La participacion politica

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 U  LTIMA  DÉCADA  Nº30, CIDPA VALPARAÍSO, JULIO 2009, PP. 41-66.  LA PARTICIPACIÓN POLÍTICA DE JÓVENES ADOLESCENTES EN EL CONTEXTO URBANO ARGENTINO. PUNTOS PARA EL DEBATE GRACIELA BATALLÁN, *  SILVANA CAMPANINI ,** ELÍAS PRUDANT,*** IARA E  NRIQUE**** Y SOLEDAD CASTRO*****  RESUMEN Los f undamento s jurídico-insti tucionales que organizan la política —entendida aquí como prácticas reguladas a través de las cuales los sujetos participan de la dirección y gobierno de la sociedad en la que son miembros— excluyen a niños y jóvenes en función de su minoridad. A partir de la reconstrucción del trabajo de campo en dos contextos diferenciados —el Programa  La legislatu- ra y la escuela del Poder Legislativo de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y centros de estudiantes de colegios de nivel medio— se analizan as-  pectos problemáticos relativos a los contenidos y métodos de la participación de los jóvenes en el espacio público. Las prácticas documentadas por nuestra investigación reactualizan la tensión analizada en la literatura contemporánea respecto al sentido dado a la   política y lo que puede entenderse como lo  político, a cuya luz se enfocan las  preocupacione s y debates que circulan entre los jóvenes. La reflexión profun - diza sobre los derroteros de la construcción del bien común que éstos formu- lan y las formas de la participación política que conciben legítimas, compro- metiendo en el análisis los efectos que és tos pudiesen implicar para una even- tual democratización de la escuela. PALABRAS CLAVE: INFANCIA, JUVENTUD, CIUDADANÍA, DEMOCRACIA, ESPACIO PÚBLICO * Profesora Titular Facultad de Filosofía y Letras, Instituto de Ciencias Antropológicas, Universid ad de Buenos Aires ( UBA), Argentina. E-Mail: [email protected] m.ar . ** Docente Facultad de Filosofía y Letras, Instituto de Ciencias Antropo- lógicas, UBA. E-Mail: [email protected]. *** Docente Facult ad de Filosofía y Letras, Instituto de Ciencias Antropo- lógicas, UBA. E-Mail: [email protected]. **** Docente Facultad Filosofía y Letras, Instituto de Ciencias Antropológi- cas, UBA. E-Mail: [email protected]. ***** Estudiante avanzada de la carrera de Ciencias Antropológicas, Facul- tad de Filosofía y Letras, UBA. E-Mail: [email protected] .

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Jovenes y adolescentes

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  • ULTIMA DCADA N30, CIDPA VALPARASO, JULIO 2009, PP. 41-66.

    LA PARTICIPACIN POLTICA DE JVENES ADOLESCENTES EN EL CONTEXTO URBANO

    ARGENTINO. PUNTOS PARA EL DEBATE

    GRACIELA BATALLN,* SILVANA CAMPANINI,** ELAS PRUDANT,*** IARA ENRIQUE****

    Y SOLEDAD CASTRO*****

    RESUMEN Los fundamentos jurdico-institucionales que organizan la poltica entendida aqu como prcticas reguladas a travs de las cuales los sujetos participan de la direccin y gobierno de la sociedad en la que son miembros excluyen a nios y jvenes en funcin de su minoridad. A partir de la reconstruccin del trabajo de campo en dos contextos diferenciados el Programa La legislatu-ra y la escuela del Poder Legislativo de la Ciudad Autnoma de Buenos Aires y centros de estudiantes de colegios de nivel medio se analizan as-pectos problemticos relativos a los contenidos y mtodos de la participacin de los jvenes en el espacio pblico.

    Las prcticas documentadas por nuestra investigacin reactualizan la tensin analizada en la literatura contempornea respecto al sentido dado a la poltica y lo que puede entenderse como lo poltico, a cuya luz se enfocan las preocupaciones y debates que circulan entre los jvenes. La reflexin profun-diza sobre los derroteros de la construccin del bien comn que stos formu-lan y las formas de la participacin poltica que conciben legtimas, compro-metiendo en el anlisis los efectos que stos pudiesen implicar para una even-tual democratizacin de la escuela.

    PALABRAS CLAVE: INFANCIA, JUVENTUD, CIUDADANA, DEMOCRACIA, ESPACIO PBLICO

    * Profesora Titular Facultad de Filosofa y Letras, Instituto de Ciencias

    Antropolgicas, Universidad de Buenos Aires (UBA), Argentina. E-Mail: [email protected]. ** Docente Facultad de Filosofa y Letras, Instituto de Ciencias Antropo-

    lgicas, UBA. E-Mail: [email protected]. *** Docente Facultad de Filosofa y Letras, Instituto de Ciencias Antropo-

    lgicas, UBA. E-Mail: [email protected]. **** Docente Facultad Filosofa y Letras, Instituto de Ciencias Antropolgi-

    cas, UBA. E-Mail: [email protected]. ***** Estudiante avanzada de la carrera de Ciencias Antropolgicas, Facul-

    tad de Filosofa y Letras, UBA. E-Mail: [email protected].

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    A PARTICIPAO POLTICA DE JOVENS ADOLESCENTES NO CONTEXTO URBANO ARGENTINO.

    APONTAMENTOS PARA DEBATE

    RESUMO Os fundamentos jurdico-institucionais que organizam a poltica entendida aqui como prticas reguladas atravs das quais os sujeitos participam da direo e governo de sua sociedade excluem crianas e jovens por serem menores de idade. A partir da reconstruo do trabalho de campo em dois contextos diferenciados o Programa A legislatura e a Escola do Poder Legislativo da Cidade Autnoma de Buenos Aires e centros de estudantes de colgios de nvel mdio analisam-se aspectos problemticos relativos aos contedos e mtodos de participao dos jovens no espao pblico.

    As prticas documentadas por nossa pesquisa reatualizam a tenso analisada na literatura contempornea a respeito do sentido dado poltica e o que se pode entender como o poltico, sob cuja luz se enfocam as preocupaes e debates que circulam entre os jovens. A reflexo aprofunda os roteiros da construo do bem comum que os jovens elaboram, bem como as formas de participao poltica que acreditam legtimas, incluindo na anlise os impactos que poderiam ter numa eventual democratizao da escola. PALAVRAS CHAVE: INFNCIA, JUVENTUDE, CIDADANIA, DEMOCRACIA, ESPAO PBLICO

    THE POLITICAL PARTICIPATION OF ADOLESCENTS IN AN ARGENTINIAN URBAN CONTEXT. POINTS FOR DEBATE

    ABSTRACT

    The legal-institutional foundations that organize the policy acknowledged here as regulated practices through which the subjects participate in the direction and gov-ernment of the society in which they are members exclude children and adolescents based on their minority. From the reconstruction of the work in two differentiated contexts the Program the legislature and the school of the Legislative Power of the Independent City of Buenos Aires and student centers of middle class schools problematic aspects regarding the contents and methods of the participation of the young people in the public space are analyzed.

    The practices documented by our investigation make known the tension ana-lyzed in a contemporary literature aspect to the sense given to the policy and what can be understood like as the politician, whose light focuses on the concern and debates that circulate amongst youth. The reflection deepens on the direction of the construc-tion of the communal property which are formulated, and the forms of the participa-tion politics which are conceive as legitimate, jeopardizing in the analysis the effects that these could imply for a possible democratization of the school.

    KEY WORDS: CHILDHOOD, YOUTH, CITIZENSHIP, DEMOCRACY, PUBLIC SPACE

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    1. EL PROBLEMA TERICO: LAS PRCTICAS POLTICAS DE JVENES ADOLESCENTES EL NCLEO DE ESTA presentacin es el anlisis de los contenidos y formas de la participacin de jvenes-adolescentes en el campo de las acciones en las cuales se debate el bien comn o espacio pblico. Conceptualizar de tal modo las prcticas de estos sujetos implica su-marnos a una vasta discusin dentro de la teora poltica contempor-nea, para la cual el espacio pblico sobrepasa los fundamentos jurdi-co-filosficos que organizan la poltica, entendida slo como prcticas reguladas a travs de las cuales los ciudadanos participan del gobierno de la sociedad.

    Los ejes del argumento que desarrollaremos se sostienen en la hiptesis de que la invisibilidad de la participacin de los jvenes adolescentes en torno al bien comn en general, y dentro de la escuela en particular, se debe a concepciones naturalizadas respecto de la pol-tica en tanto prctica formal y privativa de quienes tienen derecho jurdico por mayora de edad y a la vez, a una concepcin de infan-cia y juventud adolescente que los reconoce principalmente en su con-dicin de sujetos dependientes del mundo adulto (Batalln y Campa-nini, 2005). Dentro de esta concepcin, los nios y jvenes son de hecho excluidos, ya que en tanto menores no son ciudadanos en ple-no derecho (Adorno, 1973).

    Las acciones, demandas y propuestas de los jvenes adolescentes documentadas por la investigacin nos permiten abrir interrogantes sobre cmo conceptualizar su prctica poltica, a fin de incorporarlas como legtimas en el marco del debate general sobre la profundizacin de la democracia.

    A fin de aclarar el punto de partida de nuestro desarrollo, enten-demos conceptualmente a lo poltico diferenciado de la poltica, re-servando para sta ltima el ejercicio de la actividad poltica o, lo que es lo mismo, las formas institucionalizadas de la democracia represen-tativa (Rosanvallon, 2002; Mouffe, 1999).

    A partir de los presupuestos de la teora liberal angloamericana que oficia de fundamento jurdico de las instituciones polticas mo-dernas la conceptualizacin y construccin del inters general o bien pblico ha resultado problemtica para dar cuenta del proceso creciente de las demandas sociales y de la ampliacin democrtica. Al concebir a los sujetos como individuos con intereses privados, el inte-rs general slo puede formularse como resultado del voto (derecho

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    privativo de los adultos), o bien como capacidad del Estado, en tanto expresa tal voluntad popular o soberana.1

    Los intentos contemporneos de la filosofa poltica por resituar el potencial crtico de lo poltico como proceso que sobrepasa la pol-tica se condensan en el concepto de esfera pblica que elaborara Habermas. En tal formulacin, la esfera o espacio pblico se caracte-riza por el conjunto de prcticas deliberativas en la que los individuos, despojados de los intereses del intercambio de los bienes y del trabajo social, discuten sin restricciones acerca de las cuestiones de inters general (Habermas, 1986). Este esfuerzo, conjuntamente con el de otros autores, se encuentra interesado por recuperar la concepcin republicana de la res pblica como resultado de un proceso de amplia participacin de sujetos, que no se agota ni se expresa cabalmente en la arquitectura institucional de la poltica.

    La reformulacin actual de las teoras clsicas ha considerado, conjuntamente con la crtica anteriormente sealada, el papel de los movimientos sociales en el marco de la globalizacin y del predomi-nio del capitalismo neoliberal, atendiendo especialmente a aquellos conjuntos sociales con identidad autoasignada (mujeres, minoras tnicas, sexuales, entre otros) que han reclamado nuevas o diferentes formas de inclusin en la ciudadana. Al analizar el status subordinado de las mujeres, Nancy Frazer ha aportado elementos para profundizar la historicidad de lo que se entiende por pblico o inters comn, sos-teniendo que lo que en el pasado no era pblico en el sentido de ser un inters comn, ha llegado a serlo en el presente (Frazer,1992). Esto significa que el resultado de la deliberacin no puede ser conoci-do con anterioridad. Junto con el bien comn, la idea de contrapbli-cos subordinados (que expresan la voz de minoras, agrupamientos y categoras sociales en el espacio pblico) acuado por la autora, im-plica una nocin de hegemona que sobrentiende el dominio de unos intereses por sobre otros2 (Frazer, 1992; Laclau y Mouffe, 1985). 1 Para un anlisis exhaustivo de los lmites y atolladeros de la teora libe-

    ral para comprender el proceso de construccin poltico cultural de lo que en cada momento histrico se concibe como lo poltico/la poltica, vase Somers, 1996/97; y Souza Santos, 1998.

    2 De particular importancia para el debate que aqu reproducimos ha sido la confrontacin del pensamiento feminista en relacin a los principios de la democracia deliberativa, justamente discutiendo una supuesta neu-tralidad del espacio pblico, sostenida en la creencia de una eficaz pues-ta entre parntesis de las desigualdades sociales, segn la cual ste es

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    Si bien la reflexin a la que han dado lugar esta discusin destaca el carcter variable del sujeto poltico, ampliando la nocin de la de-mocracia al entenderla como un proceso de construccin y reconstruc-cin, tiende a reproducir el sesgo esencialista segn el cual los nue-vos sujetos se reconocen sobre la base de rasgos identitarios comunes (mujeres, minoras lingsticas, culturales o sexuales), o bien en fun-cin de un inters comn (a modo de ejemplo, considrese los ecolo-gistas). La nocin de sujeto colectivo que resulta as involucrada debe debatirse en el plano epistemolgico, dado que la naturaleza del sus-trato que permite la identificacin mantiene de modo indiscutido un trasfondo culturalista en la constitucin de endogrupos, esta vez bajo clasificaciones sociales o de intereses particulares.

    Los aportes a los que nos hemos referido resultan centrales, por tanto, para habilitar la posibilidad de la pregunta acerca de las prcti-cas polticas de nios y jvenes, pero contienen los peligro terico-metodolgico de circunscribir el campo de anlisis a las preocupacio-nes especficas de esta franja etrea e interpretar sus demandas e inte-reses solamente bajo el cristal de sus posiciones en la estructura de edades de la sociedad.

    El enfoque puesto en juego en nuestra investigacin se aparta de la perspectiva culturalista que engloba las manifestaciones simblicas y contestatarias de los jvenes segn su pertenencia social y ecolgica a travs de nociones como las de tribu y cultura juvenil, limitando con ello los alcances y preocupaciones que elaboran las nuevas generacio-nes acerca del espacio pblico y que trascienden los intereses del en-dogrupo (Reguillo, 2000; Feixas, 1998; Martn Barbero, 1998; Lesko, 1992; Padawer, 2004).

    En trminos epistemolgicos y en lo que a nuestros sujetos se refie-re, se trata de recuperar la perspectiva etnogrfica para el conocimiento de la infancia y la juventud adolescente como un sujeto social con potencia-lidades no conocidas que requieren ser documentadas (Bourdieu, 2000; Batalln y Varas, 2002; Batalln, 2007). En este sentido privilegiamos el registro de numerosas experiencias en las cuales los jvenes expresan sus intereses y propuestas en torno a los diferentes mbitos de la vida en co-mn, poniendo en juego explcita o tcitamente las categoras que para ellos hacen manifiesto el estatus de justicia e igualdad. Con esta orienta-cin, la investigacin reconstruye tanto los contextos que fundamentan

    un lugar vaco culturalmente, desprovisto de un ethos especfico y que se acomoda a una neutralidad perfecta (Frazer, 1992).

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    normativamente las prcticas de socializacin en la formacin ciudadana (la escuela y los programas gubernamentales especficos), como aquellos en los cuales el sentido de las prcticas socializadoras se mantienen en el plano tcito de la interaccin (el barrio, la calle, el piquete).3 La preocu-pacin recurrente en la tarea de reconstruccin etnogrfica ha sido la vinculacin que las prcticas y debates llevados a cabo en tales mbitos establecen con la escuela, puesto que tanto terica como institucional-mente constituye el nico espacio comn en cual los jvenes adolescentes son sujetos constitutivos. 2. LOS CONTEXTOS EMPRICOS DE LA REFLEXIN Este artculo toma como campo emprico dos contextos institucionales en los que participan jvenes adolescentes escolarizados. Por una par-te, se hace referencia a las acciones que ellos emprenden como parte del Programa La legislatura y la escuela, impulsado por el Poder Le-gislativo de la Ciudad Autnoma de Buenos Aires desde 1998, y por otro a las actividades y debates poltico gremiales que desarrollan al interior de los centros de estudiantes de establecimientos secundarios radicados en el rea metropolitana de Buenos Aires.

    El Programa La legislatura y la escuela fue creado con el objeti-vo formativo de introducir a nios y jvenes de escuelas pblicas y privadas de la ciudad en las formas del debate democrtico.4 En su marco, se desarrollan sesiones especiales en las que los alumnos asu-men el rol de legisladores por un da y deciden, mediante el debate

    3 Proyecto de investigacin Infancia, juventud y poltica. La participa-

    cin de un no ciudadano en el espacio pblico. Directora: Graciela Batalln. Adems de los autores de este artculo, integran la investiga-cin Ana Padawer, Liliana Dente, Marina Rubinstein, Mnica Crdoba y Gabriela Scarf. Esta investigacin ha recibido financiamiento de la Secretara de Ciencia y Tcnica de la Universidad de Buenos Aires, por el perodo 2004-2007.

    4 La Resolucin N151/98 reglamenta el funcionamiento del Programa como actividad bajo la rbita de la Direccin General de Gestin y Par-ticipacin Ciudadana, dependiente de la Subsecretara de Labor Parla-mentaria, de la legislatura de la Ciudad Autnoma de Buenos Aires. Es-te Programa se desarrolla ininterrumpidamente desde su creacin hasta la fecha, aunque la frecuencia e importancia que le asigna el gobierno de la ciudad depende del cariz poltico que le imprime el bloque que presida el Programa.

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    parlamentario, propuestas que han surgido de sus propias iniciativas. Los proyectos y discusiones a los que dan lugar documentan el amplio espectro en el que nios y jvenes se construyen como partcipes acti-vos de la sociedad en la que son miembros.5

    El segundo contexto institucional son los centros de estudiantes secundarios, cuyos objetivos normativamente previstos son posi-bilitar la participacin de los alumnos en cuestiones que sean de su inters y favorecer el avance de una cultura poltica pluralista en el contexto de los temas que les conciernen y de aquellos que hacen a la sociedad en su conjunto.6

    Los mbitos institucionales referidos heredan las discusiones so-ciales desplegadas durante las tres dcadas de recuperacin de la par-ticipacin ciudadana. Al mismo tiempo, son atravesados por contin-gencias polticas en las que los jvenes han sido protagonistas circuns-tanciales. En el espacio temporal de nuestra investigacin tuvo lugar la tragedia de la discoteca Cro-Magnon, en la que casi dos centena-res de personas, mayormente jvenes, perdieron la vida. Este suceso termin con la destitucin del jefe de gobierno y marc el inicio de movilizaciones y demandas estudiantiles, en las que predomin una fuerte crtica a los partidos y dirigentes polticos.

    El registro etnogrfico de las prcticas polticas realizado, da cuenta de la naturaleza y alcances del protagonismo de las nuevas generaciones, y posibilita abrir interrogantes en torno a dos temas tericamente articulados. Por una parte, las preocupaciones de los nios y jvenes en relacin a la poltica entendida como la accin mancomunada orientada hacia el bien comn y, por otra, aquellas relativas a las formas legitimadas de organizacin y representacin de la accin poltica en el mbito de las escuelas. 3. EL BIEN COMN COMO CAMPO DE DEBATE Los proyectos legislativos elaborados por los nios y jvenes adoles-centes en el marco de la experiencia La legislatura y la escuela, as 5 Para una presentacin desarrollada del Programa, vase Batalln et al.,

    2005. 6 En la ciudad de Buenos Aires los centros de estudiantes se rigen por la

    ley N137, sancionada el mismo ao que el Programa La legislatura y la escuela, 1998. Ambas normativas han sido fruto de un intenso debate social en torno a los alcances y lmites del protagonismo de nios y j-venes. Para una ampliacin de estos temas, vase Batalln et al., 2005.

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    como las sesiones parlamentarias en las cuales participan, pueden ser analizados como debates dentro de la esfera pblica, tal como sta fuera conceptualizada por los autores que hemos presentado sintti-camente. Los proyectos que se presentan y la discusin entre los jve-nes de distintas escuelas rebasan ampliamente los objetivos formativos con los cuales se dise y difunde la experiencia.7 De hecho los pro-yectos aprobados en estas jornadas educativas, son tomados por algu-nos parlamentarios, siguen el trmite en las comisiones respectivas, son tratados en las reuniones ordinarias y finalmente se transforman en decisiones estatales.8

    Invirtiendo el sentido comn adultocntrico que oblitera el prota-gonismo de las nuevas generaciones, los temas y debates que se des-pliegan a lo largo del Programa La legislatura y la escuela, se ofrecie-ron como un documento inesperado en torno a la densidad de las apro-piaciones y crticas que los jvenes realizan sobre la poltica, mostrando conexiones con el debate general de la sociedad sobre estos temas.

    La elaboracin de los proyectos que se presentan en la legislatura es precedida por charlas informativas que brindan miembros de ese cuerpo en los establecimientos.9 Aunque no constituya una norma formalmente establecida, los alumnos usualmente votan la iniciativa que ser objeto de elaboracin grupal, dentro un conjunto de propuestas. El proyecto elegido se constituye en un primer producto de decisin y jerarquizacin colecti-va, que incluye asimismo la envergadura de la accin proyectada esto es, si se plasma en un proyecto de ley, de resolucin, o de declaracin y el alcance del proyecto escolar/institucional, barrial o de alcance

    7 Los objetivos perseguidos por el Programa son el aprendizaje de la

    prctica democrtica a travs de la elaboracin de propuestas, que tien-dan a reflejar las demandas de los diferentes participantes aplicando las reglas del debate legislativo y conocer, por intermedio de la vivencia, la experiencia democrtica, revalorizando la prctica poltica (Resolu-cin N151/98).

    8 En diversas ocasiones, las propuestas de nios y jvenes han alcanzado la aprobacin parlamentaria, aunque su autora queda desdibujada tras la firma del diputado que los levant de estas sesiones especiales e im-puls el trmite parlamentario habitual.

    9 Las charlas incluyen los tpicos relativos a la arquitectura constitucional e institucional que organiza el gobierno de la ciudad, las funciones y mecnica de trabajo del poder legislativo, las reglas discursivas que de-ben respetarse en la redaccin del proyecto y en su debate y los objeti-vos perseguidos con la propuesta.

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    social general.10 Un breve paneo por los temas presentados durante el desarrollo de nuestra investigacin, nos muestran propuestas diver-sas que hemos agrupado como: demandas sociales referidas a la in-fraestructura y al medio ambiente que rodea las escuelas; proyectos sobre aspectos pedaggicos-institucionales con relacin al mbito escolar y proyectos que llamamos poltico-ideolgicos por que no estn referidos a ninguna necesidad o demanda material.

    Entre los primeros proyectos la demanda o crtica que encierran apelan por ejemplo a la construccin de salas de biblioteca o gimna-sios, la gratuidad del boleto estudiantil o la necesidad de contar con bolsas de trabajo para los egresados de la escuela secundaria y a la erradicacin del polo petroqumico que contamina los barrios al sur del centro de la ciudad; la adecuacin del transporte pblico para dis-capacitados; la creacin de centros asistenciales y recreativos para barrios alejados; entre otros. Entre los segundos podemos destacar proyectos vinculados directamente a lo pedaggico, tales como la necesidad de contar con gabinetes multidisciplinarios en las escuelas; la inclusin de materias de informtica; la enseanza de primeros auxilios y de educacin sexual. Finalmente, entre los proyectos de carcter simblico o ideolgico por ejemplo el cambio de nombre de calles y establecimientos escolares que recuerdan a figuras de la histo-ria cuestionadas por la nombres de personajes respetados; la necesidad de recordar la memoria del genocidio de la ltima dictadura preser-vando lugares o transformando los espacios de la ciudad y la modifi-cacin de la bandera actual de la ciudad que simboliza la corona espa-ola en su guila negra, por otra que incluya al cndor como emblema de la libertad americana.

    Contradiciendo la mirada evolucionista que presupone intereses particulares progresivamente complejos segn las edades; los proyectos que presentan tanto los nios de la escuela primaria como los jvenes 10 Un proyecto de ley es toda mocin destinada a crear, modificar, sustituir

    o suspender una ley, institucin o norma de carcter general. Los pro-yectos de resolucin engloban aquellas decisiones del cuerpo legislativo sobre temas de su incumbencia (responder solicitudes de particulares, otorgar acuerdos, decidir la composicin u organizacin del cuerpo, en-tre otras). Los proyectos de declaracin, por ltimo, contienen proposi-ciones que reafirman las atribuciones de la legislatura, expresan la opi-nin del cuerpo sobre cualquier hecho de carcter pblico o privado, o bien encomiendan al Poder Ejecutivo la realizacin de un acto en un tiempo determinado.

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    adolescentes trascienden las demandas especficas externamente adjudi-cadas por el mundo adulto. Por el contrario mayoritariamente, los pro-yectos expresan medidas prcticas que materializan los principios de la modernidad, es decir que incluyen el horizonte de la justicia, la igualdad y la solidaridad en una sociedad que se percibe fragmentada.

    La apropiacin de las ideas rectoras de la ideologa de la moder-nidad, en el contexto de la construccin histrica del papel estatal en una sociedad segmentada a la que hiciramos referencia, produce una intensa polmica acerca de lo que corresponde que sea concebido como bien comn y, por ende, valioso. Ella se plasma especialmente en el debate al interior del recinto parlamentario. En ste, los jvenes deben sopesar y discutir argumentadamente las iniciativas propias y ajenas, poniendo en juego capacidades retricas y argumentativas a fin de sostener y convencer a los otros estudiantes-legisladores.

    Es precisamente la concentracin de iniciativas en los temas vin-culados a la reparacin de las condiciones materiales de vida, visuali-zadas como impedimento al ejercicio pleno de los derechos, la que seala cun imbricados resultan los proyectos de nios y jvenes en la historicidad de la construccin de la intervencin pblica. El inters general o bien comn, refiere por tanto, no solamente a los aspectos regulativos que le corresponde aplicar al Estado sobre el cuerpo social (tpicos de la concepcin liberal), sino igualmente a las medidas de justicia distributiva que permiten la participacin ciudadana a travs de la provisin de bienes materiales y simblicos.

    El carcter abierto y polmico de cada sesin seala un derrotero que no puede ser ensayado ni previsto con anterioridad. En cada se-cuencia de debate resultan implicados los criterios de pertinencia (qu nos corresponde hacer?) y de jerarqua prioridad de las inicia-tivas (qu debemos o podemos hacer?), sealando el viraje del legis-lador desde aquel rol de vocero y redactor de intereses y demandas, a ste de co-responsable de la actividad estatal.11 En esta instancia el registro etnogrfico los muestra compenetrados con la tarea de evaluar los motivos de cada decisin en el marco de la totalidad de proposi-ciones. Bajo el sustrato de una jerarqua implcita de prioridades, en la que se reactualiza la acepcin del bien pblico como reparacin por parte del Estado, los proyectos relativos a temticas pedaggicas, o los

    11 Es importante destacar que se es el cometido de lo que aparece como

    un entrenamiento cuyo objetivo se expresa en la consigna legisladores por un da, con el que se promociona el programa en las escuelas.

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    que de modo genrico hemos denominado poltico-ideolgicos, resul-tan poco atractivos para el grueso de los alumnos-parlamentarios.

    Tal es el caso de una de las sesiones donde una escuela presenta un proyecto (entre otros siete,) que pide la incorporacin de la materia informtica en la currcula de nivel secundario. Los argumentos que lo sostienen aluden al derecho a una educacin de calidad e igual para todos. Sosteniendo que la actualizacin en este sentido est en la base de una nueva ciudadana. No obstante la implicancia pedaggi-ca de la iniciativa, obtiene el voto negativo de los presentes. Los ora-dores que deniegan su aprobacin, siguen la lnea de razonamiento segn la cual la alimentacin y la seguridad son anteriores a solicitar recursos para la computacin, alegando que si no hay presupuesto para docentes, incorporar una materia como sta aumentara an ms el gasto. Consecuentes con el juicio, aprueban con un debate expedi-to la mocin que tiene por objeto la implementacin de comedores escolares obligatorios en barrios carenciados de la ciudad, an cuando esta propuesta tambin comprometera el presupuesto estatal. Esta preocupacin, se impone por la abrumadora evidencia del deterioro socio-econmico de la poblacin, y permite interpretar que la nocin de bien pblico opera en un doble registro simblico. Por una parte, expre-sa la solidaridad y responsabilidad que las nuevas generaciones mani-fiestan hacia quienes estn excluidos del modelo vigente. Por otra, resta importancia (o considera ajeno) a las propuestas que algunos jvenes impulsan sobre problemticas y soluciones referidas al contexto peda-ggico escolar, al concebirlas como acotadas y especficas.

    Efectivamente, al calor de estos debates podemos volver a la pre-gunta que interroga acerca de la particularidad de lo que es el bien comn para nios y jvenes y el por qu de la no consideracin de la vida escolar como una responsabilidad propia al momento de decidir por todos y para todos. 4. EL DEBATE SOBRE LA ACCIN POLTICA DE LOS JVENES: TEMAS CONVOCANTES Y REPRESENTATIVIDAD a) Los temas y el campo de accin En el espacio escolar, el protagonismo poltico de los jvenes-adolescentes encuentra su lugar natural en los centros de estudian-tes. Si bien estos no son entidades homogneas (dada su diversidad relativa a las tradiciones que los configuran), las discusiones y pre-

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    ocupaciones que se dan dentro de stos suponen el derecho a la orga-nizacin autnoma (o relativamente autnoma) del estudiantado.12

    Como organizaciones institucionalizadas, los centros han tenido una lenta recuperacin luego de la restitucin de la democracia en la Argenti-na, aunque nuestra investigacin documenta la revitalizacin y el incre-mento de la movilizacin estudiantil en los ltimos aos, luego de los sucesos del 2005 anteriormente mencionados. El popularmente llamado efecto Cromagnon constituye un parteaguas en la visibilidad social del sector estudiantil. Este hecho implic una grieta en el orden institucional en el que se desarrollaba la educacin secundaria, manifestndose en la fugaz suspensin de las jerarquas, la apropiacin del espacio por parte de los estudiantes, la subversin del tiempo dedicado a la enseanza curricu-lar y particularmente al protagonismo que adquirieron los jvenes al de-mandar de modo directo por sus derechos. Si bien las peticiones giraron en torno a la seguridad y el mantenimiento de los edificios escolares, ello no agot la movilizacin que trascendi esta circunstancia, exigindose al Estado el compromiso con la educacin pblica. Las formas de protesta franquearon los mtodos pacficos habituales y exhibieron medidas ms acentuadas como cortes de calles, la toma de edificios escolares, abrazos a las escuelas, entre otras formas de lucha.13

    Estos sucesos activaron el desarrollo cotidiano de las organiza-ciones estudiantiles, tiendo conflictivamente las interpretaciones de jvenes y adultos tanto en relacin con el papel de la direccin de los

    12 En la Argentina, los centros de estudiantes como forma de organizacin

    de segundo grado de los estudiantes secundarios, son tributarios de una tradicin asociativa protagonizada por estudiantes universitarios desde mediados del siglo XIX. En los comienzos del siglo pasado, los alumnos asistentes a colegios nacionales fueron los primeros en darse este modo de organizacin, experiencia que se multiplicara en otras modalidades del nivel medio pblico a partir de la reforma universitaria de 1918. Su continuidad estuvo sujeta a los avatares polticos del pas, siendo prohi-bidos por distintos gobiernos militares y civiles.

    13 La reconstruccin a travs de medios grficos nos permite precisar que el conflicto se desat antes de iniciarse el ciclo lectivo (febrero de 2005) y alcanz su mxima expresin a finales del mes de mayo del ao 2005 con una marcha hacia Plaza de Mayo en la que confluyeron docentes y estudiantes. Si bien los sucesos se desarrollaron principalmente en la Ciudad de Buenos Aires, su posicin estratgica de doble jurisdiccin Capital de la Nacin y Ciudad Autnoma implica una mayor visi-bilidad de sus asuntos en el mbito nacional.

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    colegios, como al mismo movimiento estudiantil. Al interior de ste, las posiciones se dividieron entre los grupos combativos y aquellos que juzgaban excesivo el tono de la protesta y el contenido de las pro-puestas. Puede decirse sin temor a dudas que durante ese perodo los jvenes fueron protagonistas de la defensa de lo poltico, ya que su movilizacin y demandas desbordaron las reivindicaciones contingen-tes para orientarse hacia la defensa del bien pblico.

    Recobrada la dinmica normal de las instituciones y centros, el registro etnogrfico recupera los obstculos y limitaciones que los estudiantes atribuyen a sus organizaciones para convertirse efectiva-mente en un sector representativo del estudiantado y genuinamente reconocido por los adultos como parte de la comunidad escolar. Como adelantamos, estas dificultades se encuentran en sintona con el descrdito de la actividad poltica general instalada en el sentido co-mn ciudadano, exigiendo a sus dirigentes y militantes la bsqueda permanente de respuestas para enfrentar el menoscabo de la actividad. En el caso de los jvenes, esta conflictiva construccin discurre a tra-vs de la insatisfaccin que en muchos de ellos provocan las formas de la participacin y los mecanismos de representatividad.

    A fin de precisar el anlisis, es posible sealar un arco de posi-ciones diversas respecto a la actividad, los contenidos y la orientacin que corresponde dar a los centros de estudiantes, los que encuentran su particularidad ms notoria en el legado de tradiciones u orientacio-nes poltico-pedaggicas que se han desarrollado en este campo y con las cuales los estudiantes se identifican. La presencia de tales tradicio-nes en el accionar estudiantil resultan tambin variables segn el gra-do en que son reconocidas e incorporadas a la historia institucional, de la cual devienen distinciones y marcas a travs de las cuales se identi-fican. Siguiendo las categoras locales, es posible trazar ciertos derro-teros en el accionar poltico de los centros, segn pertenezcan a la rbita de las universidades nacionales (somos del Pellegrini); a es-cuelas pblicas que congregan los tres niveles de enseanza (los del normal) instituciones ambas reconocidas por su prestigio y por las prcticas polticas de sus estudiantes o, bien, a establecimientos comunes en los que se disuelve la historicidad del movimiento estu-diantil y de la institucin, y en los cuales los proyectos poltico-gremiales resultan sujetos a los vaivenes de la orientacin que le im-primen las autoridades escolares en la escala local.

    En la vida interna de los centros de estudiantes, la investigacin re-gistra en la actualidad la preocupacin compartida entre dirigentes, mili-

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    tantes y simpatizantes, acerca de las formas ms adecuadas genuinas para sostener y reavivar la accin poltica manteniendo el protagonis-mo del sector. En este punto, las controversias acerca de los intereses que los centros deben encauzar, se organizan segn una construccin simblica que delimita el adentro y el afuera del mbito escolar, configurando en su oscilacin la legitimidad y la politicidad que puede atribuirse a tales preocupaciones. Aunque esta controversia puede marcar una tensin entre diferentes posiciones, el trasfondo comparti-do de las discusiones se apoya en la idea de preservar y profundizar la democracia en trminos generales.

    En un foro virtual gestado entre estudiantes de una escuela de-pendiente de la Universidad de Buenos Aires, argumentos rspidos entre participantes polemizan acerca de la jerarqua de las acciones a encauzar, comprometiendo en tales razonamientos el alcance de lo poltico que los jvenes pueden legtimamente adjudicarse. Una se-cuencia del debate incluye las siguientes participaciones.

    Estudiante 1 (dirigente estudiantil): No, primero democratizamos adentro, y despus vemos qu hacemos afuera, primero los baos, y despus vemos si nos cogen con el presu-puesto, primero un bar ms limpio, y despus vemos si hay desapareci-dos en democracia. Estudiante 3 (dirigente estudiantil): La diferenciacin entre el adentro y el afuera es ridcula, y [pienso] que no se pueden aislar las esferas. Aunque no lo creas, para tener un buen bar tambin hace falta ir a una marcha por otras cosas. [Estoy] contra esa distincin absurda del adentro y el afuera, contra esa boludez de pri-vilegiar el adentro, y contra eso de separar lo poltico de lo no polti-co, cuando no ir a una marcha es tan poltico como ir.

    Entre los dirigentes estudiantiles que privilegian las temticas relacio-nadas con el adentro, el centro debera orientarse hacia las activida-des deportivas, artsticas y ldicas (recreativas) o bien, hacia iniciati-vas comprometidas con la preservacin e higiene del edificio y la am-pliacin de servicios sin fines de lucro, tales como jornadas culturales, biblioteca, fotocopiadora y bar. Estas acciones buscan afirmar los lazos de sociabilidad entre los jvenes a partir del compromiso entre pares, rechazando el calificativo de polticas en sentido amplio, por la asociacin que perciben entre ste trmino y la militancia partidaria.

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    Quienes postulan una posicin antagnica, visualizan la perspec-tiva recreativa como la concepcin de un club con la consecuente postergacin de lo poltico. En su razonamiento, el centro de estudian-tes debe ser un espacio combativo, delimitado por categoras tales como lucha, poner el cuerpo, objetivos (en tanto plataformas o programas), y abocado a formas de accin centradas en las tomas, las marchas y los cortes de calle. Las principales demandas que enarbolan se refieren a la poltica educativa que afirma garantizar la igualdad de oportunidades, reclamando un incremento significativo del presupuesto, que es correlativo con el derecho de hacer valer los derechos.14

    La demanda de una educacin que encarne los valores de la ley 1420, es decir laica, gratuita y al servicio del pueblo, muestra a los estudiantes combativos abrevando en el mito fundador del sistema educativo argentino. En esta misma lnea, reclaman orientaciones libres e irrestrictas para la escuela secundaria acorde a una concep-cin universal de la escuela pblica, y elaboran razonamientos anta-gnicos a la reforma del sistema educativo nacional, tanto sea la san-cionada en 1992 como la recientemente aprobada en 2006. Ambas leyes son concebidas por este sector como privatistas, es decir, orientadas a promover las relaciones de mercantilizacin en detrimen-to de la proteccin estatal de la igualdad de oportunidades,15 motivo por el cual es legtimo asimismo confrontar con las empresas educati-vas y la iglesia catlica como actor principal del sector de la educa-cin privada en la Argentina. Por el contrario, las demandas de los docentes, a quienes visualizan como trabajadores de la educacin, ameritan trascender la frontera sectorial de las peticiones estudiantiles, para invocar la defensa [comn] de la educacin pblica en tanto derecho ciudadano.

    Para este grupo, el tema de la memoria surge como un inters recurrente que enmarca la defensa de la democracia, la que exige nue-vamente avanzar ms all de la propuesta estatal vigente a la que acusan de despolitizar los derechos humanos circunscribindolos al 14 En el tpico incluyen inversin en infraestructura escolar; ampliacin de

    los programas de becas y viandas; mayor cobertura para los estudiantes respecto al transporte pblico; oposicin frente a la disminucin de n-meros de cursos, entre otros.

    15 Se trata de la Ley Federal de Educacin, sancionada durante el gobierno del Presidente Menem y de la Ley Nacional de Educacin, aprobada a fines de 2006 como contrarreforma de la primera.

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    derecho a la vida ligando las reivindicaciones actuales con el pro-yecto sociopoltico sostenido treinta aos atrs por un sector de la juventud.16

    Particularmente en establecimientos con tradicin de compromiso social, las propuestas del centro avanzan en la direccin de profundi-zar la autonoma de la organizacin reclamando a los directivos el control en el reparto de las viandas y las becas que reciben los estu-diantes, y la suspensin de la seguridad privada en las escuelas, personal que es acusado de obstaculizar las acciones colectivas propo-sitivas de los jvenes.

    En una posicin intermedia del espectro antes esbozado, los sim-patizantes de centros de estudiantes de escuelas pblicas, embarcados en la confrontacin recurrente con directivos para garantizar la exis-tencia de la entidad gremial y la orientacin que corresponde darle, proponen un equilibrio entre el adentro y el afuera. La preocupacin por los asuntos estudiantiles resulta vlida tanto como la de los asuntos externos, siempre y cuando la balanza no se incline en de-trimento de uno de los extremos. Garantizar una adecuacin a lo espe-cficamente escolar resulta crucial en aquella confrontacin, motivo por el cual la frustracin de tales expectativas fundamentalmente de aquellas acciones que involucran el adentro escolar es origen de duras crticas hacia el centro de estudiantes, como puede leerse en el siguiente comentario extrado de una entrevista con una joven, ex militante del centro.

    Desde principio de ao estn diciendo que van a hacer una jornada de limpieza, nunca vi ni un cartel que diga nada sobre la jornada de limpie-za. Entonces son cosas que vos decs no funcionan... Para que un CE de estudiantes funcione equilibradamente tiene que haber tanto de lo inter-no como de lo externo para equilibrar las dos cosas... porque nosotros en definitiva somos el Liceo [nmero de la escuela] y tenemos que sus-tentar lo que tenemos, cuidar lo que tenemos y hacer que los chicos que capaz no tienen idea de lo que pasa en el mundo se enteren y ese estilo de cosas, que este ao la verdad no estn haciendo nada.

    Esta perspectiva es coherente con la lgica de sentido comn que de-fine lo que es pertinente segn las edades de la vida, resultando desfa-

    16 Esta preocupacin es subsidiaria de la historia poltica de nuestro pas y

    su idea de justicia remite a una experiencia indita en la Argentina como fue el juicio a la junta militar.

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    sado para la etapa adolescente que se transita demostrar desmedido inters por asuntos extraos a la experiencia vital. As, si bien las cuestiones del afuera deber ser conocidas y tenidas en cuenta, el mbito de competencia de los jvenes es circunscrito por un adentro especficamente escolar.17 En ausencia de prcticas estudiantiles arrai-gadas en la institucin, y obligados a legitimar las acciones frente a una autoridad reacia a otorgar credibilidad, quienes aspiran a dirigir estos centros se ven compelidos a recuperar y recrear una tambin esquiva identificacin con los intereses genricos del estudianta-do, procurando eliminar toda referencia partidaria en la poltica.

    Es precisamente esta evitacin, la que conduce a un sector del es-tudiantado a considerar sospechosa cualquier peticin o confronta-cin con el Estado, pues sta sera una actividad de los partidos polti-cos. As, mientras sus compaeros militantes sostienen la necesidad de efectuar reclamos por las condiciones edilicias y la provisin de recur-sos, stos proponen como medida prctica autogestionar los fondos en colaboracin con las autoridades y organizar una actividad estudiantil que sustituya la indiferencia gubernamental.

    De un modo anlogo, no resultan homogneos los lazos que unen a los estudiantes con sus pares comprometidos de los aos 70. En tan-to para los que se autocalifican de militantes, el trmino mismo de estudiante traza una continuidad generacional con aqullos; para otros, resulta prioritario reconocer formas alternativas e igualmente vlidas de serlo.

    La reconstruccin de esta lnea de pensamiento al interior de los centros de estudiantes en proceso de formacin, impide hacer un juicio homogeneizante respecto a la posicin que las jvenes generaciones tendran en torno a la tensin de lo poltico/la poltica. En el caso en que estamos analizando, la legitimidad del accionar estudiantil depende precisamente de su capacidad para neutralizar y rechazar la poltica entendida como la organizacin institucionalmente prevista de los inter-eses antagnicos en la sociedad, en pos de fundamentarse en un genri- 17 Algunos de los dirigentes reconocen que planteos como fuera yankis

    de Irak no tienen nada que ver con ellos y que la gran mayora no los entiende por ello propone retomar las demandas de los alumnos para contar con su apoyo, refirindose a un centro que brinde opciones re-creativas y adems se ocupe de que el colegio est en condiciones mate-riales adecuadas para llevar adelante los procesos de enseanza-aprendizaje (funcin que otrora corresponda exclusivamente a la co-operadora).

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    co inters estudiantil orientado hacia la intimidad recreativa o admi-nistrativa de la institucin escolar. b) Las formas de organizacin y su legitimidad Los centros de estudiantes se organizan a travs de estatutos que si-guen las disposiciones legales vigentes en las jurisdicciones. Si bien son redactados por los estudiantes, que cuentan para ello con cierto margen en la definicin de la organizacin deseable, generalmente adoptan la forma de la democracia representativa sugerida por la nor-mativa, en analoga a las instituciones del Estado.18 Aunque existen variaciones estatutarias, en lneas generales el reglamento dispone que todos los estudiantes regulares, a modo de pueblo soberano, confan el poder de decisin sobre los asuntos comunes a otros estudiantes de-signados a travs del voto anual. Los candidatos deben conformar o participar de agrupaciones estudiantiles y presentar programas, tal como en las campaas polticas. Al mismo tiempo prev dos categor-as de representantes con voz y voto: los integrantes del comit organi-zador y los delegados por curso, quienes asumen el compromiso de reunirse semanalmente en asambleas ordinarias con el objetivo de deliberar acerca de las inquietudes y necesidades de los estudiantes.

    A pesar de contar con este respaldo normativo, fruto del esfuerzo post dictatorial por ampliar los mrgenes de participacin democrti-

    18 En el caso de la Provincia de Buenos Aires (res. 4900/05), el modelo de

    estatuto establece la Asamblea de Representantes (compuesta por los delegados de cada curso) como rgano deliberativo y la Comisin Di-rectiva (presidente, vicepresidente, secretario, tesorero y vocales), la que debe ser propuesta en listas y acreditada mediante elecciones por voto secreto no obligatorio. Asimismo, incluye el cargo de Consejero Do-cente con fines consultivos respecto a la normativa vigente y al queha-cer institucional, cuando le es solicitado por la Asamblea. En la Ciudad de Buenos Aires, la regulacin de los centros de estudiantes secundarios busca garantizar el derecho de asociacin civil avalado por la Constitu-cin Nacional de 1994. Su propsito principal gira en torno a normalizar el modo de organizacin de los jvenes escolarizados en el nivel medio, para impedir la actuacin de resabios autoritarios que obturen su parti-cipacin. As, el centro es reconocido jurdicamente como un espacio escolar cuyo fundamento es promover valores democrticos entre alumnos secundarios y establecer un puente entre la escuela y la socie-dad mayor.

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    ca, nuestra investigacin documenta la existencia de una frustracin reiterada a la hora de garantizar los cargos electivos, principalmente en relacin con la convocatoria y la permanencia de los estudiantes. Tratar de comprender la problemtica implicada tras opiniones segn las cuales el estatuto no alcanza para legitimar las acciones colecti-vas de los estudiantes, esgrimida por muchos jvenes, conduce a nues-tra investigacin a interrogantes que enlazan la especificidad de la problemtica del protagonismo juvenil con el debate social ms am-plio acerca de la capacidad de las formas polticas para encauzar la voluntad general. Se trata, en sntesis, de los esfuerzos en s mismos, imposibles de superar el efecto de distancia, de diferenciacin y de opacidad entre representante y representado, que subyacen a la teora y la prctica liberal del voto y la representacin. Souza Santos destaca el carcter paradjico de esta pretensin, recuperando la afirmacin de Kant, la representatividad de los representantes es tanto mayor cuanto menor sea su nmero y cuanto mayor sea el nmero de los representan-tes... Por la propia naturaleza de esta teora... el inters general no puede coincidir, casi por definicin, con el inters de todos.19

    La preocupacin por la forma que debe asumir el protagonismo estudiantil y, concomitantemente, por la legitimidad de las decisiones que se adoptan a ttulo del grupo, es motivo de recurrente discusin, dando lugar a posiciones heterogneas que discrepan polarizadamente. Mientras para algunos la democracia representativa implica la concen-tracin de poder en manos de uno pocos, la democracia directa favo-rece el incremento de la participacin. En esta perspectiva, la horizon-talidad de las relaciones significa un avance de la igualdad e inclusin, expresada en el derecho a la palabra (todos podemos hablar). Para otros, por el contrario, el ejercicio de la democracia directa es entendi-do como una carencia de organizacin (partimos de la nada) que oculta bajo su amplitud, la voluntad de aquellos estudiantes que tienen capacidad de protagonismo sobre el trasfondo de una escasa interven-cin del colectivo estudiantil. Desde esta posicin, la creacin de me-canismos representativos ofrece un momento de decisin a aquellos que permanecen en silencio, cuanto menos en la instancia de elegir sus delegados y representantes gremiales.

    Las situaciones en que las autoridades escolares obstaculizan la conformacin de los centros o las acciones programadas por stos,

    19 Souza Santos recupera aqu el artculo 1 del Proyecto de Paz Perpetua

    de 1795, de Kant (Sousa Santos, 1985).

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    ofrecen una instancia privilegiada para analizar el atolladero en que se encuentran las propuestas por conformar mecanismos de participacin amplios y consensuados. En ellas, los dirigentes electos son recurren-temente acusados de no hacer nada, producindose una permanente desercin de dirigentes y delegados. Quienes permanecen como grupo activo con el propsito de impulsar el centro, se ven compelidos a prescindir de los mecanismos formales de organizacin (de hacerlo, deberan convocar a elecciones); es decir, se imponen formas de par-ticipacin directa igualmente carentes de legitimidad, desde la pers-pectiva del estudiantado restante. Si las formas de democracia directa se basan en la ilusin de la total participacin del conjunto de los es-tudiantes (un estudiante=un voto), el esfuerzo de los comprometidos no tiene destino. En un crculo vicioso, se ven conducidos a la bs-queda de mecanismos que efectivicen la plena transparencia (difun-dir actividades, recolectar firmas que apoyen las decisiones, realizar asambleas extraordinarias, establecer modalidades de consulta, etc.) entre los intereses de los militantes y quienes no los son y a enfrentar nuevas discusiones sobre posibles estrategias.

    A su vez, la ausencia de agrupaciones que se postulen para las elecciones, puede dar motivo a la disolucin de la organizacin estu-diantil o ser objeto de intervencin de las autoridades, quienes desde sus espacios, motorizarn la formacin de agrupaciones orgnicas afines a sus intereses.

    En sus formas de expresin cotidiana, el dilema se vuelve irreso-luble. Como sealara Souza Santos (1985) para la problemtica polti-ca contempornea, el alter ego del espontanesmo y la autenticidad con la que se percibe los intereses particulares es la apata y la desmo-vilizacin poltica. Lo que se sustrae en la polmica es precisamente el carcter construido no transparente, a travs del disenso, de la voluntad general.

    c) El debate interno sobre criterios de participacin: las edades, la retrica, los liderazgos

    En el espacio escolar, la utilizacin de las categoras genricas estu-diantes y compaeros resulta recurrente, sea como parte de las exhortaciones que se dirigen entre s los estudiantes, apelando a la construccin de una homogeneidad de intereses y preocupaciones que borra las diferencias etreas e ideolgicas, sea para diferenciarse de quienes ubican como adultos y autoridades. La dinmica poltica

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    estudiantil no es, sin embargo, monocroma, aunque la preocupacin por desdibujar o rechazar, segn el caso, las afinidades partidarias y el desempeo protagnico que muchos estudiantes ostentan por expe-riencias polticas iniciales en tales mbitos, ejerce un efecto de censura orientado a rescatar idealizadamente una voz y un inters autnti-cos, por no contaminados, del grupo de pertenencia. Soterrados bajo estas preocupaciones explcitas, es posible rastrear otros criterios in-ternos que orientan la participacin, los que establecen una distancia entre el recin llegado y aquel que lleva un periodo ms prolongado en el centro (vos porque vens hace unos meses, pero yo que vengo desde el ao pasado), frente a la cual se dirime la credibilidad y la eficacia de lo dicho.

    Si bien los estudiantes ms jvenes, los novatos, constituyen una masa crtica a la cual convocar y movilizar en los perodos de intensa actividad poltica convocatorias, campaas electorales, marchas y movilizaciones cuyas afinidades disputarn los dirigentes-militan-tes, el destino predominante de su participacin en las actividades de ndole poltica es mantenerse (o ser mantenidos) en el silencio.

    El derecho a la palabra y su eficacia simblica, como elementos constitutivos de la accin poltica, son valorados y recreados en los trminos de la problemtica estudiantil, y sobre su consideracin los estudiantes se autorizan o inhiben la expresin de opiniones. El regis-tro etnogrfico reconstruye a los jvenes de los primeros aos inten-tando infructuosamente ser escuchados en una reunin (sera bueno que todos pudiramos hablar), o ser objeto de desestimacin median-te miradas, muecas y gestos cmplices, situacin que termina por in-hibirlos (viste la boludez que dijo?). El temor que les infunde quedar mal ante la mirada de quienes conocen mejor las reglas del juego, correlativo a los intentos de jerarquizar la participacin, pueden no obstante ser puestos en cuestin por los recin llegados, quienes retoman la categora compaeros para reivindicar su condicin de par y copartcipes de la construccin de un espacio comn.

    En el otro extremo de las competencias discursivas, la imposicin a travs del tono de voz y la elocuencia oratoria, propios de los ms grandes, garantizan un turno en el debate y la posibilidad de ser escu-chado, siempre que se evite el riesgo de emular la seduccin del dis-curso poltico. De all que, aunque paradjico, un desempeo exitoso del protagonismo estudiantil puede ser objeto de crtica, al desequili-brar lo que se consideran los rendimientos discursivos normales entre los estudiantes. Recuperando nuevamente en este campo la paradoja

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    que hemos expuesto en los acpites anteriores, la eficacia de la palabra como constructora del sentido del mundo puede acabar destruyendo la buscada autenticidad del mundo estudiantil. 5. CONCLUSIN: EL SENTIDO DE LA POLTICA PARA LAS NUEVAS GENERACIONES Y EL MUNDO ESCOLAR COMO MBITO DE DISCUSIN Sealamos, en la introduccin, que nuestro inters por documentar el protagonismo poltico de las nuevas generaciones reconoce una pre-ocupacin de ms amplio espectro relativa a la eventual democratiza-cin de la escuela, como la comunidad genuina de pertenencia de los estudiantes. Fundamentndose en la reflexin acadmica contempor-nea acerca de lo poltico entendida como el campo de construccin de la vida en comn (la comunidad y su regulacin), es posible interrogarse por qu la escuela como mbito de la vida en comn de estos sujetos, no puede ser pensada en su construccin y regulacin con la participacin progresiva de stos ltimos. Debemos recalcar que ensayar el horizonte terico que abren estas preguntas no implica en ningn sentido negar la necesidad de la proteccin adulta responsa-ble que tienen las nuevas generaciones; ni en modo alguno proponer la autonoma poltica de este sujeto. Se trata de deconstruir una franja de indeterminada dependencia, sustituyndola por una tambin por el momento terica transicionalidad, capaz de distinguir los niveles crecientes de agencia que van alcanzando en sus apropiaciones del mundo social.

    En tal sentido, la profundizacin del registro etnogrfico en lo que refiere a las capacidades propositivas de los jvenes y a los deba-tes complejos que esgrimen en relacin al bien pblico y la legitimi-dad de las formas polticas para canalizar su realizacin, no hizo sino ampliar especularmente el interrogante acerca de los motivos por los cuales aqullas energas no encuentran en la institucin escolar su continente propicio. De modo complementario, en qu medida las prcticas institucionalizadas para la expresin de los intereses polti-cos de los jvenes que hemos documentado, resultan orientadas en direccin a aqulla posibilidad.

    En sus versiones ms progresistas, las disposiciones acerca del go-bierno escolar reservan ste a la comunidad de directivos, docentes y padres o apoderados, excluyendo a los alumnos en funcin de su mino-ridad, segn el razonamiento jurdico al que hemos hecho referencia. La

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    participacin prevista para stos ltimos en el mbito escolar se canaliza a travs de los centros de estudiantes y en los consejos de convivencia. Como documentamos en el punto anterior, los centros resultan compe-lidos a fundamentarse ya sea en los intereses genricos y, por tanto, sectoriales, de los estudiantes esto es, a devenir propiamente una agrupacin gremial, ya sea a proyectarse en un igualmente genri-co afuera, confluyendo con la demanda social y poltica mayor. En la perspectiva que pretende encauzar las acciones hacia el adentro de la vida escolar, las posiciones gremialistas descalificadas por los ms politizados como de entretenimientos o de actividades culturales, con-siguen plasmarse con dificultad, del mismo modo que tampoco es masivo la aceptacin del discurso poltico que expresan las corrientes que dirigen los centros. A lo largo de esta oscilacin, las tensiones entre lo poltico estudiantil y la poltica estudiantil (asociada a los partidos y las tradiciones combativas) pueden leerse entonces como expresiones de la imposibilidad de encontrar destino en la institucin escolar, entendida como una comunidad heterognea y plural, frente a la cual asumir responsabilidades progresivas en su construccin. Esta deviene, o bien el lugar del antagonismo o alianza entre posiciones (directivos, padres, estudiantes), o bien un espacio indiferenciado de la totalidad social, sin especificidad alguna para reclamar para s y para sus sujetos constituyentes.

    Resituar lo que es propio de esta comunidad resulta un eslabn imprescindible para encontrar soluciones transitorias a la paradoja del protagonismo estudiantil que enlaza la representacin, la decisin y la autenticidad, siempre al riesgo de fundirse en la apata poltica mayor, de la cual las nuevas generaciones no son responsables.

    Por otra parte, la riqueza de los temas y debates que los estudian-tes se permiten desarrollar en la legislatura, correlativa a los mltiples mbitos en los que la sociedad contempornea involucra la construc-cin del bien comn, contrasta con aquellos que son permitidos o for-mulados como objeto de debate en los centros escolares y los consejos de convivencia.20

    Sin embargo, sealamos que dinmica del debate parlamentario produce un efecto paradjico en lo que refiere a nuestra interrogante.

    20 Los alumnos no encuentran en los consejos de convivencia un espacio

    para canalizar sus propuestas, ya que, en sus trminos, se pasan todo el ao discutiendo los problemas de sanciones disciplinarias puntuales y de vestimenta de los alumnos.

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    Al ubicarlos, siquiera como simulacro, en la responsabilidad de deci-dir y legislar para todos y por todos, tiende a difuminar los intereses relativos al mbito escolar por considerarlos demasiado puntuales o especficos, frente a las concepciones dominantes del bien comn como reparacin de daos o inequidades sociales. Ms an, si bien la legislatura es escenario del potencial de este sujeto para preocuparse por el espacio pblico, la autora de los proyectos que resultan de inte-rs para los legisladores ser omitida, bajo el supuesto de que stos constituyen ensayos para la civilidad futura, y no expresiones autn-ticas de participacin ciudadana.

    Recuperar la concepcin de la escuela como espacio pblico,21 supone el doble desafo de conceptualizarla como espacio poltico, retomando el sentido productivo del poder que fuese eclipsado por la acepcin de control y dominacin, la que a su vez ameritaba la protec-cin de la infancia hasta su mayora de edad. Si aqul sentido remi-te a la capacidad de lo poltico para reformular racionalmente las con-diciones de la convivencia, hemos documentado las posibilidades e intereses progresivos que las nuevas generaciones expresan en torno a su construccin.

    BUENOS AIRES (ARGENTINA), MARZO 2009

    RECIBIDO: MARZO 2009 ACEPTADO: ABRIL 2009

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    21 En otro trabajo hemos argumentado esta posibilidad es funcin de la

    triple connotacin que contiene la escuela en tanto comporta: a) la obli-gatoridedad del Estado en la distribucin igualitaria de la educacin como un bien social, b) la constitucin de un mbito no domstico para el desarrollo progresivo de los vnculos sociales entre adultos y jvenes (conformndolos en un semi pblico) y; concatenado a lo anterior, c) el reconocimiento de la particularidad de la institucin educacional, como co-participada entre madres/padres/tutores (en tanto usuarios indirectos) y el Estado (Batalln y Campanini, 2005).

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    de Buenos Aires. Resolucin 4900/05. La Plata, 15 de septiembre de 2005. Anexo: Modelo de

    Estatuto para Centros de Estudiantes de la Provincia de Buenos Aires.