que permite aseguraren muchos casos los lazos sociales en su identidad poltica y cultural. Vase Taylor(2002: 111-116).

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    bermas haba hecho acerca de la legitimidad del capitalismo tardo (Taylor,1985: 248),14se insiste en que el problema central al hablar de una crisisde legitimacin del sistema cultural occidental en su conjunto (que pudie-ra desencadenar en un pesimismo cultural reactivo), no es tal que pueda lo-calizarse simplemente en: a)trminos econmicos, en el tono neomarxistaque habla de las contradicciones de un sistema de consumo llevado al extre-mo con costos demasiado grandes; b)en trminos simplemente sociolgi-cos, como cuando se habla de las grandes movilizaciones poblacionales quese entretejen con los fenmenos de la alta burocratizacin, la fetichizacinde estilos de vida acomodaticios y la concomitante obsolescencia de los bie-nes y las prcticas y; c)en trminos de una condena moral a la crecienteagresividad, tensiones y multiplicacin sin fin de deseos vacuos, motivadospor la envidia y la codicia supuestamente inherentes al desarrollo de la socie-dad industrial.

    El problema de crisis de legitimacin de nuestro sistema social argu-ye Taylor por supuesto tiene su sintomatologa en la compleja combina-cin de estos tres aspectos, pero ellos remiten a la enfermedad que hay por

    debajo: una amenaza para nuestra identidad como modernos realizados,que se manifiesta ms bien como una crisis de lealtad hacia las institucio-nes y prcticas (polticas o de cualquier otra ndole pblica), que se ven condesconfianza, cinismo o escepticismo pasivo (Taylor, 1985: 282).15La nicasalida posible a esta crisis no es un nihilismo total frente a los ideales moti-vadores de esta identidad fragmentada, nihilismo que no es ms que unaforma de evasin; sino ms bien y he aqu la propuesta que enhebra denuevo con Fuentes del yo encontrar la fortaleza de esos bienes que confi-

    guran nuestra identidad, buscando para la sociedad un mayor grado de co-hesin, autoconfianza, y mecanismos de efectiva auto-direccin (Taylor,1985: 282).

    Me parece que el estudio sobre la construccin de la identidad modernano puede sino continuarse con la bsqueda de estas orientaciones en el te-rreno de las prcticas tico-polticas, por un lado, y de las prcticas morales

    14 El libro de Habermas es su Legitimation Crisis (1975). Tambin se puede ver su ar-tculo Whats Wrong with Capitalism para un complemento de estas ideas, sobre todo centra-

    do en la tesis de que ms hondas que las cuestiones econmicas en la crisis del capitalismo, sonlas cuestiones de motivacin moral de los mbitos econmicos. Vase Taylor (1960). Tambinen Taylor (1998a) se encuentra una versin crtica sobre este asunto.

    15 Y ms adelante: In sum, by this combined effect, we have been led partly to loseconfidence in our definitions of the good life, partly to feel alienated from and even cynicalabout our governmental institutions, partly to feel uncertain and tense about our social relationand even about our family life, partly to feel unsupported by larger society as modern subjects(Taylor, 1985: 286).

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    en la vida privada, por el otro (aunque uno y otro, como hemos dicho ms deuna vez, estn ntimamente ligados). Esta orientacin no est marcada por unsolo bien o un solo estilo de vida, como le achaca A. MacIntyre a Taylor ensu revisin de Fuentes del yo (MacIntyre, 1994: 188);o por un soloyointer-pretado monolticamente (y que entonces se enfrentara a graves problemasde defensa de una posicin pluralista), como le acusan Olafson y Rorty (Rorty,1994); sino ms bien por el aserto de que toda situacin humana ha de remi-tirse a un horizonte moral en donde se presenta como orientadora algunaconcepcin de bien un bien plural que depende de cada contexto cultural(Taylor, 1994a: 206).16

    Se trata de encontrar un modelo de interpretacin filosfica de la culturamoderna que permita justamente vivir con la diferencia sin hacer abstrac-cin de las diferencias implicadas en la vida en comn, de tal manera que lodiverso se vea como complemento, como una riqueza para el yo, y no comouna prdida (Taylor, 1998b: 214). Son estos los ideales reguladores de nues-tras prcticas tico-polticas en los diversos campos del encuentro con losotros. Me parece que la reconstruccin narrativa de los momentos de confi-

    guracin del yo moderno, tal como la ha propuesto Taylor, es un paso indis-pensable para orientarnos hacia la adquisicin y proteccin de estos idealesen las prcticas tico-polticas concretas de cara a nuestro mundo multicultural.Pasemos pues a una ltima serie de notas conclusivas respecto a este asunto.

    A modo de conclusiones

    La hermenutica se libera de cualquier perversin de su cometido crticocuando es considerada desde su orientacin tica (y siempre hablamos deuna orientacin comprometida con las prcticas de una comunidad en par-ticular, en confrontacin con prcticas de otras comunidades). Esto es lomismo que decir que, frente a los problemas de interpretacin intraculturale intercultural, la hermenutica as considerada tiene una posicin estratgi-ca insustituible. Posicin que se puede describir como la capacidad para

    16 En este sentido, Rorty tambin acusa a Taylor de que la base de Fuentes del yo, sobretodo en la concepcin del hiperbin, es una teora de la verdad como correspondencia, y ununiversalismo realista con rasgos no-relativos a la descripcin, que conducira a un trata-miento homogeneizador de la diferencia contingente, cultural. Tales opiniones son inexactasde todo punto pues, como hemos visto, la perspectiva tayloriana es precisamente la del ataquea la epistemologa representacionalista desde el mojn de la crtica fenomenolgica hermenu-tica, atenta precisamente a las diferencias culturales. Para esta polmica, vase Rorty (2000),Taylor (1990: 257 y ss.), Smith (1996), Bernstein (1983: 171-231).

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    ampliar (o reducir, segn sea el caso) su campo de comprensin; capacidadpara entrar y salir de su propia red de significados, de su propio trasfondo designificacin; o bien, en los trminos gadamerianos que Taylor hace suyos,capacidad para ampliar (o reducir, segn sea el caso) el crculo de la com-prensin y, tras una fusin horizntica de enorme peso en nuestras formasde comprender y actuar, lograr transformar lo que somos como integrantes deuna comunidad.

    La articulacin moral defendida por Taylor tiene justo este sentido: al des-cubrir y potenciar nuevas fuentes morales, nuevas experiencias de los bie-nes y hechos que provocan adhesiones a un hiperbin, y as descubrir in-terpretativamente nuevos sentidos de orientacin de la conducta o reforzarsentidos que ya existan pero en la pasividad de lo implcito e inarticulado,consigue no slo criticar y transformar uno o varios hbitos y prcticas ex-teriores a lo que somos; sino, en un modo mucho ms inherente consigueuna transformacin de aquello que somos, consigue pues una autogestindenuestro propio ser.

    La articulacin moral la praxis hermenutico-tica es pues una po-

    sible solucin a la violencia interpretativa que denuncibamos desde el co-mienzo de este texto, ya que se trata de una razn que media con su mundo ycon el mundo extrao de manera siempre contrastiva y perspicua; sutil en sutratamiento de los hechos a interpretar, y que de manera prctica disciernesobre la orientacin de la accin segn las condiciones y las caractersticasde cada caso. El quehacer humano slo se explica desde s mismo, en formasustantiva, es decir, desde sus propias condiciones concretas, materiales, his-trico-culturales, que lo determinan y que al mismo tiempo son la base de su

    dinamismo, de su libertad.As, la hermenutica que se coimplica con la tica no es slo de carcterprescriptivo o reglamentario, sino tambin productivo, dinmico. Se trata deuna hermenutica acorde a la esencia de la experiencia moral, que se crista-liza en el acto que al tiempo que nos autotransforma segn una orientacinteleolgica que le da unidad, discierne tolerantemente la diversidad (y enocasiones la franca oposicin) de bienes y de males que componen nuestroser en comunidad; tanto los que se nos heredan en una misma tradicin cul-

    tural, como los que se nos enfrentan desde otras tradiciones culturales. Meparece que aqu se encuentra un gran aporte de Taylor a la filosofa contem-pornea: dentro de nuestras culturas la unidad en la diversidad slo es posi-ble como resultado de un enfoque de comprensin que engarza el aspecto in-terpretativo con el aspecto tico, y viceversa.

    Aparejado con este enfoque insisto la propuesta tayloriana subrayauna defensa de la razn ms ac de los extremos del nihilismo pasivo; cmo-

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    do desencantamiento a donde vienen a instalarse algunas filosofas de modao del cinismo ironista, pero tambin ms ac del subjetivismo y delobjetivismo, y de las salidas instrumentales o meramente procedimentalesque se defienden actualmente. La alternativa ofrecida es una racionalidadcoherente con las condiciones materiales de los agentes comprometidos consus entornos histrico-culturales, una razn que quiere ser coherente con lasvaloraciones encarnadas en las prcticas sociales concretas, que son las quenos dan la identidad. En este sentido, Taylor insiste una y otra vez en que nohay ms comprensin que la comprensin ex post, es decir, la comprensincrtica situada histricamente, que es la comprensin propia de las cienciashumanas.

    Reconsiderando lo llevado a cabo en este artculo, podemos trazar lasiguiente lnea argumental: el pensamiento tico de Charles Taylor enrai-za en una hermenutica de las fuentes morales de nuestro yo moderno abiertaa la comprensin de lo ajeno y de lo propio, y ello slo es posible porque elaspecto hermenutico de la accin y el aspecto tico necesariamente se coim-plican (Lazo, 2003). A su vez, la unidad de estos aspectos en la accin remite

    a una idea unitaria del agente que, siguiendo la orientacin de ciertos bienesconsiderados como supremos lo que quiere decir interpretndolos evalua-tivamente se gana su propio ser. El hombre es as un empresa autointerpre-tante, que se autointerpreta sobre un trasfondo de significacin que es supropio mundo cultural, su propia comunidad considerada como texto com-plejo. Las formas de comprensin en esta autointerpretacin son la circu-laridad hermenutica y el modelo de fusin de horizontes propuestos porGadamer, que Taylor retoma en un marco de problemas nuevos, los de la

    interpretacin intra e intercultural (Taylor, 1992).Cuando atacamos frontalmente los asuntos prcticos referentes a lamulticulturalidad, vista desde nuestra identidad moderna cuyos trminosclave son la proximidad entre tica y poltica y la autonarracin hermenuti-ca de nuestras prcticas en la configuracin de nuestro yo moderno situa-mos el problema propio de esta comunicacin.

    Quise sostener aqu que la reconstruccin histrico-narrativa de la iden-tidad moderna propuesta por Taylor en Fuentes del yo, es til para generar

    una posterior tica y una serie de orientaciones jurdico-polticas en el entor-no de la multiculturalidad, sobre todo por dos razones:

    1) Porque su meollo no es slo un recuento historiogrfico o sociolgicode las nuevas prcticas (artsticas, religiosas, polticas, propias de la vidacorriente, etc.), o de las nuevas teoras (cientficas o filosficas), sinotambin una reconstruccin de las fuentes morales de estos cambios cul-

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    turales, es decir, de los potenciadores morales de una nueva orientacinen las formas modernas de darle un sentido a la vida, de orientar lasprcticas culturales.

    2) Porque estas fuentes morales slo pueden ser interpretadas y reinterpre-tadas una y otra vez, y no categorizadas exhaustivamente, es decir, articu-ladas en forma conclusiva o doctrinal.

    Dadas estas dos razones y he aqu mi aportacin al tema, el sentidohermenutico del pensamiento tico-poltico de Charles Taylor adopta laforma de una memoria que se autocritica, y no de una preceptiva cerrada. Aesta hermenutica puede llamrsele, pues, desarticuladora en un sentidoimportante, ya que se enfoca y as lo quisimos retratar a desenmasca-rar un pensamiento metatico (de corte racionalista o utilitarista extremo)que ocluye las fuentes morales en cuestin.

    La insistencia de Taylor en que la interioridad es rasgo fundamental denuestra identidad, no slo pide, sino exige una hermenutica de este tipo: elgiro cultural que desde el siglo XVIIocurre en Occidente (y en su fuerte e

    innegable herencia para las dems partes del mundo y las mltiples culturas)exige una reconstruccin interpretativa, narrativa, y por lo tanto crtica, delos lugares en donde ocurri de forma concreta tal interiorizacin de las fuentesmorales. As, aunque en forma derivada, defend que el trabajo de Taylorpuede explicarse como una hermenutica cultural, en donde se intenta inter-pretar pluricausalmente y sin mutilacin como l mismo dice los even-tos culturales que encarnan, a veces de manera implcita o soterrada, el apre-cio por aquellas fuentes de motivacin moral; y en este sentido positivo su

    hermenutica puede llamarse ahora articuladora.Nuestra hiptesis de trabajo nos llev as a ver una continuidad entre eltrabajo central de Taylor y sus epgonos para una filosofa prctica, atenta alos debates sobre los modelos de teora social y poltica que pudieran darrespuestas a las problemticas actuales de justicia y bienestar social en el mun-do multicultural. De este modo, el debate liberalismo-comunitarismo quesuele presentarse como centro del pensamiento tayloriano o al menos como suaporte de mayor resonancia es equvoco si se plantean estos modelos como

    antitticos e irreconciliables. Al contrario, el comunitarismo liberal queplantea Taylor es un intento de mediacin original, que se sostiene precisa-mente porque propone, desde un procedimentalismo no radical, una recu-peracin de la sustantividad de la vida buena como centro de una propuestahermenutica con alcances tico-polticos (Beiner, 1984: 257).17

    17 Vase tambin Taylor (1994b: 257 y ss.).

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    Este comunitarismo liberal es coherente, pues, con mi hiptesis detrabajo: el elemento hermenutico est centrado en la autointerpretacin cr-tica (igual a autotransformadora) de la propia comunidad y de su contactocon otras. El elemento tico-poltico est fincado en la aceptacin de un en-cuadre normativo al modo liberal, aunque mesurado por la preocupacin deno violentar las diversas, incluso mltiples, formas de vida contenidas en elprimer elemento. La mediacin de un comunitarismo liberal es comple-mentaria del sentido tico-hermenutico propuesto. La propuesta taylorianade fortalecer un espacio pblico en la sociedad civil, en donde la libertad(positiva) de los individuos sea factible en equilibrio con las demandas p-blicas de justicia, bienestar o proteccin de los derechos humanos, tomandola forma de un federalismo descentralizado (Taylor, 1993b).

    Todo ello viene a desembocar en la propuesta de reconocimiento toleran-te e igualitario dentro de una sociedad multicultural con formas de vida cuyasustantividad es irreductible. Se trata de una posible aplicacin prctica de lahermenutica antes propuesta, que se basa en el hecho de que el despliegue denuestra identidad tica o cultural slo es posible en el contacto con otros, que

    siempre guardarn un margen de extraeza (su propia diferencia) que hayque respetar. El enfoque tico-hermenutico de los lmites las herra-mientas para evitar la violencia y la intolerancia es as ineludible cuandofrente a otra cultura o comunidad no podemos evitar hacer valoraciones fuer-tes desde la propia cultura. Este enfoque no hace las veces de contenido de laaccin (que es justo lo que cambia de cultura a cultura y que hay que velarpor preservar), sino de orientacin bsica en las prcticas jurdico-polticas, porun lado, y en las prcticas de trato moral que son su fundamento, por el otro.

    Desde esta multifactica dimensin prctica de la reflexin filosfica, meparece que se puede hacer frente de manera ms expedita y sobre todo msasertiva a los problemas morales de eleccin de un estilo de vida en el mundomulticultural, de su orientacin respecto a una finalidad que le da unidad, y decara a lo que en nuestros medios culturales hemos construido como una iden-tidad propia. Pero tambin me parece que se puede hacer frente a los proble-mas sociales ms graves que aquejan un mundo cada vez ms complejo en suconformacin multicultural o multitnica, problemas como la xenofobia, la

    marginacin por motivos religiosos, por conviccin poltica o por inclinacinidiosincrsica en general, que requieren de un tratamiento caso por caso, endonde slo una racionalidad o articulacin hermutico-tica puede generar lascondiciones para una comprensin y un quehacer ms tolerante y justo.

    Recibido: septiembre, 2006Revisado: febrero, 2007

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    Correspondencia: Universidad Iberoamericana/Departamento de Filosofa/Prolongacin Paseo de la Reforma nm. 880/Lomas de Santa Fe/C. P. 01219/Mxico, D. F./correo electrnico: [email protected]

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