'La Multitud Contra El Imperio' [Cap. 18] en Negri, Antonio. Imperio.

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    Captulo 18LA MULTITUD CONTRA EL IMPERIO

    Las grandes masas necesitan una religin material de lossentidos reinesinnliche Religionl.Yno slo las grandes 'Tla-sas, tambin el filsofo llT1ccesita.El monotesmo de larazn y el corazn, el poli tesmo de la imaginacin y elarte, esto es lo que necesitamos [...1.Debemos tener unanueva mitologa, pero debe ser una mitologa que est alservicio de las ideas. Debe ser una mitologa de la razn.

    Das iilteste Systemprogramm des deutschen ldealismusde HEGEL,HOLDERLINo SCHELLINGNo nos falta comunicacin, al contrario, tenemos dema-siada. Lo que nos falta es creacin. Nos falta resistenciaal presente.

    GILLES DELEuzE y FLIX GUATIARI

    Elpoder imperial ya no puede resolver el conflicto de las fuerzas so-ciales mediante esquemas mediadores que desplacen los trminos delconflicto. Los conflictos sociales que constituyen lo poltico se enfrentandirectamente entre s, sin mediaciones de ningn tipo. sta es la novedadesencial de la situacin imperial. Elimperio crea un potencial para la re-volucin mayor que el que crearon los regmenes modernos de poderporque nos presenta, junto con la maquinaria de mando, una alternativa:el conjunto de todos los explotados y sometidos, una multitud que seopone directamente al imperio, sin que nada medie entre ellos.De modoque ahora, como dice San Agustn, nuestra tarea es analizar, con toda laintensidad que nos permita nuestra capacidad, el ascenso, el desarrolloy los fines a los que estn condenadas las dos ciudades [.00] que ahora en-contramos entretejidas [u.] y entrelazadas entre s.1Despus de haberexaminado extensamente el imperio, debemos concentramos directamen-te en la multitud y en su poder poltico potencial.LAS DOS CIUDADES

    Tenemos que investigar especficamente cmo puede la multitud llegara transformarse en un sujeto polticoen el contexto del imperio. Ciertamen-

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    358 Imperio ,~, "te, podemos reconocer la existencia de la multitud desde el punto de vistade la constitucin del imperio, pero desde esa perspectiva podra parecerque la autoridad imperial es la que genera y sustenta a la multitud. En elnuevo imperio posmodemo no hay ningn emperador Caracalla que otor-gue la ciudadana a todos sus sbditos y que de ese modo transforme a lamulti tud en un sujeto pol tico. La formacin de la multitud de productoresexplotados y sometidos puede entenderse ms claramente a travs de lahistoria de las revoluciones del siglo XX.Entre las revoluciones comunistasde 1917 y 1949/ las grandes luchas antifascistas de las dcadas de 1930 y1940 Ylas numerosas luchas de liberacin de la dcada de 1960 hasta lasde 1989/ nacieron, se difundieron y se consolidaron las condiciones de laciudadana de la multitud. Lejos de sufrir una derrota, cada una de las re-voluciones del siglo XXdio nuevo impulso al conflicto de clases y transfor-m sus trminos, proponiendo las condiciones de una nueva subjetividadpoltica, una multitud insurgente contra el poder imperial. El ritmo im-puesto por los movimientos revolucionarios es el latido de una nueva ae-tas, una nueva era, una nueva madurez y metamorfosis de los tiempos.La constitucin del imperio es la consecuencia y no la causa del surgi-miento de estas nuevas fuerzas. No debera sorprender, pues, que el im-perio/ a pesar de sus esfuerzos, no logre construir un sist~ma de derechoque se adapte a la nueva realidad de la globalizacin de las relaciones so-ciales y econmicas. Esa imposibil idad (que nos sirvi de punto de parti-da para la argumentacin presentada en el captulo 1)no se debe a la am-plia extensin del campo que es necesario regular; tampoco es el meroresultado del difcil paso del antiguo sistema de derecho pblico interna-cional al nuevo sistema imperial. Esta imposibil idad responde en cambioa la naturaleza revolucionaria de las masas, cuyas luchas produjeron elimperio como una imagen invertida de s mismas y que ahora represen-tan/ en este nuevo escenario mundial, una fuerza incontenible y un exce-so de valor respecto de toda forma de derecho y de ley.Para confirmar esta hiptesis basta con observar el desarrollo contem-porneo de la multitud y meditar sobre la vitalidad de sus expresiones ac-tuales. Cuando la multitud trabaja, produce autnomamente y reproducela totalidad del mundo de la vida. Producir y reproducir autnomamentesignifica construir una nueva realidad ontolgica. En efecto, al trabajar, lamultitud se produce a s misma como singularidad. Esta singularidad ~slo que establece un nuevo lugar en el no lugar del imperio, una singulan-dad que en realidad es el resultado de la cooperacin, que est represent~-da por la comunidad lingstica y que se desarrolla en virtud de los mOVI-mientos de hibridacin. La multitud afirma su singularidad invirtiendo lafalsedad ideolgica de que todos los seres humanos que pueblan la s~per- tficie global del mercado mundial son intercambiables. Soportando la Ideo-loga del mercado sobre sus hombros, la multitud promueve con su traba-~'

    La multitud contra el imperio 359jo la singularizacin biopoltica de los grupos y conjuntos de la humani-dad/ a travs de todos y cada uno de los nodos del intercambio global.Las luchas de clases y los procesos revolucionarios del pasado socava-ron las fuerzas polticas de las naciones y los pueblos. El prembulorevolucionario escrito entre los siglos XIXY XXprepar la nueva confi-guracin subjetiva de los trabajadores que hoy se hace realidad. La coo-peracin y la comunicacin a travs de todas las esferas de la produccinbiopoltica definen una nueva singularidad productiva. La multitud nose forma sencillamente mezclando y dejando que se combinen las nacio-nes y los pueblos indiferentemente; la multitud es el poder singular deuna nueva ciudad.Aqu podra objetarse, con razn, que nada de esto es todava suficien-te para definir a la multitud como un sujeto poltico propiamente dicho ymucho menos como un sujeto con el potencial de controlar su propio des-tino. Sin embargo, esta objecin no presenta un obstculo insuperable,porque el pasado revolucionario y las capacidades productivas coopera-t ivas contemporneas, a travs de las cuales se transcriben y reformulancontinuamente las caractersticas antropolgicas de la multitud, inevita-blemente revelan un telos, una afirmacin material de liberacin. En elmundo antiguo, Plotino se vio enfrentado a una situacin semejante:

    Dejadnos huir pues a nuestra querida patr ia: ste es el consejo ms sen-sato [...]. La t ierra de nuestros padres est all y nos espera cada vez que va-mos a ella y all est el Padre. Cul ha de ser entonces nuestro rumbo? C-mo ha de ser nuestra huida? ste no es un viaje que se haga a pie; los pies slonos conducen de una tierra a otra; tampoco debe uno pensar en un carruaje oen un barco que lo aleje; debemos dejar de lado y negamos a considerar todoeste orden de cosas: se tra ta de cerrar los ojos e invocar en cambio otra visinque debe despertar en nuestro interior, el derecho natural que todos tienen yque pocos se deciden a ejercer.2As expresaba el antiguo misticismo el nuevo telos. Sin embargo, hoyla multitud reside en las superficies imperiales donde no hay ningnDios padre ni ninguna trascendencia. Tenemos en cambio nuestro trabajoinmanente. La teleologa de la multitud es tergica; consiste en la posibi-lidad de dirigir las tecnologas y la produccin hacia el propio jbilo y elaUmento del propio poder. La multitud no tiene necesidad de buscar fue-ra de su propia historia y de su propio poder productivo presente los me-dios de llegar a constituir un sujeto poltico.Comienza pues a formarse una mitologa material que se construye enlos lenguajes, las tecnologas y todos los medios que constituyen el mun-do de la vida. Es una religin material de los sentidos que separa a la mul-

    titud de todo residuo de poder soberano y de todo largo brazo del im-perio. La mitologa de la razn es la articulacin simblica e imaginativa

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    ,60 Imperioque permite que la ontologa de la multitud se exprese como actividad yconciencia. Lamitologa de los lenguajes de la multitud interpreta el telosde una ciudadterrenalarrancada, en virtud de la fuerza de su propio des-tino, de cualquier pertenencia o sujecin a una ciudaddeDiosque ha per-dido toda honorabilidad y toda legitimidad. A las mediaciones metasi-cas y trascendentes, a la violencia y la corrupcin se opone la constitucinabsoluta del trabajo y la cooperacin, la ciudad terrenal de la multitud.LAS SENDAS INFINITAS (EL DERECHO A LA CIUDADANA GLOBAL)

    La constitucin de la multitud se manifiesta en primer lugar como unmovimiento espacial que distribuye a la multitud en un lugar ilimitado.El capitalismo, desde su nacimiento mismo, present la movilidad de lasmercancas y, por lo tanto, de esa mercanca especial que es la fuerza la-boral, como la condicin fundamental de la acumulacin. La variedad demovimientos de individuos, de grupos y de poblaciones que vemos hoyen el imperio no puede sin embargo someterse por completo a las leyesde la acumulacin capitalista: en todo momento desborda y desintegralos lmites de la medida. Los movimientos de la multitud disean nuevosespacios y sus itinerarios establecen nuevas residencias. El movimientoautnomo es lo que define el lugar propio de la multitud. Los pasaportesy los documentos legales sern cada vez menos aptos para regular nues-tros movimientos a travs de las fronteras. La multitud establece unanueva geografa a medida que los flujos productivos de los cuerpos defi-nen nuevos ros y nuevos puertos. Las ciudades de la tierra llegarn aconvertirse a la vez en grandes depsitos de humanidad cooperante y enlocomotoras que impulsen la circulacin, en residencias y redes de la dis-tribucin masiva de una humanidad viviente.A travs de la circulacin, la multitud se apropia del espacio y se cons-tituye en un sujeto activo. Cuando observamos ms atentamente cmoopera este proceso constitutivo, podemos ver que los nuevos espacios secaracterizan por topologas inusuales, rizomas subterrneos e inconteni-bles, por mitologas geogrficas que marcan las nuevas sendas del desti-no. Estos movimientos con frecuencia exigen terribles sufrimientos, peroen ellos hay tambin un deseo de liberacin que slo puede saciarse me-diante la reapropiacin de nuevos espacios, alrededor de los cuales seconstruyen nuevas libertades. Estos movimientos llegan a todas partes yjunto con las sendas que demarcan determinan nuevas formas de vida ycooperacin: en todas partes crean esa riqueza que el capitalismo posmo-demo parasitario no habra sabido cmo succionar de la sangre del prole-

    tariado, porque hoy progresivamente la produccin tiene lugar en el ~o~ J.viroien'o y la coope

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    362 Imperiocacos para someter al orden a los revoltosos y los rebeldes.3 Con todo, es-tas prcticas imperiales an no ejercen ningn efecto en la tensin polt icaque recorre la totalidad de los movimientos espontneos de la multitud.Todasestasaccionesrepresivascontinan siendoesencialmenteexterioresa lamultitud y a susmovimientos.El imperio slo puede aislar, dividir y segre-gar. El capital imperial en realidad ataca los movimientos de la multi tudcon una determinacin incansable: patrulla los mares y las fronteras; den-tro de cada pas divide y segrega; y en el mundo del trabajo refuerza lasescisiones y las fronteras de raza, de gnero, de lengua, de cultura, etcte-ra. Pero, aun as, debe cuidarse de no restringir demasiado la productivi-dad de la multitud, porque tambin l depende de su fuerza. El imperionecesita dejar que los movimientos de la multitud se extiendan cada vezms a travs del escenario mundial, y sus intentos de reprimir a la multi-tud son en realidad paradjicos, manifestaciones invertidas de su fuerza.Todo esto nos retrotrae a nuestras preguntas fundamentales: cmopueden llegar a hacerse polt icas las acciones de la multi tud? Cmo pue-de organizarse la multitud y concentrar sus energas contra la represin ylas incesantes segmentaciones territoriales del imperio? La nica respues-ta que podemos dar a estas preguntas es que la accin de la multitud sehace principalmente poltica cuando comienza a enfrentar de manera di-recta y con una conciencia adecuada las operaciones represivas centralesdel imperio. Se trata de reconocer y abordar las iniciativas imperiales y nopermitirles restablecer continuamente el orden; se trata de cruzar y violarlos l mites y las segmentaciones impuestos sobre la nueva fuerza laboralcolectiva; se trata de reunir estas experiencias de resistencia y empuadasconcertadamente contra los centros nerviosos del mando imperial.Esta idea de la tarea que les corresponde cumplir a la multitud, si bienest clara en elplano conceptual , contina siendo bastante abstracta. Quprcticas especficas y concretas habrn de dar vida a este proyecto pol ti-co? Es algo que an no podemos decir. Lo que s podemos ver es un pri-mer elemento de un programa poltico en favor de la multitud global, unaprimera demanda poltica: la ciudadanaglobal.Du~ante las manifestacionesrealizadas en 1996por los sanspapiers,los extranjeros indocumentados re-sidentes en Francia, las banderas exigan Papiers pour tous!. Permisosde residencia para todos significa, en primer lugar, que todos deberan te-ner derechos plenos de ciudadana en el pas donde viven y trabajan. stano es una demanda pol tica utpica o poco realista. Sencil lamente implicaque se reforme la condicin jurdica de la poblacin al ritmo de las trans-formaciones econmicas de los lt imos aos. El capital mismo demand lacreciente movil idad de la fuerza laboral y las continuas migraciones a tra-vs de las fronteras nacionales. En las regiones ms dominantes (en Eur?-pa, en los Estados Unidos y en elJapn, pero tambin en Singapur, Arabl.~ jSaurota y olIas regiones), la produccin capitalista depende en gran "'e~':...

    Lamultitudcontrael imperio 363da de la entrada de trabajadores procedentes de las regiones subordinadasdel mundo. De ah que la demanda poltica sea que se reconozca jurdica-mente la realidad existente de la produccin capitalista y que se otorgue atodos los trabajadores el pleno derecho a la ciudadana. En efecto, esta de-manda polt ica insiste en afirmar en la posmodernidad el principio consti-tucional moderno fundamental que vincula el derecho y el trabajo y as re-compensa con la ciudadana al obrero que crea el capital .Esta demanda tambin puede configurarse de una manera mucho msgeneral y radical en relacin con las condiciones posmodernas del impe-rio. Si en un primer momento la multitud demanda que cada Estado re-conozca jurdicamente las migraciones que necesita el capital, en un se-gundo momento debe exigir que se les permita controlar sus propiosmovimientos. La multitud debe poder decidir si quiere mudarse, cundohacerlo y hacia dnde. Tambin debe tener el derecho a permanecer don-de est y a gozar de un lugar antes que verse obligada constantemente atrasladarse de un sitio a otro. El derechogenerala controlarsuspropiosmovi-mientosesla demandaltima de la multitud por una ciudadanaglobal.Estademanda es radical, por cuanto se opone al aparato fundamental de con-trol que el imperio impone sobre la produccin y las vidas de las perso-nas. La ciudadana global es el poder que tiene la multitud de recuperarel control sobre el espacio y trazar as una nueva cartografa.EL TIEMPO Y EL CUERPO (EL DERECHO A UN SALARIO SOCIAL)

    En los senderos infinitos de la multitud mvil surgen muchos elemen-tos adems de las dimensiones espaciales que consideramos hasta ahora.En particular, la multitud se apropia del tiempo y construyen nuevastemporalidades que podemos reconocer observando atentamente lastransformaciones experimentadas en la esfera del trabajo. Comprenderesta construccin de nuevas temporalidades nos ayudar a ver el poten-cial que tiene la multitud para hacer que su accin llegue a constituir unacoherente y autntica tendencia poltica.Las nuevas temporalidades de la produccin biopoltica no puedenentenderse en el marco de las concepciones tradicionales del tiempo. Enla Fsica,Aristteles define el tiempo como lamedida del movimiento en-tre un antes y un despus. La definicin de Aristteles tiene el gran mri-to de separar la definicin de tiempo de la experiencia individual y el es-piritualismo. El tiempo es una experiencia colectiva que se encarna yvive en los movimientos de la multitud. Sin embargo, Aristteles luegoreduce este tiempo colectivo determinado por la experiencia de la multi-tud a una norma trascendente de medida. A lo largo de toda la metafsi-ca occidental, desde Aristteles a Kant y a Heidegger, permanentemente

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    364 Imperio -,se situ el tiempo en este lugar trascendente. En la modernidad, la reali_dad slo se concebacomo medida y la medida, a su vez, slopoda con-cebirse como un apriori(real o formal) que acorralaba al ser dentro de Unorden trascendente. Slo en la posmodernidad se rompe decididamentecon esta tradicin; ahora bien, no se trata de una ruptura conel primerelemento de la definicin del tiempo como constitucin colectiva pro-puesta por Aristteles, sino con la segunda configuracin trascendente.En la posmodernidad, el tiempo ya no est determinado por ningunamedida trascendente, por ningn apriori:el tiempo corresponde directa-mente a la existencia. Aqu es donde sequiebra la tradicin de la medidade Aristteles. En realidad, desde nuestro punto de vista, lo que destru-ye ms decisivamente el trascendentalismo de la temporalidad es el he-cho de que hoy resulta imposible medir el trabajo, ya sea mediante laconvencin, ya sea mediante el clculo. El tiempo vuelve a situarse ente-ramente bajo el dominio de laexistencia colectivay por lo tanto resideenla cooperacin de la multitud.A travs de la cooperacin, la existencia colectiva y las redes comuni-cativas que se constituyen y reconstituyen en el seno de la multitud, eltiempo vuelve a ubicarse en el plano de inmanencia. No es algo dado apriori,antes bien, lleva el sello de la accin colectiva.Lanueva fenomeno-loga del trabajo de la multitud revela que el trabajo es la actividad creati-va fundamental que, a travs de la cooperacin, supera cualquier obstcu-lo que se leoponga y recrea constantemente el mundo. La actividad de lamultitud constituye un tiempo que est ms all de toda medida. Eltiem-po podra definirse pues como la inconmensurabilidad del movimientoentre un antes y un despus, un proceso inmanente de constitucin.4Losprocesos de constitucin ontolgica se desarrollan a travs de los movi-mientos colectivos de cooperacin, a travs de las nuevas urdimbres teji-das por la produccin de subjetividad. Precisamente en este sitio de cons-titucin ontolgica, el nuevo proletariado surge como un poderconstituyente.ste es un nuevo proletariado y no una nueva clase obrera industrial. Ladistincin es fundamental. Como explicamos antes, el proletariado eselconcepto general que define a todos aquellos cuyo trabajo es objetode laexplotacin del capital, la totalidad de la multitud cooperativa (captulo3). La clase obrera industrial representaba nicamente un momento par-cialde la historia del proletariado y de sus revoluciones, el perodo enque el capital poda reducir el valor a una J!lledida.En aquel perodo pa-reca como si slo el trabajo de los trabajadores asalariados fuera producitivo y, por consiguiente, todos los dems segmentos de la fuerza labo;:se considerabanmeramente reproductores y hasta improductivos.. ~obstante, en el contexto biopoltico del imperio, la produccin de capltaconverge cada vez ms con la produccin y reproduccin de la vida SO-

    Lamul ti tud contra e l imperio 365cial misma; y as se hace cada vez ms difcil mantener las distincionesentre el trabajo productivo, reproductivo e improductivo. El trabajo -ma-terial o inmaterial, intelectual o corporal- produce y reproduce la vida so-cial y en el proceso sufre la explotacin a que la somete el capital. Esteamplio panorama de la produccin biopoltica nos permite finalmente re-conocer la plena generalidad del concepto de proletariado. La dificultadcada vez mayor de distinguir entre produccin y reproduccin en el con-texto biopoltico tambin destaca una vez ms la inconmensurabilidaddel tiempo y el valor. A medida que eltrabajo seextiende fuera de las pa-redes de la fbrica, se hace cada vez ms difcil mantener la ficcin decualquier medida de lajornada laboral y, por lotanto, de separar el tiem-po de produccin del tiempo de reproduccin o eltiempo de trabajo deltiempo libre. No hay ningn reloj que pueda fichar el tiempo en el terre-no de la produccin biopoltica; el proletariado produce en toda su gene-ralidad en todas partes y a lolargo de todo elda.Esta condicin general de la produccin biopoltica pone claramentede manifiesto una segunda demanda poltica programtica de la multi-

    tud: un salariosocialy un ingresogarantizadopara todos.Elsalariosocialsepresenta ante todo como lo opuesto al salario familiar, aquella arma fun-damental de la divisin sexual del trabajo, mediante la cual se concebaque el salario pagado por el trabajo productivo del obrero varn pagabatambin la labor reproductiva no asalariada de la esposa del trabajador yde quienes dependan de l en el hogar. Elsalario familiar mantiene fir-memente el control familiar en las manos del hombre que gana el salarioy perpeta una falsa concepcin sobre qu trabajo es productivo y culno. A medida que se diluye la distincin entre produccin y reproduc-cin, tambin se diluye la legitimacin del salario familiar. El salario so-cialse extiende mucho ms all del mbito de la familia a la multitud ensu totalidad, incluso a los desempleados, porque toda la multitud produ-cey su produccin es necesaria desde el punto de vista del capital socialtotal. En el paso a la posmodernidad y a la produccin biopoltica, lafuerza laboral se ha vuelto cada vez ms colectiva y social. Yani siquieraes posible apoyar el antiguo lema: igual paga por igual trabajo, cuandoel trabajo ya no puede medirse ni individualizarse. La demanda por unsalario socialextit:.ndea toda la poblacin la demanda de que toda activi-dad necesaria para la produccin de capital sea reconocida con una com-pensacin equivalente, de modo tal que un salario social sea realmenteun ingreso garantizado. Una vez que la ciudadana se extienda a todos,podramos llamar a este ingreso garantizado un ingreso de ciudadanaque se ledebe a todo miembro de lasociedad.

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    ,66 ImperioEL TELaS (EL DERECHO A LA REAPROPIACIN)Puesto que la esfera imperial de biopoder y la vida tienden a coincidirla lucha de clases tiene el potencial de estallar en todos los campos de l~vida. El problema que debemos afrontar hoyes qu tipo de casos concre-tos de lucha de clases pueden surgir realmente y, adems, cmo pueden

    llegar a formar un programa coherente de lucha, un poder constituyenteadecuado para destruir al enemigo y para construir una nueva sociedad.La cuestin es en verdad cmo puede el cuerpo de la multitud configu-rarse como un telos.Elprimer aspecto del telos de la multitud tiene que ver con los sentidosdel lenguaje y la comunicacin. Sila comunicacin ha llegado gradualmen-te a constituir el tejido de la produccin y si la cooperacin lingstica hallegado progresivamente a constituir la estructura de la corporalidad pro-ductiva, luego el control del sentido y la significacin lingstica y las redesde comunicacin llegan a consti tuir una cuestin an ms esencial para lalucha polt ica. Jrgen Habermas parece haber comprendido esto, aunqueatribuye las funciones liberadoras del lenguaje y la comunicacin slo a in-dividuos y segmentos aislados de la sociedad.5 El paso a la posmodernidady al imperio prohbe cualquier compartimentacin de esta ndole del mun-do de la vida e inmediatamente presenta la comunicacin, la produccin yla vida como un todo complejo, un sitio abierto de conflicto. Los cientficosy tericos de la ciencia abordaron largamente estos sitios de controversia,pero hoy toda la fuerza laboral (ya sea material o inmaterial, intelectual omanual) est comprometida en la lucha por los sentidos del lenguaje y con-tra la colonizacin que hace el capital de la sociabil idad comunicativa. Senos imponen todos los elementos de la corrupcin y de la explotacin me-diante los regmenes lingsticos y comunicativos de produccin: destruir-los en las palabras es tan apremiante como hacerlo en los hechos. No setra-ta en realidad de crit icar la ideologa, si por ideologa entendemos an unaesfera de ideas y de lenguaje superestructural; externa a la produccin. Enrealidad, en la ideologa del rgimen imperial , la crt ica llega a ser directa-mente la cr tica tanto de la economa polt ica como de la experiencia de vi-da. Cmo pueden el sentido y la significacin orientarse de manera dife-rente u organizarse en aparatos comunicativos coherentes y alternativos?Cmo podemos descubrir y dirigir las l neas performativas de los conjun-tos lingsticos y de las redes comunicativas que crean la urdimbre de lavida y la produccin? El conocimiento tiene que transformarse en accinlingstica y la filosofa en una reapropiacinealdelconocimiento.6En otraspalabras, el conocimiento y la comunicacin tienen que constituir la vida atravs de la lucha. Un primer aspecto del telos se presenta cuando los apa-ratos que vinculan la comunicacin a los modos de vida se desarrollan atravs de la lucha de la multitud. ~

    Lamult itud contra elimperio 367A cada lenguaje y red comunicativa le corresponde un sistema de m-quinas y la cuestin de las mquinas y del empleo que se les d nos per-mite reconocer un segundo aspecto del telos de la multi tud, que se integraen el primero y le da mayor impulso. Bien sabemos que las mquinas ylas tecnologas no son entidades neutrales ni independientes. Son herra-mientas biopolticas desplegadas en regmenes especificos de produccin

    que facil itan ciertas prcticas e impiden otras. Los procesos de construc-cin del nuevo proletariado que hemos estado siguiendo superan un um-bral fundamental cuando la multitud se reconoce como ser maquinal(

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    368 ImperioEl quinto y ltimo aspecto se refiere pues directamente al poder cons-

    tituyente de la multitud o, mejor dicho, al producto de la imaginacincreativa de la multitud que configura su propia constitucin. Este poderconstituyente hace posible la continua apertura de un proceso de trans-formacin radical y progresiva. Hace concebibles la igualdad y la solida-ridad, esas frgiles demandas que, aunque eran fundamentales, permane-cieron en el plano abstracto a lo largo de la historia de las constitucionesmodernas. No debera sorprender que la multitud posmoderna quite dela Constitucin de los Estados Unidos lo que le permita llegar a ser, so-bre todo y contra todas las dems constituciones, una constitucin impe-rial: su nocin de una frontera infinita de libertad y su definicin de unaespacialidad y una temporalidad abiertas consagradas en un poder cons-t ituyente. Este nuevo abanico de posibil idades en modo alguno garantizalo que habr de sobrevenir. Sin embargo, a pesar de tales reservas, hay al-go real que prefigura un futuro por venir: el telos cuyo pulso podemossentir , la multi tud que construimos dentro del deseo.Ahora podemos formular una tercera demanda poltica de la multi-tud: el derecho a la reapropiacin, que es ante todo el derecho a la rea-propiacin de los medios de produccin. Durante mucho tiempo los so-cialistas y los comunistas exigieron que el proletariado controlara ytuviera libre acceso a las mquinas y los materiales que utiliza para pro-ducir . Pero, en el contexto de la produccin inmaterial y biopolt ica, estademanda tradicional adquiere una nueva apariencia. La multitud no sloemplea las mquinas para producir, tambin se vuelve mquina ella mis-ma, a medida que los medios de produccin se integran cada vez ms enlas mentes y los cuerpos de los trabajadores. En este contexto, la reapro-piacin significa tener l ibre acceso al conocimiento, a la informacin, a lacomunicacin y a los afectos y poder controlados, porque stos son algu-nos de los medios esenciales de produccin biopol tica. El mero hecho deque estas mquinas productivas se hayan integrado en la multitud no sig-nifica que sta tenga el control sobre ellas. Antes bien, esta situacin slohace ms perversa e injuriosa su enajenacin. El derecho a la reapropia-cin es en realidad el derecho que tiene la multitud al autocontrol y a laautoproduccin autnoma.

    POSSE

    El telosde lamultitud debe todava vivir y organizar su espaciopolticocontra el imperio dentro de la madurez de los t iempos y las condicionesontolgicas que presenta el imperio. Hemos visto cmo la mult itud setras-lada por senderos infinitos y adquiere forma corporal mediante la reapro-piacin del t iempo y la hibridacin de nuevos sistemas maquinales. Tam-

    Lamult itud contra.el imperio 369bin vimos cmo el poder de la multitud se materializa dentro del vacoque necesariamente queda en el corazn del imperio. Ahora se trata deplantear dentro de estas dimensiones el problema del devenir-sujeto de lamult itud. En otras palabras, ahora las condiciones virtuales deben hacersereales en una figura concreta. En oposicin a la ciudad divina, la ciudad te-rrenal debe demostrar su poder como aparato de la mitologa de la raznque organiza la realidad biopoltica de la multitud.

    La palabra que queremos emplear para referirnos a la autonoma pol-tica y a la actividad productiva de la multitud es el trmino latino posse:poder, como verbo, como actividad. En el humanismo renacentista, la ma-da esse-nosse-posseser-conocer-poder) representaba el corazn metafsicode ese paradigma filosfico consti tutivo que entrara en crisis al formarseprogresivamente la modernidad. La filosofa europea moderna, en sus or-genes y en sus componentes creativos no sujetos al trascendentalismo, ten-di continuamente a plantear elpossecomo el centro de la dinmica onto-lgica: possees la mquina que entreteje el conocimiento y el ser en unproceso expansivo, constitutivo. Cuando el Renacimiento madur y alcan-z el punto de confl icto con las fuerzas de la contrarrevolucin, elpossehu-manista setransform enuna fuerza y un smbolo de resistencia,en la no-cin de Baconde inventioo experimentacin, en la concepcinde amor deCampanella, en el uso que le dio Spinoza a la palabra potentia.Possees loque pueden hacer un cuerpo y un espritu. Precisamente porque continuviviendo en la resistencia,el trmino metafsico se convirti en un trminopoltico. La palabra posseserefiereal poderde lamultitudy de su telos,unpoder encarnado de conocimiento y ser, siempre abierto a lo posible.Los grupos de rap contemporneos de los Estados Unidos descubrie-ron el trmino possecomo un sustantivo que marca la fuerza que musicaly literalmente define al grupo, la diferencia singular de la multitud pos-moderna. Por supuesto, para los raperos, la referencia aproximada proba-blemente sea el possecomitatus de la tradicin del salvaje oeste, los toscosgrupos de hombres armados constantemente preparados para que elcomisario los autorizara a cazar a quienes estaban fuera de la ley. Estafantasa estadounidense de los policas y ladrones, en realidad, no nos in-teresa particularmente. En cambio, nos resulta interesante remontarnoscon mayor profundidad a la etimologa oculta del trmino. Nos pareceque tal vez un extrao destino ha renovado la nocin renacentista logran-do, con un toque de locura, que el trmino se haga nuevamente merece-dor de su elevada tradicin polt ica.Desde esta perspectiva, preferimos hablar de possey node res-publi-ca, porque lo pblico y la actividad de las singularidades que lo compo-nen van ms all de cualquier objeto (res)y no son constitucionalmentesusceptibles de quedar encerrados en tal concepto. Por el contrario , lassingularidades son productoras. Como el possedel Renacimiento, quees-

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    370 Imperiotaba atravesado por el conocimiento y resida en:-laraz metafsica del ser,las singularidades tambin estarn en el origen de la nueva realidad de lopoltico que la multitud est definiendo en el vaco de la ontologa impe-rial. Elposseesel punto de vista que mejor nos permite entender a lamul-titud como subjetividad singular: el posseconstituye su modo de produc-cin y su ser.

    Como en todos los procesos innovadores, el modo de produccin queemerge se erige en contra de las condiciones de las que debe liberarse. Elmodo de produccin de la multitud se afirma contra la explotacin ennombre del trabajo, contra la pobreza en nombre de la cooperacin y con-tra la corrupcin en nombre de la libertad. Valoriza el propio cuerpo enel trabajo, recupera la inteligencia productiva a travs de la cooperacin ytransforma la existencia en libertad. La historia de la composicin de.lasclases y la historia de la militancia laboral demuestran la matriz de estasconfiguraciones siempre nuevas y, sin embargo, determinadas de autova-lorizacin, cooperacin y autoorganizacin poltica como un proyecto so-cial efectivo.La primera fase de la militancia obrera capitalista propiamente dicha,es decir , la fase de produccin industrial que precedi al pleno desarrollode los regmenes fordista y taylorista, se defini mediante la figura deltrabajadorprofesional,el obrero altamente especializado, organizado jerr-quicamente en la produccin industrial . Esta militancia implicaba prima-riamente transformar el poder especfico de la valorizacin del propiotrabajo del obrero y la cooperacin productiva en un arma que deba uti-lizarse en un proyecto de reapropiacin, un proyecto en el cual se exaltarala figura singular de la propia fuerza productiva del obrero. Una repbli-ca de consejos obreros era su lema; un soviet de productores era su telos;la autonoma en la articulacin de la modernizacin era su programa.Tanto el nacimiento del sindicato moderno como la construccin del par-tido como vanguardia datan de este perodo de luchas obreras y fueronlos elementos que lo sobredeterminaron efectivamente.La segunda etapa de la militancia obrera capital ista, que correspondial despliegue de los regmenes fordista y taylorista, se defini mediantela figura del obreromasivo.Lamilitancia del obrero masivo combin supropia autovaloracin como un repudio al trabajo fabril y la extensin desu poder sobre todos los mecanismos de reproduccin social. Su progra-ma consista en crear una alternativa real al sistema del poder capitalista.Las organizaciones de sindicatos masivos, la construccin del Estado be-nefactor y el reformismo socialdemcrata fueron todos resultados de lasrelaciones de fuerza establecidas por el obrero masivo y la sobredetermi-nacin que le impuso al desarrollo capitalista. La alternativa comunistaactu en esta fase como un contrapoder dentro de los procesos del desa-rrollo capitalista.

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    La multitud contra el imperio 371Hoy, en la fase de militancia obrera que corresponde a los regmenesde produccin posfordistas informticos, surge la figura del trabajadorso-cial. En la figura del trabajador social se entretejen estrechamente los di-versos hilos de la fuerza laboral inmaterial. Hoy el orden del da es unpoder constituyente que conecta la intelectualidad y la autovaloracinmasivas en todos los mbitos de la cooperacin social productiva flexibley nmada. En otras palabras, el programa del trabajador social es un pro-yecto de constitucin. En la matriz productiva actual, el poder constitu-yente de los trabajadores puede expresarse como auto valoracin del serhumano (el mismo derecho de ciudadana para todos los que habitan enla totalidad de la esfera del mercado mundial); como cooperacin (el de-recho a comunicarse, a construir lenguajes y a controlar las redes de co-municacin); y como poder poltico, es decir, como constitucin de unasociedad en la cual la base del poder se defina en virtud de la expresinde las necesidades de todos. sta es la organizacin del trabajador socialy del trabajo inmaterial, una organizacin de poder productivo y polticoentendido como una unidad biopoltica manejada por la multitud, orga-nizada por la multitud, dirigida por la multitud: la democracia absolutaen accin.El posseproduce los cromosomas de su organizacin futura. En estabatalla, los cuerpos estn en la lnea del frente, los cuerpos que consoli-dan de manera irreversible los resultados de las luchas pasadas e incor-poran un poder obtenido ontolgicamente. La explotacin debe negarseno slo en la perspectiva de la prctica, debe adems anularse en sus pre-misas, en su base, debe arrancarse de la gnesis de la realidad. La explo-tacin debe excluirse de los cuerpos de la fuerza laboral inmaterial comoas tambin de los conocimientos y afectos sociales de la reproduccin (lag~neracin, el amor, la continuidad del parentesco y las relaciones comu-nitarias, etctera) que renen el valor y el afecto en una misma fuerza. Laconstitucin de los nuevos cuerpos, fuera del campo de explotacin, es

    una base fundamental del nuevo modo de produccin.El modo de produccin de la multitud recupera la riqueza de manosdel capital y tambin construye una nueva riqueza, articulad a con los po-deres de la ciencia y el conocimiento social a travs de la cooperacin. Lacooperacin anula los ttulos de propiedad. En la modernidad, con fre-cuencia el trabajador legitimaba la propiedad privada, pero esta ecuacin,si es que alguna vez tuvo sentido, hoy tiende a perder toda validez. Hoy,en la era de la hegemona del trabajo inmaterial y cooperativo, la propie-dad privada de los medios de produccin es slo una obsolescencia ptri-da y tirnica. Las herramientas de la produccin tienden a recomponerseen la subjetividad colectiva y en la inteligencia y el afecto colectivos delos trabajadores; la empresa tiende a organizarse mediante la cooperacinde los sujetos en el intelecto general. La organizacin de la multitud como

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    ,72 Imperiosujeto pol tico, como posse, comienza pues a aparecer en el escenariomundial. La multitud es autoorganizacin biopoltica.Ciertamente, llegar un momento en que la reapropiacin y la autoor-ganizacin alcancen un umbral y configuren un acontecimiento real. sees el momento en que se afirma realmente lo poltico, cuando la gnesises completa y cuando la autovaloracin, la convergencia cooperativa delos sujetos y el manejo proletario de la produccin llegan a ser un poderconstituyente. se es el momento en que la repblica moderna deja deexistir y surge el posseposmoderno. se es el momento fundacional deuna ciudad terrenal , fuerte y distinta de cualquier ciudad divina. La capa-cidad de construir lugares, temporalidades, migraciones y nuevos cuer-pos ya afirma esta hegemona a travs de las acciones que emprende lamultitud contra el imperio. La corrupcin imperial ya est socavada porla productividad de los cuerpos, por la cooperacin y por los proyectosde productividad de la multitud. El nico acontecimiento que estamos es-perando an es la construccin o, antes bien, la insurgencia, de una orga-nizacin poderosa. La cadena gentica se form y estableci en la ontolo-ga, el andamiaje se construye y renueva constantemente mediante lanueva productividad creativa, de modo que slo nos resta esperar la ma-duracin del desarrollo poltico del posse. No podemos ofrecer ningnmodelo para este acontecimiento. Slo la multitud a travs de su experi-mentacin prctica ofrecer los modelos y determinarn cundo y cmolo posible ha de hacerse real.EL MILITANTE

    En la era posmoderna, a medida que se desdibu ja la f igura del pueblo , el mi-litante es quien mejor expresa la vida de la multitud: el agente de la produccinbiopoltica y de la resistencia contra el imperio. Cuando hablamos del militante,no estamos pensando en nadie del es ti lo del agente triste y asctico de la TerceraInternacional , con el alma profundamente penetrada por la razn de Estado so-vit ica, del mismo modo en que estaban penetrados los corazones de los caballe-ros de la Sociedad de Jess por la voluntad del Papa. No estamos pensando ennadie por el estilo ni en nadie que acte sobre la base del deber y la disciplina,que pretenda que sus acciones corresponden a un plan ideal. Nos estamos refi.-r iendo, por el contrario, a alguien ms semejante al combatiente comunis ta y lI-berador de las revoluc iones del s iglo XX, a los intelec tuales que fueron persegui-dos y debieron exiliarse durante las luchas antifascistas, a los republicanos de laguerra civil espaola y a los miembros de los movimientos de resistencia euro-peos, a quienes lucharon por la libertad en todas las guerras anticolonialistas yantiimperialistas. Un prototipo de estaf igura revoluc ionaria es el mili tante ag' -tador de los Trabajadores Industriales del Mundo (lWW). Los Wobbly formaronasodaciones de obmos desde abajo, a travs de la agib1d6n continua y, at orga-~

    Lamul ti tud contra el imper io 373nizarse, permitieron que surgieran el pensamiento utpico y el conocimiento re-volucionario. El militante era el actor fundamental de la larga marcha por laeraancipacin de los trabajadores que se extendi durante los s iglos XIX y XX,la s ingularidad creativa de esegigantesco movimiento colect ivo que fue la luchade la clase obrera.

    Durante es te largo perodo, laactividad del mil itante consist i, ante todo, enejercer la resistencia en lafbrica y en la sociedad contra la explotacin capitalis-ta. Tambin consist i, a travs y mlts all de la resistencia, en la construccin ye l e jercicio colect ivos de un contrapoder capaz de deses truc turar e l poder del ca-pitalismo y oponerle un programa degobierno alternativo. En oposicin al cinis-mo de la burguesa , a la enajenacin monetaria, a la expropiacin de la vida, a laexplotacin de la mano de obra, a la colonizacin de los afec tos, etctera, el mil i-tante organiz la lucha. La insurrecc in era el emblema orgulloso del mil itante.Este mili tante fue muchas veces mrtir en la trgica his toria de las luchas comu-nistas . A veces, pero no con mucha frecuencia, las estructuras normales del Esta-do de derecho fueron suficientes para ejercer las tareas represoras requeridas pa-ra destruir el contrapoder. Sin embargo, cuando no bastaban , se invitaba a losfascistas y a los guardias blancos del terror de Estado o, ms prec isamente, a lasmafias negras al serv icio de los capital ismos democrticos, a dar una mano, afin de reforzar las estructuras represoras legales.Hoy, despus de tantas victorias capitalistas, despus de tantas esperanzas so-cialistas marchitadas en la desilusin y despus de que la violencia capital is tacontra los trabajadores se consolid con el nombre de ultraliberal ismo, por qusurgen todava es tos casos de mil itancia? Por qu se han profundizado las resis-tencias? Por qu renace continuamente la lucha con renovado vigor? Debera-mos aclarar inmediatamente que esta nueva mili tancia no repite meramente lasfrmulas de organizac in de laantigua clase obrera revolucionaria. Hoy, e l mili -tante no puede pretender ser un representante, ni s iquiera de las neces idades hu-manas fundamentales de los explotados. Por el contrario, hoy la militancia polti-ca revolucionaria debe redescubrir la forma que siempre lefue propia: no laactividad representativa, sino la actividad constituyente. La militancia de hoyesuna actividad positiva , constructi va e innovadora. sta es la forma en que hoynos reconocemos como militantes todos aquellos que nos sublevamos contra elgobierno del capital. Los mili tantes res ist imos al gobierno imperial de manerascreativas. En otras palabras, la res is tencia se vincula inmediatamente a una in-mersin constitutiva en la esfera biopoltica y a laformacin de aparatos coopera-tivos de produccin y comunidad. Y en esto es tr iba laprofunda novedad de la mi-litancia actual: si bien repite las v ir tudes de la accin insurrecta de dosc ientosaos de experiencia subversiva , al mismo t iempo se vincula a un nuevo mundo,un mundo que no conoce ningn mbito exterior a l. Slo conoce un interior,una participacin vi tal e inev itable en el conjunto de las es tructuras sociales , s inque exista la posibilidad de trascenderlas. Este interior es la cooperacin produc-tiva de la intelectualidad masiva y las redes afec tivas, laproductiv idad de la bio-

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    374 Imperiopolt ica posmoderna. Esta mil itancia ofrece resistencia en el seno del contrapodery transforma la rebeli6n en un proyecto de amor.Existe una an tigua historia que puede servirnos para ilustrar la vida futurade la militancia comunista: la de San Francisco de Ass. Consideremos su obra.Para denunciar la pobreza de la multitud, adopt6 esa condici6n comn y en ellades cubr i6 el poder ont ol6gico de una nueva sociedad. El mi li tante comunist a hacelo mismo, al identificar la enorme riqueza que reside.en la condici6n comn de lamult itud. San Francisc o, en oposici6n al capi ta lismo naciente, repudi6 toda dis -cip lina instrumental y, en oposici6n a la mortificaci6n de la carne (en la pobrezay en el orden constituido), propuso una vida gozosa que inclua a todos los seresya toda la naturaleza, a los animales, al hermano Sol y a la hermana Luna, a lasaves del campo, a los seres humanos pobres y explotados, todos juntos en cont rade la voluntad del poder y la corrupci6n. En la posmodernidad, volvemos a en-c ontrarnos nuevament e en la si tuaci6n de San F rancisco de As s y proponemoscontra la miseria del poder, el gozo del ser. sta es una revoluci6n que ningnpoder podr c ontrolar , porque el biopoder y el comunismo, la c ooperaci6n y la re-voluci6n continan unidos, en el amor, la simplicidad y tambin la inocencia.sta es la i rref renable lev edad y dicha des er c omunista.

    .,NOTAS

    PREFACIO1.Sobre la declinante soberana de los Estados-nacin y la transformacin de la

    soberana en el sistema global contemporneo, vase Saskia Sassen, Losing Control?Sovereigntyin an Age of Globalization,Nueva York, Columbia Universi ty Press ,1996.2. Sobre el concepto de