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Labodanohapodidocelebrarseyaquelajovennovia—tanbella—hamuerto.Elpadreyelnovionopuedenrenunciaraella.Embalsamada,lavistenlujosamente,lapasean en coche, van con ella al teatro.En esta negación de lamuerteSender nosmuestra sus dotes de fabulador que construye un ballet trágico-cómico, con unlenguaje llenodecausticidadyricoenparadojasqueelgranescritorsabeconstruircomonadie.¿Noseremostodosunossimplesmuñecossinalmaoquizásunalmaenbuscadeunmuñecodondealojarnos?DelasdocenovelaszodiacalesLamuñecaenlavitrinaestáescritabajoelsignodeVirgoyesposiblementeunadelasmásbellasyoriginales.

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RamónJ.Sender

Lamuñecaenlavitrina(BajoelsignodeVirgo)

ePubr1.0Titivillus10-03-2019

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RamónJ.Sender,1980Editordigital:TitivillusePubbaser2.0

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E lmecherodobleconlosapliquesdesedaalladodelespejosiseabayNenalomiraba.Almismotiemposeveíaasímismacomplacidaenelvidrioysedecía:«Tengounacarachusca».Legustabaporquelochuscoestabademodaenlacorte.LaduquesaCayetanasellamabaasímisma«unachusca».

No sabían exactamente lo que aquello quería decir. Pero se sobreentendíancualidadescallejerasybarbianas.Losbarriosbajosestabandemoda.

El marqués, con el pelo teñido que daba reflejos sospechosos, peroraba en unextremodelsalónagitandounperiódico.Suhijalellevabalacontrariayéldecía.

—Hija,túnoentiendesdeesto.—Pero estás hablando de tus discursos en palacio, y esos discursos no los

pronunciasnuncaenpalacio,sinoaquí,enestasala.—Cállate,boba.Yseguíaconsuvozengoladayaguda:—Las viejas costumbres ya no representan nada en la vida del país, ni las

jerarquías,nilosméritos.LasfiestasdepalaciosonpequeñascarnavaladasyDiosmeperdoneporqueelseñoreselprimeroquenolastomaenserio.Nomedigasqueno,queyo conozco a la señora y a su hijo.La carnavalada comenzó con las reformasconstitucionalesdelaño76.

—¿El«Chulín»escarlista?—preguntólahijamenor.Nolecontestaron.—Amínomequiteslailusión—dijolamarquesallevándosealanarizunfrasco

desalesenvueltoenunpañolitorizado—dequelaseñorasabeloquesehace.Aquelfrasquitoyaquelpañuelojuntosparecíanunaflor.—MaríaCristinaesliberal—dijoelmarquésconunaexpresióndesolada.—Papá, a mí la constitución, la Osa Mayor y las tres Marías me tienen sin

cuidado —dijo el mayorazgo echando al techo el humo del cigarro—. ¿Puedesprestarmecincomilpesetas?Acuentademilegítima,claro.Estoyadosvelas.

—La fortuna está todavía en litigio —replicó agrio el marqués—. Hay queesperarquetutíoseadeclaradoirresponsable.

—Digoacuentademilegítima.—Nohaylegítimaalgunaenestafamilia.—Acuentadeltíobarón.Anda,papá.Noseasmalasombra.—Falta la declaración oficial. Y esa depende del doctor Velasco. En nuestra

familia ha habido rarezas de carácter, pero no tan fuertes como la del barón. Yomismopadezcoesoquellamanalucinacionesrecordatorias,loquemevalióelperdónde la reina en la conspiración del 47. Alucinaciones recordatorias. Cosa de mijuventudmilitar.EnlosCarabanchelesfuiherido,yquincedíasdespuéscomencéaverdevezencuandounaespeciedeaurarojaenelladoderechodelcampovisual.Lafrecuenciadeesasaurasenformadesilenciosasexplosionesfuecadavezmayor,casi una vez por segundo.Eran un problema.Cielos, si lo eran.Cuando estaba enParísconlaseñorayel«Chulín»…

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—¿Al padre lo llamaban también el «Chulín»? —preguntó el mayorazgo, yañadiósinesperarrespuesta—:Aquéleragrandeyésteeschico.Alpadrehabríaquellamarloenlahistoria,paraentendernosmejor,el«Chulángano».

—Noseas tonto.Esascosasnopasana lahistoria.EstandoenParís fuimosunbuendía a ver a la princesadeMeternick, yyo sentí por vezprimera aquel día laalucinación recordatoria.Desde entonces, cada día peor.Además, poco a poco, lascosas comenzaron a moverse. Cuando leía una carta, las últimas líneas sedesvanecíancomosiresbalaranfueradelpapel.Yalmismotiempoteníaytengoaúnsensacionesolfativas.Dosolorespersistentes,elolordegasesdegranadayelolordemateriaorgánicaendescomposición.Reliquiasdelaguerra.

Nenainterveníaotravez:—Noseascursi,papá.¿Porquénodecirlocontodaslasletras?Yolodiréporti.

Olor fecal u olor tal vez a cuerno quemado. En la conspiración del 47, a cuernoquemado.Túmismolodecías.

Elcuñadodelmarqués—elparientepobre—intervenía:—GraciasaDioslosdemásestamossanos.—¿Tú? —saltaba Nena—. Tú padeces éxtasis artificial. Dicho con todas las

letras:memez.—Hija,unpocodedecoro.Siseabaahoraelcandelerodegas,encimadelapuerta,yNenacorríaalgrupode

losjóvenes:—Yoentroenéxtasiscuandoquiero.Sequedabamirandounpuntoindefinibledelespacioconunagranfijeza,lamano

suspendidaenelaire,grave,inalterableyausente.«Yaestá.Nonecesitofumaropio,comoPaco».

Elaludido,hermanodelmarqués,respondía:—Tengovapores.Erasuexcusadesiempre.Elmayorazgolamíaelcigarro:—Yosoyelúnicoparientesinprejuiciosenlafamilia.Despuésdemihermanita

pequeña,claro,laangelicalNenaFelisa,queDiosguarde.Niña,¿cuándovasasubiralcielo?

PeroNenanoescuchabaanadie:—Yosoylaúnicadelafamiliaqueestábiendelacabeza.Tengomisdebilidades

comocada cual, pero son, por decirlo así, saludables. Si peco a veces, es sólo porsoberbia,segúnmediceelconfesor,yoyéndoloyomevuelcoderisa.

Protestóelmarqués,airado:—¡Nena!—Mi abuelita es la única que me quiere a mí, pero yo no la correspondo, la

verdad.Seescandalizabalaabueladebajodelastocas:—¡Hija!¿Quémanerassonésas?

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—Nohayqueacusarmedenadaamí.Soyuncasodesesperadoynohaynadaquehacer.Avecesmedalatarumba.El

médicomerecomiendaduchasfríasymedicequemedejeir.Yolesigoelconsejoyhablocontodoelmundosinponervallasnilímitesamilengua.Peromipadreestácon la mosca en la oreja. Anda, confiésalo. En este momento pones una cara deprogenitorqueatufa.

Disgustado,elpadremiróalaabuelitasinresponder.EllaalzólascejasaceptandolafatalidaddelainfluenciadelcuñadoAlejandroenelcarácterdelanieta.

Elmayordomo,vestidodefrac,aparecióenlapuertayanuncióaldoctorVelasco,unhombredemediaedadvestido tambiéndegalayseguidodeotrocaballeromásjoven.

Losllevólamarquesaaunextremodelasalayallísesentaronlostreseiniciaronuna conversación indiferente. Preguntó el doctorVelasco, hombre grande, pálido yhuesudo,sihabíallegadosueminencia.

—Elcardenal—dijolamarquesa—nopuedetardarya.El doctorMuñoz que acompañaba aVelasco, era joven. Tenía el sentido de la

ponderaciónquesuelentenerlosmadrileños.Avecesparecíaunpocotímido.En el resto de la sala la presencia de aquellas dos personas nuevas no hizo

impresión.Nenanoestabadispuestaamedirniarefrenarsusopiniones.Tampocosuhermano,queledecíaconunpárpadoentornado:

—Pobrecita de ti, con la ambición de ser unaMesalina. Pero para eso te faltafigura.

—Nolamolestes—ordenólaabuelita—.Túsabesqueestádelicada.Conmediasonrisaelmayorazgoinsistía:—Yosécómopodríascurarte,peronolodigo.—Eresuncochino—saltabaNena.EldoctorVelascoy el doctorMuñoz tosieron sinnecesidad.Luego, el primero

pasólamanoporlosreflejosdesedadelachisteraqueteníaenlasrodillas.En aquel momento llegaba otra vez el mayordomo, se inclinaba y recibía el

sombreroenlasmanoscomounobjetoritual.Luegoseibaconelandarbalanceadodelquecaminasobregruesasalfombras.

Nenadabavocesenelcentrodelasala.Elmarquéssacabaelrelojtirandodelaleontinademoaréyvolvíaaguardárselosinmirarlahora.Estabanervioso:

—Hijos,noshabíamosreunidoparatratarelcasodevuestrotíoelbarón.—Comounacabra,elpobre—sentencióNenalachusca.—Niños—gritó lamarquesadesdeel rincóndondeentreteníaa losdoctores—,

cuando os reunís con los primos sólo sabéis decir impertinencias. ¿A qué conduceeso?

—¿Aquéconducetodo,digolavidaentera?—preguntóelmayorazgo.Laabuelitagolpeabalaalfombraconsubastón:—Alasalvacióndelalma.Ojalávengaprontoelcardenal.

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AlzabaNenaotravezlavoz:—ElcardenalnocreeenDiosnienlaIglesia.Creeensutúnicarojaypúrpura.Y

creeensuestómagoyenotrascosasdelasquemásvalenohablar.Laabuelitasedirigíaalmarqués:—¿Porquénoponesorden?—Mequitaslaautoridadconlafamiliayluegoteextrañaquenomerespeten.LomirabaNenaconlapicardíadelatempranaadolescencia:—Yoséloprimeroqueharáelcardenalcuandollegue.Rezarelrosario.Laabuelitacorregía:—Elsantorosario.—Con la servidumbredeestradosarrodilladaalrededor—continuóNena—.Es

comoparahacerunafotoyenviarlaalMuseodelasFamilias.Rezaremos,peroyoloconozco al cardenal. Es un hombre que no cree en nada.Reza el rosario para quecreanlosotros.Essuoficio.Siamímehacencardenalymesirvenconcubiertosdeoroymevistendepúrpuraymedanpalaciosycriados,con laúnicacondiciónderezar el rosario cada noche en casa de una familia noble, verás tú si rezo.Nomesaltaréunsolopadrenuestro.Ylesregalarétrescredosdepropina.

Laabuelitaselamentaba:—Hija,quémaneras.Nenaarrugólanarizmirandoenladireccióndelosdoctores:—Hueleacadaverina.Eljovenpálidodelachimeneasonrióysemiródesoslayoenunespejo.Nenase

fueaungrupodondejugabanaltresillo.Queríajugar,peronoteníapuesto.—Sihayunavacante, aquí estoy—dijo—.No.Túhaces trampas. ¿Quédecías

delcardenal?NenamirabaaldoctorVelascoenelfondodeunespejomuygrande:—Ellechuzo.Losdoslechuzos.Hueleacadaverina.Elmarquéssedolía:—Nosé,hijosmíos,loquebuscáisconvuestrasintemperancias.LasobrinaRosasuspiróydijoconacentocantarín:—Yoloquedigo…—Cuidatuspalabras,porqueyonomehemarchadotodavía—advirtiólaabuela

—yademáshayvisitas.—¿Quéhacestúenlavida,meloquieresdecir?—preguntóNena.Conelacentoinfantilquelaancianateníacuandoestabaapuntodellorar,dijo:—Yo le pregunté a su eminencia el cardenal, la última vez que lo vi, si sería

pecado tomar algunas píldoras de opio de las que tengo en la mesilla de noche.Algunas más de la cuenta, quiero decir, como ha hecho, según dicen, esa pobrehorizontaldeParísquesesuicidó.Ledijealcardenal:«Nohagomásqueestorbarenla vida. No sé si estaría bien o no tomar esas píldoras. ¿Sería pecado?». Eso lepregunté.

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—Noespecado,abuelita—dijoladinoelmayorazgo.—Su eminencia el cardenalme dijo: «No sólo es pecado hacerlo, sino incluso

pensarlo.—Entoncesyo le dije—:Absuélvame,padre, porhaberlopensado».Yélmeabsolvió.Yelpapamediolabendicióntambiénatravésdelcardenal.Yahorasémuybienquenodebotomarlaspíldoras,porqueespecado.Vosotros,aunqueestáisbien de la cabeza, habláis como trastornados. Me voy para que podáis seguirhablandoavuestrogusto.Noquieroqueosviolentéispormí.Yustedesperdonen,doctores.

El adusto doctor Velasco y el tímido doctor Muñoz se pusieron de pie y seinclinaronprofundamente.

La abuela, apoyada en su bastón, fue saliendo en silencio. Todos callaban.Cuandohubosalido,Nenasiguió:

—Losviejostienenlapielarrugadaylosojosllorosos.¿Paraquésirveserviejo?Paramolestaralosnietosinteligentes.

Temblabanlosmecherosdegasysusreflejosazulesponíansobreelvestidodeaquellajovensombrasrojizas.Elmayorazgovioalosdosmédicosquesedecíanalgoenvozbajaytorcióelgesto:

—Creoquenosestamosperdiendounagranoportunidad.—¿Paraqué?—preguntóeldelmonóculo.—Paracallarnos.Nenaatrapólaalusiónymirótambiénalosmédicosconlaexpresiónagria.—Yoséloquepasaconeltíobarón—dijoconairedistraído.—Secretosavoces—replicóelmayorazgotaciturno—.Habríaquellevarconél

alrestodelafamilia.Yonodigoqueestéistodoslocos,peroheoídoloquedicelagenteporahí.Ynosoyciego,yosveocadadía.Comosoymayorazgoytal,pueslosandovas se me acercan con cuentos y se atreven a decirme lo que piensan sobrevosotros. Ellos creen que os llevo atravesados aquí. Y unos dicen blanco y otrosnegro.Yonovoyadecirahoraloqueheoído,claro,novoytanlejos,niloqueveo.Nosoytanpanoli.PerohabríaquehacercontodoscomoconelbaróndeArtal.

—Amímedaigual,hermano.Esperoalcardenalymeríodetodosvosotros.Elcardenalesungenioyesguapo,ytienelallavedelarca.Ademásescarneyuñadel«Chulín»,paraquelosepas.

—El cardenal es carne y uña con él —asintió el mayorazgo— y bendice susproyectos, lomismolaconstituciónnuevaquela leydeestamentosy la jornadadeochohoras.¿Noesherejíatodoeso?Loquehayquehaceresdarnosprivilegiosalosnoblesyquelagentebajasearespetuosa,ylossalariosdelaservidumbrenosuban.Elpuebloesbuenoysabequesuúnicamisiónenlatierraestrabajarparanosotrosygritarvivaelreyyvivalareinaenlacalle.Esoes.

Sehizootravezelsilencio.Nenadijoporfin:—¡VayacondoñaBerenguela!TodosrieronysuhermanolamiróconlasdeCaín.

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—Estafamilia—dijoconunaexpresióndeasco—esunburdel.Sealzaronrumoresdeescándalo.Todoelmundoprotestaba.Losdoctores,ensu

rincón, parecían indiferentes, pero uno alzó las cejas y el otro se frotó la rodillanervioso.

Nenaledijoaljovenqueestabamáscerca:—Túeresunpardillo.—Sime llamoPardonocreoqueseamotivobastanteparaque jueguescon las

palabras.Enaquelmomentoseabriólapuertadelfondoyaparecieron,conunasolemnidad

ritual,laabuelayelcardenal,ésterepartiendobendiciones.Encimadesuspúrpurasromanasmostrabaunacaradecómicoexperto.

Viéndolosentrar,elmayorazgomurmuróentredientes:—Buentiro.Noseperderíaunperdigón.Elcardenalestabadiciendoalaabuela:—…Yporesolagentequesecreelistaseequivocamásamenudo,señora.Yosé

lo que dicen los duques deAlenza.Dicen que la reinamadre es un genio políticoporquevaliberandolasfortunasadversasasucasa.Peronoesverdad.Eldelbarónhasidounhechocasual.Porejemplo,elreysabequeensusvenasdeusted,marqués,hay tradicionalismo.Y,sinembargo…Lasfortunasde losnoblesno le interesanalrey.Escosadelareinamadretalvez.Cuandounhombreesinhábilhayqueapartardeéllosmediosdeinfluencia,yelmayoreseldinero.

Se le acercaron el marqués y su esposa y le besaron la mano. Detrás llegabaNena:

—¿Cuándoleharánpontíficeausted?—¡Pícaramuchacha!—rióelcardenal—.¿Quédice?Peroantesvamosaloque

importa, señora. ¿Van a avisar a la servidumbre? La vieja tradición de rezar enfamiliaconloscriadosdebeserconservada.

Iban entrando elmayordomo y los sirvientes, y se extendieron alrededor de lasala.Cuandolamarquesavioqueestabantodossearrodillóylosdemáslaimitaron.Elmayordomorezabaunaoraciónpreliminarenlatínsegúnlatradicióndelafamilia.Cuandoterminóhubounlargosilencio.

Siempre que estaban delante de los criados, la marquesa daba tratamiento alcardenal:

—Cuandoquieravuestraeminencia.El cardenal se arrodilló en la alfombra sobre un cojín que le puso Nena: «In

nominePatrisetFilii…».Nenasearrodillabaasulado:—Dudoqueeltíobarónvalgaunrosario—murmuró.Elcardenalrespondiópensandoenlacuantíadeltestamento:—Vayasilovale.Ydostambién.Selodigoyo,criatura.Estabanderodillastodosmenoslaabuela,porquesusachaquesseloimpedían.Y

losdosdoctores.Lamarquesaiballevandolacuentaenloscabesdeámbar.Alfinal

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sesantiguabaconlacruzyluegolabesaba.Entonceselmayordomoiniciólaletaníaenlatín:«DomusAurea.FederisArca.YanuaCoeli.Stellamatutina…».Contestabanlosdemásacoro.Algunos,sindisimularsufaltadeatenciónysuaburrimiento.

Losdoctoresensurincónseguíansentados.Alparecerconsiderabanadulatorioypocodecorosoarrodillarse.Peroavecescontestabanalasoraciones.

Huboalfinalunsusurrodealivio.Nenaysuhermanorodearonalcardenalysealzaronvocesyrisascontenidas.

—Ahoraquehemoscumplidoconnuestradevoción—dijoelpurpurado—vamosamateriasmásprofanas.

—Esoes,algrano—respondióelmayorazgo—.Eltíobarónestáloco.Almenosesloqueelvulgopiensa.

—¡Vivaelvulgo!—gritóNena.Irritado,elmarquésalzólascejas:—Hija,lacortedaddelainteligenciasueleestardeacuerdoconeldesenfrenoyla

caradura.—¡Chúpateésa!—comentóelhermano.—Lo dice también por ti. Ya sé que el señor cardenal —dijo ella con falsa

contrición— me perdona porque debajo del capelo tiene más que tú por muymayorazgoyherederoqueseas.

Reíaelcardenal:—¡Lajuventud!—¿Pero,noesliberallareina?—preguntabaelmarquésvolviendoalpuntoque

discutíanantesdelrosario.—No tanto, no tanto. La señora es buena cristiana. Además, un liberal no es

forzosamenteunréprobo.Yelreynoesnecesariamenteunliberal,sinounbuenhijo.Comodigo,el futurodecadacual sóloDios loconoce.Tambiénparecían liberalesSaulo y Constantino, y si me apuran ustedes san Agustín, y al final han sidolumbreras de Roma. Lo que el hombre va a ser un día sólo Dios lo conoce.Confiemosenque…

Hubounsilenciomientrastodostratabandeimaginarelrumboquetomaríanlaspalabras del cardenal. Éste sacó una cigarrera de oro, extrajo de ella un cigarrilloegipciodeboquilladoradayloencendió.

—El fallo será probablemente en el sentido que ustedes esperan —dijocambiando súbitamente de tema—, aunque está pendiente, como es natural, elinformedelaciencia.

Todosmirarona losmédicosyéstosse inclinaron.Elmayorazgo,Nenayotrosmiembros de la familia se arrepintieron de no haber sido bastante amables conaquellosdossilenciososvisitantes.

—Gracias a ese informe apartaremos de las manos del barón la facultad dedisponerdelahacienda,queasciendeaveintinuevemillonespocomásomenos.

Hubounsilencioconmovido.Luegoseoyólavozdelmarqués:

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—Vayaundilema—dijosuspirando—.Vamosarecibirunaherenciaquitándoladelasmanosdelosservidoresdelacausa.

—Micausaestáaquí—declaróNenavolviendoabesarlamanodelcardenal.—¿Tendremoselcapitaloelusufructo?—preguntóelmayorazgo.—Oh,lacodiciosajuventud.Ambascosas—dijoelcardenalpaternalmente—.La

fortunapasaráalosherederoslegítimos,peroanteshayunacantidadquedesglosar.—¿Quéquieredeciresodedesglosar?—preguntólamarquesa.—Noseastorpe,hija—explicóelmarqués—.Quieredecirsacarladelbloquede

laherencia.—¿Yesmucho?—EsloqueDioshasidoservido,señora.Unacapellaníavitalicia.Perohastaque

tengamoselinformefacultativoyeldesglosenosepodrádisponerdeldinero.—¿Porquénohaninformadoyaesosfacultativos?—preguntóNena.Los médicos volvieron a inclinarse, pero no hicieron ademán de acercarse al

grupo.Sindudaesperabanhablarasolasconelpurpurado.ElcardenalreíaviendolaexpresióndeNena,quiendeclarópaladinamente:

—Comove usted, toda la familia está esperando comouna bandada de buitreshambrientos.

Elcardenalsoltólacarcajada.Conunamelancolíaunpocoirónica,elmayorazgorecordó:

—¡Loqueeslavida!Cuandolepedíamoscienpesetasaltíobaróndecíasiemprelomismo:«¿Esquevanaheredarmeenvida?».Yvayasi loheredaremosenvida.¡Quiénnosloibaadecir!

Nenacambiódetema:—¿Esverdadqueelpapatienetresmonjasasuservicio?—Noescierto,hijamía.Notienetres,sinocuatro.—¿Seráustedpapaundía?Yocreoqueloserásiloquierendospersonas:ustedy

la reina. Digo, el rey. El rey va a hacer y a deshacer en toda Europa. Pues bien,cuandoustedseapapallévemeamícomounadeesascuatromonjas.¿Lopromete?

—¡Niña!—gritólamarquesa,irritada.—Hedichoyrepitoquequieroserunadeesascuatromonjas.¿Oyeusted?Suplicabalamarquesa:—Perdónelausted,eminencia.—¿Porqué?Lascuatromonjassonsantaspersonasdedicadasaponerordenenla

vidaprivadadelSumoPontífice.Ylasmujeresquesededicanaesamisiónejemplaresnaturalquesientanamoryveneraciónporelpapa.

—Peroqueseapronto—insistíaella—,porquenoquieroserviejacuandollegueelcaso.

Hacíaelcardenalgestosdenegatoriosconescándalo:—Porsuslabiosestáhablandolasimplicidadylapurezadelcorazón.

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—YolaconozcoaNena—dijoelcuñadopobre—ynotienevirtudes,almenosconocidas,paraserunadeesascuatromonjas.

—Tengovirtudessecretas.Nosabíaelmarquéssiofenderse.—Hija,estásabochornándonosatodos.Ellaproclamabaparaquenocupieradudaalguna:—Estoyenamoradadesueminencia.¿Yqué?Diosdijo:«Amaoslosunosalos

otros».Reíaelcardenalymovíalasmanosenelairecomounavequepruebaavolar:—Sinofueralainocenciajuvenil laquehablaporsuslabios,estaríaenpecado

mortal,hijamía.—¿Ysiyoquierocondenarme?¿Quiénvaaimpedirquequieracondenarme?De

mialmadispongoyocomomedalagana.Coninformeysinél,condesgloseysindesglose.Loquevosotrosqueréisesquemecaseconunmillonarioyquelomateadisgustos.Entoncesseréricaysola.Podréismetermeenlagrilleradiciendoqueestoycaquéxica—¿nosediceasí?—ocomohabéisdichoconel tíobarón.¿Quéhabéisdicho?Para…,para…;bueno,eldiablonoslleveatodos.Medaigual.

Elcardenaldisimulabasualarmamirandoelreloj:—Los doctores no deben esperar. Su tiempo es precioso. Vamos a pasar al

despacho del señor marqués, donde podremos hablar sin molestar a la doradajuventud.Leprometo,Nena,llevarlaconmigocuandoseapapa,esdecir,adcalendasgrecas.Señoresdoctores,silotienenabien…

Invitabaalosdosmédicosapasarauncuartopróximo.EldoctorVelasco,flacoyalto, severo y con algo demilitar retirado, pasó seguido del cardenal y del doctorMuñoz.

Detrásdeellossecerrólapuerta.Lamarquesaquedóconlaexpresiónsombríaypreocupada. En la sala hubo otra vez un momento de silencio. El mayorazgo,tumbadoeneldiván,dijoporfinasuhermana:

—Hasestadoindecenteperooportuna.DiostelopaguesihaytodavíaunDiosenlasalturas.

—Pero gracias a tus monerías —intervino la abuela inesperadamente—, elcardenalvaaconseguirelinforme.

Elmarqués,besandoasuhijaenlafrente,aceptó:—Tienestalento,yenesosalesamí.—¡Pero si estoy enamorada de veras! —protestó Nena—. He dicho la pura

verdad.Sielcardenalfueraungitanomeescaparíaconél.—Vamos,hija—dijoelmarquésasustado—.Tiemposhaydeburlasytiemposde

veras.Nenaalzabalavozcontrariada:—Digoquemegustaelcardenal,comoalaabuelitacuandoerajovenlegustaba

aqueltorerodeRonda.

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ReíalaabuelitaydecíaqueNenanoteníanadadetonta,yquenohabíasalidoasupadrenialtíoAlejandro,sinoalviejoinfanteDonCarlos.

Enelcuartodeal ladoelcardenalofrecíaasientos.Luegoseinstalóenel lugarpresidencial—detrásdelamesa—yexclamórefiriéndoseaNena:

—Oh,lainocenciasueleserinoportuna,perosiempreesinocencia.CallabaeldoctorMuñoz.Nosolíahablarsinoparacontestarcuandosedirigíana

élexpresamente.EncuantoaldoctorVelasco,selimitabaasacarunashojasdepapeltimbradodeunacarteranegrayaofrecerlasalcardenal.Éstelasrevisabasindejardehablar:

—Lajuventudhasidosiempreasí,Dioslabendiga.Llegaronlosojosdelcardenalal lugardelinformequeleinteresaba,esdecir,a

lasconclusiones.ElbaróndeArtalpresentabalossíntomasdelalocura.Habíasidoperfectamente diagnosticado y por el momento era irresponsable, y debía seguirencerrado, pero no podía asegurar nadie que el estado mental del paciente fueradefinitivo y sin remedio. Aquellas tres líneas de las conclusiones, que fueron lasúnicasqueelcardenal leyódecían:«…lacienciamédicanopuedeasegurarqueelbaróndeArtalestélocoparasiempre».

Suspiró el cardenal y dijo sonriendo: «Yo esperaba una conclusión distinta,porqueestoysegurodequeelbaróndeArtalestálocoparaelrestodelavida».

EldoctorVelascohizoungesto ambiguoquepodía serunacortésdemandadecomprensión,unadisculpaeinclusounaprotesta.Unalarvadaprotesta.

—No, no—dijo el cardenal sonriendo—.Yo no digo que deba ser el informesegúnmis deseos.La independencia delmédico y, en general, la neutralidad de lacienciaantetodo.Veritasessequodestetnon…

En el salón se oían voces, protestas, risas. Cuando se callaron, el cardenalpercibió la voz de la abuelita que protestaba. Y el cardenal dejó el informe en lamesa,acariciócondosdedosunMercuriodeplatacopiadodeldeJuandeBolonia,quevolabasobrelaescribanía,ydijo:

—Doctor Velasco, he oído que hace poco sufrió usted una desgracia familiar.Permítamequeleacompañeenelsentimiento.

Eldoctorinclinólacabezasobreunhombroyabriólosbrazos:—Hace cuatro meses y seis días, eminencia —dijo quitándose las gafas y

limpiándolasconunpicodelpañuelo.Losojosdelcardenalparecíanirritadosporelgas(habíatreslucespoderosasen

eldespacho),yeldoctorMuñozabriólaventanamáspróximayladejóentornada.Elcardenalsuspiró:

—¿Dóndefueronenterradoslosrestosmortalesdesupobreniña?—Enningunaparte—dijoeldoctorVelasco.—¿Esverdadentoncesloquedicelagente?Heoídodecirqueconservausteden

casaelcadáverdesuhija.¿Esverdad?

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Afirmó el doctor con la cabeza y dijo: «Embalsamado, claro». El cardenal seadelantóadisculparlo:

—No le reprocho nada. Comprendo que no es un caso ordinario. Usted es unprofesordelailustreFacultaddeMadridylacienciamoderna…

Interrumpió el doctor Velasco para decir que estaba autorizado a conservar elcadáver de su hija por laDirecciónGeneral de Sanidad, y que había preparado elcuerpo con arreglo a los sistemas más eficaces de preservación de la materiaorgánica.

—Lo creo—se apresuró a decir el cardenal—, porque la ciencia moderna lopuedecasi…,casitodo.

—No, señor. Esta vez no es la cienciamoderna, porque los egipcios lo hacíanhaceochomilañosmejorquenosotros.

—Parecequeerahermosasuhija—insinuóelcardenal.—Muyhermosa—subrayóconentusiasmoeldoctorMuñoz.Eneseentusiasmo

vioelcardenalunrasgodeinocenciatambién.—¿Noeraustedsuprometido?—Sí,señor.—Prometidodelaniña—dijoelcardenalparadárselasdeenterado—yauxiliar

delilustredoctorVelasco.LaniñasellamabaGertrudisymuriódeconsunción,segúnhe oído decir. Era hija única. Y el prometido y el padre, es decir, ustedes dos, laembalsamaron.DesdeentoncesnohaentradonadieenlacasadeldoctorVelasco.Enlamisteriosa casa del doctorVelasco, que está, según creo, cerca del observatorioastronómicoyal ladode los laboratoriosdelmuseodeHistoriaNatural,dondehayotros restos humanos, sólo que éstos son, por decirlo así, históricos. Momias.Cuerpos antiguos desecados por los siglos. Ustedes dirán: «¿Cómo sabe tanto elcardenal?¿Tieneinformadoressecretos?».No.Esmuchomássimple.Voxpopuli.Siseasomanalsalóndealladoypreguntanatodaesaruidosagentejoven,veránque,deunmodouotro,esdecir,a tontasoalocas,sabenmásqueyo.Lesdiránquelapobre Gertrudis ya muerta la guardan ustedes en una vitrina de cristal como unamuñecagrande.Yque,vestidadenovia,lasientanalamesaalahoradecomer.Enlamesahayfloressiempre.Artificiales,segúndicen.Yustedes lehablanaGertrudis,¿noeseso?Almenoslagentelodice.Haytodaunaleyenda.Muchosseimpresionanal pasar por la noche frente a su casa y aceleran el paso. Otros evitan ese cortotrayectoentreelPacíficoyClaudioMoyano.Hayyatodaunahistoria,loquenoesraroenesteMadrid,dondelagentedesocupadasededicaainvestigarvidasajenasyameterse en lo que no le importa. Comprendo, por otra parte, que la gente hagacábalas.Unmuertoenlacasa,mesesymeses,esunaespeciedelúgubreescándalo.

—YaledigoquetengopermisoespecialdelaDirecciónGeneraldeSanidad.—No, no. Si yo no digo nada. Pero también mi curiosidad como cada cual y

querríasabersiloqueheoídoescierto.Cuandomuriósuhija…

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El doctor Velasco se llevó el dorso de la mano al ojo izquierdo, y lo frotósuavemente un momento porque sentía picazón. El cardenal lo entendió de otromodo:

—Perdone —dijo con una apresurada cortesía— si estoy hiriendo sussentimientos.Ustedamabaasuhijayesnatural.¿Lemolestanmispalabras?

—No,no.Puedeseguir.Eselgas,quemeirritalospárpados.—Pues bien, cuando murió su hija no reclamaron ustedes los servicios de la

Iglesia.—No.Habíaqueevitarlealaniñaesedolor.Llamaralcuraeraavisarladeque

iba a morir. Además, ¿para qué? Mi niña era pura como un recién nacido. ¿Quénecesidadteníadelasbendicionesdenadie?

Enaquel instante llegabandelsalónnuevasvocesyelcardenalreconoció ladecontraltodeNenaconlapalabra«cadaverina».Alzóeljerarcasuvozparacubrirladelamuchachaydijo:

—¿Puracomounreciénnacido?Losreciénnacidosnosonpuros,señormío.El doctor Velasco pensaba: «El cardenal quiere discutir». Al principio había

deseado que la entrevista fuera lo más corta posible y pudieranmarcharse cuantoantes.AhoraeldoctorVelascoysuayudanterespondíanconunacuriosidadrecíprocaaladelcardenalypensaban:«¿Adóndevaaparar?—Hablabaelcardenal,yellossedecían—: ¿Hasta dónde está enterado? ¿Por qué nos habla de todas esas cosasdifíciles que nosotros tratamos de guardar secretas?». Les extrañaba que alguiensupiera tanto y quisiera saber más sobre el hecho simple de un cuerpo sin vidaguardado en su casa. ¿No era costumbre que las familias conservaran fotografías,esculturas, objetos usados por las personas muertas? Él era un médico famoso enMadrid y había querido tener consigo a su niña embalsamada. Le había inyectadomateriasquenosólomanteníanfrescalapiel,sinoque,además,evitabanlarigidezmuscular.YGertrudisestabasentadaentrecojinesenunavitrinacubiertadecortinasdedamascoescarchado.Enlosprocedimientosquehabíausadoelmédicohabíadosde verdad originales. Aquello era unmotivo de satisfacción para sí y como decíaMuñoz«paralaciencianacional».EldoctorMuñozteníainclinaciónalaelocuencia.Aunqueavecessedabacuentaysecontenía.

PeroeldoctorVelasconoqueríaarrogarseméritoalguno.Lapérdidadesuhijaeraunadesventuraquenopodíaseramortiguadaporotrascircunstancias.

En cuanto a su embalsamamiento las cosas deben ser explicadaspara que seancomprendidasyenunavisitacomoaquéllanohabíatiemponilugar.

Intervinoenaquelloelamorpaterno,elamornubilar—delnovio—,lacienciaeincluso la poesía. Le habría gustado al doctor Velasco explicarle todo aquello alcardenal.

Cuandoellamurióladejarontodoundíaenellecho,comohabíaquedadoconelúltimoaliento.Elpadrehablódelosfuneralesyqueríallamaraunsacerdotecuandose acordaron de que la niña no había tenido extrema unción ni confesión.

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¿Confesión?¿Quépodíaconfesarunalmavirginalquenollegóaconocereldeseoyquehabíadedicadotodoslosdíasdesucortavidaahacermásamableladesupadreysunovio?NisiquieraéstepodíallamarseasíporquenoviovienedenubilareyporrespetoalhogardeldoctorVelasco,alaniñayalamormismoqueporellasentíaelnovionollegónuncaaserloenrealidad.

AunquepensabaeldoctorVelascocasarlos.CuandoeldoctorVelascohablódelosfuneralesydelentierrosucolegaauxiliar

fuealaestanteríaydescolgóunlibrodeBécquer.Sentadosenundiváncercadel lecho leían losdossilenciosamenteaunmismo

tiempo:

Cerraronsusojosqueaúnteníaabiertos,taparonsucaraconunblancolienzoyunossollozandoyotrosensilenciodelatristealcobatodossesalieron.

Laluzqueenunvasoardíaenelsueloalmuroarrojabalasombradellecho;yentreaquellasombraveíaseaintervalosdibujarserígidalaformadelcuerpo.

Despertabaeldíayasualborprimeroconsusmilruidosdespertabaelpueblo.Anteaquelcontrastedevidaymisteriosdeluzytinieblasmeditéunmomento:¡Diosmío,quésolossequedanlosmuertos!

Delacasaenhombroslleváronlaaltemployenunacapilla

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dejaronelféretro.Allírodearonsuspálidosrestosdeamarillasvelasydepañosnegros.

Aldardelasánimaseltoquepostreroacabóunaviejasusúltimosrezos.Cruzólaanchanave,laspuertasgimieronyelsantorecintoquedósedesierto.

Deunrelojseoíacompasadoelpénduloydealgunoscirioselchisporroteo.Tanmedrosoytristetanoscuroyyertotodoseencontrabaquepenséunmomento:¡Diosmíoquésolossequedanlosmuertos!

Delaaltacampanalalenguadehierrolediovolteandosuadióslastimero.Ellutoenlasropasamigosydeudoscruzaronenfilaformandocortejo.

Delúltimoasilooscuroyestrechoabriólapiquetaelnichoaunextremo.Allílaacostaron.Tapiáronleluegoyconunsaludodespidióseelduelo.

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Lapiquetaalhombroelsepulturerocantandoentredientesseperdióalolejos.Lanocheseentrabareinabaelsilencio;perdidoenlasombrameditéunmomento:¡Diosmío,quésolossequedanlosmuertos!

Enlaslargasnochesdelheladoinviernocuandolasmaderascrujirhaceelvientoyazotalosvidrioselfuerteaguacerodelapobreniñaasolasmeacuerdo.

Allícaelalluviaconunsoneterno,allílacombateelsoplodelcierzo.Delhúmedomurotendidaenelhuecoacasodefríosehielansushuesos.

¿Vuelveelpolvoalpolvo?¿Vuelaelalmaalcielo?¿Todoesvilmateriapodredumbreycieno?¡Nosé,perohayalgoqueexplicarnopuedoquealparnosinfunderepugnanciaydueloaldejartantristestansoloslosmuertos!

Acabada la lectura, en silencio quedaron los dosmirándose. El doctorVelascodijo:

—Yocreoquenotodoespodredumbreycieno.

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SuayudanteeldoctorMuñozsevolviódeladoparasecarseunalágrimaconeldedomeñiqueysuspiró:

—Pordesgracialanaturalezatienelaúltimapalabra.—¿Quépalabra?—Todoespodredumbreycieno,señor,comodiceelpoeta.SeirguióeldoctorVelasco:—No, Muñoz, no. Queda la forma. Y la forma estará viva mientras nosotros

queramos.Vivayenlaamablecompañíadesupadreydelqueestaballamadoaserundíasuesposo.

Al oír esas palabrasMuñoz no pudo resistir y salió del cuarto para dar riendasueltaasusemociones.EldoctorVelascocomprendióyacercándoseallechobesóasuhijaenlafrente.Luegosepusoahablarcomosiellapudieraoírlo:

—No, hija mía: tú no quedarás sola. Voy a conservar tu forma y en ella noshablarás lo mismo que en el otro mundo si lo hay le hablarás a Dios. No irás altemplonialcementerio.Notetapiaránenunnichonisehelarántushuesos.Seguirása nuestro lado y tu hermoso cuerpo se salvará de la podredumbre. VenceremosMuñozyyoalacruelnaturaleza,hijamía.¡Vayasilavenceremos!

Seguíahablandoypensandoquehabíaqueembalsamarlaperodetalmodoquesupielsiguierasiemprefresca,loquenoeradifícil.

DecidiótrasladarcuantoanteselcuerpoalasaladeoperacionesyllamóaMuñozparaqueleayudara.Ibaaserunatareapenosa.

Pero no lo fue tanto cuando tuvieron ante los ojos el cuerpo desnudo de lamuchacha.Gertrudiseratanhermosaquesubellezasugeríamilcosasdeltodoajenasaladesgracia.Vivaomuerta,animadaono,laformadeaquellamateria(quepodríaacabar naturalmente en podredumbre y cieno) le daba derecho a alguna clase deinmortalidad siempre gloriosa. Y Gertrudis la tendría de un modo u otro. Yoescribiendoestas líneasy tú leyéndolas, lector,contribuimosaqueelpropósitodeldoctorVelascosecumplamejoropeor.

Fueronalasaladeoperacionesyencendierontodoslosmecherosdegasconsuslumbreslunáticas.

En el decorado de aquel quirófano había entre otras cosas simbólicas un harpagrandeymarfileña.SinsaberporquérecordabaMuñozotravezaGustavoAdolfocuandodice:

Delsalónenelángulooscurodesudueñotalvezolvidadasilenciosaycubiertadepolvoveíaseunarpa.

Decía el poeta luegoque enelladormían infinitasmelodíasnuncaoídas.EnelcuerpodeGertrudis dormían también infinitas emociones nunca experimentadas ni

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expresadas.Tantasposibilidadesdegozoytristezacomoestrellastieneelcielo.Yapropósitodeestrellas,enunodelosdosojosazulesyabiertosdeGertrudisse

reflejabalaluzyaquelreflejoeradeverasunaestrella,unaperdidaestrellacomoellejanoSirio.

Elpadrepensaba:«Sabemosalgodelcuerpohumano,peronadadeesaalmaqueestá viva en la forma corporal y que habla un idioma que entendemos muy bienaunquenoconelentendimiento».

—¿Comenzamoslaautopsia?—preguntóMuñoz,tembloroso.EldoctorVelascosesentíavejado:—¿Quéautopsia,Muñoz?—Perdone,queríadecirelembalsamamiento.—Ésaeslapalabra.Nohayqueconfundirlaconlaautopsianiconladisección.

Aquínohaynadaquediseccionarnidisecar.Niconlamomificación,quesuelesernatural y no promovida al estilo egipcio. Es el embalsamamiento. Acerque elalcanfor.

Habíaenunamesapróximaunagrancantidaddebolasblancasdeltamañodelascanicasconlasquejueganlosniños.

EldoctorVelascopidióluegoaMuñozqueleayudaraadar lavueltaalcuerpodesnudo de Gertrudis, sobre el mármol. Lo hizo pero con la expresión un pocodescompuesta.

—¿Quélesucede?—preguntógravementeelpadredeGertrudis.—Nada,señor.—Entonces…—Tendráustedqueperdonarme,perosacaroncemetrosdeintestinodelamujer

amada…—Sonnueveymedio.Yesuncuerpocomoelsuyooelmío.—Esuncuerpocomonohayotroenelmundo,señor.EsGertrudis.DejóeldoctorVelascolosutensiliosylosfrascosbalsámicosenlamesitaauxiliar

ysepusolasmanosenlascaderas.—¿Esustedundoctorono?—Antesquenadasoyunserhumano.Ustedperdone.—Bien.Váyaseycuandoelvientreestévacíolollamaré.Meayudaráallenarlo

dealcanfor.Losintestinosestarányaquemados.Yseñalabaunhorno,cercadelamesadeoperaciones.Muñozsaliódelquirófano,peropocodespuésvolvíasinquenadielollamaray

congestonaturalydespreocupadodijo:—Perdone, doctor. Fue una niñería. Soy un doctor también y puedo afrontarlo

todo.PercibióeldoctorVelascoensualientounfuerteoloraaguardiente.Ysedijo:

«Unaborracheradiscretaayudaaafrontarlosgrandesproblemaslomismoqueunareligión.Yelamorpuedeserlasdoscosasalmismotiempo:religiónoborrachera».

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MirabaaMuñozconcuriosidadycariñopaternales.Fueraelrelojdecucodabalahorasiríaca.Y sacando más intestinos pensaba Muñoz: «Los de tejido grueso son tan

resistentesquepodríaahorcarmeconelloscolgándomedeltecho».Laidea,extrañaytodo,noleparecíamal.

Acabado el embalsamamiento, quedó el cuerpo de Gertrudis aparentementeintacto. Lo vistieron, le pusieron el collar de perlas y las pulseras de oro y loinstalaronenlavitrina.

MuñozlocontemplabaenéxtasisyvolvíaalostextosdeGustavoAdolfo.Yanolloraba.Suspirabanadamás.

Llegaban las golondrinas en la primavera resbalandopor las combas del aire ydandosu jovial jijíoysesentíanpalpitaren lamemoria tibiaysonora lasrimasdeGustavoAdolfoqueMuñozcantabaaveces(silenciosamente)produciendounecodelejaníasinterioresydesoledadespropicias:

Volveránlasoscurasgolondrinasenelbalcónsusnidosacolgaryotravezconelalaenloscristalesjugandollamarán,peroaquellasqueelvuelorefrenabantuhermosuraymidichaalcontemplaraquellasqueaprendieronnuestrosnombresésas…novolverán.

Volveránlastupidasmadreselvasdetujardínlastapiasaescalaryotravezalatardeaúnmáshermosassusfloresseabrirán,peroaquellascuajadasderocíocuyasgotasmirábamostemblarycaercomolágrimasdeldíaésas…novolverán.

Fue entonces, con la novia en la vitrina, cuando Muñoz se dio cuenta de lainmensidadydelaimposibilidaddesusdeseos.Delasdimensionescatastróficasdesufrustración.

Yallí,enpresenciadelcardenal llenodeextrañase intempestivascuriosidades,queríahablarperonosabíaquédecir.Necesitabaalgunossorbosdeaguardientecomoeldíadelquirófano.

Aqueldíaquenopodríanuncaolvidar.Lomismosucederíaconotrosdíasigualmentememorables.PeroentretantoallíestabaencasadelosherederosdelbaróndeArtal.

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Elcardenaldijosuavizandosuexpresión:—Sehabladesuhijacomodeunángel,esdecir,comodeunsersobrenatural.—Eso es absurdo. Era tan natural como usted y como yo. Con una sola

diferencia:ellaeratodapureza,mientrasquenosotros…—Todoslospadreslocreendesushijas.—No.Esono.EldoctorVelascomostrábaseobstinadoyfirmeenaquelpunto:—Ya le dije que al morir era virgen mi niña. Pero no lo fue sólo de cuerpo

(muchasmujeresmuerenvírgenesdecuerpo),sinovirgendealmatambién,esdecir,delaimaginación.

—¿Nohablabasuhijaconotraspersonas?—Conmigoyconsuprometido—dijoelpadre.—Erabastante,digo,paraquesuimaginacióndespertara.—No,señor—seapresuróanegareldoctorMuñozenrojeciendounpoco—.No

enesesentidoalmenos.Elcardenalsedecidióahacerotrapreguntadespuésdevacilarunmomento:—¿Ylamadredelaniña,laseñoraVelasco?—Fallecióantesdecumplirminiñalostresañosdeedad.—Cuandovivíasuesposa,¿sellevabaustedbienconella?El doctor Velasco se negó a responder. No porque la pregunta del cardenal le

parecieraimpertinente,sinoporquedesdelamuertedesuesposaeldoctorVelascosenegabaahablardeella.Alquedarseviudodecidiócuidardesuniñacomodeunaflordelicadaquesehubieraproducidoenelaireporgeneraciónespontáneapensandoensu salud física y acabó por preservarla también de las influencias deletéreas delmundo, como él decía. Todo en la vida de aquellos dos médicos había estadoencaminadoaesemismofin.EldoctorMuñozhabíaestadoapuntodecasarsedosvecesy lasdosseenteróa tiempodequesunovia leera infiel, sinodehecho—decíaelmédico—,almenosenese tranceconcretoaunquedifícildeprecisarde lavolición inconscientequeMuñozsabía tanbiendescubriren losestadosanhelantesdel ánimode lamujer.No tardaronmuchoendecidir losdosmédicos (quehacíanjuntosexperienciasatrevidasen los laboratoriosde laFacultad)endecidirquesólohabía en el mundo una mujer honesta: Gertrudis. Había que conservar aquellahonestidad a costa de todo.Yundía, cuando la niña cumpliera dieciocho años, secasaríaconeldoctorMuñoz,que teníaya treinta.Los tresseguiríanviviendoen lamismacasasincontactoconlavilhumanidad.

—Peroalgunaservidumbretendríanustedes—insistíaelcardenal.—Sí,señor,peronovivíanconnosotrosloscriados—dijoeldoctorVelasco—.

Estabanenlaplantabaja.Noibannuncaalashabitacionesaltas.Aunquesonbuenagente los criados, usted sabe que tienen una tendencia natural a envilecer lo quetocan. Su sola respiración habría ensuciado el aire que respiraba mi niña.¿Comprende?Noesculpadeellos.Esoscriadospobressonpersonasdefraudadaspor

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lavida.Ladecepciónproduceunpocodevenenoennuestraalmayesevenenosaleporlosojosy,simeespermitidodecirlo,porlaspalabrasconlaconversaciónmásaparentementesimple.Diciendobuenosdías.Haymuchasmanerasdedecirbuenosdías.Bien,miniñanodebíatenercontactosbastardoscongenteresentidaydañada.Ynolostenía.Alaniñalaservíamosnosotros.Eranuestraniñaelserfemeninomáspurode lahistoriade lahumanidadtalvez.Mifuturoyerno—ymiródesoslayoaMuñoz—recelabadelmundo tantocomoyo.Delmundoyde lasmujeres.Pero laprovidencialepermitióconocerunejemplosublimede…

Noacertabaconlapalabra.—¿Decandor?—insinuóelcardenal.—Nosólodecandor.Unejemplo…—¿Inmaculado?—Esoes.Paradecirciertaspalabras—comentóeldoctorVelascoconelacento

delquequieresonreírperosinhacerlo—hayquellevarunaclámide.RieroneldoctorMuñozyelcardenalcomosisetrataradeunabuenabroma.En

cambio, el viejo doctor Velasco seguía con su gravedad de siempre, y el cardenalpreguntó:

—¿Ellanosupoquesemoría,entonces?DigoGertrudis.—No,señor.EldoctorMuñozmentía.Gertrudisadivinósuestadotresocuatrodíasantesde

morir.Ydisimulóparaquesupadrenosedieracuenta.GertrudisdecíaentoncesaldoctorMuñozconlavozdelaagonía:«Nodigasapadrequeyoséquememueroporque sufriría inútilmente». El doctorMuñoz le guardó aquel secreto a la niña yseguíaguardándoloahoradelantedelcardenal.Éstedudaba:

—Todo el mundo se da cuenta cuando se muere. Llega un momento en queadquierenplenaconciencia.

—Nomihija—dijofirmementeVelasco—.Noella.RecordabaMuñozquea laniña legustabaelbaileyavecesse levantabade la

camaconsulargacamisavaporosaybailabasobrelaspuntasdelospies,imitandoalasdanzarinasquehabíavistoenlaópera.

Elcardenalseguíapreguntando:—CuandoGertrudisvivía,ustedeslallevabantodoslosdíasalRetiro,¿noeseso?—Eninviernoencochecerradoyenveranoencarretelaabierta.Todoslosdías.Y

siempre a la misma hora, con una exactitud escrupulosa. Voy a adelantarme aresponderavuestraeminencia,porqueséloquevaapreguntarahora.Sí,señor.Digoque seguimos sacándola ahora de paseo lo mismo que entonces. Cada día. Ahoramismo,esdecirayer.DiariamentesubimosporelpaseodecochesydamoslavueltaenelÁngelCaído,comolamayorpartedeloscarruajes.

Elcardenalseextrañaba:—¿En…carretelaabierta?

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—No, señor; porque ahora es invierno y el tiempo no permite pasear sino encochecerrado.

—Cuandolleguelaprimavera¿lasacarándenuevoencarretelaabierta?—¿Porquéno?NadiequeveaaGertrudisdudaráunmomentodequeestáviva.

Másviva,meatreveríaadecir,queantes,porquesupielesfragantecomoladeunarosaysusojos…

—Peroalfinnotienemovimientos.Quierodecir…—Comprendo—atajóeldoctorVelasco—.Tampocotienemovimientounaflory

noesporesomenosagradabledemirarnimenosviva.—Asíytodo…—Yo, señor —dijo gravemente el doctor Velasco—, la saco a paseo porque

quiero dar almundo la imagen de unamujer perfecta.A pesar de todo, ella siguesiendo lamismaque fue.Ahora loesmásquenunca.Me refieroa suscualidades.Nadie diría que no está viva. Su piel es luminosa, su gesto animado.Cada día, alvolverdellaboratorio,lasacamosdelavitrinaylasentamosacomerconnosotros.Digoenlacomidadelatarde,paralacualnosvestimosdegala.LomismoeldoctorMuñoz que yo nos dirigimos a ella en la conversación y en nuestra mente leatribuimoslasrespuestasqueellanosdaría.Despuéssalimosdepaseolostresigualque antes.Laúnicadiferencia consiste enque ahora, en lugar de salir a plena luz,salimosaloscurecer,entredosluces.

—Porladiscreción…—No,no.¿Quédiscreción?Esquealcuerpodeminiñaleconvienenlosgasesde

la noche, es decir, el anhídrido carbónico que exhalan los árboles. El oxígeno laperjudicaahora.Elsistemadelalumbradoquesehageneralizadoennuestrosdíasnoleconvienetampoco,esverdad.Siemprehaypérdidasdeoxígenoenesaslámparas.

—Peroellaestámuerta,señor—advirtióelcardenalcongrandesojosredondos.—Notanto.Elplasmatienesuforma,yesaformaesloquellamamoslapsique.

Esdecir,queteniendoaminiñadelante,delicadayfloralcomofuesiempreconsuscolores naturales, su vestido de novia y con sus ojos de pupilas dilatadas por laatropina y abiertos porque en los párpados tienemateria astringente, para nosotrosvive,ymientrasvivaparanosotros,viveennosotros,esdecir,queviveaúndealgúnmodopara todoelmundo.Para todoelmundoyde todos losmodos, señor.Yo lehabloaminiñacomoentoncesyellameoyedesdealgúnlugar.Porquelaformaeslaidea, como en Aristóteles, y la idea de su forma viene y va de ella a nosotrosconstantementeydenosotrosaella.Vive,señor.

—Enelrecuerdo.—Noseñor.Viveconsualmapegadaalacarnesisepuedehablarasí.Laforma

eselalmadelamateria.Eraverdad.SesentíaMuñozcadadíamásacompañadoporaquella imagen.Se

sentíarealmenteMuñozacompañadoporlafiguramudaysonrientedeGertrudisylehablabaaveces,peroellanuncalerespondía.Unavezcreyóoírladeciralgo,perono

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fuesinounailusión.Talvezlehabíaquedadoenlospulmonesunpocodeaireyporrazones físicas (presión natural y cambio o diferencia de temperatura) salióproduciendoalgunavibraciónenlalaringe.AlmirarlavioMuñozcomosiempresusojos abiertos y vidriados, su sonrisa inexpresiva y su mortal silencio. Se sentíaentoncesmássoloquenunca.Lacompañíasilenciosade lamuñecaen lavitrina lehacíamástristesutremendasoledadirremediable.YsedecíacomoGustavoAdolfo:

Alvermishorasdefiebreeinsomniolentaspasaralaorillademilecho

¿quiénsesentará?Cuandolatrémulamanotiendapróximaaexpirarbuscandounamanoamiga

¿quiénlaestrechará?Cuandolamuertevidriedemisojoselcristalmispárpadosaúnabiertos

¿quiénloscerrará?Cuandolacampanasuene(sisuenaenmifuneral)unaoraciónaloírla

¿quiénmurmurará?Cuandomispálidosrestosoprimalatierrayasobrelaolvidadafosa

¿quiénvendráallorar?¿Quién?,enfin,alotrodíacuandoelsolvuelvaabrillardequepaséporelmundo

¿quiénseacordará?

Ycomodijenollorabaya,Muñoz,perocontemplabalahermosaymudamuñecaatravésdelcristaldelavitrinaysuspiraba,avecessonrienteycasifeliz.

Los desniveles de luz y sombra a través del cristal hacían con frecuenciamovedizassusfaccionesyMuñozsealegrabayseasustabaauntiempo.

Graciasaaquellavitrinade ladoncellaembalsamadaestabaMuñozconociendoalgo que ningún amoroso ordinario suele conocer: elmiedo al amor. Porque en elamortodoestápotencialmenteimplícito,inclusoelhorror.

Unhorrorconmúsicaenunaclavequenadieconoceaún.

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Peroque todoelmundosimulaconocer,yaveces tarareaasolasenelparque,bajoloseucaliptosbalsámicos.

Enlosprimerosdíaslamuñecaolíaaalcanfor,peroeldoctorVelascoleinyectóotrosbálsamosbienolientesyporunprocesodealcalescenciaconsiguióunperfumeúnicoquellamabaalcaravea,deverasagradable.Comosevemanteníalaraízverbaldelalcanforquedestruyetodaslastendenciasdelanaturalezaalaputrefacción.

Pero esta última palabra no debía ser usada en modo alguno al referirse aGertrudisnisiquieraconpretextoscientíficos,quesuelenserlosmásatrevidamenteindecentes.

Elrelojdecucofrentealavitrinaparecíadescompuestoporquedabahorasqueno eran verdad, pero funcionabamuy bien y las horas que daba no eran las de laTierrasinolasdeSirio.Esonadieloentendía.

Talvezloentendíaelgato.Ungatonegrosiempresilenciosoyatento.Cuando la lámparadegas siseabapor las diferencias depresiónparecía querer

imponersilencioyeldoctorVelascoysuayudantecallabanymirabana lavitrina,intrigados.

El tablero de ajedrez que había en el fondo de la vitrina —todo marfilcuadriculadoenblancoynegro—sehacíamásconspicuocuandolocubríaamediaslasombradeGertrudis.Nolousabannuncaparajugarporqueeraimposibleahoraenaqueltableroelgambitodetripleintención.

Desdequepusieronlagranmuñecaenaquellavitrinalasotrascosasquehabíaenellasehicieronmuchomásostensibles.

Alprincipiolavitrinaestabaenuncuartoaparte,peroaquelapartamientocreabamisterios y ninguno de los doctores quería que el misterio prosperara porqueequivalía a aceptar que la niña había muerto. Así es que llevaron la vitrina alcomedor.

Allílaveíancasiconstantemente.Yelcomedoresellugarmenosmisteriosodecualquierhogar.

Además la sentaban a lamesa todos los días, para las tres comidas, porque eldesayunotambiénlotomabanjuntos.

EldoctorVelascodecía,satisfechocomopadreycomoembalsamador:—Cadadíaestámáshermosa.Aveceselotrodoctorseruborizabaunpocoporquesoñabafrecuentementecon

Gertrudis sueños lascivos con polución. Así se decía Muñoz a sí mismo,avergonzado.

AlprincipiohabíanpensadolosdosenincinerarelcuerpodeGertrudis,peroelpadresenegódiciendoconlamayorgravedad:

—Elfuegonolamerece.Muchodecirera.Porquelosantiguosyaúnalgunosmodernosdereligiosidadun

pocosubrepticiacreenqueelfuegoesDios.

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Laverdadesquenadiesabeloqueeselfuego.TalvezGertrudislosabía,peronolodecía.Decíamenoscosasquenunca,aunquesugeríamuchísimasmásqueantes.

Sugeríatantascosasnuevasquelosdosmédicossepasabaneldíaypartedelanochepensandoenella.Las ideasdelpadreeranarcangélicasy lasdeMuñozmásbiencontradictorias.

El día seguía teniendo veinticuatro horas en toda la casamenos en el comedordondeademásdelashorasdelaTierrateníaocasionalmentelasdeSirio(porelrelojdecuco).

Nousabanlosdoctoreslapalabramuertedentrodelacasa,hastaelextremodequeunanaturalezamuertaqueteníandeVelázquezlallamabanbodegónvital.Lodevitalparaquenohubieraduda.

Parecíaunpocoinfantilaquellamanía,perobienmiradotambiénloerafabricarlamuñecaparadarlecondiciónfísicaaunamemoriaquenolonecesitaba,realmente.

Peronielpadrenielnovioseplantearonnuncaesacuestión.No había sino una Gertrudis en el universo. En todo el universo conocido, al

menos no había ninguna como ella.Y era verdad ya que no hay dos seres igualesentre loshombresy lasmujeres.CiertoesqueGertrudisnohabíasido todavíaunamujer.Sefue,comodecíaMuñoz,antesdehaberllegado.Poresoelpadreyelnoviolaconservabanenlavitrinadelascosasexcepcionales.EllahabíapasadoaserunajoyacomolacoronadelaVirgendelaAlmudenaodelPilarodeMontserratodelaMacarena.Esohabríanqueridohacerelpadreyelnovio:consagrarla.

Peronosabíancomo.AlmenosquedabaconsagradaenelcomedorentreelcucodeSirioyeltablerode

ajedrezquenopermitíaelgambitodeterceraintención.En lasprimerashorasde lamañanaantesdequeeldoctorVelascose levantara

nadie podía decir lo que parecía lamuñeca detrás del cristal y los dos (Velasco yMuñoz)habríanqueridocomprobarsieralamisma.

Porque nunca sabemos cómo son las cosas cuando están fuera del alcance denuestravista.

Comoeselpaisajemarinocuandonolomiramos.Nielpaisajemontañéscuandoestamosdurmiendo.Haycosasquenolosonsinolasmiramos,esverdad.Comodije,avecesbailaban.Pesabapoco,nomásqueunaniñadediezañosysepodíabailarconellahoras

enterassinfatigarse.RecordandoaGustavoAdolfounavezmásycambiandoalgunadesuspalabrassedecíaMuñoz:

MásdeGertrudis,ay,lleguéalabismoymeinclinéporverloymialmaymisojosseturbaron,tanhondoeraytanbello.

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Bailar con ella era más que un placer un rito religioso en el que interveníatambiénaveceselpadre tomándolacadaunodeunamano.Ellasesosteníaenpiefácilmente por la rigidez natural del cadáver y su cabecita rubia seguía erguidainclinándoselevementeygraciosamenteaunladooalotro.Elfonógrafohabíasidoinventado hacía pocos años y aunque había que darle cuerda con una manivela(todavíanoeraeléctrico)producíamelodíasyarmoníasbailables.

Sonabaavecesunpocodemasiadootorrinolaríngueo,peroella ledabacomoatodaslascosasdimensionesangélicas.

EstodelbailenoselodijoeldoctorVelascoalcardenalytampocoalgunasdelascircunstancias de sus paseos con lamuñeca por el Retiro. Por ejemplo, durante elpaseo crepuscular la doncella embalsamada despertaba curiosidad en los galanesprofesionalesyhuboalgunoquedesdesucaballoodesdesuberlinaleenvióunbeso.EldoctorVelascoysuayudantesedieroncuentaylosdossemiraronsatisfechosyfelicespensando:lahumanidadnoestandesatentanitaninconsideradacomodicenalgunoscínicos.Hayjóvenescaballerosquesedancuentadelvalordelaverdaderabelleza.

Comoseveningunosesentíaincomodadoporaquellasinvitacionesalflirt.Perohubodificultades.Elprimerdíaquesalierondepaseoconella, lohicieron

enuncarruajedealquileryelcocherosediocuentadequealgoextrañosucedía.—¿Es la señorita paralítica?—preguntóviendoque la llevaban envilo los dos

doctores.Ellosdijeronquesí.Mástardeycomoelcocheroestuvieravigilanteyalertayse

dieracuentadequelamuñecanohablabavolvióahacerpreguntas:—¿Estambién,laseñorita,muda?Dándose cuenta el cochero de que respondían a sus preguntas con cierta

incomodidad y desagrado decidió no preguntar más. Pero debía ser supersticiosoporque al llegar al lugar donde el paseo de coches del Retiro da la vuelta yencontrarseconlaestatuadelángelcaído,preguntó:

—Comosusmercedesmejorsaben¿noeselángelcaídoeldemonio?—No se me había ocurrido pensarlo —respondió el doctor Velasco, un poco

extrañado—peropodríaserquetuvieraustedrazón.—Entonces—intervinoMuñozsonriente—vaaresultarqueMadrideslaúnica

ciudaddelmundodondeSatanástieneunaestatua.—Siesasí—comentóelcochero—noescosaderisa.Yarreóloscaballosconganasdesalirdeallí.Después de aquella experiencia decidieron no salir sino en el coche propio y

ademássinhacerloconducirporelaurigadeldoctor,sinoconduciéndolounodelosdosmédicos.PeroalverseMuñozsóloconGertrudisdentrodelcoche,cadavezqueal tomarunavuelta lamuñecagrande se inclinaba sobreél, se sentía terriblementeimpresionado.No pudo nunca imaginar la importancia que la presencia del doctorVelascotenía,hastaelprimerdíaquehizoelpaseoasolasconsuantiguanovia.

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Así y todo siguieron saliendo sin cochero, hasta que dándose cuenta de lasdificultades de aquella aventura, decidieron llevar al cochero de la casa, que erahombrejovenydefuerteimaginación.SeadelantóaexplicarseasímismoloqueeldoctorVelasconohabríasabidotalvezexplicar.

—Los sabios en medicina necesitan hacer pruebas muy raras y difíciles parapoderseguirelprogresodelaciencia,¿verdadseñoresmisamos?

Losdosrespondieronsecamentequesí.El cochero chascó el látigo y los caballos que al parecer tenían como otros

animales,elsentidodepercepcióndelovivoylomuertosemostrabannerviososydesiguales en losmovimientos. Cuando el coche aceleraba lamuñeca daba con lacabeza contra el cristal de atrás y una vez que el carruaje se detuvo en seco, cayóhaciaadelanteytuvieronqueretenerlaporlascaderasylacintura.

Asíy todo,nodejarondesalir todas las tardes inclusocuandoel tiempoestabainseguroyamenazaballuvia.

EldoctorVelasco,cadavezmásanimadoyelocuente,repitió:—Sueminenciadebecomprenderqueellaviveparanosotros.—Esoes—dijotímidoeldoctorMuñoz.—Viveporquemiyernoyyolatratamoscomosiviviera.Poresesimplehecho

ella vive. Igual que usted y que yo. Más que muchas personas que pasan por elmundoanuestrolado.

Evitabaelcardenalaquelaspectodelproblema:—Pero debe ser incómodo salir con ella. ¿Cómo sube y baja las escaleras, por

ejemplo?—Si viera usted, eminencia —sonrió Muñoz angelicalmente—, lo poco que

pesa…La tomamos cada uno por un brazo y se deja llevar alegremente.Como elvestidotienelafaldalarga,nosevensuspies,yparecequecamina.

Yaquímintióeldoctorparadecir:—Nisiquieraloscocherossehandadocuenta.—Esoesloqueustedescreen—comentóelcardenal,escéptico.Talvezelcardenalsabíamásdeloqueellossuponían.—¿Quéquiereusteddecir?—preguntóVelasco.—Nada.Essólounahipótesis.Jugabaelcardenalconuncortapapelyunabarradelacreazulqueponíaencruzy

enequilibrio.Parecíaabsortoensuspensamientos.Porfinhizootrapregunta:—Heoídoque llevaronustedeselcuerpodeGertrudiseldíaseisdeeneroa la

ópera.¿Esverdad?SevolvióeldoctorVelascohaciasujovencolega:—¿Fueelseisdeenero?—Sí,lanochedeReyes.AcuérdesedequefuelanochedeReyes.Todoscallaron.Elcardenalpreguntó:

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—¿Fueésesu…regalo?Quierodecirquesilallevaronalaóperaparacelebrarlafestividad.

Habíaenlapreguntaciertaironía.LosmédicosmiraronalcardenalconreceloyeldoctorVelascodijoagriamente:

—CuandomurióellacreíatodavíaenlosReyesMagos.Yesedelaóperafueunode losmuchos regalos que le hicimos aquel día.La llevamos a la ópera; sí, señor.¿Quierevuestraeminenciaqueledigaalgomás?Segúndicenustedes,elpecadoeslamuerteylavirtudeslavida.¿Noeseso?Puesbien,aquellamemorablenocheeramihijalaúnicapersonarealmentevivaenelteatro.Enunpalcofronteroseencontrabaestafamilia,digoladelosmarqueses,yyaveustedcómoseconducen.Acabamosdecomprobarquesonejemplosdeestupidezydeconcupiscencia.EsaquellamanNenaesuncasodeestudio.

—Notanto—sonrióelmédicoauxiliar.Se quedó el doctor Velasco unmomento confuso con la sonrisa de su colega.

Tomó lapalabraeldoctorMuñozparadecirquesucolegaymaestro tenía razónyque lapresenciadeGertrudis en laóperacausó sensaciónaquellanoche.Nohabíaojosenlasalasinoparaella.Losjóvenes,losviejos,loshombres,lasmujeres.

—Todos los gemelos—corroboró el padre con una sonrisa ingenua— estabanenfocadossobreella.Naturalmenteminiñafuelareinadelanoche,apesardequelosreyesdeEspañaestabanensupalco.

—Loquenocomprendoesqueelpúbliconosedieracuentadequesetratabadeuncuerpomuerto.

—No diga usted esa palabra, señor —suplicó Velasco—. Técnicamente estámuerta,peroajuzgarporlosefectosqueproduceestámásvivaquenunca,y,además—insistió—,laacompañanuestroamor,yeseamornuestroretienesualmacercadesu cuerpo. Nuestro amor vivifica la forma de su materia. La deliciosa forma, laexquisitaformadesumateria.

Sedirigióasucolegayluegoalcardenal:—Quisiera hacer unapregunta sime es permitido. ¿Cómo sedieron cuenta los

marquesesdeloquesucedíaennuestropalco?—Ah,nosé—seapresuróadecirelpurpurado—.Esoyonolosé.Parecequeesa

sospechavinodespués,porquelagentehabla.VacilabaeldoctorVelasco,ydeprontoordenóasuayudante:—Cuénteloustedtodoalcardenal.Todo,sinomitirdetallealguno.SatisfechoeldoctorMuñozdequenosólolepermitieranhablar,sinoquese lo

ordenaran,comenzópordecirqueparaevitaralagenteenlospasillosdelaópera,enlas escaleras, en el buffet, y sobre todo en el peligroso trance del guardarropa,entraron en el edificio cuando supieron que el telón se había levantado, y que nohabíanadieenlospasillos.

—Entramosenelteatrodeprisa,aunquedisimulando,yllevamosenvolandasanuestrapreciosaniña.YadecíaeldoctorVelascoquecasinopesa,yqueelvestidoes

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largoycubre lospies.Subimoslaescalinatade lujo, losalabarderosnosvieronsinsospecharnadayentramosennuestropalco.Enlasemioscuridadfuefácilinstalarse.Laniñaibatodadeblancoconfloresblancastambiénenelpecho.Porcasualidadeldoctor Muñoz se había puesto un ramito de azahar en la solapa del frac y hubomalentendidos graciosos y rumores, cuchicheos, sonrisas y hasta algunos discretosaplausos.

—Diosmío—dijoelcardenal.—No, no. Nada de escándalo. La indiferencia natural de la niña para todas

aquellasmanifestacionescausóbuenaimpresión.Yasabequeunanoviarepresentalaalegría, el optimismo, y había algo extremadamente cándido en el hechode ir a laóperadeaquellamanera.Comosiempre,lagentebieneducadasemostróamable.Enlos otros palcos y en el patio de butacas todos comprendían y nos miraban conamistad.Enlosanfiteatrosdearriba,conlagentedemediopelo,lacosaeradiferente,yaunqueyoevitaramirarlos,sabíaquehabíasonrisascínicasytalvezalgunabromasucia.

—¡Jesús!—No, no. Nada realmente incómodo. Nada intemperante. Es decir, entre el

pópulo, o sea, los estudiantes del gallinero y otra gentemenor, la cosa era todavíadiferente.Lode siempre.Figúrese.Peroestábamosatentosa la representacióny lagentedejódeinteresarseennosotrosporelmomento.CantabaenlaescenaGayarre«Lafavorita».Laniñasolíacantarencasatambiénalgunospasajesdeaquellaópera,queestabademoda,yyo,aunquenotengomuchavoz,laacompañaba,yalmismotiempo los dos tocábamos el piano. Por todas esas razones considerábamos unaexcelentecoincidencia«Lafavorita»enlanochedelosReyesMagos.

—LausDeo—murmuróelcardenal.—Nolocrea.Elprimerentreactoeracortoylagentenodejabasusasientos.Las

lucesnoseencendían,esdecir, sólo losmecherosbajosde la lámparacentral,y laorquesta seguía tocando. Entonces fue cuando la atención de la gente comenzó aconcentrarse en nuestro palco. Los gemelos coincidían sobre la niña. Yo estabasentadodetrásdeellaylahacíacambiardeposturadevezencuando.

—¡Alabadoseaelseñor!—Lamayorpartedeltiempoellamirabaalaescena—dondenosucedíanada—

y,porlotanto,lagentelaveíadeperfil.UstedsabequealdoctorVelascoloconocenenlacorte.Losdoctoresdemodasoncomolosartistasfamosos,ustedcomprende.EldoctorVelascoesunpocodistraídoy triste,yconsugranestaturaesa taciturnidadimpresiona al público. En cuanto a mí, me miraban con esa expresión un pocozumbonaconquesemiraaunnovio.

—¡Diosnosasista!—No,señor.Nohabíanadaextraño.Ellasemovíaunpocoasíalaizquierdaoa

la derecha. Sólo de la cintura para arriba. A veces yo cambiaba ligeramente laposicióndelasilla,señor.Peromuypoco.Terminadoelentreactovolvióalevantarse

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eltelón.Entoncesretiramosalaniñahaciaadentro,lequitamoselveloyelazaharyquedó con sus hombros desnudos y su cabecita (llevaba una diadema pequeña)despejada.Volvimosallevarlaalprimertérminodelpalco.Enlapenumbradelasalasenotabaaúnlacuriosidad.LainfantaIsabelmiróconsusgemelitosdenácarydijoalgo a sus acompañantes en el palco real. Se veía que el teatro entero estabapendientedenosotros,esdecir,deGertrudis.

—¿Losreyestambién?Reginamater.—Eso es. La reina madre, allí con su coronita y su aire severo, es decir,

graciosamentesevero.—Ustedcomprende,señorcardenal,queporunladonossentíamosfelicesypor

otrounpocoinquietos.Podríaserquealguiensedieracuentaoque…Bien,podríaserquealgún jovenconocidomásomenosdeldoctorVelascoseacercaraalpalcoconlaintencióndeserpresentadoalaniña.Peroporotraparteeltrajequelagentecreíaqueeradenovianosdefendía.Noeraprobablequenadieseacercaraenaquellanoche de bodas—de unas bodas a las que no habían sido invitados—. Como sepuedesuponer,lasbromasdelagentedelgallinerosebasabanenqueminoviayyo,reciéncasados,estuviéramosenlaóperaenlugardebuscarlamaneradequedarnossolos.Naturalmente, no decían nada, pero se podía suponer y aun adivinar en susexpresiones.

—Vulgoabyecto—dijoeldoctorVelascoconunacentodeverdaderorencor.Sonreíaelcardenal.Susonrisaeracasifemenina,perolaatencióndesusojosera

viril,fríaycongelada.EldoctorMuñozseguía:—Alterminarelsegundoactoseencendierontodas las luces.Elgasesunaluz

implacablequehacelívidaslasexpresionesdelosviejosydelosenfermos,peroqueda a los rostros adolescentes como una calidad mineral de mármol. Nuestra niña,inmóvil, con un brazo doblado y enguantado sobre el terciopelo rojo del palco,miraba indiferente.Yomovíaotravezpordetrás laparte superiordel troncode sugraciosocuerpoyellaparecíacambiardeposición.Movimientos leves,claro.Perocada uno de ellos suscitaba nuevas curiosidades. Los que la habían visto de perfilqueríanverladefrente.

—Señor,señor.—Nolocrea,eminencia.Eranaturaltodo.MifrustradosuegroeldoctorVelasco

erafelizyavecesrepetíaentredientes:«Pobreniñamía,todoMadridatuspies».—Pero él y yo pensábamos otras cosas. Pensábamos—: Aquí tenéis, jóvenes de ladisoluta sociedad, de la burguesía codiciosa, de la cursi clase media, del pueblolaborioso. Aquí tenéis una hembrita inmaculada. Aquí tenéis ese ángel a quienbuscáis en vano, ése a quien se refería sor Juana Inés de la Cruz en sus famososversos:

«…queredlascuallashacéisohacedlascuallasbuscáis».

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«Aquí tenéiseseángelquemerece todos los respetos, todas las loanzasy todas lasilusiones. Aquí está». Y a las muchachas les decíamos en el silencio de nuestralaboriosaimaginación:«Sí;éstaesella,laincorrupta,lacasta,lavirgen,lalimpiaeinviolable.Éstaes,miradlabien.Ellafuesiempreasíynomereceacabarcomolosdemásentrelapodredumbreyelcienodelamuerte.PorqueGertrudisnopodíaseruna muerta vulgar. Aquí la tenéis vosotras, hembritas endiademadas y descotadastambién,quelamiráisahoraconenvidiabuscándoleundefectoquenoencontráis,yporesoodiándolamás.Querríaisserella,¿eh?».Perotalvezlehabíanencontradoundefecto.Desdenuestropalcovimosalgunasexpresionesyoímosalgúncomentario.Sílabassueltasdepalabrasvagasquereconstruíamos.Loquelasotrasmujeresdecíanera lógico. Decían que nuestra niña era inexpresiva y que parecía una estatua decristalderocaounamuñeca.

—¡Ycómo!—No,no,nadadeeso,señorcardenal.Yocreoquesinosedabancuentadesu

verdaderoestadoeraporquenadiepodíaimaginarunacosaasí,esdecirtaninusual.Deotromodo—sialgunopudierahaberloconcebido—talvezhabríancaídoen lacuenta. ¿Pero quién iba a concebir una cosa como aquélla? ¿Y era realmenteinexpresiva?MimaestroeldoctorVelascodecíaentredientesmirandoalagenteconrencor:«Nadieentrevosotroses tanexpresivocomoella,peroesunaexpresión lasuya que vosotros no podéis entender. Si la entendierais ahora, saldríais dandoaullidosdeestasala».

—Justamente,Diosmío.—El doctor Velasco dijo: «Aullarían como pobres diablos, si lo supieran,

incapaces de afrontar la única pureza posible cara a cara. ¿Qué le parece?». LaspalabrasdeldoctorVelasco,mimaestro,teníansucargasecreta.Yenmiopiniónnopodían ser más justas. La única pureza posible. Porque Gertrudis había sido puradesde que nació. Con ella, la pureza era connatural. Yo no acababa de sentirmetranquilo.Estabasegurodequeacudiríaalguienalpalco.Haysiempregentecuriosaen laóperadispuestaa tomarseatribucionesy libertades.EspecialmenteunhijodelosduquesdelMaestrazgo,que,porcierto,estabaconsunoviaenelpalcodeallado.Conlanoviaqueibaallevaralaltarsegúnpareceundíadeéstos.Losesponsalessehabíancelebradoya.

—La boda se ha deshecho—dijo secamente el cardenal—. Sus informes sonciertos,perosehadeshecholaboda.

—Losiento.¿FueporelincidentedeGertrudis?—Poresofue,doctor.—Losiento—perodiciéndolo,eldoctorsonreía—.Enotropalcoestabaelhijo

de los condes de Santa Alodia, que no quitaba los ojos de nuestra dulce criatura.Tambiénestabapara casarse el conde,peropareceque la cosa seha aplazado sinedie.Losientotambién—yseguíasonriendo.

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EracomosielhechodehaberdeseadoaquellosnoviosunmomentoaGertrudishubiera tenido una consecuencia maléfica. Acababa el doctor Muñoz de pensaraquellocuandoelmismocardenalformulólaidea,aunqueconciertatimidez,porqueenelfondoeraunasuperstición:

—Amímehandicholomismoalgunaspersonas,perocomonadiesabíaaquellanocheconseguridadquiéneralahermosareciéncasadadelpalco,lahipótesisnoesmásqueeso:imaginaciónsinbase.NadiesabeacienciaciertatodavíasiGertrudisesuna sobrina del doctorVelasco, llegada de provincias, o una joven hermana de sudifuntaesposa,queDioshaya.Algunoshandichoporcasualidadlaverdadsinacabardecreerlaellosmismos.Así,pues, lasuposicióndeesa influenciamisteriosanaciómuchosdíasdespuésyahoraflotaenelaire.LoúnicoquepudosucederesquelasnoviasdeesosjóvenespercibieraneneldeseoconqueellosmirabanaGertrudisalgomisteriosoyrepelente,yqueaqueldeseoselevantaraentreellosdespuéscomounacrecienteyraradificultad.

—Yaveo—dijoVelascoreflexivoyfeliz.El cardenal se dirigió una vezmás almédico joven con el deseo al parecer de

aligerarlaconversación,esdecir,desenfocarladelolúgubreytrágico:—¿ViveustedenlamismacasadeldoctorVelasco?—Sí,señor;yacreohaberlodichoantes.—Peroustedylaniñanollegaronacasarse.¿Oestoyequivocado?—No,noseñor.Sinembargo,considerandolascosasensujustosentidosediríao

sepodríadecirquesí.Esdecir,compréndame.Nosuníalavidaynosunelamuerte.No hacemos el doctor Velasco y yo vida social. Ella hace toda la que nosotrospodemosproporcionarleynosotrosrenunciamostambiénalasdemásrelaciones.Así,yo vivo para ella. Y no crea usted, a veces Gertrudis lo comprende y no está tansilenciosanimuchomenos.Avecesmehabla.

Enelpenososilencioquesehizo,eldoctorMuñozsecreyóobligadoaexplicarconversosdeEspronceda:

«Hayunavozsecretaqueelalmasolarecogidaentiende…»

—Esoes—aprobóVelasco.Elcardenalnoestabasatisfecho,ydirigiéndosealdoctorMuñozpreguntó:—¿Diceustedqueescomosisehubierancasado?Losdosmédicos,sinhabersepuestodeacuerdo,dijeronalmismotiempo:—No,no.Esunamaneradehablar.Muñoz,ruborizándoseunpoco,añadió:—Elcuerpodeladulcecriaturanotieneunmilímetrodesuperficiequenohaya

pasadopornuestrasmanos,¿verdad?Dichoseaconlamássincerayaltareverencia.

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NodijonadaeldoctorVelasco,yelcardenalpensó:«Nuestrasmanos.Hadichonuestras, es decir, del padre deGertrudis y de él.Nuestras y nomías».Si hubieradichomismanos,aquelladeclaraciónlehabríaparecidosacrílegaalcardenal.PeroeldoctorMuñozvolvíaahablar:

—El entreacto de «La favorita» no lo olvidaremos mientras vivamos. Fuelarguísimoycasinadiesaliódelasala.Eracomosinuestraniñalosretuvieraensuspuestos.

—Ylosretenía,claro—murmuróVelasco.—Esposible—dijoMuñozdirigiéndosealcardenal—,aunqueenesoavecesmi

suegroyyodiscrepamos.Esdecir—seapresuróapuntualizar—,estamosdeacuerdoenelhecho,peroloentendemosdemaneradiferente.

El cardenal parecía no gustar de aquellas digresiones y quería sólo seguirconociendohechos.Máshechos.

—Como digo—continuóMuñoz—, el entreacto nos parecía interminable,másquepornadaporquelaabundanciadelucesdegasenrarecíalaatmósferaydañabaelcutis floral de nuestra dulce criatura. A la luz del gas, las joyas relucen comoconstelacionesdeestrellas.YGertrudisllevabasólounbrazalete,lospendientesyladiadema.

—Yunpequeñocollardeperlas—añadióeldoctorVelasco.El médico joven se llevó a la frente la palma de la mano con un gesto de

consternación.—¿Cómohepodidoolvidarlo?Perdóneme,maestro.Bien,lasjoyasdelaniñano

erandiamantes,porquemisuegroyyonoshemosenteradoenestosúltimostiemposdelascostumbresdeltocadorfemenino.Eranperlasyamatistasycausabancodiciayadmiraciónallídondetantasjoyasytanvaliosashabía.EraquelasjoyasdeGertrudisiban, por decirlo así, engastadas en el misterio de la persona misma. Estabanintegradasenellamismayensucuerpo,yenloquepodríamosllamarelauradelapsique, con permiso de mi maestro, que en eso no está de acuerdo conmigo. Sinembargo,ladiscrepanciaessólodeforma.Cuestióndepalabras.Esoes.EfluviosdelapsiqueesloqueyollamoalasumadeimpresionesquelapresenciadeGertrudisproyecta sobre nosotros. Cuestión de nombres. Para el doctor Velasco es el almamisma y para mí son sólo como decía, y permítame que lo repita, los «efluviosinconsútilesdelapsique».Noladeella,sinolanuestra,quesereflejaenellayqueregresa,pordecirloasí,sobrenosotros,impregnadadesudulcísimapresencia.

—Usted sabe—dijo el doctorVelasco con el acento del que se disculpa—, eldoctorMuñozsedejallevarunpocodelaelocuencia,peroesverdadquelascienciasdelapsicologíaestánahoraenauge.

—En el seno de lamadre Iglesia lo estuvieron siempre—dijo el cardenal concierta sequedad—. ¿Pero no sigue el doctorMuñoz?Siga usted.Antes dígame.Supalcodebíaserelpalconúmerocinco,esdecir,eltercerodesdelabocadelaescena.¿Noeseso?

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—Esoes.¿Cómolosabevuestraeminencia?Antesdequeelcardenalrespondiera, intervinoeldoctorVelascodirigiéndosea

Muñoz:—Seríabuenoqueahoraexplayaraustedsuideadeloinefableenrelaciónconla

presencia de la niña. Pero no haga frases brillantes, por favor. Debo advertir,eminencia, que no estoy de acuerdo con él, pero reconozco que su teoría merecealguna atención. En el caso que tratamos, todas las reacciones del público eransuscitadasporelcuerpo.Elsoma.Aquellanoche,porejemplo,lasociedadcultadelacorte estaba allí pendiente del soma de Gertrudis. Entonces… bueno, bueno, sigausted,Muñoz.Noquisieracitarleausteddeunamaneraincorrecta.

—Esverdad,maestro,quetodalasociedaddeMadridestabaallípendientedesupsique, creo yo. Y la intuición de la gente trabajaba. Miraban a nuestro palcorendidosde admiracióny algunos jóvenesdebían estar enamorados, supongoyo, ajuzgar por su insistencia. El padre de Gertrudis, mi maestro, estaba como ahora,tranquilo.Esdecir, comosiempre.Peroyo tenía losnervios tensoscomo lacuerdadelharpaeólica,ustedcomprende, señorcardenal.Doso tresveces llamaronen lapuerta del palco de al lado y yo creí que había sido en nuestra puerta.Cuandomimaestromepreguntóquémepasaba,ledije:«EsquesialgunoseatreveacortejaraGertrudistendréquedarlelarespuestaadecuadaparadefendermihonordenovioodeesposo».Desupuestoesposo.Comprendoquemitemoreraexagerado.¿Quiénibaaatreverse?Yoteníamiedodequealguienenviarafloresalpalco,seacercaraconeldeseodeserpresentado.MuchagenteconocíaaldoctorVelasco.Cualquiergalanteríaabiertaypúblicaseríaimpertinenteennuestrascostumbres.Noeraqueestuviéramoscelosos,sinoalertayadvertidos.Nocelosos,repito.Ustedsabe.Ytodalasalaestabaagitada, rumorosa y diríase febril. Lo inefable. Allí donde hay alguna forma debelleza inexplicable, allí va el hombre loco de curiosidad y de deseo. ¿Qué mássentidoinefablequeelquesuscitabalapresenciadelaniña?Yodeseabacontodamialma que apagaran las luces y continuara la representación.Mi sangre estaba fría,perohervíaenlasvenas.Yelentreactonoacababanunca.Creoquelaempresadelambigú,extrañadadelafaltadeconcurrencia,queríadartiempoypedíaalescenarioqueesperaraquinceoveinteminutosmás.Ustedpuedeimaginarloquesonenesosmomentosquinceminutos.Yadigoquenoestábamoscelosos,aunquesíirritadosporlaefervescenciadelasala.

—Enesoexagerausted—dijoeldoctorVelasco—.Lasalaestabatranquila.—Perdón, no había nadie tranquilo allí más queGertrudis,maestro. En eso la

memorialefalla.—¿Cómovaafallarmeenunsucesoqueocurrióhaceunmes?—Perdone.La atmósfera estaba en esa situaciónque sugerí antes.Esoque con

cierta exageración disculpable los cronistas de salones llaman efervescente. Algoadivinabaelpúblico,peronosabíaqué.Yosalíalpasilloy ladoncellaqueatendíaaquelaladelospalcosmedijo:«Señor,puedesentirseorgullosoyfeliz».¿Porqué?

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Hanvenidocuatroocincojóvenesapreguntarquiénessonustedes,ytresdeellosmehan dicho que la señora era prodigiosamente hermosa. Uno de ellos yo creo queestabaunpocoborrachoyqueríairafelicitarleausted,peroyoledisuadí.Entoncesme entregó este billete para la señora.Nos está prohibido hacer esas diligencias ycomoelseñorsabeyosoylealalseñor.¡Bah!Lediunasustanciosapropinaytoméel billete.Era un soneto titulado:Lanoviaorante. Se refería aGertrudis.El títulosugeríaunparaleloentrelanoviayacenteylaorantecomoenlasestatuasfunerarias.Mire usted lo que es la intuición de una mente lírica a través de circunstanciasinefables. Naturalmente, el soneto iba firmado y yo conocí al autor. Mi primerareacciónfueviolenta.Penséenenviarlelostestigosyretarloaduelo.Ellanceenuncasoasíparecíaobligado.Preguntéamisuegroyélmerespondió:«Nodigonada,porquenoquieroinfluirensudecisióncualquieraquesea.Lascuestionesdehonorson delicadas y mucho más en un caso semejante». El soneto, por otra parte, lorecuerdodememoria,decía:

Voyyvengoporprediosdelespantocomoporlosdetuazahariríacortandoenlosmacizoselacantoyconfundiendolanocheyeldía.

Yanohayestatuaenlacapillafría,sóloquedaunasombrayunarosa:larosadetuamor,lasombramíaentreperplejayvoluptuosa.

Ahoramiroatusarasenlanievedeesteinviernodelser,miblancoguantequiereescribirtunombreynoseatreve,ysemedulcificalaconstantedesventuradetantofríoalevesintiendoentilaprimaveraorante.

—Noestámal—dijoelpurpurado.—No,peroesonotienequeverconnuestroproblema—advirtióVelasco.—Lacuestióndehonoreraespecialmenteobligada—repitióMuñoz.—¿Porqué?—No sólome faltaba aquel galán amí, sino que su actitud era un ultraje a la

purezadeGertrudis.Veaustedestosversos:

…lasombramíaentreperplejayvoluptuosa.

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—Yosabíaquenopasaríanada—dijoeldoctorVelasco—porquemiyernoesbastantepusilánime.

—Ustedsabequediscutimoslacuestiónlargamentecuandollegamosacasa.Yoredacté en un papel los términos del duelo y también apunté los nombres de seisamigosentrequienesdebíaelegirlostestigos.Comodigo,yoqueríadesafiaralautordelsoneto,queesunespadachínconocidoenlacorte,perohabíaqueesperar,porqueaquellanochelesucedióalgo.Setorcióunpieenlaescalinatadelteatro.Esonoeraobstáculoparaelduelo,yaquelaparteofendidadebíaelegirlasarmasyyoelegiría,comoesnatural,lapistola.Entodocasoapistolaoasablelosreglamentosdeldueloprohíbenbatirseconalguienquenoestéenelplenodominiodesusfacultadesfísicasy había que esperar. Así pasaron quince días durante los cuales mi suegro y yoreconsideramoslacuestiónyyofuiavisitaralostestigos.Unavezenlaantesaladelprimerodeellos,comprendíquesimebatíatendríaantesqueponerenconocimientodeltestigoelmotivodelaafrenta.Dudaba.Porfinmiamigosalió,yaldecirledequése trataba preguntó: ¿Pero no murió la hija del doctor Velasco? Sí, claro, le dije.Quedó aquel hombre meditando y luego exclamó: «¡Batirse por el honor de unapersona muerta! ¡Es un caso de caballerosidad de veras admirable!». Peroprecisamente en aquelmomento yo cambié de opinión. Aquello del honor de unamuertamerecordóquesiemprequehabíaundueloporunamujer la reputacióndeellaquedabaunpocoenentredicho,yestomealarmódeveras.Salíde lacasa sinllegar a concretar nada. Mi maestro y yo acabamos por renunciar, es decir, nospusimosundíaapensarquéseríaloqueGertrudishabríapreferido.Quénoshabríadichosipudierahablar.Noeradifíciladivinarlo.Noshabríadichoquerenunciáramosalduelo.Ustedpensabalomismo,yademás,añadióqueelescándalonofavorecíaalbuennombredeGertrudis.Estoeralomásimportante.Enfin,quenomebatíporqueloconsiderábamosunaimpertinenciadesdetodoslospuntosdevista.Aquellanoche,en el teatro sentí decrecer mi inquietud contra el galán del soneto, preocupadoseriamente por las dificultades que podríamos tener a la salida. Cuando entramosnadiehabíareparadoennosotros,peroahoraeradiferente,porquehabíamossidoelcentrodelaatencióngeneral.Decidimossalirantesdequeterminaraelactotercero.Laobrateníacuatro.Sisalíamosamitaddelactocuartoseguramenteencontraríamosgenteenlospasillosyvestíbulos,loquenoeraprobablesaliendoalamitaddelactotercero. Eso decidimos. Sin embargo, y a pesar demi impaciencia, el telón no selevantabaaún.Todaelalacontrariade lospalcosseguía interesadaennosotros.Yomovíaunpocoelbustode laniñademodoqueunasvecesmirabahaciael telónyotrasalospalcosdeenfrente.Laniñateníaenlamanoizquierdaunpardegemelosmuy pequeños de teatro y la mano apoyada en el antepecho que era una repisatapizada de terciopelo carmesí. Sucedió una desgracia. En uno de los ligerosmovimientosdelaniña,lamanosaliódelarepisaylosgemeloscayeronabajo.Lopeor fue que rebotaron en algunas molduras del antepalco y fueron a caer sobrealguien.Porfortunaeranunosgemelospequeñísimosquenopesabannada.Comoes

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natural, laniñanosemovía,nisiquieracambiódeposición,comosinosehubieradadocuenta,peroelindividuosobrequiencayeronlosrecogiódelsueloyfrotándoseconunamanoelhombrodondelosgemeloslehabíangolpeado,noslosofrecíaconla otra. El doctor Velasco salió de prisa a buscarlos, y allí fue Troya. Cuando losjóvenes más o menos conocidos suyos lo vieron, acudieron como un enjambreimpaciente. Buenas noches, doctor. Enhorabuena, doctor. ¿Es alguna sobrina suyaque se ha casado? Vamos a tomar un vaso de champaña, doctor, y de pasohablaremos. ¿Puedo subir al palco a saludar a su familia? Algunos eran de verasatrevidos.Tieneustedunamuchachaencantadora en supalco,decían.Eldoctor selimitabaadar lasgraciassecamente.QuienmásinsistíafueunColima,elherederodel título. Estaba con su tía Cayetana en un palco platea debajo del de la infantaIsabel. Y el doctor Velasco pensaba que si su hija viviera realmente habríaemparentado, tal vezpormatrimonio, con losColimas.Reflexiones comoésas sonnaturalesenunpadre.Colimaledijoalgomásatrevidoaún.Ledijoqueenvidiabaasu ayudante, y que daría cualquier cosa por ocuparmi puesto en el palco. Ibamisuegro a responder cuando apagaron las luces y comenzó a tocar la orquesta.Recuperadoslosgemelos,eldoctorVelascovolvióalpalco.Todavíaestabaelinterésdelasalaconcentradoennosotroscuandoselevantóeltelón.UstedsabequelagentenovaalteatroaverunaóperaynisiquieraaoíraGayarre,sinoaverselosunosalosotros,apasarrevistaalasmujeresesperandoalgunasorpresaynovedad.Así,pues,siguieronmirando con insistencia. Por fin, cuando vimos que la atención decrecía,nos levantamos, tomamosa laniñapor losbrazosyponiéndoleunasalidadebaileque teníamos preparada con su capucha blanca, huimos. Pero estaba de Dios quehabíadesucederalgoconlosgemelos.Noslosdejamosenelpalcoyladoncellavinodetrásconellos.Nosalcanzó,yolosrecogíyelladebióveralgoquelaasustóporquedio un grito. Sin detenernos, nosotros seguimos hacia la salida. Frente a la puertaprincipalhabíaavisadoresdecochesyotragentepicara.Alvernossepasaronlavoz:«DoctorVelasco,doctorVelasco».Ynuestrococherollegóconlachisteraenlamanoynoscondujodeprisaalcoche.Yasabráustedqueelestacionamientolasnochesdegrangalaesdifícil,yquehayqueandaravecesmásdeunkilómetroparaencontrarel carruaje. Los cocheros por curiosidad se fijaron en la niña y hubo extrañosrumores.Talvezalguienvioalgo.Nosabemosqué.

Elcardenallevantólamano:—¿Quécreeustedquepudieronverloscocheros?—Nosé.Unodijo:«Laseñoritanoestábien,poresosalenantesdeterminar.—

Otrodijo—:EsqueeldoctorVelascohatenidoalgunallamadaurgente».Auntercercochero que estabamás lejos leyendo un periódico a la luz del farol de su propiocoche,leoídeciralgomásextrañoyraro.Nosé.Talvezyoentendímal,perocreoquedijo:«¡Laestantigua!».Talvezdijootracosa.Puedodecirquelanoticiaqueleíaeraantigua.Ocualquierotracosa.Entodocaso,yoentendíaquello.Mástardenospreguntábamos qué podía haber querido decir el cochero con aquello de «La

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estantigua».Yocreoquedebiópensartambiénquelaniñasehabíadesmayadoyqueporesosalíamostanprontoynoslallevábamosenvolandas.Entodocasonopudosospecharnadiemásqueeso.¿Cómoibaaimaginarnadielaverdad?Yadecíaantesqueloinusualdelcasonosayudaba.Pero¿porquédecir lapalabraestantigua?Talvezlaintuicióndeunmisterio,digoyo.

—¿NoseveenelrostrodeGertrudisalgunaseñal,pordecirloasí,reveladora?EldoctorMuñozdescendíaadetallesnimiosparaconvenceralcardenal:—No,no,deningúnmodo.Labocaangelicalde laniñano se abre.Tieneuna

pequeña grapa o laña de oro en cada lado uniendo los maxilares. La materiaesponjosaquerodealosalveolosdelosdientes…

Elcardenalalzólamano,comopidiendoporfavorquesecallara.EldoctorVelascomiróelrelojyselevantó.Enaquelmomentollegarondelsalón

contiguo voces airadas y la abuelita parecía protestar más dolida que ofendida, ycomo otras veces, próxima al llanto. Se oyó también en un corto paréntesis desilencioeltimbreautoritariodeNena:

—Túloquetienesquehaceresirteadormir.Eslahoradelasgallinas,abuela.Algunosinvitadosjóvenesrieron,peroamistosamente.Escuchabaelcardenalsindejardemirarconunaexpresiónunpocoinhibidaalos

dosmédicos.—Les ruegoque no se vayan.Noha terminadonuestra entrevista aún, señores

míos.DijoeldoctorVelascoqueporsupartehabía terminadoyelcardenaldoblóun

ladodelaclámidesobreelhombroconunmovimientohabitualyfuedejandocaersuspalabras:

—PeroeldoctorMuñozyyonohemosterminadoaún,yleruegoaustedquenospermitaseguirhablandounpocomás.Tambiénparamíestarde,yesoquenotengocomoustedesunapresenciadelicadaquemeespereencasa.

EsaalusiónaGertrudisparecióa losdosmédicosexquisitayeldoctorVelascovolvió a sentarse. En elmomento en que el cardenal recogía su aliento para deciralgo, elmédico viejo se inclinó sobre su discípulo y le dijo entre dientes y casi aloído:

—Sueminenciatienerazón.Laniñaespera.ExplicóMuñozenvozalta:—Esquehoyessucumpleañosyqueremosvolveracasaconlosregalos.—¿Cuántosañoscumpliría?—preguntóelcardenal.—Cumple dieciocho. Y como digo —añadió Muñoz—, le hemos comprado

algunascosas.Vestidosyjoyas.Hemosdejadolascajasenelvestíbulo.—Yzapatos—añadióeldoctorVelascocomosidespertara—.Tambiénlehemos

compradozapatosderasoblanco.—Lasjoyaslasllevamosaquí.¿Quiereverlas?

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Sacóunestucheylomostróabierto.Eraunpardependientesllenosdegenuinosiris.Elcardenallosacercóalaluzdelgas.Entrelosdestellosrosaseveíanotrosmáspequeños,azules.Teníaelcardenalganasdepreguntarelprecio,peronoseatrevía,porquehacíafaltaunaevidentemalaeducaciónounainmensaconfianza.

EldoctorVelasco,queparecíaahoramásconciliador,sacódelbolsillotraserodelfracotroestucheplanoycuadrado.Loabrióylomostróalcardenal.Erandiamantes.Un collar que hacía juego con las joyas del doctor Muñoz. Y al mismo tiempoVelascodecía:

—Supongoquesueminenciacomprende todoesto.Ellaesunverdaderoángel,señor.

—Losángelesnonecesitanjoyas.Muñoztratódeestablecerdiferenciasconunaespeciedeprisaacuciadora:—Gertrudisesmásqueunángel,porquelosángelesnovivenconloshombresy

ellahavivido.Losángelesnocomen,noluchanporlavidaoporlapreeminencianiparticipanenlasluchasdelosotros.Tampocobailanconlassoneríasdelosrelojesalemanes.Niconlosfonógrafosrecientementeinventados.

ElcardenalnocomprendióestoúltimoyMuñozsiguiósindetenerseaexplicarlo:—Esfácilserunángelyesdifícilserhombreomujer,creoyo.Gertrudisfueun

ángel,peroaquíabajo,en la tierra,enelmundo,entrenosotros.Conhambreysedfísicas.Ymurióenunestadonaturalysobrenaturaldepureza.Esmásqueunángel,ypuestoquehapasadodurantedieciochoañosportodaslasdificultadesinherentesaunserdecarneyhueso,deespírituymateria,devoluntadyrazón,¿noresultanaturalquenosotrossigamostratándolacomosiempre?

Seguardabansusjoyas.Elcardenalsedisponíaahablardelasnecesidadesdelospobresylasuperficialidaddelosregaloscostososalosmuertos.Perosecontuvoatiempoyselimitóapreguntar:

—¿Yahora?¿Quépiensanustedeshacer?—Iremos a casa. Tenemos esta noche una cena de gala. Pondremos los

candelabrosdeplataylavajilladeSèvres,ytambiénelrelojdeDresdenconelgrupo«PsiquisyelAmor»enelcentro.Erancosasqueaellalegustaban.ElrelojtocaaldarlashoraselMomentoMusicaldeSchubert,queellasolíabailarsobrelaspuntasdelospies.Esloúltimoquebailóensucamisadenoche,tresdíasantesdemorir.

NoañadíaMuñozque laniñahabíabailadoaqueldía sóloparaconvencera supadre de que estaba muy lejos de pensar que se moría. Aquella tarde, Gertrudis,pálidayfebril,traslúcidayflotante,bailabacomounfantasmaynocomouncuerpohumano.EldoctorMuñozseguía:

—Llegaremosacasa,sacaremosalaniñadesuvitrinaylasentaremosalamesa.Pondremoslosregaloscerca,enunamesitavolante.

—¿Quiénservirálacomida?—Nosotrosmismos—respondióeldoctorVelasco—.¿Quiénmejor?El aliento

delaservidumbreensuciaelaire.

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EldoctorMuñozcompensóellaconismodesumaestro:—Laservidumbreviveabajo,dondeestánlascocinasylosdemásservicios.Las

habitacionesdelpisoaltoestáncerradasconllaveylaentradadelpisotambién.Lasllaves las tenemosaquí,digo,enestacartera.Ustedcomprende,hayquezafarsedesus curiosidades.Además, después de la comida la niña bailará con la sonería delrelojdeDresden,queduracasidiezminutos.Laniñabailará.YolatomaréporunamanoyeldoctorVelascoporotrayhabráquevernosflotaralostresporlasala.Éseeselmomentomejordenuestrasfiestas.Digo,ladanza.Lapobreniñapesatanpococomounapluma,unaflorounvilanoflotantedelaprimavera.

Elcardenalseguíaensustrece:—¿Tuvolaniñaalgunaclasedeoficioreligiosocuandomurió?—¿Cómoibaatenerlossinohuboentierro?—Además,noestamosobligadosaaceptarformalmenteelhechodesudefunción

—añadió una vez más el doctor Muñoz—. Para nosotros, ella vive. Esta nochecuando le pongamos una por una las joyas que le hemos comprado y otras quetenemosencasa,cuandolecalcemosloszapatosderasoblancoylabesemosenlafrente,sentiremoslosdos,elpadreyelnovio,laplenitudsecretadenuestropropiodestino.Antes,elalmadelaniñaeraunapartedesucuerpo.Ahora,sucuerpoesya,por decirlo así, una parte de su alma.Ésa es la única y sutil diferencia.Y nuestroamornoesunamorcapazdesentirsesatisfechoosaciado.No.Esladevociónylaadoraciónperfecta,sineconirespuesta.Sinmañana,comoellamisma.Perotambiénsin ayery sinhoy.Es curiosoobservar, señor cardenal, quegracias a ella nosotrosvivimosmás que los otros seres humanos. Porque, ¿sabe usted en qué consiste latragediade lamayorpartede lagente?Enquesusvidasno tienenunaproyecciónque las justifique.Digounaproyecciónhacia arriba.Somosyamaduros, eldoctor,ustedyyo.Yhemostenidoexperienciasenlavida.Sabemosloquees lamujer,elamor erótico, la fidelidad, la amistad, la voluptuosidad y todas esas zarandajas.Sabemosquetodoelmundotienelailusióndelbien,perotodoelmundoserevuelcaenelmal.

—Notodoelmundo—arguyóeldoctorVelasco.—Podredumbre.Laúnicamujerdignadenosotroscomohijaycomoesposaera

Gertrudis,yhapasadopor lavidaanuestro ladocomounmeteoro.Anuestro ladoestáyanuestroladoseguirácomounmeteoro.Cuandoestanochebailedespuésdelacena con sus zapatitos de raso blanco, se cumplirá nuestro sueño una vezmás. Elsueñodelaabsolutagraciaylaabsolutapureza.Allítendremosconnosotroselúnicoejemploposible.Supresenciaseráunavezmásparanosotroscomounmeteoro.

—¿Quémeteoro?—preguntóelcardenalirónico.—Comounaestrellafugaz.EldoctorMuñozsesentíapoetasegúnlosgustosdeltiempo.Elcardenalpensóquesehacíatardeparatodosymiróelrelojrecordandoquelos

marquesesloesperabanenlasaladeallado.Enaquelmomentoelcardenalpusosu

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manoencimadelinformedeldoctorVelasco.—Aunqueel temadenuestraconversaciónesdeverasabsorbente, laverdades

quenoshabíamosreunidoparahablardeotracosa.—DelbaróndeArtal—dijeronalmismotiempolosdosmédicos.Ojeóelcardenalelinformesinleerloydijo:—Esedocumentonomesirve.Elinformequeyoesperabaeraparecidoperocon

una leve diferencia en las conclusiones. En lugar de decir «no puede asegurar»esperabaquedijera«puedeasegurar».Escuestióndesuprimirese«no».Pocacosa,señores.

Al decirlo tomó el cardenal una pluma y lo tachó. Al mismo tiempo trató dedisculparseconelgestoypreguntó:

—¿Quiereusted,doctorMuñoz,sentarseaquíyvolveraescribirestahojafinalconeltextoqueyonecesito?Comprendoquemipretensiónnoestádeacuerdoconladecorosa y neutral independencia de los hombres de laboratorio, pero ¿afirmaríausted,doctorVelasco,queelbaróndeArtalestaráotravezundíaenposesióndesusfacultades?¿No?Entoncesnosepuededecirquesíniqueno.Enladudahayqueserútiles a los que podrían ser virtuosamente beneficiados por el informe, es decir, anuestros amigos más próximos. Se trata sólo de suprimir ese «no» y de volver afirmar.Yononiegoque laopinióndecadacuales respetable.Yo también tengo lamía en relación con la pobreniñaGertrudis, que les espera encerrada en la vitrinaparabailarelMomentoMusicaldeSchubertensusvelosblancos.Comodigo,tengomiopiniónpersonal.Setratadeunacuestiónmoral,física,metafísicay,pordecirloconpalabrassimplesyllanas,deunacuestióndebuengusto.Ustedtienepermiso,yalosé.Peroenbuenderecho…¡Novayanustedesapensarqueyotratodeobtenerunaventajahaciendousode…!

PalidecióeldoctorVelasco,miróasuauxiliaryledijo:—Creoquedebesvolveraescribirlaúltimahojadeeseinformeenlamaneraque

deseaelcardenal.Muñozfueasentarsealamesa.Seoíarasguearlaplumasobreelpapelmientras

elcardenalmiraba.EldoctorVelascoseacercóafirmar.Después,dijoalpurpurado:—Tengalabondaddehacerpresentealafamiliadelosmarquesesquedebensu

seguridad económica, su decoro social, su vida, en fin, al dulce ángel de nuestraexistencia.AminiñaGertrudis,seentiende.

Elcardenalprometióhacerloyacompañándolosalapuerta,lesayudóarecogerlascajasconlosregalosquehabíancompradoparalaniña.

El doctor Velasco pensaba que cuanto más se hablara, más se inquietara a lagente,másveces se repitieraenpúblicoelnombrede suniña,másverdadera,másgenuinaeraaquellaextrañayconsoladorasupervivencia.

Seinclinóenlapuertaysaliódetrásdesucompañero,eldoctorMuñoz.Alllegara la calle, los dos silbaban en tonomenor y entre dientes elMomentoMusical y

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acomodabanaélsupasohastaqueentraronenelcoche.Luegoseoyóelgolpedelaportezuela,elchasquidodellátigoyelcochepartió.

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RAMÓNJ.SENDERempezóaescribiryacolaborarenprensaatempranaedad,yalos veintitrés años, tras su licenciamiento del Ejército, ingresó en la redacción deldiarioElSolcomoredactorycorrector.En1936,añodelcomienzodelaguerracivil,era uno de los escritores más prestigiosos del momento. Hasta entonces habíapublicado,entreotrostítulos,lasnovelasImán,SietedomingosrojosyMísterWittenelCantón.En1938seexilióaFrancia,yen1939seembarcóhaciaMéxico,dondevivióhasta1942.Este año se trasladóa losEstadosUnidos,país enelque trabajócomo profesor de literatura. Falleció el 16 de enero de 1982 en San Diego(California), y sus cenizas fueron esparcidas sobre el océano Pacífico, a miles dekilómetrosdeChalamera, lapequeñalocalidaddelaprovinciadeHuescaenlaquehabía nacido el 3 de febrero de 1901.Cultivó todos los géneros literarios (novela,poesía, relato, ensayo, teatro, artículo periodístico,memorias), pero es la novela elgéneroalquepertenecensuscreacionesmásrecordadas.Delasmásdesesentaquepublicó se pueden destacar, además de las tres mencionadas anteriormente,EpitalamiodelprietoTrinidad,Crónicadelalba(ciclocompuestopornuevenovelasalquedatítulolaprimeradeellas),Elreyylareina,Elverdugoafable,Bizancio,Ellugar de un hombre, Réquiem por un campesino español, La tesis de Nancy, Laaventura equinoccial de Lope de Aguirre, El bandido adolescente oLas criaturassaturnianas.

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