La vida cotidiana cap1

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i ' l F) .i ] Capitulo I PROLEGOMENOS Y peor es el invierno, pues con pies mojados andan, dolientes y encallecidos ... Ya el verano, Senor, mandales, que en el hallen regocijo.* Piers Plowman, texto B, XIV, versos 161-162 La vida es un compuesto de necesidades fisiol6gicas, aspiraciones intelec- tuales y temores, siendo las primeras faciles de catalogar y evaluar: comida, cobijo y el abrigo corporal que el clima exija. Estas necesidades basicas han cambiado poco en el curso de Ia historia de Ia humanidad, y las protefnas y calorfas que nuestro cuerpo necesita fueron practicamente las mismas en el Pa- leolftico que en Ia actualidad. En ocasiones se han satisfecho sobradamente es- tas exigencias, con Ia sensaci6n de bienestar consiguiente; otras veces no se han llegado a cubrir las necesidades fundamentales, a riesgo de Ia salud e incluso de Ia vida. Este libro es, a grandes rasgos, Ia historia de los distintos modos en que se han satisfecho estas necesidades fundamentales. Pero es imposible trazar una linea definida de separaci6n entre Ia satisfac- ci6n de las necesidades corporales y el desarrollo de conceptos intelectuales e incluso espirituales. Ambos se hallan fntimamente entrelazados, y eran una sola y misma cosa para el pensamiento «primitivo». El concepto de cultura popular los abarca a ambos, y si se encuentran separados en los estudios de historia de Ia cultura y de etnologfa, suele deberse unicamente a necesidades de expo- sici6n. Nos ocupamos aqui fundamentalmente de Ia sociedad preindustrial, que se extendi6 por Ia mayor parte de Europa hasta finales del siglo xvm, y que aun • [«And yit is wynter for hem worse, for wete-shodde thei gange, I A-fyrst sore and afyn- gred ... I Now lorde, sende hem somer, and some manere joye.»]

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Capitulo I

PROLEGOMENOS

Y peor es el invierno, pues con pies mojados andan, dolientes y encallecidos ... Ya el verano, Senor, mandales, que en el hallen regocijo.*

Piers Plowman, texto B, XIV, versos 161-162

La vida es un compuesto de necesidades fisiol6gicas, aspiraciones intelec­tuales y temores, siendo las primeras faciles de catalogar y evaluar: comida, cobijo y el abrigo corporal que el clima exija. Estas necesidades basicas han cambiado poco en el curso de Ia historia de Ia humanidad, y las protefnas y calorfas que nuestro cuerpo necesita fueron practicamente las mismas en el Pa­leolftico que en Ia actualidad. En ocasiones se han satisfecho sobradamente es­tas exigencias, con Ia sensaci6n de bienestar consiguiente; otras veces no se han llegado a cubrir las necesidades fundamentales, a riesgo de Ia salud e incluso de Ia vida. Este libro es, a grandes rasgos, Ia historia de los distintos modos en que se han satisfecho estas necesidades fundamentales.

Pero es imposible trazar una linea definida de separaci6n entre Ia satisfac­ci6n de las necesidades corporales y el desarrollo de conceptos intelectuales e incluso espirituales. Ambos se hallan fntimamente entrelazados, y eran una sola y misma cosa para el pensamiento «primitivo». El concepto de cultura popular los abarca a ambos, y si se encuentran separados en los estudios de historia de Ia cultura y de etnologfa, suele deberse unicamente a necesidades de expo­sici6n.

Nos ocupamos aqui fundamentalmente de Ia sociedad preindustrial, que se extendi6 por Ia mayor parte de Europa hasta finales del siglo xvm, y que aun

• [«And yit is wynter for hem worse, for wete-shodde thei gange, I A-fyrst sore and afyn­gred ... I Now lorde, sende hem somer, and some manere joye.»]

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seguia presente en algunas zonas a principios del siglo XX. Tal como expuso Robert Muchembled con gran elocuencia, era una sociedad dominada porIa inseguridad y el miedo. 1 La amenazaban los fantasmas del hambre y Ia enfer­medad, siguiendo esta los pasos de aquella. El hambre resultaba de las malas cosechas, y estas, principalmente, de las inclemencias del tiempo. El hambre adoptaba muchas formas; no hay dos hambrunas que correspondan a un mis­mo patron. Distintos cultivos resultaban afectados en sitios distintos. Unas ve­ces una epidemia atacaba a los animales, y los bueyes de labor morian; otras, era Ia peste la que diezmaba Ia poblacion humana. Fuera porIa razon que fue­se, aquello escapaba a Ia comprension de unas gentes simples, que vivian en Ia ignorancia y el remor del siguiente azote que una naturaleza despiadada ha­bia de infligirles. El poeta de Piers Plowman escribio a finales del siglo XIV: «Antes de cinco afios gran hambruna habra./ Riadas y mal tiempo malograran Ia cosecha».2 Se esperaba una crisis cada pocos afios. De producirse mas a me­nuda, Ia mortandad y el sufrimiento aumentaban. Si entre las epocas de crisis se intercalaban periodos mas largos, ]a gente tenia mas tiempo para reponerse de sus perdidas y acumular mayores reservas para Ia siguiente ocasion.

Consideramos el hambre y Ia desnutricion males recurrentes antes de Ia era industrial. Sin embargo, es probable que el frio tuviese Ia misma importancia. En gran parte de Europa los inviernos eran crudos. De poco sirve citar estadis­ticas. Suelen indicar las medias de un periodo de muchos afios. Encubren las oscilaciones diarias e ignoran el hecho de que una temperatura media de un grado bajo cero en Sajonia no impide que muchos dias se baje hasta los diecio­cho bajo cero e incluso muy por debajo durante Ia noche. Contra un frio asi, poca proteccion tenia Ia gente. Las vestiduras de Ia mayoria eran inadecuadas, y no existia un calzado resistente. Es totalmente imposible averiguar Ia proper­cion de muertes debidas a hipotermia durante el invierno. No presentaba nin­gun sintoma por el que Ia gente de aquel entonces pudiese identificarla.

Ademas de las calamidades naturales, estaban los peligros mas artificiales de Ia guerra y las algaradas, los asaltos, los robos y Ia muerte en el camino y en el hogar. Era una epoca violenta. Los gobiernos raramente intentaban repri­mir Ia violencia, y aun mas raro era que lo consiguiesen. i,Que seguridad podia encontrar el individuo? i,Como podia protegerse de los cuatro jinetes de Ia vi­si6n apocaliptica de san Juan: Ia guerra, el hambre, Ia enfermedad y Ia muerte? Iban juntos en el mismo carro, pero el jinete de Ia muerte siempre les seguia, recogiendo en donde los demas habian sembrado. La unica proteccion conoci­da para Ia mayoria era Ia que les proporcionaban sus parientes y Ia comunidad del pueblo o Ia aldea. La familia, bien Ia familia nuclear, compuesta por pa­dres e hijos, bien Ia familia extensa, que incluia a los abuelos y, bastante a me­nuda, tias, tios y primos, era Ia principal defensa que Ia sociedad podia ofrecer frente a las calamidades de Ia vida. La familia era una unidad cuyos fines eran Ia produccion y elaboracion de comida, Ia creacion de un hogar y Ia proteccion mutua. Tenia bien poco de romantico; Ia violencia se daba con Ia misma fre-

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cuencia en Ia familia que en el entorno social. Pero era necesaria, no solo para procrear, sino tam bien para vivir. La gente tenia horror a vivir sola, y el indivi­duo que vivia solo era practicamente un marginado, a quien era facil echar las culpas de las desventuras de Ia comunidad. Los que recitaban ensalmos y se decia que dejaban esteriles a los animales y malograban las cosechas eran las mas de las veces viejos que vivian solos, sin que nadie pudiese dar cuenta de sus actos. Se pertenecia a una comunidad porque se pertenecia a una familia o a un clan.

La comunidad no era mas que una version ampliada del clan, formada por varias farnilias o grupos familiares extensos, cada uno de los cuales vivia en su propia cas a y cultivaba su pro pia tierra. Pero en general Ia comunidad podia constar como maximo de cien o doscientas personas. En un grupo tan reduci­do, Ia endogamia llegaba a tal punto que todo el mundo era primo, por mas Jejano que fuese, de todo el mundo. Unas interrelaciones tan complejas, revela­das, por ejemplo, en el detallado estudio de Le Roy Ladurie sobre el pueblo pirenaico de Montaillou,3 poco contribuian a Ia armonia en el seno de Ia co­munidad, sino todo lo contrario: los estrechos vinculos intensificaban los celos y las querellas intestinas; habia constantes disputas acerca de dotes y herencias, division y reparto de tierras, deberes y derechos de cultivo y pastoreo en los prados o bosques comunales. Sin embargo, tenia que existir algun limite para las disputas y querellas internas, un limite mas alla del cual esas divisiones ame­nazaban la escasa seguridad que Ia comunidad poseia. En ultimo extrema, sus componentes fenian que labrar los campos, sembrar y cosechar y repartirse los prados, pastos y bosques en colaboracion. Tenian que ayudarse los unos a los otros a levantar tejados y mantener las humildes veredas que les servian de caminos, y fenian que ayudarse y apoyarse mutuamente en Ia observan­cia de las costumbres, resistiendose en Ia medida de lo posible a las exigencias de sus senores y su iglesia, y protegiendose contra los enemigos comunes.

Cad a comunidad observaba a la comunidad vecina con mal disimulada sus­picacia. Hacian negocios con ella, se casaban los miembros de la una con los de Ia otra, pero seguian siendo, en el mejor de los casos, «medio forasteros», a los que habia que vigilar atentamente sin dar nunca muestra alguna de afec­to. Mas alia del radio de las comunidades vecinas, a mas de un dia de viaje, todo era ajeno, solo cabia Ia desconfianza, incluso Ia hostilidad, frente a seme­jantes «extranjeros». No se podia confiar en ellos, ni falta que hacia: vivian mas alia del horizonte, de Ia vista y del pensamiento.

La Europa preindustrial estaba formada por estas unidades, por cientos de miles de ellas, que permanecian en un casi complete aislamiento, solo quebran­tado por sus relaciones con el sefior de su territorio y con Ia Iglesia, y eran prac­ticamente autosuficientes. En epoca de malas cosechas o durante las crisis de subsistencias no tenian quien les ayudara. Si su pueblo se destruia durante la guerra, los supervivientes erraban sin hogar en un mundo en donde no habia sitio para ellos. Cada unidad, por lo general, se regia a si misma. Tenia un tri-

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bunal que dirimia las querellas locales de forma elemental, y un comendador, un praepositus o un caudillo que procuraba mantener unida Ia comunidad. Era en gran medida una sociedad que se autorregulaba, sin ningun deseo o necesi­dad de supervision o interferencias exteriores.

Esta era Ia «concepcion del mundo» de los aldeanos de Ia Europa preindus­trial. Los habitantes de las ciudades, o, por lo menos, algunos de ellos, dado que Ia sociedad urbana estaba mas estructurada que Ia rural, eran mas anchos de miras, y sus vlnculos culturales y economicos cubrian un area mucho mas vasta. Pero Ia sociedad urbana es algo a lo que volveremos luego. Ahora pon­dremos el acento en Ia sociedad rural, porque, hasta que se manifestaron nue­vas formas de desarrollo social suscitadas por Ia industrializacion, el 80 por 100 de Ia gente vivia en el campo y trabajaba Ia tierra.

EL MUNDO DE LOS ESPiRITUS

La nocion de un universo ordenado en el que !eyes inmutables rigen los fe­nomenos de Ia naturaleza, en Ia Europa anterior a Ia industrializacion, era algo totalmente ajeno a todos, salvo a una pequeiia minoria intelectual. AI contra­rio, se tenia a Ia mituraleza por algo caprichoso y prepotente, que era mas nece­sario aplacar que comprender. Lo impredecible del tiempo y las cosechas, Ia irregular difusion de las epidemias y el caracter imprevisible de Ia muerte no hacian sino confirmar esta concepcion del mundo. Serian los hombres de Ia llustracion quienes emprenderian Ia tarea de reducir todos estos fenomenos for­tuitos a una especie de orden, expresable segtin las !eyes de Ia ciencia y Ia esta­dlstica. Los hombres y las mujeres anteriores solo pudieron poblar su mundo de esplritus, invisibles, desconocidos y, a menudo, anonimos. Habia esplritus en los bosques y en los campos. Gobernaban el tiempo y Ia sazon de los culti­vos. Dejaban sentir su maligno influjo sobre los animales de las granjas, tra­yendo consigo abortos y enfermedades. Llevaban Ia muerte a los jovenes, y ac­cidentes y achaques a los adultos. La variedad de hechizos que llevaban a cabo es innumerable. La vida estaba envuelta en un mundo de espiritus.

z.A partir de que momento de Ia Historia surge esta concepcion del mundo? Los pueblos mas primitives no poseian Ia escritura, y su pensamiento perma­necera por siempre desconocido, pero muchos de los objetos que crearon, por lo menos a partir del Paleolitico superior, solo pueden ser considerados indica­tives de practicas de magia simpatica. Incluso las pinturas rupestres de Ia Dor­doi'la y de Espana, que representan Ia caza del ciervo y de otros animales, pue­den explicarse como representaciones de cacerias, hechas con el proposito de garantizar su exito. Los ritos funerarios implican Ia existencia de un mundo de los espiritus a! cual el muerto acaba de ser asimilado. AI adentrarnos en tiem­pos ya historicos, vemos que Ia existencia de esplritus se encuentra impllcita en gran parte del folklore y las leyendas. Solo una parte del gran acervo de rei a-

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tos se ha conservado, y aun muchos atenuados y moderados, habiendose con­vertido las criaturas del mundo de los espiritus en personas y animales. Una gran parte de todo esto quedo cubierta por el ancho manto del cristianismo. Los esplritus se transformaron en santos, y los ritos propiciatorios se convirtie­ron en las celebraciones de los dlas de los santos. En Iugar de aplacar a los esplritus malignos, se procuraba Ia ayuda de los esplritus del bien, los santos. A partir de aqul, solo habia que dar un pequeiio paso para pasar al culto a los objetos que podian ser considerados propios de los mismos, y, si no los ha­bia a mano, podlan organizarse peregrinaciones a los lugares santificados por

' 4 su presenc1a. Un obispo medieval del suroeste de· Inglaterra ordeno a sus parrocos que

registrasen todos los relatos que circulasen por sus parroquias, pues el mundo de los esplritus estaba muy localizado, y esplritus distintos vivian en distintas vecindades. Desgraciadamente, registros como los que este obispo, en su afan folklorista, ordeno com pilar se han perdido, lo cual es una pena, ya que el pa­rroco estaba cerca de Ia gente, era uno de ellos, y compartla sus temores y an­gustias. Evid.entemente, Ia Iglesia consider<'> como una de sus tareas «acabar con las devociones y usanzas locales largamente conservadas de facto por Ia tradicion, y asegurarse de que los curas de los pueblos se considerasen parte integral de una unidad eclesiastica superior». Este proposito nose cumplio por completo hasta el siglo XVI. Nose distinguia lo sagrado de lo profano, y el pa­pel del sacerdote dentro de Ia Iglesia se enmarcaba en una magi a universal c\Jyo objetivo era apaciguar o aplacar los esplritus y obtener su apoyo en favor de los feligreses. La cultura popular se manifestaba a traves de <<Una concepcion del mundo que era superficialmente cristiana, pero animista en su base».s

En esta lucha contra las fuerzas del Mal que Ia rodeaban, Ia gente recurria a bailes, celebraciones y a Ia practica de ciertos ritos, con un doble proposito: por una parte, segun Ia extraiia logica de los pueblos «primitives», estos ritos y ceremonias se celebraban para influir en Ia naturaleza. El solsticio de verano y el de invierno tenian sus ritos pertinentes, que variaban de un Iugar a otro, pero cuyo objetivo era siempre el mismo, asegurar Ia inmutabilidad del ciclo natural. La siembra y Ia recolecci6n de las cosechas iban acompai'\adas de cere­manias. Estos ritos se han conservado hasta cierto punto, aunque en pocos lu­gares de Europa se practican con Ia intensidad y Ia conviccion con que debie­ron practicarse en Ia Edad Media.

El autor recuerda que, en el verano de 1939, se dirigia en su bicicleta a Ia cima de una colina a! oeste de Cornualles, en donde, Ia vispera de San Juan, a medianoche, iban a encender una hoguera . Era tambien el dia mas largo del afto, y con aquel fuego propiciatorio se pretendia a! mismo tiempo celebrar Ia festividad del santo, medir el paso de las estaciones, y, a su manera, asegurarse de que el ciclo se repetiria. Aquel verano se encendio Ia hoguera por Ia lluvia, y Ia lluvia Ia apag6. AI verano siguiente, fue Ia autoridad competente, encarna­da por un vigia antiaereo, quien prohibio su ejecucion, por miedo a que, en

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Iugar de atraer Ia lluvia, atrajera a los bombarderos alemanes a aquel sitio. Los «juegos y diversiones» de los pueblos primitives tenian otro proposito

no menos significative. Era ·esencial mantener a Ia comunidad unida, pese a todas las fuerzas internas de codicia, envidia y suspicacia que Ia habrian desga­rrado. Sumarse .a los festejos, bailes y rituales en fechas sefialadas mantenia

.. unidos a los miembros de Ia comunidad. Habia presiones sociales que obliga­ban a participar, pues aquello era «cultura ruralen accion».6 Los habitos fol­kloricos perviven en su estado anemico a~tual porque estan profundamente arrai­gados en Ia conciencia del hombre. Para Ia mayor parte de Ia poblacion urbana y del Occidente civilizado, practicas como los ritos primaverales que se cele­bran eJ primero de mayo pueden ser remanentes sinsentido. Pero, para el mun­do comunista, que, a! fin y a! cabo, comprende una buena parte de Ia Europa rural, este sigue siendo un dia de fiesta. El comunismo ha asimilado los ritos primaverales en su culto, a! igual que el cristianismo asimilo las mas diversas pnicticas deL mundo pagano animista mas de mil afios antes. Estos festejos y juegos eran ocasiones vividas intensa y tumultuosamente en las ,que Ia gente podia olvidarse de sus desdichas y temores y de las fuerzas malignas que ace­chaban el mundo, aunque. solo ·fuese por un momento.7

En las ultimas pagin.as, nos hemos referido principalmente a Ia Edad Me­dia. Son escasas las descripciones de las tradiciones y el folklore medievales, y las que se han conservado. hasta Ia actualidad son versiones expurgadas de lo que se sabia en Ia Edad Media y las epocas precedentes. Esto se debe a que, a partir del siglo XVI, Ia Iglesia y el Estado, en nada santa alianza, procuraron destruir Ia concepcion medieval del mundo, con un exito casi absolute. Una sociedad de estructura feudal, centrada en las linidades locales que fundamen­taban Ia sociedad, cedio su P\lesto a un gobierno centralizado. El Estado paso a interpretar un papel cada vez mas dominante. Un rey frances del siglo XVII

pudo decir: I'Etat, c'est moi, «el Estado soy yo». Los asuntos locales quedaron . cada vez mas bajo el dominic de Ia autoridad central . La misma tendencia se manifesto en Ia Iglesia. La revuelta «protestante» conmovio hasta sus cimien­tos a Ia Iglesia medieval, y del conflicto, como por obra de una especie de dia­U:clica, surgio Ia institucion postridentina, mas centralizada, de organizacion mas fluida, mas unificada en lo doctrinal, y mas decidida que nunca a erradi­car las creencias y practicas que no pudiesenreconciliarse con su recien recupe­rada pureza espiritual. La Contrarreforma quiza fue desencadenada porIa pre­via Reforma protestante, pero algo semejante hubiese tenido que ocurrir de todos modos. Las tendencias centralizadoras y autoritarias forinaban parte de Ia reac­cion europea al _ derrumbe del feudalismo, y no se limitaron, por lo que a Ia religion respecta, a Ia Iglesia catolica. Asi, Martin Lutero, que empezo «abo­gando porIa libertad individual y de conciencia», acabo siendo absolutista en cuestiones de Estado y de religion. 8 Y Calvina, igual que sus sucesores en Es­cocia y Nueva lnglaterra, llevo sus ideas de uniformidad religiosa casi tan lejos como el concilio de Trento y Ia Inquisicion.

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Este afianzamiento de Ia autoridad del Estado y Ia Iglesia penetro hasta el corazon de las unidades locales (sefiorios, parroquias, comunidades) que con­formaban Ia sociedad. De ahara en adelante, parecian decir, Ia seguridad de todos queda garantizada por Ia administracion. El Estado se hacia cargo de Ia ley, mientras que Ia Iglesia mantenia a raya a los espiritus. Juntos, ya fuesen protestantes o catolicos, impusieron Ia uniformidad de creencias y practicas a sus subditos, controlandolos en cuerpo y alma. Swinburne escribio: «Venciste, palido galilee; tu aliento ha vuelto gris el mundo>> .9 Se equivocaba, pero solo a! atribuir este heche a los ultimos afios del imperio romano. Eso no sucedio al triunfar el cristianismo, sino que Jo llevaron a cabo Lutero, Calvina y el con­cilia de Trento durante los siglos XVI y XVII . Fue entonces cuando las ·autori­dades intentaron, con exito mas que aparente, imponer a Ia sociedad su propio mundo ·gris de dogmas y represiones.

Nadie podria decir que el mundo medieval no fuese violento, brutal y cruel, pero a! triunfar el autoritarismo, Ia crueldad se institucionalizo. Evidentemen­te, hubo pogroms y cruzadas en Ia Edad Media -contra judios, cataros e infieles-, pero en el modesto nivel de las comunidades locales habia un cierto grade de tolerancia. Eso se acabo con Ia Reforma y Ia Contrarreforma. 10 De distintas formas, los rites asociadas al ciclo de las estaciones ·fueron suprimi­dos o reprobados,-se castigo a los disidentes, y se hizo todo lo posible para erra­dicar el animism a y Ia magi a que habian sobrevivido y se habian practicado desde los mas remotes tiempos hasta el siglo XVI. Esta campafla contra todos los rites primitives y tradicionales que no estuviesen directamente relacionados con Ia doctrina eclesiastica culmino a finales del siglo XVI y durante el siglo XVII con un violento y brutal ataque a Ia hechiceria en general, y a Ia brujeria en particular. La hechiceria se habia practicado de un modo u otro a lo largo de toda Ia Edad Media. El agua de las pilas bautismales·se empleaba con fines supersticiosos. Poco se habia hecho en apariencia para poner cote a esta prac­tica, aparte de impedir el acceso a! agua bend ita poniendole una tapa a Ia pila. Sin duda, el propio sacerdote participaba en estas actividades, demostrando asi lo unido que estaba a sus feligreses . Esta situacion cambio con Ia Reforma . Tanto los cat6licos como los protestantes lucharon por Ia eliminacion de Ia ma­gia popular. La victima mas facil era Ia bruja, que parecia simbolizar todas las fuerzas ocultas que las iglesias luchaban por suprimir. Generalmente era una mujer mayor, que por lo comun vivia sola, siendo probablemente una vecina molesta y de lengua viperina. Tenia pecos amigos, y no habia defensa racional posible contra acusaciones irracionales. Y de este modo fueron exterminadas las brujas durante los siglos XVI, XVII y principios del XVIII en Ia mayor parte de Ia Europa catolica y protestante, asi como en Nueva Inglaterra. 11

La campai'ia contra Ia brujeria termino en el siglo XVIII, no porque las igle­sias hubiesen cambiado de posicion a! respecto, sino porque un arma nueva y mucho mas poderosa empezo a ser empleada contra los elementos supervivien­tes de Ia cultura popular: Ia razon. El uso desenfrenado de Ia razon humana

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se convirtio en Ia nueva religion , sin suplantar o anular, par supuesto, a las or­todoxias religiosas establecidas, aunque sembrase Ia duda aqui y alia y casi en todas partes suavizase el rigor con que los fundamentalistas imponian sus opi­niones y sus castigos. El resultado podria haber sido el renacimiento de Ia cul­tura popular, movimiento que acabo par producirse, aunque fuese demasiado tarde y con una vocacion demasiado arqueologica como para tomarnoslo en serio. Entre sus manifestaciones se encontraban Ia creacion de sociedades se­cretas; Ia creencia en los druidas; Ia recuperaci6n de las tradiciones populares, tales como las celebraciones primaverales, del solsticio de verano y de Ia cose­cha; y e1 refinamiento de los bailes folkloricos, basta convertirlos en una forma artistica totalmente desvinculada de sus raices populares .

La cultura popular anterior a! concilio de Trento, con sus infinitos matices de color local, se via a! final sustituida par una cultura de masas, ampliamente uniforme y que cub ria gran des areas. El vehiculo principal de Ia cultura de ma­sas que comenzo a penetrar en Ia sociedad rural, despues de haber estado pre­sente durante generaciones en Ia urbana, fue Ia palabra impresa.12 La sociedad nose alfabetizo de Ia noche a Ia manana, sino que ya habia existido una peque­i\a minoria que sabia leer textos sencillos, mientras que, de hecho, las iglesias habian promovido Ia alfabetizacion al poner a! alcance de las gentes catecis­mos, obras liturgicas e incluso Ia Biblia impresos en lengua vernacula. A fina­les del siglo XVI!, Ia impresion y publicacion de obras se disparo. El testimo­nio proporcionado par testamentos y escrituras demuestra que cada vez era mayor Ia proporcion de individuos de Ia Europa central y occidental que sa­bian firmar con su propio nombre y, presumiblemente, leer. Es probable que los Iibras de tema teologico fuesen los predominantes, pero incluso estos dis­minuian Ia importancia del papel de sacerdotes y presbiteros a! convertir en menos necesario su ministerio. Par ~upuesto, hubo varias formas de censura, incluyendo ellndex librorum prohibitontm de Ia Iglesia catolica, que, signifi­cativamente, alcanzo mas o menos su forma moderna a mediados del si­glo xvm, cuando mayor era Ia amenaza de Ia Ilustracion. Pero las imprentas tambien publicaban unos pecos libros de artes y oficios, relates de viajes, ho­jas volantes y Iibras de cordel sabre cualquier tema imaginable, Ia mayoria de los cuales nunca llegaba al populacho, al que, de todos modos, no estaban des­tinados, aunque su contenido fuese filtrandose lentamente desde las clases al­fabetizadas -hacendados, burgueses y clerigos- basta las masas.

AI mismo tiempo, los viajes se convirtieron en alga habitual, par lo menos en Ia Europa central y del oeste, y en buena parte de Ia del sur. La calidad de las carreteras no mejoro de forma apreciable, pero todo el aparato del viaje -Ia infinita variedad de caches, las pastas, las posadas- hizo que los desplaza­mientos par Europa fuesen mas rapidos, menos incomodos y, sabre todo, mas seguros. Naturalmente, habia zonas, algunas de gran extension, que no cruza­ba ninguna carretera ni visitaba viajero alguno. Pero dondequiera que fuesen los viajeros, se difundian nuevas ideas, y los usos y costumbres locales empeza-

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ban a erosionarse. En resumen, se difundia muy lentamente una cultura de ma­sas con escasa cabida tanto para el animismo y los localismos de Ia cultura po­pular anterior como para las culturas jerarquicas de Ia religion institucionalizada.

Estes cambios, de una cultura popular cuyas raices eran locales y anteriores al cristianismo, a otra jerarquicamente organizada cuya finalidad era imponer Ia conformidad y Ia uniformidad, y, finalmente, a una cultura de masas, no fueron ni bruscos ni faciles de evaluar ni simultaneos. Lo mejor es imaginaries como una serie de oleadas que se difundieron de Ia Europa occidental bacia el norte y el este, penetrando en las areas mas pobladas, urbanizadas y desarro­lladas y evitando las de poblacion mas dispersa. En un pasaje revelador, Tho­mas Hardy, despues de haber comentado los ritos primaverales practicados par los lugarefios del Valle de Blackmore, observaba que «donde mas duran las an­tiguas supersticiones es en el fango». Para el, las tierras Jangosas, cubiertas desde tiempos antiguos par bosques y roturadas solo en epoca relativamente reciente, representaban zonas de resistencia en donde Ia cultura popular iba cediendo muy paulatinamente ante Ia cultura de masas. La fecha debia ser hacia Ia deca­da de 1840, de modo que Ia escena presenciada par Hardy habria sido de auten­tica supervivencia, no de renacimiento. Pero es imposible que los refinados via­jeres de Hardy, a! sumarse a las celebraciones rituales, tuviesen idea de Ia importancia de las mismas. El suyo era un simple inten!s paternalista par alga «primitive», como el de muchos folkloristas de finales del siglo XIX y princi­pios del xx. Chaunu ha subrayado que Ia actitud mental de llenar el mundo de espiritus y creer que, mediante Ia «magia», podran ser controlados duro mas tiempo en los limites del mundo agricola, en bosques y montafias. 13 La supers­ticion se encontraba mas entre los pastores que entre los campesinos, que ha­bian sucumbido en mayor o menor medida a! autoritarismo espiritual. Los rna­demos pogroms contra las brujas se inidaron en las montai\as de Suiza, Saboya y los Pirineos, y se extendieron, como es publico y notorio, a grandes regiones de Alemania e incluso a lnglaterra, pues en todas partes habia un sustrato ca­paz de profesar tales creencias y lo bastante vengativo como para llevarlas a Ia practica atacando a las brujas.

La «Caza de brujas» acabo a finales del sig!o XVlll, y Ia ultima bruja fue quemada en Europa en Polonia en 1793. Ella no puede atribuirse solo a Ia eli­fusion de las ideas ilustradas, aunque no faltaron ilustrados que denunciaran estas practicas con toda Ia vehemencia y Ia logica a su alcance, pues, a! fin y al cabo, a Voltaire y Diderot no los leian en las aldeas. Mas bien debe atribuirse a Ia paulatina sustitucion de Ia cultura popular par Ia cultura de masas. La cul­tura popular en si misma no habia desencadenado Ia persecucion de las brujas, pero habia creado una actitud mental que consideraba a espiritus y hechiceros como moradores habituales de este mundo contra los que debia protegerse. Par supuesto, Ia gente en Ia Ectad Media creia en las brujas del mismo modo que creian en el demonio y en toda clase de espiritus, pero se ocupaban poco de elias. Fue solo al quedar sus instintos primitives sometidos a Ia autoridad de

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Ia Iglesia y del Estado cuando Ia gente corriente soslay6 los excesos que llega­ron a cometerse. La difusi6n de Ia cultura de masas merm6 las fuerzas de las creencias «primitivas» en el mundo de los espiritus, y los pogroms contra las brujas fueron desapareciendo poco a poco de Ia escena europea.

Espana, se ha dicho a veces, hizo gala en esos aiios de una tolerancia que brill6 por su ausencia en Europa central; sin embargo, es dificil sostener esta opinion respecto a un pais en donde la Inquisici6n estuvo mas activa que en ningun otro pais. Parece que no se persigui6 con tanta violencia a las brujas aqui como en otras partes, simplemente porque habia peces mas gordos que pescar: judios, moros y herejes. i,Por que molestarse por una pobre vieja chi­flada cuando habfa judios, y a veces judios ricos, que pescar? Y esto plantea un tema importante en el desarrollo del pensamiento y Ia cultura europeos: i,has­ta que punto Ia caza de brujas dio Iugar a los pogroms contra los judios? Esta transici6n solo pudo darse, en Ia era preindustrial, en Ia Europa del Este y en Rusia, porque Ia diaspora de Ia era moderna todavia no habia provocado Ia dispersion de los judios en cantidades apreciables; de hecho, las Ultimas que­mas de brujas y los primeros pogroms antijudios se dieron casi a! mismo tiempo.

Este breve comentario sobre Ia cultura popular plan tea una cuesti6n impor-. tantt!: d6nde trazar, en un libro que trata de Ia cultura material, ellimite entre

esta y los aspectos mas intelectuales o espirituales de Ia cultura. Toda faceta de Ia vida material!levaba consigo sus rituales, su «magia» para asegurarse un resultado feliz . No cabe duda de que muchos de estos ritos y prescripciones se habian convertido ya en estereotipos mucho antes del fin de Ia era preindus­trial, quedando reducidos a simples ocasiones para el regocijo de Ia comuni­dad. Otros habian sido suprimidos en el curso de Ia «conquista espiritual del campo». Pero otros, como el Primero de Mayo, las fiestas de Ia cosecha y Ia Navidad, fueron absorbidos porIa infinita capacidad de asimilacion de Ia cul­tura de masas.14

Sin embargo, debemos trazar un limite, que, en el contexte presente, se en­cuentra en donde ritos y costumbres ya nose consideran parte esencia/ del pro­ceso de cultivo de los campos y de Ia construcci6n y el mantenimiento del ho­gar. Cuando las celebraciones de Ia primavera, del solsticio de verano y del de invierno se observan por si mismas y ya no se conciben como parte de un pro­ceso proquctivo, entonces podemos, sin que ello suponga una perdida irrepara­ble, excluirlas del estudio de Ia cultura material.

EL CONTENIDO DE LA CULTURA MATERIAL

Asi pues, i,que nos queda por estudiar? AI principia de este capitulo, se ha definido de modo generico Ia cultura material como los distintos modos en que se han satisfecho las necesidades human as elementales de com ida, cobijo y .ves­tido. Esta definicion puede servir para Ia cultura material de los pueblos mas

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simples y mas «primitives», pero las necesidadcs lilllil i llllt ~l 11111~ l c n irse hacien­da cada vez mas divers as y complejas por Ia pro pia 11aLr11 al c~.ll del progreso: lo que en una epoca se consideraba un lujo preciado como n:s idcnda, alimento o menaje domestico, se convierte en una necesidad a Ia siguientc. La simple categoria de necesidad ya no es adecuada, pues Ia satisfaccion de una carencia facilita Ia satisfaccion de otras. Asi, Ia agricultura proporciono el material para Ia construccion de casas y para Ia fabricacion de tejidos; el desarrollo de Ia me-

. talurgia ·contribuyo tanto a! exito de Ia agricultura como a Ia construccion y el mobiliario de las casas; y con el progreso de tecnologias interrelacionadas, el hombre llego a ser capaz de sa tis facer sus necesidades elementales y, a! mis­mo tiempo, ir mas a!la de las mismas. Todos los pueblos en todas las epocas han tenido sus necesidades y sus lujos, · siempre ha habido nuevas satisfaccio­nes que obtener, y en el ultimo medio siglo estas han tenido un crecimiento exponencial, compartido con el de las tecnicas mediante las cuales pueden ser alcanzadas.

El tema de este libra, brevemente expuesto, es que las primeras fases del pro­greso material tuvieron su origen fuera de Europa, principalmente en Ia exten­sa region del Proximo Oriente, y se difundieron muy lentamente en direccion norte y noroeste, para asumir luego formas mas sofisticadas, que culminaron en el siglo XVIII con Ia aplicacion de Ia fuerza mecanica a! proceso de produc­cion . El nivel de desarmllo tecnologico aJcanzado en Europa en esa epoca su­peraba tan ampliamente al que se daba en el resto del mundo, que Europa se convirtio en exportadora de tecnologia y de cultura, del mismo modo que an­tes habia sido importadora.

CENTRO Y PERIFERIA

Un tema secundario es que solo mediante Ia innovacion tecnologica podra satisfacerse Ia cada vez mas amplia gama de necesidades y aspiraciones huma­nas. La innovaci6n, por regia general, es un fen6meno muy localizado, puesto que, si bien no se puede excluir Ia posibilidad de invenciones paralelas -Ia his­toria demuestra con ejemplos mas que suficientes esta posibilidad-, las inno­vaciones fundamentales pueden atribuirse a regiones concretas, cuando no a lugares precisos, desde las cuales se habrian difundido (fig. 1.1) . La naturaleza de Ia innovacion y Ia difusion se abordara en el siguiente capitulo; baste decir por ahora que el progreso resultante tuvo que ser por fuerza desigual en Euro­pa. Hubo, necesariamente, regiones precoces, y, en cambio, regiones en las que algunas innovaciones se introdujeron lenta y tardiamente, y otras a las que ni siquiera llegaron. Cuando las civilizaciones clasicas florecian en Ia cuenca me­diterranea, habia grandes zonas del norte de Europa cuyo desarrollo no habia ido mas alia de Ia Edad de Piedra. Europa siempre ha tenido zonas subdesarro­lladas, donde las tecnicas estan relativamente atrasadas y los niveles de bienes-

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tar son bajos, pero mientras que ahora el igualitarismo de Ia Comunidad Euro­pea les dispensa un trato particularizado y estimula su desarrollo mediante in­yecciones de capital , en el pasado o se las ignoraba o se aprovechaban de sus debilidades.

La velocidad de desarrollo ha variado de un Iugar a otro. Han surgido una scrie de «focos» o «centros neunilgicos» que han florecido y, en muchos casos, han entrada luego en decadencia. El sur de ltalia, a Ia vanguardia del desarro­llo en otro tiempo, se ha .convertido ahora en receptor de ayuda «exteriom, mien-1 ms que el noroeste de Europa, situado en otro tiempo en Ia peri feria remota del lmperio Romano, se habia desarrollado alllegar al siglo XIX hasta las mas Ii lllS cotas de productividad y los mas elevados niveles de vida de Europa y del mundo. Es dificil aislar los factores que intervienen en estos procesos de d ~:s arrollo y decadencia, pero estan basicamente en relacion con los recursos uulurales y su aprovechamiento por el hombre, que depende a su vez de Ia re­~ ·~.: p t ividad a las innovaciones y del efecto acumulado de millones de decisiones huntanas.

Las areas centrales en donde era mas probable que las innovaciones fuesen n<loptadas y el progreso material fue mas rapido y de mayor alcance fueron, siu cxccpcion, llanuras de suelo fertil y acceso relativamente facil. No todas esas :i rcas se convirtieron, de ninguna manera, en focos de desarrollo cultural, ni 1111 area de esta clase surgida en Ia prehistoria tenia por que conservar necesa­ri:llncnte su posicion privilegiada. Los suelos de loess esponjosos y fertiles exis­t ~: utcs en el sur de Alemania y en Ia cuenca del Danubio tenian una densidad lie poblacion relativamente alta en el Neolitico, y se convirtieron en focos de 1111 progreso muy Iento en terminos materiales. Con el surgimiento de las cultu­III S de los metales, aparecieron nuevas areas de centralidad: los Balcanes, Italia y !Jspai'la . A su vez, Ia civilizacion clasica alcanzo un nivel de cultura material Nllpcrior al anteriormente conocido en Europa. Pero su corazon era basicamente Ia cuenca mediterranea, mas alia de Ia cual, en Ia Galia, en Gran Bretafta y ;u los Balcanes, solo podia hallarse en centres muy localizados, rodeados de

1111 hinterland sobre el cual, en el mejor de los casos, ejercian una reducida in­fluencia.

En el curso de Ia Edad Media, Italia, y, sobre todo, Ia zona a! norte de Roma, mantuvo el nivel cultural y material del mundo clasico. La vida urbana, Ia arte­sanfa, los asentamientos rurales y Ia practica de Ia agricultura se remontaban en mayor o menor med ida a las practicas del Imperio Romano. En los demas pafses, el legado de Roma se fue difuminando, y en algunas regiones, como por ejemplo el interior de Ia Peninsula Balcanica, desaparecio casi por compte­to. Cuando los eslavos ocuparon Ia region en el siglo VII, debieron encontrar muy pocos vestigios de Ia antigua dominacion romana. En el oeste se conser­varon mas elementos del mundo material romano: una cierta continuidad en Ia vida urbana y en las poblaciones rurales, mientras los campos seguian sien­do cultivados y se practicaba Ia artesania.

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PROLEG6MENOS 25

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1.1. Areas cemrales de la cultura europea en !a Alta Edad Media.

Cuando, al cabo de unos quinientos aftos del desmoronamiento del Impe­rio Romano de Occidente volvio a manifestarse un progreso en Ia cultura mate­rial, fue en zonas que habfan sido marginales dentro del mundo romano: el sur de los Pafses Bajos, Ia cuenca de Paris y ·Ia Renania central, o que incluso estaban mas alia de las antiguas fronteras del Imperio, como Westfalia, Sajonia, Bohemia y Ia Polonia central. El area de centralidad que comprendia el nor­te de Italia acabo siendo igualada por otra que abarcaba el norte de Francia, el sur de los Pafses Bajos y Ia Baja Renania. No es facil precisar las ventajas de que gozaba esta region , antes en Ia periferia del Imperio Romano, de pobla­cion poco densa y con escaso desarrollo urbano. A partir del siglo XI, esta re­gion, a Ia que debe sumarse el sureste de Inglaterra, con Ia que mantenia con­tactos frecuentes y regulares, se desarrollo rapidamente y se convirtio en el polo a partir del cual Ia urbanizacion, el artesanado y el comercio se extendieron en direccion este y sureste por toda Europa.

La figura 1.1 muestra de forma simplificada estas areas centrales del no­roeste de Europa y, generalizando mucho, Ia difusion de las innovaciones y de los niveles superiores de desarrollo material en Ia Baja Edad Media y Ia era

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moderna. Desde el pri.ncipio de Ia Ectad Media hasta el siglo pasado o incluso el actual, ha existido una inclinaci6n en el plano cultural, unas veces marcada, y otras, suave, pero en constante descenso a medida que atravesamos Europa desde el foco noroeste en direccion norte, este y sureste. En casi todos los as­pectos 'materiales, Ia Europa del noroeste estaba mas adelantada que Ia central, del mismo modo que Ia central lo estaba mas que la del este y Ia del sureste. En los capitulos siguientes aludiremos con frecuencia a Ia difusion bacia el este de las ventajas materiaJes del progreso occidental. AI principia de Ia era mo­derna, el noroeste de Europa ·super6 a Italia en los aspectos mensurables de Ia cultura: poblacion y crecimiento urbano, productos manufacturados y pro­ducci6n agricola. La moderna industria manufacturera se lo debe todo a las invenciones efectuadas en el noroeste de Europa. Fue pura casualidad que Ia region poseyera las mayores reservas de combustible solido de Europa, pues los yacimientos de carbon no hicieron mas que consolidar y aumentar Ia ventaja. que esta region ya habia adqi.Jirido.

La difusi6n de Ia cultura material no fue solo geografica, sino tambien so­cial. Siempre ha sido Ia elite politico-social el segmento de Ia sociedad que ha estado mejor alimentado, mejor vestido y que ha tenido las mejores viviendas. Esta elite podia adoptar las innovaciones antes que el resto de Ia poblacion, y establecia los patrones qtie los demas imitaban. Sea cual sea la faceta del bie­nestar material que elijamos, desde los cristales esmerilados a! uso de jabon y de ropa interior, vemos que el progreso adquierc importancia primero entre Ia clase alta, y luego se abre camino lentamente hasta llegar a las clases inferio­res. Esta doble direccionalidad de Ia difusion, hacia el este geograficamente y hacia abajo socialmente, se ha mantenido durante casi quince siglos. Este mo­vimiento aparece representado graficamente en las figuras 1.2 y 1.3 . Pero Ia di­fusion de los rasgos culturales hacia el exterior no es nunca uniforme, como un gran frente que barra o venza cualquier obstaculo o resistencia que encuen­tre en su camino, sino que, todo lo contrario, se infiltra dajandolos a un !ado; aplazando para mas adelante su sujeccion o su asimilacion. Este es el modelo europeo. Algunas zonas, como el valle de Blackmore de Thomas Hardy, se mos­traron renuentes a! cambio y fueron dejadas a un !ado; unas zonas de las que Europa esta constelada, montaflosas en su mayoria, con pocos recursos natu­rales queatraigan a los pioneros, yen donde las antiguas costumbres, supersti- · ciones, maneras de construir y de aprovechar Ia tierra que han sido abandona­das en zonas mas progresistas, asi como las antiguas variantes dialectales y formas de pensamiento han permanecido hasta tiempos modernos.

Pero si proyectamos nuestra vision hasta adentrarnos en Ia prehistoria, no encontramos areas de centralidad ni focos culturales, sino que Europa entera estaba atrasada y por desarrollar. Gran parte del continente, a! norte de los Al­pes, estaba cubierta por Ia tundra, que iba cediendo poco a poco a! empuje . de los bosques de coniferas. Pero aun mas a! norte quedaban todavia los restos del casquete glaciar que habia cubierto en otro tiempo gran parte del continen-

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PROLEG6MENOS

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· 1.2. Gradit:llll' .:uhural entre Ia l::uropa del c; te y Ia del oeste. !:n d c>4ucma se aprecia Ia proporcion Gtda vcz mrnor de [inhlacion con cultura mate.rial de clase media y alta.

1800 1.3. El gradiente cultural en Ia Europa de Ia Edad Media y principios de Ia Edad Mo­derna. En el esquema se aprecia Ia proporci6n cad a vez mayor de poblaci6n con cultura material de clase media y alia.

te. Las primeras culturas habia que buscarlas en Oriente Medio y en el sur y el sureste asiaticos. Aqui es donde hay que buscar las raices de Ia revolucion agricola, los origenes de Ia metalurgia y el nacimiento de los primeros asenta­mientos permanentes y de las primeras ciudades . Aqui fue donde se originaron las primeras grandes innovaciones culturales, y desde aqui se difundieron hacia el oeste y hacia el norte (fig. 1.4). Europa se inspiro en el Proximo Oriente, y no hubo casi ninguna invencion de importancia fundamental para el hombre

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Oriente Media

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LA VIDA CaTIDlANA

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1,11 . El diagrama ilustra Ia difusi6n de Ia cultura material en Europa y su avance desde Oriente Mcdio a! Mediterraneo, y de alii al este y al oeste de Europa.

:uropeo que no tuviese su origen en las llanuras del Tigris y el Eufrates o en cl arco montai'ioso que las delimita. Desde aqui, las innovaciones se llevaban al oeste y a! noroeste, por rutas terrestres y maritimas, hacia Anatolia, Grecia y Ia Peninsula Balcanica, y de alii a Italia y Ia cuenca del Danubio. I ,os pue­blos y las culturas se sucedian en oleadas, o por lo menos asi parece visto en perspectiva, estando cad a oleada algo mas desarrollada que Ia precedente y sien­do cada una portadora de una novedad. A veces los recien llegados Ia transmi­tian a quienes se encontraban a su paso; otras veces, estos se mostraban reti­centes al cambia. Pero el nivel de progreso material en Europa fue elevandose paulatinamente hasta Ia altura del del Proximo Oriente. Podriamos preguntar­nos cmindo alcanzo Europa el nivel de esa region y paso a superarlo, pero es una pregunta imposible de contestar, puesto que las diferencias de nivel dentro

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PROLEGOMENOS 29

de ambas regiones eran demasiado acentuadas como para permitirnos hacer una generalizaci6n de ese calibre. Sin embargo, es evidente que en tiempos del Imperio Romano, las provincias de Levante del Imperio ibc:n por delante de Ia mayoria de las europeas en cuanto a arte, artesania, poblaci6n y urbaniza­cion. Y, pese a los ataques de partos y turcos, este liderazgo se mantuvo duran­te Ia Alta Edad Media. Es posible que no fuese hasta el siglo Xlll cuando el Occidente cristiano igualase a lo que era ya el Oriente musulman, y, a partir de esta fecha, lo superase, de modo que, desde entonces, Europa empezara a cancelar su deuda con el mundo no europeo.