Las trampas del concepto de Nueva novela histórica

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    Acta Poetica 27 (1)PRIMAVERA

    2006

    Las trampas del concepto la nueva novela histrica

    y de la retrica de lahistoria postoficial

    Lukasz Grtzmacher

    El autor analiza el concepto de nueva novela histrica latinoamericana introdu-cido por Seymour Menton. Despus de revisar una serie de ejemplos de la fic-cin con asunto histrico de la literatura latinoamericana de la segunda mitad delsiglo XX, llega a la conclusin de que la oposicin entre novelas nuevas y tra-dicionales carece de fundamento, y propone su propia visin de estos textos entrminos de ficcionalizacin de una historia postoficial, que introduce su pro-pia problemtica y su peculiar retrica.

    The author analyzes the concept of new historical Latin American novel intro-duced by Seymour Menton. After analyzing some examples of historical fictionin the Latin American works of the second half of 20thcentury, he arrives to theconclusion that the opposition between new and traditional novels lacks a realbase, and he proposes his own vision of these texts in terms of fictionalization ofa post-official history which introduces its own concerns and its own, peculiarrhetorics.

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    Acta Poetica 27 (1)PRIMAVERA

    2006

    Lukasz GrtzmacherUniversidad de Varsovia

    Las trampas del concepto la nueva novela histrica

    y de la retrica de lahistoria postoficial

    En el estudio que ofrezco no hay referencias directas a los tex-tos de Pierrette Malcuzynski. No obstante, existe una relacinimplcita de primer orden: mis planteamientos surgieron a razde nuestras conversaciones y fueron matizndose en dilogo

    con ella. Como resultado llegu a formular mis reservas sobreel concepto de nueva novela histrica y sobre las diversas co-rrientes del discurso sobre el pasado de Hispanoamrica que,desde la perspectiva que propongo, tienden a reproducir unaversin de la historia que he definido comopostoficial. Este l-timo concepto lleg a entusiasmar de tal manera a PierretteMalcuzynski que me anim a desarrollarlo. Por eso me sientoobligado a intervenir, lo que para mi significa cumplir un com-

    promiso con ella.

    Discusin del trmino nueva novela histrica

    Seymour Menton en su ya famoso libro, enumer seis rasgosde lo que llam nueva novela histrica1 e hizo dos listas:

    1Estos rasgos son: 1) la subordinacin de la reproduccin mimtica de ciertoperiodo histrico a la presentacin de algunas ideas filosficas [] [como] la im-posibilidad de conocer la verdad histrica o realidad; el carcter cclico de la his-

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    una de las novelas histricas tradicionales, y otra, de las nue-vas novelas histricas latinoamericanas. Al parecer, la idea de

    Menton fue indicar los puntos en los que las novelas histri-cas clasificadas como nuevas rompen con el esquema de lanovela histrica tradicional o clsica. No obstante, las dis-tinciones hechas por el crtico norteamericano resultan bastan-te superficiales y, en consecuencia, a pesar de que aclaren al-gunas cuestiones, en general ms bien causan confusin.

    A la hora de definir la nueva novela histrica, a Mentonle importa nicamente lo nuevo y parece olvidarse de que es

    tan slo un adjetivo de valor muy relativo. Basta recordar queGeorg Lukcs, en su clsico estudio de la novela histrica,emple el mismo trmino para designar las obras de la segundamitad del siglo XIX. Menton, aunque toma el libro de Lukcscomo punto de partida (cf. el tercer rasgo de la nueva novelahistrica), en ningn momento tiene en cuenta el anlisis queel investigador hngaro hizo de estas obras. Esto no deja de

    sorprender puesto que Lukcs, en su comentario, demostr elimpacto que ideas filosficas como la incognoscibilidad delcurso de la historia en s, la libre y arbitraria interpretabilidadde los hechos o la necesidad de la introyeccin de los pro-pios problemas subjetivos en la historia amorfa, tuvieron enlas novelas histricas ya en el siglo XIX (Lukcs 1966, 302).Ideas que curiosamente concuerdan con aquellas calificadasde nuevas por Menton cien aos ms tarde2

    toria y, paradjicamente, el carcter imprevisible de sta, o sea que los sucesosms inesperados y ms asombrosos pueden ocurrir; 2) la distorsin consciente dela historia mediante omisiones, exageraciones y anacronismos; 3) la ficcionaliza-cin de personajes histricos, a diferencia de la frmula de Walter Scott apro-bada por Lukcs de protagonistas ficticios; 4) la metaficcin o los comentariosdel narrador sobre el proceso de creacin; 5) la intertextualidad; 6) los conceptosbajtinianos de lo dialgico, lo carnavalesco, la parodia y la heteroglosia (Men-ton 1993: 42).

    2 Celia Fernndez Prieto recuerda que la nueva novela histrica continalas transformaciones genricas iniciadas por los autores de la primera mitad delsiglo [XX] (Frnandez Prieto 1998, 150).

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    En cuanto a la novela histrica en general, Menton se limitaa discutir el problema de la distancia temporal entre el autor y

    la historia narrada y queda satisfecho con la definicin de An-derson Imbert, para quien las novelas histricas son las quecuentan una accin ocurrida en una poca anterior a la del no-velista.3En el libro de Menton la nocin de novela histricatradicional tampoco es muy detallada. El autor se contenta conrepasar en tres pginas el desarrollo de la novela histrica ro-mntica y modernista, para pasar enseguida a la supuesta rup-tura, es decir, a las primeras novelas histricas que l percibe

    como nuevas.Sin embargo, el problema es mucho ms complejo. Podemos

    decir que la novela histrica es una convencin4que consta de:reglas que determinan la accesibilidad e inteligibilidad del mun-do histrico presentado en la novela; tcnicas para transformaren histricos los elementos del mundo presentado; diferentesformas de resolver el problema de la perspectiva narrativa; ma-

    neras de entender la veracidad de lo narrado; modos de vincularel texto ficticio con las fuentes historiogrficas. En el texto detoda novela histrica hay indicios de historicidad. El lector,al identificar estos indicios, reconstruye toda la convencin de lanovela histrica e interpreta el texto dentro de sta, para termi-nar aceptando la obra o rechazndola. As transcurre el procesode recepcin de todas las novelas histricas, tanto las tradicio-nales como las nuevas.

    Ahora bien, los novelistas por un lado se sirven de las con-venciones para que sus mensajes lleguen a los lectores aficio-nados al subgnero histrico, pero, por otro, ponen las re-glas en entredicho, juegan con ellas para incentivar al lector yconseguir ciertos efectos como el asombro o la risa. En este

    3Enrique Anderson Imbert, Notas sobre la novela histrica en el siglo XIX,en Arturo Torres-Rioseco, comp., La novela iberoamericana, 1-24, Albuquer-que, University of New Mexico Press, 1952; citado en Menton 1993, 33.

    4Sigo aqu la propuesta terica de Kazimierz Bartoszynski; cf. Bartoszynski1991.

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    contexto, conseguir la reconstruccin ms fidedigna posiblede una poca histrica deja de ser el objetivo ms importante de

    los novelistas. El fenmeno no es nuevo; ya en 1937 Lukcshablaba de florecimiento del jugueteo formal decadente yuna consciente violacin de la historia (Lukcs 1966, 310).Con la ola de pensamiento y esttica postmodernos esta co-rriente salta a la vista y tiende a predominar. Hoy en da casitodos los autores de novela histrica juegan con las conven-ciones, unos de manera ms stil, otros de forma evidente. Demodo que se vuelve muy difcil establecer una frontera entre

    las novelas tradicionales y las nuevas.Los seis rasgos de la nueva novela histrica mencionados

    por Menton no trazan esta frontera. Por ejemplo, enLa guerradel fin del mundo(1981) de Mario Vargas Llosa, obra inclui-da por Menton en la lista de las nuevas novelas histricas,no hay elementos de metaficcin que cuestionen la validez delmundo construido en el libro; tampoco est justificado hablar

    en este caso de una deformacin consciente de la historia (lasdeformaciones de la realidad s que tienen lugar pero en el ni-vel de la conciencia de los personajes). Los protagonistas deotras nuevas novelas histricas, como de El entenado (1983)de Juan Jos Saer, de Maluco (1989) de Napolen BaccinoPonce de Len o de Esta maldita lujuria (1991) de AntonioElio Brailovsky, de ninguna manera se oponen a la frmula deWalter Scott, sealada por Menton. La intertextualidad no es

    un rasgo distintivo, puesto que toda novela histrica es inter-textual por excelencia. La dimensin dialgica la podemos en-contrar en todo discurso, tambin en la novela histrica tradi-cional que, en la mayora de los casos, polemiza con otrostextos (sobre todo con la llamada historiografa oficial). Fi-nalmente, si se trata de la subordinacin de la reproduccinmimtica de cierto periodo histrico a la presentacin de

    algunas ideas filosficas, es, como ya hemos mencionado,una tendencia importante por lo menos desde la segunda

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    mitad del siglo XIXy, por cierto, no es difcil rastrearla enlas novelas histricas calificadas por Menton como tradi-

    cionales.Resumiendo, en la mayora de las novelas segn Men-ton tradicionales, podemos encontrar algunos de los seisrasgos de la nueva novela histrica, aunque no destaquentanto como en las definidas como nuevas. Y, en segundo lu-gar, las nuevas novelas histricas de la lista de Mentonejemplifican los seis rasgos en muy diferente medida, hastael punto en que algunas tienen ms en comn con las tradi-

    cionales que entre s. As que la divisin hecha por Mentonresulta arbitraria. Por ejemplo, en qu sentido La guerra del

    fin del mundoes ms nueva que El general en su laberinto?Qu nos aclara poner la misma etiqueta a El mundo aluci-nantey a El entenado?

    Tendencias globales en la novela histrica

    contempornea: entre dos polos

    En este contexto vale la pena recordar el artculo de FernandoAinsa La reescritura de la historia en la nueva narrativa lati-noamericana (cf. Ainsa 1991). El autor, al analizar la novelahistrica ms reciente, no convierte la expresin la nueva no-vela histrica en trmino, sino que la emplea para designartodas las obras escritas desde fines de los aos setenta. El ar-

    tculo de Fernando Ainsa no permite hacer distincin entre lasnovelas histricas nuevasy las tradicionales. El autor analizatanto las obras desde la perspectiva de Menton tradicio-nales5como los textos que, en el libro del crtico norteameri-

    5Ainsa analiza, entre otros, los libros de Gabriel Garca Mrquez (El generalen su laberinto), Homero Aridjis (1492 vida y tiempos de Juan Cabezn de Cas-tilla),Jorge Ibargengoitia (Los pasos de Lpez),Elena Garro (Los recuerdos del

    porvenir) y Germn Espinosa (Los cortejos del diablo); todos estos textos for-man parte de la lista de las novelas tradicionales de Seymour Menton.

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    cano, aparecen en la lista de las nuevas novelas histricas.Ainsa intenta caracterizar los cambios que tienen lugar en

    todo el gnero de la novela histrica. Lo ms sintomtico re-sulta ser la actitud crtica de los escritores contemporneosfrente al discurso de la historiografa oficial. Al parecer, unode los mviles que con ms frecuencia llevan a los novelistashispanoamericanos a concentrarse en los temas histricos es eldeseo de cuestionar y reescribir la versin estereotipada del pa-sado. Para lograrlo, recurren a la abolicin de la distancia pi-ca (expresin de Bajtn): con la narracin en primera persona,

    el uso del monlogo interior o de dilogos coloquiales, des-aparece la distancia entre el pasado histrico y el presente; losmitos nacionales se ven deconstruidos y degradados; los h-roes, que en el proceso educativo sirven como smbolos deciertos valores fundamentales para la sociedad, en la visinnovelesca, llena de humor e irona, tienen que bajar de su pe-destal. Segn Ainsa, lo que define a la novela histrica recien-

    te es su carcter, en mayor o menor medida, pardico.En su artculo, Ainsa observa dos tendencias opuestas, pre-sentes en las novelas histricas contemporneas. Por un lado,se situan los textos que pretenden reconstruir el pasado,6porel otro, los que lo deconstruyen.7Por un lado, las novelas quese fundamentan en las fuentes historiogrficas disponibles;8

    por el otro, las surgidas de la imaginacin libre de sus auto-res.9Esta bifurcacin de la novela hisrica contempornea co-

    rresponde a las dos fuerzas indicadas por Elzbieta Sklodowskaen su libro La parodia en la nueva novela hispanoamericana(cf. Sklodowska 1991, 29). La fuerza centrpetadirige el dis-

    6Sobre todo las obras de Alejo Carpentier.7 Ainsa indica las novelas de Juan Jos Saer, Napolen Baccino Ponce de

    Len y Hector Libertella.8El caso espectacular es Noticias del Imperiode Fernado del Paso; adems

    Ainsa menciona textos de Toms Eloy Martnez y Armando Ayala Anguiano.9Ainsa da ejemplos de las novelas de Edgardo Rodrguez Julia y Reynaldo

    Arenas.

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    curso novelesco hacia la construccin de una visin fidedig-na y coherente del pasado. De modo que el proceso de rees-

    cribir la historia no se limita a cuestionar la versin del pasa-do transmitida por la historiografa y la literatura europeas,sino que quiere reemplazarla con una descripcin de la histo-ria de Amrica hecha desde el punto de vista de los perdedo-res y de los marginados. La nueva imagen de la historia, quepretende sustituir lo falso por lo verdadero, aspira a convertir-se en la base de una identidad independiente para los hispa-noamericanos. No obstante, a la fuerza centrpeta se opone

    lafuerza centrfuga,relacionada con la crisis del concepto de laverdad. Esta fuerza se expresa en la deconstruccin de cada dis-curso que tenga pretensiones de ser una reconstruccin verda-dera del pasado. Al escritor que se deje llevar por la fuerza cen-trfuga, despus de haber ridiculizado y parodiado todas lasinterpretaciones serias de la historia, no le queda otro remedioque dedicarse a un jugueteo postmoderno que consiste en com-

    binar las imgenes de pocas distintas y mezclar, de una mane-ra arbitraria, los elementos del pasado con los del presente.No es difcil percibir la presencia de estas dos fuerzas en la

    mayora de las novelas histricas hispanoamericanas de la se-gunda mitad del siglo XX. Por eso, en vez de dividir las nove-las histricas en nuevas y tradicionales, es ms conve-niente hablar de dos polos, entre los que se situa cada texto.Las novelas dominadas por la fuerza centrpeta se acercan al

    modelo tradicional,mientras que las otras, siguiendo los im-pulsos de la fuerza centrfuga, representan la narrativa post-moderna.Las primeras, an si juegan con la convencin, no lacuestionan y tampoco se apartan demasiado de ella, para queel lector no pierda fe en la reconstruccin del pasado; las se-gundas no dejan de burlarse de las aspiraciones de la represen-tacin fidedigna de la realidad y ponen en duda la convencin

    de la novela histrica, hasta que, a la hora de interpretarlas, sur-gen dudas de si an estamos ante novelas histricas.

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    Pero lo que se suele olvidar en el afn por clasificar un tex-to concreto como novela histrica tradicional o postmoderna

    es que la mayora de los textos en cuestin est entre estosdos polosy, adems, estos dos polos no son los nicos puntosde referencia, tanto para los autores como para los lectores.Para no perdernos en una interpretacin superficial tenemosque situar los textos en un contexto ms amplio.

    La propuesta terica de Menton se justifica slo en tanto querefleja una corriente global. Es decir, puesto que cada vez msautores se dirigen hacia el polo postmoderno, podramos hablar

    de una nueva novela histrica, entendida como tendencia.Aunque el adjetivo nuevano es muy adecuado. En el lenguajecotidiano lo que es nuevo pronto deja de serlo. Y en la termino-loga terico-literaria nueva novela hace pensar en el nouveauromande los aos cincuenta, mientras que no hay una relacindirecta entre el conjunto de las novelas histricas de la lista deMenton y el de las del nouveau roman. Por eso, mucho ms

    preciso y coherente parece el trmino metaficcin historiogrfi-capropuesto por Linda Hutcheon (cf. 1988).En el planteamiento de Hutcheon es esencial la distincin

    entre los acontecimientos acaecidos y los hechos histricos.Los acontecimientos realmente tuvieron lugar en algn mo-mento, pero no nos son accesibles; disponemos tan slo de re-laciones posteriores sobre estos acontecimientos, de los he-chosque tienen carcter narrativo y son construidos por el que

    hace la relacin, sea un escritor, sea un historiador. En otraspalabras, no existe una diferencia fundamental entre la crea-cin de los hechosficticios en una obra literaria y la construccinde los llamados hechos histricos en un texto historiogrfi-co.10 Las metaficciones historiogrficas no slo, como toda

    10Cf. sobre todo el captulo sexto: Historicizing the Postmodern: the Proble-matizing of History, pp. 87-101; Hutcheon describe el impacto de la discusin

    en torno a la naturaleza epistemolgica y ontolgica de la historiografa en la li-teratura postmoderna.

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    narracin, construyen unos hechos, sino que enseguida loscuestionan y muestran su carcter subjetivo y provisional. Hu-

    tcheon opina que el proceso de transformacin del conoci-miento (los acontecimientos)en narracin (los hechos) se haconvertido en la obsesin de la literatura postmoderna que seconcentra en denunciar la naturaleza lingstica de los hechos(Hutcheon 1988, 120-121). Esta obsesin la podemos identifi-car con la fuerza centrfuga, indicada por Sklodowska. Lametaficcim historiogrfica deconstruye los mitos, tambinlos que vertebran la indentidad de las sociedades, por lo que le

    es difcil ayudar en el proceso de integracin de la comunidadde los hispanoamericanos.

    La novela histrica contemporneafrente a la literatura del boom

    Situar de una novela supuestamente histrica respecto a los

    dos polos definidos ms arriba (novela histrica clsica / me-taficcin historiogrfica) es una etapa importante en la inter-pretacin de un texto, pero debera ser tan slo el primer paso.Desgraciadamente, el anlisis de muchas obras termina aqu,ya que los crticos, muy a menudo, se conforman con describirminuciosamente en qu medida el texto estudiado cabe dentrode la convencin de novela histrica o cmo la transgrede; alo que suelen aadir una serie de comentarios acerca de la re-

    lacin entre la novela y el discurso de la historiografa. Estetipo de anlisis equematizado, que no requiere mucho esfuer-zo intelectual, permite esquivar una cuestin que resulta inc-moda, en vista de la falta de criterios claros, la de pronunciarsesobre el valor esttico de la novela en cuestin. El problema esque mientras las obras de los escritores ms famosos, o los queactualmente estn de moda, cuentan con estudios ms proble-

    matizados y profundos, la mayora de los textos de las dos lis-tas de Menton no pasan de desempear el papel de meros

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    ejemplos de novela hisrica tradicional o de narrativa querompe con la convencin clsica.

    A pesar de lo cual, y precisamente por eso, la cuestin deoponerse a esta convencin resulta muy problemtica. Lo in-dica Mara Cristina Pons en su libroMemorias del olvido. DelPaso, Garca Mrquez, Saer y la novela histrica del siglo XX.Pons pone en duda el modo de pensar vigente que interpreta lanovela histrica a partir de los aos setenta como un ataque ala novela histrica tradicional. La investigadora recuerda queen el proceso histrico-literario es natural que las obras inno-

    vadoras cuestionen las convenciones que las preceden inmedia-tamente. Las novelas que aparecen en la lista de las nuevas no-velas histricas de Menton, s que surgen del agotamiento deuna forma determinada de concebir la novela, caractersticaesta del periodo anterior. Pero la tendencia dominante que

    precede a la nueva novela histrica no es la novela histri-ca tradicional(Pons 1996, 108-109). En los aos sesenta y a

    principios de los setenta en Amrica Latina reinaba una no-vela comprometida con el presente, cuyo inters por la historiase limitaba a la bsqueda en el pasado de elementos universalesy mticos; era, pues, una novela vinculada estrechamente con laidea de la revolucin, que a su vez revolucionaba las tcnicasnarrativas y el lenguaje literario; una novela conocida mundial-mente gracias al boom de la literatura iberoamericanan (Pons1996, 100-102). Esta forma de concebir la novela con el tiempo

    se convencionaliz, a la vez que, obviamente, transgreda laconvencin de la novela histrica tradicional (Pons 1996, 104).

    En este contexto las novelas histricas recientes hay que in-terpretarlas ms bien como un sntoma de la vuelta del inters

    por el pasado,en oposicin a las tendencias del periodo ante-rior.11Adems, se las puede incluir en una corriente ms am-

    11Claude Feel (1991) interpreta el auge de la novela histrica en los ltimos

    aos como una reaccin contra la literatura de los aos setenta, autorreferencial,formalista, preocupada por los problemas del lenguaje, del smbolo y del signo.

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    plia que explora las fronteras entre la historia y la ficcin(otros gneros que tienen que ver con esto son las autobiogra-

    fas, las biografas, los epistolarios, los diarios, la non fictionnovelo la roman-faction;cf. Fernndez Prieto 1998, 144). Noes nada raro que los escritores que hoy en da se ocupan de lahistoria, se sirvan de las experiencias de la novela de los aossesenta y setenta que ha quebrantado la convencin de la nove-la histrica. Al mismo tiempo, la novela histrica clsica espara ellos el punto de referencia obligatorio, por ser la formams segura y probada de novelar sobre el pasado. En conse-

    cuencia, la nueva novela histrica se inscribe en dos conven-ciones distintas y contradictorias, inspirndose en las dos y, pa-ralelamente, cuestionando ambas en alguna medida (Pons 1996,105). Pons subraya que

    sera tan absurdo pensar que la nueva novela histrica resucitaal gnero slo para destruirlo como pensar que lo hace paracuestionar una forma literaria que ya haba sido cuestionadams de treinta aos atrs (Pons 1996, 109).

    Esta observacin se refiere directamente a la actitud de lamayora de los crticos que se concentran en la relacin entrela novela histrica tradicional y la nueva e incurren en elerror de ver en esta ltima un cariz revolucionario respecto aaquella, revolucin que errneamente localizan a finales de

    los aos setenta.

    Ms all del esquema

    Para evitar semejantes confusiones, a la hora de analizar lasnovelas contemporneas de temas histricos es necesario ha-cerlo desde una perspectiva muy amplia. Es por lo que mu-chos de los libros mencionados por Menton en las listas ante-

    riores, pese a poseer rasgos de novelas histricas, trascienden

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    los lmites de este gnero, no tanto por romper la convencin,sino por buscar objetivos distintos. Incluir novelas como El

    entenado,La guerra del fin del mundo,Malucoo 1492: vida ytiempos de Juan Cabezn de Castillaen el esquema de nue-va novela histrica / novela histrica tradicional, puede lle-var a perder de vista el sentido global de dichas obras. Noser el texto de Saer principalmente una variacin sobre lamemoria? (cf. Bastos 1990); y Baccino Ponce de Len se li-mita a seguir la moda y a escribir una metaficcin postmoder-na sobre el viaje de Magallanes, o ms bien nos invita a fijar-

    nos en el potencial del bufn en su forma de enfrentarse con elmundo (cf. Hernndez 2000)?; y el ambiente histrico de laEdad Media logrado por Aridjis, no es un elemento al servi-cio de la creacin de una novela picaresca?

    La guerra del fin del mundo(1981) de Mario Vargas Llosaes un buen ejemplo de la obra que pone al descubierto las debi-lidades de la interpretacin esquematizada que se conforma al

    discutir los problemas relacionados con la ubicacin del textodentro o fuera de la convencin de la novela histrica. En Laguerra del fin del mundoel autor intenta reconstruir la rebelinantirrepublicana de los campesinos brasileos, acaecida a fnalesdel siglo XIX y pacificada por el ejrcito. Aquellos aconteci-mientos fueron descritos por Euclides da Cunha en Os sertes(1902), que es considerada una de las obras cumbres de la na-rrativa brasilea. El hecho de que la novela de Vargas Llosa

    tome como base el texto de Da Cunha hizo que Menton la in-cluyera en la lista de las nuevas novelas histricas (por su in-tertextualidad).

    EnLa guerra del fin del mundolos protagonistas que perte-necen a dos bandos en pugna se forman unas imgenes com-pletamente errneas de sus adversarios. La confrontacin deestas imgenes con la realidad, en vez de llevar a corregirlas,

    refuerza las visiones deformadas de los enemigos y de todo elmundo. El fenmeno se explica por el fanatismo que caracte-

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    riza a casi todos los personajes, determinante de su conducta ysus pensamientos.12La novela denuncia la dimensin ideol-

    gica de las dos versiones de la historia (la de los republicanosy la de los rebeldes) que quieren presentarse como verdaderas,mientras que las dos la deforman desde posiciones opuestas.Por eso algunos crticos interpretanLa guerra del fin del mun-docomo una prueba ms de que no existe una sola y verdade-ra versin del pasado y de que siempre estamos ante narracio-nes construidas desde puntos de vista distintos (cf. CompanyGimeno 1996 y Compitello 1993). As que la novela de Var-

    gas Llosa es una nueva novela histrica ms.No obstante, otros investigadores apuntan que tanto el caos

    y el relativismo que reinan en el mundo de la novela, como elescepticismo del autor respecto de la posibilidad de que losprotagonistas sean capaces de superar su propio fanatismo, seoponen al orden formal casi perfecto del texto (cf. CornejoPolar 1982). Slo a travs de este orden el mundo creado se

    presenta al lector, transmitindole la impresin de que est co-nociendo la verdad sobre este mundo. Hay que tener en cuentaque el texto de Vagas Llosa es un intento de materializar sufrmula de novela total (cf. Enkvist 1987 y Snchez Rey1983). La intencin de crear una ilusin de la realidad es com-pletamente ajena al modo de concebir la literatura por el post-modernismo, de manera que la interpretacin deLa guerra del

    fin del mundo como una nueva novela histrica13 o una

    metaficcin historiogrfica resulta ser un malentendido.Obviamente, para analizar la novela de Vargas Llosa hay

    que situarla respecto a los dos polos: novela histrica clsica y

    12La guerra del fin del mundoes interpretada como crtica de fanatismo, en-tre otros por Menton 1993, 67-101, y por Jacques Joset 1997.

    13Menton no es el nico; es igual, por ejemplo, la direccin de la interpreta-cin que hace Magdalena Garca Pinto (cf. Garca Pinto 1986). En cambio, otranovela de Vargas Llosa, Historia de Mayta, efectivamente es un tpico ejemplode la metaficcin historiogrfica que construye un mundo novelesco para des-pus cuestionarlo. En este caso, lo crticos estudian las relaciones entre la ficciny la realidad y, en particular, la influencia de la ficcin en la vida.

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    metaficcin historiogrfica. Pero este esquema unidimensi-nal no basta. Para obtener una imagen completa hay que con-

    siderar la teora de la novela total, as como otros contextos(p. ej. lo pico, las novelas de caballera, la novela de aventu-ras; cf. Bernucci, 1986).

    Los mismos escritores, temiendo una interpretacin simpli-ficada, frecuentemente cuestionan los intentos de ubicar susnovelas dentro del subgnero histrico.14Una actitud similarla podemos encontrar tambin en algunos textos de crtica li-teraria. Por ejemplo, Noticias del Imperio de Fernando del

    Paso es calificada como historiografa potica (cf. Fiddian1990); la novela Farabeufde Salvador Elizondo, como met-fora de alcance existencial (cf. Romero 1990); y El mundoalucinantede Reinaldo Arenas, como fuera de la versin co-nocida de la historia,15pudiendo ser analizada como una es-tructura simblica que se refiere ante todo a las relaciones queunen el sujeto con la sociedad y la ideologa que la domina

    (cf. Cacheiro 1996); El entenadode Juan JosSaer puede sertratada como una especie de discurso antropolgico (una an-tropologa especulativa;cf. Riera 1996).

    Para concluir estas reflexiones tericas en torno a la novelahistrica contempornea, considero oportuno proponer un es-quema interpretativo que sintetice lo expuesto. Uno que, en lu-gar de dividir los textos estudiados en dos categoras excluyentes,muestre la coincidencia de las dos fuerzas antagnicas que ope-

    ran en una misma obra y que, a la vez, tenga en cuenta que en

    14Por ejemplo, Abel Posse dice que ni su Daimn ni Los perros del parasoson novelas histricas. Voy ms all de la historia, a la metahistoria si quieres,para comprender nuestra poca, nuestra raz, nuestra ruptura, nuestra adolescen-cia eterna (Garca Pinto 1989, 499-500). Celia Fernndez Prieto advierte quemuchos escritores no quieren que sus novelas sean tratadas como novelas histri-cas (Fernndez Prieto 1998, 172-173).

    15Cuando Arenas escriba su novela, dispona slo del primer tomo de los re-cuerdos de fray Servando Teresa de Mier (el protagonista de El mundo alucinan-

    te); en consecuencia, muchas veces tena que confar completamenete en su ima-ginacin; cf. Molinero 1982.

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    muchas novelas de tema histrico existen dimensiones que notienen mucho que ver con la convencin de la novela histrica.

    El esquema, nacido del deseo de entender una serie de no-velas histricas en toda su complejidad, tiene carcter orienta-tivo y no aspira a resolver todos los problemas. Su funcinprincipal es la de fijar los puntos cardinales respecto a los que

    se sitan los textos de la narratriva reciente y de este modoayudar a su interpretacin. Ojal la propuesta resulte til a lahora de intentar comprender el proceso literario de los ltimosdecenios en su totalidad. Sin duda el esquema tiene sus limita-ciones y, si alguna novela no encaja, habr que modificarlo oprescindir de l.

    La novela histrica frente a la historia oficial

    La mayora de los investigadores, al dedicar sus estudios a lanovela histrica reciente, fija la atencin en las relacionesexistentes entre la historiografa y la literatura, y en el papelque sta puede desempear en la revisin de la historia. Ya lohe sealado al resumir los planteamientos de Fernando Ainsa

    y de Elzbieta Sklodowska. La revisin de la historia se creenecesaria porque la visin del pasado de Amrica, vigente

    reconstruccin(sustitucin de la falsaversin oficialpor otra versin,autntica e independiente)(redescubrimiento deAmrica)A lo real maravilloso

    construccin(invencin)

    (remitologizacin)

    la novela totalel realismo mgico

    otrasdimensiones

    el polo postmoderno

    (la fuerza centrfuga)el polo tradicional(la fuerza centrpeta)

    deconstruccin(historia = ficcin)(juego librecon las convenciones)(combinacin de lasimgenes del pasadoy del presente)

    la dimensin: novela histrica

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    hasta hace poco, fue formulada desde el punto de vista de loseuropeos que haban descrito cmo descubrieron, conquis-

    taron y gobernaron el Nuevo Mundo. Se rastrean deforma-ciones y manipulaciones en la historiografa europea, debidas,por un lado, a la imposicin del sistema de creencias y valoresdel Viejo Mundo a la realidad americana y, por el otro, al afnde legitimizar la dominacin de Europa sobre las Indias Occi-dentales. Despus de haber conseguido la independencia, los

    jvenes estados americanos produjeron sus propias variantesoficiales de la historia, elaborando sus propios mitos, indis-

    pensables para la formacin de sus identidades nacionales. Ade-ms, durante mucho tiempo los historiadores hispanoamericanosasumieron la perspectiva europea. Tambin los historiadoreseuropeos continan seleccionando y ordenando los hechos deacuerdo con sus preferencias eurocntricas. En consecuencia,hasta hace poco se ha conocido, y en muchos casos se sigueconociendo, nicamente esta versin oficial de la historia.

    Presuponiendo que la historiografa oficial siempre apoya alPoder, los escritores contemporneos intentan hacer una revolu-cin en la conciencia histrica, segn ellos falseada. Se trata dela descolonizacin intelectual y cultural y, al mismo tiempo, delcuestionamiento de la legitimidad del sistema en vigor.

    sta es la imagen de las relacines entre la literatura y lahistoriografa que surge tanto de los textos crticos que anali-zan las novelas histricas como de las declaraciones de los

    mismos escritores. Se cree que cuestionan la historiografaoficial Flix lvarez Senz, Napolen Baccino Ponce deLen, Antonio Bentez Rojo, Alejo Carpentier, Olivier De-broise, Fernando del Paso, Carlos Fuentes, Eduardo Galeano,Gabriel Garca Mrquez, Herminio Martnez, Miguel OteroSilva, Abel Posse, Augusto Roa Bastos, Denzil Romero yJuan Jos Saer, entre otros. Escribir sobre la transgresin de la

    versin oficial de la historia por la novela histrica recientese ha vuelto una interpretacin casi mecnica. Curiosamente,

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    los crticos no se interesan por la historiografa contempor-nea, supuestamente cuestionada por la literatura, algo que los

    historiadores espaoles y latinoamericanos llevan a cabo des-de el principio de los aos setenta: la revisin crtica de la ver-sin oficial de la historia y la puesta en tela de juicio de susmitos (cf. Galster 1997, 202). Ingrid Galster advirti que lamayora de los escritores que declaran su rechazo por la histo-riografa parece no saber mucho de su estado actual; lo mismose puede imputar a los autores de los textos crticos.

    De manera que el conflicto entre los objetivos de la literatu-

    ra y la historiografa aparentemente se desvanece. Podra ale-garse entonces que la novela histrica y la historiografa con-tempornea no se contradicen sino que estn unidas tanto porla conciencia del carcter narrativo de todo discurso sobre elpasado, como por las ambiciones revisionistas. No obstante,intentar demostrar que no siempre es as, puesto que la visinsuperficial de la historiografa de las afirmaciones de los escri-

    tores y de los crticos a la que acabo de aludir, se vuelve encontra de su discurso sobre el pasado. Lo que ocurre es quelos entusiastas de la revisin de la historia a travs de la nove-la histrica muchas veces desconocen los resultados de las in-vestigaciones historiogrficas, incluso aquellos en los que po-dran apoyarse. Hecho que denuncia Gustavo Verdesio en suanlisis de los textos crticos dedicados a las novelas de JuanJos Saer y Abel Posse. Verdesio observa que casi todos los

    crticos que estudian las obras de estos dos autores, las califi-can de subversivas y revisionistas, slo por el hecho de quePosse y Saer hayan empleado ciertas tcnicas narrativas y re-tricas como el anacronismo, la carnavalizacin, la parodia ola irona. Mientras que, como advierte Verdesio, los dos escri-tores, al servirse de dichas tcnicas, no cuestionan la versinoficial en modo alguno, sino que la reproducen con todos

    sus errores, mitos y prejuicios. Verdesio se refiere particular-mente a la imagen del indio de las novelas de Saer y Posse;

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    imagen que caracteriza como confusa, mistificada, ahistrica,etnocntrica e irresponsable (cf. Verdesio 2002).

    Retrica de la historia postoficial

    Parece ya una tendencia atribuir a las metaficciones historio-grficas el mrito de participar en el proceso de cuestionar laversin oficial de la historia por el simple hecho de ser na-rrativa postmoderna. Por otro lado, como hemos visto, lo quedefine a la metaficcin historiogrfica es su obsesin por

    equiparar historia y ficcin. Es interesante observar cmo fun-ciona esta pareja de frmulas interpretativas en el discurso crti-co. Resulta que los investigadores no slo orientan sus anlisispara indicar los momentos en los que las novelas estudiadasborran la frontera entre la historiografa y la literatura o cues-tionan la historia oficial, sino que se sirven de ambas fr-mulas como de etiquetas que deberan despertar el inters de

    los lectores. Si, como suele pasar en los artculos dedicados alas novelas histricas recientes, las dos frmulas aparecen jun-tas, conllevan un mensaje cuya retrica se puede mostrar de lasiguiente manera: 1) puesto que no hay frontera entre la histo-riografa y la literatura, se sugiere que la novela etiquetada tie-ne igual estatus cognoscitivo que una obra historiogrfica; 2)al mismo tiempo, al presuponer que la obra cuestiona la ver-sin oficial de la historia, se asegura que el texto descubre

    algo radicalmente nuevo sobre el pasado y sobre los mecanis-mos de la historia, algo hasta ahora bien oculto.

    Para que estas afirmaciones no sean gratuitas, voy a ilus-trarlas con unos ejemplos de interpretaciones de las metafic-ciones historiogrficas. En su estudio deLos perros del para-so de Abel Posse, Amalia Pugarn pone mucha atencin en larelacion entre el Diario Oficial de Coln, conocido gracias a

    la transcripcin de Las Casas, y el Diario Secreto cuyos frag-mentos, inventados por Posse, aparecen en la novela. Como in-

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    dica Pulgarn, el novelista se basa en el texto oficial delDiario del Primer Viaje,pero lo altera ligeramente. Segn la

    investigadora, la intencin de Posse es llamar la atencin so-bre la posibilidad de que Las Casas hiciera lo mismo a la horade copiar el original. Esto induce a Pulgarn a afirmar:

    lo que tanto Posse como Las Casas estn transcribiendo es eltexto perdido colombino; por lo tanto sus textos quedan igual-mente equiparados en este complejo proceso de escritura quedelata la novela. Cuando dicen que transcriben las palabras de

    Coln y las entrecomillan, las dos versiones parecen tenerigualmente el derecho a la duda o a la legitimizacin (Pulga-rn 1995, 93-94).

    Pulgarn cree que cuando Posse introduce a su texto las citastransformadas delDiario de Coln, mezcla la historia y la fic-cin y consigue un doble resultado: al intercalar las palabrasatribuidas a Coln se est dotando a la novela de la autoridad

    que le confiere el discurso testimonial al mismo tiempo que seestablece una oblicua parodia (Pulgarn 1995, 100). Pulgarnconcluye su anlisis afirmando que el discurso narrativo esmediado por un narrador irnico que desmitifica tanto al perso-naje como a los acontecimientos histricos, ambos mitificadospor la historia, dando lugar a una teatralidad grotesca que llevaa la desmitificacin y antiheroizacin (ibidem).

    Pongamos otro ejemplo de la misma retrica. Kimberle S.Lpez examina la tensin entre el homoerotismo y la homofo-bia durante la conquista. Como punto de partida toma El diariomaldito de Nuo de Guzmn, una novela de Herminio Mart-nez, cuyo protagonista, el cruel gobernador de Panuco, no dejade buscar en su entorno a los homosexuales, para castigarlos,pero tambin para desearlos clandestinamente. Al comenzarsu artculo, Lpez informa de que el retrato de Nuo de Guz-

    mn como homfobo radical y, a la vez, homosexual encu-

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    bierto, no se basa en las fuentes disponibles, por lo que se tra-ta de una invencin del escritor. Despus Lpez hace un deta-

    llado examen de la conducta del Guzmn novelesco, para ter-minar su artculo de la manera siguiente:

    As que El diario maldito de Nuo de Guzmnde HerminioMartnez, en vez de una conquista que inequvocamente asig-na al colonizador el papel maculino (activo) y al colonizado elpapel femenino (pasivo), presenta una imagen ms compleja ycontradictoria, que deconstruye la retrica sexual de la con-

    quista (Lpez 2000, 110-111; traduccin ma).

    De acuerdo con esta conclusin, sera justo que el protago-nista inventado por el novelista mexicano sustituyera en laconciencia histrica al Guzmn de los documentos y manualesde historia.

    El problema lgico inherente a los dos ejemplos citados y atoda la retrica analizada se manifiesta de una manera clara en

    un comentario con el que Vernica Salles-Reese cierra su es-tudio de Poderes secretos, una novela sobre el Inca Garcilasode la Vega del escritor peruano Miguel Gutirrez:

    Si por una parte esta excelente parodia del discurso histricoresulta cmica, pues se refiere a un incidente completamenteinventado y autoconsciente de su ficcionalidad, por otra partepresenta una interpretacin alternativa a los sucesos que

    usualmente narran las versiones cannicas de la historia (Sa-lles-Reese 2002, 152).

    El problema mencionado consiste en atribuir a lo comple-tamente inventado la funcin de una interpretacin alternati-va de la historia. Mientras que interpretar significa intentarentender y explicar ALGO, de modo que si este ALGOse sustitu-ye por una invencin, el ALGOdesaparece, as que no hay ra-zn para sostener que la invencin lo interpreta.

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    En el primer ejemplo, en el que Amalia Pulgarn quiere equi-parar la versin novelesca delDiariode Coln y la transcripcin

    de Las Casas, lo discutible est en afirmar que para igualarse conel discurso historiogrfico y ganar autoridad testimonial, al nove-lista le basta con manipular el texto de la crnica. En el segundoejemplo, el problema es que el protagonista de El diario malditode Nuo de Guzmn, en cuanto a su homoerotismo, no tiene mu-cho que ver con la mentalidad entre medieval y renacentista delpersonaje histrico y ms bien se fundamenta en el hombre(post)moderno, en lo que se refiere a sus inquietudes respecto a la

    identificacin sexual y con su hednica bsqueda de la autorreali-zacin; no obstante, Kimberle S. Lpez considera a la representa-cin novelesca ms adecuada que la historiogrfica.

    Tras la retrica denunciada aqu parece subyacer una lgicamuy peculiar que se basa en dos presuposiciones: 1) el dis-curso histrico no es ms verdico que el discurso novelsti-co16y, 2) la versin de la historia que se conoce universal-

    mente la versin denominada oficial no slo es falsasino adems injusta, pues ha sido escrita para el Poder, desdesu punto de vista y para legitimizarlo. De las dos premisas sesaca la conclusin de que el escritor tiene el derecho a susti-tuir la historia oficial por su propia versin inventada si estaresulta ms justa desde la perspectiva postmoderna, es de-cir, si representa el punto de vista de las minoras marginadas.En este contexto, no debe extraar que, aunque los autores de

    la novela histrica contempornea declaren su rechazo por laversin oficial de la historia que tachan de homognea y au-toritaria, y sus obras sean interpretadas por el discurso crticocomo subversivas, heterogneas y polifnicas, a la postre lasmetaficciones historiogrficas dan la impresin de hablar conuna sola voz, que no se aparta de la ortodoxia17de la corriente

    16Cita tomada de la intervencin de Seymour Menton recogida en Sinz de

    Medrano 1997, 59.17Al hablar de ortodoxia me inspiro en Corral 2003.

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    que representan. A esta corriente, que pretende imponer unaimagen del pasado tambin peculiar, creo justificado calificar-

    la de historia postoficial.La historia postoficiales unaproyeccin de lo polticamen-te correcto en el pasado, una proyeccin que no puede buscarla verdad histrica, puesto que pone en tela de juicio la mismaposibilidad de conocer el pasado, y que, en consecuencia, notiene valor cognitivo. El fundamento de la historia postoficiales la presuposicin de que todo discurso sobre el pasado esideologizado, dominado por la retrica y subordinado a las

    convenciones. As que no es nada raro que el discursopostofi-cial se sirva de unos procedimientos retricos (alabanzas desupuestos cuestionamientos de la versin oficial de la histo-ria por la metaficcin historiogrfica) y juegue con las con-venciones (al atribiur gratuitamente a las metaficciones his-toriogrficas el mrito de borrar las fronteras entre deldiscurso historiogrfico y el novelstico) para promover su

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