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LA PROTECCIÓN DEL CONSUMIDOR Udo Herrmannstorfer

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LA PROTECCIÓNDEL CONSUMIDOR

UdoHerrmannstorfer

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PRESENTACIÓN

¿Por qué dedicar un cuaderno al tema del consumidor ydel consumo?

Para reforzar los vínculos entre los productores (agri-c u l t o res y elaboradores), los distribuidores y los consu-m i d o res, hay que comprender su naturaleza y perc i b i rlos obstáculos que pueden surgir.

El autor es redactor de Die Grüne Schlange (La Serpiente Verde) y ase-sor de empresas. El texto procede de esta revista suiza y lo tradujodel alemán Jean-Michel Florin, para publicarlo bajo el título La protec -tion du consommateur, como «dossier II», suplemento de las Lettres auxAmis des Champs et des Jardins, boletín de información y contacto delMouvement de Culture Bio-dynamique francés. «El hilo de Ariadna»,del final, es de Altaïr (Isabelle y Patrice Drai), productores de plantasmedicinales Demeter (Domaine d’Eyssal, 24520 Liorac/Louyre, Tel.53 23 21 20 y Herboristerie Aries, CH-1049, Bioley-Orjulaz). La pre-sentación se introdujo en la versión francesa y ha sido ligeramenteadaptada por el traductor (Alvaro Altés), quien ha preparado estapublicación para Demeter y la Asociación de Agricultura Biodinámi-ca de España en enero de 1992.

Aún no se ha tomado conciencia de la necesidad de relación y coope-ración asociativa entre la producción, el comercio y el consumo, a lavez que hay pocas experiencias sobre ello. Die Grüne Schlange sededica a impulsar el comercio asociativo, el apropiado para el tiempoactual. Se dirige a consumidores conscientes de alimentos y otrosproductos naturales y biológicos que favorecen el desarrollo humanoy la salud de la Tierra, y pretende tender un puente publicando apor-taciones que ayuden a formar criterios y relatando experiencias aso-ciativas y sus desarrollos. Tiene casi 40 páginas, está en alemán y estrimestral. La suscripción es de 25 francos suizos (girarlos a Gäa Ver-lag, Poststrasse 8. CH-8583 Sulgen).

Ilustración de la portada: Portada de la revista Demeter suiza DieGrüne Schlange (La serpiente verde), impulsada por el autor.

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A menudo se oye decir que los productos ecológicosson caros, pero ¿en qué se funda tal argumento? ¿Cómohallar el precio justo para el productor y para el consumi-dor? ¿Habría que reforzar la vigilancia de la calidad deestos productos? Quizá, pero ¿se han evaluado bien lasconsecuencias de tales exigencias? ¿Nos conduce estohacia una sociedad en la que todo el mundo vigila a todoel mundo? Se habla fácilmente de consumidores y de pro-d u c t o res como de dos categorías de personas con intere-ses opuestos: los primeros quieren comprar lo más baratoposible, los segundos quieren vender lo más caro posible.P e ro ¿existen consumidores puros o pro d u c t o res puro s ?¿No somos cada uno consumidor y productor a la vez?

Para aportar luz sobre estas cuestiones y muchasotras que nos afectan en la vida cotidiana, para intentarsuperar ciertos perjuicios tenaces o ciertas generalizacio-nes apresuradas, como que los consumidores «son todospasivos», os traemos tres artículos fundamentales extraí-dos de la revista suiza «Die Grüne Schlange» (LaSerpiente Verde). Esta revista tiene como finalidad favo-recer el desarrollo de «la economía asociativa», basadaen la tripartición social de Rudolf Steiner. El autor, UdoHerrmannstorfer examina con detalle la situación actualdel consumidor. Una breve mirada al pasado, muestra laevolución de esta situación. Antaño la mayoría de losi n t e rcambios de productos se efectuaban localmente. Eldía del mercado, el consumidor compraba directamenteal productor que conocía. Hoy esta relación ha desapare-cido casi totalmente. El consumidor que compra los pro-ductos «made in Taiwan» no puede conocer en absolutoal pro d u c t o r, aunque ponga la mejor voluntad posible.El encuentro humano ya no está en el centro del procesode compraventa. La falsificación de los precios por lasubvención de ciertos productos agrícolas y otros, o losservicios sociales gratuitos, como la escolarización,

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refuerzan esta pérdida del sentido del precio justo. Perolo que parece gratuito lo paga alguien.

A este aspecto esencial se añaden otros fenómenosestudiados en este texto, que sólo vuelven más difícil lac reación de vínculos fraternos en la economía. Citemospor ejemplo la publicidad, que al apelar a nuestroinconsciente, ataca a nuestra libertad individual. El autormuestra cómo frente a todos estos atentados a los que sehalla sometido el consumidor, se ve tentado a protegerseexigiendo más vigilancia. Es decir, que busca una protec-ción, una garantía exterior. En el tercer artículo se deta-llan los peligros de evolucionar hacia cada vez más vigi-lancia. Cada uno de nosotros hemos de concienciarnosde nuestra responsabilidad como consumidor, comer-ciante o productor, para volver a situar el aspecto huma-no en el centro de los procesos económicos.

Por último, precisar que estos tres artículos son den-sos y largos, y exigen ser leídos y releídos. Les sigue lap resentación de una acción concreta para vincular alconsumidor con el productor en el ámbito de las plantasmedicinales.

Al publicar este texto, la redacción espera aportar undocumento de trabajo que permita profundizar indivi-dualmente o en grupo sobre este tema tan esencial dehoy.

La redacción

Breve bibliografía francesaRudolf Steiner. Fondements de l’organisme social. Editions

Anthroposophiques RomandesRudolf Steiner. Economie sociale ou comment renouveler nos

conceptions. Editions Anthroposophiques RomandesComment re f o n d re les estru c t u res sociales. Revista

Triades. Verano 1974Guérir l’organisme social. Revista Triades. Otoño 1983.

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I. EL CONSUMIDOR Y SUS NECESIDADES

La protección del entorno, la protección de los vegetales,la protección de la fauna, la protección civil, la pro t e c-ción de las minorías, la protección jurídica, la proteccióndel alquilado, la protección del ahorro... y la proteccióndel consumidor.

Apenas existe otro término que caracterice tan bienlas relaciones sociales modernas como el de «pro t e c-ción», pero a la vez nuestra época aspira a la libertad. Elconcepto de «protección del consumidor» implica direc-tamente el corolario de la «libertad de consumo». Unap rotección supone la existencia de un peligro. Pero sitodos somos consumidores ¿quién amenaza y quién esamenazado? ¿La libertad causa la amenaza, o la protec-ción? ¿Y por qué no somos capaces de protegernos anosotros mismos? ¿Estamos afectados por una «deficien-cia inmunitaria social»?

El ejemplo del escándalo del gusano del arenque

28.VII.87. El programa de la televisión alemana «Moni-tor» presenta un reportaje sobre un alarmante análisis:La presencia de gusanos parásitos en los arenques, quepueden provocar en el ser humano graves inflamacionesintestinales, ha ascendido considerablemente en ciertospeces marinos. El origen supuesto es la gran contamina-ción del Mar del Norte. Se desaconseja consumir pecescrudos, pero se sabe que la cocción destruye las larvas delos gusanos, igual que la congelación, la sal o la inmer-sión en salmuera. La industria pesquera está sometida areglamentos para la elaboración, pero ¿se respetan siem-pre? En Holanda estos reglamentos no se aplican para laexportación.

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29 y 30.VII.87. A la mañana siguiente de la emisión, caencatastróficamente las ventas en los detallistas. La maña-na del segundo día, la ola alcanza a los puertos pesque-ros: 60% de pérdidas. Muchos consumidores destru y e nsus pescados almacenados, tratan de devolver los quehan comprado y juran no comer más pescado. En lacosta alemana se habla de una catástrofe.

31.VII.89. La cadena de televisión regional del norte deAlemania rectifica la información: el reportaje había dra-matizado las cosas de modo irresponsable. Rara vez secome el pescado crudo. El gusano del arenque siempreha existido. Las normas de la industria alimentaria soncompletamente satisfactorias. ¡El consumo de pescadono presenta por tanto ningún riesgo! La industria de lapesca exige que las normas tengan fuerza de ley paraque los eventuales infractores puedan ser perseguidos ysancionados (sin duda aquellos de los que provienen lasmuestras que resultaron positivas). La administración dasu garantía y ordena reforzar la vigilancia aduanera. Losservicios de vigilancia deben ser más eficaces; sería nece-sario aumentar rápidamente sus efectivos...

Vigilancia y libertad

Un escándalo entre muchos otros. Una vez más, el con-sumidor ha sido engañado. No se podría demostrarmejor hasta qué punto es necesaria la protección del con-sumidor en la dirección de reforzar la vigilancia. Estácompletamente fuera de lugar hablar de confianza en uncaso semejante. Urge volver a la máxima de Lenin: «Laconfianza está bien, la vigilancia es mejor». Quien piensaasí, tiene la lógica de las cosas a su lado. Pero, aunquecon razón sobrada podemos estar en contra de tales

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sucesos, el juicio que se impone a nuestra mente no espor fuerza justo. El caso particular oculta con frecuenciala tendencia general. Y ella conduce, cuando se siguelógicamente la dirección iniciada, a un embrollo de nor-mas, controles y sanciones que ya hoy casi nadie escapaz de supervisar, aunque no estemos más que al prin-cipio de esta evolución. Hace algunos años, el consejerode estado suizo Egli señaló que en ese país, cada año, sed e c retan unos 5.000 reglamentos nuevos o modificacio-nes de leyes. Denunció esta evolución de las cosas, queno cambia nada. En efecto, el modo de pensar que con-duce a esta oleada de reglamentos, desarrolla su propiadinámica.

Cuanto más transformamos al consumidor en «objeto deprotección», tanto más consideramos a los productores y a loscomerciantes como personas peligrosas, potencialmente crimi -n a l e s . Ya hay muchas personas que hablan de los quemueven la economía como de un grupo de criminales. Sise ha llegado a tal punto de vista, se entenderá fácilmen-te que los reglamentos aislados no cambien nada en pro-fundidad y sólo orienten el potencial criminal haciao t ros canales. Mientras exista la libertad de comercio yde empresa, las reglas siempre llegarán demasiado tarde,pues sólo se sentirá su necesidad tras los escándalos.Q u e rer prevenir todas las eventualidades posibles conleyes y reglamentos equivaldría a suprimir toda libertadpara evitar cualquier mal uso. Pero ningún enamoradode la libertad puede desear tal evolución de las cosas,que por razones sociales iría en contra de su ideal funda-mental. Esto equivaldría a decretar que la prisión es loideal para la persona que necesite ser protegida.

Así pues, es importante e incluso indispensable consi-derar en profundidad la situación del consumidor, loque le amenaza y la protección posible. Esta reflexión notrata de minimizar o excusar los escándalos, ni de dismi-

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nuir la importancia de los resultados conseguidos conesfuerzo por el movimiento de protección de los consu-m i d o res. Se trata mucho más de una ampliación delpunto de vista. En efecto, nadie es únicamente consumi-dor. La lógica de los intereses particulares puede aportarventajas pero también convertirse en el obstáculo princi-pal, oponiéndose a mejoras favorables al interés general.

El ser del consumidor

¿Quién es de hecho ese consumidor que hace falta prote-ger? En vez de dar una definición simple de consumidor,es más interesante seguir las diferentes fases del procesodel consumo.

1. Sólo puede volverse consumidor quien tiene necesidades, esd e c i r, quien para conseguir un estado interior deseado,necesita alguna cosa que no le pertenece y que debeobtener gracias al trabajo ajeno. Hay que precisar que noe x p resamos todas las necesidades que surgen de noso-tros y que no deseamos satisfacer todas las necesidadesajenas (tomemos como ejemplo a un toxicómano). Ahí seencuentra el origen de nuestro «estado de consumidor».

2. Una visión rápida sobre las condiciones alimentariasque reinan a escala mundial, donde la superproduccióny la subalimentación a gran escala se aproximan estre-chamente, nos muestra que no basta tener necesidades paraser consumidor. Mientras mis necesidades son satisfechaspor los productos o los servicios de otros, hace falta quea cambio yo pueda pagarlos, es decir, comprarlos. El ori-gen de la situación paradójica citada no reside en unafalta de necesidades sino de poder adquisitivo. ¡Peroincluso como «comprador», aún no somos el «consumi-

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dor»! No todas las personas que tienen necesidades com-pran por sí mismas, y el comprador no es forzosamenteel consumidor, como lo muestran los ejemplos delcomerciante o de la madre de familia que hace las com-pras para toda la familia.

3. Sólo cuando empleamos o consumimos el producto deseadoy comprado nos volvemos consumidores en el pleno sentidode la palabra. Sólo queda ver si el efecto pro d u c i d ocorresponde al efecto esperado.

4. Pero si el estado de consumidor se acabase aquí, todoel proceso social se derrumbaría por falta de pro l o n g a-ción. En efecto, el consumo no es un fin en sí mismo y no esla condición previa para que el ser humano pueda crear y pro -ducir. Por ejemplo, comiendo lo que se ha producido enel pasado nos llenamos de fuerzas que nos permitiránproducir en el futuro. Por el consumo, el ser humano sevuelve un «producto potencial». Este fin del consumo(permitir una nueva producción) forma la transiciónentre el pasado y el futuro, como la semilla es la transi-ción entre la planta madre y la nueva planta.

El consumidor tiene aspectos diferentes: tiene necesi-dades, compra, consume y se vuelve productor enpotencia. A estos aspectos diferentes corresponden dife-rentes peligros que le amenazan y contra los cuales que-remos protegerlos. Aquí hay que tomar conciencia deuna dificultad esencial. Se interpenetran y mezclan dosniveles diferentes. Tomemos un ejemplo concreto: el delos alimentos. Nuestro organismo demanda una sustan-cia cuyo consumo le satisface; todo este proceso alimen-tario permanece en el ámbito natural biológico. Pero elhecho de saber si en la compra de este alimento noshemos dejado engañar o no, es únicamente un pro c e s o

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social y no tiene ninguna relación directa con el primerp roceso. Cuando hablamos de consumidor, estos dosprocesos se interpenetran. A continuaciòn trataremos laprimera de las cuatro fases de la situación del consumi-dor: tener necesidades.

Necesidad y falsa necesidad

Sin necesidad no hay producción y sin producción nohay vida económica, esto parece una verdad evidente.Esta ley es una de las reglas fundamentales de la vidasocial, que las fuerzas económicas combaten hoy. Dosfalsas necesidades son la causa de este combate.

La primera resulta de las lógicas internas de lase s t ructuras económicas existentes: una máquina debep ro d u c i r, una empresa debe funcionar a pleno re n d i-miento para ser rentable. La necesidad de empleo a tiem-po completo se superpone entonces a las auténticasnecesidades (las necesidades de productos o de servi-cios).

La segunda falsa necesidad se origina en el carácterde nuestra economía. En efecto, todo el proceso de lavida económica determina la función que cada cualjuega y viceversa. La división del trabajo a escala mundialexige que cada persona trabaje para satisfacer las necesidadesdel prójimo; lo que en principio supone que cada persona seinterese por el prójimo (en las personas cuyas necesidadesestán satisfechas por su trabajo).

La contrapartida del trabajo –hoy lo más común esdinero– constituye el ingreso. Así el motivo de mi accióneconómica no es la producción y por tanto la satisfacciónde las necesidades del prójimo, sino mi propia necesidadde ingreso, y entonces se trata de egoísmo. Si el egoísmotoma la delantera, mi necesidad de ventajas personales

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se superpone entonces a las necesidades reales de losdemás. El proceso de producción no es más que unmedio para ganar dinero. Existen así muchas otras (fal-sas) necesidades que son satisfechas por la existencia dela vida económica; por ejemplo la necesidad de interesesdel ahorrador, la necesidad de rendimiento de los pro-pietarios de un terreno o de una empresa. Todas estaspersonas se aprovechan de los procesos económicos parasatisfacer necesidades que no tienen más que una re l a-ción indirecta con los productos fabricados. Por estehecho están interesadas en la buena marcha de la econo-mía. Una dependencia directa de las necesidades deses-tabilizaría sus fuentes de ingresos.

Una nueva necesidad: la de «crecimiento económico»,se crea así por la lógica interna de las estructuras econó-micas y la explotación egoísta de los procesos económi-cos. Como es una falsa necesidad, en contradicción conel auténtico sentido de la economía, esta necesidad de«más» economía (el crecimiento) conduce a invertir cier-tos comportamientos sociales: debemos consumir paraque la economía continúe funcionando, debemos consu-mir para favorecer el crecimiento económico; siempredebemos comprar nuevos productos para que el progre-so entre en la economía. El nuevo ideal social es el del«gran consumidor» que se ve recompensado con des-cuentos por comprar en cantidad, el consumidor del«usar y tirar», que sigue el lema de «comprar siempretodo nuevo». Por el contrario, la modestia en las necesi-dades, la ausencia de necesidades, el ahorro, son com-portamientos marginales que bloquean la dinámicasocial. El problema ya no es la falta de producción, sinoal contrario la insuficiencia del consumo, «que ya nosigue».

¡Viva el consumidor! Detrás de este lema se esconde laprimera amenaza para el consumidor. Si cree en este

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modelo, cae en la trampa, toma lo absurdo por lógico,por normal. La aparición de las falsas necesidades elimi-na la conciencia del consumidor, que ve en el consumouna respuesta a una demanda de la sociedad y se meceen la ilusión de que agrada a otros haciéndoles trabajarpara sí mismo. Esta ilusión no debe sustituir a la re a l i-dad. Cada cual puede protegerse por sí mismo pregun-tándose regularmente por el sentido profundo del proce-so social.

Libertad de necesidades y dignidad humana

El término económico de «demanda» es un concepto glo-bal abstracto. En realidad sólo las personas (o los gruposde personas que forman una unidad) tienen necesidades.Estas necesidades surgen en nuestra conciencia viniendode las profundidades inconscientes de nuestra alma o sedespiertan frente a percepciones sociales exteriore s .Frente a la aparición de estos «deseos naturales», el serhumano que aspira a un desarrollo personal no conside-ra deseable expresar económicamente todas sus necesi-dades. Por un lado comprueba que una parte de estosdeseos (necesidades) son «vulgares», y que le daría ver-güenza satisfacerlos. En este caso, el dominio de sí y elno satisfacer las necesidades adquiere un significado quejamás podría alcanzar su satisfacción. Por otro lado, todapersona que aspira a la libertad se opondrá a los deseosque no controla y que por el contrario «se apoderan» deella. En nosotros tiene lugar un combate constante entrenuestro «organismo natural» y el centro de nuestra per-sonalidad, nuestro «Yo». Las necesidades que expre s a-mos en la vida social nos revelan la relación de fuerzasde este combate interior. Por este hecho cada cual debe poderexpresar libremente sus necesidades.

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Por el contrario, libertad significa para muchas perso-nas la posibilidad de vivir y satisfacer sin re s t r i c c i o n e stodos sus deseos e impulsos interiores. Para este puntode vista toda disciplina interior es un bloqueo que nosimpide vivir de modo «liberado y natural». Pero así sólose reemplazan las obligaciones exteriores por obligacio-nes interiores. Lo que aparece aquí como «naturalezainterior» es justamente lo que es no-individual en noso-tros, nuestra parte animal.

Hay que dejar a cada cual la libertad de evaluar cons-cientemente sus deseos interiores y expresar a continua-ción con toda responsabilidad las necesidades que resul-tan de tal evaluación. La libertad de las necesidades es unaparte de nuestra dignidad humana, a la cual no podemosrenunciar. Por el contrario, debemos aprender a disfrutarde ella. Evidentemente, todo esto supone el re c o n o c i-miento de que el ser humano posee un Yo espiritual, enlugar de considerarlo sólo como la suma de los deseosque expresa.

El despertar de las necesidades

Por el contrario, hoy se busca desplazar a la «necesidad»del ámbito de la libertad individual en favor de la re s-ponsabilidad socioeconómica, para que abandonemos lamoderación que nos dicta el respeto a la voluntad delprójimo. Así, hoy parece del todo justificado «despertar»las necesidades e influir el acto de compra por la publici-dad. El término «despertar» nos induce a error; yahemos mostrado que ese despertar sólo se ejerce sobrenuestro «organismo natural» de impulsos, nuestra parte«animal». El surgimiento de estos impulsos, deseos,constituye sobre todo un adormecimiento de nuestravoluntad libre.

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Apelar intencionadamente a nuestros impulsos y deseosinconscientes es un ataque directo contra la dignidad humana.

P e ro entonces, ¿cómo puede informarse al consumi-dor de la existencia de productos fabricados por losdemás, sin que esta información no llame a sus impulsosinconscientes? Todo acto de comunicación presenta dosaspectos: por una parte el contenido informativo, elmensaje, y por otra parte la presentación que se dirige anuestros sentidos. Si se desea proteger la libertad indivi-dual de las necesidades, la forma que deben tomar estosdos aspectos es evidente: el mensaje transmitido debepermitir al consumidor juzgar libremente el producto, esdecir, que el mensaje no debe transmitir un juicio acaba-do, sino por el contrario dar al consumidor la informa-ción que le permita formarse un juicio personal. La pre-sentación (embalaje del producto, etc.) debe ser estético-artística para dejar la misma libertad interior. Lo que asísea auténtico y bello, será bueno para el consumidor.

Hoy, a la inversa, la publicidad sometida a la presiónde la competitividad interviene cada vez más dire c t a-mente en nuestro proceso interior de toma de decisión:el objetivo del mensaje publicitario es, en el mejor de loscasos, persuadir a comprar, y más a menudo pro p a g a rjuicios «acabados» en beneficio propio y aún más fre-cuentemente suscitar impulsos inconscientes como labúsqueda de la comodidad, la pereza, la necesidad dehacerse valorar, etc. Colores, formas, olores, etc. todas lascualidades sensoriales se dedican a apoyar y reforzar laacción de la publicidad sobre nuestro inconsciente. Estastécnicas tienen como fin inducir al consumidor a tomaruna decisión en favor del vendedor. Se trata de hecho deuna especie de cortocircuito interior que aparca a nues-tra consciencia pensante (que constituye nuestra instan-cia interior de vigilancia). El resultado así obtenido essobre todo positivo para el productor.

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Así se invierten cantidades de dinero fantásticas, parasocavar por su base la posición del consumidor. El eleva-do coste de la publicidad acelera por otro lado los proce-sos de concentración económica, pues las pequeñasempresas no pueden pagarse tales campañas. Las enor-mes capacidades de producción y venta se lanzan a des-plegar cada vez más medios para vender. Desde hace yacierto tiempo, la publicidad también se ha independiza-do. No hace mucho sólo acompañaba a los demásmedios de comunicación, pero hoy una revista casi nopuede vivir sin publicidad. Por ejemplo el precio deventa de un diario suizo como el Basler Nachrichten noc u b re más que el gasto del papel y de la distribución.Las revistas especializadas dependen aún más de lapublicidad: casi ya no es posible ejercer una actividadperiodística libre. La situación es extrema en el caso delos nuevos medios de comunicación de masas: los pro-gramas radiofónicos y televisados tienen como únicoobjetivo crear un marco favorable para la publicidad.

El consumidor capaz de juzgar libremente

Hasta aquí sólo hemos considerado la primera fase denuestra situación de consumidor (tener necesidades).Antes de considerar la situación del consumidor comoc o m p r a d o r, que trataremos más adelante, extraigamosalgunas conclusiones del desarrollo anterior.

Hemos comprobado que frente a la economía sólopodemos afirmarnos como seres humanos si los pro c e s o sde aparición de las necesidades y su articulación puedend e s a r rollarse en total libertad individual, es decir cuan-do las necesidades pueden ejercer auténticamente sufunción de fuerza de aspiración en la vida económica. Hoy,por el contrario, el ser humano se siente sometido cons-

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tantemente a la influencia de una economía que tiendehacia la superproducción. En el ámbito social, talesmanipulaciones se tratan como delitos menores, pero sehace necesario desarrollar frente a ese comportamientoun sentimiento de injusticia igual que frente a la pro p i e-dad individual. Sentimos el menor robo como un atenta-do a nuestros derechos individuales y empre n d e m o spersecuciones despiadadas contra el ladrón. Igualmentenos hará falta aprender a sentir la falta de respeto a nues-tra voluntad libre en lo que concierne a nuestras necesi-dades (la publicidad apela a nuestros impulsos incons-cientes), como un intento que trata de arrebatar unaparte de nuestra dignidad humana y que busca extendersu dominio sobre toda nuestra alma.

Hoy el consumidor está sumamente amenazado en elámbito de las necesidades. ¿Cómo protegerle? La ayudaoficial se halla todo lo más contra las amenazas extre-mas, como por ejemplo la venta de drogas. En efecto, losre p resentantes políticos de los consumidores son igual-mente responsables de la buena marcha de la economía.Hasta los políticos a veces llegan a interpretar su respon-sabilidad en el sentido de estimular el consumo. Frente ala debilidad de muchas personas ante sus impulsos inte-riores y las presiones de la publicidad, algunas personasbienintencionadas proponen proteger al consumidor conp rohibiciones. Así, con frecuencia se exige una pro h i b i-ción de la publicidad. Pero se trata justamente de unasolución más que problemática. La prohibición actúacomo un muro que separa lo interior de lo exterior, perosin modificar la relación de fuerzas. Para el consumidoresto significa que su debilidad, que era el origen de laprohibición, no hará más que aumentar, por falta de con-f rontación de los peligros. El alma humana se fortaleceresistiendo a las amenazas. La situación actual lo demues-tra. La vuelta a los valores humanos fundamentales y la

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nueva visión del mundo que se difunde cada vez másampliamente, han aparecido justamente como reacción aproblemas ecológicos y sociales actuales. Por otra partehay que darse mucha cuenta de que las fuerzas económi-cas no son fuerzas naturales ajenas a nuestra voluntad,sino que se trata por el contrario de impulsos que pro-vienen de los mismos seres humanos. Entonces surge lasiguiente pregunta: ¿En qué medida el consumidorpuede y debe participar activamente en los procesos eco-nómicos? Sólo con una participación activa desde el comienzodel proceso económico, el consumidor se volverá partícipe en laeconomía en lugar de ser la víctima de los inter e s e seconómicos.

Colaboración y participación hacia el exterior y traba-jo sobre sí mismo son los dos ámbitos de actividad delconsumidor libre y responsable. El problema de la pro-tección del consumidor se transforma en una cuestión deactividad personal. Así se modificará progresivamente laimagen del consumidor que consume sin interesarse porel origen de sus productos y corre de una compra a otrasiguiendo sus impulsos inconscientes. Trabajando eneducar nuestra alma en el ámbito de la libertad de lasnecesidades, desarro l l a remos las fuerzas de pro t e c c i ó nfrente a las amenazas. Este aprendizaje para convertirseen un ser humano libre y autónomo debe también for-mar parte de la formación de los jóvenes. Nuestra épocanos empuja: hace tiempo ya que las fuerzas económicasque tienen como único fin vender, consideran a los jóve-nes como el mercado del futuro. Los jóvenes son particu-larmente sensibles a las manipulaciones que les influyenfuertemente, pues tienen aún necesidad de formación yconfían en todo lo que se les presenta.

Cuando se trabaja sobre uno mismo, el problema de«vigilancia o confianza» se resuelve de modo sorpre n-dente. mientras sentimos siempre una cierta desconfian-

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za frente a la vigilancia exterior que nos pone bajo sututela, ocurre todo lo contrario para el autocontrol, eldominio de nuestra propia vida anímica. En efecto, eneste segundo caso, sentimos en la misma vigilancia lafuerza que nos permite superar nuestra debilidad. Estaexperiencia interior nos aporta la confianza en nosotrosmismos, en nuestra propia facultad de evolución. Esnecesario haber tenido esta experiencia interior parapoder organizar las relaciones socioeconómicas. Quienno la ha experimentado o no la ha tenido conscientemen-te, considerará que las debilidades humanas son insupe-rables. Querrá compensar estas debilidades con re g l a-mentaciones y así alcanzará resultados favorables. Perojamás llegará a formar seres humanos libres, autónomosy capaces de discernir.

Sólo la confianza en uno mismo basada en un desarro l l ointerior, nos vuelve dignos de confianza en el mundo exterior.Exigir más confianza porque se crece o se teme la vigi-lancia es una cosa; saber lo que la sustituirá es otra. Unaconfianza que se contenta en abandonar la vigilancia esciega. La confianza sólo puede nacer ahí donde se com-prueba que un «yo» se esfuerza en realizar un progresopersonal. Y esa debería ser la búsqueda de todo consu-midor moderno.

II. EL CONSUMIDOR COMO COMPRADOR

Hemos dividido el estado del consumidor en cuatrofases: primero el consumidor tiene necesidades, luego sevuelve comprador; en una tercera fase consume lo queha comprado y finalmente la satisfacción de sus necesi-dades le permite volverse a su vez pro d u c t o r. El textoprecedente ha presentado al consumidor y sus necesida-des; este tiene como tema el acto de la compra.

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Antes de considerar la función del comprador, re s u-mamos algunos puntos esenciales de la primera fase (lade las necesidades):

1. Las necesidades humanas deben ser y seguir sien-do el punto de partida, el origen de la economía. Cuantomás den la medida las falsas necesidades (como la nece-sidad de crecimiento económico o la necesidad de bene-ficio personal) o los actores económicos (personas ys o b re todo instituciones) y sustituyan a las auténticasnecesidades, tanto más se alejará la vida económica desu objetivo fundamental, se invierte en su contrario y sevuelve una coacción que nos somete a sus reglas.

2. Los seres humanos deben poder formar librementesus necesidades, si respetamos el principio de la libertaddel prójimo, fundamento de la libertad humana. Laauténtica protección del consumidor comienza por tantoestimulándole a educarse personalmente. Esta culturapersonal es la primera condición para una expansiónl i b re de la personalidad. Sólo esta libertad individualpermite trazar los límites justos de la vida económica.

3. Esta noción de educación personal pone en eviden-cia el hecho de que el consumidor, si no quiere volverseun objeto desarmado, bamboleado por la vida económi-ca, debe despertarse mucho antes de llegar al acto delconsumo. Al despertarse, remonta el estado de sueño, depasividad habitualmente atribuida al consumidor en ellenguaje común. La facultad de juicio conduce a la facul-tad de actuar: el consumidor despierto no necesita laprotección exterior contra las seducciones del comercio;puede protegerse a sí mismo desde que existe una infor-mación suficiente y una transparencia en las re l a c i o n e seconómicas.

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El consumidor en el origen del proceso

Hoy, cuando a raíz de un engaño o de una estafa se exigeel castigo o por lo menos la reparación de los daños porel autor de la fechoría, en la vida económica se consideras i e m p re al productor como el autor de la fechoría.Haciendo esto nos olvidamos demasiado fácilmente deque todos los consumidores son a la vez productores odependen del ingreso de ellos. Por otro lado, como sim-ples consumidores, ya somos en gran parte re s p o n s a-bles. En efecto, en Derecho existe la figura del «incita-dor», que no logra nada por sí mismo si no que dirigepor su voluntad el brazo del autor del delito.

¿En qué medida es el consumidor un incitador? Cadacual puede responder esta pregunta por sí mismo. Perof recuentemente se oye replicar que el consumidor se con-tenta con comprar lo que ya se ha producido: «Compre ono, no cambia nada». Tal punto de vista resulta de unap é rdida de contacto con las relidades de la vida social. Enefecto, comprando no se paga la mercancía comprada,sino que se confirma al productor en su objetivo de pro-ducción. De hecho casi se pasa pedido por una nuevam e rcancía equivalente. Quien se imagina que comprandoun abrigo de piel sólo lo salva del ataque de la polilla,olvida que provoca la muerte de un nuevo animal para lapeletería. Nuestra intención no es dictar la conducta as e g u i r, sino sólo suscitar la atención del lector sobre laresponsabilidad del comprador, que no sólo está al finalde un ciclo, sino también al principio del ciclo siguiente.

Comprar barato, vender caro

El estado de consumidor resulta de la división del traba-jo: sólo a partir de cuando la producción y el consumo

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tocan a diferentes personas nace «el consumidor». Desdeque se deja de vivir autosuficientemente, hay que inter-cambiar los productos. La relación recíproca vinculada ali n t e rcambio se divide en dos procesos: venta a cambiode dinero y compra por dinero, cada uno de los cuales sed e s a r rolla de modo unilateral. La relación re c í p roca sereduce al problema del precio. La cantidad de dinerorecibida a cambio de mi producción determina el nivelde mi ingreso; la cantidad que debo gastar para los pro-ductos que compro determina el verdadero valor de miingreso: mi poder de compra. La equidad del intercam-bio ya no se vive concretamente en el encuentro con elprójimo (como ocurre en un auténtico intercambio, porejemplo en el mercado, donde compro directamente alp roductor), se reduce a una pura reflexión interior:«¿Cuánto puedo pagarme con lo que me reporta mi tra-bajo?» El aislamiento social transforma «la equidad vivi-da en el intercambio con el prójimo», en juicio egoísta.

Para el consumidor moderno esto significa que ya sólose enfrenta al producto y al precio fijado. Debe decidir lacompra sólo en función de su situación. Al no poderconocer las condiciones de vida y de trabajo de los pro-d u c t o res, está obligado a considerar que el precio fijado essocialmente aceptable para el pro d u c t o r. Frente al pre c i ode los productos que desea comprar, el consumidor debecomportarse como un «ingenuo realista». Por esta razónen general no tiene re m o rdimientos al comprar barato (sise conocieran realmente las condiciones de vida de ciertost r a b a j a d o res o agricultores del Te rcer Mundo, no se atre-vería quizá a hacer un «buen negocio» comprando susp roductos a un precio tan bajo. Nota de la traducciónfrancesa). Puede parecer extraño que deseemos pagarmás (o menos) en cada compra en función de nuestrainformación sobre la situación del pro d u c t o r. ¿Cómo debecomportarse el consumidor ante el acto de la compra?

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La visión demasiado estrecha que considera que el procesode compraventa sólo es un medio para obtener el intercambiomás favorable para sí, conduce a la «mentalidad de búsquedadel beneficio». Esta mentalidad, que descansa en la bús-queda de la desigualdad, carga pesadamente sobre lasrelaciones sociales. La misma primera teoría económicade la Época Moderna, el mercantilismo, cuando no setrataba aún de que todos se llenasen los bolsillos sinosólo llenar las arcas de los príncipes, ya había hallado ellema que resumía este comportamiento: comprar barato yvender caro. Este tipo de conducta parece muy bien adap-tado a la vida práctica, mientras la frase no se vuelvecontra uno. En efecto, si esta frase es válida para todo elmundo, debe tener su inverso en el organismo social.Deben existir personas que venden a precio muy bajo ycompran a precio muy elevado. Sólo así se puede cerrarel circuito económico.

El consumidor no siempre es consciente de su partici-pación en este circuito económico. Considera a menudoque sólo los comerciantes o los intermediarios represen-tan para él la habilidad económica, aplicando la fraseantes descrita. A menudo se considera una víctima deesta estrategia. Pero este punto de vista sólo es un prejui-cio resultado de la separación de las dos partes del actode intercambio. Para muchas personas de hoy, el acto devender cara una mercancía se halla reemplazado por laremuneración elevada del trabajo o por obtener ayudassociales particulares. Exigir un ingreso más elevado escualitativamente lo mismo que vender caro. En efecto,mi ingreso deben pagarlo otros: si mi ingreso es elevado,el equilibrio de relaciones económicas se decanta a mifavor.

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Atención: Servicios «gratuitos» = falsificación del precio

La acumulación de ventajas para uno mismo entraña undesequilibrio en las relaciones de intercambio y conducea la desigualdad social. Es imposible establecer re l a c i o-nes sociales duraderas sobre tales bases. Los desequili-brios se revelan sobre todo en los precios. Para percibirestos desequilibrios necesitamos los «órganos de percep-ción social» que, como nuestros órganos sensoriales, nospermitan percibir el mundo. Y de la misma manera quelos productos artificiales de sustitución (colorantes, aro-mas artificiales, etc. actúan engañando a nuestros senti-dos (comenzando por la vista, muy fácil de engañar, yyendo hasta la nariz), las falsificciones intervienen en losprocesos de establecer los precios. El problema no sólo esque estas falsificaciones entrañan juicios falsos, es sobretodo que el hecho de vivir rodeado de engaños disminuyenuestra facultad de percepción de los procesos de calidad. Losórganos se embotan.

Tales procesos de falsificación no son raros en la vidasocial. Por ejemplo, el establecimiento de los precios y ladistribución de los productos ligada al precio son falsea-dos de modo fundamental por las exigencias que se des-lizan en el proceso y no corresponden a una producciónauténtica. Se trata de puras exigencias de derecho, comopor ejemplo el derecho a la propiedad de la tierra.

En este caso se percibe muy fácilmente la injusticia enel origen de la subida de los precios (por ejemplo, paravivir, el agricultor debe repercutir en el precio de los pro-ductos la devolución de los préstamos para la compra delas tierras. N.t.f.) en la medida en que se desee percibir,pues muchos poseemos un terreno, vendemos o compra-mos terrenos o deseamos hacerlo en el futuro.

Pero existe otra causa de falsificación mucho más difí-cil de detectar, pues su consecuencia nos parece simpáti-

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ca a primera vista: la reducción de los precios. Ve a m o salgunos ejemplos: la escuela es en general más o menosgratuita para los padres y los niños; para muchos denosotros los gastos por enfermedad son cubiertos por laseguridad social o por un seguro, que es lo mismo, y sepaga se esté enfermo o no; los alimentos tienen un precioque está lejos de cubrir todos los gastos del fabricante ydel distribuidor. En el origen de este estado de cosas haymás o menos buenas razones, pero no cambian nada elhecho de que estas reducciones de precio tienen por conse -cuencia que el consumidor deja de tener conciencia de la reali -dad social oculta tras el precio. El precio ya no es verdad, esd e c i r, ya no corresponde a la realidad social, toma uncarácter arbitrario. Así desaparece el interés y la preocu-pación por hallar el precio justo; y fácilmente se dice queel otro se encarga ya de fijar el precio justo.

F rente a los precios se reacciona según su contextogeneral. Así el público reacciona de modo negativo auna petición de aumento de los precios agrícolas porparte de los agricultores, pues se está habituado a ciertosprecios y no se quiere perder en el cambio. Pero todo elmundo sabe que los ingresos agrícolas son en partee x t remadamente bajos. Por el contrario, el aumento delas subvenciones ocasiona muchas menos re a c c i o n e s ,pues vienen de la caja común de los impuestos. Hoy, enn u m e rosos países europeos, los agricultores extraen laparte mayor de sus ingresos de las primas y subvencio-nes en vez de la venta de sus productos. Cuando se sabeesto, nos damos cuenta de hasta qué punto es falsa nues-tra impresión de lo que es el precio justo. La mayoría delos consumidores e incluso de los agricultores, no tienenninguna idea de lo que sería un precio justo para los pro-ductos agrícolas. Este régimen de financiación de losp roductos agrícolas por los impuestos, tiene tambiénotra consecuencia de la que apenas se mide su importan-

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cia: «El que paga, decide». Las instancias políticas atri-buyen las subvenciones aplicando este principio y deten-tan así una gran posibilidad de influir. El hecho de que latoma de decisión no dependa ya de la persona interesa-da sino de los políticos y de los funcionarios «desarrai-gados de la realidad», puede gustar a quienes deseanconducir al pueblo de modo autoritario. Pero este des-plazamiento del centro de decisión no corresponde cier-tamente al ideal de la persona adulta que actúa de modoautónoma y responsable.

¿Barato = social?

Esta ecuación, que se topa particularmente en los pro-ductos agrícolas, pero que a los políticos «sociales» lesgustaría aplicar a todos los servicios de pago, es más queproblemática. Está ligada a la concepción de «las contra-dicciones de la vida», según la cual una persona queposee unas necesidades correspondientes a su época,tiene un ingreso demasiado escaso para satisfacerlastodas. Se piensa, en primer lugar, en las necesidadesindispensables de la existencia y en personas sin ingre-sos como los niños y las personas de edad. Como hemosdicho antes, el ingreso real está determinado por la sumade dinero de que se dispone y por el poder de compra.En este caso exacto, el ingreso demasiado escaso debecompensarse con un precio bajo.

Tal interpretación del precio ventajoso como objetivosocial, reposa también sobre un desequilibrio, pues loque importa en el proceso social no es sólo el precio, sinotambién el equilibrio entre la producción y el consumo.El precio pagado no sólo debe permitir la compra, sinotambién la producción. Sólo cuando el equilibrio se bajaen conjunto, por ejemplo al reducir los costes de produc-

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ción, las consecuencias serán favorables en el planosocial. Pero igual que los empresarios han necesitadomucho tiempo para darse cuenta que los ingresos de losempleados no sólo eran un coste para la empresa sinoque representaban también el poder de compra necesa-rio, del mismo modo numerosos consumidores, al bus-car siempre los precios más bajos, no ven aún la necesi-dad de permitir la producción.

Ahí donde se percibe esta necesidad, como en elámbito político-económico, se añade un nuevo problemaque aparece particularmente en el ejemplo de la agricul-tura, «la mayor enferma del hospital sociopolítico». Porun lado los productos agrícolas forman parte de los ali-mentos básicos que se desea comprar a precio bajo; porotro lado la dificultad de asegurar los ingresos agrícolasha alcanzado una amplitud considerable estas últimasdécadas. He aquí el problema: al bajar siempre los pre-cios de los productos agrícolas, se lanza a la agricultura ala industrialización. Por otra parte, buscando mantener oaumentar los ingresos agrícolas, se la orienta hacia las u p e r p roducción. El problema no pueden re s o l v e r l omedidas unilaterales, a menos que se apliquen métodosautoritarios.

El otro aspecto de los desequilibrios sociales es másdelicado de abordar. El desequilibrio no sólo lo causa lafalta de ingresos de algunos; puede venir de exigenciasdemasiado grandes de otros. Sólo se puede equilibraresta desmesura trabajando sobre uno mismo y buscandoconocer lo más concretamente posible las condiciones devida de las personas con que se ha de entrar en relación.En efecto, el sentimiento de equidad nace del encuentroy de la confrontación con el prójimo. Las exigencias per-sonales (querer siempre más) se desarrollan cuando nose reconocen los límites personales, y ello viene a menu-do de la biografía de la persona.

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Al plantear la pregunta ¿Puedo comprarme esto? s enota aún un poco el equilibrio entre lo que se desea parasí y lo que se será capaz de producir para los demás yque nos dará nuestro ingreso.

La protección del comprador

Una de las principales exigencias de los movimientos deprotección de los consumidores es la mejor información:autenticidad del embalaje, precisión de las informacio-nes, componentes de los productos, ausencia de falsaspromesas, contraindicaciones, etc. Este aspecto de la pro-tección del consumidor se dirige a su facultad de juicio.De hecho, no se trata aquí de nada muy excepcional; setrata simplemente de satisfacer las condiciones generalesdel contrato. En efecto, el acto de compra, igual que elacto de venta, es un contrato ¡y como tal está sometido areglas jurídicas!

El contenido del contrato de compraventa, sea cual sea elp roducto o el precio, forma parte de la vida económica, perodebe satisfacer las condiciones jurídicas de transparencia y sin -ceridad para que el consumidor pueda participar en igualdad.El contrato de compra de todos los días no debe ser uncontrato de segunda clase.

Aunque la orientación fundamental de estas exigen-cias de los consumidores esté totalmente justificada, sudebilidad reside en el hecho de que se busca aplicar estaidea de protección del consumidor desde el exterior, conleyes y reglamentos estatales. Desgraciadamente aún noes habitual establecer tales reglamentos específicos paraun producto o una rama de la economía en el marco deasociaciones que reunan pro d u c t o res y consumidores. Entales asociaciones el consumidor podría re p resentar susi n t e reses de modo activo y en el momento adecuado, en

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vez de considerarse sólo como «el potencialmente enga-ñado». Esto permitiría superar la vigilancia org a n i z a d acomunmente por profesionales del comercio o por ins-tancias superiores que sólo intervienen demasiado tard e .

Mientras es comprensible que las personas no tenganconsciencia de su responsabilidad ciudadana y se quie-ran hacer re p resentar por una administración, es total-mente inadmisible que los contratos libres establecidose n t re los grupos de pro d u c t o re s - c o n s u m i d o res no ten-gan prioridad ante toda reglamentación administrativa.Cuando las dos partes, productores y consumidores, lle-gan a un contrato, ya no es cosa de proteger a uno contraotro. No es casual que la libertad del contrato sea parteintegrante de la dignidad humana, pues constituye dehecho el origen de la facultad social del ser humanomayor de edad y responsable. Esto es tanto más válidoen una época en que los alimentos no sólo constituyenlos «medios de vida», sino en que debates inflamadostratan la cuestión de la calidad alimentaria. En efecto, lascalidades ecológicas resultan de técnicas de cultivo y deelaboración particulares, mientras que los precios se cal-culan sobre los valores medios. Por tanto, no es un capri-cho sino una necesidad la exigencia de que los productosde calidad se beneficien de un tratatamiento particularen el trayecto que va del productor al consumidor; elloexplica su precio más elevado. Quien compra más carolos alimentos de calidad no tira el dinero por la ventana,al contrario.

El consumidor muestra su madurez compre n d i e n d oestos aspectos y haciendo un esfuerzo para superar lafacilidad de comprar siempre al precio más bajo.

Aún falta citar aquí un tipo de protección del consumi-dor muy particular: contra los productos inútiles o inefi-caces. El argumento es muy lógico y parece particular-mente social en la medida en que protege al ciudadano

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contra los prejuicios y le ayuda a gastarse el dinero máseficazmente. Pero aparte del hecho de que es posible re c u-rrir jurídicamente en caso de estafa alegando «una falsap romesa», la consecuencia de esta exigencia de pro t e c c i ó nes que hay que fijar administrativamente «la acción re c o-nocida del producto». Así la cuestión de la calidad sevuelve un asunto de las instancias cuyo comportamientojustamente nos ha conducido a las crisis ecológicas ysociales. En cuanto a la simbiosis «administración delEstado y ciencia materialista», lo que se ha impuesto polí-ticamente tiene más valor que lo que reposa sobre la re s-ponsabilidad individual resultado de un juicio pro f u n d o .El principio de «la acción reconocida oficialmente» hasido aplicado en particular en el ámbito de los pro d u c t o sfarmacéuticos, donde las concepciones y los métodos dep roducción de la medicina moderna han conducido a lanecesidad de probar y vigilar todos los productos. Yahora se aplica todo ese arsenal de controles a todos losdemás productos, que reposan sobre bases y principios deacción totalmente diferentes. La supuesta ineficacia de losp roductos homeopáticos y otros, proviene comunmentede la falta de buena voluntad para comprender otras cali-dades, otras concepciones, o de la facilidad de aplastar apuntos de vista diferentes por quien detenta el poder(N.t.f.: En la RFA, recientemente, el Estado ha queridop rohibir numerosos remedios homeopáticos y antro p o s ó-ficos, y entre ellos los de los laboratorios Wala y We l e d a ) .

El consumidor, parte activa de los procesos económicos

El concepto de la protección del consumidor en los actosde compra y de venta debe corregirse radicalmente.

Mientras el consumidor sea tratado como un objetoindefenso de la vida económica, todo tipo de instancias

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se sentirán obligadas a protegerlo, no haciendo así másque reforzar su falta de madurez y responsabilidad.

Mientras los grupos que dominan la vida económicano consideren necesario integrar activamente al consu-midor en los procesos económicos, la vigilancia pre d o-minará sobre las relaciones de confianza.

Asumir activamente la responsabilidad personal esuna de las características de los seres humanos mayoresde edad. Apoyándose en este punto de vista, que abarcaa todos y cada uno de nosotros, se hallarán las formassociales adecuadas.

III. LA VIGILANCIA: ¿UNA NUEVA AUTORIDAD?

Habíamos distinguido cuatro fases diferentes en el serdel consumidor: primero tiene necesidades, luego com-pra los productos y servicios que satisfacen sus necesida-des. En una tercera fase consume lo que ha comprado, yfinalmente el consumo de los productos y servicios com-prados le permite volverse a su vez en pro d u c t o r. Estatercera parte del texto trata las dos últimas fases del con-sumo.

En nuestra época, cuando se disgregan las formassociales antiguas, cuando el individualismo conduce a ladivisión social y al anonimato, la vigilancia de la activi-dad del prójimo parece ser la única protección contra losriesgos del fraude. Nos parece imposible saber qué pasafuera de nuestro ámbito de influencia directa. «Una sanadesconfianza» parece ser la actitud más adecuada para elcontexto actual, actitud que lleva directamente a la vigi-lancia total.

P e ro muy rápidamente surgen las primeras contradic-ciones. Primero el hecho de que la seguridad se limita alas sustancias buscadas en el análisis. Las sustancias sin

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buscar no se detectarán. Segundo, es imposible en lapráctica vigilarlo y analizarlo todo. ¿Y se puede detectartodo con el análisis? Otra contraindicación se re f i e re altrabajo de los inspectores. Si todos somos tramposospotenciales, ¿por qué no desconfiar de los inspectore s ?¿No existen certificaciones de compromiso? Todos losdías se oye hablar de escándalos, de corrupción de losi n s p e c t o res. La contradicción siguiente es de naturalezatotalmente diferente y nos conduce de modo directo an u e s t ro tema. Cada uno de nosotros no sólo es consumi-dor sino también pro d u c t o r, aunque no consumamosnuestra producción. La vigilancia que yo practico comoconsumidor hacia otros pro d u c t o res me alcanzará tam-bién a mi vez. Sólo cuando la desconfianza se vuelve con-tra nosotros, nos damos cuenta de su fuerza destru c t i v a .

El consumo como prueba de calidad

El producto se sitúa entre la producción y el consumo.Lo que llamamos un producto de calidad presenta dosaspectos: por un lado la calidad debe producirse, «incor-porarse» al producto, por así decirlo. Por otro lado esacalidad debe «extraerse» del producto cuando se consu-me, para aportar sus fuerzas al consumidor. Por lo tantoen un producto sólo se podrá detectar su «calidad poten-cial». Entre el método de cultivo empleado y el procesonutricio no existe una simple relación de causa a efectosino también una relación de calidad. La única diferenciaentre ambos procesos, cultivo y nutrición, es que el pri-mero se efectúa al exterior, en el entorno natural cósmi-co, mientras el segundo está ligado a los procesos huma-nos internos.

En el consumo, el consumidor se halla tan próximode la calidad como el agricultor lo está de ella en el culti-

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vo. E igual que el agricultor puede esperar obtener lacalidad deseada si respeta ciertas prácticas agrícolas, elconsumidor puede esperar sentir el efecto de la calidadde los alimentos consumidos. El control de calidad másimportante se efectúa cuando uno mismo siente la cali-dad de los alimentos consumidos. (El problema de losresíduos de sustancias tóxicas sólo tiene una re l a c i ó ni n d i recta con la cuestión de la calidad; se re f i e re sólo aalteraciones internas debidas a la absorción de sustan-cias indeseables.) ¿Qué hay de nuestra propia competenciacomo inspectores de la calidad utilizando nuestros propios sen -tidos?

Aunque aumenta el número de personas que se ejer-citan en desarrollar percepciones sensoriales más refina-das, el balance del conjunto es catastrófico. Por una partea nuestros sentidos les falta sensibilidad o son engaña-dos, perturbados por los aditivos alimentarios, que noposeen ninguna relación con la sustancia consumida. Porotra parte, no se observa ni se detecta las sutiles influen-cias sobre nuestro organismo que tienen los pro d u c t o sconsumidos. La mala calidad de las condiciones vitales,a las que se añade la contaminación ambiental, la faltade ritmo, la tensión nerviosa y la abundancia excesiva deinformaciones e impresiones sensoriales, re c u b ren esasinfluencias sutiles. Los problemas de salud debidos a lamala calidad alimentaria, se eliminan con la administra-ción de fármacos, como calmantes, antidepresivos, etc. Yjusto porque como consumidores no somos capaces dejuzgar por nosotros mismos la calidad de los productos(a consecuencia de esta pérdida de sensibilidad de nues-t ros órganos sensoriales), porque sentimos que se nospuede confundir, estamos tan ávidos de la vigilancia, deuna garantía exterior de calidad.

A la disminución de nuestra facultad personal de juiciocorresponde un aumento de nuestras exigencias de vigilancia.

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Con todo, como consumidores que experimentamosdirectamente la calidad de los productos, somos y sere-mos la autoridad de vigilancia y verificación más impor-tante.

Confianza y nueva fe en la autoridad

Incapaces de juzgar, entre la inseguridad y la ausenciade conocimientos, buscamos desesperadamente el puntoal que agarrarnos, que la vigilancia parece aportar.

Confiamos en esta nueva autoridad, pues nos pro m e t etransformar la creencia en conocimiento objetivo desden u e s t ro propio punto de vista. Esta autoridad será la queo f rezca más garantía a los pro d u c t o res y a los distribui-d o res, para que ellos puedan ganar la confianza del clien-te. Pero quien vigila más ¿es más digno de confianza?

La aparición de la vigilancia es un resultado del aislamien -to social, de la separación entre productor y consumidor.

Aunque la vigilancia parece rellenar esa brecha socialcon «elementos objetivos», por el contrario la mantiene.En efecto, la ausencia de temor y de inseguridad, las u p resión de las amenazas o los riesgos pretendidos oreales de las vigilancias más estrictas posibles, no esta-blecen la confianza, aunque se tenga la costumbre deconsiderar las medidas de vigilancia como los elementosque crean la confianza. La antigua desconfianza reapare-ce inmediatamente desde que ocurre el primer fallo en lavigilancia.

El reverso de la moneda es una «hipersensibilización»del consumidor. La menor variación del modelo habitualcomún, la menor variación en los resultados de los análi-sis, los datos difíciles de interpretar, la aparición de nue-vos datos o incluso de rumores vagos, bastan para pro-ducir reacciones histéricas masivas. Hay que re c o n o c e r

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que por su constante búsqueda del sensacionalismo, losmedios de comunicación de masas están en parte en elorigen de tales reacciones.

Pero si esas informaciones encuentran tal eco, es queel consumidor se mece en la ilusión de que la vigilanciale aporta una seguridad absoluta. Cada problema, cadaanomalía amenaza destruir los cimientos de esa nueva feen la vigilancia. Es un asunto de principios. Así, cada«escándalo» concluye casi sistemáticamente con un lla-mamiento de los consumidores exigiendo una vigilanciamás estricta y rigurosa.

De la vigilancia a la confianza

Por el contrario, la confianza es una fuerza activa quec rea un espacio de libertad y aporta posibilidades deevolución. Por una parte sólo aparece cuando se trata deinteresar al prójimo y este interés puede expresarse hastaen lo más concreto. No es posible modificar fundamen-talmente las relaciones económicas a menos que se inte-g re activamente el consumidor desde el principio delp roceso económico. La idea de la asociación que re u n aproductores, intermediarios y consumidores, tiene comoobjetivo superar este abismo que separa al productor delc o n s u m i d o r. Por otro lado la confianza sólo se puededesarrollar si el comportamiento del prójimo se muestra«digno de confianza».

Una persona puede revelarse digna de confianza poruna parte según sus actos concretos: unas normas acepta -das en común acuerdo entre el productor y el consumidorconstituye una base para la confianza mutua . Quien asíactúa sigue unas directrices de trabajo. Ahí la confianzadepende únicamente de la ejecución efectiva de las«medidas autorizadas», y la vigilancia se muestra casi

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Page 36: LA PROTECCIÓN DEL CONSUMIDOR Udo Herrmannstorfer · consumidor con el productor en el ámbito de las plantas medicinales. Al publicar este texto, la redacción espera aportar un

indispensable. En efecto, en este caso los pensamientos olas motivaciones de las personas no tienen ninguna fun-ción: mientras se respeten las normas, nada se podráreprochar al productor que sólo ve en «la moda» de losproductos biológicos y biodinámicos una posibilidad deganar más. La vigilancia exterior es el precio a pagar porla falta de autovigilancia.

La motivación personal nos conduce a un paso másallá de la simple aplicación de «recetas». Trabajar respe-tando a la tierra, favorecer la salud humana y buscar unamayor justicia social pueden ser las bases de una motiva-ción interior y conducir a una persona a respetar unasnormas incluso sin vigilancia exterior. Sin embargo, lasimple motivación personal no basta para superar unasnormas. Precisemos de todas formas, que una observa-ción más atenta descubriría que la motivación del serhumano influye sobre la calidad de sus actos y su resul-tado. Cuanto más íntimo es el proceso, más importanciaadquiere la motivación personal y por este hecho se con-vierte en absolutamente necesaria para mantener la cali-dad a largo plazo. Pero esta motivación personal sóloserá auténticamente fecunda a partir del momento quela ilumine un conocimiento preciso del contexto y de loss e res con los que se actúa. Cuando falta esta base deconocimiento, la simple motivación puede dar re s u l t a-dos opuestos a los que se creía que quizá actuaban.«Pero yo quería hacerlo bien» es la excusa que a menudoempleamos para las acciones de las que sólo descubri-mos su contexto global y consecuencias después dehaberlas ejecutado.

Quien se ejercita en una actitud de conocimiento adaptadaa los seres naturales y al ser humano, puede liberar su actuarde recetas estere o t i p a d a s. Deja de necesitar apoyarse enautoridades exteriores o sólo aplicar «dire c t r i c e s » .Apoyándose en el juicio personal, se pueden desarrollar

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nuevas directrices. Quien actúa así de modo consecuentesegún su juicio personal, se forma a sí mismo y no tienenecesidad ya de vigilancia exterior, pues dejan de existirpara él diferencias entre el juicio personal y los actos arealizar. A partir de este momento, el agricultor se liberade las reglas y puede hacer evolucionar los métodosagrícolas, en los que está lejos de haber explorado todaslas posibilidades. La idea de la protección del consumi-dor no debe convertirse en una barrera para este desa-rrollo de los métodos agrícolas, pues correrían entoncesel peligro de autodestruirse.

¿Suprimir la vigilancia?

Es evidente nuestro escepticismo frente al desarrollo denuestra sociedad de controles múltiples, pero no se tratade suprimir inmediatamente la vigilancia. Sólo es posi-ble actuar, oponiéndose a la tendencia del reforzamientode la vigilancia, con otra tendencia que valorice el aspec-to humano en lugar de hacerlo desaparecer.

Esto exige que hallemos otras formas de trabajo encomún y que desarrollemos estructuras que exijan menosvigilancia. Hablaremos de la «economía asociativa».

Esto exige que el consumidor se vuelva más tolerantef rente a los erro res eventuales que no pueden dejar dea p a recer en una evolución abierta. Quien crea que esposible evitar todo error por un reforzamiento de la vigi-lancia, piensa de modo «antievolutivo». Sólo deberá cul-parse a sí mismo quien se encuentre atrapado en unamaraña de controles.

El camino para invertir en cierto modo esta tendencianecesita también los controles, pero se trata de los con-troles que cada persona activa debe efectuar para asegu-rarse de los resultados de su trabajo. Tales «contro l e s »

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pueden formar parte de un informe de actividades quetoda iniciativa debe difundir a su entorno si desea evolu-cionar en un espacio de libertad auténticamente acepta-do. Un informe de un inspector exterior y un informe deactividades pueden ser muy parecidos en su contenido,pero desde el punto de vista de su calidad social respec-tiva, son mundos separados.

Otro ámbito de vigilancia que hoy parece necesario esel re f e rente a las contaminaciones ambientales. El agri-cultor no puede dominar solo todas las sustancias tóxi-cas contenidas en sus productos. Pero este hecho nodebe servir de pretexto para proceder a la vigilancia. Porel contrario, las medidas necesarias deben decidirse decomún acuerdo entre todos los participantes. Haciendoesto no debería haber problemas. Pero sobre todo habríaque decidir en qué se convierten los productos contami-nados por influencias externas y qué consecuencias eco-nómicas suponen (por ejemplo no se previó ningunaindemnización a los agricultores en caso de contamina-ción radiactiva, como ocurrió después del accidente deChernobil. N.t.f.).

O t ro problema lo plantean las personas que quiere n«actuar rápidamente», aplicando recetas sin estar inte-riormente vinculadas al nuevo método agrícola queemplean. Por tanto hace falta crear una calidad para elperíodo en transformación, el cual no sólo es exterior(cambio de técnicas agrícolas) sino también interior. Losp roblemas de concurrencia, por desgracia demasiadoimportantes, acentúan este problema. En la búsqueda denuevas mercancías o de derechos preferentes, el comer-cio, entre otros motivos, tiende a forzar las transforma-ciones a veces demasiado. En efecto, la cifra de negociosy la posición en el mercado a menudo están ligadas a lagarantía de calidad de los productos.

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El reconocimiento oficial y la vigilancia

El punto más delicado es el reconocimiento oficial. Enefecto, los movimientos de agricultura ecológica buscanen cierto modo el reconocimiento oficial. Existe en prin-cipio la protección de las marcas registradas; nadie puedeutilizar la marca Demeter sin respetar sus normas. Se podríapensar que esta protección es suficiente para que el con-sumidor consciente pueda reconocer esta marca sin ries-go de error; para saber qué cubre esa marca, el consumi-dor debe informarse, hay que informarle. Pero a conti-nuación se abre el debate sobre el término «biológico»,empleado como marca por ciertos métodos agrícolas.Detrás de ahí se esconde el miedo de que todo tipo deoportunistas utilicen ese término biológico para hacero s c u ros negocios que podrían dar mala reputación almovimiento. En efecto, existe cierto número de casos defalsificación de etiquetas. Pero en la práctica se ha vistoque no vale la pena luchar tanto por ese término.

El movimiento biológico ha buscado por sí mismo lavigilancia, que no ha cesado de plantearle pro b l e m a s .Esto muestra hasta qué punto se considera al consumi-dor ingenuo y fácil de engañar. Pero el consumidor queha conocido los puntos esenciales es muy capaz dedefenderse. Por el contrario, si se orienta a los consumi-d o res-clientes que compran los productos garantizadoscomo ecológicos, pero se dejan manipular por una eti-queta, la vía hacia la vigilancia total no les aportará unagarantía mayor en su juicio personal.

El precio a pagar por esta medida demagógica enn o m b re de la seguridad de los productos podría mos-trarse demasiado elevado. El pasado del movimientoDemeter ha demostrado que se puede establecer la con-fianza de otro modo.

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La marca: ¿confianza o modelo?

A lo largo de este texto ha aparecido claramente que elobjeto esencial es «repersonalizar» los productos anónimos,es decir, permitir que el ser humano re e n c u e n t re su lugar.Las medidas a aplicar para realizar este objetivo sólo pue-den hallarse en cada situación concreta; todos los esquemasy modelos preconcebidos actúan de modo artificial.

La marca constituye una forma particular de vínculoentre el productor y el consumidor. En el origen, las mar-cas servían para reconocer un producto, para garantizaruna calidad constante. Como la confianza aportada a unproducto se extiende casi automáticamente al productory se ha comprobado que es posible orientar al consumi-dor sobre un producto preciso (igual que para los artícu-los de consumo común), se desarrolla la tendencia deponer la marca sobre todos los productos de un mismop ro d u c t o r. En estos últimos tiempos, los comerc i a n t e screan marcas en vez de los productores. Como distribui-dores, los comerciantes garantizan la calidad de produc-tos de los cuales el consumidor no conoce el origen. Estetipo de creación de marca es ilimitado, dado que elcomercio puede distribuir todo tipo de productos (comolas marcas de los supermercados o de ciertas cadenas detiendas). El productor desaparece en el anonimato com-pleto; el comerciante compra lo que le parece tener unabuena relación calidad/precio y así se convierte en elagente de compras del consumidor. La marca puede, poruna parte, ayudar al consumidor a orientarse sobre todoen las primeras decisiones de compra (las decisionessiguientes deberán depender de la calidad del productodetectada en su consumo). Por otra parte la marca cons-tituye una especie de material para el juicio, que permiteelegir un producto sólo en función de su marca, sinhacer más preguntas («¡seguro que es un buen produc-

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to!»). Este caso frecuente se utiliza conscientementecuando el consumidor no puede conocer la calidad delorigen del producto ni la calidad social de las relacioneseconómicas. Así, tras el argumento del precio insupera-ble (criterio esencial para la calidad social de un produc-to) se esconden a menudo relaciones comerciales extre-madamente regresivas.

Aquí reaparece el problema siguiente: a menudo sólonos consideramos consumidores y no como productorespotenciales. En efecto, el placer de comprar barato debe-ría equilibrarse con la frustración de vender la pro d u c-ción propia a un precio demasiado bajo. «No quieraspara otro lo que no quieras para ti». Este dicho de lasabiduría popular caracteriza muy bien las re l a c i o n e seconómicas que hacen de cada uno de nosotros un com-prador o un vendedor.

La aparición creciente de nuevas marcas en el ámbitode los productos ecológicos, desde hace tiempo ya notiene significación para la economía nacional, pues esasmarcas no distinguen diferentes métodos agrícolas; sólosirven para el desarrollo económico de las empresas encuestión. En efecto, la marca evita las comparacionese n t re productos equivalentes, transforma la fidelidad alos productos en fidelidad de los clientes y garantiza asíla cifra de negocios. Aunque no se busque consciente-mente siempre, el resultado obtenido con la aparición deestas numerosas marcas corresponde a lo que buscan lasestrategias del mercadeo moderno. Desde hace tiempohan comprobado que la ausencia de transparencia, laimposibilidad de comparar, la desorientación del consu-m i d o r, constituyen el mejor terreno para imponer susp ropios designios. Basta ver el esfuerzo necesario paranosotros los consumidores, para calcular el precio por kgde los diferentes productos, dato necesario para compa-rar los precios (este dato es hoy obligatorio en Francia; es

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un resultado positivo obtenido por los movimientos deconsumidores; N.t.f.). Sin poder comparar, no hay juiciocomparativo. Entonces la marca es la insignificancia sal-vadora a la cual nos agarramos. La creación de una marcano debe sustituir a la información; por el contrario, exige másinformación para garantizar la libertad de elección. El ejem-plo de las marcas muestra de nuevo que sólo las asocia-ciones que agrupan a pro d u c t o res, comerciantes y con-sumidores pueden evitar tales abusos y conducir a rela-ciones de confianza recíprocas integrando al consumidoren el proceso económico.

Para terminar, nos queda tratar una cuestión presenteen diferentes formas en toda la vida económica: se tratadel egoísmo del consumidor. Desde la aparición deldebate sobre la calidad de los alimentos y sobre los dife-rentes métodos agrícolas, este tema se ha enriquecidocon un nuevo aspecto: se considera egoísta a quien exigealimentos sanos. Mientras tales argumentos vienen delos adversarios, que justifican así su oposición, no esnecesario profundizar en ello; a fin de cuentas todon u e s t ro sistema económico se basa teóricamente en laeficacia del egoísmo. Pero cuando esta opinión viene depersonas que piensan de modo moral o social, la cues-tión adquiere gran importancia.

El consumidor ¿un egoísta?

Como consumidores, nos hallamos en una situacióndesagradable en el plano ético. En efecto, al consumir,d e s t ruimos para sólo nosotros bienes que pertenecen atodos. Así nuestras necesidades nos obligan a pro v e e r-nos para nosotros mismos, hacen de nosotros unos ego-ístas. En condiciones normales sólo nos quedaría –comoantaño– la solución moral del ascetismo, la indigencia, la

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p o b reza. El hermano Nicolás von der Flue, que acabódejando totalmente la alimentación terrestre, sería enton-ces el modelo del comportamiento social del consumi-d o r. De todas formas hay que precisar que el hermanoNicolás no fue a su celda por razones económicas. Esteejemplo nos muestra más bien de modo sorpre n d e n t ehasta qué punto el desarrollo espiritual del ser humanotiene consecuencias sobre el plano de sus necesidades.

El hecho de que tengamos necesidades naturales no debeproducirnos remordimientos de conciencia. Pues si conside-ramos nuestra existencia terrestre como la obra de Dios,podemos considerar la conservación de nuestro cuerpocomo una especie de servicio rendido a Dios. Ya tenemosmuchos problemas con las exigencias de nuestra vidaanímica. Los productos que consumimos deben ser bue-nos, gustarnos; queremos apreciarlos, queremos facilitar-nos la vida. ¿Son además necesidades naturales de laexistencia? ¿O podríamos satisfacerlas de otro modo?¿No es ya mucho más un servicio que nos damos a noso-tros mismos en vez de a Dios? Deberíamos quedarnos eneste punto si no podemos superar el aspecto de lo quenos gusta o disgusta, planteándonos la pregunta del sen-tido profundo del consumo, que aborda el ámbito de lacalidad espiritual de nuestro ser. Las respuestas van endos direcciones. La primera va hacia nuesto propio desa-rrollo personal. ¿Qué necesito para seguir cierto desarro-llo personal? Así, hoy, ¿no está vinculada la petición demás tiempo libre, con el empleo de técnicas que liberaneste tiempo; el deseo de más información no está vincu-lado con los medios de comunicación, o la necesidad demovilidad con los medios de transporte? Este esquemamuestra ya que al final de esta vía de desarrollo personalse halla nuestra responsabilidad hacia la sociedad. Otrosnos permiten consumir; de este modo están vinculados anuestro desarrollo personal y somos sus deudores.

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La otra respuesta se orienta directamente hacia estaresponsabilidad social. La organización general de ladivisión del trabajo tiene como consecuencia, como antesdijimos, que ya no nos hallamos en la obligación desatisfacernos a nosotros mismos nuestras necesidades,pues todo lo que podemos necesitar lo producen otro s .En contrapartida podemos poner toda nuestra producti-vidad al servicio de los demás. Si en otra época el nivelde consumo era la medida de la moralidad, hoy lo es laproductividad. Cuando más exceda mi productividad a misnecesidades, mayor será el beneficio de todos. Ya no trabajopara poder consumir. Y yo mismo decido lo que necesitopara trabajar (producir). En lo que mi producción superemi consumo, podré contar con el apoyo de la comunidad(sociedad).

En el futuro, el comportamiento social de una personaen el organismo social no se medirá por la magnitud desu consumo ni por el tipo de mercancías consumidas,sino sólo por lo que ella hace por el mundo, por losdemás.

Mientras en la segunda respuesta la pro d u c t i v i d a daparece directamente, el desarrollo personal sólo actuarámás tarde de modo directamente productivo. Por ello seconsidera a menudo a gran parte de la vida cultural (queen realidad constituye una especie de formación de ungermen para el futuro) como improductiva, aunque sólolo sea en el presente.

Para concluir esta serie de textos que quisieran des-pertar la atención sobre la orientación amenazadoratomada por la vida económica, invirtamos la frase deLenin: «La confianza está bien, pero la vigilancia esmejor» en «La vigilancia está bien, pero la confianza esmejor». Para no comprometernos en aquella dire c c i ó n ,t e n d remos que reflexionar fundamentalmente sobre lafunción del consumidor. Así cada cual deberá determi-

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nar por sí mismo lo que hay que hacer en esta situaciónconcreta y pasar a la acción. El punto de vista del autorde estos artículos es, en efecto, que nadie pueda dictar aotro la conducta a seguir.

EL HILO DE ARIADNA O EL CAMINO DE UN PRODUCTO NATURAL

A menudo se oye decir que vivimos en una sociedad deconsumo. Es cierto, pero tal estado de cosas lo ha engen-drado una sociedad de producción, que produce sincesar cada vez más, sin medida ni pro p o rción. La pro-ducción se preocupa rara vez de las auténticas necesida-des del comprador, del fin que se pretende.

El comprador se halla a menudo perdido frente a lamultiplicidad de la oferta y no sabe qué producto elegir.Frente al materialismo, a la desvitalización que siente asu alre d e d o r, tiene sed por lo natural y busca para subienestar o su curación sustancias vinculadas con lavida. Ahora bien, toda oferta, cuando se vuelve abun-dante, tiende a banalizarse, y el «parapeto» de lo naturalno escapa a esta regla. Si busca un producto que le vuel-va a vincular con la Naturaleza, el consumidor no llega amenudo más que hasta un «polvo para los ojos» sin otrarelación con el origen que un color verde sobre el emba-laje o un nombre evocador.

La pregunta real: «¿Qué pro d u c i r, cómo hacerlo?»debe plantearse a nivel del pro d u c t o r. Pensando en elreino vegetal, es el estado de la semilla, el pensamientoque engendra el desarrollo de la planta. Este pensamien-to formador debe seguir la evolución del vegetal a travésde su crecimiento, su floración y su fructificación. Pues¿qué se diría de una rosa que se transformase en elmomento de la flor en... caléndula? Por tanto, en cada

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etapa de la gestión -producción, elaboración, comerciali-zación- hay que guardar este vínculo con el origen, parap resentar al comprador lo que responde a su auténticapregunta.

De este modo, si el mismo vendedor conoce la plantaque ofrece a sus clientes, si conoce a quien la produce, suforma de trabajar con los vegetales, el terreno particularen que se expresan las fuerzas terapéuticas de esta plan-ta (una ortiga de ribera, por ejemplo, no desarrollará lasmismas cualidades de silicio que una ortiga-luz de mon-taña), el hilo conductor entre las diferentes etapas seromperá. Es este camino el que realiza en Suiza la herbo-ristería Aries, con la cual trabajamos.

Además, si el antes se pone en contacto con el des-pués y las características de producción de la planta seemplean de modo apropiado, el consumidor compre n-derá la imagen del producto comprado y será capaz deservirse de él correctamente. ¡Con certeza no hervirá endecocción las hojas de la delicada malva!

Entonces los consejos de empleo de un producto no sedarán en forma de una receta, sino de un modo general.Así, quien elabore una sustancia podrá aportar unainformación, que no es publicidad sino una idea culturalque permite al comprador sentir la imagen terapéuticahasta su empleo concreto.

Un laboratorio farmacéutico de productos naturales,la empresa Weleda, ilustra bien esto al decir lo siguiente:«Gracias a nuestra forma particular de publicidad, queante todo tiene un carácter informativo, explicativo, enparticular por medio de una revista cuatrimestral, hemosaguzado la conciencia de las personas en el sentido deun modo de vivir natural y justo ante el espíritu».

En conclusión, podemos comprender que si el vínculoes vivo, la Idea que ha demostrado la planta al desarro-llarse se halla comprendida durante todas las etapas de

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su trayectoria, el consumidor no se sentirá confuso en subúsqueda de lo natural, y el producto cumplirá realmen-te su misión. Como dice el Dr. Titze, hablando deWeleda: «El punto clave es la convicción de que elmismo camino que sigue una sustancia, desde su basenatural hasta el remedio acabado, tiene una importanciapor lo menos tan grande como las sustancias contenidasen el producto acabado».

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