La Más Maravillosa Música

La primera visión angular sobre el cuarto bastó para saber que el 2034 sería, maldición, un año hermoso. Carolina Natalia recordó aquella canción que cantaba su abuelo con una letra que decía, maldición, va a ser un día hermoso, maldición, va a ser un día como los demás. Al apoyar los pies sobre el piso de primofactileno no tuvo ninguna duda: 2034, maldición, sería un año como los demás. El cuarto de soltera estaba frío, pero porque a ella le gustaba el sabor helado de las noches sin calefacción y además, con los termosoles al máximo de su capacidad, era fácil calentar una casa de primofactileno en cuestión de segundos. La casa en verdad estaba construida sobre el esqueleto de una antigua fábrica en el barrio de Barracas, tal como se había impuesto hacía varios años como moda en lo que ahora era la Franja Ciudadana (FS) del Sur, la zona más barata de la ciudad de Buenos Aires, destinada a los cuartos de solteros, pensiones para estudiantes y centros de capacitación y acopio. De acuerdo a las nuevas tendencias arquitectónicas, los grandes talleres se dividían en amplios cubículos de paneles de primofactileno de doble refuerzo, que en su interior se subdividían, a su vez, en cuartos con paredes de primofactileno simple. Cada habitáculo estaba alimentado por un solo termosol mediano, pero a Carolina Natalia, como a cualquier persona que vive sola, le alcanzaba tranquilamente incluso para soportar hasta ocho o diez días nublados. No había razón para que 2034 no fuese un año como los demás. No existía posibilidad alguna en la percepción de Carolina Natalia de que el ritmo acompasado y cansino del catastrófico acontecer mundial diera muestra de alterar su subyacente normalidad. Si el sueño del progreso indefinido se había convertido en la gran pesadilla del siglo veinte, la pesadilla del Apocalipsis se había trastocado en el más miserable de los hastíos del siglo XXI. El universo no dejaba de guardar un absoluto orden de lo más mundano y los horrores y la esperanza se habían vuelto definitivamente pueriles. No había razón para temer nuevas guerras nucleares más que a perder un empleo o la condición de ciudadano habilitado. Arriesgarse a ser violada al intentar atravesar alguna de las Zonas de Tránsito Libre (ZTL) no era más escalofriante que las desdichas de una semana a causa de una rotura en el termosol o en alguno de los circuitos de control en los paneles de primofactileno.

Por lo demás, el progreso tecnológico no había escapado de tanto aburrimiento. Carolina Natalia había llegado a la conclusión de que no había habido realmente grandes revoluciones desde la invención del automóvil o el teléfono, o el avión, o la televisión, o la computadora. Todo lo demás, si se lo miraba con un poco de tranquilidad, todo era más de lo mismo desde hacía más de ciento cincuenta años. Los handbooks de sexta generación (H6G) no eran otra cosa que una computadora más un televisor más un comunicador integral más un localizador más lo que quisiera, incluyendo un control de salud y una biblioteca entera, pero era más de lo mismo. Igual pasaba con los taxis o los trenes ecológicos de las Franjas Ciudadanas o con los neoconcord o los submabús o la Supranet. Nada que no se pudiera imaginar a partir de algunas premisas científicas un siglo atrás. Por el contrario, no existía nada que se pareciera a un teletransportador de materia o un generador de campos antigravitatorios o vehículos capaces de alcanzar la velocidad de la luz, o el viaje regresivo en el tiempo. Eso sería progreso y lo demás verdurita, espejitos de colores, más caros y luminosos y más de lo mismo.

La única excepción era el Femshock, patético aunque exquisito delicatessen muy superior y tan distinto a los primitivos trajes de escenario virtual. Pero era eso, una

excepción, y no del todo, puesto que, en definitiva, era otro adminículo más para fomentar el goce con comodidad e higiene, en aras de no perturbar la productividad de la totalidad social. Nada de magia, ni siquiera el terror de la más amenazadora magia negra cayendo con ojivas devastadoras sobre el Río de la Plata.

Infinita tristeza colmada con la aparición de los Tapires, sublime apoteosis de lo bizarro que llegó un buen día del espacio exterior, como para dejar en claro que no habría posibilidad para el romanticismo ni siquiera en los confines estratoféricos. Maldición, aquel sí que fue un día verdaderamente hermoso pero Carolina Natalia aún no habría de saber por qué.

II

Todo como en una película yanqui de lo más superproducida de principios de siglo. Una mañana cualquiera, se encendió el monitor del panel central de la casa a la hora programada del té - otro chiste de lo más simpático, el kitchcam – pero en lugar de encontrarse con su madre se le apareció la figura de Nutricia Lechuga, la empleada doméstica de la casa materna, otra tradición incólume aunque ciertamente también mucho más informatizada. Carolina Natalia siempre habría creído que aquella doncella era el resultado de las degustaciones de padres neohippies de la época del bicentenario, sin sospechar ni remotamente que los designios de la muchacha tampoco escapaban a los hados de la era y su gracia no era más que producto del disimulado pudor del software de la repartición estatal correspondiente, que no fue capaz de registrar correctamente Nutricia Pechuga. Tal era el nombre elegido en honor a la madre misma de aquel ser, que yendo a parir por el método antiguo a un hospital de Humahuaca desde su morada allende los escarpados cerros de la Quebrada, la mula que la llevaba quiso perderse por la comarca con rumbo desconocido durante días hasta dar con la ruta nueve, periodo en el cual la susodicha hembra se hizo un rato para parir a un costadito de los cerros y continuar la marcha viviendo, ella y su reciente vástaga, del fruto de su pecho, de donde surgió la leyenda y el origen del malogrado mote.

-¡Ha visto, niña Yolanda, los Tapires?. ¿Lo qué? dijo Carolina Natalia, que no lograba asimilar la costumbre de Nutricia Lechuga de comportarse como una empleada de telenovela latina, tal era su afición a los géneros clásicos del arte audiovisual que incluso había llegado el colmo de llamar a Carolina Natalia como Yolanda, porque consideraba que aquel nombre era mucho más acorde a una ama, o mejor dicho a lo que debía ser la hija rebelde e histérica de la familia. Macarena se lo permitía mitad porque en rigor de verdad, Nutricia Lechuga, una tremenda adicta a la telenovela, era más que una criada, más bien se trataba de la única heredera del ganador del último sorteo de Loto, que acumulaba una fortuna de más de doscientos millones de nuevos yuanes, que dedicaba primorosamente a mantener a los padres de Carolina Natalia, un antiquísimo concubinato de yuppies venido a menos, para que se comportasen como un matrimonio de alcurnia que habitaba en el sector más exclusivo de la Franja Norte, en los palafitos de San Fernando.

En aquella morada, Nutricia cumplía fehacientemente su autoasignado papel de sierva, con uniforme, delantal y cofia y todo. Y los padres de Carolina Natalia, a su vez, cumplían rigurosamente el rol establecido, que consistía en vivir como ricachones, incluso haciendo gran cantidad de fiestas y cócteles y todo eso, no más para que Nutricia se luciera, ya fuera sirviendo, cocinando, o hasta cogiendo de parada en el baño con algún invitado de turno.

Tan fervorosa era Nutricia que era capaz de perderse la asombrosa llegada de los Tapires, al solo efecto de avisarle a su querida ama Carolina Natalia a través del kitchcam mientras los demás estaban en las azoteas.

- Los Tapires, niña, los Tapires. ¿Es que no ve el noticioso?. Macarena, que aún no se llamaba Carolina Natalia dijo no, dijo tengo sueño, dijo no sé

de qué estás hablando, y Nutricia procedió detalladamente con la explicación, casi en simultáneo con la versión en castellano de la CNN. Resulta que si uno se asomaba a ver hacia el cielo, se encontraba con unas gigantescas naves del tamaño del Maracaná que estaban suspendidas en el aire. Por fin había llegado el día, pensó Carolina Natalia, en que sus ruegos hacia el más allá habían surtido efecto de lo más regio. Nutricia también estaba de lo más contenta, junto con las telenovelas, sentía una poderosa atracción hacia todo aquello que se relacionara con la idea de extraterrestres. No solo se trataba del consumo desesperado de revistas, páginas y hblibros sobre la eventual existencia de vida inteligente en el infinito del universo. Nutricia financiaba – en forma velada, puesto que contradecía un poco, sobre todo por los montos, a su papel de mucama- una fundación que se dedicaba a buscar todo tipo de rastros – señales electromagnéticas, basura cósmica – que pudiera dar con el paradero de otros mundos.

Maldición, fue un día hermoso, el día de los Tapires, desnuda bailando y drogándose en una de las tantas orgías que se celebraron en las terrazas de la FS en honor a los visitantes que los veían desde lo alto. La revelación de la existencia de los Tapires fue algo así como la resaca de aquella ceremonia donde hubo de ser penetrada por todo el vecindario en ofrenda a la nueva alianza cósmica a punto de consagrarse.

Las grandes bolas de luz que colgaban del firmamento no eran más que armatostes viejos de un metal parecido a una fundición de cobre robado y la civilización arribada atravesando las galaxias resultó ser un fracaso filosófico. Los especímenes, parecidos a los paquidermos sudamericanos, he ahí el origen de su prosaico gentilicio, no traían grandes novedades en sus alforjas siderales. Su lenguaje era lo más parecido al paquistaní antiguo, dialecto que aún se conserva en algunas regiones del Cáucaso septentrional y que es la lengua preferida por los traficantes de armas que pululan por aquellas regiones. De modo que la comunicación con los tapires fue resuelta merced a una seguidilla de treguas y negociaciones con una media docena de tribus caucásicas, principalmente de las ramas khalísticas filovegetarianas que por su propia organización ético política eran las que contaban con menor capacidad para construir túneles kilométricos a lo largo de la cordillera. Esa dificultad hacía que debieran enfrentar con demasía conflictos en torno a distintos menesteres, por lo que eran las menos reticentes a pactar treguas con las tropas de la OTAE, la filial de la OTAN para el Oriente.

Ocurrió además que los Paquidermos Erguidos, tal era el nombre que la oficialidad mundial le había otorgado a los trémulos visitantes, portaban una silueta similar al Elefante Enano de la Buena Suerte, el último signo del ecumenismo del siglo XXI que pese a tener menos alcurnia que la virgen de los remiseros de Medellín era tolerado por los principales operadores de Jesús, Alá y Jehová, tal vez porque portaba una peculiaridad que la hacía obviamente irresistible. Por otra parte, el halo de fascinación era propulsado por el hecho de que la fabricación de los Elefantes Enanos era un prodigio que se llevaba a cabo bajo el más estricto secreto en los talleres ocultos de los barrios municipales de Nicosia, siguiendo técnicas milenarias que se transmitían entre sí las generaciones familiares. Y salvo el made in Chipre, que se imprimía en la misma aduana chipriota con una única máquina importada de Finlandia, el resto del proceso de producción se mantenía en el más hermético

silencio. Los Elefantes Enanos otorgaban salud, dinero o amor o una suma de dos o hasta de los tres, llegado el caso, a algún privilegiado que se les cruzara en el camino, precisamente. Es decir, ser dueño de un Elefante Enano podría no significar sólo no ser necesariamente el beneficiario de la buena fortuna que otorgaban los amuletos sino sufrir las consecuencias de una ventura refractaria que lo fulminara para el resto de la cosecha o bien para cuando ocurriera algún eclipse en una de las tantas posibles galaxias paralelas que habitan en los confines del universo. Por el contrario, acaso una sola vez bastaba para que el elegido por el Elefante recibiera la dicha perpetua, que incluso podría ser transportada por el azar a través de sucesivos desplazamientos. El caso más renombrado fue el de aquel panadero cornudo de la Franja Centro cuyo nombre se ha misteriosamente perdido en la trasnoche de los tiempos. Parece que el personaje había sido víctima de portar una osamenta grande como su estupidez hasta un día en que se sacó el premio mayor del Crotobingo al mismo tiempo en que su señora esposa y el consabido amante de turno volaban por los aires. Ambos, al igual que el resto de los pasajeros de ese pernoctario de la ZTL oeste, habían sido víctimas del ataque perpetrado por La Secta del Agua, que había puesto bombas en todos los colchones de agua de aquel establecimiento. Como se dio el caso de que absolutamente todos los que estaban en el pernoctario andaban de trampa, el dato cobró más relevancia que el ataque de la Secta del Agua, que venía perdiendo fuerza mediática. Eso llevó a las historias de vida en los programas de chimentos y resultó que el mancebo que alegraba la vida de la mujer del panadero tenía un tío que le había heredado un Elefante al morir de un cáncer de pene. Fue el caso más probado de la efectividad del elefante.

Pero los Paquidermos Erguidos demostraron ser, además de un dechado de buenos modales, portadores de la paz intergaláctica. Bien que podrían haber acabado con toda la resistencia multiétnica y multiespecial de toda la faz de la tierra en menos de lo que tardan en estornudar a causa de la tierrita bajo las uñas de los ocasionales representantes terrícolas que suelen visitarlos por hache o por be. Pero si algo caracterizaba a los Paquidermos era que en verdad, la cúpula jerárquica correspondía en su totalidad a Paquidermas y paquidermitas, al igual de sus segundas y terceras líneas y casi toda la oficialidad de rango alguno. Para Carolina Natalia, aquello había representado la muestra más significativa de que lo femenino, el inicio de los tiempos, era un escalafón superior en la evolución de las especies, tal era el ejemplo de la raza que había conquistado la navegación intergaláctica. Paradójicamente, con el correr del tiempo, la constatación de su hipótesis le pondría la tapa al ataúd de sus ilusiones, o al menos era lo que creería por algunos años

III – El planeta de los clones autosuficientes

La superioridad evolucionada descansaba en un responso de paz desbordante de desidia, bondadosa pachorra celestial que la raza paquidermoide había alcanzado mediante la autoanulación de toda su barbarie civilizada. Sucedió cuando en el pináculo de la ciencia paquidermoide patriarcal, el equivalente de lo que en la tierra se conoce como la ingeniería genética dio, a través de sus representantes más encumbrados, con el martillo en el clavo de la clonación de cualquier especie. Pero los vericuetos de la investigación aplicada, guiados por la propia epistemología del planeta elefantariano, convirtieron aquel paso en la revolución cultural más singular de la historia cósmica. Los primeros ensayos de la clonación permitían generar una mónada altricial, una rémora que requería la asistencia exógena para sobrevivir. Buscando dar el siguiente paso, los investigadores intentaron que

la existencia se mantuviera viva por fuera de ecosistemas artificiales, mediante el injerto del desarrollo clonado en la propia matriz, debido a su completa compatibilidad entre modelos ribonucléicos. Pero quiso el azar jugar una trapisonda a la especie toda cuando los científicos descubrieron que la zona más propicia para la implantación resultaba ser la franja superior de la masa muscular que en forma de espiral rodeaba el órgano genital del espécimen masculino. Nunca se pusieron de acuerdo sobre si las pruebas fueron un completo éxito o fracaso. Con el paso del tiempo, los ejemplares clonados se iban mimetizando con el organismo principal, que se fagocitaba los órganos, excepto la cabeza, aunque le devoraba algunas partes del cerebro. Por lo que quedaba un individuo con una cabeza entre las piernas dotada de una inteligencia inferior, incapaz de emitir sonido alguno, sin dientes por falta de la calcificación propia de la grasa en las neuronas, pero estancado en la etapa de fijación oral. Resultó así que el apéndice en forma de cabeza de jíbaro procedía a libar la flor de su propia carne que él mismo se ofrecía en su versión original. El melón – tal era la fonética de la palabra que utilizaban los paquidermos para referirse a esa extraña ramificación de la vida – apenas se comunicaba con el mundo exterior con unos horripilantes chillidos cada vez que pasaban más de seis horas sin que pudiera llevarse nada a la boca. Pero no hubo necesidad de soportar los torturantes reclamos sonoros, porque más o menos la mitad de la población quedó alelada con tamaña derivación científica y pronto todos quisieron contar con un melón entre las piernas. Aquel frenesí de autoconsumo propulsó la economía de escala de la industria clonadora, que de ser sólo reservada para las refinadas elites tapirescas se convirtió en un artículo de primera necesidad. Incluso, el gobierno planetario promovió los planes de acceso a la incrustación de melón clonado en las poblaciones de menores recursos y pronto, ellos mismos –aún las mentes más frías que habían sabido salvaguardarse de todo tipo de los opios destinados a mantener a los pueblos en la ignorante felicidad - no pudieron sucumbir a la tentación de contar con una extremidad con independencia sensorial cuya única finalidad en la vida era mamar cuanto estuviera cerca. Efectivamente, aquel fue el inicio de la revolución cultural más grande que se haya vivido en el infinito. Pronto, todos los paquidermos machos pasaron a quedar subyugados por el sueño del pibe de una perpetua felación autogestionada y, ya enajenada absolutamente toda su fortuna y voluntad, el desarrollo social y económico encaró para el lado de la entropía negativa. A punto estuvo de sucumbir la civilización ya que ningún macho trabajaba, se ocupaba de la educación de los hijos y no prestaba atención siquiera al campeonato de mundial de Telapongo, un deporte popular muy parecido al fútbol pero mucho más evolucionado. Pero el mismo obnubilamiento producido por el melón mamador llevó a que, desprovistos ya no de deseo sino de la más mínima voluntad, todos los paquidermos machos entregaron hasta el último resquicio de poder a cambio de que no los jodieran a la hora de la siesta y entre talco y talco les permitieran hacerse de algún bocadillo y bebidas energizantes. El movimiento paquidermo feminista, que había avanzado a paso de hormiga durante siglos por la igualdad de los géneros en la raza, comenzó a conducir un periodo de aceleración de la historia, un verdadero proceso revolucionario que acabó al mismo tiempo con la dominación de clases, la violencia de género, las guerras, los accidentes de tránsito, la anorgasmia femenina. A medida que los paquidermos machos abandonaban paulatinamente el poder en todas sus formas, un nuevo matriarcado libertario se fue constituyendo en un tiempo asombrosamente corto, en el cual las paquidermas aumentaron la oportunidad de hacerse cargo de la situación no por su vocación de sublimar apetitos de diversa índole sino

por la más básica necesidad de defender la vida ante el colapso del status quo la sociedad. Tal escenario derivó que en pocos años se erigiera un nuevo orden basado en la producción y distribución organizada de bienes, la distribución equitativa de las riquezas, el respeto por todas las formas de vida, la economía -sostenida por la avanzada tecnología - supeditada a la supervivencia y la calidad de vida de todo el planeta y una cultura dedicada al goce de los placeres físicos y espirituales en su medida y armoniosamente para todos. Cierto es que detrás del sueño de hadas, en los alcances de esta civilización subsistían dos problemas graves aunque de diferente índole. Uno moral, ético, social, cultural, antropológico, semiótico y periodístico, era el interminable debate sobre el papel de los paquidermos machos. ¿Se los había sometido a una nueva forma de esclavitud, pese a la autoimposición de melones por parte de ellos? Es decir ¿era verdaderamente una decisión autónoma de ellos o estaban subyugados por una falsa conciencia que les impedía ver que en realidad, entregándose al autofagocitamiento, enajenaban su libertad? Pero, ¿la enajenaban verdaderamente, o era un supremo gesto de soberanía sobre la individualidad y el destino de sus contingencias? ¿O esa soberanía era inducida por la propaganda? Estos interrogantes desvelaban el buen sentido progresista de las paquidermas, pero toda la discusión consistía en una menudencia de segundo orden ante el otro problema que tenía el planeta de los Tapires, el verdadero y tal vez el único problema, el que, en definitiva, pusiera en las manos de Carolina Natalia los destinos de la República Completamente Peronista de Argentina.

Música IV - Un día ciudadano en la Recopa

Maldición, aquel se anunciaba como un verdadero día ciudadano, que era la forma que usaban los habitantes de la República Completamente Peronista de Argentina (Recopa) para referirse a los días hermosos. Un día hermoso como cualquier otro empieza para Carolina Natalia en su loft, destapando el tupper de un desayuno autohorneante. Mientras espera el minuto y medio en que tarda en hacerse la preparación, se vestirá con alguno de las dos mudas de ropa de trabajo que tiene para el mes, o con alguna combinación, si es que ha sido una semana de complicaciones para ir de compras. Risible resultan los viejos relatos futuristas de cuerpos permanentemente encorsetados en cuellos Mao monocordes, en un mundo donde el mundo de la moda, precisamente, se ha convertido en pilar de la economía sobre la base de las prendas biodegradables, que obligan a cambiar el vestuario una veintena de veces por año. Lo efímero contribuye a resaltar los valores libertarios de cada sujeto expresado en su modo de combinar colores, texturas y diseños con asiduidad, claro que en el mundo de los ciudadanos habilitados. No son así las cosas en las ZTL, donde la mayoría de la población consume prendas de segundo reciclado, de menor calidad y un tanto más ordinarias. Luego de vestirse y de conectarse – esto es, habilitar la handbook al modo en movimiento, con el pequeño termosol de bolsillo, colocarse auriculares y lentes de contacto, además de los guantes sensores – saldrá de su casa, a respirar el aire puro que se disfruta luego de la llegada de los Tapires, que arribaron deambulando desesperadamente por el espacio tratando de hallar la solución al más terrible de las dificultades que aquejaba a su civilización. Se trataba del estado de suma gravedad en que se encontraba la atmósfera de su planeta, luego de siglos de haber sido envenenada por la industria paquidermo-patriarcal. La situación era irreversible, en cuestión de decenas de años el planeta se transformaría en

una bola irrespirable a causa de la sobreabundancia de oxígeno y la escasez del dióxido de carbono, elemento vital para todas las estirpes de aquel mundo. Atrapados en una fuga hacia delante, todo el reservorio mundial de recursos en ciencia y técnica se abocó a dos iniciativas, a saber, la búsqueda del transformador de oxígeno y el desarrollo de la exploración espacial, con vistas a buscar nuevos mundos en donde hallar lo que en ese se perdía inexorablemente. A Carolina Natalia nunca se le ocurrió preguntarse cómo una civilización tan avanzada no había podido crear, por ejemplo, una planta como las que cría ella su habitáculo, pero que fuera capaz de trocar el oxígeno por dióxido de carbono, a la inversa de lo que sucede con los vegetales de la Tierra. Muy otra hubiera sido la historia con un invento de este tipo, resulta al menos extraño que no lo halla logrado una cultura capaz de clonar, acaso la ética sobre los límites de la investigación científica de los tapires fuera otra después de la explosión de los melones. Lo cierto es que primó el éxito en las expediciones cósmicas al dar con un planeta en el cual sobreabundaba el dióxido de carbono, amén de muchas otras particularidades. Pero fue justamente este hecho lo que llevaría a dejar las cosas en su sitio, es decir, en el hastío existencial de Carolina Natalia ante una nueva frustración. No hubo invasión, ni gestas de resistencia heroica, ni tampoco una simbiosis entre las dos razas que le permitiera al vulgo contar con platos voladores para ir de casa al trabajo y del trabajo a casa. Ni lo uno ni lo otro. Las magnánimas paquidermas obsequiaron a los terrícolas un trato por demás benevolente, aunque frugal. No amenazaban a los humanos con su codicia por el agua o alimentos, sino que su ambición por el dióxido de carbono resultó una ventaja comparativa y un elemento de paz y de concordia. Los visitantes procedieron a instalarse en algunos pocos puntos desiertos de todos los continentes para establecer allí sus bases de exportación de dióxido de carbono, que extraían directamente de la atmósfera y se llevaban en sus naves cisternas, a cambio de inyectar en el ambiente terrestre cantidades similares de oxígeno, que los propios cisternas traían en las mismas naves de transportes. Claro que no todo era altruismo en el intercambio de los tapires pero no por maldad de esta raza sino por temor a la estupidez que vislumbraban con estupor en las conductas de sus huéspedes terrestres. Por cierto, se habían guardado para sí el saber relacionado con la energía antigravitatoria con que movían sus monumentales naves. Que los humanos y su gusto autodestructivo tan caro a los paquidermos machos contaran con esta tecnología ponía en peligro cualquier armonía espacial, tan sedientos de conquistas y tan parados sobre la bomba de tiempo que era el planeta desahuciado. En cambio, a Carolina Natalia no se le ocurrió, lo que son las cosas, interrogarse sobre por qué tampoco habían extendido las ventajas de la clonación y sus múltiples usos, como ser, clonar lechugas y chanchos para saciar el apetito de buena parte de la especie que sobrevivía con los derivados de soja y sorgo. Así es el sentido común de cada galaxia, lo que para unos es una agudeza inalcanzable de los pensamientos, para otros es la obviedad a veces invisible. Aquel día no había sido particularmente un día como los demás, aunque tal verdad no se le revelara a nuestra heroína. Carolina Natalia reflexionaba cada mañana sobre tales absurdos mientras se llenaba los pulmones de aire fresco, pero inmediatamente desaparecen las cavilaciones sobre asuntos cósmicos. La conectividad total apenas le deja la mínima atención para dispensarle al derrotero que la situará en su oficina: cuarenta metros de caminata hasta la cinta de alta velocidad, una cuadra hasta el submabús y seis minutos de viaje subacuático hasta la próxima cinta, de velocidad moderada, que conecta los diques con la avenida Córdoba. Carolina Natalia se apresura para liquidar todos los mensajes antes

de que ellas, que están ahí, imperceptiblemente activas, se dispongan a entrar en acción apenas se rompa el hielo virginal del habla hispana en su boca de traductora recibida en la Cultural Inglesa. Ni bien comienza a pronunciar vocablos en la lengua de Sheakespeare y las Falklands, el torrente significante las despierta, comienzan a subir en malón por las pantorrillas y sus patas se diseminan en una furiosa danza erótica por toda la piel, aunque el grueso de la manada prefiera fluir hacia la entrepierna torrentosa dispuesta a saciarse con el incontrolable derrame voluptuoso que se incrementa con cada frase pronunciada en inglés. Para colmo, la pantalla de la handbook le arroja con vehemencia el rostro sensual de un cliente provocativamente joven y atractivo, que con desparpajo y desconocimiento se despacha en una conversación jovial y matizada por comentarios de diversa laya. Carolina Natalia mira en derredor, calculando la posibilidad de ser advertida en medio de la cinta transportadora, pero perdida en la indiferencia de todos los que se dejan llevar conectados a sus propias ocupaciones, se entrega a sus ganas y deja que ellas sigan brotando por sus piernas. Pasa al modo lente de contacto y ahora su insospechado amante aparece directamente en su retina. Todavía no terminó de aprender a no perder el hilo de la conversación mientras sobreviene el éxtasis o a no desconcentrarse mientras continúa hablando de cuestiones laborales. Sin embargo, la simpatía del cliente ocasional la ayuda esta vez. Ellas siguen subiendo, le hunden los pies en los poros y siente cada vez con mayor intensidad las bocas succionando que se arremolinan y se empujan sobre la vulva, se congregan en un interminable pogo tratando de no desprenderse de la dureza sangrienta del clítoris a punto de estallar. Antes de la salida de la metrocinta, sobre Córdoba y Alem, Carolina Natalia se frena en un costado del amplio pasillo, antes de la escalera que conduce a la salida, se recuesta contra la pared y aprieta levemente las piernas esperando llegar al clímax, no sin antes acelerar con el handbook el necesario Femmeshock. La promesa de un orgasmo extenso al calor de la lengua inglesa -reproducido por las correrías de miles de ellas que ya han tomado todo su cuerpo con una eficacia por demás mayor al pene- es el mayor placer que obtiene del siempre tan eficiente e higiénico Femmeshock. Carolina Natalia gusta a veces creer que son hormiguitas, aunque más veces ha sufrido la sensación de que en realidad se trata de miles de arañas concatenadas con otras tantas babosas que entremezclan patas y ansias de succión sobre su sexo, y se horroriza, pero no puede dejar de sucumbir ante el placer más íntimo en su mundo. Sólo dejar que las bocas comiencen a hacer su trabajo sin preguntarse de qué resquicio de su inconciencia proviene el extraño afluente que se activa cuando comienzan a sonar los acordes vocales del idioma inglés. Y disfrutar, concentrando todo el placer en una acotada superficie mientras el resto de su cuerpo se constituye como una coraza para disimular el goce ante las pautas de convivencia propias del devenir cotidiano. Pero aquel no sería un día más. Un momento antes de que el canto de sirenas llegue a su fin y su existencia comience a desinflarse dulcemente, un horroroso estruendo le corta la inspiración, la deja sorda y un estampido de aire ardiente la arroja al suelo. Así queda unos segundos hasta que alguien la recoge y ella comienza a correr desesperada por la escalera, que se detuvo. La idea de que la explosión tal vez sea obra de la Secta del Agua atentando contra los túneles submarinos de tránsito la aterroriza, como la aterroriza morir ahogada en esos túneles. Pero al llegar a la superficie, su espanto se multiplica. En realidad, nada es lo que ha creído. Apenas la ha rozado el eco de algo mucho más terrible. Sobre la esquina de la avenida, el plasma gigante que transmitía Crónica Cadena Nacional reproducía la imagen satelital que

mostraba cráter de varias hectáreas y una columna de humo de kilómetros mientras el subtitulado señalaba “Horror y Tragedia en San Vicente”. Carolina Natalia se dio vuelta intentando vanamente ver el hongo atómico con el cuál hacía su presentación pública el movimiento de los Purificadores Auténticos, que se haría conocida como la Secta del Fuego.

V – Los Purificadores Auténticos

Completamente atontada, Carolina Natalia tardó al menos media hora en recorrer las dos cuadras que hacía diariamente desde la terminal del submabús hasta su cubículo de trabajo. Nadie salía de su asombro en las esquinas de la Franja Centro del Área Reorganizada de Buenos Aires. Las pantallas gigantes que transmitían Crónica Cadena Nacional repetían desde distintos ángulos la imagen de lo que había sido el Altar de la Patria Peronista. El kilométrico cráter que había quedado en su lugar y el hongo de humo y polvo de miles de metros de altura no dejaban lugar a dudas: un atentado con armas atómicas de autorregulación. El locutor reiteraba que un grupo denominado “Purificadores Auténticos” se había adjudicado la autoría del hecho. En el atentado habían muerto al menos 300 peregrinos y una treintena de autoridades que se hallaban presentes en el horario de la ceremonia matutina, incluyendo a los vicepresidentes 1º y 2º, todos los ministros y los presidentes del Congreso, y la Suprema Corte de Justicia y los principales dirigentes de los partidos peronistas, como así también . El presidente Delfor Borlengui de la Serna Cooke había amanecido con dolor de muelas y por una extraña coincidencia, no había asistido a la ceremonia matutina por primera vez en sus ocho años de mandato, lo que lo había salvado de morir desintegrado al igual que otros funcionarios que esquivaron el llamado de la parca por no ser feriado obligatorio, lo que los había eximido de acudir a la ceremonia. Mientras las imágenes en directo del lugar se intercalaban con tomas captadas por los satélites en el momento exacto de la explosión, la voz de Juan Roberto Catarineti, el conductor de la Cadena Nacional, repasaba el comunicado de los PA. “Al Pueblo de la República Completamente Peronista: los Purificadores Auténticos comunican que hoy a las 7 de la mañana, fue barrido el oprobioso monumento a la ignominia, la corrupción y la vergüenza vendepatria, junto con los cipayos que han traicionado las banderas del movimiento. Que Dios nuestro Señor se apiade de sus almas y de sus cuerpos desintegrados. Perón o Muerte, viva la Recopa”. Catarineti explicaba que varias naves paquidermas con cataforesis a prueba de radiaciones sobrevolaban la zona en busca de sobrevivientes al tiempo que se había convocado a una junta de emergencia del Comando Estratégico Superior Ejecutivo, (CESE) pese a que más de la mitad del mismo había perecido en la explosión. Carolina Natalia descubrió que por primera vez en su vida estaba sintiendo miedo. Muchas veces se lo habían explicado y otras tantas había creído que lo que le pasaba era que estaba teniendo miedo. Pero ahora, la sensación que la invadía no se parecía en nada a cualquier experiencia del pasado ni a ningún discurso científico sobre el asunto. Quería llorar, ser abrazada, correr, gritar, pero al mismo tiempo no podía despegar sus pies del piso y sus ojos de las imágenes que reproducían el horror. Ella había nacido junto con la Recopa y siendo ciudadana no había vivenciado las vicisitudes de los tiempos de antes. La muerte era sólo una preocupación existencial que la alcanzaría algún día lejano, cuando la maquinaria ya cansada decidiera abandonar el esfuerzo de permanecer en el mundo. Todo aquello que

fuera algo distinto al confort y el bienestar que disfrutaba la población de las Franjas Ciudadanas era algo que había aprendido en el Sistema de Educación Ciudadano, pero que nunca había sufrido en carne propia. Carolina Natalia sabía más o menos lo mismo que cualquier ciudadano: que la Recopa se había creado luego de la Gran Debacle Opositora: ocurrió en los albores del siglo, cuando el derrotero de la política nacional desembocó en un escenario inédito: por primera vez en unas elecciones habían triunfado absolutamente todos los candidatos y fuerzas que no se definían como peronistas: socialdemócratas, demócratas cristianos, republicanos conservadores, progresistas comunitarios, fascistas católicos, juventudes igualitaristas, comunistas, trotskistas, humanistas, vecinalistas pro-nazis, se habían impuesto en todos los comicios nacionales, provinciales y municipales. Por primera vez no hubo un solo aparato del Estado en poder de alguna fuerza de extracción peronista. Aquello había sido anunciado como la panacea que instauraba una nueva época de Libertad, Igualdad y Fraternidad libre del yugo populista. Y entonces, se desató la Gran Debacle.Nadie supo con entereza cuándo fue que comenzó, aunque algunos historiadores sostienen que fue en la madrugada del mismo día de esos tan recordados comicios. Pero de un día para el otro, todo dejó de funcionar. Y todo fue literalmente todo. Todavía hoy el mundo entero debate sobre el caso de la implosión argentina y cómo una nación se derrumba sobre sus cimientos sin encontrar demasiadas explicaciones convincentes o racionales. Posiblemente fuera la simultaneidad de un cúmulo de procesos entrecruzados lo que derivó en el derrumbe final de las buenas intenciones que habían llevado a la nación a su propio infierno. El megaproyecto de Reorganización y Reeducación Cívica se truncó en la partición del territorio en las Franjas Ciudadanas (FC), las Zonas de Libre Tránsito (ZTL) y las Comarcas Productoras (CP). Según La Oposición Reagrupada (OR) -la fuerza que gobernara el denominado Periodo Parlamentario (entre la Gran Debacle y la fundación de la Recopa)- la creación de las FC contribuiría a estimular la movilidad social mediante el incentivo de la educación, lo que a la larga redundaría en una sociedad con un grado de civilización superior que alcanzara un mejor estándar de vida. En los hechos, la iniciativa había partido el territorio y la población en tres regiones diferenciadas: En las FC, los habitantes gozaban de todos los beneficios del nuevo Estado del Bienestar Controlado. Para habitarlas habían sido seleccionadas todas las personas que contaran con un título terciario o universitario, que obtenían el grado de ciudadanos. Las ZTL estaba conformadas por el resto de las zonas urbanas y suburbanas eran áreas libradas al Libre Comercio. El plan maestro de La OR, denominado Genuino y Definitivo Proceso de Reorganización Cívica Nacional, consistía en concentrar todos los esfuerzos de gobierno en las FC para que, una vez alcanzados los estándares de Buena Vida establecidos por la ONU, se procediera a colonizar paulatinamente las ZTL para convertirlas gradualmente en FC. Pero efectivamente, nada funcionó desde el principio. Las FC se convirtieron en principados urbanos con un poder de fuego autónomo tan grande como para cerrar sus fronteras al paso de no-ciudadanos que querían alcanzar dicho escalafón. Las ZTL se transformaron en países de segunda, en los que la población que no trabajaba durante el día en las FC sobrevivía como podía gracias al narcotráfico, la economía informal y la ejecución regular de delitos contra propiedades y personas. Y las Comarcas Productoras habían mutado en feudos en los cuales los señores dueños de las tierras protegían a los refugiados de las ZTL a cambio de una existencia paupérrima. Los habitantes de las CP tenían garantizado dos comidas diarias a cambio de realizar tareas agrarias en condiciones medievales.

Apenas dos años le llevó a la OR llevar al país al colapso total. Con las FC desabastecidas, las ZTL transfiguradas en zonas llevadas prácticamente al estado de naturaleza, con fallas en los servicios, en los sistemas de salud, la seguridad, las comunicaciones y la organización de los campeonatos de fútbol, la OR se disolvió, miles de militantes y funcionarios políticos que no se definían como peronistas se suicidaron – la cifra oficial establecida ronda los 8.000 pero se cree que fueron muchos más – y toda la geografía cayó en la anarquía absoluta. Fue en aquel momento cuando centenares de ciudadanos reconocidos como peronistas comenzaron, por la fuerza de las circunstancias, a hacerse cargo de intendencias, centros de salud, escuelas y, poco a poco, de las riendas de todo el aparato estatal. Lo curioso fue que casi inmediatamente, todo comenzó a funcionar más o menos en forma normal, según las pautas establecidas durante el inicio del Periodo Parlamentario. La devenida nueva clase dirigente apenas había ocupado los sillones que los otros habían dejado vacíos y no hubo ni el más mínimo atisbo de un proyecto de alcance nacional. Pero las mismas cosas ahora funcionaban. El orden establecido por la OR no había sido alterado en absoluto, pero el caos comenzó a dejar paso a una restauración del funcionamiento social, que se dio de manera natural. Sin embargo, la situación no dejaba de ser provisoria, por lo que se llegó a un consenso generalizado de establecer un nuevo pacto social. Fue ahí cuando se dio a conocer el Consejo de Sabios Peronistas.Al igual que el resto de la población, Carolina Natalia nunca había tenido oportunidad de conocer a quienes integraban el Consejo de Sabios, que desde la creación de la Recopa emitía las dos denominadas “recomendaciones” al año -una el 26 de febrero y otra el 17 de octubre-, una señal que se acoplaba directamente en la frecuencia de los neurotransmisores del lóbulo parietal inferior. La primera aparición del Consejo sentaría también las bases de la fundación de la Recopa. Nadie hubiera podido siquiera conjeturar quién o quienes estaban detrás de esa voz colectiva que imitaba el canto discursivo del General en sus mejores momentos pero con una reverberación encadenada que multiplicaba cada frase armada en torno al “nosotros”. Pero todos estuvieron de acuerdo en que, provinieren de donde fuera, era la voz de la sabiduría la que hablaba. Había sido dado a saber sí que los Sabios eran exégetas de las escrituras del General y que hacían su presentación pública luego de años de haber elaborado los 28 primeros tomos de La Razón de Nuestras Vidas, una especie de Talmud desarrollado sobre una hermenéutica de La Comunidad Organizada. En su alumbramiento social, el Consejo sugirió que la Gran Debacle ocurrida no era más que el prolegómeno de derrumbe final del trunco proyecto nacional, que necesariamente debía incluir el holocausto republicano. En su argumentación acompañada del dulce trinar de suaves melodías provenientes del Tíbet y de consultorios médicos, los Sabios sostenían que la Argentina había sido un proyecto mal hecho desde el principio. Ni las loas al libre comercio ni las alabanzas a la Revolución Francesa que desde 1810 habían vociferado todos los bandos en pugna habían encarnado en el amor a una Madre Patria. Solo la profética llegada del peronismo con P mayúscula había puesto los cimientos profundos de esa unidad compartida y amada aún por enemigos. El Consejo de Sabios argüía que en verdad, el periodo de 1810-1945 había sido el lapso de fermentación cultural y visceral del país y que el peronismo había sido su expresión superestructural, el arribo a un nuevo nacimiento. Para defender su punto de vista, señalaban que no había nada en el entramado semiótico que no fuera peronista, algo que, por otra parte, ya había sido profetizado por el Mismísimo. Filosóficamente hablando, no podía concebirse lo que era No Peronista. O se era Peronista o Antiperonista pero el

horizonte de sentido no existía por fuera de estos contrarios contradictorios. La OR había fracasado por no asumir su papel en la historia y no saber qué hacer. Por ende, según el Consejo, había que refundar el país desde la entraña de su ser. Si la Argentina era un adjetivo calificativo, cuánto más lo era la idea de Lo Peronista.Y así se hizo con la fundación de la Recopa, un Estado de Derecho regido prácticamente igual que bajo las mismas pautas liberales y republicanas pero con un Partido Peronista de Izquierda, uno Partido Peronista de Derecha, uno de Centro y un Partido Antiperonista, que como ejemplo de pluralismo, tenía acceso obligatorio al 25% de los cargos públicos, un porcentaje mucho más alto de lo que sacaban en las elecciones. Sin embargo, el Gobierno era poco menos que un lavarropas automático. La mayoría gente iba de su casa al trabajo y del trabajo a su casa y sólo se entregaba de cuerpo y alma al mensaje de La Voz, que dos veces al año traía a todas las mentes las Recomendaciones del Consejo de Sabios.Ahora, en una esquina del bajo, Carolina Natalia, enmudecida como la multitud que miraba hacia el espanto que transmitían las pantallas, apelaba a su fe clamando por sentir a través de su mente la paz melodiosa que antecedía a los mensajes. Era el único instante de su aburrida vida en que nada se explicaba pero todo parecía tener sentido. Pero el Consejo de Sabios no se había expedido desde hacía casi más de un año, justo antes de que el Movimiento Purificador (MP), un grupo conocido popularmente como la Secta del Agua hiciera su aparición inundando Nordelta en un golpe que constituyó una compleja obra de ingeniería. El MP se había anunciado como salvador del mundo en la senda de Noé y prometía, a falta de diluvio, una inundación completa que arrasara con la existencia pecaminosa y corrupta de la Recopa. La Secta del Agua acusaba al Comando Estratégico Superior Ejecutivo y al Consejo de Sabios de haber traicionado la Idea de Patria Peronista en un mundo donde subsistían las desigualdades e injusticias entre las Franjas Ciudadanas y las Zonas de Libre Tránsito, y prometía la muerte por ahogo para todos los traidores. Desde entonces, el Consejo no se había pronunciado, aunque era improbable que hubieran sido víctima de la secta. Pero el pánico que había generado el hongo atómico y la aparición del nuevo actor en la escena hicieron a Carolina Natalia implorar por la aparición de los Sabios que le acercara tan solo un atisbo de luz en aquel momento de tanta angustia. Lejos estaba ella de sospechar que en ese mismo instante, el Consejo de Sabios estaba, de alguna forma, decidiendo el destino de su vida.

VI: Llegó la hora

Eran las 7:30 AM cuando Carolina Natalia alzó los brazos para ser escaneada por el control automático de ingreso al edificio R.U.L.E.R.O. 26/7, la construcción inteligente destinada a la provisión de servicios de atención al cliente para países árabes. Desde la fundación de la Recopa, el país se había convertido en el primer proveedor mundial de soja, metales, sorgo, pasta base de primofactileno, programación de videojuegos y servicios videofónicos de atención al cliente. El mundo de los Tapires había impactado profundamente sobre el reordenamiento económico del país. A consecuencia de la inyección de oxígeno y otras alteraciones de la biósfera, el efecto invernadero había desaparecido por completo, lo que había desatado una nueva oleada de productividad contaminante. Sin embargo, el exceso de eleuteronomios valentes en la masa gasífera inyectada del espacio exterior producía como efecto colateral el derretimiento de glaciares y el desprendimiento automático de los metales de la piedra que los contenían, lo que había

arruinado por completo atracciones turísticas como el Calafate, entre otros, pero a cambio de generar una industria de extracción metalífera de prácticamente nula mano de obra, que gracias al control de la Junta Nacional Reguladora de los Elementos más Pesados que el Helio (JNR-EPH), generaba excedentes para garantizar la importación de alimentos que abastecía a la nación toda. A cambio, las Comarcas habían abandonado todo otro tipo de producción que no fuera el sorgo y la soja, que por el mismo proceso del eleuteronomio se reproducía automáticamente en forma inteligente, generando una maleza propia que crecía desde los tallos de su extrema derecha y que destruía las zonas forestales linderas para luego expandirse instantáneamente hacia nuevas hectáreas y generar nuevos brotes que continuaban reproduciéndose. Casi todo el trabajo humano que se realizaba en las Comarcas consistía en combatir esta maleza, o mejor dicho, tenerla a raya, a fuerza de machetazos. El sorgo seguía produciéndose de manera tradicional pero el cambio atmosférico había degenerado su composición molecular convirtiéndolo en un poderoso alimento que garantizaba el 87,3% de los nutrientes que requería una dieta diaria. El único problema era que indefectiblemente generaba cáncer fulminante de páncreas en el 93,2% de la población mayor a 85 años y en el 99,8% de los mayores de 90. Pero las autoridades de la Recopa habían considerado que se trataba de un justo intercambio, el de tener una saludable vida durante tanto tiempo a cambio de mantener a raya la expectativa de vida, que en la última década había generado una serie de trastornos tales como el desabastecimiento de anfetaminas así como el colapso de los geriburdeles y otras instituciones nosocómicas.

Los menores problemas respiratorios que se ocasionaban a raíz de la existencia del eleuteronomio habían sido mayores de los que en épocas pasadas habían desatado los derrames de PVC y otras toxinas contaminantes. El precio era bajo por el beneficio que traía el nuevo ambiente. El eleuteronomio era el elemento primordial que utilizaban los eólicos aceleradores asintóticos de materia que producían la pasta base para el primofactileno, mezclando todo tipo de residuos. La Junta Nacional Reguladora de la Pasta Base (JNR-PB) administraba los aceleradores importados del Planeta de los Tapires y su producción era enviada enteramente a la India donde se destinaba a la fabricación mundial de termosoles y planchas habitacionales.

Dos minutos después de ingresar por la puerta principal, Carolina Natalia ocupaba la posición 17101945 del R.U.L.E.R.O. 26/7, edificio destinado a brindar servicios a las Pymes de la Unión del Magreb. El ambiente estaba conmocionado pero aún así la eficiencia adquirida en el funcionamiento de la FC no se había afectado ni bajo los efectos de un ataque atómico. Las caras visiblemente consternadas habían apurado sus respectivos pasos para comenzar a funcionar el día lo más ordenadamente posible hasta que llegara el descanso del primer turno a las 9:13:26 AM, cuando comenzara la siguiente oración a la Meca en la Región Cliente. Carolina trató de sostenerse en pie al llegar a su cubículo. Estaba realmente aturdida por las imágenes de la hecatombe nuclear ocurrida a kilómetros, pero, principalmente, ocurrida en el corazón de la patria. Se dio cuenta de que se encontraba al borde del llanto cuando tuvo que sortear dos veces el lector óptico de pupilas de su cubículo, que con las lágrimas refractaba la transmisión del láser. Luego de limpiarse con un pañuelo, intentó nuevamente y finalmente el panel de primofactileno avalganado cedió.

Sin embargo, seguía sin reaccionar. Le costó otros dos intentos poner en funcionamiento el cubículo con el parpadeo en clave morse del pass. Errores como ese le podían costar una sanción y hasta ser degradada a la categoría “aspirante” en aquel trabajo.

Carolina Natalia había superado la etapa de aspirante alcanzando la clasificación ABC1 para desempeñarse en el rango inferior de uno de los dos empleos de alta gama de las FC: videoconferencista de atención al cliente. El otro era programador de videojuegos, pero lo que ella sabía de idiomas desconocía en absoluto de informática. Como suboficial cuarto llevaba apenas tres días de trabajo en su primer empleo, pero en la explanada de descanso del primer nivel ya se corría el rumor de que al fin de la semana su nombre se ubicaría en las primeras posiciones del ranking por el premio al empleado del mes. Nadie sabe que su aptitud poco tiene que ver con la profesión y sí con su talento para excitarse con el oír de voces hablando la lengua de Shakespeare y Mr Bean.

En la mañana agitada la suerte comienza a acompañarla. Superado el trance emocional, el cubículo de primofactileno se pone en marcha. Desde uno de los bloques emerge un tubo que dispara una decena de rayos que proyectan una pantalla en el aire. Carolina Natalia elige el menú cuatro y del techo abre un tobogán por el cual se desliza un puf y una taza hermética. El haz de luz se reconvierte y pasa a proyectar dos imágenes: una pantalla sobre uno de los paneles laterales y un teclado a la altura de las manos de Carolina Natalia. Al instante aparece el primer cliente, un egipcio que tiene la inconsciente delicadeza de hablar en un inglés pausado y que no está tan mal. El hombre, de unos cuarenta años bien llevados, va despertando el hormigueo que se acelera con el correr de los minutos de diálogo, hasta que el orgasmo disimulado arribará con la sonrisa cómplice del cliente que entiende qué es lo que sucede al otro lado del océano pero mantiene una fingida indiferencia para no poner en riesgo cuestiones de negocios.

Finalmente, otro cliente satisfecho con apenas una dosis terapéutica de Femshock para asegurar la operación. Carolina Natalia trata de recobrar la compostura. Ellas corren precipitadamente y se pierden en el agujero sin fin de algún lugar de su cuerpo que todavía no logra localizar, pesadas y satisfechas desaparecen hasta el próximo llamado. De pronto se siente observada y con la necesidad de una ducha o de mascar pastol, se acomoda la ropa como si se la hubiera desacomodado durante el trance y no puede evitar reírse del final del diálogo, que ha concluido con una inminente transacción. “I’ll call you later, good bye”, dice el galán inadvertido y ella larga una carcajada cuando el rostro desaparece de la vista y la pantalla se ennegrece, pensando que al final los hombres son todos iguales, aún involuntariamente.

Media hora en el cubículo le han hecho olvidar por completo el mundo exterior. En estado de trance, ya se olvidó de la bomba atómica que borró el Altar de la Patria Peronista. Ya no tiene noción de los denominados Purificadores Auténticos, un grupo al que Crónica Cadena Nacional ha rebautizado como la Secta del Fuego. Ya no le quedan vestigios del terror que le a aguijoneado la carne, ni del sentido que ese pánico le dio al hastío con que amaneció otro día hermoso, maldición, aquel no era un día como los demás, pero el éxtasis hace que se desvanezca mansamente la tensión en sus músculos. El universo entero se ha ido por el tobogán que aspira la taza hermética con restos de café preparado al estilo tradicional. Después de todo, trabajo duro y buen sexo son suficientes para que cualquier ciudadano común no se inmiscuya en preocupaciones si la vida está a salvo. Y Carolina Natalia es después de todo una ciudadana común a la que poco le importan los vericuetos de la política y que solo se preocupa cuando el miedo la acecha, como cuando apareció la Secta del Agua y ella estuvo tres días sin dormir por la angustia a morir ahogada en un tsunami provocado artificialmente por el Movimiento de los Purificadores. Aunque el discurso apocalíptico de la Secta del Agua chocaba con la piedad de sus actos, que venían precedidos de un alerta dado a la población para evitar víctimas. Movido por influencias

ascéticas de la Escuela Científica Peronista Basilio, el MP acusaba al gobierno de la Recopa de ahogar al pueblo en la decadencia consumista y promovía la purificación bautismal torrentosa. Pero el desastre de Nordelta se convirtió en la Nueva Venecia merced a la intervención de un fondo buitre de inversión con capitales holandeses, y pronto los ataques del MP se trastocaron en pintorescas intervenciones urbanas de las FC, como el resonado caso de los canales de Belgrano, que pasó a llamarse Palermo Amsterdam y se convirtió en la zona más cotizada de la FC Central Norte. Carolina Natalia llegó, incluso, a sentirse atraída por las acciones del MP y junto con su amigo y dealer Vilelo, habían logrado contactar a un conocido de un primo de alguien que tenía una idea de quien podía integrar la Secta, pero sus investigaciones la habían llevado por el camino más atractivo de encontrar a la funeraria Plastilín. Se sabía que la casa de velatorios errante era la tapadera que usaban los narcotraficantes del Primer Comando Capital, los marcolistas que controlaban la mayoría de las ZTL para asegurar el tráfico de cocaína a través de cadáveres embalsamados con la droga que quedaban listos para consumir una vez cremados. Pero la leyenda del payaso Plastilín persistía y Vilelo y Carolina Natalia se habían dedicado sin éxito durante un tiempo a intentar descubrir la casa de velatorios a medida hasta que el aburrimiento pudo más y el pastol y el femshock la devolvieron a la rutinaria vida de casa al trabajo y del trabajo a casa.

Mientras el kilométrico hongo dispersa su lluvia radioactiva por la Región Tercera, que abarca la Comarca Pampeana, la FC Metropolitana del Sur y las ZTL que las rodean, Carolina sigue sumergida en su olla de abstracción y se prepara para el siguiente llamado, esperando descansar un poco con algún saudí que le dialogue en la lengua del Profeta o al menos un marroquí que balbucee el español. Pero la escenografía del cubículo se esfuma para dar paso a Crónica Cadena Nacional, que abofetea la conciencia dormida de Carolina Natalia. El rostro de Catarineti muestra una crispación digna de aplaudir porque el solo gesto alcanza para saber que aún algo más terrible ha pasado y que debe informarse aún, algo tan grave como para que la cadena transmita en fase 4, a través de todos los circuitos disponibles. El locutor oficial lo explica brevemente: un Tapir macho ha muerto en la explosión. Pero cuando parece que va a agregar algo más, la señal desaparece súbitamente.

Ahora, sí, el horror. Carolina Natalia ni tiempo tiene para darse cuenta de que la señal volvió con un Catarineti desfigurado narrando con una voz impostada el comunicado número dos del PA en el que declara el “incendio purificador prolongado de carácter integral contra el traidor gobierno de la Recopa, hasta que nazca el hombre nuevo de la patria en cenizas”. Tampoco tiene capacidad para preguntarse lo extraño del caso: ¿por qué había Tapires en el Altar de la Patria y más aún, por qué había Tapires Machos? Bien sabido es que a causa del implante del melón, los Tapires machos son una especie inferior que rara vez se ve por la Tierra, que ya de por sí tiene restringido el descenso de Tapires por propia voluntad del gobierno del planeta paquidermo, que quiere mantener la paz con sus principales socios en el espacio. De vez en cuando se ven algunas funcionarias Tapires en algún acto de la ONU y muy ocasionalmente en otro evento. Pero todo eso le importa poco y nada a Carolina Natalia. Lo importante es que se trata de un Tapir por lo que se violó el convenio internacional de preservación a toda costa de la paz y la vida de los visitantes, so pena de un bombardeo generalizado en represalia a toda la nación de quien cometiera el delito de paquidermicidio. Ahora sí le espera la muerte, maldición, no va a ser un día como los demás.

Dispuesta a perecer bajo una sobredosis de Femshock, Carolina Natalia ya no le presta atención a la imagen que se refleja sobre el panel de primofactileno simple hasta que

Catarineti advierte un comunicado de último momento en el cual ya se detectaron la identidad de algunos supuestos integrantes del PA que estarían involucrados en la hecatombe. Entonces, se queda absorta.

A las 9:21, Carolina Natalia no puede creer que Crónica Cadena Nacional esté transmitiendo a todo el mundo su foto tres cuartos de perfil derecho, con la leyenda impresa “Buscada” abajo a la izquierda.

VII – Lo inexplicable

El haz del láser que brota desde uno de los paneles de primofactileno simple queda congelado durante varios segundos sobre la misma imagen: es el rostro de Carolina Natalia cuando niña, un primer plano recortado borrosamente sobre una estampa azul de fondo y una mano de sólo cuatro dedos repletos de anillos multicolores que cae sobre su hombro. Se trata del rostro de una niña de unos nueve años. Carolina Natalia recuerda bien la foto original, más amplia y sin el azul eléctrico de fondo. La mano derecha de Nutricia Lechuga era inconfundible no sólo por la ausencia del dedo meñique sino por la constelación de argollas – usaba unos seis en cada dedo – y las uñas pintadas cada una con un color distinto. Nutricia nunca le había contado cómo se le había secado la mano (un accidente decía) y se había negado rotundamente a cualquier tipo de rehabilitación o implementación de artefactos robóticos que le devolvieran la vida a aquella extremidad, que había quedado como el depositario de sus más barrocas expresiones de make up. A cambio, había desarrollado una extraordinaria habilidad con su mano tanto para ejecutar las técnicas más mortales de la omoto-kyo como para limpiar el palafito de San Fernando en unas tres horas.

En la foto original, de la que Crónica Cadena Nacional (CCN) reproduce el rostro de Carolina Natalia, ambas están no sobre un fondo azul sino en uno de los puentes sobre el Hueco de la Paz, uno de los tres cráteres de doscientos metros cuadrados creados artificialmente mediante explosiones controladas sobre el Área de Protección Internacional de la Triple Frontera (API-TF). Mientras sus padres esquiaban en Cariló, Carolina Natalia había viajado con Nutricia Lechuga en un tour escolar destinado a conocer la mayor obra de ingeniería del siglo: los Extractores de la Base Militar Internacional del Acuífero Guaraní, que alimentaban el Acueducto Internacional 1 que conectaba la API-TF con Europa y Estados Unidos.

Carolina Natalia no tiene ni idea de cómo se explica lo de la foto pero sabe que en cuestión de segundos llegarán hasta ella. Roberto Catarineti señala que fuerzas de elite de la Compañía del Orden (CdO) han logrado detener a un sospechoso que habría detonado la bomba con un mensaje enviado desde su handbook. Según Catarineti, del dispositivo se pudo recuperar una gran base de datos de una supuesta organización entre la que figura la niña de la foto, archivada bajo el nombre de “Comandanta Gaviota”. Comandanta Gaviota era el sobrenombre que su amigo y dealer Vilelo le había dado para arreglar las compras de Pastol. CCN no da información ni señas sobre el detenido, de modo que Carolina Natalia no tiene idea sobre si su amigo está implicado en el ataque nuclear. Recuerda que ella misma hizo el recorte de la foto, para dejar el rostro de la niña con la mano anillada, y la colgó como identificación en todas sus Redes No Oficiales, es decir en aquellas no públicas que no requerían su verdadera identidad.

Cuando sea detenida, Carolina Natalia cree que podrá explicar toda la confusión y se aterra al pensar en que, aún cuando le creyeran, le tocan dos años de reclusión forzosa en El

Campito, el Lugar de Recuperación de Drogadictos (LRD) del Área Reorganizada de Buenos Aires. Pero de todas maneras, eso es nada comparado con el estar involucrado en un ataque terrorista con bombas atómicas y nada menos que sobre el Altar de la Patria Peronista.

Pero son las 9:24 minutos y ninguna fuerza de seguridad ha irrumpido en el R.U.L.E.R.O. 26/7. CCN deja de transmitir pero la pantalla no le pone ningún cliente programado. En lugar de eso, se escucha la voz de locutora de la programadora central que invita a todos los empleados a dirigirse hacia el Salón de Esparcimiento Posfordista y Pelotero para la puesta en marcha del plan de emergencia ante la inminencia de nuevos bombardeos atómicos. Carolina Natalia sospecha que se trata de una forma elegante de capturarla sin alterar la producción pero no tiene más remedio que salir. Sin embargo, al llegar al salón comprueba que el estado de normalidad y de calma se mantiene a pesar de que CCN retoma sus transmisiones y desde la pantalla plana gigante que atraviesa el pelotero, Catarineti está ratificando con su lectura un segundo comunicado del PA en el que anuncia que proseguirán las embestidas atómicas contra “los traidores gorilo-cipayo-mediopelistas- del Comando Estratégico Superior Ejecutivo y sus aliados oligo-impero-pentagonistas del MP”.

Entonces, el locutor anuncia que se activará el sistema pronosticador de rostros y nuevamente la foto sale en la pantalla. Carolina Natalia está paralizada de miedo al saber que en unos segundos será reconocida. Pero el pronosticador reconstruye un rostro muy diferente al suyo. La foto de la mujer adulta que aparece al lado de su foto de niña no se parece en absoluto a ella. Y Catarineti se refiere a que el CDO identificó a la Comandanta Gaviota pero no da mayores pistas sobre la incriminada. Su foto y la de la mujer reconstruida siguen adornando el plasma gigante, algo muy raro está pasando y Carolina Natalia se dispone a averiguarlo.

Distraídamente, se dirige hasta su cubículo y toma su bolso, luego enfila hacia el baño más cercano. Saca de su bolso un bulto negro que le regaló Nutricia Lechuga de uno de sus viajes al Cipango. Se trata de un obsequio carísimo que su protectora sirvienta le dio para cuando una ocasión muy especial lo requiriera. Del bulto negro, Carolina Natalia extrae un aerosol con un pequeño monitor que activa con el roce del pulgar, selecciona en el menú, se quita toda la ropa a excepción de la bombacha anaranjada, y comienza a rociarse por todo el cuerpo. El aerosol va expulsando fibras de algodón que al chocar contra el cuerpo se van aglutinando y formando una especie de vestido instantáneo. Cuando termina de vestirse, coloca su ropa dentro del inodoro, reprograma el monitor del aerosol y se rocía todo su cabello, que automáticamente se va duplicando su extensión, cambiando el color a un rubio ceniciento y armándose en una trenza cosida.

Cuando completa la transformación, sale lo más rápido que puede pero tratando de mantener la elegancia y la sobriedad, se dirige a la puerta de salida y camina hacia el molinete de visitantes. Al apoyar su mano sobre el lector, suelta la respiración. No han sonado las alarmas ni le ha caído sobre su cabeza ninguna red de seguridad. Por lo visto, no sólo su rostro sigue en el anonimato, tampoco sus huellas digitales están en la mira de la CdO. Su salida queda registrada y tendrá otro problema laboral más, pero por el momento la gambeta sirve porque el guardia del costado derecho – por donde entran y salen los visitantes- no la conoce, y Héctor José, el guardia que está en el otro extremo, está demasiado lejos como para reconocerla rápidamente y bajo el raro peinado nuevo. Todavía no son las diez de la mañana pero parece que hubieran pasado semanas desde que empezó el día. En la calle, la mayoría de las personas sigue absorta la transmisión en

directo desde la zona de la hecatombe, con el hongo de humo y polvo detrás, que aún no se disipa. Carolina Natalia agradece que nadie tenga ojos para mirar el vestido adherido al cuerpo y apura el paso en dirección a la estación del submabús.

Aunque han pasado pocos minutos, repetir el ritual de apoyar los dedos contra el lector óptico de la entrada se asemeja bastante a meter la cabeza en las fauces de un león de circo. En dos segundos que tardan una eternidad, Carolina Natalia empuja con la cadera el molinete y se encuentra dentro. Pero antes de abordar corre otra vez al baño de la estación. Se mete en un inodoro, baja la tapa, quita una pequeña tabla que lleva en su bolso y se la pone sobre las piernas.  Extrae una lapicera, que despliega sobre la tabla. Erguida sobre la base, la "lapicera", se enciende Desde la punta, un haz de luz proyecta sobre la tabla un teclado virtual y otro haz, contrapuesto, dibuja sobre la puerta del baño una pantalla de 1024x768 pixels que le pide la contraseña en amable mandarín. Carolina Natalia desliza sus dedos sobre el teclado, que actúa mediante un sensor infrarrojo 3D. Después, acerca su ojo hacia la lapicera, para que el lector de retina otorgue su consentimiento. No hace falta que advierta a sus padres porque no hay forma de que éstos no hayan visto la foto, pero necesita un segundo para hacerle una sola pregunta a Nutricia Lechuga. Pero ninguna de las redes le permite acceder a la kitchcam de su casa materna para contactarse con la falsa criada.

Puede ser una señal de que algo sucede en torno a ella, pero decide ir igual. Después de diez minutos, se encuentra en la terminal del submabús de la Franja Ciudadana Norte, con un nuevo panorama: toda la zona está plagada de tropas de la CdO. En la correspondiente pantalla gigante que corona el hall de la estación, el presidente Delfor Borlengui de la Serna Cooke anuncia la implantación del estado de sitio y el toque de queda a partir de las 12 horas. Toda la población deberá permanecer en sus casas desde el mediodía. Carolina Natalia vuelve a atravesar por la experiencia de la boca del león, y vuelve a salir indemne. Una vez afuera se dirige a los muelles y aborda una lancha taxi en dirección a los palafitos de San Fernando. Pero al llegar al cruce de canales donde está su casa, otro escalofrío le sube por la espalda, aunque van perdiendo intensidad con el correr del día y de las sorpresas: el barrio termina abruptamente allí. Sin decir nada, Carolina Natalia paga el taxi y desciende sobre el muelle de quebracho rústico y contempla el gran espejo de agua que se ubica donde estaba su mansión, que ha desaparecido como si se hubiese hundido cual Titanic. Pero no hay rastros de la construcción de tres pisos, que no puede haberse sumergido en un canal cuya profundidad no supera los tres metros. Para colmo, el lector mínimo de lapicera le indica que no hay señal de ningún tipo. Eso sí que es definitivamente extraño. Le queda poco más de una hora para atravesar toda el Área Reorganizada y volver a su habitáculo de primofactileno en la Franja Sur antes del toque de queda.

Entonces, alguien le espeta un “hola” a sus espaldas. Carolina Natalia se da vuelta para descubrir que quien la saluda es su amigo dealer Vilelo.

VIII – Fuga en el Siglo XXI

Carolina Natalia quedó estupefacta al ver la cara tajeada de Vilelo que sonreía como si fuera, maldición, un día como los demás. El tipo no parecía muy perturbado por la desaparición de la mansión familiar-había estado allí un centenar de veces en los últimos años- ni por el pedido de captura de una señora que, cuando niña, era la foto de Carolina Natalia que ella le había regalado y que de alguna forma había llegado hasta los servicios de inteligencia de la CdO, que a su vez la relacionaban con el bombardeo atómico de la mañana. Seguramente había ingerido algunas galletas sazonadas con pastol molido y disecado, amén de otra cantidad abundante que solía fumar diariamente. Pero los ojitos del muchacho no se encontraban lo suficientemente rojos como para justificar su calma. Vilelo dijo que tenía la foto escaneada en la handbook que le había empeñado a Logan la última vez que había adquirido un lote de pastol. Por lo tanto, si los CdO habían obtenido esa foto era porque Logan, el distribuidor mayorista de tercer rango según la organización distributiva del Primer Comando Capital (PCC), tenía algo que ver con los purificadores auténticos. O tal vez fuera que éstos estuvieran relacionados con los marcolistas.

Antes de cualquier pregunta o reproche, Vilelo se despachó rápidamente con que nada tenía que ver con el asunto de la foto, le devolvió el original a Carolina Natalia, y contó que se había preocupado cuando le avisaron que Logan llevaba dos días desaparecido y luego se había asustado de verdad cuando la fue a buscar a su cubículo de la FS y en su lugar se había topado con la inauguración del spa del Sindicato de Desarrolladores de Videojuegos sobre la Guerra de los Balcanes, uno de los gremios más poderosos de las 11010 Organizaciones Ciudadanas. Al principio creyó que se había confundido pero al constatar la dirección comprobó que era el antiguo taller reciclado en donde se ubicaba el cubículo de Carolina Natalia y sospechó que había pasado algo, ya que había realizado apenas dos días antes la última entrega de mercadería en esa antigua construcción. Entonces trató de ubicarla a ella pero en el R.U.L.E.R.O. 26/7 le habían informado que había sido despedida hacía algunas horas por abandono de trabajo sin causa justificada, por lo que supuso que se había metido en problemas a causa de la foto de la niña y decidió buscarla en la casa materna.

La conversación fue interrumpida por los altavoces de Crónica Cadena Nacional instalados en las esquinas de los barrios en donde la falta de pantallas gigantes era reemplazada por pequeños monitores de plasma ubicados en los postes de los semáforos. La voz de Raymundo Catarineti, el locutor vespertino más conocido como Catarineti chico, reiteraba a la población que en minutos comenzaría el toque de queda y que era obligatorio la permanencia de la población en sus casas. Carolina Natalia y Vilelo estaban en un problema: no tenían casa dónde ir, por lo que consideraron que lo más conveniente era pasar hacia la ZTL a la altura del Tigre y buscar rápidamente refugio en alguna pensión de la zona. Era peligroso pero quedarse en la FC significaba invariablemente ser capturado por la CdO y exponerse a que descubrieran la relación con la foto y la handbook. Solos en aquel paraje acuático, ambos caminaron hacia el canal colector en búsqueda de algún taxi que los llevara hasta el Cruce de Frontera Interior (CFI) del Tigre, la salida más cercana hacia la ZTL. Tuvieron suerte. Una vieja moto acuática con sidecar los recogió en segundos y los trasladó hasta el paso aduanero. El chofer metía miedo más que por la cara justamente por no haber puesto reparos, aunque los pasos estuvieran por demás atiborrados de tropas de la CdO. El CFI no es la excepción, además de algunos cuantos moradores de la ZTL que tienen la suerte de trabajar en las FC y cobran en Compañeros Convertibles

(CC$). Vilelo le advierte a Carolina Natalia que sea mejor que avancen por separado y le entrega un papel escrito con tinta con una dirección que, aclara, es un par de cuadras apenas cruzando el CFI. Le aconseja preguntar allí por Logan de parte de él si es que llega primero. Carolina Natalia acepta y se dirige al baño de la gran estación del CFI, escoge la última puerta de los inodoros y rescata el aerosol. Al rozarlo con los dedos, la pantalla le informa que le quedan dos aplicaciones completas. Entonces gira el pulverizador y escoge la opción “disolver”, e inmediatamente un chorro de aire le va corriendo por todo el cuerpo, desintegrando la ropa. Luego vuelve a programar en aerosol en modo “normal” y se rocía nuevamente en dos tandas, primero una blusa cerrada y luego un jean. Finalmente vuelve a reprogramar el aerosol, que transforma la trenza en un corte carré.

Al salir del baño se topa con la foto de Vilelo en la pantalla, pero una foto actual, mientras la inconfundible voz de Catarineti padre grita ‘urgente’ y procede a informar la existencia de más implicados identificados en torno al atentado al Altar de la Patria Peronista. No tarda en darse cuenta de que el tumulto que se produce a unos veinte metros tiene que ver con la inminente captura del buscado. Pasados unos segundos de refriega, Carolina Natalia se contiene al ver la silueta de Vilelo dentro de la Unidad Básica de Detención, una especie de jaula de primofactileno transparente desplegable que las CdO implementaron para encerrar a alguien cuando lo detienen. Sin embargo, nadie repara en ella, acaso porque están buscado a la joven rubia de pelo trenzado que hasta hace unos momentos acompañaba al presunto terrorista.

Carolina Natalia mantiene la respiración cuando vuelve a atravesar otro control, esta vez el del CFI, pero no hay modo de explicarse por qué pasa sin ningún sobresalto estando la foto, aunque sólo ella sepa que el pronosticador de rostros ha sido un fracaso de la tecnología de última generación. Sin gastar tiempo y energía en preguntarse sobre el destino y la suerte de Vilelo, camina un largo pasillo hasta alcanzar un mostrador de estaño en donde los funcionarios municipales de la ZTL la examinarán sin hacer preguntas y con un gesto lastimoso.

Entonces, entra por primera vez en su vida en una ZTL y no tarda segundos en aturdirse y recordar ese sentimiento llamado miedo, al tiempo en que un huracán de voces reales e imaginarias la va envolviendo. “Cambio, chipá, amiga compre, una moneda para comer por favor, masaje bucal a 100 los cinco minutos”. La fotografía que se extiende sobre sus pies lejos está de parecerse a los cándidos paisajes de las fotos que podía cliquear en Manual Online Kapeluz del Niño Peronista. Una horda de gente y mucha basura y un olor a mierda tremendo se esparce por la cuadra atestada de tiendas hechas con bolsas de plástico. Unas tropas de la Guardia de Carabineros Municipales (GCM) están ordenando despejar la calle ante el inicio del toque de queda. Carolina Natalia se acerca al oficial pero antes de que pueda preguntarle por la dirección que le dio Vilelo, el agente del orden amenaza con aplicarle un toque de picana de baja intensidad al grito de ‘circulen’. A punto de llorar, es empujada por la masa sin rumbo que la lleva hasta la esquina de lo que parece ser un muelle. Carolina Natalia se guarda las lágrimas al descubrir que está en el borde de uno de los Espacio de Recuperación Material (ERM). Como parte de las obras de infraestructura de las Franjas Ciudadanas se construyeron miles de kilómetros de cloacas inteligentes que no sólo transportaban desechos humanos sino todo tipo de basura. En los ductos se iban separando en el torrente los distintos tipos de materia de acuerdo al peso gracias al diseño de las gigantescas cañerías. Cada veinte cuadras había un depósito seleccionador que por sensores y rejillas filtraba toda la basura que pudiera ser destinada para la elaboración de pasta base de primofactileno. El resto seguía con la corriente hasta

terminar en los ERM, unos gigantescos piletones ubicados en las ZTL en las que el agua se recuperaba mediante un bombeo que la ponía en circulación hacia plantas potabilizadoras. Lo que quedaba era un fango de residuos en los que el público contaba con la libertad de mercado de poder pescar, literalmente, todo aquello que pudiera ser reciclado. De esta manera subsistía al menos el 20% de la población de las ZTL. C

Carolina Natalia miraba cómo un padre de familia y sus tres hijos de entre seis y diez años luchaban para maniobrar el largo mástil de un mediomundo del tamaño de una camioneta con el fin de rescatar del limo una zapatilla y una manta cuando sintió que la palma de una mano se adosaba a sus cachetes como si tuviera ventosas y antes de que pudiera gritar sintió que la otra mano pugnaba sin éxito por meterse entre las fibras del algodón a la altura de las tetas y pudo distinguir que se trataba de un carabinero. Sorpresivamente, sin dejarse dominar por el miedo giró la cadera y en un rápido movimiento de omoto-kyo se había puesto a la espalda del vigilante y extendía los dedos a unos cinco centímetros de su cuello mientras recitaba un mantra secreto. Cuando el carabinero llegó a los 43 grados Celsius de temperatura corporal, Carolina Natalia lo soltó y antes de que tuviera tiempo de recomponerse, se le acercó al oído y le dijo que la esperaban cien Compañeros Convertibles al que la llevara a tal dirección. El Carabinero se recompuso con una facilidad asombrosa aunque estaba completamente aturdido por la repentina fiebre, gracias al saber que podía obtener el equivalente a un millón de Compañeros “comunes” (C$) billetes que sólo servían para traficar en la ZTL, pero en este caso un monto que superaba con creses su sueldo básico.

El tipo la tomó del brazo pero con amabilidad y comenzaron a caminar por el terraplén en donde centenares de familia trataba de pescar con mediomundos lo que pudieran del fango del ERM para después venderlo en la feria más próxima. Caminaron hasta doblar en una esquina, en la Avenida Juan Perón, un bulevar con palmeras y los cordones pintados de blanco, una escenografía de lo más extraña para quien hubiera vivido toda su vida dentro de las FC. Dos calles hacia adentro por la avenida encontraron la dirección. Era una casa vieja con un portal como de iglesia. Carolina Natalia tocó el timbre y desde adentro una vieja le preguntó a quien buscaba. “A Logan, de parte de Vilelo” contestó.

Apenas unos segundos después, el piso se abría y Carolina Natalia y el carabinero se deslizaban por un tobogán gigante, pero el milico quedó suspendido en unas redes que salieron de las paredes. Después de la pendiente inicial, la caída se hizo menos pronunciada hasta que suavemente, Carolina Natalia detuvo el movimiento de su cuerpo al final del tobogán y dio un saltito hacia el piso. Estaba en el extremo de una habitación iluminada con luces fluor. En el centro del cuarto, había una mesa con un lo que parecía ser un cadáver desnudo y pintado de gris y alrededor, sentadas, seis personas. Carolina Natalia vio que cada uno de los comensales tenía una pajita larga, del tamaño de dos palitos chinos puestos consecutivamente, y que todos se dedicaban por turnos a aspirar placenteramente sobre lo que en realidad era un cuerpo momificado mediante el método de impregnación con el famosísimo compuesto de erythroxylum novo. Gracias a la maestría de los embalsamadores, el cadáver mantenía su forma pero se desvanecía en polvo a medida que era aspirado. Por primera vez en un tiempo, Carolina Natalia se puso contenta. Había llegado, sin ninguna duda, al corazón de la funeraria Plastilín, aunque no tenía ni idea de por qué Vilelo no le había anticipado nada durante el último viaje.

Dos hombres se levantan de la mesa y se dirigen hacia ella. Están vestidas con un pantalón de pijama azul y la camiseta alternativa de Gimnasia y Esgrima La Plata.

“Vamos”, dicen. “¿A dónde?” pregunta Carolina Natalia. “A ver a Logan”, responde el más alto de los tipos. El otro da un golpecito en la pared, que cede y deja paso a un largo pasillo por el cual los tres caminan durante casi cinco minutos. Al final llegan a otra sala donde otro hombre con el cabello peinado con la raya muy al costado está sentado al frente de un teclado de commodore 64 al que aporrea sin parar. “Acá está, Logan”, dice uno de los hombres.

El tipo de la computadora se para y le sonriente, le dice a Carolina Natalia “Gracias por venir, espero que nos expliques en qué nos metiste”. Ella se prepara para tratar de ser convincente al narrar que no, que tampoco tiene idea de lo que está pasando. Pero en ese momento, ambos quedan paralizados porque sienten dentro de sus cerebros que es La Voz la que está por hablar. Primero viene el zumbido, seguido de los cantos del zong y el dung kar, y finalmente La Voz: pero en esta oportunidad, el mensaje es breve, enigmático y desesperanzador. “Hay que desensillar hasta que aclare” dice La Voz, y luego se pierde junto con los instrumentos y el zumbido. Carolina Natalia y Logan se miran en el silencio quebrado por La Marcha que antecede a una nueva transmisión de Crónica Cadena Nacional en la pantalla del televisor en blanco y negro conectado a la Commodore, con la voz de Catarineti que anuncia que un grupo comando de los Purificadores Auténticos ha tomado las centrales nucleares de Atucha I, II y III y que amenaza con hacerlas volar si no le entregan viva a la señora resultante de la niña de la foto que, denuncian, está detenida por la CdO. Pero la CCN es interrumpida por una señal extraña, una imagen batic con colores calientes que traspasan incluso las limitaciones técnicas del televisor blanco y negro. El fondo pasa a una panorámica del cielo de Buenos Aires cubierto con una centena de naves paquidermas mientras una voz femenina de fondo reclama “que aparezcan los tapires machos secuestrados, o será el fin de la República Completamente Peronista

IX – El secreto de los tapires machos

La imagen de las gigantescas naves paquidermas en el viejo televisor blanco y negro Ranser de 28 pulgadas dejó en silencio por un momento a Carolina Natalia y los tres hombres en la habitación ubicada en algún lugar subterráneo de la ZTL. El tipo llamado Logan dice “esto se complicó más de la cuenta”, e inmediatamente da unas órdenes a los otros dos por medio de señas, que responden al unísono tecleando sobre el blanco total de una de las paredes. Respondiendo a una tecnología que Carolina Natalia ni siquiera sospecha, el panel se abre en dos hacia arriba y hacia abajo y se convierte en la puerta de entrada de una pequeña estación terminal de un ferrocarril monorriel enano de unos diez metros de largo.

Los dos hombres suben al transporte y luego Logan toma del brazo a Carolina Natalia y la invita o la obliga amablemente a subir también. El dispositivo se asemeja al vagón de una montaña rusa pero con un cerramiento hermético y en la parte delantera cuenta con un tablero similar al de un clásico submabús de línea, incluyendo una pantalla que continuaba con la transmisión en directo de Crónica Cadena Nacional. Logan ordenó al que estaba al volante, al que llamó Sanders, que se pusiera en marcha en dirección al Distribuidor 3. La nave comenzó a zumbar y salió disparada a 323 km/h por un túnel iluminado por dos hileras de focos de luz ultravioleta.

El viaje se prolongó durante tres minutos a través de una parte de la red de 800 kilómetros de túneles construidos por las fuerzas del PCC- Regional Argentina (PCC- RA)

una de las organizaciones más importantes de la V Internacional Marcolista y que gobernaba de facto en prácticamente toda la geografía de la ZTL. La construcción de los túneles había demandado apenas seis años, una inversión de 200.000 millones de Compañeros Convertibles (CC$) y la muerte de los dos millones doscientos mil Hongos, trabajadores, con cuyos cadáveres reutilizados para el consumo de erythroxylum novo se había financiado parte de la obra. La telaraña de túneles interconectaba una centena de sectores de acopio, producción, descanso y esparcimiento, entrenamiento, formación y el propio cuartel del PCC-RA, además de miles de ductos de Intervención Urbana (IU). De esta forma, el Partido no solo contaba con un sistema de producción y circulación de la mercadería sino con un sistema represivo que, gracias a la IU, funcionaba aceitadamente y había permitido que en los últimos años descendieran los niveles de inseguridad en la ZTL. Por supuesto que el accionar de los sistemas de IU a cargo de las Tropas Especiales de Guerra (TEG) era sólo uno de los elementos que garantizaba el pacto social de facto establecido por el PCC-RA, que se sostenía gracias a la integración económica de los sectores más desfavorecidos por la legalidad impuesta en la Recopa.

No más del 50% de la población de las ZTL sobrevivía como trabajadores domésticos, de limpieza y de paseadores de mascotas, o empleos similares, en las Franjas Ciudadanas, o bien de la pesca y reventa de de residuos duros –ropa, electrodomésticos, cartón, papel, etc.- en los Espacios de Recuperación Material (ERM), o bien en las tareas, de comercio y de servicio de los denominados Negocios Relacionados (NR), que incluían los casinos, prostíbulos y Consumideros que se ubicaban en las Bandas de Traslado (BDT) – las zonas militarizadas que rodeaban las autopistas destinadas a comunicar distintas Franjas Ciudadanas.

La otra mitad de la población que habitaba en la ZTL sobrevivía gracias el empleo en el sistema económico del PCC. Aunque de la producción de cadáveres embalsamados para el consumo de erythroxylum novo estaba en manos de la organización –eran miles, aunque no se sabía cuántos; todos los integrantes de la cadena de mando del PCC-RA habitaban en los túneles, a excepción de los “Aspirantes”, la categoría más baja del Partido, que se encargaban de las tareas de superficie- el negocio minorista del narcotráfico y sus derivados generaban una masa crítica de empleo estable y con protección garantizada. Los Aspirantes manejaban las diversas tareas administrativas de los NR, distribuían en forma mayorista el pastol de primera calidad destinado a las FC y la pasta base para el mercado interno; ordenaban los grupos de reventa, se encargaban del reparto del Papel Prensa, los cupones de pago equivalentes al 50% del salario de los vendedores minoristas, cuyo valor nominal era igual a un CC$ pero que sólo servían para cancelar deudas en los NR o para la compra de pasta base. También reclutaban a los Hongos que formaban los grupos de apoyo a las TEG. Los aspirantes rendían cuentas a los Enlaces, el escalafón superior inmediato que cumplía tareas de superficie pero ya vivía en los túneles. Los Enlaces también se encargaban de los Campos de Selección de Reclutas donde se internaban a mujeres hongos jóvenes para desintoxicarlas, lobotomizarlas y enviarlas a los prostíbulos de las BDT.

Enlaces y Aspirantes también se ocupaban del control de los registros civiles. Para traficar la cocaína, que todavía seguía prohibida en la Recopa, aún se mantenía el transporte clandestino de la mercadería, con túneles provisorios, mulas que pasaban pequeñas cargas a través de los CFI, invasiones relámpagos de TEG paracaidistas y buzos tácticos. Sin embargo, todo eso, al igual que la producción del recreativo e inofensivo pastol, no formaba más que el folklore del Partido, que servía para forjar la moral de los combatientes. La forma más común para el traslado de la cocaína hacia las FC era el

traslado de los cadáveres, que se resolvía mediante el casamiento o la unión civil entre algún Hongo y un ciudadano habilitado, reclutado entre los adictos o los consumidores o los grupos simpatizantes del PCC-RA. Al finalizar el sacramento, el ciudadano habilitado retornaba a su FC para esperar la muerte de su consorte. El Partido se encargaba del traslado del cuerpo, previo proceso de embalsamamiento mediante impregnación de cocaína a través de un proceso misterioso que hacía imposible detectar la sustancia y que convertía en cocaína al 100% la totalidad del cadáver una vez que se cocinaba mediante el método de deflagración silenciosa, con planchas de primofactileno que, además, ofrecían la ventaja de no desarmar el cuerpo, lo que le daba una onda cool al consumo.

El PCC-RA había emitido una vez un único Comunicado público en el cuál se exhortaba a la población a contribuir con la tasa de natalidad para colaborar con la formación de Hongos, esto es de individuos totalmente quemados por el consumo de la pasta base que, además de motorizar el mercado interno, estuvieran disponibles para la exportación de cadáveres y para grupos de apoyo. Para ello, el Partido premiaba con un sistema de compensaciones consistente en el pago de ½ beca para estudiar en las Escuelas con Título Equivalente de Ciudadano Habilitado, a las familias que aportaran más de tres hijos, y el pago de la beca completa a aquellas que tuvieran además al menos una hija mujer para abastecer el recambio de la fuerza de trabajo en los prostíbulos de las BDT. De esta forma, cada familia que poseía cinco o seis descendientes se garantizaba de la movilidad social a través de uno de la prole –que casi siempre resultaba ser el primogénito varón- que quedaba con la chance de participar en el examen para acceder a uno de los 20.000 visados anuales que el gobierno de la Recopa otorgaba a los habitantes de las ZTL que estuvieran en condiciones de ser ciudadanos habilitados.

Carolina Natalia no tenía la menor idea de cómo funcionaban las ZTL y era tal el aturdimiento que sufría que ni siquiera atinaba a detener su mente y ponerse a pensar cómo había sucedido que de un día para el otro había pasado a ser una fugitiva sospechosa de un atentado nuclear y estar viajando por una nave de narcotraficantes que atravesaba el territorio de la ZTL, lugar que ella nunca había visitado. Pero no habría podido hilvanar ni la idea más sencilla porque apenas arrancó el monorriel, Logan y Sanders comenzaron a intercambiar palabras en inglés, acentuando y ralentizando las sílabas. Carolina Natalia no pudo incluso darse cuenta de que lo hacían a propósito por conveniente recomendación de Vilelo, quien en realidad era un Enlace del PCC-RA, con el sólo fin de desorientarla. Sanders y Logan dialogaban de cosas realmente importantes para el futuro de la Recopa y que desvelaban los más densos interrogantes que podrían surcar por la mente de Carolina Natalia, pero ella estaba cada vez más excitada con el suculento coloquio en tonos anglosajones, tanto como para no preocuparse en disimular a la hora de activar el femshock que la llevó rápidamente al momento cúlmine en tres oportunidades consecutivas.

En pocos minutos, la nave se desprendió del monorriel, cuando el túnel desembocó en un lago interior de unas diez hectáreas, y tomó el vaivén propio de un submabús. Habían llegado al Distribuidor 3. Otro minuto le llevó a Donovan, el tercer tripulante y conductor de la nave, en maniobrar hasta estacionar adecuadamente. Una docena de TEGs formaba la escolta que esperaba a Logan, el Secretario General del PCC-RA, para acompañarlo hacia el Nivel 4. El triunvirato del Partido, junto a Carolina Natalia como súbita invitada, caminaron por una pequeña plataforma de unos veinte metros por dos, hasta ubicarse en un círculo cromado. Desde que las naves de los Tapires habían aparecido por la televisión surcando amenazadoras el cielo de la Recopa, Logan había abandonado lo que se suponía un interrogatorio a Carolina Natalia y parecía no tener intenciones de reanudarlo. A una

orden kinésica del Secretario General, el piso se abrió y los cuatro cuerpos fueron abducidos hacia abajo por una corriente de aire que al principio fue tan violenta como una caída libre para convertirse paulatinamente en un colchón de viento que los depositó lentamente sobre el piso ubicado doscientos metros más abajo. Otra decena de TEG – todos con la camiseta alternativa de GELP, ametralladoras y abanicos- con un teniente al frente hizo los honores al Secretario General. Logan se dirigió hacia la puerta de planchas de primofactileno doble, que se abrió automáticamente.

Carolina Natalia sintió todo el peso de una nueva sorpresa y se preguntó hasta cuándo resistiría a un ritmo alocado como el de las últimas veinticuatro horas sin un ataque de epilepsia. Frente a ella se extendía un laboratorio tan grande como un edificio de una manzana, con una docena de tapires machos, perfectamente distinguibles por su penacho rojo y negro, trabajando todos con guardapolvo blanco. Estaban en el Nivel 4 del Cuartel General del PCC, y sobre la barandilla del desnivel en el cual observaban, Logan tuvo el repentino deseo de explicarle, en español, que allí se guardaban a los 100 Tapires Machos de la rebelión del 26. Se trataba de una centena de Tapires Machos cuyo implante de Melón había resultado defectuoso o que sufrían de impotencia, por lo cuál habían sido cercenados, lo que los había convertido en su planeta en parias sociales, una ínfima minoría en un mundo gobernado por hembras y despreciados por sus pares autosuficientes, al menos en los momentos en que el pequeño Melón descansaba entre una felación y otra. El grupo de los 100 habían llegado a la Tierra como parte de un programa de rehabilitación que incluía su participación como científicos – dado que su imposibilidad para el goce de los placeres de la clonación les había permitido desarrollar una inteligencia y una erudición superior- pero a los pocos años se habían rebelado y confinándose en una de las ZTL de la Recopa con una serie de elementos comprometedores para la civilización tapir, habían amenazado con desembuchar la trama de secretos que hacían vulnerables ambos planetas. Ante el peligro de la destrucción final, el PCC-RA había dado asilo a los 100 con la promesa de impedirles cualquier acción que pudiera alterar la paz intergaláctica. Para ello los habían albergado en un bunker instalado dentro del propio nuevo Cuartel General, que se había construido- junto con toda la estructura subterránea, gracias a la provisión de recursos de las Tapires y a la colaboración de los propios 100 que accedieron a vivir una existencia en las profundidades de la Tierra con tal de que sus congéneres hembras no les dirigieran la vida

A Carolina Natalia le resbalaba más o menos la explicación porque ya estaba al borde del colapso nervioso. Maldición, se terminaba un día que no había sido precisamente como los demás y se preguntó qué hubiera pasado si no utilizaba el aerosol que le había obsequiado Nutricia Lechuga para una ocasión especial, tan especial como la que estaba viviendo. El laboratorio era el centro de poder económico del PCC-RA: los Tapires Machos eran los poseedores del secreto para el embalsamamiento de cadáveres con cocaína, secreto que habían desarrollado a través de años de exploración en sus permanentes catacumbas y que con suma inteligencia se habían guardado de desvelar.

Ahora, a pedido de Logan, los tapires habían trabajado con suma urgencia en desarrollar un Retrospectivador de Rostros que, aplicado sobre todas las mujeres hongos de los Campos de Selección de Reclutas había dado tres resultados satisfactorios. Según Radamel, el nombre que el Tapir Macho de medio pelo había adoptado para conducirse con la especie humana, el Retrospectivador poseía una eficacia mayor que el Pronosticador de Rostros que tenía la CdO de la Recopa. De esa forma, contaban con un espécimen femenino muy similar al que era buscado por la CdO por su presunta implicancia en el

atentado al Altar de la Patria Peronista. Logan sabía, por Vilelo, que la foto que el CdO había incriminado como presunta autora del ataque atómico era la de Carolina Natalia. Pero así como el Pronosticador había dado un resultado falaz, cabía la posibilidad de que tampoco estuvieran enterados los Purificadores Auténticos, que habían tomado las tres centrales de Atucha y amenazaban con hacerlas volar si no entregaban a la persona de la foto. Radamel informó a Logan que en un par de horas se completaría la reprogramación de la individuo y podrían buscar la forma de entregarla a los PA para evitar una hecatombe mayor que arrasara con toda el Área Reorganizada de Buenos Aires y una superficie similar de ZTL.

Después de un rato observando desde el pequeño puesto de control, Logan abandonó a Radamel y la comitiva se dirigió hacia el fondo de la estancia para atravesar otra puerta e ingresar en el Salón Oval. Allí, Logan se dirigió hacia el teléfono rojo ubicado en una tarima en el centro, marcó el 19 y colgó. Inmediatamente, un haz de láser proyectó sobre una pared la imagen de Arroz con Dulzura, la Comandanta Negra de la Misión Permanente de Paz en la Tierra del Planeta Paquidermo.

La Más Maravillosa Música X - El final de la Recopa

Después de los saludos de rigor, Arroz con Dulzura, la Comandanta de la Misión Permanente de Paz en la Tierra del Planeta Paquidermo, habló amablemente pero reiteró con firmeza que no había nada de juegos en sus reclamos. En un tono de notable confianza, Logan procedió a informar que la totalidad de los tapires machos en la Tierra se hallaba en el Nivel 4 y exigió una justificación para la amenaza de invasión. Arroz con Dulzura detalló que las naves que participaron de la misión de rescate luego de la explosión atómica, habían detectado éter de tapir macho vivo en los alrededores de la zona y que los decodificadores de sustancias habían discriminado al menos la existencia de cuatro ejemplares distintos.

A un costado, Carolina Natalia recordó la estampa de Catarineti padre dando a conocer por Crónica Cadena Nacional la muerte de un Tapir Macho durante el atentado, información que fue silenciada en las sucesivas entregas del boletín. Logan le reiteró a Arroz con Dulzura que tenía bajo su jurisdicción a 100 tapires machos y la Comandanta Negra insistió con que si en 24 horas no aparecían los ejemplares faltantes barrerían con todo el territorio, en un ataque preventivo por lo que pudiera hacer el trío ausente y aquellos que los hubieran secuestrado. Finalmente, el Secretario General logró que Arroz con Dulzura otorgara 48 horas de tregua, aunque no iba a informarles de tal medida a las autoridades de la Recopa.

Cuando la imagen de la autoridad máxima del Planeta Paquidermo en la Tierra se desvaneció, Carolina Natalia tuvo el impulso de preguntar de qué carajo se trataba todo eso y por qué estaba ella ahí, pero una mirada de Logan diciéndole con un pestañar “mejor quedate de querusa un toque más porque esto se está poniendo fulero” la hizo dudar y otorgó un segundo que fue aprovechado por el imprevisto ingreso de Radamel, escoltado por dos TEG que custodiaban las cinco elegidas, de las cuales había cuatro que eran hongos. La restante era un Enlace con más de seis recomendaciones para ser promovida a escudero de TEG. Se llamaba Juana Margarita y además de ser la más idónea para el papel de Carolina Natalia, había pedido especialmente ir a la misión. Radamel le confió a Logan que el perfil de Juana Margarita era el que más exactitud había alcanzado en el escaneo del Retrospectivador de Rostros.

Después de un breve diálogo con Sanders, Logan se convenció de arriesgar un cuadro importante y le otorgó a Juana Margarita la bendición de los marcolistas, la pastilla de colesterol para suicidarse antes de caer en manos enemigas y un ejemplar en miniatura de La Razón de Mi Vida, el más clásico de todos los amuletos que utilizaban las tropas del PCC-RA. Juana Margarita se quitó la camiseta de Gimnasia y las calzas negras y se puso una vestido bobo y unas calzas a lunares con unas zapatillas modelo Tupper – Pastol. Le dio la mano reverencialmente a Logan y se inclinó chocando el puño izquierdo contra la palma derecha en dirección al resto de los presentes, y caminó hasta un círculo concéntrico que la aspiró para depositarla directamente en el Nivel 2, donde la esperaba una nave para llevarla hasta la IU más cercana a las centrales de Atucha. De allí, un comando de intervención TEG la lanzaría en una catapulta biónica biodegradable por encima de las tropas del CdO que rodeaban la central atómica para caer en paracaídas en la zona liberada por la Secta del Fuego.

Por su parte, Logan se apartó unos segundos junto a Radamel para intercambiar algunas opiniones con el científico Tapir en un dialecto incomprensible para Carolina Natalia. En realidad, se trataba de un nuevo idioma desarrollado por los tapires machos a partir de la conjunción del código binario y el indostánico arameo, un lunfardo cuyo aprendizaje estaba reservado solamente para los integrantes del Buró Político del PCC-RA. En un momento, la discusión subió de tono y Logan levantó la mano amenazando al tapir con abofetearlo, ante lo cual el paquidermo intergaláctico se arrodilló y empezó a gemir como un gato atragantado. Carolina Natalia miraba azorada cómo Logan se transfiguraba y del gesto violento pasaba al llanto descomedido y a una catarata de pedidos de disculpas, hasta que ambos especímenes terminaron fundidos en un abrazo. Al parecer, excepto ella, todos los demás estaban observando una escena de lo más normal y corriente, pero para Carolina Natalia fue demasiado y comenzó a vomitar una bilis más bien transparente, como que hacía ya varias horas que no comía nada.

Sanders se percató de la situación y la tomó en brazos para llevarla a un apartado a través de los pasillos del laboratorio, una pequeña puerta que contenía una sala diminuta con unas estanterías que guardaban objetos extraños. Después de sentarla en la única silla que había en la pieza, Sanders le alcanzó a Carolina Natalia un pedazo de una goma amarillenta de olor muy penetrante, un trozo de una bola achatada del tamaño de una rueda de termobici – las motocicletas que funcionaban con la energía de un termosol mediano- y le ordenó que comiera. Carolina Natalia se llevó el objeto a la boca y mordió sin problemas, era más bien blando, y masticó con desconfianza. Era un queso gruyere, uno de los tantos alimentos prohibidos en las Franjas Ciudadanas de la Recopa, que los marcolistas intercambiaban por cadáveres procesados con los señores de las Comarcas Productoras de la región del Sancor. Después del tercer bocado, Carolina Natalia estaba repuesta pero ante un nuevo problema: con demasiado sigilo, Sanders le había puesto una mano en la teta izquierda y había comenzado a levantar temperatura. Instintivamente le tomó la muñeca para aplicarle una reversión de tokomochi, una de las palancas más peligrosas de la técnica del omoto-kyo, pero se detuvo al ver que el tipo se había quedado conteniendo la respiración, duro como una estatua a excepción de su sonrisa que iba ensanchándose al mismo tiempo en que lo ojos se le desorbitaban y el sudor de la frente se le hacía más intenso. Ese estado de trance duró no más de unos veinte segundos que finalizaron con un suspiro quejoso y abrupto, al tiempo que el cuerpo de Sanders parecía desinflarse como un globo en el aire, hasta caer al piso. Inmediatamente se puso de pie. Estaba temblando y comenzó a pedir disculpas repetidamente, al igual que Logan ante el tapir, mientras se

inclinaba hacia delante y hacia atrás. “No tiene importancia” dijo Carolina Natalia, pero no podía contenerlo, hasta que se abrió la puerta. Era Logan, que lo tomó del cabello y lo sacudió varias veces. Logan le preguntó a Carolina Natalia si estaba bien y luego se excusó diciendo que la falta de sol originaba esas conductas. Carolina Natalia sabía que algo había detrás de esos comportamientos pero ya estaba absolutamente resignada a esperar lo peor y lo más insólito.

Logan ordenó salir hacia el Nivel 3. Irían detrás de Juana Margarita, pero por el anillo alternativo de seguridad más alejado de la superficie y más seguro. De salida del laboratorio, caminaron por un pasillo con una cinta transportadora de un kilómetro y medio de longitud, hasta llegar al punto de estacionamiento de una nave similar al submabus que los había llevado desde la superficie en algún lugar cercano al CFI del Tigre. Esta vez, Logan se puso al comando de la máquina junto a Donovan, y Sanders y Carolina Natalia se ubicaron en la parte trasera. La correspondiente pantalla transmitía CCN, en directo desde la Plaza de Mayo, donde una muchedumbre aguardaba la comitiva encabezada por el presidente Delfor Borlengui de la Serna Cooke, que había partido para dialogar con Arroz con Dulzura y evitar un enfrentamiento, que resultaría desastroso, dado el superior poderío bélico paquidermo.

Dos minutos más tarde, la nave arribó hasta el Puerto Mayor de Distribución de la Zona Metropolitana Norte, donde una decena de comandos TEG esperaba al triunvirato y la invitada para conducirlos hasta la cápsula de seguridad. A juzgar por las caras de los comandos, había otra andanada de malas noticias. Efectivamente, al ingresar en la cápsula de seguridad, un haz de láser diseminado a la altura equivalente de una mesa esperaba el ingreso de una contraseña para establecer una comunicación urgente. No podía ser otra que Arroz con Dulzura.

Sin embargo, al ingresar Logan el código secreto mediante un pestañeo que duró unos quince segundos, el rojo fosforescente se transmutó en el rostro de un hombre de unos treinta años, sin señas particulares, peinado a la gomina, que se presentó como Marco Edgardo Ferreti, líder del Movimiento de los Purificadores Auténticos. En un tono prepotente, Ferreti dijo que tenía solo un minuto para hablar y que no iba a dialogar, informó que Juana Margarita había sido ejecutada a su llegada a Atucha por tratarse de una impostora y que exigían la entrega de la verdadera Carolina Natalia o no respondían por el destino de la Recopa.

Algo en las palabras de Ferreti hizo reaccionar a Logan, quien recuperó la compostura perdida por el estupor ante el interlocutor y la noticia de la ejecución de Juana Margarita, y sin vueltas le prometió a Ferreti que tendrían a la verdadera Carolina Natalia sólo si devolvían sanos y salvos a los tapires machos secuestrados. Fue un golpe que surtió efecto porque Ferreti se quedó mudo y apenas pudo, tartamudeando, decir que eso no era posible, para cortar rápidamente con la comunicación. Desde su handbook tuneada por los tapires científicos, Sanders no pudo rastrear el origen de la transmisión pero detectó que tenía varias similitudes con el tipo de señal que los marcolistas habían logrado identificar en los mensajes del Consejo de Sabios

El peligro del holocausto final se acrecentaba cada minuto. Logan dio por hecho que los PA tuvieran en su poder a los tapires machos desaparecidos, algo de lo que la Secta del Fuego nunca se había hecho cargo. Era algo aparentemente inconexo, pero la inteligencia superior del secretario general del PCC-RA resolvió raudamente el enigma, o casi. Alejado del desconcierto que se translucía el diálogo nervioso e incoherente entre Carolina Natalia y Sanders, rápidamente entendió de qué se trataba aunque aún no comprendía, o mejor dicho,

le faltaba el elemento para descifrar cuál era la razón que motorizaba el delirio de poner la supervivencia de la raza toda con el fin de alcanzar el objetivo de su búsqueda. Carolina Natalia era la pieza clave de la historia o más bien quién era Carolina Natalia era el nodo de aquel intríngulis que haría volar esa parte del planeta. Le faltaba una pieza para armar el rompecabezas. Sabía para qué la querían pero no porqué y tal vez esa fue la razón determinante para negarse rotundamente a la propuesta de Donovan de entregar a la Carolina Natalia auténtica a la Secta del Fuego. Logan no quiso ahondar en explicaciones pero un par de giros en la conversación le hicieron sospechar a Sanders que el camarada secretario general tenía sus razones y que las daría a conocer en su medida y armoniosamente. De modo que la moción fue denegada por dos votos contra uno.

Tal decisión no dejaba otra opción que rogar por el éxito de un ataque relámpago de las Formaciones Especiales, que tomara las centrales nucleares y además supiera desactivar la existencia de cargas explosivas. Era una acción casi imposible de llevar a cabo pero no cabía otra elección. Si los PA habían secuestrado a los tapires machos, aún la paz mundial estaba en riesgo frente a la amenaza de las Paquidermas. Y si no obtenían a Carolina Natalia, eran capaces de desatar una hecatombe, tal como lo habían demostrado en el ataque al Altar de la Patria Peronista. Estaba claro que con el Comando Estratégico Superior Ejecutivo diezmado y con la CdO sin suficiente poder de fuego para emprender acciones militares muy diferentes a las tareas represivas a las que estaban acostumbrados, el Gobierno de la Recopa no tenía capacidad de maniobra suficiente para hacerle frente a la emergencia. Tras deliberar un minuto y medio, el triunvirato acordó dar la orden.

De inmediato, tres Formaciones Especiales se dispusieron en las áreas distribuidoras de la red de túneles linderas a las UI dispuestas sobre la FC a la altura de las centrales nucleares. Cada formación especial estaba compuesta por diez mil diez individuos distribuidos en diez pelotones de combate integrados cada uno a su vez por un TEG equipado con cohetes individuales y quinientas parejas de hongos. En las parejas de hongos, uno iba armado con un machete y un chaleco antibalas, más una pipa de agua dispuesta con un mecanismo basado en el concepto de la zanahoria y el burro: al caminar, el hongo hacía funcionar un sistema de poleas desmontables armadas sobre un arnés que tenía incorporado al chaleco. El sistema bombeaba el vapor de la pipa sobre la máscara del hongo en la medida en que el individuo caminaba hacia adelante y se bloqueaba si se frenaba o retrocedía. También se bloqueaba si el sujeto realizaba un derrotero distinto al programado en el Glonass, el sistema de navegación satelital ruso que había reemplazado al GPS y que tenía instalado en el chaleco. Con todo, la maquinaria era sencilla y fácil de poner y quitar, y garantizaba que las Formaciones Especiales no tuvieran retirada posible: el grado de dependencia que alcanzaban los hongos combatientes era tal que inevitablemente volvían al camino prefijado, por lo que cada ataque de una formación especial era victoria o muerte. Generalmente, los hongos marchaban en parejas o en tríos para que cuando mataran al que llevaba la pipa, el desesperado abstinente que estaba atrás o al costado se pusiera el arnés y siguiera la batalla.

A una orden de Logan, las tres Formaciones Especiales salieron al unísono por las bocas de las IU precedidas por sendos barredores de vientos, unos camiones con turbinas que procedían a despejar la zona y que hicieron volar a las escasas tropas de las CdeO que rodeaban el perímetro externo del parque nuclear. Detrás de ellos pasó la marabunta y en cuestión de segundos, los hongos estaban en todas partes. Los integrantes del PA que defendían las plantas fueron rebalsados. A pesar de que eran cientos y bien pertrechados, agotaron sus municiones disparando constantemente contra la hola de hongos y luego

perecieron en el desigual combate. Mientras tanto, los TEG de avanzada se encargaban del rastreo y la desactivación de los explosivos mediante los sonares hechos con cuerdas vocales de delfín que podían negativizar las ondas de choque y estabilizar las diferencias de presión subyacente.

Cuando el triunvirato y Carolina Natalia se acercaron a la línea divisoria de la ZTL y la FC para ver lo que sucedía con un par de binoculares, el espectáculo marcial había terminado. Las Formaciones Especiales habían perdido el ochenta por ciento de los combatientes – absolutamente todos hongos y ningún TEG- pero el resto seguía fumando de lo más tranquilo mientras los vehículos especiales se encargaban de recoger los cadáveres que se destinarían a la producción de cocaína embalsamada. En menos de dos minutos, desalojaron la planta y volvieron a toda velocidad hacia la ZTL por el corredor que habían abierto minutos antes.

Una vez de vuelta en los túneles, los TEG que participaron de la operación se reunieron en un salón apartado con el triunvirato para dar los detalles de la acción. Los tapires no habían aparecido pero el peligro atómico se había dispersado por el momento. Quedaban 47 horas para dar con los paquidermos machos antes de que finalizara la tregua intergaláctica y una veintena de PA capturados con vida a los que Logan había decidido hacer hablar al costo que fuera. El panorama no parecía tan sombrío.

Pero nada es lo que parece. Cuando Sanders se acercaba con un par de botellas de sidra para brindar por el triunfo, una explosión impresionante sacudió los túneles, que en ese lugar se encontraban a unos doscientos metros de profundidad. Todos creyeron que los TEG habían fallado en la detección de los explosivos, pero el sistema eléctrico de los túneles siguió funcionando sin problemas, y el temblor casi cesó en el acto, pero fue reemplazado por un leve zumbido. Tal como era de esperarse, la verdadera bomba cayó instantes después, cuando la voz de Roberto Catarineti anunciaba la urgencia del boletín de Crónica Cadena Nacional, que transmitía en directo con sus imágenes satelitales el nuevo desastre que ya se avecinaba. Afectado por la destrucción del Altar de la Patria Peronista, el Movimiento Purificador (MP) había salido del ostracismo. En un comunicado, anunciaban que “la Patria Peronista no caerá en las garras de la sinarquía chino-castro-trosko-atómica del PA. La opción es Libres o Ahogados, como quería el Mismísimo.” Catarineti explicaba que el MP había volado completamente las represas de Yaciretá, Itaipú, en el Paraná, y Salto Grande, en el Uruguay. Catarineti señalaba que la ola gigantesca que bajaba del norte arrasaría con el Área Reorganizada de Buenos Aires y que no había nada que hacer, más que alejarse aquellos que pudieran y el resto rezar y prepararse para flotar o aguardar en los edificios altos de la metrópoli.

Por primera vez desde que había salido de su casa cuando todavía vivía una vida normal, Carolina Natalia se tranquilizó: después de mucho tiempo, tenía una certeza, la de que moriría ahogada por una gigantesca ola de río. Por su propia condición, el universo subterráneo del PCC-RA estaba destinado a perecer y los que estaban dentro apenas tenían tiempo para llegar a la superficie. Y eso fue lo que hicieron, al eyectarse con el escudo de protección mínima hacia las IU vecinas al parque nuclear, de donde habían venido un rato antes.

Todos estaban en silencio, pero al salir, en todas las esquinas de la Recopa comenzaron a florecer los altoparlantes y después de una redonda de silencio, arrancó, atronador, el himno, la más maravillosa música. Carolina Natalia se sintió en paz. Antes de que llegara al estribillo, los acordes comenzaron a mezclarse con el suave rumor del agua que se venía acercando.

(Continuará)

© El Tío Carril 2008