La Trinidad en el Nuevo Testamento Los Evangelios sinópticos · Misterio de la Santísima...

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    “Cuando los cristianos confesamos la Trinidad de Dios, queremos afirmar que Dios no es un solitario, cerrado sobre sí mismo, sino un ser solidario. Dios es comunidad, vida compartida, entrega y donación mutua, comunión gozosa de vida. Dios es a la vez el que ama, el amado y el amor. Confesar la Trinidad no es sólo reconocerla como principio, sino también aceptarla como modelo último de nuestra vida. Cuando afirmamos y respetamos las diferencias y el pluralismo entre los hombres, confesamos prácticamente la distinción trinitaria de personas. Cuando eliminamos las distancias y trabajamos por la igualdad real entre hombre y mujer, afortunado y desgraciado, cercano y lejano, afirmamos con nuestras obras la igualdad de las Personas de la Trinidad. Cuando nos esforzamos por tener “un solo corazón y una sola alma” y sabemos ponerlo todo en común, para que nadie sufra necesidad, estamos confesando al único Dios y acogiendo en nosotros su vida trinitaria”.

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    La Santísima Trinidad Cada vez que hacemos la señal de la Cruz decimos: "En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo". Y, de este modo, expresamos simultáneamente los dos grandes misterios de la fe cristiana: con las palabras que decimos proclamamos el Misterio de la Santísima Trinidad, y con el gesto que hacemos expresamos el Misterio Pascual del Hijo, muerto y resucitado. Por otra parte, el Catecismo de la Iglesia Católica nos dice que "El Misterio de la Santísima Trinidad es el Misterio central de la fe y de la vida cristiana. Sólo Dios puede dárnoslo a conocer revelándose como Padre, Hijo y Espíritu Santo." Esta devoción se inició en el siglo X, y a partir de esta época se fue también difundiendo su fiesta litúrgica, entrando en el calendario romano en 1331. Si bien desde el comienzo del cristianismo la oración litúrgica se ha dirigido al Padre, por mediación del Hijo y en el Espíritu Santo; y el mismo Jesús habló de Dios como una comunión de amor y manifestó el misterio de las tres Divinas Personas. Lo original de esta fiesta es el honrar específicamente a Dios sin tener como motivo un acontecimiento salvífico, ni la memoria de un santo; se trata de profesar la fe verdadera, conocer la gloria de la eterna Trinidad y adorar su Unidad todopoderosa. La Trinidad en el Nuevo Testamento Los Evangelios sinópticos:

    • Ya en el relato de Lucas nos dice de la Encarnación: "María dijo al Ángel: ¿Cómo puede ser eso, si yo no tengo relaciones con ningún hombre? El Ángel le respondió: el Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso el niño será Santo y será llamado Hijo de Dios" (Le. 1, 34-35). • Cuando se narra el Bautismo de Jesús se nos dice: "Apenas fue bautizado, Jesús salió del agua. En ese momento se abrieron los cielos, y vio al Espíritu de Dios descender como una paloma y dirigirse hacia Él. Y se oyó una voz del cielo que decía: Este es mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta toda mi predilección" (Mt. 3,16-17).

    • Y la Transfiguración de Jesús es un relato completamente vinculado al anterior: "Pedro dijo a Jesús: Señor ¡qué bien estamos aquí! Si quieres, levantaré aquí mismo tres carpas, una para Ti, otra para Moisés y otra para Elías. Todavía estaba hablando, cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra y se oyó una voz que decía desde la nube: Este es mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta mi predilección, escúchenlo" (Mt. 17, 4-5). Aquí el Espíritu Santo aparece representado con la nube luminosa que sacó al pueblo de Dios de la esclavitud de Egipto, y lo guió por el desierto (Ex. 13, 21-22; 16,10; 19,9; 20,21: "la densa nube donde estaba Dios”).

    •La alegre aclamación de Jesús que Lucas nos cuenta: "En aquel momento Jesús se estremeció de gozo, movido por el Espíritu Santo, y dijo: Te alabo Padre... (Le.10, 21-22); y las últimas palabras de

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    Jesús resucitado en Mateo: "Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo..." (Mt. 28, 19-20).

    En las Cartas Paulinas:

    La Primera Carta a los Tesalonicenses nos menciona la Trinidad y las virtudes teologales:• "Siempre damos gracias a Dios por todos ustedes, cuando los recordamos en nuestras oraciones, y sin cesar tenemos presente delante de Dios, nuestro Padre, como ustedes han manifestado su fe con obras, su amor con fatigas y su esperanza en nuestro Señor Jesucristo con una firme constancia la Buena Noticia que les hemos anunciado llegó hasta ustedes, no solamente con palabras, sino acompañada de poder, de la acción del Espíritu Santo y de toda clase de dones... con la alegría que da el Espíritu Santo“ • "Revistámonos con la coraza de la fe y del amor, y cubrámonos con el casco de la esperanza de la salvación. Den gracias a Dios en toda ocasión: esto es lo que Dios quiere de todos ustedes, en Cristo Jesús No extingan la acción del Espíritu" (I Tes. 5, 8. 18-19). El final de la Segunda Carta a los Corintios también es trinitario,

    y hoy es una de las fórmulas con las cuales el sacerdote puede comenzar la celebración de la Eucaristía: "La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo permanezcan con todos ustedes" (13,13). También hay textos paulinos que vinculan a la Trinidad con la Iglesia, en la cual el cristiano experimenta la presencia y la acción de la Santísima Trinidad:

    • "Ciertamente, hay diversidad de dones, pero todos proceden del mismo Espíritu. Hay diversidad de ministerios, pero un solo Señor Hay diversidad de actividades, pero es el mismo Dios el que realiza todo en todos" (I Cor. 12, 4-6).

    • "La prueba de que ustedes son hijos, es que Dios infundió en nuestros corazones el Espíritu de su Hijo, que clama a Dios llamándolo Abba!, es decir, Padre!"

    (Sal.4,6; ver también Rom. 8,16-17).

    • "Igualmente el mismo Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad porque no sabemos orar como es debido; pero ese Espíritu intercede por nosotros con gemidos inefables. Sabemos, además, que Dios dispone, todas las cosas para el bien de los que lo aman, de aquellos que él llamó según su designio. En efecto, a los que Dios conoció de antemano, los predestinó a reproducir la imagen de su Hijo, para que él fuera el Primogénito entre muchos hermanos..." (Rom. 8, 26-29).

    • "Cristo es nuestra paz; él ha unido a los dos pueblos en uno solo, derribando el muro de enemistad que los separaba...Porque por medio de Cristo,

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    todos sin distinción tenemos acceso al Padre, en un mis tu” (I: f. 2, 14. 18).

    • "Hay un solo Cuerpo y un solo Espíritu, así como hay una misma esperanza, a la que ustedes han sido llamados, de acuerdo con la vocación recibida. Hay un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo. Hay un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos, lo penetra todo y está en todo” (II 4, 4-6).

    • "No entristezcan el Espíritu Santo de Dios marcado con un sello para el día de la redención. Por el contrario, sean mutuamente buenos y compasivos, perdonándose los unos a los otros como Dios los ha perdonado en Cristo" (Ef. 4, 30-32).

    En el Evangelio según San Juan: El final de este Evangelio también es trinitario:

    • "Jesús les dijo de nuevo: ¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes. Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió: Reciban al Espíritu Santo. Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan" (Jn. 20, 21-23).

    También debemos recordar los textos sobre el Paráclito, donde aparecen las Tres Personas. Allí Jesús dice: •"Yo rogaré al Padre, y él les dará otro Paráclito para que esté siempre con ustedes: el Espíritu de la Verdad" (Jn. 14,16-17). •"El Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi Nombre, les enseñará

    todo y les recordará lo que les he dicho" (Jn. 14, 26). •"Cuando venga el Paráclito que yo les enviaré desde el Padre, el Espíritu de la Verdad que proviene del Padre, él dará testimonio de mí" (Jn. 15,26). (ver también 16,7-15). La fe católica acerca de la Santísima Trinidad nos hace adorar a "Tres Personas distintas de naturaleza única e iguales en su dignidad". Confesamos, por lo tanto: 1. La propiedad o distinción de las Personas. El Padre es el Padre, no es ni Hijo ni Espíritu Santo; el Hijo es Hijo, no es ni Padre ni Espíritu Santo; el Espíritu Santo es Espíritu Santo, no es ni Padre ni Hijo. O sea, que son Tres Personas realmente distintas. 2. La unidad de naturaleza. Pero todos tienen la misma única naturaleza de Dios, porque el Padre es Dios, el Hijo es Dios y el Espíritu Santo es Dios; y sin embargo no son tres dioses, sino uno solo, "un Dios verdadero". 3. La igualdad en la dignidad. Tanto Dios es el Padre como el Hijo y como el Espíritu Santo; tanto Dios es el Hijo como el Padre y como el Espíritu Santo; y tanto Dios es el Espíritu Santo como el Padre y el Hijo; "tan grande es el Padre, como el Hijo y como el Espíritu Santo; tan eterno es el Padre, como el Hijo y como el Espíritu Santo; tan poderoso es el Padre como el Hijo y como el Espíritu Santo". Dice San Atanasio: "El que separa al Hijo del Padre (pensando que no es tan Dios como el Padre) o reduce al Espíritu Santo al nivel de las criaturas, no tiene ni al Hijo ni al Padre, sino que está sin Dios, peor que un infiel y es cualquier cosa menos cristiana".

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    Erraron en el misterio de la Trinidad los herejes que por afirmar la Unidad de la naturaleza de Dios negaron la Trinidad de Personas, y por otro lado, los que por afirmar la Trinidad de Personas negaron la unidad de la naturaleza: nosotros "veneramos lo mismo, la Unidad en la Trinidad que la Trinidad en la Unidad". Así como el color, la forma y el perfume de la rosa no hacen tres rosas, sino una; así como uno multiplicado por uno no es igual a tres sino uno (1x1x1= 1); así como el sol tiene figura, nos da luz y nos da calor, y sin embargo no son tres soles sino uno solo; así como si juntamos las llamas de tres fósforos prendidos forman una sola llama y no tres; de manera semejante, aunque en un nivel infinitamente superior, Dios es Padre, Hijo y Espíritu Santo, y sin embargo, no son tres dioses sino un solo Dios verdadero. Dios Padre piensa, desde toda la eternidad, un pensamiento que es igual a Él en todo y por ser pensamiento de Dios es infinito como El. El pensamiento, o Verbo, o Palabra, por ser infinito, constituye una Persona, la Segunda Persona de la Santísima Trinidad: el Hijo. Ahora bien, el Padre y el Hijo, que mutuamente se conocen, no pueden menos que amarse. Ese amor, por proceder de Dios, es infinito, y constituye, por lo tanto, la Tercera Persona de la Santísima Trinidad: el Espíritu Santo. Siempre que te hagas la señal de la Cruz, piensa en ese Dios Todopoderoso y Eterno, Inmenso y Bueno, Justo y Sabio, Padre, Hijo, Espíritu Santo, infinitamente feliz, hermoso, libre, trascendente, Espíritu puro y providente, el cual, no por necesidad, sino por pura

    bondad, porque quiso participar a otros seres su vida, su verdad, su amor y su felicidad, te creó para que fueses capaz de conocerlo, amarlo y servirlo, y así ser muy feliz en esta vida y mucho más en la otra. San Francisco de Asís, alababa a Dios de este modo: Tú eres Santo, Señor, Dios único, que haces maravillas. Tú eres fuerte, Tú eres grande, Tú eres Altísimo. Tú eres Rey omnipotente, Tú eres Padre Santo, Rey del cielo y de la tierra. Tú eres Trino y Uno, Señor Dios, todo bien. Tú eres el Bien, todo bien, sumo bien, Señor Dios, vivo y verdadero. Tú eres Caridad y Amor, Tú eres Sabiduría. Tú eres humildad, Tú eres paciencia, Tú eres seguridad. Tú eres quietud, Tú eres gozo y alegría. Tú eres justicia y templanza. Tú eres todas nuestras riquezas y satisfacciones. Tú eres hermosura, Tú eres custodia y defensor. Tú eres refrigerio, Tú eres fortaleza. Tú eres esperanza nuestra, Tú eres fe nuestra. Tú eres la gran dulzura nuestra. Tú eres la vida eterna nuestra, grande y admirable Señor, Dios Omnipotente, Misericordioso, Salvador. La Santísima Trinidad en la Santa Misa: El Hijo de Dios hecho Hombre se inmola al Padre en el Espíritu Santo. Toda la Misa está impregnada, en lo que podríamos llamar ritmo trinitario; del comienzo al fin. Empezamos señalándonos con la Trinidad y terminamos recibiendo le bendición de la Trinidad. La glorificamos en el Gloria, la confesamos en el Credo:

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    "Creo en Dios Padre Todopoderoso en su Hijo único Jesucristo en el Espíritu Santo". La invocamos al final de las oraciones principales. Le ofrecemos el sacrificio en la doxología (oración de alabanza) del final de cada plegaria eucarística: "Por Cristo a Dios Padre en la unidad del Espíritu Santo..” Todo es por el Hijo, en el Espíritu Santo al Padre; de manera especial en el momento de la consagración, en el cual, de hecho, aun prescindiendo de las palabras anteriores y posteriores, el Sacerdote Eterno, el Hijo encarnado, al consagrar su Cuerpo y su Sangre, se ofrece como víctima de expiación al Padre, en el Espíritu Santo. Cuando se participa auténticamente de la Misa, la vida se hace más y más trinitaria. Vamos descubriendo cada vez mejor la presencia de la Santísima Trinidad en el alma y dialogamos con las tres y con cada una de las Divinas Personas. Aprendemos a dirigir todo nuestro obrar al Padre, por medio del Hijo, y todo lo hacemos en el Espíritu Santo. Además, no podemos prescindir de la Trinidad porque: Es el Hijo de Dios hecho carne el que perpetúa su sacrificio en la Cruz, reiterando el rito incruento de la Última Cena en la Santa Misa. No hay otro mediador entre Dios y los hombres: "Hay un solo Dios y un solo mediador entre Dios y los hombres: Jesucristo, hombre él

    también, que se entregó a sí mismo para rescatar a todos" (ITim. 2, 5-6). Es el Espíritu Santo de Dios el que hace presente el "mysterium" por la acción litúrgica, por eso lo invocamos, en especial, en la epíclesis; él mismo es el que hace posible que el "mysterium" se haga vida en nosotros (participación). De ahí que toda auténtica participación debe ser celebrada en unión íntima con el Espíritu Santo. Vale recordar aquí, la doctrina de la Ley Nueva: "la letra mata, el Espíritu da vida” (2Cor. 3.6). Es como poner sólo el acento en los gestos, o en los cantos, o en las actitudes exteriores. Porque el sacrificio de la Santa Misa se dirige al Padre, como puede advertirse en todas las oraciones eucarísticas, porque es el principio sin principio. Consecuencias de la Fe en un Dios Único El Catecismo de la Iglesia nos dice: "Creer en Dios, el Único y amarlo con todo el ser tiene consecuencias inmensas para toda nuestra vida": Es reconocer la grandeza y la majestad de Dios: Sí, Dios es tan grande que supera nuestra ciencia (Jb. 36,26). Por esto Dios debe ser "el primer servido". Es vivir en acción de gracias: Si Dios es el Único, todo lo que somos y todo lo que poseemos viene de Él. ¿Qué tienes que no hayas recibido? (1Cor. 4,7), ¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho? (Sal. 116,12). Es reconocer la unidad y la verdadera dignidad de todos los hombres: Todos han sido hechos "a imagen y semejanza de Dios" (Gn. 1,26).

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    Es usar bien de las cosas creadas: La fe en Dios, el Único, nos lleva a usar de todo lo que no es Él en la medida en que nos acerca a Él, y a separarnos de ello en la medida en que nos aparta de Él. Es confiar en Dios en todas las circunstancias: Incluso en la adversidad. "Que la Divina Trinidad nos ilumine para vislumbrar su Misterio y nos fortalezca para vivir -también nosotros- en una gloriosa comunión de amor, a imagen y semejanza suya". Símbolo o Credo de Nicea-Constantinopla Creo un solo Dios, Padre Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo invisible. Creo en un solo Señor, Jesucristo, Hijo único de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos: Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no creado, de la misma naturaleza del Padre, por quien todo fue hecho; que, por nosotros, los hombres, y por nuestra salvación bajó del cielo, y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María, la Virgen, y se hizo hombre; y por nuestra causa fue crucificado en tiempos de

    Poncio Pilato; padeció y fue sepultado, y resucitó al tercer día, según las Escrituras, y subió al cielo, y está sentado a la derecha del Padre; y de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos, y su Reino no tendrá fin. Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que procede del Padre y del Hijo, que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria, y que habló por los profetas. Creo en la Iglesia, que es una, santa, católica y apostólica. Confieso que hay un solo Bautismo para el perdón de los pecados. Espero la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro. Amén Oraciones ¡Padre Bueno, ¡Creador de todo, yo te adoro! ¡Hijo del Padre, redentor del mundo, yo te adoro! ¡Espíritu Santo que procedes del Padre y del Hijo, yo te adoro! ¡Santísima Trinidad, digna de toda gloria y gratitud, yo te adoro! Jesús, mientras te adoro con el Padre y el Espíritu Santo, deseo sumergirme en el misterio de la vida divina y sentir su santidad y sublimidad. El profeta Isaías me ayuda a hacerlo, mientras me habla sobre Tu llamado: "El año de la muerte del Ozías vi al Señor sentado en un trono alto y excelso. El

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    borde de su manto llenaba el templo, de pie, junto a El, habían unos seres de fuego con seis alas cada uno: con dos se cubrían el rostro, con dos cubrían su desnudez y con dos aleteaban. Y se gritaban el uno al otro: Santo, santo, santo es el Señor todopoderoso, toda la tierra está llena de su gloria. Los marcos de las puertas temblaban a su voz y el templo estaba lleno de humo. Yo dije: ¡Ay de mí, estoy perdido! Soy un hombre de labios impuros, que habito en un pueblo de labios impuros, y he visto con mis propios ojos al Rey y Señor todopoderoso. Uno de los seres de fuego voló hacia mí, trayendo un carbón encendido que había tomado del altar con las tenazas: tocó con él mi boca y me dijo: Al tocar esto tus labios, desaparece tu culpa y se perdona tu pecado". (Isaías 6,1-7) ¡Santo, ¡Santo, Santo, Señor Dios Todopoderoso, ¡llenos están el cielo y la tierra de Tu gloria! (Repite esta invocación calladamente en tu interior) Santísima Trinidad, te adoro y te glorifico. Sé que no soy digno de alabarte y glorificarte porque soy un pecador y tampoco puedo entrar en la magnificencia de tu santidad. Mis pensamientos, palabras y obras han sido injustos y carentes de amor, empañando tu santidad y sublimidad. Habito en un pueblo de labios impuros. Blasfemias, calumnias, mentiras y difamación son cosa de todos los días entre mi pueblo. Juramentos y maldiciones están en los labios de la

    mayoría. No somos dignos de cantarte: ¡Santo, Santo, Santo! Señor, purifica nuestros labios y corazón para que de ahora en adelante podamos respirar Tu majestad y seamos dignos de cantarte himnos de alabanza y de gloria. ¡Limpia mi corazón y mi alma, Señor, purifica a mi pueblo a fin de que juntos podamos cantar: ¡Santo, Santo, Santo! (Repite esta invocación calladamente en tu interior) Misterio de la Santísima Trinidad, te adoro con todo mi corazón y mi alma, mi entendimiento y mi voluntad. Ahora deseo sumergirme completamente en el misterio de la vida y el amor, y también en el misterio de la misericordia y el perdón. Jesús libérame de todo lo que me impide sumergirme completamente en el misterio de tu Vida con el Padre y el Espíritu Santo. No busco entender tu misterio, sino vivir en él. Que mi corazón, junto con toda la Iglesia, ahora te cante: Cantad y alabad al Señor, Él nos ha dicho su nombre: Padre y Señor para el hombre. Vida, esperanza y amor. Cantad y alabad al Señor, Hijo del Padre, hecho hombre: Cristo Señor es su nombre. Vida, esperanza y amor. Cantad y alabad al Señor, divino don para el hombre: Santo Espíritu es su nombre. Vida, esperanza y amor. Cantad y alabad al Señor, Él es fiel y nos llama Él nos espera y nos ama. Vida, esperanza y amor. Amén ¡Padre, Hijo y Espíritu Santo, Santísima Trinidad, ¡yo te adoro y te bendigo! (Repite esta invocación calladamente en tu interior)

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    •Jesús, Tú hablaste del Padre y del Espíritu Santo. Pero aquellos a quienes hablaste no entendieron lo que decías. Y te juzgaron porque no podían entender la verdad que les dabas: que Tú estabas verdaderamente en el Padre y el Padre en Ti. Jesús, los escribas y fariseos no quisieron oírte, te rechazaron y juzgaron porque te decías el verdadero "Hijo de Dios". Yo creo que Tú estás en el Padre y que el Padre está en Ti. Sé que el Espíritu Santo es tu vínculo con el Padre. Te adoro a través del misterio del que habla San Pablo: ¡Oh profundidad de la riqueza, de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Nadie puede explicar sus decisiones ni comprender sus caminos! Porque: ¿Quién conoce el pensamiento del Señor? ¿Quién ha sido su consejero? ¿Quién le ha prestado algo para pedirle que se lo devuelva? De Él, por El y para El son todas las cosas. A Ella gloria por siempre. Amén (Romanos 11, 33-36) A Ti Santísima Trinidad, toda alabanza por siempre, Padre, Hijo y Espíritu Santo. (Repite esta invocación calladamente en tu interior) Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo te adoro. Me maravillo ante tu majestad, ante la profundidad, la amplitud, la inmensidad y la eternidad de Tu ser. Bendito y alabado seas porque te has revelado a nosotros en tu gloria. Bendito y alabado seas porque moras en nosotros. Tú escogiste como morada el corazón del hombre y moras igualmente en cada Iglesia y Oratorio, y en la naturaleza entera también. María, hija

    amada del Padre, Madre fiel de Jesús y Esposa del Espíritu Santo, me enseña y me invita a descubrir y aceptar la santidad personal, a descubrir la sublimidad de cada Iglesia, porque Tú moras en cada una de ellas. Padre, Hijo y Espíritu Santo, te adoro aquí y en todas las Iglesias del mundo. (Repite esta invocación calladamente en tu interior) •Jesús, te adoro con el Padre en el Espíritu Santo. Deseo vivir con mi corazón y mi mente glorificándote día y noche. Deseo comprender de corazón, que Tú, Santísima Trinidad, estás presente en toda la creación y en cada persona. Que mi corazón exulte de gozo y mi alma cante jubilosa. Que mi cuerpo dance con entusiasmo y mi vida entera se convierta en signo de tu presencia. Libera mi corazón de cualquier atadura para que Tú puedas ocupar el primer lugar. Aparta de mí a todos los dioses falsos. Bendito y alabado seas Jesús, en el Padre y por medio del Espíritu Santo, porque Tú has elegido mi cuerpo como templo. Concédeme la gracia de ser profundamente consciente de esta verdad, a fin de que pueda vivir por ella y en ella.

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    ¡Padre, ¡Hijo y Espíritu Santo, en ti vivo, me muevo y existo! (Repite esta invocación calladamente en tu interior) •Jesús, te adoro en el Padre y en el Espíritu Santo, con los cielos y la tierra, con todas las criaturas y todas las personas. Padre te adoro en nombre de quienes no te conocen, de los que rechazan a Tu Hijo y no aceptan a Tu Espíritu Santo. Caigo de rodillas en nombre de todos los que no tienen conocimiento de Ti y en nombre de quienes reconocen que existes, pero en su corazón no tienen fe ni confianza en Ti y vagan por el mundo en busca de amor, paz y felicidad, pero no encuentran nada. Santísima Trinidad, revélate a ellos en plenitud y en todo Tu esplendor y Tu gloria, para que puedan aceptarte y caigan de rodillas gritando jubilosos. Haz que de ahora en adelante cada corazón se llene de felicidad porque se ha abierto a Ti, convirtiéndose en morada tuya. Te alabo en nombre de los que son responsables de la ignorancia sobre Ti, de quienes se han distanciado de Ti porque el pecado y el mal los han alejado. Que todos ellos te encuentren y te descubran de nuevo como el fundamento y la certeza de sus vidas en tu gracia. (Presenta a todas las personas que sabes están alejadas de Dios). •Jesús, te alabo con el Padre y en el Espíritu Santo en nombre de mi comunidad. Te alabo con todos los cristianos que conscientemente viven y aceptan tu

    presencia y glorifican tu amor. Te alabo con todos los que están bautizados y, por su bautismo, se han convertido en templos de tu presencia. Y te alabo en nombre de quienes con su pecado te han manchado y te han echado fuera. Haz que regresen a Ti. Te presento de manera especial a todos los que te maldicen y blasfeman contra Ti, injuriando la sublimidad de tu santidad y que no son completamente conscientes de lo que hacen. Te presento a quienes lo hacen sólo por hábito y no tienen idea de lo que dicen. Te presento igualmente a quienes conscientemente te injurian y te maldicen. Libera a mi comunidad del espíritu maligno, de las blasfemias y la maldición, a fin de que cada corazón pueda glorificarte y darte gracias, bendecirte y exaltarte. ¡Santo, ¡Santo, ¡Santo, Señor Dios Todopoderoso! ¡El cielo y la tierra están llenos de Tu gloria! (Repite esta invocación calladamente en tu interior) Bendición: Padre, oro a Ti en nombre de tu Hijo Jesucristo, concebido por el Espíritu Santo y a quien Tú enviaste a salvarnos y liberarnos. Sánanos del alma y del cuerpo, a fin de que nuestra conciencia y nuestro subconsciente sean purificados y podamos ser tu pueblo, tu Sacerdocio real, tu Nación Santa. Padre, esto es lo que te pido en nombre de Tu Hijo Jesús, en el Espíritu Santo, que nos dijo: “Todo lo que pidan en mi nombre, mi Padre se los concederá". Que la bendición de Dios Todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre todos

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    nosotros aquí, sobre nuestras familias, sobre la Iglesia y el mundo entero. Amén. Preces iniciales: En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Abre Señor mis labios y mi boca proclamará tu alabanza; Ven Dios mío en mi auxilio; acude Señor mío en mi ayuda. Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo; como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de siglos. Así sea. Proclamación: ¡Trinidad Santísima! Dios único y eterno en tres Divinas Personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Yo creo firmemente en este misterio de tu Ser y de tu operar, que nos has revelado para salvarnos. Te suplico: ilumina mi inteligencia para que te conozca mejor. ¡Trinidad Santísima! Dios único y eterno en tres Divinas Personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Yo te adoro como el solo y verdadero Dios, Principio y Fin de todas tus

    criaturas. Te suplico: fortalece mi voluntad para que pueda honrarte y glorificarte siempre más. ¡Trinidad Santísima! Dios único y eterno en tres Divinas Personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Yo te amo sobre todas las cosas, ya que Tú me has amado, desde siempre, con un amor infinito. Te suplico: atrae a Ti mi corazón para que mi amor por Ti sea más grande y más fuerte. Amén Lectura El misterio de la Santísima Trinidad es el misterio central de la fe y de la vida cristiana. Sólo Dios puede dárnoslo a conocer revelándose como Padre, Hijo y Espíritu Santo. La fe católica es ésta: que veneremos un Dios en la Trinidad y la Trinidad en la Unidad, no confundiendo las Personas, ni separando las sustancias: una es la Persona del Padre, otra la del Hijo, otra la del Espíritu Santo; pero el Padre, del Hijo y del Espíritu Santo una es la Divinidad, igual la gloria, eterna la majestad. Las Personas Divinas, inseparables en su Ser, son también inseparables en su obrar. Pero en la única operación divina cada una manifiesta lo que le es propio en la Trinidad (Catecismo de la Iglesia Católica, 261-267). Alabanza a Dios Padre Con los Serafines Se reza el Padrenuestro y se repite, por tres veces, la siguiente invocación: Santo, Santo, Santo, Señor Dios de los Ejércitos; llenos están el cielo y la tierra de Tu gloria. Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal; ten compasión de nosotros.

    Trisagio Bíblico de la Santísima Trinidad

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    Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo; como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de siglos. Amén. Con los Querubines Se reza el Padrenuestro y se repite, por tres veces, la siguiente invocación: Santo, Santo, Santo, Señor Dios de los Ejércitos; llenos están el cielo y la tierra de Tu gloria. Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal; ten compasión de nosotros. Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo; como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Con los Tronos Se reza el Padrenuestro y se repite, por tres veces, la siguiente invocación: Santo, Santo, Santo, Señor Dios de los Ejércitos; llenos están el cielo y la tierra de Tu gloria. Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal; ten compasión de nosotros. Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo; como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Oración ¡Primera Divina Persona de la Santísima Trinidad, Dios Padre! Te alabamos, te damos gracias y te amamos, como hijos tuyos, por todas las cosas buenas y maravillosas que has hecho y haces por nosotros. En especial, Padre Omnipotente y amorosísimo por el don de la vida y de su conservación; por enviarnos tu Hijo Unigénito a redimirnos; por elegirnos como tu pueblo santo; por invitarnos constantemente a regresar a tu amor; por ofrecernos tu infinita misericordia y

    perdón; por compartir con nosotros tu Reino eterno y tu soberana felicidad. Amén. Alabanza a Dios Hijo: Con las Dominaciones Se reza el Padrenuestro y se repite, por tres veces, la siguiente invocación: Santo, Santo, Santo, Señor Dios de los Ejércitos; llenos están el cielo y la tierra de Tu gloria. Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal; ten compasión de nosotros. Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo; como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Con las Virtudes Se reza el Padrenuestro y se repite, por tres veces, la siguiente invocación: Santo, Santo, Santo, Señor Dios de los Ejércitos; llenos están el cielo y la tierra de Tu gloria. Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal; ten compasión de nosotros. Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo; como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Con las Potestades Se reza el Padrenuestro y se repite, por tres veces, la siguiente invocación: Santo, Santo, Santo, Señor Dios de los Ejércitos; llenos están el cielo y la tierra de Tu gloria. Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal; ten compasión de nosotros. Gloría al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo; como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

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    Oración ¡Segunda Divina Persona de la Santísima Trinidad, Dios Hijo! Te alabamos, te damos gracias y te amamos, como hermanos tuyos, por todas las cosas buenas y maravillosas que has hecho y haces por nosotros. En especial, Palabra Divina, eterna y salvadora: por venir al mundo y hacerte nuestro hermano para redimirnos; por enseñarnos la verdad acerca de Dios y de su santa voluntad; por indicarnos el camino para regresar al Padre tuyo y nuestro; por merecernos la vida eterna con tus sufrimientos y muerte; por dejarnos a tu Santísima Madre como Madre nuestra; por darnos la Iglesia y los Sacramentos; por dejarnos en el Evangelio tu Palabra y tu ejemplo; por estar siempre con nosotros en la Eucaristía; por enviarnos al Espíritu Santo para que todos vivamos en el amor que nos une a Dios y entre nosotros. Amén. Alabanza a Dios Espíritu Santo Con los Principados Se reza el Padrenuestro y se repite, por tres veces, la siguiente invocación:

    Santo, Santo, Santo, Señor dios de los Ejércitos; llenos están el cielo y la tierra de Tu gloria. Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal; ten compasión de nosotros. Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo; como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Con los Arcángeles Se reza el Padrenuestro y se repite, por tres veces, la siguiente invocación: Santo, Santo, Santo, Señor dios de los Ejércitos; llenos están el cielo y la tierra de Tu gloria. Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal; ten compasión de nosotros. Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo; como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Con los Ángeles Se reza el Padrenuestro y se repite, por tres veces, la siguiente invocación: Santo, Santo, Santo, Señor Dios de los Ejércitos; llenos están el cielo y la tierra de Tu gloria. Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal; ten compasión de nosotros. Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo; como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Oración ¡Tercera Divina Persona de la Santísima Trinidad, Dios Espíritu Santo! Te alabamos, te damos gracias y te amamos, como amigos tuyos, por todas las cosas buenas y maravillosas, que has hecho y haces por nosotros. En especial, Amor eterno, infinitamente dulce y santo:

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    por tu presencia suave y consoladora en la Iglesia y en las almas en gracia; por disponernos al total servicio de Cristo y de la comunidad eclesial; por promover y urgir nuestra caridad hacia todas las personas; por iluminar y sostener nuestra fe; por fortalecer y madurar nuestra esperanza en la vida eterna y sus bienes; por llevarnos con tus dones y carismas a una santidad dinámica y rebosante. Amén Antífona Tres son los que dan Testimonio en el cielo: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, y estos tres son una misma Persona. Bendigamos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Alabémoslo y ensalcémoslo por todos los siglos. Gozos ¡Señor Dios! En dulce canto te alaban los Querubines. Y Ángeles y Serafines dicen: Santo, Santo, Santo. Eterna y pura Deidad, de incomparable excelencia, que en la Unidad de tu esencia encierras la Trinidad: de nuestra fe, la humildad te adora en sencillo canto. Y Ángeles y Serafines dicen: Santo, Santo, Santo. Tu piedad y tu ternura van diciendo las deidades. Y en el mar de tus bondades se pierde toda criatura. Tú disipas la amargura y enjugas el triste llanto. Y Ángeles y Serafines dicen: Santo, Santo, Santo. Tú del hombre delincuente tiernos suspiros recoges, y sus plegarias acoges, porque eres Padre clemente. ¿Quién, amándote no siente trocarse en dicha el quebranto? Y Ángeles y Serafines dicen: Santo, Santo, Santo.

    Nuestros padres celebraron con sus cánticos de gloria, de tus prodigios la historia. ¡Qué gozosos admiraron! La fe Señor, nos legaron, que es nuestro escudo y encanto, y Ángeles y Serafines dicen: Santo, Santo, Santo. Cuando tu justa venganza con plagas al hombre aterras, hace estremecer la tierra y airada sus rayos lanza, la luz de nuestra esperanza es tu Nombre sacrosanto, y Ángeles y Serafines dicen: Santo, Santo, Santo. Tus excelsas bendiciones derramas pródigo y tierno. Y a tus hijos ¡Dios eterno! Colmas de inefables dones, para su dicha dispones tanto bien, prodigio tanto. Y Ángeles y Serafines dicen: Santo, Santo, Santo. ¡Quién del amante Isaías ardiera en el sacro fuego para alzar su humilde ruego en divinas melodías! Supla a nuestras voces frías de la tierra y del mar el canto. Y Ángeles y Serafines dicen: Santo, Santo, Santo. Por el misterio que adora ¡Oh Dios! Tu escogida grey siga tu divina ley. Y de la muerte en la hora, con su sombra bienhechora nos cubra tu regio manto, y Ángeles y serafines dicen: Santo, Santo, Santo. ¡Señor Dios! En dulce canto te alaban los Querubines. Y Ángeles y Serafines dicen: Santo, Santo, Santo. Antífona AI proclamar la Trinidad Beatísima proclamamos a dios Padre, a Dios Hijo, a Dios Espíritu Santo: a Dios Uno y Trino, en el cual creemos, al cual adoramos, al cual amamos, en el cual hemos depositado todas nuestras esperanzas en la Vida

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    presente y futura; a Dios Uno y Trino, que está presente en nuestra vida, que nos quiere, que nos escucha nuestras súplicas, que nos perdona, que nos ayuda a santificarnos para compartir con nosotros su felicidad y Reino eterno. Bendigamos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Alabémoslo y ensalcémoslo por todos los siglos. Oración Dios Omnipotente y eterno, que, en la proclamación de la verdadera fe, has concedido a tus siervos reconocer la gloria de tu Santísima Trinidad y de tu indisoluble Unidad: te pedimos, que por la firmeza de nuestra fe, nos protejas y defiendas de todas las adversidades. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén Acción final de gracias (Te Deum) A ti, ¡Oh Dios! Te alabamos. A ti Señor, te glorificamos. A ti eterno Padre, te aclama la creación entera. A ti, todas las Potestades del cielo te honran. A ti, los Querubines y los Serafines te adoran, cantando sin cesar: Santo, Santo, Santo, Dios omnipotente; llenos están de tu gloria, el cielo y la tierra. A ti, el glorioso coro de los Apóstoles. A ti el gran número de los profetas. A ti, el cándido ejército de los mártires testifica tu gloria con júbilo. A ti, extendida por el mundo entero, la Santa Iglesia te proclama: Padre de inmensa majestad; Hijo único y adorable del Padre; Espíritu Santo que ha sido enviado a nosotros.

    ¡Oh Cristo! Tú eres el Rey de la gloria; Tú eres la Palabra eterna del Padre; Tú, para la salvación de los hombres, no desdeñaste encarnarte en la Virgen; Tú, destruido el dominio de la muerte, nos abriste el reino de los cielos; Tú ahora, estás en la gloria del Padre, y te sientas a su derecha; Tú vendrás algún día, como Juez universal. ¡Oh Cristo! Te suplicamos: no olvides a quienes redimiste con preciosa Sangre, para que estén entre los elegidos. Salva a tu pueblo, Señor, y bendice tu heredad. Guía a tus fieles y concédeles la gloria eterna. Días tras días, bendecimos tu Nombre y te alabamos para siempre. Dígnate Señor, en este día, guardarnos del pecado. Ten misericordia de nosotros. Derrama sobre nosotros tu misericordia, como lo esperamos de Ti. En Ti Señor, deposité mi esperanza y nunca quedaré defraudado. Amén.

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    TRINIDAD SANTA Padre, Hijo y Espíritu Santo,

    presente y activo en la Iglesia y en la profundidad de mi ser;

    te adoro, te doy gracias y te amo. Y por las manos de María, mi Madre,

    me ofrezco, entrego y consagro mi corazón.

    A Ti PADRE, me ofrezco, entrego y consagro como hijo.

    A ti JESÚS MAESTRO, me ofrezco, entrego y consagro

    como hermano y discípulo. A Ti ESPÍRITU SANTO,

    me ofrezco, entrego y consagro como templo vivo para ser santificado.

    María, Madre de la Iglesia y Madre mía, tú que vives en la presencia de

    la Santísima Trinidad, enséñame a vivir por medio de la liturgia y de los sacramentos,

    en comunión con las Tres Divinas Personas, a fin de que

    toda mi vida sea un Gloria al Padre, al Hijo y al

    Espíritu Santo Amén.

    Oración de Consagración a la

    Santísima Trinidad