LA PERCEPCIÓN DE LOS JÓVENES SOBRE LA ECONOMÍA Una … · grupo representará el 30% del...

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-31- OPINIÓN Jueves 4 de octubre del 2018 LA PERCEPCIÓN DE LOS JÓVENES SOBRE LA ECONOMÍA EL OCIO EN LA ERA MODERNA RINCÓN DEL AUTOR Una mirada crítica a la empresa privada Elogio de la mediocridad El factor Alberto Presidente ejecutivo de Apoyo Consultoría GIANFRANCO Castagnola H ace unas semanas comenta- mos en esta columna una en- cuesta nacional urbana, diri- gida a jóvenes de 18 a 29 años, encargadaporApoyoConsul- toría a Ipsos para entender qué hacen, cómo se informan, cuán interesados están en política, cuáles son sus preferencias y qué piensan en temas económicos, sociales y políticos. Este gruporepresentaráel30%delelectoradoenel 2021. Por ello, su visión sobre la economía y la empresa privada es relevante. De la lectura de los resultados de la encuesta, queda claro que para quienes creemos en la inversión privada como motor fundamental para el desarrollo del país, hay un desafío por delante para rever- tir la percepción que se tiene sobre ella. Empezando por lo positivo: la visión sobre la economía de mercado que tienen los jóve- nes pareciera ser muy alentadora. Ante la pre- guntadequiéndebedeterminarlospreciosen unaeconomía,unabrumador78%considera que debe ser el mercado –esto es, la oferta y la demanda–.Solo18%consideraquedeberían ser fi jados por las autoridades. Es muy posible que los jóvenes hayan escuchado las historias de quienes fuimos testigos de dos décadas perdidas, responsabilidad del experimento socialista de la dictadura del general Velas- co y del populismo heterodoxo del primer gobierno del presidente Alan García. La ex- periencia del chavismo en Venezuela –hasta no hace mucho aplaudida por gran parte de la izquierda local– seguramente también ha influido en su mirada. Sin embargo, la respuesta a la pregunta de cuánta intervención del Estado debiera darse en la economía muestra posiciones diferen- tes. Los jóvenes se dividen en tres tercios: un tercio liberal, que quisiera una intervención mínima del Estado; un tercio medianamente M e sorprende un poco la cantidad de personas que me dicen que no tienen pasatiempos. Puede pa- recer una cosa pequeña, pero, a riesgo de parecer pretencioso, lo veo como una señal del declive de la sociedad. El ocio es un logro que fue difícil alcanzar; su- pone que hemos superado las exigencias de la supervivencia bruta. Sin embargo, parece que se ha olvidado la importancia de hacer las cosas solo porque las disfrutamos. He llegado a pensar que hay una razón profunda para justificar por qué muchas personas no tienen pasatiempos: tenemos miedo a hacerlo mal. Nos sentimos intimi- dados por la expectativa de que debemos ser expertos en todo lo que hacemos. Nuestros “pasatiempos” se han vuelto demasiado se- rios, una ocasión para preocuparse de si real- mente eres la persona que dices ser. Sisales a correr, ya no es suficiente recorrer la cuadra, estás entrenando para la próxima L os indicios de que el indulto había sido canjeado por vo- tos para evitar la vacancia eranmásqueevidentes.Los reclamos de la ciudadanía y los familiares estaban absolutamente justificados, pero parecía remota la po- sibilidad de que un juez se animara a en- carcelar nuevamente a un hombre de 80 años. Sin embargo, ocurrió. La justicia hizo su trabajo y enderezó una pésima decisión que nunca debió tomarse en la forma en la que se hizo. ¿Y ahora qué? El tablero político ha cambiado pero lo ha hecho en un con- textomuycomplicado.AlbertoFujimori vuelve a la cárcel en momentos en que los enfrentamientos entre el Ejecutivo y el Congreso (léase Fuerza Popular) están en su pico más alto. Si bien el pre- sidente Vizcarra no ha jugado ningún rol en esta decisión, las primeras decla- raciones de los fujimoristas ya apuntan a considerarlo culpable y a leer esta sen- tencia como una venganza. La posición firme del ministro de Justicia, Vicente Zeballos, quien renunció a la bancada de Peruanos Por el Kambio cuando sa- lió el indulto, va adarleargumen- tos a la bancada naranja para ahondar en es- ta tesis. Y, si bien hay un porcenta- je importante de la población que no estaba a favor delaformacomo se otorgó la liber- tad a Alberto Fu- jimori, la pode- rosa imagen de un anciano regresando enmarrocado a la cárcel puede jugar a favor del discurso fujimorista. Otro escenario que se mueve drás- ticamente es el frente interno de Fuer- za Popular. El indulto fue un logro de Kenji Fujimori. Él peleó por su padre, él canjeó los votos, él se ganó el despre- cio de Fuerza Popular y fue echado del partido. Lo hizo todo mal, de eso nadie duda; pero vamos a ser sinceros, no había forma de derrocar a Pedro Pablo Kuczynski sin desbaratar el vergonzoso indulto que lo hizo posible. Keiko eligió su batalla, se enfrentó a su hermano, sa- có a PPK de la presidencia y… devolvió a su padre a la cárcel. Difícil creer que haya tomado la decisión de sacrificar a Alberto en aras de la lucha contra la corrupción y los intereses del país. Si así lo hizo, felicitamos su valentía. Pe- ro todo apunta a que actuó por apetitos personales de poder y bajo la certeza de que nadie se atrevería a darle vuelta a la decisión tomada. En este nuevo es- cenario le toca a una Keiko ya muy de- bilitada trabajar no solo por la libertad de su padre, cada vez más lejana, sino por librarse de la imagen de mala hija que muchos le van a encajar. ¿Qué pasará con el futuro político de Keiko Fujimori? ¿Cuál será el rol que asuma el hasta ahora desapareci- do Kenji? Tratar de imaginar el futuro cercano del fujimorismo es más difícil que adivinar quién será el próximo al- calde de Lima el domingo. Pero se vie- nen nuevos tiempos y soplarán nuevos vientos que asoman huracanados. “Los jóvenes perciben que hay una asimetría entre el poder de las empresas y el de los consumidores”. intervencionista; y un tercio muy controlista. Laaparentecontradicciónentreunajuventud que cree en el mercado como asignador de recursos a través del libre juego de la oferta y la demanda pero que, a la vez, siente que necesita un rol interventor del Estado parece explicarse, al menos en parte, por su visión crítica de la empresa privada. Ante la pregunta sobre qué tipo de em- presas deberían predominar en nuestra eco- nomía, la gran mayoría (60%) quisiera que coexistieran empresas privadas y estatales; 31%, una mayoría de empresas estatales; y solo 7% una mayoría de empresas privadas. Para entender qué había detrás de estas respuestas, Ipsos realizó ‘focus groups’ adi- cionales. Obviamente, esta percepción no nace de una admiración por la empresa es- tatal. Basta mirar los ránkings de las empre- sas más admiradas o de aquellas donde los jóvenes quisieran trabajar para constatar la pobre figuración de las empresas estatales. De acuerdo a esos ‘focus groups’, los jóve- nes tienen una visión crítica de la empresa privada por varias razones. Una primera está relacionada al impacto negativo de los escán- dalos de corrupción que se han destapado el último par de años: Lava Jato, el ‘club de la construcción’ y los audios del sistema judicial han pasado su factura. A esto se suma que la calificación de “empresario” es usada en ex- ceso cuando se trata de gente con dinero que ha cometido un delito. En segundo lugar, los maratón. Si eres un pintor, ya no estás pasan- do una tarde agradable; estás tratando de ob- tenerunaexhibiciónenunagaleríaoseguido- res en las redes sociales. Cuando tu identidad está vinculada a tu hobby es mejor que seas bueno en eso o, de lo contrario, ¿quién eres? Acá se ha perdido la búsqueda de la mo- desta habilidad, del hacer algo solo porque lo disfrutas, no porque seas bueno en eso. Los pasatiempos se supone que son algo diferente al trabajo. Pero valores como “la búsqueda de la excelencia” se han colado y corrompido lo queunavezfueelreinodelocio,dejandopoco espacio para el verdadero aficionado. La gen- te ahora parece dividida entre los aficionados semiprofesionales y aquellos que se retiran al ocio pasivo, con pantalla, firma de nuestro momento tecnológico. No niego que se pueda obtener mucho de realizar una actividad al más alto nivel. Pero también hay una alegría real y pura que solo proviene de aprender y de tratar de mejorar. En retrospectiva, descubrirás que los mejo- res años de, digamos, el buceo o la cocina fue- ron aquellos que pasaste aprendiendo, cuan- do hubo emoción en el mero acto de hacerlo. De una manera que rara vez apreciamos, las exigencias de la excelencia están en gue- rra con lo que llamamos libertad. Porque permitirte hacer solo aquello en lo que eres bueno es estar atrapado en una jaula cuyas jóvenes perciben que, en algunas situacio- nes, hay una asimetría entre el poder de las empresas y el de los consumidores y sienten una desprotección de sus derechos. Si bien In- decopi hace un esfuerzo relevante a través de su oficina de defensa del consumidor, la per- cepcióncomotalpersiste.Seguramentecasos públicosdecolusiónyconcertacióndeprecios han reafirmado esa percepción. Finalmente, la empresa privada tiene una imagen de eva- sora tributaria. Es posible que noticias sobre procesos tributarios judicializados –donde en varios casos notables, contrariamente a lo informado, no se trata de “deudas no paga- das” sino de impuestos y moras cuestionados por contribuyentes– influyan en esta noción. Es claro que la relación de confianza en- tre la población y la empresa privada se ha deteriorado. Nadie que no tenga una venda ideológica en los ojos puede negar la inmen- sa contribución de la inversión privada al crecimiento y a la generación de riqueza, empleo e ingresos al fisco. Y también es cierto que muchas empresas privadas han realiza- do grandes avances en promover una cultura de integridad en su interior y están aplicando protocolos para asegurar su cumplimiento. La nueva normativa anticorrupción empre- sarial también apunta en esa dirección. Pero, como reflejan las encuestas, la sociedad –y los jóvenes– esperan más. Hay un enorme es- pacio para liderar iniciativas anticorrupción que los gremios deberían asumir. barras no son de acero sino de autoestima. Especialmente cuando se trata de activida- des físicas, aunque también de otros empe- ños, la mayoría de nosotros seremos verda- deramente excelentes solo en lo que sea que comenzamos a hacer en nuestra adolescen- cia. ¿Qué pasa si decides a los 40 que quieres aprender a surfear? ¿Si a los 60 que quieres aprender a hablar italiano? La expectativa de excelencia puede ser obstaculizadora. Se supone que la libertad y la igualdad ha- cen posible la búsqueda de la felicidad. Sería lamentable proteger los medios y descuidar el fin. Una democracia, cuando funciona co- rrectamente, nos permite convertirnos en personas libres; pero nos corresponde usar esa oportunidad para encontrar propósito, alegría y satisfacción. Me gustaría plantear la sugerencia de ma- nera más general: la promesa de nuestra civi- lización, el objetivo de todo nuestro progreso laboral y tecnológico es liberarnos de la lucha por la supervivencia y dejar espacio para obje- tivos más elevados. Pero exigir excelencia en todoloquehacemospuedesocavareso;puede amenazareinclusodestruirlalibertad.Nosro- ba una de las mayores recompensas de la vida: elsimpleplacerdehaceralgoquedisfrutas. –Glosado– © The New York Times. ILUSTRACIÓN: GIOVANNI TAZZA “El tablero político ha cambiado pero lo ha hecho en un contexto muy complicado”. Profesor de Derecho de la Universidad de Columbia TIM Wu Periodista PATRICIA del Río

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-31- OPINIÓN Jueves 4 de octubre del 2018

LA PERCEPCIÓN DE LOS JÓVENES SOBRE LA ECONOMÍA

EL OCIO EN LA ERA MODERNA

RINCÓN DEL AUTOR

Una mirada crítica a la empresa privada

Elogio de la mediocridad

El factor Alberto

Presidente ejecutivo de Apoyo Consultoría

GIANFRANCO Castagnola

H ace unas semanas comenta-mos en esta columna una en-cuesta nacional urbana, diri-gida a jóvenes de 18 a 29 años, encargada por Apoyo Consul-

toría a Ipsos para entender qué hacen, cómo se informan, cuán interesados están en política, cuáles son sus preferencias y qué piensan en temas económicos, sociales y políticos. Este grupo representará el 30% del electorado en el 2021. Por ello, su visión sobre la economía y la empresa privada es relevante. De la lectura de los resultados de la encuesta, queda claro que para quienes creemos en la inversión privada como motor fundamental para el desarrollo del país, hay un desafío por delante para rever-tir la percepción que se tiene sobre ella.

Empezando por lo positivo: la visión sobre la economía de mercado que tienen los jóve-nes pareciera ser muy alentadora. Ante la pre-gunta de quién debe determinar los precios en una economía, un abrumador 78% considera que debe ser el mercado –esto es, la oferta y la demanda–. Solo 18% considera que deberían ser fi jados por las autoridades. Es muy posible que los jóvenes hayan escuchado las historias de quienes fuimos testigos de dos décadas perdidas, responsabilidad del experimento socialista de la dictadura del general Velas-co y del populismo heterodoxo del primer gobierno del presidente Alan García. La ex-periencia del chavismo en Venezuela –hasta no hace mucho aplaudida por gran parte de la izquierda local– seguramente también ha infl uido en su mirada.

Sin embargo, la respuesta a la pregunta de cuánta intervención del Estado debiera darse en la economía muestra posiciones diferen-tes. Los jóvenes se dividen en tres tercios: un tercio liberal, que quisiera una intervención mínima del Estado; un tercio medianamente

M e sorprende un poco la cantidad de personas que me dicen que no tienen pasatiempos. Puede pa-recer una cosa pequeña,

pero, a riesgo de parecer pretencioso, lo veo como una señal del declive de la sociedad. El ocio es un logro que fue difícil alcanzar; su-pone que hemos superado las exigencias de la supervivencia bruta. Sin embargo, parece que se ha olvidado la importancia de hacer las cosas solo porque las disfrutamos.

He llegado a pensar que hay una razón profunda para justificar por qué muchas personas no tienen pasatiempos: tenemos miedo a hacerlo mal. Nos sentimos intimi-dados por la expectativa de que debemos ser expertos en todo lo que hacemos. Nuestros “pasatiempos” se han vuelto demasiado se-rios, una ocasión para preocuparse de si real-mente eres la persona que dices ser.

Si sales a correr, ya no es sufi ciente recorrer la cuadra, estás entrenando para la próxima

L os indicios de que el indulto había sido canjeado por vo-tos para evitar la vacancia eran más que evidentes. Los reclamos de la ciudadanía

y los familiares estaban absolutamente justifi cados, pero parecía remota la po-sibilidad de que un juez se animara a en-carcelar nuevamente a un hombre de 80 años. Sin embargo, ocurrió. La justicia hizo su trabajo y enderezó una pésima decisión que nunca debió tomarse en la forma en la que se hizo.

¿Y ahora qué? El tablero político ha cambiado pero lo ha hecho en un con-texto muy complicado. Alberto Fujimori vuelve a la cárcel en momentos en que los enfrentamientos entre el Ejecutivo y el Congreso (léase Fuerza Popular) están en su pico más alto. Si bien el pre-sidente Vizcarra no ha jugado ningún rol en esta decisión, las primeras decla-raciones de los fujimoristas ya apuntan a considerarlo culpable y a leer esta sen-tencia como una venganza. La posición fi rme del ministro de Justicia, Vicente Zeballos, quien renunció a la bancada de Peruanos Por el Kambio cuando sa-

lió el indulto, va a darle argumen-tos a la bancada naranja para ahondar en es-ta tesis. Y, si bien hay un porcenta-je importante de la población que no estaba a favor de la forma como se otorgó la liber-tad a Alberto Fu-jimori, la pode-rosa imagen de

un anciano regresando enmarrocado a la cárcel puede jugar a favor del discurso fujimorista.

Otro escenario que se mueve drás-ticamente es el frente interno de Fuer-za Popular. El indulto fue un logro de Kenji Fujimori. Él peleó por su padre, él canjeó los votos, él se ganó el despre-cio de Fuerza Popular y fue echado del partido. Lo hizo todo mal, de eso nadie duda; pero vamos a ser sinceros, no había forma de derrocar a Pedro Pablo Kuczynski sin desbaratar el vergonzoso indulto que lo hizo posible. Keiko eligió su batalla, se enfrentó a su hermano, sa-có a PPK de la presidencia y… devolvió a su padre a la cárcel. Difícil creer que haya tomado la decisión de sacrifi car a Alberto en aras de la lucha contra la corrupción y los intereses del país. Si así lo hizo, felicitamos su valentía. Pe-ro todo apunta a que actuó por apetitos personales de poder y bajo la certeza de que nadie se atrevería a darle vuelta a la decisión tomada. En este nuevo es-cenario le toca a una Keiko ya muy de-bilitada trabajar no solo por la libertad de su padre, cada vez más lejana, sino por librarse de la imagen de mala hija que muchos le van a encajar.

¿Qué pasará con el futuro político de Keiko Fujimori? ¿Cuál será el rol que asuma el hasta ahora desapareci-do Kenji? Tratar de imaginar el futuro cercano del fujimorismo es más difícil que adivinar quién será el próximo al-calde de Lima el domingo. Pero se vie-nen nuevos tiempos y soplarán nuevos vientos que asoman huracanados.

“Los jóvenes perciben que hay una asimetría entre el poder de las empresas y el de los consumidores”.

intervencionista; y un tercio muy controlista. La aparente contradicción entre una juventud que cree en el mercado como asignador de recursos a través del libre juego de la oferta y la demanda pero que, a la vez, siente que necesita un rol interventor del Estado parece explicarse, al menos en parte, por su visión crítica de la empresa privada.

Ante la pregunta sobre qué tipo de em-presas deberían predominar en nuestra eco-nomía, la gran mayoría (60%) quisiera que coexistieran empresas privadas y estatales; 31%, una mayoría de empresas estatales; y solo 7% una mayoría de empresas privadas.

Para entender qué había detrás de estas respuestas, Ipsos realizó ‘focus groups’ adi-cionales. Obviamente, esta percepción no nace de una admiración por la empresa es-tatal. Basta mirar los ránkings de las empre-sas más admiradas o de aquellas donde los jóvenes quisieran trabajar para constatar la pobre fi guración de las empresas estatales.

De acuerdo a esos ‘focus groups’, los jóve-nes tienen una visión crítica de la empresa privada por varias razones. Una primera está relacionada al impacto negativo de los escán-dalos de corrupción que se han destapado el último par de años: Lava Jato, el ‘club de la construcción’ y los audios del sistema judicial han pasado su factura. A esto se suma que la califi cación de “empresario” es usada en ex-ceso cuando se trata de gente con dinero que ha cometido un delito. En segundo lugar, los

maratón. Si eres un pintor, ya no estás pasan-do una tarde agradable; estás tratando de ob-tener una exhibición en una galería o seguido-res en las redes sociales. Cuando tu identidad está vinculada a tu hobby es mejor que seas bueno en eso o, de lo contrario, ¿quién eres?

Acá se ha perdido la búsqueda de la mo-desta habilidad, del hacer algo solo porque lo disfrutas, no porque seas bueno en eso. Los pasatiempos se supone que son algo diferente al trabajo. Pero valores como “la búsqueda de la excelencia” se han colado y corrompido lo que una vez fue el reino del ocio, dejando poco espacio para el verdadero afi cionado. La gen-te ahora parece dividida entre los afi cionados semiprofesionales y aquellos que se retiran al ocio pasivo, con pantalla, firma de nuestro momento tecnológico.

No niego que se pueda obtener mucho de realizar una actividad al más alto nivel. Pero también hay una alegría real y pura que solo proviene de aprender y de tratar de mejorar. En retrospectiva, descubrirás que los mejo-res años de, digamos, el buceo o la cocina fue-ron aquellos que pasaste aprendiendo, cuan-do hubo emoción en el mero acto de hacerlo.

De una manera que rara vez apreciamos, las exigencias de la excelencia están en gue-rra con lo que llamamos libertad. Porque permitirte hacer solo aquello en lo que eres bueno es estar atrapado en una jaula cuyas

jóvenes perciben que, en algunas situacio-nes, hay una asimetría entre el poder de las empresas y el de los consumidores y sienten una desprotección de sus derechos. Si bien In-decopi hace un esfuerzo relevante a través de su ofi cina de defensa del consumidor, la per-cepción como tal persiste. Seguramente casos públicos de colusión y concertación de precios han reafi rmado esa percepción. Finalmente, la empresa privada tiene una imagen de eva-sora tributaria. Es posible que noticias sobre procesos tributarios judicializados –donde en varios casos notables, contrariamente a lo informado, no se trata de “deudas no paga-das” sino de impuestos y moras cuestionados por contribuyentes– infl uyan en esta noción.

Es claro que la relación de confi anza en-tre la población y la empresa privada se ha deteriorado. Nadie que no tenga una venda ideológica en los ojos puede negar la inmen-sa contribución de la inversión privada al crecimiento y a la generación de riqueza, empleo e ingresos al fi sco. Y también es cierto que muchas empresas privadas han realiza-do grandes avances en promover una cultura de integridad en su interior y están aplicando protocolos para asegurar su cumplimiento. La nueva normativa anticorrupción empre-sarial también apunta en esa dirección. Pero, como refl ejan las encuestas, la sociedad –y los jóvenes– esperan más. Hay un enorme es-pacio para liderar iniciativas anticorrupción que los gremios deberían asumir.

barras no son de acero sino de autoestima. Especialmente cuando se trata de activida-des físicas, aunque también de otros empe-ños, la mayoría de nosotros seremos verda-deramente excelentes solo en lo que sea que comenzamos a hacer en nuestra adolescen-cia. ¿Qué pasa si decides a los 40 que quieres aprender a surfear? ¿Si a los 60 que quieres aprender a hablar italiano? La expectativa de excelencia puede ser obstaculizadora.

Se supone que la libertad y la igualdad ha-cen posible la búsqueda de la felicidad. Sería lamentable proteger los medios y descuidar el fi n. Una democracia, cuando funciona co-rrectamente, nos permite convertirnos en personas libres; pero nos corresponde usar esa oportunidad para encontrar propósito, alegría y satisfacción.

Me gustaría plantear la sugerencia de ma-nera más general: la promesa de nuestra civi-lización, el objetivo de todo nuestro progreso laboral y tecnológico es liberarnos de la lucha por la supervivencia y dejar espacio para obje-tivos más elevados. Pero exigir excelencia en todo lo que hacemos puede socavar eso; puede amenazar e incluso destruir la libertad. Nos ro-ba una de las mayores recompensas de la vida: el simple placer de hacer algo que disfrutas.

–Glosado–© The New York Times.

ILUSTRACIÓN: GIOVANNI TAZZA

“El tablero político ha cambiado pero lo ha hecho en un contexto muy complicado”.

Profesor de Derecho de la Universidad de Columbia

TIMWu

Periodista

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