Las amistades peligrosas - siglodelaslucesuacm · son fingidos o disimulados, no pueden excitar...

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LAS AMISTADES PELIGROSAS CHODERLOS DE LACLOS

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  • L A S A M I S T A D E SP E L I G R O S A S

    C H O D E R L O S D EL A C L O S

    Diego Ruiz

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    Esta coleccin, que el pblico hallar quiz an demasiado volumi-nosa, no contiene, sin embargo, sino el ms pequeo nmero de lascartas que componan la totalidad de la correspondencia de que estsacada. Encargado de ponerla en orden por las personas que la habanadquirido, y que saba yo tenan intencin publicarla, no he pedido porrecompensa de mi trabajo sino permiso de separar lo que me parecieseintil, y he cuidado conservar efectivamente slo aquellas que he consi-derado necesario para mostrar los caracteres y hacer ms comprensibleslos sucesos, se agrega a este ligero trabajo el de colocar nuevamente enorden que he conservado -lo que hecho casi siempre siguiendo las fecha-y en fin, algunas notas cortas que, en su mayora slo tiende indicar lafuente de algunas citas, o a motivar ciertos cortes que he permitido ha-cer, se ver toda la parte que he tenido en esta obra. Mi encargo no seextenda a ms1.

    Yo haba propuesto otras alteraciones ms considerables, y casi to-das relativas a la pureza de la diccin o del estilo, contra la cul se halla-rn muchas faltas. Hubiera deseado tambin hallarme autorizado paraabreviar ciertas cartas demasiado largas, y muchas de las cuales tratanseparadamente, y casi sin transicin, de objetos que no tienen relacinalguna uno con otro. Este trabajo, que no se admiti, no hubiera basta-do, sin duda, para dar mrito a la obra, pero la hubiera purgado, por lomenos, de una parte de sus defectos.

    Se me ha objetado que el fin era dar a conocer las cartas mismas, yno tan slo una obra compuesta segn ellas; que seria tan inverosmil

    1 Debo advertir tambin que he suprimido todos los nombres de que hablaban estas cartas,y si en los que no he sustitudo hay algunos que sean propios de alguna persona conocida,ser solamente un error mo, del cual no deber sacarse consecuencia ninguna.

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    como falso que ocho o diez personas que han contribuido a formar estacorrespondencia, hubiesen escrito todas con igual pureza. Habiendo yoentonces hecho ver que lejos de ser as no haba una sola que no hubiesecometido faltas graves y que no dejaran de ser criticadas, se me ha res-pondido que todo lector razonable esperara ciertamente hallar faltas enuna coleccin de cartas particulares, pues cuantas van publicadas hastahoy de autores estimados, y aun de algunos acadmicos, no se halla nin-guna enteramente a salvo de esta reconvencin. Estas razones no me hanpersuadido y las he hallado ms fciles de ser dadas que admitidas, perono dependa de m y me he sometido. Slo me he reservado el derechode protestar y declarar que no era ste mi dictamen; as lo hago. Encuanto al mrito que esta obra pueda tener, acaso no me toca hablar,pues no debe influir mi opinin en la de nadie. Sin embargo, los queantes de empezar una lectura gustan saber lo que deben esperar, esos,digo, pueden ver mi dictamen; los otros harn mejor en pasar desdeluego a la obra misma; ya saben de ello lo bastante.

    Lo que puedo decir por ahora es que si mi opinin ha sido, comoconvengo, la de publicar estas cartas, estoy, sin embargo, lejos de esperarque agraden; y no se tome esta confesin, sincera de parte ma, comomodestia afectada de un autor, porque con igual franqueza declaro que siesta coleccin no me hubiese parecido digna de presentarse al pblico,no me hubiera ocupado de ella. Procuremos conciliar esta aparente con-tradiccin.

    El mrito de una obra se compone de su utilidad, o del agrado queprocura, o de ambas cosas, cuando es capaz de reunirlas: pero el gustar(que no prueba siempre el mrito), a menudo depende ms de la eleccindel asunto que de la ejecucin, del conjunto de los objetos que presentams que del modo con que son tratados. Ahora, pues, como esta colec-cin contiene, segn lo anuncia su ttulo, las cartas de los individuos deuna sociedad, reina en ellas una diversidad de intereses que disminuye eldel lector. Adems, como todos los sentimientos que en ellas se expresanson fingidos o disimulados, no pueden excitar sino un inters de meracuriosidad (muy inferior siempre al de la realidad), el cual, sobre todo,inclina menos a la indulgencia y deja tanto ms percibir las faltas que se

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    hallan en el pormenor, cuanto ste se opone sin cesar al nico deseo quese quiere satisfacer.

    Estas faltas se hallan tal vez compensadas en parte con una calidadpropia de la naturaleza de la obra: la variedad de los estilos, mrito queun autor consigue con dificultad, pero que en el presente caso se ofrecanaturalmente, y que, por lo menos, libra del fastidio de la uniformidad.Mucha gente podr an, ante cualquier detalle, hacer una cantidad bas-tante grande de observaciones, novedosas o poco conocidas, que seencuentran esparcidas en estas cartas. Esto es, a mi parecer, lo ms gratoque se puede esperar de ellas, an juzgndolas con la mayor benevolen-cia.

    La utilidad de esta obra, que acaso ser ms disputada, me pareceno obstante, ms fcil de probar. Creo, a lo menos, que es hacer unservicio a la moral el descubrir los medios que emplean los que tienenmalas costumbres para corromper a los que las tienen buenas; y piensoque estas cartas podrn contribuir eficazmente a ese objeto. Tambin sehallar en ellas la prueba y el ejemplo de dos verdades importantes quepodran tenerse por desconocidas al ver cuan poco son practicadas: launa, que toda mujer que consiente en recibir en su sociedad a un hombresin costumbres acaba por ser su vctima; la otra, que toda madre escuando menos imprudente, se permite que su hija ponga en otra mujer yno en ella su confianza. Los jvenes de ambos sexos podrn aprendertambin que la amistad que las personas de malas costumbres parecenacordarles tan fcilmente, es siempre un lazo peligroso, tan funesto parasu dicha como para su virtud. Con todo, el abuso, que est siempre tancerca del bien, me parece aqu demasiado temible; y, lejos de aconsejaresta lectura a la juventud, me parece muy importante alejar de ella todalas de esta clase. La poca en que sta puede cesar de serle peligroso ycomenzar a serle til, me parece ha sido muy bien entendida, en cuanto alas personas de su sexo, por una madre que no slo tiene talento, sinobuen talento: "Yo creera, me dijo despus de haber ledo el manuscritode esta correspondencia, hacer un verdadero ser- vicio a mi hija, dndoleeste libro el da de su casamiento." Si todas las madres de familia piensande este modo, me felicitar eternamente de esta publicacin.

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    Pero, aun partiendo de este supuesto, favorable siempre, creo queesta coleccin debe agradar poco en la sociedad. Los hombres y mujeresde una conducta depravada, hallarn inters en desacreditar una obra quepueda daarles; y como no dejan de tener destreza acaso tendrn la deponer de su parte a los hombres rgidos, asustados con la pintura de lasmalas costumbres que no se ha tenido miedo de presentar al pblico.

    Los pretendidos despreocupados no se interesarn por una mujerdevota, que por lo mismo mirarn como una pobre mujer, al mismotiempo que los devotos se enfadarn de ver que la virtud sucumbe, y sequejarn de que la religin se muestra con poco poder.

    Por otra parte, a las personas de gusto delicado repugnar el estilodemasiado sencillo y defectuoso de muchas de estas cartas, en tanto queel comn de los lectores, seducidos por la idea de que cuanto se hallaimpreso es fruto de un trabajo, creern ver en algunas otras la obra pe-nosa de un autor que se muestra detrs del personaje que hace hablar.

    En fin, se dir acaso con bastante generalidad, que cada cosa valecuando est en su lugar, y que si ordinariamente el estilo demasiadotrabajado de algunos autores quita la gracia a las cartas familiares, losdescuidos que presentan son faltas verdaderas, y las hacen intolerablescuando estn impresas.

    Confieso ingenuamente que todas estas objeciones pueden ser fun-dadas; creo tambin que me sera posible responder a ellas, y aun sinexceder los lmites de un prefacio, pero se debe saber que para que fuesenecesario responder a todo, era preciso que la obra no respondiera anada; y que, si tal fuera mi opinin, hubiera suprimido juntamente elprefacio y el libro.

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    CARTA PRIMERA

    CECILIA VOLANGES A SOFIA CARNAY EN EL CONVENTODE URSULINAS DE . . .

    Ya ves, mi buena amiga, que cumplo mi palabra y que los gorros ylos perifollos no llenan todo mi tiempo; siempre me quedar un ratitopara ti. Sin embargo, he visto slo en este da ms atavos que en loscuatro aos que hemos pasado juntas; y creo la orgullosa Tanville2 tendrms pesar cuando haga yo mi primera visita, en que me propongo pedirel verla, que el que ha credo darnos ella siempre que ha venido a vernosin fiocchi. Madre me ha consultado sobre todo; me trata mucho menoscomo educanda que antes; tengo una doncella a mi servicio, un gabinetey una pieza de que dispongo, y te escribo en una papelera muy bonita, dela cual tengo la llave y en la que puedo encerrar cuanto quiera. Me hadicho mi madre que la ver todos los das cuando se levante; que bastarque est peinada para comer, porque estaremos siempre solas, y queentonces me dir a qu horas deber pasar a verla despus de medio da.El tiempo restante queda a mi disposicin, y tengo mi arpa, mi dibujo, ylibros como en el convento, con la diferencia de que ahora no viene areirme la madre Perpetua, y que podra yo, si quisiese, estarme manosobre mano; pero como no tengo conmigo a mi Sofa para hablar conella y rer, es que tanto procuro ocuparme en algo.

    Todava no son las cinco; no debo ir a donde madre hasta las siete;tiempo me sobrara, si tuviese algo que decirte, pero no han dicho nadaan; y sin los preparativos que veo y la cantidad de oficialas que vienen,todas para m, creera que no se piensa en casarme, y que es una nuevachochez de la buena Pepa3. Sin embargo, me ha dicho madre tantasveces que una seorita debe permanecer en el convento hasta que secase, que pues ahora me ha hecho salir, debe ser verdad lo que Pepaasegura.

    Acaba de parar un coche a la puerta y madre me enva a decir quepase inmediatamente a su cuarto. Si ser aquel sujeto? No estoy vestida,

    2 Educanda en el mismo colegio.3 Tornera del convento.

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    mi mano tiembla y me palpita el corazn. He preguntado a mi doncellaquin est con mi madre: "Seguramente es el seor C. . ." y se rea. Oh,creo que es l! Volver sin falta para contarte lo que haya pasado. Nopuedo hacerme esperar. Adis, hasta un ratito.

    Cmo vas a burlarte de la pobre Cecilia! Qu vergenza he pasa-do! Pero t hubieras cado en el garlito como yo. Al entrar en el cuartode madre he visto un sujeto vestido de negro y que estaba de pie cerca deella; le he saludado lo mejor que he podido y me qued despus hechauna estatua. Ya puedes pensar cunto le examinara. "Seora, ha dicho ami madre al saludarme, esto es lo que se llama una linda seorita, y apre-cio ms que nunca la bondad de usted." Al or esta expresin tan positivame asalt un temblor tal que no poda sostenerme; hall una silla junto am y me sent, bien colorada y confusa. Apenas lo hice, vi a aquel hom-bre a mis pies; tu pobre Cecilia perdi entonces la cabeza; mi madre diceque estaba como espantada. Me levant dando un grito muy agudo, mira,as como aquel da del trueno. Madre solt una carcajada, dicindome:"Y bien, qu tienes? Sintate y alarga el pie a este hombre." En efecto,hija ma, este hombre era el zapatero. No puedo explicarte cun corridaqued; por fortuna slo estaba all mi madre. Creo que cuando est casa-da no me calzar ese zapatero.

    Convn conmigo en que sabemos mucho. Adis. Van a dar las seisy mi doncella dice que es preciso que me vista. Adis mi querida Sofa, teamo como si estuviese en el convento.

    P. D. No s por quin enviarte mi carta. Esperar que venga Pepa.Pars, 3 de agosto de 17...

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    CARTA II

    LA MARQUESA DE MERTEUIL AL VIZCONDE DE VALMONT,EN LA QUINTA DE...

    Vuelva usted, mi querido vizconde, vuelva usted. Qu hace ustedah? qu puede hacer en casa de una ta anciana que le ha institudo austed heredero de sus bienes? Parta usted al instante, que yo lo necesito.Me ha ocurrido una idea excelente y quiero confiarle su ejecucin. Estaspocas palabras deben bastar a usted y, demasiado honrado con mi elec-cin, debe venir ansioso a recibir mis rdenes a mis pies; pero ustedabusa de mis bondades, aun despus de que ha cesado de aprovecharsede ellas; y en alternativa de un adis eterno o de una excesiva indulgen-cia, dicha de usted quiere que pueda ms mi bondad. Deseo, pues, in-formarle de mis proyectos; pero jreme usted a fe de caballero fiel queno correr ninguna aventura antes de haber dado fin a sta; es digna deun hroe, servir usted al amor y a la venganza, en fin, ser como unahazaa ms que aadir a sus memorias; s, a sus memorias, porquequiero que sean publicadas un da, y yo me encargo de escribirlas. Perodejemos esto y vamos a la idea que me ocupa.

    La seora de Volanges casa su hija: todava es un secreto; pero ayerme lo ha confiado. Quin cree usted que ha escogido para yerno suyo?El conde de Gercourt. Quin me hubiera dicho que yo llegara a ser laprima de Gercourt? Tengo una rabia... qu? no adivina usted todava?Oh, torpe entendimiento! Le ha perdonado usted ya el lance de la in-tendenta? y yo no debo quejarme an ms de l, monstruo?4 Pero mecalmo, y la esperanza que concibo de vengarme tranquiliza mi espritu.

    Mil veces se ha fastidiado usted como yo con la importancia daGercourt a la mujer con quien se casar, y con la necia presuncin decreer que evitar la suerte que cabe a todos. Usted sabe su ridcula pre-suncin en favor de la educacin que se recibe en conventos, y su preo-

    4 Para entender este pasaje es preciso saber que el conde de Gercourt haba dejado a lamarquesa de Merteuil por la Intendenta de..., que le haba sacrificado al conde de Valmont:entonces fue cuando la marquesa y el vizconde aficionaron uno a otro. Como esta aventuraes muy anterior a los sus que tratan estas cartas, se ha credo bien suprimir toda la corres-pondencia.

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    cupacin, todava ms ridcula, en favor del recato de las rubias. Enefecto, apostara yo que a pesar de sesenta mil libras de renta que tiene lajoven Volanges, jams hubiera casado con ella si se hubiese tenido elpelo negro, o no hubiese estado en el convento. Probmosle, pues, quees un tonto: los llevar un da, no es eso lo que me apura, pero lo gracio-so sera que empezase por ello. Cunto nos divertiramos al da siguienteoyndolo jactarse! Porque se jactar, sin duda, y a ms de esto llega usteda formar a esta muchacha, ser gran desdicha si el tal Gercourt no vienea ser, como cualquier otro, la fbula de Pars. Por lo dems, la herona deesta novela merece toda la atencin de usted; verdaderamente bonita, notiene ms de quince aos, es un botn de rosa, lerda, a la verdad, comoninguna, y sin la menor gracia, pero ustedes los hombres no temen esto;tiene, adems, cierto mirar lnguido que seguramente promete mucho;aada usted que yo se la recomiendo, con lo que no tiene ms que hacerque darme las gracias y obedecerme.

    Recibir usted esta carta por la maana; exijo que a las siete de latarde est ya conmigo. No recibir a nadie hasta las ocho; ni aun al caba-llero favorito: no tiene bastante cabeza para un negocio tan grave. Ya veusted que no me ciega el amor. A las ocho dar a usted su libertad y a lasdiez volver a mi casa para cenar con su hermoso objeto, porque la ma-dre y la hija cenarn conmigo. Adis; son ms de las doce, pronto no meocupar ms de usted.

    Pars, 4 de agosto de 17...

    CARTA III

    CECILIA VOLANGES A SOFA CARNAY

    Nada s an, querida amiga ma; madre tuvo ayer mucha gente acenar. A pesar del inters que tena yo en observar particularmente a loshombres, me aburr. Hombres y mujeres, todos, me miraban mucho ydespus cuchicheaban. Yo notaba que hablaban de m y esto me hacasaltar los colores a la cara; no lo poda remediar. Bien lo hubiera queridopues not que cuando miraban a las otras mujeres, ellas no se sonroja-

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    ban, o tal vez el colorete que se ponen me impeda ver el que les daba suembarazo, porque debe ser cosa bien difcil no ponerse colorada cuandoun hombre nos mira de hito en hito.

    Lo que ms me inquietaba era el no saber lo que pensaban de m.Creo, sin embargo, haber odo dos veces la palabra "bonita", pero bienciertamente he escuchado tambin la de "torpe"; y es preciso que sea as,porque la seora que la deca es parienta de mi madre, y aun me parecique se hizo inmediatamente amiga ma. Es la nica que me ha dirigidoalgunas veces la palabra. Maana debemos cenar en su casa.

    Despus de la cena he odo a un hombre que seguramente hablabade m, pues deca: "es necesario dejar madurar el asunto, veremos para elinvierno". Quizs es el que debe casarse conmigo; pero entonces esto nosera hasta dentro de cuatro meses, y mucho quisiera saber lo que haysobre el particular.

    Acaba de llegar Pepa, que dice estar de prisa; sin embargo, quierocontarte una de mis tonteras. Ay! juzgo que esta seora tiene razn.

    Pusironse a jugar despus de la cena, coloqume al lado de mi ma-dre y, no s cmo fue, pero yo me qued al instante dormida. Una granrisotada me despert. Ignoro si se rean de m, pero me lo imagino. Mimadre me dio el permiso de retirarme, lo que me caus sumo gusto.Figrate que eran ya ms de las once.

    Adis, mi querida Sofa, ama siempre a tu Cecilia. Yo te aseguroque el mundo no es tan divertido como lo creemos.

    Pars, 4 de agosto de 17...

    CARTA IV

    EL VIZCONDE DE VALMONT A LA MARQUESA DEMERTEUIL, EN PARIS

    Las rdenes de usted me encantan y el modo de darlas es an msamable; hara usted amar el despotismo. No es la primera vez, lo sabebien, que siento no ser ya su esclavo, y por ms que me llame ahoramonstruo, nunca recuerdo sin placer el tiempo en que me honraba con

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    nombres menos duros. Y aun suelo desear a menudo volver a merecerlosy acabar por dar juntos, al mundo, un ejemplo de constancia. Pero mayo-res intereses nos llaman: el hacer conquistas es nuestro destino; debemosseguirle; quizs al cabo de nuestra carrera volveremos a encontrarnos;pues, sea dicho sin enfados, mi bella marquesa, usted me sigue a pasoigual y desde que, separndonos por el bien del mundo predicamos la fe,cada uno por su lado, me parece que en esta misin de amor convierteusted ms gente que yo. Conozco su celo y ardiente fervor y, si aquelDios nos juzgare por las obras, sera usted un da la patrona de algunaciudad grande, en tanto que su amigo sera, cuando ms, el santo de unlugarejo. Este lenguaje la admira, no es verdad? Pues de ocho das a estaparte ni hablo ni oigo hablar otro; y para perfeccionarme en l, me veoprecisado a desobedecer a usted.

    No se enfade y escuche, que como depositaria de todos mis secre-tos voy a confiarle el mayor proyecto de cuantos he formado en mi vi-da... Qu me propone, seducir a una jovencita que no ha visto ni conocenada; que, por decirlo as, me sera entregada sin defensa; a quien la ren-dicin del primer obsequio no dejara de cautivar, y a quien tal vez preci-pitar ms pronto la curiosidad que el amor? Mil otros pueden lograrlocomo yo. No as con empresa que medito; su logro me asegura tantagloria como place El Amor, que prepara mi corona, duda l mismo entreel mirto y el laurel, o ms bien los reunir para honrar mi triunfo. Ustedmisma, mi bella amiga, usted misma, sentir un santo respeto y dir conentusiasmo: "He aqu el hombre que yo he soado.

    Ya conoce usted a la presidenta de Tourvel, su devocin, su amorconyugal y sus principios austeros.

    Todo eso es lo que me propongo atacar, se el fin que pretendoconseguir.

    Y si el premio no logro obtenerloSiempre el honor me cabe de emprenderlo5.

    Se pueden citar malos versos cuando son de un gran poeta.Sepa, pues, que el presidente est en Borgoa siguiendo un gran

    pleito (espero hacerle perder otro un poco ms importante); su mitad

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    inconsolable debe pasar aqu todo el tiempo de su desagradable viudez.Una misa cada da, algunas visitas a los pobres del distrito, el rezo demaana y tarde, algunos paseos a solas, conversaciones piadosas con mivieja ta y alguna vez un triste whist deban ser sus nicas distracciones.Yo le preparo otras ms eficaces Mi ngel bueno me ha trado aqu porsu dicha y por la ma. Loco! Estaba yo lamentando las veinticuatrohoras que sacrificaba a los miramientos del uso! Buen castigo hubierallevado si me hubiese forzado a volverme a Pars! Felizmente son necesa-rias cuatro personas para jugar al whist, y como aqu no hay ms que elcura del lugar, mi ta me ha instado mucho para que le sacrifique algunosdas. Ya imagina usted que he consentido; pero no puede figurar cuntome mima desde aquel momento, y cunto le edifica sore todo vermeasistir regularmente a sus oraciones y a su misa. No sospecha la divinidadque adoro all. Vame, pues, de cuatro das a esta parte entregado a unaviolenta pasin. Usted sabe, cmo yo deseo vivamente, cmo devoro losobstculos; pero lo que usted ignora es cunto la soledad aumenta elardor de los deseos. Ya no tengo sino una sola idea; en ella pienso du-rante el da y sueo con ella por la noche. Es preciso que yo logre a estamujer para librarme de la ridiculez de amarla, porque, a dnde no llevaun deseo con- trariado? Oh posesin deliciosa, te imploro para mi dichay sobre todo para mi tranquilidad!. Qu felices somos los hombres dequienes las mujeres se defiendan tan mal! No seramos, si no, cerca deellas, ms que tmidos esclavos. Siento en este instante un movimiento degratitud hacia las mujeres fciles, que me arrastra naturalmente a los piesde usted. Ante ellos me prosterno para obtene mi perdn, y acabo estacarta, demasiado larga. Adis, mi hermossima amiga. Sin rencor.

    En la quinta de..., a 15 de agosto de 17...

    5 La Fontaine

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    CARTA V

    LA MARQUESA DE MERTEUIL AL VIZCONDE DE VALMONT

    Sabe, Vizconde, que su carta es muy insolente, y que tendra yoderecho para enfadarme, si quisiera? Pero he visto por ella claramenteque haba usted perdido la cabeza, y esto slo le libra de mi indignacin.Amiga generosa y sensible, olvido mi propia injuria para no pensar sinoen el peligro de usted, y por ms enojoso que sea el razonar, cedo a lanecesidad que tiene usted de ello en este momento. Lograr a la presi-denta de Tourvel! capricho tan ridculo! Reconozco en ello su malacabeza, que siempre desea justamente lo que cree que no podr lograr.Qu ve en esa mujer, en suma? Facciones regulares, si quiere, pero sinninguna expresin; bastante bien formada, pero sin gracia; puesta siem-pre de un modo que da risa con sus golas al cuello y su corpio cerradohasta la barba. Le hablo como amiga. Dos mujeres como sta bastaranpara hacerle perder toda su reputacin; acurdese del da en que ellapeda para los pobres en San Roque, y en que usted me agradeci tantoque yo le hubiese procurado aquel espectculo. Me parece verla andando la mano a aquel varal de cabellos largos, tropezando a cada paso,teniendo siempre su tontillo de cuatro varas sobre la cabeza de alguno ysonrojndose a cada reverencia. Quin hubiera dicho a usted entonces"usted desear un da esta mujer"? Vamos, vizconde mo, avergncese yvuelva en s; le prometo el secreto.

    Fuera de esto, fjese en los disgustos que le esperan. Qu rival tie-ne usted que combatir? Un marido! No se siente humillado con estasola palabra? Qu vergenza si fracasa y qu poca gloria si vence! Andigo ms; no espere ningn placer. Puede haberlo con las excesivamentemodestas, quiero decir, con las que lo son de buena fe? Reservadas hastaen el centro del deleite, no ofrecen sino goces a medias. Aquel abandonototal de s, aquel voluptuoso delirio en que el placer resulta ms puro porel exceso mismo, tales dones del amor, no son conocidos por esa clasede mujeres. Se lo predigo: en la suposicin ms dichosa, la presidentacreer haber hecho cuanto cabe tratando a usted como a su marido; ycuando estn a solas dos esposos, aun en los momentos de mayor delicia

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    se ve siempre que son dos. En el caso de usted el mal es an mayor: supresidenta es devota, pero con aquella especie de devocin de pobremujer que las hace no pasar nunca de la infancia. Acaso vencer ustedesta dificultad pero no se lisonjee de destruirla. Vencer al amor de Dios,pero no al temor del diablo; y cuando tenga entre sus brazos a su amaday sienta palpitar su corazn, este seguro de que es de miedo y no deamor. Tal vez si la hubiese usted conocido antes hubiera podido haceralgo de ella, pero y ya tiene usted veintids aos y lleva dos de matrimo-nio. Crame, cuando una mujer ha formado ya esa costra, es precisoabandonarla a su suerte, porque en el fondo jams valdr nada.

    Sin embargo, tal es el bello objeto por quien usted me desobedecese entierra en casa de su ta y renuncia a la empresa ms deliciosa y mshonorfica. qu fatalidad hace que Gercourt le lleve siempre algunaventaja? Esccheme, le hablo sin enfadarme, pero en este momentoestoy tentada de creer que no merece usted la reputacin que tiene, ysobre todo lo estoy de cesar de hacerle mi confidente Nunca me acos-tumbrar a decir mis secretos al amante de la seora de Tourvel.

    Sepa, no obstante, que la seorita Volanges ha hecho ya una con-quista. El joven Danceny est loco por ella. Ha cantado con ella y enefecto, canta mejor que regularmente lo hacen las colegialas. Debenensayar muchos dos y creo que con gusto se pondra ella al unsono;pero Danceny es un nio que perder el tiempo en galanteos y no acaba-r nada. La muchacha por su parte es bastante espantadiza y, de cual-quier modo, todo esto ser mucho menos divertido que lo hubiera sidoen manos de usted; as es que estoy enfadada y el caballero ser reidoseguramente cuando llegue. Le vendr bien mostrar dulzura, porque eneste momento nada me costara dejarlo. Estoy segura de que si ahora mediera por romper con l se desesperara y nada me divierte ms que unamante desesperado. Me llamara prfida y esta palabra me ha dadosiempre mucho gusto. Despus de la palabra cruel es la ms dulce para elodo de una mujer y la que cuesta menos merecer. Seriamente voy aocuparme de esta ruptura; vea, sin embargo, de lo que usted es causa.Por eso lo echo sobre su conciencia. Adis; recomindeme a las oracio-nes de su presidenta.

    Pars, 7 de agosto de 17...

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    CARTA VI

    EL VIZCONDE DE VALMONT A LA MARQUESA DEMERTEUIL

    Con que no ha de haber una mujer que no abuse del imperio queha sabido tomar! Y usted misma, a quien he llamado tantas veces miindulgente amiga, cesa ya de serlo y me ataca en lo que ms aprecio?Cmo pinta usted a la seora de Tourvel! Qu hombre no hubieradado su vida por castigar semejante atrevimiento? A qu otra mujer nole hubiera valido a lo menos una desvergenza? Por Dios, no me expon-ga a pruebas tan terribles, porque no respondo de poderlas sostener. Ennombre de la amistad le pido que aguarde a que haya logrado a estamujer para murmurar de ella. No sabe que slo el placer tiene el dere-cho de arrancar la venda del amor? Pero, qu digo? La presidenta deTourvel tiene acaso necesidad de hacer ilusin? No: para ser adorable lebasta ser ella misma. Le echa usted en cara que se viste mal. Lo creo,porque todo adorno le daa y todo lo que la oculta la desfigura. En elabandono del neglig es cuando ms encanta. Gracias a los calores exce-sivos que reinan, un jaboncillo de lienzo simple rne deja ver su talle re-dondeado y flexible. Una muselina clara cubre su hermoso pecho, y mismiradas furtivas, pero penetrantes, han distinguido ya su forma seducto-ra. Dice usted que su rostro carece de expresin. Y qu puede expresaren los momentos en que nada habla a su corazn? Sin duda no tienecomo nuestras mujeres presumidas esa mirada mentirosa que seducealgunas veces y nos engaa siempre; no sabe dar valor a una sonrisaestudiada, a una frase hueca, y aunque tiene la ms hermosa dentadura,no se re sino de lo que le hace gracia. Pero es preciso ver cmo en losjuegos animados presenta la imagen de una alegra franca y natural, comocuando se halla cerca de un desgraciado, a quien se apresura a socorrer,sus ojos destellan de un goce puro y piadoso. Hay que verla sobre todocuando oye la menor palabra de mimo o elogio cmo se pinta en surostro celestial aquel interesante embarazo que procede de una modestiano afectada. Es recatada, es devota, y por eso ya cree que es fra e insen-sible? Pienso de muy diverso modo. Qu sensibilidad extraordinaria

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    necesita tener para revelarla hasta con relacin a ese marido y amar unente que siempre est lejos de ella? Qu mayor prueba puede usteddesear? Sin embargo, yo he sabido procurarme otra.

    He dirigido su paseo de modo que apareci una zanja que era pre-ciso saltar. Aunque ella es ligera, es todava ms tmida, y usted sabe bienque una recatada teme siempre dar el salto. Le fue preciso confiarse a m,y he tenido abrazada a esta mujer tan honesta. Nuestros preparativos y elpaso de mi anciana ta haban hecho rer a carcajadas a mi festiva devota;pero luego que me hube apoderado de ella, por efecto de una acertadatorpeza se entrelazaron nuestros brazos; estrech su seno contra el mo yen aquel brevsimo instante sent que su corazn palpitaba con mayorviveza; una amable prpura colore su rostro, y su honesta turbacin meindic que su pecho no haba palpitado de miedo sino de amor. Noobstante, mi ta se enga como usted, y se puso a decir: "La nia hatenido miedo". Pero el delicioso candor de la tal nia no le permitimentir y respondi sencillamente: "No, seora. Pero..." Esta sola palabrame bast y desde aquel instante la dulce esperanza ha reemplazado en ma la cruel inquietud. Yo lograr a esta mujer y le quitar el marido que laprofana; osar quitrsela al Dios mismo que adora. Qu delicia ser,alternativamente, el que causa y el que vence sus remordimientos! Lejosde m la idea de desvanecer las preocupaciones que la atormentan y quehan de hacer mayor mi triunfo y mi placer. Que crea enhorabuena en lavirtud pero que me la sacrifique. Que sus faltas la asusten sin que logredetenerle, y que, agitada de mil terrores, no pueda olvidarlos ni vencerlossino en mis brazos. Consiento en que entonces me diga: "Te adoro".Entre todas las mujeres ella sola ser digna de pronunciar esta palabra.Yo ser verdaderamente el Dios que habr preferido.

    Seamos sinceros: en nuestros arreglos, tan fros como fciles, lo quellamamos felicidad es apenas un placer. Me atrever a decrsela a usted?Yo crea mi corazn marchito, y no percibiendo sino sensualidad, mequejaba de una vejez prematura. La seora de Tourvel me ha devuelto lasdeliciosas ilusiones de la juventud, y a su lado no necesito gozar para serfeliz. Lo que nicamente me asusta es el tiempo que va a costarme laempresa; porque no quiero exponer nada. Por ms que recuerde lasveces que la temeridad me ha favoreciclo, no me atrevo a servirme de

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    ella ahora. Para que yo sea completamente dichoso es preciso que seentregue ella misma, y no es poco pedir.

    Estoy seguro de que usted admirara mi prudencia. An no he pro-nunciado la palabra amor, pero ya usamos las de confianza e inters. Paraengaarla lo menos posible, y sobre todo para prevenir el efecto de loque pueda or por fuera, yo mismo, como acusndome, le he referidouna parte de mis aventuras ms conocidas. Reira usted viendo cmo mepredica. Dice que quiere convertirme y no sospecha an lo que le costarel intentarlo. Est lejos de pensar que abogando, como dice ella, por lasinfelices que yo he perdido, habla de antemano por s misma. Esta idease me ocurri ayer en medio de sus sermones, y no pude negarme elplacer de interrumpirla para asegurarle que hablaba como un profeta.

    Adis, mi bella amiga. Ya ve usted que no estoy perdido sin reme-dio.

    P. S. A propsito, ese pobre caballero, se ha muerto de desespera-cin? En verdad, es usted cien veces ms mala cabeza que yo, y podrahumillarme si yo tuviera amor propio.

    De la quinta de..., a 9 de agosto de 17...

    CARTA VII

    CECILIA VOLANGES A SOFA CARNAY6

    Si todava no te he dicho nada de mi matrimonio, es porque noestoy ms adelantada que el primer da. Me acostumbro a no pensar msen l y me acomodo bastante bien a este gnero de vida. Estudio muchoel canto y el arpa, y me parece que me gustan ms desde que no tengomaestro, o ms bien porque tenga uno mejor.

    El caballero Danceny, el mismo sujeto de quien te he hablado, ycon quien he cantado en casa de la marquesa de Merteuil, tiene la com-placencia de venir todos los das y de cantar conmigo hora enteras. Es 6 Por no abusar de la paciencia del lector, se suprimen muchas cartas de esta corresponden-cia diaria, y no se insertan sino las que han parecido necesarias para la inteligencia de los

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    sumamente amable, canta como un ngel y compone arias muy bonitasde las que l mismo hace la letra. Es lstima que sea caballero de Malta,pues me parece que si se casase, su mujer sera muy feliz... Es sumamentedulce. Nunca parece hacer cumplidos, y no obstante lisonjea cuanto dice.Me corrige a cada instante el canto y otras cosas, pero mezcla a sus ob-servaciones tanto inters y gracia, que es imposible serle ingrata. Conslo mirar parece ya que dice algo agradable. A todo esto agrega el sermuy complaciente. Ayer, por ejemplo, estaba convidado a un gran con-cierto y prefiri pasar la noche en nuestra casa. Yo me alegr mucho,porque, cuando l no est, nadie me habla y me fastidio; en cambio,cuando viene, cantamos y hablamos juntos. Siempre tiene algo que de-cirme. l y la marquesa de Merteuil son las nicas personas que encuen-tro amables. Pero, adis, mi querida amiga; he prometido saber para hoycierta aria, cuyo acompaamiento es muy difcil, y no quiero faltar a mipalabra. Voy a ponerme a estudiar hasta que venga.

    En, a 7 de agosto de 17

    CARTA VIII

    LA PRESIDENTA DE TOURVEL A LA SEORA DE VOLANGES

    Muy seora ma: Nadie puede agradecer ms que yo la confianzaque se sirve usted manifestarme, ni tomar mayor inters en la colocacinde su hija. Deseo de todo corazn que sea dichosa, como no dudo quemerezca serlo, y en este punto me refiero a la prudencia de usted. Noconozco al conde de Gercourt; pero cuando usted le honra con elegirle,debo formarme de l una idea muy favorable. Me limito a desear que sucasamiento sea tan dichoso como el mo, que tambin es obra de usted, aquien cada da tengo nuevos motivos de darle gracias por l. QuieraDios que la felicidad de su hija recompense la que me ha procurado, ypueda la mejor de las amigas ser la ms afortunada de las madres!

    acontecimientos ocurridos en esta sociedad. Por el mismo motivo se suprimen las de SofaCarnay y muchas de las de los actores en estas aventuras.

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    Siento en realidad muchsimo no poder repetirle esto mismo de vi-va voz, y conocer a su hija, tan pronto como quisiera. Despus de haberexperimentado las bondades de usted, verdaderamente maternales, tengoderecho para esperar de ella la tierna amistad de una hermana. Le ruegose sirva pedrsela de mi parte, mientras me hallo en disposicin de mere-cerla. Cuento permanecer en el campo hasta que regrese mi marido, y heaprovechado este tiempo para gozar del trato de la respetable seora deRosemonde. Esta mujer es siempre admirable y su anciana edad no lehace perder nada de su memoria ni de su alegra. Su cuerpo tiene ochentay cuatro aos, pero su espritu tiene veinte.

    Nos divierte en nuestro retiro su sobrino el vizconde de Valmont,que ha tenido la bondad de sacrificarnos algunos das. No le conoca sinode reputacin, y sta no me daba deseos de conocerle ms, pero voyviendo que l vale ms que ella. Aqu, en donde el torbellino del granmundo no le echa a perder, habla razonablemente con una facilidadprodigiosa y se acusa de sus defectos con un raro candor. Me habla conmucha confianza y yo le predico muy severamente. Usted que lo conoce,comprende conmigo que sera sta una excelente conversin. Pero estoysegura de que, a pesar de sus promesas, ocho das en Pars le harn olvi-dar mi sermones. Cuando menos todo el tiempo que pase aqu, serapartado de su conducta ordinaria, y creo que, dado su modo de vivir, lomejor que podra hacer es no hacer nada. Sabe que estoy escribiendo austedes, y me encarga presentarles sus respetos. Reciba tambin mi tri-buto con la bondad que le caracteriza, y no dude nunca de la sinceridadde los sentimientos con que tengo el honor de ser. . . etc.

    De la quinta de..., a 9 de agosto de 17...

    CARTA IX

    LA SEORA DE VOLANGES A LA PRESIDENTA DE TOURVEL

    Jams he dudado, mi bella amiga, ni de la amistad que usted meprofesa, ni del inters que toma en todo lo que me concierne. No res-pondo a su respuesta para aclarar este punto, que considero arreglado

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    entre las dos para siempre; pero creo que no puedo dispensarme dehablar con usted sobre el vizconde de Valmont.

    No esperaba, lo confieso, hallar jams su nombre en sus cartas. Enefecto, qu relacin puede haber entre l y usted? No conoce acaso aese hombre. Dnde podra haber hallado ms clara la idea del alma deun libertino? Me habla usted de su raro candor; oh! s, el candor deValmont debe ser, en efecto, cosa bien rara. An ms falso y peligrosoque amable y seductor; jams desde su primera juventud ha dado un pasoni dicho una palabra sin tener un objeto, y jams lo ha tenido que nofuera deshonesto y criminal. Usted me conoce, amiga ma, y sabe queentre las virtudes que procuro adquirir es la indulgencia la que ms esti-mo. Por eso, si Valmont se viese arrastrado por pasiones fogosas; sifuese, como otros mil, seducido por las ilusiones propias de su edad,condenando su conducta, tendra compasin del individuo, y esperaraen silencio el tiempo de que su vuelta feliz a la virtud le atrajera de nuevola estimacin de los hombres de bien. Valmont no es as y su conducta esel resultado de sus principios. Sabe calcular todo lo ms horrible quepuede emprender sin comprometerse; y para ser cruel y malvado sinpeligro, ha escogido por vctimas a las mujeres. No me detengo en contarlas que ha seducido; pero, a cuntas no ha perdido? Como usted viveah juiciosamente y retirada, no llegan a sus odos sus escandalosasaventuras. Podra contarle algunas que le haran estremecerse, pero susojos, tan puros como su alma, se ofenderan al mirar unas pinturas deesta clase, y, segura de que Valmont no ser nunca peligroso para usted,no necesita de estas armas para defenderse. nicamente debo prevenirle,que de cuantas mujeres l ha obsequiado, con xito o sin xito, no hahabido una que no haya tenido que quejarse, si se excepta la marquesade Merteuil, pues slo ella ha sabido resistirle y contener su malignidad7.

    Confieso que este rasgo es el que ms la honra y que ha bastado pa-ra justificarla ante todos, a pesar de cuantas inconsecuencias se le hubie-ron de echar en cara al principio de su viudez. Sea lo que fuere, lo que laedad, la experiencia, y, sobre todo, la amistad, me autorizan a hacerlepresente a usted, es que empieza aqu la sociedad a notar la ausencia de

    7 El error en que est la seora de Volanges nos demuestra que Valmont (como todos losmalvados) no descubra a sus cmplices.

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    Valmont, y si sabe que ha quedado ah con usted y su ta, est su reputa-cin en las manos de este hombre, que es la peor cosa que puede ocu-rrirle a una mujer. Aconsjole, pues, que inste a su ta a que no le detengams, y si l se obstina en quedarse, creo que no debe dudar un instanteen cederle el puesto. Pero, por qu se quedara l? qu hace en esa casade campo? Si usted lo hiciese espiar, creo que descubrira que la tomapor un asilo ms cmodo para ejecutar algunas infamias que proyectaremprender en sus alrededores. En la imposibilidad de remediar el malcontentmonos con preservarnos de l.

    Adis, mi bella amiga: el casamiento de mi hija se ha retardado unpoco. El conde de Gercourt, que esperbamos de un da para otro, medice que su regimiento pasa a Crcega; y como siguen los preparativos deguerra, le ser imposible ausentarse hasta el invierno. Esto me contrara,pero me da esperanza de poder ver a usted en la boda, y sentira se hicie-se sin su presencia. Adis, en fin; soy enteramente suya, sin cumpli-miento y sin reserva.

    P.D. Recurdeme a la memoria de la seora de Rosemonde, queamo siempre cuanto se merece.

    En..., a 11 de agosto de 17...

    CARTA X

    LA MARQUESA DE MERTEUIL AL VIZCONDE DE VALMONT

    Est usted enojado conmigo, vizconde? o bien est muerto? o, loque sera casi lo mismo, no vive ms que para su presidenta? Esta mujerque le ha devuelto las ilusiones de la juventud, le volver tambin prontosus ridculas preocupaciones. Ya es tmido y esclavo: tanto valiera estarenamorado. Renuncia a su temeridad dichosa. Vea, pues, como ya seconduce sin principios, abandonando todo al acaso, o ms bien, al capri-cho. Ha olvidado que el amor es, como la medicina, solamente el arte deayudar a la naturaleza? Vea que le combato con sus propias armas; perono me engreir, porque combato a un hombre en tierra. Es preciso quese entregue ella misma, dice usted. Seguramente es preciso; as es que se

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    entregar como las otras, pero sta con mala gracia. Mas para que seentregue, es menester empezar por tomarla. Oh, cmo esa ridcula dis-tincin es un desvaro del amor! Digo amor, porque est usted enamora-do, y hablarle de otro modo, sera engaarlo y resultara su mal. Dgame,seor amante lnguido, las mujeres que usted ha logrado cree haberlasviolado? Por ms deseos que una mujer tenga de entregarse, por ms quese la inste para ello, es preciso siempre un pretexto; y puede haberloms cmodo que el que proporciona el aire de ceder a la fuerza? Encuanto a m, confieso que una de las cosas que me lisonjean ms, es unataque vivo y bien dado, en que todo va por orden, aunque rpidamente;que no nos pone jams en el embarazo de tener que reparar nosotrasmismas una torpeza que debi ser provechosa; que sabe dar el aire deviolencia hasta a las cosas que concedemos, y lisonjear con maa nues-tras dos pasiones favoritas: la gloria de la defensa y el placer de habersido vencidas. Convengo en que este talento, ms raro de lo que se cree,me ha gustado siempre, pero no me ha seducido, y que algunas veces meha sucedido rendirme nicamente por recompensa. As en nuestrosantiguos torneos la hermosura daba el premio al valor y a la destreza.

    Pero usted, que ya no es usted, se conduce como si tuviera miedode acertar. Desde cundo marcha en pequeas jornadas y por caminosde travesa? Amigo mo; cuando se quiere llegar pronto, buenos caballosde posta y el camino real delante. Pero dejemos este punto que me ponetanto ms de mal humor, cuanto me priva del gusto de verle. Por lomenos, escrbame ms a menudo y pngame al corriente de sus progre-sos. Sabe bien que van ms de quince das que esta ridcula aventura loocupa y que descuida a todo el mundo.

    A propsito de descuidos, se parece usted a los que mandan a in-formarse del estado de sus amigos enfermos; pero nunca se hacen dar larespuesta. Acaba su ltima carta preguntndome si el caballero hamuerto. No le he respondido y usted no se ha cuidado ms de saberlo.No sabe que mi amante es su amigo nato? Pero tranquilcese, pues noha muerto; si fuese as, sera por exceso de placer; pobre caballerol Qutierno es! qu a propsito para el amorl con qu viveza siente! Estoyloca por l y, seriamente, la felicidad perfecta que halla en ser amado porm, me hace quererle ms y ms.

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    El mismo da en que escrib a usted que iba a tratar de romper conl qu feliz le hice! Estaba no obstante meditando en el modo de deses-perarle cuando me anunciaron su visita. Sea verdad o ilusin jams mehaba parecido tan amable. l esperaba pasar dos horas a solas conmigoantes de que abriese mi puerta para todos. Le dije que tena que salir;preguntme adnde y no le respond. Insisti, y repliqu de mal talante:"Donde usted no est". Felizmente para l, se qued hecho una estatuacon mi respuesta; porque si hubiera dicho una palabra se habra seguidoinfaliblemente una escena que hubiera producido el rompimiento que yomeditaba. Admirada de su silencio volv los ojos a l, sin otro fin, se loaseguro, que el de ver qu gesto haca. Hall pintada en su semblanteencantador aquella tristeza profunda y tierna a la vez, a la cual ustedmismo ha convenido conmigo que era muy difcil poder resistirse. Lamisma causa produjo igual efecto y fui vencida por segunda vez. Desdeaquel momento slo me ocup de evitar que pudiese probarme mi sinra-zn. "Salgo, le dije con un aire ms dulce, para un asunto que le concier-ne, pero no me pregunte ahora. Cenar en mi casa. Vuelva usted yentonces le informar".

    Con esto encontr las palabras, mas yo no quise permitir que ha-blase. "Estoy muy de prisa, aad. Djeme, y nos veremos esta noche"; lme bes la mano y se march. Inmediatamente, para reparar lo hecho, otal vez para desquitarme yo misma, resolv hacerle conocer la casita ma,de la que no tena idea. Llam a mi fiel Victorina y le dije: "Tengo jaque-ca: para todos estoy acostada". Luego, quedndonos las dos solas, mien-tras ella se disfrazaba de lacayo, tom yo el traje de doncella, hice venirun simn a la puerta del jardn, entramos en l y partimos. Llegadas a micasita, o sea al templo del amor, escog el traje de casa ms elegante; esdelicioso y de mi invencin, nada deja ver y, sin embargo, seala todaslas formas. Le prometo a usted un modelo para su presidenta; cuando lahaya hecho digna de llevarlo.

    Despus de estos preparativos, mientras Victorina se ocupaba deotros pormenores, le un captulo de El Sof, una carta de Heloisa y doscuentos de La Fontaine para recordar los diversos tonos que yo queratomar. Entretanto mi caballerete volvi a mi casa con la exactitud desiempre. Mi portero no lo dej entrar diciendo que yo estaba indispuesta.

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    Primer incidente. Luego le dio un billete mo, mas no de mi mano, segnmi regla de prudencia; entonces l abre y halla escrito de puo de Victo-rina: "A las nueve en punto en el paseo del boulevard, enfrente de losCafs". Va all, y un lacayito que cree no conocer, y que era Victorina, leindica que despida su coche y le siga. Todo este modo romntico lolevantaba de cascos y esto siempre es bueno. Lleg por fin y la sorpresa yel amor le causaron un verdadero encantamiento. Para dejarle que serepusiera un poco, nos paseamos un rato por el jardn. Despus le hicevolver a mi habitacin, y all vio dos cubiertos puestos y una cama hecha.Pasamos al gabinete, que estaba adornado con el mayor gusto. All, mitadpor sensibilidad, mitad por reflexin, le cog entre mis brazos y me echa sus pies. "Oh, mi querido amigo, le dije, para procurarte esta sorpresa,me acuso de haberte afligido, con la apariencia de un enfado, y haberteun instante solo ocultado el interior de mi corazn; perdname mi falta,quiero expiarla a fuerza de amor". Ya juzgar usted el efecto que produjoeste discurso apasionado. El feliz caballero me levant y mi perdn fuesellado en el mismo canap en que usted y yo sellamos tan alegremente ydel mismo modo nuestro eterno rompimiento. Como tenamos quepasar seis horas juntos, y haba yo resuelto que todo este tiempo fueraigualmente delicioso para l, moder sus trasportes, y las gracias y ama-bles entretenimientos dieron tregua a la ternura. No creo haber puestojams tanto esmero en agradar ni haber estado nunca tan contenta de mmisma. Despus de la una, ya aniada, ya razonable, ya tumultuosa, yasensible, y algunas veces libertina, me placa el contemplarle como unsultn en su serrallo donde yo sola haca el papel de diferentes favoritas.En efecto, sus obsequios repetidos, aunque recibidos siempre por lamisma mujer, lo fueron siempre por una nueva amante.

    En fin, al rayar el da fue preciso separarse y por ms que dijo e hi-zo por probarme lo contrario, tena tanta necesidad de ello como pocodeseo. En momentos en que salamos y nos despedamos tom la llavede aquella mansin deliciosa y ponindola en sus manos le dije: "No latena sino por usted; es justo que usted disponga de ella; el sacrificadordebe disponer del templo." Con esta maa he sabido prevenir las refle-xiones que hubieran podido excitarse en l, vindome propietaria de unacasita, cosa siempre sospechosa. Estoy segura de que no se servir de ella

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    con otra mujer, y si yo tuviera el capricho de ir all sin l tengo llavedoble. Quera le sealase da para volver, pero lo amo demasiado paraquerer acabarle tan pronto. Los excesos son buenos con aquellos a quie-nes luego se quiere dejar. l no sabe eso, pero por dicha suya lo s yopor los dos.

    Son las tres de la maana y he escrito a usted un volumen cuandotena intencin de escribirle slo una palabra. Este placer produce laconfianza de la amistad; ella hace que usted sea lo que yo ms aprecio.Pero el caballero es lo que ms me agrada.

    En..., a 12 de agosto de 17...

    CARTA XI

    LA PRESIDENTA DE TOURVEL A LA SEORA DE VOLANGES

    Muy seora ma: Su severa carta me hubiese asustado si no hubierahallado aqu ms motivos de seguridad que los que usted me da paradesconfiarme. El sensible Valmont, que debe imponer terror a todas lasmujeres, ha dejado sus mortferas armas a la entrada de esta quinta. Lejosde formar proyectos en ella, no tiene siquiera pretensiones, y su cualidadde hombre amable, que le conceden aun sus enemigos, desaparece parano dejar ver sino un hombre liso y llano. El aire del campo ha operadosin duda este milagro. Puedo asegurarle que a pesar de que siempre estconmigo y parece que halla gusto en mi compaa, no se le ha escapadouna sola palabra que tenga visos de amor, ni aun ninguna de aquellasfrases que todos los hombres se permiten, sin tener como l, lo que espreciso para que se les excusen. Jams obliga a aquella reserva que hoytoda mujer, que sabe portarse con decencia, est precisada a observarpara contener a los hombres que la rodean. Sabe no abusar de la alegraque inspira; y aunque es ta vez un poco adulador, lo hace con tal delica-deza que sera capa de acostumbrar a la modestia misma al elogio. Enfin, si yo tuviese un hermano deseara que fuese como Valmont. Muchasmujeres acaso desearan que se mostrase ms galante, pero yo le agradez-

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    co infinitamente haya sabido juzgarme bien para no confundirme conellas.

    Este retrato es sin duda muy diverso del que me hace usted y, sinembargo, los dos pudieran ser fieles si se determinan las pocas. l mis-mo conviene en que ha hecho muchas locuras y que tambin le habanimputado algunas; pero he hallado pocos hombres que hayan hablado delas mujeres honradas con ms respeto, y casi dir con ms entusiasmo.Usted me ensea que a lo menos en este punto no engaa, y su procedercon la marquesa de Merteuil es una prueba. Nos habla de ella muchasveces y siempre con tanto elogio y con aire de estimarla tanto que antesde recibir vuestra carta he pensado que lo que l llamaba amistad entrelos dos era verdaderamente amor. Me acuso de este juicio temerario en elcual tengo yo tanta culpa cuanto l mismo a menudo se ha tomado tra-bajo de justificarla.

    Confieso que yo reputaba fineza lo que de su parte es slo franque-za y sinceridad. Y no s, pero me parece que el que es capaz de profesaruna amistad tan constante a una mujer tan estimable no es un libertinoincorregible.

    Ignoro si la conducta juiciosa que observa aqu es efecto de algunosproyectos que tenga en estas cercanas como usted supone. Hay en ellaspocas mujeres amables y sale muy poco, excepto por las maanas; peroentonces dice que va a cazar. Rara vez trae caza, mas l mismo confiesaque es poco diestro en este ejercicio. Por otra parte me inquieta poco loque pueda hacer fuera de casa, y si desease saberlo sera por tener unarazn ms, o para agregarme al dictamen de usted o para traer a usted almo.

    En cuanto a lo que usted me propone de contribuir a que Valmonthaga corta mansin aqu me parece muy difcil atreverme a decir a su taque no le tenga en su casa, tanto ms cuanto que lo quiere mucho. Sinembargo prometo a usted, ms por condescendencia que por necesidad,que aprovechar la ocasin de pedirle as, o bien a ella, o bien a l mis-mo. Por lo que hace a m, como mi marido sabe que mi intencin es elpermanecer aqu hasta su vuelta, extraara con razn la ligereza que mehaca mudar de pensamiento. Vea usted, amiga ma, unas explicacionesbien largas pero he credo arreglado a lo justo el dar un testimonio ven-

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    tajoso para el seor de Valmont y del cual me parece tiene gran necesi-dad ante usted.

    No por eso agradezco menos la amistad que ha dictado sus con le-jos. A ella debo tambin todas las cosas finas que me dice soba el retardodel casamiento de su hija. Quedo muy reconocida por ellas, pero por msplacer que yo me prometa, pasando esos momentos con usted, los sacri-ficar gustosa al deseo de ver que su hija sea ms pronto feliz, si es quepuede serlo nunca ms que al lado de una madre tan digna de su ternuray de su respeto. Yo la acompao en esos sentimientos que me inclinan austed de los que le pido reciba con bondad la sincera expresin.

    En..., a 13 de agosto de 17. . .

    CARTA XII

    CECILIA VOLANGES A LA MARQUESA DE MERTEUIL

    Muy seora ma: Mi madre est indispuesta y es preciso que mequede acompandola; no tendr, pues, el honor de ir con usted al tea-tro. Le aseguro que ms que no ver ste, siento el no estar con usted.Deseo que as lo crea. La quiero tanto! Tendra la bondad de decir alcaballero Danceny que no tengo la coleccin de que me ha hablado y queme dara mucho gusto si pudiese traerla maana? Si viene hoy, le dirnque no estamos en casa, porque mam no quiere ver a nadie. Espero quemaana estar mejor. Queda de usted, etc.

    En..., a 13 de agosto de 17...

    CARTA XIII

    LA MARQUESA DE MERTEUIL A CECILIA VOLANGES

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    Siento mucho, querida ma, estar privada del gusto de verla y lacausa de esta privacin. Espero que esta ocasin volver a presentarse.Cumplir con exactitud su encargo para el caballero Danceny, a quienseguramente disgustar mucho el saber que su madre de usted est indis-puesta. Si maana quiere recibirme ir un rato a hacerle compaa. Ata-caremos ella y yo al caballero de Belleroche8 a los cientos, y al ganarle sudinero tendremos para mayor gusto el de or cantar a usted con su ama-ble maestro, a quien yo se lo propondr. Si esto conviene a su madre y austed misma, respondo de ir con mis dos caballeros. Adis, mi querida;mis cumplimientos a mi estimada seora de Volanges. La abrazo tierna-mente.

    En..., a 13 de agosto de 17...

    CARTA XIV

    CECILIA VOLANGES A SOFA CARNAY

    No te he escrito ayer, mi amada Sofa, pero no ha sido por habermedivertido, te lo aseguro. Mam estaba y la he acompaado todo el da.Cuando me separ de ella por la noche, no tena ganas de nada y me heacostado luego para asegurarme de que el da estaba acabado. No esdecir que no quiera mucho a mam, pero yo no s lo que era. Yo debahaber ido a la pera con la marquesa de Merteuil, y el caballero Dancenydeba hallarse all. Sabes ya que son las dos personas que me agradanms; cuando lleg la hora en que yo tambin deb haber ido, se me opri-mi el corazn a pesar mo. No hallaba gusto en nada y llor, llor sinpoderlo remediar. Felizmente mam estaba acostada y no me vea. Estoysegura de que el caballero Danceny lo ha sentido tambin, pero se habrdistrado con el espectculo y con la concurrencia; es muy diferente.

    Por fortuna mam est hoy mejor, y la seora de Merteuil vendrcon otra persona y el caballero Danceny; mas siempre viene muy tarde, ycuando una est sola tanto tiempo es cosa muy fastidiosa. An no son

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    ms de las once. Es verdad que debo tocar el arpa, adems mi toilette meocupar algn tiempo, pues hoy quiero estar bien peinada. Creo que lamadre Perpetua tiene razn, y que luego que entramos en la sociedad noshacemos presumidas. Jams he deseado tanto parecer bonita como dealgunos das a esta parte, y hallo que no lo soy tanto como lo crea.Adems se pierde mucho al lado de las seoras que se ponen colorete,como por ejemplo la seora de Merteuil, a la que veo que todos loshombres la encuentran ms bella que yo; pero esto no me disgusta mu-cho, porque me quiere bien, y adems me asegura que Danceny me hallams bonita que ella. Es mucha bondad de su parte el habrmelo dicho, yaun tena el aire de estar muy contenta de ello; no lo concibo. Es queme quiere tanto? Y l? Ah! esto me da tambin mucho gusto. Me pare-ce que con slo mirarle se le hermosea a una el semblante. Yo le mirarasiempre si no temiese encontrarme con sus ojos, porque siempre queesto me sucede, me desconcierta y casi me apena; pero no importa.

    Adis, mi querida amiga; voy a ponerme al tocador. Te amo siem-pre como acostumbro.

    Pars, 14 de agosto de 17...

    CARTA XV

    EL VIZCONDE DE VALMONT A LA MARQUESA DEMERTEUIL

    Hace usted muy bien, amiga ma, en no abandonarme a mi tristesuerte. La vida que llevo aqu es realmente fatigosa por lo demasiadodescansada y su uniformidad inspida. Al leer su carta y el pormenor delmodo admirable con que ha pasado el da, me han dado tentacionesveinte veces de pretextar un negocio cualquiera, de volar a los pies deusted y de pedirle una sola infidelidad a su caballero, que al cabo decuenta no merece tanta dicha. Sabe que tengo celos de l? Qu mehabla usted de eterno rompimiento? Renuncio a un juramento hecho enla fuerza de un delirio; no hubiramos sido dignos de hacerlo si lo hubi- 8 Es el mismo de que se habla en las cartas de la marquesa de Merteuil.

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    ramos de observar. Ah! pudame yo vengar un da en sus brazos deldespecho involuntario que me ha causado la fortuna del caballero. Con-fieso que me lleno de indignacin cuando pienso que ese hombre sinrazonar, sin tomarse el menor trabajo, siguiendo tontamente el instintode su corazn, halla una felicidad que yo no puedo alcanzar. Oh! yo laturbar. Promtame que yo la turbar. Usted misma, no se siente humi-llada? Se da usted la pena de engaarle y l es ms feliz que usted; lo creeatado a su cadena y es usted la que est a la suya; duerme tranquilamentemientras usted vela para procurarle placeres. Qu ms podra hacer suesclavo?

    Mire, querida amiga, mientras usted se entregue a muchos no ten-dr ningunos celos, porque slo ver en ellos los sucesores de Alejandro,incapaces de conservar entre todos el imperio en que yo reinaba solo.Pero si usted se da enteramente a uno de ellos, si existe otro hombre tanfeliz como yo, eso no lo sufrir, no espere que lo tolere. Vuelva usted aligarse conmigo, al menos con otra que no sea el actual; no falte por uncapricho exclusivo a la amistad inolvidable que hemos jurado.

    Basta que yo tenga que quejarme del amor. Usted ve que sigo susideas y confieso mis errores. En efecto, si se llama estar enamorado el nopoder vivir sin poseer lo que se desea, sin sacrificar el tiempo, los place-res y la vida, yo lo estoy verdaderamente. No estoy ms adelantado queantes, y aun no tendra nada que decirle en este punto, sin un suceso queme da mucho que pensar y por el cual yo no s todava si debo esperar otemer.

    Usted conoce mi lacayo, tesoro de intrigas y verdadero gracioso decomedia. Bien piensa usted que sus intenciones eran cortejar a la donce-lla y emborrachar a los criados. El tunante es ms dichoso que yo. Halogrado su fin. Y ahora acaba de descubrir que la seora de Tourvel haencargado a uno de sus criados de tomar informaciones sobre mi con-ducta, y aun de seguirme en mis excursiones por las maanas, en cuantopueda, sin que yo me percate de ello. Qu quiere esta mujer? Con quela ms honesta de toda se arriesga a cosas que apenas osaramos noso-tros?.... Juro a usted... Pero antes de pensar en vengarme de esta astuciafemenina, ocupmonos de hacer que resulte en nuestra ventaja. Hastaahora, estos paseos que excitan sus sospechas, no tenan objeto ninguno;

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    es preciso hacer que lo tengan. Este plan merece mi atencin; dejo austed para meditarlo. Adis, mi hermosa amiga

    Siempre en la quinta de..., a 15 de agosto de 17...

    CARTA XVI

    CECILIA VOLANGES A SOFA CARNAY

    Ay! Mi querida Sofa; he aqu muchas noticias que acaso no deberadarte. Pero es preciso que hable con alguien, no puedo resistir. El caba-llero Danceny... estoy tan turbada que no puedo escribir; no s por dn-de empezar. Despus de que te cont la noche tan divertida que pas conl y la seora de Merteuil en el cuarto de mi madre, no volv ms a ha-blarte de esto porque no quera hablar a nadie; pero siempre pensaba enello9. Desde entonces se puso l muy triste; pero tan triste, tan triste, queme daba mucha pena. Y cuando le preguntaba yo por qu lo estaba medeca que no era cierto; mas yo vea que s. En fin, ayer lo estaba ms delo acostumbrado, aunque eso no le impidi tener la complacencia decantar conmigo como de ordinario; pero cuantas veces me miraba meoprima el corazn. Cuando hubimos acabado fue a encerrar mi arpa ensu caja, y al darme la llave me suplic que tocase otra vez luego que mequedase sola. No tena yo sospecha ninguna; pero me rog tanto, que alfin dije que estaba bien. l tena sus motivos. Efectivamente, cuando memet en mi cuarto y mi doncella se retir, fui a tomar el arpa y hall entrela cuerdas una carta plegada solamente, sin sello, y escrita por l. Ah Sisupieses todo lo que me dice! Desde que la he visto estoy tan contenta,que no puedo pensar en otra cosa. Le la carta cuatro veces seguidas yluego la encerr en mi papelera. La saba ya de memoria; y acostada, larepeta tantas veces, que no pensaba en dormir. Cuando cerr los ojos, lavea siempre dicindome cuanto acababa de leer. Cuando me despert(era muy temprano) volv a tomar la carta para leerla con toda comodi-

    9 La carta en que se habla de esta noche no se ha encontrarlo. Se puede suponer que esaquella tertulia propuesta en el billete de la marquesa de Merteuil, de la que se trata en lacarta anterior de Cecilia Volanges.

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    dad. La llev a mi cama y la bes, como si... Tal vez est mal hecho elbesar un carta como sta, pero no he podido menos. Ahora bien; si estomuy contenta, tambin estoy muy embarazada, porque, seguramente nodebo responder a una carta semejante. S que no lo debo hacer y, sinembargo, l lo pide. Si no le respondo, s positivamente que va a ponersede nuevo triste; es una desgracia para l. Qu me aconsejas t? Pero tno sabes ms que yo. Tengo muy gran deseo de hablar a la marquesa,que me quiere mucho. Mucho querra consolarle, pero no quiero hacernada malo. Se nos recomienda tanto que tengamos buen corazn, yluego se nos prohibe seguir sus inspiraciones cuando se trata de unhombre. Eso no es justo Un hombre no es nuestro prjimo, como unamujer, y an ms? Porque, en fin, no tiene una un padre como unamadre, un hermano como una hermana, y queda siempre, a ms, unmarido? Sis embargo, si yo hiciese ahora alguna cosa que no estuvierabien, ta vez el mismo Danceny se formara una mala opinin de mi. Ohno, prefiero que est triste! Siempre estar a tiempo. A su carta de ayerno estoy obligada a responder hoy. Adems, esta noche he de ver a laseora de Merteuil, y si tengo valor para ello le contar todo. Haciendoslo lo que ella me diga, nada tendr de qu acusarme. Acaso me dirque puedo responderle alguna cosita para que no est triste. Ah, tengomucha pena!

    Adis, mi buena amiga. Dime siempre lo que te parece.En..., a 19 de agosto de 17...

    CARTA XVII

    EL CABALLERO DANCENY A CECILIA VOLANGES

    Antes de rendirme, seorita, dir al placer o a la necesidad de es-cribir a usted? empiezo por pedirle se sirva escucharme. Conozco quenecesito de indulgencia para atreverme a declararle mis sentimientos, yme sera intil si slo quisiera justificarlos. Y al cabo, qu pretendohacer con mostrarle lo que usted misma ha causado? Y qu decirle quemis ojos, mi turbacin, mi conducta y aun mi silencio, no le hayan dicho

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    ya? Por qu se ofendera de un sentimiento que usted misma ha produ-cido? Dimanado de usted es sin duda digno de serle ofrecido; y si esardiente como mi alma es puro como la suya... Podra ser un crimen elhaber sabido apreciar su semblante adorable, sus habilidades sorpren-dentes, sus gracias encantadoras y esa atractiva candidez que aade unvalor inestimable a unas cualidades tan preciosas? No, sin duda. Pera sinser culpado, puede uno ser infeliz. Y es la suerte que me espera si usteddesecha mi obsequio. Es el primero que mi corazn ha ofrecido. Desdeque la he visto el reposo ha huido de m y mi feli cidad es dudosa; ustedse admira de verme triste y me pregunta la causa, y aun he credo ver quealguna vez lo siente. Diga una sola y habr labrado mi dicha... Pero pien-se tambin que una palabra sola puede colmar mi desventura. Ustedpuede hacerme eternamente feliz o desdichado. En qu manos msamadas puedo poner un inters ms grande? He rogado a usted me escu-che y ahora me atrevo a pedirle que me responda. Acabar como hecomenzado: solicitando su indulgencia. Rehusrmela sera hacerme creerque se ha ofendido y mi corazn me asegura que mi respeto hacia ustedes igual a mi amor.

    P. S. Puede usted servirse para responderme del mismo modo queyo me sirvo para darle esta carta. Parceme igualmente cmodo queseguro.

    En..., a 18 de agoto de 17...

    CARTA XVIII

    CECILIA VOLANGES A SOFA CARNAY

    Cmo, Sofa, condenas de antemano lo que voy a hacer? Mi in-quietud era bien grande y t vienes a aumentarla. Me dices que no deboresponder. Hablas bien a tus anchas y por otra parte no sabes exacta-mente lo que pasa. Estoy segura de que si estuvieras en mi lugar obrarascomo yo; es verdad que no se debe responder y has visto por mi carta deayer que tampoco yo lo quera; pero creo que nadie se ha visto en uncaso como el mo. Estoy precisada a decidirme por m sola. La seora de

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    Merteuil, que yo contaba ver ayer noche, no vino. Todo conspira contram. Ella es causa de que yo le conozca; las veces que le he visto y habla-do, ha sido casi siempre con ella. Esto no es decir que yo la quiera mal;pero me abandona en los momentos ms difciles para m. Ah! soy muydigna de compasin.

    Figrate que anoche vino como acostumbra. Estaba tan turbadaque no me atreva a mirarle. Presente mi madre, no poda l hablarme;bien sospechaba que se enfadara cuando viese que no le haba respondi-do. Y en verdad te digo que no saba qu aire deba tomar. Un instantems tarde me pregunt si quera que fuese a buscar mi arpa. Me palpita-ba tanto el corazn que lo que nicamente pude hacer fue decirle que s.Cuando volvi fue peor. No lo mir sino un instante; l no me mirabapero tena una cara que se hubiera credo que estaba malo y me dio mu-cha pena. Se puso a templar el arpa y al drmela me dijo estas palabras:"Ah, seorita!" pero con un tono que me qued enteramente confusa.Ensayaba un preludio antes de empezar sin saber lo que haca y mi ma-dre pregunt si cantaramos juntos. Se excus diciendo que se encontra-ba un poco indispuesto, mas como yo no tena excusa me fue precisocantar. Hubiera querido no tener voz; escog expresamente un aria queno saba, porque estaba segura de que no podra cantar ninguna. Se hu-biera notado que ocurra alguna cosa. Felizmente lleg una visita. Cuan-do divis el coche dej el arpa y le ped la volviese a su lugar. Yo temaque se fuese al mismo tiempo, pero volvi.

    Mientras mi madre hablaba con la seora que entr, quise mirarleun instante. Me encontr con sus ojos y me fue imposible separar losmos. Un momento despus vi correr sus lgrimas y se vio obligado avolverse un poco para no ser visto. Entonces no pude contenerme ycomprend que yo tambin iba a llorar. Sal de all y con un lpiz escriben un pedazo dee papel: "No est usted tan triste, se lo suplico, prometoresponderle." Seguramente no puedes decir que haya mal en esto y sobretodo no pude resistir. Puse mi papelito entre las cuerdas del arpa, comoestuvo antes su carta, y volv a la sala. Ya estaba ms tranquila y esperabacon impaciencia que se fuera aquella seora. Por fortuna iba haciendovisitas y se march pronto. Inmediatamente volv al arpa y vi bien por suaire que no sospechaba la cosa. Pero cuando volvi, oh, qu contento

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    estaba! Al poner el arpa delante de m se coloc de manera que mam nopoda verle y tomando mi mano me la apret... pero de un modo... Fueslo un instante, mas no puedo decirte qu placer tuve. Sin embargo, laretir; con que no tengo nada que echarme en cara.

    Ahora, mi querida amiga, ya ves que no puedo dispensarme de es-cribirle pues se lo he prometido, y adems no ir a ponerle triste otra vez,pues yo sufro ms que l. Si fuese por cosa mala, seguramente no lohara; pero, qu mal puede haber en escribir, sobre todo, cuando es paraimpedir que alguno sea desgraciado? Lo que me embaraza es que nosabr hacer bien mi carta, pero ya comprender l que no es culpa ma, yadems estoy segura que con slo ser cosa ma le dar infinito gusto.

    Adis, mi querida Sofa. Si piensas que he hecho mal dmelo, perocreo que no. Cuanto ms cerca est el momento de escribirle, ms palpitami corazn. Mas es preciso puesto que se lo promet. Adios.

    En..., a 20 de agosto de 17...

    CARTA XIX

    CECILIA VOLANGES AL CABALLERO DANCENY

    Muy seor mo: Estaba usted tan triste ayer y me daba tanta pena,que me he visto forzada a responder a su carta. Sigo pensando que nodebo hacerlo, pero como lo he prometido no quiero faltar a mi palabra, yesto debe probarle mi amistad. Ahora que usted la conoce espero que novolver a pedirme que le escriba y asimismo no dir a nadie que le heescrito, porque se me censurara y podra causarme un gran sentimiento.Sobre todo espero que usted mismo no formar mal juicio de m, lo quesentira ms que todo. Puedo asegurarle que por ningn otro hombrehubiera tenido esta complacencia. Quisiera que usted tuviese la de noestar triste como lo estaba, porque eso me quita todo el gusto que tengoen verle. Usted ve que le habl con toda franqueza. Nada deseo con msansia que el que nuestra amistad dure siempre. Pero por Dios no meescriba ms.

    CECILIA VOLANGES.

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    En..., a 20 de agosto de 17...

    CARTA XX

    LA MARQUESA DE MERTEUIL AL VIZCONDE DE VALMONT

    Ah, picarillo! Me lisonjea temiendo que me burle de usted. Vamos,le hago a usted gracia. Me escribe tantas locuras, que debo perdonarle eljuicio que le hace tener su presidenta. No creo que mi caballero sera tanindulgente como yo; sera capaz de no aprobar nuestro nuevo arrenda-miento y de no hallar nada de gracioso en la idea loca de usted, a pesarde que a m me ha hecho mucha gracia y que verdaderamente sentatener que rer sola. Si usted hubiese estado all no s hasta donde podraconducirme mi alegra. Pero he reflexionado y me he armado de severi-dad. No es decir que renuncio para siempre; pero que doy largas y tengorazn; porque podra poner algo de vanidad y el que se pica al juego nos dnde parar. Fuera capaz de cautivarle de nuevo y hacerle olvidar supresidenta; y si lograse yo, indigna, disgustar a usted de la virtud, quescndalo! Para evitar este peligro vea usted mis condiciones.

    Luego que haya logrado a su bella devota y pueda probrmelo ven-ga y soy suya. Pero sabe bien que en los negocios importante no se ad-miten pruebas sino por escrito. Con este arreglo, por una parte yo seruna recompensa y no un consuelo, idea que me agrada ms. Y por otraparte el logro de usted ser ms picante, sirviendo de medio para unainfidelidad. Venga, pues, venga lo ms pronto posible a hacerme el tes-timonio de su triunfo, al modo que venan nuestros antiguos y valientescaballeros a poner a los pies de sus damas los frutos brillantes de suvictoria.

    Seriamente, estoy curiosa de saber lo que puede escribir una devotadespus de un momento semejante, y qu velo pone a sus pensamientosdespus de no haber dejado ninguno a su persona. Usted puede ver si merindo a un precio muy alto, pero advierto que no har ninguna rebaja.Hasta entonces, mi querido vizconde me permitir que permanezca fiel a

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    mi caballero y me divierta en hacerlo feliz a pesar de la pequea pena quesu dicha causa a usted.

    Sin embargo, si yo fuese una libertina, creo que en este momentotendra l un rival peligroso: la joven Volanges. Estoy loca por esta cria-tura. Es una verdadera pasin; o me engao o llegar a ser un de nuestrasmujeres ms de moda. Ver desenvolverse su tierno corazn es un espec-tculo delicioso. Ama ya con furor a su joven Danceny, pero no lo cono-ce ella todava. l mismo, aunque est muy enamorado, tiene todava latimidez propia de su edad y no se atreve a demostrrselo. Ambos estnen admiracin delante de m. La nia, sobre todo, tiene grandes deseosde decirme su secreto particularmente de algunos das a esta parte la veoverdaderamente sofocada y le hubiese hecho un gran servicio ayudndolaun poco, pero no olvido que es una nia y no quiero comprometerme.Danceny me ha hablado un poco ms claro, pero en cuanto a l he toma-do mi partido y no quiero escucharlo. En lo que mira a ella estoy tentadamuchas veces en hacerla mi discpula. Es un favor que tengo ganas dehacer a Gercourt. Me deja el tiempo necesario pues est en Crcegahasta el mes de octubre. Tengo idea de que aprovechar este tiempo yque le daremos una mujer ya formada en vez de una inocente colegiala.Cul es, en efecto, la insolente seguridad de aquel hombre que se atrevea dormir tranquilo mientras alguna mujer a quien ha ofendido no se havengado de l an? Mire usted, si la nia estuviese aqu en este momento,no s qu no le dira.

    Adis, vizconde, buenas noches, y buen acierto. Pero, por Dios,adelante. Piense que si no logra a esa mujer las otras se avergonzarn dehaberlo tenido a usted.

    En..., a 20 de agosto de 17...

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    CARTA XXI

    EL VIZCONDE DE VALMONT A LA MARQUESA DEMERTEUIL

    En fin, mi bella amiga, he dado un paso adelante. Pero un gran pa-so que si no me ha conducido hasta el cabo me ha hecho conocer, almenos, oue estoy en el camino, y ha disipado el miedo que tena de andardescarriado. Al fin he declarado mi pasin y aunque se ha guardado elsilencio ms absoluto, he recibido acaso la respuesta menos equvoca yms lisonjera. Pero no avancemos sucesos y tomemos la cosa de msarriba.

    Usted se acordar de que mis pasos eran espiados; pues he queridoque este medio escandaloso procurase la edificacin pblica, y vea lo quehice. Encargu a mi confidente que buscase en las cercanas algn desva-lido que tuviese necesidad de socorros, comisin sta que no era difcilde cumplir. Ayer, despus del medioda, me inform que en la maanade hoy deban embargarse los muebles de una familia entera que nopoda pagar las contribuciones. Me asegur de que no hubiese en estafamilia ninguna mujer soltera o casada que por su belleza pudiese hacersospechosa mi accin, y cuando estuve bien cierto de que no era as,declar mi proyecto a la hora de cenar de ir al da siguiente a cazar. Lle-gando aqu debo hacer justicia a mi presidenta, pues sin duda sinti algnremordimiento por las rdenes que haba dado, y no teniendo bastantefuerza para vencer su curiosidad, la tuvo, sin embargo, para contrariar midesignio. Deba hacer un calor excesivo, me expona a caer enfermo, nomatara nada, y me cansara en vano. Durante este dilogo, sus ojos, quehablaban tal vez ms de lo que ella quera, daban a entender que deseabaque yo tuviese por buenas sus malas razones. Yo no trat ni un solomomento de rendirme a ellas como usted puede pensar, y aun resist auna pequea stira contra la caza y los cazadores, y a una tintura de malhumor que oscureci durante toda la noche aquel semblante celestial.Tem por un momento que revocase sus rdenes y que su delicadeza mefuese funesta. mas en esto no calculaba la curiosidad de una mujer, y por

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    tanto me enga. Mi criado me tranquiliz aquella misma noche y meacost satisfecho.

    Al rayar el da me levant y part. No haba andado unos cincuentapasos fuera de la casa, cuando veo que un espa me sigue. Empiezo micaza, y marcho atravesando los campos hacia el lugar donde me habapropuesto ir, sin otro placer que el de hacer correr bien al tunante, que,atrevindose a dejar la ruta, haca a menudo a toda carrera triple caminoque yo. A fuerza de querer ejercitar sus piernas yo mismo me sent can-sado, y para reposarme sentme al pie de un rbol. Creera usted quetuvo la insolencia de encubrirse tras de unas matas y venir a sentarse aveinte pasos de m? Estuve tentado de encajarle un tiro, que aunque slode perdigones hubiera bastado para darle una leccin sobre los peligrosde la curiosidad. Pero, afortunadamente para l, me acord de que eratil y necesario a mi proyecto.

    En fin, llego al lugar y veo que hay rumor; me adelanto, pregunto yme refieren el hecho. Hago llamar al recibidor, y cediendo a mi generosacompasin, pago noblemente cincuenta y seis libras, por cuya sumaentregaban cinco personas a un lecho de paja y a la desesperacin. Des-pus de una accin tan sencilla, no puede usted imaginarse qu coro debendiciones se oa alrededor de m de parte de los asistentes, qu lgri-mas de gratitud corran de los ojos del anciano de esta familia, y hermo-seaban su rostro patriarcal, que un momento antes la impresin feroz dela desesperanza haca verdaderamente horrible.

    Examinaba este espectculo atentamente, cuando otro paisano msjoven, y que conduca por la mano una mujer y dos nios, adelantndosehacia m a paso precipitado y les dijo: "Arrojmonos todos a los pies deesta imagen de Dios", y al instante me vi rodeado de aquella familiaprosternada a mis rodillas. Confieso mi debilidad: mis ojos se llenaron delgrimas y sent interiormente un involuntario pero delicioso movimien-to. Qued admirado al ver el placer que se experimenta haciendo el bien,y casi creo que los que nosotros llamamos personas virtuosas no tienentanto mrito como se nos dice. Sea lo que fuere, he hallado justo el pagara esta pobre familia el gusto que acababa de causarme. Haba llevadoaquel da diez luises y se los di. Comenzaron otra vez los agradecimien-

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    tos, mas no ya tan expresivos: lo necesario haba producido el verdaderoefecto.

    Lo dems era una sencilla demostracin de reconocimiento y deadmiracin producida por un don excesivo y superfluo.

    Entre tanto, en medio de las bendiciones parleras de esta familia nodejaba yo de parecerme bastante al hroe de un drama en la escena deldesenlace. Note usted que en aquel montn de gente se encontraba miespa. Mi fin estaba logrado, y as me desprend de todos y volv a laquinta.

    Estoy contento de mi invencin, que tan bien he calculado. Esamujer merece sin duda la pena. Ser lo que en su da har vale para conella, y habindola en cierto modo pagado de antemano tendr derecho dedisponer de ella a mi capricho sin reconvenciones que hacerme.

    Se me olvidaba decirle que por sacar partido de todo he rogado aaquellas buenas gentes que pidan a Dios por que se logren mis deseos.Va usted a ver si no los he conseguido ya en parte . . .

    Pero avisan que est servida la cena, y sera luego tarde para quepartiese la carta si no la cerrase ahora. Lo dems, pues, por el correosiguiente. Lo siento porque lo restante es lo mejor. Adis, mi bella amiga.Usted me priva un momento del placer de ver a mi querida.

    En..., a 20 de agosto de 17...

    CARTA XXII

    LA PRESIDENTA DE TOURVEL A LA SEORA DE VOLANGES

    Muy seora ma: Tendr usted sin duda gusto en saber un rasgo delseor de Valmont, que contrasta mucho, en mi concepto, con aquelloscon que se le ha representado.

    Es tan penoso el pensar desventajosamente de cualquier cosa quesea, y tan sensible no encontrar sino vicios en aquellos que tendrantodas las cualidades necesarias para hacer amar la virtud! En fin ustedgusta tanto de emplear la indulgencia que es obligarla el orcerle motivospara corregir un juicio demasiado riguroso. El seor de Valmont me

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    parece que tiene fundamento para esperar ese favor y casi dir esa justi-cia: y vea por qu lo pienso.

    Esta maana ha dado uno de aquellos paseos que podan hacersospechar que tena algn proyecto en estas cercanas, idea que ustedmismo tuvo y que me acuso de haber adoptado con demasiada ligereza.Felizmente para l, y sobre todo para nosotros, pus nos impide serinjustos, uno de mis criados deba ir hacia la misma parte10, y de estemodo mi curiosidad, reprensible pero feliz, ha quedado satisfecha. Nosha contado que Valmont, habiendo hallado en el lugar de... una familianumerosa a quien se le estaban vendiendo los muebles porque no habapagado los impuestos, no slo se apresur a pagar por aquellas pobresgentes, sino que adems les dio una suma bastante considerable. Micriado ha sido testigo de esta accin generosa, y me ha contado tambinque los aldeanos, hablando entre ellos y con l, haban dicho que uncriado, que han designado, y el mo piensa que es el de Valmont, habatomado ayer informes en el mismo lugar acerca de los vecinos que po-dan tener necesidad de auxilios. Siendo as, ya no es slo una compasinpasajera determinada por la circunstancia, es un proyecto decidido dehacer el bien, es una beneficencia cuidadosa, es la virtud ms hermosa delas almas bellas; pero sea puro azar o proyecto, es una accin honrada yloable, y que al orla me ha enternecido hasta hacerme derramar lgrimas.Aadir adems, y siempre para hacerle justicia, que cuando le he habla-do de esta accion, de la cual no deca una palabra, comenz por negarla,y cuando la admiti pareca darle tan poco valor, que su modestia redo-blaba su mrito.

    Ahora, dgame usted, mi respetable amiga: el seor de Valmont esen efecto un libertino incorregible? Si no es otra cosa y se conduce as,qu les queda por hacer a los hombres de bien? Cmo! Los malvadospartiran con los buenos el placer sagrado de la beneficencia? Diospermitira que una familia virtuosa recibiese de la mano de un pcaro lossocorros de que ella dara gracias a su divina Providencia? y podracomplacerse en or a sus labios puros echar bendiciones a un rprobo?No, quiero mejor creer que sus errores, aunque de larga duracin, no soneternos y no puedo pensar que quien hace el bien sea enemigo de la

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    virtud El seor de Valmont es slo acaso un ejemplo ms del peligro quesuelen tener las amistades. Me detengo en esta idea que me agrada. Si poruna parte puede servir para justificarle con usted, por otra me hace apre-ciar ms y ms la tierna amistad que me une con usted para toda la vida.

    Tengo el honor de ser, etc.P. D. La seora de Rosemonde y yo vamos en este momento a ver

    tambin a la familia desgraciada y a unir nuestros socorros tardos a losde Valmont.

    Haremos que nos acompae y por lo menos daremos a estas bue-nas gentes el gusto de que vuelvan a ver a su bienhechor. Esto es creo, lonico que nos ha dejado por hacer.

    En..., a 20 de agosto de 17...

    CARTA XXIII

    EL VIZCONDE DE VALMONT A LA MARQUESA DEMERTEUIL

    Llegaba en mi ltima carta al punto en que regres a la quinta, yvuelvo a tomar el hilo de mi cuento.

    No tuve tiempo sino para vestirme de prisa, y sal a la sala, en don-de mi hermosa estaba bordando, mientras el cura del lugar lea la Gacetaa mi anciana ta. Fui a sentarme junto al bastidor. Unas miradas msdulces que de ordinario, y casi acariciadoras, me advirtieron muy luegoque el criado haba ya dado cuenta de su comisin. En efecto, mi amablecuriosa no pudo guardar ms tiempo el secreto; y sin temor de interrum-pir al venerable sacerdote, cuyo tono pareca no obstante el de un ser-mn, exclam: "Yo tambin tengo una noticia que dar". Y en seguidacont mi aventura con una exactitud, que haca honor a su historiador.Ya piensa usted como desenvolvera yo mi modestia; pero, quin seracapaz de detener a una mujer que, sin sospecharlo, hace el elogio del queama? Tom, pues, el partido de dejarla hablar. Dirase que predicaba elpanegrico de un santo. 10 La seora de Tourvel no se atreve a decir que iba por orden suya.

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    En el nterin yo observaba, no sin esperanza, todo lo que mi amorpoda prmeterse de su semblante animado, de sus movimientos ya msfrancos, y, sobre todo, del metal de su voz que, con su alteracin sensi-ble, descubra la emocin de su alma. Apenas acab de hablar: "Ven,sobrino mo, ven que te abrace", me dijo la seora de Rosemonde. Com-prend al instante que la linda predicadora no podra evitar el ser abraza-da tambin; quiso escaparse, pero pronta se hall entre mis brazos; ylejos de tener fuerza para resistir, apenas le qued la de sostenerse.Cuanto ms observo a esta mujer tanto ms apetecible me parece. Se dioprisa a volver a su bastidor, y afect para todos reanudar su bordado;mas yo me percat bien de que el temblor de su mano no le permitaseguir trabajando.

    Despus de comer, las damas quisieron ir a ver a los desgraciadosque yo haba socorrido tan piadosamente y fui acompandolas. Excusoa usted el fastidio de esta segunda escena de reconocimiento y elogios;mi corazn, impelido por un recuerdo delicioso, se apresura a referir elmomento de la vuelta a la quinta. Ocupado enteramente de hallar losmedios para aprovecharse del efecto producido por el suceso de aquelda yo continuaba guardando el mismo silencio. Slo la seora de Rose-monde hablaba, pero no lograba de nosotros sino respuestas cortas ypocas. Debimos aburrirla: tal era mi fin y lo alcanc. As es que, al bajardel coche, se entr en su cuarto y me dej a solas con mi hermosa en unsaln poco alumbrado, agradable oscuridad que da aliento al amor tmi-do.

    No tuve el trabajo de dirigir la conversacin al punto que yo quera.El fervor de la amable predicadora me sirvi mejor que lo hubiera podi-do mi maa.

    "Cuando se tienen tantas disposiciones para hacer el bien, me dijoella fijando en m sus dulces ojos, cmo puede pasarse la vida haciendoel mal?

    "No merezco, le respond, ni ese elogio ni esa censura, y no conci-bo que con tanto talento como usted tiene no me haya comprendidotodava.

    "Aunque mi confianza pueda serme nociva con usted, la merecedemasiado para que pueda negrsela. Hallar usted el principio de mi

  • L A S A M I S T A D E S P E L I G R O S A S

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    conducta en un carcter demasiado fcil. Por desgracia, cercado de gen-tes sin costumbres, he copiado sus vicios y acaso he puesto cierto amorpropio en aventajarlos. Del mismo modo seducido aqu por el ejemplode las costumbres, sin la esperanza de igualar a usted, he ensayado, almenos, el imitarla. Ah! tal vez la accin que tanto alaba hoy en m leparecera sin mrito ninguno si supiese su verdadero motivo (vea, mibella amiga, cun cerca andaba de decir verdad). No deben a m aquellosdesgraciados el auxilio que han recibido. En lo que mira usted una accinloable, he buscado slo un medio de agradar. No era yo en fin, puestoque he de decirlo, sino un dbil agente de la divinidad a quien adoro(aqu intent interrumpirme, pero no le di tiempo). En este mismo ins-tante mi secreto se escapa slo por debilidad ma. Me haba propuestofirmemente callarlo, y hallaba mi delicia en tributar a las virtudes deusted, no menos que a su hermosura, un culto puro que hubiera ustedignorado siempre; pero incapaz de engaar cuan-do tengo a la vista elejemplo del candor, no habr de echarme en cara un culpable disimulo.No crea que la ultrajo fundando esperanzas criminales. Ser desgraciado,lo s; pero mis sufrimientos me sern agradables, y me probarn la vio-lencia de mi amor; depondr a sus pies y en su seno mis quebrantos. Ahtoma