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La presencia de algunas técnicas constructivas romanas en la Valencia del siglo XVI: ¿reinvención o recuperación arqueológica? Federico Iborra Bernad En esta comunicación se pretende reflexionar sobre determinadas técnicas y soluciones formales de ele- mentos constructivos usados en ámbito valenciano en el siglo XVI, relacionándolas con otras de la Anti- güedad. En algunos casos responden a la adopción de modelos italianos, pero en otros casos parece existir una evolución paralela e independiente, capaz de re- sultados originales. Resulta difícil establecer hasta qué punto responden a una voluntad anticuaria inten- cionada o si simplemente nos encontramos con un desarrollo natural de las técnicas locales, pero en todo caso merecen nuestra atención. COLUMNAS REVESTIDAS DE ESTUCO En el mundo romano fue habitual revestir paramen- tos de ladrillo o de piedra tosca con un estuco de cal imitando un despiece de sillería. Igualmente encon- tramos columnas, capiteles y otros elementos decora- tivos donde se ejecuta un acabado en estuco emulan- do elementos esculpidos de mármol. Podemos señalar ejemplos como el Templo de Portuno en Roma, aunque las basas, capiteles y columnas exen- tas son de mármol (Adam 2002, 126, 245). Muy ex- tenso fue el uso del estucado en las colonias roma- nas, incluyendo el revestimiento completo de todos los elementos ejecutados en piedra local de escasa calidad para la labra, como ocurre en Emerita Augus- ta (Álvarez y Nogales 2004). En general estos ele- mentos reciben ya la forma en piedra, y el estucado se limita a una capa superficial donde se definen los detalles decorativos (figura 1). También en ámbito valenciano se aplicaron méto- dos parecidos, aunque de una manera algo diferente. Las columnas corintias del Foro de Valencia, de 5,8 metros de altura, presentaban fustes lisos de caliza local y capiteles corintios con decoración estucada añadida (Escrivá, Ribera y Hellín 2010, 51). En estos últimos el uso de la piedra se reduce al ábaco y a un volumen básico de piedra prácticamente cilíndrico, que a primera vista recuerda a un capitel dórico con el equino poco desarrollado, como se puede compro- bar en las piezas montadas por anastilosis del Museo de la Almoina (figura 2). Esta técnica debió extenderse también al menos en los territorios al norte de la ciudad, donde los construc- tores debían escoger entre el rodeno o la durísima pie- dra gris de Sagunto, de la que hemos visto algunos ca- piteles similares en la casa de Pascual Meneu en Bechí (Castellón). No hemos profundizado en la presencia de estas soluciones en otros territorios, por no ser el obje- to de esta comunicación, aunque es razonable pensar que no fue algo exclusivo de la zona valenciana. Pasando ahora a la Valencia medieval, sabemos documentalmente que el atrio de la Catedral, del si- glo XIII, tenía arcos «de piedra blanca» y, como han señalado Zaragozá y Vila (2014, 86) es probable que se aprovecharan columnas de expolio que, según es- tos autores, perfectamente podrían provenir del foro o la basílica de época romana. 1 Parte de esta «piedra blanca» se puede observar reutilizada como sillares LIbro 2 Congreso.indb 853 LIbro 2 Congreso.indb 853 28/09/15 13:20 28/09/15 13:20

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La presencia de algunas técnicas constructivas romanas en la Valencia del siglo XVI: ¿reinvención o recuperación

arqueológica?

Federico Iborra Bernad

En esta comunicación se pretende reflexionar sobre determinadas técnicas y soluciones formales de ele-mentos constructivos usados en ámbito valenciano en el siglo XVI, relacionándolas con otras de la Anti-güedad. En algunos casos responden a la adopción de modelos italianos, pero en otros casos parece existir una evolución paralela e independiente, capaz de re-sultados originales. Resulta difícil establecer hasta qué punto responden a una voluntad anticuaria inten-cionada o si simplemente nos encontramos con un desarrollo natural de las técnicas locales, pero en todo caso merecen nuestra atención.

COLUMNAS REVESTIDAS DE ESTUCO

En el mundo romano fue habitual revestir paramen-tos de ladrillo o de piedra tosca con un estuco de cal imitando un despiece de sillería. Igualmente encon-tramos columnas, capiteles y otros elementos decora-tivos donde se ejecuta un acabado en estuco emulan-do elementos esculpidos de mármol. Podemos señalar ejemplos como el Templo de Portuno en Roma, aunque las basas, capiteles y columnas exen-tas son de mármol (Adam 2002, 126, 245). Muy ex-tenso fue el uso del estucado en las colonias roma-nas, incluyendo el revestimiento completo de todos los elementos ejecutados en piedra local de escasa calidad para la labra, como ocurre en Emerita Augus-ta (Álvarez y Nogales 2004). En general estos ele-mentos reciben ya la forma en piedra, y el estucado

se limita a una capa superficial donde se definen los detalles decorativos (figura 1).

También en ámbito valenciano se aplicaron méto-dos parecidos, aunque de una manera algo diferente. Las columnas corintias del Foro de Valencia, de 5,8 metros de altura, presentaban fustes lisos de caliza local y capiteles corintios con decoración estucada añadida (Escrivá, Ribera y Hellín 2010, 51). En estos últimos el uso de la piedra se reduce al ábaco y a un volumen básico de piedra prácticamente cilíndrico, que a primera vista recuerda a un capitel dórico con el equino poco desarrollado, como se puede compro-bar en las piezas montadas por anastilosis del Museo de la Almoina (figura 2).

Esta técnica debió extenderse también al menos en los territorios al norte de la ciudad, donde los construc-tores debían escoger entre el rodeno o la durísima pie-dra gris de Sagunto, de la que hemos visto algunos ca-piteles similares en la casa de Pascual Meneu en Bechí (Castellón). No hemos profundizado en la presencia de estas soluciones en otros territorios, por no ser el obje-to de esta comunicación, aunque es razonable pensar que no fue algo exclusivo de la zona valenciana.

Pasando ahora a la Valencia medieval, sabemos documentalmente que el atrio de la Catedral, del si-glo XIII, tenía arcos «de piedra blanca» y, como han señalado Zaragozá y Vila (2014, 86) es probable que se aprovecharan columnas de expolio que, según es-tos autores, perfectamente podrían provenir del foro o la basílica de época romana.1 Parte de esta «piedra blanca» se puede observar reutilizada como sillares

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en la esquina que se recompuso en el siglo XV tras la demolición del atrio por la ampliación de la nave ca-tedralicia. También podrían ser romanas las ocho co-lumnas, exageradamente esbeltas para su orden dóri-co, que soportan los arcos de ladrillo en el atrio de la iglesia del Convento de Predicadores de Valencia, re-compuestas a partir de fragmentos desiguales y con las basas y capiteles de nueva factura (figura 3).2

La idea romana de los elementos ornamentales en estuco, sin embargo, resurgiría de algún modo en la Edad Media. En Valencia será durante el siglo XV con elementos macizos de yeso endurecido, preparados con la ayuda de algún molde o finalmente tallados in situ (figura 4). Como ha estudiado el profesor Rafael Marín (2014), estas piezas suelen ser enteramente de yeso, pudiendo rastrearse su precedente técnico en la tradición andalusí y en el —mal llamado— mudéjar aragonés. En algunos casos, como los nervios de bó-veda, era habitual que se revistiera un elemento de la-drillo, aunque tracerías y elementos decorativos pue-den estar formados únicamente por yeso.

¿Estarían estucadas las columnas del foro de Va-lencia? Es evidente que el fuste no está preparado para recibir un grueso estucado imitando acanaladu-ras, como en el ejemplo emeritense citado, pero no debería descartarse que la piedra llevase algún tipo de revestimiento, que quizá podría imitar un veteado de mármol.3 Los romanos también ejecutaron estucos de este tipo en paramentos verticales, abaratando el coste de un aplacado real.

Figura 1Detalle de una columna estucada hallada en las excavacio-nes del teatro de Metellinum (Medellín). Fotografía J. F. No-guera

Figura 2Anastilosis de dos columnas del foro de Valentia, donde se ven los capiteles preparados para recibir una decoración en es-tuco. Museo de la Almoina de Valencia. Fotografía F. Iborra

Figura 3Patio de la iglesia en el antiguo Convento de Santo Domin-go de Valencia. Fotografía F. Iborra

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En todo caso, la idea del revestimiento imitando un acabado en mármol o piedra está más o menos presente en todo el clasicismo renacentista y barro-

co, sobre todo en los interiores. Tenemos muestras de esta intencionalidad en toda la pintura flamenca desde mediados del XV y su herencia hispánica. En el caso de Valencia resulta de gran interés el caso del Hospital General, reconstruido tras un incendio en 1545 (figura 5) por el hecho de haberse reclama-do la presencia de maestros estucadores lombardos para revestir las columnas con un acabado marmó-reo (Gómez-Ferrer 1998, 125-126) Lamentablemen-te, el purismo repristinador y la ignorancia atrevida se juntaron en la última restauración, eliminando este singular revestimiento al creerlo de factura pos-terior.

LADRILLO APLANTILLADO Y BIPEDALES ROMANOS

A finales del siglo XVI se produce una revolución en la arquitectura valenciana, al emplear el ladrillo aplantillado o tallado para la resolución de galerías (figura 6) o cúpulas (Zaragozá e Iborra 2011). La in-troducción de esta técnica tuvo lugar probablemente hacia 1589-1590, aplicándose en paralelo en las gale-rías de la Casa de la Ciudad y el Colegio del Corpus Christi (Iborra 2014). Podemos relacionarla con al-gunas experiencias del norte de Italia, como las igle-sias de Santa Liberata (1540) o Santa Maria del Fon-te (1575) en Caravaggio (Bérgamo), y San Canziano en Padua (1613), que mantienen una bicromía simi-lar a los ejemplos valencianos. Existe además un pre-cedente romano en la Via Appia, el sepulcro del siglo II conocido tradicionalmente como templo del dios Rediculus, donde el ladrillo aplantillado y trabajado con dos tonos se presenta perfectamente desarrolla-do.

No insistiremos en este tema, ya desarrollado en el congreso celebrado en Santiago de Compostela. Sin embargo, sí que vale la pena destacar aquí el empleo de ladrillos de dos palmos (45 cm) en los encadena-dos de las esquinas del Colegio del Corpus Christi (figura 6). Quizá pueda rastrearse aquí una evocación de los bipedales romanos o una interpretación erudita de un pasaje del tratado de León Battista Alberti quien, en el capítulo IX del Libro I, sugiere el em-pleo de ladrillos de gran tamaño en los edificios pú-blicos:

Los edificios más grandes deben tener los miembros más grandes. Precepto observado por los antiguos, que en la

Figura 4Ventana del Palacio Señorial de Geldo (junto a Segorbe), antes de su restauración. Capitel, basa e impostas laterales están ejecutados con yeso. Fotografía F. Iborra

Figura 5Fotografía del antiguo Hospital General de Valencia, antes de su restauración como biblioteca. Colección particular

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construcción de edificios públicos de proporciones ma-yores, usaron, aparte de todo lo demás, también ladrillos más grandes que en los privados (Alberti [1485] 1977, 22).

El hecho de que la obra fuera promovida por el erudito arzobispo Juan de Ribera hace plausible cual-quiera de las dos interpretaciones. Es también proba-ble que en la antigua Casa de la Ciudad de Valencia, reconstruida parcialmente en la misma época, tam-bién se aplicara este criterio. Así lo sugiere la presen-cia de «atovas», «atovones regulares» y «atovones grandes» entre el material de derribo vendido tras la demolición del edificio en 1860 (Archivo Histórico Municipal de Valencia, Libro de Actas del año 1860, sign. D-305, acuerdo nº 176).

FALSOS TECHOS EJECUTADOS CON CAÑIZO Y YESO

Los falsos techos de cañizo y yeso se utilizarán de manera generalizada desde mediados del siglo XIX para ocultar las estructuras horizontales de los forja-dos. Durante los siglos XVII y XVIII se empleó esta técnica en Valencia para imitar bóvedas esquifadas en edificios residenciales de una cierta categoría, evitando los problemas derivados de los empujes ho-rizontales. Falsos techos de cañizo y yeso se encuen-tran frecuentemente en el mundo romano, con múlti-ples ejemplos en las ciudades sepultadas por el Vesubio. En muchos casos aparecen conformando lo

que llamamos bóvedas encamonadas. Vitruvio, en el capítulo III de su libro VII, nos indica cómo las cons-truían sus coetáneos:

Habiendo pues de formarse bóveda, será de esta manera. Dispóngase una serie de listones rectos, distantes entre sí no más de dos pies... Estos listones se curvarán en arco, con cantidad de saetas, o sea pescantes, fijas con clavos de hierro... Asegurados los listones, se unirá a ellos un tejido de cañas griegas quebrantadas, atándolas con to-miza de esparto de España, y siguiendo la curvatura. Por la parte superior de este camón se dará una capa de mor-tero, para que si penetraren algunas gotas de la contigna-ción, o del techo, no pase al enlucido. Si no hubiere ca-ñas griegas, se tomarán carrizos de las lagunas, y se harán manojos de la longitud necesaria, e iguales en grueso, atándolos con tomiza... Concluido y tejido el en-camonado, se extenderá en su cielo inferior la trulisación [primera mano del revoco]: luego se igualará con una mano de mortero común; y últimamente se acicalará con greda o con estuco. Enlucida la bóveda, se cercará de cornisa debajo de su arranque (Vitruvio [1787] 1992, 171-172).

Como otros muchos elementos usados en la arqui-tectura tradicional, da la impresión de que los falsos techos de cañizo y yeso han estado ahí desde siem-pre. Sin embargo, es muy probable que desaparecie-ran durante siglos y se reintrodujeran durante el Re-nacimiento por influencia italiana, donde las falsas bóvedas tuvieron una gran aceptación en zonas de riesgo sísmico. En España resulta evidente que du-rante la Edad Media predominaron los elementos de madera, sea alfarjes con las vigas vistas, o taujeles, donde se oculta la estructura tras un tablero de made-ra decorado con pinturas o lacerías.

En ámbito valenciano encontramos falsos techos de cañizo en el Colegio del Corpus Christi, concre-tamente en el vestíbulo de entrada, la escalera y la sala de la biblioteca privada de San Juan de Ribera (figura 7). Sabemos que tienen que ser falsas bóve-das de cañizo porque carecen de curvatura en su parte superior, y porque en tierras valencianas la fa-cilidad de ejecución de las bóvedas tabicadas (figu-ra 8) hará muy minoritaria la presencia de encamo-nados convencionales, siendo habitual la ejecución de plementos de ladrillo bajo forjados de madera, sobre todo en claustros. Es significativo de la nove-dad técnica el hecho de que en el monasterio valen-ciano de San Jerónimo de Cotalba, cerca de Gandía, se conserva un curioso falso techo formado por ca-

Figura 6Galería del Colegio del Corpus Christi de Valencia. Foto-grafía C. Martínez

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ñizo, al que se adhirió por debajo una hoja tabicada de ladrillo, tomado a bofetón, para recibir en enluci-do.4

Quizá en paralelo a este desarrollo de los falsos te-chos se introdujeron los tableros de cañizo para los tejados, tan habituales en la arquitectura popular. En este sentido, cabe señalar la compra de cañas para las cubertes falses de la Casa de la Ciudad de Valencia en 1593 (Iborra 2014, 121), que contrasta con las so-luciones de teja vana observadas en algunos ejem-plos anteriores del siglo XVI.5

REINTERPRETACIONES LOCALES DE LA ANTIGÜEDAD

Durante el primer cuarto del siglo XVI se desarrolla-ría en tierras valencianas una interpretación local de algunos elementos de la Antigüedad. Entre estos des-taca el frontón triangular avenerado, muy raro en el renacimiento italiano (por no decir inexistente) pero que tuvo una cierta difusión en Valencia, conserván-dose o estando documentado en el torreón del Pala-cio de la Generalidad, palacios del Embajador Vich y condal de Oliva, todos ellos fechables en el segundo cuarto del XVI. Curiosamente lo encontramos tam-bién en un dibujo del Codex Valentinus del Conde de Guimerá, en el dibujo del Mausoleo de los Atilios, en Sádaba (Gimeno Pascual, H., 1997), aunque en el monumento original los frontones no están avenera-dos. No parece haber un precedente clásico para este motivo, aunque sí se han hallado algunos ejemplos de frontones avenerados triangulares en canceles vi-sigóticos (Blanco 1983) y es posible que las piezas renacentistas estén inspiradas en algún modelo tar-doantiguo o altomedieval.

Existen otras soluciones particularmente curiosas, como la capilla del arruinado castillo de Bolbaite (fi-gura 9) de principios del XVI, del que sólo se con-serva el muro frontal y la impronta de la bóveda de cañón tabicada que lo cubría, muy rebajada (Marín 2014, 244-246). La restitución inmediata de este es-pacio recuerda enormemente a los cubicula de las ca-sas romanas, con sus techos resueltos mediante bóve-das encamonadas. La presencia de una venera en el arco rebajado del frente podría relacionarse con la capilla del desaparecido palacio condal de Oliva,

Figura 7Biblioteca de Juan de Ribera en el Colegio del Corpus Christi de Valencia, cubierta con una bóveda falsa de cañi-zo. Fotografía F. Iborra

Figura 8Refectorio del Colegio del Corpus Christi de Valencia, cu-bierta con una bóveda tabicada de ladrillo. Fotografía F. Iborra

Figura 9Restos de la capilla del Castillo de Bolbaite. Fotografía R. Marín

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aunque en éste la configuración del medio cañón con casetones, visible en viejas fotografías, remiten clara-mente al entorno de Bramante y la cabecera de Santa María del Popolo.

También resulta interesante el patio del palacio se-ñorial de Geldo, remodelado por los duques de Se-gorbe a mediados del siglo XVI. En él podemos ob-servar la trasposición al lenguaje renacentista del modelo de patio gótico, con una galería caracterizada por esbeltas pilastras cuadradas. En principio estas no llaman la atención, puesto que su forma es la más razonable para una estructura de ladrillo revestida de yeso, y su gran esbeltez parece una reminiscencia de las esbeltísimas columnas de piedra de Gerona. Sin embargo, también recuerdan enormemente a las esti-lizadas pilastras cuadradas de algunos pórticos roma-nos, como los de la Casa de Julia Félix en Pompeya, la Villa Adriana, la Domus de la Fortuna Annonaria de Ostia y el ábside Termas del Foro, también en Os-tia (Adam 2002, 127).

No obstante, para nosotros el caso más significati-vo de esta aparente recuperación local de la Antigüe-dad es la solución de los entrevigados con revoltones de yeso decorados en relieve. Los forjados de revol-tones debieron aparecer a finales del siglo XV, sien-do la escalera del Palacio de la Aljafería (c. 1490) el ejemplo documentado más antiguo que conservamos, aunque en 1481 ya tenemos noticia de la realización de una cuberta de cabirós ab volta, con motivo de las obras en la Casa de la Diputación de Valencia (Alda-na 1992, III: 35).

Durante el primer cuarto de siglo aparecen tam-bién decoraciones en relieve ejecutadas con yeso (fi-gura 11) mediante la ayuda de moldes de madera (Marín 2014, 126-128). Tenemos noticia por primera vez de estos elementos rellevats al romá, y también daurats e toquats de collor en la propuesta para el studi nou de la Diputación, en el año 1512, desesti-mándose por su coste a favor de un artesonado por considerarse obra mes durable e mes abultada de mes condició e mes honrosa (Aldana 1992, III: 45).

Es interesante observar cómo muchos de los te-chos con decoraciones italianizantes, tanto pintadas como en relieve, incluyen medallones con rostros. Alberti, en su Libro IX ([1485] 1977, 278) recomen-daba este tipo de motivos en los lugares donde habi-taban las mujeres, alegando que de este modo los hi-jos nacerían más hermosos.6

Se podrían establecer relaciones entre este tipo de elementos y algunos precedentes de piezas de entre-vigado romanas, aunque quizá sea más razonable

Figura 10Patio del Palacio de los Duques de Segorbe en Geldo. Foto-grafía F. Iborra

Figura 11Detalle de la decoración de entrevigado en una casa de Va-lencia. Fotografía F. Iborra

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considerar que lo que se está tomando como mode-lo son los estucos usados en las bóvedas. A nivel técnico, es inevitable relacionar esta técnica con la ejecución de las primeras ornamentaciones de pla-cas de yeso moldeadas, presentes al menos desde 1510 en la Capilla de Todos los Santos en la cartuja de Portaceli o en algunas piezas del Palacio de los Centelles de Oliva, donde se usaron los mismos moldes (Gavara 2013, 24). También estaría ejecuta-da con moldes de madera la pequeña bóveda de la galería de este palacio, que conocemos por antiguas fotografías (figura 12).

Esta técnica contrasta con las recias yeserías maci-zas del período gótico y estaría bastante más próxima a la ejecución de los estucos romanos, descritos por Adam (2002, 246). No obstante, hay que tener en cuenta el uso de moldes y placas en algunas yeserías andalusíes, y que las decoraciones renacentistas, re-petitivas y de escaso relieve, son óptimas para el uso de esta técnica. Es decir, que probablemente nos en-contramos ante una recuperación casual por ser la técnica más eficiente para lograr este tipo de decora-ciones.

ALFARJES Y ARTESONADOS RENACENTISTAS EN VALENCIA

Con la transición hacia el siglo XVI, los techos va-lencianos abandonarán la policromía y se detendrán en el trabajo decorativo de la madera tallada, con profusión de molduras y relieves. Dentro de estos condicionantes se pretenderá evocar las formas de la Antigüedad de un modo original y novedoso.

En primer lugar, cabe destacar el desarrollo de un tipo de alfarje donde las vigas parederas se sustitu-yen por una cornisa de madera, y en el entrevigado se forman pequeños casetones cuadrados enmarca-dos por molduras (figura 13). En origen probable-mente no pasaron de ser más que versiones regulari-zadas de las armaduras de cinta y saetino, pero a finales del XV o principios del XVI los recuadros al-canzan gran relieve, convirtiéndose en auténticos ca-setones. Son muy representativos de esta época de madurez algunos alfarjes del entresuelo del Castillo de Alaquás (¿c. 1510?) y de la Lonja de Valencia (1506). En paralelo, el Museo Nacional de Cerámica conserva pequeños casetones muy similares a los descritos pero ejecutados en terracota, unos con el escudo de los Rabasa de Perellós, fechables entre el segundo y tercer cuarto del siglo XV, y otros proce-dentes de Castelló de Rugat, anteriores a 1499 (Coll s/f, 139).

Estos techos guardan un inquietante aire de fami-lia con los modelos pétreos de algunos edificios de la Acrópolis de Atenas, como el Erecteion (figura 14).

Figura 12Bóveda con decoración de yeso en el desaparecido Palacio de los Centelles de Oliva. Fotografía E. Fischer

Figura 13Techo de la entrada del castillo de Alaquás. Fotografía F. Iborra

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En Roma, sin embargo, los peristilos suelen resolver-se con artesonados planos o abovedados. Ello nos hace preguntarnos si el fenómeno valenciano es una simple evolución natural de los alfarjes tradicionales o si responden a una intencionada recuperación de la Antigüedad, a través del contacto comercial con el Mediterráneo Oriental, sobre todo Sicilia y Grecia.

Otro tema interesante es el de los artesonados his-pánicos construidos desde finales del siglo XV. Como sus homólogos italianos, intentarían reprodu-cir los techos con casetonado realizados en la Anti-güedad con algo más de fortuna que los precedentes medievales. En el fondo un artesonado no es más que un falso techo de madera, que oculta el sistema es-tructural de las vigas. En ocasiones éstas quedan par-cialmente visibles, contrarrestadas por piezas per-pendiculares que cierran los casetones, mientras que en otros casos la decoración falsea totalmente la es-tructura.

Los artesonados italianos de los siglos XV y XVI suelen seguir este esquema y por ello los casetones tienen relativamente poca profundidad, y están sepa-

rados por bandas planas correspondientes al ancho de las vigas (reales o postizas en geometrías más complejas). Entre ambos planos se disponen unas molduras para suavizar la transición. Así se resuelven también artesonados primitivos hispánicos como el del Palacio de la Aljafería. Sin embargo, a principios del siglo XVI encontramos en Valencia una serie de ejemplos donde los casetones adquieren una forma piramidal muy acusada, reduciendo el tamaño de los plafones centrales y disimulando la anchura de las vigas, que se falsean hasta morir en un baquetón. Así se resuelve la sala del Castillo de Alaquás (figura 15), y algunas estancias del desaparecido Palacio de los Centelles en Oliva y del perdido Palacio de Mo-sén Sorell en Valencia, probablemente fechables en la primera década del XVI.

A pesar de su aparente heterodoxia, la rigidez re-petitiva de los artesonados valencianos de esta época está más proxima a los techos griegos y las bóvedas de hormigón romanas, como la del Panteón o la Ba-sílica de Majencio. Por otro lado, la concepción de los casetones como pirámides independientes de los soportes es una particularidad hispánica, perfecta-mente definida ya a mediados de siglo en el desapa-recido Tocador de la Reina del Alcázar de Segovia y que se puede relacionar con los cupulines de los tau-jeles nazaríes, con precedentes en el Hospital del Rey en Burgos (s. XIII). El cambio principal después de 1500 consistiría en trabajar las tablillas decorativas conformando molduras.

Figura 14Techo del Erecteion de Atenas. Wikipedia

Figura 15Artesonado de la sala del castillo de Alaquás. Fotografía F. Iborra

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En Valencia debían estar bastante desarrollados los artesonados antes de 1490, lo que explicaría que se contratara a carpinteros valencianos para trabajar en los techos de la casa cardenal Mendoza en Guadalajara (1491) o el castillo de La Calahorra (1502) (Gómez-Ferrer 2014, 181).7 No obstante, son bastante conven-cionales si los comparamos con los techos valencianos posteriores a 1500, descritos antes. Acaso el cambio podría relacionarse con el primer artesonado del Salo-ne dei Cinquecento en el Palazzo Vecchio de Florencia (1494), bajo el que uno de los «Hernandos» (Hernando de Llanos y Fernando Yáñez de la Almedina, activos en Valencia desde 1505) colaboró con Leonardo da Vinci en los frescos de la Batalla de Anghieri.8

CONCLUSIONES

Como se ha repetido en varias ocasiones a lo largo de estas líneas, durante el siglo XVI nos encontramos con una reinvención de métodos y técnicas ya usadas por el mundo romano. En algunos casos esta coinci-dencia estaría propiciada por la relectura de los tex-tos de Vitruvio y otros tratadistas, o la importación directa de técnicas o artesanos italianos formados en el mundo renacentista. En otras ocasiones, como en el caso del empleo de moldes, estaríamos simple-mente ante una respuesta inteligente para un proble-ma concreto. Finalmente nos encontramos ante una serie de casos en los que las técnicas constructivas locales se envuelven de un lenguaje clásico para adaptarse a las nuevas modas.

NOTAS

1. Quizá no sea casualidad que en la reconstrucción de este patio catedralicio, realizada a partir de los huecos presentes en las estructuras contiguas, los soportes de los arcos tengan aproximadamente la misma altura (en torno a 5 metros) que las restituciones hipotéticas de la basílica romana de la ciudad. No obstante, parece que ésta se incendió en el siglo III y no se volvió a recons-truir (Escrivá, Jiménez y Ribera 2013, 64) por lo que también cabría pensar en piezas de cualquier otro lugar, quizá aprovechadas ya en la mezquita sobre la que se asentó la catedral del siglo XIII.

2. La misma solución (aunque con basas de mármol origi-nales) la podemos ver, por ejemplo, en la portada diecio-chesca de la iglesia parroquial de Cabanes (Castellón).

En este caso es evidente que las dos columnas (cuatro fragmentos ajustados) son de piedra diferente y presen-tan algunos rebajes debidos a su antigua ubicación.

3. Las columnas de la Almoina y sobre todo las de Santo Domingo parecen estar formadas por tambores de altu-ras irregulares y no por piezas monolíticas, lo que sugie-re algún tipo de revestimiento para disimular las juntas.

4. Debemos agradecer esta noticia al Inspector de Patri-monio Ignacio Matoses Ortells.

5. Concretamente nos referimos a las cubiertas primitivas de la nave perimetral del Almudín de Valencia (visible en fotografías anteriores a la última restauración) y del Consulado del Mar (construida en 1533 y representada por Ramón María Ximénez en el siglo XIX). En ambos casos, la colocación de unas pocas correas horizontales y de un tercer orden de pares paralelos a la pendiente resulta extraña, y más apropiada para soluciones de teja vana, colocada sin tablero. Encontramos también refe-rencias a teja vana como preexistencia en la reparación de tejados del desaparecido palacio de Mosén Sorell, terminado a principios del XVI.

6. Esta regla se cumplía al menos en el desaparecido Pala-cio de los Centelles de Oliva, donde se encontraban medallones con rostros en la llamada Sala de Armas (que no era más que el dormitorio principal, como se puede comprobar al analizar los recorridos y el inventa-rio del edificio) y en varias de las alcobas anexas.

7. Esta autora señala en 1476 la presencia documental de techos con barcelles de copades (artesas de molduras) en el palacio de Alcócer, señorío adquirido por los Mendoza en 1491. No obstante, el documento (trascrito en Zaragozá y Gómez-Ferrer 2007, 330-331) resulta ambiguo y hace referencias a cintas y saetinos, por lo que pensamos que pudiera tratarse de una moldura a modo de cornisa, habitual en la época. Más explícita podría ser una noticia de 1488 de un techo de tirants ab botgets e copades (Archivo del Reino de Valencia, Bai-lía General, nº 9127) El botget era la tabla inclinada que se colocaba en los alfarjes para cubrir huecos entre vigas, similar a las piezas usadas para conformar los casetones.

8. Según la descripción de Vasari ([1550] 1966, 4: 241) en el techo florentino «tanto quanto erano grosse le travi fu fatto un piano, che rigirava intorno al quadri». Esta referencia al «plano» es la que nos sugiere una marcada forma piramidal. Sobre la importancia de los Hernan-dos en Valencia, Gómez-Ferrer 2014.

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