la teoría del Sonderweg

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Los sucesores de los Ranke, Droysen y Treitschke que a partir de 1945 tuvieron que hacer frente a un tremendo reto no sólo historiográfico, sino también político y moral: convertir el estupor, la perplejidad y el dolor en palabras, razonar la sinrazón, argumentar lo aparentemente absurdo, explicar lo que a muchos parecía inexplicable, en definitiva, analizar los horrores de un pasado que la mayoría de los historiadores alemanes había vivido fascinada por la nueva grandeza alemana y a la vez desconcertada por lo que consideraba excesos de los nuevos gobernantes.” 1 Hacer frente al tremendo reto historiográfico, político y moral que significa explicar cómo fue posible la tragedia alemana se constituyó en uno de los más grandes problemas a enfrentar por los historiadores durante las casi siete décadas que nos separan de la caída del régimen nacionalsocialista. Como sostiene la cita este reto comenzó a llevarse a cabo por historiadores que en muchos casos – contemporáneos al régimen- brindaron su apoyo o al menos hicieron silencio ante su avance , y aún hoy más allá del tiempo transcurrido sigue siendo objeto de nuevos y apasionados debates, que reavivan el interés por este trágico capítulo de la historia alemana -y mundial- que no debe repetirse. Entre las distintas interpretaciones trabajadas que intentan dar cuenta del origen del nazismo, es posible hacer tres grandes distinciones: 1- Interpretaciones que hacen hincapié en un análisis de largo plazo (ponen el foco en cuestiones estructurales de la historia alemana y se remontan a mediados del s XIX); 2- Explicaciones que se centran en un análisis de mediano plazo (estudio de las mentalidades). 3- Aquellas que buscan dar una explicación 1 Ludger Mees, La «catástrofe alemana» y sus historiadores. El fin del régimen nacionalsocialista 50 años después. Universidad del País Vasco en http://www.historiacontemporanea.ehu.es/s0021-con/es/contenidos/boletin_revist a/00021_revista_hc13/es_revista/adjuntos/13_28.pdf

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comparacion entre las teorias del surgimiento del nazismo

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“Los sucesores de los Ranke, Droysen y Treitschke que a partir de 1945 tuvieron que hacer frente a un tremendo reto no sólo historiográfico, sino también político y moral: convertir el estupor, la perplejidad y el dolor en palabras, razonar la sinrazón, argumentar lo aparentemente absurdo, explicar lo que a muchos parecía inexplicable, en definitiva, analizar los horrores de un pasado que la mayoría de los historiadores alemanes había vivido fascinada por la nueva grandeza alemana y ala vez desconcertada por lo que consideraba excesos de los nuevos gobernantes.”1

Hacer frente al tremendo reto historiográfico, político y moral que significa explicar

cómo fue posible la tragedia alemana se constituyó en uno de los más grandes

problemas a enfrentar por los historiadores durante las casi siete décadas que nos

separan de la caída del régimen nacionalsocialista. Como sostiene la cita este reto

comenzó a llevarse a cabo por historiadores que en muchos casos –contemporáneos al

régimen- brindaron su apoyo o al menos hicieron silencio ante su avance, y aún hoy más

allá del tiempo transcurrido sigue siendo objeto de nuevos y apasionados debates, que

reavivan el interés por este trágico capítulo de la historia alemana -y mundial- que no

debe repetirse.

Entre las distintas interpretaciones trabajadas que intentan dar cuenta del origen del

nazismo, es posible hacer tres grandes distinciones: 1- Interpretaciones que hacen

hincapié en un análisis de largo plazo (ponen el foco en cuestiones estructurales de la

historia alemana y se remontan a mediados del s XIX); 2- Explicaciones que se centran

en un análisis de mediano plazo (estudio de las mentalidades). 3- Aquellas que buscan

dar una explicación al surgimiento del nazismo a partir de la coyuntura (otorgan una

centralidad a la crisis de 1929). A continuación se hará un breve recorrido por la

historiografía respecto del surgimiento del nazismo y se desarrollarán las distintas

interpretaciones detalladas.

1- Las teorías del Sonderweg -camino especial alemán- sostienen que lejos de la vía

“normal” trazada por las grandes naciones de la Europa occidental –Inglaterra, Francia

y EE.UU- Alemania siguió su propio camino a la modernidad. Formuladas con

anterioridad a 1945 marcaban una clara diferencia con las ideas de la Revolución

Francesa y exaltaban –principalmente desde la clase media burguesa- la particular

combinación alemana de instituciones (la monarquía, la industria, la universidad y el

1 Ludger Mees, La «catástrofe alemana» y sus historiadores. El fin del régimen nacionalsocialista 50 años después. Universidad del País Vasco en http://www.historiacontemporanea.ehu.es/s0021-con/es/contenidos/boletin_revista/00021_revista_hc13/es_revista/adjuntos/13_28.pdf

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ejército). Esta valoración positiva de un sonderweg alemán recibirá un fuerte impulso

con la Primera Guerra Mundial y se mantendrá durante la República de Weimar, para

luego sufrir un amplio descrédito con la derrota de 1945. Esta formulación reaparecerá

con posterioridad, en los años 50 y especialmente durante los 60 a través de la llamada

escuela de Bielefield pero ya con connotaciones negativas. La pregunta que se hacen

estos historiadores – entre los que se destacan Hans Wehler y Jürgen Kocka- es ¿qué

había fallado en Alemania entre el desarrollo industrial alcanzado y la ampliación de

derechos cívicos? Juzgada desde criterios occidentales será esta aberrante y

predestinada estructura de la historia alemana la raíz del advenimiento del nazismo. Si

bien existen diferentes posturas entre quienes plantean esta versión negativa del

sonderweg, es posible también encontrar ciertas coincidencias en sus trabajos respecto

de cuáles serían las particularidades alemanas: Posición geográfica única encajonada

entre este y oeste; El maligno papel jugado por el ejército prusiano -y más en general el

militarismo-; una determinada mentalidad alemana y por último una marcada tendencia

a la irracionalidad, la glorificación de virtudes marciales y un desprecio a los valores

occidentales.

Hoy en día estas ideas han perdido relevancia en la historiografía. Las preguntas que se

formulan en la actualidad se encuentran enfocadas a explicar ¿por qué fracasó el modelo

democrático en Alemania? Los puntos centrales para esta posición sostienen que:

Entre los argumentos esbozados para dar cuenta de este interrogante sostienen que el

punto central del pasaje que ha llevado a Alemania a la “modernidad” ha sido la falta de

sincronización entre las esferas económica, social y política. Alemania no habría

contado con una revolución burguesa normal y corriente, tal como las que se asocian a

Inglaterra, Francia o los Estados Unidos.

- La burguesía no se hizo a sí misma, sino mediante el Estado. El poder y prestigio de la

maquinaria estatales los eclipsaron. El capitalismo comercial e industrial nunca triunfó

ante los terratenientes, con un poder infinitamente mayor. Por el contrario, optaron por

una alianza entre industria pesada y agricultores junkers.

- Tras 1848, la burguesía se aproximó a una alianza con la aristocracia, en vez de

afirmar sus valores, los amoldó a los de la vieja elite junker, el ejército y la burocracia

prusiana; en lo que se dio en llamar Proceso de feudalización de la burguesía. Este fue

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el sector de la elite tradicional preindustrial que contribuyó al ascenso de Hitler. Solo

después de 1945 podrá formarse un sistema típicamente occidental.

Eley y Blackburn 2 retoman esta idea de excepcionalidad que devino en aberración pero

harán una crítica a la manera en la que se aplica como una fórmula: La idea de que para

saber qué estuvo mal se debe partir de una norma, lo que sí está bien, esto es en muchos

casos un cuadro idealizado de lo que lo occidental debe ser: Inglaterra, EEUU, Francia.

Estos consideran además que un “tipo ideal” pierde su valor cuando se convierte en

rutina o se supone evidente. Por lo que sostienen que se deben plantear otra serie de

interrogantes orientados a una serie de comparaciones transnacionales más específicas

sobre diversos temas y no solamente con Inglaterra o EEUU. Ponen en cuestión la

feudalización de la burguesía prefiriendo hablar de un aburguesamiento de la sociedad a

pesar del acercamiento con la clase terrateniente. Respecto de la inexistencia de una

revolución burguesa, los autores sugieren adoptar una actitud menos abyecta y

reconsiderar la definición misma de “revolución burguesa”, la cual generalmente se

encuentra asociada a sucesos heroicos y a la acción política abierta, haciendo una

diferencia entre clase dominante y clase gobernante, ya que el verdadero poder de la

burguesía está anclado en el modo de producción capitalista y en la sociedad civil, en

las esferas de las relaciones de propiedad, en el peso de la ley, en la vida asociacional,

etc. En este sentido, Eley y Blackburn ponen en tela de juicio la cadena causal que

enlaza burguesía – liberalismo – parlamentarismo – democracia, como si todos estos

términos naturalmente unos de la mano de otros por alguna lógica determinada;

rompiendo la cadena que une a la burguesía con cualquier forma de Estado o de

expresión política de intereses. Por lo que queda por revisar algunas suposiciones sobre

el fracaso burgués en Alemania.

En definitiva, no toda experiencia histórica debe reducirse a antesala del nazismo, Eley

y Blackburn no niegan continuidades con el siglo XIX, pero hay que señalar cuáles.

2 Eley, Geoff y Blackburn, David, “Particularidades de la historia alemana: la sociedad burguesa y la política en la Alemania del siglo XIX” en Zona abierta 53, Madrid, 1989.

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Otra interpretación distinta de las ensayadas es la propuesta por Fritzche,3 quien intenta

una explicación a mediano plazo, que hace foco en el impacto de la primera guerra

mundial y las dificultades del sistema político alemán para adaptarse a los cambios.

Fritzche, niega el valor explicativo de Versalles – la crítica al periodo republicano y la

deshonrosa paz firmada- por haberse desarrollado diez años antes, lo que no explica

adhesión al nazismo – y de la crisis de 1929, de la que no niega su incidencia pero sí su

conexión automática; ya que los verdaderos perdedores durante la Gran depresión

fueron los obreros desocupados, que tendían a votar por los comunistas, no por los

nazis. Pero el verdadero problema de las explicaciones que enfatizan los catastróficos

efectos políticos de la Gran depresión es que se centran en el surgimiento del nazismo

después de 1930, perdiendo de vista las tendencias de largo plazo previas a su aparición.

Desde esta perspectiva estas explicaciones se equivocan al entender al nazismo mas

como el resultado de una situación de extrema penuria que como una movilización

popular y a los votantes nazis más como víctimas de las circunstancias que como

partícipes activos y conscientes de su elección. 1914 será la fecha crucial para Fritzche,

porque el inicio de la Gran Guerra será lo que ponga en movimiento enormes

aspiraciones políticas; ese año sería verdaderamente histórico porque había creado un

nuevo sujeto histórico: el volk alemán. La guerra había transformado a los grupos

heterogéneos en un pueblo cada vez más beligerante, que había comenzado a forjar su

destino nacional y económico mediante sus propios esfuerzos y que parecía menos

impresionado por las instituciones políticas del kaíserreich. Fue a partir de los sucesos

de 1914 y las multitudinarias manifestaciones que estos suscitaron que se crearon mitos

que definieron una nueva comunidad política y una idea de nación a la vez inclusiva y

excluyente, este cambio cultural fue capitalizado y canalizado por el nazismo, Hitler

entendió este proceso político y cultural que provocó la Gran Guerra -y modificó

radicalmente la cultura política otorgándole un sesgo claramente populista- y apeló

directamente a la clase media movilizada pero también a los trabajadores. Frente a la

inmovilidad política que caracterizaba a los partidos políticos tradicionales –que

también atrapó a los partidos independientes- el partido nacionalsocialista será visto

como una verdadera alternativa de renovación nacional y reforma social que ni la

Alemania del Kaiser ni la República de Weimar pudieron satisfacer.

3 Fritzsche, Peter, De alemanes a Nazis, Siglo XXI Editores, Buenos Aires, 2006.

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El atractivo del nazismo se hallaba en su identificación inmediata con una forma

claramente popular de nacionalismo étnico que salteaba las divisiones de clase y con las

reformas sociales básicas que la mayoría de los alemanes anhelaba para lograr el

bienestar nacional sobre todo luego de la crisis económica durante el periodo de

Weimar, la hiperinflación del 22-23 y luego la crisis del 29.

La argumentación de Fritzche resulta ser similar a la ensayada por Renzo de Felice en la

que se pone en foco en cómo la idea de Nación va a encarnar un papel fundamental en

el surgimiento del nazismo –el fascismo en el caso de Felice- La guerra democratizará

la idea de pertenencia a la Nación, pero a su vez será una idea de Nación más elitista

que la que había antes del conflicto. Esta idea que se profundizará con el conflicto,

llevará a los alemanes quienes llevaron a cabo el esfuerzo de la guerra a exigir una

mayor participación en las decisiones políticas. El nazismo será quién aparezca como el

mejor vehicularizador de esta nueva concepción. Para apoyar esto, el autor pondrá su

mirada en las manifestaciones callejeras, las organizaciones sociales de base surgidas

luego de la Gran Guerra, en la sociabilidades políticas y en distintas asociaciones

políticas o paramilitares que actuaron antes o simultáneamente con el partido nazi, pero

que no pudieron llegar a capitalizar este momento. Respecto de las fuentes que utiliza

este historiador resultan ser variadas, entre ellas se encuentran fotografías, biografías,

correspondencia, prensa, literatura de época, y diarios personales.

Por último, encontramos dos relatos que ponen énfasis en los factores coyunturales

surgidos de la crisis del 29 para explicar el ascenso del nazismo son los trabajos de

Richard J. Evans y I. Kershaw.

A diferencia de Fritzche –quien pone su foco en la sociedad civil- Evans construye su

argumentación poniendo en el centro la fragmentación del sistema político alemán

luego de la gran crisis de 1929 y en el sistema electoral. La sociedad alemana que

piensa Evans es una sociedad moderna, el ascenso del nazismo no es la irrupción de las

fuerzas de la vieja Alemania , se trata de un proyecto a futuro, dinámico; no es un

movimiento restaurador; aunque –aclara- con ciertos elementos arcaicos que la

diferencian de las sociedades francesa e inglesa, de este modo tomará distancia de otros

autores como Kocka de quienes también realizará una crítica de carácter metodológico,

ya que éstos realizan un análisis teleológico al realizar su estudio del imperio. Es decir,

al pensar en qué medida el imperio alemán prefigura el nazismo no vamos a entender

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qué fue el imperio alemán (Kaiserreich), es necesario entender cómo un período de

tiempo en sí mismo y no como una línea que prefigura el nazismo porque de esa manera

queda contaminado el análisis. Para Evans es necesario analizar el Kaiserreich en sí

mismo, y en ese sentido el análisis no demuestra la existencia de algunos rasgos de la

sociedad francesa e inglesa de ese período, fundamentalmente en la incapacidad de la

burguesía para proyectar políticamente en la sociedad sus éxitos alcanzados en el

ámbito económico y cultural. Esta imposibilidad estuvo dada por la fuerte

fragmentación que ésta padecía especialmente por clivajes regionales.

El trabajo de Evans retoma en gran medida lo expuesto por Eley y Blackburn pero

remarca algunos criterios diferenciales que estos autores soslayan. Entre ellos el hecho

de que el estado alemán era un Estado que limitaba mucho los derechos laborales y de

huelga. Existe una paradoja en ello, porque el Estado alemán es un estado social

relativamente avanzado pero que al mismo tiempo limita los derechos laborales, no es

un Estado de bienestar, este Estado otorga los beneficios como una especie de

concesión; no son derechos universales. Es un sistema discriminador (discrimina por

ejemplo a los jóvenes y a las minorías lingüísticas). No es un estado que se caracterice

por la igualdad ante la ley como Francia o Inglaterra.

La clave para el éxito del nazismo será política; la imposibilidad de los grupos

dominantes de saldar sus diferencias, en ese vacío, en esa incapacidad para generar una

alternativa que le permita canalizar sus intereses en una fórmula política por parte de la

burguesía, es lo que permite el ascenso de Hitler.

Otros factores en los que Evans hace hincapié en la relación entre la gran empresa y el

nazismo (para la cual Hitler no sería la opción más potable, sino que éstas respaldarán

una serie de posibilidades de derecha en su búsqueda de no ser quienes paguen los

costos de la crisis).

Por último, el trabajo de kershaw4 es una biografía de Hitler, por lo que resulta

esperable la centralidad que adquiere esta figura en su visión del nazismo. Su

argumentación principal enfatizará en la debilidad de las raíces de la democracia

alemana –mucho más débil que en Francia e Inglaterra- la que se profundizará con la

crisis de 1929 y permitirá el ascenso del nazismo. Esta debilidad del sistema

democrático se vería reflejada en la falta de apoyo que este sistema gozaba en una

4 Kershaw, Ian, Hitler, Tomo I, Península, Barcelona, 1999.

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sociedad en la que ni las elites ni las masas se interesaron, sino que por el contrario

buscaron derribarlo; ya sea -en el caso de la burguesía- porque no representaba sus

intereses, o -en el caso de las clases más bajas- por la miseria, el descontento y el

desprestigio que pronunció la crisis. Esta crisis generaría una radicalización hacia

derecha e izquierda; en la derecha quienes capitalizarán esta nueva coyuntura serán los

nazis, quienes incrementarán su caudal electoral y se mantendrán fuera del sistema, lo

que les permitirá exhibir un pasado sin mácula.

Otro de los factores que explican el ascenso del nazismo para Kershaw se encuentra su

capacidad para penetrar en las organizaciones sociales; lo cual, desde el punto de vista

metodológico resulta ser otra forma de ver la influencia política del nazismo sin recurrir

solamente a los resultados electorales.

La crisis producirá transformaciones en la mentalidad de las persona, y ocasionará el

crecimiento de un sentimiento de odio al sistema, al Estado de Weimar, lo cual no

significa una vuelta al pasado o tradición, sino que expresa la idea de “recuperar” a

Alemania; crear una sociedad nueva: una “comunidad nacional” superadora de luchas y

fragmentaciones, en la que las diferencias se dieran en base al talento, el trabajo, la

capacidad y la creatividad. En la que los derechos del individuo estuvieran subordinados

a la Nación, en la que se antepusiera el deber; una sociedad en la que estarían excluidos

los no alemanes y quienes no coincidieran con esos “valores”. El partido nazi

representara estos nuevos ideales a lo que le sumarán una imagen de dinamismo,

activismo y vigor en pos de ese objetivo común “la Nueva Alemania” que realizará una

doble ruptura: con el presente y con los valores tradicionales.

Como ya se ha dicho, la figura de Hitler será central, por lo que el autor la describe

detalladamente, describiendo como forjó su papel de caudillo omnisciente y cómo se va

construyendo la fidelidad indiscutida a su figura a través de las declaraciones de

políticos y seguidores aun a través de las crisis del partido y crisis de índole privada.

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