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171 INTRODUCCIÓN U na situación imprevista que, surge ahora, cuando me encuentro matizan- do algunos párrafos de éste artículo escrito hace más de dos años, y, estamos en 2008, obliga a dejar constancia de nuestra opi- nión en el presente preámbulo, con respec- to a lo que será explicado a continuación, en relación con una sugerencia que se ins- taba desde ésta humilde tribuna (Revista n.º 29, 2006), para acometer con el aporte par- ticipativo de un nutrido grupo de especialis- tas, bajo la responsabilidad de la Consejería de Cultura; con el asesoramiento y apoyo de la Universidad de Murcia, y, cuantos colec- tivos fuese necesario incorporar, el estudio museográfico y museológico del yacimiento y edificio de: “LA CIUDAD DEL BRONCE MEDITERRÁNEO II, DE LA BASTIDA DE TOTANA (MURCIA)”, como decidió denomi- narla, su más importante investigador, D. Julio Martínez Santa-Olalla, en colabora- ción con Bernardo Sáez Martín; Carlos F. Posac Mon; José Antonio Sopranis Salto y Eduardo del Val Caturla, cuyo Informe y Memoria, fue publicado en Madrid, 1947, con el núm. 16, por la Comisaría General de Excavaciones Arqueológicas del Ministerio de Educación Nacional. No obstante, en homenaje y honor a la verdad hay que agradecer a Vicente Ruiz Argilés, arqueólogo de la Dirección General de Excava- ciones del Ministe- rio de Educación Nacional, y, discí- pulo predilecto de Martínez Santa- Olalla, y, a Carlos Posac Mon, que estuviera en las dos siguientes campa- ñas, después, la posterior acometida de otra excavación, relacionada con el Semi- nario de Historia Primitiva del Hombre, logró un avance sobre los descubrimientos conocidos al ampliar la zona excavada y hallar nuevas estancias. Durante los últimos 25 años, es a los Profesores de la Universidad de Murcia, Maria Manuela Ayala Juan y Jorge Juan Eiroa, junto a la incorporación en los años 90 de Magdalena García, a quienes hay que deberles el desvelo que profesaron sobre éste lugar que estudiaron concienzu- da y detenidamente. Como forma de penetrar en éste capitu- lo, tercera y última entrega, continuación de otras dos que ya se publicaron en los anteriores ejemplares 28 (Junio 2006) y 29 (Diciembre 2006) de ésta misma revista, en ésta ocasión, en virtud del espíritu que debe reinar en la probidad y equidad de quienes representan, defienden y protegen LAS SIERRAS MINERAS DE LA REGIÓN DE MURCIA Y SERES MÍTICOS EN CARTHAGONOVA. MONTIS-ILUCRONENSIS (III) Angel Luis Riquelme Manzanera Julio Martínez Santa-Ola- lla, 1970. (Archivo Museo de Madrid. Orígenes). Ortofoto La Bastida II. "Ortofoto aerea del conjunto en proceso museográfico y museológico de "La ciudad del Bronce Mediterráneo II, de La Bastida de Totana", bajo la dirección de D. Vicente Lull. Al Norte, zona superior, se observa el edificio del Museo, desde donde parte un camino dirección Sur hasta converger en la ladera del pico inferior derecho, junto a la Ram- bla de Lebor, donde se encuentra el poblado argári- co, investigado por primera vez por D. Rogelio Inchaurrandieta; y, posteriormente, por Juan Cuadra- do y Martínez Santa-Olalla". Edificio Museo Area Arqueológica

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INTRODUCCIÓN

Una situación imprevista que, surgeahora, cuando me encuentro matizan-

do algunos párrafos de éste artículo escritohace más de dos años, y, estamos en 2008,obliga a dejar constancia de nuestra opi-nión en el presente preámbulo, con respec-to a lo que será explicado a continuación,en relación con una sugerencia que se ins-taba desde ésta humilde tribuna (Revista n.º29, 2006), para acometer con el aporte par-ticipativo de un nutrido grupo de especialis-tas, bajo la responsabilidad de la Consejeríade Cultura; con el asesoramiento y apoyo dela Universidad de Murcia, y, cuantos colec-tivos fuese necesario incorporar, el estudiomuseográfico y museológico del yacimientoy edificio de: “LA CIUDAD DEL BRONCEMEDITERRÁNEO II, DE LA BASTIDA DETOTANA (MURCIA)”, como decidió denomi-narla, su más importante investigador, D.Julio Martínez Santa-Olalla, en colabora-ción con Bernardo Sáez Martín; Carlos F.Posac Mon; José Antonio Sopranis Salto yEduardo del Val Caturla, cuyo Informe yMemoria, fue publicado en Madrid, 1947,con el núm. 16, por la Comisaría General deExcavaciones Arqueológicas del Ministeriode Educación Nacional.

No obstante, en homenaje y honor a laverdad hay que agradecer a Vicente Ruiz

Argilés, arqueólogode la DirecciónGeneral de Excava-ciones del Ministe-rio de EducaciónNacional, y, discí-pulo predilecto deMartínez Santa-Olalla, y, a CarlosPosac Mon, queestuviera en las dossiguientes campa-

ñas, después, la posterior acometida deotra excavación, relacionada con el Semi-nario de Historia Primitiva del Hombre,logró un avance sobre los descubrimientosconocidos al ampliar la zona excavada yhallar nuevas estancias.

Durante los últimos 25 años, es a losProfesores de la Universidad de Murcia,Maria Manuela Ayala Juan y Jorge JuanEiroa, junto a la incorporación en los años90 de Magdalena García, a quienes hayque deberles el desvelo que profesaronsobre éste lugar que estudiaron concienzu-da y detenidamente.

Como forma de penetrar en éste capitu-lo, tercera y última entrega, continuaciónde otras dos que ya se publicaron en losanteriores ejemplares 28 (Junio 2006) y 29(Diciembre 2006) de ésta misma revista, enésta ocasión, en virtud del espíritu quedebe reinar en la probidad y equidad dequienes representan, defienden y protegen

LAS SIERRAS MINERAS DE LA REGIÓN DE MURCIA Y SERES MÍTICOS EN CARTHAGONOVA.

MONTIS-ILUCRONENSIS (III)

Angel Luis Riquelme Manzanera

Julio Martínez Santa-Ola-lla, 1970. (Archivo Museode Madrid. Orígenes).

Ortofoto La Bastida II. "Ortofoto aerea del conjunto enproceso museográfico y museológico de "La ciudaddel Bronce Mediterráneo II, de La Bastida de Totana",bajo la dirección de D. Vicente Lull. Al Norte, zonasuperior, se observa el edificio del Museo, desdedonde parte un camino dirección Sur hasta convergeren la ladera del pico inferior derecho, junto a la Ram-bla de Lebor, donde se encuentra el poblado argári-co, investigado por primera vez por D. RogelioInchaurrandieta; y, posteriormente, por Juan Cuadra-do y Martínez Santa-Olalla".

EdificioMuseo

AreaArqueológica

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los intereses del Patrimonio HistóricoArtístico y Bienes Culturales, privados ypúblicos, depara la vocación que vieneidentificando nuestra trayectoria, procu-rando aclarar algún asunto controvertidoque pueda surgir espontáneamente, y, cuyoejemplo de recuerdo cercano, lo tenemosen la última inserción incluida en nuestrarevista anterior, sobre el caso de la foto deldescubrimiento del Acta de Bautismo deNicolás Salzillo, por Zacarías Cerezo yRemigio Tolmos, de presumible indebidoapropiamiento por Isabella Di Lido, ima-gen fotográfica insertada en la primera edi-ción del Catálogo (página 161), con motivode la Exposición del III Centenario de nues-tro egregio imaginero (“Tercer Centenariodel Nacimiento de Francisco Salzillo”, Can-gilón, núm. 30, páginas 2-64).

En ésta ocasión, queremos dejar cons-tancia de otra contrariedad, cuyo dato sevincula en relación con las circunstanciasconcurrentes acerca de las previsiones deinteligible proceso que tenían que haberseproducido desde la Dirección Generalcompetente (insistiendo en la revista núm.29 –diciembre 2006–, se comentaba eldeseo de unas lógicas expectativas enaplicación del ejercicio multidisciplinarque se debe aportar desde los diversoscolectivos científicos y humanos, a losgrandes proyectos regionales de futuroturístico y cultural), en función del proce-dimiento seguido en la zona minera,prehistórico-metalúrgica por excelenciade ésta Región, a la que dedicamos éstehomenaje de recuerdo, concretamente,donde se lleva a cabo la Museografía yMuseología del poblado argárico de LaBastida de Totana, servicios que han sidoconcertados con la Universidad de Barce-lona y un equipo de especialistas afines ala misma, quedando inconcebiblemente almargen la Universidad de Murcia.

En nuestro característico talante deinformación para la conciliación, entende-mos conveniente expresar nuestro apesa-dumbrado asombro de lo que ha sucedido.

Por ello, se acomete modificar el inicio tex-tual de éste artículo, dedicando unas líne-as a priori del artículo preparado sobre lasSierras Prehistóricas Mineras de laRegión, coincidiendo una de ellas, la de LaTercia, con dicho lugar mítico del pobladometalúrgico argárico de “La Bastida”, alamparo de la Rambla de Lébor, lecho natu-ral de torrentera, procedente de dicha Sie-rra, que junto a fuentes de agua en susinmediaciones, y, con el acopio de otrasvertientes venidas del Pico Secanos, vienea desembocar en el Río Guadalentín, cauceéste, afluente del Segura. Río de un amplioy longitudinal Valle, que teniendo su ori-gen en el Cerro del Buitre de Lorca, dondeen su base se construyó el Pantano dePuentes, nos trae a la memoria la trágicarotura del 30 de Abril de 1802, que arrasóel Barrio lorquino de San Cristóbal.Afluente del Segura que se nutre, a su vez,de los ríos Corneros; Turrilla y Río Luche-na, abastecido con los excedentes delEmbalse de Valdeinfierno. El Guadalentín,puente entre Andalucía y las ComunidadesAutónomas españolas del Mediterráneo,es el eje y vía de comunicación fundamen-tal entre el Oeste y el Este del Sureste espa-ñol (Almería Murcia, y Alicante), dondeademás en las amplias márgenes, algunasdistantes de su trayectoria se concentra elmayor número de localizaciones argáricasconocidas hasta la fecha. Ya que aúnentendiendo, que, corresponde enumeraruna cita meritoria de mayor alcance de losyacimientos encontrados sobre la culturadel argar durante los últimos 30 años,recogidos por Pedro Lillo, allá cuandocorría el año de 1979 (Revista Pyrenae,15-16 Barcelona 1979-80. pp. 17-179),resulta imposible dedicar nuestra atenciónsobre ello, en éste instante.

Es otro, el motivo que mueve a éstaredacción aclaratoria, pues se inclina por lareflexión, advirtiendo lo insertado en mianterior entrega sobre ésta temática(Diciembre 2006), invitando al consensogeneralizado de todos los colectivos necesa-

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rios de intervención para el ambicioso éxitodel citado proyecto. Esperamos que, éstehumilde y modesto mensaje que expresa-mos a continuación, de utópica aspiraciónpersonal, a la que se le expolia la razónescrita en su día en ésta misma revista(núm. 29, 2006), nos haga reconducir lasituación por el camino de los acuerdos ydel entendimiento, que son elementosimprescindibles para garantizar la seguri-dad de éste viejo propósito (aspiración ins-tada por Santa Olalla a Aragoneses), quehoy, preámbulo del mañana, debe ser orgu-llo de ejecución para la consolidación e inte-rés general del futuro que requiere el man-tenimiento y conservación de instalacionesy edificios de los recintos, cubierto y descu-bierto de La Bastida, debiéndose conducirhacia la rentabilidad y costo de oportunidadde su funcionamiento y actividad normali-zada, pues en la actualidad, advertimos seomite el apoyo y ayuda necesaria de laincorporación de una serie de opinionescualificadas de nuestra Región, que, sinninguna duda, enriquecerían y fortalecerí-

an el engrandecimiento de su deseada afor-tunada consecución.

Quienes teniendo responsabilidad enésta materia, se nieguen a aceptar la reali-dad de posibilitar incluir el aporte humanode cuantos han trabajado en diversosaspectos, vertientes y perspectivas en elyacimiento arqueológico e inmediacionesde La Bastida, se convertirán en presuntaadversidad de una causa, que no puede serexclusivamente estudiada desde la parcia-lidad de un equipo de una excelente profe-sionalidad, pero ajeno a los intereses futu-ros de la Región de Murcia. Equipo, sinduda, de magníficos especialistas, peroque, paradójicamente, aún basando susestudios sobre el sitio del terreno que seinvestiga, empleará, sin más remedio, eluso de los íntimos documentos existentesprocedentes, tanto de autores desapareci-dos, como los de publicaciones oriundas,autores quienes en la actualidad tienenmucho que aportar y cooperar por su expe-riencia y dedicación a la zona en cuestión,que son en definitiva, para mayor garantía,alguno de ellos, profesores que están for-mando en la Universidad a un numerosocolectivo de alumnos, futuros arqueólogosen la materia, que podrían colaborar encampañas de voluntariado, rentabilizandoel capitulo de recursos humanos y benefi-ciando económica y financieramente elmejor aprovechamiento de las excavacio-nes; y, como premisa, la propia adquisiciónde experiencia profesional en los partici-pantes interesados murcianos.

ASPIRACIONES DE D. MANUEL JORGEARAGONESESQuien les escribe, tuvola suerte de conocer yestar cerca de la tra-yectoria personal,admirada y respetada,gracias a la subordina-da y estrecha relaciónmantenida, con uno delos personajes más

Las Sierras de la Región de Murcia.

Manuel Jorge Aragoneses. (+ 1998).

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paradigmáticos de la Murcia de las déca-das de los años 50, 60, y hasta mediados delos 70, con respecto al interés que demos-tró por distintos conjuntos arqueológicosde insinuada predisposición en valor yrecuperación interpretativa para la visitaguiada, refiriéndonos a la ilustre figura deD. Manuel Jorge Aragoneses, quien nosinculcó una seria y fuerte tendencia alseguimiento de éstos lugares que él consi-deró de sacrosanta calidad, cualidad y con-sideración para mostrarlo a las generacio-nes venideras.

Aragoneses, tras terminar de dirigir losedificios e instalaciones del Museo Arque-ológico de Murcia; Museo de Bellas Artes;Museo Salzillo; Museo de la MurallaÁrabe; Museo de Bellas Artes; MuseoEtnológico de la Huerta de Murcia; Museodel Traje Folklórico, y, otras tantas colabo-raciones de instalaciones museísticas entoda la entonces provincia, más lasmuchas por toda España, se circunscribió,durante los dos últimos años de alternanteestancia entre Murcia y Madrid (1974-76,ejerciendo en paralelo como Subdirectordel Museo del Prado, y, Responsable delServicio de Patrimonio de Murcia), a pro-mocionar la acometida de cinco ambicio-sas actuaciones:

1) Musealización del Santuario Ibéricode la Luz. Tenía por éste lugar una espe-cial predilección, encargada personal-mente a él, por D. Cayetano de Mergelina.La anécdota se produjo a principio de1960, cuando se opuso a que sobre losrestos del poblamiento ibérico existente,se construyera la Residencia de Educa-ción y Descanso, pidiéndosele política-mente se mantuviera al margen. Por tantoel inevitable destrozo de las obras para laedificación, dejo arrasado el importanteyacimiento ibérico. No obstante, ésta pro-pensión de erigir una simulación del con-junto del Santuario, se la inculcó a nues-tro admirado y estimado amigo, ejemplode profesionalidad y rigor, Pedro LilloCarpio, que, tras la extinción del funcio-namiento de dicho edificio como bar-res-

taurante, dedicó buena parte de su esfuer-zo, a una exhaustiva, eficaz y continuadacampaña de actuaciones que dieron unosresultados extraordinarios. Como sabe-mos, los estudios de Lillo (en parte bajo laatenta mirada y seguimiento de Aragone-ses), han avalado el proyecto de ejecucióndel Centro de Interpretación del SantuarioIbérico de La Luz, que actualmente sepuede visitar y comprender.

2) Gestionar el acondicionamiento,restauración y difusión del poblado argá-rico de La Bastida. Requerido personal-mente nuestro ínclito Aragoneses, por D.Julio Martínez Santa-Olalla, éste facilitó ydedicó su libro publicado, además deotras investigaciones generales y específi-cas realizadas por él y su equipo en “LaCiudad del Bronce II, de la Bastida deTotana”, para personarse ambos, in situ,en el lugar donde comentaron los porme-nores a seguir, interesándole la progra-mación de consecutivas campañas arque-ológicas, pidiendo involucrar al profeso-rado y propio alumnado de la Universidadde Murcia, y, que contase con la colabora-ción de Vicente Ruiz Argilés. Éste asunto,quedó pendiente sobre la mesa, debido ala saturación personal de la actividad deAragoneses, aunque dejo la semilla yhubo iniciativas en la Universidad quetuvieron claras las consignas que transmi-tió. Tal es así, que lo demuestra la canti-dad de investigación y documentación quese generó del lugar. Pero más aún, par-tiendo del patrón de La Bastida, se origi-nó una corriente de estudiosos e investi-gadores en la materia que llegan hastanuestros días. En la actualidad, comodejamos entrever, sin perjuicio de recono-cer la magnífica trayectoria y prestigioacreditado del equipo que realiza los tra-bajos de recuperación, mediante la muse-ografía y museología de La Bastida deTotana, es evidente que se obvia la cola-boración y participación del profesorado yalumnado de la Universidad de Murcia.

3) Restaurar y poner en valor la forta-leza del Sol, en Lorca. Lugar que visitó en

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varias ocasiones, durante el tiempo quedirigió la musealización de “La MurallaÁrabe de Santa Eulalia” de Murcia, paraaprender y comprender mejor los sistemasde vida de una cultura, cuya más vivaimpronta representativa se encontraba,según él: “... en el recinto, perímetro einmediaciones del castillo donde se detec-ta todavía impresa la fresca huella delárabe que no se ha marchado, tenemos laimagen más perfecta de las que conoce-mos en la provincia, y, debemos plantear-nos su recuperación y conservación, comomuestra del paso y asentamiento de lasdinastías musulmanas que hicieronimportante a Mursiya, junto a Córdoba yDamasco”.

4) Investigación y aproximación a losyacimientos arqueológicos de Cartagena.Alentó a las autoridades a realizar excava-ciones y ampliar estudios en zonas dondese descubrían restos romanos. Su princi-pal objetivo estuvo centrado constante-mente en realizar catas y estudios endiversos puntos que consideraba de muyinteresante atractivo, en especial, detuvosu mirada en la posibilidad de actuarsobre los cimientos de la Plaza de Toros dela ciudad departamental. Tuvo reaccionesdiversas y dejó el tema pendiente, perosiempre intuyó, pues no en vano llevaba laexperiencia de sus trabajos realizados en

Asturias, que bajo éste coso apareceríanrestos de incalculable valor. El tiempo ledio la razón, y, hoy día, tras el descubri-miento del Teatro Romano, es uno de lospuntos de mayor atención por parte de laarqueología en la ciudad punico-romana.Al descubrirse el Teatro Romano, Arago-neses, ya jubilado, se desplazó a Cartage-na, con su íntimo amigo, el Arquitecto dePatrimonio Histórico Artístico, Pedro SanMartín Moro, quienes se dieron por satis-fechos al confirmarse que toda la zona deinfluencia de la Plaza de Toros, era el cen-tro neurálgico de la enorme urbe romanaque podría ser recuperada y rehabilitada,tal y como ellos soñaron en el pasado.

5) Las necrópolis ibéricas y restoshidráulicos próximos al Museo Etnológicodel Museo de la Huerta de Murcia enAlcantarilla. Por otra parte, no puedeobviarse, cuanto trató de defender, impul-sar y efectuar en materia arqueológica.Concretamente, debido a su excavación afinales de 1964, de la necrópolis ibérica deAlcantarilla (Calle Hurtado Lorente, 45),testimoniando un asentamiento de pobla-ción prerromana ignorada hasta la fecha,en el Valle del Segura, a un nivel altimétricomuy reducido (55 m.s.n.m.), enriquecidopor el descubrimiento del “Oinochoe” grie-go, de figuras rojas sobre fondo negro, todoen metálico barniz, que tan justa fama dio ala cerámica ática del S. V a. de C. (MuseoArqueológico de Murcia), donde instó a lasAdministraciones -temía que con el tiempose encubriese el hallazgo-, a que se realiza-ra la total operación de acotamiento, arran-que y extracción de tierras del conjunto queconformaría el poblado, del que expresa:“...abrigo la esperanza de que las tumbasde incineración se conserven intactas”.Pero la zona de influencia a acometer esta-ba bajo edificios y se dejo pendiente paracuando las condiciones por solicitud delicencias de obras de los afectados lo per-mitieran. Investigación que ha sido realiza-da, hace pocos años, en parte, con motivode una nueva urbanización, viniendo a

Aragoneses en el inicio de la exhumación de restoshumanos en la Muralla Arabe de Santa Eulalia deMurcia.

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darle la razón, pues de manera fracciona-da, no puede controlarse el extraordinario

descubrimiento ensu integridad.Manuel Jorge Ara-goneses, presentaen sus manos elOinokoe griego, quedescubrió en elyacimiento de lanecrópolis ibéricade la Calle CuraHurtado Lorente deAlcantarilla. Piezaexpuesta en elMuseo Arqueológi-co de Murcia. 1964.Es aquí el momentode comenzar aintroducir al ele-

mento del mito, la alegoría representadapor seres sobrenaturales procedentes delmundo clásico, cuando, Aragoneses, paradescribir las escenas que, se insertan en elvaso con boca trebolada y solero plano cir-cular, mediante la redacción de un brillan-te informe, que se publicó, simplificada-mente, en dos revistas científicas, con lostítulos: “El Oinokoe griego de Alcantarilla”,y, “Dos nuevas necrópolis ibéricas en laprovincia de Murcia”, donde, entre otrasaportaciones técnicas, expresa sobre lajarrita: “Le decoran los cuerpos desnudosde Hércules (Heracles) y dos efebos...”; y,“... en pie, apoya el peso del cuerpo sobrela simbólica clava. La piel de Nemea, apa-rece recogida por detrás...”; “Por detrásdel pelo, asoma una nube esquematizadaen tres ímbrices, símbolo de su superiorcondición humana, como hijo del propioZeus que, en figura de Amphitryon, enga-ñó a su madre Alcmene, quien le creyó suverdadero esposo”. Heracles, personificóla fuerza para el mundo griego, pero tam-bién se le relacionó con la templanza ydureza del metal.

En éste campo de la mitología, Arago-neses, nos advierte de no ser el “Oinokoe”,el único caso donde aparecen figuras de

leyendas de temática heraclea, pues cita lacrátera de la sepultura 532, del Cabecicodel Tesoro, donde el héroe, sentado, apa-rece ante Atenea, protectora de la sabidu-ría, del arte y de la agricultura.

Por tanto, entre las muchas figuras deleyenda que pueden haber llegado a nues-tra tierra de Murcia, y, tierra adentro de laRegión, geografía circunscrita al cobijo deimportantes yacimientos argáricos, ibéri-cos y romanos, podemos decir con orgulloque ambas imágenes cumplen un primerrequisito de aportación a nuestro trabajocomo primer contacto con las deidadesque serán descritas en el ámbito de Cart-hagonova-Montis Ilucronensis (Cartagena-Mazarrón).

Volviendo al tema sobre la afortunadarelación de contacto de Aragoneses conAlcantarilla, diremos que su vinculo seproduce al acceder al encargo del estudiopara la instalación del Museo Etnológicode la Huerta de Murcia en 1964.

El extraordinario instinto arqueológicode Aragoneses, sustentado en la lectura denuestras excelsas plumas historicistas delLicenciado Cascales y Lozano Santa, lehacen visitar el lugar de ubicación dedicho Museo, en el paraje de La Rueda(Noria de agua). Su situación, tras el estu-dio cartográfico, le produjo un evidenteimpacto de atracción e interés. Su recono-cimiento ocular, le llevó de inmediato, nosólo a detectar la vitalidad y valor de losrestos hidráulicos que le mostraron, sino areconocer el promontorio que se denomi-naba Cabezo del Agua Salada. Inmediata-mente, y, ejercida su observación visualsobre las laderas de las terrazas del Cerro,lo relacionó con la necrópolis ibérica enllanura encontrada, días antes, en el cascourbano de la localidad.

Durante sus muchos días de estancia enla zona, primero en contacto con el Arqui-tecto del proyecto del edificio, D. DemetrioOrtuño Yánez, y, seguidamente con el pro-ceso de instalación del Museo, mantuvouna especial dedicación a los restoshidráulicos, que partiendo desde éste

Manuel Jorge Aragone-ses presenta en susmanos el Oinokoe griego,que descubrió en el yaci-miento de la necrópolisibérica de Alcantarilla.

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punto del Acueducto de la Rueda, y, hastala presa del Azud (Contraparada), le supu-sieron una incursión al conocimiento demultitud de pequeñas y grandes obrashidráulicas, relacionadas con los regadíos,que, a su vez, le hizo percatarse por cuan-tos especialistas se habían conectado conla materia; estudiando con detenimientolos trabajos publicados de Vitrubio Polión yJuanelo Turriano, ya que intentó, convenci-do del éxito de la recuperación y rehabili-tación íntegra de dicha ingeniería hidráuli-ca, animar a que la Dirección General dePatrimonio Histórico Artístico Nacional, laDiputación Provincial, y, los Ayuntamientosde Murcia y Alcantarilla, se interesaran porla puesta en valor de unos elementos cons-tructivos antiguos a los que consideró deenorme importancia. El primero referenteal Acueducto de la Rueda del Museo Etno-lógico de la Huerta de Murcia; y, el segun-do, el Acueducto de la Alquibla sobre laRambla de Las Zorreras; opinando que,con ello, sin perjuicio de que se llevase acabo un inventario de los bienes de cons-trucción fija, puentes, lavaderos, compuer-tas, molinos, batanes, norias, aceñas, ceñí-les, etc., extinguidos o funcionando, detoda la superficie de la Huerta de Murcia,suponía incrementar el valor añadido deunos elementos que por su antigüedadconstructiva debían ser representados porel Museo Etnológico de la Huerta de Mur-cia, cuya instalación dirigiría.

ASENTAMIENTOS PREHISTORICOSMINEROS DE LA REGION

En otro orden de cosas, Aragoneses, aquien tuve el honor de acercarme y cono-cerle con cierta proximidad, durante finalesde los 60 y principio de los 70, a partir delos años 80 (cuando su estancia se haceestable en Madrid), acrecentando una rela-ción de excelente confianza con éste humil-de dicente, decide informarme detenida-mente de muchos aspectos íntimamenteligados con éste Museo de la Huerta. Pero ala vez, tenía y no dejaba de darle vueltas a

la cabeza, un asunto que le preocupaba.Finalmente, tras confidencialmente, con-tarme el asunto, me instó a encontrar conurgencia, las supuestas estaciones de petro-glifos afines al yacimiento de la necrópolisargárica del Puntarrón Chico, que diagnos-ticó no estarían muy lejanas. Investigaciónarqueológica de éste yacimiento, asumidaen su día bajo responsabilidad y autoridaddel propio Aragoneses, asesorando a Euge-nio García Sandoval, al que designó comodirector de las excavaciones arqueológicas,y, a sus alumnos, Matilde Escortell Ponsoda;José Sánchez Meseguer y Rafael RamosMartínez, como ayudantes de campo. Bús-queda de lo interesado, cuyo trabajo meencargaría, y, que, realizado tímida y apla-zadamente al inicio, no tuve oportunidad dededicarme de lleno a ello, hasta bien entra-da la década de los 90. Lamentablemente,la primera estación de insculturas, al E-W.del Puntarrón Chico, fueron localizadas alos pocos meses de la muerte de Aragone-ses. En el desarrollo final de ésta introduc-ción que hemos incorporado a última hora,se entenderá el motivo por el que, Aragone-ses, tenía sumo interés en descubrir dichasestaciones de petroglifos.

Pero regresando al tema que nos ocupay descrito al inicio, y, pese a que podríaentenderse como una ingerencia por nues-tra parte (bien sabe la razón que el únicoobjetivo es disentir respetuosamente deuna decisión política, posiblemente acerta-da, pero negativa para los intereses delárea de prehistoria de nuestra Universi-dad), somos conscientes de nuestro deberde volver a inquirir la conveniencia deincorporar la ayuda y formación de losuniversitarios de nuestra Región de Mur-cia, a tan exclusivo proyecto museográficoy museológico de La Bastida. Pero nuncalo haremos por pura deslealtad al acto ensí acordado, sino por la comprensiblesituación que debe generar la inercia deincorporar a la Universidad en éste gran-dioso y espectacular proyecto, soñado porSanta-Olalla y transmitido a Aragoneses; y,

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consecuentemente, evitar dejar hipoteca-do el futuro funcionamiento y manteni-miento de las instalaciones referidas allugar en cuestión del poblado del Argar deLa Bastida, a un apoyo y seguimientodesde la distancia de quienes lo tienenadjudicado, puesto que, con el tiempo,pasará una dolosa factura de dependenciaexterna a nuestra Región de imprevisiblesconsecuencias, intuyendo diferentes per-juicios y gravámenes a quienes se encar-guen de su continua promoción y difusión.

Caso de disensión el que nos ocupa,mediante la información que vamos a faci-litar (sólo de opinión, nunca de intenciónvinculante), al igual que hicimos con elapunte aclaratorio sobre la pertenencia dela foto del supuesto plagio del descubri-miento del acta de bautismo de Nicolás Sal-zillo, explicado en la anterior revista (núm.30, 2007), al evaluar las circunstancias con-currentes que obligan a modificar, en laactualidad -dos años después de la fechaque se terminaba ésta tercera parte docu-mental que ve la luz, como se viene reite-rando-, y, en virtud de los avatares y situa-ciones surgidas (acoplando éste comentarioque trataremos de simplificar), al atrever-nos con todo respeto a declarar como desa-gradable, la situación que, ante los efectosde negativa repercusión que pueda produ-cir, presume cuestionar el concierto estable-cido adjudicando los trabajos de museogra-fía y museología de la “La Bastida” (lugarmuy querido por quienes desde hacemuchos años se nos inculcó dirigir nuestraatención y esfuerzo en la protección ydefensa de su continente y contenido), unpoblado de la Edad del Bronce, en el quedurante la década de los años 50, y,comienzo de los 60, D. Manuel Jorge Ara-goneses, como explicábamos antes, a peti-ción de uno de sus mecenas y admiradoprofesor, D. Julio Martínez Santa Olalla (quelo estudió profundamente a mediados de ladécada de los 40, bajo la estrecha miradade Cuadrado Ruiz, éste último discípulo deLuis Siret), planeo la recuperación integral

y realización de unas instalaciones, análo-gas a las que, sin embargo, si pudo ejecutarcon el Centro de Interpretación in situ delMuseo de la Muralla Árabe de Murcia.

La ambiciosa idea prevista para la pro-vincia de Murcia, consistía, pues ya habíaadquirido experiencia con el citado Museode la Muralla Árabe, en representar lascuatro civilizaciones de mayor calado en laRegión, mediante Centros de Interpreta-ción y Exposición museística.

O sea, igualmente, que con la MurallaÁrabe, su aspiración era crear un recintoque recogiera la época dorada de la Edaddel Bronce, ubicado en la Bastida de Tota-na, conforme le había pedido Santa-Olalla,apoyado con todo lo extraído en el “Punta-rrón Chico”.

Otro Centro de iguales características loplaneó para el Santuario Ibérico de la Luz,a tenor de las orientaciones que le indicóCayetano de Mergelina. Trabajo de investi-gación que confió a Pedro Lillo Carpio.

Primer día del descubrimiento, con visita fotográficapor parte de Aragoneses y terminación del Centro deInterpretación Museística de la Muralla Arabe deSanta Eulalia.

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Y, finalmente, como le sugirieron en1962, Hermanfrid Schubart y Pedro SanMartín (año del estudio de la necrópolis deLos Nietos), fabricar o recrear un lugarque identificara la estancia del mundopunico-romano, rescatando y haciendoemerger con sus pretendidas excavacionesen la Plaza de Toros de Cartagena, la his-toria de una ciudad tri-milenaria.

Me cabe el honor de tener el doble pri-vilegio de, por una parte, haber sido con-fidente del propio Aragoneses, sobreaquella cuestión que le preocupó en unmomento determinado de los primerosaños de la década de los 70, referente a larecuperación y exhibición de los puntosdescritos que no pudo emprender, y, deotra, habérseme entregado, por él mismo,una pequeña bolsita de fragmentos decerámica pertenecientes a “La Bastida”(estaba en una estantería del Museo Etno-lógico de la Huerta de Murcia -del que fuesu Director de Instalación entre 1964-67,y, Asesor Honorario Perpetuo-, junto a

otros objetos que depositó, almacenó yguardó). Bolsita que, me pidió, debíarecordarme siempre el compromisoadquirido de lo que me encargó. Real-mente nunca he tenido oportunidad deacercar mi humilde atención y esfuerzohacia lo que, Aragoneses, en relación conlas gestiones que me interesó, debía diri-gir en defensa y protección de “La Basti-da” (puesto que, su investigación, parale-la con el resto de asentamientos de la cul-tura del argar en ésta Región, duranteéstos últimos años, ha estado perfecta-mente atendida y abordada por magnífi-cos especialistas de Murcia en la materia,como: Maria Manuela Ayala; Jorge JuanEiroa; Mª. Asunción Molina; SacramentoJiménez; Maria luz Tudela; Francisco Gui-llén; Maria Milagrosa Ros; Josefa Martí-nez; María Carmen Pérez; M. Sonia Milá;Elena Gallego; Francisca Moya; RoqueOrtiz; Magdalena García; Juan Luis Polo;y, otros muchos, que sería ímprobo citar),pero si, he procurado aportar mi simplegrano de arena, con respecto a dedicar miesfuerzo en descubrir las estaciones depetroglifos, que, felizmente, apareceríanorientadas al Este-Oeste del poblado argá-rico del “Puntarrón Chico” (conforme pro-nosticó Aragoneses), estudiado como secitó anteriormente, en sendas campañasde 1962 y 1963, bajo la dirección técnicade Eugenio García Sandoval, y, la figurade M. Jorge Aragoneses, como Delegado-Asesor y encargado de la primera pros-pección en 1961, y, de los trabajos dearranque de testigos arqueológicos.

Nuestra finalidad comprende recordar,por un lado, que, no debe olvidarse la pre-sumible exceptuación de la Universidad deMurcia, para poner en marcha y concluirestructuras e infraestructuras arqueológi-cas con fines de recuperación, rehabilita-ción, acondicionamiento o museología,para visita pública de yacimientos arqueo-lógicos incursos al territorio geográfico denuestra Comunidad Autónoma, y, concre-tamente, en lo que nos concierne hoy, deuno de los descubrimientos más importan-

Inauguración del Museo de la Muralla Arabe de SantaEulalia. M. Jorge Aragoneses de anfitrión.

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tes de la Edad del Bronce en la Región; y,de otro, explicar, que, en función del tiem-po transcurrido de mas de dos años des-pués de la confección de éste artículo dearqueo-minería y metalurgia prehistórica,reiteramos la necesidad de conducirnosnuevamente por el mismo camino delcomentario de opinión que mantuvimos enel asunto de Nicolás Salzillo, para invocara la reflexión, en éste caso suscitado debi-do a la ejecución de los trabajos de “LaBastida”, en evitación y con el propósito deque se erradiquen procedimientos de aná-loga incongruencia posterior, atendiendolo que decíamos en la segunda entrega edi-tada en ésta Revista en Diciembre de2006, y, que por su interés transcribire-mos a continuación.

Para que pueda entenderse a dondequeremos llegar, repetimos el dato que nosva a facilitar un punto de partida sobre loque ha sucedido, según se advierte y detec-ta en el seguimiento que hemos realizado.

En definitiva, por parte de la DirecciónGeneral de Bienes Culturales, con la com-prensiva aceptación del Jefe de Servicio de

Patrimonio correspondiente, con quientuve la oportunidad de conversar (de quiensaqué una impresión condicionada a loirreversible), se ha adoptado conceder,aprobar y adjudicar (mediante opinableprocedimiento cursado), el concierto conla Universidad de Barcelona, condicionadoa la adjudicación a D. Vicente Lull y suequipo, procedente de dicha Universidad,del encargo concerniente a la actuacióndel proyecto museográfico y museológicoque, conocimos, se comenzaría a ejecutar,redactar y cumplimentar en dicho pobladoargárico de La Bastida.

El gran error que padecemos, quienesen menor o mayor medida, tenemos res-ponsabilidades de asesoramiento técnico,se produce (consciente o inconscientemen-te), en nuestra inhibición a leer todo cuan-to pueda interesar a los temas de ciertatrascendencia que nos llegan, o, seencuentran publicados y, sin excusa excul-patoria, puestos a disposición de los inte-resados a través de las autopistas de lainformación. En la página 125, de laRevista Etnográfica Cangilón núm. 29, de2006 (fecha visiblemente anterior a dichoconcierto con la Universidad de Barcelo-na), referente al artículo titulado: “Leyen-da de la Evolución del Hombre Minero”, alfinal de su capitulo denominado: “La Bas-tida y un recuerdo a su descubridor”, reza-ba textualmente lo siguiente:

“Posteriores excavaciones e investiga-ciones arqueológicas de la zona (La Basti-da), y estudios de fondo y forma, proce-dentes del profesorado de la Universidadde Murcia (referidas a las realizadas porsu descubridor, Sr. Inchaurrandieta; conti-nuadas por Cuadrado; Santa Olalla y laprevista por Aragoneses; que han sidoheredadas por sus muchas posibilidadesde estudio por los profesores, Eiroa; AyalaJuan y Sacramento Jiménez, y, otrosmuchos interesados), han demostrado laimportancia de éste hallazgo de nuestroinsigne ingeniero de caminos, que residie-ra en Totana, y, que la Región de Murcia,debería reconocerle testimonio de su dedi-

"Estación de Petroglifos del Cabezo Pascual. En pri-mer plano, bloque con petroglifo. Sobre éste sentado,el historiador y abogado, Salvador Frutos Hidalgo, alfondo "El Puntarrón Chico", yacimiento argaricoexcavado por García Sandoval y dirigido por JorgeAragoneses".

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cación y esfuerzo infinito para orgullo yprestigio de nuestra tierra. Yacimientopropuesto en la actualidad para ser el cen-tro de mayor relevancia de la cultura argá-rica en la Región de Murcia, donde dife-rentes soportes informáticos digitalizados,procederán a presentar: “El ParqueArqueológico Argárico de La Bastida”, acargo del Ayuntamiento de Totana; y elreferente a “La Cultura del Argar. La Bas-tida”, bajo la responsabilidad de la Comu-nidad Autónoma de Murcia; Ayuntamientode Totana; Fondo Europeo de DesarrolloRegional de la Unión Europea y el Orga-nismo: “Crecemos con Europa de laRegión de Murcia”; secuenciado, coninformación histórica, reconstrucción delpoblado, forma de vida, agricultura, meta-lurgia, visitas virtuales, y, todo cuantopuede atraer a su destinatario. Dada laproyección que ha de alcanzar a nivelnacional e internacional, “La Bastida”,considero vital, al igual que comenta elProfesor, Jorge Juan Eiroa, que éste pro-yecto, sólo tiene sentido de realización,atendiendo justas y rigurosas aspiracionesde rehabilitación (la base se encuentra enel trabajo de Santa Olalla), y, una mentali-dad muy ambiciosa, en la que participe unnutrido grupo de especialistas en la mate-ria constituido en Comisión, Multidiscipli-nar e Interdisciplinar, bajo la responsabili-dad de la Consejería de Cultura, y, con elasesoramiento y colaboración de la Uni-versidad de Murcia, y, cuantos colectivossea conveniente incorporar”.

Lamentablemente, ésta premisa quehemos expuesto, donde se aconsejaba unproceso riguroso y programado, en el quese incorporaran todos los agentes socialescompetentes, bajo la vigilancia y supervi-sión de la Autoridad expresada, quiebra lasexpectativas del sentido racional inteligible,ya que, como repetiremos una y otra vez, laUniversidad de Murcia, ha quedado margi-nada de tan extraordinaria proyecciónemergente de primera magnitud relaciona-da con la museografía de un yacimiento

arqueológico y su exposición museológica,como es el caso al que nos referimos de LaBastida de Totana. Poblado del Bronce II delMediterráneo, estudiado en profundidadpor Martínez Santa Olalla, de cuyo libro, enla actualidad, se nutrirán los expertos cata-lanes a quienes se les ha encargado el tra-bajo; al margen de que, puesto que ellos nohan evacuado ni confeccionado estudiosque se hayan publicado o editado sobredicho lugar, se tendrán que valer de losdocumentos existentes pertenecientes aProfesores de la Universidad de Murcia, y,otros que, como los de Cuadrado, hacenimprescindible su uso para aplicar unaslíneas que garanticen el éxito del proyecto.

Por ésta razón, no podemos dejar pasarla ocasión de ultimar éste capitulo, connuestra aproximación y contacto con lassierras mineras metalíferas primitivas de lageografía de nuestra Región de Murcia quetuvieron un marcado protagonismo en las

Poco después de sus trabajos en La Bartida, JulioMartínez Santa-Olalla en uno de sus viajes a Guineaen 1946. (Foto del Museo Nacional de Arqueología).

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primeras experiencias humanas sobremetalurgia prehistórica en Europa, intro-ducida desde los pueblos avanzados delMediterráneo Oriental, refiriéndonos a dospuntos concretos en la Región de Murcia, elque se viene exponiendo, respecto a “LaBastida de Totana”, ubicado en la Ramblade Lébor, defendiendo el espíritu que ocupaéste texto inicial para que, colaborando conel equipo oficial, se pueda incorporar laUniversidad, y, como compañero de viaje, elpoblado argárico, relacionado con “El Pun-tarrón Chico de Beniaján”, situado en elPuerto del Garruchal, que, al propio tiempo,se encuentra íntimamente ligado a un desa-gradable suceso escrito y publicado, quetrataremos de explicar más adelante.

Sin olvidar que, todos los márgenes dela Huerta de Murcia, delatan restos deasentamientos del Bronce, como lodemuestran los trabajos de estudio argári-co en 1912, en el Cerro de Santa Catalinadel Monte en el Verdolay, por Pérez Mate-os; y, del poblado argárico de Monteagudo,excavado en 1929, por Sobejano Alcaina,ambos íntimos amigos de Cuadrado Ruiz ySanta-Olalla, más algunos otros restosargáricos encontrados por éstos lares, quenos aporta Pedro Lillo, en su investigaciónsobre el laboreo metalúrgico en el territo-rio geográfico de nuestra ComunidadAutónoma de Murcia.

Por tanto, los dos poblados argáricos afundir en una sola exposición (La Bastida-Puntarrón Chico), como pensó Aragoneses,nos depara una extraordinaria muestra desu principal elemento que les simboliza: laaportación de materiales obtenidos de lametalurgia, arte del beneficio de los minera-les, adquirido del conocimiento relacionadocon la aplicación de experimentados proce-sos de aleación realizados mediante metalesinsertos en las rocas, con la finalidad de suextracción y ponerlos a disposición de suelaboración. Descubrimiento del dominio dela metalurgia que nos retrotrae aproximar-nos, según algunas fuentes antiguas, al mile-nio V a. de C. Sistema consistente en un pro-

ceso de obtención del metal a partir delmineral, cuya operación pasaba por tritura-do, molido, filtrado y precipitación física(aunque es conocido que en ciertas civiliza-ciones avanzadas, utilizaron tecnología máscompleja para los metales nobles, como eldecantado, centrifugación, destilación ysecado). El siguiente paso, con la aplicacióndel fuego, era el fundido del metal, que, pre-via licuación, se procedía al laboreo del mol-deado y forjado. Minerales que, entendemosencontrados gracias a la incesante búsque-da iniciada desde la trashumancia y noma-dismo de los hombres de entusiasta capaci-dad emprendedora, ejerciendo el peinandode los territorios por donde se trasladabanpara tras la localización de la materia primadeseada, estudiar el asentamiento de estan-cia estable más conveniente.

En consecuencia, debemos entenderque, el modo y sistema de extender sustraslados por segregación, se basó en laestrategia de un primer reconocimiento delterreno y localizada la masa con indiciosmetalíferos, cupríferos ó pétreos deseados,y, analizada la capacidad de su extracciónde forma continua, presupone procedían ainstalar sus comunidades en las laderasmejor acondicionadas de las inmediacio-nes de la zona, pero siempre cumpliendolos requisitos implícitos de subsistencia,condicionados a encontrar un terreno fértilpara el cultivo; fuentes, manantiales y ram-blas con agua necesaria para el abasteci-miento; y, la comprobación de la existenciade suficiente volumen de las referidas vetasinteresadas para sus propósitos de recolec-ción, cuya finalidad consistiría en benefi-ciar los minerales, como ya conocieron susantecesores, y, depurar con las artes y téc-nicas aprendidas, aquellos primeros meta-les moldeables al fuego, como el bronce,estaño, plomo, cobre, oro, plata, etc., moti-vo por el que ha identificado la evolución yprogreso de ésta cultura con la denomina-ción de la Edad del Bronce, y, por el queconsiguieron dar soberanía y poder a susagrupadas sociedades.

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Por tanto, he de reiterar que, éste tra-bajo, estaba terminado para ser publicadoconforme se previó y redactó en un princi-pio, hace casi tres años, dejando al mar-gen los aspectos que se han producido conrespecto a la adjudicación de la museogra-fía y museología de La Bastida. Sin embar-go, el episodio sucedido durante el últimoaño, ha venido a modificar una de las pre-misas en las que el texto antes trascritodelata la intención de su mensaje yaexpresado antes y publicado en la revistanúm. 29 (2006), titulado: “Leyenda de laevolución del Hombre Minero”, sustentan-do por viable utopía, la base de formarazonada en que la acometida del proyec-to de uno de los aspectos de mayor magni-tud y trascendencia disponible en la mate-ria, referente a dicha zona en cuestión de“La Bastida”, exigía la recuperación yrehabilitación de la misma, como uno delos puntos primitivos de mayor represen-tación patrimonial minero-metalúrgicaprehistórica de nuestra geografía regional,ceñida al enclave de la antigua aspiraciónde grandes prohombres que ya tenían eltrabajo concluido y complementado, sólo afalta de su desarrollo sobre el terreno(Inchaurrandieta; Cuadrado; Santa Olalla;Aragoneses; Eiroa; Ayala Juan; Sacramen-to Jiménez, etc). En ésta línea, para conse-guir emerger el poblado de la Cultura delArgar de éste misterioso y mágico lugar dela Rambla de Lebor de Totana, debía tenerun componente inexcusable en el trabajo,la participación en el estudio e investiga-ción de: La Universidad de Murcia.

No se duda de la plausible aportaciónque Vicente Lull nos entrega al editar suminucioso y complejo estudio de la vida,costumbres, tradiciones, artes, oficios dela Cultura del Argar en su libro, pero nosnegamos a admitir algunas licencias deopinión expresadas desde su punto devista, que a continuación especificaremos,porque la contrariedad que margina a lacorriente académica y especializada deMurcia, me ha provocado una alteración

de conciencia, moralidad y ética surgidadesde el principio de un sentimiento dedecepción. Situación que expongo en vir-tud de conminación a esgrimir aclaracio-nes que deben quedar escritas para cono-cimiento de generaciones venideras.

Para situar el motivo de la reconsidera-ción que solicito a sus responsables, pre-tendo objetar la extrañeza de un defecto defondo y forma, ó, cuanto menos de presu-mible desatino marginal hacia nuestrospropios especialistas murcianos y la mismaUniversidad de Murcia. En concreto haceque se rebele mi sentimiento de injusticia,cuando al adjudicarse la museografía ymuseología del yacimiento arqueológico de“La Bastida”, y sus edificios expositores,mediante un concierto con la Universidadde Barcelona, representada por un colecti-vo de profesionales catalanes, dirigidos porVicente Lull (que seguro serán magníficosprofesionales), y, que abogo por la conti-nuidad de su cometido, dejan sin entrada,ni opinión, a nuestros expertos murcianosen la materia; y, peor aún, queda al margenla Universidad de Murcia, de cuya riquezaintelectual y futuros licenciados, respecti-vamente, profesores universitarios, y, sucantera de alumnos, depende y pierde laoportunidad de generar una doble rentabi-lidad comunal:

Primera.- Permitir y conseguir la realiza-ción de prácticas de alumnado voluntariocon interés en la prehistoria, que adquiriríauna esmerada experiencia y formación, con-cretada en la Cultura del Argar, reportandodisponibilidad futura de personal especiali-zado en la materia dentro de nuestraRegión, que se encuentra en una zona delSureste con una extensa y profusa genera-ción de yacimientos de la Edad del Bronce.

Segunda.- Se pierde la opción de obte-ner una mutua colaboración. Por un lado,la prestación gratuita de mano de obra insitu, con la consiguiente reducción de cos-tes de personal obrero adicional o destina-do desde Barcelona, y, de otro, fomentar lasensibilidad específica de nuestros alum-

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nos en ésta materia, promoviendo el inte-rés de sus practicantes, que, tras sus pro-pias licenciaturas, iniciarían prospeccio-nes y propuestas de proyectos afines entodo el territorio regional, creándose caldode cultivo para ilusionar y gestar puestosde trabajo en el futuro.

En sendos puntos, me remito al ampa-ro del acertado estudio de mi respetado yadmirado amigo, Pedro Lillo Carpio,sobre: “Consideraciones sobre el laboreode metales como factor determinante delpoblamiento del Sureste...” (Revista Pyre-nae, 15-16, Barcelona, 1979-80, pp. 167-179), argárico, ibérico y romano, acompa-ñado de planos de la Región de Murcia, y,localización toponímica de la ubicación dedonde se encuentran los distintos yaci-mientos actualizados de las distintas cultu-ras expresadas, y, que, por su extraordina-rio interés recogemos el relacionado con elargar, como primera sociedad minero-metalúrgica de explotaciones de criaderosbeneficiados en nuestra Región, como fieltestigo que nos facilita y sugiere, con mag-nífica visión de futuro, la necesaria plani-ficación académica y política, para la for-mación y capacitación de alumnado uni-versitario, en ésta materia, con la finalidadde viabilizar, en muchos de los puntosargáricos relacionados en su documento,la correspondiente ampliación o continua-ción de investigación arqueológica, ó, delestudio pendiente de iniciar, de cuyo textoentresacamos lo que reza como sigue:

“Es un hecho evidente que la poblacióndel área del sureste está fuertemente condi-cionada por la existencia de abundantesfilones metalíferos. La explotación de estosrecursos se pone ya de manifiesto en losalbores de la Edad de los Metales, y darálugar al apogeo cultural de la zona a media-dos del II Milenio con la cultura argárica.

La fase cultural, “floruit” de la etapadel Bronce en la zona, es fruto de una seriede factores conocidos entre los que mere-cen especial mención la metalurgia de ale-ación y los cultivos intensivos.”

También dice: “Lo que demuestra éstafase del Bronce Medio del sureste es quelos procesos de laboreo de metales sehacen prácticamente “in situ” con minera-les de la zona. La presencia de notable filo-nes de casiterita y estannina, sobre todoen la franja prelitoral murciana, facilitó lafabricación de bronce (el cobre -malaquitay azurita-, es abundante), y dio pujanza aun área particularmente destacada cultu-ralmente respecto a otros sectores.”

Posteriormente indica: “Si observamosla carta de ubicación de los poblados delBronce en el área murciana, podemoscomprobar una distribución regular de losmismos en función, sobre todo, de dos fac-tores fundamentales y frecuentementesimultáneos:

a) Yacimientos metalíferos de cobre,estaño y plata-plomo.

b) Área de favorables condiciones deexplotación agrícola en el “hinterland” delpoblado.”

Pero todo ello lo procesa con el propioconvencimiento de la conveniencia demayores estudios y análisis que se precisan,mediante personal técnico en curso de licen-ciatura universitaria, al que podría dirigirseuna ampliación de su preparación y cualifi-cación para profesionalizarle en la materia;impartiendo y desarrollando el trabajo decampo en los lugares respectivos, con losmagníficos especialistas y medios con quecuenta la Universidad de Murcia.

En éste aspecto, deja pendiente conje-turas y preguntas que son hipótesis apro-ximadas, pero que deduce en los sentidosofrecidos por lo averiguado, debiendo deser confirmado con el uso inteligente deacometer desde una razonada, lógica ymeticulosa investigación científica, lainformación detallada sobre temas taninteresantes, como responder a exigenciasmomentáneas o fijas la presencia de restosargáricos en llanura; la estacionalidad ytiempo de ocupación directamente relacio-nado con las áreas de explotación metalí-fera; la necesidad de un mejor conoci-

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miento y sus motivos, de la fase tardía delBronce, etc.

Corrobora su opinión con la siguientecita: “La falta de estudios a fondo sobreésta etapa cultural es uno de los factores,pero es indudable que su existencia no sedebió caracterizar por su esplendor mate-rial. Los esquemas que en la fase argáricahan sido la base de un notable desarrolloparecen haber sido rectificados”.

Lo que nos indica, Pedro Lillo, demanera sugerente anticipándose a sutiempo (a éste que vivimos 30 años des-pués), es el campo de trabajo tan inmensoque se encuentra pendiente de abordarpara un mejor conocimiento de lo sucedi-do en aquella etapa tan seductora para laarqueología, intentando hallar el motivode la desaparición de la Cultura del Bron-ce Medio del sureste, buscando el factorfundamental que provocó su crisis.

Todo aconseja descartar una supuestacarencia de estaño en el área, porque lapresencia en el sureste, de éste metal debajo punto de fusión (Sn), está netamenteconstatada por la prospección a lo largo delos siglos de forma minuciosa y exhaustiva,como lo prueba los datos oficiales de masi-va producción de éste elemento de la fami-lia del plomo, durante 1906-1909, recogi-dos por L. de Adaro (Criaderos de hierro dela Provincia de Murcia, Madrid, Imp. Anto-nio Marzo, 1912, páginas: 191 a 192, y, 237a 238).

Se podrá argüir una serie de factorescircunstanciales adicionales, pero comoatestigua y finaliza, Lillo Carpio, con aplas-tante rigor deductivo y consecuente disci-plina aplicada en su relación con el objetode la duda, el declinar argárico, lo pode-mos considerar sujeto:

“Quizá entre los factores determinanteshayamos de tener en cuenta los contactoscoloniales en otras áreas, sobre todo en laBaja Andalucía, y un envejecimiento de losesquemas válidos hasta el momento, frentea una febril actividad comercial del surpeninsular, inserto en la órbita fenicia.”

Y éste es el reto que debe plantearse elequipo que trabaja en “La Bastida”. De locontrario: ¿de que sirve, el brillante apun-te manifestado y escrito hace treinta añospor Pedro Lillo?.

Abundando en el caso concreto y porrepetirlo no pierde su excelente interés,traemos a la memoria que, La Bastida, fuedescubierta a finales del S. XIX, por D.Rogelio Inchaurrandieta; estudiada en ladécada de 1930, por Juan Cuadrado Ruiz(discípulo aventajado de Luis Siret); inves-tigada profunda, y, extensamente porMartínez Santa Olalla; y, futura expectan-te pieza fundamental para limpiar y reha-bilitar, por expreso deseo de Jorge Arago-neses, para llevar a cabo un centro deinterpretación argárica a principio de losaños 60 (paralelamente con el instantecuando se excava bajo su asesoramiento,y con la dirección de Eugenio García San-doval, el Puntarrón Chico). Centro, el deLa Bastida, que pretendía ser ejemplo ensu género, de igual analogía, pese a sutardía construcción en la actualidad, conel edificio y recinto diseñado con el tiem-po, bajo los auspicios del propio Aragone-ses, e, instado bajo la figura investigadorade su alumno preferido, Pedro Lillo, en elSantuario Ibérico de La Luz, que tantointeresó a Cayetano de Mergelina, íntimoamigo y colaborador de nuestro ínclitoDirector del Primer Museo Arqueológicode Murcia.

Jorge Aragoneses, fue el mejor recep-tor, catalogador y conocedor de todas laspiezas acotadas en la carta arqueológicaexistentes en la Provincia, pero concreta-mente en lo referente a los poblados argá-ricos del “Puntarrón Chico” y “La Bastida”.No obstante, desde la fecha que tomó con-tacto y posesión de su cargo en 1953, y, dela que tendría responsabilidad hasta elaño de 1976, aunque los dos últimos añoscompartió dicha dirección con la Subdirec-ción del Museo del Prado, ejerció con auto-ridad y firmeza, en toda la panorámica dela carta arqueológica provincial, dando

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prioridad y estimulando al profesorado yalumnado de la Universidad de Murcia, alos que sugirió y propuso realizar trabajosde investigación.

SEGUIMIENTO DE LOS YACIMIENTOSDE LA CIUDAD DEL BRONCE II DE LABASTIDA, Y, DEL PUNTARRON CHICO

En primer lugar, hacer constar que, evi-dentemente, las pretensiones intentadaspor Aragoneses, sobre “La Bastida” (quefueron invocadas por su mentor Santa Ola-lla), quedaron lamentablemente sobre lamesa para in sécula, ante la emergente yextensa ampliación de yacimientos queapareciendo de forma espontánea, tuvoque poner en vigilancia y puestos en cua-rentena de predadores, con los pocosmedios con que contaba, por expresa ordende su competencia técnica. En su deseo defomentar y apoyar la investigación arqueo-lógica, por todo el territorio geográfico de laentonces provincia de Murcia, su ensimis-mamiento en ésta ardua labor, le precipitóa una trepidante fruición personal ante eldevenir de los acontecimientos diarios,mermando cuantiosamente su concentra-ción en obras periféricas puntuales de grannivel, al quedar desbordado por la recopi-lación de los hallazgos que trataba deincorporar en la carta arqueológica a la queno le daba abasto poner al día. Como con-secuencia -conviene reiterarlo-, debido alos ínfimos y precarios medios con que con-taba, apenas atendió los proyectos quetenía in mente, sobre los cuatro centros deinterpretación de las culturas más emble-máticas de la entonces Provincia a excep-ción del árabe que lo fraguó con el “Centrodel Museo de la Muralla Árabe de SantaEulalia”, quedando en sus pretensiones el“argárico de La Bastida”; “el ibérico delSantuario de la Luz” (terminado en los últi-mos años gracias al trabajo de Pedro Lillo,instado por Aragoneses); y, “el romano deCartagena”, que en cierto modo va cum-pliendo y superando las expectativas pre-vistas por el propio Aragoneses.

Trabajo genérico de asistencia muy pun-tual, el de Aragoneses, que alternó con elespecífico de instalación de museos, cuyoresultado produjo una absorción de su tiem-po y desbordamiento de sus funciones,agravado por la constante saturación deparalelos encargos que recibía desde elMinisterio para instalación de Museos ygrandes Exposiciones nacionales e interna-cionales, no sólo en Murcia, sino en diversasciudades de España, y, países de Europa.

Como nota anecdótica e informativa,Aragoneses nos manifestaba, que tras unaserie de conversaciones mantenidas entreCuadrado Ruiz y Martínez Santa Olalla, LaBastida, fue una excavación de yacimientomimado por el germanófilo, hijo de uninfluyente general amigo del GeneralísimoFranco. Hay que mencionar que SantaOlalla, fue mecenas de Aragoneses, conmotivo de su estrecha relación –durante, y,a finales de la década de los 40 del pasadosiglo-, donde ambos coincidieron en elMuseo Arqueológico Nacional, y, en el Cen-tro Superior de Investigaciones Científicas,

Plano de la Región de Murcia donde Pedro Lillo situólos descubrimientos de yacimientos argaricos. 1979.

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que por aquél entonces dirigía el Marquésde Lozoya, del que sabemos de su malarelación con el primero. Aragoneses, noobstante, hizo uso de sus extraordinariasdotes diplomáticas y mantuvo con ambosuna excepcional amistad, a veces, incluso,llegando a conciliar posturas y friccionesque surgían entre la elevada talla de sen-dos contendientes políticos.

Cuando Aragoneses, tras su magníficoy laureado éxito en la instalación del

Museo Arqueológico de Oviedo en 1949-1951, regresa a Madrid al Museo Arqueo-lógico Nacional, además de colaborar conel C.S.I.C., y, sus altos cargos, se interesapor Murcia, que visita en 1952. Debido aque la plaza de responsable del PatrimonioHistórico Artístico estaba vacante, es pro-puesto para ocupar el cargo, del que tomaposesión en 1953. Una de las primerasvisitas recibidas fue la de Martínez SantaOlalla, director de la campaña y coautor dela publicación estrella más importante quese haya realizado en todos los tiempossobre La Bastida, cuyo titulo correspondea: “Excavaciones en la ciudad del broncemediterráneo II, de la Bastida de Totana(Murcia)”, subvencionado todo por elMinisterio de Educación Nacional. La lle-gada de Martínez Santa Olalla, a la tomade posesión de Aragoneses en Murcia,tuvo la sola intención de entregarle unejemplar firmado personalmente de dichapublicación (Aragoneses me contó de larecepción de una extensa entrega de fotosinéditas; planos por cotas de ladera que nose habían recogido en la publicación dellibro; puntos descubiertos de azurita,malaquita, argentita, cuprita y calcopirita,

“La Bastida. Mediterráneo II…” de Martínez Santa-Olalla.

La prolífica labor de Martínez Santa-Olalla se vióextendida en todo el territorio Nacional. Excavacionesdel elefante de Orcasitas (1959). Archivo Museos deMadrid. Orígenes.

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en las cercanías y Sierra de la Tercia, y, lasituación de las coordenadas de las fuen-tes de agua, zonas de cultivo, etc., que sur-tieron al poblado de La Bastida), a la vezque le interesaba encarecidamente, que,tratara de buscar las posibles estacionesde petroglifos pendientes de descubrir enla zona, y, se preocupase por la puesta envalor de dicho poblado de La Bastida.

Aragoneses visitó La Bastida, primerocon Santa Olalla, y, posteriormente, trasotros descubrimientos que aparecerían enlas inmediaciones de la Rambla de Lébor,y, de los hallazgos arqueológicos en dife-rentes puntos del término municipal deTotana. Prueba de ello y como anécdota, esque, de mis contactos con Aragoneses(durante mediados de la década de los 60,ya mantenía estrecha relación de amistadcon mi familia), y, cuando en los años 80,se me encarga la responsabilidad de laDirección del Museo de la Huerta (él fue elDirector de ubicación e instalación dedicho centro), me puse en contacto perso-nal con él, por el entrañable cariño que ledeparaba todo lo concerniente con Murcia,siendo su primera indicación –como yaadelanté-, conducirme, por medio de unallamada de teléfono, hasta unas estanterí-as que utilizó personalmente en su día enéste centro museístico, donde entre otrosmuchos enseres, en un saquito habíadepositado una serie de fragmentospequeñitos de cerámica del poblado de LaBastida, que todavía conservo en mi poder.

Y en honor a la verdad, debo aclarar lasituación de malestar generada en Arago-neses y García Sandoval, que ya hemosadelantado antes, cuando en la década delos años 80, procedente de una personadesconocida para ellos y estudioso de loargárico, residente en Cataluña, publica“La Cultura del Argar”, donde en el apar-tado del “Puntarrón Chico”(*), hace men-ción de ambos arqueólogos, de una mane-ra, que pudiera interpretarse poco elegan-te, despectiva y falta de respeto. Es aquí,cuando la justicia me obliga a defender yproteger el prestigio, honorabilidad y pro-fesionalidad de Aragoneses.

(*) Nota aclaratoria. Aragoneses, a lospocos meses de leer: “La Cultura delArgar”, publicado por Vicente Lull, meinformó, tras conversar con Eugenio Gar-cía -el primero residía en Madrid y elsegundo en Mérida-, que se desplazaríansobre el propio terreno con la finalidad deampliar los informes de las campañas de1962-63, tratando de aclarar una serie depresunciones del autor del libro, en rela-ción con lo evacuado por ellos sobre el“Puntarrón Chico”, para proceder a su con-testación. Pero realmente, la avanzadaedad de ambos, sus achaques de salud, y,la lejanía de sus domicilios, impidió tal ini-ciativa. No obstante, Aragoneses, durantelos contactos que mantuvimos personal-mente por teléfono, me puso en anteceden-tes de todas sus intenciones, y, dándosecuenta que le era complicado venir a Mur-cia (me dio a entender que Eugenio habíarenunciado a acompañarle), quizá hacia1985, me pidió que me encargara de reali-zar las visitas oculares por todas las zonasal Este y al Oeste del Puntarrón, para tratarde encontrar signos, símbolos, etc. Él, queera profundamente metódico y meticuloso,me definió la búsqueda, según quierorecordar, así: “...trata de localizar grandeslosas o bloques planos en zonas altas alOeste y Este del “Puntarrón Chico”, si pue-des limpia un poco, y, sobre ellas podríanaparecer grabados o incisiones, general-

Martínez Santa-Olalla en el centro sentado agradeceal capataz de los trabajos de excavaciones arqueoló-gicas el esfuerzo humano del equipo realizado duran-te el verano. (Foto del Museo Arqueológico Nacional.Madrid).

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mente profundos yanchos, iguales alos rupestres de losque se tiene cons-tancia en Galicia.Depósitos o recep-táculos que allí sehan aplicado acre-ditadamente a laEdad del Bronce.Con ello demostra-remos a Lull, quemás que opinar,hay que actuar”. Sin duda, con eldescubrimiento, sise producía, quería

hacer patente su instinto de experiencia yconocimiento adquirido de su relación conMergelina y Martínez Santa-Olalla -autén-ticos expertos en la materia, que a la vezfueron amigos de Juan Cuadrado Ruiz dis-cípulo de los Hermanos Siret, en especialde Luis-, y, que el mensaje de intenciónque debía desprenderse de los informessobre las excavaciones del “PuntaronChico”, leídos y mencionados críticamentepor Lull (atrevida opinión, poniendo enduda la profesionalidad de Eugenio y Ara-goneses), inducían exclusivamente a dejarconstancia en esa época, por parte deellos, de la necesidad de reclamar la aten-ción en el futuro, de una mayor interven-ción arqueológica y prospectiva de la zonadel Puerto del Garruchal y sus inmediacio-nes; pues, evidentemente, en aquél tiempocuando ellos altruistamente cumplimenta-ron el trabajo, estaban condicionados a laprecariedad y escasez de medios y loabrupto del lugar, concluyendo con elimpedimento indeseado de realizar elestudio con las garantías y confianza queel hallazgo exigía.

He de reconocer que, pese a su insis-tencia, fui remiso y perezoso durante algu-nos años, pues sólo hice algunos tímidosintentos de paseo, andando por los lugaresmás sencillos y fáciles de recorrer. Sería en1992, con motivo de la Expo de Sevilla,

durante la semana que bajo mi dirección,el Museo de la Huerta y la gastronomía deMurcia, ocupó las instalaciones del Pabe-llón de la Región de Murcia, cuando Ara-goneses me visitó, y, ambos conversamoslargamente. Allí me comprometí, paraconforme dispusiera de tiempo libre,seguir las instrucciones interesadas ante-riormente. Pero aún así, pasaron variosaños hasta volver a retomar el compromi-so. Quizá sería en 1996 o 97, cuando me lotomé en serio. Ahora soy consciente queera desesperante no encontrar nada. Porello me decidí por tomar apuntes sobre lasramblas, fuentes y manantiales de la Sie-rra del Carrascoy, relacionándolas íntima-mente con los distintos asentamientoshumanos estudiados en dichos montes,que, con el tiempo, sirvieron, años mástarde, para llevarlos en síntesis, a sendosartículos que se llevaron a la Revista Can-gilón, y, que se publicaron en 2001 y 2002.

La sorpresa ocurría creo recordar afinales de 1999. Fue el instante que metropezaba en la zona de Los Cerillares, conla estación de losas conteniendo cazoletasde distinta índole, que por ser mi primercontacto con éste tipo de grabados, y, laque consideré ubicación excesivamentelejana del Puntarrón, puse en cuarentena.

Pero lo que lamento profundamente esno haber podido entregar ésta primeraaportación visual a D. Manuel Jorge Ara-goneses, para que me asesorara, pues des-graciadamente había fallecido muy poco

"Petroglifos del Cañejaren el Valle Lunar, al Surde la Cresta del Gallo".

Bloque I. Petroglifo de Los Cerillares.

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antes. Qué extraña casualidad, pensé, mispies y un sentido extraño de la orientaciónme han llevado a encontrar algo quepodría tener relación con lo buscado, justocuando él ha desaparecido.

Un par de años más tarde, también deforma casual, encontraba las del Cañejaren la Rambla Lo Serrano, y, años después,las del Cabezo Pascual en el Puerto delGarruchal, justo frente al mismo Punta-rrón Chico. Ésta última estación de inscul-turas, tan próxima, y, a la vez, tan tardía-mente localizada.

Del estudio de las tres estaciones des-cubiertas, en el que hemos trabajado, J. F.Jordán Montes; Emiliano HernándezCarrión, y, quien suscribe, se ha confeccio-nado un informe detallado, como ensayode interpretación de los significados y vin-culación con yacimientos del Bronce, queserá publicado en la Revista Verdolay.

Me refiero al derecho de exponer latriste anécdota que molestó y enfadó aAragoneses, quien me dijo, que estabadescontento con lo escrito sobre ellos porel Sr. Lull: “...más por entender, de la pre-sunta incapacidad que manifiesta su autoren la descripción expuesta sobre nosotros,que por su experiencia en el campo de loargárico, que no se duda, pero que todavíadeja que desear” (era aproximadamente1984). Dicha contrariedad de Aragoneses,en esas fechas, se produjo tras unas con-versaciones mantenidas con Eugenio Gar-

cía Sandoval (éste último entonces estabadedicado a su espectacular descubrimien-to: “El Mosaico Cosmológico de Mérida”,uno de los hallazgos arqueológicos másimportantes del mundo romano en Espa-ña). El motivo de dicho diálogo consistióen el conocimiento llegado a ambos sobrela publicación del libro, titulado “La Cultu-ra del Argar”, de Vicente Lull (para ellosun perfecto desconocido), texto que recopi-laba todos los textos en materia argáricadel Sureste español, existentes en los fon-dos bibliográficos, documentales y archi-vísticos, y, además, dando opinión, acon-sejando y expresando su parecer con res-pecto a directrices inadecuadas adoptadaspor los encargados de algunos yacimien-tos, entre el que se encontraba el ya citadode “El Puntarrón Chico”, excavado bajo ladirección de García Sandoval y Jorge Ara-goneses, dejando insinuante incapacidaden lo referente al trabajo que ambos lleva-

Bloque II. "Petroglifos de Los Cerillares, tras un día delluvias".

De izquierda a derecha: Juan F. Jordán; Ángel LuisRiquelme y Emiliano Hernández, en labores de medi-ciones de la Estación de patroglifos del Cañejar.

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ron a cabo en dicho lugar. En concreto,referido a una reseña comentada y dirigi-da a criticar las campañas realizadas en elPuntarrón Chico, induciendo por entendersobre la precaria imagen de insuficienteresponsabilidad en la redacción y trascrip-ción escrita de las funciones ejercidas porlos citados arqueólogos, que no agradó asus destinatarios: Sandoval y Aragoneses.

Lo que más provocó el malestar de lostécnicos, encargados en su día de las exca-vaciones del “Puntarrón Chico”, fue que, elautor de la publicación de “La Cultura delArgar”, además de atreverse a opinar ydar consejo a los especialistas y profesio-nales que realizaron los trabajos arqueoló-gicos, cuyo análisis, sin duda, lo emite coninocente rigor, lo hiciera a toro pasado ydesde una mesa de despacho. A los inter-pelados, Aragoneses y Sandoval, leshabría gustado que se hubieran puesto encontacto con ellos, para aclararle algunosaspectos que no terminó de comprender.

De tal menester, Jorge Aragoneses yGarcía Sandoval, para justificar aquel pre-sumible atropello profesional hacia ellos,llegaron a la conclusión, de que, lo ocurri-do estaba dentro del hipotético caso,donde el autor, que comenzaría por unamera curiosidad de aproximación a loargárico, se dio cuenta que había obtenidouna importante recolección documental,que le pudo dar la idea de convertirla enun libro. Es evidente que tras la consecu-ción en su poder, con un gran esfuerzo, sinduda, del contenido del listado redactadopor los directores y responsables de todoslos informes evacuados en relación con loargárico del sureste español, se decidiópor vaciarlo en el texto referido. Por tantodiremos que, el libro “La cultura del argar”del Sr. Vicente Lull, es el resultado consis-tente de la compilación de los informes ydocumentaciones emitidas en campañas oestudios arqueológicos, resumiendo,deduciendo, manifestando y obteniendoresultados en relación con la íntegra docu-mentación recopilada. Por lo tanto, cual

conjunto de datos, los vació con el aportede su visión personal de cada caso, ante elexclusivo valor científico que había detec-tado desde el punto de vista del descubri-miento por el arqueólogo ajeno a él, facili-tando el conocimiento del inventarioextraído dentro de éste exclusivo ejemplarconfeccionado. Lo peor de la cuestión escuando, Lull, arrogándose de experienciay sabiduría, en algunos casos por excesode celosa superioridad, emite comenta-rios, críticas y aclaraciones, en donde(quizá en aquellas fechas influido por sutodavía lozana e impulsiva juventud), poneen tela de juicio los procedimientos yactuaciones llevadas a cabo, y, me referirécomo he comentado, en especial, a las queatañen al caso del Puntarrón Chico.

Como adujo Aragoneses, no se puedenentender los comentarios marginales ydespectivos del Sr. Lull, hacia ellos, en ellibro de “La Cultura del Argar”, cuandoademás es impreciso en los propios datosque expone, como por ejemplo:

a) Expresa en su primer párrafo (pági-na 342) que el yacimiento se excava porprimera vez por García Sandoval en 1961.

Pues no es así, es en 1962. En 1961, serecibe la información del descubrimiento yse hacen las prospecciones por Aragone-ses.

b) Indica que se sitúa en la altitud delos 253 metros (realmente, precisando lasterrazas del yacimiento se encontrabanentre los 249 y 256 m. s.n.m.).

c) Así mismo dice que: en donde seasienta el poblado argárico puede obser-varse la Vega del Segura.

Pues tampoco, la Vega, se divisa exclu-sivamente desde la cima del Puntarrón, a369 metros sobre el nivel del mar.

d) Concreta que la Rambla del Garru-chal, dista del Guadalentín, 3 kilómetros.

Es evidente que Lull, desconoce el pro-ceso de canalización del Guadalentín, des-viado hacia el lateral Sur de Murcia,durante el S. XVIII, mediante la creaciónde un nuevo curso canalizado con la cons-

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trucción del Reguerón, que es el cauce alque se refiere. En su origen primitivo, elRío Guadalentín ó Sangonera, desemboca-ba en el Segura, procedente de SangoneraLa Verde, a la altura equidistante entre laspedanías de Puebla de Soto y el Rincón deSeca, a unos 16 kilómetros del inicio de lacarretera del Puerto del Garruchal, y, unos20 del Puntarrón Chico.

e) Hace una referencia, orientando alSur los vestigios de casas y tumbas hacia elpie de monte.

Se supone que otro error por su parte,porque, el “piedemonte”, se encuentra alNorte del poblado.

f) Expresa que la mayor dificultad, y,ésta dice: “insalvable”, es la publicaciónaparecida de la excavación, y, además pre-sume, de estar “finalizada al parecer” en1963.

Que contrasentido. De no haber estadopublicada, no habría tenido acceso a ella yno la habría conocido. No Señor, además,no sólo, no estaba acabado el trabajo, sinoque faltaba por estudiar algo que descono-cía de su existencia el Sr. Lull. En el infor-me, no se dice que en la cima del Cerro delPuntarrón existen dos importantes puntos,todavía hoy día pendientes, para seguir lainvestigación:

1. Restos de una construcción ovalada,supuestamente argarica, que corona laparte Este del Cerro.

2. Junto a dichos restos, se sitúa unasima de unos 20 metros de profundidad,que, augura en sus fondos, material y ele-mentos relacionados con la Edad del Bronce.

g).- Y finalmente, para “consagrar” laconclusión de su instinto, al final delpenúltimo párrafo referido al “PuntarrónChico”, expresa textualmente: “El hallazgode un molde para fundición de punzonesnos testimonia que al menos la fusión delmetal se realizaba in situ, lo que contrastacon la inexistencia de filones cupríferos”.

Pues sí, Sr. Lull, Aragoneses y GarcíaSandoval, tenían localizadas vetas de azu-rita, malaquita, galena, argentita, cuprita,

pirita y calcopirita, en unas minas prehis-tóricas a cielo abierto, localizadas en lasinmediaciones montañosas de Columbaresy Los Mamellones (muy cerca de allí).Minerales, al igual que los existentes en elcentro minero de Medina-Lorca, mencio-nado por Xamsedín, que alguno de éstos,como la azurita, los confundió con “lapis-lázuli”. De lo contrario, ¿qué sentido teníael haber ubicado, sus pobladores, elimportante asentamiento argarico, queemergió con la excavación, en éste lugar?.Es más, si les hubiera preguntado directa-mente a Sandoval, ó, Aragoneses, seguroque gustosamente le habrían informadodel lugar donde extrajeron el material sususuarios para fundir muchas de las piezasencontradas.

En realidad la enorme importancia delestudio e investigación del yacimiento, erael comienzo de un trabajo al que, Arago-neses, le hubiera gustado terminar comoel realizado por Santa-Olalla sobre La Bas-tida. No fue posible a consecuencia de lascausas expresadas antes, y, otras demayor envergadura, que, no procediendomencionar aquí, impidieron su realiza-ción.

Pero es más, disponían también deplena información sobre la ubicación delas fuentes de agua; los lugares empleadospara el cultivo; y, en especial, un puntoconcreto de posible reunión o de ritual,cuya geometría era circular y su longitudseñalada por piedras, semejante al que seencuentra situado a la entrada del pobladode “La Bastida”. ¿Quiere más informa-ción?. Sólo habría sido suficiente con quese hubiera puesto en contacto con cual-quiera de los dos técnicos que estuvieron acargo de las excavaciones.

ACLARACIONES Y PUNTUALIZACIONESY como es necesario comentar algunas

de las apreciaciones del Sr. Lull, con res-pecto a lo expuesto por Aragoneses y Gar-cía Sandoval, que fueron quienes realiza-ron la excavación del Puntarrón Chico, nos

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referiremos a las siguientes “perlas” inser-tadas por el Sr. Lull en su libro:

1) Página 344. Conclusiones. Párrafosegundo: “En los informes arqueológi-cos..., existen muchos errores, omisiones ycontradicciones que desvalorizan conside-rablemente el yacimiento...”

Todo ello es discutible, pues su intentode escrutar negativamente lo extraído, sebasa en comparar el plano confeccionadopor los responsables del yacimiento y susrespectivos informes. Lo que desconoce esla situación de imprenta a la que se some-tió la publicación en aquélla época (1963-64), lamentablemente, sin la posibilidadde las correcciones que hubiera exigidouna mayor y más completa exactitud yrigurosidad sobre los informes evacuados.

2) Página 344. Conclusiones. Párrafotercero: Dice lo siguiente: “Otras contra-dicciones con las que nos hemos encontra-do son las siguientes”. A continuación enu-mera todo lo que considera paradójico.

No creo que sea necesario rebatir cadauno de los puntos que expresa, puesto que,en parte, los informes, deducen por lo quemanifiestan: no por lo que intenta obtenerel análisis del Sr. Lull para criticar; sinopara dejar constancia de la sencilla exca-vación efectuada, aspirando con ambicióna una profunda y extensa prospección ybúsqueda de lo íntimamente ligado a dichopoblamiento argárico del “PuntarrónChico” Pero aún así, no le da derecho, sinaveriguar las causas procesadas en lacomplejidad de los trabajos, acometidoscon la imprevisible alternancia de la modi-ficación del terreno por parte de la propie-dad (en aquellas fecha se cultivaban cítri-cos con una gran producción); la presenciade incursiones desconocidas; depredado-res furtivos, e, intrusismo agrícola aleato-rio a lo largo y durante los dos años decampaña (situación que no se pudo con-trolar en razón de la imposibilidad econó-mica y financiera de montar e instalar per-manente vigilancia en el lugar), llegando aescribir en la página 346: “... datos empí-

ricos con que contamos y como se observaresultan difíciles, por no decir imposible,de tabular, desvalorizando el yacimientocasi por completo”, poniendo en duda elprestigio de tan eminentes y eruditos per-sonajes como fueron: Aragoneses y GarcíaSandoval.

Tras éstas líneas que se han subrayadoescritas por Lull, creando estupor y asom-bro para los interpelados, Aragoneses ySandoval, sugiriendo la descalificación deltrabajo, al dar a entender que, debido alprocedimiento arqueológico realizado enla excavación el yacimiento queda desvalo-rizado casi por completo, habrá que espe-rar a la conclusión del suyo, encargado en“La Bastida”, de obligada supeditación a lopresentado por Inchaurrandieta y lo publi-cado sobre las “Excavaciones en la ciudaddel Bronce Mediterráneo II” (MartínezSanta-Olalla), donde otros tantos especia-listas en la materia han dejado su impron-ta escrita, y, a la que tendrá que recurrirde forma imprescindible, si además dequerer sacar conclusiones museográficas ymuseológicas, desea aprender el procesoseguido a lo largo de más de ciento treintaaños de investigaciones del lugar y susinmediaciones.

Como explicarle al Sr. Lull, que, el yaci-miento del “Puntarrón Chico” fue extorsio-nado y sometido a diferentes labores por lapropiedad y la piratería depredadora, perosin embargo, no sin poco esfuerzo y tesón,se pudo extraer uno de los más ricos lega-dos patrimoniales de la cultura del argar, y,que obra en las salas de exposiciones delMuseo Arqueológico de Murcia. ¿Qué másse puede pedir de aquél tiempo?.

Bueno, no requiere contestación. Larespuesta, como dice, se encuentra en lariqueza expuesta dentro de los fondosargáricos del “Puntarrón Chico” en elMuseo Arqueológico de Murcia.

En fin, sin necesidad de continuar enaclaraciones y rectificaciones dirigidashacia el trabajo incluido por el Sr. Lull ensu libro “La Cultura del Argar”, respecto al

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Puntarrón Chico (tendríamos que realizarotra averiguación comparativa, con el restode textos de los que extrae conclusiones yhace referencias, para comprobar que éstecaso ha sido una excepción), es evidenteque el estudio realizado tratando de escu-driñar lo emitido por Aragoneses y GarcíaSandoval, produce una serie inconcreta deaportaciones y valoraciones, que, a quiendeja en entredicho es al “impreciso” afina-miento descrito por el propio autor de lapublicación sobre la cultura argárica.

El sólo mérito de altruista esfuerzo ysacrificio de los que participaron en aque-lla aventura arqueológica del PuntarrónChico (1*), demostrado por sus responsa-bles y personal alumno, haciendo el tra-yecto andando muchos de los días desdedonde les dejaba cada día, el autobús en laaldea de San José, hasta llegar al inhóspi-to y hostil yacimiento arqueológico de laladera del cerro del “Puntarrón Chico”, lesconcede una distinción y tratamiento queno se refleja gratamente en los comenta-rios descritos en el libro de Lull. Pero ade-más, en aquellas fechas, sin medios, niayudas, ni subvenciones, ni contratos, nirecepción de apoyos de organismo oficia-les, etc., etc. ), todavía acredita en mayormedida, a los responsables aludidos de lasexcavaciones, para estarles agradecidos yprofundamente reconocidos.

«(1*) Se lo podemos preguntar todavíahoy día, a Doña Matilde Escortell Ponsoda,discípula predilecta de D. Cayetano deMergelina, que participó en sendas cam-pañas arqueológicas, estrecha colaborado-ra de Aragoneses y García Sandoval, y,fuera de toda sospecha, pues su acredita-da y probada reputación profesional, ex-directora por jubilación del Museo Arque-ológico de Oviedo durante 30 años, es deaplastante evidencia».

Manifiesto sistema diferente al que seproduce en la actualidad, donde se hacencontratos millonarios, para realizar éstostrabajos, y, donde el propio Lull, ha sidobeneficiado, por supuesto ¡válgame el

cielo!, porque se ha considerado su espe-cial experiencia, y, en virtud –segúncomentario desde el Servicio de Patrimo-nio Histórico de la Dirección General–, deser el único que ha presentado proyecto.Vaya justificación más extraña. Señoresmíos, el proyecto exige a la Administraciónsacarlo a concurso, por lo cual: ¿no sehabrá optado por una adjudicación o con-cierto con defecto de forma?. El tiemponos lo aclarará.

No obstante, dejo el tema sin terminary sobre la mesa, por si alguien desea con-tradecir, aclarar, depurar, matizar oampliar, cuanto ha quedado planteado, sinperjuicio de que llegado el caso, ofreceruna mayor información sobre la cuestión,que daría muchas páginas para escribir.

Ante lo expuesto, quede claro dosaspectos:

Primero: Que la adjudicación de los tra-bajos concertados con la Universidad deBarcelona, sobre museografía y museologiade La Bastida, a un equipo determinadoenclavado fuera de nuestra Región -en éstecaso coincide la figura de Director en D.Vicente Lull-, dejando al margen y excep-tuando a nuestra Universidad de Murcia,producirá un presumible perjuicio a su con-servación y mantenimiento ulterior.

Segundo: La ausencia de distintosespecialistas en la materia de nuestraRegión, además de la falta de presencia deprofesorado y alumnado universitariomurciano, deja un vacío de conocimiento einformación sobre lo realizado en quienestienen que recoger el testigo y herencia decuanto suponga incorporarse o interveniren las labores que demandará la continui-dad del servicio previsto de aperturapública de las instalaciones que se desa-rrollan, al aire libre y edificios de museo-grafía y museología proyectados; sin per-juicio de la merma experimental que seocasiona a los próximos licenciados deprehistoria que pudieran estar interesadosen el futuro, dedicándose el estudio de lacultura del argar, en el resto de la Región.

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LAS SIERRAS MINERAS DE LA REGIÓN DE MURCIA Y SERES MÍTICOS EN CARTHAGONOVA

SIERRAS MINERAS DE LA REGION DE MURCIA

Por éstas razones, no podemos dejarpasar la ocasión de ultimar éste capitulo,con nuestra aproximación hacia las sie-rras mineras de nuestra geografía de laRegión de Murcia que tuvieron un marca-do protagonismo en las primeras expe-riencias humanas sobre metalurgiaprehistórica en Europa, introducida desdelos pueblos avanzados del MediterráneoOriental, hacia -como denominó Santa-Olalla-, “boya de amarre de los orienta-les... en las queridas provincias de Almeríay Murcia”. Conocimiento adquirido rela-cionado con la aplicación de experimenta-dos procesos de aleación realizados conlos minerales extraídos de las rocas, des-cubriendo mediante el sistema del fundidode aquellos que respondieron al fuego, alproceso del moldeado y forjado de losmetales. Minerales que, entendemos fue-ron buscados y encontrados inicialmentepor la trashumancia y nomadismo de los

hombres de incesante capacidad empren-dedora, ejerciendo el peinado de los terri-torios por donde se trasladaban para trasla localización de los materiales deseadosestudiar el asentamiento más conveniente.

En consecuencia, reconocido el terrenoy encontrada la masa con indicios metalí-feros o pétreos deseados, de forma conti-nua, una y otra vez, procedían al asenta-miento de sus comunidades en las laderasmejor acondicionadas de las inmediacio-nes de la zona, pero siempre cumpliendolos requisitos implícitos de subsistencia,condicionados a encontrar un terreno fér-til para el cultivo; fuentes, manantiales yramblas con agua necesaria para el abas-tecimiento; y, la comprobación de la exis-tencia de suficiente volumen de las referi-das vetas líticas reconocidas para sus pro-pósitos de recolección, cuya finalidad con-sistiría en beneficiar los minerales, comoya conocieron sus antecesores, y, extraercon las artes y técnicas aprendidas, aque-llos primeros metales moldeables al fuego,como el bronce, estaño, plomo, cobre, oro,plata, ó, hierro, motivo por el que consi-guieron dar soberanía y poder a sus agru-padas sociedades.

Viajeros de procedencia indefinida. Cre-adores de su incierto destino. Inteligenciadesarrollada para la supervivencia trashaber superado la habilidad de la conviven-cia en grupos comunales, dependientes deuna forma de vida cazadora y recolectoradominando la técnica de la metalurgia,hasta el extremo de ser una de las funcionesvitales de su identidad, idiosincrasia y com-portamiento social. Sin duda, la Edad delBronce, marcó el momento de la división delas funciones laborales del individuo. Signi-ficando, la primera segregación de lastareas estrictamente productivas en comu-nidades humanas al crearse la figura espe-cializada del artesano metalúrgico, quesería pagado y nutrido con los productosexcedentes del trabajo obtenido por la reco-lección del agricultor y ganadero de su con-temporaneidad. Éste tipo de sociedades,

El Sureste español Boya de amarre de los orientalespor su valor mineralógico para la metalurgia.

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evolucionaron y se desarrollaron al amparode ésta específica técnica de la consecucióndel metal que revalorizó y reconoció elcarácter potencial de sus integrantes, per-mitiendo, además de elevar la calidaddomestica y suntuaria, producir elementosmetálicos, no sólo para fines propios, sinopara ser motivo de supuestas transaccionescon otras comunidades de la época, y, endonde en nuestra Región, tenemos unafuerte implantación de yacimientos, cuyosasentamientos están marcados por las con-diciones anteriormente enumeradas.

Como se decía al comienzo, el articuloque aquí se presenta en éste número 31para el 2008, se terminó de redactar amediados del año 2006, comprometidopara insertarse en el siguiente de 2007 enésta Revista Etnográfica de Cangilón, comocontinuación de dos aportaciones anterio-res (números 28 y 29, 2006). Éste trabajode hoy, constituye, como dijimos al inicio,una tercera entrega correspondiente a lainvestigación genérica, cuya concepcióninicial pretendía la elaboración de un librorecopilatorio sobre ésta sugerente materia,la arqueo-minería industrial y la metalur-gia desde tiempos prehistóricos hastanuestros días en el Sureste Español, mate-ria que en los últimos 20 años ha desperta-do de su letargo gracias a diversos colecti-vos investigadores, ecologistas, particula-res y personajes defensores y protectoresde su valor empírico, y, por supuesto, alentendido sentido común sobre la impor-tancia que nos depara la temática de la quehablaba en la primera entrega, y, donde sehacía constar el capital patrimonial dispo-nible de proteger y defender, desarrolladoa lo largo de la historia de la hoy Región deMurcia. El trabajo que ve la luz en éstostres artículos aportados, aunque es unasíntesis de lo que se pretendía en ambicio-so proyecto para publicar (todavía pen-diente de una decisión de realizaciónampliable), se comenzó a trabajar y redac-tar durante los primeros años de la décadade 1970, con las anécdotas que surgieron

durante unos días de verano (contadas enla primera entrega, núm. 28), cuandopasaba las típicas vacaciones en familia enlas playas de la Bahía de Mazarrón.

Pero la imponderable atención delacontecimiento que tuvimos que cubrirreferente a nuestro homenaje al Tricente-nario de Salzillo, el año 2007 (2*), impidiósu inclusión por falta de espacio, en larevista correlativamente anterior, o, sea lanúm. 30, dejando advertida informaciónen el anuncio que se indicó en el pie delSumario de la primera página de dichaRevista Cangilón, que, ante la imposibili-dad de publicación sería trascrito en éstaque hoy tenemos en nuestras manos rela-tiva al número 31.

«(2*).Quien ha tenido la oportunidad oel deseo de dar lectura al trabajo que susti-tuyó en la revista núm. 30, a éste que seentrega de “Sierras Mineras...”, ambos deéste dicente, podrá detectar nuestra vozinconformista defendiendo el rigor del datoy las actuaciones examinadas desde lainjusticia cometida, y, que reiteramos nue-vamente al considerar conveniente dejarconstancia de nuestra posicionada aclara-ción documental y probada hipótesisexpresamente desarrollada en el textodedicado al Maestro imaginero, dondeentre peticiones y otras extractadas contri-buciones (la referente al estudio del ADNde los huesos de la familia Salzillo, hemosconseguido se atienda el estudio por partedel Ayuntamiento de Murcia), nos centra-mos e insistiendo en un vidrioso tema,acerca y con respecto a lo sucedido en rela-ción con una presunta apropiación indebi-da de la foto relativa al certificado de bau-tismo de Nicolás Salzillo, cuyos autores fue-ron Zacarías Cerezo y Remigio Tolmo. Fotoaparecida en el primer Catalogo de laexcelsa exposición, y que hizo de suya, DñaIsabela Di Lido, designada para un trabajoconcreto de investigación encomendadopor la organización del evento. El aporte dela foto es la fuente acreditativa del descu-brimiento de uno de los enigmas más bus-

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cados por los especialistas en materia debellas artes, desde Cea Bermúdez a finalesdel S. XVIII, pasando por Baquero Alman-sa; Sánchez Moreno; y, hasta el propio JoséCrisanto López Jiménez, que trató en cola-boración con Aragoneses, indagar y averi-guar a través de distintos directores demuseos y profesores de la ciudad de Nápo-les y Capua, el lugar y fecha exacta delnacimiento de quien fuera el progenitor yejemplo a seguir por nuestro ínclito escul-tor universal. Quien esté interesado en lavida de Francisco Salzillo, y, su padre Nico-lás, puede leer dicho artículo que le facili-tará una información inédita de la queseguro disfrutará».

La página wep “Patrimur.com”, nosproporciona una valiosa informaciónsobre la ausencia de la cultura metalúrgi-ca del argar, en las poblaciones de nuestraRegión de: Fuente Álamo; Torre Pacheco;San Javier; San Pedro del Pinatar; LasAlcázares; Alcantarilla; Las Torres de Coti-llas; Alguazas; Ceutí; Lorquí, Villanuevadel Río Segura; Campos del Río; Ojós;Blanca y Albudéite. Sin embargo, nos indi-ca que la mayor concentración de asenta-mientos del argar se encuentran situadosen los municipios de Lorca; Jumilla; Mula;Puerto Lumbreras, Totana y Murcia. Elresto de las localidades sin nombrar,detectan en mayor o menor medida, la dis-posición de yacimientos que avalan laimportancia de dicha cultura humana enla actual Región de Murcia, como exten-sión de todos los descubrimientos enmateria argárica, hallados en el territoriodel sureste español.

TARTESSOS, ¿INFLUJO DEL ARGAR?La pregunta produce un sentido provo-

cador, pero sin la audacia del ingenio y lacreatividad, nunca habríamos llegado anuestro estado del bienestar y del conoci-miento. Y esa postulación por averiguaruno de los grandes misterios desde dondenos contempla la historia, es mantenidacon el constante desvelo que nos ha ofreci-

do con creatividad e inteligencia, con estu-dios y metodología de disciplinado funda-mento y razonamiento, y a lo largo de todauna etapa de intenso trabajo sobre el par-ticular, nuestra respetada y admirableinvestigadora, y, mujer de indiscutibleciencia, Dña. Nuria Sureda Carrión.

Olvidados en el tiempo, pero pendientede que la ciencia, representada por elhombre que investiga -a quien actualmen-te se le retribuye espléndidamente eneuros para que nos consiga respuestas-, seencuentran los trabajos de SuredaCarrión, elaborados a principio de la déca-da de los 70, con detallado y fascinantecocimiento, en relación con la pregunta deéste capítulo.

Para entrar en materia, diremos quehablar de Tarsis, cuyo gentilicio lo tenemosen tartessos, es atribuirles el sentido plenode la minería y la metalurgia a gran escalapara conseguir la mucha riqueza y tesorosque lograron aquilatar. O sea, es la “culturadel metal”, “la búsqueda del criadero meta-lífero”, y, de la “creación de fundiciones”,conforme propone en 1941, W. F. Albright.Pero ésta profesionalización, habrá queencontrarla en su procedencia, ya que en1959, Ulf Tackholm, explica que aun pres-cindiendo del significado y término de “fun-dición”, lo que hay que centrar es el signifi-cado de Tarsis, que por su mucha cita docu-mental, convendría entenderla como “... laTierra de las Piedras Preciosas, Oro, Plata yPerlas”, que sitúa en el perímetro del MarRojo, cuyas regiones colindantes, en la anti-güedad, fueron extraordinariamente ricasen estos materiales y metales, asegurándo-se que, de la explotación de éstos tesoros, setiene constancia por la naves enviadas porel Rey Salomón.

Ante éste ínfimo recordatorio, quepuede ampliarse con la magnífica y doctaerudición que nos entrega Nuria Sureda ensu trabajo: “Tarsis en las fuentes bíblicas”,nos acerca a un mínimo conocimientoencerrado en la hermética realidad demisterio en vías de progresión al entendi-

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miento, que representa el mundo de lostartessos en la franja mediterránea delsureste peninsular.

Por tanto, me ceñiré a cinco artículos deindiscutible valor científico, de Nuria Sure-da Carrión, en relación con el debate quetratamos de iniciar, basado en textos demagnífica factura, que se arrogan el dere-cho a exigir clarificación por parte de losexpertos, cuando casi treinta años después,todavía se conjetura y enjuicia lo expuestoen sus tesis correlativas sobre la relación yconexiones de tartesos y argaricos.

Como digo, y, convencido de que éstassugerencias han quedado en la omisión,por no aplicar la palabra amnesia de quie-nes han tenido la responsabilidad de leer-las y continuar por la línea de análisisemprendida por Sureda Carrión, quedebía haberse heredado por quienes tie-nen el deber de estudiar ésta materia, con-secuencia directa de tenerla en su agendade ejecución o aplicación diaria de trabajo,bien en la docencia o en la arqueología,con fines de aceptar encargos remunera-dos, invita a que más adelante incluyamosnuestro humilde parecer, pero que obliga avolver a recordarlos:

1) Tartessos y el Tesoro de Villena.Sureda Carrión, Nuria.

2) La Cultura Argárica, ¿específica-mente Tartesia?. Hipótesis de trabajo.Sureda Carrión, Nuria.

3) Tarsis en las fuentes Bíblicas. Sure-da Carrión, Nuria.

4) La interpretación de la Leyenda deTartessos, según Almagro Basch. SuredaCarrión, Nuria.

5) Aproximación a la protohistoria deMurcia. Sureda Carrión, Nuria.

En éste aspecto, no podemos obviar, quela metalurgia, y, el conocimiento del benefi-cio de los minerales llega a la península,mediante una cultura superior a la indígenaexistente. Por tanto, sin perjuicio de inducira los profesionales cuyas característicashemos referido a que continúen ésta labor(y que actualmente acometen estudios de

museografía y museología argarica), sehace imprescindible tratar con mesura yatención, aunque los cinco documentos sontesoros suspendidos sobre una argolla en eltiempo, nos acogeremos a uno de ellos,como soberbia y brillante tesis que NuriaSureda nos regala: “La Cultura Argarica¿Específicamente Tartesia?. Hipótesis deTrabajo”, que con valentía y convencimien-to de su posicionamiento, presentó en elXIV Congreso Arqueológico Nacional, enVitoria del 7 al 12 de Octubre de 1975. Ésteestudio no es fruto de la casualidad, nisiquiera de una mera especulación espon-tánea surgida para la ocasión.

Dichos cinco trabajos se correlacionan.Ninguno podría separarse del siguiente.Pero somos consciente que, Nuria Sureda,una de las pocas estudiosas sobre el pre-sumible origen, significado y orientacionespoblacionales, relacionadas con la culturade Tartessos, se atreve a poner un poco deorden en el cosmos de la incógnita, abrién-donos la expectativa que considere la pre-sumible íntima relación entre Tartesos yArgáricos.

El inicio de dicho documento, quecorrespondería al número 2 de los citadosantes, reza como sigue: “La cultura argári-ca se ha llamado, por lo ignorada, la EdadMedia de la Arqueología, y es calificada porlos mismos especialistas como una cultura««mal conocida»». Sin embargo, lo quesabemos de ésta cultura (que marca uncambio profundo, con una serie de progre-sos que parece que no son descubrimientosindígenas, sino resultado del estímulomediterráneo procedente tal vez de la zonaSO. de Anatolia), es que, posee unas carac-terísticas que coinciden plenamente con elenigmático mundo de Tartessos”.

Es un magnífico análisis, que, despuésde muchos años sigue pasando desaperci-bido para quienes deberían profundizaren sus inteligibles y lógicas opiniones quepor su brillantez y sutileza, alguna deellas, merece su trascripción, como porejemplo:

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“Las fuentes plantean problemas,...,situando la región tartesia en la BajaAndalucía, siendo posible que tengan solu-ción, situando Tartessos en el SE. de Espa-ña”. O sea, vendría a decir que, sus asen-tamientos se originaron en el territorioque hoy coincidiría fundamentalmente conla geografía de Granada, Almería, Murciay Alicante.

“El desarrollo de la cultura argárica esparalelo al de la cultura micénica. De intro-ducirse estos sufijos en éste momento -escribe Maluquer-, el nombre de Tartessoshabría llegado a Occidente, en época de lacultura del Argar, es decir a mediados del IIMilenio a de C. Precisamente, hacia el 1500se observa una mayor evolución en la cul-tura del Argar.” Por tanto, la relación entreambas culturas no es nada descabellado. Esmás, quizá la solución la tengamos, cuandoencontremos huellas suficientes de tartesosque imbriquen las artes, costumbres y cos-tumbres entre ambas partes, la argárica yla tartesa.

Tras una magistral exposición, dice: “...los cambios que se produjeron con la lle-gada de éstas gentes, cuyo contacto con losindígenas sería intenso y respetuoso, pudopermitir el nacimiento de la llamada cultu-ra argárica, que se extiende por la zonadel SE.”

Pero además, con aplastante juiciosareflexión, nos explica: “Opinan los arqueó-logos que, después de la cultura megalíticay el vaso campaniforme, la cultura delArgar marca un cambio profundo, acele-rándose el proceso de la vida urbana pri-meramente en ésta zona, con incipientes yprimitivas ciudades con casas de plantarectangular o cuadrangular. En las zonasargáricas aparecen técnicas nuevas queson la avanzada de ésta civilización, conuna transformación de la vida urbana y lametalurgia.” Así es como deducimos que,ésta innovación de progreso en el nativoindígena, es consecuencia de la influenciaque el estímulo mediterráneo oriental pro-voca como paso previo al desarrollo, evo-

lución y consolidación de una cultura: “Laargárica”.

Redundando en la tesis escribe: “...explosión demográfica..., grandes pobla-dos..., eligen cerros medios y altos olomas..., se ocupan de la caza, pastoreo,hilados, lino, esparto, laborando en marfil yel hueso, pero ésta artesanía se ve desbor-dada por la actividad minero metalúrgica,Creándose y destacando la especializaciónde ésta actividad, de tal forma que, seextiende y prende con fuerza en el bronce yla plata, progresando la orfebrería: ... de laplata y el oro que se halla también en lospoblados, lo que supone un medio que invi-ta al trasiego de transporte (terrestre ymarítimo), o sea, una organización social ycolectiva”. “La cultura del Argar irradia azonas marítimas, en contacto con la zonaaccidental de la meseta, en busca del esta-ño”. Esto se corrobora, por lo descrito porPedro Lillo, con estadísticas industriales,hasta bien entrado el s. XX, sobre la rique-za de estaño que existe en el Sureste. “ElProfesor Maluquer señala que con la apari-ción de la cultura del Argar, por primeravez, la arqueología delata grandes diferen-cias en las tumbas, como prueba de unpoder concentrado”. Antes de ésta épocano existió tal ritual y ceremonia propiedadde culturas muy avanzadas sólo existentesen el ámbito de Mesopotamia y Egipto.Continua: “El profesor Tovar, citado porCarrizo, afirma que el reino tartesio «”fueuna colonización debida a elementos cultu-rales procedentes del Mediterráneo Orien-tal»», lo que cuadra perfectamente a la cul-tura llamada del Argar por los arqueólogos–si aplicamos en sentido amplio la palabracolonización-, donde se manifiestan unaserie de progresos de impensable descubri-miento indígena. Algunos autores, inclusoven en el Argar el resultdo de una verdade-ra colonización mediterránea, y, que comose demuestra, en las tumbas se encierra elcadáver en el interior de una gran vasija,“Pithoi”, como conocemos en las estudia-das en Anatolia en la propia Grecia”.

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Sureda, nos conduce por el camino delintercambio cultural, nunca de trasplantede civilización extranjera, pero si permi-tiendo el desarrollo de la base indígena, y,nos recuerda que, Jenofonte designababajo el término de “leyes no escritas” lostres preceptos fundamentales de la moraloriental avanzada:

a) El temor respetuoso a los dioses.b) La aceptación educadora de los

padres, y,c) El escepticismo hacia los extranje-

ros.Este concepto jurídico social, nos indi-

ca factores claros de influencia en la cul-tura existente en el Sureste peninsular.Son las pautas y formas de vida que rigenen el pueblo indígena occidental anteriora su contacto con el oriental de irrecono-cible relación con las del argar. Es a par-tir de los indícios y signos probados,modificada la conducta y trayectoriasocial, tras los encuentros de intercambiode aculturación mutua, cuyo fenómeno lotenemos al hallar éstos mismos principiosen la cultura del argar, cuando podemosaceptar el refinamiento y calidad inteli-gente motivo de la influencia, desde socie-dades muy avanzadas, como la feniciacomercial, que se introduce paulatina-mente, dejando su huella con el hallazgode perlas de pasta vítrea en tumbas argá-ricas, como intercambio de baratijas (con-forme se conoce por Pierre Cintas,siguiendo la opinión de García Bellido),lugares donde progresivamente los anti-guos tartesios se instalan, como en la zonade Almería, explotando minas argentífe-ras en Almazaraque y El Oficio, al uníso-no con las que se benefician en los criade-ros del Cerro de las Herrerías para laexportación fenicia. Deducción, donde sedemuestra que, los indígenas habríanaprendido de los orientales a tratar y ela-borar el metal, sugiriendo que indiscuti-blemente dicha formación metalúrgicanos lleva al segundo milenio a C., dondefenicios primero, y, tartesios intercam-

biando cultura, infunden a los lugareños,su valor empírico y conocimiento de losprocesos para su extracción metalífera.

Es así como podríamos insinuar que,tras la consecución de éstas grandes rique-zas metalúrgicas, los fenicios fundanGadir, sin duda, gracias a tesoros proce-dentes de manufactura, que denominaría-mos: tartesio-argárica del sureste, conse-cuencia de contactos precoloniales. Ésterazonamiento se cumplimenta con la irra-diación de la cultura del Argar, ubicada enla zona accidental de la Meseta, haciazonas marítimas, en busca del estaño.Metal que se sabe de su existencia engrandes cantidades productivas en lasproximidades de sierras linderas con elmar, hasta bien entrado en s. XX.

Concluyendo, deduciendo que el nom-bre de la incógnita Tartessa, llega a lapenínsula durante la época de la culturadel argar, desarrollada en el paralelo de lacultura micénica, nos hace pensar en doslíneas de estudio, la primera, averiguar quées lo tartessico y hasta donde se mezcló conel indígena, y, la segunda, que, el problemade tartessos, presuminos se fundamenta enla fusión de las culturas argarico-tartesica;y, como resultado, nos lleva a una impac-tante y consecuente revolución histórica,necesitando catalogar y redefinir el periododenominado “argarico”, en el surestepeninsular, circunscrito a Almería, Grana-da, Murcia, Alicante y Albacete.

Es evidente que, Sureda, con quiencompartimos muchas de sus ideas, creauna conjetura que alguien interpretaría deaventurada, como formula para iniciardebate e investigación sin arredrarse lomás mínimo y a la espera de que se le con-teste (hasta la fecha irrebatida), y, segurade si misma, desarrollando su intuición demujer de estudio, se ampara en uno de losdogmas más elocuentes para el avance dela ciencia: el proceso de confrontación ó dela prueba de la evidencia material, basán-dose en una sabia cita que ella mismaescribe: “... como nos decía Bosch Gimpe-

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ra, «hay que admitir la legitimidad de lashipótesis de trabajo, aunque entenderlascomo tales y modificarlas o retirarlas sesujeta a los datos que vayan saliendo. Si seespera a tener pruebas de todo, la cienciano puede avanzar nada». Esperemos quelos nuevos investigadores acepten convalentía el reto y peligro de una nueva ygran posibilidad que asoma”.

Otros aspectos tratados por Sureda,con enorme intencionalidad comprensiva,acotando lo relacionado con la minería enla “cultura mastiana” de Murcia, recibidaposiblemente de lo que pudo continuarcomo desaparición del argar, pero su con-tinuación en el desarrollo de la forma devida “tartesio-ibérica” murciana, nosacerca a lo afirmado por Estrabón (II 3,6-8), según lo legado por Posidonio quedecía: “... es posible que no sea ficción lode la isla Atlántida”, quizá tras su estan-cia en Hispania, observando que: “... elmundo subterráneo parece ser habitado,no por Hades, sino por Plautón” (Dios dela riqueza), al creer convencido el sucesode la leyenda sobre la Turdetania: “...incendiándose los bosques el mineral deoro y plata se fundió y salió a la superfi-cie”. Los geólogos han corroborado quelos terrenos de sierras rocosas entre losCabos de Gata y el de Palos, configuranuna región ígnea que confirma la existen-

cia de arroyos subterráneos de plata fun-dida (Saavedra 1929), que viene extra-yéndose hasta bien entrado el S. XX, yque, vendría a justificar lo expresado porDiodoro (V 35): “... tras el incendio deunas montañas extendidas desde el “mardel sur”, la plata surgida enriqueció a losfenicios”.

¿Realmente después de más de treintaaños, los nuevos y más punteros investiga-dores, están preparados para responder aésta secuencia sugerida por Nuria Sureda?.

La respuesta, es de esperar que la ten-gamos en la concepción expositiva que nossea entregada con la museografía y muse-ología de “La Bastida” de Totana.

CONTACTO CON LA MINERIA CONTEMPORÁNEA.

En nuestros anteriores artículos que-daron pendientes algunos temas que con-viene que retomemos.

Puesto que, en la revista Cangilón núm.29 (2006), terminamos comentando laimportancia de las minas de oro, que tuvosu posible existencia, según Samuel E.Cook, en las sierras de Cartagena y Maza-rrón, no debemos olvidar los sistemasempleados, donde al margen de las deno-minadas “minas de placer”, depósitos departículas minerales mezcladas con arena ygrava, situadas en los lechos de los ríos(ejemplo de las que debieron existir en elThader «Avien 456», citadas por SánchezPalencia), nos atrae comentar la mineríasubterránea, subdividida en rebato a rocablanda y dura. La blanda sería el carbón,bauxita, potasa y sal común, y, la duracorrespondería a la de metales y minerales.

Aún entendiendo que, las minas subte-rráneas, se hicieron sólo para extraer lasbondades líticas, hay que expresar la utili-dad de éste arcaico sistema, para penetraren las montañas con la finalidad de buscarlas bolsas de los acuíferos, a las que se lla-maron “Minas de Agua”, para conducirlapor canales hasta los depósitos o puntosde abastecimiento necesario. Vivo indiciode ello lo tenemos en la Sierra del Valle del

Plano de Bastitamia y Contestania.

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Carrascoy, con la multitud de largas gale-rías construidas, durante los siglos XVII yXVIII (posiblemente ya existirían algunosintentos y usos antiguos), en arcada demedio punto, no superior al metro de altu-ra y 0´60 de anchura, hoy día en desuso ysin posibilidad de utilización en el futuro,debido a la sobreexplotación de infinidadde pozos instalados en sus laderas a lolargo de la primera mitad del S. XX.

Se dispone de un perfecto conocimien-to de las minas subterráneas, que a lolargo de la historia han sido explotadas agran escala en la Provincia de Murcia.Pero por traer aquí algunas de las másrecientes documentadas del S. XIX, nosdecidiremos por citar como muestra deantigüedad, la Empresa de Minas “LaMaravilla”, cuyo titular, Luis Zarandona yFontes, natural de Murcia, el 21 de Octu-bre de 1850, autorizado por la JuntaGeneral Ordinaria, deja nulos y sin ningúnvalor los títulos capitales de 1812.

Pero podemos continuar por La Socie-dad Minera “Los Seis Amigos” de SanJavier (1850), y, otras tantas del resto depoblaciones de la provincia; pero desde laciudad departamental de Cartagena, desta-can las Sociedades mineras de “Amigos yEspañoles” (1851); La Empresa de Minas“Buena Fe” (1852); Minera “San Roque”(1855); Minas “La Paz” (1857), y, así, suce-sivamente de forma progresiva, transferi-das, modificadas, trasformadas ó permuta-das, hasta una cantidad pendiente indeter-minable, sugiere por un atractivo trabajode estudio para especificar con mayordedicación una mayor precisión para laestadística. No obstante, la extensa colec-ción de D. José Manuel Sanchís, sobreacreditación de acciones en las sociedadesmineras de la entonces provincia de Mur-cia, nos facilita una enorme informacióncon referencia a títulos; propietarios accio-nistas; datos de libros de registro e inscrip-ciones; contenido de textos alusivos a ori-

Título de la Empresa de Minas “La Maravilla”, 1850,ampliando el título capital de 1812. Archivo de JoséMaría Sánchez.

Título Mina “Los seis amigos”, 1850. Archivo de JoséMaría Sánchez.

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gen, procesos y modificaciones, y, un largoetcétera que nos advierte de una fuente deinformación infinita para determinar laantigüedad e importancia que tuvo éstaactividad extraída del subsuelo de nuestratierra de Murcia, en el progreso y evolucióndel contexto general de la Nación; todo ello,pese al desastre ecológico y medioambien-tal producido durante los siglos XIX y XXpor la masiva e incontrolada explotaciónminera, cuyo territorio, desde hace años,se ha convertido en la piedra angular de lasAdministraciones Públicas, con la finalidadde implantar las medidas correctoras paratratar de restaurar y acondicionar susparajes y terrenos afectados. Tarea arduadifícil, pero daremos un voto de confianza,reconociendo el mérito de la buena volun-tad que manifiestan en ello.

LAS CANTERAS DEL VALLE CARRACOY,EJEMPLO A SEGUIR

No obstante existen muestras de res-tauración del paisaje medioambiental,

como el instaurado en las minas y cante-ras a cielo abierto en el Valle Carrascoy,junto a la Escuela Hípica del Valle, y anexoa la primera fase de subida por la denomi-nada “Senda de las Columnas”, desde el“Area recreativa de La Balsa”, hasta lapista forestal que se dirige a Los Cerillares,vivo modelo del buen hacer de un acondi-cionamiento y adaptación escénica y pano-rámica donde la agresión y destrozoincontrolado de sus canteras, han sidointegradas hábilmente en el paisaje y fun-cionalidad que representa. Para su mejorcomprensión y entendimiento se emiteinvitación de visita para comprobar laefectividad del trabajo realizado por losexpertos que acondicionaron la zona dedichas Canteras del Valle, cuya elogiosainiciativa ha dependido del propio Ayunta-miento de Murcia, y, puede ser ejemplopara otros muchos lugares semejantes quehan sido motivo, por su agresión y aban-dono, de un progresivo deterioro.

Unos erguidos cartelones metálicosserigrafiados, sujetos por troncos demadera, incrustados en el suelo, al pie deentrada de las mismas, y, a lo largo delrecorrido que nos proporciona la visita,nos introducen en la historia de las Can-teras; los objetivos y recomendacionesdel visitante; características generales;suelos; bio-geografía; canteras de yesos yáridos; arborotum; miradores; hábitat delas especies y espacios protegidos; flora y

Título Mina “Amigos y españoles”, 1851.

Una acción de la propiedad de La Mina San Pascual.1890. Archivo de José María Sánchez.

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vegetación de la zona; el hombre y losminerales; los minerales y las civilizacio-nes; usos de los minerales; métodos deextracción; la minería y el medio ambien-te; y, como final la obligada y necesariarestauración de zonas mineras. En defini-tiva, una sucinta y elaborada informa-ción, cuyo objetivo pretende acercarnos aéste viejo oficio denostado de la actividadminera, creándonos una sensible induc-ción al respeto y deferencia por el medionatural que nos protege y ayuda, quedebemos demandar se defienda por losorganismo públicos y privados de formageneral para la Región de Murcia.

MINAS EN LA COSTA MARINASobre las minas de costa, concreta-

mente referidas a Mazarrón; Cartagena yLa Unión (Águilas ha sido principalmenteintermediaria a través de su monumentalMuelle de El Hornillo), se ha escrito hastala saciedad, bien y suficiente, para teneren éste artículo que se presenta, la car-gante reincidencia de escribir sobre laimportancia a lo largo de la historia de unaactividad que ha supuesto además delasentamiento de todas la culturas y civili-zaciones del mediterráneo, gracias a susminerales, el desarrollo, progreso y evolu-ción de una Región que durante más decien años, (1850-1950), ha basado unabuena parte de su empleo laboral en dichaactividad.

No obstante, daremos unas pinceladasde éste territorio para que, al final, quedensituados todos los puntos de la geografíaRegional, que en mayor o menor medida,contribuyeron a generar riqueza (la mayo-ría de las veces con destino a los capitalesinversores extranjeros), y, específicamentepuestos de trabajo sacrificados y del máscruel empleo humano.

Tenemos constancia de minas subte-rráneas a lo largo y ancho de nuestra geo-grafía regional, siendo la Asociación deMuseos, Grupos y Colecciones de Minera-logía (AMYP), en colaboración con los

colectivos en defensa y protección delpatrimonio de arqueología minera de cadauna de las zonas generadoras de la activi-dad, quienes nos facilitan las minas másnotables con referencia a nombre y lugarde ubicación, que, por deducción nos con-duce al Municipio a donde pertenecen.Pero a su vez, cada denominación minera,concentraría un número indefinido depozos, en donde los castilletes forjaron susólida andadura albergando tornos y pole-as utilizadas para la bajada del minero y laelevación del mineral.

La Unión, segregada de Cartagenadurante el primer tercio del S. XX, poten-cia local que había intentado el secesionis-mo a lo largo de la época de máximoesplendor económico del XIX, es el Muni-cipio donde se concentra la mayor zonaminera de la Región de Murcia. No pode-mos tratar de éste pueblo, sin citar a unode sus más reconocidos estudiosos y entu-siastas de la arqueo-minería, Juan Anto-nio Antolinos Marín, quien con la colabo-ración de Begoña Soler Huertas, en laRevista Mastia, núm. 6 (2007), en su artí-culo: “Los orígenes de la arqueominería enla Región de Murcia (I): Los Hallazgos en laSierra Minera de Cartagena-La Unión”,nos introduce con sabio conocimiento enuna materia que tras su profunda investi-gación, hace imprescindible su lectura, sise desea establecer unas pautas de infor-mación especializada sobre las Sierras queproporcionaron a lo largo de la historia, lamayor cantidad de minerales para serbeneficiados y puestos al servicio del pro-ceso metalúrgico. En dichos documentoscita como principales puntos de penetra-ción minera, los picos montañosos delSancti Spiritus; Cabezo de Don Juan, y,Cabezo Rajao. Parajes que he visitado per-sonalmente, y, aunque la imagen de deso-lación recibida en la retina es de manifies-ta desidia y precariedad, denotan habercumplido un papel fundamental en la pro-ducción industrial y actividad minerageneradora de inmigración, empleo y

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movimiento social, pero en su defecto, nopuede dejarse pasar el hecho de que losbeneficios de su riqueza y rentabilidad setransfirió, por medio de las empresasexplotadoras, a los accionistas de lasminas, que, en muchos de los casos, fue-ron entidades públicas y privadas y perso-najes de gran renombre en España; almargen de explicar, que, sin duda, quienesmás daño realizaron, además del expolioproducido y del que nunca se podrádemandar su reparación, correspondió altrabajo de aquellas empresas de origeneuropeo que se establecieron esquilmandohasta la saciedad los fondos y entrañas denuestras minas, aprovechándose sin com-pasión de su rentabilidad crematísticaque, una, tras otra ocasión, era destinadafuera de nuestra fronteras españolas.

Mazarrón, cuya historia debe remitir-nos a la bibliografía publicada por su cro-nista oficial, D. Mariano Guillén Riquelme,nos conecta con otro artículo de JuanAntonio Antolinos y Begoña Soler, queinserta en la núm. 7 de Mastia “(II): Losdescubrimientos en el área minera deMazarrón”, donde con igual metodologíaque la empleada en el desarrollo de lasSierras de Cartagena-La Unión, definenlas que fueron beneficiadas, acometiendodicha información relacionada con ésteMunicipio, bajo el siguiente enunciado:

“Las principales zonas mineras deMazarrón explotadas en la antigüedad,fueron los Cabezos de San Cristóbal y LosPerules; Las Pedreras Viejas y Coto Fortu-na (Ramallo y Arana, 1985; AntolinosMarín, 2003), aunque también se benefi-ciaron otros lugares con mineralizacionesde plomo y plata, como el Cabezo de losTrapos y Cabezo Negro, e incluso yaci-mientos de hierro manganesífero, como elCabezo Vulcano; además, en la Sierra deLas Moreras se hallaron depósitos superfi-ciales de cobre donde se habían realizadolabores extractivas antiguas (Bravo Villa-sante, 1892: 145)”.

Si antes hemos comprobado la denomi-

nación de una de las minas, con el nombremitológico de Vulcano (Dios del fuego y lametalurgia), no podemos dejar pasar laocasión de comentar el descubrimiento dela estatuilla de bronce de un Hércules (elHeracles griego, protector del suelo, y, dela fuerza de los ejércitos), encontradosegún refiere Maestre en 1846, en unvaciadero antiguo de la Mina Esperanza.

TIERRA ADENTRO DE LA REGIONSin duda, las grandes minas desconoci-

das o desdeñadas, son aquellas que porsus características orográficas, de bajovalor mineral, ó, por un corto tiempo deexplotación apenas sabemos de su existen-cia en nuestra Región. Pero sin embargo,digno es nombrarlas en cada uno de losmunicipios a los que nos referiremos, y, enmenor extensión por su insignificancia osu pueril resultado, con el sólo apunte,insertaremos la cita obligada del nombre ylugar donde se trabajó minería en el inte-rior del territorio de la Región.

Águilas: Al contar con sierras tanemblemáticas como la Carrasquilla; LosMayorales y Lomo de Bas, dispone deminería propia en sus montes, aunque ale-jados de su propia zona urbana. Es sinembargo, en las vecinas minas de las sie-rras de Bacares (donde aparece el asenta-miento prehistórico del argar en Tijola LaVieja), y, Serón (con restos arqueológicosde la Edad del Bronce), en el Alto Alman-zora, poblaciones colindantes de Almería,donde se encerraba su mayor potencialreceptivo de mineral, trasladado por ferro-carril con destino al monumental y repre-sentativo embarcadero de “El Hornillo”,que, además, debido al añadido del mismogremio, que generó en su día, la actividadde las productivas minas de la Sierra de enMedio de Lorca, ambas explotaciones,hicieron su transporte a través del Tren dela Estación de Almendrícos (urbe a la queme desplacé hace unos años, para entre-vistar a D. Bartolomé García Ruiz, uno delos más importantes mineros e industria-

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les de minas de la Región de Murcia, toda-vía vivo, residente en dicha Pedanía deLorca, y, cuya conversación más adelantese incluirá), realizaba la carga, para trans-portarla a dicho centro neurálgico, comomuelle y plataforma que servía para quelos vagones vertieran sobre los depósitos ysilos de los barcos el material, que nave-gando por mar sería desplazado a lospuertos donde grandes factorías metalúr-gicas, principalmente inglesas les espera-ban para su transformación en metales.

No podemos dejar pasar la ocasión dedar unas pinceladas sobre éste extraordi-nario y excepcional muelle artificial deferrocarril, proyecto del Ingeniero GustavoGuilman, único en España en su género,construido mediante una escollera en espi-gón de cemento armado anclado al fondomarino, cuya plataforma rectangularsupera más de 3 metros el nivel del mar,sobre la que se levantó una estructurametálica, de más de 12 metros de altura,con una longitud de 168 metros, soportan-do un estacionamiento ferroviario de infi-nidad de toneladas diarias de mineral, y,que desde 1903 a 1970, mantuvo un tran-sito de miles de trenes, conforme nosdocumenta Ángel Luis Rodríguez, en sutrabajo de investigación de 2003, sobre“Historia del ferrocarril de Águilas y ElEmbarcadero de “El Hornillo”, que cumplecien años”.

Declarado el Embarcadero de El Horni-llo, “Bien de Interés Cultural”, por la Conse-jería de Cultura, Educación y Turismo de laRegión de Murcia, el día 27 de Marzo de1992, a petición de la Asociación de Amigosdel Ferrocarril “El Labradorcico”, su pro-tección y defensa patrimonial, se presuponegarantizada. No obstante, dicho colectivodispone de una magnífica colección de fotosantiguas de toda la línea ferroviaria y enespecial de dicho muelle que, comproba-mos son un verdadero tesoro de la imagendetenida. Por Decreto número 133/2000,de 15 de Diciembre, el Consejo de Gobiernode la Comunidad Autónoma de la Región de

Murcia, declara B.I.C., con categoría deMonumento, el Embarcadero de El Horni-llo, en Águilas (Murcia).

Igualmente, José María Galiana, en susCuadernos de Viaje, en Junio de 2007,escribe un meritorio y muy entrañableartículo sobre La Bahía del Hornillo, y, elfamoso Embarcadero y las vicisitudes quesufrió y atraviesa; desde, las dos bombasde 50 kilos, lanzadas en el embarcaderoen 1938, en plena contienda civil españo-la, por parte de un hidroavión Savoia S81alemán, que no causó grandes destrozos;hasta el motivo actual de su deteriorodebido a la agresiva actividad que generael Resort Isla del Fraile. Pero también hacealusión al compromiso por parte de laDirección General de Bellas Artes de nues-tra Comunidad Autónoma, del encargopara la restauración y acondicionamiento,de salvar del olvido los tres emplazamien-tos más significativos del Plan de Patrimo-nio Industrial de la Región, como son: “ElArsenal de Cartagena”; “El Paisaje Minerode La Unión y Cartagena”; y, el “Embarca-dero del Hornillo”, y, que apoyado por elMinisterio de Cultura el día 11 de Marzode 2003, aseguró que tendría en breve supuesta y rehabilitación completa. El traba-jo, ameno y muy documentado, es una delas muchas joyas periodísticas de tan des-tacado profesional del diario “La Verdad”.

Ahora bien, si en realidad, aspiramosa conocer el trafico de minerales a travésdel ferrocarril Lorca a Baza y Águilas, y,su procedencia durante un amplio perio-do estudiado, nos tendremos que remitiral magnífico trabajo de D. Bartolomé Gar-cía Ruiz (personaje de extraordinaria cali-dad humana, social y profesional, a quienrealizamos una entrevista en la oficina,donde conserva el santuario -geológico ymineralógico-, de su casa, que más ade-lante adjuntamos), en el que además deexpresar absolutamente todas las estacio-nes y apartaderos (apeaderos), que exis-tieron nos indica el tipo de mineral queera transportado por los trenes ex profeso

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instalados al efecto, con destino al Embar-cadero del Hornillo. Una pequeña, perodocumentada publicación personal de suautor, que nos advierte de todas las Sie-rras que eran explotadas y sus minerales,en Murcia y Almería, y, cuya intensa yprolífica producción obligó a la construc-ción de tan extraordinaria obra de inge-niería portuaria.

Jumilla: Si debemos agradecer aalguien el esfuerzo realizado haciendo elseguimiento del patrimonio arqueológicominero de los distintos puntos de laRegión, lo encontramos en el Grupo Mine-ralógico Municipal de Jumilla, que, enhomenaje a su trabajo, debemos nombrar,como son: José Ramón; Vicente Marhuen-da; Jesús Jerónimo; José Manuel; JoséMaria; Trinitario y Pedro Antonio. El equi-po constituido por magníficos especialistasen distintas ramas y materias, con unasobresaliente vocación por la geología y laminería, nos conduce por la famosa Minade La Celia de Jumilla, entre las Sierra deLas Cabras y del Molar, localizada a 1 km.,del Caserío del que recibe su nombre, yque se puede llegar a través de la Cra. C-3213 Jumilla-Hellín. Minas abandonadas,que tuvieron un especial interés geológico,ya que albergaron (aunque todavía se con-serva su material en vetas desgajadas), unyacimiento de apatito en rocas volcánicasde tipo jumillita que en su tiempo generóuna extraordinaria expectación mundial.Se encuentran inmersas en una zona vol-cánica de edad intraplioceno (de 1´8 a 5millones de años), en cuyas proximidadesse localizan restos de erosiones que dejanmontículos con lava, bombas y lapilli. Lasminas de La Celia, se tiene constancia desu constitución, por una empresa belga,con un capital social de 5.500.500 pesetas,como “Sociedad Anónima de las Minas deApatita de Jumilla” en 1888, según constaen una de las acciones en papel (por valoraccionarial de 500 francos ó, 500 pesetasde la época), conservada por un anticuarioque la mantiene en subasta a través de

Internet, pareciendo deducir por los datosque contiene, que comenzaron a explotar-se, con dudosa asiduidad y una supuestaasistencia ferroviaria, a partir de éstafecha y, pese a interrupciones motivadaspor diversos aspectos de negociacionescon MZA, pudiera haberse continuado a lolargo de principio del S. XX, y hasta laGran Guerra, extrayendo mineral de apa-tito para la fabricación de abonos fosfáti-cos, bajo la dirección del Profesor RamónTorres Muñoz de Luna. Los materiales enhipótesis, fueron transportados medianteuna línea de ferrocarril construida ex pro-feso hasta Minateda. Historia de éstetramo ferroviario y sus conexiones que nosdocumenta con una magnífica investiga-ción realizada por Francisco de los CobosArteaga, quien nos dice que, poco se sabedel ferrocarril del apatito. Se tienen losdatos de que fue dotado de carril Vignole,tenía una longitud aproximada de 11.800metros, con un ancho de 60 centímetros,ceñido al terreno y sometido a moderadascurvas; pero que todo le indica que lasminas y el ferrocarril no llegaron a funcio-nar a pleno rendimiento y posiblemente, sise utilizó todo el sistema, su prestacióncoincidió en un tiempo muy reducido. Jus-tificación que trata de demostrar en sutesis deductiva, y, que evitamos transcribiren éste apartado, por su extensa lógicaaplicada, sin perjuicio de hacer mención asu opinión final sobre lo que consideróocurrió, y que reza textualmente: “La bon-dad del mineral, siempre ensalzado porlos promotores de la explotación del sub-suelo, fue la causa del fracaso del todo elproyecto. En 1908, los informes de la Esta-dística Minera y Metalúrgica de España,concedían a la Mina de La Celia un míni-mo contenido en fosfato de cal con rela-ción a otros yacimientos. Respecto alferrocarril que, a nuestro juicio nunca fun-cionó, nuestros compañeros Gómez Martí-nez y Covés Navarro, sitúan su desmante-lamiento entre los años de 1914 y 1918”.Evidentemente, tiene su sentido, pues

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éstos años, son aquellos en donde Europase vio inmersa en el gran conflicto bélicodonde Bélgica (Nación oriunda de laempresa propietaria de la Mina La Celia),formó parte de la contienda de uno de losbandos enfrentados.

Desde otra perspectiva, sin embargo,parece que la roca “jumillita”, por su dure-za, se empleó para la cimentación de carre-teras y vías de ferrocarril. Los materialesllevados hasta Minateda, y, desde allí dis-tribuidos a sus respectivos clientes deman-dantes, se confirma por los restos de dichomineral en distintos puntos de viales dondese vertió. Ésta roca impregna todo el paisa-je de Los Cerricos Negros. Es un tipo deroca “ultrapotásica” que sólo se presentaen el sureste español. Contiene rellenos defilones de oligisto, apatito y más de unaveintena de minerales asociados. Fuedenominada con el nombre de “Jumillita”por A. Ossan en 1906. Es un fosfato cálcicoque en La Celia cristaliza en prismas hexa-gonales terminados en “bipirámides”. Fuecatalogado en 1786 por A. G. Werner, y porsu coloración verdoso amarillenta se lellama también “Esparraguina”.

Actualmente la zona de influencia deLas Minas de la Celia, tienen la declaraciónde “Área de Protección de Fauna Silvestre yLugar de Importancia Comunitaria”.

Pero también es importante decir quemi estimada y admirada profesora yarqueóloga, una de las más representati-vas profesionales de investigación de lacultura del argar en la Región de Murcia,Maria Manuela Ayala Juan, en su publica-ción del trabajo sobre la materia, 1979-80,publicado en A. U. MU., vol. XXXVII, núm.4; y, en “La plenitud de la metalurgia delBronce: La Cultura Argárica”, en Historiade la Región Murciana, II, Murcia, Págs.55-101, nos introduce, entre otros, en laimportancia de los yacimientos de dichoperiodo en Jumilla, que junto a sus petro-glifos, estudiados por Jerónimo Molina,son el paradigma de una cultura que seasentó en éste territorio, sin duda, gracias

a la disposición de vetas de azurita, mala-quita y plomo en toda su extensión geo-gráfica, que, como nos indica en su artícu-lo: “Objetos metálicos eneolíticos y argári-cos en Murcia”, (A. P. y A., 4, 1988: 71-78.Servicio de Publicaciones de la Universi-dad de Murcia), mi querido amigo y mag-nífico profesional, Miguel San Nicolás delToro, queda todavía mucho por descubrir.

Es así, como la incansable labor de mibuen amigo y compañero, Director delMuseo Arqueológico de Jumilla, EmilianoHernández, digno discípulo de D. Jeróni-mo Molina, ha venido investigando y apor-tando nuevos descubrimientos de la cultu-ra del argar en Jumilla, cuya relaciónactual de yacimientos encontrados quedacompletada con la cita de los siguienteslugares, donde tuvo que existir, en mayoro menor medida, actividad metalúrgica:Cerrico de Santa Ana; Cabezo del Barran-co Ancho; Cerro del Buen Aire; Los Cabe-cicos; Cerro de las Cabras I; Los Caldero-nes; Conejero Cerrico; Cerrico de LosConejos; Cerro González, y, Gorgociles delEncabezado I.

Sierras por tanto, refugios y abrigosprehistóricos, en éste municipio, ademásde las enunciadas de la Mina de La Celia,podemos adicionar “La del Encabezado”;“La Cingla”; “La Fuente”; “Del Buey”; “DeEnmedio; “Del Carche”; “Larga”; “Sopal-mo”; “Solana de Los Ruices”; “Serral”;“Salinas”; “Pansas”, y, otros muchos mon-tículos que haría prolijo nuestro listado.

Cehegín: Las sierras de ésta población,que tiene como ejes al Oeste y Este de sumunicipio, respectivamente, los Ríos Argosy Quipar, y, desde principio de la segundamitad del S. XX, los embalses respectivosde su mismo nombre, se ha caracterizadopor disponer de una Mina muy especial,denominada de Gilico, en el extremoNoreste de su territorio al amparo de lasSierras del Cagitan y del Molino, que com-parte muy tenuemente con Calasparra.

La Mina Gilico, que también la recogeen su listado Nacional la A.M.Y.P., se

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encuentra situada junto al “Cortijo de LosPanes”, y en la base Norte del Pico deCambrones. Es una mina a cielo descu-bierto de unas dimensiones extraordina-rias, pues se ha explotado de forma incon-trolada hasta profundidades realmenteimpresionantes, desconociendo en laactualidad, como se encuentra su conteni-do de magnetita, y, quedando pendientecon mejor estudio, la explotación de hie-rro. Actualmente la extracción de mineralestá paralizada por la inundación de lacantera, habiéndose reconvertido su acti-vidad en la extracción de las escombreraspara la obtención de áridos. Visitadasdichas escombreras, pudimos descubrirque se pueden encontrar minerales de dis-tinta índole, pero a unos tamaños míni-mos, localizamos algunas muestras de epi-dota, calcita, apatito, prehenita, actinolita,analcima, titanita; magnetita, pirita, y, unaporción lítica de estructura hojosa, concaracterísticas de clivaje, que pudiera serclorita. No obstante se detecta que los visi-tantes a la zona, muchos buscadores depiedras, esquilman desaprensivamentetodo valor mineralógico, y, dejando a cam-bio una gran cantidad de restos de basuray desperdicios.

Sabemos todos, que la inundación deéstas Minas de Gilico, se produjo a conse-cuencia de unas fuertes lluvias durantevarios días, acaecidas durante el año de1982, quedando interrumpida hasta lafecha los trabajos de su explotación, perotenemos conocimiento de la instalación debombas de extracción de agua, que supo-nemos vaciará la laguna para continuarcon dicha explotación.

Los montes de Cehegín de grandesextensiones, con sierras y cabezos tanimportantes como el “De la Jabalina”;“Juan González”; “Cerro de Los lomos”; y,parte de las “Sierras de Burete y Quipar”,nos ofrecen igualmente como en el restode casos donde presentamos informaciónde minas que, han sido explotadas hastabien entrado el S. XX, restos de asenta-

mientos de la cultura del argar, como sonlos casos del Morro de la Cerámica; LaLavia; Poblado del Portillo; y, Cabecico delTrigo; donde en éste último se manifiestasu poblado argárico amurallado, que seríaempleado como Torre Vigía en épocaromana e islámica.

A nadie pasa desapercibido, la impor-tancia de Begastri, estudiado bajo la direc-ción de mi respetado, eminente y eruditocatedrático, D. Antonino González Blanco,ubicado en el “Cabezo de Roenas”, y, queen sus inmediaciones se encontraronmuestras de galena y silicatos de plomo,elementos, que combinan, para las alea-ciones del bronce.

El Museo Arqueológico de Cehegín,ubicado en los edificios del Palacio de LosFajardo y la Casa del Concejo, a través delos materiales expuestos en sus salas, leconvierten en la más viva imagen repre-sentativa de la sucesión de pueblos y civi-lizaciones que se asentaron en sus tierras.

No obstante, para terminar con lo queha supuesto la minería en ésta población,hay que advertir sobre lo infructuoso detrabajarla en producción extensiva en suprimera época, y, para su inteligible acla-ración, nos remitimos al descriptivo docu-mento (principio del S. XX), del ingenierode minas Don José Boivrón, (publicado enel libro “La Minería en Lorca. 1860-1985.Bartolomé García Ruiz), a petición deempresas europeas deseosas de conocer elvalor y las posibilidades de rentabilidad,donde para simplificar su testimonio, con-viene hacer constar lo que expresa: “... lasminas situadas en el distrito municipal deCehegín y a una distancia de 15 a 22 km.,de la Estación de Calasparra, sobre lalínea de Madrid a Cartagena, vienen explo-tando minas cuyo material se transportapor medio de carretas, cuya extracciónsupera las 50.000 toneladas que se hanvendido en Inglaterra y en Holanda(Rhin)”; “...la naturaleza se han encargadode demostrar la existencia de una grancantidad de mineral de hierro que ha sido

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estimado, por varios ingenieros de minas,en varios millones de toneladas.”; “...laexplotación por carretas hecha hasta aquíes muy difícil, costosa e irregular, a causade los malos caminos y de la falta de carre-tas en las épocas de cosecha. La únicamanera práctica de explotar éstas minassería por medio de uno o de dos cables(debía referirse a algún tipo de teleféricocon vagonetas de minas); o, con la cons-trucción de un ferrocarril de cabida estre-cha, de varios kilómetros, que pondría lasminas en comunicación con la estación deCalasparra”. También comenta la grancantidad de fósforo en los materiales, queimpide el empleo para la fabricación delacero Bessemer; como así mismo los pre-cios de transporte hasta el muelle de Car-tagena, o sea, precio franco a bordo devapor. Por tanto, ya conocemos las causasque originaron la imposibilidad de llevar acabo grandes explotaciones de minas dehierro magnético, al entender que la exis-tencia de un alto grado de fósforo en elmaterial, sumado al costo de la instalaciónde los citados cables (teleférico de vagone-tas), ó de un ferrocarril de vía estrecha,tuvo que hacer desistir a las empresasinteresadas, principalmente como elmismo cita: “... de haberse cumplido lascondiciones apropiadas, éstas minashabrían sido vendidas, hace mucho tiem-po, a los capitalistas ingleses”.

Lorca. No podemos hablar de ésta acti-vidad que tratamos, irrumpiendo en losamplios territorios que comprenden el tér-mino municipal de Lorca, el que se dijo fueel más extenso en superficie de España(1.677´60 Km2.), sin entrar en uno de loslibros más interesantes realizados, por unhombre que surgiendo de la nada, comomero trabajador infantil de la minería allápor la década de los años 20, a los quecomo sabemos se les denominó: “gavia”,llegó profesionalmente a ser uno de losmás grandes industriales mineros, queforjó su esfuerzo en la Región de Murcia,como emprendedor de ésta actividad, a

partir de 1940. Me refiero a D. BartoloméGarcía Ruiz, personaje notable para supueblo, Almendrícos. Hombre sabio, expe-rimentado y docto en la materia, que pesea su avanzada edad, pude apreciar de misimpresiones por el contacto personal en laentrevista que me concedió, que mantieneuna memoria brillante y prodigiosa, acom-pañada con un amor entrañable y respe-tuoso al misterio lítico.

Reserva arcana, que le ha llevado a larecopilación de una infinita cantidad depiedras diversas encontradas a lo largo desu dilatada trayectoria profesional, que lasconserva en una consagrada habitaciónespecífica de su residencia particular,como una mágica colección, presentada enmístico ritual expositor para visita decuantos interesados lo deseen, de cuyofondo que podemos considerar pre-muse-ográfico, además de convertirse en su máspreciado defensor y vigilante, nos cuentacon entusiasmo e ilusión, tiene pendientealgunas promesas oficiales de realizar unMuseo en su pueblo natal, donde se daríaculto a las piedras más extrañas y enigmá-ticas que, con justificada admiración, tuvela ocasión de contemplar. Muchas de ellasde verdadero y excepcional valor cárstico,artístico, o efectos de color por las sustan-cias que contienen, que seguro serán moti-vo de profundos estudios y análisis geoló-gicos por expertos y técnicos en la materia,donde el carbono 14, y, otros adelantos dela tecnología serán imprescindibles parasacar conclusiones de su origen terrestre odel exterior.

El libro que ya citamos en un artículoanterior: “La Minería en Lorca (1860-1985). La Sierra de Enmedio” (2001), obraque redacta nuestro protagonista, D. Bar-tolomé García Ruiz, presentada con escru-puloso conocimiento y rigor, por AntonioAlberto Gil Arcas, Presidente de la CámaraOficial de Comercio e Industria de Lorca,copatrocinador con la Consejería de Tec-nología, I. y C. De la Región de Murcia desu publicación, es una herramienta

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imprescindible para el conocimiento de lassierras mineras de la Ciudad del Sol, quedieron lo mejor de sus entrañas comomuestra de la bondad y generosidad brin-dada a sus ocupantes desde los primeros ymás remotos tiempos de la prehistoria.

No hace falta decir la enorme acultura-ción de sociedades que, desde hace 5.500años, se afincan en un territorio, en prin-cipio, inhóspito y hostil, pero que sinembargo, como dice el refrán: “Algo ten-drá el agua cuando la bendicen”.

Sin duda dos factores han influido en laconstante de éstos asentamientos humanos.

1) Un paso obligado como ruta naturalentre el Levante y Andalucía, o, lo que esigual, un desfiladero de grandes propor-ciones que posibilita y permite una fácilcomunicación viaria entre el Sistema Peni-bético, adscrito a la Cordillera Bética (quese extiende paralelo a la costa desde elEstrecho de Gibraltar, a Sierra Espuña,Murcia), y, su conexión con todo el ArcoMediterráneo a través de la Costa de Palos,La Nao y el Golfo de Valencia, por donde secomunica con la depresión del Ebro, hastasu contacto con la Cordillera Costero Cata-lana que se introduce en Francia por elSistema Pirenaico.

2) El término Municipal de Lorca, al serla cabecera geografica del Valle del Guada-lentín, confluencia de numerosas torrente-ras, ramblas y manantiales de agua, gra-cias a su perímetro orográfico fundamen-talmente montañoso, situación de excep-cional recepción pluviométrica que la vier-te al curso longitudinal del cauce creandoun espacio auto-regenerativo de flora yfauna permanente, cuyo territorio favore-cido por factores medioambientales y cli-matológicos que mantienen su conserva-ción natural, lo convierten en un puntoestratégico de vida, al amparo del curso desu río.

Pero si además, le sumamos que susmontañas, procedentes del origen a dondepertenecen, presentan una serie de carac-terísticas litológicas y estructurales que las

definen dentro de un marco de materialesdel zócalo paleozoico, afectadas por eldual comportamiento evolutivo terrestrede un metamorfismo pre-alpino, adiciona-do y en coincidencia con el propio movi-miento orográfico, resuelve por la consti-tución de una reserva indescriptible deminerales de distinto tipo (hierro, cobre,plomo, además de mármol), consecuenciadel cambio experimentado como organis-mo lítico en proceso de transmutación,que la hacen epicentro de atención y espe-cial atractivo para las necesidades de lasetnias que estudiando y conociendo ellugar se asentaron en sus estribacionesdurante milenios.

Nuevamente, nos vemos en la obliga-ción de citar el trabajo de Pedro Lillo:“Economía en la Comarca del Guadalentínen el Ibérico Pleno”, porque su análisis nosofrece las claves de los asentamientosdemográficos, pero al propio tiempo nosdefine las causas del progresivo procesode aculturación modificante del primerestadio existente durante los dos primerosmilenios a. C., cuyo factor determinante,se encuentra motivado por la influenciaque se ejerce en éstas tierras, desde la pri-mitiva incursión del comercio marítimodel Mediterráneo Oriental.

Lorca, cuenta con Sierras tan impor-tantes como Peñarrubia; Torrecilla; Tercia;Pericay; Almirez; Madroño, Cambrón;Ponce; Almenara-Moreras-Cabo Cope;otras de menor importancia, y, la deEnmedio. Ésta última, la de Enmedio, es elepicentro que mueve, al Sr. García Ruiz,autor del Libro “La minería en Lorca”, ensu recorrido por toda la geografía lorqui-na, pero que por su prolija y dilatada tra-yectoria profesional se extiende a práctica-mente toda la geografía española que tuvooportunidad de conocer, visitar, y, trabajar.

Nos escribe con un refinado y pulcrodeleite, sobre el privilegio de haber conta-do con valiosos y diversos criaderos deminerales, en diversos periodos históricos,que, en su mayor parte, se pusieron en

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explotación cuando las necesidades loaconsejaron, y, con la expansión de la acti-vidad por sus diversas Sierras en su máxi-mo esplendor (1860-1985), se crearondiversos núcleos urbanos, entre el quehace mención, con orgullo, al de Almen-dricos, que en 1890, con motivo de lapuesta en marcha de sus yacimientos dehierro de Sierra de Enmedio, coincide conla terminación del tramo de ferrocarrilhasta Águilas. Fecha cuando superando lahabitual dispersión de cortijos, se produceun auge y progreso urbano, con la funda-ción de una pequeña ciudad, de la quedemuestra estar enamorado profunda ysinceramente, cuando dice: “... pasa porser el pueblo de mejor trazado y más bellaurbanización de entre las entidades depoblación con que cuenta Lorca”.

Si la presentación de Gil Arcas, y, proe-mio del autor, son una cascada informativade datos y secuencias mineras fascinantes,relacionadas respectivamente con Lorca yla vida profesional del industrial, no esmenos cierto el importante valor documen-tal, histórico, social y estadístico, que con-tiene el prologo a cargo de Joaquín GrisMartínez, quien demuestra su curtida ydesenvuelta actividad en el campo de lainvestigación y cuyo texto es una auténticatesis de doctorado de honor en homenaje alsignificado del título que le presta: “Explo-tación intensiva y desinversión en la indus-tria minera de Lorca, siglos XIX y XX”.

Gris Martínez, expresa con fácil prosa ydesenvuelta narrativa descriptiva, haciendogala de su magistral erudición y de un pro-fundo y extenso conocimiento del tema queacomete, avalado por la rica y variadabibliografía de la que se nutre aportada portodos los grandes expertos en la materiaque han tratado la minería, la escenifica-ción cronológica de una variable de datostan excepcionales e interesantes, que seconvierte en un documento de obligadoconocimiento para quien desee consultar,referirse o aprender sobre lo concernienteal campo de las labores de prospección y

explotación de los yacimientos mineros sur-gidos en el extenso y prolífico territoriomineralógico lorquino. Mientas lo másentrañable, lo refiere a su sincera amistadcon Bartolomé García Ruiz, iniciada con lostrabajos preparatorios del libro, “...1887-1936. Los Ferrocarriles de Lorca a Baza yÁguilas”, que se editó por la Asociación deAmigos del Ferrocarril “El Labradorcico”de Águilas (miembros que merecen un mar-cado reconocimiento por su labor en defen-sa de las estructuras y patrimonio ferrovia-rio); desde el plano documentalista, hace unalarde de exquisita y extraordinaria histori-cidad expositiva, cuya importancia es dignade ser transcrita en éste texto, pero el esca-so espacio con que se cuenta, sólo nos con-duce a dejar constancia de que, la contribu-ción de su material entregado supone unantecedente excepcional y privilegiado delas grandes investigaciones que sobre elparticular se ha llevado a cabo en todanuestra geografía Regional.

Si hay que alagar el compendio dedatos antiguos extraídos a los que da viday forma, no menor, es la alabanza quedebe otorgársele a Gris Martínez, cuandonos comunica los acontecimientos deldesarrollo minero a lo largo de toda la his-toria en Lorca, en íntima armonía con lassucesivas explotaciones que surgen en lasdistintas Sierras a las que relaciona, enun-ciando el lugar y la producción correspon-diente de elementos minerales beneficia-dos. Desde la Industria del Salitre, estre-chamente vigilada por el Catastro de Ense-nada, habida cuenta de la enorme rentabi-lidad para las arcas del Estado, y, la espe-culación minera de 1840; pasando portantas otras a las que cita por su impor-tancia productivo-económica, bien seanlos criaderos de minerales de la Zona Sur,Morata, Purias, Escucha, Pozo de la Higue-ra, Puntarrón, Carrasquilla, Ramonete,Garrobillo; Zona Central; Puerto Lumbre-ras, Cabezo de la Jara, Nogalte, Zarzalico,Jarales, Ortillo, Parrilla y Béjar; Río yBarranco Hondo, en donde se explaya y

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desmenuza con fino bisturí especializado;hasta determinar, aspecto tan atractivo ycurioso, como es el estudio de los Hornosde Crisoles u Ollas de Barro; Hornos deOllas de Hierro; Hornos de Cilindros Verti-cales y Horizontales, por cuanto represen-ta distinguir los distintos sistemas utiliza-dos, la estadística, mediciones, y, otrascaracterísticas, que introducen y aclaranmuchas incógnitas del mundo de la mine-ría. Pero continua relatando lo que estudiasobre la Zona Norte de Lorca, Zarzadillade Totana, La Paca y Zardadilla de Ramos,Cóy, para continuar su investigación,incorporándonos a la minería de principiodel S. XX; la del azufre de las décadas delos 30 y 40, para finalmente terminar conla decadencia de ésta actividad en los añoscincuenta; sin obviar que vuelve timida-ménte a recuperarse gracias a industrialesde la gran talla y catadura profesional depersonas como D. Bartolomé García Ruiz.

El libro, continua con el siguiente capí-tulo II, a cargo del Sr. García Ruiz, con“Apuntes sobre la Historia de Almendri-cos”. Aspectos como la forma de creacióndel pueblo; la Estación del Empalme; Lasminas de Hierro; los cultos; las crisis; per-sonajes ilustres; rocas porfídicas; el mediorural; la política; el laboreo del esparto; lasalcaparras y las minas; sanidad y ense-ñanza; las vivencias durante las distintasépocas en su pueblo; su biografía porme-norizada con expresión de fechas, inciden-cias, e interminable relación de todas lasminas que mantuvo explotando a su cargo,constituyen un ejemplo simbólico del típi-co minero y empresario que, más que supretensión de afán capitalista, primó elamor a su tierra, y, su incansable aspira-ción por el descubrimiento de los filones ylas vetas de minerales que, eran impres-cindibles para el desarrollo y progresosocial y laboral. Acompaña su versión yopinión sobre el Distrito Minero de Sierrade Enmedio, cadena montañosa de más de60 km. cuadrados, perteneciente a Almen-dricos, y, de la que dispone y traslada ilus-

trada información de primera mano, comobuen ejerciente de minero. A continuaciónen su Capitulo III, se mete a fondo deforma extractada en la importancia de laminería que atiende al titulo del libro, indi-cando los avatares, sacrificios y venturaspor los que atraviesan sus diferentesminas de azufre; hierro; cobre; mangane-so; plomo; estaño (casiterita); estroncio(celestita); bentonitas; puzolanas; bauxita;ocres; pórfidos; barita; cuarzos; calamitas;espato fluor, y demás elementos necesa-rios para el mercado demandante.

Pero lo más significativo que inserta-mos, puesto que éste apartado trabajado,lo referimos a las Sierras Mineras de inte-rior, o sea, todas aquellas alejadas de lacosta marina, corresponde a la descrip-ción redactada en la experiencia personalde D. Bartolomé García, sobre las pros-pecciones que conoció referidas a las quefuncionaron en el S. XIX, y, aquellas a lasque accedió personalmente, cuya testifi-cación queda reflejada en su Capitulo IV:“Directorio de yacimientos mineros”, y,puesto que nos relaciona varios centena-res de ellos por toda España, interesán-donos sólo los referentes a la Región deMurcia, los dejamos insertos para demos-trar que, al margen de Cartagena, LaUnión y Mazarrón (territorio antiguodenominado Cartago Nova- Montis Ilu-cronensis), ha existido una gran cantidadde minas que se extienden prácticamentepor toda la geografía regional, dondeaparte de las que expusimos al inicio, y,como decimos exceptuando las del litoral,con infinidad de pozos, hay que enunciarlas siguientes:

Arcilla refractaria: Totana, se descu-brió y explotó en 1884, el yacimiento delCabezo de la Tibieza. Torrecilla (Lorca), enel lugar donde se localizó fue hacia laRambla de Bejar.

Aragonito: Almendricos (Lorca), en elpunto del Cabezo Peñoso cercanías de Pailla.

Azufre: La Serreta (Lorca), numerososyacimientos antiguos que se recuperaron.

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Arenas Silíceas: Calasparra, en elcamino de la Ermita del Chopillo, ante dellegar al Cortijo del Algaidón.

Baritina: Lorca, viejo laboreo en Cabe-zo de Don Juan al Sur de la Campana.Águilas, criadero del paraje La Cerricera(antiguo nombre que daban los mineros ala barita), en Tébar. Lorca, Cabezo de LasMinas, a 1 km. al Norte de los Baños deCarraclaca. Almendricos (Lorca), MinaSanta Isabel. Lorca, Mina de hierro alOeste de la casa de la Torrecica a 2 km. deMorata; como así mismo en las Cecilias,casa grande y Cuesta Oliva en el Ortillo.

Bauxita: Mula, En el monte La Selva enla Sierra del Cambrón, consistente en aflo-raciones del Cejo de la Grieta; Mina delHierro; Solana de la Higuerica; y CerroPedrero, de unos 3 km. de extensión.

Bentonita: Lorca, en la Parroquia y laZarzilla de Ramos.

Calizas: Bullas, en la carretera de Zar-zadilla de Totana a Bullas y en la de Pliego.

Calamitas (Smithsonita): Lorca, en Sie-rra Peña Rubia; Sierra de Pedro Ponce enZarzadilla de Totana; Cerro de las Minasde Zarzadilla de Ramos; El Mingrano deLa Paca; al Sur desde la Venta Alta dePurias. Minas de plomo y zinc en los para-jes de Cabezo del plomo; Gurugú; Barran-co del Perro y Rambla de Morata. LaTorreta por la carretera de Puntas de Cal-negre; Peñas Blancas Sierra de En medio.Cabezo de la Mina a 5 km. del Pantano dePuentes. Totana, en Cabezo de Las Minas,a 5 km. al NO. Ricote, en el paraje Almar-cha y Cabecico del Plomo.

Cobre: Lorca, Cortijo del Rufino en lasinmediaciones del Castillo de Xiquena;Santa Isabel de Almendricos; La Carras-quilla grupo “Tres Niñas”; Mina “Juanito”próxima a Morata; Sierra del Caño, ladoNE de Peña Rubia; El Consejero, antes dellegar a la Ermita del Praico en La Parrilla;Majada de las Vacas en Los Jarales (3*).

(3*) Observamos la ausencia de lasfamosas minas de cobre (azurita y malaqui-ta), que, según nos comentó Aragoneses(por apunte de Martínez Santa Olalla, que

previamente las había conocido), fueronvisitadas ocularmente para detectar lo queconsideró la muestra de un magnífico cria-dero puesto en producción en diversas épo-cas en el tiempo, según demandase lasnecesidades que, en cada ocasión, pondríanla actividad metalúrgica en funcionamiento,pese a las grandes dificultades que para larentabilidad industrial supone, el trasladodel mineral hasta un punto apropiado derecogida. Minas existentes en las cercanasestribaciones NE., de la Sierra de la Tercia,concretamente al Norte del Alto de los Seca-nos, explotadas en laboreo con toda seguri-dad por los vecinos de “La Bastida”, aten-diendo como camino de transporte el cursoprincipal de la Rambla de Lebor.

Puerto Lumbreras, “Minas Santa Pri-mitiva y Adela” en Zarzalico y Nogalte.

Santomera, en el Cabezo de Fuentes enla “Mina Santo Tomás”. Águilas, ParajeMejias de Tébar.

Dolomitas: Bullas, en las proximidadesde la carretera de Zarzadilla de Totana.

Estroncio: Lorca, en el Cabezo Bolainasen La Parrilla. Fortuna, en la Horticuela.

Estaño (Casiterita): Lorca, en el ParajeLas Cobrizas y Sal del Lobo en el Garrobillo.

Fluorita: Lorca, en la Sierra de PedroPonce en Zarzadilla de Totana y Lomas deMingrano en La Paca.

Fosfatos: Alhama, en Sierra Espuña enparajes Casa de la Rotura, Malvariche, yPrado Mayor. Jumilla, a 1 km. de La Ceci-lia, y, Mina Esperanza.

Grafito; Lorca, en los Carretones aunos 3 km. al N. de Coy.

Hierro: Cehegín, en las minas abiertasen sus sierras. Lorca, en el Distrito Minerode Sierra de Enmedio (50 concesiones);Minas Galatea de la Sierra de Almenara;Minas de Villarreal, Ramona, Concha ySomorostro. En Morata Ramonete, ElMesillo, Cabezo Negro, Cabezo del Cuco yCabezo del Bosque. Águilas, en el Tejedor,Talayón, y Chuecos, se encuentran otrasminas “La Lolita”, “La Tortola” y “Anita”,en Mina Rica en el Barranco del Baladre yCabezo del Tinjero, al O. De Cuesta de Gos.

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Alhama, en la Sierra de Carrascoy, y, Sie-rra Espuña en el Morrón de Alhama. TorrePacheco, Minas del Cabezo Gordo a unos 7km. al levante de la Estación de Balsicas.Cieza, en la Sierra del Cabezo del Ano.

Lignitos: Moratalla, en Benizar. Alha-ma, en Sierra Espuña por el Berro.

Mármoles: Lorca, en la Cadena demontañas al NE y SO del Pantano de Val-deinfierno. Mula, en la Sierra de la Selva,lado NE de Zarzadilla de Totana a Bullas.Caravaca, en las canteras de explotacionesdiversas. Cehegín, zona conocida por LosMármoles rojos.

Manganeso: Lorca, En parajes El Cim-bre y los Jordanes a unos 4 km. hacia el S.de La Parroquia.

Mica: Entre Ramonete y Mazarrón, Sie-rra de Almenara-Las Moreras-Cabo Cope.

Oro: Lorca, en el Paraje Sal de Lobo, y,Las Cobrizas de El Cantar, Garrobillo.

Oligisto micáceo: Lorca, a unos 8 km.al N. de Almendricos, y, en la Colina delBarranco Pantano (Los Egeas) en Almen-dricos.

Oxidos de hierro yrojos y amarillos:Lorca, en Villarreal y Purias. Puerto Lum-breras, los encontrados en el Cabezo de LaJara. Alhama, Mina que en 1985, seencontraba todavía en actividad.

Plomo: Conocido es (aunque no es elcaso citarlo, su importancia nos obliga acomentarlo y hacer mención de ello), laenorme producción de los criaderos en LaUnión, Cartagena y Mazarrón a lo largo de

la Historia. Águilas, en el Lomo de Bas oCuesta de Gos; en el Charcón a 2 km. haciael O. de la carretera Lorca-Águilas, desde laVenta de San Felipe. Lorca, en Coy, dondese construyeron pozos de forma elíptica.

Plata: Conocemos igualmente laimportancia de las minas de plata en laantigüedad, por ello igualmente nos obligaa citar lo que hasta bien entrado el sigloXX, todavía se podía encontrar en lasminas de Cabo de Palos-Calblanque.

Puzolana: Zeneta, Murcia, en la Peñadel Cabezo Negro. Fortuna, Depósito detraquitas llamadas “fortunitas”. Barque-ros, Murcia, montículos donde aparece lavariedad conocida por “cineritas”. Lorca,se explotan desde Collado del Puntarrónhasta el Km. 91 en carretera de Totana aMazarrón; y, desde Mazarrón a Ramoneteen la falda E. de la cadena montañosa.

Porfido (ofita): Lorca, en la Sierra deEnmedio en Almendricos. Alhama, en la Sie-rra de Carrascoy, en activo actualmente.Abarán, en los montes de áridos colindantes.

Sal común: Molina de Segura, en lugardel borbotón de Rambla Salada, cuyas Sali-nas actualmente se han convertido en Cen-tro de Interpretación Salinero. Sangonera(Murcia), conocidas por las Salinas deAlcantarilla, y, que, en ésta misma revista,detalla con mayor explicación histórica, ensu artículo, mi querido y admirado compa-ñero e historiador Salvador Frutos Hidalgo.Jumilla, e la Sierra del Carche, se encuen-tran las Salinas de la Sal o Cabezo de LaRosa, constituido por un diapiro salino queha logrado aflorar enre las grandes fractu-ras del terreno suprayacente, habiéndoseencontrado restos romanos que deduce poruna antigüedad que data de ésta época.

Sepiolita: Barqueros, Murcia, en el sec-tor norte de la Pedanía, se encuentra elyacimiento en la montaña de arcillas ycineritas. Puerto Lumbreras-Lorca, en laRambla de Béjar.

Talco: Águilas, destaca por su calidadel yacimiento de Los Pachecos.

Yesos: Como los lugares son dispersosy pueden encontrarse en casi todo el terri-

Mineros en 1921 trabajando las escasas explotacionesde fosfatos de Sierra Espuña. (Alhama).

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torio de Sierras de la Región de Murcia,destacan por sus inagotables vetas: Fortu-na; La Serreta (Lorca); Mazarrón; Águilasy Sierra de Enmedio (Almendricos).

Finalmente, el Sr. García Ruiz, inteli-gente compilador, y, con una extraordina-ria perspicacia, al margen de su indiscuti-ble narración y estudio aportado, se hacede los más interesantes valiosos y tras-cendentes trabajos en la materia, quepublica junto al suyo, incluyendo los res-pectivos que se mencionan: el del Ingenie-ro de las Artes y Manufacturas, P. Cardieu,a instancias del industrial minero LouisCanthal, de origen alemán, con su “Infor-me sobre algunas minas de hierro de laSierra de Enmedio”; como igualmente losdos documentos: “Informe de la mina dehierro “La Diosa”, e “Informe sobre lamina de cobre “Tres Niñas” diputación dela Carrasquilla, término de Lorca (Mur-cia)”, del Ayudante Facultativo de Minas,Pedro González Rubio; el “Informe de lazona minera Sierra de Enmedio en visitahecha en el mes de Agosto de 1957”, porel Facultativo de Minas, Hipólito PérezRomero; el “Informe sobre la zona demineral de hierro de “Sierra de Enmedio”,provincia de Murcia” del Dr. HermannJung; otro “Informe sobre las minas de laCompañía Minera de Cuesta de Gos, delInspector General de Minas Rafael Souvi-rón; y, cierra como broche final, el texto:“Minas de hierro magnético del distrito deCehegín provincia de Murcia (España)”,del especialista internacional en la mate-ria José Boivron, quien trata con deteni-miento y exhaustivo tecnicismo, las posi-bilidades e inviabilidad productiva y ren-table de las minas según en el lugar dondese encuentren situadas.

Mª. MANUELA AYALA JUAN Y EL RINCÓN DE ALMENDRICOS.

Primeramente, atendiendo la relaciónde oriundez de la entrevista a nuestro pro-tagonista, D. Bartolomé García Ruiz, naci-do en la Diputación lorquina de Almendri-

cos, alimentado profesional y espiritual-mente por la minería en todos los órdenesy sentidos, además de haber jugado unpapel importante, por su interés, vocacióny colaboración en el campo de los descu-brimientos y el patrimonio arqueológico,que aparecía entre sus muchos movimien-tos de tierras y perforaciones para desa-rrollar su actividad, nos obliga a comentarsu intervención y apoyo personal en elhallazgo del yacimiento argárico del “Rin-cón de Almendricos”, que fue acometidobajo la responsabilidad de mi respetada yadmirada Profesora, Maria Manuela AyalaJuan, quien en 1982, se encargó de dirigirlas excavaciones, manifestando con satis-facción: “... ha quedado resuelta una com-pleja serie de enigmas, al encontrar unaaltísima concentración de utensilios sobre,ó cerca de, el poyo que, llamamos cocina,pues nos indica que en el ámbito arqueo-lógico español hay que, considerarlo comoúnico y excepcional en aproximación de loconocido sobre ésta cultura en el mundo”.

Desde éste instante, varios son los artí-culos, de una excelente calidad investigado-ra y científica, publicados por Maria Manue-la, sobre el yacimiento de Almendricos, peroquizá el más intenso y concienzudo, inclu-yendo su analogía con el extensísimo gené-rico empleado en un análisis comparativo,lo tenemos en el que redacta en homenajede la Profesora Ana Maria Muñoz Amilibia,“Poblados de llanura y poblados de altura dela Edad del Bronce en Murcia. La Culturadel Argar”, ya que, por primer vez sedemuestra que los poblados de la Edad delBronce aparecen además de con ubicacio-nes en “altura”, también construidos en “lla-nura”, dado que las condiciones de biodi-versidad eran: “... aunque prácticamenteiguales hace aproximadamente 4.000 años,pero el paisaje murciano era bastante dife-rente, no en lo relativo al relieve..., sierras,valles, amplias depresiones llanos sobreele-vados etc., sino en lo referente a algunos desus elementos climáticos y biota”, donde ladesaparición de los poblados se fundamen-

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ta en la progresiva tendencia surgida por ladepredación y “aridificación”. Destrucciónde los poblados de llanura que se documen-ta en los estudios realizados, como el inves-tigado personalmente por ella, en éste Rin-cón de Almendricos.

En éste trabajo, tras su introducciónhistórica, comentando el avance del cono-cimiento sobre la Cultura del Argar en laRegión, desde que el Ingeniero de CaminosRogelio de Inchaurrandieta, realizara en1869, el primer trabajo arqueológico en LaBastida de Totana, bajo el título: “Estudiosprehistóricos, La Edad del Bronce en laprovincia de Murcia”, Maria Manuelainforma: “... es indiscutiblemente fruto dela investigación arqueológica de campo y ala dedicación de un gran número de inves-tigadores preocupados por el conocimien-to de las gentes que poblaron ésta tierradurante las fechas de dicha cultura”. Rela-ciona cronológicamente a todos cuantoshan participado en tan ingente sacrificio yesfuerzo sobre el estudio de la Edad delBronce en el Sureste español, desde losHermanos Siret, pasando por Bosch-Gim-pera, Juan Cuadrado, Santa-Olalla, catala-nes, murcianos, almerienses, Jorge Arago-neses, y terminando por la inglesa Beatri-ce Blance y los alemanes HermanfriedSchubart y Willfried Schüle, quienes handejado escuela de estudiosos que siguenlos pasos de éstos, desvelando nuevos por-menores de las gentes que poblaron laRegión hace cuatro mil años.

Ayala Juan, redacta en una verdaderasimetría de conocimiento, experiencia yprofesionalidad arqueológica, un esquemaradiográfico social de éste lugar de llanu-ra, como es el Rincón de Almendricos,conforme reza:

“En este tipo de hábitat se practicó unaagricultura de regadío, como hemos docu-mentado a través de las estructuras que nosratifican esta afirmación, un pozo y unacanalización en el poblado El Rincón deAlmendricos, además de los restos carboni-zados de las leguminosas obtenidas en los

trabajos de campo, es por lo que presumi-mos hubiera existido un tipo cultivo dehuerta con riego permanente que se abaste-cería de la fuente situada al Oeste del pobla-do y discurriría a través de la acequia des-cubierta al Sur de las casas «B», «Y» y «Z»del poblado hasta el pozo sito al Sureste deestas dos últimas, continuando su trazadohasta la zona llana de cultivo comunal sitaen la zona más oriental del poblado. Tam-bién se documentó otra acequia con unamayor complejidad constructiva en el pobla-do de altura La Loma del Tío Ginés de Puer-to Lumbreras, pues al labrar el campo halla-ron, in situ, tres lajas de pizarra verticalesque cerraban el paso del agua a las acequiasdonde estaban colocadas y desviarla tansólo al campo de cultivo que lo necesitara;estas losas procedían del Collado Aullón dela Sierra de Enmedio de Lorca (Ayala, 1991,263). El regadío no es originario de esta cul-tura ya que existen acequias en el pobladode La Virgen de Orce y de Millares de SantaFé de Mondújar, Almería (Schüle, 1967,113-121; Molina) del período cultural prece-dente”; “... pero también como en los pobla-dos de altura..., se han documentado enellos, el laboreo de metal, la industria lítica,ósea, pétrea, cerámica, cantería, el pasto-reo, la agricultura, como sucede en El Cerrode las Viñas de Coy (Lorca), La Hoya delConde San Julián y El Cabezo Gordo deTotana, aunque en algunos de menor tama-ño, tan sólo se han podido localizar indiciosde una o varias actividades como sucede enEl Cabezo de la Mina de Santomera dondese practicaba la extracción del cobre, en LaSerrata donde se constató un alfar o en LaLoma del Tío Ginés dedicado posiblementea una agricultura intensiva dado al númerode Vicia documentada en el poblado y a ladocumentación in situ de sus acequias deregadío permanente (Martínez, 1999, 162;Ayala, 1991)”.

Un trabajo pormenorizado, acuñandoprácticamente toda la bibliografía y docu-mentación publicada al respecto, que exhi-be, esclarece y verifica la alta cualificación

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y capacidad de la autora en ésta materia,tocando el urbanismo; el ajuar; la muerte;el arte; las insculturas; las minas; la meta-lurgia; y, cuanto representa una forma devida de unas sociedades occidentales queevolucionan con la influencia e intercam-bio cultural de las incursiones comercialesavanzadas que proceden de oriente y semezclan en convivencia normalizada conlos propios nativos que les acogen conplena y asumida hospitalidad.

Como quiera que el yacimiento del Rin-cón de Almendricos, ha sido el lugar extra-ído sintetizadamente del documento encuestión, consecuencia de la relación deamistad que, Maria Manuela Ayala Juan, alo largo de aquellas excavaciones, mantuvocon D. Bartolomé García Ruiz, es por lo quehemos considerado procedente entrar en elconocimiento de éste lugar donde nacierael entrevistado, minero y empresario, paraproyectar una imagen de Sierras mineras,que desde la antigüedad del argar, ya vení-an por sus vecinos asentados, beneficiadasen sus criaderos, al socaire de las corres-pondientes explotaciones líticas para lametalurgia, y, que, debieron ser muy inten-sas y abundantes, según expresa en su tra-bajo Maria Milagrosa Ros Sala, sobre:“Panorama actual y perspectivas de inves-tigación en torno a las Comunidades delBronce Tardío en el Valle del Guadalentín ysu entorno próximo”.

MI CONTACTO HUMANO CON D. BARTOLOME GARCIA RUIZ

Nuestros trabajos tratan de buscar elplano humano más próximo posible conlos personajes que conforman el hábitatsocial y cultural del espacio que ocupan enrelación con el asunto de su íntima y elo-cuente razón que se elabora. En nuestrocaso, motivo de la confección de éste docu-mento que se entrega, como muestra deuna nueva óptica y perspectiva con quecada cual observa e interpreta el universode la materia estudiada, traemos la figurade un hombre, D. Bartolomé García Ruiz,

que es parte de la historia reciente de laactividad minera de la Región de Murcia.

En cada uno de los dos artículos ante-riores, la incorporación del hombre, se hahecho imprescindible para encontrarnoscon el pensamiento del concepto de ideasprocesadas; el recuerdo de experienciasvividas; la delación del acontecimientosufrido; el comentario de unos sacrificiosque nunca se olvidarán, y que, en su con-junto, constatan la identidad e idiosincra-sia de unas gentes que, por semejanza,constituyen el eje central de la escenifica-ción que pretendemos reconstruir y recu-perar para que la riqueza memorística yevocadora del acervo de obligaciones ydeberes, propiedad mental del individuo,susceptible de valoración durante el tiem-po dedicado a la función laboral que lecorrespondió representar; sepamos ypodamos conservarla y transmitirla a lasgeneraciones futuras, mediante nuestrotrabajo escrito recogido por la calidad oralrecibida de nuestro interlocutor.

Corría el año 2006, cuando llegó a mismanos, previa petición al Presidente de laCámara de Comercio de la ciudad del Sol,el libro sobre la minería en Lorca, cuyoautor, Bartolomé García Ruiz, era total-mente desconocido para mi.

Leí la parte menos técnica, pues yacomentamos anteriormente que consta deuna recopilación de extraordinarios traba-jos especializados en minería, transporteterrestre y marítimo, y, metalurgia referidoal territorio lorquino, y, otra, donde el hom-bre, el personaje, crea su mundo de reali-dades e ilusiones particulares, volcandouna impresionante cascada de recuerdos,infantiles, familiares, sociales, políticos yprofesionales, que partiendo desde su mastierna edad, le llevan hasta el retiro jubilo-so de sus funciones de trabajador y empre-sario, consecuencia de una libertad y dispo-nibilidad de tiempo que le permite entre-garnos su más entrañable y recóndito cono-cimiento adquirido, que de no transmitirlopor escrito se perdería sin remisión.

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Es así, como quise ponerme en contac-to con el Sr. García Ruiz, cuando recordéque en Almendricos residía, Andrés Jerez,gran amigo y ex-compañero como Conse-jero de la CAM.

Hablé con Andrés, contándole mi inten-ción de visitar a D. Bartolomé, y, de formaamable y muy servicial, me comentó: “...no te preocupes, conozco y tengo unaestrecha amistad con él, y, te facilitaré lainformación del día que te puede recibir”.

Pocas fechas más tarde, recibía su lla-mada telefónica, diciéndome que elDomingo próximo, sobre las once de lamañana, estaría esperando mi llegada ensu casa de Almendricos. Le agradecí lagestión, y, aún así, me indicó que me espe-raría en el apeadero de la Estación deFerrocarril para acompañarme al domici-lio particular, donde me lo presentaríaprotocolariamente.

La mañana que partía de Murcia haciaAlmendricos, del Domingo en cuestión deun mes de Febrero, era tremendamentefría y su cielo de un gris oscuro presagiabala continuidad de lo que no es habitual enésta tierra, la excepcionalidad de una llu-via constante y de cierta intensidad.

Mientras transcurría el trayecto por laautovía, trataba detenidamente de hacerun retrato robot del perfil del personaje aquien iba a visitar. Argumenté, meditandocon cierta vehemencia, que por las carac-terísticas profesionales de mi interlocutor,su capacidad para la confección del libro,la ancianidad con la que me encontraría, y,la necesidad que tuve de solicitar interme-diario para que me recibiera, sería unamezcla de circunstancias que no tenía muyclaro sus resultados.

Transcurría el itinerario de mi viaje confluidez, dejando atrás los pueblos y la pro-pia Lorca, apenas sin darme cuenta dellargo trecho recorrido, cuando a muy pocosmetros observé que ya me encontraba en lagarganta o paso natural de la enhiesta ydesafiante Sierra de Enmedio, puerta deentrada, desde el Norte, a esa pequeña ciu-

dad de Almendricos, que siendo comoexpresa en su libro D. Bartolomé, una seriede cortijos diseminados en el último terciodel S. XIX, se había convertido en una rui-dosa ciudad industrial, merced a la ubica-ción de empresas mineras; la oferta deempleo convocadora de inmigrante manode obra, y, la instalación de vía férrea conalta frecuencia de trenes. Actividades vincu-ladas a la intensiva explotación que generóla puesta en funcionamiento de las minas deaquellas Sierras que se habían convertidoen la panacea de un territorio olvidadodesde la prehistoria, pero que sirvió paraque desde sus orígenes creara una turgenteriqueza económica, además de un patrimo-nio humano cuyos valores se habían con-vertido en el baluarte defensivo de unas cos-tumbres y tradiciones asentadas en la máspura esencia que sus generaciones manten-drán con gentil orgullo y satisfacción.

Llegaba al lugar acordado, el apeaderode la Estación de Ferrocarril de Almendri-cos unos minutos antes de la hora previs-ta de encuentro con Andrés Jerez. Lascalles estaban, vacías, desiertas, parecíauna ciudad sin vida, no en vano, el intensofrío del mes de Febrero y el lloviznar de lamañana, arredraría a los vecinos a pasear,pese a ser un día de Domingo.

Salí unos minutos del coche para acer-carme a los andenes e idealizar el momen-to. Miré al horizonte hacia el lugar del Rin-cón del Almendricos, estudiado por MariaMauela, y, noté como una estela fugaz pasópor mi retina, haciéndome regresar a4.000 años en el tiempo, comprensivo auna escena del poblado del argar en llanu-ra, cultura dedicada a su agricultura ymetalurgia, cuyos minerales salían delcorazón de aquellas Sierras que, desde suscrestas me contemplaban.

Más próximo a nuestros días, la imagi-nación me trasladó igualmente a unaépoca cuando aquella zona del apeadero,sería un complejo comercial de ruido; tra-siego de personas; mineros; trenes carga-dos de mineral; compra venta de objetos,

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artículos, productos de alimentación, ani-males, etc., punto original de un lugar deconcentración humana convertido en elcentro neurálgico de la prosperidad ydesarrollo de aquella ignota urbe, desco-nocida, sin duda, antes de la explotaciónde las minas de su Sierra de Enmedio.

Con puntualidad anglosajona, Andrés,se presentaba a la hora prevista.

Nos saludamos efusivamente con unfuerte apretón de manos, pues hacíameses que no nos veíamos, y, con la alegreamistad colegiada de quienes han compar-tido, responsabilidad, vicisitudes y anéc-dotas durante años, como Consejeros enuna entidad financiera, recordamos nues-tros momentos pasados.

La distancia de donde nos encontra-mos junto al andén del ferrocarril, y, lavivienda de D. Bartolomé García, no supe-raría los cien metros, por lo tanto fuimosandando, mientras hablábamos de nues-tras cosas.

Andrés, llamó a la puerta, y, al instan-te aparecía la esposa de D. Bartolomé,quien muy amablemente se dirigió a éste,a quien debía conocer muy bien, pues lemostró una abierta y sincera simpatia, y,con la gracia de una mujer madura dese-ando agradar, comentó que su esposovenía de camino a la puerta.

Justo en ese momento aparecía D. Bar-tolomé, hombre de talla media, comple-xión fuerte, cuerpo algo encorvado, rostroterso pero manchado por los lunares de laedad, con chaqueta de invierno cerrada ensus botones, y, una bufanda que le cubríael cuello, a modo de fular, cruzada sobre elpecho bajo la propia americana.

Al igual que su esposa, nos ofreció unafranca y honesta sonrisa, y, a continuaciónfuimos presentados.

Andrés se despidió y me instó a que lellamara a su teléfono móvil, antes de par-tir para Murcia. Y a ello me comprometí.

D. Bartolomé me hizo pasar a su casa.Pero no a cualquier lugar de la casa. Mecondujo por un largo pasillo, hasta un

pequeño patio desde donde partía unaescalera que subía a una pequeña sala,que más que un despacho parecía unpequeño templo de estanterías, vitrinas ymostradores, repletos de infinidad de pie-dras de todo tipo y procedencia. Digamosque sin la categoría que le corresponde alno estar catalogados sus fondos, podríapasar perfectamente por un museo deminería. En ese instante me acordé de miscontactos con el Museo Geominero deMadrid; el Museo de Mineralogía de laUAM, y, el Museo Histórico-Minero DonFelipe de Borbón de la Escuela Superior deIngenieros de Minas de Madrid. Cuantasde aquellas piedras, entre cientos que lashabía, podrían ser motivo de interés porcualquiera de dichos Museos. Una roca,incluso que llamaba la atención por suextrañeza de color, peso y geometría, de laque me comentó, había sido objeto deestudio, con un resultado de material des-conocido en nuestro entorno civilizado, y,considerada como posiblemente un mete-orito enormemente friccionado.

Comenzamos a charlar. Le expliqué miintención de entrevistarle y que lo que mecontestase sería publicado en ésta revista,de la que le entregué los últimos ejempla-res de 2006, donde traté mis anterioresartículos sobre el motivo de mi visita, laminería. En éste caso desde la perspectivahumanista de un profesional que de lanada se convirtió en un importante empre-sario e industrial.

Conforme hablaba del tema relativo ala minería, se plegaban con fuerza lasenvejecidas arrugas de su frente dándoleun aspecto circunspecto, pero notando quesus ganas de hablar y expresarse eranmanifiestas.

A partir de ésta primera toma de con-tacto, conectando en la misma frecuenciainteligible, inicio su pronunciación verbalcon un repaso interminable de sus viven-cias y trayectoria personal que, aunque seme hizo ameno, duraría posiblemente másde media hora.

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En realidad, partede lo que narrópodemos encon-trarlo en su librocitado al comienzo,por lo que omitirélo que puedo consi-derar una amableintroducción delautor, estimandoque no lo habríaleído. Le pedí centrarnosen las preguntasque llevaba prepa-

radas, y así lo hicimos.Comencé preguntando la fecha de su

nacimiento. Nací el día 30 de Junio de1914, en éste pueblo de Almendricos, portanto tengo casi 94 años.

¿Profesión de su padre? Bartolomé Gar-cía Márquez. Minero. Igual que mi abuelo,Bartolomé García Martínez. Por tanto per-tenezco a una saga de mineros de la que mesiento muy orgulloso. Sin olvidar a mimadre, Juana Ruiz García y a mi abuelaMaría Márquez, que ambas sufrieron lo queno está escrito en los libros a consecuenciadel trabajo de sus maridos y el esfuerzo porsacar a sus familias adelante.

¿Dónde y a que edad comenzó a traba-jar? Hijo mío. Me parece que tenía cincoaños, cuando entré por primera vez a laMina de hierro La Concha para llevar lacomida a mi padre. Era un mundo oscuro,siniestro. De podredumbre al mirar lascaras y cuerpos de sus ocupados mineros.Comencé de gavia y a partir de ahí, más de60 años dedicados a la profesión. Los luga-res fueron donde había trabajo. Allí dondese abría una mina en ésta zona, que era elmomento más difícil del inicio de la explo-tación, allí trabajé. Por recordar algunossitios, Las Norias y el Tejedor de Águilas.Aunque no pudo olvidar las minas de Jara-vía que eran las más antiguas de todas lassierras periféricas.

¿Salió pronto de ésta circunscripciónminera? Bueno mi padre, ante el hambre y

la precariedad que se padecía, tuvo queemigrar, cuando la Primera Guerra Mun-dial, a las Minas de Carbón de Francia. Allífueron también mis abuelos. Pero laEmpresa francesa abrió minas en Argel, y,mis abuelos fueron trasladados, a la vezque, mis padres les acompañaron parapoder salir de la miseria en que se vivía.Durante uno o dos años con mis padres,regresé a Almendricos sobre los 9 años,fecha que comencé a trabajar en los alma-cenes de Ocre, y por las noches acudía a laEscuela, sin perjuicio de que en ratos librestuviera que ir a trabajar de gavia con mipadre a la mina. No obstante, reconozcoque, en mi caso, quizá tuve mucha suerte.La oportunidad de poder estudiar un pocoy mi experiencia como receptor de la infor-mación de los mineros de mi entorno, mefue afianzando en el oficio. Con ciertos aho-rros de lo trabajado en Argel mi padremontó un pequeño negocio, pero sobre elaño de 1930, yo creo que tenía 16, atravie-sa una crisis económica, y tiene que acep-tar la propuesta de un fabricante de coloresque le lleva al Cabezo de la Jara dondeadquieren en sociedad cuatro o cincominas, adjudicándosele a su padre el tra-bajo de socio-administrativo. Invirtió lospocos fondos de que disponía, pero lamen-tablemente, le viene por un exceso de con-fianza un bache malo y le obliga a la sepa-ración de la sociedad, con la perdida decasi todo el capital aportado y de ganancias(no le apetece contar la triste situación,pero por la expresión de su rostro, sinexplicarla, me pareció entender el signo deldesengaño de una fuerte amistad). Pero yoseguí preparándome esperando se produ-jera el momento apropiado de lanzarmecomo pequeño empresario. Pero antes,tras intensos trabajos en las Minas deCobre del Cabezo de la Jara, ubicadasantes en Lorca, hasta la segregación dePuerto Lumbreras, explotadas por el Sr.Riera, la suerte fue mi amiga más leal,pudiendo aprender lo indecible, pues laconfianza y enseñanza que se me brindóante la permanente muestra de responsa-

D. Bartolomé García, sentado ante su mesa dedespacho.

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bilidad laboral por la Empresa, hizo quelograra alcanzar cotas de conocimiento yformación como para tratar de intentartrabajar por mi cuenta. A partir de aquí, seme concedió la categoría de encargado conobreros a mi cargo, en Mina Isabel denuestra Sierra de Enmedio. Y conformepasaba el tiempo comprendía que debíaindependizarme. Hasta que llegó el día quela suerte nuevamente hizo acto de presen-cia con un contrato de 50.000 m3. de pie-dra en rama para base de carreteras.

Me cuenta largo y tendido una bellísimay entrañable historia que daría para dedi-carle una revista en exclusiva, pero paraabreviar la extensa conversación manteni-da, a sabiendas nos encantaría contarla envarios capítulos, y, que siento no poderincluir, por la brillantez y elocuencia con laque se expresaba, pese a su avanzada edad(aunque eso si con un poco de sordera,según parece producida por el sonido debarrenos y maquinaria pesada en su traba-jo), me informa que, D. Salvador GonzálezGómez, Ingeniero de Minas con título belga,entrega 10.000 pesetas por las labores deservicios prestados a la empresa minera, y,a los 18 años de edad, comienza a trabajaren ésta actividad con su padre.

Pero donde más incide para contar susmás viejas y queridas anécdotas, es en remi-tirme a un inédito pequeño cuaderno anilla-do y con pastas de cartón, que me entregapara que lo lea, y, que lleva por título:“Recuerdos a Ráfagas”. Lo he leído en casa,realmente es un cúmulo de curiosidades ycircunstancias personales dignas de haceruna película de Berlanga, con actores comoToni Leblan; Ozores; López Vázquez, y, todoslos de esa época. Casi se aseguraría el éxitocon la narración de unas vivencias circuns-critas al personaje de un pueblo cualquierade España, que nos cuenta detalles sobreandanzas, viajes, ferrocarriles, peripeciascon la Guardia Civil, costumbres y tradicio-nes del más puro sentimiento personal.

Durante el trienio de 1933 al 36, es tras-lado por dicha empresa minera a Valencia,

donde adquiere un ingente conocimientodel funcionamiento telegráfico, administra-tivo y organización industrial minera.

En el 36 es llamado a filas militares y seincorpora con destino en Murcia, pasandode allí a Cartagena. Pero no quiere recordaraquél periodo de guerra fratricida y hostili-dades entre amigos y familiares.

Le trasladan a Almendricos, y, por suexperiencia como telegrafista, le nombra-ron oficial en dicho cometido de transmi-sión y recepción de telegramas.

Pero por su interés humano y profesio-nal, debemos regresar ahora a las pregun-tas obligadas, relacionadas con el inicio desu entidad como industrial.

¿Cómo comienza su actividad comoempresario independiente? Fue unacasualidad, aunque quizá los lazos deamistad que mi padre había tenido conmuchos empresarios mineros pudo abrir-me algunas puertas. Terminada la GuerraCivil española me incorporé a la mineríaen las Canteras de Macael, donde elempresario D. Rafael Ricert, entiende quepuede adjudicarme cientos de toneladasde material para talco. Como se puedededucir, fue un salto cualitativo y cuantita-tivo en mi forma de vida. Pasé de ser unposible empleado a un incipiente empren-dedor hombre de negocios.

¿Qué otros temas le lanzan a su poderadquisitivo de empresario? Bueno mideseo de prosperar, me obliga a dedicargran parte de mi tiempo a buscar otros

D. Bartolomé García Ruiz en su pequeño museo deminerales en su casa.

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trabajos. Apenas tenía descanso ni enfines de semana. Había meses que nosabia lo que es un día libre. Y tras seguiraprendiendo con el contacto con ilustre yeminentes ingenieros y especialistas en lamateria, pude observar que me inclinabapor conocer mejor la geología. Así fuecomo comencé a estudiar la materia, y, suresultado fue el atreverme a realizar pros-pecciones por mi cuenta. Tal es así que miprimer descubrimiento fue una mina deVarita, por lo que fui felicitado tanto oficialcomo por técnicos mineros. A éste primerpaso siguió otra serie de experiencias posi-tivas que me acreditó como buscador demateriales líticos y mineralógicos entre losempresarios mineros.

¿Cuantos más criaderos de mineraleslocalizó? Muchos, uno de ellos muy impor-tante prospectando por los montes de laSierra de Almagro. Encontré en principioVarita, pero era la punta del iceberg, por-que, en su fondeado estaba el Estroncio.Sin obviar que éste mineral nos puedeofrecer varitina.

¿Realizó innovaciones industriales?Por supuesto, el primer compresor quevino a Murcia y Almería en 1958, fue de mipropiedad. Un magnífico y digno ejemplode trabajador minero de mi plena confian-za, Andrés “El Vertederas”, a quien no legusta le llamaran con ese apelativo, aun-que verdaderamente en el sector se leconocía con todo respeto por ese apodo,tuvo que hacer un curso de varias sema-nas para conocer su funcionamiento. DeAndrés salió una escuela de entendidos yexpertos que supuso el trasvase de los mis-mos a otros empresarios que comenzarona emplearse en ésta compleja maquinapara explotar y rentabilizar las minas. Porlo tanto yo fui el creador de una tendenciade modernización de la que me siento muysatisfecho u orgulloso.

¿Ha bajado usted a pozos de minas? Sihe tenido que bajar a distintos y profundospozos, pero sólo como observador. Heconocido el sufrimiento y sacrificio de susmineros y he tratado de solidarizarme con

ellos, a veces incluso poniéndome de suparte para que consiguieran las peticionesde sus lógicas reivindicaciones. En miempresa, que he trabajado en más de cienminas (me entrega una larguísima rela-ción de ellas, con expresión de nombre,lugar, periodo, mineral y una infinidad dedatos que sería prolijo insertar), he bajadoa unos 30, o, 35 metros de profundidaddonde a la vez siempre se contaba con lar-guísimas galerías, que yo mismo reconocíadiariamente para observar su solidez yseguridad.

¿Me puede dar nombres de metalur-gias a las que sirvió mineral? Igualmentesería una lista larguísima. Pero comoejemplo pondremos el mineral extraído delas 47 Hectáreas en La Cerrichera de Águi-las, suministrando varita a José Fernán-dez; Casa Hijos de Sebastián y Monte deBarcelona (industrias mediadoras delmineral y su elaboración para convertirloen material directo para su uso comercial).

¿Ha hecho negocios de minas? Mi vidaprofesional como empresario de domingoa domingo, pues apenas descansaba, meexigía estar pendiente de todo negocio quesurgía. Recuerdo para finalizar mi prolífi-ca carrera de industrial, que compré dosconcesiones mineras de plomo a socieda-des constituidas en Mazarrón, y, las vendía Minofes, una empresa de gran trayecto-ria en el campo plomero y que me agrade-ció, aunque pude sacar un poco de benefi-cio, que se las vendiera porque tenía nece-sidad de dicho metal.

D. Bartolomé García Ruiz, en la entrevista realizada.

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¿Para terminar,alguna aporta-ción que deseecomentarme? Sonmuchas, pero meceñiré a que aúnjubilado a la edadde 68 años, hemantenido unaestrecha relacióncon la minería dediversas formas,como opinando,asesorando,informando, yofreciendo mi

experiencia a quien me la ha solicitado. Hellegado a tener hasta 20 personas en miempresa, más otras auxiliares adjudicadas.Mi lema ha sido siempre, pues nunca se meolvidará lo que mi familia y yo mismo paséen mis carnes, servir a mi trabajador. Enéste sentido además de ayudarles siempreque me han necesitado, constituí un econo-mato minero en 1946, con número deregistro 1.285, con un pequeño margenpara el pago de los gastos generales, dedi-cado al almacenamiento de mercancías yalimentación (harina, arroz, patatas, sopa,azúcar, aceite, jabón, droguería, etc), a dis-posición de los obreros, cuyos precios, con-trolados por los propios empleados, eranlos mismos que se adquirían en origen ó enfábrica. El beneficio era evidente ya queéste servicio era mucho más económicoque en tienda. El único requisito fue estarabastecido por Merzu, S.A., con sede enMadrid (Propietaria de ExplotacionesMineras Nacionales de Cotos Mineros),aquien estábamos agrupados para conse-guir mejores precios que en el pequeñomercado de tiendas y comercios.

Aquí terminó mi entrevista, tras casitres gratas horas de encierro con D. Barto-lomé, y, con exquisito trato me acompañóhasta la puerta donde nos despedimos. Nosin antes ponernos ambos a la disposiciónque fuere necesario y conveniente paraaclarar o terminar de definir nuestra con-

versación. Con un fuerte apretón demanos de hombre que se entrega congenerosa y noble honestidad, nos dijimosadiós. Aún así, la despedida, me produjouna sensación de nostalgia y melancolía,porque en las pocas horas que estuvimosjuntos ganó mi respeto y consideraciónmás entusiasta y admirable.

Debo decir en honor a la verdad queme ha llamado en varias veces a lo largode más de un año, para preguntarme lafecha de la publicación de este artículo,puesto que hacía mucho tiempo desde queyo estuve en su casa, y, no tenía informa-ción de lo que le comenté. Le informe de lacontrariedad surgida con la imposibilidadde su publicación que estaba prevista en2007. Pero le prometí que cuando se pre-sentase la revista donde apareciera éstetrabajo, le enviarían el primer ejemplar.

A los pocos minutos llamé por teléfonoa mi buen y querido amigo Andrés Jerez,quien me invitó a un refresco y respectivoaperitivo, y con mi expreso agradecimien-to a su persona por su inestimable colabo-ración regresé a Murcia.

SERES MITICOS EN CARTHAGONOVA-MONTIS ILUCRONENSIS

Si estudiamos el fundamento de lamitología desde lo puramente etnográfico,nos proporciona una inmensa proyecciónprismática, donde el concepto de la leyen-da podría tener tantas interpretacionescomo opiniones generadas se originen porcada uno de los eruditos en macro-filoso-fía que lo estudie o analice.

No me esforzaré mucho, pero si real-mente alguien desea conocer a lo que merefiero, solo tiene que contactar con mi res-petado y buen amigo, José Luis GarcíaFeliú; quien desde hace años se dirige a labúsqueda de desentrañar los secretos de laleyenda clásica de las divinidades y deida-des transmitidas por la filosofía y el histori-cismo ilustrado, cuyo último trabajo envia-do en éstos meses pasados de 2007, sobrela Mitología del Mediterráneo, denominado:“Los bueyes de Geriones y la Vaca I0”,

Carnet de empresario deminas de D. BartoloméGarcía Ruiz.

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enmarcado en un periodo que podría coin-cidir con la Égida de Tauro, lo refiere almomento de ser nombradas Las Columnas(Olimpo y Otris), con el nombre que perdu-rará en la Historia: “Las Columnas delHeracles”. Una introducción valiosísimapara situarnos en su pesquisa: “Tras el tro-nar de Zeus...”, nos acerca y desarrolla amitos como: Ínaco; La Vaca I0; Hefesto;Areópago y Dédalo, etc., pero con taltorrente de averiguaciones y datos que sor-prende por elocuencia, convicción y per-suasión. Y éste es uno de los muchos estu-dios por él realizados, que podrían conver-tirse en verdaderas obras orientadoras dela Mitología. Por ello, abusando de la con-fianza que, desde años atrás, siempre meha deparado su sincera amistad, no puedodejar de incluir su correo electrónico: “[email protected]”, en la inteligenciade que si alguien desea ponerse en contac-to con su trabajo de investigación, tieneabierta la puerta de la consulta o relación,que seguro con todo gusto atenderá.

Sin embargo, uno de los trabajos másreducidos, pero de lo más oportuno y bri-llante, por su clara y exacta definición deun acontecimiento, relato popular o litera-rio, vinculado con la figuración de seressobrenaturales capaces de acciones heroi-cas y beneficiosas para la humanidad, yguía imaginaria del comportamiento fami-liar y social del pueblo que las invoca, lotenemos en el trabajo -que se aconseja leer-de Carlos Javier Blanco Martín, cuya senci-llez de título: “La reproducción del Mito” (AParte Rei. Revista de Filosofía, 26), esincompatible con la magistral visión quenos aporta en sus cortos pero sustanciososcapítulos de introducción; la historia y lamitología; mitos y géneros de relatos;supervivencia y reproducción del mundomitológico; antropología filosófica del mito;y, finalmente con su breve pero extraordi-naria conclusión, con ella me quedo, quereza como sigue: “Pensamos que el mito nopreexiste a la religión, sino que forma untodo con los hombres en el proceso biológi-

co y social de su existencia. El posteriorarrinconamiento del mito, sufrido por elauge de cultos proselitistas y mistéricos,primero, y, por religiones universales des-pués, no supone ni mucho menos el fin deuna era mítica, ni tampoco un paso y rup-tura hacia una mayor racionalidad (cosmo-lógica, ética, moral). Más bien habría queentender los marcos historicos emergentescomo procesos económico-políticos de dis-gregación de formas arcaicas de pensa-miento y vida. Éstas últimas, de maneraanáloga a ciertos órganos y organismosbiológicos, se repliegan y rudimentan, perosobreviven en estado de larva, inconscien-tes, a la espera de ingresar, tras el pasolento de generaciones, como materia paranuevas formalizaciones de la conciencia.”

Es así, como entendemos que, sin duda,los mitos han tenido como función dar res-puesta a los grandes enigmas e interrogan-tes de la humanidad, la vida, la muerte, elcambio, el destino..., y, sobre todo, cuantorepresenta una forma de vida, con incorpo-ración de leyes y condicionamientos deaplicación a la inercia del mundo civilizadotrazado desde la simbología de responder ala sociedad sobre el bien y el mal.

Pero no es mi intención crear el debatede un proceso incurso en la impronta de laevolución de las culturas que avanzaron, enparte, gracias a la incorporación de sus cre-encias mitológicas, sino tratar aquellosmitos que se arrogan el derecho de ser res-petados en nuestro entorno antiguo de lasSierras Mineras de la Región de Murcia,cuyo epicentro se encuentra ubicado comotodos sabemos en las Sierras de la actual “LaUnión, Cartagena y Mazarrón”, cuya titulari-dad en la antigüedad quedaba reconocidacomo Carthagonova-Montis Ilucronensis.

La confirmación de la existencia demitos en la ciudad de Cartagena, nos remi-te obligadamente al superior, soberbio ysolemne documento que en 1597, nuestroLicenciado Francisco Cascales, dedica a laciudad bajo la concepción de digno ymerecido homenaje, y, que titula: “Discur-

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so de Cartagena”, cuyo texto leído porJorge Aragoneses, le hizo pretender inda-gar la recuperación de aquél escondidoColiseo bajo la Plaza de Toros, ó, parte delos edificios emblemáticos perdidos de losque estaba convencido y auguraba se des-cubrirían. Hasta en eso acertó, pese a queen aquellas fechas de los años 50 le impi-dieran realizar las catas para conocer laveracidad de lo expuesto en el documentodel que se transcribe una mínima fracción.

Por su lucida brillantez y creadoraprosa glosada, vertebrando la historia deCartagena con tanta sabiduría, nos obligaa extraer de éste exhaustivo trabajo dignode leer por ser herramienta de consulta,un pequeño texto que nos sitúa con facili-dad en el siguiente paso del compromisode nuestra misión relacionada con losseres míticos de los que debemos ocupar-nos, dejando constancia de los párrafosdel siguiente tenor:

“Tres Cartagos ha havido, una enÁfrica, que destruyeron los Romanos, ydos en España. La primera fue fundadapor Hamilcar encima de Tortosa a la Tra-montana y llamáronla después los Espa-ñoles la vieja, a differencia de la postrera,que se dezía Cartago la nueva o Esparta-ria por los Latinos. Esta, nuestra Cartagola nueva, fue edificada por HasdrubalGovernador y Capitán general de los Afri-canos Cartagineses, año de dozientos yveynti cinco nacimiento de nuestroRedemptor. Cuyos edificios y murallasvinieron a tanta sumptuosidad que enaquel tiempo ningunos avia tales en Espa-ña, como dize Florian de Ocampo y se ve enEstrabón y Polibio. Tiénese por averiguadoque su principal intención deste Capitánen labrar cosa tan sumptuosa fue que losCartagineses del exército, quando lapoblassen, perdiessen el desseo de Carta-go la mayor y la hiziessen acá fundamentode Señoría con qualesquier otras competi-dora, desde la qual entendió mostrar quebastava su poder a levantar y hazer ciu-dades donde mandasse tan excellentes y

poderosos como la misma Cartago quetenían ellos. Esta fundación es certíssima,pero algunos autores le dan mucha masantigüedad diziendo, que Testa Rey deEspaña hizo sus cimientos y principio deuna gran ciudad, año mil y quatrozientos ydoze nacimiento de Christo y que de sunombre la llamó Contesta , de donde laProvincia se vino a dezir Contestania y quedespués Teucro uno de los Príncipes Grie-gos que conquistaron a Troya (reynando enEspaña Gargoris) traxo consigo gente Grie-ga, con que primeramente desembarcósobre las riberas de nuestro mar Medite-rráneo, en el sitio natural donde ahora esCartagena, según Iustino y Silio Itálicoaffirman. Aquí pues, el valeroso Hasdru-bal, pareciéndole muy acomodado sitio yanimado también con las antiguas reli-quias que halló, se determinó de fundaruna ciudad quanto más pomposa le fuessepossible. Él la dispuso y traçó con maravi-lloso juyzio en esta manera:

Cartagena está situada en un cerromuy alto que por el un lado lo baña la mary por el otro lo ciñe su puerto, que es unode los mejores del mundo. Al lado pordonde se junta con la tierra tiene una mon-taña con tres cerros diferentes. Al uno lla-mavan en aquel tiempo Phesto y al otroAleto y al otro Crono. Aleto dezian aquelcollado por aver tenido este mismo nombreel que halló las minas de plata y en memo-ria deste beneficio lo reverenciavan porDios. Dentro de la ciudad ay otro cerro quellamavan Mercurio Theutate. Otro colladoque está más al Oriente se llamava Escu-lapio, por el templo en que allí era venera-do. Por el otro lado de la ciudad de la otraparte del puerto ay una gran laguna lla-mada aora Albufera. Con ésta y con elpuerto, todo el sitio de la ciudad quedacasi como Isla. A la falda del castillo sobrela parte de Levante ay grandíssimos frag-mentos de edificios donde estava la Chan-cilleria o convento Iurídico de Cartagenaen un famoso Coliseo no de menor grande-za que el Romano. De aquí los vezinos sin

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orden han sacado lindas piedras, figurasantiguallas y colunas y sobre quatro des-tas está fundada la Yglesia Matriz destaciudad que admira su grandor y alturasiendo piedras vivas de una pieça cadaqual. Hasta en nuestro tiempo se llevó deaquí Vespesiano Gonçaga bellíssimas ymá-genes de piedra para honrar con el dese-cho desta ciudad su principado. Y aquellospedaços por allí derramados llaman aoraAntiguones. Decendiendo por allí hazia elSeptentrión se ve un costosíssimo Aque-ducto desbaratado que venia por él enca-ñada el agua a la ciudad desde la fuenteCubas. Ay algives y edificios viejos, dignosde ser por su muestra visitados. Pero fuerade los muros, la memoria demas conside-ración es un túmulo que llaman Torreciegaporque no tiene puerta ni ventana ni espi-radero ninguno. Lo qual ha sido causa desospechar que havia allí algún tesoro osecreto memorable. Y assí algunos, o muycodiciosos o muy curiosos, rompieron unlado del por donde se ve estar toda maciça,con solo un pequeño hueco en el coraçónde la torre que apenas se conoce si lo huvoo no. Y húvolo sin duda, porque después dela rotura se han hallado cenizas. Y de aquíes de creer que estava depositada allí urnao urnas de cenizas de difuntos a la cos-tumbre Gentílica de los Romanos.”

Pero por ello, no deja de mencionar lasgracias que romanos entendieron les con-cedían los dioses de las cinco colinas, y,sigue, en el apartado de las riquezas y teso-ros que obtuvo Cartagena, exponiendo:“Pues si buelve vuessa merced los ojos aestos montes de Cartagena verá que no hansido montes de piedra sino de plata y oro ypedrería al derredor della ay cuevas dondese hallan preciosíssimas amatistas, rubíes,calcedonias y muchos diamantes, unosochavados, otros triangulares de la proprianaturaleza mejor que del buril labrados. Yoy quedan unos Escoriales, que assí los lla-man, donde la gente plebeya va y saca den-tre aquella escoria de las minas muchoplomo, con alguna plata de que se susten-

tan sin otro officio ni beneficio. Polibio tra-tando de las minas de plata que los Roma-nos tenían en Cartagena, dize que no tra-bajando en el pozo, llamado Bebelo, masque quarenta hombres, sacavan cada díavalor de veynti cinco mil reales, que por labuena cuenta de Budeo venían a ser cadaaño novecientos y doze mil y quinientosescudos. Y aunque se defalcassen de aquílos gastos, era una cosa de gran tesoro”.

Por tanto es de justicia tratar los DiosesMíticos de las cinco colinas, citados por Cas-cales, que a la vez irradiaban sus venturasde fortuna, no sólo a la ciudad, sino a cuan-tas fuentes de riqueza eran motivo de explo-tación en los cotos mineros acaparados.

Escribe nuestro Licenciado, como haquedado transcrito de su Discurso: al ladodonde se junta la tierra con el mar, tieneuna montaña con tres cerros diferentes, eluno llamado “Phesto” (Hefesto), y, al otro“Aleto” (Aletes), y, al otro “Crono” (Cro-nos). Dentro de la ciudad otro Cerro quellamaban Mercurio (Theutate). Otro colla-do que está más al Oriente se llamabaEsculapio (Vara de Asclepio).

¿Qué sentido tenían estos nombresmitológicos impuestos a dichas cinco coli-nas de Cartagena? Lo vamos a describir, sinextendernos en contenidos a los que tene-mos alcance fácilmente en internet y enci-clopedias, con la finalidad de poder obser-var que se pretendía invocar por sus guar-dianes, sacerdotes y vestales. Pero un enig-ma perturba nuestra investigación. Sededuce que los griegos que llegaron antesque los púnicos, a Cartagena, influyeron enMastia, primitivos pobladores de la ciudadmarítimo departamental, aportando nom-bres de sus propios mitos y dioses. Diosesque fueron a la vez asumidos y posiblemen-te incorporados otros análogos por los car-tagineses. Y aquí es donde se centra nues-tra pregunta: ¿Cómo Roma que conquistaCarthagonova, accede a mantiener y con-servar para la posteridad que llega hasta elpropio Licenciado Cascales, algunos nom-bres griegos en las colinas de su ciudad?. Es

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evidente, ante la renuncia del cartaginés asu origen romano, que dichos nombresmitológicos de algunas colinas, fueranadmitidos e impuestos bajo el signo púnico,pues se acogieron al acuerdo negociadoentre mastianos y cartagineses. Pero, cuan-do vence Roma a Carthagonova: ¿Por quéRoma no los sustituye y les da su propionombre?. Una respuesta que exigiría unaprofunda contrastante aportación de opi-niones historicistas con la finalidad de obte-ner una respuesta a tan extraña situación.

Pero con más detalle, Las cinco colinasde Carthagonova, que se ubican sobre losactuales montes de Cartagena, en el traba-jo de José Maria Blázquez: “Puertos de laEspaña romana”, ratificando y apoyando lodescrito por Cáscales, nos señala con meri-diana claridad el lugar donde se encuentranlocalizadas y que se señalan para caso deque, algún interesado, quiera orientarlos enel actual plano de Cartagena.

Estas son las colinas que quedaron seña-ladas con los siguientes nombres míticos:

Phesto (Hefesto). En la mitología grie-ga, uno de los Dioses Olimpicos, significa-ba Dios del fuego, la forja y metalurgia(aunque Roma le denominó Vulcanus).Hijo de Zeus y de Hera, acogiéndonos a susignificado, y, si nos adentramos en laleyenda, debemos entender que con supresencia defensora, conforme a lo querealmente se le atribuía en su pasado, seinteresaba la producción de la forja dearmas más letales y consistentes en manosdel soldado para vencer en la guerra. Portanto, Roma asumió lo heredado en éstemito lo explicitado por los griegos en éstacolina. Vulcanus, es el nombre con el quedebía haberse designado para Roma, eli-minando el nombre que tendría con carta-gineses, ya que la propia epopeya mítica alvencer a su más temido y peligroso enemi-go, le habría echo reafirmar y confirmarsu posesión y erradicación de signos púni-cos. En la mitología romana, dios del fuegoy los metales, hijo de Júpiter y Juno, ymarido de Venus. Como dios de los volca-

nes, el mejor forjador del hierro y creadordel arte de armas y armaduras para diosesy héroes. Otro nombre que recibió por elImperio es el de: Mulciber ("el que ablan-da"). Sethlas, es como se definió en lamitología etrusca.

Crono (Cronos). Igualmente procedentede la mitología griega, es el más joven dela primera generación de Titanes, descen-diente divino de Gea (la tierra) y Urano (elcielo). Es así como los helenos, que no ter-minan de aceptar su significado conside-rándolo una fuerza de caos y desorden,nos dejan una línea a lo que se entendiópor “Señor de los cielos”, asimilado a Baal,aunque en realidad con su veneración secontemplaba la festividad que suponíapedir la protección de la época agrariacelebrada en el mes de Julio. Roma, sinembargo, en su cultura posterior, advierteuna visión más positiva de éste dios, al quedefinen por Saturno, que correspondería aun termino relativo al ”Tiempo Humano”,es decir, su función consistiría en apelar alos calendarios, los tiempos y las buenascosechas. Mucho más importante bajo lainfluencia romana, la “Saturnalia”, fueuna fiesta celebrada en honor de éste Dios,que ha permanecido incrustado en la pro-pia tradición de Oriente Próximo, y, para lacostumbre judeocristiana con el sentidodel descanso del séptimo día de la semana,que llegó a llamarse en latín “Dies Saturni”(Día de Saturno). Pero llega hasta nuestrosdías cuando los ingleses denominan Satur-day al Sábado. O en la astronomía, Satur-no, es denominado de ésta forma, por con-siderar que Roma lo tenía descrito como:“... el séptimo planeta más extenso de losobjetos celestes visibles sin ayuda”.

Mercurio (Theutate). En éste caso noaparece en el texto de Cascales, con el nom-bre griego de su ascendiente Hermes, talcomo era conocido por los helenos, aducidodios de los ladrones, defensor y dueño delcomercio y la elocuencia. Lo que nos da aentender que los romanos eliminaron, si lohubo, éste vestigio griego. Mercurio, es sin

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embargo, nombre puramente romano, hijode Júpiter y Maia Maiestas, nombrado paradefender y proteger el comercio, pero concierto influjo etrusco pues se le relacionacon la deidad Turms, aunque cierto es que,la mayoría de sus características y atribu-ciones mitológicas fue tomada por herenciaprestada del dios griego. En la astrología sele adoptó como el espíritu del intelecto,nacido de la inteligencia, con bondadespara las funciones de sueño y la imagina-ción. Otras virtudes que se le adjudicaronfue el augurio de la fertilidad y aludirlecomo creador de la Lira a partir del capa-razón de una tortuga. Igualmente Roma loadoró para que velara por el veloz viaje desus naves de comercio. Fue motivo de unaimportante fiesta la: “Mercuralia”, dondelos mercaderes se rociaban de agua de supozo sagrado. Ha llegado igualmente hastanuestros días, donde la astrología ha dadonombre a un planeta; la ciencia ha designa-do al elemento con símbolo Hg, como mer-curio. Los médicos, la industria, el comercioy la navegación han convertido el caduceocomo su símbolo representativo. En Carta-gena, Mercurio ha quedado imbricado en lacultura secular artística de su idiosincrasia.La prueba la tenemos en la famosa y bellí-sima fachada de la “Casa Llagostera”, situa-da en su calle Mayor. Construida por unafamilia de comerciantes catalanes, decidióinsertar, presidiendo el edificio, en el centrode la primera planta, el dios Mercurio, flan-queado por los Escudos de Manlleu y Carta-gena. En la segunda planta, en su mismavertical la diosa Minerva, símbolo de lasabiduría, con los escudos de Barcelona yMurcia a sus respectivos lados.

Esculapio (Asclepio). Igualmente, Expli-ca nuestro Licenciado Cascales, que: “... elotro collado más al Oriente se llamabaEsculapio por el templo en que allí eravenerado”. asociado con la astrología y lacuración de enfermos mediante medicina.Consiste en una serpiente entrelazada alre-dedor de una vara larga. La vara fue,durante mucho tiempo, símbolo de la pro-

fesión médica, y la serpiente, que mudaperiódicamente de piel, simboliza, por lotanto, el rejuvenecimiento. Asclepio era eldios de la curación en la antigua mitologíagriega, y es evidente que si lo hubo, éstenombre fue barrido por Roma y sustituidopor el Esculapio romano. En la leyenda sedice que fue instruido en la medicina por elcentauro Quirón, y, está relacionado con laconstelación Ofinco. Es común caer en elerror confundiendo esta vara con el cadu-ceo de Hermes (Mercurio para los roma-nos). La diferencia y la peculiaridad del bas-tón de Esculapio está en que no tiene alas ysólo asciende por la vara una serpiente. Laserpiente se consideraba en muchas cultu-ras capaz de resucitar a los muertos y Escu-lapio en su afán de sanar iba resucitando ala gente difunta que veía, ejemplo es Hipóli-to hijo de Teseo. Esculapio, le revivió conuna hierba milagrosa que le llevó la ser-piente Hades. El Rey de los Infiernos,molesto por la reducción de los enviados asu reino fue a quejarse del uso que Escula-pio hacía de la serpiente, así pues comomedida salomónica, Zeus optó por anular lacapacidad de la resurrección y dotándolasolamente de la sanación. De ahí su estre-cha relación con el mundo médico.

Pero la gran colina, la que representó lafuerza y el poder, el filón de la fortunaargentífera, correspondió al dios “Aletes”,descubridor y protector del esplendor e ina-gotable extracción de plata de las minas detodo el territorio explotado por los romanosen Carthagonova-Montis Ilucronensis.

Aletes. Los hermanos William y Leon-hard Schmitz, en 1867 y 1870, en su “Dic-cionario de griego y romano y Mitología”,definen al dios Aletes, como hijo de Hippo-tes y descendiente en quinta generación deHeracles, y, que a su familia a veces se laconoce por “Aletidae”; le dan una cronologíadel S. X a. C., y entre otros datos, recibió unOráculo procedente del Rey atenienseCodrus. Pero si deseamos conocer en pro-fundidad la Historia del dios a quien se leatribuye la fundación de Cartagena, hay que

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remitirse al trabajo de investigación deIgnasi Garcés Estallo, con el título: “Loshonores divinos de Aletes, descubridor deMinas de Plata en Carthagonova” (PrimerSimposio sobre la Minería y la MetalurgiaAntigua en el SW Europeo, Serós 2000,2.11, pp. 209-218). Inicia el documento así:“Dentro de la revisión y actualización de lospersonajes íberos cuyo nombre es conocido,actividad que venimos realizando desdehace algún tiempo, uno de los más fascinan-tes y polémicos a la vez es, sin duda, Aletes.Dada la relación del sujeto con la mineríaantigua, el presente simposio nos parece unmarco adecuado para aportar algunosresultados sobre quien puede ser considera-do como uno de los mineros peninsularesrecordados más antiguos”. En realidad eltexto no tiene sobrante, pero son muchaspáginas y, la mejor forma de conocer eldesarrollo historiográfico y leyenda origina-do en la figura de Aletes, es su completa lec-tura. Los capítulos, referidos a “La cuestiónde Aletes: ¿Nombre personal o epíteto divi-no?”; “La naturaleza del relato polibiano”;“El sentido urbano y helenístico de los hono-res divinos”; “El entorno cultural de Cartha-gonova”; “La singularidad histórica del casode Aletes”; y, sus propias conclusiones sonuna obra maestra que debería conocersepor todos los estudiosos y expertos relacio-nados con la investigación en materia deminería y metalurgia. Si el descubridor Ale-tes de las minas de plata en Cartagena, lereporta honores divinos, según Polibio, elloes lo que le concede el privilegio de sernominado para designar a la colina másimportante de la ciudad, y, para ubicarla, serefiere a la altura del Cerro de San José, sinpresentar ningún problema de identifica-ción. Los Bárquidas reconocen al dios Ale-tes, deduciendo que, de haber sido íbero,mastiano o tartesso (léase: “Aproximación ala protohistoria de Murcia”, de Nuria Sure-da Carrión), consolidaría la integración de lacomunidad autóctona ocupada. Mediante laexaltación de Aletes, permite a Asdrúbal ysu continuador Aníbal, granjearse el acerca-

miento y la incorporación a sus filas de mili-cia a los aguerridos sectores ibéricos. Elresultado final del proceso estudiado sobreAletes, termina Garcés Estallo” “... un mine-ro afortunado, recordado en el S. III a. C.(sin poder definir la fecha exacta del descu-brimiento de las citadas minas de plata), alque debe situarse en toda la magnitud his-tórica que le rodea, que no es otra que admi-tir una practica social y religiosa helenísticaque justifique tales honores”.

En éste caso concreto de Aletes, estáclaro que los romanos mantuvieron elnombre de ésta colina, entendiendo que,por una parte estaba sobradamente pro-bada su neutralidad e imparcialidad conrespecto a sus enemigos vencidos, y, deotra, respetando el nombre del descubri-dor de las minas de plata para que siguie-ra protegiendo y asegurando su constanteproducción argentífera.

Pero: ¿qué razones existieron para quelos romanos conservaran los nombres delos dioses griegos de las colinas de Cronosy Hefesto, aceptados por los cartagineses?.Quizá tuviera igualmente su justificación,entre las posibilidades enumeradas porAristóteles, al sugerir la continuidad de losnombres helenos en los casos de recintos yseñalizaciones de todo tipo, cuando seademostrable su amparo bienhechor, ó,estuvieran relacionados con la refunda-ción o prosperidad de las ciudades en par-ticular. Es sólo una hipótesis peregrina,pero realmente es un tema apasionanteque, seguro, algún día se nos aclarará.

Colina de Montis Ilucronensis. BenitoMorón Clemente, en su aportación a lasnoticias que de las tierras de Alicante yMurcia, aparecen en la Geografía de Estra-bón, escribe lo siguiente: “... a finales del S.II a. C., Roma había transferido la explota-ción de salinas y minas de Cartagena a par-ticulares (negotiatores), que podían formarcompañías, como la del “Mons Ilucronen-sis” (Mazarrón). El nombre de los “negotia-tores” iba puesto en los lingotes de plomodestinados a la exportación, según se ha

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podido observar en los catorce encontradosen el puerto de Cartagena y otros quince enel Cabo de Palos”. Sin duda, Monte Ilucro-nense, como ya advertimos en nuestro artí-culo anterior, representa el nombre de laCompañía que explotaba las minas deplomo y plata de Mazarrón. Por tanto conuna forma distinta de denominarse, en éstecaso obviando nombres divinos, no es óbicepara que en constantes descubrimientos, seencontraron, además de infinidad de mone-das y cerámica cartaginesa; columnasmiliarias, lingotes, epigrafías funerarias,ánforas y numerosas antigüedades, todasde origen romano; apareciendo además dosgrandes hallazgos mitológicos, el primeroen 1776, en el Barrio de la Serreta de Maza-rrón (cerca de las minas del Cabezo de SanCristóbal), tres estatuas de mármol, quecorrespondían a la diosa Ceres (deidad delas cosechas, la agricultura y la civilización),y, los dos Genios Tutelares; y, en 1840 en laterrera de la mina “Esperanza” la estatuillade bronce dedicada a “Hércules Farnesio”,figuras simbólicas del ritual romano, inser-tas a la Colina de Montis Ilucronensis, enextensión de la urbe principal de Carthago-nova, que viene a corroborar un territoriomimado y protegido por ser plenamenteexplotado en sus criaderos de plata yplomo, y, en consecuencia campo de yaci-mientos y hallazgos arqueológicos del másrelevante prestigio y consideración (confor-me nos recopila Mariano Guillén Riquelmeen sus libros dedicados a Mazarrón). Comoquiera que en éste mismo número se inclu-ye el excelente artículo del “Museo Arqueo-lógico Municipal Factoría Romana de Sala-zones (Puerto de Mazarrón)”, de MariaAlcalde y Ángel Iniesta, puede servirnospara adentrarnos mejor en toda la infraes-tructura construida de villas, fábricas yalmacenes, que Roma instaló en éstas lati-tudes para abastecer y dar servicio a lasminas de galera argentífera que se explota-ron desde el S. II a. C., al S. II, época que seexportó el mineral a Roma a través delEstrecho de Bonifacio.

Con éstos tres episodios que se hanaportado (I y II en 2006, y, éste en 2008),hemos tratado de informar sobre todas lasSierras Mineras catalogadas, y, acercar elmundo de la minería histórica de nuestraRegión, de forma sencilla y elemental, aquienes pueda interesar, como compendiode una infinita pléyade de autores que handedicado una parte de su tiempo de investi-gación a ofrecernos sus respectivas opinio-nes y perspectivas sobre la influencia de laminería y metalurgia, en la historia, la eco-nomía, la cultura, la ciencia, las artes, elpensamiento..., en definitiva en el procesode evolución y progreso que concretamentea la Región de Murcia le ha representado unimportante foco de actividad industrial queha marcado su identidad e idiosincrasia.

Finalmente no podemos dejar de acon-sejar la visita obligada al Museo Minero deLa Unión, sito en la Plaza Liceo, s/n., endonde tendremos contacto, no sólo conbuena parte de la historia minera de laantigua Carthagonova-Montis Ilucronen-sis, sino que se nos ofrecerá un exhaustivofondo expuesto en las vitrinas de sus salas,de herramental; reproducciones; fotografí-as; documentos, y cuanto está relacionadoy representa la minería y metalurgia delsureste, como uno de los puntos geográfi-cos más emblemáticos sobre la materia deEspaña.

"Mi agradecimiento al Museo Arqueoló-gico Nacional (Madrid), y, a Dña. VirginiaSalve Quejido por la colaboración prestadaen la remisión de fotos de D. Julio MartínezSanta-Olalla, que obran en éste artículo.

Igualmente mi reconocimiento más sin-cero a D. Salvador Quero, responsable delArchivo del Museo de los Orígenes deMadrid, por su disposición en enviarmeimportantes fotos de Martínez Santa-Olalla,además de investigar sobre los datos queexisten de correo y documentación con D.Manuel Jorge Aragoneses; como asimismode su ofrecimiento encaminado a gestionarmi contacto con la familia de D. VicenteRuiz Argiles".