La Oración Sacerdotal de Jesús · La oración nace de la vida y, después de haberse dirigido a...

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Por: Pbro. Elkin Darío López Giraldo, Cfs. LA ORACIÓN SACERDOTAL DE JESÚS Jesús ora como Sacerdote en sus Sacerdotes

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Por:

Pbro. Elkin Darío López Giraldo, Cfs.

LA ORACIÓN

SACERDOTAL DE

JESÚS Jesús ora como Sacerdote en sus Sacerdotes

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JUSTIFICACIÓN

La persona de Jesús, y sobre todo el misterio de su acción en el hombre,

ha sido motivo de grandes estudios a lo largo de la historia. Se ha escrito

mucho sobre su vida, sus nombres, sus milagros, su forma de orar, entre otros

temas; sin embargo, acercarse a Jesús orando como Sacerdote, no ha sido muy

común entre aquellos que se han dado a la tarea de plasmar sobre el papel las

acciones y palabras de Jesucristo en su dimensión sacerdotal. Al parecer, de la

misma forma que los evangelios, y casi todo el Nuevo Testamento a

excepción de la epístola a los Hebreos, no mencionan a Jesús como Sacerdote;

y tal vez por esa razón son pocos los autores que han profundizado sobre Jesús

orando como Sacerdote.

Es por esto que considero de gran importancia intentar acercarme a la

oración de Jesús en Juan 17, conocida como la oración Sacerdotal, desde una

dimensión teológica y espiritual sin pretender agotar el misterio de Cristo

Sacerdote y con la intensión de vivir una experiencia de fe que me lleve a

comprender y a madurar mi visión del Sacerdote desde el sumo Sacerdote

orando de acuerdo a su identidad.

Hago este trabajo porque estoy seguro de que al acercarme a Jesús en su

oración al Padre, puedo entender de modo más concreto la espiritualidad

sacerdotal de la Congregación de la fraternidad Sacerdotal. Cada vez me

convenzo más de la necesidad de amar a Jesús Sacerdote y a los Sacerdotes de

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Jesús, y para ello, es preciso que desde una reflexión espiritual, sin prescindir

del carácter investigativo, conozca más sobre la oración del Sacerdote y la

manera cómo su oración se hace vida en el sacrificio de la cruz. Nadie puede

amar lo que no conoce y el amor presupone un conocimiento capaz de brindar

las herramientas necesarias para dar razón del porqué se le ama y que implica

ese amor; de ahí que mi deseo sea el conocer más sobre la oración de Jesús

Sacerdote para amarlo más y amar a sus Sacerdotes.

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INTRODUCCIÓN

La oración hace al sacerdote y el sacerdote se hace a través de la oración.

Estas palabras de algún modo resumen lo que en este corto trabajo quiero

plantear. Es una mirada a la oración de Jesús Sacerdote en la vida del

sacerdote que, queriendo configurarse más plenamente con Cristo, está

llamado a vivir de oración y hacerse a través de ella como su Maestro lo hizo

en el discurso de despedida luego de la última Cena.

A lo largo de todo el trabajo encontraremos de modo transversal la

experiencia de Jesús como Sacerdote a partir de las palabras que él mismo

dirigió a su Padre y, que están contenidas de modo admirable y con un

lenguaje exquisito en el capítulo 17 del evangelio de San Juan.

Después de definir la oración en su sentido más general y ver la

importancia que ejerce y debe tener en la vida de todo cristiano, así como sus

consecuencias para la vida de éste; me centraré en el aspecto sacerdotal de la

oración de Jesús. A lo largo del trabajo se encuentran elementos sencillos que

nos ayudan a entender porqué se habla de Jesús orando como sacerdote y las

implicaciones que tiene su oración para sí mismo y para todos los cristianos;

pero especialmente, en la vida de los que participan del Sacerdocio

ministerial.

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Para comprender la misión sacerdotal de Cristo, intento profundizar en sus

palabras y el modo cómo estas se hacen vida en la vida de la Iglesia. Primero

hago una profundización teológica con base en la misma Escritura retomando

algunos textos importantes, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento

para sustentar y resaltar la importancia del porqué Jesús es considerado Sumo

y Eterno Sacerdote y cómo ora de acuerdo a su identidad. Luego, a partir de

los documentos de la Iglesia, hago énfasis en la dimensión unitaria de la

misión sacerdotal y, el modo como entienden los padres conciliares la oración

a favor de la unidad que Cristo dirige a su Padre, unidad que perfecciona en la

cruz llevando a cabo su sacrificio redentor.

Todo esto tiene una gran importancia para la espiritualidad del Padre

Prévost, es por ello que después de comprender aspectos de la oración

sacerdotal desde la Biblia y el Magisterio, propongo mirar la influencia de ésta

oración en la espiritualidad de la Congregación de la Fraternidad Sacerdotal.

En este apartado hago una interpretación de algunas expresiones del Padre

Eugenio a la luz de Juan 17, eso sí, teniendo muy presente que todos los

escritos del Fundador son marcadamente sacerdotales.

Por último, después del recorrido por las diferentes fuentes, trato de

apropiarme del texto y hacer una aplicación espiritual procurando ofrecer

elementos que ayuden al Sacerdote a vivir su oración según el ejemplo de

Jesús Sacerdote. Es una mirada a la necesidad de oración en la vida del

Presbítero y a la manera como éste puede unir su oración a la de Cristo en su

discurso de despedida.

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En definitiva, a lo largo de este texto, hago una reflexión seria y profunda

sobre la necesidad de una oración sacerdotal en la vida del cristiano para que

viva más plenamente a ejemplo del modelo perfecto: Jesús Sacerdote. Sin

miedo a equívocos puedo afirmar que este corto escrito es el intento de mirar

la vida con los ojos de Aquel que ora como Sacerdote y se consagra por los

Sacerdotes que él mismo instituye. Es una sencilla mirada de amor a Jesús

orando como Sacerdote en sus Sacerdotes.

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1.1. JESÚS ORA COMO SACERDOTE EN SUS

SACERDOTES

Antes de hablar directamente de la oración sacerdotal, me voy a detener

en lo que concierne a la oración Cristiana en sentido general para comprender

luego el apelativo de “sacerdotal” que se le da a las palabras que Jesús dirige

al Padre en el capitulo 17 de San Juan. Debo partir de un principio

antropológico para comprender la relevancia de la oración en la vida de Jesús.

Al decir que Jesucristo es verdadero Dios y verdadero hombre, entonces es

posible afirmar que como todo hombre, manifestó desde lo más profundo su

necesidad de entrar en relación con el trascendente. Todos los hombres somos

sociales por naturaleza, por tanto, necesitamos estar en relación con otros para

llevar a feliz término nuestra existencia, una relación que pasa del plano

simplemente humano y busca darle sentido desde la experiencia con Dios.

Desde los diccionarios se comprende la oración cristiana como el

encuentro personal del hombre en dialogo humilde con Dios Padre a través de

Jesucristo por la acción del Espíritu Santo. Su base fundamental es la fe en un

Dios personal, y es el carácter personal y trinitario el que distingue la oración

cristiana frente a cualquier otro tipo de relación con la trascendencia1. Para

los cristianos no se trata de cualquier encuentro, sino de un dialogo con Dios

1 Cf. DICCIONARIO TEOLÓGICO ENCICLOPEDICO, Editorial verbo Divino, Pamplona, 1996., P. 704

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Padre en la intimidad del corazón. Es el mismo Jesús quien vino a la tierra

para enseñarnos a orar dirigiéndonos a Dios de modo más coloquial y cercano.

Ahora bien, la oración no es una relación verbal con Dios, sino una

relación vital, existencial, de la cual la relación verbal es simplemente su

expresión explícita y parcial. La oración es siempre una mirada a la vez

vertical y horizontal, nunca lo uno o lo otro solamente. Se busca el rostro de

Dios, y se nos remite a la creación y a la historia; aquí están sus huellas, los

signos de su amor y de su misericordia. Nos interrogamos sobre la vida, y se

nos remite puntualmente a Dios y a su misterio. Interrogándose sobre la vida

se llega a Dios, y contemplando a Dios somos remitidos a una nueva visión de

la vida. La oración nace de la vida y, después de haberse dirigido a Dios,

vuelve a la vida, pero con ojos nuevos y abriendo nuevas posibilidades. De ahí

que podamos utilizar diferentes formas y métodos para orar: la liturgia, la

meditación, la contemplación, etc.; técnicas que son accidentales respecto al

objeto de la oración, pero que nos deben llevar siempre a vivir de modo más

cercano la relación con Dios.

Se puede hablar de diferentes expresiones en la oración: se habla con Dios

para manifestarle alabanza, acción de gracias, súplica, perdón, bendición;

entre otras; ya sea de forma personal o comunitaria. Se puede decir que estas

variadas formas de dirigirse a Dios expresan cierta soledad del hombre que se

siente desterrado, insatisfecho, peregrino hacia lo absoluto y extranjero en este

mundo, jamás perfectamente integrado y comprendido; y desde luego, mucho

menos totalmente expresado. En la oración el ser humano descubre que las

cosas del mundo, los mismos dones de Dios, son imagen de Dios y no Dios.

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En definitiva, la oración es el signo de que el hombre está hecho para Dios;

expresa el deseo de encontrarlo.

1.1 La oración de Jesús

Toda la vida de Jesús es oración. Desde el momento de su encarnación su

Madre vivió la experiencia más hermosa de la oración al abandonarse a la

voluntad de Dios “He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu

palabra” (Lc 1, 38). Sin embargo, es justamente en su misión donde lo

encontramos en constante oración: Jesús oraba por la mañana temprano o al

final de la tarde al despedir la muchedumbre. Oró en los momentos más

importantes y decisivos de su revelación y de su misión: en el bautismo (Lc

3,21) y en la transfiguración (Lc 9,28), en Getsemaní y en la cruz, antes de

elegir a los doce (Lc 6,12), antes de la confesión de Pedro en Cesárea de

Filipo (Lc 9,18), antes de hacer los milagros (Mc 6,41 Mc 7,34 Mc 8,6-7 Jn

11,41-42). Jesús es el modelo perfecto de oración, es a él, quién sus

discípulos debemos imitar, es de él que debemos aprender a orar en todo

momento.

Un primer rasgo que confirman todos los testimonios es que Jesús se

dirigía siempre a Dios invocándolo con el nombre de Padre. La oración de

Jesús es ante todo filial. Marcos 14,36 recuerda que Jesús se dirigía a Dios

llamándolo Abbá (papá), término confidencial usado por los hijos para

dirigirse íntimamente al padre, pero no usado nunca en la oración para invocar

a Dios. Al osar llamar a Dios Abbá, Jesús desvela la relación singular y única

que le liga a Dios. La oración de Jesús es su condición de Hijo, que aflora a la

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conciencia y se traduce en coloquio. Consciente de su filiación divina,

misterio único, irrepetible y no compartible, Jesús se retira a orar en la

soledad, solo delante del Padre. Esta oración en la soledad expresa su

comunión única con el Padre y su nostalgia del mismo, nostalgia que se

trasluce en su existencia siempre arraigada en el Padre y en el cumplimiento

de su misión: la redención de los hombres2.

1.2 La oración del Sumo y Eterno Sacerdote

Son muchos los ejemplos de oración que encontramos en la vida de Jesús,

pero llama particular atención la oración del Capitulo 17 de San Juan, ya que,

con un lenguaje poético, expresa sus más bellos sentimientos. En esta oración

se descubre que Jesús implica toda su vida en relación con el Padre, no solo

ora, sino que se hace oración al ofrecer su vida. También hay que destacar la

importancia que adquiere esta oración por el hecho de que se sitúe en uno de

los momentos cruciales de su misión, mostrando así que él a través de la

oración redescubre su misión y la nitidez de sus opciones. Antes de padecer

Jesús es presentado por Juan con la serenidad que resplandece en el Hijo de

Dios, mientras que los sinópticos realzan la sensibilidad de la flaqueza

humana en los momentos más dramáticos de su existencia. “En la agonía del

huerto el Cristo de los Sinópticos está muy lejos de tener la tranquilidad que le

caracteriza en la oración hecha en el cenáculo”3

2 Cf. Nuevo diccionario de teología bíblica dirigido por P. Rossano, G. Ravasi, editorial San Pablo. (Biblia

Clerus)

3DURAND, Alfredo, S.J.; Evangelio Según San Juan, Ediciones Paulinas, p. 419

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Él expresa desde lo profundo de su ser el deseo de cumplir la voluntad de

su Padre, no con los términos dramáticos del Getsemaní, sino en calidad de

hijo amado. Jesús ora como el Sacerdote consciente de que su misión es para

su glorificación y la del Padre y, en ellos la de todos los que creen y creerán en

él. El carácter sacerdotal de esta plegaria no solo se desprende de su estructura

y la forma como realiza su oración, sino también del contexto en que se

desarrolla y de sus consecuencias para el mismo y para todo los hombres.

Jesús ora al Padre ofreciendo su vida y luego hace efectivo este ofrecimiento

al dar su vida por la redención del mundo. Se consagra sacerdote para ser

víctima perfecta de propiciación.

Cristo quiso servirse de la oración a su Padre para darnos ejemplo de

cómo se debe orar y, para demostrar que el Padre es el autor del cual Él

mismo procede desde la eternidad, según su naturaleza divina, y del quién

recibe todo bien según su naturaleza humana. Pero así como su naturaleza

humana poseía ya algunos bienes recibidos del Padre, de igual modo,

esperaban recibir de Él otros que aún no tenía: la gloria del cuerpo y otros por

el estilo, para reconocerle asimismo como autor de los mismos4. Él expresa

claramente su deseo de ser glorificado diciendo: “ha llegado la hora; glorifica

a tu hijo, para que tu hijo te glorifique a ti…”, y lo hace poniendo por delante

su misión en la tierra: “dé también vida eterna a todos los que tú me has

dado”. En efecto, Jesús se glorifica y glorifica a su Padre cumpliendo su

misión, que no es otra que la misión sacerdotal. Como Sacerdote ora

4 Cf. Suma Teológica III Qu.21 a.3

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ofreciendo su vida para dar la vida eterna. Por la mediación perfecta del sumo

Sacerdote, todos los hombres somos partícipes de la vida eterna que consiste

en el conocimiento pleno de Dios y se logra por la sangre del Cordero que

abre las puertas del cielo.

Jesús en esta oración pone en manos del Padre toda su vida justo en el

momento cumbre de su misión. Ora por todos sin dejar a nadie por fuera

enseñándonos de forma majestuosa su estrecha relación con Dios Padre y la

manera como cumple a cabalidad la voluntad que de Él viene. Es la oración

del Sacerdote eterno que muestra el objetivo primordial y único de la oración:

la entrega absoluta a la voluntad del Padre y la relación íntima entre la

creatura y el creador, un relación tan íntima que no busca más que la unidad;

por tanto, “hasta que los cristianos no estén unidos a Dios de la misma manera

que Jesús, no podrán experimentar en plenitud la relación de Jesús y Dios”5

1.3 Fundamentación bíblica

La Biblia menciona muchas oraciones, habla de hombres que rezan y

enseña a orar. Todo esto es normal y forma parte de la experiencia religiosa de

cada pueblo. La originalidad bíblica no está en la oración, sino en el cómo y

en el porqué de ésta oración. Se puede decir que toda la escritura desde el

principio a fin es oración, de hecho, desde el momento que es inspirada por

Dios y escrita por los hagiógrafos, la Escritura narra la experiencia plena del

hombre histórico en relación con Dios. Es claro, como lo vimos en la parte

introductoria, que la oración cristiana es un hecho netamente antropológico.

5 BROWN, Raimond E. – FITZMAYER Roland –MURPHY, Roland E., Nuevo Comentario Bíblico San

Jerónimo, Nuevo testamento, Editorial Verbo Divino, Estella Navarra 2004, P. 579.

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Es el constante dialogo de aquél que busca darle sentido a su existencia

entrando en relación con el Trascendente, hecho que está presente desde el

Génesis hasta el Apocalipsis y que se inserta como un eje trasversal en toda la

Biblia.

El encuentro con Dios es de tú a tú, de persona a persona. Dios es una

persona viva, en la cólera y en el amor, en el perdón y en el castigo. Por eso la

oración bíblica nunca es un monólogo, sino un descendimiento a lo profundo

del propio yo; es siempre un salir de sí, un coloquio con el otro. Este coloquio

es tan verdadero, tan real, que adopta a veces la forma de la discusión y de la

disputa. El coloquio con Dios se mueve simultáneamente entre dos polos:

trascendencia e inmanencia, cercanía y distancia, confianza y temor.

Se puede decir que toda la Biblia ha nacido de la oración, como fruto de

una escucha atenta a Dios: se responde a Dios, se discute con Dios, se

reflexiona delante de Dios. Más que hablar de Dios, la Biblia habla a Dios y

reflexiona delante de Dios. Toda la historia de Israel está recorrida por la

oración, que emerge en cada punto de su narración. Esta oración encuentra su

plenitud y eficacia total en Jesucristo, verdadero modelo de oración, y quien

hace de su vida terrenal una oración constante. Por eso se comprende que

seguir el tema de la oración significa recorrer el camino de la Biblia por

entero6. Obviamente, ello no es posible en este trabajo.

6 Cf. Nuevo diccionario de teología bíblica dirigido por P. Rossano, G. Ravasi, editorial San Pablo. (Biblia

Clerus)

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Nos interesa aquí entender algunos elementos de la oración de Jesús en los

evangelios y su relación con el Antiguo Testamento. Mirar en primer

momento la oración de Jesús en el contexto del discurso de despedida durante

la última Cena que nos relata San Juan (Jn 17, 1-26) y las bases de ésta.

Mientras que en Mateo (6,9-13) y Lucas (11,2-4) Jesús enseñó la oración del

Padre Nuestro a sus discípulos; en el evangelio de Juan existe una larga

plegaria de Jesús al Padre en la que manifiesta su comunión con El. Es

destacable, sobre todo en este capítulo, el modo como se dirige Jesús a Dios

en términos de filiación perfecta con el apelativo de Padre (vv.

5.11.21.24.25), es por esto, que a través de Jesús, el hombre comienza a

entender la oración en términos de hijo a Padre. Él nos enseña a dirigirnos a

Dios de modo más personal y familiar, nos enseña a Dios de un modo más

asequible a la realidad histórica y mundana del hombre; él no es ya un Dios

que trasciende en modo tan inalcanzable nuestra naturaleza, sino que es un

Dios trascendente que se glorifica en su Hijo y nos participa de su gloria a

través él para que seamos uno como Ellos son uno (Jn 17, 22).

1.3.1 ¿Por qué oración Sacerdotal?

En el capítulo 17 de San Juan, según san Cirilo, Cristo habla en calidad de

Sacerdote y víctima, Jesús ora a su Padre en términos que solo él puede

emplear7. Las razones por las que se le conoce como la oración Sacerdotal de

Jesús las descubrimos en su estructura. La manera como Jesús se dirige a su

Padre se desprende en San Juan de modelos veterotestamentarios y, en este

7 Cf. DURAND, Alfredo, S.J.; Evangelio Según San Juan, Ediciones Paulinas, P. 418

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capítulo, es la oración de Aarón que sirve de esquema para comprender la

acción de Jesús antes de su Pasión. El texto, según la mayoría de los autores,

se puede estructurar así:

1. Jesús ora por sí mismo (vv.1-8)

2. Jesús ora por los apóstoles (vv.9-19)

3. Jesús ora por el pueblo y los creyentes, (vv. 20-23)

4. La obra de la revelación y la salvación realizada en el amor

(vv. 24-26)

Esta estructura surge precisamente de la manera como oraban los

sacerdotes del Antiguo Testamento. Las insistentes indicaciones sobre el rito

sacrificial de la oración del gran sacerdote Aarón, destacan repetidamente los

tres beneficiarios de dicha oración que se relacionan de modo particular con la

oración del Sumo y Eterno Sacerdote: “Aarón ofrecerá su novillo por el

pecado para hacer expiación por sí mismo y por su casa, y lo inmolará” (Lv

16, 11). “Después inmolará el macho cabrío como sacrificio por el pecado del

pueblo” (Lv 16, 15)8 Brillan pues en Jesús tres actitudes sacerdotales: en

primer momento es, ante todo, el sumo sacerdote glorificador del Padre, y si

pide su propia glorificación es porque su gloria es la misma gloria del Padre

(Padre..., glorifica a Tu Hijo… Padre, glorifícame tú, junto a ti). Luego es

también el Sumo Sacerdote que súplica ante el Padre por los suyos para que el

Padre los guarde del maligno, los haga uno junto con Ellos (Por ellos ruego…

Padre Santo, cuida… a los que me has dado… te pido… que los guardes del

8 Cf. Levítico 16, 6.11.15.17b.18b.24c.33b.34b.

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maligno… santifícalos) En tercer momento ora por todos los creyentes (No

ruego sólo por éstos, sino también por aquellos que por medio de su palabra,

creerán en mí… que ellos también sean uno en nosotros).9 Vemos de este

modo la razón principal por cual es posible hablar de que Jesús ora como

Sacerdote, su oración es sacrificial y se enmarca de modo particular dentro del

modelo de oración del sacerdocio levítico.

Ahora bien, es importante resaltar que Jesús en lugar de ofrecer una

víctima extraña, se consagra a sí mismo entregándose al Padre como sacrificio

por los suyos: “Y por ellos me santifico a mí mismo, para que ellos también

sean santificados en la verdad” (Jn 17, 19). Él es quien ofrece y se ofrece. El

famoso Verbo agiazein10 (), expresado en presente indicativo de la

primera persona en voz activa, también es utilizado en la versión de los LXX

para hablar de la consagración de los sacerdotes para el servicio religioso: “y

los consagrarás para que ejerzan mi sacerdocio” (Ex 28, 41). Así que podemos

entender en este contexto que Jesús se está consagrando sacerdote a sí mismo

y, por tanto, se está ofreciendo víctima sacrificial agradable al Padre

culminando su misión en la cruz. De este modo la selección de este verbo en

el cuarto evangelio no pertenece al azar ya que evoca la consagración

Sacerdotal de Jesús11.

9Cf. MERCIER, Roberto F., p.p.s., El Evangelio según “el discípulo a quien Jesús amaba” Tomo II,

editorial San Pablo. P 309-311 10 Según el diccionario analítico de Griego – Francés de la Biblia Clerus, esta palabra significa: 1- Ser

venerado o santificado.2- Separar de las cosas profanas y dedicar para Dios. 3- Purificar: Nuestro exterior.

Purificar para expiación: liberar de la culpa del pecado. Purificar el interior para renovar el alma. 11 Cf. Ibíd P. 323. 331

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Otra fuente bíblica de gran envergadura y, que aclara de modo más

explicito la misión sacerdotal de Cristo, la encontramos en la epístola a los

Hebreos. Esta epístola es la que va a hablar por primera vez de Jesús como

Sumo Sacerdote en las Escrituras.

“Además, aquellos sacerdotes fueron muchos, porque la muerte les

impedía perdurar. Pero éste posee un sacerdocio perpetuo porque

permanece para siempre. De ahí que pueda también salvar

perfectamente a los que por él se llegan a Dios, ya que está siempre

vivo para interceder en su favor. Así es el Sumo Sacerdote que nos

convenía: santo, inocente, incontaminado, apartado de los pecadores,

encumbrado por encima de los cielos, que no tiene necesidad de

ofrecer sacrificios cada día, primero por sus pecados propios como

aquellos Sumos Sacerdotes, luego por los del pueblo: y esto lo realizó

de una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo. Es que la Ley

instituye Sumos Sacerdotes a hombres frágiles: pero la palabra del

juramento, posterior a la Ley, hace el Hijo perfecto para siempre” (Heb

7, 23-28)

De esta manera el autor de este texto ha dado una respuesta sustanciosa a

lo que el mismo Cristo en el discurso de despedida había dicho de sí mismo.

Iluminado por el misterio de Cristo, el autor de la epístola a los Hebreos ha

llegado a una visión penetrante de las relaciones entre el Nuevo Testamento y

el Antiguo Testamento. Más allá de ciertas apariencias negativas, ha sabido

profundizar en el problema y llegar a una respuesta positiva: Cristo es

Sacerdote; y gracias a él estamos en comunión con Dios. Pero hay que señalar

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que la respuesta del autor no ha sido simplista. En vez de aplicar sin más ni

más al misterio de Cristo el concepto antiguo de sacerdocio, ha profundizado

en su sentido hasta conseguir renovarlo radicalmente. De un culto

forzosamente externo e ineficaz se ha pasado a un ofrecimiento personal

perfecto. De aquí se deriva una nueva perspectiva para el culto cristiano, que

tiene que asumir toda la realidad de la existencia y transformarla, gracias a la

unión con el sacrificio de Cristo, en una ofrenda de obediencia filial a Dios y

de entrega fraternal a los hombres12.

También el sermón a los Hebreos, citando el Salmo 110, define cuál es el

tipo de sacerdocio que corresponde a Cristo glorificado, un género distinto; no

ya “según el orden de Aarón”, sino “a la manera de Melquisedec”. Este

sacerdocio no está determinado por una genealogía terrena, sino por la

filiación divina. Su institución pone en evidencia la imperfección del

sacerdocio israelita, basado en una consagración ritual externa, incapaz de

hacer perfecto a quien la reciba ; por el contrario, Cristo realmente ha sido

“hecho perfecto para siempre” (Heb 7,28) por su sacrificio. Es evidente, para

el autor, que con Jesús se llega a la plenitud del Sacerdocio, que él es el único

Sacerdote y, aunque explícitamente los evangelistas no se refieran a Cristo

como Sacerdote, sus acciones, y sobre todo las palabras que el mismo

pronuncia en el discurso de la última cena, constituyen una prueba para

afirmar que Jesús es el Sacerdote Eterno. Él no solo actualiza el sacerdocio

antiguo, sino que lo perfecciona y sobrepasa. El mismo consagra y se

consagra, es víctima y altar, no impone las manos para pasar los pecados a una

12 Cf. Nuevo diccionario de teología bíblica dirigido por Ravasi, (Biblia Clerus)

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víctima como Aarón (Lev 16, 20-22), sino que él mismo carga con los

pecados de todos los hombres (Mt 8,17).

1.4 El magisterio de la Iglesia

En los documentos de la Iglesia encontramos varios elementos que nos

ayudan a seguir profundizando en la oración sacerdotal. Son muchas las

fuentes en que se pueden hallar alusiones al capítulo 17 de San Juan, pero solo

quiero hacer alusión a dos de los documentos más representativos y con un

mayor grado de importancia en la documentación del Magisterio.

Catecismo de la Iglesia Católica

Este documento, que logra sintetizar los principales elementos de la fe

cristiana; en su cuarta parte profundiza el tema de la oración dando a conocer

los principales elementos de ésta y colocando en el centro la oración del

“Padre Nuestro”, oración que expresa el objeto de nuestra petición, nuestra

alabanza y nuestra intercesión y que resume de modo admirable el sentido

pleno de la oración cristiana.

Nos dice el catecismo, citando a Santa Teresita y a San Juan Damasceno,

que la oración es un impulso del corazón, una sencilla mirada lanzada hacia el

cielo, un grito de agradecimiento y de amor, tanto desde dentro de la prueba,

como desde dentro de la alegría. Es también, la elevación del alma a Dios o la

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petición a Dios de bienes convenientes.13 Puedo decir que justamente lo que

realiza de modo perfecto Jesús antes de su Pasión durante la última Cena.

Impulsado desde su corazón y “Elevando los ojos al cielo…” (Jn 17,1) se

dirige a su Padre en el modo más coloquial para agradecer lo que ha recibido,

pero también para suplicar por lo que necesita en su misión y poder así

superar la prueba. Como sumo Sacerdote pide los bienes convenientes no solo

para él, sino que realiza su misión mediadora para con su Padre suplicando por

los suyos y por todos aquellos que creerán en sus palabras. Jesús nos incluye a

todos en la nueva Alianza que va a ser sellada con su sangre, su oración

anticipa de manera preeminente el sacrificio en la cruz. Gracias a su acción

sacerdotal los cristianos podemos entender la oración cristiana como una

relación de Alianza entre Dios y el hombre en Cristo14

Ahora bien, el drama de la oración se nos revela plenamente en el Verbo

que se ha hecho carne y que habita entre nosotros. Intentar comprender su

oración, es aproximarnos su santidad, primero contemplándolo en oración y

después escuchando cómo nos enseña a orar, para conocer finalmente cómo

acoge nuestra plegaria15. Y me atrevo a decir que no existe otra oración de

Jesús que merezca ser contemplada y meditada, después del Padre Nuestro,

como la Oración Sacerdotal. Ya nos lo va a expresar el magisterio de la Iglesia

dándole la preponderancia que merece esta oración en la historia de todos los

hombres afirmando que “la oración sacerdotal de Jesús ocupa un lugar único

en la economía de la salvación y que en ésta se muestra el carácter permanente

de la plegaria de nuestro Sumo Sacerdote, y, al mismo tiempo, contiene lo que 13 CEC N° 2558-2559 14 Cf. CEC N° 2564 15 CEC N° 2598

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Jesús nos enseña en la oración del Padre Nuestro”16. “La tradición cristiana

acertadamente la denomina la oración sacerdotal de Jesús. Es la oración de

nuestro Sumo Sacerdote, inseparable de su sacrificio, de su pascua hacia el

Padre donde él es consagrado enteramente al Padre”17.

Decía anteriormente que nadie queda por fuera en la oración de Jesús, que

él tiene en cuenta a todos los hombres y por todos derrama su sangre en la

cruz. Es también la doctrina de la Iglesia la que hace referencia a la oración

Sacerdotal como síntesis de la pascua y recapitulación de todas las cosas en la

persona del Sumo Sacerdote. Nos dice el catecismo que “en esta oración

pascual, sacrificial, todo está recapitulado en Él: Dios y el mundo, el Verbo y

la carne, la vida eterna y el tiempo, el amor que se entrega y el pecado que lo

traiciona, los discípulos presentes y los que creerán en Él por su palabra, su

humillación y su Gloria. Es la oración de la unidad”18. Es la plegaria que

sintetiza de modo admirable la misión de Cristo, que en palabras del Padre

Eugenio, es una misión sacerdotal.

El concilio Vaticano II

Un aspecto de gran importancia en la Oración Sacerdotal es la unidad. El

Concilio Vaticano II nos brinda elementos muy valiosos para meditar al

respecto. Una perspectiva de unidad en cuanto al efecto de su oración (Para

que todos sean uno), pero también unidad en cuanto a la recapitulación de

todas las cosas en Él. De este modo, y tomando como fuete uno de los 16 CEC N° 2604 17 CEC N° 2746 18 CEC N° 2748

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documentos del Concilio, voy a mostrar los aspectos de unidad que el

Magisterio, a la luz de este pasaje, interpreta como el deseo de Jesús de frente

al Padre.

En primer momento quiero resaltar que la mediación del Sacerdote

también tiene el objetivo de unir a los hombres con Dios, Él es el Pontífice

que nos lleva a Dios y nos enseña a vivir plenamente el mandamiento del

amor, que en consecuencia, debe proporcionar la unidad en la verdad y en el

amor. La Gaudium et spes recalca el carácter comunitario de la vocación

humana como seguridad de pertenencia a una sola familia. Pues de este modo

se constata la imposibilidad de separar el amor a Dios del amor a los demás.

El amor de Dios une a los hermanos en una sola familia, y es precisamente la

unidad plena que Jesús pide en su oración. Él sabe que es puente entre Dios y

el hombre y, por tanto, entre los mismos hombres. Dice textualmente el

Concilio:

“Más aún, el Señor, cuando ruega al Padre que todos sean uno,

como nosotros también somos uno (Jn 17,21-22), abriendo perspectivas

cerradas a la razón humana, sugiere una cierta semejanza entre la unión

de las personas divinas y la unión de los hijos de Dios en la verdad y en

la caridad. Esta semejanza demuestra que el hombre, única criatura

terrestre a la que Dios ha amado por sí mismo, no puede encontrar su

propia plenitud si no es en la entrega sincera de sí mismo a los

demás”19.

19 GS N°24

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Esta unidad que pide Jesús tiene como causa y principio la acción de

Dios; no es el fruto exclusivo de las fuerzas humanas, sino la acción

trasformadora del amor oblativo que el Hijo de Dios regala a los hombres

gracias a su sacrificio. Es fruto del amor de Jesús Sacerdote que al querer

reconciliar al hombre con Dios, se ofrece como víctima perfecta de

propiciación para lograr la unidad plena por la que Él mismo ora a su Padre.

Es también, la unidad entre los creyentes, que por la donación generosa de sí

mismos a ejemplo de Cristo, vivirán la caridad perfecta comprendiendo que la

verdadera unidad que vitaliza al hombre proviene del interior de Dios mismo,

de la unicidad e indivisibilidad de la Trinidad.

1.5 Fuentes de la CFS

1.5.1 El padre Prévost, enamorado del Sacerdocio de Cristo

Todos los escritos del Padre Eugenio son la expresión de lo que es el

Sacerdocio, no existe más que alusión a Jesús Sacerdote. Toda su vida estuvo

impregnada por el carácter sacerdotal de la persona de Cristo, tanto así, que

quiso fundar una obra exclusiva con la finalidad de honrar y glorificar al

Sumo Sacerdote en sus Sacerdotes sirviéndole en todas sus necesidades20.

El Padre Prévost fue un gran admirador del Sacerdocio de Jesús, se puede

decir que él pasó gran parte de su vida meditando y escribiendo sobre el

20 Cf. Constituciones de la congregación de la Fraternidad Sacerdotal, N° 5-6

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sacerdocio, descubriendo y profundizando los misterios de Jesucristo como

Sacerdote. Su libro favorito fue el evangelio, y sobre todo el de San Juan; es

por esto que se apoya en él con mucha frecuencia para dar a conocer la

misión sacerdotal de Jesús. Escribe en uno de sus textos: “Jesús es el

Sacerdote eterno, santificado en el seno del Padre, y cuya vida en este mundo

no es más que el ejercicio de su divino sacerdocio. Todas sus acciones, todas

sus palabras, todas sus enseñanzas hacen parte de ella. Siempre y en todas

partes Él actúa como Sacerdote.”21 Es claro el pronunciamiento del Padre

Prévost al colocar toda la misión de Jesús dentro de su dimensión sacerdotal y

así lo reafirma en este mismo apartado: “¡Jesús Sacerdote y víctima es toda la

Encarnación y la Redención, es toda la Eucaristía, es toda la eternidad!”22

También solía decir que “por todas partes por donde Jesús pase, en todas las

obras que él cumpla, en cada instante de su existencia terrestre, él sea ante

todo la gloria y el Sacerdote de su Padre” 23

En efecto, el Sacerdocio para Cristo, según el P. Eugenio, es inherente a

su misma naturaleza, y para argumentar esto, podríamos sintetizarlo a partir de

lo que el mismo nos dice en el Directorio Espiritual: “No hay que olvidar que

Jesús ha sido Sacerdote al encarnarse; que su Sacerdocio y su Encarnación

son una sola y misma cosa; y, que, desde ese momento, todos los honores que

se le rinden, todo el amor que se le demuestra, siendo dirigidos a su persona

21 PRÉVOST, Eugenio, Jesús enseñado por el mismo, 4° parte, introducción cap. XI 22 Ibid. 23 (Jesús mejor conocido y más amado en su Sacerdocio, Tomo 4°, P 52) Citado por: CHRÉTIEN, Marielle,

Espiritualidad del Padre Eugenio Prévost, Congregación de las Oblatas de Betania, Quebec 1995 P 43.

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adorable, lo son por el mismo hecho, a su Sacerdocio (…) su Sacerdocio

constituye lo que Él es, y lo que será por los siglos de los siglos”24.

1.1.2 La oración de Jesús, eternamente reparadora

Al comprender que en el centro de su pensamiento estaba el Sacerdocio,

entraremos a mirar concretamente aspectos relacionados con la oración

Sacerdotal y la manera como el P. Eugenio concibe a Jesús a partir de ésta

oración en relación con otros textos de la Escritura.

Dice el fundador de la Fraternidad Sacerdotal, citando Jn 17, 4 (yo te he

glorificado en la tierra, llevando a cabo la obra que me encomendaste

realizar); que la primera misión de Jesús Sumo Sacerdote es procurar la gloria

de su Padre, pues todo Sacerdote es pertenencia de Dios Padre y es

consagrado para su servicio. Ahora bien, esta gloria que Jesús da al Padre, es

fruto de los que el Sacrificio del Hijo ha venido a salvar. Por tanto, su oración

es eternamente glorificadora y reparadora como lo es el Sumo y Eterno

Sacerdote.

Se destacaba anteriormente el carácter de unidad que busca Jesús

Sacerdote orando, pues bien, también encontramos que el Padre Eugenio

expresa la misión unificadora del Sacerdocio de Cristo al decir que Jesús

como Sacerdote de los bienes futuros, se ha encargado de presentar

constantemente a Dios las necesidades de los hombres: “Por ellos ruego…”

24 DE Cap VI, El culto rendido a Jesús Sacerdote en la Fraternidad Sacerdotal.

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buscando unirlos más perfectamente a Él y llevarlos a vivir la plenitud de

Vida que consigue con su sacrificio en la Cruz. Jesús conoce los peligros por

los que pasan los hombres, también le suplica a su Padre para que los cuide y

vele por ellos no retirándolos del mundo, sino librándolos del maligno: “Padre

Santo, cuida en tu nombre a los que me has dado…No te pido que los retires

del mundo, sino que los guardes del maligno”. No bastándole con ello,

también pide que sean consagrados en la verdad.25

Si la oración de Cristo es reparadora, lo es gracias a que Él no se tomó

nada como suyo. Él desde siempre tuvo la certeza de que su misión dependía

completamente del Padre. El Fundador de la C.F.S. expresa esta verdad sobre

el Sumo Sacerdote a partir del evangelio y de la siguiente manera:

“Él habla en su nombre, para hacerle conocer;

Él le revela para hacerle amar;

Él actúa, para manifestar su poder;

Él alude a su origen divino frecuentemente para indicar que Él depende de

Otro;

Él dice a menudo que ha sido enviado, para hacer comprender que

hay uno más grande que Él;

Él proclama a Dios su Padre, para indicar que Él es su principio;

Él declara que no tiene nada y no puede nada por Él mismo para

afirmar que tiene todo de él;

25 Cf. Ibid, Cap. XI III, N° 13-14-15, IV N° 18-22

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Él habla en muchas circunstancias de su misión para dejar entender

que él vino para hacer la voluntad de Aquél que le ha enviado”26.

El P. Eugenio explica de modo claro el objetivo de la oración constante de

Jesús: agradar al Padre. Es justo decir que no solo hace alusión al evangelio de

San Juan, sin embargo, punto de partida es éste. El P. Prévost siempre

observó que Jesús se eclipsaba ante su Padre, que todo lo que Él decía y hacía

tenía una sola meta: hacer la voluntad de Aquél que lo había enviado y que

su Sacerdocio era para servir a los hombres, al punto de entregarlo todo. La

oración de Jesús Sacerdote es el modo más perfecto de orar, es la manera

como une su vida y su misión con la oración. Es Sacerdote orando y

ofreciéndose como sacrificio en la cruz. Es el Eterno Sacerdote que con su

oración hecha vida repara de modo definitivo el pecado de los hombres.

1.5.3 La misión de Jesús Sacerdote27

El Fundador dice que así como todo Sacerdote está establecido, según a

Escritura, a favor de la humanidad; igualmente Jesús es el Sacerdote salvador

del género humano. Él viene a dar a Dios a los hombres y los hombres a Dios.

Trataré de desarrollar estos dos temas teniendo como base lo que dice el P.

Eugenio y lo que el mismo Jesús dice en su oración.

Dar Dios a los hombres

26 (Jesús mejor conocido y más amado en su Sacerdocio, Tomo 4°, P 52) Citado por: CHRÉTIEN, Marielle,

Espiritualidad del Padre Eugenio Prévost, Congregación de las Oblatas de Betania, Quebec 1995 P. 44 27 Cf. Ibíd. P. 41-64.

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Al tomar la expresión: “He manifestado tu Nombre a los hombres” (v.6),

pronunciada por Jesús mismo, podemos deducir lo que el P. Eugenio quiere

darnos a entender con respecto a la misión de Jesús. Manifestar el nombre en

la mentalidad bíblica, es manifestar la persona misma, revelar quién es y cómo

es. El nombre en la mentalidad bíblica es el sustituto de la persona. Jesús

regala a Dios a los hombres, según el P. Eugenio, de tres maneras: Por la

Palabra, por el don de la gracia, por el amor.

Por la palabra, porque Él vino para enseñarnos la verdad. Es así que Él

nos da a Dios. Jesús es consciente de tener que cumplir la función de docente

que corresponde al Sacerdote. Él enseñó a los hombres todo lo que aprendió

de su Padre: “porque las palabras que tú me diste se las he dado a ellos” (v. 8).

Ahora bien, Jesús permanece en la Eucaristía para seguir hablándoles del

amor y la verdad; en el santísimo sacramento sigue dándonos a Dios por su

Palabra, sigue siendo el Sumo Sacerdote perfecto que vive lo que enseña. Su

vida es la garantía de su doctrina.

Por el don de la gracia, que entendida en su sentido pleno, no es más

que la gracia dada por el Verbo encarnado. ¿Cuál es? No puede ser otra que la

justificación, el perdón de los pecados, en una palabra: la salvación. Dice el

fundador que justificar al pecador es volverle justo; es limpiarle de sus

pecados y comunicarle la justicia misma de Dios, su amistad, su santidad. Para

lograr esto, el Sacerdote Eterno dice: “por ellos me santifico a mí mismo” (v.

19), es como si dijera, por ellos me hago sacrificio, víctima. El expresa estar

dispuesto a consagrarse para devolver la amistad perdida entre Dios y los

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hombres por causa del pecado. En definitiva, la gracia obtenida por Jesucristo

a través de su sacrificio en el ejercicio de su Sacerdocio, restablece a la

humanidad en la amistad con Dios.

Por el amor, puesto que Dios es amor y, entregándose a sí mismo, el

Sumo Sacerdote da a Dios al mundo. Este don del amor es el aspecto positivo

de la Salvación. Jesús sabe que su misión no solo es dar a conocer el Nombre

y seguir dándolo, sino también para que el amor con que el Padre lo ha

amado, esté en ellos como Él lo está (v. 26). El amor eterno, exclusivo y

único, con que el Padre amó al Hijo se deposita en el corazón de los creyentes,

y que Jesús mismo venga a habitar en ellos. Por la acción sacerdotal de Cristo,

todos quedamos transformados en tabernáculos donde mora la Palabra, su

gracia y su amor eterno. Es Dios Padre quien se acerca a la humanidad por su

Verbo encarnado.

Dar los hombres a Dios

Según la hermana Marielle Chrétien, en su libro sobre la espiritualidad del

Padre Prévost, hay que responder a dos preguntas para comprender esta

realidad según la espiritualidad del Fundador: ¿Fue Jesús acogido como

representante de la humanidad? ¿Nuestras obras pueden ser agradables a Dios

Padre? A partir de estas interpelaciones podemos comprender ahora esa

segunda dimensión de la tarea de Jesús sacerdote.

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Nos dice el P. Prévost que “intermediario entre Dios y los hombres, el

Padre no ve la humanidad sino en su Hijo Sacerdote y los hombres no se

presentan a Dios sino revestidos del Sacerdocio de Jesús que el Padre les dio

como Sacerdote”. Ahora bien, como en la dimensión anterior, Jesús también

desde la profundidad de su oración expresa esta realidad para dar a Dios lo

que él mismo Dios le había dado: “He manifestado tu Nombre a los hombres

que tú me has dado tomándolos del mundo. Tuyos eran y tú me los has dado…

Santifícalos en la verdad: tu Palabra es verdad. Y por ellos me santifico a mí

mismo, para que ellos también sean santificados en la verdad”. (Jn 17,

6.17.19) Meditando estas palabras y, haciendo relación a lo que decíamos

sobre el verbo santificar, entendemos ahora lo que el P. Eugenio quiere decir

también con “dar hombres a Dios”. Jesús no solamente se consagra para Dios,

sino que también pide que los hombres que le han sido dados, sean

consagrados, separados, apartados para Dios a través de Él que es la Verdad.

En efecto, también esta separación supone la entrega de la persona entera, la

humanidad es ofrecida junto con su Sacrificio. A partir de este momento,

todas nuestras buenas obras son agradables a Dios gracias a la mediación del

Sacerdote prefecto.

Podríamos concluir diciendo, que tanto la Espiritualidad como la vida del

Padre Eugenio Prévost, constituyen la más fiel entrega al misterio del

Sacerdocio de Cristo manifestado en los hombres. La oración sacerdotal de

Jesús es la síntesis de ésta misión, que admirablemente nuestro fundador

resumió en: Dar hombres a Dios y Dios a los hombres. Dice él que “Dios

Padre se constituyó un solo Sacerdote distribuidor de sus dones: ¡es Jesús! La

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humanidad reconoce a un solo Sacerdote que pueda penetrar en los cielos y

llevar al Señor sus votos y súplicas: ¡es Jesús!

1.6 Jesús, orando a través del Sacerdote

Cuando uno trata de acercarse a un texto como el de la oración Sacerdotal,

es imposible dejar de saborear un cierto desconcierto frente a la sublimidad

de las palabras de Jesús. No existe un misterio más grande que el mismo

Cristo, y aún más el misterio del carácter sacerdotal que envuelven su vida y

sus actos. El asombro que experimento no es más que el fruto de una reflexión

en torno a las exigencias que implica el seguimiento de Jesús Sacerdote que

ora por todos y se entrega por amor; es por ello, que después de meditar sobre

el sentido de la oración cristiana, y más expresamente sobre las palabras de

Jesús en Juan 17 valiéndome de los diferentes elementos que brindan algunos

autores, la Sagrada Escritura, el Magisterio de la Iglesia y la espiritualidad

Prevostiana; quisiera de modo personal proponer un modelo de oración para

aquellos que han sido consagrados por la unción sacerdotal.

Quiero citar lo que el concilio Vaticano II en su constitución dogmática

sobre la Iglesia afirma con respecto a la figura del Sacerdote, y de este modo

sea comprensible el porqué es posible apropiarnos de las palabras que Cristo

dirige al Padre en su discurso de despedida. Dicen los Padres conciliares que

“El sacerdocio común de los fieles y el sacerdocio ministerial o jerárquico se

ordena el uno para el otro, aunque cada cual participa de forma peculiar del

sacerdocio de Cristo.” Es de resaltar que por el bautismo somos insertados en

la vida de la Iglesia y participamos del sacerdocio de Cristo, sin embargo, es el

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sacerdocio ministerial el que participa más plenamente del Sacerdocio de

Cristo. Por tanto, son los Sacerdotes los que están llamados a orar más

perfectamente a ejemplo de Jesús dirigiéndose a su Padre. Ellos, como

representantes de Jesús Sumo y Eterno Sacerdote, deben ser completamente

otro Cristo hasta en el modo de orar. Es por eso, que retomando algunos

versículos que considero de gran relevancia en mi vida y en la de los

presbíteros, quiero desde una interpretación espiritual, describir el porqué

estas palabras son las que debe dirigir todo Sacerdote a Dios Padre junto a

su hijo Jesús, modelo perfecto y único del autentico Sacerdocio.

El Sacerdote ora por sí mismo

Si comprendemos la oración no como algo accidental en nuestras vidas,

sino como algo que implica la existencia misma, es cada vez más necesario

descubrir que somos nosotros los que más conocemos nuestra situación y los

que sabemos en realidad lo que necesitamos. El Sacerdote esta llamado no

solo a ser mediador para con los otros, sino para consigo mismo y, por eso,

debe elevar frecuentemente suplicas a Dios por sí mismo. Al igual que el

Sumo Sacerdote, debe expresar continuamente su deseo de ser glorificado, no

por los hombres, sino por el mismo Dios que le ha participado de tan alto

ministerio. Debe estar presto a aceptar la “hora” de la glorificación en su vida

que se actualiza a cada momento en su entrega, una gloria que no pertenece él

sino a Aquél que lo ha llamado y lo ha enviado. El Sacerdote está casi

obligado, por el carácter de su consagración, a repetir junto a Jesús Sacerdote:

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“Padre, ha llegado la hora; glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique a

ti”. (Jn 17, 1).

El sacerdote tiene un poder que viene de lo alto, y el reconocimiento de

éste delante de Dios le da la seguridad de llevar a cabo su misión: dispensar

las gracias que Dios da a los hombres, entendiendo, que la mayor de estas es

la vida eterna. El sacerdote en su oración debe siempre orar por sí mismo para

que pueda dar a conocer el amor de Dios de modo perfecto y, así, dar la vida

eterna. Puede poner en sus labios y hacer suyas las palabras del Sumo

Sacerdote cuando dice: “Y que según el poder que le has dado sobre toda

carne, dé también vida eterna a todos los que tú le has dado. Esta es la vida

eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, (Jn 17, 2-3) De igual

modo, el Presbítero debe orar pidiendo la fuerza de Dios para ser glorificado

llevando a cabo la obra, que por su consagración, tiene la obligación de

realizar.

Podemos decir que el Sacerdote no puede prescindir de una súplica

constante al Padre, en la que no solo sea intermediario de los hombres, sino

también por él mismo. La eficacia y santidad de su ministerio dependerán de

que tan en serio se tome el papel que le corresponde como hombre de oración

y mediador entre Dios y los hombres. También hay que afirmar que el

Sacerdote ordenado como en el Sumo y Eterno Sacerdote, oración y sacrificio

es una misma cosa; por lo tanto, al orar por sí mismo da gracias por tan

magnífico don y se glorifica glorificando a Aquél que lo llamó desde siempre.

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El Sacerdote ora por los que Dios le ha dado

El Sacerdote es un hombre de Dios, pero también es un hombre de la

gente, de sus fieles; es un hombre que se entrega por completo al servicio de

los hijos de Dios. Desde el momento en que es consagrado recibe la misión de

llevar a los hombres hasta Dios. El Sacerdote debe tener muy presente el

hecho de que es un hombre para unir a los hombres con Dios, y por eso une su

oración a la de Cristo Sacerdote: “Padre santo, cuida en tu nombre a los que

me has dado, para que sean uno como nosotros” (Jn 17, 11)

Ahora bien, al pedir por el rebaño que se le ha encomendado el Presbítero

está administrando los bienes que de Dios recibe, puesto que el administrador

no es el propietario, sino aquel a quien el propietario confía sus bienes para

que los gestione con justicia y responsabilidad. Precisamente por eso el

sacerdote recibe de Cristo los bienes de la salvación para distribuirlos

debidamente entre las personas que le han sido encomendadas, a los que como

él, en términos de la conferencia episcopal Latinoamericana en Aparecida,

están llamados a ser discípulos y misioneros de Cristo.

“Yo les he dado tu palabra” (Jn 17, 14) Para que el Presbítero pueda ser

guía auténtico de la comunidad, verdadero administrador de los misterios de

Dios, es preciso que recuerde que es el hombre de la palabra de Dios, debe ser

un generoso e incansable evangelizador. Su oración es producto de la palabra

que ha escuchado, meditado y predicado. Dar la palabra a los hombres es una

dimensión exigente, ya que los files esperan del sacerdote antes que la palabra

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anunciada, la palabra vivida. El presbítero debe vivir de la Palabra y al mismo

tiempo, se ha de esforzar por estar también intelectualmente preparado para

conocerla a fondo y anunciarla eficazmente. Sin embargo, es su dialogo

constante con Dios a través de la Escritura lo que le va a garantizar efectividad

en su misión sacerdotal. Para regalar la palabra a los que le han sido dados,

necesita suplicar constantemente que esa Palabra habite en su todo su ser.

De este modo, la acción del Sacerdote es santificadora, salvadora; no solo

por el misterio de su sacrificio junto a la Eucaristía, sino también por la

palabra que ha recibido del que lo ha llamado y de la cual da testimonio.

Además, es consagrado para santificar a los hombres, para llevarlos a vivir de

modo más perfecto su ser de cristianos. Jesús al decir que “… por ellos me

santifico a mí mismo, para que ellos también sean santificados en la verdad”

(Jn 17, 19), está mostrando el camino que todo Sacerdote debe seguir. Es la

invocación que une de modo admirable la santidad del Sumo Sacerdote, con la

de aquellos que son llamados a ser sus más fieles discípulos. En efecto, el

primer pensamiento de los Sacerdotes debe ser el de santificar a aquellos que

le han sido dados, santificarlos por palabra y por la celebración de los

sacramentos.

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CONCLUSIÓN

En conclusión, se puede afirmar que la dimensión universal de la oración

de Jesús Sacerdote, no sólo abarca las realidades concernientes a su vida y

misión, sino que se inserta en la historia de la humanidad, un historia en la que

Dios hecho hombre se hace también Sacerdote de la humanidad; reconcilia de

manera única, perfecta al hombre con la creación. La oración de Jesús en la

cena de despedida se actualiza en el acontecer histórico de la Iglesia entera.

La novedad de ésta forma de orar no está en esquemas

veterotestamentarios, sino en las consecuencias de ésta. La oración de Jesús

sacerdote se realiza plenamente en el misterio de la cruz, es decir, el misterio

de su muerte y resurrección victoriosa son los que le dan el carácter eterno y

único a su Sacerdocio. Su Sacerdocio permanece entre nosotros por la fuerza

del espíritu Santo en la Eucaristía y en los Sacerdotes.

Desde luego que su ejemplo de oración realizada y fructificada, no puede

ser más que la invitación a una constante oración de todos los cristianos, pero

de modo más perfecto, la de los consagrados por el ministerio Sacerdotal.

Introducía este escrito afirmando que la oración hace al Sacerdote y el

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Sacerdote se hace a través de la oración y, al finalizarlo, afirmo con más

claridad que el Presbítero debe ser ante todo hombre de oración, convencido

de que el tiempo dedicado al encuentro íntimo con Dios es el mejor empleado,

porque además de ayudarle a él, encuentra allí el sentido único de su identidad

con Jesús Sacerdote y, también en el dialogo íntimo con su Padre, recibe las

fuerzas necesarias para llevar a cabo la misión que le ha sido encomendada.

Esta oración debe pasar de un mero acto verbal para llegar a ser un acto vital,

existencial.

Al igual que el Sumo y Eterno Sacerdote incluía su existencia misma en

la oración, el Sacerdote instituido se realiza perfectamente en la medida que su

vida y oración sea una sola y misma cosa. Puedo afirmar, que el Presbítero de

hoy después de orar como Jesús en el capítulo 17 de San Juan, encontrará una

relación tan estrecha entre el ejercicio de su acción pastoral y su dialogo

íntimo con Dios, que vida y oración serán palabras sinónimas.

Si algo es claro en la oración de Jesús, es que se identifica con lo que es y

lo que hace. Él ora desde la experiencia profunda de filiación y dependencia

con su Padre. Sus palabras logran de modo admirable unir el cielo y la tierra,

reconciliar al hombre con Dios; no por el hecho de pronunciarlas, sino porque

realizan lo que hacen en su misma persona. De igual modo, para el Sacerdote

la oración personal es un horno donde se gusta y se alimenta el fuego gozoso

de esta identidad, de manera que se la pueda vivir cada vez con más intensidad

en medio del ejercicio del ministerio a favor de la unidad de todos los

hombres con el creador. Su oración debe ser siempre un acto en potencia de

realizar la más sublime de las tareas: santificarse en el ejercicio de su

ministerio buscando santificación de todos los que le han sido dados.

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Ahora bien, una espiritualidad como la de la Congregación de la

fraternidad Sacerdotal reclama incesantemente este carácter victimal de la

oración. El fin del Instituto y el espíritu del fundador tienen que generar en

cada uno de sus miembros la reflexión y meditación constante sobre el

misterio de Cristo orando como Sacerdote, una reflexión que nos lleve a unir

nuestra oración a la de Jesús Sacerdote y, de ese modo, hacer más efectivo

nuestro apostolado al servicio de los Sacerdotes. El motor de nuestra Obra es

el amor de Jesús en la Eucaristía, el amor de Jesús Sacerdote; por tanto, la

única forma de vivir conforme a ese amor no puede ser otra que la oración.

Nuestra oración toda entera ha de ser una oración sacerdotal junto al Sumo

Sacerdote. La misión de los religiosos de la Fraternidad Sacerdotal adquiere

su sentido en el carácter sacrificial de la oración hecha vida.