Las leyes de Cicerón

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    LIBRO PRIMERO

    IAtico.- Ciertamente, se reconoce aquel bosque y aquella encina de Arpino,frecuentemente ledos por m en el Mario (1). Si aquella encina permanece; esto es, enverdad, porque es muy vieja.

    Quinto.- Permanece, verdaderamente, Atico nuestro, y siempre permanecer; porque fueplantada por el ingenio, y por el cultivo de ningn agricultor puede ser sembrado un rboltan duradero como por el verso de un poeta.

    Atico.- De qu modo, en fin, Quinto? y qu es eso que siembran los poetas? Porqueme pareces, alabando a tu hermano, darte tu voto (2).Quinto.- Sea as enhorabuena. SIn embargo, mientras hablen las letras latinas, no faltara este lugar una encina que sea dicha de Mario, y ella, como afirma Scvola (3) del Mariode mi hermano, encanecer por siglos innumerables.

    Si no es que por casualidad ha podido tu Atenas tener en la ciudadela su olivo sempiterno(4), o, porque el Ulises de Homero dijo haber visto l en Delos una palma grande y flexible(5), muestran hoy la misma; y muchas otras cosas permanecen por conmemoracin enmuchos lugares por ms tiempo que pudieron estar por naturaleza. Por lo cual, aquellaencina glandfera, de la que en otro tiempo ech a volar, la dorada mensajera de Jpiter,vista con admirable figura.

    Ahora sea sta; pero cuando la tempestad o la vetustez la haya consumido, habr, contodo, en estos lugares una encina a la cual llamen encina de Mario.

    Atico.- No lo dudo, ciertamente; pero, no ya de ti, Quinto, sino del poeta mismo; quierosaber esto: si hayan plantado tus versos esa encina, o hayas aprendido el hecho deMario; tal como escribes.

    Marco.- Te responder, en verdad; pero no antes que me hayas respondido t mismo,

    Atico, si, ciertamente, no lejos de tu casa, paseando Rmulo, despus de su muerte,dijere a Julio Prculo que l era un dios, y que se llamaba Quirino, y mandare que enaquel lugar le fuera dedicado un templo (6); y en Atenas, no Iejos asimismo de aquellaantigua casa tuya, arrebatare a Oritia el Aquiln (7); porqu as se ha transmitido.

    Atico.- Para qu, en fin, y por qu preguntas esas cosas?

    Marco.- Para nada, ciertamente, sino para que no inquieras demasiado dligentemente enaquellas cosas que de ese modo hayan sido entregadas a la memoria.

    Atico.- Pero muchas cosas que hay en el Mario son indagadas si sean fingidas o

    verdaderas; y por algunos se pide de ti aun severidad, porque debe exigirse, ya en unamemoria reciente, ya en un hombre de Arpino.

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    Marco.- Y yo deseo por Hrcules! no ser reputado yo mentiroso; pero, sin embargo, Tito,lo hacen imperitamente esos algunos que exijan en ese ensayo la verdad, no como de unpoeta, sino como de un testigo. Y no dudo que no reputen ellos mismos, ya que Numatuvo coloquios con Egeria, ya que fue puesto un bonete a Tarquinio por un guila.

    Quinto.- Entiendo, hermano, reputar t que unas leyes han de ser observadas en una

    historia, otras en un poema.Marco.- Si, como quiera que en aqulla se refieran la verdad cada una de las cosas, enste a la delectacin la mayor parte. Aunque tanto en Herodoto, el padre de la historia,como en Teopompo, hay innumerables fbulas.

    Notas

    (1) Arpino (Arpinum), en el Lacio, fue patria de Cicern, y en una aldea inmediata, Cereate, naci Mario. Enhonor de ste escribi aqul en eu primera juventud un poema del que nos quedan unos pocos versos, enlos cuales se encuentra precisamente el pasaje en que Mario, desterrado, pasando por el bosque de Arpino,ve que un guila remonta el vuelo desde una encina, llevando una serpiente en las garras, a la que destrozaa picotazos, arrojndola a tierra ensangrentada, y, ante aquel espectculo, cobra Maro nuevos nimos.

    (2) Esto es, alabarte a ti mismo, porque Quinto era tambin poeta.

    (3) No se sabe si el augur o el pontifice, pero es lo ms probable que se trate del primero.

    (4) El que, segn la tradicin, haba hecho surgir Atena, cuando se verific el certamen en que, paramerecer el honor de dar su nombre a la ciudad, ella y Neptuno procuraron ofrecer la cosa ms til, dandoste como tal el caballo.

    (5) Aquella bajo la cual Latona haba dado a luz a Diana y a Apolo.

    (6) En el Quirinal, nombre derivado de Quirino, y donde se habia verificado la aparicin y edificado eltemplo, estaba situada la casa Panfiliana, que habitaba Atico.

    (7) Segn la leyenda, Aquiln Breas (el viento del Norte) arrebat a Oritia, hija del rey de Atenas Erecteo,junto al ro Iliso o al monte Arepago.

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    II

    Atico.- Tengo la ocasin que deseaba, y no la dejo.

    Marco.- Cul, en fin, Tito?

    Atico.- Se pide de ti ya hace tiempo, o se exige ms ben, una historia. Porque piensanas, que, tratndola t, puede efectuarse que en nada cedamos a la Grecia aun en estegnero. Y para que oigas que sienta yo mismo, no slo me parece deber este presente alos estudios de aquellos que se deleitan con las letras, sino tambin a la patria, para queella, que ha sido salvada por ti, haya sido adornada por ti mismo. Porque falta la historia anuestras letras, segn entiendo yo mismo tanto como oigo de ti con mucha frecuencia. Y,ciertamente, puedes t satisfacer en ella, tanto ms cuanto que, segn suele, en verdad,parecerte, es esa una obra grandemente oratoria. Causa por la cual, comienza, terogamos, y consume tiempo para esta faena, que ha sido hasta aqu o ignorada oabandonada por nuestros hombres. Porque despus de los anales de los pontficesmximos, ms agradable (1) que los cuales nada puede ser, como vengas o a Fabio (2), oa aquel que para ti siempre est en la boca, a Catn (3), o a Pisn (4), o a Fanio (5), o aVenonio (6), aunque de ellos uno tiene ms de fuerzas que otro, sin embargo, qu tanflojo como todos esos? Y Antipater (7), conjunto de Fanio por la edad, sopl un poco msvehementemente, y tuvo l, ciertamente, unas fuerzas agrestes y hrridas, sin brillo niescuela; pero, con todo, pudo advertir a los restantes, para que escribieran mscuidadosamente. Pero he aqu que sucedieron a ste los Gelios (8), Clodio (9), Aselin(10), que en nada imitaron a Celio, sino ms bien la languidez e insipiencia de losantiguos. En efecto, por qu he de contar a Macro? (11) la locuacidad del cual tiene algode argucias, no ello, sin embargo, de las de aquella erudita abundancia de los griegos,sino de las de librerillos latinos; y, en los discursos, prolijo e inconveniente hasta unaextrema impertinencia. Sisena (12), amigo de l, ha superado fcilmente a todos nuestrosescritores hasta aqu, si no es acaso los que todava no han editado, de los cuales nopodemos juzgar. Y no ha sido tenido l, sin embargo, nunca como orador en vuestronmero; y en historia busca una cosa pueril; puesto que parezca haber ledo de losgriegos al solo Clitarco (13), y no a ninguno adems; querer imitar, en fin, solamente a l;si pudiera alcanzar al cual, estara lejos, con todo, algn tanto de lo mejor. Por lo cual, esoficio tuyo; eso se espera de ti; si no es que a Quinto parece algo de otra manera.

    Notas

    (1) Este calificativo puesto en boca de Atico parece ser irnico, pues los anales de los pontifices,si notables por su exactitud, eran, como nuestros antiguos cronicones, de una forma descarnada yseca.

    (2 Quinto Fabio Pctor, del tiempo de la segunda guerra pnica, escribi en griego unos Anales dela historia romana, que ban desde la llegada de Eneas a Italia hasta la poca del autor, y de losque no quedan sino escasos fragmentos.

    (3) Marco Porcio Catn, llamado el Censor y el Viejo (234-149), para distinguirlo de su biznieto del

    mismo nombre, apellidado de tica o el Joven, escribi como historiador un tratado acerca de Losorigenes romanos, que completamente se ha perdido.

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    III

    Quinto.- A m nada, en verdad; y frecuentemente hemos hablado juntos de eso. Pero hayentre nosotros una pequea dsensin.

    Atico.- Cul, en fin?

    Quinto.- De qu tiempos tome el principio de escribir. Porque yo opino que de los msapartados, ya que aquellas cosas han sido escritas de tal modo, que no se lean,ciertamente; pero l mismo pretende una memoria contempornea de su edad, para queabrace aquellas cosas en las cuales ha intervenido l mismo.

    Atico.- Yo, verdaderamente, a esto ms bien asiento. Porque hay las cosas ms grandesen esta memoria y edad nuestra. Y, adems, ilustrar las glorias de un hombre muyamigo, de Cn. Pompeyo; incurrir tambin en aquel mismo memorable ao suyo (1); masquiero que sean contadas por ste las cuales cosas que como dicen de Remo y Rmulo.

    Marco.- Entiendo, ciertamente, que se pretende de m esa labor ya hace tiempo, Atico; lacual no rehusara si me fuera concedido algn tiempo vacuo y libre. Porque ni con laactividad ocupada, ni con el nimo impedido, puede ser emprendida una cosa de tantaimportancia. Es necesaria una y otra cosa, estar vacante, tanto de cuidado como denegocio.

    Atico.- Qu? para las dems cosas (que has escrito ms numerosas que ninguno de losnuestros) qu tiempo vacuo, en fin, te ha sido concedido?

    Marco.- Vienen algunos espacios de sobra, los cuales yo no dejo perder, para que, comohayan sido dados algunos das para estar en el campo, se acomoden al nmero de elloslas cosas que escribimos. Pero la historia, ni puede emprenderse sin ocio preparado, niacabarse en tiempo exiguo; y yo suelo estar suspenso de nimo cuando transfiero a otraocasin lo que una vez he empezado, y no enlazo tan fcilmente las cosas interrumpidascomo termino las comenzadas.

    Atico.- Ese discurso pide, sin duda, alguna legacin o alguna dejacin libre y ociosa deesa ndole.

    Marco.- Yo, verdaderamente, me confiaba ms bien a la vacacin de la edad (2),principalmente cuando no rehusara en modo alguno que, sentado en mi solio a usanza

    patria, respondiese a los consultantes, y cumpliera con la funcin grata y honesta de unavejez no inerte. As, ciertamente, me sera lcito dar cuanto de obra quisiera, tanto a esalabor que deseas, como a muchas ms frtiles y mayores.

    Notas

    (1) El 63, en que, siendo Cnsul, descubri y desbarat la conjuracin de Catilina.

    (2 El servicio militar dejaba de ser obligatorio a los cincuenta aos y a los sesenta la asistencia alas sesiones del Senado.

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    IV

    Atico.- Pues temo no sea que nadie reconozca esa causa; y siempre haya necesidad dehablar para ti; y ms por esto, porque te has mudado t mismo, y has institudo otrognero de hablar; puesto que, al modo que Roscio (1), tu familiar, haba bajado en lavejez las medidas en el canto, y haba hecho ms tardas a las flautas mismas, as t

    disminuyes cotidianamente algo de los sumos esfuerzos de que solas usar, para que undiscurso tuyo no diste ya mucho de la lenidad de los filsofos. Como parezca podersostener lo cual aun una suma vejez, ninguna vacacin veo que se te d de las causas.

    Quinto.- Pues por Hrcules! yo pensaba que ello poda ser aprobado por nuestro pueblo,si te hubieras dado a responder el derecho. Causa por la cual creo que hay para tinecesidad, cuando te plazca, de hacer experiencia.

    Marco.- Eso, si, ciertamente, Quinto, ningn peligro hubiera en hacer experiencia. Perotemo no aumente la labor cuando quiera disminuirla, y a aquella obra de las causas, a lacual yo nunca accedo sino preparado y meditado, se junte esta interpretacin del derecho,la cual no sera tan molesta para m por la labor, sino porque apartara el pensamiento dehablar, sin el cual nunca me he atrevido a acceder a ninguna causa mayor.

    Atico.- Por qu no nos explicas, pues, esas mismas cosas en estos espacios, comodices, de sobra, y escribes acerca del derecho civil ms sutilmente que los dems?Porque me acuerdo que desde el primer tiempo de tu edad te aplicabas al derecho,cuando yo mismo iba tambin con frecuencia a casa de Scvola, y nunca me hasparecido haberte dado de tal modo a hablar, que desdeases el derecho civil.

    Marco.- Me llamas a un largo discurso, Atico; el cual, sin embargo, emprender, si no esque Quinto quiere ms que hagamos nosotros alguna otra cosa; y, puesto que estamosvacantes, hablar.

    Quinto.- Yo oir verdaderamente con gusto. Porque qu he de hacer ms bien? y enqu mejor he de consumir este da?

    Marco.- Por qu no proseguimos, pues, en aquellos paseos y asientos nuestros? donde,cuando se hubiere paseado bastante, descansaremos. Y no faltar, ciertamente,delectacin a nosotros, que inquiriremos de una cosa otra.

    Atico.- Vayamos, en verdad; y, ciertamente, place ir as por aqu, por la orilla y la sombra

    ... Pero empieza ya a explicar, te ruego, qu sientes acerca del derecho civil.Marco.- Yo? que ha habido en nuestra ciudad sumos varones que han solidointerpretarlo al pueblo y andar respondiendo; pero que ellos, habiendo prometido grandescosas, se han empleado en cosas pequeas. Porque qu hay tan importante como elderecho de la ciudad? y qu tan exiguo como es este oficio de aquellos que sonconsultados, aunque es necesario al pueblo? Y no estimo, verdaderamente, que aquellosque se han dedIcado a este oficio han sido desconocedores del derecho universal; peroen tanto han profesado ese que llaman civil en cuanto han querido proteger al pueblo (2).Pero aqul es desconocido, y menos necesario en el uso. Causa por la cual, a dnde mellamas? y a qu me exhortas? a que confeccione libritos acerca del derecho de goteras

    y de paredes? (3) o a que componga frmulas de estipulaciones y de juicios? (4) lascuales cosas, de una parte, han sido escritas diligentemente por muchos, de otra, sonms humildes que aquellas que reputo son esperadas por vosotros.

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    Notas

    (1) Quinto Roscio, comediante famoso, que di lecciones de accionado oratorio a Cicern, el cualle defendi una vez en el foro

    (2) El derecho civil, denominacin con que hoy se designa el derecho privado, es, con arreglo a laetimologa de la palabra (jus civile, jus civitatis), el derecho propio de una ciudad, de un estado; asilo entendan los romanos, que lo distinguan del derecho natural (jus naturale), expresivo de losprincipios eternos de justicia ms fundamentales, y del derecho de gentes (jus gentium), por elque se regulaban las relaciones en que intervenan quienes no eran romanos.

    (3) Se referia el primero a recibir o no recibir una finca urbana el agua que caa del tejado de la delvecino, y el segundo a apoyar o no vigas en los muros medianeros, levantar o no los que quitasenvisitas, y las dems cuestiones relativas la contigidad o comunidad de los mismos; todo lo cualera ocasin de frecuentes litigios.

    (4) El carcter ritualista del pueblo romano se manifestaba en todos sus actos. De la propiamanera que una ceremonia religiosa se invalidaba si se omitia o alteraba en su celebracin el ms

    mnimo detalle de los muchisimos que para ella estaban prescritos, as tambin para lasestipulaciones y los juicios estaban taxativamente determinadas las palabras que haban deemplearse, siendo nulo cuanto no se ajustaba estrictamente a lo prevenido. De aqu que esto seconsiderase como objeto ms propio del estudio de los abogados que no el fondo mismo de lascuestiones jurdIcas.

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    V

    Atico.- Pues si has de querer saber qu espere yo, ya que se ha escrito por ti acerca delmejor estado de una Repblica, parece ser consiguiente que escribas t mismo acerca delas leyes. Porque as veo haber hecho aquel tu Platn, a quien t admiras, a quienantepones a todos, a quien mximamente estimas.

    Marco.- Quieres, pues, que, como l, al modo que describe, disputa con el cretenseCrinias y con el lacedemonio Megilo, en un da estival, en los cipresales de Cnosos, y enlos paseos silvestres, frecuentemente parndose, algunas veces descansando, acerca delas instituciones de las Repblicas y de las mejores leyes, as nosotros, entre estosaltsimos lamos, paseando por la verde y sombra orilla, y, despus, sentndonos,inquiramos acerca de esas mismas cosas algo ms copiosamente que pide el usoforense?

    Atico.- Esas cosas deseo yo oir, en verdad.

    Marco.- Qu dice Quinto?Quinto.- Acerca de ninguna cosa deseo ms oir.

    Marco .- Y rectamente, por cierto. Porque tened entendido as, que en ningn gnero dedisputar se hace patente ms con decoro lo que haya sido atribudo al hombre por lanaturaleza; cunta abundancia de cosas ptimas contenga la mente humana; por causade cultivar y efectuar qu oficio hayamos nacido y sido sacados a la luz; cul sea la uninde los hombres, y cul la sociedad natural entre los mismos. Porque, explicadas estascosas, puede hallarse la fuente de las leyes y del derecho.

    Atico.- Reputas, pues, que la ciencia del derecho ha de ser bebida, no en el edicto delpretor, como los ms ahora, ni en las Doce Tablas, como los antepasados, sinoenteramente en lo ntimo de la filosofa.

    Marco.- No inquirimos, ciertamente, Pomponio, en este discurso, esto, de qu modo nosguardemos en derecho, o qu respondamos acerca de cada consulta. Que sea esa, comoes, una cosa importante; la cual, sostenida en algn tiempo por muchos claros varones,sostinese ahora por uno solo con suma autoridad y ciencia (1); pero, para nosotros, enesta disputacin, ha de ser abrazada toda la causa del derecho universal y de las leyes,de tal modo, que ste, que decimos civil, sea encerrado en un pequeo y angosto lugar

    de la naturaleza. Porque, para nosotros, ha de ser explicada la naturaleza del derecho, yella ha de ser sacada de la naturaleza del hombre; han de ser consideradas las leyes porlas que las ciudades deban ser regidas; despus, han de ser tratados esos derechos ymandatos de los pueblos, que han sido compuestos y escritos, entre los cuales no estarnocultos, ciertamente, los de nuestro pueblo, que se llaman derechos civiles.

    Notas

    (1) Crese que Cicern se refiere a Servio Sulpicio Rufo (105-43), que fue rival de Hortensio y de

    l mIsmo, y que en la epoca en que se escribi este dilogo estaba en el apogeo de su fama.

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    VI

    Quinto.- Altamente, en verdad, y, como conviene, del punto capital, hermano, vas abuscar lo que inquirimos; y los que de otro modo ensean el derecho civil, ensean lasvas, no tanto de la justicia como del litigar.

    Marco.- No es as, Quinto, y ms bien es la litigiosa la ignorancia del derecho que laciencia. Pero estas cosas vendrn ms tarde; veamos ahora los principios del derecho.

    Pues ha placido a doctsimos varones partir de la ley; no s si rectamente, si, con todo,segn ellos mismos definen, la ley es la suma razn, ingerida en la naturaleza, quemanda aquellas cosas que han de ser hechas, y prohibe las contrarias. Aquella mismarazn, cuando ha sido confirmada y confeccIonada en la mente del hombre, es la ley. Y,as, estiman que la prudencia es una ley, de la cual sea aquella la fuerza para que mandeobrar rectamente y vede delinquir; y reputan ellos que esa cosa ha sido llamada, con sunombre griego, de atribuir a cada cual lo suyo; yo que, con el nuestro, de escoger (1). Enefecto, como ellos la de la equidad, as nosotros ponemos en la ley la fuerza de laeleccin; y, al fin, una y otra cosa es propia de la ley. Si lo cual es dicho rectamente, talcomo a mi ciertamente suele parecerme las ms veces, de la ley ha de ser trado elprincipio del derecho. Porque ella es la fuerza de la naturaleza; ella la mente y la razn delprudente; ella la regla del derecho y de la injuria. Pero puesto que todo nuestro discursoversa sobre una materia perteneciente al pueblo, ser necesario hablar algunas veces ala manera del pueblo, y llamar, como el vulgo, ley a aquella que sanciona por escrito (2) loque quiere, bien mandando, bien prohibiendo. Pero tomemos el principio de constituir elderecho de aquella ley suma que naci para todos los siglos antes que ley escrita algunay que ciudad constituda enteramente.

    Quinto.- Verdaderamente, es lo ms cmodo y lo ms sabio para el mtodo del discursoempezado.

    Marco.- Quieres, pues, que vayamos a buscar el origen del derecho mismo desde sufuente? hallado el cual, no habr duda adnde hayan de ser referidas estas cosas queinquirimos.

    Quinto.- As creo yo en verdad que debe hacerse.

    Atico.- Adscrbeme tambin a la opinin de tu hermano.

    Marco.- Pues toda vez que para nosotros hay necesidad de tener y conservar el estadode aquella Repblica que Scipin, en aquellos seis libros (3), ense ser la mejor, y todaslas leyes deben ser acomodadas a aquel gnero de ciudad, y las costumbres han de sersembradas, y no todas las cosas sancionadas en escritos, ir buscar la raiz del derechoen la naturaleza, siendo gua la cual hay para nosotros necesidad de que sea explicadatoda disputacin.

    Atico.- Rectsimamente; y en modo alguno puede, por cierto, errarse con esa gua.

    Notas

    (1) La palabra griega equivalente a ley es nomos, derivada de nomo, atribuir. La palabra latina lexest formada de la rarz leg (lex = lecs, de leg-s), la cual expresa tanto la idea de elegir como la deleer; pero mientras Cicern cree que es la primera la que se encuentra en el fondo de la palabra,

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    los flllogos modernos opinan que es la segunda, y que, por tanto, lex es cosa que se lee, esto es,precepto fijado por medio de la escritura; en oposicin a mos (costumbre),que es el precepto queno ha sido escrito. Es digno de notarse que en las lenguas semiticas, ley es lo mismo queescritura.

    (2) Aqu recoge Cicern la idea corrieute en su tiempo de que la ley es lo escrito, lo que se puedeleer. De los dos trminos de que consta la definicin de ley segn esta etimologia, gnero prximo(precepto) y ltima diferencia (escrito), eliminndose el segundo, se ha venido a convertir lapalabra ley en sinnima de precepto. Cicern, en vez de seguir ese camino para llegar al cambiode acepcin, couserva la ltima diferencia, que es lo expresado en el vocablo mismo, pero hacecambiar la acepcin etimolgica de ste, tratando de relacionar, algo violentamente, la queprefiere, con el concepto de la ley en general considerada como precepto.

    (3) Los seis de que consta el tratado de La Repblica del mismo Cicern, escrito en forma dedilogo, del que Scipin Emiliano es el principal interlocutor.

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    VII

    Marco.- Nos concedes, pues, Pomponio (porque conozco la opinin de Quinto), esto,que toda la naturaleza est regida por la fuerza, la naturaleza, la razn, la potestad, lamente, el numen, a otra palabra que haya con que signifique ms claramente lo quequiero, de los dioses inmortales? porque si no apruebas esto, hay para nosotros

    necesIdad prIncIpalmente de que la cuestin sea empezada por ello.Atico.- Lo concedo en hora buena, si lo pretendes; porque, a causa de este concierto delas aves y estrpito de los ros, no temo no me oiga alguno de mis condiscpulos (1).

    Marco.- Pues hay que precaverse; porque suelen, lo cual es propio de varones buenos,irritarse mucho; y no han de tolerar, verdaderamente, que t hayas traicionado el primercaptulo del ptimo libro, en el cual escribi el maestro que de nada se cuida un dios, nisuyo ni ajeno (2).

    Atico.- Prosigue, te ruego; porque quiero saber a qu sea pertinente lo que te heconcedido.Marco.- No lo har ms tarde, porque es pertinente aqu. Este animal prvido, sagaz,mltiple, agudo, dotado de memoria, lleno de razn y de consejo, que llamamos hombre,ha sido engendrado por el Dios supremo en una preclara condicin. Porque, de tantosgneros y naturalezas de animales, es l solo partcipe de la razn y del pensamiento,cuando los dems estn todos privados. Y qu hay, no dir en el hombre, pero en todoel cielo y la tierra, ms divino que la razn? la cual, cuando ha crecido y se haperfeccionado, se llama rectamente sabidura. Hay, pues, toda vez que nada hay mejorque la razn, y ella existe tanto en el hombre como en Dios, una primera sociedad derazn para el hombre con Dios. Y entre los que es comn la razn, entre esos mismos loes tambin la recta razn. Como sea la cual la ley, los hombres hemos de ser reputadosconsociados tambin por la ley con los dioses. Adems, entre los que hay comunidad deley, entre ellos hay comunidad de derecho. Y aquellos para quienes hay entre ellos estascosas comunes, deben ser tenidos tambin por de la misma ciudad. Si, verdaderamente,obedecen a los mismos imperios y potestades, an mucho ms. Ahora bien, obedecen aesta celeste ordenacin, y a la mente divina y a un Dios prepotente; por lo que ya esteuniverso mundo debe ser estimado una ciudad comn de dioses y de hombres; y cuandoen las ciudades, por una razn de la que se hablar en el lugar idneo, se distinguenestados de familias por los parentescos, en la naturaleza de las cosas es ello tanto msmagnificente y tanto ms preciaro, cuanto que los hombres son tenidos por del

    parentesco y raza de los dioses.

    Notas

    (1) Quinto era estoico, y aunque su hermano no lo era puro, pues profesaba en filosofia unverdadero eclecticismo, estaban de acuerdo en este punto. No as Atico, que afectaba serepicreo. Los ros de que se habla son el Liris (Garigliano) y el Fibrenus (Fibreno), entre los cualesestaba situada la casa de campo que Cicern posea en el pas de su nacimiento, cerca de la cualse supone tenido el dilogo.

    (2) El ptimo lbro a que aqu se hace referencia es el de los Principios fundamentales, de Epicuro,que no se posee, como niugn otro de los que escribi su autor.

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    VIII

    En efecto, cuando se inquiere acerca de la naturaleza toda, suele sostenerse (y,ciertamente, las cosas son as, como se sostienen), haber surgido en los perpetuoscursos, en las conversiones celestes, una madurez de sembrar al gnero humano; el cual,esparcido en las tierras y sembrado, fue enriquecido con el divino presente de las almas.

    Y, mientras los hombres tomaron de su gnero mortal las otras cosas, a las cuales estnadheridos, que fueran frgiles y caducas, el alma, sin embargo, fue engendrada por Dios;por lo cual, verdaderamente, puede nombrarse por nosotros o el parentesco con loscelestes, o el linaje o la estirpe. Y, as, de tantos gneros, ningn animal hay, fuera delhombre, que tenga alguna noticia de Dios; y, entre los hombres mismos, ninguna gentehay ni tan incivilizada ni tan fiera que, aun cuando ignore que Dios est bien tener, nosepa, sin embargo, que debe tenerse. De lo cual se efecta esto, que aquel que comoque recuerde y conozca de dnde haya salido, reconozca a Dios. Pero, por otra parte, lavirtud es la misma en el hombre y en Dios, y en ningn otro ingenio est adems. Y lavirtud ninguna otra cosa es que la naturaleza perfeccionada en s misma y conducida a losumo. Hay, pues, para el hombre una semejanza con Dios. Como sea as lo cual, qu,parentesco puede, finalmente, ser ms cercano y cierto? Y, as, la naturaleza ha dado conlargueza para las comodidades y usos de los hombres tanta abundancia de cosas, queaquellas que son producidas parezcan donadas a nosotros de propsito, no nacidas porcasualidad; y no slo aquellas que son derramadas por el parto de la tierra en vegetales yen frutos, sino tambin los animales; como sea perspicuo haber sido procreados en partepara el uso, en parte para el aprovechamiento, en parte para el comer de los hombres.Verdaderamente, artes innumerables han sido inventadas, enseando la naturaleza;habiendo imitado a la cual, ha conseguido industriosamente la razn las cosas necesariaspara la vida.

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    IX

    Y no slo esa misma naturaleza ha adornado al hombre mismo con la celeridad de lamente, sino que tambin le ha atribudo sentidos, como satlites y nuncios; y le haexplicado las inteligencias necesarIas de muchas cosas oscuras, como unos fundamentosde la ciencia (1); y le ha dado una figura de cuerpo hbil y apta para el ingenio humano.

    Porque, cuando haba inclinado hacia el pasto a los dems animales, slo al hombre hapuesto derecho, y le ha excltado a la contemplacin del cielo, como de su familla y pristlnodomicilio; finalmente, ha formado el aspecto de su rostro de tal manera, que retratase enl las inclinaciones profundamente recnditas. En efecto, de una parte, los ojos,demasiado agudos, dicen de qu modo hayamos sido afectados de nimo; de otra, eseque se llama el semblante, que en ningn animal, fuera del hombre, puede existir, indicalas inclinaciones, la fuerza del cual han conocido los griegos, aunque no tienenabsolutamente nombre para ella. Omito las conveniencias y aptitudes del resto delcuerpo, la modulacin de la voz, la fuerza de la palabra, la cual es mximamenteconciliadora de la sociedad humana. Porque no todas las cosas son de esta disputacin ymomento; y Scipin expres bastante este punto, segn me parece, en aquellos librosque habis ledo.Ahora, puesto que Dios ha engendrado y adornado al hombre, porque ha querido que seael principio de las restantes cosas, que sea perspicuo esto (para que no sean disertadastodas las cosas), que la naturaleza progresa muy lejos por s misma; la cual, aun noensendola nadie, habiendo partido de aquellas cosas, de las cuales, por una primera eincoada inteligencia, ha conocido los gneros, ella misma confirma y perfecciona por s ala razn.

    Notas

    (1) Estas inteligencias necesarias (intelligentias necessarias) de que habla aqui Cicern, sonaquellos postulados de evidencia tan clara, que el tratar de demostrarlos producira, en lugar demayor claridad, confusin. Son los axiomas en que se basan, en ltimo trmino, todas lasciencias, puesto que ellos estn basados en s mismos, y de tal manera parecen inherentes a larazn humana y no aprendidos o surgidos, que Platn les llam por eso ideas innatas.

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    X

    Atico.- Dioses inmortales, cun lejos vas a buscar t los principios del derecho! y de talmodo que yo, no slo no tenga prisa para aquellas cosas que esperaba de ti acerca delderecho civil, sino que tolerar fcilmente que t consumas este da aun todo en esediscurso. Porque son mayores, probablemente, estas cosas, que por causa de otras

    hayas explicado, que aquellas mismas por causa de las cuales stas se preparan.Marco.- Grandes son, por cierto, estas cosas que ahora brevemente son tocadas; pero,de todas las que se revuelven en la disputacin de los hombres doctos, nada es enverdad ms importante que ser entendido claramente que nosotros hemos nacido para lajusticia, y que no ha sido constituido el derecho por la opinin, sino por la naturaleza. Elloquedar patente al instante si considerares la sociedad y conjuncin de los hombres entreellos mismos. Porque nada es tan semejante lo uno a lo otro, tan par, como somos todosentre nosotros mismos. Porque si la depravacin de las costumbres, si la variedad de lasopiniones, no torciera y doblase la debilidad de los nimos a cualquiera parte que hubieracomenzado, nadie seria l mismo tan semejante de si como todos son de todos. Y, as,cualquiera que sea la definicin del hombre, vale una para todos. Lo cual es bastanteargumento de que ninguna desemejanza hay en el gnero; si hubiera la cual, nocontendra a todos una definicin. Porque la razn, por cual sola aventajamos a lasbestias, por medio de la cual nos valemos de la conjetura, argumentamos, refutamos,disertamos, confeccionamos algo, conclumos, ciertamente es comn, diferente por laciencia, por la facultad de aprender. En efecto, de una parte, todas las mismas cosas sonpercibidas por los sentidos; de otra, aquellas que mueven los sentidos, mueven de lamisma manera los de todos; y las inteligencias incoadas, de las cuales antes he hablado,que estn impresas en las almas, estn impresas semejantemente en todas; y el lenguajees un intrprete de la mente, discrepante en las palabras, congruente en las sentencias. Yno hay hombre de nacin alguna, que, habiendo tomado a la naturaleza por gua, nopueda llegar a la virtud.

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    XI

    Y no slo en las cosas rectas, sino tambin en las vicios, es insigue la semejanza delgnero humano. En efecto, todos, por ejemplo, son cogidos por la voluptuosidad; la cual,aunque es el atractivo de la torpeza, tiene, sin embargo, algo semejante del bien natural;pues, deleitando por su lenidad y suavidad, es tomada as, por un error de la mente, como

    algo saludable. Y, por una ignorancia semejante, es rehuda la muerte, como unadisolucin de la naturaleza; es apetecida la vida, porque nos mantIene en el estado enque hemos nacIdo; se pone el dolor entre los ms grandes males, ora por su aspereza,ora porque parece ir seguido de la destruccin de la naturaleza. Y, por la semejanza de lahonestidad y de la goria, parecen dichosos los que han sido colmados de honores, ymseros los que estn desprovistos de gloria. Las molestias, las alegras, los deseos, lostemores, vagan semejantemente por las mentes de todos; y si otras opiniones hay entreotros, no por eso los que rinden culto como a dioses al perro y al gato dejan de estarafligidos por la misma supersticin que las dems gentes. Y qu nacin no estima lacortesana, no la benignidad, no el nimo agradecido y que se acuerda del beneficio?cul no desprecia, no odia, a los soberbios, cul a los malficos, cul a los crueles, cula los ingratos? Como se entienda que todo el gnero de los hombres est asociado entres segn las cuales cosas, es, ltimamente, ello porque la razn de vivir rectamente loshace mejores. Si aprobis las cuales cosas, pasar a las restantes; pero si preguntisalgo, lo explicaremos primero.

    Atico.- Nosotros, verdaderamente, nada; para que responda yo por uno y otro.

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    XII

    Marco.- Sguese, pues, que la naturaleza nos ha hecho justos para participar el uno delotro y comunicar entre todos (y as quiero que sea entendido en toda esta disputacinesto, cuando diga que es la naturaleza); pero que tanta es la corruptela de la malacostumbre, que sean extinguidas por ella esas como chispas dadas por la naturaleza, y

    nazcan y se confirmen los vicios contrarios. Porque si, del modo que es por naturaleza,as los hombres, por su juicio, nada de lo humano reputasen ajeno de s, como dice unpoeta (1), sera respetado el derecho igualmente por todos. Pues a quienes ha sido dadapor la naturaleza la razn, a ellos mismos ha sido dada tambin la recta razn; luegotambin la ley, la cual es la recta razn en el mandar y prohibir; si la ley, tambin elderecho; es as que a todos ha sido dada la razn, luego el derecho ha sido dado a todos.Y rectamente Scrates sola execrar a aquel que primero hubiera separado de lanaturaleza a la utilidad, pues se quejaba de que aquello era la cabeza de todas lasdesdichas. De donde viene tambin aquella frase de Pitgoras: Las cosas de los amigosson comunes, y amistad es igualdad. Por lo cual se ve claramente que cuando un varnsabio haya juntado en alguien dotado de una virtud igual esta benevolencia tan amplia ylargamente difundida, entonces se efecta esto, lo cual parecer a algunos increble, peroes necesario, que en nada se estime a s mismo ms que al otro. Pues qu es lo que hade diferir, cuando todas las cosas sean iguales? porque si pudiere haber diferencia tansolamente en algo, el nombre de amistad habr muerto al instante; la virtud de la cual essta, que, en cuanto quiera ms algo para s que para otro, sea nula.

    Todas las cuales cosas son preparadas para el restante discurso y disputacin vuestra,para que pueda entenderse ms fcilmente que el derecho est puesto en la naturaleza.Cuando haya dicho muy pocas cosas de lo cual, entonces vendr al derecho civil, del cualha nacido toda esta peroracin.

    Notas

    (1) La frase, de la cual se ha abusado mucho, es de Terencio, y dice textualmente: Homo sum,humani nihil a me alienum puto.

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    XIII

    Quinto.- Muy pocas, es claro, tienes t ya, en verdad, que decir; porque, segn esas quehas dicho, parece a Atico, y a m verdaderamente por cierto, que el derecho ha salido dela naturaleza.

    Atico.- Acaso me podra parecer de otra manera, cuando han sido concludas ya estascosas: primero, que nosotros estamos provistos y adornados como de presentes de losdioses; y en segundo lugar, que hay una regla del vivir de los hombres igual y comnentre ellos mismos; despus, que todos estn contenidos entre s por una naturalindulgencia y benevolencia, y adems tambin por la sociedad del derecho? Cuandohemos concedido, rectamente, segn opino, que las cuales cosas son verdaderas, cmosera lcito ya para nosotros separar de la naturaleza las leyes y los derechos?

    Marco.- Rectamente dices, y as se halla la cosa. Pero, segn la costumbre de losfilsofos, no, ciertamente, de aquellos viejos, sino de estos que han establecido comooficinas de sabidura, las cosas que en otro tiempo se disputaban difusa y libremente, sedicen ellas articulada y distintamente ahora. Y no creen, ciertamente, satisfacer a estepunto, que ahora est entre nuestras manos, a no ser que hayan disputadoseparadamente esto mismo, que hay un derecho de la naturaleza.

    Atico.- Se ha perdido, pues, ciertamente, tu libertad de disertar, o eres t tal que aldisputar no sigas tu juicio, sino que obedezcas a la autoridad de los otros?

    Marco.- No siempre, Tito; pero ves cul sea el camino de este discurso: toda nuestraperoracin tiende a afirmar las Repblicas, y a estabilizar sus fuerzas, a sanar a lospueblos. Por lo cual temo cometer que sean puestos principios no bien previstos ydiligentemente explorados; y no, sin embargo, para que por todos sean aprobados(porque ello no puede realizarse), pero para que lo sean por aquellos que han credodignas de ser apetecidas por s mismas todas las cosas rectas y honestas, y que o nadaabsolutamente debe ser contado entre los bienes, sino lo que fuera laudable por s mismoo, ciertamente, ningn bien ha de ser tenido por grande, sino el que pudiera ser alabadoen verdad por su propia naturaleza. Por todos estos (sea que hayan permanecido en lavieja Academia, con Speusipo, Jencrates, Polemn (1); sea que hayan seguido aAristteles y Teofrasto (2), concordando con ellos en el fondo, difiriendo un poco en laforma de ensear; sea que, como pareci a Zenn (3), no habiendo sido mudadas lascosas, hayan mudado los vocablos; sea an que hayan seguido la difcil y ardua, pero ya,sin embargo, quebrantada y convicta, secta de Aristn (4), para que, exceptuadas las

    virtudes y los vicios, pusieran en una suma igualdad las dems cosas), por todos estosson aprobadas estas cosas que he dicho. En cuanto a los indulgentes para s, y quesirven a su cuerpo, y que ponderan todas las cosas que han de perseguir en la vida, y lasque han de rehuir, por las voluptuosidades y por los dolores, aun si dicen cosasverdaderas (pues para nada hay necesidad de pendendias en este lugar), mandmosles aque hablen en sus huertecillos, y aun rogumosles que se retiren por un momento de todasociedad de Repblica, de la cual ni han conocido, ni han querido nunca conocer, partealguna (5). En cuanto a esta reciente Academia de Arcesilao y Carneades (6),perturbadora de todas estas cosas, pidmosle que guarde silencio. Porque si invadiere enestas cosas que nos parecen bastante sabiamente construdas y dispuestas, producirdemasiadas ruinas. A la cual, ciertamente, deseo yo aplacar, no me atrevo a rechazar.

    (Se echan de menos aqu algunas cosas)

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    Notas

    (1) Los filsofos Speusipo, de 347 a 339, Jencrates, de 339 314, y Polemn, de 314 a 273.fueron los sucesores de Platn en la direccin de la Academia, fundada por l, y aunque siguieronlas doctrinas del maestro, tendieron cada vez ms a conciliarlas con las de la escuela pitagrica.

    (2) Teofrasto de Eresos, en la isla de Lesbos, fue, desde 322, el sucesor de Aristteles en ladireccin del Liceo, que ste habia fundado.

    (3) Zenn de Citio, en la isla de Chipre, (360-263), fue el fundador del estoicismo o filosofa delPrtico (de stoa, prtico), lugar donde l abri su escuela en Atenas.

    (4) Aristn de Quios, filsofo estoico del siglo III, que se apart mucho de los principiosfundamentales de la escuela.

    (5) Se refiere Cicern a los epicreos. Epicuro (341-270), el fundador de la escuela, daba suenseanza en Atenas en un jardn que haba adquirido, donde l y sus discpulos vivan encomn.

    (6) Despus de Polemn, dirigieron la Academia Crantor y Crates. A la muerte de ste, le sucediArcesilao (315-241), que, profesando un escepticismo mitigado, que se llam probabilismo, fundla segunda Academia, llamada media. Le sucedieron Lacides, Telecles, Evandro y Hegesimo. Elsucesor de ste, Carneades (215-125), exager las doctrinas de la escuela, fundando as latercera Academia, o nueva, de la que muchos no distinguen la anterior.

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    XIV

    En efecto, aun respecto de aquellas cosas quedamos expiados sin los sahumerios de l(1). Pero, verdaderamente, ninguna expiacin hay de los atentados contra los hombres yde las impiedades. Y, as, pagan penas, no tanto por virtud de los juicios (los cuales, enalgn tiempo, en ninguna parte existan; hoy, en muchos lugares, ningunos hay; donde los

    hay, finalmente, son falsos con mucha frecuencia), cuanto porque los agiten y persiganlas furias, no con ardientes teas, como en las fbulas, sino con la angustia de laconciencia y el tormento de su crimen. Porque si la pena, no la naturaleza, debiera apartara los hombres de la injusticia, qu inquietud, quitado el miedo de los suplicios, agitara alos culpables? ninguno de los cuales ha sido, sin embargo, nunca tan audaz, que no onegase haber sido cometida por l la fechora, o fingiese alguna causa de un justoresentimiento suyo, y buscase la defensa de su accin en algn derecho procedente de lanaturaleza. Si los impos osan apelar a las cuales cosas, con cunta aplicacin debenser, finalmente, reverenciadas por los buenos? Porque si la pena, si el miedo del suplicio,no la torpeza misma, aparta de una vida injusta y facinerosa, nadie es injusto, sino que losno probos deben ser tenidos ms bien por incautos. Y, entonces, los que, cuando somosvarones buenos, no somos movidos por lo honesto mismo, sino por alguna utilidad y fruto,somos astutos, no buenos. Porque qu har en las tinieblas aquel hombre que a nadateme sino al testigo y al juez? qu, habiendo encontrado dbil y slo en un lugar desiertoa quien pueda despojar de mucho oro? Ciertamente, este nuestro varn justo y bueno pornaturaleza, todava conversar con l, le ayudar, le reducir a su camino; pero aqul quenada hace por causa de otro, y mide todas las cosas por sus comodidades, veis, creo, loque haya de hacer. Porque si negase que l le haba de arrebatar la vida y quitar el oro,nunca lo negar por esta causa, porque juzgue aquello torpe por naturaleza, sino porquetema no cunda, esto es, no tenga algn mal. Oh cosa digna de que en ella sientan rubor,no slo los doctos, sino aun los rsticos!

    Notas

    (1) Del sacrificio en que se quemaba una sustancia para obtener la purificacin. No se sabe a qucosas se referira Cicern al decir esto.

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    XV

    Por otra parte, es verdaderamente estultsimo aquello de estimar que son justas todas lascosas que hayan sido decretadas en las instituciones y leyes de los pueblos. Auncuando las cuales leyes sean de tiranos? Si aquellos treinta tiranos hubieran queridoimponer en Atenas leyes, y aunque todos los atenienses se deleitasen en aquellas leyes

    tirnicas, acaso por eso aquellas leyes seran tenidas por justas? En nada, creo, masque aquella que di nuestro interrey para que el dictador pudiera matar impunemente, sincausa celebrada, a quien quisiere de los ciudadanos (1). Hay. pues, un solo derecho, porel cual ha sido ligada la sociedad de los hombres, y al cual ha constitudo una sola ley; leyque es la recta razn de mandar y de prohibir; el que ignora la cual, aquel es injusto, ya siha sido escrita ella en alguna parte, ya si en ninguna. Porque si la justicia es la obedienciaa las leyes escritas y a las instituciones de los pueblos, y si, como aquellos mismos (2)dicen, todas las cosas han de ser medidas por la utilidad, descuidar las leyes y lasquebrantar, si pudiere, aquel que repute haber de ser esa una cosa fructuosa para s.As sucede que sea enteramente nula la justicia, si no est en la naturaleza, y aquella quees constituda por causa de utilidad, por otra utilidad es destruda. Y si el derecho no hade ser confirmado por la naturaleza, todas las virtudes sern disipadas. Porque dndepodr existir la liberalidad, dnde el amor a la patria, dnde la piedad, dnde la voluntad ode merecer bien de otro o de volverle gratitud? porque estas cosas nacen de aquello, quepor naturaleza somos propensos a estimar a los hombres; lo cual es el fundamento delderecho. Y no slo se disipan los obsequios para con los hombres, sino tambin lasceremonias y religiones para con los dioses; las cuales reputo deben ser conservadas, nopor el miedo, sino por aquella conjuncin que hay con Dios para el hombre.

    Notas

    (1) La ley de que aqui se habla fue propuesta por Lucio Valerio Flaco, siendo interrey, en el ao82, en favor de Sila, al ser nombrado dictador.

    (2) Los secuaces de Aristipo, discpulo infiel de Scrates y fuudador de la escuela cirenaica, y losde Epicuro, todos los cuales hacian consistir el sumo bien en el placer.

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    XVI

    Porque si por los mandatos de los pueblos, si por los decretos de los prncipes, si por lassentencias de los jueces, fueran constitudos los derechos, sera derecho latrocinar,derecho adulterar, derecho suponer testamentos falsos, si estas cosas fueran aprobadaspor los sufragios u ordenanzas de la multitud. Si la cual potestad tan grande hay en las

    sentencias y mandatos de los necios, que por los sufragios de ellos sea subvertida lanaturaleza de las cosas, por qu no sancionan que las cosas que son malas yperniciosas sean tenidas por buenas y saludables? y por qu, cuando la ley puede hacerun derecho de una injusticia, no puede hacer ella misma una cosa buena de una mala?Es que nosotros por ninguna otra norma sino la de la naturaleza podemos distinguir unaley buena de una mala. Y no slo son discernidos por la naturaleza el derecho y lainjusticia, sino absolutamente todas las cosas honestas y torpes. Porque tambin lacomn inteligencia nos ha hecho notorias esas cosas, y las ha incoado en nuestrasalmas, para que las honestas sean puestas en la vrtud, las torpes en los vicios. Y estimarpuestas estas cosas en la opinin, no en la naturaleza, es propio de un demente. Enefecto, ni la que se dice (en lo cual, abusamos del nombre) virtud de un rbol, ni de uncaballo, est situada en la opinn, sino en la naturaleza. Si es as lo cual, tambin lascosas honestas y las torpes han de ser discernidas por la naturaleza.

    En efecto, s la virtud universal fuese aprobada por la opinin, por la misma seranaprobadas tambin las partes de aqulla. Quin, pues, juzgar al prudente y, para que lodiga as, avisado, no segn la conducta del mismo, sino segn alguna cosa externa? Enrealidad, la virtud es la razn perfeccionada; la cual est ciertamente en la naturaleza.Luego del mismo modo est toda honestidad.

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    XVII

    Porque as como las cosas verdaderas y las falsas, como las consiguientes y lascontrarias, se juzgan por su ndole, no por la ajena, as la constante y perpetua razn parala vida, que es la virtud, y lo mIsmo la lnconstancla, que es el vicio, se prueba por sunaturaleza. No juzgamos nosotros lo mismo los caracteres de los jvenes? Y juzgando

    los caracteres segn la naturaleza, sern juzgados de otro modo las virtudes y los viciosque nacen de los caracteres? y si estas cosas no se juzgan de otro modo, no sernecesario que sean referidas a la naturaleza las honestas y las torpes? Lo que eslaudable, es bueno; es necesario que tenga en s por qu sea alabado. Porque el bienmismo no est en las opiniones, sino en la naturaleza; pues si as fuera, los dichosos loseran tambin por la opinin; ms necio que lo cual qu puede decirse? Por lo cual,cuando tanto el bien como el mal es juzgado por la naturaleza, y ellos son principios de lanaturaleza, tambin, ciertamente, las cosas honestas y las torpes, deben ser discernidaspor un mtodo semejante, y referidas a la naturaleza. Pero la variedad de opiniones, ladisensin de los hombres, nos perturba; y como no acontece lo mismo en los sentidos,reputamos a stos ciertos por naturaleza; aquellas cosas que parecen de esta manera aunos, de otra manera a otros, y no a los mismos siempre de un solo modo, deducimosque son fingidas. Porque es muy de otro modo. En efecto, no deprava nuestros sentidosel padre, no la nodriza, no el maestro, no el poeta, no la escena, no los aparta de loverdadero el consenso de la multitud; todas las insidias son tendidas a las almas, ya poraquellos que ahora he enumerado, los cuales, como las han recibido tiernas y rudas, lasinstruyen y doblan como quieren, ya por aquella imitadora del bien, pero madre de todoslos males, la voluptuosidad, que est implicada profundamente en todo sentIdo;corrompidos por los halagos de la cual, no distinguimos bastante las cosas que sonbuenas por naturaleza, porque carecen de esta dulzura y atractivo.

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    XVIII

    Sguese (para que est ya concludo para m todo este razonamiento) esto, lo cual estante los ojos despus de las cosas que han sido dichas, que tanto el derecho como todoIo honesto debe ser apetecido por su propia ndole. En efecto, todos los varones buenosaman la misma equidad y el derecho mismo; y no es de un varn bueno errar, y estimar lo

    que por s no sea digno de ser estimado. Por s, pues, es el derecho digno de serapetecido y reverenciado. Si el derecho es lo cual, tambin la justicia; de este modo, lasrestantes virtudes que estn en ella han de ser cultivadas tambin por s. Qu? es laliberalidad gratuita, o mercenaria? Si es benigna sin premio, gratuita; si con merced,alquilada; y no es dudoso que no persiga el deber, no el provecho, aquel que se diceliberal y benigno. Pues asimismo la justicia nada apetece de premio, nada de precio. Pors, pues, es apetecida. Y la misma causa y sentencia hay de todas las virtudes.

    Y, adems, si la virtud es apetecida por los emolumentos, no por su ndole, ser unavirtud que ser dicha rectsimamente malicia. Porque cuanto ms refiere cada uno a sucomodidad todas las cosas que hace, as es menos buen varn; puesto que los quemiden la virtud por el premio, ninguna virtud la reputan, sino malicia. Porque dnde estel beneficio, si nadie obra benignamente por causa de otro? Dnde el agradecido, si nomiran los agradecidos a aquel mismo a quien refieren su gratitud? Dnde aquella santaamistad, si no es amado el amigo mismo por s de todo corazn, como se dice? el cualaun ha de ser abandonado y desechado, no siendo ya esperados emolumentos yprovechos; qu puede ser dicho ms inhumano que lo cual? Pues si la amistad debe sercultivada por s, tambin la sociedad de los hombres, y la igualdad, y la justicia, debe serpor s apetecida. Porque si no es as, la justicia es enteramente nula; pues es injustsimoeso mismo de buscar una merced de la justicia.

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    XIX

    Pero qu diremos de la modestia; qu de la templanza, qu de la continencia, qu de lavergenza, pudor y castidad? Diremos que no hay deshonestos por miedo de la infamia,o por miedo de las leyes y de los juicios? Los inocentes, pues, y los vergonzosos, lo sonpara que oigan hablar bien de ellos? y para que recojan un buen rumor enrojecen los

    pdicos aun de hablar del pudor? Pues a m me da vergenza mucho de esos filsofosque ningn vicio disponen evitar sino el notado por el juicio mismo de un tribunal. Puesqu? podemos decir pdicos a aquellos que se apartan del estupro por miedo de lainfamia, cuando esa misma infamia se consigue por causa de la torpeza de la cosa? Enefecto, por qu reputars digno de ser o alabado o vituperado lo que rectamente puedeo alabarse o vituperarse, si te apartares de la naturaleza de ello? Acaso los vicios delcuerpo, si son muy sealados, tendrn algo de ofensividad, y no lo tendr la deformidaddel alma? la torpeza de la cual facilsimamente puede percibirse con arreglo a los viciosmismos. Porque qu puede decirse ms feo que la avaricia, qu ms inhumano que laliviandad, qu ms vil que la timidez, qu ms abyecto que la estupidez y la necedad?Pues qu? decimos que son mseros aquellos que sobresalen en cada uno de esosvicios, o aun en varios, por causa de los daos o detrimentos o algunas torturas, o porcausa de la fuerza y torpeza de los vicios? Lo cual puede decirse del mismo modo para laalabanza contraria respecto de la virtud.

    Por ltimo, si la virtud es apetecida por causa de otras cosas, es necesario que haya algomejor que la virtud. Lo es, pues, el dinero? los honores? la hermosura? la salud?cosas que, de una parte, cuando estn presentes, son muy pequeas; de otra, de ningnmodo puede saberse cierto cunto tiempo hayan de estar presentes. Lo es, lo cual estorpsimo para ser dicho, la voluptuosidad? pero, ciertamente, en el despreciarla yrepudiarla se discierne la virtud aun del modo ms grande.

    Veis cun grande sea la serie de cosas y de sentencias, y cmo de una van siguindoseotras? Qu ms lejos no pasaba si no me hubiera contenido!

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    XX

    Quinto.- Adnde, finalmente? Porque de buena gana, hermano, pasara adelante contigoa ese discurso.

    Marco.- AI fin de los bienes, al cual se refieren y por causa de conseguir el cual deben ser

    hechas todas las cosas; cosa controvertida, y llena de disensin entre los ms doctos,pero que ha de ser juzgada, sin embargo, algn da (1).

    Atico.- Cmo puede realizarse eso, muerto L Gelio?

    Marco.- Qu le hace eso, al fin, a la cuestin?

    Atico.- Porque me acuerdo haber odo yo en Atenas de mi amigo Fedro (2) que Gelio (3),tu familiar, como hubiera ido a Grecia como procnsul despus de su pretura, convoc aun lugar a los filsofos que haba entonces en Atenas, y fue inspirador para los mismoscon gran empeo, a fin de que hicieran alguna vez algn trmino de sus controversias;porque si estaban de tal nimo, que no queran consumir la vida en pendencias, podaquedar convenida la cosa; y al mismo tiempo les prometi su ayuda, si poda convenirsealgo entre ellos.

    Marco.- Ciertamente, es chistoso eso, Pomponio, y ha sido redo por muchosfrecuentemente. Pero yo abiertamente querra ser dado yo como rbitro entre la antiguaAcademia y Zenn.

    Atico.- De qu modo, en fin, es eso?

    Marco.- Porque slo disienten acerca de una cosa; respecto de las dems concuerdanadmirablemente.

    Atico.- Dices, al cabo, que la diecusin es slo acerca de una cosa?

    Marco.- Que en verdad sea pertinente a la cuestin, una; porque cuando todos losantiguos decretaron que era bueno lo que sera segn la naturaleza que fusemosdeleitados por lo cual en la vida, ste nada reput bueno sino lo que fuera honesto.

    Atico.- Muy pequea, verdaderamente, controversia dices, y no tal que dirima todas lascosas.

    Marco.- Bien, por cierto, opinas si disienten en la cosa misma, y no en las palabras.

    Notas

    (1) Anuncia aqu Cicern el tratado De Anibus bonorum et malorum, que escribi siete aosdesps, el 45.

    (2) Filsofo epicreo de Atenas, que florecia a mediados del siglo I. Fue uno de los primerosmaestros de Cicern, asi como de Atico, que sigui siendo discipulo suyo.

    (3) Lucio Gelio Poplicola, cnsul el ao 72 y censor dos aos despus.

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    XXI

    Atico.- Asientes, pues, a mi familiar Antioco (1) (porque no me atrevo a decir a mimaestro), con el cual viv, y que casi me sac fuera de nuestros huertecillos, y me llevunos muy poquitos pasos por la Academia.

    Marco.- Varn fue aquel, por cierto, prudente y agudo, y en su gnero perfecto, y para m,como sabes, familiar; al cual, sin embargo, ver luego si asiento yo en todas las cosas, ono; digo esto, que toda esa controversia puede aplacarse.

    Atico.- Cmo ves eso en fin?

    Marco.- Porque si, como dijo Aristn de Quios, dijera Zenn que slo era bueno lo quefuese honesto, y malo lo que torpe, que todas las dems cosas eran enteramente iguales,y que no interesaba ciertamente lo mnimo si estuvieran presentes o estuvieran ausentes,discrepara mucho de Jencrates, y Aristteles, y de aquella familia de Platn, y habraentre ellos disensin acerca de una cuestin mxima y respecto de todo el vivir. Pero,ahora, como la virtud, que los antiguos dijeron ser el bien sumo, dIga ste que es el solobIen, del mIsmo modo que el vicio, que aqullos dijeron ser el mal sumo, diga ste que esel solo mal; que llame cosas cmodas, no buenas, a las riquezas, a la salud, a lapulcritud, e incmodas, no malas, a la pobreza, a la debilidad, al dolor, siente lo mismoque Jencrates, que Aristteles; habla de otro modo. Y de esta discordia, no de cosas,sino de palabras, ha nacido la controversia acerca de los fines; en la cual, puesto que lasDoce Tablas no quisieron que hubiera usucapin dentro de cinco pies, no dejaremos quela vieja posesin de la Academia sea devorada por este agudo hombre; y no trazaremoslos lmites sendos rbitros, segn la ley Manilia, sino tres, segn aqullas (2).

    Quinto.- Qu sentencia dictaremos, pues?

    Marco.- Mandar que sean buscados los trminos que Scrates plant, y respetarlos (3).

    Quinto.- Preclaramente, hermano; ya ahora son usadas por ti palabras del derecho civil yde las leyes, acerca del cual gnero espero tu disputacin. Porque, en verdad, ese es ungran litigio, como frecuentemente he aprendido de ti mismo. Pues, ciertamente, as sehalla la cosa, que el sumo bien sea vivir segn la naturaleza, esto es, disfrutar de una vidamdica y de una virtud proporcionada, o seguir a la naturaleza y vivir como por la ley deella, esto es, nada omitir, cuanto en el mismo est, para que la naturaleza consiga menosaquellas cosas que pretenda, toda vez que quiera vivir entre estas cosas segn la virtud

    como segn una ley (4). Por lo cual, no s si esto ser decidido alguna vez, pero en estediscurso ciertamente no puede serlo, si verdaderamente hemos de llevar a cabo aquelloque hemos emprendido.

    Notas

    (1) Antoco de Ascaln, filsofo acadmico que floreci en la segunda mitad del siglo I y entrecuyos oyentes se contaron Cicern y Atico. Trat de conciliar las diferencias existentes entre

    acadmicos, peripatticos y estoicos, sosteniendo que no habia disidencia sino en las palabras.Fue considerado como el fundador de una quinta Academia. La cuarta habia sido fundada por sumaestro y antecesor en la direccin de la escuela, Filn de Larisa, discpulo y sucesor deClitomaco, que, a su vez, lo haba sido de Carneades.

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    (2) Hay aqu un juego de palabras fundado en las dos acepciones en que puede tomarse lapalabra finis, como lmite o confin y como objeto o finalidad. Segn las Doce Tablas, entre loslimites (fines) de dos predios vecinos debia dejarse un espacio de cinco pies de anchura, queninguno de los dos propietarios podia apropiarse por prescripcin (usucapio, de usu-capere,coger, adquirir por medio del uso), sino que deba utilizarse en comn por ambos, siendodecididas por tres rbitros las cuestiones que pudieran surgir. La ley Manilia, dada el ao 111, apropuesta del tribuno Cayo Manilio, flj la anchura del espacio libre entre cinco y seis pies, yredujo el nmero de los rbitros a dos. Cicern quiere que entre los fines (doctrina acerca delobjeto de la vida humana) de los dominios de acadmicos y estoicos haya igualmente un espaciolibre, el cual no pueda apropiarse el estoico Aristn, en menoscabo de la Academia, y se disponea juzgar el litigio en unin de Atico y de Quinto.

    (3) Esto era, en el fondo, dar la razn a los acadmicos, ya que stos eran considerados como losdepositarios de la ms pura tradiccin socrtica.

    (4) Este pasaje resulta tan inintelegible que ha hecho suponer que el texto est alterado.

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    XXII

    Atico.- Pues yo no me desviara ah contra mi voluntad.

    Quinto.- Lcito ser en otro tiempo; tratemos ahora de aquello qne hemos empezado,especialmente cuando en nada pertenece a ello esta discusin acerca del sumo mal y

    bien.Marco.- Prudentsimamente dices, Quinto. En efecto, las cosas que por m hasta ahorahan sido dichas ... (1)

    Quinto.- Ni deseo las leyes de Licurgo, ni de Soln, ni de Carondas (2), ni de Zaleuco (3),ni nuestras Doce Tablas, ni los plebiscitos; sino que estimo que t en el discurso de hoyhas de dar unas leyes del vivir y una disciplina, cuando para los pueblos, entoncestambin para los individuos.

    Marco.- Verdaderamente, Quinto, eso que esperas es lo propio de esta disputacin; yojal fuera tambin de mi facultad! Pero, ciertamente, as se presenta la cosa, que, puestoque es necesario que haya una ley enmendadora de los vicios y recomendadora de lasvirtudes, de ella ha de deducirse la doctrina del vivir. As ocurre que la sabidura sea lamadre de todas las buenas artes; en el amor de la cual, con palabra griega, haencontrado su nombre la filosofa (4), nada ms fecundo que la cual, nada ms brillante,nada ms excelente ha sido dado por los dioses inmortales para la vida de los hombres.Porque ella sola nos ha enseado, al mismo tiempo que todas las dems cosas, tambin,lo que es dificilsimo, a que nos conociramos a nosotros mismos; la fuerza del cualprecepto es tanta, tanta la sentencia, que fuera atribuda ella, no a hombre alguno, sino aldios dlfico (5). En efecto, el que se conozca a s mismo, sentir, primero, que tiene lalgo divino, y reputar consagrado en l su ingenio como un simulacro, y siempre har,tanto como sentir, algo digno de tan gran presente de los dioses; y cuando se hayaexaminado l mismo y mirado bien todo, entender de qu modo haya venido a la vidapertrechado por la naturaleza, y cuntos instrumentos tenga para obtener y conseguir lasabidura, ya que desde el principio habr concebido en el alma y en la mente como unasinteligencias bosquejadas de todas las cosas, ilustrado por las cuales, discierna que l hade ser un varn bueno, y por esa misma causa dichoso, siendo su conductora lasabidura.

    Notas

    (1) Hay aqu una laguna que los comentaristas han tratado de llenar de varios modos, ninguno delos cuales puede considerarse como completamente satisfactorio.

    (2) Legislador de Catana (Catania), en Sicilia, y de Rhegium (Reggio) y Sybaris o Thuril (TorreBrodognato), en el mediodia de Italia, colonias fundadas por los griegos. Viva haca el ao 600.

    (3) Legislador de los locrios epizefirienses (Gerace), colonos griegos establecidos en el mediodiade Italia. Vivia hacia el ao 650.

    (4) )Sabido es que la palabra griega filosofa significa literalmente amor a la sabiduria.

    (5) La famosa sentencia, Concete a ti mismo (Noscete ipsum en latn), es atribuda a Quiln deLacedemonia, que vivi en la primera mitad del siglo VII, y fue tenido por uno de los Siete sabiosde Grecia. Estaba grabada en letras de oro en el vestbulo del templo de Apolo en Delfos, pues se

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    crey que, por ser tanta su excelencia, deba de haber sido directamente inspirada por el mismodios de la sabiduria. Sabido es que Scrates hizo de ella el principio de su filosofa.

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    XXIII

    En efecto, cuando el alma, conocidas y percibidas las virtudes, se haya apartado delobsequio e indulgencia para con el cuerpo, y haya destruido la voluptuosidad, como unamancha de deshonor, y formado con los suyos una sociedad de caridad, y considerado atodos como sus conjuntos por naturaleza, y aceptado el culto de los dioses y una religin

    pura, y aguzado, as como la de los ojos, aquella viveza del ingenio, para elegir las cosasbuenas y rechazar las contrarias, virtud que, de providendo, ha sido llamada prudencia,qu podr decirse o pensarse ms dichoso que ella?

    Y cuando la misma haya mirado bien el cielo, las tierras, los mares y la naturaleza detodas las cosas, y de dnde hayan sido engendradas ellas, adnde vuelvan, cundo, dequ modo han de perecer, visto qu haya en ellas mortal y caduco, qu divino y eterno, ycasi aprehendido al mismo que las modera y rige, y se haya reconocido ciudadana, no deun lugar circundado de murallas, sino de todo el mundo, como de la ciudad nica; ella, enesta magnificencia de las cosas, y en esta vista y conocimiento de la naturaleza, diosesinmortales! cmo se conocer ella misma, segn preceptuo Apolo Pitio? Cmodespreciar, cmo desdear, cmo tendr por nada aquellas cosas que son dichasamplsimas por el vulgo?

    Y cercar todas estas cosas, como con una muralla, con el mtodo de disertar, con ladisciplina y la ciencia de juzgar lo verdadero y lo falso, y con un arte de entender qu sigaa cada cosa y qu sea contrario a cada una. Y cuando se haya sentido nacida para lasociedad civil, reputar que no slo debo usar de s en aquella sutil disputacin, sinotambin en un lenguaje perpetuo ms ampliamente difundido, con el cual rija a lospueblos, con el cual haga estables las leyes, con el cual castigue a los no probos, con elcual defienda a los buenos, con el cual alabe a los claros varones, con el cual, de unamanera apta para persuadir, ofrezca a sus conciudadanos preceptos de salud y de gloria,con el cual pueda exhortar al honor, retraer del vicio, consolar a los afligidos, y publicar enmonumentos sempiternos, con la ignominia de los no probos, los hechos y los proyectosde los fuertes y de los sabios. Tantas y tan grandes como sean las cuales cosas, que hande ser bien vistas estar en el hombre por aquellos que quieran conocerse ellos mismos, lasabidura es la productora y la educadora de ellas.

    Atico.- Ha sido alabada, ciertamente, por ti con gravedad y verdad. Pero adnde van aparar estas cosas?

    Marco.- Primeramente, Pomponio, a aquellas de que hemos de tratar ahora, las cuales

    pretendemos que son tan grandes; porque no lo sern, a no ser que aquellas de dondeellas dimanan fueren amplsimas. Despus, obro tanto con gusto como, segn espero,rectamente, cuando no puedo pasar en silencio aquella por el estudio de la cual soyretenido y que me ha hecho aquel que soy.

    Atico.- Lo haces, en verdad, tan merecidamente como por ti mismo; y ello ha debido serhecho, como dices, en este discurso.

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    LIBRO SEGUNDO

    I

    Atico.- Pero quieres, puesto que, de una parte, ya se ha paseado bastante, y de otra,hay necesidad para ti de tomar el principio de decir otra cosa, que mudemos de lugar, yen la isla que hay en el Fibreno (porque opino ser el nombre para aquel otro ro)dediquemos la atencin, estando sentados, al discurso restante?

    Marco.- Perfectamente, en verdad; porque suelo usar gustossimamente de aquel lugar,sea que yo mismo pienso conmigo alguna cosa, sea que o escribo o leo algo.

    Atico.- Clertamente, yo, que ahora haya venido aqu por primera vez, no puedo sersaciado; y desprecio las magnficas casas de campo, y los pavimentos marmreos, y losartesonados techos. Quin, como vea estas cosas, no se reir verdaderamente de lasconducciones de aguas que esos llaman Nilos y Euripos? Y as como t, disertando pocoantes acerca de la ley y del derecho, referas todas las cosas a la naturaleza, as en estasmismas cosas que son buscadas para el reposo y delectacin del nImo, domina lanaturaleza. Por lo cual, antes admiraba (porque nada pensaba que hubiera en estoslugares sino peascos y montes, y para que yo hiciera eso era inducido tanto por tusdiscursos como por tus versos), admiraba, como he dicho, que fueras deleitado t tangrandemente por este lugar; pero ahora, por el contrario, admiro que t, cuando estsausente de Roma, ests ms bien en parte alguna.

    Marco.- Yo, verdaderamente, cuando me es lcito estar ausente varios das,principalmente en este tiempo del ao, vengo a buscar tanto la amenidad como lasalubridad esta; pero me es lcito raramente. Mas me deleita tambin, ciertamente, otracosa, que no te atae de esta manera.

    Atico.- Qu cosa es esa, en fin?

    Marco.- Que, si decimos lo que es verdad, esta es la patria natural ma y de este mihermano; porque de aqu hemos salido de una estirpe antiqusima; aqu estn nuestrascosas sagradas, aqu nuestro linaje, aqu muchos vestigios de nuestros mayores. Qums? ves esta casa de campo, como ahora es en verdad, ms ampliamente edificada por

    la diligencia de nuestro padre; el cual, como fuese de una salud no firme, pas aquordinariamente la vida en las letras. Y sabe que yo nac en este mismo lugar, cuando vivami abuelo, y, segn la costumbre antigua, la casa era pequea, como aquella de Curioentre los sabinos (1). Por lo cual, no s qu hay aqu, y late en mi nimo y sentir, para queme deleite quiz ms este lugar; porque se escribe que aun aquel sapientsimo varn,para ver a Itaca, repudi la inmortalidad (2).

    Notas

    (1) Manio Curio Dentato, que haba vencido a los samntas, a los sabinos y a Prro, viva

    frugalmente en una modesta casita, adonde una embajada de samnitas fue a ofrecerle presentes,que rehus.

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    (2) Ulises, que, detenido, a su vuelta de la guerra de Troya, en la isla Ogigia por Calipso, renuncia la inmortalidad y perpetua juventud que sta le ofrecia, si queria tomarla por esposa, porregresar a Itaca, su patria.

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    II

    Atico.- Verdaderamente, yo reputo para ti justa causa esa, para que vengas msgustosamente aqu, y aprecies este lugar. Yo mismo, por cierto, voy a decirlo con verdad,he sido hecho ahora ms amigo para esta casa, y para todo este suelo, en el cual t hasnacido y sido procreado. Porque, no s de qu modo, somos conmovidos por los lugares

    mismos en los cuales estn los vestigios de aquellos a quienes estimamos o admiramos.Ciertamente, aquella misma Atenas nuestra no me deleita tanto por las obras magnficasy por las exquisitas artes de los antiguos, como por la recordacin de los sumos varones,dnde cada cual haya solido habitar, dnde sentarse, dnde disputar, y aun los sepulcrosde ellos contemplo con aficin. Por lo cual, amar ms desde ahora este lugar donde thas nacido.

    Marco.- Me alegro, pues, de haberte enseado yo casi mi cuna.

    Atico.- Y yo me alegro ciertamente mucho de haberla conocido. Pero, qu es, sinembargo, aquello que has dicho poco antes, que este lugar (yo te oigo llamar al mismoArpino) es vuestra patria natural? Acaso tenis dos patrias? o es la nica aquella patriacomn? si no es que quiz para aquel sabio Catn fue la patria, no Roma, sino Tsculo.

    Marco.-Yo por Hrcules! tanto para l como para todos los ciudadanos creo que hay dospatrias, una la de la naturaleza, otra la de la ciudadana; como aquel Catn, aunque habanacido en Tsculo, fue recibido en la ciudadana del pueblo romano. Y as, como fuesetusculano por el nacimiento, romano por la ciudadana, tuvo una patria de lugar, otra dederecho. Como vuestros atenienses, despus que Teseo les mand emigrar de loscampos y reunirse todos en el Astu (1), como se llama, eran los mismos tan sunienses (2)como atenienses, as nosotros llamamos patria tanto a aquella donde hemos nacido comoa aquella donde hemos sido recibidos. Pero es necesario que est delante en el amoraquella que es para la Repblica el nombre de la ciudad universal; por la cual debemosmorir, y a la cual debemos darnos enteros, y en la cual debemos poner y como consagrartodas nuestras cosas. Pero no muy de otra manera es dulce aquella que engendr queaquella que recibi. Y, as, nunca negar yo ser sta verdaderamente patria ma, aunqueaqulla sea mayor, y sta est contenida en ella.

    Notas

    (1) La palabra griega astu significa ciudad, en cuanto conjunto de viviendas, y se aplicabaespecialmente a Atenas, considerada como la ciudad por autonomasia, como a Roma la palabralatina equivalente urbs. La ciudad, en cuanto sociedad politica, se designaba por los latinos con elnombre de civitas, y por los griegos con el de polis.

    (2) Habitantes de Sunion, uno de los demos del Atica, de cuya reunin por Teseo se form, segnla tradicin, la ciudad de Atenas.

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    III

    Atico.- Rectamente, pues, aquel nuestro Magno, oyndolo yo, sustuvo en juicio, cuandohablaba juntamente contigo en favor de Balbo, que nuestra Repblica poda darjustsimas gracias a este municipio, porque de l haban salido sus dos conservadores (1);para que ya me parezca estar persuadido de que tambin sta que te ha procreado es

    patria tuya.Quinto.- Pero se ha llegado a la isla. Verdaderamente, nada hay ms ameno que ella.Porque cmo es hendido el Fibreno por este a modo de espoln, y, dividido con igualdaden dos partes, baa estos lados, y, rpidamente deslizado, confluye al momento a un solocauce, y abraza tanto de lugar cuanto sea bastante para una mdica palestra! Efectuadolo cual, como si tuviere esto de carga y de oficio, que nos hiciera este asiento paradisputar, al instante se precipita en el Liris; y, como si viniere a una familia patricia, pierdesu nombre ms oscuro (2), y hace al Liris mucho ms helado. Porque no he tocado roalguno ms fro que ste, aunque me he llegado a muchos; puesto que apenas podratentarlo con el pie, como hace Scrates en el Fedro de Platn.

    Marco.- Es verdaderamente as; pero, con todo, en nada habr cedido a esta amenidad,opino, aquel Tiamis tuyo de Epiro, segn de Quinto frecuentemente oigo.

    Quinto.- Es as, como dices, pues gurdate de que reputes haber cosa alguna msprecIara que el Amaltes de nuestro amigo Atico y los pltanos aquellos. Pero, si te parece,sentmonos aqu a la sombra, y volvamos a aquella parte del discurso de la cual noshemos salido.

    Marco.- Exiges muy bien, Quinto (aunque yo crea haber escapado), y nada de estascosas puede debrsete.

    Quinto.- Comienza, pues; porque te dedicamos todo este dla.

    Marco.- Desde Jpiter los principios de las musas ... como hemos empezado en el poemade Arato (3).

    Quinto.- A qu eso?

    Marco.- Porque igualmente ahora desde el mismo y desde los dems dioses inmortalesdeben ser tomados por nosotros los principios del tratar.

    Quinto.- Optimamente, en verdad, hermano; y as est bien que se haga.

    Notas

    (1) El otro conservador de Roma a quien se refera Pompeyo el Magno era Mario.

    (2) El que entraba por adopcin en una familia, tomaba el nombre de sta. dejando el de la suyaoriginaria, cuando este era oscuro; pero lo conservaba, si era ilustre, como sucedi con el hijo dePaulo Emilio, que, adoptado por un hijo de Scipin el Africano, fue llamado Scipin Emiliano.

    (3) La traduccin que Cicern hizo del poema de Arato titulado Los fenmenos, de la que seconservan fragmentos.

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    IV

    Marco.- Veamos, pues, de nuevo, antes que lleguemos a cada una de las leyes enparticular, la fuerza y la naturaleza de la ley, para que, cuando han de ser referidas a ellapor nosotros todas las cosas, no caigamos tal vez en un error de lenguaje, e ignoremos lafuerza de aquel trmino con que han de ser definidos por nosotros los derechos.

    Quinto.- Muy bien, en verdad por Hrcules!; y es esa una va recta de ensear.

    Marco.- Veo, pues, que el sentir de los ms sabios ha sido ste, que la ley no era laexcogitada por los ingenios de los hombres, ni un mandamiento de los pueblos, sino algoeterno, que regira al universo mundo con la sabidura del imperar y del prohibir. Asdecan que aquella primera y ltima ley era la mente del Dios que obliga o que veda consu razn todas las cosas; por lo cual aquella ley, que los dioses han dado al gnerohumano, rectamente es alabada; porque es la razn y la mente del sabio, idnea paraordenar y para apartar.

    Quinto.- Algunas veces ya ha sido tocado por ti este punto; pero antes que vengas a lasleyes de los pueblos, explana la fuerza de esa ley celeste, si te place; no nos absorba eltorrente de la costumbre, y nos lleve al uso del lenguaje ordinario.

    Marco.- Ciertamente, Quinto, hemos aprendido desde pequeos a llamar leyes la que diceSi se cita a juicio, vyase al instante, y otras de ese estilo. Pero es necesarioverdaderamente que se entienda as, que tanto ste como otros mandatos y prohibicionesde los pueblos no tienen la fuerza de llamar hacia las cosas hechas rectamente y dedesviar de los pecados; fuerza que no slo es ms vieja que la edad de los pueblos y delas ciudades, sino igual de la del Dios que conserva y rige el cielo y las tierras.

    Porque ni la mente divina puede estar sin la razn, ni la razn divina no tener esta fuerzaen el sancionar las cosas rectas y las depravadas; ni porque en ninguna parte estabaescrito que uno solo resistiera en un puente contra todas las fuerzas de los enemigos, ymandase que fuera cortado el puente a su espalda, reputaremos por eso menos haberrealizado aquel Cocles (1) una cosa tan grande por la ley e imperio de la fortaleza; ni si,reinando Tarquinio, ninguna ley escrita haba en Roma acerca de los estupros, no por esohizo menos Sexto Tarquinio fuerza a Lucrecia, hija de Tricipitino, contra aquella leysempiterna. Porque haba una razn emanada de la naturaleza de las cosas, tantoimpeliendo a obrar rectamente, como retrayendo del delito; la cual, finalmente, comienza

    a ser ley, no luego que ha sido escrita, sino luego que ha nacido; y ha nacido juntamentecon la mente divina. Causa por la cual la ley verdadera y primitiva, apta para mandar ypara vedar, es la recta razn del sumo Jpiter.

    Notas

    (1) Horacio Cocles realiz esta hazaa, segn la leyenda, en el puente Sublicio, sobre el Tber,impidiendo as a las tropas de Porsena la entrada en Roma.

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    V

    Quinto.- Asiento, hermano, a que lo que es recto sea tambIn verdadero, y a que no conlas letras con que son escritos los decretos ni nazca ni muera.

    Marco.- Pues como aquella divina mente es la suma ley, del mismo modo, cuando est en

    el hombre, es perfecta en la mente del sabio. Pero las que son varias, y por cierto tiempodescritas para los pueblos, tienen ms del favor que de la realidad el nombre de leyes.Porque se ensea que toda ley que en verdad pueda ser llamada rectamente ley eslaudable, con algunos argumentos tales como estos. Consta ciertamente que las leyeshan sido inventadas para la salud de los ciudadanos, y la incolumidad de las ciudades, yla vida quieta y dichosa de los hombres; y que aquellos que primero sancionaron decretosde esta ndole manifestaron a los pueblos que ellos haban de escribir y proponer aquellascosas con las que, adoptadas y establecidas, viviran aqullos honesta y dichosamente; ylas que as hubieran sido compuestas y sancionadas, las llamaran verdaderamente leyes.De lo cual es justo que se entienda que aquellos que hayan prescrito a los pueblosmandatos perniciosos e injustos, como han obrado en contra de lo que han prometido yprofesado, han prepuesto cualquier cosa ms bien que leyes; luego que pueda serperspicuo que en ese mismo nombre de ley se ha de Interpretar que est includa lanecesidad y el pensamiento de elegir lo justo y el derecho. Inquiero, pues, de ti, Quinto,como aquellos suelen: Debe contarse acaso entre los bienes aquello como una ciudadcarezca de lo cual, por esa misma causa, porque carezca de ello, haya de ser tenida ennada?

    Quinto.- Y entre los ms grandes, ciertamente.

    Marco.- Pues la ciudad que carece de ley, acaso no debe ser tenida por eso mismocomo no existiendo en ningn lugar?

    Quinto.- No puede decirse de otro modo.

    Marco.- Es necesario, pues, que la ley sea tenida entre las cosas ptimas?

    Quinto.- Asiento enteramente.

    Marco.- Qu? qu diremos cuando en los pueblos son decretadas muchas cosasperniciosamente, muchas pestferamente, las cuales no merecen ms el nombre de leyque si unos ladrones sancionaren algunas cosas con su consenso? Porque ni podran

    decirse verdaderamente preceptos de mdicos, si los ignorantes e imperitos prescribierenalgunos mortiferos por saludables, ni ley en un pueblo, de cualquier modo que fuere ella,aun cuando el pueblo aceptare, algo pernicioso. La ley es, pues, la distincin de las cosasjustas e injustas, expresada con arreglo a aquella antiqusima y primera naturaleza detodas las cosas, a la que se dirigen las leyes de los hombres, las cuales afectan a los noprobos con el suplicio, y defienden y protegen a los buenos.

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    VI

    Quinto.- Entiendo muy bien, y reputo verdaderameote ahora que no slo no debe sertenida por ley otra alguna, pero ni llamada ciertamente.

    Marco.- T reputas, pues, como nulas las leyes Ticias y Apuleyas? (1).

    Quinto.- Yo, en verdad, ni a las Livias (2) reputo leyes ciertamente.

    Marco.- Y rectamente, sobre todo cuando con un rengln del senado han sido abolidas enun punto de tiempo; pero aquella Iey la fuerza de la cual he explicado ni puede ser abolidani abrogada.

    Quinto.- Es decir que t propondrs, pues, aquellas leyes que nunca sean abrogadas.

    Marco.- Ciertamente, al menos si son aceptadas por vosotros dos.

    Pero, como hizo Platn, el varn ms docto y el ms grave el mismo de todos losfilsofos, el primero que escribi acerca de la Repblica, y el mismo separadamenteacerca de las leyes de ella, creo haber para m necesidad de hacer esto, que antes querecite la ley misma, diga algo acerca de la alabanza de esa ley. Lo mismo que veo haberhecho tanto Zaleuco como Carondas, cuando ellos escribieron leyes para sus ciudades,no ciertamente por causa de estudio y de delectacin, sino de la Repblica. A los cualesimit Platn en verdad en esto, que tambin reput ser propio de la ley persuadir algo, noobligar a todas las cosas con la fuerza y con las amenazas.

    Quinto.- Qu diremos, cuando Timeo niega haber sido ese Zaleuco hombre real alguno?

    Marco.- Pero Teofrasto no es una autoridad inferior ciertamente en mi sentir; muchos lellaman mejor; verdaderamente, los conciudadanos dei mismo Zaleuco, los locrios, clientesnuestros, conservan su memoria. Pero sea que existi, sea que no existi, nada importaal asunto; hablamos lo que ha sido transmitido.

    Notas

    (1) Leyes de carcter demaggico impuestas por los tribunos Lucio Apuleyo Saturnino y SextoTicio en la poca de Mario.

    (2) Las del tribuno Marco Livio Druso, que, a pesar de pertenecer a la aristocracia, abraz elpartido del pueblo en los aos que precedieron a la rivalidad entre Mario y Sila.

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    VII

    Que haya sido persuadido, pues, desde el principio a los ciudadanos esto, que los diosesson los dueos y los moderadores de todas las cosas, y que las que se hagan se hacenpor la fuerza, jurisdiccin y numen de ellos, y que los mismos merecen ptimamente delgnero de los hombres, y que ven cul sea cada uno, qu haga, qu admita en s, con

    qu mente, con qu piedad cumpla las prcticas religiosas, y que tienen cuenta de lospiadosos y de los impos.

    Porque imbudas las mentes en estas cosas, no discreparn mucho del sentir til yverdadero. Porque qu hay ms verdadero que convenir que nadie sea tan neciamentearrogante, que repute haber en l una razn y una mente, y no repute haberla en l cielo yen el mundo? o que repute que aquellas cosas, que difcilmente comprenda con unsumo trabajo de su espritu, por ninguna razn son movidas? Verdaderamente, a quienlas ordenaciones de los astros, a quien las alternativas de los das y de las noches, aquien la regulacin de los meses, y a quien aquellas cosas que son criadas para nosotrospara disfrutar de ellas, no obligan a estar agradecido, por qu est bien contar a steenteramente como un hombre? Y comoquiera que todas las cosas que poseen raznaventajen a aquellas que estn desprovistas de razn, y sea ilcito decir que cosa algunaaventaje a la naturaleza de todas las cosas, se ha de confesar que hay razn en ella. Yquin negar ser tiles estas opiniones, cuando entienda cun muchas cosas se afirmenhaciendo juramento, de cunta salud sirvan las ceremonias religiosas de las alianzas, acun muchos haya retrado del crimen el miedo del suplicio divino, y cun santa sea lasociedad de los ciudadanos entre ellos mismos, interpuestos los dioses inmortales, oracomo jueces, ora como testigos? Ah tienes el proemio de la ley; porque as llama a estoPlatn.

    Quinto.- Lo tengo, verdaderamente, hermano; y soy deleitado mucho en ste, porque terevuelves en otras cosas y en otras sentencias que l; pues nada es tan desemejantecomo, de una parte, aquellas cosas que antes has dicho, de otra, este mismo exordio dela ley. Esto slo me pareces imitar, el estilo del discurso.

    Marco.- Querra yo hablar poco ms o menos; pero quin puede, ni habr podido nunca,imitarlo? porque interpretar sus sentencias es muy fcil; lo cual hara yo ciertamente, si noquisiera ser enteramente uno; pues qu trabajo es decir las mismas cosas, expresadascasi en las mismas palabras?

    Quinto.- Asiento enteramente. En verdad, como ahora has dicho t mismo, quiero ms

    que t seas tuyo. Pero expn ya, si te place, esas leyes acerca de la religin.Marco.- Las expondr, ciertamente, Como pudiere; y, puesto que tanto el lugar como eldiscurso es familar, voy a proponer de viva voz las leyes de las leyes.

    Quinto.- Qu es eso?

    Marco.- Son ciertas palabras propias de las leyes, Quinto, y no tan primitivas como lasque se encuentran en las viejas Doce Tablas y en las leyes sagradas (1); pero, sinembargo, por lo cual tengan ms autoridad, un poco ms antiguas que es este lenguajeque ahora usamos. Yo imitar, si pudiere, aquella manera juntamente con la brevedad.

    Pero no sern dadas por m leyes completamente hechas, porque sera una cosa infinita,sino las sumas mismas de las cosas y las sentencias.

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    Quinto.- As verdaderamente es necesario; por lo cual, oigamos las palabras de la ley.

    Notas(1) Llamronse asi algunas que prescribieron que sus transgresores serian considerados comosacrlegos. Tal fue la que estableci el tribunado.

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    VIII

    Marco.- Vyase a los Dioses castamente; emplese la piedad; aprtense las riquezas. Elque hiciere de otra manera, Dios mismo ser el vengador. Nadie tendr diosesseparadamente; y no se rinda culto privadamente a nuevos o extranjeros, sino a lospblicamente admitidos. Tnganse en las ciudades los templos construdos por los

    antepasados. Tnganse en los campos los bosques sagrados y la morada de los Lares.Consrvense los ritos de la familia y de los antepasados. Rndase culto a los dioses, y aaquellos que siempre han sido tenidos por celestes, y a aquellos a quienes sus mritoscolocaron en el cielo, Hrcules, Baco, Esculapio, Cstor, Plux, Quirino, y a aquellascosas por las cuales se da a los hombres el ascenso al cielo, la Razn, el Valor, laPiedad, la Fe, y haya templos de esas virtudes; y no se hagan sacrificios solemnesalgunos en honor de los vicios. Aprtense los litigios durante las ferias, y que ellas,hechas las faenas, se tengan con los esclavos. Y as, para que caiga de ese modo en lasvueltas anuales, est descrito. Y liben los sacerdotes pblicamente ciertos frutos y ciertasbayas; esto en ciertos sacrificios y das. Y consrvese tambin para los otros dasabundancia de leche y de cra. Y para que no pueda faltarse en esto, sealen lossacerdotes, para ese asunto, la cuenta, los cursos de los aos; y provanse de lasvctimas que sean decorosas y gratas para cada dlos. Y haya para otros dIoses otrossacerdotes, pontfices para todos en general, flmines para cada uno en particular. Lasvrgenes Vestales custodien en la ciudad el fuego sempiterno del hogar pblico. Yaprendan de los sacerdotes pblicos los ignorantes con qu modo y rito se hagan privaday pblicamente estas cosas. Y haya dos gneros de aqullos: uno, que presida a lasceremonias y a los sacrificios; otro, que interprete Ios dichos no declarados de losadivinos y de los vaticinadores cuando el senado y el pueblo los hayan aprobado. Y losintrpretes de Jpiter ptimo mximo, augures pblicos, vean despus los signos y losauspicios; tengan mtodo. Los sacerdotes tomen los augurios para los viedos y para lasmimbreras, y para la salud del pueblo; y avisen con anticipacin el auspicio a los que seocupan del negocio de la guerra, y a los que del pueblo, y ellos obedezcan; y prevean lasiras de los dioses, y prevengan a aqullos; y clasifiquen los relmpagos por regionesdeterminadas del cielo; y tengan delineados y consagrados la ciudad y los campos y lostemplos; y las cosas que un augur haya fijado como injustas, nefastas, viciosas, funestas,sean nulas y cual no hechas; y el que no obedeciere, sea reo de pena capital.

  • 8/7/2019 Las leyes de Cicern

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    IX

    Sean dos feciales los embajadores, los jueces de las alianzas, de la paz, de la guerra, delas treguas. Conozcan de las guerras. Los prodigios, los portentos, sean diferidos, si elsenado lo ordenare, a los etruscos y a los arspices; y los principales de Etruria enseenel mtodo. Aplaquen a los dioses a quienes ha