Las nuevas condiciones laborales

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LAS NUEVAS CONDICIONES LABORALES El sindicalismo, fruto de dos siglos de luchas obreras está en crisis en todo el mundo. Los sindicatos, debilitados, perseguidos, poco pueden ayudar y dios tiene al parecer otras ocupaciones. Ésta frase hace reflexionar hasta a la persona más optimista, hace dudar en el sistema y en el manejo del capital humano. Las empresas siempre han apostado por ganar más por menos, y hasta hace algunos pocos años se creía en una estabilidad laboral con prestaciones y derechos respaldados por un sindicato que los mismos trabajadores gestionaban. Pero es en este punto coyuntural que éste interés de las empresas por tener cada vez más, vuelve a atentar contra los derechos humanos que por naturaleza les corresponden a los trabajadores, se trata de un proceso de nueva explotación, condicionada aguantar o perder el empleo, de cualquier forma nadie es indispensable para las empresas multinacionales quienes saben cómo tratar a las personas en todos los niveles. Se trata de conseguir el máximo beneficio con la menor inversión y el coste mínimos de producción, por lo que los costes laborales (salarios) e incrementar la productividad (más horas gratis), y aumentar los beneficios de las empresas de manera exponencial. Y si la empresa se ve amenazada o tiene problemas por ello solo cambia de radicación. Y un factor determinante que mueve ésta situación, es la angustia que se ha vuelto universal, el miedo al desempleo. Los políticos y gobiernos dicen necesitar a éstas empresas para que crean empleos, mismos organismos que protegen y amparan a las multinacionales y hacen lo que sea para que las empresas se instalen en su estado. Así sin medir consecuencias ni pedir votos a la población a la cual gobiernan y como deber tienen asegurar el desarrollo digno e íntegro, cambian si es necesario las mismas políticas de estado, disminuir sueldos, disminuir impuestos e incluso reformas la ley de los trabajadores.

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LAS NUEVAS CONDICIONES LABORALES

El sindicalismo, fruto de dos siglos de luchas obreras está en crisis en todo el

mundo. Los sindicatos, debilitados, perseguidos, poco pueden ayudar y dios tiene

al parecer otras ocupaciones.

Ésta frase hace reflexionar hasta a la persona más optimista, hace dudar en el

sistema y en el manejo del capital humano.

Las empresas siempre han apostado por ganar más por menos, y hasta hace

algunos pocos años se creía en una estabilidad laboral con prestaciones y derechos

respaldados por un sindicato que los mismos trabajadores gestionaban. Pero es en

este punto coyuntural que éste interés de las empresas por tener cada vez más,

vuelve a atentar contra los derechos humanos que por naturaleza les

corresponden a los trabajadores, se trata de un proceso de nueva explotación,

condicionada aguantar o perder el empleo, de cualquier forma nadie es

indispensable para las empresas multinacionales quienes saben cómo tratar a las

personas en todos los niveles.

Se trata de conseguir el máximo beneficio con la menor inversión y el coste

mínimos de producción, por lo que los costes laborales (salarios) e incrementar la

productividad (más horas gratis), y aumentar los beneficios de las empresas de

manera exponencial.

Y si la empresa se ve amenazada o tiene problemas por ello solo cambia de

radicación.

Y un factor determinante que mueve ésta situación, es la angustia que se ha

vuelto universal, el miedo al desempleo. Los políticos y gobiernos dicen necesitar

a éstas empresas para que crean empleos, mismos organismos que protegen y

amparan a las multinacionales y hacen lo que sea para que las empresas se

instalen en su estado. Así sin medir consecuencias ni pedir votos a la población a

la cual gobiernan y como deber tienen asegurar el desarrollo digno e íntegro,

cambian si es necesario las mismas políticas de estado, disminuir sueldos,

disminuir impuestos e incluso reformas la ley de los trabajadores.

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LA DESLOCALIZACIÓN HACIA EL SUR

Las zonas de procesamiento de exportaciones están creciendo a gran medida en el

mundo y el acceso a estas fábricas está prohibido a todo el mundo, menos a

quienes importan y exportan, el trabajo en estas zonas se caracteriza por la brutal

combinación de una tremenda intensidad y la ausencia de medidas de seguridad

laboral.

Trabajan con la condición común de “la negativa a trabajar horas extraordinarias

cuando es necesario constituye una falta que se castiga con el despido”, solo que

el trabajo constante de horas extraordinarias siempre es necesario, y para seguir

hay que seguir.

Impera la modalidad de emplear por medio de contratos, mismos que se deben

cumplir al pie, bajo muchas condiciones ocultas. Se trata de un salario de hambre,

donde las empresas argumentan que si lo suben ya no podrían seguir compitiendo.

Éste secreto “tsunami” social que arrasa con la salud, la vida de miles de personas

cada año se extiende a 70 países y emplea alrededor de 27 millones de personas,

según los informes de la OIT. Y a éste maltrato se le suman violencia física, abuso

verbal, acoso sexual, obligatoriedad a pedir permiso para todo, hablar esta

prohibido. Estos reductos de esclavitud se ocultan tras un manto de transitoriedad:

los contratos van y vienen sin aviso previo; el trabajo es a corto plazo y a menudo

no se renueva y la inseguridad e ignorancia hacen más fácil mantener la disciplina.

Éste tipo de industrias se definen por su precariedad esencial, construidas con

materiales baratos y hallados en suelos alquilados. Las llaman “golondrinas” zonas

donde reina el miedo.

Para atraerlas los gobiernos de los países empobrecidos ofrecen exenciones

impositivas, leyes tolerantes y los servicios de las fuerzas armadas, subastan sus

propios ciudadanos, fija el salario mínimo y se enfrentan uno con otro por

conseguir los contratos de producción, en lo que se ha llamado “carrera hacia el

fondo”.

Quienes no aceptan las condiciones de las empresas quedan excluidos del juego.

Quienes aceptan condenan a sus poblaciones a la esclavitud a cambio de participar

de la lógica del máximo beneficio. Quedando el estado sin recursos propios, sin

ganar nada con las empresas que se pasan a ser turistas económicos y no

inversores.

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Nueve de cada 10 nuevos empleos en Latinoamérica corresponden al sector

informal.

LA DESREGULACIÓN EN EL NORTE

Aquí las cosas son diferentes, el límite máximo de horas de trabajo establecido es

de 48 horas semanales, ahora se convierte en la norma, una cláusula conocida

como “opt-out” con la que los trabajadores pueden ampliar la jornada

“voluntariamente”.

De esta forma las empresas se ahorran el pago de las horas extraordinarias. Ya

no se computa como jornada laboral las guardias de bomberos o médicos. La

jornada francesa de trabajo de 35 horas es un mito olvidado. Se creería que con la

llegada de las nuevas tecnologías se ahorra tiempo, dinero y esfuerzo, pero no es

así, esto no ayuda a los trabajadores a liberarse de su esclavitud sino a las

empresas multinacionales para acumular mayores beneficios. Y es que

desafortunadamente los trabajadores están aceptando trabajar por menos dinero o

trabajar más tiempo. Empresas como Wal-Mart y Gap contratan sólo adolescentes

que se conforman con el salario mínimo y que tienen menos de 20 años. Los

jóvenes aguantan todo y son muy productivos.

LA FLEXIPRECARIEDAD

La lógica supone que si a las empresas les iba bien, de igual forma a sus

empleados, pero así no se dan las cosas últimamente.

Se frece más a cambio de menos para ver quién trabaja el doble a cambio de la

mitad. La flexibilidad se esgrime como un principio universal de la racionalidad

económica. Pero este término, empleado de forma genérica, oculta que su

contenido es drásticamente distinto aplicado a la demanda o a la oferta en el

mercado laboral. Para la oferta, la flexibilidad es libertad para desplazarse

buscando beneficios fiscales, exenciones y salarios más bajos para obtener

mayores beneficios. En cambio, lo que aparece como flexibilidad del lado de la

demanda, supone precariedad de puestos de trabajo que aparecen y desaparecen

de la noche a la mañana, en tanto las reglas del juego de contratación y despido

cambian sin previo aviso.

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Las condiciones actuales de trabajo se caracterizan por aumento de las cargas de trabajo, hacer todo, controles opresivos y una ampliación de las jornadas laborales. La precariedad se ha convertido en un fenómeno y una condición estructural de la globalización neoliberal y lo malo es que no es algo que se vaya a acabar pronto. Se necesitan nuevas condiciones que promuevan hábitos y actitudes opuestas a la ética del trabajo. Es la nueva economía basada en esclavos.

LA DESLOCALIZACIÓN “IN SITU”

Parece un mundo al revés, se argumenta que los derechos individuales de los empresarios han de prevalecer sobre los individuos colectivos de los trabajadores; que los beneficios de las empresas que consiguen unos pocos accionistas se sitúan en un peldaño más arriba que los derechos sociales de la población trabajadora. Las empresas nacionales no dejan de presionar para igualar a la baja de condiciones laborales, limitando a otras empresas, exigiendo por lo tanto rebajas salariales, prolongación jornada laboral, más flexinilidad.

LA CRISIS SINDICAL

El derecho a sindicalizarse se pierde cada vez más. Las acciones organizadas por los sindicatos son sofocadas mediante la amenaza de la patronal de trasladar la producción al extranjero. Exigen y casi siempre lo consiguen, a cambio de mantener abiertas sus instalaciones. Las organizaciones sindicales, situadas en la difícil encrucijada de aceptar las imposiciones de la patronal o aparecer como responsables de la pérdida de puestos de trabajo, descubren que ya no discuten por un par de puntos porcentuales para sus afiliados, sino por la propia supervivencia de los sindicatos. Casi siempre los sindicatos intentan enfrentarse a los intentos de chantaje y casi siempre pierden el conflicto. El resultado es un grave escisión de la clase obrera. La flexibilidad y precariedad pone a los trabajadores en condiciones de tal debilidad, con las condiciones de un contrato precario, que hace casi imposible la sindicación y cualquier tipo de reivindicación laboral. En este proceso de integración en el sistema, han surgido los términos mágicos diálogo social y consenso social como elementos cruciales en la acción sindical. Cuando los gobiernos llaman al diálogo social, lo que en la realidad buscan es forzar a los actores sociales a entrar en un modelo de gobernabilidad de tintes claramente neoliberales. La lucha sindical actual no da resultados, las multinacionales ya saben como

clamarlos, como dominarlos, como exigirles y como seguir ganando más.

Los sindicatos y los derechos de los empleados están en extinción, si no es que se

hace algo al respecto, pronto, entre todos para todos y por todos.