Las Izquierdas Lationamericanas-2010

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as esquerdas latinoamericanas.

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  • Las izquierdas latinoamericanas : de la oposicin al gobierno Titulo Annunziata, Roco - Autor/a Anta, Florencia - Autor/a Mauro, Sebastin G. - Autor/a Marchesini da Costa, Marcelo - Autor/a SantAnna, Julia - Autor/a Slipak, Daniela - Autor/a Alegre, Pablo - Autor/a Traversa, Federico - Autor/a Pousadela, Ins - Autor/a

    Autor(es)

    Buenos Aires LugarEdiciones CICCUSCLACSO

    Editorial/Editor

    2010 FechaColeccin Becas de Investigacin ColeccinEconoma; Modelos de desarrollo; Democracia; Oposicin poltica; Polticas pblicas;Gobierno; Discurso poltico; Izquierda; Amrica Latina; Argentina;

    Temas

    Libro Tipo de documentohttp://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/clacso/becas/20120418031941/izquierdas.pdf URLReconocimiento-No comercial-Sin obras derivadas 2.0 Genricahttp://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/2.0/deed.es

    Licencia

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    Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO)Conselho Latino-americano de Cincias Sociais (CLACSO)

    Latin American Council of Social Sciences (CLACSO)www.clacso.edu.ar

  • Las izquierdas latinoamericanas

  • Las izquierdas latinoamericanas / Pablo Alegre ... [et.al.]. - 1a ed. - Buenos Aires : Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales - CLACSO, 2010. 346 p. ; 23x16 cm. - (Becas de investigacin / Bettina Levy)

    ISBN 978-987-1543-54-0

    1. Sociologa Poltica. I. Alegre , Pablo CDD 306.2

    Otros descriptores asignados por la Biblioteca virtual de CLACSO:Izquierda / Gobierno / Oposicin poltica / Democracia / Polticas pblicas / Modelos de desarrollo / Economa / Amrica Latina / Cono Sur / Argentina

    La Coleccin Becas de Investigacin es el resultado de una iniciativa dirigida a la difusin de los trabajos que los investigadores de Amrica Latina y el Caribe realizan con el apoyo del Programa

    Regional de Becas de CLACSO.

    Este libro presenta las investigaciones que los autores realizaron en el marco del concurso de proyectos sobre Gobiernos progresistas en la era neoliberal: estructuras de poder y concepciones del desarrollo en Amrica Latina y el Caribe y Partidos, movimientos y alternativas polticas en Amrica Latina y el Caribe, organizados por el Programa Regional de Becas de CLACSO con el apoyo de la

    Agencia Sueca de Desarrollo Internacional, Asdi.

  • Coleccin Becas de Investigacin

    Las izquierdaslatinoamericanas

    De la oposicin al gobierno

    Pablo AlegreRoco Annunziata

    Florencia AntaMarcelo Marchesini da Costa

    Sebastin G. MauroJulia SantAnnaDaniela Slipak

    Federico Traversa

    Introduccin deIns Pousadela

  • Editor Responsable Emir Sader, Secretario EjecutivoCoordinador Acadmico Pablo Gentili, Secretario Ejecutivo AdjuntoColeccin Becas de InvestigacinDirectora de la Coleccin Bettina Levy, Coordinadora del Programa Regional de BecasAsistentes Natalia Gianatelli - Luciana Lartigue - Magdalena RauchRevisin tcnica de textos Ins Mara Pousadela

    rea de Produccin Editorial y Contenidos Web de CLACSOResponsable editorial Lucas Sablich Director de arte Marcelo GiardinoResponsable de contenidos web Juan AcerbiWebmaster Sebastin HigaLogstica Silvio Nioi Varg

    Produccin Fluxus EstudioArte de tapa Ignacio Solveyra

    Primera edicinLas izquierdas latinoamericanas. De la oposicin al gobierno(Buenos Aires: CLACSO, noviembre de 2010)

    ISBN 978-987-1543-54-0 Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales. Queda hecho el depsito que establece la Ley 11723.

    CLACSOConsejo Latinoamericano de Ciencias Sociales - Conselho Latino-americano de Cincias SociaisAv. Callao 875 | Piso 5 | C1023AAB Ciudad de Buenos Aires | ArgentinaTel. [54 11] 4811 6588 | Fax [54 11] 4812 8459 | |

    No se permite la reproduccin total o parcial de este libro, ni su almacenamiento en un sistema informtico, ni su transmisin en cualquier forma o por cualquier medio electrnico, mecnico, fotocopia u otros mtodos, sin el permiso previo del editor.

    Este libro est disponible en texto completo en la Red de Bibliotecas Virtuales de CLACSO

    Patrocinado por la Agencia Sueca de Desarrollo Internacional

    Director editorial: Juan Carlos ManoukianConsejo editorial: Mariano Garreta, Susana Ferraris, Violeta Manoukian, Hctor Olmos

    Produccin: Cecilia Camporeale, Toms ManoukianComunicacin: Ignacio Snchez DurnAdministracin y logstica: Eliana Fiorito, Ariel Schafran

    Ediciones CICCUS | Medrano 288 | C1179AAD Ciudad de Buenos Aires | ArgentinaTel. [54 11] 4981 6318 | [email protected] | www.ciccus.org.ar

  • ndice

    IntroduccinIns Mara Pousadela 9

    Parte I. Genealogas, trayectorias y perspectivas

    Los giros a la izquierda en el Cono Sur: gobiernos progresistas y alternativas de desarrollo en perspectiva comparadaPablo Alegre 31

    Polticas sociales y desarrollo: los desafos para las izquierdas de Chile y UruguayFlorencia Anta 77

    Parte II. Los gobiernos de izquierda ante la cuestin social

    Irmos que no se falam: programas de transferncia de renda, sistemas de proteo social e a desigualdade na Amrica LatinaJulia SantAnna 131

  • Formao da agenda governamental do Brasil e da Venezuela: as polticas pblicas de economia popular e solidria revelando projetos distintosMarcelo Marchesini da Costa 165

    La izquierda uruguaya frente al dilema redistributivo. La experiencia del Frente Amplio, de la oposicin al gobierno, 1971-2008Federico Traversa 211

    Parte III. Seas de identidad de la izquierda y el progresismo

    Entre lmites y fronteras: articulaciones y desplazamientos del discurso poltico en la Argentina pos-crisis (2002-2004)Daniela Slipak 243

    Prdica y crisis de la retrica progresista en la ciudad de Buenos Aires (2003-2006)Sebastin G. Mauro 277

    Apostando a lo local: la democracia de proximidad en el Municipio de MornRoco Annunziata 309

  • 9Introduccin

    Ins Mara Pousadela

    En El curso dE la ltima dcada accedieron electoralmente al gobierno de numerosos pases de amrica latina partidos o coali-ciones polticas que comparten, con diversos grados de parentesco, una misma filiacin ideolgica que los coloca en algn sitio del espa-cio de la izquierda del espectro poltico. se designan y autodesignan como de izquierda, de centro-izquierda o progresistas; sin embargo, poco los une adems de su comn oposicin a la ortodoxia neoliberal que han venido a sustituir.

    se cuentan entre ellos el Frente para la Victoria ensamblado en la argentina por nstor Kirchner con fragmentos del peronismo (un partido-movimiento que, pese a su identificacin con la justicia so-cial, no es en principio ni de derecha ni de izquierda, y que contiene en su interior las tendencias ms diversas) y al que acabara dirigien-do; el brasileo Partido dos trabalhadores encabezado por incio lula da silva; el movimiento al socialismo de Evo morales en Boli-via; el Partido socialista chileno que, en el marco de la concertacin de Partidos por la democracia, elev sucesivamente a la presidencia a ricardo lagos y a michelle Bachelet; la alianza Pais (Patria alti-va y soberana) de rafael correa en Ecuador; la alianza Patritica para el cambio liderada por Fernando lugo en Paraguay; el Frente sandinista de liberacin nacional (Fsln) con el cual daniel ortega

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    retorn a la presidencia de nicaragua; el Frente Farabundo mart para la liberacin nacional (Fmln) que, tras haber dejado las ar-mas, acaba de elevar a mauricio Funes a la presidencia de El salva-dor; el Frente amplio que, tras varios intentos fallidos, logr elegir a tabar Vzquez en el uruguay; y, en Venezuela, el movimiento Quinta repblica liderado por Hugo chvez. similares avances se han verifi-cado tambin en otros casos especficamente, el del Prd mexicano, con andrs lpez obrador a la cabeza en que, con fraude o sin l, la alternativa progresista qued a las puertas de la presidencia pero no logr acceder a ella.

    la llegada al poder de tantos partidos, coaliciones y movimien-tos polticos procedentes del amplio espacio de la izquierda en tan rpida sucesin tras largos aos de hegemona neoliberal fue pronto designada como ola izquierdista o giro a la izquierda; se habra producido, segn esta caracterizacin, un vuelco radical en la po-ltica latinoamericana. los rtulos capturan, en efecto, el impacto combinado de los procesos polticos que tuvieron lugar en forma casi simultnea en gran parte de los pases de la regin. resultan engaosos, sin embargo, en la medida en que confieren al amplio abanico de experiencias que designan una unidad que ellas en ver-dad no tienen.

    El panorama no se aclara en lo ms mnimo cuando esa engaosa homogeneidad es remplazada por maniqueas clasificaciones binarias como las que oponen, dentro de esa ola de corrimiento a la izquier-da, una izquierda buena modernizada y responsable, cuyas aristas originalmente revolucionarias habran sido limadas por la compren-sin del cambio de poca y la admisin de los errores del pasado, a una izquierda mala anticuada, de races populistas, retricas en-cendidas y tendencias rupturistas respecto del orden hemisfrico. o cuando, desde la perspectiva contraria, se formula la oposicin igual-mente maniquea entre una izquierda neoliberalizada o domestica-da y otra izquierda que habra permanecido fiel al ideal socialista y al espritu antiimperialista.

    la diversidad de formatos y dinmicas que caracteriza a las ex-periencias arriba citadas exige de nosotros una mirada ms atenta y desprejuiciada y un trabajo de conceptualizacin ms cuidadoso y sutil. En el extremo, es evidente que todas las experiencias histricas, cuando se las observa bajo el microscopio en sus ms nfimos detalles, son absolutamente nicas e irrepetibles en ese sentido, bien lo saba el propio marx, la historia nunca se repite, ni como tragedia ni como comedia. de ms est decir que una mirada de esas caractersticas inhibira toda posibilidad de establecer generalizaciones y de formu-lar conceptos; en otras palabras, impugnara radicalmente el trabajo

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    de las ciencias sociales. no es sa, pues, la forma ms adecuada de aprehender los fenmenos que nos ocupan. Es necesario, sin embar-go, comprender la especificidad de cada uno de los fenmenos que tenemos ante nosotros para estar entonces en condiciones de escoger acertadamente los criterios de clasificacin que, mediante la confec-cin de mapas conceptuales y de las hojas de ruta adecuadas para recorrerlos, han de simplificar nuestro universo de casos. como vere-mos enseguida, esta tarea es emprendida de modos diversos en varios de los captulos que componen este libro, ya sea mediante el estudio pormenorizado de un caso nacional o subnacional, ya mediante la comparacin de dos o tres casos nacionales, generalmente en torno de alguna de las reas de las polticas pblicas ms afines a las preocupa-ciones de la izquierda.

    tras la comn asignacin de los casos mencionados a la ola izquierdista que recorre la regin resaltan los mltiples juegos de diferencias y semejanzas. En muchos de ellos, por ejemplo, encon-tramos fuertes personalidades que echan sombra sobre los partidos que las acompaan, a menudo en calidad de vehculos ad hoc en-samblados con apuro para enfrentar la competencia electoral; en otros tantos, en cambio, los presidentes electos se colocan a la ca-beza de partidos con entidad propia, de ms larga trayectoria y/o de estructuras ms poderosas. la cuestin del timing y la experien-cia acumulada en el gobierno tampoco es menor: mientras algunos de los lderes mencionados llevan varios aos en el poder Hugo chvez, el ms longevo, fue elegido por primera vez en 1998, otras experiencias son mucho ms recientes: el gobierno de mauricio Fu-nes, en el extremo, es inaugurado en El salvador mientras se escri-ben estas lneas.

    as pues, al frente de fuerzas polticas con mayor o menor con-sistencia y con mayor o menor experiencia de gobierno, herederos de diferentes linajes polticos, poseedores de recursos dispares y en-frentados con problemas de dimensiones y caractersticas diversas, portadores de discursos de tono y contenidos ms o menos revolu-cionarios o reformistas, conciliadores o rupturistas, poco hay que pueda predicarse de todos ellos ms que el hecho de que, indepen-dientemente de lo que hayan hecho o harn en el gobierno, o de lo que hubieran hecho si hubieran llegado a l, se presentaron ante la ciudadana y fueron votados por ella en calidad de alternativas al mo-delo neoliberal. de ah que su designacin como alternativas parezca ser un buen comienzo para la tarea de aprehender el denominador comn de todas estas experiencias de izquierda, de centroizquier-da y progresistas. En efecto, tanto las izquierdas ms clsicas, dis-cursivamente orientadas a un proyecto socialista o combativamente

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    reivindicatorias de las tradiciones polticas comunitarias de los pue-blos indgenas, como las de perspectivas ms reformistas, se presen-tan como alternativas al neoliberalismo en el contexto de la globa-lizacin. algunas de ellas ciertamente van ms lejos en su ataque al neoliberalismo, pues su blanco ltimo es al menos en el nivel de la retrica el propio sistema capitalista; sin embargo, es la oposicin al capitalismo en su versin neoliberal la que constituye el denomina-dor comn a todas ellas.

    En verdad, estas izquierdas no se presentan solamente como al-ternativa a, sino tambin y sobre todo como instancia superadora de un modelo neoliberal perimido; en algunos casos, de hecho, llegan a pensarse a s mismas en forma explcita como el resultado inevitable de los excesos y consiguientes fracasos del fundamentalismo del mer-cado. Emergen, pues, no slo como expresin del anti-neoliberalismo sino tambin, y sobre todo, como expresin del pos-neoliberalismo. slo en unos pocos casos la retrica beligerante de la izquierda ataca al neoliberalismo como si an estuviera en su apogeo; en la mayora de los casos, en cambio, el neoliberalismo es colocado en el pasado que estas izquierdas vienen, precisamente, a superar. as, pues, ellas se sitan sobre el terreno heredado de ese neoliberalismo fracasado: desigualdades ms pronunciadas, sociedades crecientemente polari-zadas, espacios pblicos privatizados, pobres criminalizados y sujetos a la vulneracin de sus derechos civiles ms bsicos por no hablar del retroceso de sus derechos sociales. a ello se agregan la corrupcin galopante alimentada por el estrechamiento de los vnculos entre el poder poltico y el poder econmico-financiero y, como resultado de la repetida constatacin de su incapacidad para responder a las de-mandas y expectativas de la ciudadana, el fuerte desprestigio de los sistemas polticos y de sus actores tradicionales que se manifest, en algunos casos, en el estallido de agudas crisis de representacin. En ms de un caso, de hecho, los actores de izquierda recin llegados al poder son ellos mismos hijos de esa crisis de representacin, nacidos al calor del rechazo de las formas tradicionales de la democracia re-presentativa y de la voluntad de remplazarlas con mecanismos parti-cipativos y dispositivos de democracia directa o, cuando menos, por una renovacin del contrato entre gobernantes y gobernados.

    Qu es, entonces, ser de izquierda hoy? Por qu seguir em-pleando esta designacin cuando tantas voces afirman que pertenece a un sistema clasificatorio perimido? la respuesta es simple: porque ese sistema clasificatorio sigue funcionando como la brjula de nues-tro mapa cognitivo de la poltica. Y lo hace, precisamente, porque la poltica es de naturaleza adversarial. aunque lo que est en la iz-quierda o en la derecha puede cambiar, sostiene anthony Giddens

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    (1999: 52),1 nada puede estar en la izquierda y en la derecha al mis-mo tiempo. la distincin es polarizadora. la razn por la cual la pertinencia de esta distincin fue tan cuestionada durante los aos noventa se deriva simplemente del hecho de que uno de sus polos se volvi entonces suficientemente preponderante como para pretender ocupar totalmente el espacio poltico. Puesto que se ya no es el caso, la distincin vuelve a cobrar actualidad.

    la revitalizacin de la oposicin entre izquierda y derecha, sin embargo, nada nos dice acerca de los rasgos concretos que caracte-rizaran a aqulla. Existe acaso algn principio capaz de definirla, en contraste con algn otro principio que constituira la esencia de la derecha? Es posible en este punto regresar a la antigua distincin que trazaba norberto Bobbio en torno de la actitud hacia la igualdad y la justicia social. a sta, Giddens agrega algunas especificaciones, tales como que las personas de izquierdas no slo buscan justicia social, sino que creen que el gobierno debe jugar un papel clave en fomentarla. En lugar de hablar de la justicia social como tal es ms preciso decir que estar en la izquierda significa creer en una poltica de la emancipacin. la igualdad es importante sobre todo porque es relevante para las oportunidades vitales, el bienestar y la autoestima de la gente (Giddens, 1999: 55).

    aun en trminos relativamente abstractos, sin embargo, la dis-tincin entre esferas de la lucha poltica nos permite identificar a, por lo menos, dos derechas y dos izquierdas. En el terreno socioeco-nmico, en efecto, la izquierda y la derecha pueden ser distinguidas por su mayor o menor nfasis en la igualdad o en la libertad, tal como surge del clsico debate disparado por la teora de John rawls sobre la justicia como equidad, al que rpidamente se sumaron las rpli-cas libertarias de autores como robert nozick y milton Friedman. En el campo de batalla de la cultura, en cambio, los principios en lucha no son ya la igualdad y la libertad sino, por un lado la libertad y, por el otro, el orden y la autoridad. cierto es que en este campo podra hablarse de posiciones liberales y conservadoras ms que de derecha y de izquierda, pero el punto que vale la pena recal-car es que se observan interesantes cruces entre ambas cuestiones, que dan origen a un cuadro de cuatro casilleros. conviene subrayar, asimismo, que incluso en trminos socioeconmicos, derecha no necesariamente equivale a conservadurismo ni izquierda a re-formismo: en los aos noventa, sin ir ms lejos, fue la derecha la que tom el curso reformista (para implantar, precisamente, los cambios

    1 Giddens, anthony 1999 La Tercera Va. La renovacin de la socialdemocracia (ma-drid: taurus).

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    conocidos como reformas neoliberales), mientras la izquierda se aferraba con uas y dientes a lo poco que iba quedando del Estado de bienestar o, en el contexto latinoamericano, del ms fragmentario e inconcluso Estado populista.

    todava en el terreno de los principios, encontramos que muchas buenas causas (incluso muchas que reciben el mote de progresis-tas) no son, en verdad, ni de derecha ni de izquierda, y que pueden ser reivindicadas por ambos bandos, aunque ciertamente de modos bien diferentes. Entre ellas se cuentan algunas banderas enarboladas en tiempos recientes por muchos de los gobiernos que forman parte de nuestra ola izquierdista: los derechos humanos, la dignidad na-cional, la ecologa, el valor de las instituciones rpidamente reapro-piado, este ltimo, por algunas de sus oposiciones. En el sensible te-rreno de los derechos humanos en particular, se impone la antiptica constatacin de que su clasificacin ideolgica suele depender sobre todo de la identidad de quien los ha violado. as, por ejemplo, pese a no haber formado parte del universo mental de la izquierda que fue masacrada en la argentina durante los aos setenta, los derechos hu-manos han sido erigidos (dado que su violacin sistemtica en aque-llos aos fue perpetrada por una dictadura militar de derecha) en eje de la operacin de revisin del pasado emprendida por el gobierno de Kirchner, al que se ha insistido en incluir dentro del mentado giro a la izquierda de la regin. Ellos no constituyen, sin embargo, el eje de ninguna poltica sistemtica de reparacin de las injusticias del presente. otro tanto puede decirse de banderas como las de la anti-corrupcin, la transparencia, el buen gobierno y la construccin ins-titucional, tan vulneradas por el neoliberalismo de los aos noventa como, en consecuencia, reapropiadas por la oposicin de entonces, hoy devenida gobierno.

    Podemos, no obstante, quedarnos en el campo socioeconmico (lo cual es de por s problemtico, ya que la caracterizacin de algunos de los gobiernos citados como de izquierda o progresistas refie-re en gran medida a sus posiciones en el campo sociocultural) para afirmar que lo que define a la izquierda es su perspectiva igualitaria, asociada a la idea de la justicia social. ahora bien, al margen de los debates doctrinarios, cmo se identifica a la izquierda en el da a da de la gestin, donde lo que est en juego son delicadas decisiones econmicas y de polticas pblicas con un rango limitado de opciones en un contexto de elevada incertidumbre y pleno de consecuencias no intencionadas? En el marco de un debate ms situado, ya no pare-ce ser tan evidente qu cosa sera de derecha y qu de izquierda. Por lo dems, hemos de juzgar el carcter de un gobierno por sus intenciones, por sus decisiones o por los resultados de sus acciones (u

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    omisiones)? consideraremos que un gobierno es de izquierda o, al menos, popular, si sube los salarios por decreto aunque ello suponga un aumento de la inflacin y, como consecuencia, un deterioro del salario real? o lo juzgaremos, retrospectivamente, por su capacidad para mejorar la distribucin del ingreso y disminuir la pobreza, aun en los casos en que en el corto plazo se hubiera conducido con mayor prudencia macroeconmica?

    Es en este punto donde conviene sealar que los rasgos defini-torios de la izquierda de hoy se deben tanto a los fracasos del neo-liberalismo como mal que nos pese a sus xitos. dicho de otro modo: es precisamente porque realmente transform la sociedad que el neoliberalismo y la experiencia de los aos noventa en general es el parteaguas a partir del cual se entienden las transformaciones de la poltica latinoamericana y, con ellas, el sentido que adoptan actual-mente las viejas denominaciones ideolgicas. Pensemos, por ejemplo, en una cuestin tan central como el rol del Estado. El neoliberalismo de los aos noventa se aboc, por un lado, a liberar a los mercados de las ataduras con las que el Estado sola limitar sus movimientos; por el otro, a reducir las dimensiones, las atribuciones y las funciones del Estado. El fracaso del neoliberalismo no solamente por sus conse-cuencias sociales, sino tambin por sus catastrficos resultados en el terreno financiero trajo consigo la reivindicacin del Estado por su carcter insustituible a la hora de representar intereses, conciliar de-mandas, crear y sostener la esfera pblica, suministrar bienes pbli-cos, proveer infraestructura, regular los mercados y fomentar la com-petencia, cuidar la paz social, garantizar el imperio de la ley, fomentar alianzas regionales y trasnacionales, y perseguir objetivos globales. as como el neoliberalismo dej la enseanza de que el mercado no puede sustituir al Estado en esas funciones, muchas de las reacciones societales que produjo el neoliberalismo acabaron demostrando que tampoco los movimientos sociales y las organizaciones no guberna-mentales pueden hacerlo, independientemente de su inestimable y de-mostrada capacidad para canalizar productivamente la desconfianza hacia la poltica institucional, expresar conflictos, incluir temas en la agenda e, incluso, suplir en forma temporaria deficiencias o ausencias puntuales del Estado.

    as pues, las crisis de fin de siglo trajeron consigo, de modos di-versos, la reivindicacin del rol del Estado. sin embargo, el Estado por cuyo retorno se aboga ya no es el mismo Estado previo a la irrup-cin del neoliberalismo. con harta frecuencia los Estados de entonces cumplan poco y mal con las funciones arriba enumeradas, y eran descriptos por la ciudadana como lentos, costosos, corruptos, sobre-dimensionados, burocratizados, ineficaces e ineficientes. Fue sobre

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    esos Estados que los gobiernos neoliberales pasaron despiadadamen-te el cuchillo. El trabajo sucio, pues, qued hecho mal hecho, por lo general, pero hecho de todos modos antes del ascenso al poder de las nuevas izquierdas. En consecuencia, el Estado que hoy est de regreso no es, en la mayora de los casos, el viejo Estado empresario o productor sino, cada vez ms, un fuerte Estado regulador capaz de imponer estrictas reglas de juego a los mercados.

    algo similar puede decirse del sentido que adopta actualmente el nacionalismo. independientemente de su carcter ajeno al ideario original de la izquierda cuyo internacionalismo, sin embargo, fue muy tempranamente desafiado y derrotado lo cierto es que las iz-quierdas realmente existentes, en amrica latina y ms all, tendie-ron a lo largo del siglo XX a concebir el nacionalismo en relacin con el rol del Estado. tras la retirada del neoliberalismo, sin embargo, ese nacionalismo parece haberse bifurcado: mientras que en algunos casos supone, como en el pasado, estrategias tales como la nacio-nalizacin o, mejor, la renacionalizacin de las empresas privadas o previamente privatizadas, en otros ha pasado a identificarse con la reprivatizacin de las empresas de servicios pblicos que fueron mal privatizadas y con la renegociacin de sus contratos y la imposi-cin de condiciones ms conducentes al inters pblico. otro tanto se aplica al problema de la deuda externa, omnipresente desde hace dcadas en los programas de las izquierdas latinoamericanas: mien-tras que en algunos casos la izquierda recientemente llegada al poder ha expresado una vez ms su repudio a una deuda de orgenes ilegti-mos, en otros el de argentina, ms especficamente el nacionalismo y el izquierdismo se articularon de un modo peculiar con la estrategia exactamente inversa. as pues, el desafo del entonces presidente Kir-chner a los organismos internacionales de crdito se expres ya no en la advertencia de que la deuda jams sera pagada sino, en cambio, en el sorpresivo pago de la deuda que el pas mantena con el Fondo monetario internacional con el objetivo declarado de liberarlo de una vez y para siempre de las condicionalidades y dems injerencias del organismo en sus asuntos internos. En otras palabras, es tras el neoliberalismo de los aos noventa y en contraste con l que esta for-ma de nacionalismo (entendido como rehabilitacin de la dignidad nacional) pudo ser aprehendida como de izquierda. El hecho de que este pago fuera realizado gracias al elevado supervit resultante de la obsesiva preocupacin de Kirchner por las cuentas fiscales no fue obstculo para la aceptacin de la justificacin izquierdista que lo acompa.

    En cierto modo, es posible afirmar que la posicin de izquierda es hoy, ms que nunca, la de la reivindicacin de la poltica en su capaci-

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    dad instituyente o, en los trminos de lefort, de lo poltico entendido como el movimiento que da forma y confiere sentido a lo social. la izquierda accede al poder en nuestros pases precisamente en un mo-mento en que la necesidad de poltica desterrada por el neoliberalis-mo en nombre de la gestin difcilmente hubiera podido ser mayor, dados los imperativos de reconstituir el vnculo social y de devolver legibilidad a una sociedad compleja e imprevisible, cuyas mltiples lneas de clivaje se entrecruzan desordenadamente.

    la poltica tiene la capacidad de operar en dos direcciones: por un lado, confiriendo una forma a la materia de que est hecha la socie-dad y sobreimprimindole un principio de lectura que la vuelva inte-ligible; por el otro, ampliando la incertidumbre y, con ella, la libertad humana en la medida en que multiplica las opciones disponibles y ensancha, en ese acto, el campo de lo posible. no es exagerado, en este sentido, decir que el realismo poltico consiste en hacer lo imposible; o, en lo que a nuestro caso se refiere, que la misin de la izquierda ha sido precisamente hacer aquellas cosas que, juzgadas imposibles, haban prcticamente desaparecido del horizonte de las alternativas disponibles.

    tal es, efectivamente, el rol que ha desempeado la izquierda pos-neoliberal en el contexto de la globalizacin. En su versin neo-liberal, el proceso de globalizacin tuvo un fuerte impacto disol-vente sobre el Estado de bienestar y, en el caso de amrica latina, sobre su versin populista. de qu mrgenes de maniobra dispone entonces la poltica para actuar sobre la sociedad, toda vez que los huidizos capitales se espantan ante el menor atisbo de peligro y ante la ms mnima provocacin? Qu pueden hacer los gobiernos (de izquierda, en este caso) frente a una serie de variables macroeco-nmicas que se mueven al comps de los impulsos animales de los mercados burstiles?

    la respuesta es simple: pueden hacer muchas ms cosas que las que el pensamiento nico de los aos noventa admita como posi-bles. las restricciones son bien reales; en verdad, ya no es posible par-tir del supuesto de una economa cerrada para la toma de decisiones de poltica econmica. sin embargo, incluso en el curso de los aos noventa, no todos los pases inmersos en el proceso de globalizacin ni siquiera todos los pases altamente endeudados, dependientes y vulnerables de la regin latinoamericana padecieron sus efectos del mismo modo ni tampoco parafraseando a marx hicieron con ellos las mismas cosas. as, por ejemplo, no todos los pases sujetos a la condicionalidad de los organismos internacionales aplicaron exac-tamente las mismas polticas, ni las aplicaron de la misma manera. las caractersticas que adoptaron las reformas estructurales inclui-

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    das en el paquete del consenso de Washington variaron de pas en pas, segn los arreglos institucionales, los rasgos de las respectivas culturas polticas y las opciones tomadas por los principales actores polticos. En algunos casos ellas preservaron al Estado, cuando me-nos en su capacidad regulatoria, mientras que en otros redundaron en el desmantelamiento de su capacidad de intervencin y regulacin (de ah que, en lo sucesivo, los mrgenes disponibles para la accin estatal fueran efectivamente menores en estos casos que en aqullos). En ciertos casos, por aadidura, se avanz en algunas polticas ms all de lo requerido por el consenso de Washington, o en direcciones sobreactuadas no exigidas por l.

    con los matices del caso, sin embargo, es posible afirmar que el globalismo la creencia en la regulacin automtica de los merca-dos y en los beneficios de renunciar a toda intervencin poltica de relevancia sobre el vasto terreno de lo social fue la ideologa domi-nante en los aos noventa. Fue en tiempos ms recientes, tras el fin de la hegemona del neoliberalismo, cuando se sucedieron en la regin las alternancias que trajeron consigo la posibilidad, la alternativa, de hacer lo que, segn aqulla, no se deba ni se poda hacer. la poltica volvi a ser pensada en su capacidad transformadora, ms all de la mera gestin de lo existente. los nuevos gobiernos del pos-neolibera-lismo se propusieron demostrar que, no obstante las severas restric-ciones que impona el ambiente econmico internacional, quedaba an cierto margen para regular el flujo de capitales especulativos y dar forma a un nuevo modelo productivo, formular polticas pblicas ms igualitarias y particularmente en los casos en que el fin de los gobiernos de orientacin neoliberal fue acompaado de un fuerte re-pudio ciudadano hacia su extendida corrupcin y sus prcticas poco republicanas instaurar prcticas ms transparentes y respetuosas de los equilibrios institucionales.

    En qu medida lograron los nuevos gobiernos de izquierda pro-ducir performativamente ese margen de accin cuya existencia pos-tulaban? las respuestas varan tanto como los caminos recorridos. muchas de las experiencias de la izquierda en el poder recin han comenzado. En muchos casos, bastaron los primeros pasos para que muchos se sintieran decepcionados por que la izquierda en el go-bierno tal como lo expresa Federico traversa en este volumen se pareciera tanto a la derecha. En otros casos, los partidarios de los gobiernos recin electos ajustaron sus expectativas a aquello que, su-ponan, caba razonablemente esperar de la situacin existente. En algunos casos se alcanzaron moderadamente algunas de las metas propuestas; en otros, los problemas preexistentes permanecieron o incluso se agudizaron. difcilmente se pueda, en consecuencia, hacer

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    un nico balance que d cuenta de esta enorme variedad de expe-riencias. a la tarea de examinar algunas de ellas se dedican, pues, los artculos aqu reunidos.

    Este libro contiene los resultados de las investigaciones desarro-lladas por un conjunto de jvenes cientistas sociales procedentes de diversos pases de amrica latina en el marco de dos concursos del Programa clacso-asdi: uno acerca de las caractersticas, desafos, dilemas y polticas de los nuevos gobiernos progresistas de la regin; y otro sobre la experiencia de partidos y movimientos constituidos en alternativas polticas en el marco de las crisis de las estructuras cl-sicas de representacin y mediacin. los artculos que se presentan a continuacin delinean las genealogas de partidos y movimientos polticos a los que designan como de izquierda o de centroizquier-da en algunos casos, y como progresistas en otros; describen tra-yectorias desde la oposicin al poder y las transformaciones experi-mentadas en el proceso; presentan seas de identidad, enfatizando alternativamente las caractersticas individuales y los parecidos de familia; describen conflictos, dilemas y desafos pasados, presentes y futuros; y examinan algunas de las polticas implementadas desde la llegada al gobierno.

    las perspectivas y los niveles de anlisis varan ampliamente de uno a otro trabajo. algunos abordan varios casos nacionales en forma comparativa, con el objeto de brindar una mirada abarcadora de los procesos que atraviesan la regin; otros se concentran en la compa-racin de dos casos nacionales ya sea en trminos generales, ya en torno de alguno de los temas afines a la identidad de la izquierda; otros tantos se concentran en un caso nacional y otros, finalmente, se abocan al anlisis de alguna experiencia del mbito local. aparecen as retratadas y analizadas, con alcances variados, desde diferentes perspectivas y en distintos niveles, experiencias de gobiernos y/o parti-dos de filiacin izquierdista/progresista en la argentina, Brasil, chile, el uruguay y Venezuela.

    ms especficamente, los tres captulos que integran la primera parte de este volumen exploran las genealogas, trazan las trayecto-rias y analizan las perspectivas de los gobiernos progresistas de ns-tor Kirchner en la argentina, ricardo lagos y michelle Bachelet en chile, y tabar Vzquez en el uruguay. En el primero de ellos, de alcance ms general, Pablo alegre indaga en busca de factores que expliquen las grandes diferencias existentes entre los gobiernos pro-gresistas de los tres pases mencionados: en el primer caso, el gobier-no de un partido de raz movimientista y de contornos ideolgicos imprecisos, el peronismo, que gir en trminos programticos ante el ascenso de un liderazgo de centro-izquierda; en el segundo, el de

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    una coalicin multipartidaria, la concertacin, constituida por de-mocristianos, socialistas y otros partidos de izquierda menores; en el tercero, una coalicin aun ms amplia que incluye a comunistas, so-cialistas, sectores de izquierda independientes y grupos procedentes de los partidos tradicionales. sin ahondar demasiado en aquello que une las tres experiencias y que permite que sean todas catalogadas como progresistas, el autor se aboca a dar cuenta de sus diferencias a partir del anlisis de los factores de largo plazo que contribuyeron a dar forma a trayectorias muy diferentes de desarrollo sociopoltico en los tres pases.

    En el captulo siguiente, Florencia anta se interroga acerca de la posibilidad de constitucin de un nuevo modelo de desarrollo pro-gresista en dos de esos pases chile y el uruguay y sobre el modo en que los imperativos del dinamismo econmico y la equidad social se integraran en dicho modelo. con ese objeto en mente examina una serie de polticas pblicas orientadas a la promocin de la equidad y a la transformacin de la especializacin productiva impulsadas en chile por los gobiernos de ricardo lagos y michelle Bachelet, y por el de tabar Vzquez en el uruguay. Pese al carcter mucho ms reciente de la experiencia uruguaya, la autora logra entablar comparaciones y arriesga algunas conclusiones acerca de los alcances que posee y los lmites que enfrenta en cada caso la constitucin de un modelo de de-sarrollo progresista. as pues, afirma que en los dos pases la transfor-macin productiva entendida como diversificacin de la produccin e incorporacin de contenido tecnolgico es incipiente y no ocupa un lugar prioritario en las agendas de gobierno, aunque ha sido incor-porada en ellas. El eje de las polticas econmicas, en cambio, sigue situndose en la generacin de un marco de reglas de juego estables.

    En lo que se refiere a la promocin de la equidad, la autora sostiene que los esfuerzos ms sistemticos son los que ha realizado el gobierno del Frente amplio en el uruguay; sus alcances son, sin embargo, limi-tados, porque se han volcado en forma casi excluyente a la regulacin de las relaciones laborales y a la reforma tributaria, descuidando otras reas cruciales como las polticas educativas. otras dos limitaciones importantes radicaran, por un lado, en el escaso margen de maniobra de que goza la coalicin frenteamplista para reasignar el gasto pblico social hacia los sectores sociales ms vulnerables; y, por el otro, en al-gunos indicios que permiten anticipar que las reformas realizadas no respondern adecuadamente a la nueva estructura de riesgos de la so-ciedad uruguaya. Para el caso de chile, en cambio, la autora subraya las limitaciones de una estrategia cuya aplicacin ha redundado en creci-miento econmico y disminucin de los ndices de pobreza a la vez que en el mantenimiento de ndices elevados de desigualdad. En el balance,

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    anta sostiene que, con mayor o menor xito, los gobiernos analizados impulsaron en los dos pases agendas de reforma moderadas en el mar-co de la economa capitalista globalizada. En ambos casos, sin embar-go, queda mucho por hacer si lo que se busca es la articulacin de un modelo productivo dinmico y un proyecto incluyente y redistributivo. sigue en pie, pues, el desafo de conciliar los fines del crecimiento y la equidad en el marco de un nuevo modelo de desarrollo.

    la segunda parte del libro se dedica al anlisis de algunos as-pectos de la denominada, en trminos amplios, cuestin social. En estos captulos son tratados los casos de Brasil, Venezuela, el uruguay y mxico. la inclusin de este ltimo merece una aclaracin especial, pues lo diferencia de todos los dems el hecho de que no ha accedido a su gobierno un partido o coalicin de extraccin progresista. El caso mexicano aparece, como veremos enseguida, junto con el brasileo en el marco de un anlisis comparativo de los dos mayores programas de transferencia de renta de la regin latinoamericana el Programa oportunidades en mxico y el Programa Bolsa Famlia en Brasil que persigue el objetivo de poner en evidencia las limitaciones que pade-cen estos programas con independencia de la filiacin ideolgica de sus promotores.

    En el captulo con que se abre esta seccin, en efecto, Julia santanna explica que los programas de transferencia de renta a los sectores ms pobres de la poblacin formaron parte de las transfor-maciones sociales implantadas a partir de las reformas del Estado en la regin. muy utilizados por los gobiernos que durante los aos noventa desmantelaron las protecciones sociales universales, fueron continuados por sus sucesores de todos los signos polticos, quienes ampliaron su cobertura sin invertir de modo equivalente en la calidad de los servicios universales de educacin y de salud. tras examinar las principales caractersticas, el modo de funcionamiento y los re-sultados disponibles de las evaluaciones de que han sido objeto los programas oportunidades y Bolsa Famlia, la autora concluye que si bien en ambos casos se observa un efecto directo positivo, difcilmen-te pueda decirse lo mismo de sus efectos esperables en el mediano y el largo plazo. Ello se debe a la fuerte desconexin que existe, en ambos pases, entre estos programas focalizados y las polticas universales, particularmente en lo que se refiere a los servicios de salud y educa-cin. se trata, s, de polticas imprescindibles de alivio inmediato de la miseria, pero lejos estn de constituir estrategias capaces de cortar el ciclo de reproduccin intergeneracional de la pobreza y de atacar el problema de la desigualdad social. si han de hacer alguna diferencia respecto de sus alternativas, los gobiernos progresistas deben, pues, encarar con urgencia este problema.

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    El caso brasileo aparece nuevamente en el captulo que firma marcelo marchesini da costa, esta vez en el marco de una compa-racin entre la poltica de economa solidaria de ese pas y la po-ltica venezolana de la economa popular. a partir de un anlisis que combina el uso de fuentes secundarias con el empleo del material resultante de sus entrevistas con actores relevantes en el campo de la economa solidaria o popular dirigentes y ex dirigentes de los rga-nos de gobierno responsables de su implementacin, representantes de organizaciones de la sociedad civil, diputados y acadmicos, el au-tor examina las diferencias en los procesos de formulacin de ambas polticas, as como las caractersticas que stas adoptan en cada caso y la forma en que se insertan (o no) en sendos proyectos polticos de transformacin social.

    Entre las numerosas diferencias detectadas entre ambos pro-cesos de formulacin de polticas, resaltan las que se refieren a la percepcin de los problemas prioritarios, el marco institucional y el grado de conflictividad del contexto social. En primer lugar, el autor seala que hacia fines de los aos noventa la pobreza y la exclusin eran vistas como problemas prioritarios en Venezuela, mientras en Brasil la atencin se centraba en las condiciones del mercado de trabajo y, ms especficamente, en el elevado desem-pleo. En segundo lugar, subraya que para enfrentar esos problemas el gobierno venezolano opt por comenzar por la transformacin radical de la estructura institucional, mientras que su par brasileo oper dentro del marco provisto por la reforma constitucional que haba tenido lugar a fines de los aos ochenta. tercero, el autor sostiene que la diferencia entre los contextos de formulacin de las polticas en trminos de conflicto social y percepcin de amenaza explica que la poltica brasilea de economa solidaria apuntara a incluir a los excluidos, mientras que la venezolana buscara rempla-zar a los beneficiarios de la accin gubernamental, excluyendo a los anteriores privilegiados. como consecuencia de ello, el proceso de formacin de la agenda gubernamental en Venezuela respondi al modelo de movilizacin, en la medida en que el autor de todas las iniciativas, el presidente chvez, recurri al apoyo de las organiza-ciones populares para su implementacin; en Brasil, en cambio, el proceso puede ser descripto como de iniciativa externa, pues la po-ltica fue impulsada y reivindicada por las propias organizaciones sociales. Finalmente, marchesini da costa identifica una diferencia central en la forma en que se constituy en cada caso la ventana de oportunidad para la formulacin de la poltica: mientras que en Brasil ocurri en forma estructurada, con eje en las elecciones pre-sidenciales en las que fue expuesta y votada una determinada orien-

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    tacin general para las polticas pblicas, en Venezuela se produjo como consecuencia de la fuerte reaccin popular y gubernamental a decisiones estratgicas drsticas (y fallidas) de la oposicin. Ello influy decisivamente sobre el carcter de la poltica resultante, que en Brasil pas a ser gestionada desde una modesta secretara del ministerio de trabajo mientras en Venezuela se creaba primero una misin y ms tarde un ministerio encargado de su implemen-tacin masiva.

    todas estas diferencias remiten concluye el autor al contraste entre dos proyectos polticos de diferente naturaleza. En efecto, si bien en lo que se refiere a sus contenidos las polticas de economa popular y solidaria son semejantes, sus objetivos en tanto que polticas pbli-cas varan decisivamente. mientras que en el caso de Venezuela la eco-noma popular constituye el eje central de un proyecto de transforma-cin social que se reclama revolucionario, en el de Brasil la economa solidaria desempea un rol complementario (y muy secundario) en el marco de un sistema capitalista limado, en el mejor de los casos, de sus aristas ms speras en lo que se refiere a las posibilidades de sub-sistencia de los sectores ms desfavorecidos de la poblacin. aquello que el autor corrobora mediante el anlisis comparativo de estas pol-ticas es, en suma, la presencia en estos dos pases de proyectos polti-cos bien diferentes: la construccin de una forma de socialismo en el primer caso; la gestin del sistema capitalista mediante la ampliacin de las posibilidades de que gozan sus sectores marginales, en el segun-do. cabe sealar por ltimo que, paradjicamente, la centralidad de uno y la marginalidad del otro en el seno de los respectivos proyectos polticos confieren a la poltica de economa popular venezolana un carcter mucho ms centralizado y una autonoma considerablemen-te mayor que las organizaciones sociales brasileas.

    la segunda parte del libro se cierra con el captulo de Federico traversa sobre la izquierda uruguaya. se trata, en rigor, de un tex-to que tambin podra haber sido incluido en la primera parte pues analiza, precisamente, la genealoga, la trayectoria y las perspectivas del Frente amplio. si se opt por insertarlo en la seccin sobre las iz-quierdas latinoamericanas frente a la cuestin social, ello se debe sim-plemente a que el eje que ordena su anlisis sobre el Frente amplio es su posicin (o, mejor, sus posiciones a lo largo del tiempo) frente al problema de la redistribucin. El autor, en efecto, examina y periodiza las estrategias de acumulacin poltica de la coalicin uruguaya des-de su fundacin en 1971 hasta su llegada al gobierno en el ao 2005. analiza, asimismo, la poltica econmica formulada e implementada durante el primer ao de gobierno frenteamplista a la luz de lo que se supone son los principios de la izquierda, y discute la viabilidad de su

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    estrategia redistributiva, tanto en lo que se refiere a la sustentabilidad de su coalicin de apoyo como en lo que se refiere a sus efectos sobre la pobreza, la marginalidad y la desigualdad. respecto de este ltimo punto en particular, traversa pronostica que las polticas redistribu-tivas del Frente amplio probablemente sern relativamente exitosas: no inhibirn el crecimiento de la economa (lo cual no las eximir, sin embargo, de generar tensiones y resistencias) y, aunque no producirn grandes avances en trminos de la disminucin de las desigualdades, mantendrn al uruguay entre los pases latinoamericanos con distri-bucin del ingreso menos desigual. si se tiene en cuenta el hecho de que estamos hablando de la regin ms desigual del planeta, ello no permite abrigar un optimismo desmesurado; no obstante, no deja de ser una seal positiva para las izquierdas de la regin en la medida en que muestra la viabilidad de este tipo de polticas como arma en la lucha contra la exclusin social.

    todos los captulos que componen la tercera parte del libro, final-mente, tratan de un modo u otro acerca de la argentina. no parece ser casual que todos los textos que de alguna manera problematizan los contenidos de la identidad izquierdista o progresista se vincu-len con ese pas: se trata, despus de todo, de uno de los casos que, al menos en el nivel nacional, presenta mayores dificultades para ser incluido dentro del giro a la izquierda de la regin.

    El primero de los trabajos que integran esta seccin es el nico que se coloca en el nivel nacional. En l, daniela slipak muestra el modo en que se conforma una identidad kirchnerista pos-neoliberal, anti-neoliberal y de izquierda mediante el anlisis de la dimensin simblica del proceso de recomposicin del lazo representativo que tuvo lugar poco despus del estallido de la crisis de representacin de fines de 2001. as pues, examina las apuestas y desplazamientos discursivos que tanto Eduardo duhalde como nstor Kirchner rea-lizaron durante sus respectivas gestiones presidenciales con el fin de reconciliar a la sociedad con la poltica institucional. la autora observa, en el discurso del primero, la demarcacin de una alteridad conformada por un pasado reciente cuyo modelo econmico-social, fundado sobre la alianza entre la poltica y el sector financiero, es de-signado como el causante de la crisis. los lmites entre el pasado y el futuro que traza duhalde argumenta slipak son profundizados por Kirchner al punto de convertirse en abruptas fronteras. El modelo que el kirchnerismo viene a superar recibe ahora una delimitacin temporal ms amplia, ya que abarca todo el perodo que se inicia con el golpe de Estado de 1976 y culmina con la crisis de 2001. la con-traposicin entre un pasado demonizado y un futuro promisorio que se promete edificar mediante la defensa de los derechos humanos,

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    la promocin de la salud y la educacin, la redistribucin del ingre-so y el incentivo de la produccin y el mercado interno, configura entonces un verdadero giro refundacional sobre el cual el Kirchner recin electo, el presidente accidental que acababa de acceder al gobierno con apenas el 23% de los votos, reconstruye la autoridad presidencial, construye su propio liderazgo y confiere entidad al kir-chnerismo (aprehendido, desde entonces, como una suerte de pero-nismo de izquierda), al tiempo que trabaja sobre la recomposicin del vnculo representativo.

    En el captulo siguiente, sebastin mauro se ubica en el nivel local; ms exactamente, en la ciudad de Buenos aires, la capital federal, uno de los distritos ms importantes del pas tanto por su carcter de epicentro de la vida poltica como por su peso especfi-co y por las caractersticas peculiares de un electorado tpicamente retratado como independiente, autnomo, de lealtades fluctuantes y difusamente progresista. En este caso, el anlisis no se centra en un partido poltico sino, en cambio, en una escena poltica especfica. El autor, en efecto, examina la gnesis del discurso progresista en la ciudad de Buenos aires y el modo en que por su carcter decisivo para la obtencin del apoyo mayoritario lleg a extenderse a todo el espacio poltico, transformado en un discurso de lmites impreci-sos y contenidos indeterminados, pasible de ser apropiado por casi cualquier actor poltico. tras dicho vaciamiento, sostiene mauro, el nico rasgo definitorio del progresismo que qued en pie fue su oposicin a la retrica hegemnica del pasado reciente. Ello habili-t una amplia gama de articulaciones alternativas del progresismo con, por ejemplo, las ideas de democracia, republicanismo, populis-mo e, incluso, con la de buena gestin. de ese modo, el triunfo del candidato de la centroderecha modernizada, mauricio macri, en las elecciones de 2005 y 2007 es interpretado por el autor ms como resultado de la explosin del signo progresista a todo el arco polti-co y su consiguiente apropiacin en nombre de la gestin eficiente y transparente que como consecuencia de un vuelco ideolgico del electorado.

    En el ltimo captulo nos desplazamos, junto con roco annun-ziata, al municipio de morn, uno de los ciento treinta y cuatro que componen el complejo entramado poltico de la provincia de Bue-nos aires. desde 1999 morn es gobernado por martn sabbatella, un joven poltico procedente del centroizquierdista Frepaso (Frente Pas solidario) que lleg a la intendencia en nombre de la alianza ucr-Frepaso y fue reelecto en 2003 y 2007 al frente de una agrupa-cin vecinalista de su propia creacin, nuevo morn. la experiencia del progresismo a nivel municipal adopta aqu, segn la autora, la

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    forma de la democracia de proximidad. anclada en un principio en el discurso anticorrupcin, la gestin de sabbatella produjo a lo largo del tiempo un amplio abanico de polticas destinadas a generar transparencia en la gestin pblica y a alentar la participacin de los vecinos mediante diversos mecanismos. Entre los avances de su gestin en ambos rubros se cuentan, por ejemplo, la celebracin de audiencias pblicas para la licitacin de obras; la creacin de una oficina anti-corrupcin de activo funcionamiento; el sometimiento de la gestin al escrutinio de las onG; la publicacin de las declara-ciones patrimoniales de todos los funcionarios y concejales; la pu-blicacin trimestral de un boletn con el detalle del origen y destino de los recursos pblicos; la descentralizacin de la administracin municipal; la introduccin de un programa El concejo en los Ba-rrios que prev la celebracin de sesiones especiales del conce-jo deliberante en los barrios para tratar temas y proyectos que los afectan; la creacin de la Banca abierta, que permite a los vecinos expresar sus reclamos y propuestas sobre temas de inters general en las sesiones ordinarias del concejo; la introduccin de la figura del defensor del pueblo del municipio de morn para proteger y pro-mover los derechos e intereses de los habitantes del municipio frente a posibles arbitrariedades de la administracin pblica local; y, ms recientemente, el mecanismo del Presupuesto Participativo, que per-mite a los vecinos decidir en forma vinculante acerca del destino de una parte de los recursos municipales.

    la transparencia, la rendicin de cuentas, la participacin y la cercana entre representantes y representados son, pues, implcita-mente integrados al conjunto de valores que compondran la identi-dad del progresismo. implementada en un mbito la localidad que es particularmente propicio para la participacin y el ejercicio del control ciudadano, la democracia de proximidad es aprehendida por annunziata como una canalizacin productiva de la desconfianza del ciudadano contemporneo hacia las instituciones representativas. Ella redunda, por aadidura, en el fortalecimiento de la legitimidad de las gestiones que la practican con xito y logran obtener para s el sello de calidad que otorgan las onG y dems entidades encargadas del monitoreo y la difusin de buenas prcticas.

    Es posible que, llegados a este punto, nos parezca que hemos via-jado demasiado lejos. Qu tiene que ver la democracia de proximi-dad de martn sabbatella con la economa popular de la Venezuela de chvez? En qu se parecen el peronista nstor Kirchner y el ex lder cocalero Evo morales, el Partido dos trabalhadores y el Partido Justicialista? Qu tienen en comn las polticas aplicadas por todos los gobiernos citados al comienzo de esta introduccin, en cualquier

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    rea de polticas pblicas que se decida comparar? Qu nos autoriza, en definitiva, a meterlos a todos en la misma bolsa?

    los trabajos que integran este libro proponen tantas respuestas como nuevos interrogantes; exponen tantas certezas como dudas. de ms est decir que aqu no se agota el debate. un libro siempre es, a fin de cuentas, nada ms y nada menos que un comienzo.

  • Parte I

    Genealogas, trayectorias y perspectivas

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    Pablo Alegre*

    Los giros a la izquierdaen el Cono Sur

    Gobiernos progresistas y alternativas de de-sarrollo en perspectiva comparada**

    IntroduccinEl ascenso, durante el ltimo lustro, de gobiernos de izquierda y cen-troizquierda en amrica latina ha generado en la academia una au-tntica explosin de abordajes (cleary, 2006; Panizza, 2005; cameron,

    * licenciado en ciencia Poltica por la universidad catlica del uruguay. se des-empea como investigador del programa sobre integracin, Pobreza y exclusin social (iPEs) de la universidad catlica del uruguay. Es tambin docente de la Facultad de ciencias Humanas de la universidad catlica. E-mail de contacto: [email protected].

    ** agradezco los aportes sustantivos y el apoyo permanente de Juan Pablo luna, cristian Prez, Fernando Filgueira y santiago lpez. a su vez, este trabajo debe mucho a otros colegas y amigos que aportan siempre alguna idea, sugerencia o precaucin relevante al enfrentarme a mi trabajo: a carlos aloisio, Juan Bogliac-cini, y denisse Gelber, mi agradecimiento permanente. debo un reconocimiento a mis compaeros del iPEs en la persona de su director, rubn Kaztman. tam-bin a Jorge lanzaro, quien confi en m recientemente desde el departamento de ciencia Poltica de la universidad de la repblica para trabajar con l en temas referidos a los gobiernos de izquierda en la regin. mi agradecimiento especial desde clacso a Patricia davolos por sus comentarios, sugerencias y crticas a lo largo del proceso de investigacin, as como a diversos colegas becarios que me hi-cieron llegar comentarios relevantes a un informe preliminar. Finalmente, debo un agradecimiento a diferentes acadmicos que me facilitaron sus trabajos en curso referidos a gobiernos de izquierda en la regin: Kenneth roberts, Kurt Weyland, Javier corrales, max cameron, Paul Posner, steve levistky y Edward Epstein.

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    2007; roberts, 2006a; castaeda, 2006; Weyland, 2007; schamis, 2006; lanzaro, 2006; luna, 2007; corrales, 2006). Entre los pases sudame-ricanos, Venezuela en 1998, chile en el 2000 y en 2006, Brasil en 2002 y 2006, la argentina en 2003, el uruguay en 2004, Bolivia en 2005 y Ecuador en 2006 inauguraron o reeligieron gobiernos de izquierda o centro-izquierda en el perodo de una dcada.

    Este fenmeno se produce tras una dcada y media de hegemo-na de los modelos de mercado en la regin. como consecuencia de ello, dos procesos enmarcan el contexto en el cual estos gobiernos de izquierda deben actuar. En primer lugar, las transformaciones en las dinmicas laborales, territoriales y de provisin de bienestar ten-dieron a segmentar, fragmentar y desmovilizar a las bases sociales tradicionales de estos partidos y movimientos. En segundo lugar, la transformacin de las capacidades institucionales de los Estados a partir de su repliegue y las nuevas restricciones externas globales que limitan su soberana acotan los mrgenes de accin para la implemen-tacin de polticas de desarrollo.

    respecto del primer punto en cuestin, no obstante, ciertos au-tores afirman que la izquierda logr el ascenso electoral en pases con legados importantes de organizacin y movilizacin de los sectores populares (cleary, 2006; roberts, 2006b). El desarrollo de estructuras de movilizacin de masas precede a las victorias electorales de la iz-quierda en el terreno electoral, de modo tal que ms all de los efectos de desmovilizacin que genera el actual contexto, existen condiciones polticas estructurales necesarias para que este xito electoral se pro-duzca. Esas condiciones no estn presentes, por ejemplo, en las socie-dades centroamericanas, en las cuales los sectores populares fueron tempranamente reprimidos y expulsados de la arena poltica, los sec-tores tradicionales mantuvieron el control estratgico de la economa (collier y collier, 1991; rueschemeyer et al., 1992) y se consolidaron sistemas de partidos elitistas, de modo que la representacin de los sectores populares estuvo restringida desde el momento mismo de su incorporacin a la arena poltica (roberts, 2006b).

    sin embargo, a pesar de que existe un amplio consenso acad-mico respecto de la heterogeneidad de los gobiernos y fuerzas de iz-quierda que emergen en la regin (cleary, 2006; Panizza, 2005; came-ron, 2007; roberts, 2006a; castaeda, 2006; Weyland, 2007; schamis, 2006; lanzaro, 2006), esta divergencia est estrechamente relaciona-da con los legados organizacionales diversos de estas fuerzas polticas y los patrones de cambio en los modelos de desarrollo en la ltima dcada (roberts, 2006a; Weyland, 2007; cleary, 2006; luna, 2007). mientras los partidos de raz de izquierda (socialistas, comunistas) se han adaptado moderando sus orientaciones programticas, los par-

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    tidos y movimientos populistas muestran un perfil ms radical en la implementacin de polticas anti-mercado (roberts, 2006a; Weyland, 2007; Panizza, 2005). Parte de la academia ha observado esta tenden-cia como una demostracin de la existencia de dos tipos de izquierda. Por un lado, una izquierda moderada que acepta las reformas de mer-cado de segunda generacin, que procura polticas macroeconmicas ortodoxas y aplica correctivos a las reformas liberales, bsicamente a partir de la extensin o reforma de los programas sociales existentes (Weyland, 2007; castaeda, 2006; schamis, 2006). Por otro lado, una izquierda populista-radical que rechaza las reformas de mercado y aboga por el retorno al estatismo (castaeda, 2006; Weyland, 2007). Estas son consideradas, respectivamente, the right left and the wrong left la izquierda buena y la izquierda mala (castaeda, 2006).

    dejando de lado las premisas normativas no explicitadas sobre las cuales se basa, es comn que esta distincin sea asociada a mode-los de liderazgos presidenciales radicalmente distintos. Por un lado, la regin ve la emergencia de lderes presidenciales que apelan a postu-ras radicalizadas en el plano internacional (fundamentalmente frente a los Estados unidos) y abogan por polticas estatistas y nacionalistas directamente enfrentadas con las elites empresariales, en pases como Bolivia, Ecuador y Venezuela. Ellos son considerados como lderes populistas (castaeda, 2006). Por otro lado, existen lderes regiona-les en Brasil, chile y uruguay que siguen polticas internacionales ms conciliatorias con los Estados unidos y procuran desarrollar polticas amigables con los principios del libre mercado (castaeda, 2006).

    otros autores sostienen que, si bien es plausible, esta distincin est asociada al contexto institucional donde se insertan estas fuerzas polticas (Weyland, 2007; Panizza, 2005; schamis, 2006). mientras los liderazgos populistas-radicales han emergido en pases con sistemas de partidos fragmentados o virtualmente disueltos (Ecuador, Bolivia, Venezuela), los liderazgos de izquierda de perfil socialdemcrata han emergido en pases con sistemas de partidos institucionalizados (chile, uruguay) o que han mejorado sus niveles de institucionaliza-cin en los ltimos aos, como es el caso de Brasil (roberts, 2006a; Weyland, 2007; schamis, 2006; Panizza, 2005). En estos pases el sis-tema de partidos logr canalizar el descontento hacia las polticas pro-mercado por la va de ofertas partidarias estables e integradas a la competencia partidaria, que siguieron procesos de moderacin pro-gramtica estimulados por la lgica de competencia centrpeta que generan estos sistemas (Panizza, 2005).

    a su vez, existen variables de economa poltica que pueden ex-plicar las variantes de tipos de gobierno. Para ciertos autores, los go-biernos populistas-radicales emergieron en pases con estados ren-

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    tistas y economas dependientes de la explotacin de ciertos recursos naturales (Weyland, 2007). Estos pases contaron histricamente con elites tradicionales que concentraron el control de los recursos estra-tgicos y se integraron a un sistema de partidos con baja capacidad de representacin de los sectores populares. En los ltimos aos vieron el surgimiento de lderes populistas radicales o movimientos polti-cos nuevos que sustituyeron a las instituciones polticas tradicionales (Weyland, 2007; roberts, 2006a). Estos movimientos polticos apro-vecharon el boom de los productos clave de alto valor y accedieron a ingresos masivos de divisas, lo cual hizo posible una expansin fiscal ilimitada que gener bajos incentivos para el desarrollo de polticas macroeconmicas equilibradas (Weyland, 2007).

    Esta ltima distincin, si bien es parcial e incompleta, enriquece los anlisis de los gobiernos de izquierda en la regin en la medida en que supera las explicaciones centradas en variables institucionales para entender y categorizar a estos gobiernos (luna, 2007). En cierta forma, esta distincin preliminar entre gobiernos liderados por partidos popu-listas radicales y gobiernos social-demcratas no toma en cuenta varia-bles socioestructurales que, articuladas con variables institucionales, se integran a secuencias de largo plazo (luna, 2007). En este sentido, es importante destacar que gobiernos con similares caractersticas insti-tucionales articulan formas distintas de vinculacin con movimientos sociales y sectores sociales organizados a partir de grados diversos de autonoma y con distintos grados de vinculacin con los partidos de izquierda (roberts, 2006a; cameron, 2007; luna 2007).

    Por tales motivos, resulta conveniente mirar hacia los patrones de representacin existentes como dimensin que interrelaciona las variables arriba mencionadas, contextualizadas por cambios en los modelos de desarrollo (roberts, 2006a; luna, 2007). Este tipo de an-lisis permite ver cmo casos con caractersticas similares en trminos institucionales siguen secuencias de desarrollo divergentes. En otros trminos, las caractersticas de los gobiernos de la regin no pueden aprehenderse y tipificarse analizando solamente las caractersticas de los sistemas de partidos o los rasgos organizacionales de los parti-dos y/o movimientos progresistas. se requiere un modelo de anlisis ms complejo y rico, que incorpore otras variables y dimensiones, tal como el que se describe en el siguiente apartado.

    a efectos del anlisis de las rutas de desarrollo de largo plazo y de sus variables independientes (sistemas de partidos, patrones de repre-sentacin), es importante sealar tambin que las reformas de mercado en amrica latina supusieron cambios estructurales que modificaron la configuracin de los grupos de inters organizados, as como su ni-vel de organizacin (roberts, 2006a; luna, 2007). Esto produjo formas

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    distintas de realineamiento de la competencia partidaria en los pa-ses aqu estudiados (levistky, 2003; Gibson, 1996; roberts, 1998; Pos-ner, 1999; tironi y agero, 1999; mainwaring y torcal, 2000; lanzaro, 2000; Yaff, 2005; luna, 2004a; moreira, 2004). tambin influy en las transformaciones de los patrones de representacin, tanto a partir de la mutacin de los tipos de vnculo con las viejas bases sociales, como por la activacin de vnculos con bases sociales hasta entonces no exis-tentes (Gibson, 1996; roberts, 1998, 2002; murillo, 2001; Etchemendy, 2004; luna, 2004b). Estas configuraciones distintas, impulsadas por transformaciones en los modelos de desarrollo, generan dilemas distri-butivos de distintas caractersticas para cada uno de estos gobiernos, as como preferencias de poltica pblica divergentes, procesadas de forma diferenciada por las elites polticas a partir de los incentivos di-ferenciales que provee la interfase con grupos organizados localizados en distintas arenas de la economa (luna, 2007).

    Metodologa de anlisisEl anlisis de la trayectoria de los gobiernos progresistas de la regin requiere de un modelo terico capaz de trabajar en varias dimen-siones de anlisis y de lograr una adecuada interaccin entre ellas. algunas de las distinciones mencionadas descansan en argumentos que poseen importantes limitaciones analticas para explicar las tra-yectorias nacionales (castaeda, 2006; Weyland, 2007; Panizza, 2005; schamis, 2006). si bien algunas de las dimensiones utilizadas para la categorizacin de los gobiernos de la regin son relevantes, estos mo-delos tericos no explicitan divergencias estructurales y de largo plazo que resultan fundamentales para analizar el giro de la regin hacia la izquierda, as como la evolucin de dichos gobiernos. Especficamen-te, en el marco de este trabajo afirmar que dentro de cada uno de los tipos de gobierno de izquierda presentes en la regin existen patrones heterogneos de adaptacin partidaria, formatos distintos de repre-sentacin poltica y bases sociales de composicin diversa que con-dicionan muy significativamente los dilemas que cada uno de estos partidos enfrenta en el gobierno y su capacidad para enfrentarlos. las secuencias de las polticas de desarrollo seguidas estn condicionadas por la forma en que interactan las dimensiones mencionadas en su relacin con las caractersticas del modelo de desarrollo (econmico y de proteccin social) heredado.

    Por lo tanto, para mejorar la interpretacin de las rutas nacio-nales es necesario contar con un diseo de investigacin que permi-ta observar patrones de causalidad coyuntural compleja. Para ello resulta necesario en buena medida recuperar focos de anlisis que durante los ltimos aos han sido dejados de lado por las corrien-

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    tes dominantes en la ciencia poltica americana, debido al influjo del neo-institucionalismo (centrado en describir instituciones formales y sus efectos sobre el comportamiento de las elites polticas) y al uso de un herramental metodolgico enfocado en la evaluacin emprica de relaciones causales lineales, aditivas y sincrnicas (Pierson, 2004).

    Es pues necesario revalorizar la importancia de los enfoques so-ciolgicos referidos a la composicin y el funcionamiento de los sis-temas de partidos. Existen grupos sociales con distintos niveles de organizacin y disponibilidad de recursos a movilizar que tienen in-tereses que pueden entrar en conflicto. Estas interacciones pueden eventualmente canalizarse por va de instituciones polticas que pre-sentan modalidades mltiples de vinculacin con dichos grupos (Kits-chelt, 2000). a su vez, existen incentivos institucionales para orientar la competencia poltica que generan dinmicas de agencia poltica es-pecficas que no pueden ser explicadas por la simple representacin de intereses sociales (mainwaring y torcal, 2000; Kitschelt, 2000). sin embargo, si bien los partidos tienen autonoma estratgica para arti-cular dichos intereses, no son capaces de crear clivajes sociales que no tengan expresin concreta en la propia sociedad (mainwaring y torcal, 2000). de hecho, la forma en que se organizan los recursos de la economa impacta sobre la arena social, alterando la forma en que son distribuidos los recursos de poder social y produciendo la emergencia o la crisis de intereses sociales que se constituyen en redes asociativas o grupos.

    a su vez, estas dimensiones tienen un fuerte carcter dinmico in-terrelacionado: los cambios en la sociedad inciden sobre los patrones de representacin poltica; esta ltima lo hace sobre las caractersticas de la competencia partidaria; por otro lado, transformaciones en el sistema de partidos pueden impulsar modificaciones importantes en la organizacin de recursos (modelos de desarrollo) que tendrn in-fluencia directa sobre las caractersticas estructurales de la sociedad. siendo poco parsimonioso, este tipo de modelo terico de anlisis es capaz de atender la lgica compleja que explica la evolucin de las trayectorias polticas (Garretn et al., 2003).

    En este sentido, la perspectiva histrica es relevante a la hora de entender la forma en que estn conectadas estas dimensiones. la forma en que cada trayectoria poltica evoluciona tiene un alto com-ponente path-dpendent: las condiciones antecedentes y eventos pasa-dos influyen en las trayectorias seguidas por cada rgimen (mahoney, 2006; Pierson, 2004). El enfoque path-dependent se ha caracterizado como un tipo especfico de explicacin que se desarrolla a lo largo de una serie de etapas secuenciales. En este enfoque, los eventos contin-gentes tempranos estructuran patrones de cambio o secuencias que

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    tienen consecuencias previsibles, culminando en resultados que no podran ser explicados de no mediar las condiciones iniciales (maho-ney, 2006; Pierson, 2004). la dimensin histrica es aqu reconocida como una variable de anlisis relevante en s misma para comprender patrones de causalidad y as aprehender los procesos polticos y socia-les (mahoney, 2006; Pierson, 2004). de este modo, el anlisis histrico permite reconectar las variables institucionales y socioestructurales mencionadas anteriormente, estableciendo secuencias plausibles a partir de determinada constelacin de factores presentes. Este ar-gumento, adems, reconoce la diversidad de patrones de conexin temporal que existen entre eventos o condiciones precedentes y subsi-guientes (Pierson, 2004).

    Seleccin de los casosla argentina, chile y el uruguay tienen hoy en el gobierno a partidos de izquierda o autodenominados progresistas. no obstante, estas fuerzas partidarias adoptan caractersticas distintas. as, encontra-mos una coalicin multipartidaria constituida por democristianos, socialistas y otros partidos de izquierda menores (la concertacin, en chile), una coalicin aun ms vasta que incluye comunistas, socialis-tas, sectores de izquierda independientes y grupos provenientes de los viejos partidos tradicionales (el Frente amplio, en el uruguay) y un partido de raz movimientista que gira en trminos programticos ante el ascenso de un liderazgo ubicado en la centro-izquierda (el pe-ronismo en su variante kirchnerista, en la argentina). la eleccin de estas fuerzas polticas que comparten entre s legados especficos y algunos factores socioestructurales, pero difieren en otro conjunto de variables sociopolticas es adecuada para analizar la constitucin de rutas divergentes en estos gobiernos de izquierda. la estrategia de se-leccionar casos a partir de similitudes y contrastes constituye, en este sentido, un diseo adecuado para analizar cmo ciertos factores de largo plazo condicionan el desarrollo de estos gobiernos de izquierda y colocan, a su vez, una serie de desafos especficos para la construc-cin de modelos de desarrollo alternativos. Este mtodo de anlisis tiene una extensa trayectoria en los trabajos histricos comparados (collier y collier, 1991).

    los tres pases que estudiaremos tienen condiciones socioestruc-turales similares que los diferencian de otros pases de la regin: todos ellos experimentaron procesos de modernizacin social extendidos y construyeron sistemas de proteccin social que se acercaron a niveles de cobertura universales. En este sentido, tanto la argentina, como chile y el uruguay obtuvieron en el pasado indicadores socioestruc-turales que los colocaron a la vanguardia de la regin: as lo muestran

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    sus niveles de ingreso por habitante, tasas de alfabetizacin, bajos ni-veles de mortalidad infantil, altas tasas de esperanza de vida y niveles de cobertura educativa y de urbanizacin.

    Cuadro 1Indicadores de desarrollo social entre 1950 y 1960

    Pases Porcentaje de poblacin urbana

    (1960)

    Esperanza devida (en aos)(1950-1955)

    Mortalidad infantil (tasas cada 1000

    nacidos vivos)(1950-1955)

    Tasa bruta de escolarizacin (segundo nivel)

    (1960)

    Argentina 73,6% 62,7 63,6 31,9

    Chile 67,8% 53,8 126,2 22,9

    Uruguay 80,1% 66,3 57,4 36,6

    Promedio 73,8% 60,9 82,4 30,4

    Bolivia 39,3% 40,4 175,7 9,6

    Brasil 44,9% 51 134,7 6,2

    Colombia 48,2% 50,6 123,2 11,9

    Costa Rica 36,6% 57,3 93,8 20,3

    Ecuador 34,4% 48,4 139,5 11,9

    Honduras 22,8% 42,3 195,7 7,4

    Mxico 50,8% 50,8 113,9 10,7

    Nicaragua 39,6% 42,3 167,4 7,3

    Panam 41,3% 55,3 93 26,9

    Paraguay 35,6% 62,6 73,4 11,1

    Per 46,3% 43,9 158,6 18,6

    Rep. Dominicana 30,2% 46 149,4 7,3

    Venezuela 66,6% 55 106,4 17,7

    Promedio 41,3% 49,6 132,6 12,8

    Fuente: Naciones Unidas (1985).

    adicionalmente, estos procesos de modernizacin social fueron acom-paados por la construccin de regmenes de bienestar social de am-plia extensin. En este sentido, los tres pases presentaron sistemas de proteccin social con rasgos universalistas en determinadas reas sec-toriales (Filgueira, 1999; castiglioni, 2005; Huber y stephens, 2005), as como altos niveles de cobertura y generosos tipos de beneficios, ms all de las caractersticas estratificadas del acceso a los mecanismos de proteccin (Filgueira, 1999). En efecto, en arenas como la seguridad social, la educacin y la salud, estos pases contaron con niveles de cobertura por encima del promedio regional (Filgueira, 1999; Huber y

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    stephens, 2005); exhiban, asimismo, los niveles de gasto e inversin ms importantes de la regin (Huber y stephens, 2005). Esto se refleja en determinados indicadores sociales alcanzados. como muestran los datos, los porcentajes de la poblacin cubiertos por la seguridad social y por vacunacin, as como los niveles de matrcula y analfabetismo, muestran diferencias significativas entre estos tres pases y los restan-tes pases de la regin (Filgueira, 1999).

    Cuadro 2Indicadores de cobertura del sistema de proteccin social

    Pases Poblacin cubierta por seguridad

    social sobre PEA (% del total)

    Inmunizacin BCG (% sobre poblacin

    menor un ao)

    Grupo de edad matriculado en edad primaria(% del total)

    Analfabetismo (%)

    Argentina 68% 93% 105% 7,4%

    Uruguay 95,4% 97% 112% 10,2%

    Chile 75,6% 98% 107% 11%

    Promedio 79,6% 96% 108% 9,5%

    Brasil 27% 66% 82% 33,6%

    Mxico 28% 80% 104% 25,8%

    Ecuador 14,8% 61% 97% 25,8%

    Rep. Dominicana 8,9% 40% 100% 33,1%

    Nicaragua 14,8% 90% 80% 42,1%

    El Salvador 11,6% s/d 85% 42,9%

    Guatemala 27% s/d 57% 53,8%

    Honduras 4,2 % 75% 87% 40,5%

    Promedio 17% 68,6% 86,5% 37,2%

    Fuente: Filgueira (1999). Datos circa 1980.

    la constitucin de estos sistemas de proteccin social estuvo acom-paada por fuertes procesos de movilizacin social de sus sectores populares y/o medios. ms all de las caractersticas y formatos dife-renciales que adoptaron estos procesos de movilizacin, estos pases se caracterizaron por la importante organizacin de sus sectores po-pulares que impuls procesos de incorporacin a las instituciones de proteccin social. Esta caracterstica est asociada a los tempranos procesos de modernizacin social que tuvieron estos pases, funda-mentalmente en relacin con la expansin urbana y el desarrollo de procesos de industrializacin. a mediados de 1950, tanto la argentina como chile y el uruguay contaban con un mayor porcentaje de pobla-cin ocupada en la actividad industrial que los restantes pases de la

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    regin: el 25% de la PEa en el caso argentino, el 19,4% en chile y el 21,7% en uruguay, en contraste con cifras que promediaban el 12% en Brasil, mxico, colombia, Venezuela o costa rica (Kaztman, 2007).

    los ndices de concentracin sindical y de afiliacin sindical apuntan en la misma direccin (roberts, 2002). la argentina se ca-racteriz por sus altos niveles de organizacin y de concentracin sindical. mientras que chile presenta tasas de filiacin sindical muy superiores a la media regional (un 35% frente a un 20%); el uruguay, por su parte, presenta niveles de concentracin sindicales iguales a los mximos regionales, incorporando a ms del 70% de la fuerza de trabajo (Kaztman, 2007).

    Cuadro 3Indicadores de movilizacin sindical: cobertura y extensin sindical

    Pases Porcentaje de la fuerza laboral sindicalizada (porcentaje ms alto entre

    1970-1995)

    ndice de concentracin sindical*

    Argentina 50,1% 3

    Chile 35% 2

    Uruguay 20,9% 3

    Promedio/Moda Promedio: 35,3% Moda: 3

    Bolivia 24,8% 3

    Brasil 24,3% 1

    Colombia 9,2% 1

    Costa Rica 15,4% 1

    Ecuador 13,5% 2

    Honduras 8,5% 1

    Mxico 32,1% 3

    Nicaragua 37,3% 2

    Panam 17% 1

    Paraguay 9,9% 1

    Per 25% 3

    Rep. Dominicana 17% 1

    Venezuela 26,4% 3

    Promedio/Moda Promedio:20,0% Moda: 1

    Fuente: Roberts (2002).

    * ndice estimado sobre el porcentaje de trabajadores organizados que pertenecen a una confederacin sindical nacional. Da 1 cuando los sindicatos incorporan menos del 40% de fuerza de trabajo; 2 cuando incorporan entre el 40% y el 70%; y 3 cuando incorporan ms del 70%.

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    En definitiva, estos tres pases constituyen, con configuraciones dis-tintas, casos caracterizados por los altos niveles de organizacin y/o movilizacin de sectores medios o populares: la argentina, por la or-ganizacin extendida y centralizada de sus sectores trabajadores; chi-le, por su extendida organizacin sindical concentrada en las zonas de explotacin minera, pese a sus menores niveles de centralizacin nacional; y el uruguay, con una organizacin sindical menos extendi-da, pero centralizada y complementada con una importante insercin particularista de los sectores medios en el estado (rueschemeyer et al., 1992; collier y collier, 1991).

    adicionalmente, debe destacarse que aun en grados y variantes distintas, los tres pases han virado hacia modelos de desarrollo ms mercadocntricos que en el pasado. tal como ha sido analizado por diversos estudios (castiglioni, 2005; Kurtz, 1999; Filgueira y Papad-pulos, 1997; murillo, 2001; Etchemendy, 2001), estos pases han atra-vesado procesos de reforma de sus msi [modelo de sustitucin de importaciones? aclarar sigla] hacia modelos de mercado en diversas reas: los mercados financieros, los mercados laborales, la seguridad social, la salud, la educacin y la estructura tributaria, entre otras. de forma sistemtica, los tres pases muestran avances en sus ndices de reformas en las ltimas dos dcadas (lora, 2001).

    Cuadro 4ndice de reformas estructurales*

    Pases 1985 1990 1995 1999

    Argentina 0,338 0,468 0,595 0,616

    Chile 0,448 0,570 0,577 0,606

    Uruguay 0,369 0,372 0,451 0,477

    Fuente: BID (2001).

    *Construccin de un ndice agregado que incluye indicadores para las siguientes dimensiones: poltica comercial, poltica financiera, poltica tributaria, programa de privatizaciones y legislacin laboral.

    teniendo en cuenta la presencia de similitudes en estas dimensiones, los casos presentan variaciones en otras variables relevantes: los lega-dos histricos de incorporacin de los sectores populares y medios; la estructura de competencia poltica de su sistema de partidos; las formas de intermediacin diversas entre los partidos polticos y sus bases sociales; y, finalmente, las caractersticas propias de las bases sociales a partir del grado de diversificacin de sus economas, as como los patrones de transformacin de estas dimensiones durante la era neoliberal. En este sentido, el anlisis de un nmero reducido

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    de casos parte del supuesto de que cada caso constituye una configu-racin especfica que combina en forma irrepetible este conjunto de variables, produciendo determinados dilemas y un posicionamiento especfico en la ruta de desarrollo posterior.

    Los legados histricos

    Argentinala argentina se caracteriz por un tipo de incorporacin movimien-tista de sus sectores populares (collier y collier, 1991). En el contexto de una importante expansin urbana y profundizacin de la industria-lizacin durante las dcadas del treinta y cuarenta, la integracin de los sectores subalternos a la arena poltica fue realizada por va de un partido populista (el peronismo), sustentado en un liderazgo vertical de tipo carismtico: el de Juan domingo Pern. aunque el peronismo se constituy como una alianza multiclasista integrada tambin por sectores de la pequea burguesa, tuvo su base social ms importante de apoyo en los sectores trabajadores que fueron incorporados al mo-delo industrialista a partir de los aos cuarenta. desde un comienzo, el peronismo consolid su base electoral en los llamados cordones in-dustriales de la ciudad (el Gran Buenos aires), y cont con un menor apoyo entre los sectores altos urbanos radicados en la capital.

    El peronismo estableci enlaces corporativos con los sectores trabajadores sindicalizados por medio de su direccin centralizada (collier y collier, 1991; mcGuire, 1997). no obstante, dichos enlaces se constituyeron desde el comienzo bajo formatos dbilmente institu-cionalizados, lo cual contribuy a consolidar estructuras polticas f-cilmente desbordables por las bases sindicales (mcGuire, 1997). Esta configuracin confiri a la base social de apoyo del msi una forma de alianza defensiva compuesta por facciones heterogneas, lo suficien-temente inestable como para articular una coalicin institucionaliza-da de apoyo y defensa de las polticas pro-msi (odonnell, 1997a).

    En este contexto, la argentina comenz la edificacin de un r-gimen de bienestar con rasgos universalistas. se extendieron los pro-gramas de proteccin social en sus diversas reas (seguridad social, educacin y salud) a los sectores urbanos ocupados en la industria y el comercio, se extendi la captacin de empleo pblico, y se consoli-d un proceso regulado por el Estado de negociacin y acuerdo en la arena laboral.

    Hasta mediados de los aos setenta, la alianza pro-msi logr blo-quear las reformas al modelo de desarrollo (odonnell, 1997a). El gol-pe de Estado de 1976, adems de significar la emergencia de un nuevo gobierno militar, constituy el primer paso hacia la reestructuracin

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    del modelo de desarrollo. a los procesos de apertura comercial y fi-nanciera y el inicio de endeudamiento externo de la economa, sigui un proceso de represin poltica y desmovilizacin de los sectores sub-alternos (Kaufman, 1979). ms all del mantenimiento de algunos de los esquemas proteccionistas del msi y de la participacin del Estado en distintas reas de la economa, se trat de un perodo clave para debilitar la heterognea alianza populista que haba obstaculizado las reformas al msi (odonnell, 1997a).

    no fue sino hasta el ascenso del peronista carlos menem en 1989 que se profundizaron las reformas en el modelo de desarrollo y se proces la transformacin ms profunda a nivel de los vnculos entre los partidos, el Estado y la sociedad. El gobierno impuls un proce-so de transformaciones estructurales: se profundiz la apertura de la economa, se implementaron un vasto plan de privatizaciones de los principales servicios pblicos y un programa de flexibilizacin y des-regulacin del mercado de trabajo, y se emprendieron reformas neoli-berales en el rea de la salud, la educacin y la seguridad social.

    Este patrn de reformas ha sido explicado por diversos factores. El primero de ellos es el escenario de aguda crisis inflacionaria y econmi-ca. En este caso, la espiral inflacionaria y la crisis econmica abrieron una ventana de oportunidades para las reformas de ajuste estructural, coadyuvado por el proceso de desmovilizacin de los sectores trabaja-dores en el marco de la propia crisis econmica (roberts, 2002).

    adems, existieron dos condiciones polticas adicionales para este giro. Por un lado, una estructura partidaria con altos grados de flexibilidad (levitsky, 2003) que permiti a los lderes partidarios con-tar con una importante autonoma respecto de la estructura orgnica del partido. Por otro lado, una herencia de patrones delegativos de funcionamiento institucional (odonnell, 1997b), que permite concen-trar poderes y debilita las instancias de control institucional poltico (partidos, poderes pblicos) y social (sectores sociales organizados). Estos dos factores han sido cruzados por la consolidacin histrica de formatos verticales altamente discrecionales de procesamiento y ejecucin de decisiones polticas que dio a la dinmica poltica un bajo ajuste a normas procedimentales y a formas institucionales de regulacin de la cooperacin y el conflicto.

    adicionalmente, debe agregarse que los sistemas polticos po-pulistas heredan una mayor flexibilidad para reorganizar sus bases electorales (ostiguy, 2002). de hecho, sobre la base de las condicio-nes anteriormente expuestas el menemismo logr articular una nueva alianza apoyada en los sectores altos beneficiarios de las reformas de mercado, y en los sectores populares desmovilizados. se trat de una nueva forma de alianza de tipo populista conservadora que, mante-

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    niendo el apoyo de los sectores populares, logr canalizar en trminos programticos los intereses de los sectores altos (Gibson, 1996).

    Esta co