La Historia Intelectual Latinoamericana en La Era Del “Giro Linguistico”

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    Nuevo Mundo MundosNuevosNouveaux mondes mondes nouveaux - Novo Mundo Mundos Novos - New worldNew worlds

    Questions du temps présent | 2010

    M ARA  POLGOVSKY  EZCURRA 

    La historia intelectuallatinoamericana en la era del“giro lingüístico”[27/10/2010]

     Résumés

    Español EnglishDesde la década de 1970, la historiografía latinoamericanista ha sido revisada y enriquecida por el desarrollo de la “nueva historia intelectual”.  Esta perspectiva (odisciplina) hace una profunda crítica epistemológica a la tradicional historia de las ideas, al

    reexaminar el lugar del lenguaje, el texto y el contexto en los intercambios comunicativos.La historia intelectual analiza tanto las condiciones sociohistóricas de la producción de unpensamiento, como sus espacios y mecanismos de circulación y recepción. Asimismo,estudia la evolución de los conceptos políticos y el uso de la retórica. El artículo traza una

     breve historia del desarrollo de la disciplina en América Latina, sus relaciones con lahistoria intelectual anglosajona y el estado actual de la cuestión. Si bien la historiaintelectual se define en un sentido amplio, que abarca la "historia cultural", la "historia delos intelectuales", la "historia de las ideas políticas", entre otras perspectivas, se haceparticular énfasis en la “historia de los conceptos”, por ser la expresión más clara del viraje

    hermenéutico que dio lugar a la renovación disciplinar.

    Since the 1970s, the historiography of Latin America has been revised and enriched by theslow, yet fructuous, development of “new intellectual history”. By reexamining the role of 

    language, text and context in communicative exchange, this discipline (or perspective)undertakes a profound critique of the traditional history of ideas. Intellectual history studies the language with which ideas are expressed, the evolution of concepts and the usesof rhetoric. Furthermore, it analyses the socio-historical conditions allowing the productionof a particular thinking, as well as its mechanisms and spaces of circulation and reception.The article traces a brief history of the discipline’s development in Latin America, its

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    relations with Anglo-Saxon intellectual history and the present state of the art. Even thoughintellectual history is defined broadly, comprising multiple perspectives, such as “culturalhistory”, the “history of intellectuals” and the “history of political ideas, a special emphasis

     will be given to the “history of concepts”, for it is the clearest expression of thehermeneutical turn leading to disciplinary renovation.

     Entrées d’index 

    Keywords :  history of ideas, history of political concepts, intellectual history , linguisticturn, rhetoricPalabras claves :  giro lingüístico, historia de las ideas, historia de los conceptos políticos,historia intelectual, retórica

    Texte intégral 

     A lo largo de las últimas tres décadas, América Latina ha asistido alrenacimiento de la historia política. La disciplina que resurge, sin embargo, hasido despojada de toda concepción esencialista de la nación, la ciudadanía o elamericanismo. Transformada en sus fundamentos epistemológicos por el "girolingüístico" y, por lo tanto, necesariamente revisionista, esta historia ha sidoparticularmente rica en sus reflexiones en torno a los conceptos y los lenguajespolíticos. Las nociones de “historia intelectual”, “nueva historia intelectual” o“historia político-intelectual” han servido para distinguir a esta disciplina enplana renovación, que busca diferenciarse de la historia de las ideas, la historiasocial y la historia cultural. No obstante, su institucionalización es aún precaria,siendo muy escasas las publicaciones especializadas en el tema y las cátedrasuniversitarias focalizadas en su estudio.

    1

    En las siguiente páginas buscaremos trazar un estado del arte de la historia

    intelectual en América Latina, deteniéndonos en algunos de los estudios mássignificativos y en la manera en que éstos ponen en duda los viejos paradigmas dela historiografía de las ideas. Así, presentaremos el desarrollo de esta disciplinacomo un momento de ruptura historiográfica, aun cuando sean numerosos susretractores y a pesar de que ésta se enfrente a grandes retos, que derivan, enprincipio, de la "diseminación de sus fronteras epistemológicas"1.

    2

    Comenzaremos esta discusión situando a la historia intelectual en su campo de batalla, es decir, enfrentándola a aquello que busca superar y frente a lo que —enun movimiento dialéctico— se ha definido: la historia de las ideas. Este ejerciciosupondrá ir más allá del espacio latinoamericano, rescatando algunos de los

    principales debates que, desde la filosofía del lenguaje en el mundo anglosajón,han sometido a un examen riguroso las relaciones entre texto  y contexto.Posteriormente abordaremos algunos de los estudios más significativos en eldesarrollo de la disciplina, discutiendo la manera en que éstos pusieron en duda

     viejas premisas y sentaron nuevos marcos de interpretación. Nos detendremosparticularmente en los trabajos de Charles Hale y François-Xavier Guerra.

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    La tercera parte estará dedicada a los temas y problemas que son objeto de estadisciplina, tanto desde una definición restringida, que comprendefundamentalmente a la historia de los conceptos, como desde una acepción másamplia, que se acerca a la sociología del conocimiento y la crítica literaria. Estadiscusión abrirá el paso a las conclusiones, donde daremos voz a algunas de las

     visiones críticas de la historia intelectual y discutiremos algunos de los mayoresdesafíos que deberá enfrentar a fin de alcanzar consolidarse tanto disciplinariacomo institucionalmente.

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    Un esfuerzo de definición

    Para reconstruir el lenguaje político de un periodo no basta, pues, conanalizar los cambios de sentido que sufren las distintas categorías, sino quees necesario penetrar la lógica que las articula, cómo se recompone elsistema de sus relaciones recíprocas.7

    Aciertos y avatares de la historia delas ideas

     Al cumplir la primera década de su aparición, la principal revistalatinoamericana consagrada a la historia intelectual,  Prismas (publicada por laUniversidad de Quilmes), lanzó una encuesta a algunos de los historiadores quehan participado, en mayor o menor medida, en el desarrollo de esta perspectiva,disciplina o enfoque2. Tanto la invitación a formar parte de este ejercicio, como las

    respuestas obtenidas, permiten observar que no hay consenso en torno a qué es y cómo debe definirse la historia intelectual. Parece haber, por lo menos, dosmaneras distintas de concebirla. La primera, de carácter restrictivo, la identifica,en palabras de José Murilo de Carvalho, como "la historia de formas discursivasde pensamiento"3. Su estudio supone pues la adopción de una "perspectiva deanálisis" atenta, por un lado, "al lenguaje con el cual se expresan el pensamiento,la cultura o las ideas" y por el otro, a "las condiciones histórico-sociales,institucionales y materiales dentro de las cuales —y con las cuales— seproducen"4.

    5

     Así, la “nueva historia intelectual”, como la llama Elías Palti, se constituye apartir de una redefinición fundamental del objeto de estudio de la historia de las

    ideas, es decir, de la “vieja historia intelectual”5. No se tratará más de estudiar unpensamiento, un conjunto de ideas y conceptos. Se buscará, en cambio, analizar“un modo característico de producirlos”6. Escribe Palti,

    6

    Esta definición, pone un claro énfasis en la imposibilidad de estudiar las ideas,los discursos y los conceptos, fuera de situación y da cuenta de por qué y en qué

    medida la historia intelectual hace una crítica de orden epistemológico a lahistoria de las ideas. Pero la historia intelectual se ha pensado también de unamanera más amplia y difusa, tendiente a lo que Peter Burke llama la "historiacultural de las ideas"8.  Prismas,por ejemplo, ha estimulado en sus páginas estanoción amplia, por medio de la publicación de trabajos que podrían tener cabidaen distintos campos disciplinarios, como la "historia del pensamiento", la"historia cultural", la "historia conceptual", la "historia de los intelectuales" y la"historia de las ideas políticas".

    7

    En este texto abordaremos la historia intelectual desde su acepción amplia, afin de incluir los diferentes acercamientos a la disciplina que constituyen elpanorama latinoamericano. No obstante, la historia de los conceptos ocupará unlugar central en nuestra discusión, pues ésta es la expresión más clara del virajeepistemológico y hermenéutico que dio lugar a la renovación disciplinar y a laruptura con la “vieja historiografía” (tanto en el ámbito latinoamericano como enEuropa). Ahora bien, ¿en dónde radica la distinción entre la historia de las ideas y la historia intelectual?

    8

    De acuerdo con Palti, la historia de las ideas en América Latina ha estadoorganizada fundamentalmente en torno a la definición de modelos depensamiento “puros” o tipos ideales, originados en Europa, y la identificación de“distorsiones”, que resultan de la transposición a la región de estas ideas,

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    inherentemente “incompatibles” con las tradiciones y culturas de la región9. Estaperspectiva de análisis parte de la constatación de que las contribuciones “locales”a la historia del pensamiento son escasas o tienen muy poco valor. Por lo tanto,sostiene Palti, se centra en el estudio de un problema que es externo a las ideasmismas: ¿son aplicables al contexto latinoamericano? ¿Están “fuera de lugar”?10

    Los orígenes de la historia de las ideas en Latinoamérica deben rastrearse a laintroducción del historicismo y el existencialismo en México por medio de la obrade José Ortega y Gasset. El seminario del filósofo español José Gaos en El Colegio

    de México y la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional ocupó unlugar central en este proceso. Leopoldo Zea, Luis Villoro, Francisco López Cámara,alumnos directos de Gaos, se erigieron en los principales exponentes de ladisciplina, si bien en sus trabajos cuestionaron fuertemente las ideas de sumaestro. En México deben también mencionarse las contribuciones de EdmundoO'Gorman, mientras que en Argentina la figura fundacional fue FranciscoRomero, titular de la cátedra Alejandro Korn en el Colegio Libre de EstudiosSuperiores.

    10

    Si bien Gaos se avocó al estudio de la historia de las ideas dentro del campo dela filosofía, es decir, como la historia del pensamiento, la siguiente generación de

    pesadores —entre los que cabe mencionar a Zea (México), Arturo A. Roig(Argentina), Ricaurte Soler (Panamá) y Arturo Ardao (Uruguay)— hizo de ladisciplina un espacio tanto de cuestionamiento como de afirmación de laidentidad latinoamericana11. Muestra de esto son los trabajos de Soler sobre la“cuestión nacional” en Latinoamérica y de Ardao sobre la latinidad12.

    11

    Leopoldo Zea, en su esfuerzo por construir una filosofía de la historialatinoamericana, fue la figura central en la definición de las pautas metodológicasde la historia de las ideas. En su obra El positivismo en México (1943), Zea abordapor primera vez de manera sistemática el problema del estudio de esta disciplinadesde la “periferia” de Occidente, en otras palabras, en regiones donde la culturatiene un carácter “derivativo”13. ¿Qué sentido tiene estudiar la obra de autorescuya principal aportación a la historia del pensamiento ha sido la “interpretación”de ideas provenientes de Europa y su “adecuación” a un contexto que les es“hostil”?

    12

     Al abrir este interrogante, Zea pone en duda que el pensamientolatinoamericano pudiese en algún momento ocupar un lugar preeminente en lahistoria universal de la filosofía. Escribir historia de las ideas en América Latinano se trata de enfrentar un cuerpo de ideas de origen local frente a otro extranjero.En una interpretación de este tipo, escribe Zea, “[saldrían] sobrando México y todos los positivistas mexicanos, los cuales no vendrían a ser sino pobresintérpretes de una doctrina a la cual no han hecho aportaciones dignas de la

    atención universal”14. Si bien existe la posibilidad de hacer aportaciones filosóficassignificativas desde el contexto latinoamericano, la historia local de las ideas enrealidad no toma sentido en el estudio de las aportaciones, sino de los “yerros”, esdecir, como escribe Palti, “el tipo de refracciones que sufrieron las ideas europeascuando fueron transplantadas a esta región”15.

    13

    La búsqueda de “yerros” o “refracciones” no tiene en absoluto un sentidopeyorativo. No se trata de evaluar una cultura frente a otra, sino de definir “lomexicano”, develar la esencia de una cultura y sus espacios de diferenciaciónfrente a “Occidente”. Así, de acuerdo con Zea, la pregunta por el ser mexicano,responde a la “búsqueda de una justificación filosófica o racional de nuestro

    esfuerzo permanente de mantenernos como individuos culturales”16.

    14

     A pesar de que, como señala Charles Hale, el pensamiento de Zea no está exentode contradicciones17, definió un esquema metodológico que dominó la disciplinapor muchos años y sigue siendo practicado y defendido en numerosasuniversidades, a pesar de los esfuerzos revisionistas. Entre sus principales

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    Las ideas son intemporales, por definición. Ellas aparecen o no en contextosparticulares, pero no son ellas mismas objetos propiamente históricos. Lo

    que las historiza es su eventual aplicación a un contexto particular20.

    Resulta necesario situar su contenido proposicional en la trama derelaciones lingüísticas en el que éste se inserta a fi n de descubrir, tras talesactos de habla, la intencionalidad (consciente o no) del agente (su fuerzailocutiva), es decir, qué hacía éste al afirmar lo que afirmó en el contexto enque lo hizo22.

    problemas epistemológicos destaca el estar fundado sobre la premisa de laexistencia de modelos de pensamiento “perfectamente consistentes” y “lógicamente integrados”18. Tales modelos no pueden construirse más que a partirde la simplificación del desarrollo de la filosofía europea. Pensar que ésta tieneexpresiones “puras” es, en realidad, ignorar que se forjó en el debate, la“contaminación” entre distintas corrientes de pensamiento y la oposición entrediferentes concepciones de idénticos conceptos (como el liberalismo de John Locke

     y aquél de Jean Jacques Rousseau). Más aún, su desarrollo no se limita al diálogo

    entre figuras canónicas en una búsqueda unificada y universal por el ideal del“buen gobierno”, “la libertad”, “la justicia”, sino que en éste participaronpensadores “menores”, olvidados, jamás consagrados, que “simplemente”

     buscaban hacer inteligible una realidad específica. Es por esto que ni los textos nilas ideas pueden aislarse de su contexto a fin de rastrear sus elementos de validezuniversal, ni es posible hacer un estudio de los conceptos sin entender el lenguaje

     y los espacios de sociabilidad donde tienen lugar los “actos del habla”19. Comoescribe Palti,

     Así pues, la deconstrucción de las supuestas antinomias esenciales entregrandes modelos ideológicos como el liberalismo y el conservadurismo, con eldesarrollo de la historia intelectual en Europa (particularmente a partir de lostrabajos de la “Escuela de Cambridge”, cuyos principales representantes sonJ.G.A. Pocock y Quentin Skinner) abrieron el camino a un recambioepistemológico en la historia de las ideas. La principal crítica a la disciplinaprovino de la filosofía del lenguaje en al década de 1970 y se sintetiza en laexpresión de “giro lingüístico”. Este viraje en los modos interpretativos de lasciencias humanas ocurre al momento en que el lugar que se atribuye al lenguaje enun intercambio comunicativo deja de reducirse a su función referencial. Skinnerdefine los textos como actos del habla y retoma la distinción que desarrolla JohnL. Austin en How to do Things with Words21  entre el nivel locutivo de undeterminado enunciado y su fuerza ilocutiva, esto es, entre lo que se dice y lo quese hace al decirlo. De acuerdo con este marco de análisis para comprenderhistóricamente un texto no bastaría con entender lo que dice (su sentido locutivo),sino que, escribe Palti,

    16

     A partir de esta perspectiva, extensamente desarrollada en “Meaning andUnderstanding in the History of Ideas”23,Skinner propone que la comprensión detodo texto presupone “la aprehensión de lo que pretendían significar [los autores]

     y cómo se pretendía que se tomara ese significado”24. Así, este pensador incorporauna dimensión pragmática —relacionada con la intencionalidad— y otra social —manifiesta en el estudio del contexto lingüístico— a la historia de las ideas. ¿Cómoafectaron estos desarrollos teóricos a la práctica de la disciplina enLatinoamérica?

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    En esta región (como en Europa y en el mundo anglosajón) un nuevoparadigma interpretativo fue surgiendo bajo el nombre de historia intelectual. Noobstante, éste no nació de manera súbita ni como un todo. El edificio conceptualde la historia de las ideas fue siendo demolido poco a poco, pasando por una

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    Los primeros embates... contra laizquierda nacionalista

    desmontar los esquemas romántico-nacionalistas sobre los que hastaentonces se fundaban todas las historias de la literatura brasileña y quellevaban a ver a éstas como un épica del progresivo autodescubrimiento deun ser nacional oprimido bajo la malla de categorías “importadas”, extrañasa la realidad nacional26.

    primera etapa, más crítica de las interpretaciones que de los métodos, dondedesempeñó un papel central la teoría de la dependencia. Posteriormente vino la“desprovincialización” del pensamiento latinoamericano y el cuestionamiento dela hermenéutica de los modelos y las distorsiones, con la obra de Charles Hale. Ladisciplina alcanzó ya gran consistencia, tanto en sus fundamentos como en susmétodos, a finales de la década de 1980, con los trabajos de François-XavierGuerra.

    En la década de 1970, Brasil fue el escenario de una importante renovaciónconceptual en la historia de las ideas que comenzó con el esfuerzo del críticoliterario austriaco Roberto Schwarz por llevar la teoría de la dependencia al campode la crítica literaria. En un periodo de plena confrontación entre un sector de laintelectualidad, identificado con un discurso nacional-revolucionario, y otro, de

    tendencias liberal-conservadoras, Schwarz buscó refutar el tópico (prevalenteentre la izquierda nacionalista) de que en América Latina la ilustración y elliberalismo habían sido “insuficientes” y “exógenos”, por lo que sólo la revoluciónpodría erigirse como un nuevo y definitivo paradigma de modernización25.

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    En su influyente artículo “ As idéas fora do lugar”, publicado en 1973, Schwarzpostula que no hay una incompatibilidad inherente entre la cultura brasileña y Occidente. Ni existe tal cosa como un ethos brasileño distinto del ethos occidental,ni Brasil se encuentra en una etapa anterior de desarrollo que será eventualmente“superada”. Así como en lo económico centro y periferia son, ambos, elementosconstitutivos del sistema capitalista internacional, las relaciones posicionalesentre estos espacios tienen también consecuencias en la producción, recepción y apropiación de sentido. La periferia no sólo es constitutiva del sistema mundial,sino que en ésta se expresan sus contradicciones. De acuerdo con Palti, estospostulados permiten a Schwarz,

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    Para Schwarz no es posible hablar de una cultura nacional brasileña anterior o

    externa a Occidente, porque el desarrollo histórico del Brasil contemporáneo, suentrada en la modernidad, fue resultado de la expansión de la “cultura europea”en el sur de América y porque “la periferia”, “el Tercer mundo”, fue un elementoorgánico en la constitución de esa modernidad. Así, la solución a los problemaslatinoamericanos no llegaría, como dicta la creencia nacionalista, al momento deliberarse de sus “ropajes extranjeros” (es decir, de “un conjunto de ideas y categorías importadas de Europa y repetidas de manera sumisa por una élite localpro-europea”27). En cambio, siendo la posición periférica inescapable y sistémica,en este país la cultura tendrá siempre un carácter derivativo y paradójico. En locultural, como en lo económico, opera una dialéctica compleja entre “lo extraño” y “lo propio”, que resulta de la emulación de modelos y de la imposibilidad de nohacerlo. Por lo tanto, sostiene Schwarz, los latinoamericanos están condenados a“copiar”, pensar equívocamente, usar categorías que se ajustan mal a susrealidades28. En breve, “las ideas están fuera de lugar”.

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    Si bien originalmente Schwarz buscaba escapar al dualismo propio de las22

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    Unas y otras formaban parte integral de la compleja realidad brasileña. Nisiquiera se puede decir que fueran incompatibles entre sí: al igual que elafán de lucro capitalista y las formas esclavistas de producción, las actitudes

    individualistas y burguesas se imbricaban en el Brasil con las clientelistas y paternalistas volviéndose difícilmente discernibles entre sí32.

    La historia sin inocencia, los orígenes

    del revisionismo histórico

     Antes de que [Hale] se entrometiera, podíamos contarnos un cuentodelicioso, conmovedor: aquí habíamos tenido —desde siempre— una

    hermosa y heroica tradición de liberales: que eran demócratas, que erannacionalistas, que eran republicanos, que eran revolucionarios y hastazapatistas (y eran buenos); una tradición opuesta, con patriótico empeño, ala de una minoría de conservadores: monárquicos, autoritarios,extranjerizantes, positivistas (que eran muy malos)”.34

    discusiones culturalistas, termina trazando una nueva hipótesis binaria en la que,por un lado, están las ideas en su forma pura y, por el otro, sus distorsiones.

     América Latina pasa así de ser representada como una esencia cultural oprimida(en el discurso nacional revolucionario) a ser un espacio cuyas distorsionesconstituyen su esencia. Como sostiene Palti, no hay manera de abordar lacuestión de las “ideas fuera de lugar” sin asumir la existencia de cierta forma deesencia inherente, que las ideas “extranjeras” jamás lograrían representaradecuadamente29. Más aún, según esta perspectiva, es decir, de acuerdo con el

    régimen historiográfico de la historia de las ideas vigente en la década de 1970,“cuando las ideas de un cierto autor departen del tipo ideal del liberalismo (el logos), esto sólo puede ser interpretado como un  pathos oculto (prejuiciosconservadores, retraso económico, cultura atavística y más)”30.

     A pesar de que Schwarz no logra escapar del esencialismo culturalista, la graninfluencia de su obra se explica por su capacidad para desmentir la ilusiónnacionalista de que la acumulación de los fracasos del liberalismo enLatinoamérica encontraría su fin al momento de “deshacerse” de la herenciaeuropea. De hecho, la discusión de la tesis de Schwarz dio lugar a algunos de losmás ricos debates de la historia de las ideas en Brasil y al replanteamiento

    metodológico de esta perspectiva. En un agudo texto escrito como respuesta alcrítico literario —titulado “ As idéias estão no lugar” (Las ideas están en su lugar)—, la historiadora Maria Sylvia de Carvalho Franco31, propone sustituir el métododel estudio de modelos y desviaciones por el análisis de los procesos degeneración, transmisión, difusión y apropiación de ideas. Asimismo, CarvalhoFranco, especialista en el orden esclavista, sostiene que las ideas liberales no eranni más extrañas ni menos extrañas a Brasil que las corrientes esclavistas.

    23

    Si bien profundizaremos más adelante en la deconstrucción de este modelodesde la “nueva historia intelectual”, cabe ahora pasar al que consideramos unsegundo y más importante momento de renovación historiográfica, ésta vezproveniente del mundo anglosajón.

    24

    La obra de Charles Hale marca un momento de quiebre en el desarrollodisciplinar de la historia de las ideas. Según Palti, su crítica a la forma en que éstase había practicado en América Latina desde la década de 1940 hasta finales delos años setenta es “el punto de partida de las nuevas corrientes revisionistas” dela historia político-intelectual33. Como ha escrito Fernando Escalante Gonzalbo,con una pluma cargada de ironía:

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    En Francia, como lo mostró Alexis de Tocqueville, es imposible comprenderel desarrollo de una ideología liberal y revolucionaria sin tomar en cuenta lanaturaleza del Antiguo Régimen. Esto es también cierto para México. A partir de cualquier estudio comparativo de las instituciones sociales y políticas del mundo Atlántico surge una similitud remarcable entre la NuevaEspaña, la España y la Francia prerevolucionarias39.

    Si bien la idea de la cultura latinoamericana como “tradicionalista”,“organicista”, “centralista”, etc. es una representación de larga data en elimaginario colectivo tanto latinoamericano como norteamericano, en la

     versión de Hale se pueden detectar huellas más precisas, que provienen dela “escuela culturalista”, iniciada por quien fuera uno de sus maestros enColumbia University, Richard Morse42.

    Los estudios de Hale en torno al liberalismo, principalmente a partir de la obrade José María Luis Mora, complejizan la lectura del siglo XIX en América Latina,al identificar las influencias de pensadores presuntamente conservadores (comoCarlos III) en la obra de los presuntos grandes liberales latinoamericanos, como elmismo Mora35. A diferencia de otros trabajos, como la obra en tres volúmenes deJesús Reyes Heroles,  El liberalismo mexicano36, en los escritos del historiadorestadounidense el liberalismo es visto como más que “una crónica del progresoque lleva el cumplimiento de los ideales nacionales”37. Los procesos históricos que

    permitieron la constitución del Estado mexicano son, en cambio, resultado de undiálogo entre liberalismo y conservadurismo, en el que este último, de hecho,

     juega el papel protagónico. En breve, después de Hale no es más posible pensar laReforma como la negación de la herencia española, pues es claro que al hablar dela eliminación del sistema de fueros, la secularización y el establecimiento de unrégimen de propiedad, Mora tenía en mente “las reformas de Carlos III y las Cortesde Cádiz”38.

    26

     Además de negar que la antinomia entre liberalismo y conservadurismo hayasido la fuerza básica constitutiva del sentido de la historia decimonónica en

     América Latina, Hale “desprovincializa” esta experiencia. Dice: la historia

    moderna de Latinoamérica no fue una “distorsión” de la historia europea. Ambosprocesos históricos debieron enfrentar similares obstáculos y estuvieron insertosen las mismas contradicciones:

    27

    Según Hale, ningún proceso histórico puede entenderse a partir de meras

    influencias externas. En cambio, la explicación yace en la búsqueda de lastradiciones preexistentes. Aquello que dio al liberalismo latinoamericano sucaracterística distintiva fue el intento de aplicar principios liberales en un medioque les era “refractario y hostil”40, es decir, en “países altamente estratificados” (entérminos raciales y sociales), “económicamente subdesarrollados” y “en los que latradición de centralismo estatal se encontraba profundamente enraizada”41.

    28

    El proyecto historiográfico de Hale, si bien renovador en cuanto alcuestionamiento de la existencia sustantiva de tipos ideales de pensamiento, asícomo al develamiento de procesos compartidos entre Europa y América en elcurso de la consolidación de los Estados nacionales, permanece ligado a la noción

    de un “ethos  latinoamericano”. En última instancia, éste es el que explica elfracaso del liberalismo en el subcontinente. Como señala Palti,

    29

    Esta historiografía destaca la existencia de un sustrato cultural que atraviesadiferentes épocas y corrientes de pensamiento. De hecho, para Hale: “es innegable

    que el liberalismo en México ha sido condicionado por el tradicional ethoshispano”43. ¿Cómo demostrar este postulado? Desde la historia, escribe Palti, esclaramente indemostrable, pues nos conduce “más allá de [ella], a un terrenoontológico de esencias eternas e ideas a priori , de ‘entelequias’”44.

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    François-Xavier Guerra : lahistoricidad de los conceptos

    El lenguaje no es una realidad separable de las realidades sociales, un elencode instrumentos neutros y atemporales del que se puede di sponer a

     voluntad, sino una parte esencial de la realidad humana y, como ella,cambiante46.

    La Nueva España de finales de la época colonial aparece [...] como unasociedad al mismo tiempo tradicional y moderna. Tradicional por suestructura corporativa, por el predominio de los temas religiosos, por lahomogeneidad de los valores últimos de la población, a pesar de las

    La tercera ola renovadora en la historia intelectual hispanoamericana llegó conlos trabajos de François-Xavier Guerra quien, al situar sus estudios en el espacioeuroamericano y hacer un análisis de los discursos políticos (fundamentalmenteen momentos de cambio o ruptura), cuestiona la hipótesis de los desajustes entre

    la cultura local y los principios liberales. Guerra coloca al lenguaje, los espacios desociabilidad, así como las condiciones de producción, apropiación y circulaciónsocial de sentido en el centro del estudio de la realidad política. De este modo,logra integrar la historia político-intelectual latinoamericana al proceso derenovación conceptual que, desde mediados de los años setenta, estabatransformando profundamente la historia de las ideas, tanto en Europacontinental como en el mundo anglosajón.

    31

    Guerra pone particular énfasis en la historicidad de los conceptos políticos y,por lo tanto, en su polisemia. Su rechazo a la utilización de categorías ideológicasuniversales y modelos de pensamiento puros lo convierte, como señala Palti45, en

    el punto de referencia fundamental en el nuevo impulso de la historia político-intelectual latinoamericana. Para Guerra, como escribe junto con Annick Lempérière,

    32

    La incorporación del estudio del los conceptos, el lenguaje, los discursos alanálisis histórico supone, por un lado, tomar en cuenta la dimensión simbólica enlos procesos de transformación social y, por el otro, acercarse a las prácticas dondese constituye este léxico, es decir, los canales por donde circulan representacionese imaginarios, así como los espacios de sociabilidad intelectual. Esto implicatambién reflexionar en torno al rol social de los intelectuales, como productores deimaginarios y mediadores culturales. Pero, en la medida en que los discursos seconstituyen en una trama de relaciones sociales, la historia intelectual no puedelimitarse al estudio de estas figuras ilustradas, sino que debe comprender lasarticulaciones entre las élites sociales y el conjunto social47.

    33

     Además de constituir un nuevo modelo interpretativo de los procesos políticosen el mundo ibérico, al situar históricamente conceptos fundamentales, comociudadanía, espacio público, soberanía y nación, Guerra continúa el esfuerzo de

    Hale por desprovincializar la experiencia latinoamericana. No obstante, rompecon este autor al refutar contundente las explicaciones culturalistas, es decir,aquellas que recurren a categorías etnizadas.

    34

     Así, al igual que Hale, Guerra se resiste a diferenciar a priori   los procesoshistóricos del espacio europeo de aquellos de las antiguas colonias 48. Por elcontrario, traza líneas de continuidad entre ambas regiones y trae luz al estudio delas revoluciones hispánicas desde las experiencias francesa y española. En

     Modernidad e Independencias, Guerra sostiene que “la revolución española y lasrevoluciones americanas no son más que un mismo y único fenómeno”49  que nopuede explicarse a partir del choque entre liberalismo y conservadurismo, sino de

    las tensiones entre tradición y modernidad. Según Guerra:

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    diferencias culturales. Moderna por la intensidad de los intercambios, por larapidez y la extensión de la alfabetización, por el fuerte crecimiento de laimprenta y de los impuestos50.

    la tan corriente y aparentemente cómoda “influencia” fue varias vecesdescartada por Guerra en calidad de categoría no pertinente para entenderlos fenómenos de difusión y circulación de una región a otra del espacioeuroamericano. La “influencia” resulta mera abstracción, no existe la“influencia”, aunque sí existen emisores y receptores —por lo demás, no enposiciones fijas sino recíprocamente intercambiables52.

    Temas y problemas de la historiaintelectual

    Esta transición entre una concepción puramente ideológica de los procesospolíticos hispanoamericanos hacia una visión más rica y exhaustiva —que lograresolver la aparente incompatibilidad entre modelos puros de pensamiento— sóloes posible a partir de una comprensión del arraigo social de imaginarios y valores.Es decir, parte del supuesto de que la modernidad que se constituye de ciertasprácticas políticas y culturales y está lejos de ser el mero resultado de laemulación de modelos ideológicos. Así, al identificar los desplazamientossemánticos de conceptos políticos fundamentales, Guerra observa que éstos“cobran sentido en función de sus nuevos medios y lugares de articulación, estoes, de sus nuevos espacios de enunciación (las sociabilidades modernas), modosde [...] publicidad (la prensa) y sistemas de autorización (la opinión).51

    36

    Por otro lado, Guerra rompe con uno de los conceptos más frecuentementeevocados por la historia de las ideas, aquel de influencia ideológica. Como señalaLempérière,

    37

     Así pues, el proyecto historiográfico de Guerra busca dotar de “actores y vectoresconcretos” a los procesos de difusión del pensamiento. Más aún, demuestra que enlos fenómenos de transferencia cultural el “receptor” no es un actor pasivo, que ensu acción o pensamiento está bajo la “influencia” de otros modelos. En cambio,continúa Lempérière, “la búsqueda de modelos supone una acción voluntarista

    que no se detiene en la apropiación cognitiva, sino que se prolonga en lainterpretación, la adaptación y la metamorfosis del producto original en su nuevocontexto”.53

    38

    Por otro lado, para Guerra las mutaciones culturales en Euroamérica no fueronresultado de la lectura de libros importados o de la emulación de ciertastendencias, sino de la alteración de las condiciones objetivas de enunciación de losdiscursos.54  Como señala en  Modernidad e Independencias, la convergencia delos lenguajes políticos entre Francia e Iberoamérica no resulta de “fenómenos demodas o influencias”, si bien éstos también existen, sino, “de una misma lógicasurgida de un común nacimiento a la política moderna”55. De esta manera, Guerra

    descubre un vínculo interno entre texto y contexto, es decir, entre los nivelesdiscursivo y extradiscursivo en los intercambios comunicativos. No se trata másni de defender la autonomía del texto ni de determinarlo a partir de su contexto.En cambio, se busca entender las tramas que los articulan.

    39

    Con estas innovaciones teórico-metodológicas, Guerra “rescata a la historiaintelectual de la postración a la que la había conducido el agotamiento de losesquemas interpretativos propios” de la historia de las ideas56. Al momento enque el lenguaje comienza a ocupar un lugar central en la comprensión de lastransformaciones sociales, políticas y culturales, éste se convierte en una fuerza

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    Más allá de la fuga hacia el lenguaje

    Es sabido que la historia intelectual se practica de muchos modos y que nohay, dentro de su ámbito, un lenguaje teórico o manera de proceder quefuncionen como modelos obligados ni para analizar sus objetos ni parainterpretarlos —ni aún para definir, sin referencia a una problemática, a

     

    constitutiva, que, escribe José Antonio Aguilar, estructura “la percepción y lasformas de asociación”, en lugar de fungir como un “medio de expresión pasivo y esencialmente invisible”57. Esta transformación llevó tanto a la constitución deuna historia de los conceptos políticos como al estudio de las tradicionesretóricas. Así, en Brasil, uno de los espacios donde la historia intelectual ha tenidomayor arraigo, José Murilo de Carvalho ha elaborado un proyecto de historiaintelectual fundado en la retórica.

    La tradición retórica en América Latina se remonta a la Colonia y, como

    demuestra Carvalho —por medio del estudio del Brasil decimonónico—, ademásde ser un fenómeno vinculado a los “estilos de pensamiento y de discurso”, es un“instrumento utilizado por la élite política para criticar, convencer, persuadir,mover la voluntad”58. Así pues, en sociedades donde “el palabrerío”, “la

     verborragia”59  y la retórica libresca forman parte de los discursos políticos, talescaracterísticas deben considerarse como parte constitutiva de éstos. La naturalezade la retórica, cuyos fines persuasivos le imponen una gran mutabilidad frente alpúblico, exige desarrollar une perspectiva de análisis que tome en cuenta no sóloal leguaje y el texto, sino también al autor y el lector. Así, el estudio de la retóricadesde la historia intelectual incorpora los problemas de la biografía y de la

    recepción a esta perspectiva de análisis. “Un enfoque por vía retórica”, escribeCarvalho, establece, sin duda, “contactos con la estética de la recepción”. Asimismo, abre el camino a las otras grandes temáticas de la nueva historiaintelectual: el estudio de las prácticas y los protocolos de lectura, la organizacióndisciplinar de la actividad académica y su rol en la conformación de paradigmascientíficos y, como mencionamos ya con los trabajos de Guerra, el análisis de losconceptos del lenguaje político.

    41

     Ahora bien, ¿las herramientas hermenéuticas de la historia, como disciplina,son suficientes para abordar esta plétora de temáticas? Pocos historiadores han

     buscado hacer de la historia intelectual una disciplina que se basta a sí misma y sesitúa de forma autónoma frente a otros campos del conocimiento. Probablementequienes más se hayan acercado a esta visión son aquellos que, como Guerra,fundan su proyecto historiográfico en la historia de los conceptos. No obstante, lahistoria intelectual ha sido concebida por numerosos especialistas, tanto en elmundo anglosajón como en el latinoamericano, como un enfoqueinterdisciplinario. Probablemente esta ambición hacia la construcción de unamirada trans-disciplinaria, donde convivan filosofía, crítica literaria, historiapolítica y sociología del conocimiento explica, por un lado, el interés que hadespertado la historia intelectual en diferentes espacios académicos y contextosculturales y, por el otro, su precaria institucionalización y las dificultadesmetodológicas a las que se enfrenta.

    42

    Habiendo consagrado gran parte de este texto a discutir una definiciónrestringida de la historia intelectual, pasaremos ahora a la exploración de otrosprogramas científicos que, sin poner en cuestión los ya expuestos, plantean unamirada más amplia y metodológicamente menos consistente. Ésta, sin embargo,describe con mayor precisión la forma en que la disciplina se ha practicado a lolargo de los últimos treinta años en América Latina. En su texto “Ideas para un

    programa de historia intelectual”, Carlos Altamirano escribe:

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    qué objetos conceder primacía60.

    En su lugar, y con afanes cada vez más hegemonizantes se ha desarrolladouna historia cultural preferentemente vertida hacia las prácticas, los lugares

     y los vectores de la cultura de masas, así como la historia de losintelectuales67.

    Uno podría decir que si bien la discusión sobre la “importación del

    Este autor se propone esbozar un programa que comunique “la historia política,la historia de las élites culturales y el análisis histórico de la ‘literatura de ideas’”.Éste no debería dar pie a un enfoque meramente derivativo de la historia social,sino a una perspectiva de análisis que privilegie cierto tipo de hechos, los hechosdel discurso, “porque éstos dan acceso a un desciframiento de la historia que no seobtiene por otros medios y proporcionan sobre el pasado puntos de observación

    irremplazables”.61

      Pero para Altamirano no todo texto puede ser objeto de unahistoria intelectual, sino que ésta debe concentrarse en el estudio de ciertas obrascanónicas constitutivas de la identidad latinoamericana, como el  Facundo, deSarmiento, “Nuestra América”, de Martí, el  Ariel   de Rodó,  El laberinto de lasoledad,  de Paz. Al estar situadas en la frontera entre literatura y política, estasobras invitan a una exégesis interdisciplinar, que permita tanto una lectura“interna” y el análisis de la forma (las metáforas, la retórica), como lacomprensión de sus condiciones de producción, circulación y recepción.

    44

     Así pues, mientras Palti y otros historiadores de la región, como de Carvalho y  Alfredo Ávila, han practicado una historia de las ideas focalizada en la filosofía dellenguaje y la historicidad de los conceptos, otras zonas del campo, donde sesitúan Altamirano, Oscar Terán y Arcadio Díaz Quiñones62  su han acercado a ladisciplina fundamentalmente desde la sociología de la cultura y la crítica literaria.Para Rafael Rojas, “esta permeabilidad genealógica” es una ventaja de la historiaintelectual, pero también uno de sus mayores riesgos, ya que sus fronterasepistemológicas se van diseminando63. De hecho, hay diferencias notables entrelos trabajos de quienes se han concentrado en el estudio de las tradicionesintelectuales o doctrinales del pensamiento político, como Hale, aquellos trabajosorientados hacia el develamiento de culturas políticas, como los de Claudio Véliz

     y Howard J. Wiarda64  y, por último, los estudios de Guerra, Tulio HalperínDonghi y Antonio Annino, que han buscado reconstruir el universo de prácticas y 

    discursos políticos en un momento determinado65. El rechazo de cada uno deestos tres grupos de estudios a una visión teleológica de la historialatinoamericana, su conciencia de las determinaciones mutuas y de las múltiplesarticulaciones entre texto y contexto, así como su resistencia a reducir los sujetoshistóricos a categorías englobadoras como clase, pueblo o nación, no parecen serelementos suficientes para tejer la unidad de una historiografía y menos aún deuna disciplina.

    45

    El más palpable reflejo de esta situación son las dificultades que ha enfrentadola historia intelectual para su institucionalización. Como destaca Lempérière, enFrancia, donde la historia intelectual ha tenido brillantes expositores, como

    François Furet, Pierre Rosanvallon y el mismo Guerra, no hay una cátedrauniversitaria dedicada a su estudio y sus aportes son “marginados o ignorados”,tanto por otros historiadores como por los canales tradicionales de difusión de laproducción académica66. Se mira a la disciplina con sospecha, se le “confundeperezosamente con la historia de las ideas”: “¿será verdaderamente historia lahistoria intelectual?”.

    46

    En América Latina la disciplina no ha enfrentado un panorama más fácil, si bien las resistencias parecen venir de otra parte: la antigua historia de las ideas. Veamos, por ejemplo, la postura de José Antonio Aguilar,

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    liberalismo” no ha rendido muchos frutos, eso no quiere decir que no puedahacerse una mejor historia de las ideas. Muchos hemos tratado de hacerprecisamente eso. Antes que abrazar la propuesta de los lenguajes políticos,muchos historiadores harían bi en en cuestionar el supuesto extendidoampliamente de que los “pensadores latinoamericanos no realizaronninguna contribución relevante a la historia “universal” del pensamiento y que lo único que puede aún justificar y tornar relevante su estudio es laexpectativa de hallar “distorsiones”.

    Es exagerado sostener que los enfoques que se centran en la historia de lasideas en América Latina generan necesariamente una ansiedad por la“particularidad” que nunca pueden satisfacer69.

     Asimismo, continua Aguilar, haciendo referencia a la tesis de Palti sobre elnecesario desemboque de la historia de las ideas en un punto muerto68, es decir,en hipótesis esencialistas, categorías etnizantes y la pretensión de la existencia demodelos puros de pensamiento:

    48

    Para Aguilar, cuando la historia intelectual comienza a entenderse como lahistoria de los lenguajes políticos, las ideas quedan en segundo plano y se detieneel diálogo con la historia del pensamiento político. El conocimiento se balcaniza,

    “los cultores de los lenguajes políticos” se convierten en una “secta teórica y metodológica que tienen poco que decir a la historia intelectual convencional”70.Estos argumentos, aunados al desconocimiento que la historia intelectual hace dealgunos enfoques renovados de la historia de las ideas, como los estudios de

     Arturo Roig, que incorporan una serie de conceptos significativos (los “sujetos deldiscurso”, la relación “texto-contexto”, “el universo discursivo” y la “teoría deltexto”)71, probablemente explican por qué a lo largo de tres décadas AméricaLatina estuvo al margen de la revolución lingüística del mundo anglosajón y porqué “casi todos siguieron —y siguen— practicando una historia de las ideas de

     viejo cuño, supuestamente obsoleta”72.

    49

     A pesar de las resistencias, la historia intelectual ha encontrado arraigo enciertos espacios institucionales, como el grupo de trabajo de historia intelectual dela Universidad Nacional de Quilmes, que publica  Prismas  desde 1997 y haorganizado diferentes encuentros y conferencias. Ese mismo año, en el marco del49º Congreso de Americanistas celebrado en Quito, nació un grupo de trabajodirigido por Hugo Cancino (Universidad de Aarhus, Dinamarca), Susanne Klegel(Universidad Martin-Luther, Halle-Wittenberg) y Nanci Leonzo (Universidad deSão Paulo) que se propuso “repensar y redescubrir la historia de las ideas y de losintelectuales en el continente”73. Estas reflexiones dieron lugar al volumencolectivo Nuevas perspectivas teóricas y metodológicas de la historia intelectual 

    de América Latina . Otro de los esfuerzos colectivos internacionales más notableses el foro “Ibero-ideas”, que se ha convertido en un vivo espacio de discusión y colaboración de investigadores como Elías Palti (Universidad Nacional deQuilmes), Alexandra Pita (El Colegio de México), Javier Fernández Sebastián(Universidad del País Vasco), João Feres Júnior (Pontifícia Universidade Católicade Rio de Janeiro), entre otros, que conforman la Red Iberoamericana de HistoriaPolítico-Conceptual e Intelectual.

    50

    En México, Carlos Marichal, Horacio Crespo y Guillermo Palacios dirigen desdeprincipios de esta década un seminario de historia intelectual en El Colegio deMéxico y Marichal imparte un curso-seminario sobre la historia intelectual de

     América Latina. En Brasil, José Murilo de Carvalho ha desempeñado un lugar

    central en el desarrollo de la disciplina, entre otras actividades, por medio de laorganización de un grupo de estudios sobre republicanismo desde 1998. EnEspaña, desde la Universidad del País Vasco, Fernández Sebastián, ha dirigidoimportantes esfuerzos colectivos hacia la constitución de un historia político-conceptual. Entre éstos destaca el proyecto de publicación de un diccionario

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     Notes

    1  Rafael Rojas, "Venturas y amenazas de un campo",  Prismas. Revista de historiaintelectual, 2007, nº 11, p. 204.

    2  Algunos de los convocados fueron: Martin Jay, Peter Burke, Stefan Collini, Marcelo

    Jasmin, Darío Roldán, Fernando J. Devoto, José Carlos Chiaramonte, Charles Hale, Annick Lempérière, Rafael Rojas, Maria Alice Rezende de Carvalho y Lila Caimari .

    3  “Historia intelectual : la retórica como clave de lectura”, Prismas,  RHI , 1998, nº 2, p. 150.

    4  "Presentación", Prismas. RHI, 2007, nº 11, p. 151.

    5  Como señalan Aimer GranadosGarcía y Carlos Marichal, muchos autores utilizanindistintamente las expresiones historia de las ideas e historia intelectual para referirse almismo campo de estudio. Esta práctica se remonta al “padre” de la disciplina, el filósofonorteamericano Arthur Lovejoy. No obstante, “en el momento presente hay razonesfundamentales de tipo teórico para diferenciar la historia de las ideas de la historiaintelectual” (“Introducción: La historia intelectual como lente de la metamorfosis de lasidentidades latinoamericanas”, en Construcción de las identidadeslatinoamericanas : Ensayos de historia intelectual, siglos XIX y XX, México, El Colegio

    de México, 2004, p. 13). Por otro lado, Elias Palti, siguiendo la tradicción anglosajonasostiene que la expresión “historia intelectual” ( intellectual history) hace referencia “no alconjunto de la producción relativa a temas de historia de las ideas, sino, más estrictamente,a un segundo nivel de conceptualización concerniente a la reflexión sobre aquellascuestiones teórico-metodológicas que la subdisciplina plantea” (Giro ligüístico e historiaintelectual , Buenos Aires, Universidad Nacional de Quilmes, 1998, p. 22, n. 11).

    histórico de los conceptos políticos que explorará las nociones de ciudadanía,republicanismo, pueblo, nación, opinión pública, América, liberalismo,federalismo y Constitución. El Instituto de Historia de España se ha convertidotambién en un espacio para el desarrollo de la historia intelectual, principalmentedesde el Departamento de Historia de América. Finalmente, en Chile, EduardoDevés Valdés, desde el Instituto de Estudios Avanzados de la Universidad deSantiago, ha contribuido a la publicación de textos claves, como es su obrareciente El pensamiento latinoamericano en el siglo XX. Entre la modernización

    y la identidad. Del Ariel de Rodó a la CEPAL, 1990-195074.El título de la obra de Devés nos permite hacer la transición con la que

    cerraremos estas reflexiones. En el binomio planteado por Devés entremodernización e identidad observamos el regreso de un problema que no ocupamás que un papel secundario en la obra de Guerra, aquel de la identidadlatinoamericana. “Ese ‘sustrato cultural’ que conforman los diversos y sucesivosdiscursos de la identidad”, escribe Rafael Rojas, “tiene un larga capacidad dereproducción epistemológica” y re-emerge en la historiografía revisionista75. Así,en 2004, Marichal y Granados introducen la obra colectiva bajo su dirección conun largo ensayo titulado “La historia intelectual como lente de la metamorfosis de

    las identidades latinoamericanas”. El libro que presentan busca explorar eldesarrollo conceptual de las nociones de América, Hispanoaméricay AméricaLatinaa través de la “literatura de ideas”76 de algunos de los grandes pensadoresde la región77. Asimismo, plantea la lenta emergencia de una “conciencialatinoamericana” por medio de las conferencias panamericanas entre 1826 y 1860.El regreso de la cuestión de la identidad es pues palpable.

    52

     Volvamos entonces al interrogante con el que abrimos estas reflexiones: ¿en quédifiere esta literatura de la “vieja” historia de las ideas? Hablar hoy, desde lahistoria intelectual, de la identidad latinoamericana no supone develar un telos nidescubrir una esencia, no se trata de hablar de una raza, de una etnia o aun de unpueblo. “Lo latinoamericano” escribe Rojas, “no es, aquí, el gentilicioidentificatorio de alguna comunidad, sino una práctica y un discursoterritorializados, significantes de una dialéctica de la representación que involucradiversos sujetos sociales, actores simbólicos y fronteras culturales”78.

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    6  Elias Palti, El tiempo de la política, El siglo XIX reconsiderado, Buenos Aires, Siglo XXI Argentina, 2007, p. 17.

    7  Loc. cit.

    8  “La historia intelectual en la era del giro cultural”, Prismas. RHI, 2007, nº 11, p. 159-164.

    9  Si bien ceñiremos este análisis al espacio latinoamericano, a fin de lograr unentendimiento más profundo y comprehensivo en un espacio limitado, es menester decirque el desarrollo de la historia de las ideas en esta región no fue independiente del mundoanglosajón, donde la disciplina comenzó a consolidarse desde la década de 1930,fundamentalmente a partir de las contribuciones de Althur Lovejoy. Este pensador fue el

    actor fundamental en la consolidación tanto conceptual como institucional de la disciplina,por un lado, al trazar la noción de idea-núcleo y, por el otro, al fundar el  Journal of the

     History of Ideas en 1940. Para Lovejoy las ideas-núcleo son autónomas a su contextohistórico por lo que pueden surgir (y ser identificadas) en sistemas ideológicos muy dispares y viajar de un siglo a otro o de una sociedad a otra permaneciendo inalteradas (cf.The Great Chain of Being : A Study of the History of an Idea , Cambridge, Mass., HarvardUniversity, 1942).

    10 Elías J. Palti, “The Problem of ‘Misplaced Ideas’ Revisited: Beyond the ‘History of Ideas’in Latin America”, Journal of the History of Ideas, 2006, nº 1, p. 167.

    11  Cf. Aimer Granados García y Carlos Marichal, “Introducción”, op. cit., p. 21.

    12  Véase Ricaurte Soler,  Idea y cuestión nacional latinoamericanas, México, Siglo XXI,1980 y Arturo Ardao, América Latina y la latinidad, México, UNAM, 1993.

    13  Elias Palti, El tiempo de la política, op. cit., p. 23.

    14  Leopoldo Zea, El positivismo en México, México, El Colegio de México, 1943, t. 1, p. 35.

    15  Elias Palti, El tiempo de la política, op. cit., p. 24.

    16  Conciencia y posibilidad del mexicano, México, Porrúa y Obregón, 1952, p. 85, apud ,Charles Hale, “The History of Ideas: Substantive and Methodological Aspects of theThought of Leopoldo Zea”, Journal of Latin American Studies, 1971, nº 1, p.63.

    17  Véase, Charles Hale, ibid ., pp. 59-70

    18  Elias Palti, El tiempo de la política, op. cit., p. 38.

    19  Véase infra.

    20  “De la historia de ‘ideas’ a la historia de los ‘lenguajes políticos’. Las escuelas recientesde análisis conceptual. El panorama latinoamericano”,  Anales Nueva Época, 2004, nº 7, p.70.

    21  Cambridge, Mass., Harvard University, 1975.

    22  “Ideas políticas e historia intelectual: Texto y contexto en la obra reciente de QuentinSkinner”, Prismas. RHI, 1996, nº 3, p. 2.

    23  History and Theory, 1969, nº 1, pp. 3-53.

    24  Apud , Aimer Granados García y Carlos Marichal, “Introducción”, op. cit., p. 16.

    25  Es decir, ésta permitiría “superar” la cuestión colonial y producir un cambio social “más‘profundo’ que el postulado por el modelo constitucional republicano del siglo XIX” (RafaelRojas, “Comentario al texto de Palti” [en línea]. Disponible en:

    http://foroiberoideas.cervantesvirtual.com/foro/thread.jsp?idthread=74 [Consultado el 12 de mayo de2010]).

    26  “Apéndice. Lugares y no lugares de las ideas en América Latina”, en su libro El tiempode la política, op. cit., p. 262.

    27  Véase Elías Palti, “The Problem of ‘Misplaced Ideas’ Revisited”, op. cit., p. 152.

    28  Ibid., p. 153.

    29  Ibid., p. 157.

    30  Ibid., p. 167.

    31  Cuadernos de debate, 1976, nº 1, pp. 61-64.

    32  “Apéndice. Lugares y no lugares de las ideas en América Latina”, op. cit., p. 264.

    33  El tiempo de la política, op. cit., p. 26.

    34  Fernando Escalante Gonzalbo, “La imposibilidad del liberalismo en México”, enJosefina Z. Vázquez, (coord.),  Recepción y transformación del liberalismo en México.

     Homenaje al profesor Charles A. Hale, México, El Colegio de México, 1991, p. 14.

    35  Entre las obras de Charles Halevéase  Mexican Liberalism in the Age of Mora 1821-

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    1853 (New Haven, Yale University, 1968) y The transformation of liberalism in the latenineteenth-century Mexico (Princeton, University, 1989).

    36  México, UNAM, 1957.

    37  Charles A. Hale, “Jose Maria Luis Mora and the Structure of Mexican Liberalism”, The Hispanic American Historical Review, 1965, nº 2, p. 196.

    38  Mexican Liberalism in the Age of Mora, op. cit., p, 147.

    39  “Jose Maria Luis Mora and the Structure of Mexican Liberalism”, op. cit., p. 197.Traducción propia.

    40  Charles Hale, “Political and Social Ideas in Latin America, 1870-1930”, en Leslie Bethell(comp.), The Cambridge History of Latin America. From c.1870 to 1930, Cambridge,Cambridge University Press, 1989, t. iv, p. 368, apud , Elías Palti, “El desencuentro entredemocracia y liberalismo como tópico”, Congreso de la Asociación de EstudiosLatinoamericanos, Río de Janeiro, Brasil, 2009, p. 2 [en línea]. Disponible en :lasa.international.pitt.edu/members/congress-papers/.../files/PaltiElias.pdf [Consultado el23 de mayo de 2010]

    41  Loc cit.

    42  El tiempo de la política, op. cit., p. 29.

    43  Mexican Liberalism in the age of Mora, op. cit , p. 304.

    44  El tiempo de la política, op. cit., p. 35.

    45  Ibid., p. 44-52.

    46  “Introducción”, en Françoi-Xavier Guerra y Annick Lempérière (eds.),  Los espacios públicos en Iberoamérica : ambiguedades y problemas, siglos XVIII-XIX , México, FCE,1998, p. 8.

    47  Así, escriben Guerra y Lempérière: “la atención prestada a las palabras y a los valorespropios de los actores concretos de la historia es una condición necesaria para lainteligibilidad. Hay que aprenderlos en el contexto en el que se utilizaron” (loc. cit.)

    48  Este proyecto historiográfico está ya presente en su obra  Le Mexique : de l'Ancienrégime à la Révolution, publicada en 1985.

    49  Madrid, Mapfre, 1992, p. 297.

    50  Ibid., p. 296.

    51  Elías Palti, El tiempo de la política, op. cit., p. 45. Respecto al uso de la palabra  público,Guerra y Lempérière escriben: “su uso es tan común y tan central en los análisis de la vidapolítica y cultural en la época de transición hacia la modernidad que se olvida demasiado amenudo su polisemia y su historicidad.  Público, equivalente culto de  pueblo, la palabraevoca la cosa pública de los romanos, la república; pero también la publicación y lapublicidad; como adjetivo sirve tanto para calificar la opinión como para hablar de lospoderes públicos.  Público nos remite siempre a la política [...] Lejos de ser sólo elcalificativo “neutro” y cómodo de un “espacio” [...] que se opone siempre [...] al campo de lo“privado” [...], el público es al mismo tiempo el sujeto y el objeto de la política”(“Introducción”, en Françoi-Xavier Guerra y Annick Lempérière (eds.), op. cit., p. 7).

    52  “La construcción de una visión euroamericana de la historia” en Erika Pani y AliciaSalmerón (eds.), Conceptualizar lo que se ve : Francois-Xavier Guerra historiador,

    homenaje, México, Instituto Mora, 2004, p. 409.53  Loc. cit.

    54  “De la historia de ‘ideas’ a la historia de los ‘lenguajes políticos’. Las escuelas recientesde análisis conceptual. El panorama latinoamericano”, op. cit., p. 80.

    55  Op. cit., p. 370.

    56  “De la historia de ‘ideas’ a la historia de los ‘lenguajes políticos’”, op. cit., p. 80.

    57  “El tiempo de la teoría: la fuga hacia los lenguajes políticos”, A contra corriente. Unarevista de historia social y literatura de América Latina, 2008, nº 1, p.180.

    58  Aimer Granados García y Carlos Marichal, op. cit., pp. 23-24. Véase, José Murilo deCarvalho, “Historia intelectual : la retórica como clave de lectura”, op. cit., pp. 148-168.

    59  José Murilo de Carvalho, ibid ., p. 153.60  Prismas, 1999, nº 3, p. 203.

    61  Ibid., p. 204.

    62  Cf. Carlos Altamirano y Beatriz Sarlo, Conceptos de sociología literaria, Buenos Aires,Centro Editor de América Latina, 1990; Carlos Altamiranoy Jorge Myers (eds.),  La ciudad 

  • 8/18/2019 La Historia Intelectual Latinoamericana en La Era Del “Giro Linguistico”

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    25/03/2016 La histor ia intelectual latinoamer ic ana en la er a del “ giro l ingüís tico”

    letrada, Buenos Aires, Katz, 2008; Oscar Terán, Ideas en el siglo. Intelectuales y cultura enel siglo XX latinoamericano, Buenos Aires, Siglo XXI, 2008; Arcadio Diaz Quinones,

     Sobre los principios: los intelectuales caribeños y la tradición, Universidad Nacional deQuilmes, Buenos Aires, 2006.

    63  Op. cit., p. 203.

    64  Véase Claudio Véliz, The centralist tradition of Latin America, Princeton, University,1980 y Corporatism and comparative politics  : the other great "ism" , Londres, M. E.Sharpe, 1997.

    65  Cf. François-Xavier Guerra y Antonio Annino (eds.),  Inventando la nación :

     Iberoamérica siglo XIX , México, FCE, 2003 y Tulio Halperín Donghi,  La Argentina y latormenta del mundo : ideas e ideologías entre 1930 y 1945 , Buenos Aires, Siglo XXI,2003.

    66  “La historia político-intelectual, de Francia a América Latina”, Prismas, 2007, nº 11, p.197.

    67  Ibid., p. 198.

    68  “The Problem of ‘Misplaced Ideas’ Revisited: Beyond the ‘History of Ideas’ in Latin America”, op. cit., p. 168.

    69  “El tiempo de la teoría: la fuga hacia los lenguajes políticos”, op. cit., p. 183.

    70  Ibid., p. 184.

    71  Aimer Granados García y Carlos Marichal, “Introducción”, op. cit., p. 21.72  José Antonio Aguilar,  op. cit., p. 181. Brasil no es una excepción en el continente. Deacuerdo con Carvalho, “hay que reconocer que la problematización en la práctica de lahistoria intelectual [...] es aún escasa. La crítica literaria ha avanzado mucho más rápido y,sobre todo, ha ido más lejos, en la incorporación del debate lingüístico y de la teoría de larecepción” (op. cit., p. 151).

    73  Aimer Granados García y Carlos Marichal, “Introducción”, op. cit., p. 17.

    74  Buenos Aires, Biblos, 2000.

    75  Op. cit., p. 205.

    76  Aimer Granados García y Carlos Marichal, op. cit., p. 25

    77  Como el peruano Francisco GarcíaCalderón, el mexicano Justo Sierra y el socialistaargentino Manuel Ugarte.

    78  Op. cit., p. 206.

     Pour citer cet article

     Référence électroniqueMara Polgovsky Ezcurra, « La historia intelectual latinoamericana en la era del “girolingüístico” », Nuevo Mundo Mundos Nuevos [En ligne], Questions du temps présent, misen ligne le 27 octobre 2010, consulté le 25 mars 2016. URL :http://nuevomundo.revues.org/60207 ; DOI : 10.4000/nuevomundo.60207

     Auteur 

    Mara Polgovsky EzcurraPhD Candidate, Centre of Latin American Studies, University of Cambridge  [email protected]

     Droits d’auteur 

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