La Otra Mediación Familiar

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“La otra mediación familiar” La mediación familiar intergeneracional. Fernando Espinos Cuando se habla de mediación familiar, se entiende, para una gran mayoría, mediación en crisis de pareja, ya que dentro de la mediación familiar se viene dando una gran preeminencia a la mediación de separación y divorcio. Incluso en algunas legislaciones -la catalana por ejemplo- se prevé solamente, por el momento, (si bien se prevé su ampliación) la mediación en casos de crisis de pareja, y fuera de ella únicamente en obligaciones de alimentos. El resto de las relaciones familiares y su conflictividad no está todavía regulada en esta ley que prevé una mediación pública. Es solamente un ejemplo de la menor atención prestada en el ámbito de la mediación a las otras relaciones familiares: la mediación entre hermanos, la intergeneracional, entre otras. Sin embargo, el resto de las relaciones familiares son tan conflictivas como las de pareja: ¿Qué familia no conoce conflictos entre los hermanos (y cuñados!), ya sea por cuestiones económicas: herencias por ejemplo; por celos, por falta de reconocimiento, por motivos del cuidado de los padres (que en la mayoría de ocasiones conllevan también un alto contenido de cuestiones económicas) y tantas otras posibilidades de conflicto… ¿Y qué decir de las relaciones entre personas mayores y sus hijos? Los cambios experimentados en la familia, la aceleración de los cambios sociales, la actual vida con prisas y estrés hacen cada día más difícil poder atender a las personas mayores dentro del ámbito familiar y las dejan en una situación muy débil, en el seno de las familias, en las que a menudo se les considera como una dificultad más, como un estorbo. Por lo que respecta a las relaciones entre padres e hijos adolescentes casi podríamos decir que los conflictos son algo intrínseco al proceso de crecimiento y aprendizaje por los que necesariamente ha de pasar el niño. Las diferencias entre unos casos y otros está más en la intensidad del conflicto y en la forma de abordarlo. En los casos en que no se abordan mediante el diálogo, los desencuentros dan lugar a la incomprensión y el distanciamiento entre padres e hijos. La convivencia desaparece y la mera coexistencia se hace cada vez más difícil. El objeto de este artículo es resaltar la importancia de la mediación familiar intergeneracional. Voy a obviar, por tanto, otras mediaciones familiares: la mediación de conflictos entre hermanos, entre convivientes con otro parentesco, la de empresa familiar, etc. y a reducirme y a tratar de una forma obligadamente somera, la de los conflictos intergeneracionales de personas mayores con sus hijos y la de padres con sus hijos adolescentes. 1

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“La otra mediación familiar”La mediación familiar intergeneracional.

Fernando Espinos

Cuando se habla de mediación familiar, se entiende, para una granmayoría, mediación en crisis de pareja, ya que dentro de la mediación familiarse viene dando una gran preeminencia a la mediación de separación ydivorcio.

Incluso en algunas legislaciones -la catalana por ejemplo- se prevésolamente, por el momento, (si bien se prevé su ampliación) la mediación encasos de crisis de pareja, y fuera de ella únicamente en obligaciones dealimentos. El resto de las relaciones familiares y su conflictividad no estátodavía regulada en esta ley que prevé una mediación pública.

Es solamente un ejemplo de la menor atención prestada en el ámbito dela mediación a las otras relaciones familiares: la mediación entre hermanos, laintergeneracional, entre otras.

Sin embargo, el resto de las relaciones familiares son tan conflictivascomo las de pareja: ¿Qué familia no conoce conflictos entre los hermanos (ycuñados!), ya sea por cuestiones económicas: herencias por ejemplo; porcelos, por falta de reconocimiento, por motivos del cuidado de los padres (queen la mayoría de ocasiones conllevan también un alto contenido de cuestioneseconómicas) y tantas otras posibilidades de conflicto…

¿Y qué decir de las relaciones entre personas mayores y sus hijos? Los cambios experimentados en la familia, la aceleración de los cambios

sociales, la actual vida con prisas y estrés hacen cada día más difícil poderatender a las personas mayores dentro del ámbito familiar y las dejan en unasituación muy débil, en el seno de las familias, en las que a menudo se lesconsidera como una dificultad más, como un estorbo.

Por lo que respecta a las relaciones entre padres e hijos adolescentescasi podríamos decir que los conflictos son algo intrínseco al proceso decrecimiento y aprendizaje por los que necesariamente ha de pasar el niño. Lasdiferencias entre unos casos y otros está más en la intensidad del conflicto yen la forma de abordarlo. En los casos en que no se abordan mediante eldiálogo, los desencuentros dan lugar a la incomprensión y el distanciamientoentre padres e hijos. La convivencia desaparece y la mera coexistencia sehace cada vez más difícil.

El objeto de este artículo es resaltar la importancia de la mediaciónfamiliar intergeneracional. Voy a obviar, por tanto, otras mediacionesfamiliares: la mediación de conflictos entre hermanos, entre convivientes conotro parentesco, la de empresa familiar, etc. y a reducirme y a tratar de unaforma obligadamente somera, la de los conflictos intergeneracionales depersonas mayores con sus hijos y la de padres con sus hijos adolescentes.

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Al contrario que en la mediación de crisis de pareja, en la gran mayoríade los casos en estos conflictos intergeneracionales, no se trata de llegar aacuerdos satisfactorios que faciliten la separación física: al contrario, se tratade llegar a acuerdos que permitan mejorar o reanudar la convivencia. Lapersona mayor normalmente va a tener que seguir viviendo con los hijos, y porsu parte los padres y sus hijos adolescentes seguirán viviendo juntos (y cadavez más años).

Creo que nuestras sociedades, desconocen las posibilidades que lamediación intergeneracional ofrece para solventar de forma dialogada losconflictos que de otra forma se cronifican. Y que esta mediación puedeintroducir en el seno de las familias la cultura de la comunicación, de abordarlos problemas dialogando, lo que sin duda supondría una prevención antefuturas situaciones de conflicto. Es pues, sumamente importante, la promocióny divulgación de la mediación intergeneracional.

I.- Las personas mayores y sus hijos.

La importancia de las personas mayores es cada día mayor en nuestrassociedades, pues su número y el porcentaje de población que representancrece continuamente, muy especialmente el de los mayores más viejos.

El envejecimiento conlleva una serie de pérdidas, a nivel físico (dificultadesde movimientos, imposibilidad de hacer cosas que antes podían hacer…), anivel psicológico, como la progresiva falta de memoria, por ejemplo, perotambién pérdidas en el ámbito social: La pérdida por la persona mayor de surol social al jubilarse, lo que conlleva por una parte una importante merma en elpoder adquisitivo y por otro la pérdida de su ámbito relacional profesional ytambién la pérdida del trabajo como actividad a la que dedicarse. En otro ordende cosas la persona mayor vive la desaparición de personas queridas (amigos,familiares…).

Todo ello es lo que podemos denominar como envejecimiento socialinterno.

Pero existe también lo que podríamos denominar envejecimiento socialexterno, la gerontofobia: ese cierto rechazo generalizado hacia todo lo viejoque tiene nuestra sociedad, que valora especialmente lo joven y lo nuevo,desde la moda, a las nuevas tecnologías, pasando por el culto al cuerpo: se hade mantener una imagen joven.

En este mundo hecho para gente joven, activa, que domina los últimosadelantos, en el que es casi imposible que una persona de 40 años puedaencontrar un empleo, por cuanto se le considera laboralmente vieja, laspersonas realmente mayores se encuentran en una situación de inferioridad.Existe un rechazo hacia las personas mayores por el simple hecho de sermayor, un prejuicio activo contra los viejos.

Las pérdidas físicas y psicológicas pueden dar lugar a una dependenciaque supone la necesidad cuidar a la persona mayor. La dependenciaobviamente puede tener que ser de diversos grados: desde una persona a la

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que comienza a serle conveniente que se le acompañe al médico por ejemplo,hasta la gran dependencia.

La inmensa mayoría de las personas mayores dependientes son cuidadaspor sus familias y sobre todo por sus descendientes, que en este casoacostumbran a ser las hijas. Nos encontramos todavía pues, comotradicionalmente, ante una mayoría de hijas cuidadoras. En Españaactualmente representan el 83 por ciento de los cuidadores informales.

Las dificultades y el esfuerzo de los cuidadores, o cuidadoras!, son cadavez mayores y durante más tiempo. Los cuidadores son, asimismo, de másedad: la media de edad de los cuidadores en España ronda ya en la actualidadlos 53 años.

El nuevo, y lógico, rol de la mujer, que desea trabajar fuera de casa,supone una dificultad añadida. Según un estudio del Ministerio de Trabajo yBienestar Social, en España el 62% de las mujeres cuidadoras tienenproblemas profesionales y económicos, el 26% se ven impedidas de trabajarfuera de casa, el 12% se han visto obligadas a dejar su empleo y cerca de un10% tienen problemas de pareja a causa del cuidado de los mayores.

Los viejos se han convertido en un problema. Las familias los viven deforma negativa, lo que dificulta las relaciones entre la persona mayor y susfamiliares.

La persona mayor ha perdido, también, el rol que tuvo en su día en lafamilia y en muchas ocasiones, como dice Enrique Gil Calvo, los hijos protegena sus mayores privándoles de sus derechos, expropiándoles su propiaresponsabilidad, tomando decisiones por ellos, lo que supone una ciertaincapacitación familiar.

Los conflictos entre padres mayores e hijos son muy corrientes: losproblemas de convivencia, los abusos económicos, las decisiones sobre la vidade los mayores, los malos tratos físicos y psíquicos están entre los conflictosmás comunes.

Pero ¿qué pueden hacer las personas mayores para abordar los conflictoscon sus hijos?

El más que frecuente desequilibrio entre la persona vieja y sus hijos dificultael abordaje de estos conflictos.

Las personas mayores no se plantean siquiera el tratar los conflictosfrancamente con los hijos, pues temen perder o empeorar la relación con ellos,que es de las pocas cosas que les quedan. Los mayores acostumbran, pues, acallar, pero en ese silencio viven sentimientos de culpa, de impotencia, derabia por la autonomía arrebatada, la sensación de no valer ya para nada, lafalta de reconocimiento y otros sentimientos que de alguna forma invaden todala relación familiar. Los conflictos se cronifican, suponiendo una dura cargapara los mayores y dificultando unas relaciones familiares sanas.

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La mediación con personas mayores tiene una serie de característicasparticulares y que el mediador deberá atender: deberá calibrar si lascondiciones psíquicas de la persona mayor permiten la mediación y si suscondiciones físicas aconsejan una mediación con sesiones a su medida.

El desequilibrio es uno de los factores que el mediador va a tener quetrabajar en este tipo de mediaciones.

Es importante también que el mediador consiga crear un clima deespecial confianza en el que la persona mayor pueda sentirse a gusto,teniendo muy presente que la mediación va a suponer una auténtica novedadpara aquella, tanto desde el punto de vista del espacio físico, como de lainteracción con el mediador y las partes. Es probable que vea la convenienciade potenciar las sesiones privadas. También deberá cuidar muy especialmenteque sus resúmenes sean bien entendidos y refrendados por la persona mayor.En estas mediaciones se deberá conocer la historia que influye en el conflicto.

El mediador deberá entender que las personas mayores tienen, por suscircunstancias, un mundo mucho más pequeño que los más jóvenes; quecosas que para los demás no son importantes sí lo son para muchos de losmayores y deberá, con habilidad, hacer que los hijos lo puedan comprender yaceptar.

Se trata de que la persona mayor pueda sentirse acogida, escuchada yrespetada.

Todo lo anterior no va a influir en la imparcialidad del mediador, pero síen el equilibrio y en la eficacia de la mediación.

No me cabe duda de que la utilización de la mediación comoherramienta para abordar y resolver conflictos entre los padres mayores y sushijos supondría no solo un importante beneficio para aquellos, sino tambiénuna forma de prevención de problemas futuros en el seno de las relacionesfamiliares.

II.- Los adolescentes y sus padres.

Como en el caso comentado de los mayores, los cada vez más rápidoscambios sociales, los de estructura de las familias, los avances tecnológicos,entre otros factores, están incrementando la distancia entre la mentalidad delos padres y de los hijos adolescentes, potenciando la conflictividad entre ellosy dificultando su abordaje de forma racional.

Las compañías, las horas de llegada por la noche, los contactos con ladroga y el sexo, son, entre otros muchos, motivo de fricciones que en muchasocasiones no se abordan de una forma constructiva.

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Son temas difíciles de dialogar de una forma franca entre padres e hijos:muchos padres –algunos de los cuales renuncian a su papel de educadorestras las primeras discusiones- o no se atreven a preguntar y comentar con loshijos sus preocupaciones por la vida que llevan estos o plantean talespreocupaciones desde posiciones de inflexibilidad y poder. Los adolescentes,por su parte, se cuidan mucho de dar explicaciones. No consienten que lospadres se metan en su vida. Los padres se exasperan ante la actitud de losjóvenes: su hermetismo, su inabordabilidad, su inacción en casa y suhiperactividad fuera, les genera una gran desconfianza e inseguridad.

Los jóvenes no hacen esfuerzos en comprender a sus padres, ni estosen comprender a aquellos. A ambas partes les parece en muchos casos quedemasiadas cosas les separan. Cualquier esfuerzo parecería destinado alfracaso.

Los hijos cuando están en casa se aíslan y procuran hacer la mínimavida con sus padres. No ayudan en casa, cualquier responsabilidad no va conellos. Entre padres e hijos existe una tensión que acostumbra a estallar altocarse ciertos temas y esta situación conflictiva tiende a cronificarse sino seaborda el conflicto desde el diálogo.

Pero ¿por qué esta incomprensión mutua?

Los adolescentes, como señala Cárdenas, ya no tienen como meta laaspiración de convertirse en adulto, como tenían antes, sino que tienen unfuerte sentimiento de pertenencia al estamento adolescente, que tiene supropia cultura, sus propios símbolos, códigos y creencias y responde a nuevosestímulos que muchas veces están en absoluta contraposición con la culturade los adultos. El adolescente pertenece al “grupo adolescente” y ejerce comomiembro del mismo.

Los hijos, que admiraban a sus padres, cambian su percepción de losmismos al llegar a la adolescencia. Para Baldiz y Rosales llega el momento enque a los ojos de sus hijos adolescentes los padres ya no son tan magníficos,inteligentes ni poderosos y pasan a convertirse en un problema. Ya no son lareferencia para sus hijos. Esta referencia pasa a ser, normalmente, algúnmonitor o compañero (líder) o algún personaje famoso (ídolo).

Los adolescentes no entienden el mundo de sus padres, el mundo delos adultos, que les es totalmente ajeno. No quieren responsabilidades. Nisiquiera se plantean hacer un esfuerzo para acercarse a los padres. Nodesean parecerse a ellos. Podríamos decir que desprecian la forma de pensary vivir de los padres y su ansia de seguridad.

Los adolescentes tienen valores distintos, distinta visión de la vida, deesa vida que están descubriendo a golpes. Saben que necesitan a sus padresy sin embargo no quieren que sus padres participen de sus vivencias, cuandosus padres precisamente ansían poder participar y orientarles en el caminodifícil en que se encuentran. Los jóvenes en ningún caso quieren esa ayuda(aunque saben que en caso de necesidad pueden contar con sus padres para

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lo que sea). Necesitan ser ellos mismos y hacer su camino con totalindependencia.

Los padres, por su parte, cuando estalla esta problemática seencuentran, en general, en un momento delicado de sus vidas. Sus hijos estánnaciendo a la juventud y ellos se han recién despedido de ella. Y como dicenBaldiz y Rosales están en pleno duelo: no tan sólo de la juventud perdida, sinotambién de los ideales no alcanzados. Creo que también en el duelo de larelación padre-hijo que desapareció y que se ha convertido en algo muydistinto y verdaderamente frustrante.

Muchos padres piensan en que los hijos adolescentes lo tienen todo: suprotección, la juventud, pocas responsabilidades, consideran lógico, pues,exigir que al menos se comporten de acuerdo a ciertas reglas que consideranmínimas. Son reglas que les dicta su cultura, tan distinta de la de losadolescentes y difícilmente van a ser comprendidas y aceptadas por estos sino existe un diálogo en el que puedan escucharse de forma positiva. Lospadres ven su relación con sus hijos adolescentes desde su cultura de adultos.Quieren que los hijos se adapten a las reglas sociales de los adultos, quetengan sus valores. Su máxima preocupación es que no lleguen a ser unosmarginales. Quieren la máxima seguridad para sus hijos.

No tienen en cuenta que los hijos quieren lo contrario. Rechazan lasreglas sociales de los adultos y buscan la novedad, el riesgo: están en elmomento de descubrir, no de adaptarse. Desprecian la seguridad que tantopreocupa a sus padres.

En este contexto, la mediación podría facilitar a padres e hijos lacomprensión de que las diferencias existentes entre ellos no son unaexcepción, no son nada patológico, sino algo muy común. Es la consecuenciade pulsos vitales distintos absolutamente normales.

La mediación será sin duda una herramienta esencial para el abordajedel conflicto. El mediador deberá medir como y cuando ha de plantear lasdiferencias. En que momento y de que forma pueden ser admitidas, sobre todopor los padres. De su acierto en este momento puede depender en gran parteel éxito de la mediación. Pero analizar este punto excede con mucho estetrabajo.

La mediación supondría la apertura de un diálogo que permitiríadescubrir tanto a los padres como al adolescente que las culturas, lascostumbres, las ideas acerca de la vida, del futuro, de la seguridad, no puedenser las mismas en personas en dos momentos de la vida tan diversos: estoayudará a la comprensión de las dificultades habidas en la relación, a lareflexión sobre la propia actuación anterior y a la flexibilización de las posturas.Como dice Cárdenas: “Los padres no sabrán donde va el adolescente; enrealidad él tampoco lo sabe bien: pero sabrán que irá donde él quiera, y nocontra ellos, sino con la ayuda de ellos”. El adolescente será consciente de elloy podrá reconocer el esfuerzo de los padres.

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Solo entonces podrá iniciarse un acercamiento desde el respeto yaceptación de la visión del otro e iniciarse un avance en la mejora de larelación a base de pequeños acuerdos que irán permitiendo ampliar elreconocimiento y el respeto mutuo y reencontrar la convivencia perdida.

Bibliogafía

- Ricardo Moragas: Gerontología Social. Herder.1.998- Juan Muñoz Tortosa: Psicología del envejecimiento. Psicología. Pirámide.2.002- Montserrat Coma Solé y otros: Los malos tratos a las personas mayores.AGER, MAPFRE. 2.005- Enrique Gil Calvo: Colaboración Diario “El País”. 2.003- Eduardo José Cárdenas. La mediación en conflictos familiares. LumenHumanitas, 1.999 y Los conflictos entre los adolescentes y sus padres: pensarpara no matar. 2.004.- Manuel Baldiz y María Inés Rosales: Hablando con adolescentes. BibliotecaNueva, 2.005- Aleix Ripol-Millet: Familias, trabajo social y mediación.

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