Lazarsfeld y Merton - Comunicación de Masas

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    PaulF. Lazarsfeld y Robert K. MertonComunicacin de masas, gusto popular y accin social organizada

    Publicado en MURARO, Heriberto (comp.). La comunicacin de masas, Centro Editor de Amrica

    Latina, Buenos Aires, 1977.

    Los problemas que ocupan la atencin de los hombres cambian, y no al azar, sino en gran medi-da de acuerdo con las modificadas exigencias de la sociedad y la economa. Como lo indican multitud

    de recientes conferencias, libros y artculos, la funcin de la radio, la letra impresa y el film en la socie-

    dad ha pasado a ser un problema que interesa a muchos y origina la preocupacin de algunos. Este

    vuelco en el inters publico parece ser el producto de diversas tendencias sociales.

    Preocupacin social por los medios masivos de comunicacin

    A muchos alarma la ubicuidad y el podero potencial de los medios masivos de comunicacin.

    Pero hay otra base, probablemente ms realista, para la generalizada preocupacin por la funcin social

    de los medios masivos de comunicacin; una base que se vincula con los cambiantes tipos de control

    social ejercitados por poderosos grupos de inters en la sociedad. De manera creciente, los principales

    grupos de poder, entre los cuales la finanza organizada ocupa el sitio ms espectacular, han pasado a

    adoptar tcnicas para manipular al pblico masivo mediante la propaganda en lugar de utilizar medios

    ms directos de control. La industria ya no obliga a nios de ocho aos a atender una mquina durante

    catorce horas diarias; emprende complejos programas de "relaciones pblicas". Coloca grandes y llama-

    tivos anuncios en los peridicos del pas; auspicia numerosos programas radiales; aconsejada por aseso-

    res de relaciones publicas, organiza concursos con premios, establece fundaciones benficas y respalda

    causas meritorias. El podero econmico parece haber reducido la explotacin directa pasando a un tipo

    ms sutil de explotacin psicolgica, logrado en gran medida por la diseminacin de propaganda a tra-

    vs de los medios masivos de comunicacin.

    Este cambio en la estructura del control social merece un examen minucioso. Las sociedades

    complejas estn sometidas a muchas formas distintas de control organizado. Hitler, por ejemplo, hizo

    suyas las ms visibles y directas: violencia organizada y coercin masiva. En Estados Unidos, la coer-

    cin directa se ha minimizado. Si alguien no adopta las convicciones y actitudes defendidas por algn

    grupo de poder por ejemplo, la Asociacin Nacional de Industriales, no se lo puede eliminar ni

    encerrar en un campo de concentracin. Quienes desean controlar las opiniones y convicciones de nues-

    tra sociedad recurren menos a la fuerza fsica y ms a la persuasin de masas. El programa radial y el

    anuncio institucional actan en lugar de la intimidacin y la coercin. La manifiesta preocupacin por

    las funciones de los medios masivos de comunicacin se basa, en parte, en la observacin vlida de que

    estos han tomado la tarea de adaptar el pblico masivo al status quo social y econmico.

    Otra fuente de preocupacin generalizada por la funcin social de los medios masivos de comu-

    nicacin aparece en sus presuntos efectos sobre la cultura popular y los gustos estticos de sus pblicos.Se aduce que, en la medida en que la magnitud de dichos pblicos ha aumentado, el nivel del gusto

    esttico se ha deteriorado. Y se teme que los medios masivos de comunicacin deliberadamente pro-

    vean a estos gustos vulgarizados, contribuyendo as a un mayor deterioro.

    Probablemente estos constituyen los tres elementos orgnicamente vinculados de nuestra gran

    preocupacin por los medios masivos de comunicacin. Muchos temen, en primer lugar, su ubicuidad y

    podero potencial. Ya dijimos que ste es algo as como un miedo indiscriminado a un fantasmn abs-

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    tracto, miedo que deriva de la inseguridad en la posicin social y en valores dbilmente sostenidos. La

    propaganda parece amenazante.

    En segundo lugar, existe preocupacin por los actuales efectos de los medios masivos de comu-

    nicacin en sus enormes pblicos, en particular la posibilidad de que el continuo embate de dichos me-

    dios pueda conducir a la renuncia incondicional de las facultades crticas y a un irreflexivo inconfor-

    mismo.

    Por ultimo, existe el peligro de que estos instrumentos de comunicacin masiva, tecnlogica-mente avanzados, constituyan un cauce fundamental para el deterioro de los gustos estticos y de los

    cnones de cultura popular. Y tambin hemos dicho que existe una base sustancial para la preocupacin

    por estos efectos sociales inmediatos de los medios masivos de comunicacin.

    Resear el estado actual del conocimiento concreto acerca de la funcin social de los medios

    masivos de comunicacin y sus efectos sobre la comunidad norteamericana contempornea es una tarea

    ingrata, ya que es notablemente escaso el conocimiento verificado de este tipo. No puede hacerse mu-

    cho ms que explorar la ndole de los problemas mediarte mtodos que, en el trascurso de muchas d-

    cadas, proporcionaran en definitiva el conocimiento que buscamos. Aunque este prembulo no es nada

    alentador, ofrece un contexto necesario para evaluar las conclusiones investigativas y tentativas de

    quienes nos interesamos profesionalmente por el estudio de los medios masivos de comunicacin. Un

    somero examen sugerir lo que sabemos, lo que necesitamos saber, y ubicar las cuestiones estratgicasque requieren mayor estudio.

    Indagar los efectos de los medios masivos de comunicacin en la sociedad es abordar un pro-

    blema mal definido. Resulta til distinguir tres facetas del problema y examinar cada una por turno.

    Averigemos entonces, en primer lugar, qu sabemos sobre los efectos de la existencia de estos medios

    masivos de comunicacin en nuestra sociedad. En segundo lugar, deberemos examinar los efectos de la

    particular estructura de propiedad y operacin de los medios masivos de comunicacin en Estados Uni-

    dos, una estructura que difiere apreciablemente de la que se encuentra en otras partes. Y por ltimo,

    consideraremos ese aspecto del problema que atae ms directamente a los mtodos y tcticas que go-

    biernan el uso de estos medios para fines sociales definidos: nuestro conocimiento acerca de los efectos

    de los contenidos particulares diseminados a travs de los medios masivos de comunicaci6n.

    Funcin social de la maquinaria de los medios masivos de comunicacin

    Qu funcin puede asignarse a los medios masivos de comunicacin en virtud del hecho de

    que existen? Que implicaciones tienen un Hollywood, una Radio City, una empresa Time-Life-

    Fortune para nuestra sociedad? Estos interrogantes, por supuesto, slo pueden ser analizados en trmi-

    nos especulativos y aproximados, ya que no es posible ninguna experimentacin ni estudio comparativo

    riguroso. Las comparaciones con otras sociedades carentes de estos medios masivos de comunicacin

    seran demasiado toscas para rendir resultados decisivos, y las comparaciones con una poca anterior en

    la sociedad norteamericana implicaran tambin afirmaciones generales en lugar de demostraciones

    precisas. En un caso as, es claramente aconsejable ser conciso. Y las opiniones deben ser moderadas

    por la cautela. Nuestro juicio provisorio es que la funcin social cumplida por la existencia misma de

    los medios masivos de comunicacin ha sido comnmente sobreestimada. En qu se basa este juicio?

    Es evidente que los medios masivos de comunicacin llegan a pblicos enormes. Aproximada-

    mente setenta millones de norteamericanos concurren cada semana al cine; nuestra circulacin diaria de

    peridicos es de unos cuarenta y seis millones; unos treinta y cuatro millones de hogares norteame-

    ricanos estn equipados con radio, y en dichos hogares el norteamericano medio escucha radio durante

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    unas tres horas diarias. Estas son cifras formidables. Pero se trata simplemente de cifras sobre aprovi-

    sionamiento y consumo, no de cifras que registren el efecto de los medios rnasivos de comunicacin.

    Ataen nicamente a lo que la gente hace, no al impacto social y psicol gico de los medios masivos de

    comunicacin. Saber cuntas horas mantiene alguien la radio encendida no da ningn indicio sobre el

    efecto que en l ejerce lo que oye. El conocimiento de datos sobre consumo en el campo de los medios

    masivos de comunicacin esta todavia muy lejos de una demostraci6n de su efecto neto sobre la con-

    ducta, la actitud y los puntos de vista.Como se indic hace un instante, no podemos recurrir a experimentos comparando la sociedad

    norteamericana contempornea con y sin medios masivos de comunicacin. Pero, aunque provisoria-

    mente, podemos comparar su efecto social con el del automvil, digamos. No es improbable que la

    invencin del automvil y su evolucin hasta convertirse en un artculo de propiedad masiva ha tenido

    un efecto significativamente mayor sobre la sociedad que la invencin de la radio y su evolucin hasta

    convertirse en un medio de comunicacin masiva. Tnganse en cuenta los complejos sociales a los que

    se ha incorporado el automvil. Su mera existencia ha ejercido presin para que haya caminos muy

    perfeccionados, con los cuales la rnovilidad ha aumentado enormemente. La forma de las aglomeracio-

    nes metropolitanas fue significativamente afectadapor el automvil. Y cabe decir que lasinvenciones

    que amplanel radio de movimiento y accin ejercen una influencia mayor sobre la perspectiva social y

    los hbitos cotidianos que las invenciones que proporcionan directivas a las ideas... ideas que puedenser evitadas alejndose de ellas, eludindolas, resistindolas, y trasformadas, asimilndolas.

    Aceptado, por el momento, que los medios masivos de comunicacin cumplen una funci6n rela-

    tivamente secundaria en cuanto a conformar nuestra sociedad, por qu son objeto de tanta preocupa-

    cin y crtica populares? Por qu tantas personas se afanan por los "problemas" de la radio, el cine y la

    prensa y tan pocas por los problemas, digamos, del automvil y el avin? Adems de las fuentes de esta

    preocupacin que sealamos anteriormente, existe una base psicolgica inconsciente que deriva de un

    contexto sociohistrico.

    Muchos hacen blanco de crtica hostil a los medios masivos de comunicacin porque se sienten

    burlados por el desarrollo de los acontecimientos.

    Quiz los cambios sociales atribuibles a los "movimientos reformadores" sean lentos y tenues,

    pero lo cierto es que son acumulativos. Los hechos visibles son bastante conocidos. La semana laboralde sesenta horas ha sido remplazada por la de cuarenta horas; se ha limitado gradualmente el trabajo

    infantil; con todas sus deficiencias, la educacin universal gratuita se fue institucionalizando gradual-

    mente. Estos y otros avances registran una serie de victorias de los reformadores. Y ahora la gente tiene

    ms tiempo libre. Tiene, ostensiblemente, mayor acceso a la herencia cultural Y, qu uso hace de este

    tiempo no hipotecado, tan trabajosamente obtenido para ella? Escucha la radio y va al cine. Estos me-

    dios masivos de comunicacin parecen haber burlado a los reformadores, en cierto modo, el fruto de

    sus victorias. La lucha por la libertad, el tiempo libre, la educacin popular y la seguridad social fue

    conducida en la esperanza de que, una vez liberada de yugos opresivos, la gente aprovechara los gran-

    des productos culturales de nuestra sociedad: Shakespeare o Beethoven, o acaso Kant. En cambio, va en

    busca de Faith Baldwin, Johnny Mercer o Edgar Guest.

    Muchos se sienten estafados en su recompensa. Esto se parece a la primera experiencia de un

    joven en el dificultoso mbito del amor primerizo. Hondamente cautivado por los encantos de su ama-

    da, ahorra su asignacin durante semanas hasta que logra regalarle una hermosa pulsera. A ella le resul-

    ta "simplemente divina"... tanto que sin ms ni ms hace una cita con otro muchacho para lucir su nue-

    va chuchera.(!?) Nuestras luchas sociales han tenido un desenlace similar. Hay quienes lucharon du-

    rante generaciones para dar ms tiempo libre a la gente, que ahora lo dedica a la Columbia Broadcas-

    ting System y no a la Universidad de Columbia.

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    Por poco que esta sensacin de haber sido traicionados pueda explicar las actitudes vigentes ha-

    cia los medios masivos de comunicacin, puede sealarse una vez ms que quiz la mera presencia de

    estos no afecte nuestra sociedad tan profundamente como se supone en general.

    Algunas funciones sociales de los medios

    Continuando con nuestro examen de la funci6n social que se puede atribuir a los medios masi-

    vos de comunicacin en virtud de su "mera existencia", hacemos temporaria abstraccin de la estructu-

    ra social en que se sitan. No tenemos en cuenta, por ejemplo, los diversos efectos de los medios masi-

    vos de comunicacin bajo distintos sistemas de propiedad y control, un importante factor estructural

    que ser analizado posteriormente.

    Sin duda alguna, los medios masivos de comunicaci6n sirven muchas funciones sociales que

    merecen ser objeto de una sostenida investigaci6n. De dichas funciones, tenemos ocasin de advertir

    slo tres.

    Funcn conferidora de status

    Los medios masivos de comunicacin confieren status a acontecimientos pblicos, personas, or-

    ganizaciones y movimientos sociales.

    Tanto la experiencia comn como las investigaciones atestiguan que la reputacin social de per-

    sonas o programticas sociales se elevan cuando logran atencin favorable en los medios masivos de

    comunicacin. En muchos sectores, por ejemplo, se considera importante que el Times de apoyo a un

    candidato poltico o a un programa pblico; se interpreta este apoyo como una inequvoca ventaja para

    el candidato o el programa. Por qu?

    Los medios masivos de comunicacin otorgan prestigio y realzan la autoridad de individuos y

    grupos legitimizandosu status. Ser reconocido por la prensa, la radio, las revistas o los noticieros ates-

    tigua que se ha triunfado, que se es lo bastante importante como para haber sido distinguido entre las

    vastas masas annimas, que la conducta y las opiniones de alguien son tan importantes que exigen laatenci6n del pblico. Se puede presenciar muy vvidamente cmo opera esta funci6n conferidora de

    status en la pauta publicitaria segn la cual "personas destacadas" recomiendan un producto. En vastos

    crculos de la poblacin (aunque no dentro de ciertas capas sociales selectas), tales recomendaciones no

    sio subrayan el prestigio del producto sino que tambin reflejan prestigio en la persona que formula

    esas recomendaciones. Anuncian pblicamente que el grande y poderoso mundo del comercio lo consi-

    dera poseedor de un status lo bastante alto como para que su opinin importe a mucha gente. En una

    palabra: su recomendacin testimonia su propio status.

    La encarnacin ideal, aunque domstica, de esta pauta circular de prestigio, aparece en la serie

    Lord Calvert de avisos que giran alrededor de "Hombres distinguidos". La firma comercial y el comer-

    cializado fiador del mrito del producto inician una serie interminable de alabanzas recprocas. De

    hecho, un hombre distinguido congratula a un distinguido whisky, el cual, a travs del fabricante, con-

    gratula al hombre distinguido por serlo tanto que se lo busca para que recomiende la distinci6n del pro-

    ducto. Es posible que el funcionamiento de esta sociedad de mutua admiracin sea tan ilgico como

    eficaz. Es evidente que los pblicos de los medios masivos de comunicacin suscriben la creencia cir-

    cular: "Si alguien es realmente importante, estar en el centro de la atencin masiva, y si alguien est en

    el centro de la atencin masiva, no cabe duda de que realmente debe ser importante".

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    Esta funcin conferidora de status se incorpora as a la accin social organizada legitimando

    programas, personas y grupos elegidos que reciben el apoyo de los medios masivos de comunicacin.

    Tendremos ocasin de sealar el funcionamiento detallado de esta funci6n al referirnos a las condicio-

    nes que permiten la mxima utilizacin de los medios masivos de comunicacin para fines sociales

    designados. Por el momento. habiendo examinado la funcin conferidora de status, consideremos otra:

    la imposicin de normas sociales a travs de los medios masivos de comunicacin.

    Imposicin de normas sociales

    Frases hechas como "el poder de la prensa" (y de otros medios masivos de comunicacin) o "el

    resplandor de la publicidad", se refieren presumiblemente a esta funcin. Es posible que los medios

    masivos de comunicacin estimulen la accin social organizada "denunciando" situaciones que contra-

    dicen la moralidad pblica, pero no se debe presuponer prematuramente que esta pauta consiste sim-

    plemente en dar a conocer con amplitud estas desviaciones. A este respecto tenemos algo que aprender

    de las observaciones de Malinowski entre sus queridos habitantes de las Islas Trobriand. All, segn

    informa no se efecta ninguna accin organizada con respecto a una conducta desviada de una norma

    social a menos que haya un anunciopblico de esa desviacin. No se trata simplemente de poner a los

    individuos del grupo al corriente de los hechos en cuestin. Es posible que muchos hayan estado priva-damente al tanto de estas desviaciones (por ejemplo, incesto entre los trobriandeses, como corrupcin

    poltica o financiera, prostitucin, juegos de azar entre nosotros), pero que no hayan reclamado accin

    publica. Pero cuando las desviaciones de conducta se hacen simultneamente pblicas para todos, esto

    pone en movimiento tensiones entre lo "privadamente tolerable" y lo "pblicamente reconocible".

    El mecanismo de la denuncia pblica parecera funcionar aproximadamente de la manera si-

    guiente. Muchas normas sociales resucitan inconvenientes para individuos de la sociedad. Actan con-

    tra la gratificacin de aspiraciones e impulsos. Como las normas pueden resultar gravosas para mu-

    chos, hay cierta indulgencia al aplicarlas, tanto a uno mismo como a otros. Por eso surge la conducta

    desviada y la tolerancia pblica de estas desviaciones. Pero esto puede continuar slo mientras no se

    est en situacin de tener que tomar posicin en pblico a favor o en contra de las normas. La publici-

    dad, la compulsiva admisin por miembros del grupo de que estas desviaciones han tenido lugar, re-quiere que cada individuo tome tal posicin. Debe alinearse entre los inconformistas, proclamando as

    su repudio de las normas grupales y afirmando asque l tambin est fuera del marco moral, o bien,

    cualesquiera que seansus predilecciones privadas, debe acatar apoyando la norma. La publicidadcierra

    la brecha entre "actitudes privadas" y "moralidad pblica".

    La publicidad ejerce presin para una moralidad nica y no dual impidiendo que se eluda la

    cuesti6n de modo permanente. Suscita reafirmacin pblica y aplicacin (aun espordica) de la norma.

    En una sociedad de masas, esta funcin de denuncia pblica est institucionalizada en los

    medios masivos de comunicacin. Los diarios, la radio y las revistas denuncian ala vista del pblico

    desviaciones bien conocidas y por lo general esta denuncia obliga a cierto grado accin pblica contra

    lo que se ha tolerado en privado. Los medios masivos de comunicacin pueden, por ejemplo, introducir

    serias tensiones en la "discriminacin racial corts llamando la atencin del pblico hacia estas prcti-

    cas que contradicen las normas de no discriminacin. A veces los medios masivos de comunicaci6n

    pueden organizar las actividades de denuncia convirtindolas en una "cruzada".

    Estudiando las cruzadas emprendidas por los medios masivos de comunicacin se podra avan-

    zar mucho en el sentido de dar respuesta a interrogantes fundamentales acerca de la relacin de dichos

    medios con la accin social organizada Es esencial saber, por ejemplo, en qu medida la cruzada pro-

    porciona un centro organizativo para individuos que, en otros aspectos, no estn organizados. Es posi-

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    ble que la cruzada obre de modo distinto entre los diversos sectores de la poblacin. En algunos casos,

    quiz su efecto fundamental no sea tanto suscitar una ciudadana indiferente como alarmar a los acusa-

    dos, conducindolos a medidas extremas que, a su vez, los malquistan con el electorado. La publicidad

    puede inquietar tanto al trasgresor, que lo obligue a huir, asocurri por ejemplo, con algunos de los

    principales secuaces de la pandilla Tweed al ser denunciados por el NewYork Times. Es posible tam-

    bin que los principales culpables de la corrupcin teman la cruzada debido solamente al efecto que

    prevn sobre el electorado. Por eso, con una evaluaci6n asombrosamente realista de la conducta de suelectorado en cuanto a las comunicaciones, el jefe Tweed coment irritado, refirindose a las mordaces

    caricaturas de Thomas Nast en Harper's Weekly: "Me importan un bledo esos artculos periodsticos:

    mis votantes no saben leer, pero no pueden dejar de ver esos malditos dibujos"1

    .

    Tal vez la cruzada inf1uya en el pblico de manera indirecta. Es posible que centre la atencin

    de una ciudadana hasta entonces aletargada que se ha vuelto indiferente a travs de la familiaridad

    con la corrupcin reinante en algunas cuestiones simplificadas dramticamente. Como seal una

    vez Lawrence Lowell refirindose en general a estos problemas, las complejidades suelen inhibir la

    accin de masas. Las disyuntivas pblicas deben ser definidas en alternativas sencillas, en trminos

    bien contrastados para que sea posible la accin pblica organizada. Y esta presentaci6n de alternativas

    sencillas sea una de las principales funciones de la cruzada. Es posible que abarque tambin otros me-

    canismos. Aunque el gobierno municipal no sea totalmente limpio, rara vez es totalmente corrupto.Generalmente hay algunos miembros escrupulosos de la administracin y la sindicatura entreverados

    con sus colegas faltos de principios. La cruzada puede fortalecer a los elementos probos del gobierno,

    obligar a pronunciarse a los indiferentes y debilitar a los corruptos. Por ltimo, es muy posible que una

    cruzada victoriosa ejemplifique un proceso circular autosostenido en el cual, la preocupacin de los

    medios masivos de comunicacin por el inters pblico coincide con su propio inters. Quiz la cruza-

    da triunfante aumente el podero y el prestigio del medio masivo de comunicacin, volvindolo con ello

    a su vez ms formidable en posteriores cruzadas, que si logran xito, pueden impulsar ms an su pode-

    ro y prestigio.

    Cualquiera que sea la respuesta a estos interrogantes, es evidente que los medios masivos de

    comunicaci6n sirven para reafirmar normas sociales denunciando a la vista del publico las desviaciones

    respecto de dichas normas. Estudiando la gama particular de normas as reafirmadas se obtendra unclaro ndice de la medida en la cual estos medios encaran problemas perifricos o centrales de la estruc-

    tura de nuestra sociedad.

    La disfuncin narcotizante

    Evidentemente, tanto la funcin conferidora de status como la reafirmadora de normas sociales

    son bien reconocidas por quienes manejan los medios masivos de comunicacin. Como otros mecanis-

    mos sociales y psicolgicos, estas funciones se prestan a diversas formas de aplicacin. Conocer estas

    funciones es poder, y el poder puede ser utilizado para intereses especiales o para el inters general.

    Otra consecuencia social de los medios masivos de comunicacin ha quedado inadvertida en

    gran medida, a1 menos ha merecido pocos comentarios exp1citos, y no ha sido puesta sistemticamen-

    teen uso para favorecer objetivos planificados. Se la puede llamar la disfuncin narcotizante de los

    medios masivosde comunicacin. Se ladenomina disfuncional en vez de funcional, basndose en la

    1James Bryce, The Amerloan Commonmea/th, voume 2. Copyright 1898 de Macmillan and Company; 1910, 1914 de The

    Macmillan Cornpany, 1920 de The Right Honorable Viecount Bryce.

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    presuncin de que no corresponde al inters de la moderna sociedad compleja tener grandes masas de la

    poblacin polticamente apticas e inertes. Como acta este mecanismo no planificado?

    Algunos estudios dispersos han indicado que los norteamericanos dedican un tiempo cada vez

    mayor a los productos de los medios masivos de comunicacin Con ntidas variaciones en distintas

    regiones y entre diversas capas sociales, lo que vierten los medios masivos de comunicaci6n presumi-

    blemente permite al norteamericano del siglo XX mantenerse al da con el mundo. Se sugiere, sin em-

    bargo, la posibilidad de que este vasto aprovisionamiento de comunicacin no suscite sino una preocu-paci6n superficial sobre los problemas de la sociedad, y de que tras esta superficialidad se oculte con

    frecuencia una apata de masas.

    Es posible que recibir este aluvin de informacin sirva para narcotizar y no para estimular al

    lector u oyente medio. Leyendo y escuchando durante lapsos crecientes, dispone de cada vez menos

    tiempo para la accin organizada, El individuo lee descripciones de problemas y disyuntivas, y es posi-

    ble incluso que analice lneas de accin alternativas. Pero esta conexin algo intelectualizada, algo re-

    mota, con la accin social organizada no es activada. E1 ciudadano interesado e informado puede felici-

    tarse por la magnitud de sus intereses e intormaci6n, omitiendo advertir que se ha abstenido de decidir y

    actuar. En resumen: interpreta su contacto secundario con el mundo de la realidad poltica , el hecho de

    leer, escuchar y pensar, como una actuacin delegada. Llega a confundir el saber sobre problemas del

    momento con el hacer algo respecto de ellos. Su conciencia social queda inmaculadamente limpia. Estpreocupado. Estinformado. Y tiene toda clase de ideas en cuanto a lo que se deber a hacer, pero una

    vez que ha consumido su cena, una vez que ha escuchado sus programas radiales favoritos y una vez

    que ha ledo su segundo diario del da, es realmente hora de acostarse.

    A este peculiar respecto, se puede incluir a las comunicaciones masivas entre los narcticos so-

    ciales ms respetables y eficaces. Quiz sean tan plenamente eficaces que impidan al adicto reconocer

    su propio mal.

    Es evidente que los medios masivos de comunicacin han elevado el nivel de informacin de

    vastas poblaciones. No obstante, y al margen de la intencin, es posible que las crecientes dosis de co-

    municaciones masivas estn transformando inadvertidamente las energas de los hombres, de participa-

    cin activa en saber pasivo.

    La existencia de esta distincin narcotizante es indudable, pero aunfalta determinar en que me-dida opera. Investigar este problema sigue siendo una de las muchas tareas que an se presentan al es-

    tudioso de las comunicaciones masivas.

    Estructura de la propiedad y control de los mass-media

    Hasta aquhemos considerado los medios masivos de comunicacin haciendo abstraccin de su

    incorporacin a una determinada estructura social y econmica. Pero es evidente que los efectos socia-

    les de los medios masivos de comunicacin varan con el sistema de propiedad y control. Por eso, exa-

    minar los efectos sociales de los medios masivos de comunicacin norteamericanos es abordar nica-

    mente los efectos de aquellos como empresas de propiedad privada, administradas en funcin de la ga-

    nancia. Es bien sabido que esta circunstancia no es inherente a la ndole tecnolgica de los medios ma-

    sivos de comunicacin. En Inglaterra, por ejemplosin mencionar a Rusia la radio es, en todos los

    aspectos y para todas las finalidades, propiedad del gobierno, que la controla y maneja.

    La estructura del control es totalmente distinta en Estados Unidos. Su caracterstica principal de-

    riva de esta circunstancia: salvo en cuanto al cine y los libros, no es el lector de revistas, el oyente de

    radio ni, en gran medida, el lector de diarios quien mantiene a la empresa, sino el anunciador. Las

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    grandes empresas financian la produccin y distribucin de los medios masivos de comunicacin. Y al

    margen de toda intencin, quien paga a la orquesta es generalmente el que impone el repertorio.

    Conformismo social

    Dado que los medios masivos de comunicacin son sustentados por grandes empresas comercia-les inscriptas en el sistema social y econmico vigente, dichos medios contribuyen al mantenimiento de

    ese sistema. Esta contribucin no aparece nicamente en la eficaz publicitacin del producto ofrecido

    por el patrocinador. Se desprende, ms bien, de la tpica presencia en los relatos de las revistas, pro-

    gramas de radio y columnas periodsticas, de algn elemento de confirmacin, algn elemento de apro-

    bacin de la actual estructura de la sociedad. Y esta permanente reafirmacin subraya el deber de acep-

    tar.

    En la medida en que los medios de comunicaci6n de masas han tenido una influencia sobre su

    pblico, sta ha surgido no slo de lo que se dice, sino, ms importante, de lo que no se dice. Es que

    stos medios no slo afirman permanentemente el status quo sino que, en igual medida, omiten suscitar

    cuestiones esenciales sobre la estructura de la sociedad. Con ello, guiando hacia el conformismo y pro-

    porcionando muy poca base para alguna evaluaci6n critica de la sociedad, los medios masivos de co-municacin con patrocinio comercial traban de modo indirecto, pero eficaz, el s1ido desarrollo de una

    perspectiva autnticamente crtica.

    Afirmar lo que antecede no implica desconocer los artculos periodsticos o programas radiales

    ocasionalmente crticos. Pero estas excepciones son tan escasas, que se pierden en el torrente arrollador

    de materiales conformistas. El doctor Lyman Bryson, por ejemplo, ha venido emitiendo un programa

    semanal donde evala crtica y racionalmente problemas sociales en general, y la instituci6n de la radio

    en particular. Pero estos quince minutos en que el seor Bryson aborda tales cuestiones por una sola

    cadena constituye una gota infinitsimamente pequea en el torrente semanal de materiales provenien-

    tes de cuatro grandes cadenas, de unas quinientas setenta estaciones no adheridas, de centenares de re-

    vistas y de Hollywood.

    Dado que nuestros medios masivos de comunicacin con patrocinio comercial promueven unafidelidad en gran medida irreflexiva a nuestra estructura social, no se puede confiar en que obren a fa-

    vor de cambios, asi sean pequeos en dicha estructura. Es posible enumerar algunos acontecimientos

    que indican lo contrario, pero que al ser examinados con atencin resultan ser ilusorios. Es posible que

    un grupo comunitario como la Asociacin de Padres y Maestros solicite al productor de una serie radial

    que introduzca en el programa el tema de las actitudes de tolerancia racial. Si el productor piensa que

    ese tema no es peligroso, que no disgustar a ningn sector sustancial de su pblico, quizs acepte, pero

    al primer indicio de que es un tema peligroso, que puede alejar a clientes potenciales se negar o no

    tardar en abandonar el experimento. Los medios masivos de comunicaci6n renuncian invariablemente

    a los objetivos sociales cuando stos chocan con los beneficios econ6micos. Los smbolos secundarios

    de opiniones "progresistas" son de escasa importancia, ya que slo se los incluye por concesin de los

    patrocinadores, y nicamente a condicin de que sean lo bastante aceptables como para no alejar a nin-

    guna parte apreciable del pblico. La presi6n econmica redunda en conformismo por omisin de las

    cuestiones delicadas.

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    Impacto sobre el gusto popular

    Como la mayor parte de nuestra radio, pelculas, revistas y una parte considerable de nuestros

    libros y peridicos estn dedicados al "entretenimiento", deberemos examinar el impacto de los medios

    masivos de comunicaci6n sobre el gusto popular.

    Si preguntramos al norteamericano medio con alguna pretensin de refinamiento literario y es-

    ttico si las comunicaciones de masas han tenido algn efecto sobre el gusto popular, respondera sinduda con una resonante afirmacin. Ms aun: citando abundantes casos, insistirla en que los gustos es-

    tticos e intelectuales han sido depravados por la irrupcin de productos triviales provenientes de las

    imprentas, de las estaciones de radio y de los estudios de cine. En las columnas de critica abundan estas

    quejas.

    En cierto sentido, esto no requiere mayor anlisis. No puede haber dudas de que las mujeres que

    se pasan todos los das tres o cuatro horas absortas en unas doce "radionovelas" consecutivas, todas

    salidas del mismo tenebroso molde, exhiben una espantosa falta de criterio esttico. Tampoco modifi-

    can esta impresi6n los contenidos de las revistas sensacionalistas o elegantes, ni la deprimente abun-

    dancia de pelculas trilladas colmadas de hroes, heronas y villanos que se mueven en una atmsfera

    falsa, de sexo, pecado y xito.

    No obstante, si no situamos estas pautas en trminos histricos y sociolgicos, podemos encon-tramos confusamente empeados en condenar sin comprender, en una critica que es sana, pero en gran

    medida irrelevante. Cul es la condici6n histrica de este nivel notoriamente bajo del gusto popular?

    Son los mseros restos de criterios que antes fueron significativamente ms altos, algo relativamente

    nuevo en el mundo de los valores, en gran medida desvinculado de los niveles ms altos desde los cua-

    les se aduce que ha caldo, o un mal sustituto que impide el desarrollo de criterios ms elevados y la

    expresin de una elevada finalidad esttica?

    Si hay que examinar los gustos estticos en su marco social, debemos admitir que el pblico real

    de las artes seha modificado hist6ricamente. Hace algunos siglos, este pblico se limitaba principal-

    mente a una elite aristocrtica selecta. Eran relativamente pocos los que saban leer y escribir. Y muy

    pocos posean recursos para comprar lbros, concurrir a los teatros y trasladarse a los centros artsticos

    urbanos. Apenas una fracci6n reducida, posiblemente no mas del uno o dos por ciento, compon a el realpublico de arte. Estos pocos afortunados cultivaban sus gustos estticos y su demanda selectiva dej su

    sello en forma de cnones artistcos relativamente altos.

    Con la vasta difusi6n de la educacin popular y con el surgimiento de nuevas tecnologas de

    comunicacin masiva se desarroll un mercado enormemente ampliado para las artes. Algunas formas

    de msica, teatro y literatura llegan ahora prcticamente a todos en nuestra sociedad. A eso se debe, por

    supuesto, que hablemos de mediosmasivos de comunicacin y de arte de masas. Y los grandes pblicos

    de los medios masivos de comunicacin, aunque en general saben leer y escribir, no son muy refinados.

    Ms o menos la mitad de la poblaci6n, a decir verdad, ha interrumpido su educaci6n formal al egresar

    de la escuela primaria.

    Con el ascenso de la educacin popular se ha producido una aparente declinacin en el gusto

    popular. Grandes cantidades de personas han adquirido lo que podra llamarse "instrucci6n formal", o

    sea la capacidad de leer, de captar sentidos burdos y superficiales y una correlativa incapacidad para la

    plena comprensin de lo que leen2. Ha surgido en suma, una marcada brecha entre instruccin y com-

    2

    James Bryce percibi esto con claridad caracterstica: "No hace falta decir que la educacin de las masas es empero una

    educacin superficial Basta para permitirles pensar que saben algo acerca de los grandes problemas de la poltica; no bas-

    ta para mostrarles que poco saben. La escuela primaria pblica da a cada cual la llave del saber cuando hace familiar el

    leer y escribir, pero no tiene tiempo para ensearles a usar la llave cuyo uso en verdad por las presiones del trabajo coti-

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    prensin. La gente lee ms, pero comprende menos. Ms personas leen, pero son proporcionalmente

    menos los que asimilan crticamente aquello que leen.

    Nuestra formulacin del problema ya debe estar clara. Es engaoso hablar simplemente de la

    decadencia de los gustos estticos. Es probable que los pblicos de masas incluyan una mayor cantidad

    de personas con criterios estticos refinados, pero stas se pierden entre las grandes masas que constitu-

    yan el nuevo pblico ineducado de las artes. Mientras que ayer la elite constitua prcticamente todo el

    pblico, hoy es una pequea parte del todo.En consecuencia, se ha rebajado el nivelpromedio de valores y gustos estticos de los pblicos,

    aunque sin duda los gustos de algunos sectores de la poblacin se haya elevado y la cantidad total de

    personas que reciben contenidos de comunicacin haya aumentado mucho.

    Pero este anlisis no responde directamente a la pregunta acerca de los efectos de los medios

    masivos de comunicacin sobre el gusto del pblico, un interrogante tan complejo como inexplorado.

    Slo una investigacin disciplinada puede darle respuesta. Habra que saber, por ejemplo, si los me-

    dios masivos de comunicacin han despojado a la elite intelectual y artstica de las formas artsticas

    que, de lo contrario, habran sido accesibles para ella. Y esto requiere examinar la presin ejercida por

    el pblico de masas sobre los individuos creativos para que abastezcan los gustos masivos. En todas las

    pocas hubo escribas a sueldo. Pero seria tmportante saber si la electrificacin de las artes proporciona

    energa para una proporcin significativamente mayor de luces literarias mortecinas. Y sobre todo, seriaesencial determinar si los medios masivos de comunicacin y los gustos de masas estn inevitablemen-

    te ligados en un circulo vicioso de valores deteriorados, o si una accin adecuada de quienes dirigen los

    medios rnasivos de comunicacin podra iniciar un circulo virtuoso de perfeccionamiento acumulativo

    del gusto en sus pblicos. Ms concretamente: quienes manejan los medios masivos de comunicacin

    comercializados se hallan atrapados en una situacin en la que, al margen de sus preferencias privadas,

    no pueden elevar radicalmente el nivel esttico de sus productos ?

    Cabe sealar, de paso, que mucho queda por aprender respecto de los niveles adecuados para el

    arte de masas. Es posible que valores correspondientes a formas artsticas producidas por un pequeo

    grupo de talentos creativos para un pblico reducido y selectivo no sean aplicables a formas artsticas

    producidas por una industria gigantesca para la poblacin en general. Los comienzos de investigacin

    sobre este problema son lo bastante sugestivos como para justificar su estudio ulterior 3.Los experimentos espordicos y, en consecuencia, inconcluyentes de elevacin de los nive-

    les han tropezado con la profunda resistencia de los pblicos de masas. A veces, estaciones y cadenas

    radiales han intentado suplantar una radionovela por un programa de msica artstica, o por piezas bre-

    ves con el anlisis de problemas de inters pblico. En general, las personas a quienes se supone benefi-

    ciadas por esta reforma de programas se han negado simplemente a dejarse benaficiar. Dejan de escu-

    char. El pblico disminuye. Algunas investigaciones han indicado, por ejemplo, que los programas ra-

    diales de msica artstica tienden a preservar y no a crear inters en dicha msica, y que los intereses

    que surgen son tpicamente superficiales. Casi todos los oyentes de estos programas ya haban adquiri-

    do previamente inters por la msica artstica; los pocos cuyo inters se inicia con estos programas son

    atrados por composiciones meldicas y pasan a pensar en la msica artstica exclusivamente en trmi-

    nos de Chaikovski, Rimski-Korsakov o Dvorak.

    diano est casi limitado al peridico y la revista. Podemos decir asque si la educacin poltica del votante norteamericano

    medio se compara con la del votante medio, en Europa es alta; pero si se la compara con las funciones que le asigna la teo-

    ra del gobierno norteamericano, que su espritu implica, que los mtodos deorganizacin de su partido presuponen su in-

    suficiencia es manifiestaMutatis mutandis tal vez pueda decirse lo mismo del abismo que hay entre la teora del conteni-

    do cultural superior en los medios rnasivos de comunicacin y los niveles actuales da educacin popular.3

    Cf. Captulo XVI de The Communication of Ideas, de P. Lazarsfeld y R. K. Merton, Nueva York, Harper & Brothers, 1948

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    Es probable que las soluciones propuestas para estos problemas nazcan ms de la fe que del co-

    nocimiento. Mejorar los gustos de las masas mediante el mejoramiento de los productos artsticos de

    rnasas no es una cuestin tan sencilla como nos gustara creer. Es posible, por supuesto, que no se haya

    hecho un intento concluyente. Mediante un triunfo de la imaginacin sobre la actual organizacin de los

    medios masivos de comunicacin, se puede concebir una rigurosa censura, de modo que no se permi-

    tiera imprimir, emitir ni filmar nada salvo lo mejor que se ha pensado y dicho en el mundo . Queda

    sujeto a la especulacin si un cambio radical en el suministro de arte de masas transformar a con eltiempo los gustos del publico masivo. Hacen falta dcadas de experimentacin e investigacin. Por

    ahora es notable lo poco que sabemos acerca de los mtodos encaminados a mejorar los gustos estti-

    cos, y sabemos que algunos de los mtodos sugeridos son ineficaces. Conocemos muy bien los fraca-

    sos. Si esta discusin se reabriera en 1976, tal vez podamos informar con igual seguridad que conoce-

    mos logros positivos.

    A esta altura de la exposicin, podemos detenernos para observar el camino recorrido. Como in-

    troduccin, consideramos las fuentes aparentes de generalizada preocupacin por el lugar que ocupan

    los medios masivos de comunicacin en nuestra sociedad. A partir de allexaminamos primero la fun-

    cin social atribuble a la mera existencia de los medios masivos de comunicacin: su funcin conferi-

    dora de status, su funcin en cuanto a inducir a la aplicacin de normas sociales y su disfuncin narco-

    tizante. En segundo lugar, sealamos las restricciones impuestas por una estructura comercial de pro-piedad y control, a los medios masivos de comunicacin como rganos de critica social y como porta-

    dores de altos niveles estticos. Pasamos ahora al tercero y ltimo aspecto de la funcin social de los

    medios masivos de comunicacin: las posibilidades de utilizarlos para avanzar hacia tipos designados

    de objetivos sociales.

    Propaganda para objetivos sociales

    Acaso esta ltima cuestin tenga un inters mas directo que las ya analizadas. Representa para

    nosotros algo ascomo un reto, ya que ofrece los medios para resolver la manifiesta paradoja a la cual

    nos referimos con anterioridad: la aparente paradoja que surge al afirmar que se ha exagerado la signifi-cacin de la mera existencia de los medios masivos de comunicacin, y los mltiples indicios de que

    stos en verdad ejercen influencias sobre sus pblicos.

    Cules son las condiciones para el uso efectivo de los medios masivos de comunicacin en lo

    que podra llamarse "propaganda para objetivos sociales": la promocin, digamos, de relaciones racia-

    les no discriminatorias, o de reformas educacionales, o de actitudes positivas hacia el movimiento obre-

    ro organizado? Las investigaciones indican que deben satisfacerse por lo menos una de tres condiciones

    para que esta propaganda resulte eficaz. Estas condiciones pueden ser brevemente designadas como: (1

    ) monopolizacin. (2) canalizacin ms que cambio de los valores bsicos, y (3) contacto directo

    complementario. Cada una de estas condiciones merece cierto anlisis.

    Monopolizacin

    Esta situacin surge cuando hay en los medios masivos de comunicacin poca o ninguna oposi-

    cin a la difusin de valores, programas o imgenes pblicas. O sea que la monopolizacin de los me-

    dios masivos de comunicacin tiene lugar sin la presencia de contrapropaganda.

    En este sentido limitado, la monopolizacin de los medios masivos de comunicacin aparece en

    diversas circunstancias. Es inherente, por supuesto, a la estructura poltica de la sociedad autoritaria,

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    donde el acceso a los medios masivos de comunicacin se halla totalmente cerrado para quienes se

    oponen a la ideologa oficial. Hay pruebas que sugieren que este monopolio jug algn papel en el con-

    trol por parte de los nazis sobre el pueblo alemn.

    Pero otros sistemas sociales se aproximan a esta misma situacin. Durante la guerra, por ejem-

    plo, nuestro gobierno utilizo la radio, con algn xito, para fomentar y mantener la identiflcacin con el

    esfuerzo blico. La efectividad de estos intentos de fortalecer la moral se debi en gran medida a la au-

    sencia prcticamente total de contrapropaganda.Surgen situaciones similares en el mundo de la propaganda comercializada. Los medios masivos

    de comunicacin crean dolos populares. Las imgenes pblicas de la interprete de radio Kate Smith,

    por ejemplo, la describen como una mujer con una inigualable comprensin de las dems mujeres nor-

    teamericanas, que simpatiza hondamente con los hombres y mujeres comunes, que es gua y mentora

    espiritual, una patriota cuyas opiniones sobre la cosa pblica deben ser tomadas en serio. Ligadas con

    las principales virtudes norteamericanas, las imgenes pblicas de Kate Smith no estn sujetas en modo

    alguno a una contrapropaganda. No esque no tenga competidores en el mercado de la publicidad radial,

    sino queninguno de ellos se dedica sistemticamente a cuestionar lodicho por ella. En consecuencia,

    millones de mujeres norteamericanaspueden visualizar a una intrprete radial soltera, cuyos ingresos

    anuales se cuentan en seis cifras, como una madre laboriosa que sabe la receta para administrar la vida

    con quinientos dlares por ao.Esta imagen de un dolo popular tendra mucho menos vigencia si estuviera sometida a contra-

    propaganda. Tal neutralizacin tiene lugar, por ejemplo, como resultado de campaas preelectorales

    hechas por republicanos y demcratas. Un estudio reciente ha demostrado que, por lo general, la propa-

    ganda emitida por cada uno de estos partidos neutraliza el efecto de la propaganda del otro. Si ambos

    partidos renunciaran totalmente a hacer proselitismo a travs de los medios masivos de comunicacin,

    es muy probable que el efecto neto sera reproducir la actual distribucin de votos.

    Esta pauta general ha sido descrita por Kenneth Burke en su obra Attitudes Toward History: " . .

    . los hombres de negocios compiten entre s procurando alabar su propia mercanca ms persuasiva-

    mente que sus rivales, rnientras que los polticos Compiten difamando al oponente. Todo sumado, se

    obtiene un total general de alabanza total en los negocios y un total general de difamaci n absoluta en

    la poltica".En la medida en que las propagandas polticas contrapuestas en los medios masivos de comuni-

    cacin se equilibran, el efecto total es imperceptible. Sin embargo, la virtual monopolizaci6n de los

    medios masivos de comunicacin para determinados objetivos sociales producir efectos discernibles

    sobre los pblicos.

    Canalizacin

    Las creencias reinantes en el enorme podero de las comunicaciones de masas evidencian deri-

    var de casos exitosos de propaganda monoplica, o de la publicidad. Pero saltar de la eficacia de la pu-

    blicidad a presumir la eficacia de una propaganda apuntada hacia actitudes hondamente arraigadas y

    conductas que se relacionan con el ego es tan injustificado como peligroso. La publicidad se dirige

    tpicamente hacia la canalizacin de pautas de conducta o actitudes preexistentes. Rara vez procu-

    ra inculcar nuevas actitudes o crear pautas de conducta significativamente nuevas. "La publicidad da

    ganancias" porque generalmente remite a una situacin psicolgica sencilla. Para norteamericanos que

    se han socializado en el uso de un cepillo de dientes, tiene relativamente poca importancia qu marca

    de cepillo utilizan. Una vez que se ha establecido la pauta general de conducta o la actitud genrica, se

    la puede canalizar en una u otra direccin. La resistencia es poca. Pero la propaganda de masas encuen-

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    tra siempre una situaci6n ms compleja. Tal vez procura objetivos que se contraponen a actitudes muy

    arraigadas. Tal vez procure modificar y no canalizar sistemas de valores vigentes. Y es posible que los

    xitos de la publicidad no hagan ms que poner de relieve los fracasos de la propaganda. Gran parte de

    la propaganda actual encaminada a abolir tenaces prejuicios tnicos y raciales, por ejemplo, parece ha-

    ber tenido poca eficacia.

    Por consiguiente los medios masivos de comunicacin han sido utilizados con eficacia para ca-

    nalizar actitudes bsicas, pero hay pocos indicios de que hayan servido para cambiarlas.

    Complementacin

    Una propaganda de masas de ndole no monoplica ni canalizadora puede, no obstante, resultar

    eficaz si confluye con una tercera situacin: su complementacin mediante contactos directos.

    Hay un caso ilustrativo de la interaccin entre medios masivos de comunicacin e influencias

    directas. Una vez examinado, el aparente xito propagandstico logrado hace unos aos por el padre

    Coughlin no demuestra resultar primordialmente del contexto propagandstico de sus charlas radiales.

    Fue producto, en cambio, de estas charlas propagandsticas centralizadas y, adems, de vastas organiza-

    ciones locales que tomaron medidas para que sus miembros lo escucharan, y luego participaran en dis-

    cusiones acerca de las opiniones sociales por l expresadas. Esta combinacin de un aprovisionamientocentral: de propaganda (las arengas de Coughlin por una cadena nacional, la distribucin coordinada de

    peridicos y folletos) y discusiones cara a cara entre grupos relativamente pequeos; este entretejido de

    apoyos recprocos a travs de los medios masivos de comunicaci6n y de las relaciones personales re-

    dund en un xito espectacular.

    Algunos estudiosos de los movimientos de masas han llegado a rechazar la opinin de que la

    mera propaganda en si y de por si crea o mantiene un movimiento. El nazismo no alcanz6 su breve

    momento de hegemona apoderndose de los medios masivos de comunicaci6n. Estos cumplieron una

    funcin ancilar, complementando el uso de la violencia organizada, la distribuci6n organizada de re-

    compensas a la docilidad y los centros organizados de adoctrinamiento local. La Uni6n Sovi tica utiliza

    tambin amplia y notablemente los medios masivos de comunicaci6n para adoctrinar a enormes pobla-

    ciones en la ideologa adecuada. Pero los organizadores del adoctrinamiento tuvieron buen cuidado deque los medios masivos de comunicaci6n no actuaron solos. "Rincones rojos", "cabaas de lectura" y

    "estaciones de audicin" constituan sitios de reunin donde grupos de ciudadanos reciban juntos lo

    que ofrecan los medios masivos de comunicacin. Las cincuenta mil salas y clubes de lectura nacidos

    alrededor de 1933 perrnitan a la elite ideolgica local repasar con los sectores de base el contenido de

    lo que lean. Tambin la relativa escasez de radios en las casas privadas contribua a que se escuchara

    en grupo y se discutiera en grupo lo que se haba odo.

    En estos casos, la maquinaria para la persuasi6n de masas inclua contacto directo en el marco

    de organizaciones locales como apndice de los medios masivos de comunicacin. La reaccin indivi-

    dual y privada a los materiales ofrecidos por los canales de comunicacin de masas era considerada

    insuficiente para transformar la mera recepci6n de propaganda en propaganda eficaz. En una sociedad

    como la nuestra, donde las tendencias a la burocratizaci6n no se han vuelto an tan penetrantes o, por lo

    menos, no han cristalizado todava tan claramente, se ha comprobado que los medios masivos de co-

    municacin alcanzan su mayor efectividad en conjuncin con centros locales de contacto directo orga-

    nizado.

    Varios factores contribuyen a la mayor eficacia de esta conjuncin de medios masivos de comu-

    nicacin y contacto personal directo. Es muy evidente que las discusiones locales sirvan para reforzar el

    contenido de la propaganda de masas. Tal confirmacin mutua produce un "efecto de afianzamiento".

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    En segundo lugar, los medios de comunicacin centrales reducen la tarea del organizador local, y en un

    movimiento popular no hace falta que los niveles de capacidad de los subalternos sean tan rigurosos.

    Los subalternos no tienen que explicar por si mismos el contenido propagandstico, sino slo conducir a

    los conversos potenciales hasta la radio donde se expone la doctrina. En tercer lugar, la aparicin de un

    representante del movimiento en una cadena nacional, o su mencin en la prensa nacional, sirven para

    simbolizar la legitimidad e importancia del movimiento. No es una iniciativa sin fuerza ni consecuen-

    cias. Como ya vimos, los medios masivos de comunicacin confieren status. Y el status del movimentonacional se refleja, a su vez, en el status de las clulas locales, consolidando aslas decisiones proviso-

    rias de sus miembros. En este ordenamiento interrelacionado, el organizador local garantiza un pblico

    para el orador nacional, y ste convalida el status del organizador local.

    Este breve resumen de las situaciones en que los medios masivos de comunicacin logran su

    mximo efecto propagandstico puede resolver la aparente contradiccin que se plante al comienzo de

    nuestro anlisis. Los medios masivos de comunicacin alcanzan su mxima eficacia cuando actan en

    una situacin de virtual "monopolio psicolgico" o cuando el objetivo es canalizar y no modificar acti-

    tudes bsicas, o cuando actan en conjuncin con contactos directos.

    Pero estas tres condiciones pocas veces son satisfechas al mismo tiempo en la propaganda de

    objetivos sociales En la medida en que la monopolizacin de la atenci6n es poco habitual, las propa-

    gandas contrapuestas tienen libre juego en una democracia. Y en general, las cuestiones sociales bsicasimplican ms que una mera canalizacin de actitudes bsicas preexistentes; exigen, en cambio, cambios

    sustanciales de actitud y conducta. Finalmente, y la razn es evidente, la estrecha colaboracin entre

    medios masivos de comunicacin y centros localmente organizados para el contacto directo pocas ve-

    ces ha sido lograda por grupos que bregan por un cambio social planificado. Esos programas son costo-

    sos, y son precisamente esos grupos los que pocas veces tienen los vastos recursos necesarios para

    abordar programas tan caros. Los grupos avanzados. situados en los mrgenes de la estructura de poder

    no cuentan habitualmente con los vastos recursos financieros que poseen los grupos satisfechos, ubica-

    dos en el centro.

    Como resultado de esta triple situacin, la funcin actual de los medios masivos de comunica-

    cin se limita en gran medida a preocupaciones sociales perifricas y por ende no exhiben el grado de

    podero social que se les atribuye habitualmente.Por igual motivo, y en vista de la actual organizacin comercial de propiedad y control de los

    medios masivos de comunicacin, stos han contribuido a consolidar la estructura de nuestra sociedad.

    Las finanzas organizadas estn cerca de tener, si, un virtual "monopolio psicologico" sobre los medios

    masivos de comunicacin. Los anuncios radiales y avisos periodsticos se basan, por supuesto, en un

    sistema al que se ha denominado empresa libre, adems, el mundo del comercio se interesa primor-

    dialmente por canalizar y no por modificar radicalmente actitudes bsicas: slo procura crear preferen-

    cias por una marca de producto en lugar de otra. Los contactos directos con aquellos que se han sociali-

    zado en nuestra cultura sirven primordialmente para reforzar las pautas culturales vigentes.

    As, las condiciones mismas que determinan la mxima eficacia de los medios masivos de co-

    municacin obran por la censervaci6n de la estructura social y cultural vigente y no por su cambio.