La Sociedad Del Trabajo. Problemas etructurales y prespectivas de futuro

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3412713 lll•llros trabajos reunidos en el presente volumen abordan uno de los temas que más ocupan actual- mente a la ciencia y la política sociales: la crisis de LA SOCIEDAD DEL TRABAJO. Considerado hasta ahora premisa del pleno em- pleo, el crecimiento económico no sólo es. incierto, sino que -y esto es lo realmente nuevo-- cada vez menos parece condición suficiente para incrementar la capacidad de absorción del mercado de trabajo. Las consecuencias de este proceso son profundas y de largo alcance: por un lado, la exclusión social de grandes sectores en una sociedad donde las oportunidades _de todo tipo vii}culadas al trabajo lu- crativo y, por otro, un girQ, radical del eje del conflicto social que tendería a enfrentar no yk a trabajo contra capital, sino a ambos contra los «excluidos» del trabajo lucrativo. CLAUS OFFE y los de- más autores que colaboran en este volumen examinan las dificultades con que tropi'eza·una solución solidaria del problema. Asimismo, ex- ploran de las transformaciones que se han producido en los 'decenios, como son la fragmentación de la clase traba- jadora y la incapacidad del trabajo asalariado para fundamentar la identidad de todos los que trabajan. Del mismo autor en Alianza Editorial: «Contradicciones en el Estado del bienestar» (AU 647). Alianza Editorial ISBN 84-206-2713-5 ·-Cubierta: Uriarte 9 788420 627137 :!a ---:(> .. . - ::::::::: :::: :::: :;:::::: :: : ::::::::; ;: ::::::::::::::::::: :::::::::: •'•••e._ . '•º,/'"'º•º•º•º•",/ 1 '11" o 0 o• .. fl · .. -.•e" ...... , ii.,,." o/'"' •"'º-!•"•" .. ,,.-;, oi <; · . 'º•º•º•:.e:o•e•e•o•e•o•o•a•aO,e•e•o•o .l)"•º•º•º•º••o•e•..._-. 0 1S•,..•.:·····OD6080COeO:J r. .. e' . o•o•ofl!olllo•o:,•o o•e•o•o•o•o•-.-.-.,;.oº• .. a!,fC' º;:=:º-.ºo'-o•;•• ,•.,º!!'-!• · ,•iJ•.¡;.-.;• •. •"J'.º• · · .. " · -.. .. '\,!r, 0 ,/ .... .. ;::::::::::!.l;i ...... . "' i; 1'º ,·\, 6_:ªº 0 , e e

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indagacion sobre la crisis de la sociedad del trabajo revisando los cambios en el entorno de la sociedad industrial y en los sentidos atribuidos en ella al trabajo y al empleo. Se analizan las caracteristicas del mercado de trabajo en estas sociedades.

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    lllllros trabajos reunidos en el presente volumen abordan uno de los temas que ms ocupan actual-mente a la ciencia y la poltica sociales: la crisis de LA SOCIEDAD DEL TRABAJO. Considerado hasta ahora premisa del pleno em-pleo, el crecimiento econmico no slo es. incierto, sino que -y esto es lo realmente nuevo-- cada vez menos parece condicin suficiente para incrementar la capacidad de absorcin del mercado de trabajo. Las consecuencias de este proceso son profundas y de largo alcance: por un lado, la exclusin social de grandes sectores en una sociedad donde las oportunidades _de todo tipo est~n, vii}culadas al trabajo lu-crativo y, por otro, un girQ, radical del eje del conflicto social que tendera a enfrentar no yk a trabajo contra capital, sino a ambos contra los excluidos del trabajo lucrativo. CLAUS OFFE y los de-ms autores que colaboran en este volumen examinan las dificultades con que tropi'ezauna solucin solidaria del problema. Asimismo, ex-ploran ot\9i(a~p~_ctos de las transformaciones que se han producido en los lti~'tis 'decenios, como son la fragmentacin de la clase traba-jadora y la incapacidad del trabajo asalariado para fundamentar la identidad de todos los que trabajan. Del mismo autor en Alianza Editorial: Contradicciones en el Estado del bienestar (AU 647).

    Alianza Editorial

    ISBN 84-206-2713-5

    -Cubierta: ,~!gel Uriarte 9 788420 627137 :!a

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    Alianza Universidad Claus Offe

    La sociedad del trabajo Problemas estructurales y perspectivas de futuro

    Versin espaola de Jaime Nicols

    Alianza Editorial

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    Ttulo original: "Arbeitsgesellschaft ": Strukturprobleme und Zukunftsperspektiven.

    Reservados todos los derechos. De confonnidad con lo dispuesto en el ru:t 5~~bis del Cdigo Penal vigente, podrn ser castigados con penas de multa y P?vac1_on de libertad quienes reprodujeren o plagi_are~, en todo o en ~arte, una obra literana, artstica o cientfica-fijada en cualqmer npo de soporte sm la preceptiva autorizacin.

    r---,,.,_ Copyright ~984 Gampus Verlag GmbH, f'.rankfurt/ Main Ed. cast.~-mi'Za. Editorial, S. A., Madrid, 1992

    Calle Miln, 38; 28043 Madrid; telf. 300 00 45 I.S.B.N.: 84-206-2713-5 Depsito legal: M. 26.400-1992 Compuesto en Fernndez Ciudad, S. L. . Impreso en Lave!. Los Llanos, nave 6. Humanes (Madrid) Printed in Spain

    1

    1

    INDICE

    Prlogo .... : ............................... :.......................... 9

    0 MERCADO DE TRABAJO Y CRISIS DE CRECIMIENTO l. Es el trabajo una categora sociolgica clave? . . . . . . . . . . 17

    {Cla11s Offe) 2. Economa social del mercado de trabajo: los desequili-

    brios de poder primario y secundario . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 52 ( Cia11s Offe y Karl Hinrichs)

    3. El futuro del mercado de trabajo. Notas acerca de la necesidad de complementar . un fracasado principio de alocacin ........ , . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 101 (joha1111es Berger y Cla11s Offe)

    4. Diferenciacin de intereses y unidad sindical. Las discon-tinuidades en el seno de la clase trabajadora como desafio para la poltica sindical . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 134 (Roif G. Heinze, Karl Hinrichs, Cla11s Offe y Thon;as Olk)

    Il. EL TIEMPO DE TRABAJO

    5. La discusin en torno al tiempo. El tiempo de trabajo en el conflicto poltico-social e industrial . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 161 {Karl Hinrichs, Cla11s Offe y Helv111t Wiesenthal)

    7

  • 8 Indice

    6.

    7.

    Situacin y reduccin del tiempo de trabajo desde la perspectiva de los ocupados. Resultados de una encuesta entre los trabajadores ............. .. : (Uive Engjer, Karl Hinrichs, Claus Ofje y Helm11t Wiesen-thal) La flexibilizacin del tiempo de trabajo y la representa-cin sindical de intereses. Problemas de regulacin y riesgos de los tiempos de trabajo indi~id~ales (He/m11t Wiesenthal, Claus Offe, Karl Hmrtehs y Uwe Eng-fer)

    lll. CRECIMIENTO Y RACIONALIZACIN DEL SECTOR DE SERVICIOS

    192

    237

    8. La dinmica evolutiva del sector de servicios ....... 265 (]oha1111es Berger y Claus Offe)

    9. El dilema de la racionalizacin del trabajo de los emp~ea-dos. Consideraciones sociolgicas acerca de la explica-cin del status de los empleados de oficina desde la . condicin de su trabajo como trabajo de servicios . 311 (Ulrike Berger y Claus Offe)

    10. El crecimiento del trabajo en el sector de servicios: cuatro ensayos de explicacin sociolgica ........... ( Cla11s Offe)

    ESTADO DEL BIENESTAR Y DESEMPLEO 11. Algunas contradicciones del moderno Estado social

    ( Claus Ojfe} 12. Perspectivas de futuro del mercado de trabajo. Ortodo-

    xia, realis.mo y terceras vas ........................... . ( Cla11s Ojfe)

    Bibliografia .........................

    Indice analtico ......................

    335

    371

    390

    413 427

    PROLOGO

    La crisis de la sociedad del traba o se ha convertido en los ltimos tiempos, y. por buenas razones, en uno os temas que ocuean a la cJ~~~!-t>""c;JE_~_~!:.i~l. Portg~~}e entiende una stuCin en la que las fustitucfones y 1as eviCiencaS~se

    t;;ar~--siibitai~t~.~~lesi apare~Siffi~~lt;,fles r,i~s y ~o s ac1fu. discernir cmo van a discurrir las

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    10 Claus Offc

    una c~isis de la sociedad del trabajo, en la medida en que se amonto-nan los indicios de que el trabajo lucrativo, el que persigue como finalidad ganar el sustento, pierde la calidad subjetiva. de~.~~--el centro organizador de la actividad vital, de la valoracin social de uno mismo y de los dems as como de las orientaciones morales .. La fuerz objetiva y subjetiva de absorcin y compromiso de!as mstituc10es ae1 traba o lcraHvo~Gie[e~asta sit~l!jfe::bajo de unos lmites hasta la fecha consi era os esta es. stos lmites extremos del trabajo lucrativo son objetde tratamiento, sobre todo, en los captulos 1 y 6 de este volumen.

    La relativa merma gue ha experimntado la capacidad de absor-cin del mercado de trabajo y de las virtualidades motivadoras y

    discielina~_q!;le~~-nl!~~ en~primer trmi-no la consecuencia inmediata de la exclusin social. En una sociedad en la que las oportunidades econmicas, participativas y vitales estn acopladas -directamente o a travs de unidades econmicas priva-das y pblicas- al trabajo lucrativo, los que no encuentran aloja-miento duradero en el sistema ocupacional y los que con frecuencia -ms que suficiente ven desplazado su potencial de trabajo hacia una tierra de nadie, estn amenazados por el estigma del fracasado o, en todo caso, de quien resulta superfluo, con el consiguiente detrimen-to de sus oportunidades vitales. Aqu se manifiesta la cara opue.sta del Estado de bienestar, cuya lgica puede describirse como. la de una creciente inclt1sin. Las pretensiones jurdicas garantizadas por el Estado de bienestar se hacen incumplibles, de la misma manera en que se vuelven mseguras as propias instituaones que han de ~R~cicur~L_~!;,fil!_~~J2J14). Los mismos sistemas de seguridad

    social que se erigieron en el perodo de prosperidad que sigui la Segunda Guerra Mundial estaban marcados por el problema;de los bienes colectivos. Este problema consiste en que, por lo que hace a esos .bienes, queda en suspenso la relacin de equivalencia entre la contribucin individual y la utilidad que, tambin individualmen- te, se extrae del esfuerzo realizado. Pero este dilema de la incierta equivalencia de la aportacin y la utilidad individuales se pudo mantener en estado de latencia mientras se dieron unas circunstan-cias de crecimiento econmico continuado. Por trmino medio, todos podan partir de la base de que, a causa del crecimiento real de los ingresos, en cualquier caso obtendran ms que lo que haban aportado. La confianza en este bono del crecimiento fue Jo que

    Pr9logo 11

    posibilit la renuncia a la equivalencia estricta, lo que --en el seno de un juego d.e suma positiva- convirti la solidaridad en un

    sacrific~o no exigible en trminos subjetivos. Esta funcin apacigua-dora, sm_ embargo, es lo que viene a fallar precisamente tan pronto com_o ~l uego se tra::isforma en_ otro de suma cero y_ dej~ dai::se el cr!!pJ?IeC:to de. los _m,g!Esos, a todo lo cual, empero, cada vez se ac~~e mas a los presupuestos pblicos y de la seguridad social, exigiendo los pagos de transferencias para los que haban sido instituidos. Aunque ste es el trasfondo de problemas que se trata de alumbrar con alguna profundidad en las captulos 3, 11 y 12 de este

    ~bro, tambin desempea algn papel en los trabajos dedicados al tiempo de trabajo y a los sindicatos. ' u~~r_c~mas d~_trabajo se P.recia a~~JQ.,,..~~ t_!~,!,g_~_ de Ja _d~c;i!l!fo.!~!J. dtl tra_bl!J~ l~r~ti".:; El trabajo lucrativo contractual yja cualidad de trabaador sobre el fundas~9_()~!~e?t_~_ul!,if~tj~J~ ~t~.Q.1:1_ .Yit;J~)g"~ifil~r~~~:.YJ~-:S2,n-ci!:nc1a ~de ~:!;l .. !ill.2.~: La perspectiva que en los ltimos aos ha guiado a muchos estudios cientfico-sociales realizados en torno a la estruc-turacin interna, la fragmentacin, la segmentacin y la polarizacin de la c_la~e trabajadora, es lo que se analiza y profundiza, en tres planos distintos, en los trabajos aqu reunidos. En primer trmino, en ~l pl~no -~el proceso de trabajo y de las reglas de racionalidad y racionalizac10n empresarial que lo dominan. En el 12unto central de.. estas contribuciones (captulos 8, 9 y 10) se sita la diferencia entre trab~i? de producci~n (o fabricaci

  • 12 Claus Offe

    formando grupos relativamente delimitados con claridad entre s y dotados en cada caso de recursos, opciones y estrategias especficas y cmo -en tercer lugar- esta estratificacin tambin encuentra su plasmacin enel sen~~_Lones..!kfnt!m~..Jk.los,.Jr?-l?~fil~o-res( capffos 4 y 5). . ~--~Los tres planos de la diferenciacin dentro de la clase trabajadora vuelven a aparecer en los trabajos dedicados a los problemas de la poltica de tiempo de traoajo (captulos 6, 7 y 8). Su comn objeto terico lo constituyen los supuestos sociales de la representacin e imposicin colectiva de intereses en una sociedad donde el trabajo se ha vuelto escaso y en cuyo seno todos, si acaso, han de poder trabajar, si bien a todos slo se les permite emplear una parte relativamente pequea de sus disponibilidades personales de tiempo en forma de- trabajo lucrativo formal. El acceso al trabajo para todos depende de la renuncia parcial al tra~r pi;_~da ind!vi~uo. La alternativa estara representada por la segregacion Scirde -'"''i:ieliOs=tleresuI'i:~aS>>del. mercaao'Cetrbao,. cuyo

    pri;:Yisib~S! -~~mer2. h~ _de traer con:~.t

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    1 !, llllliii.:.

    l. MERCADO DE TRABAJO Y CRISIS DE CRECIMIENTO

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    Captulo 1 ES EL TRABAJO UNA CATEGORIA SOCIOLOGICA CLAVE?* (Cfaus Offe)

    Las tradiciones clsicas ~~~!~t~~~Sl~Pt;!fil!:.~~=.S?I!l~

  • )j 11 ~

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    18 Mercado de trabajo y crisis de crecimiemo

    de ese intercambio. ~~podra~gar as a la idea de m~inar el concepto de la sociedad del ~~J?.9!._cons~de~!rlo _ _1:1~ triviali-r~id.Yti:a6a~-s{ffi~~~ la . .PEC>.gE~~i~~--~~~~*~~l.~~j_e~!~~!~~~()-~~s- _li8IS-tefi

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    18 Mercado de trabajo y crisis de crecimiento

    de ese intercambio. ~_f!_podra llegar as a la idea de m~~inar el co_p~~~~e la sociedad del trabajm~_ eor consid~~~rlo. una triviali-dag __ Q!;;IQl_Qgica_enJg. __ me

  • 20 Mercado de trabajo y crisis de crecimiento

    orgnica en el seno de una ordenacin corporativa de la sociedad civil. Durkheim ve en la divisin del trabajo una nueva fuente de solidaridad (orgnica) e integracin 2 . . , .,

    (3) La proletarizacin de la fuerza de trabao y la liberac1on de ataduras morales de la actividad econmica, reforzada por el aprove-chamiento industrial de esa fuerza impulsora, conducen al pr~ nio del tipo de racionalidad. teleolgif_Lcuyos ~omponen~s los separ Marx co~~r claridad que el propio Ma~ _weber, a saber: el elemento de la racionalidad tcnica en la E,S!!'ecuc10n de fines en la interaccin entre hombre y natural~ el de la racionalidad eco_n-miro-estratgica de la persecucin_ de fines en el juego_ recpr~co entre acTore~teCn6mio.~-qlitwebeianaliza a pariir"ctel ejemplo del

    clcui~""i:acio~al de ~apitales. En Marx salta a la vista el sentido estratgico terico de mantener separadas ambas variantes de la racionalidad teleolgica, la tcnica y la econmico-estratgic~, me-diante la contraposicin conceptual entre el proceso de trabao y el proceso de valorizacin: solamente la insistencia en esta diferencia permite construir un escenario de desarrrollo en cuyo seno ambas variantes se vuelvan incompatibles entre s, esto es: en el que, primero, la racionalidad econmica de las unidades de capital enfren-tadas en una lucha competitiva se convierta en aquella famosa cadena>> de las fuerzas productivas tcnicas, que, a continuacin, se hace explotar en el paso a una formacin social en la que ciertamente todava domina la racionalidad tcnica del capital, pero ya no, por el contrario, la racionalidad econmica . .J.>'.l:~~l.!!1~~s~9 .

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    rentemente a partir de los conflictos dominativos emp~es~ri~~s, de que el tipo de racionali.dad capitalisr_a U:dustrial ~e la. opt:1!I11Zac1on de la relacin entre medios y fines tecruco-orgaruzac1onales o, en su caso, econmicos no se entiende como la forma de racionalidad que marca el camino a la ulterior evolucin social.

    A modo de ilustracin he de referir algunos puntos de apoyo en pro de esa conclusin: mientras que los estudios _-to.dava impor-tantes- de sociologa industrial y laboral de los ano~ cu;i-cuenta (p~r ejemplo, sobre la imagen social del trabaja~or o tecruca y trabajo industrial) ponan la situacin de los trabajadores en la empresa en el centro de su atencin y a partir de ah trataban de obtener referencias para la evolucin futura tanto del trabajo c~?1 de la conciencia y las orientaciones poltico-sociales de a:tuac1on de los trabajadores, en numerosos estudios actuales (por een:p~o, los del Institut fr sozialwissenschaftliche Forschung de Muruch o los institutos sectoriales dirigidos por F. Naschold y F. W. Scharpf en el Wissenschaftszentrum de Berln) la situacin de trabajo aparece ms bien como una variable dependiente sobre todo de las polticas pblicas social, laboral y de humaniza~in as como de _es~rategias de racionalizacin y autonoma empresariales. De forma ins1ta al enfo-que mismo (por lo dems, enteramente plausible), la es~er~ del trabajo viene examinada como algo heternoma.men~e constltUldo, lo que hace que la sociologa industrial se vaya. disolviendo ~n buena medida hasta convertirse en una rama especial del estudio de las polticas y sus medios de implementacin 3. Algunos e~~ertos de la disciplina manifiestan incluso dudas acerca de la utilid~d de los planteamientos tradicionales macrosociolgicos y, en especial, de los que se basan en enfoques pertenecientes a la teora de las clases sociales 4

    3 Para la fundamentacin de este cambio de perspectiva as como de_ la tesis de rn:a especificidad de la determinacin politic~~ de. los ,Procesos ;mpresanales que haria necesaria una superacin de la separaoon c1entifica y practica entre empresa Y poltica, vid. G. Dorr y F. Naschold,,1982, y tambin O. Jrgens y F, Naschold, 1982. 1 . . . d

    4 A este propsito resulta expresivo el mismo ~ema ~e se~a7~0 orgaruza o .en otoo de 1982 por los colaboradores del rea especial d: mv~?gac~on 101 (Es.tuclio,~ sobre profesiones y fuerzas de trabajo): Se ha subsuIIl!do la teoria de la s?c1edad en la sociologa industrial? Los organizadores fundamentaban el te_ma escogido de la siguiente manera: Con intensidad cada vez mayor parece convertirse en uno de lo~ problemas centrales de la sociologa industrial el hecho de que ya no se logra -y nI

    Es el trabajo una categora sociolgica clave? 23

    Un nuevo subjetivismo sociolgico, como el que se pone de manifiesto en unos enfoques interpretativos que van mucho ms all de lo que sera un fenmeno de modo, en el estudio de lo cotidiano en los anlisis curriculares y en los del modo de vida rompe d~ manera abierta con la concepcin de que las experiencias realizadas en la esfera del trabajo y las relaciones que all se plasman hayan de tener cualquier tipo de fuerza determinadora para la conciencia y la accin sociales. En alguna medida, se parte explcitamente justo de la perspectiva contraria, de que las experiencias verificadas en el tra-bajo y los potenciales de conflicto que de l derivan vienen constitui-dos, quebrados y diferenciados por interpretaciones propias y ex~ traas que se adquieren fuera del trabajo 5 En trminos generales, la limitacin de los modelos sociales centrados en el trabajo la subrayan tambin los anlisis sociolgicos del comportamiento elec-toral y del comportamiento poltico, que llevan al hallazgo de que los datos socio-econmicos y las variables individuales que con-fluyen en ese indicador son cada vez menos adecuadas en todo caso que -por poner un ejemplo en relacin con la Repblica Federal d~ Alemania- la pertenencia a una religin o iglesia. En la misma direccin apunta el dato de que las autorrepresentaciones de esas sociedades que se manifiestan en los conflictos nacionales e interna-cionales de los pases del segundo y del tercer mundo -desde Irn hasta Irlanda, pasando por Polonia- con frecuencia cada vez mayor se hacen fuertes frente a interpretaciones formuladas en moldes de teora de la modernizacin, esto es: contra la interpretacin de los problemas, conflictos y perspectivas sociales en categoras como productos, crecimiento, racionalidad econmica y tcnica de corte finalista, escasez, distribucin, etc. Tambin en las propias socieda-des capitalistas industriales del mundo occidental los conflictos sociales y polticos dominantes esquivan muy especialmente las lneas de enfrentamiento prefijadas por la constitucin del trabajo social y la contraposicin entre trabajo y capital y las relaciones de distribucin que de ello derivan. A lo sumo se podra hablar de una situacin de mezcolanza en la que se confunden los frentes de conflicto relativos al trabajo y aquellos que tienen otras i;eferencias siquiera se busca- una interpretacin de los distintos planos empricos de los resu_Jtados que manifieste alguna pretensin en el plano de una teora de la sociedad.

    ' Vid. tambin, por ejemplo, el artculo, tan sintomtico como programtico de Mahnkopf, 1982. Vid. igualmente Sabe!, 1982. '

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    distintas, haciendo aparecer por doquier un metaconflicto, igualmen-te vidrioso tanto en lo terico como en lo poltico, acerca del punto donde han de localizarse las contraposiciones predominantes: entre los sectores de la derecha y la izquierda, constituidos en trminos de la sociedad del trabajo, o ms bien entre los gestores y los opositores del modelo de racionalidad industrial. caracterstico de ambos sectores poltico-sociales tradicionales?

    Tambin por lo que atae a la investigacin social realizada con finalidades aplicativas en las sociedades industriales capitalistas, sta parece -tanto por sus propios impulsos como por los encargos recibidos- buscar sus temas en estructuras sociales parciales y en esferas de accin situadas en las mrgenes o . totalmente fuera de la esfera del trabajo, esto es: en sectores como la familia, los roles sexuales, la sanidad, la conducta desviada, la interaccin entre la administracin estatal y sus clientelas, etc. Tambin resulta intere-sante constatar cmo un debilitamiento de los intentos de captar la realidad social en categoras del tipo d trabajo lucrativo y escasez en modo alguno se puede percibir exclusivamente entre los represen-tantes de los enfoques de investigacin situados en la tradicin del materialismo histrico en los que ha cobrado un papel predominante el esfuerzo por revisar y complementar la imagen de la sociedad centrada en el trabajq6. Lo mismo se puede predicar de los estudios tradicionales sobre estratificacin y movilidad, que no pretendan otra cosa sino captar los parmetros estructurales ms importantes

    6 Vid. a este respecto un reciente trabajo programtico de Beck, 1963: El conjunto del paradigma de las teoras de la estratificacin y de las clases, en ~n de sus contradicciones inmanentes, se ha de someter a debate en lo que a su conterudo de realidad concierne. Beck habla de una pluralizacin de los caminos vitales ... que, por as decirlo, desbordan los mrgenes del rgido esquema de las diferencias de estrato o clase; a un "estrato de renta" ya no corresponde ningn C11rriC11llflJ biogrfico determinado (53). En tn~no~ .semejantes se expresa H:adil: La _va .de acceso de la sociologa de la estratificac1on no alumbra la totalidad del amb1to fenomenolgico de la desigualdad social... El modelo de desigualdad de la sociologa de la estratificacin resultaba ser ms "adecuado" antes que ahora ... En los ltimos tiempos se viene prestando en conjunto . una especial atencin precis~me~e a las formas de desigualdad social que no se pliegan a los modelos de la soc10log1a de la estratificacin. Se supona [en la sociologa basada en el enfoque estratificacional, C.O.] que deternnados datos estructurales (p?r ejemplo, '.~s circunstan~ias de renta y prestigio) son altamente relevantes para la vida y la acc10n de los rruembros de la sociedad, y adems que son igualmente relevantes para todos (1983). Dentro de este contexto puede situarse tambin la utilizacin y la fundamentacin del concepto de clase de aprovisionamiento en Lepsius, 1979.

    Es el trabajo una categora sociolgica clave? 25

    de la realidad social mediante variables tales como el status y el prestigio profesionales (adems de ciertos presupuestos de la activi-dad econmica, como el status educativo, y consecuencias de dicha actividad, como los niveles de renta y consumo). En efecto, tampoco este tipo de estudios pueden seguir operando sin ser objeto de determinadas revisiones que acaban conduciendo frecuentemente, por una parte, a variables tales como el sexo, la edad, el status familiar, el sanitario~ la raza, etc., y, por la otra, a la inclusin de las situaciones jurdicas colectivas en los modelos estructurales de desi-gualdad social.

    A la vista de esas impresiones y de tales hallazgos, que luchan por abrirse paso incluso en una contemplacin sumaria del escenario de lo que se estudia y publica en las ciencias sociales contempor-neas, no ha de resultar demasiado osada ni siquiera la tesis de que, tanto desde el punto de vista analtico como del poltico-normativo, la insistencia en modelos de sociedad y criterios de racionalidad centrados en el trabajo constituye hoy un rasgo caracterstico de un tipo de cientfico social ms bien conservador, mientras que los cientficos sociales que dan a conocer su compromiso intelectual con respecto a la tradicin del materialismo histrico o de la teora crtica en sus investigaciones tericas y empricas se apartan con frecuencia -y ms decididamente que lo que se apuntaba en los trabajos clsicos de la escuela de Frankfurt~ de la estructuras, conflictos y perspectivas evolutivas del trabajo social y en su lugar dirigen su atencin a un mundo de vida que debe defenderse frente a intromisiones econmicas y/o polticas.

    Cualquiera que sea la fuerza de sugestin de tales impresiones y observaciones, por otra parte, ha de prestarse atencin a la objecin de que las coyunturas de la eleccin de temas y preferencias concep-tuales en las ciencias sociales no dicen forzosamente nada acerca del objeto de la investigacin sociolgica y su transformacin; ms bien se reflejan aqu tambin no otra cosa sino las irritaciones de la situacin de conciencia de una intelectualidad cientfico-social. que, sin razones imperiosas, fracasa o se desalienta ante la tarea de continuar construyendo la estructura y la dinmica de la sociedad, en consonancia con las tradiciones clsicas que hemos mencionado, a partir del trabajo: la produccin, las relaciones de produccin y los clculos econmicos de racionalidad. Por ello, en lugar de un mero inventario emprico de los temas y perspectivas que los socilogos

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    reclaman para s, lo que se necesita es una teora sociolgica acerca de las transformaciones operadas en el mbito objetivo que, llegado el caso, tambin intelectualmente pudiera justificar un cambio en los acentos del inters de los investigadores. La pregunta que surge es, pues, la siguiente: existen puntos de apoyo en favor de una disminucin objetiva de la capacidad de determinacin de los su-puestos fcticos del trabajo, la produccin y la actividad econmica en relacin con la constitucin y el desarrollo de la sociedad en su conjunto? Se ve la sociedad menos definida objetivamente por el hecho del trabajo? Pierde la esfera de la produccin y el trabajo su potencialidad determinadora en trminos estructurales y evolutivos? Se puede, a pesar de la persistencia del hecho del carcter depen-diente de la mayor parte de la poblacin, hablar de que el trabajo se ha convertido, tanto en trminos individuales como colectivos, en un dato cada vez menos central, esto es: de una implosin de la categora del trabajo? Justamente, en lo que sigue pretendo concen-trarme en los tres puntos de apoyo que podran justificar una respuesta ampliamente positiva a tales cuestiones 7.

    11

    Una primera serie de dudas frente a la hiptesis de la centralidad estructural y evolutiva de la categora del trabajo surge cuando se toma analticamente en serio la diversidad emprica del hecho de trabajar. La circunstancia de que alguien trabaja en sentido formal -o, lo que es lo mismo, es trabajador- afecta simultneamente a una parte (al menos hasta la fecha) continuamente creciente de la poblacin y, sin embargo, por otra parte, tiene cada vez una -menor fuerza enunciativa acerca del contenido de la accin que se lleva a cabo, la percepcin de los intereses, el estilo de vida etc. El hecho de

    7 Para lo que sigue vid. tambin los cap_tulos 8, 9 y 10 de esta obr3:. La significacin cualitativa de la escisin del trab~ador globah> en formas ?e trabao de produccin y de servicios slo se hace clara s1 -contra lo que es habitual- no se procede a desagregar por sectores, sin? por .Puestos de trabajo. J?n este caso, por lo que a la Repblica Federal de Alemarua atane y conforme: .al m1:rocenso de 1980, resulta que aproximadamente el 27 por 100 de la poblac10n actlva llevan a cabo predominantemente actividades que tienen que ver con _la elaboracin,

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    objecin es limitada. En efecto, las diversas fisuras producidas en fa supuestamente unitaria determinacin formal del trabajo asalaria-do son -tambin en sus consecuencias para la accin individual, organizada y poltica- demasiado evidentes como para poderlas minimizar tericamente. Cuatro de estas fisuras o quiebras han ocupado en los aos setenta el lugar central de la investigacin en la sociologa industrial y del trabajo as como en la teora de la estratificacin social y de las clases sociales. Se trata, en primer lugar, de la diferenciacin entre mercados de trabajo primarios y secunda-rios, as como internos y externos. En segundo lugar, se ha vuelto evidente hasta qu extremo, cada vez mayor, tambin en las socieda-des que a veces llamamos del trabajo la generacin de bienes y servicios tiene lugar ms all y fuera de la esfera institucional de las actividades econmico-lucrativas formales y contractuales, esto es: en unos mbitos en los que los trabajadores no son, en el estricto sentido de la palabra, trabajadores, personas que han de aceptar un trabajo, sino miembros de familias y unidades cuasi-familiares, de instituciones cuasi-forzosas como el ejrcito o las prisiones o partici-pantes en una economa sumergida semilegal o criminalizada. En tercer lugar, la atencin de los socilogos -y, precisamente, tam-bin la de los de orientacin marxista- se ha dirigido a la escisin vertical que se produce dentro de los trabajadores asalariados y al crecimiento de las posiciones de clase intermedias o mixtas (E. O. Wright), en las que la condicin de trabajador asalariado se conecta con la autoridad formal. Finalmente, comienzan a apuntar ciertas fracturas sociolgico-laborales entre las formas de trabajo de produccin y de prestacin de servicios. En lo que sigue, es mi intencin introducirme slo en esta ltima de las fisuras (parcialmen-te superpuestas, por lo dems), sobre todo cuando se ha convertido en el fundamento de unos ensayos tericos macrosociolgicos de largo alcance en torno a la sociedad postindustrial de servicios (Bell) que comienza a gestarse.

    Mientras que de hecho la gran parte del trabajo prestado en el sector secundario, esto es: en el de la produccin industrial de mercancas, se puede reconducir al denominador comn abstracto de encontrarse sujeto al tambin comn rgimen de la productividad tcnico-organizacional as como a una rentabilidad econmica parti-cularista determinante a tal efecto, estos criterios del proceso del trabajo y de la valorizacin pierden su univocidad (relativa) all

    Es el trabajo una categora sociolgica clave? 31

    donde el propio .tr~bajo se hace reflexivo, a saber: en la mayor parte del sector terciario, del trabajo de prestacin de servicios. El

    cre~imie?~ continuado de las. porciones del volumen del trabajo social ut1liza~as p~ra la pr_oducc10n de los servicios, que se observa al ~o1:1parar a mvel mternac1onal las sociedades industriales capitalistas, md1ca que los problemas de escasez y eficiencia que determinan la racionalidad de la produccin industrial de mercancas se ven con-frontados con problemas de ordenacin y normalizacin, que no se pueden tratar adecuadamenrte con los medios del dominio tcnico 0 econ6mico de la escasez, sino que ms bien se encuentran sometidos a una racionalidad propia del trabajo de prestacin de servicios. Una propiedad esencial de ese trabajo reflexivo de carcter servicial parece estri~ar,. a mi j~ici~, en el hecho de que all el trabajo se reelabora a s1 rmsm.~ y e~ mis?1o se mantiene a punto y, de la misma n:anera, la prod~c~1on viene ideal y organizacionalmente producida. Cterta?1ent_e, act1v1~ades tales como las de ensear, curar, planificar, orgamzar, mtermed1ar, controlar, administrar, asesorar, etc. -dicho en. trminos ms generales: actividades del rechazo absorcin 1 b ., d 1 . ' y e a orac1on e os riesgos y desviaciones de la normalidad- so

    . , n, por ~na parte, ma~fies:a y predominantemente trabajo lucrativo asala_nado y dependiente tnclmdo en empresas pblicas y privadas de

    l~ rmsm~ maner~ que lo es tambin la produccin industrial, pero se diferencia ampliamente de ~ta en dos aspectos. Por una parte, a causa de la falta de homogeneidad, 1 discontinuidad y la incertidum-bre t:mporal, social y material de los casos a resolver mediante el trabao de prestacin de servicios, frecuentemente no resulta norma-ble una ftmcin tcnica de prod11ccin del trabajo (o, si acaso, slo con se~ue~as contraproductivas), como tampoco resulta posible elevarla a cnter10_ ~e control del desempeo del propio trabajo de prestacin de serv1~~os. Por ot~a parte, este tipo de trabajo se diferencia del de producc1~~ por_ la circunstancia de que no disponemos de un criterio de eco1:0~11cidad mequvoco e indiscutible del que se pueda derivar e_strateg1came?te el tipo y la cantidad, el lugar y el momento de la oferta prestac1onal, y ello, ciertamente, por la razn de que en todo caso muchos servicios prestados tanto pblicamente como por en_i~leados en en:ipresas del sector privado reportan a lo sumo una ;utilidad~> concreta, pero no unos ~

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    comparativa de esa utilidad generada por el trabajo de prestacin de servicios, como faltan tambin las funciones tcnicas de produccin necesarias para la generacin de una utilidad concreta as como criterios para la medida de las necesidades que se trata de satisfa-cer; esto ltimo, por la razn de que esas necesidades (cuyo caso ms claro, pero en. modo alguno nico, lo representan los servicios profesionales), a falta de la propia competencia de los sujetos de las necesidades, se definen desde el propio lado de la oferta, y porque, por lo dems, por regla general los niveles de las necesidades se desplazan hacia arriba a medida que aumenta el margen percibido de satisfaccin de las necesidades.

    En lo que atae a la racionalidad tcnica del trabajo de prestacin de servicios, su no-normabilidad, que crece dentro de unos lmites bastante amplios, ha de verse compensada mediante cualidades tales como la competencia interactiva, la conciencia de responsabilidad, la empata y una experiencia adquirida casusticamente; y en el lugar de criterios econmico-estratgicos de racionalidad que han fracasado se sitan clculos de necesidades y utilidades, convencionales, polti-co-discrecionales o adquiridos por medio del consenso de los perte-necientes a una determinada profesin. Los criterios de racionalidad que se han desarrollado para la utilizacin y el control de la fuerza de trabajo en la produccin capitalista de mercancas slo dentro de estrictos lmites, y an as slo con caractersticas de racionalidad formal, pueden trasladarse a la produccin de orden y normali-dad procurada a travs del trabajo de prestacin de servicios, sobre todo cuando sta tiene lugar en el seno del servicio pblico; por ello, a la inversa, el sector del trabajo de prestacin, tanto pblica como privada, de servicios se considera como un cuerpo extrao en modo alguno emancipado del rgimen de la racionalidad econmica formal, sino slo externamente limitado, no internamente estructurado, si bien ciertamente insoslayable desde la perspectiva funcional. Es esta diferencia en el seno del concepto de trabajo la que, tanto en orden al peso cuantitativo de los servicios en las sociedades postindustriales como a la luz de los tipos de racionali-dad que la rigen, me parece ofrecer el punto de apoyo ms importan-te en pro de la hiptesis de que en la actualidad, ms all incluso de la diversidad emprica de las situaciones laborales, ya no se puede hablar de la unidad subyacente de un tipo de racionalidad que organice y rija al trabajo en su totalidad.

    Es el trabajo una categora sociolgica clave? 33

    El crecimiento del trabajo de prestacin de serv1c1os que, con funciones de intermediacin, regulaci6n, ordenacin y normaliza-cin, se filtra en las premisas, el decurso y las consecuencias del trabajo de produccin, evidenciando la insuficiencia de los mtodos formal-racionales de asignacin y direccin del trabajo social, dificil-mente puede interpretarse, pues, segn el modelo de una totaliza-cin de una racionalidad del trabajo que tena su punto de partida en la produccin eficiente de mercancas, tanto en lo tcnico-organi-zacional como en lo econmico, por trabajadores asalariados. La interpretacin, ms bien, ha de realizarse de acuerdo al modelo de un retorno de lo relegado, esto es: en el sentido de un crecimiento de los problemas derivados y costes de complejidad que se han ido acumulando como consecuencia de la movilizacin econmica del trabajo de produccin y ahora reclaman su superacin mediante trabajos del tipo de los trabajos pedaggicos, terapeticos, policiales, de aseguramiento y mediacin de los contextos comunicacionales, si se quiere evitar daos para el orden de la sociedad adquisitiva. Conforme a una interpretacin como sta, las huellas de la racionali-dad material normativizada, que con tanto xito se han relegado del trabajo de produccin inmediata mediante las transmutacin de la fuerza de trabajo en una mercanca en el sentido estricto de la palabra, exigira de modo inmediato su irrenunciabilidad bajo la forma de unos estados mayores y cuadros profesionales de servicios cada vez mayores cuya tarea y trabajo sui generis consistira en reconstruir la funcin de aseguramiento de la permanencia institu-cional mediante un tipo especial de trabajo.

    La ambivalncia y peculiaridad de este tipo de trabajo social deriva de su carcter de cuerpo extrao irrenunciable. Asegura y normaliza los presupuestos y las condiciones enmarcantes de un tipo de trabajo al que l mismo no pertenece. Por una parte, cumple el papel de vigilante y reguladon> (Marx) del trabajo y del proceso de valorizacin, mientras que, por la otra, se encuentra relevado -par-cialmente-- en cualquier caso del correspondiente control de las prestaciones y la productividad. Como agencia de sntesis consciente de sistemas y procesos sociales, se enfrenta a ellos mismos en cierta medida de una manera objetivadora y exterior. Esta distancia --a un mismo tiempo socio-econmica y cognoscitiva y normativa- es presupuesto de que esa clase, polmicamente llamada con tanta frecuencia nueva clase (vid. Bruce-Briggs, 1979; Schelsky, 1975), se

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    convierta en el lugar social de surgimiento de valores y actitudes que desafan a la sociedad del trabajo y sus criterios de racionalidad (eficacia, productividad, crecimiento) y l?s ponen ~n _cuestin ~n beneficio de criterios valorativos materiales, cualitativos y mas humanistas. La divisin del trabajador global, que se apunta en el seno de las sociedades postindustriales entre productores y productores de la produccin, no soca~a, p~es, tan slo la u~dad estructural del trabajo social y de la racionalidad que lo gobierna, sino que provoca tambin que entre los ~is~os agen:es d~ ambos tipos de trabajo se discuta acerca de los entenas de racionalidad que han de gobernar (y, en su caso, limitar tambin) el intercam?io con la naturaleza. En trminos sociolgicos, esa lnea de conflictos se aprecia hoy en numerosos sntomas de resei:v_as y _av~rsiones cultura-les y polticas que se generan entre el servicio publico (y, en parte, tambin los cuadros del sector privado), por una parte, y los protagonistas del modelo de la sociedad del trabajo, esto es: entre _la vieja clase media y los trabajadores industriales (en torno a esto, vid. tambin Bell, 1976).

    Cualquiera que sea la resonancia poltica que la denuncia revesti-da en ropajes cientfico-sociales de esos elemento~ de la nueva.clase media encuentra hoy en da entre los protagomstas de la sociedad del trabajo que ponen en tela de juicio los valores centrales y _los postulados de racionalidad de dicha socieda~, desde el punto_ de vista de la sociologa me parece sumamente mconsecuente . tildar de cuerpo extrao a la nueva clase de lo~ sacerdotes y. cuidadores, de los procuradores de sentido y ampliadores de ho~izontes>~ y _s~ nuevo hedonismo sin reflejar al mismo tiempo su irrenunciabili-dad funcional. Pues con esta actitud, que tanto se aprecia en la actualidad, no se consigue sino obscurecer la perspectiv~ genrica y poner entre parntesis la cuestin de la relacin que existe entre el crecimiento y la ganancia estructural y cultural de fuerza por parte de las nuevas clases medias serviciales y los dficits de orden, seguridad y normalidad, o lo que es lo mismo: c~n las_ lag:inas funcionales que ha provocado por s misma la propia rac10nalidad econmica desplegada por la sociedad del trabajo. Si la vigilancia y la regulacin, la garanta de la subsistencia y la_ programacin de los procesos sociales a travs de nuev~~ clases me~~s que des.arrollan su actividad en el sector de prestacion de servicios constituyen una exigencia que resulta de esas mismas lagunas funcionales y si slo

    Es el trabajo una categora sociolgica clave? 35

    resulta posible aportar esos servicios en condiciones de funcionali-dad cuando disfrutan de una autonoma relativa frente a los impera-tivos y controles de la sociedad econmica (lo que en modo alguno se predica en exclusiva de los servicios organizados estatalmente), en tal caso resultara contrario a todo sentido denunciar en el nombre de la racionalidad y el etbos de una sociedad del trabajo intacta a los grupos funcionales que, precisamente para poder servirla, deben y pueden adoptar un punto de vista que resulta estructural y cultural-mente externo a dicha sociedad, esto es: un punto de vista reflexi-vo. Vistas as las cosas, nos tenemos que enfrentar hoy en da a una duplicacin del concepto de trabajo, sociolgicamente explicable, pero tambin grave en sus consecuencias para el andamiaje concep-tual de la propia sociologa, as como a la coexistencia y confronta-cin de criterios de racionalidad dispares e inconciliables que corres-ponden a los modelos de actuacin del productor eficiente y, respectivamente, del aseguramiento efectivo de la subsistencia, quitando as su univocidad al concepto de trabajo.

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    Hay una segunda serie de dudas que conectan con el problema de la valencia subjetiva -o, dicho de otra manera, de la centralidad-del trabajo para los trabajadores. Qu significacin tiene el trabajo lucrativo, c11alq11iera que sea el aspecto que en cada caso concreto presente la situacin laboral y la misma racionalidad que lo rige, para la forma de. vida y la conciencia de los trabajadores dependientes y qu orientaciones y motivos desarrollan frente a la esfera del trabajo y de la actividad econmica? Tal vez sera posible tratar de ver aqu la paradoja de que mientras una parte cada vez ms numerosa de la poblacin participa, al menos a tiempo parcial, en el trabajo econ-mico dependiente, se podra tambin decir, a la inversa, que descien-de la medida en que ese trabajo de carcter lucrativo participa en los individuos, esto es: los implica y los marca de forma caractersti-ca en todas las situaciones de trabajo que cabe imaginar. Este desi:entramiento de la esfera del trabajo con respecto a otras referencias vitales, su relegacin a los mrgenes de las biografas personales, constituye un fenmeno constatado por muchos diagnosticadores contemporneos, si bien la valoracin que por stos se ha efectuado

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    36 Mercado de trabajo y crisis de crecimiento

    haya sido tambin altamente contradictoria. Dahrendorf, por ejem-plo, presenta el fin de una poca en la que el trabajo, en cuanto fuerza irradiadora de la vida, ha mantenido unidos a los dems aspectos de su construccin social (Dahrendorf, 1980, p. 756).

    En trminos sociolgicos, en principio, resulta posible imaginar dos mecanismos que podran provocar que el trabajo desempee un papel central en la organizacin de la existencia personal: el trabajo podra o bien reg11larse, en el plano de la integracin social, como un deber, o bien instalarse, en el plano de la integracin sistmica, como un imperativo. En el primer caso el trabajo se constituye en el eje de una vida recta, moralmente buena, mientras que en el segundo se torna condicin exterior de la supervivencia fsica 8 La prdida, tan frecuentemente alegada, de la valencia subjetiva y la centralidad del trabajo, el problema al que se refiere mi pregunta, debera pues poderse comprobar y, en su caso, explicar mediante factores y desarrollos que han de hacer fracasar o bien al uno o bien al otro de ambos mecanismos, si no a los dos a un mismo tiempo.

    Por lo que hace, en primer trmino, al trabajo entendido como deber moral de la persona humana, la fuerza de conviccin y

    s Ms all de estos dos casos (y de sus intersecciones empricas), desde el punto de vista de la vinculacin motivacional de los trabajadores a su trabajo ya slo se cuestiona Ja posibilidad de que et trabajo en cuanto mero trabajo, esto es: en su moderna forma fenomenolgica de esfera especial, claramente diferenciada, de accin social, venga relativizado y vuelto a enriquecer con elementos que a su vez proceden de las esferas de la economa domstica y el consumo, por una parte, o, por la otra, de Ja esfera pblica y Ja poltica. Un semejante impulso de desdiferenciacim> domina hoy en da Ja mayora de las cosas qe se dicen -polticamente y desde el punto de vista de las ciencias sociales- a propsito del futuro del trabajo: el trabajo no se ha de confundir con el no-trabajo de forma tal que resulte permisible que tales trabajos se conviertan en "una primera necesidad vital (Marx). Este impulso se bifurca en dos direcciones: por una parte, tanto las necesidades y criterios que convencionalmente se asignan a la esfera de la economa domstica y del tiempo libre (el bienestar fisico, Ja alternancia, el juego, la diversin, la comunicacin, los intereses co~suntivos por la propia actividad) como los que pertenecen a la esfera de lo poHi:co (lo~ valores igualitarios y _de participacin, Ja cogestin y los llamad~s derechos mdu~tnal~s del ciudadano) han de encontrar acceso a la esfera del traba10 y poder ser all realizados -tal es el programa de la humanizacin del trabajo. Pero, a la inversa, tambin se aboga al mismo tiempo por no incorporar la esfera del trabajo en la economa domstica, en Ja unidad familiar (o en otras unidades descentralizadas y comunitarias que asumen simultneamente funciones polticas) --el programa de Ja economia dual, del autoauxilio y del trabajo en asuntos propios. En relacin con ambos enfoques programticos, que (dentro de ciertos lmites) se comportan de una manera entera-mente complementaria y compatible entre s; vid. los trabajos contenidos en Benseler et al., 1982, as como Gorz, 1980, y Stresser y Traube, 1981; tambin el captulo 3 de esta obra.

    Es el trabajo una categora sociolgica clave? 37

    compromiso de una idea como sta fracasa no slo ante la erosin de las tradicione~ culturale~ religiosas o secularizadas que en otro momento pudieron servir de apoyo a tal entendimiento tico del trabajo, como tampoco fracasa predominantemente ante ese hedonis-mo c~nt~ado en el consumo con cuya propagacin, como con tanta frecu,encia se _ha argumen~ado, las sociedades industriales capitalistas podrian arrumar su propia infraestructura moral 9. La fuerza com-prometedora de las actitudes tico-laborales se debera ver cuando m~nos, __ adicionalmente debilitada por la circunstancia d~ que la ettficacion del hecho de trabajar slo puede funcionar bajo condicio-nes que permitan en definitiva que los trabajadores se confirmen, preserven y encuentren reconocimiento en su trabajo como personas que actan moralmente como titulares de deberes. Resulta completa-ment~ .~ud~so que en la actualidad pueda considerarse cumplida esa condicion, igual que es tambin enteramente incierto buscar cules sea:i los sect?res del trabajo social en que se d esa condicin y con que tendencias transformadoras ello podra considerarse acometi-do to.

    Los procesos . de racionalizacin tcnica y organizacional, al menos en la medida en que siguen la pauta de la taylorizacin, ~arece? apuntar ms bien a eliminar de la produccin industrial mmediata el h11ma11 factor (Kumar, 1979, p. 15), incluidas sus capaci-dades morales, puesto que . ciertamente ese h11ma11 factor siempre puede ha::r acto de_ presencia como elemento de inseguridad y de perturbaci~n,_ y ~n dicha r::iedida, a efectos empresariales, resulta del todo _estrategico mdependizar el proceso de produccin en la medida de lo posible frente a la circunstancia de si y en qu medida se

    9 Co:no botn de muestra valgan los prospectos de la industria turstica y de ttem~o libre que a "l'.eces se pueden leer como si de un autntico manifiesto contra el traba10 .se tratara. Eemplo: T?mese en serio su tiempo libre! Es Jo ms importante de su v1dah~. (_texto d~ un anunao para una exposicin de tiempo libre publicado en el Nene Westfd/rsche Zert1111g de 17 de marzo de 1982) -

    1 V!d. Brave_rman~ 1_977; numerosos es.t~di~s realizados en el campo de Ja soc10lo~:a mdustrial ~om~1den en!a constatac1on de una tendencial expropiacin de

    las hab~dades, expe.r~e_ncias y saberes:.

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    cumplen normas como la del trabajo responsable y otras virtudes laborales. Ahora bien, en la medida en que las premisas y los mrgenes de autonoma estructurales relativos a las orientaciones morales hacia el. trabajo pueden eliminarse por va de racionaliza-cin, se hace tambin inconsistente desde el punto de vista sociolgi-co considerar como probable, esperar y fomentar la persistencia de tales virtudes del trabajo. Con la desprofesionalizacin de trabajo, tantas veces constatada (cfr. al respecto Crusius y Wilke, 1982, en especial, pp. 174-230), pierde su fundamento tambin la vertiente subjetiva de la profesin, a saber: el manojo de deberes y derechos asignados a una determinada funcin laboral, el orgullo de produc-tor y su reconocimiento social. Como es bien sabido, Max Weber contempla la profesionalidad del trabajo como una premisa de la que depende la etificacin del trabajo lucrativo y, con ella, del espritu del capitalismo. Sin embargo, su pronstico resulta hoy harto discutible, y en particular su anuncio de que la conduccin racional de la vida habra de determinar

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    anticipacin) del desempleo 1s o, en su caso, de la salida no volunta-. ria de la vida econmica activa 16, tanto ms ha de fracasar presumi-blemente, sobrepasado cierto umbral, el efecto estigmatizador y autoestigmatizador del desempleo, puesto que, aunque slo aparecie-ra concentrado regionalmente o en determinadas ramas de la activi-dad econmica, el paro apenas se puede imputar ya con plausibilidad a un fracaso o culpa individual. A la vista de los datos y pronsticos de que actualmente disponemos en el campo de la poltica econmi-ca, a principios de los aos ochenta en modo '.llguno parece carente de realismo contar para el futuro previsible con un descenso dram-tico de la potencialidad de absorcin del mercado de trabajo, esto es: con condiciones que hacen esperar un retroceso adicional del por-centaje de tiempo de trabajo medio en el tiempo vital de las personas o, por el contrario, el surgimiento de amplios estratos de poblacin marginalizados en relacin a la esfera econmica 17

    las biografas personales parecen independizarse, en ms de un sentido, del trabajo. (Anthony, 1980; vid. tambin id., 1977, as como Jenkins y Sherman, 1979).

    1s Todos los puntos de apoyo hablan a favor de que tambin para los pases de Europa occidental vale lo que Kumar ha constatado en relacin con Gran Bretaa: Afrontamos un futuro en que el desempleo ser una experiencia normal, y no atpica, de la poblacin (1979, p. 25).

    16 Entre los contingentes de tiempo (o, en su caso, partes de la poblacin) que no estn integrados en la esfera de la actividad econmica se cuentan, junto al trabajo domstico, el creciente tiempo libre diario, semanal, anual y vital y el desempleo, tambin los perodos de enfermedad y de incapacidad para el trabajo causados por el deterioro prematuro, desde el punto de vista sanitario, de la fuerza de trabajo. Como es bien sabido, en la Repblica Federal de Alemania uno de cada dos trabajadores y -uno de cada tres empleados han de abandonar la vida econmica antes de alcanzar el lmite de edad y, an ms, uno de cada seis trabajadores y uno de cada diez empleados son vctimas de una incapacidad crnica antes incluso de cumplir los 50 aos. Con estas transformaciones de la estructura cronolgica y social de las condiciones de la vida en las sociedades post-industriales conecta la expectativa, hoy muy compartida, expresada por Block y Hirschhorn en los siguientes trminos: Cuanto ms tiempo emplea la gente fuera del trabajo remunerado, antes, despus y durante una carrera laboral o profesional, ms experimentan qe el trabajo ya no es un foco suficiente para la organizacin de sus vidas (1979, p. 37 4).

    11 En modo alguno se deben minimizar los puntos de apoyo en pro de la idea de que la prdida de centralidad moral del trabajo deja tras de s un dficit de sentido que tambin se puede experimentar en cuanto tal, tal y como es posible colegir en los fenmenos de desorganizacin del mundo de vida que trae consigo la experiencia del desempleo. Frente a esta experiencia (o a su anticipacin) reacciona el vehemente inters mostrado especialmente por los jvenes en orden a un tipo de trabajo dotado de pleno sentido, que pertnita la autorrealizacin y la autoactualizacin, descrito, por ejemplo, por B. Berger en relacin con Estados Unidos. Como parece natural, este inters se dirige alli preferentemente hacia servicios organizados estatalmente, con lo que, tal y como la autora citada escribe, ello se revela carente de realismo y

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    Todas estas circunstancias hacen que no se presente como muy probable que el trabajo, la eficacia y la actividad econmica hayan de jugar un papel central como norma de referencia integradora de la personalidad a los efectos de la conduccin de la vida o que puedan reclamarse o reactivarse polticamente como tal norma de referencia. Por ello, los correspondientes intentos emprendidos en los ltimos tiempos para revalorizar moral-espiritualmente la esfera de la actividad econmica slo se pusieran en marcha en situaciones de crisis agudizada o por protagonstas de modelos alternativos de corte utpico que lo que propagan no es precisamente el trabajo como forma de actividad econmica en el sentido tradicional de la palabra, sino ciertas ideas acerca del trabajo para la propia utilidad>>, una

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    relativamente elevados se presenta un efecto motivacional propio de los cambios experimentados por las rentas, pero slo en sentido negativo, como una efecto de sancin. Las mercancas y las rentas necesarias para adquirirlas slo guardan una dbil relacin con las cosas que hacen feliz a la gente: autonoma, autoestima, felicidad familiar, ocio relajado, amigos (ibid., p. 815) y la satisfaccin con actividades distintas del trabajo contribuye a la satisfaccin vital en mayor medida que ningn otro factor (ibid., p. 817). De esta manera se habra quitado buena parte de su fundamento a las especulaciones en torno a los efectos motivacionales positivos, al menos en el nivel de renta y de saturacin con bienes de uso alcanzado en Europa occidental.

    Si, tomados en s mismos, los efectos estimuladores de las modificaciones positivas y negativas de las rentas apenas pueden considerarse muy intensos, esto resulta tanto ms cierto cuando se confrontan las rentas con los costes subjetivamente experimenta-dos del trabajo, la pena, el sufrimiento que reporta, y se procede a saldar entre s ambas magnitudes. Toda una serie de hallazgos de la sociologa industrial apuntan en el sentido de que aqu se puede hablar de una tendencia al hiato entre los costes del trabajo, percibi-dos como crecientes, y los beneficios que de l se derivan, que se ven como cada vez menores, as como de sus consecuencias en el orden de las rentas. Por una parte, en los aos setenta ha crecido de manera clara la sensibilizacin de las fuerzas de trabajo en relacin con las sobrecargas fsicas y psquicas del trabajo y sus concomitantes riesgos sanitarios y cualificacionales, lo que es tanto como decir: en relacin con los atributos negativos del hecho del frabajo; ha desencadenado una redoblada actividad poltico-sindical en el mbi-to de la conformacin de las condiciones de trabajo y surge aislada-mente (fuera de los propios sindicatos) la cuestin de si, a causa de su carencia de perspectivas de xito, no se debera abandonar la lucha en pro de mejores condiciones laborales y pasar a una lucha contra el trabajo en su forma de trabajo industrial y de gran empresa; esta sensibilidad ha encontrado lo que podramos denomi-nar su reconocimiento, diplomtico sobre todo (y, segn mi criterio, con las mejores razones), bajo la forma de programas estatales tendentes a la humanizacin del trabajo. A esto se suma una creciente sensibilizacin en relacin con los costes de la produccin que no surgen en el puesto de trabajo en concreto ni tampoco en las

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    empresas individualmente consideradas, sino con los costes sociales, sobre todo los ecolgicos. En este momento no podemos entrar a discutir si ese desarrollo se puede explicar en base a la creciente transgresin de las exigencias constantes planteadas en orden a la calidad del trabajo o ms bien al crecimiento de esas exigencias (need defense vs. rising demands); pero cualquiera que sea la explicacin, lo cierto es que esas exigencias se encuentran en buena medida insufi-cientemente realizadas. En el supuesto ---a cuyo favor hablan los indicios apuntados- de que la creciente sensibilidad frente al lado negativo del trabajo lucrativo confluyera con un descenso en la valoracin de su contribucin positiva en sectores cada vez mayores de la poblacin trabajadora resultara esperable con gran probabili-dad -esto es todo lo que se puede decir- una nueva prdida de relevancia subjetiva del trabajo lucrativo o, en su caso, un descenso en la aceptacin de las condiciones fsicas, psquicas e institucionales en las que tiene lugar. Como un sntoma que apunta en esta direccin se puede contemplar, por ejemplo, el hecho de que en la actualidad la tradicional exigencia sindical de garanta de un efectivo derecho al trabajo tiene ya un marcado eco utpico, pese a lo cual esta exigencia es objeto ampliamente de crtica con cierta resonancia por considerarla insrificiente y revisada en direccin a la exigencia de un derecho a un trabajo provechoso y con sentido. Un testimonio adicional es el que brindara en la segunda mitad de los aos setenta la discusin surgida en el seno de los sindicatos en torno a un crecimiento cualitativm>, esto es: de una clase de crecimiento que tanto por el lado del empleo del trabajo como por los resultados del propio trabajo problematiza expresamente los criterios basados en el valor de uso ts.

    Queda, en todo caso, el punto de vista de las perdidas de renta y su funcin, posiblemente disciplinadora, con respecto fil comporta-miento laboral. En relacin con este extremo, sin embargo, por parte de economistas neoliberales se ha alzado unos argumentos escpticos y, en mi opinin, convincentes, que van en la lnea de que en los estados liberales de bienestar a la casilla de la matriz de las transfe-rencias socio-laborales en la que encuentra su asiento el principio, tanto paulino como staliniano de quien no trabaja tampoco debe

    is A este respect vid. mis propias reflexiones (Offe, 1981 ), enteramente especula-tivas y experimentales.

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    comer_ no le corresp?n~e ninguna realidad institucional especial-mente mtensa. Esto sigrufica que en la medida en que el circuito

    regul~~or individual constituido por el trabajo y sus productos resulta colectivizado por la va de las instituciones del Estado de bienestar los ttulo jurdi~os pblico-subjetivos por l sancionados y, adicional-mente, tambin por las instituciones de la gran empresa y la autono-ma de la negociacin colectiva surge, de forma enteramente inevita-ble, un clsico problema de bienes colectivos, a saber: el del desaco-plamiento entre las acciones y las consecuencias de la accin en el plano de los actores singulares. Exagerando los trminos de la crtica al bienestarismo: la no observancia individual de la coercin hacia el trabajo que c~rres~onde _ejecutar propiamente al mercado queda en buena medida sm sancionar, de la misma forma que, a la inversa, a causa de la cargas fiscales y parafiscales que diezman sus frutos, ya no c~mpensan los esfuerzos individuales. Y al contrario: (para los

    t~abqadores) se hace razonable, a ttulo de free-rider del Estado de ?ie~e~tar, recurrir a sus s:r:vicios y prestaciones ms que lo que mdividualmente se ha admirustrado en los sistemas de aseguramien-

    1 . 19 b"' ( to ~o ectivo o tam ien y a esta consecuencia, por regla general, dedica en mucha menor medida su atencin crtica la economa r:eoliberal_ y la publicstica que se alimenta de su ideario) esperar a titulo de inversor hasta que el empujn que es de esperar experimen-

    t~n las s~bvenciones y bonificaciones poltico-econmicas haya redu-cido el riesgo hasta un punto cero. En cualquier caso, a consecuencia de ese arreglo bienestarista que transgrede los fundamentos de la racionalidad del intercambio, a corto o largo plazo se hace esperable u~ des~rrollo crt~co cuya lgica consiste en que las condiciones exis:enciales del sistema econmico ya no pueden transformarse eficiente, fiable y oportunamente en impulsos de accin de los actores

    indiv~~ual:s, C?n r~acciones individuales adecuadas a los procesos de cnsis sistemica solo se podra contar (a lo sumo en el marco del c?m~romiso entr: Estado de bienestar y democracia competitiva, difci~:nente co~siderable como reversible) en el supuesto de que tambien se pudiera contar con una infraestructura moral de normas de solidaridad y compromisos tico-laborales efectivos complemen-

    19 Vi1. a e~te respecto Johr, 1976, as como, a ttulo de ensayo de crtica emprica de esa tesis, ~indolf, 1982, esp. pp. 369 y ss. Ms detallado, en cuanto a la crtica del Estado de bienestar, Offe, 1984.

    Es el trabajo una categora sociolgica clave? 45

    taria del grado de colectivizacin alcanzado. Este tipo de normas atendera eficazmente tanto a los movimientos sobre el tablero de la poltica social como al desplazamiento estratgico de las inversiones. En lo que atae al primero de estos aspectos, esto es: a la remorali-zacin de las actitudes hacia el trabajo, hay pocos motivos para la confianza, y ello no slo por las razones que hemos aducido anteriormente, sino tambin por la adicional de que una vinculacin tico-social que alcance tambin a los inversores se encuentra, a la vista de como se plantea la situacin, fuera de todo marco realista de poltica de ordenacin. A la inversa, como carente de realismo en igual medida se presenta (a veces incluso expressis verbis y a ellos mismos 20) la realizacin de la solucin de una re-individualizacin de las relaciones de intercambio en los mercados de trabajo y capitales, esto es: la abolicin de la cura existencial colectiva y de la responsabilizacin positiva del Estado en materia de poltica econ-mica, tal y como, por lo dems, proponen los crticos neoliberales de la colectivizacin bienestarista. Pues una cura as de radical, que recurriera seriamente a los medios de la responsabilizacin propia y de la regulacin del mercado, pondra en peligro, en una manera difcil de calcular y posiblemente dramtica, esa relativa paz social de la sociedad del trabajo que slo se pudo lograr. histricamente a travs de la garanta estatal de los sistemas colectivizados de distribu-cin y aseguramiento. En medio de esta constelacin de problemas, pues, hay poco margen para confiar en la accin disciplinante y sancionadora individual e inmediata de la necesidad econmica como uno de los mecanismos de integracin de la sociedad del trabajo. Este dato -por lo dems, de forma chocante--- coincide con los anlisis marxistas ms recientes, que hablan -:-a causa, entre

    20 Vid. la informacin ofrecida por el F rankft1rter Allgemeine Zeit1111g (FAZ) de 2 de enero de 1983 acerca de una conferencia del presidente del Institut fr Weltwirts-chaft de Kiel, el Prof. Herbert Giersch: A largo plazo,. as opinaba Giersch, la productividad y el empleo slo podran crecer si, entre otros, se cumplan los siguientes requisitos: tipos impositivos moderados para todo aquello que sea resulta-do de un esfuerzo adcional; eliminacin paulatina de todas las subvenciones; ... paso a una economa libre en materia de vivienda; competencia abierta en relacin con las empresas municipales de servicios. Giersch d11da, 110 obstante, de q11e esos req11isitos p11eda11 imponerse polticamente>> (subrayado mio, C. O.). Consecuentemente, slo se busca una salda_ de _esta situacin en un juego nada dsimulado de extremados gestos poltico-const1tuc10nales: sera necesaria una modificacin de las reglas del juego de la poltica. En este trmino se manifiesta el propio H. Giersch en un artculo publicado en el FAZ de 19 de febrero de 1983.

  • 46 Mercado de trabajo y crisis de crecimiento

    otras cosas, del carcter cada vez ms heterogneo del trabajo social (vid. s11pra)-'- de que el mecanismo del ejrcito de reserva, siempre subyacente en la tradicin marxista, ha perdido virtualidad general (vid. el importante trabajo de Bowles y Gintis, 1982, as como J. Berger, 1981 ).

    A causa, precisamente, de la experiencia del paro y subempleo masivos y persistentes, tampoco hay motivo para esperar que. se produzca un fortalecimiento de las orientaciones generales hacia la actividad econmica o, en su caso, una reduccin de las exigencias salariales y cualitativas planteadas al trabajo. A su vez, esto debera tener especial validez en el supuesto de que el paro se concretara en determinados barrios, poblaciones, ramas econmicas, grupos de edad o tnicos. En lugar de llevar a la estimulacin de las motivacio-nes individuales para la actividad econmica lucrativa, situaciones como stas en la actualidad conducen entre los afectados ms bien a un retraimiento fatalista o, al contrario, a autointerpretaciones colec-tivas en las que a las polticas econmica y social y del mercado de trabajo desplegadas por los poderes pblicos se las hace responsables del surgimiento de las clases marginalizadas y negativamente privile-giadas. La significacin, a todas luces creciente, de las barreras adscriptivas de acceso al mercado de trabajo en general o a determi-nados mercados de trabajo parciales y beneficiados hace qu~, por definicin, resulte imposible que esas barreras se puedan superar mediante esfuerzos adaptativos individuales; e incluso all donde tales esfuerzos no estn excluidos lgicamente, la predisposicin a desarrollarlos se encuentra distribuida en unos paradjicos trminos: los costos de readaptacin profesional y cambio a otro lugar geogr-fico son asumidos ms que proporcionalmente por los grupos de trabajadores que, en razn a su posicin en el mercado de trabajo, menos necesitados estn de ello, mientras que -por razones que para la sociologa en modo alguno son enigmticas- los ms sedentarios, tanto en lo que hace al lugar de trabajo como .en lo que se refiere a las cualificaciones, lo son justamente los que ms amenazados estn por los riesgos ocupacionales. Estas paradojas del funcionamiento del mercado de trabajo, al igual tambin que los ejemplos ingleses, italianos y norteamericanos, alimentan el prons-tico de que en los puntos calientes del paro estructurado han de surgir subculturas de una economa informal instalada casi en la miseria o de una economa sumergida cuyos miembros se enfren-

    . Es el trabajo una categora sociolgica clave? ~

    47

    tan -cuando menos con pasiva aversin- a los valores y a las normas legales de la sociedad del trabajo y pueden convertirse fcilmente en una cultura del desempleo subproletaria, en una no-clase de no-trabajadores (Gorz).

    Hace algn tiempo Esser y Fach han reunido, en relacin con la Repblica Federal de Alemania, una serie de p_untos de ap~yo de la hiptesis de que esta sociedad que se ha ido progresivame~te escindiendo ha de habituarse a vrselas con un ncleo productivo y unos mrgenes, cada vez mayores, de poblacin e~casamente aprovisionada (vid. Esser et al., 1979): D~. ma~era semeante, Ger-hard Brandt distingue entre una polartzac10n simple en el seno de la poblacin activa, que se pue~e describi.r en ~~s categoras. tradicio-nales de la sociologa del trabao de cualtficacion, oporturudades de disposicin, etc., y una incipiente polarizacin ampliada entre las esferas nucleares de la sociedad del trabajo y parados de larga duracin con bajo nivel cualificacional o trabajadores ocupados con gran riesgo en cuanto al puesto de trabajo 21 . . , .

    En conjunto, todos esos hallazgos y reflexiones cientifico-socia-les que aqu hemos presentado de manera bien reducida brindan una serie de motivos para dar una respuesta positiva a la pregunta por ~a crisis de la sociedad del trabajo justamente en orden a la relevancia subjetiva y al valor de la esfera del trabajo. Una sociedad industrial capitalista y altamente desarrollada tiende manifiestament: a rlegar moral, cualificacional y. econmicamente a partes crecientes del potencial social de trabajo de la participacin en la esfera de la actividad lucrativa; y adems no dispone de los recursos culturales o de los medios coercitivos econmicos que seran necesarios para estabilizar en cualquier caso la centralidad subjetiva de la orientacin por el trabajo, la eficacia y las rentas de la actividad lucrativas por la va de normas de carcter cultural o por la muda fuerza de los procesos de mercado. No es slo objetivamente com~ el trabajo se ha visto relegado de su condicin como hecho vital central y autoevidente; tambin subjetivamente --en consonancia con ese desarrollo objetivo, pero discrepando de los valores y de las pautas

    21 Brandt, 1980, p. 19; todava ms marc.adamente J?etitchmann, 1981: Lo que parece configurarse como el proble~a socia~. predoi;,ima:ite de} fu~uro no es el conflicto de trabajo (fundado en la subsunc10n real ~ smo ma? bien .la fal~a de trabajo en s misma, la imposibilidad de basar en el trabao la segundad ex1stenc1al de la ~ocicdad.

  • 48 Mercado de trabajo y crisis de crecimiento

    de legi_!:imacin oficiales de la sociedad- ha perdido esa posicin en el interior del fondo motivacional de los trabajadores.

    IV

    Mi tercera y ltima pregunta resulta complementaria de las dos dudas que hemos venido exponiendo acerca de si en la actualidad an se puede seguir contemplando como una base suficiente y adecuada de la teorizacin sociolgica un modelo de sociedad centrada en el trabajo que descanse, en conjunto y pese a todas las diferencias, sobre conceptos como capitalismo y sociedad indus-trial. Si es as que las actividades sociales convencionalmente designadas como trabajo en la actualidad ni tienen en comn un concepto subyacente de racionalidad ni presentan caractersticas empricas coincidentes y si no slo en este sentido el trabajo. resulta objetivamente amorfo, sino que adems, desde el punto de vista subjetivo, se ha vuelto perifrico, en tal caso, tal es el tenor de la interrogacin: cmo han de enfocarse los conceptos estructurales y los esquemas de conflicto sociolgicos que resulten aptos para la descripcin de una sociedad que ya no es, en el sentido que hemos expuesto, una sociedad del trabajo? En el caso de que ya no se hubiera de reconstruir la conciencia social como conciencia de clases, la cultura cognoscitiva ya no se refiriera preferentemente al desarro-llo de las fuerzas productivas, el sistema poltico .no se siguiera ocupando en primera lnea de. la garanta de las relaciones de produccin y si en el centro de las percepciones de problemas que la propia sociedad genera por s misma ya no estuvieran cuestiones tales que se pudieran responder con categoras como escasez e impulso econmico, entonces surgira a todas luces la necesidad de un sistema de coordenadas con cuya ayuda se pudiera cartografiar

    aque~as parcelas de la realidad social que no se encuentran completa-mente determinadas por la esfera del trabajo y de la produccin. Esta cuestin corresponde en el plano de la sociologa al problema, hoy en da discutido, en la tica social de las dos confesiones cristianas, acerca de una interpretacin contempornea del mandamiento bbli-co del descanso semanal, esto es: de las estructuras, campos de accin y referencias de sentido situados ms all de la esfera del trabajo.

    Es el trabajo una categora sociolgica clave? 49

    Una propuesta terica elaborada y anc1aaa c.!l la historia de la teora sociolgica que hace justicia a esa necesidad es la que encon-tramos en la teora de la accin comunicativa de Habermas. Apartndose decidida y controvertidamente de los paradigmas de la teora de las clases, Habermas construye la estructura y la dinmica de las sociedades modernas no como un antagonismo enraizado en la propia esfera de la produccin, sino como la colisin entre subsiste-mas de accin racional-teleolgica mediados por dinero y poder, por una parte, y un mundo vital desacoplado de esos sistemas y dotado de sentido por s mismo, por la otra (para la crtica de este planteamiento, vid. Berger, 1982). La crtica del predominio episte-molgico del trabajo en el marxismo, que desde hace ms de veinte aos Habermas viene elaborando consecuentemente (Giddens, 1982, p. 152), guarda correspondencia, pese a todas las controversias .Y puntos obscuros que sin duda deja tras de s, con una amplia corriente anti-productivista justamente en la teorizacin y en la investigacin sociolgicas orientadas en Marx. El hecho de que la fbrica ya no sea el centro de las relaciones de dominacin y el escenario de los conflictos sociales ms importantes-; de que los parmetros metasociales --econmicos, por ejemplo- del desa-rrollo social se han visto sustituidos por una autoprogramacin de la sociedad; que se haya tornado sin sentido suponer, cuando menos para las sociedades occidentales, una continuidad del desarrollo de las fuerzas productivas y de la emancipacin, todo ello son hiptesis y consideraciones que, a consecuencia de la recepcin sobre todo de tericos franceses como Foucault, Touraine y Gorz, tambin entre nosotros se han impuesto tan ampliamente que los restos de la ortodoxia marxista apenas si tengan alguna oportunidad respetable en las ciencias sociales. Sintomtico de las necesidades que se generan en orden a reorientaciones conceptuales debera considerar-se tambin la vertiginosa carrera que categoras como las de modo de vida (en lugar de la ms ortodoxa de modo de produccin) o la de lo cotidiano (cfr. Kuczinsky, 1980 ss.) ha experimentado entre los socilogos de la Repblica Democrtica Alemana habitua-dos a la sociologa marxista-leninista.

    Esta remodelacin de las hiptesis de fondo y de los aparatos conceptuales que se puede observar en muchos sectores y escuelas de las ciencias sociales se encuentra, a su vez, en una manifiesta relacin con nuevos tipos de conflictos sociales y polticos cuyo progresivo

  • 50 Mercado de trabajo y crisis de crecimiento

    avance Raschke ha caracterizado como el trnsito de un paradigma poltico de la distribucin a ~n paradigma del modo de vida (Raschke, 1980). Un anlogo cambio de los materiales de conflicto. socio-poltico predominantes es el que apunta la investigacin cient-fico-social de los valores mediante la pareja conceptual de valores materialistas contra postmaterialistas, aunque, ciertamente, no lo explique convincentemente. Parece existir, sin embargo, un amplio consenso cientfico-social (y tambin perplejidad al respecto) acerca del hecho de que en muchas sociedades occidentales la escena la dominan los temas sociales y polticos de conflicto (como la paz y el desarme, la defensa de los fundamentos naturales de la vida, la definicin e institucionalizacin de los roles sexuales y los derechos del hombre y del ciudadano), temas que tienen en comn al menos la caracterstica negativa de que no se pueden interpretar -y, si acaso, slo mediante unos rodeos dialcticos cada vez menos crebles-como derivados de conflictos que tienen su objeto en la esfera de la produccin o de la distribucin de sus resultados. Se trata ms bien a todas luces de conflictos que en cierta medida son transferidos desde fuera a la esfera de la produccin, donde con bastante frecuencia chocan la resistencia cerrada de trabajo y capital, esto es: sin que en modo alguno se produzca una escisin de poltica de clases o intereses. Son las sorprendentes e irritantes estructuras de esas situaciones conflictivas las que los cientficos sociales tratan hoy de reflejar por todas partes sirvindose de dicotomas conceptuales como materialista y postmaterialista, modo de. produccin y forma de vida, esfera de la actividad productiva y esfera de lo domstico, sociedad industrial y sociedad postindustrial, etc. 22.

    22 Las reorientaciones poltico-estratgicas a las que, a causa de la diferenciacin objetiva y la prdida subjetiva de centralidad del trabajo, se ve ~orzada m~fiestamente la izquierda poltica han tenido lugar durante la segunda nutad de los anos setenta por todas partes y a menudo de una forma notori~men_re violenta .. ~obre este pu~to, como hemos venido haciendo en el presente trabao, seanos pernuttdas algunas atas ilustrativas que atestigen lo dicho: Las versiones "obreras" de la ideologa socialista son incapaces de articular muchos problemas importantes que preocupan a la gente y, en parte por esta razn, tienen una apariencia y una virtualidad sectoriales (Hindess, 1981, p. 42). Las luchas y reacciones antinuclares caracterizan un importante ?-mbio en el campo de la poltica. Es la primera vez que los problemas del trabao y la produccin han dejado de ocupar la posicin central en la vida poltica (Touraine, 1981 ). Ciertamente, los impulsos anticapitalistas no desaparecen, pero cada vez provienen ms de otras variables (el fenmeno de la juventud, los papeles sexuales, los ajustes territoriales, la posicin en el mercado de trabajo) que de la condicin de trabajadores asalariados en cuanto tales (Melucci, 1981; vid. tambin Lipset, 1981).

    ~Es el trabajo una categora sociolgica clave? 51

    Sin embargo, si acierto a ver bien las cosas, el uso de esas dicotomas viene afectado por dos defectos a cuya superacin, tal y como se puede (y sera deseable) prever, va a estar dedicado el trabajo terico y de campo en las ciencias sociales para los tiempos que se .alcanzan a entrever. Se da, por una parte, una chocante asimetra en el grado de la estructuracin conceptual a uno y otro lado de esos pares conceptuales: mientras que del lado del trabajo y de. la. p_roducci1: sab~mos sin duda con qu estructuras, actores y pnncip10s de racionalidad hemos de contar y con qu categoras, por lo tanto, tenem?s que operar, en el lado respectivamente opuesto, en la forma de vida, las cosas resultan menos claras. Esta situacin incmoda tal vez explique le tendencia observable en la bibliografia

    cientfi~o-social a tomar prstamos de los campos de la historiogra-fa, la literatura, el periodismo, la poltica o la filosofa, cuando no a p~sar~e a ellos. La otra deficiencia de los esquemas conceptuales bmanos creo encontrarla en el extremo de que, con pocas excepcio-nes -representadas por Habermas y, en parte, por Bell-, no presentan una claridad que rebase la condicin de meras clasificacio-nes ad hoc, sin integrarse en una teora dinmica del cambio social. Una teora as ~ebera tratar de explicar las razones por las que la esfera del trabao y la produccin va perdiendo a todas luces su capacidad de estructurar y organizar la sociedad y, a consecuencia de la implosin de su fuerza de determinacin social, comienza a liberar nuevos campos de accin con nuevos actores y nuevas racionalidades.

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    l

    Captulo 2 ECONOMIA SOCIAL DEL MERCADO DE TRABAJO: LOS DESEQUILIBRIOS DE PODER PRIMARIO Y SECUNDARIO* (Claus Ojje y Karl Hinrichs)

    Las crisis econmicas se definen por la circunstancia de que producen paro y subempleo como fenmenos masivos. Los gobier-nos y los sindicatos de todos los pases capitalistas desarrollados coinciden en considerar que la superacin de ese fenmeno de desempleo de masas ha de constituir un objetivo preferente de la poltica estatal. Esta posicin de primera fila del pleno empleo ~orno una meta poltica es tanto ms marcada, por la parte de los gobiernos, cuanto ms se trata de gobiernos de estados de bienestar, esto es: cuanto ms se encuentran sujetos a una obligacin legal de pagar a los grupos de poblacin afectados por el paro alg1:1 tipo de pr~staciones sustitutorias (subsidio de paro, etc.) y garantizar la capacidad de respuesta de los presupuestos del sistema de seguridad social. Un motivo adicional, que acta de modo directo sobre la poltica estatal, es el que representa el dato de que el desempleo y las prdidas que comporta de parte de los ingresos producidos por la actividad econmica de la poblacin repercuten directamente en el captulo de ingresos de los presupuestos pblicos, afectando as al Estado en su

    * Sozcialokonomia des Arbeitsmarkts: primares und sekundares Machtgeflle. Versin modificada del ensayo Sozialokonomie des ;\rbeitsnarkte~ un die Lage ! "benachteiligter" Gruppen von Arbeitnehmerm>, publicado en Proek~gruppe Ar- f beitsmarktpolitik y C. Offe (ed.), Opfer des. Arbeitsmarktes - Z11r Theorie des stmk/11- rierfell Arbeitslosigkeit, Neuwied y Darmstadt, Luchterhand, 1977, PP 3-61.

    52 f" F -

    Economa social del mercado de trabajo 53

    condicin de Estado .fiscal>>. El inters de los sindicatos por el pleno empleo resulta de su condicin de coaligaciones de ofertantes de trabajo. En esta condicin persiguen por principio tres grandes categoras de intereses que, por lo dems, pueden entrar en conflicto entre s: el inters por el mantenimiento y, en su caso, aumento de los ingresos derivados del trabqjo en trminos reales, el inters en unas condiciones de trabqjo favorables y el inters en un elevado ndice de empleo. Estas coaligaiones, empero, slo en medida muy limitada disponen de medios estratgicos con los que poder fomentar el objetivo de un aumento del empleo; esto es as en todo caso siempre que se tenga presente, a ttulo de criterio, la compatibilidad de los medios con el mantenimiento de la propia organizacin sindical. La organizacin se vera amenazada, por ejemplo, si los sindicatos, en inters del aumento de la ocupacin, se mostraran dispuestos a renuncias salariales de una magnitud o de una duracin tal que hubieran de socavar, a los ojos de los afiliados suyos (tambin de los potenciales), la motivacin para continuar siendo miembros de las organizaciones sindicales y satisfacer las cuotas (o, en su caso, para ingresar en sus filas). Y la existencia de la organizacin se vera igualmente amenazada, en sentido contrario, en el caso de que una situacin ocupacional sbitamente agravada se pudiera imputar, a ttulo de agente causal, a previos aumentos salariales, circunstancia que podra llevar a los afiliados (tambin a los potenciales) a apartarse por esta razn de la organizacin (cfr. entre otros Roths-child, 1969). En evitacin de ambos riesgos poltico-ocupacionales interviene el inters sindical por el pleno empleo sobre todo a travs del intento de ejercer con eficacia la correspondiente presin poltica sobre partidos, parlamentos y gobiernos. La intensidad de ese inters y de la consiguiente presin poltica varan, sin embargo, considera-blemente en la comparacin histrica e internacional, y concreta-mente, entre otras cosas, en dependencia del tipo organizacional de sindicato respectivamente dominante. Cuanto ms comprensivo es el mbito organizacional de los sindicatos (el caso extremo lo represen-tan los sindicatos unitarios constituidos segn el principio de rama industrial), tanto ms fuertes son las motivaciones y las posibilidades sindicales de defender frente a la poltica estatal los objetivos de poltica ocupacional. Esto es considerablemente menor en el caso de sindicatos de orientacin, de carcter corporativo o de empresa.

    Al objetivo poltico que constituye el pleno empleo, sin. embar-

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    go, no corresponde ningn medio para alcanzar ese objetivo que resulte consensuado poltica y tericamente desde todos los puntos de vista y que a la vez resulte prcticamente aplicable. Aun en el supuesto de que se llegara a un acuerdo sobre el punto de partida de que la recuperacin del pleno empleo no ser posible sin crecimiento econmico y ste no sin el aumento de la inclinacin inversora de los empresarios, a la hora de seguir con la aplicacin de este enfoque terico se producen dos complicaciones importantes. Primeramente, aunque se lograra fortalecer la intencin inversora de los empresa-rios, el efecto ocupacional de ah resultante podra ser bien insignifi-cante, ya que, a causa de los inversiones en racionalizacin, en muchos casos (la microelectrnica) la repercusin sera negativa (crecimiento sin puestos de trabajo). En segundo lugar, aunque se consiguiera producir un efecto ocupacional positivo, continuara siendo incierto si (y, en su caso, con qu demora temporal) este efecto alcanzara tambin a los llamados grupos problemticos del mercado de trabajo. En las economas capitalistas desarrolladas de Europa occidental y Norteamrica nos enfrentamos en la actualidad no slo con un desempleo elevado, sino tambin marcadamente estructurado, esto es: que afecta a grupos diversos en una medida altamente diferenciada. A la vista de este hecho se plantea el problema de la poltica de mercado no slo como el de un incremento global de la demanda de fuerza de trabajo, sino tambin y cada vez ms como el problema de una distribucin equilibrada y adecuada de esa demanda entre las categoras de la poblacin activa que se ven afectadas, de manera sumamente distinta, por las crisis del mercado de trabajo. Es este segundo problema de la desigual distribucin, en cuanto a grupos, de los riesgos del mercado de trabajo a cuya clarificacin nos queremos dedicar en el plano terico en lo que sigue.

    El problema necesitado de una explicacin resulta de la contem-placin conjunta de tres supuestos de hecho. En primer lugar nos encontramos con una conglomerizacin caracterstica en la distri-bucin social de las crisis del mercado de trabajo. Si sobre un patrn de sastre nos pusiramos a comparar los cortes de la poblacin activa que se ven afectados por el desempleo por tiempos superiores a la media, tienen especiales dificultades para incorporarse en definitiva a relaciones de trabajo, son despedidos con mayor frecuencia, obtie-nen rentas de trabajo inferiores a la media, se encuentran frecuente-

    Economa social del mercado de trabajo 55

    ente situados en puestos de trabajo restrictivos, caracterizados por m d , 'al un escaso grado e autononua, y se ven expuestos a espec1 es riesgos de destruccin fsica de su potenc~a~dad de tra~ajo .Y de sus cualificaciones, vemos que estas caractertsttcas no vartan mdepen-dientemente las unas de las otras, sino que se acumulan en determi-nadas partes de la poblacin activa, resultando as un conjunt~ de interseccin porcentualmente elevado entre los grupos sociales delimitados conforme a esos riesgos del mercado de trabajo. En seg/Indo ltgar se perfila el hecho de que estas caractersticas no slo se encuentran entre s en una situacin de estrecha dependencia rec-proca, sino que tambin lo estn en relacin a otros atributos sociales que no son adquiridos en el mismo sentido en que lo son la educacin, la renta o el domicilio, sino que vienen asignados socialmente y conectan con cualidades que en la prctica no se pueden modificar in~vidualmente (tal~s como edad, sexo, cor:s~tucin fsica, pertenencia a un grupo racial, etc.). Tales caractensttcas adscriptivas de los individuos revisten un inters tanto mayor para la sociologa desde el momento en que se admite en amplia medida que en el proceso de modernizacin de las sociedades occidentales su significado para la distribucin de las oportunidades vitales ha retrocedido y habr de retroceder ms todava. Un tercer dato significativo para el contexto de nuestro planteamiento estriba fmal-mente en que (en todo caso, en una serie de pases de Europa occidental y, precisamente, tambin en la Repblica Federal de Alemania) desde los aos. sesenta se puede consignar una marcada desagregacin, especfica en relacin con determinados grupos, de la poltica pblica de mercado de trabajo (cfr. Oficina Federal del Trabajo, 1974, pp. 46 y ss.; Khl, 1982). La poltica de mercado de trabajo y sus fundamentos legales ya no se ajustan slo a unos objetivos globales ocupacionales, de cualificaciones y de movilidad, sino que adems tambin se trata, en progresivo aumento, de ejercer una influencia positiva sobre la situacin en el mercado de trabajo de determinados segmentos profesionales, de edad, sexo, regionales o de rama econmica de la poblacin activa finamente delimitados.

    Tomados en conjunto, estos tres elementos fcticos arrojan la siguiente imagen: nos enfrentamos con una distribucin sumamente desigual e intensamente estructurada de los riesgos del mercado de trabajo. La pauta de esa distribucin corresponde a propiedades de tipo adscriptivo. Se trata en efecto de ambas cosas, aunque (o:

  • 56 Mercado de trabajo y crisis de crecimiento

    porque) la poltica estatal de mercado de trabajo dispone de un abanico de medidas o instrumentos de fomento intensamente espec-ficos por relacin a determinados grupos. Y los tres elementos fcticos los hemos de encontrar por ms que (o: porque) la sociedad del trabajo, apoyada sobre la institucin basal del libre contrato de trabajo o, en su caso, del libre mercado de trabajo, en opinin de muchos tericos de la sociologa (como tambin de numerosas ideologas polticas que con ellos conectan) ha de tener las siguientes caractersticas: en el marco de una igualdad de oportunidades y de una libertad de contratacin universales