La Muchacha de La Ventana - Ainhoa Escarti

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Título original: La muchacha de laventanaAinhoa Escarti, 2010Diseño de cubierta: ArmandAthos

Editor digital: ArmandAthosePub base r1.1

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La muchacha de laventana

Una tarde como otra cualquiera enla que mi mente paseaba por lasoledad de mi memoria, salí apasear. Iba meditabundo, paseandomás en mi mismo que por la calle.Por un momento mire el sol comobrillaba intensamente aunque yaandábamos en noviembre, los rayosrecorrían mis manos. Por unsegundo mire hacia arriba por ver

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la intensidad del circulo solar. Y lavi, estaba en la ventana asomada.Su mirada no estaba dirigida hacianingún sitio concreto, aunque eratan triste que ablandaría hasta alcorazón mas frió. En este caso elmío. Los rayos me daban en losojos y aportaban al rostro de lajoven una especie de luz celestial.Fue un momento inmortal encualquier memoria, entonces unalagrima recorrió su rostro y cayolentamente, vi su viaje a través de

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la intensa caída. Y su final fue caeren mi boca, la saboree un momento,nunca probé algo tan exquisito. Sefundió en mi boca en una décima desegundo, y su sabor penetro en todomi ser. Deje de vagabundear por mímismo, y seguí mirándola. Era yade noche y me había sentado parapoder contemplarla mejor. Ellaestaba tan ensimismada en sutristeza que no se percataba de mipresencia. No quería irme de allí, ydejarla abandonada, pero era de

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noche y allí en mitad de la nada deun parque muerto no podía dormir.Así que me fui muy de madrugada.

Llegué a mi casa, tan vacíacomo siempre, en el contestadorninguna llamada. Todo era normal,menos yo. En mi algo habíacambiado. Me di cuenta que si enmi quedaba algo de humano ella lohabía despertado. Tras 35 años depuro egocentrismo inhumano,desperté y me percaté que era capazde sentir algo por alguien. Pero que

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alguien, una extraña, una chica quelloraba en una ventana durante todala tarde. Quería regresar a ese patioyermo, sesgado de vida por elhormigón. Quería quedarme a vivirallí, pensé que me conformaría conmirarla todo el tiempo. Por unmomento creí que eso erasuficiente, me equivocaba. Dormíun poco una hora y media a lo más.Y de un salto salí de mi ensueño yde mi cama. Estaba confundido, nome era suficiente mirarla, a ella le

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debía mi humanidad. Y tenia querecompensárselo, debía descubrirque le ocurría. Me recosté denuevo, tras encontrar la solución aesta nueva ecuación que meabsorbía totalmente. Logre dormir,mi obligación era estar despejadopara poder cumplir mi misión. Justoantes de dormir brotaron de miboca unas palabras que mesorprendieron: creo que la amo. Medormí.

Al sonar el despertador, medité

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toda la locura del día anterior.Pensaba que quizás al hacer estorompería mi último lazo con lacordura. Medité mientras meduchaba y desayunaba. Al final mepercaté, que aquella muchacha mehabía producido el sentimiento máspuro que jamás paso por micorazón. Y aquello era una señal,aunque yo no creyera en lasseñales. El mundo, el destino meofrecía la oportunidad única deredimirme, no podía ser

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desperdiciada. Hay elecciones en lavida que pese a que no te descuenta, pueden determinar tu vidadesde ese momento. Era mioportunidad, mi momento, mi buenaacción. Tras convencerme a mímismo, salí impulsivamente a lacalle. En su busca.

Y allí estaba de nuevo, en ladesértica plazoleta que seadivinaba en algunos de susrincones como un antiguo parqueflorido. Mire a la misma ventana y

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ella ya no estaba. Volví aencerrarme en mis pensamientos,esta vez para intentar entenderlotodo. Estaba tan confundido quetodo se mezclaba en mi cabeza. Mesenté, respiré y miré como los rayosdel sol jugueteaban con mis manos.Seguí el reflejo del sol en mi relojpor el edificio y la vi, tendía ropa.Seguía triste. Me alegre, de verlasupongo. Quizás me alegrabaporque nuevamente conseguía loque quería. Pero si hacia caso de

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esto último volvería asorprenderme lo vació que estabami ser. Y eso mi ego tardo muchoen dejarlo ver. Lloró de nuevo, yquise que la lagrima no se meescapara, la cogí entre mis manos yaspire su olor. Era como la del díaanterior, dulce, salada y amarga a lavez. Era todo lo que debía ser unalagrima, era un mundo aparte. Perolas lagrimas son tan efímeras, quemis sensaciones con ellas eran máscortas que un suspiro. Pero

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quedaban grabadas en ese lugar dela memoria donde se guardan lascosas que jamás se olvidan.

De ella tan solo tenia el sabor,el olor de sus lagrimas, y su imagenora celestial vista entre los potentesrayos de luz que se reflejabancontra el edificio ora una silueta enlas tinieblas de un parque frío yoscuro en el que tan solo seapreciaba la luz de una farolaalejada del lugar. No sabia niquien, ni como era. Y me temía que

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mi euforia estuviera teniendo lamala idea de engrandecerlo todo,para encontrar algo digno en mi. Ysi no fuera mas que un engaño, unahistoria montada por mi máximoenemigo, yo. Mientras meditabaincesantemente esto, estaba sentadomirándola. Parecía que su pelo erade color castaño o eso pensaba yo.Permanecí ensimismado allísentado, mirando su imagen, quiensabe cuanto tiempo. Y se metió ensu casa, otra vez era madrugada y

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debía irme.Regresé a mi casa cansado de

mí mismo, y determiné que alsiguiente día iría a verla. Quería,deseaba conocerla, y me di cuentaque no era cuestión de mihumanidad recién devuelta(encontrada). Ya era algo máspersonal, mi particular misterio,¿por qué lloraba?. Yo debíadescubrirlo, era algo obligatorio enese momento. Esa muchacha era mimayor interés actual. Y como todo

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lo que se me metía en la cabeza,debía, tenía que conseguirlo. Merecosté, me sumergí en un sueñoprofundo que resulto muyreparador. Primero abrí un ojo,luego el otro y ante mí el finitoinfinito blanco del techo de mihabitación. Me quede mirando unrato, era tan blanco que enocasiones pensé que brillaba. Pintemi techo de blanco porque creo quees un color puro, limpio. Y meresulta muy atractiva la idea de

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comenzar mi día viendo algo puro.Y esa mañana tras abrir mi segundoojo, quise entrever en el blancoresplandor de mi techo, la imagende mi muchacha bañada por la luzdel sol. Sonreí mientras la mire unrato grande. No dejaba de pensar enella y aun no la conocía. Permanecítumbado en la cama, mirando en eltecho mi imagen imaginada, ypreguntándome insistentementecosas sobre ella. ¿Cómo sería?,¿Qué dirían sus gestos de ella?,

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¿Sería guapa?, ¿Estará buena?,¿Tendrá buenas…? Mejor lo dejoaquí. Ya se sabe perfectamentecomo acaban estos cuestionarios,no hace falta que lo explique. Retirela mirada del techo, aunque noretire la sonrisa de mi cara, era unasonrisa especial (un cuarto deilusión, otro cuarto de esperanza ycuriosidad, el tercer cuarto deenamorado y el ultimo cuarto detendencia libidinosa). Me levanté,me estiré (lo acompañe de un gran

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bostezo) y decidí que tenia quepensar en algo para conocerla.¿Qué podía ser? No sé, ya se meocurrirá.

Otro día más, el sol, el parquemuerto, la muchacha triste de laventana y yo. Por un momento mehice la ilusión que ella salía cadamañana por mí, pero al verlallorando nuevamente, lo olvide.Esta vez recogió sus lagrimas en unpañuelo, me entristeció no recibirmi bautizo. En ese instante, me dije

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que ese era el momento, tenía quehacer algo para conocerla. Contélas ventanas para ver cual era supiso. Vi que entraba una señora conun cochecito de bebe, era mioportunidad. Que bueno fue eldestino conmigo. Ayude a la pobreseñora a subir unos escalones queestaban (para mí, en muy propiciolugar) en mal sitio, e impedían queel cochecito accediera al ascensor.La acompañe hasta el ascensor. Ypor fin conseguí mi propósito,

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buscando su piso en los buzonessupe su nombre. Se llamaba Luz,acaso podía tener otro nombre. Leera tan adecuado que parecía algoirreal. Ella era mi luz hacia mihumanidad, dejaría de ser un sersolitario. Aunque yo era felizviviendo en mi mismo, y lo que másme tentaba… era ella, más que mihumanidad. Viéndolo con la ventajadel tiempo he de admitir, sin podernegarme, que estaba obsesionado.¿Por qué lloraba? Y por primera

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vez ante mi sorpresa, había en míalgo real y sincero hacia otrapersona, quería que dejara dellorar. Era este un caso deenamoramiento, a lo mejor, para míeso de sentir algo por alguien eramuy nuevo. Se me hacia extraño yestaba disfrutando de esta nuevaexperiencia.

Estaba dentro, y ¿qué?, Ahora¿qué hago?, ¿qué excusa pongo?,¿acaso tengo excusa? No sé… noquería que pensara que yo era un

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psicópata o algo así. Reconozcoque muy normal tampoco era, peroesa no es la cuestión ahora mismo.La cuestión ahora, era comoaparecer en su vida. De pronto algose me ocurrió y es que estaballoviendo. Que suerte la mía, nocreo mucho en la suerte… pero esuna frase tan típica que a veces lasuelto. La suerte en este caso fueuna idea mía, como siempre lasuerte nos la fabricamos nosotros yel mundo caótico de las

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circunstancias. Si estas te sonfavorables es que tienes buenasuerte, si no son buenas en esemomento pues soltaremos: que malasuerte la mía (seguramente a estaafirmación ira unida un taco). Pordonde iba… ah ya. Pero lo másseguro es que pienses que subí conalguna excusa tonta, lo hice aunqueno ese día. Mire a su buzón un parde veces, y apareció una vecina,extrañada me miro. Me pregunto¿qué hacia allí?, yo le dije que

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buscaba a una amiga pero me habíaequivocado. Lo admito, me entromiedo. Miedo de ver en los ojos deella aquella desconfianza y casimiedo que mostraba esa señora. Asíque agache la cabeza y me fui.

Ese día llegue a mi casa unpoco deprimido. Por primera vezmi ego no pudo ante una situación.Acaso esa muchacha de la que nosabia nada, me importaba tanto. Nosé, nadie me había importado endemasía. Quizás solo fuera una

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obsesión, prefería que fuera eso.Pero en este asunto nunca elegí, ysiempre me engañe. Pensaba quehacia las cosas por un motivo y laverdad es que aun no sé ni porquese dio esa serie de hechos. Pensabaque las cosas eran de unadeterminada manera, y meequivocaba. Erré mucho en esteasunto. Caí en cosas que jamás debícaer. Y mi mayor fragilidad fuecreer que yo podía ser humano.Otra vez mas erré. Me cree una

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realidad sobre esta historia y aun nola veo con objetividad. Por eso estoque escribo, quizás carece desentido. Si mi cabeza rigiera bien,si yo estuviera cuerdo. Y no tuvieraesa tendencia mía de vagabundearpor mí mismo. Acabaría ahora esteescrito, o lo seguiría y no se loenseñaría a nadie. Pero sé que se loescribo a alguien, pero a ¿quién?, aella, al mundo, a mis hijos si losllego a tener, a mi familia, acaso esun testamento, una llamada de

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atención, un capricho, o para mí…siempre me quise demasiado. Loadmito, me tengo mucha estima,quizás esta afirmación haga pensarde mí cosas negativas. Yciertamente me importa un bledo loque piensen de mí. Solo me importalo que yo piense de mí. Para algosoy el único y principalprotagonista de mi vida. No esegoísmo, es supervivencia. Dejaréde divagar un rato.

Por donde iba contando, un

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segundo que me situé. Ah ya,cuando regresé a mi casa. Aquellanoche, prefiero resumirla en unaescueta frase: No fue muy buena. Aldía siguiente fui a comprarme unosprismáticos, ahora que me leodetenidamente parezco unpsicópata. Que quede claro que nolo soy. Este no fue un asunto muybonito por mi parte, y ahoraentiendo mejor algunas cosas,aunque no me arrepiento de nada.Me aparte de ese patio, cogí una

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libreta y un libro de pájaros en lasciudades costeras. Y me disfrace,ese era un hobby que solo esteasunto me dio la oportunidad depracticar. La espiaba día a día. Mesentaba es un lugar apartado ymiraba. Pude ver su figura, noestaba mal (estaba buena, pero yosoy más guapo). Ahora me doyperfecta cuenta que no hacíamosbuena pareja. Ella dejaba muchoque desear, pese a lo que yo puedallegar a decir. Tras unos días

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observándola, ella seguía triste. Yevidentemente me percate de algo,estaba siendo muy injusto con ella.Yo sabia de su situación y no hacianada. No era justo. Ese día memarché decidido a regresar y verlaal día siguiente. Además tenía unaexcusa insulsa, pero por lo menostenía. Mancharía un pañuelo míocomo si se hubiera caído de sutendedero, no era perfecto, pero noestaba mal del todo. No resultaríaun gran espía, pero hay que

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reconocer que me sé defender. Alfin y al cabo solo estuveobservando pájaros un par de días,no es para tanto, ¿verdad?. Tras míúltimo día como espía, llegue a micasa decidido a dejar de hacer elimbécil. Vamos me decidí a actuary conocerla de una vez. Pensándolobien, yo era ya mayorcito paraandarme con tanta tontería. Así quepensé: «Mañana será el día.». Y lofue.

Determine acostarme muy

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temprano y dormir mucho, para sertotalmente consciente de cadamomento que viviría el siguientedía. Esa decisión fue absurda,apenas dormí, por fin iba aconocerla. Ella, el único ser quehasta ahora me había hecho sentiralgo humano. Descubrí algoinquietante en mi mismo; la duda, lainseguridad, el temor a algo,concretamente al rechazo. Pero porqué pensaba que ella me iba arechazar. No lo comprendo aún. Es

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un gran enigma, aun no heencontrado la piedra Roseta que melo desvele. ¿Qué me hacia estarinseguro?, ¿ella? o él descubrirmehumano. Y si fuera ella, no seriaella, sino la imagen que yo mehabía creado de ella (queevidentemente es algo muydistinto). La noche se me hizo larga,densa, y pesada. Caíaconstantemente sobre mí como unagranizada de barro. A las ocho medi por vencido, estaba agotado. No

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podía más, me levante. Me duche ydesayune, y como un infante tras vercumplidas sus necesidades básicas.El ensueño se adueño de mí, estabaagotado. Era normal, quise ceder alsueño, no pude. Acabe dejándomedomar por él. Descansé casi todo eldía, fue un sueño profundo yreparador, casi ni me percate. Eraya por la tarde. Abrí los ojos. Mireel reloj. Cerré los ojos. Volví amirar el reloj. Me senté en la camade un salto. Remire el reloj. Joder,

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que tarde era. ¿Qué podría hacer yoahora? Pues era sencillo, ir. Aunera hora, además quien decidíaquien era buena o mala hora (Sólopodía decirlo y decidirlo yo, es mivida y yo puedo decidirlo casi todoen ella.). Me puse todo lo guapoque podía, vamos un montón. Creoque otra vez os sorprendo pensandoque soy un estúpido creído, cuandomi comentario era simplementeobjetivo. Sin mas pretensiones. Fuiallí bastante decidido, además

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llevaba mi arma para entrar. Unpañuelo de seda que había rondadopor mi casa y que pertenecía a unaex amiga. Esta ex amiga pensabaque era mi novia, y se sorprendióbastante al verme con otra en lacama, a mí me sorprendió quepensara que era mi novia. Elpañuelo era bastante bonito, y esque aunque tenia muchaimaginación (Desde cuando eresnovio de alguien por salir un par deveces, por acostarte otro par y tener

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otro par de conversacionesinsustanciales, que yo solía acortarpara poder llegar a lo interesante,el sexo.). Mi plan era bastantesencillo, también ingenuo. Nadamejor se me había ocurrido. Suelepasar cuando no le has dedicadomucho tiempo a pensarlo. De todasformas, a que mujer no le tienta unpañuelo de seda ofrecido por unmuy atractivo desconocido.Afortunadamente cuando llegue unaanciana entraba con el bastón y a

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duras penas soportaba el peso de lapuerta. Como buen caballero quesoy, no me lo creo ni yo, le ayudecon la puerta. Me cogió del brazo ylo agarro fuerte. Tenia que entrar enel edificio, pero tampoco era plande soportar a una vieja y morir dehastió. Logré que me soltara trasquince minutos de charla en lapuerta. Me quedé observando comoentraba en el ascensor y fingí cerrarla puerta. Por fin estaba dentro…dentro ya era hora. Subí a su piso,

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observaba cada tramo recorrido,como si se tratara del laberinto queguardaba el secreto de la vidaeterna. Ya he dejado de divinizarlos momentos, bajé de las nubes.

Ya, llegué. Era el sitio, era lahora, era el momento. Que raros sonesos segundos antes de un hechocuando sabes que algo sucederá.Deje de respirar mientras tocaba altimbre del portón. Lo apreté una vezde forma tímida, el sonido fue casiinaudible. Pero bueno, no me

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reconocía, que era eso deinseguridades a estas alturas.Apreté el timbre de forma decidida.Note como dentro se movía alguienrápidamente, como con furia. Algome decía que era ella. Lo sabia eraella, abrí la nariz e intente olerla.Aún era imposible, pero la sentía.Estaba tan cerca y tan lejos a la vez.En un instante abrió la puerta y seasomo, sólo un poco. Su cara paramás suspense quedaba a oscuras.Me pregunto:

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—¿Qué quiere?Le respondí:—Vi caer este pañuelo por la

ventana, creo que era la suya. Simis cálculos no son erróneos. Y mepreguntaba si le pertenecía.

Lo miró tan solo un momento, sumirada fue rápida, ni abrió la puertaun poco más. Seguía viéndola entrelas tinieblas. Resultaba taninteresante entreverla. Ir poco apoco adivinando sus formas ycolores. Como si se tratara de un

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caso de Sherlock Holmes, queestaba a punto de desvelarfinalmente. Y me contestomirándome a los ojos, aún tenia esamirada triste. Ahora tan cerca meresultaba conmovedora, la imagenera bella:

—No es mío.Mierda, pensé y ahora ¿qué?

Abrió un poco más la puerta paradecirme:

—Déjelo aquí, ya preguntare alas vecinas. No se preocupe será de

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alguna, y si no seguro que algunafinge que es suyo. Gracias de todasformas.

Al abrir un poco más la puertapude ver su cuerpo perfectamente,estaba bien formado. Era evidenteque yo le sacaba unos años. Muyjoven, y bonita. Enseguida mepercate, que lo más seguro quellorara por asuntos familiares, dedinero o amor. Su cuerpo seadivinada jugoso tras lospantalones vaqueros y el jersey. Se

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veía lleno de vida, rebosante de milcosas ya perdidas en mí. Sus curvasno eran perfectas, aún se estabanterminando de formar. Rozaba laveintena, y ya lloraba desoladadurante días. Pobre de ella pensé, sia los veinte llora días cuantollorará a los cincuenta. Aún sentíapena por ella. Aún ese extrañosentimiento de humanidad merodeaba cuando ella estabapresente. Su pelo era castaño, perosolo en sus raíces, el resto era rubio

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no muy claro. Al pronunciar esaspalabras alzo el rostro, sus pechosno muy grandes eran firmes. Bueno,lo que de ellos se notaba. Su caratenia una forma redonda que ni erademasiado hermosa, ni carecía deatractivo. Era guapa, en esemomento me pareció una deidadsacada de una leyenda antigua.Unos enormes ojos marrones memiraron con indiferencia, ocupabangran parte de la cara. Aunque enella todo estaba en una extraña

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concordancia que la hacia hermosay atractiva. Vamos, que tenia unpolvo. Tras verla entera, apreté enmi mente el botón de aceptable paraconquista. Pensé que ya estaba todohecho, ahora tan solo debía intentarentablar alguna conversación yasunto solucionado. Cogió elpañuelo de mi mano, su piel erasuave y muy pálida. De pronto entroen su casa dejo el pañuelo en unamesa cercana y volvió a la puerta.Yo esperaba allí, como un imbécil,

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en ese momento tuve la mala suertede pensar que yo debería parecer elgran hombre en la puerta. Y nofallaba yo, era ella. Yo estaba bien,no cometí ningún error.Simplemente ella no era lo que yopensaba. En mi mente las mujeressiempre son mejores que en surealidad. Me miró y con un mínimode cortesía se despidió de mí. Unsegundo después, antes que acabarael bueno…, la puerta estaba antemí. Cerrada. Me quede atónito.

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Sorprendido, no entraba en miasombro. Era alucinante que eso mehubiera pasado a mí, valiente tíaimbécil y maleducada. Que penosaera, yo que quería ayudarla. Trasestas ideas que pasaron veloces pormi mente, iba a darme la mediavuelta para irme. Escuche que lapuerta se abría. Era ella. Le iba acostar mucho arreglar la ofensa dehace un segundo. Me miró, y medijo dubitativa:

—Menos mal, pensé que se

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había ido.Sin darle tiempo a acabar la

frase, mastiqué entre mis dientes lassiguientes palabras:

—Ya me iba, no tengo mástiempo que perder aquí. Yadesperdicie el suficiente por hoy.

Dio un paso hacia mí parapoder decirme:

—Es que hay unas cajasbastante pesadas que tengo quetirar, y pretendía pedirle el favor.

Puse muy mala cara, pero de

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que iba esta tía. Estaba pirada,quien se cree jugando así con lagente, y además aprovechándose delos demás. Mientras pensaba esto,había entrado y dispuesto aayudarla. Pasé el portón, la casaestaba hecha un desastre. La mitadestaba en cajas y mal metidas. Elresto estaba de cualquier forma,parecía que una tormenta hubierapasado por allí. Me llevó a unahabitación, era un salón, con unagran ventana. Esa era la ventana en

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la que yo la veía asomarse. Meestremecí, y pensé, vale le doy unaoportunidad. El hombre siempretropieza dos veces en la mismapiedra. Mi piedra tenia curvas y lamirada triste. Empezamos aacumular las cajas en la habitaciónde la ventana. Las cajas estabanllenas de camisas, demás ropa dehombre, libros, discos etc…Llamaron al telefonillo, ellaenfadada empezó a gritar.Obviamente le gritaba a un tío, al

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culpable de su tristeza. Ni intenteescuchar, todas las cosas que salende la boca de las mujeres en esassituaciones son lo mismo, bla blabla bla bla. Cuando me pasa eso,me siento las miro con indiferenciay me relajo dejando la mente enblanco. Al acabar la típica pataletafemenina, vuelvo a prestarleatención. Dependiendo de lo buenaque esté y sea en la cama puedenpasar dos cosas: si es que merecela pena, sonrío, la beso y abrazo

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con ternura y de mi boca sale un losiento más falso que judas; si nomerece la pena simplemente le doyla mano y me despido. Si en esemomento yo hubiera sido él, habríasubido con un ramo de flores, mehabría disculpado con cara seria, labesaría y la abrazaría. Es sencillode arreglar. Algunos no se dancuenta, vale los hombres somosbásicos y planos; pero las mujeresno son tan complicadas, tambiéntienen una serie de normas

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implícitas que siempre se cumplenen ellas. Yo las aprendí, porquecrecí rodeado de mujeres que memimaban y querían. Las observabadesde pequeño, y quizás por esodejaron de ser un misterio parallegar a ser algo tan sencillo demanejar. Gracias a mis raíces,ahorro tiempo con las mujeres. Seagradece, no sé si siempre estaréasí con ellas. Quien sabe si algúndía encuentro una que sea unautentico reto. Solo podría estar

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con una mujer para siempre, si paramí ella siempre lograra ser unmisterio interesante de resolver. Yono la busco, ni estoy pendiente aque aparezca o no. A veces dedicotiempo a pensar en eso, pero no esalgo que me quite el sueño. Ahoraque pienso, nada me quita el sueño,en todo caso lo hace mas movidito.

Acabó la conversación, me dicuenta por un evidente golpe quesufrió el pobre auricular. Estabafuriosa, yo no la miraba. Fingía

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estar perdido en la visión que esaventana me concedía. Estaba algoroja primero de ira y luego devergüenza. Me dijo:

—Discúlpeme, usted no debíasoportar ese numerito.

—No pasa nada, de verdad.Cuando no nos ha sucedido algo asía cualquiera. El mundo de lossentimientos es lo más importante,pero también lo que más daño noshace. —Buena respuesta, se notaque soy artista (hago comics)—

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Cuando una relación acaba nuestrasactitudes son tan lamentables, que siluego con el tiempo observáramosnuestros actos, nosavergonzaríamos sin remedio. Y esque no hay nada tan imperfectocomo los humanos.

Se me quedo mirando como side pronto despertara y me viera.Sonrió. Me sonrió. Ahora yo teniala situación en mi mano. Así quedecidí no darle importancia a susonrisa y le pregunte:

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—Bueno, ¿éstas son las cajas?Despertó de ese instante que le

otorgue, regreso a la realidad de lascajas. Era evidente que en su menteme estaba comparando con el otro.Y yo iba ganando. Se acerco y melas señaló. Afirme con unmovimiento ligero con la cabeza. Ypregunte sin muestra alguna decuriosidad:

—¿Dónde van?Ella me miró, se sonrojó un

poco, en sus ojos se pudo ver

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durante un segundo la sombra de laduda. Pero solo fue un segundo, conmirada decidida, me miró. Seasomo a la ventana. Me hizo unaseña para que también me asomara.Lo hice. Y vi a un chico más jovenque yo, que miraba para la ventana.Estaba ansioso de esperar. En esemomento supe que ese era el chicode la conversación estridente. Mesonreí a mí mismo, sabia qué iba apasar. Me hice el loco, como si nome diera cuenta. Ella me hizo una

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señal para que la tiráramos por laventana, luego me sonrió. Yo lesonreí. Tiramos todas las cajas porla ventana. Los dvd’s y cd’s salíanvolando y se chocabanruidosamente contra el duro suelode hormigón. El pobre chico sequedó perplejo ante la lluvia de suspertenencias. Iba de aquí para allá,intentando salvar los restos quequedaban de las cosas tras la caída.Pudo recoger muy pocas cosasenteras o sin dañar. Se llenaba las

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manos y los brazos con esos objetosmuertos. Corría, desaparecía de mivista y regresaba con las manoslistas para recoger las cosas. Fueuna suerte que esa calle no fueramuy concurrida, por lo menos parael pobre chico. Bueno así por lomenos pude apreciar como ella sereía en vez de llorar. Había llegadoen el momento perfecto. No podíaser más oportuno, sus heridas seestaban curando y era su cura. Eraun poco imprevisible, eso me

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gustaba. No era mi mujer perfecta,pero esta duraría más que lasdemás. Algo me lo decía. Luego medi cuenta que todo aquello no eraalgo sincero, era tan solo unaaventura que me monte mezclandorealidad y mi propia concepción delas cosas. Lo malo de no serentendido y vivir en mi mundo(donde estoy muy a gusto), es que aveces te puede pasar eso. No mearrepiento de nada de lo que hevivido, ya que de cada cosa sales

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con algo aprendido. A veces bueno,otras veces malo. Lo malo te curte,te hace fuerte, inteligente y menosaccesible a la gente que te haceperder el tiempo. Nos quedamosasomados a la ventana, mirando eldilema (¿Qué salvo antes?) delpobre chico. Ella al principioevitaba reírse, pero la situación erapor momentos más cómica. Yevidentemente no iba a dejar que seriera sola para que se sintieraincomoda. Ahora era el momento de

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engatusar, por lo tanto debía hacertodo lo posible para que le costarasepararse de mí. Debía hacermenecesario y en situaciones así esmuy fácil. Cuando tan solo lequedaban unas pocas cosas porrecoger, el chico miro para laventana y soltó un «Que te follenputa» bastante convincente.Entonces, empezó a llorar. Una vezallí con ella no me conmovía tanto.Era raro, ya no era lo mismo. Lamire, me resultaba tan patética,

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intento abrazarse a mí. Pero meresultaba detestable, era unahistérica más. Otra vez una chicame había defraudado. En unsegundo, cuando empezó a llorar, loestropeo todo. Quite sus brazos deencima de mí. Y me fui. No volví amirar esa ventana, ya no había nadainteresante. No volví a pasar poraquella desolada calle en la que yanada me aguardaba. Ella no era másque una mujer común, lo vi en susojos. Si fuera alguien excepcional,

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no hubiera empezado a llorar talcomo yo hubiera pensado decualquier otra. Perdí un tiempoprecioso. Bueno, una experienciamás. Mujeres. No hay mas quedecir.

FIN

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Quizás ese hubiera sido el finalidóneo. Nunca lo sabré. Él si quesoltó un «Que te follen puta». Ellano lloró, ni le respondió. Tan solome dijo:

—Que penoso.Ella no me intentó abrazar. Ni

yo la rechace. Tampoco me fui. Mequedé y tras su comentarioempezamos a reírnosincesantemente. Ja ja ja ja ja ja ja.Eso era lo único que se podíaescuchar. Por lo menos durante

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unos minutos. Lo raro, es queaunque nada me hizo gracia. Yo mereía, ella me hacia sentir mejor delo normal. Era como estar en casa.Esa sensación tampoco duró mucho.Podría resumirlo todo en dospalabras, y acabar ya. Pero no lovoy a hacer. Si a alguno le interesala historia que siga leyendo, a quienno, le diré el final si quiere. Alfinal, nada sucedió como yoquisiera que sucediera. Ese era elfinal. Quien no este satisfecho pues

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que se aguante. No voy a decir máspor ahora. Seguiré contando loshechos. Por donde me quedé, ah ya.Cuando echamos las risas. Esemomento fue encantador. Luego, meofreció tomar algo. Accedí, eso meabría una puerta para poder estarmas tiempo. Desapareció unmomento, cuando se movía sucuerpo adquiría potencia, imán, unno sequé que me abducía. Sus pasosondulantes me hipnotizaban. Teniaun poder sobre mi que yo mismo le

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adjudique en cuanto la vi. Ella noera más que una mujer, yo cree unadeidad de ella (por lo menos en mimundo). Tiempo después desperté ysalí de esa ensoñación, y no es porquitarle magia al momento. Peroaún estaba enfrascado en esa nubeespesa que me aturdía, así que porel momento no he despertado. Meinvitó a sentarme en el sofá, mecogió de la mano y me llevó hastaun salón grande. Como el resto dela casa esta hecho un desastre,

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libros medio caídos, estanteríasmedio llenas otras incluso vacías.Todo andaba medio revuelto, unavez sentado pude observarlo todomejor. Las cosas no son igualesvistas por unos prismáticos que enla realidad. Cada minuto quepasaba allí tenía la sensación derecuperar un poco de mi humanidadperdida, nunca me he engañadotanto como aquella vez. Esta no esmás que la historia de unautoengaño, un gran fraude. No

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pienso regodearme en mis faltas,siempre es preferible hacerlo en lasde los demás. Y es que soyconsecuente, tengo que convivirconmigo mismo toda mi vida,siempre estaré allí. Así queprefiero llevarme bien conmigo.Aún nos quedan muchos años juntosy prefiero vivirlos en paz. Y bueno,con los demás tendré que vivir y alo mejor hasta convivir, pero nuncatanto tiempo ni con tanta intensidad.

Mientras observaba aquel salón

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sin perderme un detalle, la escuchea ella preparando no sé qué. Daigual lo que fuera, tampocoimportaba si era o no de mi gusto.Debía hacer ver que estabariquísimo, mintiera o no. En el amory la guerra todo vale. Yo corregiríaesa frase, y diría más bien que: «Enla conquista todo vale». Y sí, soyde los que piensa que el fin justificalos medios, Maquiavelo y yo noshubiéramos llevado muy bien.

Ella al rato vino con dos tazas,

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no olía mal. Aquel café olía averdadero café de bar de malamuerte, su sabor es difícil deexplicar. No sabía mucho a café. Elazúcar suavizo algo eseindescriptible sabor. Que para sersincero prefiero olvidar. Ella sesentó, y empezó a pedirmedisculpas por el numerito. Le dijeque no pasaba nada. Entoncessucedió lo que yo pensé que eraevitable, empezó a contarme suhistoria con ese chaval. Era lo

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típico: les iba de maravilla, sefueron a vivir juntos y laconvivencia se les dio fatal. Él nose enteraba de nada y se agobiabaal no tener tiempo ni espacio dondeno estuviera ella reclamandoatención. Pero bueno no tengo ganasde hablar ese rollo. La cuestión esque terminaron por no soportarsemutuamente. Yo la escuchaba sinprestarle mayor atención. Yrespondí a sus preguntas con lasfrases idóneas. Ella de vez en

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cuando paraba y me ofrecía café,¿acaso nunca se iba a vaciar esacafetera?. Diligentemente me bebítodo lo que me sirvió. Cuando setermino el café, suspire de alivio.Pero… ella se levanto, me miro ydijo:

—Uff… que tarde es. Ya casiha amanecido. —Yo me había dadoperfecta cuenta, era una pesadilla.Llevaba horas bebiendo el café quenunca acababa y escuchando suhistoria—. Creo que me he

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aprovechado de tu amabilidad.Sabes escuchar muy bien, ademáseste rato contigo me ha hechopensar. —Ah… pero ha tenidotiempo de pensar entre café malo ylos monólogos sobre su historia.Pensé que por lo menos no se mepuso a llorar—. Bueno y he llegadoa una conclusión, gracias a ti. Mehas venido como anillo al dedo.Creo que me he confundido conalgunos de mis hechos. —La tengoen el bote, esta es mía. Por fin

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dejare de tener que escuchar. Por lomenos espero que todos estosesfuerzos merezcan la pena—. Y nodebía haber sido tan brusca con mipobre novio, hay que ser máscomprensivo, así como lo eres tú.—Como se suele decir en estoscasos, mi cara era un poema. Y node amor precisamente. Era unpoema de sorpresa, ira y enfado,mucho enfado—. Espero que nosveamos y podamos ser amigos.

Un momento pensé, bueno, todo

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lo que se puede pensar cuando estasalucinado y lleno de ira (a eso hayque sumarle que tras decir novio mienfado aumentaba con cadapalabra). En principio aguante lacompostura, no me entraba en lacabeza que una tía me prefiriera poramigo. Yo no soy de esos que sonamigos, no, no, no. Yo soy de esospor los que una mujer se muere. ¿Yésta no?. ¿Pero que pasa aquí?, éstatía era ridícula, absurda. Eragilipollas. Pero por qué yo había

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perdido mi tiempo por esa. Exacto,esa y me da igual lo que penséis. Esesa, nada más. Empecé aexperimentar algo nuevo en mi, mesentía indignado. Ese tipo de nuevaexperiencia es de las que no megusta tener. Pero la tuve, en esemomento lo estaba sintiendo. Esocada vez me enfurecía más, mirabia se estaba saliendo de mislímites. Nunca me había molestadoalgo tanto como en ese momento, laexistencia de esa chica y de lo que

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me estaba haciendo. En mi mentelas ideas se mezclaban, ellamientras me clavaba su sonrisacomo una flecha mortal. Tenia unaherida, mi orgullo, mi sensibilidad,mis sentimientos, todo mi yo estabaherido. La herida no era mortal,pero dolía. Mas bien escocía. Melevanté y escupí el café que aun miboca estaba soportando. Que pena,el café cayó en su bonita alfombra.Que se joda. Me levanté decisivocon paso firme, para que ella viera

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lo que se perdía. Me perdía a mí,pero en que pensaba esa tía. Comopuede la gente llegar a ser tanestúpida, tan cortita como paraperder su oportunidad conmigo.Después me di cuenta que no debíhacer lo que en el siguientemomento hice, no merecía quedesperdiciara saliva con ella. Peropor primera vez en mi vida, hicealgo estúpido. Bueno este asuntodesde el principio resultó estúpidoy una perdida de tiempo. Aunque no

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me arrepiento. Ya que algo meaporto, aun intento adivinar qué.Pero ya lo descubriré. Todo a sutiempo, sin prisas. Tras escupir elcafé, le dije estas palabras sin dejarque ella me interrumpiera:

—Tú eres gilipollas. —Malcomienzo lo admito, pero ahora vaa peor. La cara de ella fue de unasorpresa, de todas formas… su carasolo fue a peor. De la sorpresa, a laindignación y de allí al miedo, alterror. Juro y no me confundo que a

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ella se le paso por la cabeza algunatontería sobre mí. Fijo que pensóque era un loco psicópata. Mejor elasunto de las reacciones de ella lodejo así resumido. Es mejorimaginarlo, según va fluyendo mipoco adecuado discurso. Noconsidero que fuera largo, fue masbien decidido y conciso—. Pero túde que vas y quien coño te creesque eres. A mí me vas a venir contus gilipolleces de niñata de turno.Tu la flipas o te metes algo, porque

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si no, no me lo explico. Estoy aquícomo un idiota, perdiendo mitiempo contigo. Mi preciado tiempoy me vienes con esas memeces decolegiala. Mira que eres penosa, nome explico porque he perdidotantas mañanas en ese patiomirándote. Ahora te sorprendes,acaso eres tan ingenua como paracreerte la historia con la que entre.Ahora entiendo, es que no te dapara más. Eres cortita, ¿verdad?Eso ya tiene mas lógica. Y si, te he

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vigilado, y te he mirado por unosprismáticos. Me he pasado días ydías haciéndolo. Y todo porquedabas pena, y es que tú otra cosa nopuedes dar. —Empecé a reírmesocarronamente, mientras la mirabade arriba abajo. Pringa de mierda.Que bien me sentí mientras decíaeso. Y me da igual que esté malvisto. Me importa muy poco, masbien nada. Si no que no hubierasido tan… no hay palabras quedescriban tamaña idiotez—. Y, sí,

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pobre de tu novio. Porque va atener que soportar a una tipejacomo tu, pero vamos, como no seasbuena en la cama, poco te va asoportar. Y tranquila que ya mevoy, no pienso perder un segundomás con alguien como tu. —Cogí lataza que aun contenía café, se lo tireencima. La cara estaba llena,empezó a llorar. Permanecíainmóvil, de miedo evidentemente.Tire la taza al suelo, y se rompió enmil pedazos. Cerca de su pie, ella

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dio un salto y un grito. Y dije— noseas exagerada, solo se ha caído elcafé. Por cierto el cianuro es másbeneficioso que tu café. —La miréde arriba abajo despectivamente,me reí de la imagen que ella meofrecía—. Que pena de mi tiempo.—Me fui tras un portazo

De todo esto hace un tiempo, mivida no ha cambiado. Este hecho nome ha cambiado ni a mí, ni a micomportamiento. Sigo igual, mealegro. Si hubiera sido de otra

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manera no me reconocería. Aunquepara ser totalmente sincero, a vecespienso en este capítulo de mi vida.Y sucede algo curioso que nopienso darle importancia. Cuandopienso en ella, en lo que sucedió,ese día siempre tengo el mismosueño. Estoy yo frente a un espejo.Me miro en él. No puedo moverme.La gente pasa alrededor, nadie memira aunque estoy desnudo. Nopuedo separar la vista del espejo,aunque puedo ver en él y a través

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de él. Entonces la gente que merodea empieza a ir rápida, cada vezmás rápido. Tan rápido que no seles diferencia. No son mas que unamancha. Entonces poco a poco veocomo mi cuerpo deja de ser micuerpo para convertirse en otracosa. Mi cara sigue el mismocamino, quiero moverme, grito.Nadie me hace caso. Todos parande moverse. Mi cuerpo es el mío,aunque no lo reconozco. Mi caraparece haber sido arrasada. El peso

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del tiempo ha caído sobre mi carne.En el sueño no logro creérmelo. Asíque me toco la cara como puedo. Ypalpo que la realidad del espejo noes errónea. Grito y pido auxilio.Pero nadie me escucha, nadie sedetiene, ni me mira. Entoncesdespierto. No caeré en lo absurdode relacionar mi sueño con lacircunstancia que yo ese díapensara en ella. No tiene relación,es algo curioso nada más. Sin mascomplicaciones. Al fin y al cabo

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siempre he tenido unos sueños pocotranquilizadores y muy extraños.Aunque no logran desasosegarme.Son solo sueños, que al despertardesaparecen fugazmente…

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AINHOA BÁRCENA ESCARTI(Cádiz, abril de 1984) es unaescritora española. Se hapresentado a varios concursosliterarios, ganando una Menciónespecial en pensamiento en el

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primer certamen de microtexto delconcurso internacional GarzónCéspedes, quedando como finalistaen el segundo certamen en el áreade dicho. Ha autoeditado el relatoLa muchacha de la ventana. Hapublicado el relato Sensaciones deuna calurosa noche de verano enla revista argentina Papirando ensu número doce que representara aArgentina en la Feria Internacionaldel Libro de Frankfurt. Directora dela empresa de ocio y cultura en

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construcción Mneme, serviciosliterarios. Actualmente estáestudiando la Licenciatura deFilosofía.