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LA EMPRESAEN LA HISTORIA

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EMPRESA Y HUMANISMOI N S T I T U T O

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INDICE

PRIMERA DEFINICION

EL NACIMIENTO DE LA EMPRESACAPITALISTA

LO QUE LA EMPRESA HA DADO

LO QUE LA EMPRESA NECESITA

TIPOS DE EMPRESAS EN LA HISTORIA

MONARQUIA, EMPRESA Y CAMBIO SOCIALEN LA EPOCA MODERNA

LA ETICA BURGUESA, ETICA EMPRESARIAL

NOTA BIOGRAFICA

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PRIMERA DEFINICION

Si tuviéramos que hacer una definicióngenérica, podríamos decir que la empresa esun conjunto organizado de trabajo, quecuenta con unos medios para conseguir algúnfin1. Se trata de una definición amplia quesirve a cualquier actividad, porque cualquieractividad puede ser llevada a cabo con espírituempresarial.

Si lo referimos al mundo económico siguevaliendo la definición genérica, aunque ten-dríamos que hacer también una necesaria yexpresa referencia a capitales, bienes y ser-vicios.

Pero la organización de los medios para con-seguir fines es la misma esencia de la eco-nomía; por lo tanto, la empresa está en esenúcleo: empresa y economía, en cierto sentido,vienen a ser lo mismo, porque toda actividadeconómica está encuadrada en algún tipo deempresa.

Este concepto de empresa como técnica deacción2, es inherente a la misma naturalezasocial del hombre, y como tal, es indepen-diente del sistema, de la doctrina, del lugar odel tiempo. La empresa adquirirá maticesdiversos según estos u otros parámetros;

matices que de hecho, se han ido poniendo demanifiesto a lo largo de la historia.

Por eso podemos decir que la empresa, enese amplio sentido en que la definimos ahora,ha existido siempre en la vida económica,desde los pueblos de la Antigüedad hastanuestros días; si bien, al mismo tiempo, laempresa siempre ha sido diversa y ha jugadoun papel diferente según los tiempos.

Por poner un ejemplo que nos exima de unrepaso exhaustivo, podemos citar la lista quemenciona Sombart3. Según él, tienen carácterde empresa actividades tan dispares como lasdistintas campañas militares o la organizaciónde la propiedad feudal; instituciones como elEstado, o la Iglesia; o la acción organizada detipos tan diferentes como los corsarios, los fun-cionarios, los especuladores y, por supuesto, lasactividades de comerciantes, banqueros eindustriales.

EL NACIMIENTO DE LA EMPRESACAPITALISTA

Pero acabamos de decir que la empresaadquiere matices a lo largo de la historia. Elmatiz general que más nos interesa es el capi-talista. Definir la empresa capitalista exige

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definir el capitalismo, lo cual es bastante com-plejo y no vamos a intentar aquí. Sí tenemosque llamar la atención, sin embargo, sobrealgunas cuestiones que nos interesan. Porejemplo, lo que hoy llamamos capitalismo estáformado por muchos factores de tipo no sóloeconómico, sino social, político y cultural.Además, todos estos factores han ido apare-ciendo y formándose a lo largo de casi toda lahistoria.

Los historiadores y sociólogos han habladode un pretendido espíritu capitalista, que cons-tituiría un factor esencial del capitalismo.Según ellos, este espíritu se habría ido concre-tando durante la baja Edad Media (siglos X alXV) y aparece ya bastante conformado al finalde ese período. Conformado quiere decir queexiste, que tiene forma clara y se le puede dis-tinguir; pero no que sea lo único, ni lo másabundante, ni necesariamente lo más impor-tante. Se habla, por lo tanto, del nacimientodel capitalismo, lo cual no quiere decir queEuropa sea ya capitalista, o solamente capita-lista, ni que rasgos parciales de ese capitalismono hayan podido existir antes.

Ese espíritu capitalista informará cada vezmás la sociedad, de manera que crecerá a lolargo de los siglos Modernos (desde fines delsiglo XV a fines del siglo XVIII), para inspirar ya

la organización social y política desde loscomienzos del siglo XIX, con más o menosintensidad según los países (en algunos unpoco antes).

Max Weber identifica el capitalismomoderno con “la aspiración a la ganancialograda con el trabajo capitalista incesante yracional, la ganancia siempre renovada, la ren-tabilidad”4. Y en otro lugar afirma que lo quecaracteriza al capitalismo moderno deOccidente es “la organización racional-capita-lista del trabajo formalmente libre”. Esta orga-nización, dice Weber, exige una separaciónentre economía doméstica e industria (de lacasa y del taller) y cabría decir también, delcapital y del trabajo.

Sombart incluye entre las características delcapitalismo el afán de lucro, la pasión por lariqueza, que Weber no veía como caracterís-ticas esenciales del capitalismo moderno,porque se han dado siempre y en todos losámbitos; pero Sombart añade también la exis-tencia de un fin económico (una inversión útil)y la necesaria racionalización de la actividadeconómica.

Por su parte, Fanfani, a la hora de caracte-rizar el espíritu capitalista se fija en la pérdidadel sentido moral del uso y adquisición de las

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riquezas y en el desarrollo de una moralpropia, adaptada al utilitarismo económico5.

Aún podríamos decir algo más sobre losmedios y formas de organización capitalistas.Existe, por supuesto, el uso del capital (lo cualno es privativo del capitalismo). También la dis-tinción de los agentes productivos (empre-sario, mano de obra, financiero) y la asociaciónde estos medios (no hay empresa capitalista deun individuo) y una asociación permanente, opara un plazo largo. Igualmente hay que teneren cuenta la existencia de una oferta previa (almenos potencial). No se trabaja por encargopara satisfacer necesidades inmediatas, con-cretas y limitadas, sino para una demandahipotética que se sabe existe (el mercado). Esdecir, la acción de la oferta se anticipa a laexpresión de la necesidad de la demanda6.También el capitalismo moderno exige unmarco jurídico libre para su desarrollo, y estoparece ser un aspecto determinante y defini-torio.

Dentro de este espíritu capitalista vive laempresa, en la que se concreta ese espíritu (enel empresario, por supuesto), un espíritu quees más dinámico que cualquier otro que afectea la vida económica, antes o después deltriunfo del capitalismo. Empresario y dina-mismo económico van unidos en la economía

capitalista. Schumpeter da un papel funda-mental en el crecimiento económico a losempresarios, a quienes considera la fuerzavital de la economía. “Esta idea del autor, diceel historiador F. Mauro, es, sin duda, la quemejor se aplica al siglo XVI. La virtú de losgrandes empresarios jugó más en esta épocaque en ninguna otra... Es el espíritu que pre-sidió, sobre todo, los asuntos comerciales”7,aunque hay otros ejemplos posibles.

Tenemos, por lo tanto, unidos, empresario,con su virtú, auge económico -más rápido queel anterior al nacimiento del capitalismo-, yuna época, el siglo XVI, considerada comomomento en que el nuevo espíritu capitalistaempieza a ejercer una influencia notable. Faltasencillamente mencionar que esa empresacapitalista se centró en sus orígenes, funda-mentalmente, en el comercio, las finanzas y labanca, y poco a poco se fue introduciendo enla agricultura y en la industria. Al tiempo sub-sisten muchas actividades donde predomina lotradicional, donde el influjo capitalista nollega, o viven al margen. Es la distinción queBraudel hacía entre vida material y capita-lismo8.

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LO QUE LA EMPRESA HA DADO

Considerar una institución económica, comoes la empresa, al margen de corrientes intelec-tuales, o de la organización social y políticasería una grave distorsión histórica. Esto lodigo para entender el título de este epígrafe.Lo que la empresa ha dado no lo ha dado ellasola, como causa única; pero ciertamente hatenido un gran protagonismo.

Tomemos el ejemplo del comercio. Su acti-vidad se ha desarrollado por influjo de lasempresas. En la Edad Media se desarrolla lasocietas maris, fórmula que ya había tenidoéxito al menos desde la colonización griega(siglo VIII antes de Cristo, época de Homero, encuyas obras se refleja la aventura marítima) yque tardará en evolucionar: sociedad encomandita, sociedad por acciones. Se trata defórmulas técnicas para asegurar un mismofenómeno en épocas distintas. Hay que abrir laparticipación a más personas, ampliar los capi-tales, hacer viajes más largos, tener másbarcos, cargar más productos, disminuir losriesgos, etc.

La evolución histórica así lo exige. Desde elsiglo X Europa no ha dejado de crecer: máshabitantes -salvo alguna grave crisis, como ladel siglo XIV-, mejor conocimiento del mundo

exterior -sobre todo en la época de los grandesdescubrimientos oceánicos-, mayor riqueza,gracias a la lenta pero eficaz renovación socialy al aumento del poder adquisitivo. En elterreno material el progreso es evidente.

El desarrollo del comercio produjo bene-ficios y el reparto de estos favoreció elaumento de la demanda, que permitió -exigió,en cierto modo- la renovación tecnológica. Elprogreso comercial va unido al progreso cul-tural: una Europa cada vez mayor también ensus horizontes mentales, ideológicos, aunqueaquí el progreso no sea tan lineal. ¿Hubierasido posible el desarrollo material sin el pro-greso cultural?. ¿Hemos de hacer la preguntaa la inversa?.

No vamos a referirnos en este epígrafe a lastransformaciones en las explotaciones agrí-colas, o en la organización industrial, por noalargarlo demasiado, por no ser reiterativos,pero el fenómeno es semejante y la empresaaparece siempre en el núcleo del proceso. Laempresa ha hecho una aportación tal al bie-nestar económico que éste no se entenderíasin aquélla. El espíritu creativo del empresario,el amoral riesgo, le han llevado de aquí paraallá, y su sentido de colaboración le ha hechounir muchos intereses, aunque no todos.

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LO QUE LA EMPRESA NECESITA

Para dar todo esto los empresarios hanpedido, a veces, muchas cosas también. Loprimero de todo, seguridad. Se ha escritomucho sobre las relaciones entre la guerra y laeconomía. La conclusión parece clara, los quese benefician de la guerra son pocos y merceda una actividad coyuntural: no se puede estarsiempre en guerra porque los destrozos sonexcesivos. El progreso material se aceleró,entre otras razones, cuando se dejó de pensarque la su pervivencia dependía de la conquistatotal. En Europa Occidental esto parece clarodespués del siglo X, una vez finalizadas lasinvasiones, cuando empieza el paulatino creci-miento comercial. Puede que uno de losaspectos de la crisis de nuestro siglo sea, preci-samente, la vuelta a la práctica de la conquistatotal por parte de algunas ideologías como elcomunismo o el nazismo.

Parece claro que durante la Epoca Modernalos mayores éxitos económicos, los más dura-deros, al menos, vienen con la paz. Losimperios económicos de Holanda, o deInglaterra son ejemplos claros. Ciertamente noexcluyen la violencia hacia el exterior, pero nose basan en ella. Se trata de un poderío eco-

nómico, no fundamentalmente militar,aunque tenga que defenderse -a veces adqui-rirse- con las armas. En todo caso, lo militarestá al servicio de objetivos económicos y cesacuando estos se consiguen. Y el éxito eco-nómico no deriva del simple hecho de la con-quista, sino de la organización racional en lapaz.

En la historia, el comercio ha tenido quecesar en los momentos de mayor conflicto, ylos productos amontonados en los puertos hantenido que esperar la llegada de la paz paraencontrar su habitual salida. Por otra parte, elcomercio ha sabido evitar los puntos conflic-tivos mediante rutas alternativas, a veces conresultados sorprendentes y revolucionarios: laapertura de la ruta africana hacia la India, através del Cabo de Buena Esperanza, o el des-cubrimiento de América, se deben en buenaparte, a la presión de la necesidad comercialante la ruptura violenta de las rutas tradicio-nales. Los conflictos bélicos provocados por laRevolución Francesa causaron cuantiososmales económicos a los contendientes y, sinembargo, permitieron el renacimiento de lanavegación de los países neutrales y, en con-creto, la cristalización de la potencia mercantil

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de los Estados Unidos recientemente indepen-dizados.

Seguridad también en la paz frente al con-trabando, el “dumping” y cualquier otro tipode competencia desleal basada en el incumpli-miento impune de la ley, o en el goce de legis-laciones particulares o ventajistas. Ahí radican,por ejemplo, algunos de los límites fundamen-tales del crecimiento económico durante laépoca del mercantilismo. Por eso aparececomo fundamental la seguridad jurídica quemarca las reglas del juego, controla el fraude,o regula las situaciones de quiebra. La segu-ridad engendra confianza en que el negociopodrá llevarse adelante, dará ánimos para rea-lizarlo y favorecerá el éxito en los objetivosprevistos.

La empresa necesita también libertad deacción. Si hasta ahora hemos hablado sobretodo, de comercio, y de gran comercio, inter-nacional, es porque ha sido, durante siglos,hasta la Revolución Industrial, el sector másdinámico. Incluso la Revolución Industrial nose explica -en sus orígenes y en su manteni-miento- sin ese dinamismo comercial. Pero esque esa fuerza proviene, precisamente, de sulibertad de acción. La agricultura, o laindustria, sin embargo, han estado más sujetasa diferentes yugos, a causa de la organización

jurídico-social, o del fisco, o del controlpolítico.

El comerciante, como prototipo del empre-sario más libre hasta 1800 -perdóneseme lageneralización- ha sido siempre ingenioso si havisto posibilidades de beneficiarse. Esa libertadha supuesto la garantía de los llamadosderechos de propiedad; es decir, un marcojurídico necesario para que haya incentivos,porque dentro de esa legislación el beneficioes posible, ya que garantiza la acción más ade-cuada9. En ese ambiente, serán precisamentelas actividades productivas -en un sentidogenérico- las que más beneficios generen,frente a la búsqueda de inversiones más con-servadoras. Hay ejemplos señeros de fracasoseconómicos -como el de la España Modernaproducidos primordialmente por el manteni-miento secular de una política económica queprimó las actividades no productivas: losingentes recursos se utilizaron en fines que sondesde luego loables, y hasta necesarios, perosin tener en cuenta la prudencia de valorar lafinitud de semejante organización económica-que en cualquier caso, duró dos siglos en loque se refiere al ejemplo español- y la nece-sidad de haber introducido alguna modifi-cación oportuna.

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Los incentivos no siempre se han conseguidocon la libertad. A veces ha sido necesaria laprotección; pero siempre deseada por loscomerciantes del país, como una garantía másfrente a una competencia exterior fuerte, ysiempre que no significara el monopolio deunos pocos. Quiere esto decir que tanto losderechos de la propiedad, como el aspecto dela violencia, antes comentado, se han consi-derado durante mucho tiempo, desde unpunto de vista estrictamente nacional. Losingleses crearon, por ejemplo, un sistemacomercial que favorecía a los súbditos de suimperio -hoy quedan los restos en laCommonwealth-, pero que excluía directa-mente a todos los demás. Esta es la situaciónconsagrada por las leyes de navegación, desdemediados del siglo XVII. Antes de que eso ocu-rriera, el país se había dividido en una guerracivil de la que aparece como una de las causasmás importantes, la lucha contra los mono-polios.

Durante el siglo XIX, la visión nacionalistaseguiría presidiendo el desarrollo de laspotencias europeas y de su expansión imperia-lista en otros continentes. Este enfoque aúnfue factor decisivo en el desencadenamientode la I Guerra Mundial. Sólo tras el segundoconflicto mundial, de causas más complejas,

empezó a esbozarse una corriente universa-lista y de colaboración entre las naciones,aunque sus frutos tardan en madurar.

TIPOS DE EMPRESAS EN LA HISTORIA

En la historia del Occidente europeo lasempresas han atravesado dos etapas funda-mentales, la capitalista, más cercana, y laanterior, difícil de definir con una sola palabra(precapitalista, medieval, tradicional, etc.…).La separación entre ambas etapas es difíciltambién de señalar. No depende sólo de la cro-nología, sino del ambiente político y jurídico yde los valores culturales que dominen en undeterminado tiempo y lugar. Así, en plenaEdad Media, hay actividades bancarias conmuchos rasgos capitalistas10, mientras que enlos siglos XIX y XX hay empresas artesanas ysectores de rígido corporativismo. En la his-toria es muy difícil encontrar situaciones puras,y la caracterización de una época viene dadapor el predominio, en cuestiones sociales rele-vantes, de un determinado factor.

Hechas estas salvedades, digamos que esasdos formas de empresas mencionadas hanvivido -a veces, convivido-, en tres sociedadesdiferentes:

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a) La sociedad feudal, que preside la primeraexpansión europea y que se caracteriza por losvínculos personales a través de los cuáles seorganiza la sociedad. En esta época predominala empresa tradicional, con unas limitacionesjurídicas y organizativas fuertes.

b) La sociedad señorial, presente en laEuropa de la Baja Edad Media y EpocaModerna. Hereda la jerarquización feudal,pero han desaparecido las vinculaciones perso-nales, ha aumentado, por lo tanto, la libertady existe ya una organización estatal, con ten-dencia al autoritarismo, aunque obliga a res-petar un sinnúmero de privilegios y de fueros.En esta época la empresa capitalista empieza aconformarse y va alcanzando su madurez, enconvivencia con otras formas jurídicas -esta-mentos, grupos-, hasta llegar a su plenitud,llegada que provoca un cambio social ypolítico que supone la entrada de la tercerafase.

c) La sociedad capitalista. En teoría, en estasociedad se han roto los vínculos jurídicos esta-mentales y todos los ciudadanos son igualesante la ley. El control de las libertades, que sonmucho más amplias que antes, supera elanterior acuerdo Monarquía-estamentos parainscribirse en un régimen democrático, que

tiende a ser cada vez más amplio, y que quedasancionado por las leyes.

En estas etapas las empresas adquierenformas diversas que se caracterizan tambiénpor las peculiaridades del sector al que perte-necen.

En la agricultura, la sociedad feudal imponeunas condiciones jurídicas insoslayables. Elvasallaje personal, que garantiza una sociedadrígidamente jerarquizada, lleva unida laposesión de un feudo, que en su parte esenciales indivisible y no enajenable. Los propietariosfeudales -nobles, o instituciones eclesiásticas-,ven garantizadas sus rentas por los privilegiosjurídicos y fiscales que les amparan. La manode obra, sierva o semisierva, está adscrita a latierra y no puede trasladarse. El comercio sedesarrolla con lentitud y apenas penetra en lasestructuras agrarias.

La crisis demográfica de la primera mitad delsiglo XIV, que despobló Europa, fue la puntilladefinitiva a un régimen de prestaciones perso-nales que ya había entrado en decadencia.Desde el siglo XV se esboza una sociedadnueva. Lo más interesante es la presencia delEstado (el Estado Moderno), con un monarcaque quiere alcanzar cada vez mayores ámbitosde poder. Se mantienen los tres estamentosmedievales -nobleza, clero y estado llano-, con

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sus privilegios y jurisdicciones, pero han desa-parecido los lazos de vasallaje y la mayor partede las prestaciones personales.

En la agricultura, el régimen señorial man-tiene unas relaciones de producción muy simi-lares en la forma -aunque jurídicamente bas-tante distintas-, a las del feudalismo. Unabuena parte de la propiedad está vinculada yamortizada -no se puede enajenar- y existenderechos de jurisdicción sobre los campesinosen cuanto habitantes de un determinadolugar. Pero ya no existe la servidumbre (que semantuvo en la Europa Oriental), tampocoestán sujetos a la tierra y es posible conseguircontratos de arrendamiento a veces muy ven-tajosos (enfiteusis). Salvo coyunturas desfavo-rables, la renta de la tierra sigue siendo unvalor seguro para todos,

El desarrollo del comercio y la crecienteurbanización, así como el auge demográfico,facilitaron la penetración en el campo delcapital mercantil y abrieron camino, así, a larenovación agraria. Esta vino, en primer lugar,por el aumento de la propiedad libre -comprasde tierras por los burgueses-, cuyas explota-ciones no se basaban en privilegios jurisdiccio-nales. Pero la situación no cambiaría completa-mente hasta que no desapareciera el régimenseñorial, con sus jurisdicciones y vinculaciones,

y se consagrara el principio de propiedadplena, identificando el derecho eminente conel derecho útil. En algunos países este cambiovino acompañado por la desamortización, queprivó de sus tierras a los anteriores propie-tarios, especialmente eclesiásticos ymunicipios11.

La actividad industrial estará marcada porotro tipo de problemas. En la época feudal laindustria se desarrolla en las ciudades, ámbitolibre, ajeno al sistema feudal que domina loscampos, y que tiene sus propios estatutos. Peroen ese marco, la industria estaba subordinadaa los intereses del abastecimiento de dichaciudad y de sus gobiernos, normalmente for-mados por comerciantes, que forman una élitedistinguida: el patriciado urbano.

Para poder cumplir su misión, la industriaqueda sujeta a la organización gremial. Losgremios formaban corporaciones peculiares,constituidas por la asociación de pequeñosempresarios -maestros-, con sus oficiales yaprendices, y sometidos a una rígida regla-mentación laboral sancionada por las autori-dades municipales.

Tenían el monopolio de fabricación y ventade un determinado producto en su ciudad;pero no había libertad de trabajo, ni de pro-ducción. El precio estaba fijado de antemano,

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la competencia casi no existía y la calidad delproducto era fija. La asociación favorecía tantoa los maestros -que prácticamente asegurabansu empresa-, como a los oficiales, que asegu-raban su empleo y salario. Además, el gremiotenía organizadas diversas ayudas en caso deenfermedad, viudedad y muerte (entierro), asícomo actividades religiosas de las cofradíasanexas indisolublemente al gremio, que man-tenían el fervor religioso entre sus compo-nentes.

Los gremios evolucionaron según cambiarontanto las necesidades industriales, como lasrelaciones de poder y la organización socialdentro de las ciudades. No obstante, el cambiofundamental se dio con la aparición y desa-rrollo del Estado Moderno, que fue fatal paralas instituciones gremiales que hasta entonceshabían cumplido bastante bien sus obliga-ciones en un mundo donde las funcionesestaban bastante definidas. El EstadoModerno anularía los privilegios urbanos -allídonde triunfó, claro- y los gremios pasaron adepender de la autoridad estatal, consagrandoasí monopolios nacionales. Pero además, elEstado garantizó el status social de losmaestros, que acabaron formando oligarquíascerradas, más pendientes de mantener susituación e influir en el gobierno municipal,

que de mejorar la producción. Así el gremiodejaba de tener un sentido estrictamente eco-nómico y abría el camino hacia la ineficacia ypor tanto, hacia la incapacidad competitiva através de la rigidez institucional.

La penetración del capital comercial en laindustria se hizo de dos maneras. Una, insi-diosa, la llevaron a cabo los propios maestrosgremiales que llevaban una vida empresarialdoble, la del gremio, y otra, de sentido capita-lista, por la que burlaban las ordenanzas queellos mismos querían custodiar y fabricaban ovendían de acuerdo con los comercianteslibres.

Por otra parte, y con independencia delmundo gremial, los comerciantes empezaron ainvertir en actividades industriales organizadaslibremente, sin sujección a gremio, con manode obra rural, acabado en talleres urbanos ycomercialización del producto por ellosmismos, con miras a la exportación. Es lo quese llama el “verlagsystem”, que tiene su per-sonaje central en el mercader-fabricante. Sunombre indica las características de su acti-vidad.

El Estado Moderno se mantuvo en la ambi-güedad ante esta situación. Por una partemantenía y fomentaba los gremios tradicio-nales, pero por otra, dejaba que se desarro-

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llara la industria capitalista que le propor-cionaba dinero a través de los impuestos deaduanas y tras de la cual había, a veces,potentes firmas de comerciantes que finan-ciaban la política estatal.

El desarrollo de la industria capitalista librefue mayor y su influjo fomentará la práctica deuna política económica más libre, al menos conotros protagonistas adeptos a los gobiernoscentrales, que acabará dejando a los gremiosen reductos no competitivos y que en muchoscasos, limitará la intervención estatal en laindustria. Hace tiempo que Nef señaló la dife-rencia que en este aspecto hubo entre las polí-ticas de Francia y de Inglaterra en el sigloXVII12. El triunfo de una política más liberalen Inglaterra no se conseguiría sino tras dosrevoluciones contra el poder centralizador delEstado. El resultado, sin embargo, seríapositivo y duradero. En Francia, en cambio, elpoderío de los gobiernos de Luis XIV llevará aun excesivo centralismo, el colbertismo, queacabó cosechando un rotundo fracaso13.

Una vez establecida la industria capitalista,el paso a una organización fabril concentrada,como es el “factory system”, no tiene ya con-notaciones jurídicas, ni políticas, sino simple-mente técnicas: la fábrica moderna nacecuando -habida cuenta de las circunstancias

mencionadas-, la máquina aparece como uninstrumento necesario para romper los techosproductivos, tanto en cantidad como encalidad. El uso de la máquina traerá consigo elde fuentes de energía alternativas, especial-mente el vapor, que modificará la forma físicade los lugares de fabricación.

A partir de entonces el capital fijo empezaráa tener más importancia que el capital circu-lante de la empresa dispersa14. Se ha pro-ducido un salto cualitativo en la producción15,que indica que la Revolución Industrial está enmarcha y que desde ese momento, la empresaindustrial será mucho más compleja que antesy tendrá también una presencia mucho mayoren la creación de riqueza y en la vida eco-nómica y social.

En el mundo de los servicios el panorama escompletamente distinto por cuanto, como yaqueda dicho, se gozó de mayor libertad desdeel primer momento. En el comercio habría quedistinguir entre el pequeño comercio,reducido al interior de los países, o de regionesespecíficas, que ahora no nos interesa tratar, yel gran comercio internacional, de largos viajesy productos caros.

Esta actividad comercial fue tenida siempreen suficiente estima social como para que nofuera degradante realizarla y no impidiera su

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práctica a la aristocracia, o el ennoblecimientoa quienes la practicaban. Creció desde loscomienzos de la Baja Edad Media al hilo de lasrelaciones de Italia con el Levante y con elenlace marítimo hacía los Países Bajos, oterrestre hacia el centro de Alemania y Francia.

El cierre del Mediterráneo por los turcos ylos descubrimientos de portugueses y caste-llanos a fines del siglo XV fueron cambiando elcentro de gravedad de la importanciacomercial hacia el Atlántico, al tiempo quecreció el volumen del comercio con los nuevosmercados, la variedad de los productos y elbeneficio de los comerciantes. Las nuevasnecesidades llevaron también a nuevas formasde organización de la empresa comercial. Porotra parte, el Estado Moderno impulsó las acti-vidades comerciales a través de las políticasmercantilistas que otorgaron privilegios ymonopolios y encumbraron más a determi-nados grupos de comerciantes.

Durante la época mercantilista hay dos tiposde empresas características: las compañías pri-vilegiadas de comercio, por acciones, monopo-listas, con participación estatal y dirigidas algran comercio intercontinental, y las manufac-turas estatales, industrias concentradas pordeseo del propietario, no por necesidades téc-nicas, también monopolistas, sujetas a un

régimen jurídico y fiscal diferente al del restode la actividad industrial y dirigidas a intro-ducir nuevos productos y tecnología y a sus-tituir importaciones, cuando no a enlazar conlas compañías de comercio para exportar susproductos, aunque en esto tuvieron menoséxito.

Junto al gran comercio -y a las manufacturasestatales-, el mercantilismo favorecerá el desa-rrollo de los sistemas financieros, del crédito yde la banca, con técnicas renovadas quesuponen la adaptación de estas actividades alas nuevas necesidades de la vida económica ypolítica.

Todo ello supondrá una integración socialdiferente a la anterior, del mundo de losnegocios, entendido en su sentido más amplio.Grandes propietarios, comerciantes, indus-triales y financieros empiezan a conocersemejor, a relacionarse e incluso, a mezclar susactividades. Se irán rompiendo también, en losaltos niveles, las diferencias entre la aristo-cracia y la burguesía: el rico burgués comer-ciante se ennoblecerá y el aristócrata parti-cipará cada vez más en esas empresas comer-ciales y financieras que son mucho más ren-tables que la explotación de sus propiedadesagrícolas, aunque también más arriesgadas. Lamonarquía favorecerá estas realidades por

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cuanto son fuente también de beneficios eco-nómicos, de financiación y de clientelas adictasal régimen.

MONARQUIA, EMPRESA Y CAMBIOSOCIAL EN LA EPOCA MODERNA

Es evidente que el punto de partida de estastransformaciones sociales está en el dina-mismo de los grupos protagonistas, sinembargo, el catalizador fundamental será elEstado Moderno. Es tópico hablar de la alianzaentre la burguesía y la monarquía para reduciruna parte del poder político de la aristocraciadesde los mismos comienzos del EstadoModerno. En la época feudal el monarca teníala soberanía, pero el ejercicio del poder veníalimitado en la práctica por la fuerza y ambi-ciones de los señores feudales: el dilema erasucumbir ante ellos, o dejarles un amplio margen de autonomía en sus territorios.

En los estados más fuertes el rey consiguiósometer a los nobles a su autoridad, asimilán-dolos a la política nacional y a la vida de lacorte. Esta política, entre otras cosas, exigíamedios financieros. Los monarcas decidieronmantener intactas las riquezas territoriales dela aristocracia, así como sus jurisdicciones res-pectivas y apoyarse en los burgueses, de

quienes recibían préstamos y cuyas actividadescomerciales podían gravar con impuestos queles eran propios (regalías), para cuya recau-dación no necesitaban del consenso de los par-lamentos.

La mayor parte de los ingresos fiscales de lasnuevas monarquías por lo tanto, no proveníande la agricultura, la mayor fuente de riquezade entonces, sino de las actividades comer-ciales y de la industria. Las políticas mercanti-listas supondrían un intervencionismo estatalen esas mismas actividades, para lo cualencumbraron a quienes las llevaban a cabo, losburgueses comerciantes, o un grupo de ellos.

La actitud de los grupos sociales afectadosvarió según los países. En las monarquías másfuertes, que habían sofocado los últimosreductos de los privilegios urbanos y la repre-sentación en los parlamentos, los comerciantesadmitieron la intervención, siempre quefueran ellos los beneficiarios de los mono-polios. Así se fue formando una mentalidadempresarial cuyo respaldo se encontraba en laautoridad del Estado. El ejemplo más caracte-rístico, por ser la monarquía más fuerte delsiglo XVI, es el español.

En el terreno opuesto, donde los monarcastenían menos poder y se mantenían muchosmás privilegios particulares de origen

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medieval, los comerciantes impusieron almonarca un régimen más libre que limitó laintervención del Estado y le obligó a unapolítica sistemática de defensa de los interesesmercantiles. Inglaterra y Holanda son ejemploscaracterísticos. No obstante, esos logros no seconsiguieron sin graves alteraciones, como larevolución de 1640 en Inglaterra o la indepen-dencia de Holanda de la Monarquía Hispánicay su separación del resto de los Países Bajos.Fue, pues, curiosamente, la defensa de inte-reses corporativos tradicionales, lo que iráabriendo camino al liberalismo, a fuerza deintentar actualizar las antiguas libertadesurbanas, que el autoritarismo monárquicotrataba de reducir.

El mayor éxito comercial de los sistemasinglés y holandés durante el siglo XVII obligó alos demás países a replantear la situación yabrirse al liberalismo, como intentaron Franciay España durante el siglo XVIII. El desarrollo dela fisiocracia o las políticas de libre comercio,tanto interior como con las colonias, sonaspectos fundamentales de esta política. Unalibertad, entiéndase, siempre dentro de loslímites del sistema nacional, o del propioimperio.

Pero el último objetivo del mercantilismo,incluso del incipiente liberalismo, era el

dominio político. De ahí el progresivo creci-miento del Estado y de los gastos militaresdurante el siglo XVIII en todos los países.

Al final de esta centuria, se acentuarán losproblemas financieros en todas partes, y losgobiernos buscarán la necesaria reforma fiscal.Inglaterra fue la mejor parada. Allí, los obje-tivos militares no se habían separado dema-siado de los comerciales. Además, el tempranodesarrollo burgués habla limitado el poder dela aristocracia terrateniente, de modo relativo.Según esto, al gobierno inglés le fue más fácilmodificar su sistema fiscal y conseguir colocarimpuestos a la renta de la tierra. El éxito deesta política radica en que los “intereses de latierra” y los “intereses del comercio”, estabanmás equilibrados. Ese equilibrio, que sematizará en el siglo XIX, será la base de los dospartidos políticos dominantes en la GranBretaña de los años posteriores.

Un intento de política similar le costó aFrancia su Revolución, ya que allí los interesesde los propietarios agrícolas eran mucho másinfluyentes. En España la revolución quedópendiente, porque de hecho tampoco seintentó llevar a cabo en serio semejantepolítica, lo que en definitiva, comprometió enparte el futuro del desarrollo comercial eindustrial.

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Decíamos al principio que el matiz que másnos interesaba de la historia de la empresa esla adopción del capitalismo, que, en definitiva,junto a unos métodos organizativos, consisteen un espíritu, en un determinado talante antela vida y ante la economía en concreto, que loshistoriadores han dado en llamar el espíritu dela empresa. Este espíritu empresarial, puestode manifiesto a lo largo de la historia dediversas maneras, se encarna en quien es sucentro y razón, el empresario. Parece obvio,pero no está de más recordarlo, que sin empre-sarios no hay empresa. ¿Quiénes han sido yqué lugar han ocupado los empresarios en lasociedad?. Responder a esta pregunta noslleva a hablar de la burguesía, en concreto dela burguesía mercantil, y especialmente, de laevolución de la burguesía en su caracterizaciónhistórica.

Burgueses son los que no tienen privilegios -no son nobles, ni clérigos-, ni trabajan con susmanos, sino que tienen trabajos organizativos,directivos, de pensamiento. Como burguesesse caracterizarán en la Edad Moderna, los fun-cionarios, los jefes y oficiales del ejército, losmiembros de las profesiones liberales, los inte-lectuales, y por supuesto, los comerciantes eindustriales, que son los empresarios queahora nos interesan.

Con esta caracterización como trasfondo,podemos decir que la historia de la burguesíamoderna es la historia de la escalada en elprestigio social: la búsqueda de la igualdadjurídica, de la igualdad de oportunidades. Elpunto de llegada lo conocemos bien y estáplasmado con el máximo rigor en la sociedadnorteamericana, que pudo hacer el experi-mento sin condicionantes previos. La indepen-dencia de los Estados Unidos constituye laesencia de la revolución burguesa, posible-mente es la única revolución propiamente bur-guesa.

El punto de partida lejano también parececlaro, desde la sociedad antigua, que des-conoce en profundidad el concepto depersona, a la sociedad medieval, que consagrala desigualdad jurídica a través de una inter-pretación teológica temporalista, que se nutreigualmente de prejuicios de la antigüedad,hasta llegar a la Epoca Moderna, donde elburgués va a actuar en el seno de una sociedadque en principio le relega a un plano secun-dario y que va a intentar modificar. Con sulucha, expresión del dinamismo empresarial -junto con otros ingredientes burgueses-, elburgués será un importante factor de cambiosocial en pro del triunfo del individualismo yde la libertad.

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Esto no quiere decir que el burgués seanecesariamente revolucionario en el aspectoviolento que damos a esta expresión. Más bienel burgués suele ser inconformista cuando lascircunstancias no le son del todo favorables, ybusca entonces la lenta modificación de esassituaciones. Lo normal, por otra parte, es queel burgués se muestre conservador con loadquirido y que tema acontecimientos decambio brusco ante los que su fortuna puedasentirse insegura del futuro inmediato.

El burgués se caracterizará, en cambio, porun sentido del progreso hecho a base detrabajo y constancia. El burgués produce yacaba convenciendo por la fuerza de loshechos. De este modo, el burgués acabará con-quistando posiciones en la sociedad hastahacer una sociedad nueva: la sociedad contem-poránea -desde los comienzos del siglo XIXhasta nuestros días-, se caracterizará por unsistema de valores en el que dominan modosde ver la vida que son, en definitiva, herenciade la burguesía histórica, mientras que se hanperdido las aspiraciones del viejo estilo de vidaaristocrático que dominó en otras épocas.

LA ETICA BURGUESA, ETICAEMPRESARIAL

El triunfo de los valores burgueses en lassociedades actuales tiene una importancia fun-damental -aunque no sean los únicos valoresvigentes-, por la fuerza que la situación delempresario tiene en nuestros días. Por eso esimportante considerar cómo se produjo la ges-tación de este sistema de valores.

Durante la Edad Media, la actividadcomercial se subordinaba a un orden devalores que primaba la armonía entre los dis-tintos sectores. La búsqueda del bien común seencontraba en la primacía de unos valores reli-giosos, que informaban toda la actividad, en elpapel dirigente de nobles y patricios, y en loque respecta al comercio, en el respeto a unasnormas profesionales por las que esta acti-vidad encontraba su hueco en la sociedad,cumplía la función social que de ella seesperaba. Es la época que A. Piettre llamó dela “economía subordinada”16.

De esa situación, la vida económica pasará,según el mismo autor, a ser primero eman-cipada y luego independiente y dominante.Para que se produzcan estos cambios no hasido preciso, solamente, un progreso material,

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sino también un cambio social y sobre todo, uncambio ideológico bastante complejo.

En síntesis podríamos decir que el burgués,que se siente poderoso en lo económico, buscaocupar un puesto en la sociedad al que se creecon derecho por su fortuna, pero el ordena-miento legal y el sistema de valores, le niega.Para conseguir ese puesto, el burgués habrá deluchar contra el orden establecido. B.Groethuyssen ha descrito magistralmente elproceso de formación de la burguesía francesaen este aspecto17. Según él, los burgueseshubieron de luchar contra diversos órdenes:contra el orden político, para desplazar de él ala aristocracia; contra el orden social, para des-pejar prejuicios que frenaban su ascenso y pre-eminencia; contra el orden cultural, para hacervaler ideas como el mérito personal, laigualdad, la libertad, el trabajo y otros muchosvalores relacionados con la vida laboral y eco-nómica: frente a los valores de la sangre, la tra-dición, la función militar exclusiva, la desi-gualdad original, etc., que sustenta el honornoble, el burgués opondrá la virtud no épicadel trabajo cotidiano y la honorabilidad delcomercio por lo que es.

El burgués luchará contra el orden eco-nómico que le impone la aceptación degremios, normativas, monopolios, intervencio-

nismo excesivo, etc., y le impide la libertadplena de trabajo y propiedad. Finalmente, elburgués luchará contra el orden religioso. Esteaspecto, que puede parecer secundario, es, sinembargo, de vital importancia, puesto que através de él se formará la conciencia burguesa,una conciencia que pretende ser autónomacon respecto a una norma moral objetiva.

Buscar la raíz de ese cambio sería complejo,porque habríamos de referirnos a factores delargo alcance, como la influencia del subjeti-vismo moral introducido por la ruptura protes-tante, o a otros de psicología individual, comoel afán personal de lucro, el egoísmo, o la bús-queda de la comodidad de la vida material.

En cualquier caso, se aprecia un cambio deactitud que lleva a justificar la acción eco-nómica con valores nuevos que conforman unamoral burguesa compuesta de ambiciones per-sonales, de convencionalismos sociales y denormas morales secularizadas, desprovistas desu última razón sobrenatural. Se trata de unpragmatismo orientado a la eficacia eco-nómica como fin único, del cual se derivaránnecesariamente otros bienes, sin necesidad debuscarlos directamente. En definitiva, unreduccionismo del bien común a lo puramentematerial.

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De ahí la revolución antes mencionada haciauna economía dominante; es decir, hacia untriunfo de los valores económicos en la orde-nación social, que tiene su traducción másinmediata en la formulación en términos eco-nómicos, sobre todo, de la revolución liberalque vendrá acompañada del triunfo del indus-trialismo.

Todo esto supone, en definitiva, un impor-tante cambio ético en el “modo de serburgués”, que acepta el utilitarismo como finúltimo18 y deja al margen, o en lugar secun-dario, otros valores que supone le estorban.Esta actitud triunfó a lo largo del siglo XIX y enbuena parte del siglo XX. En nuestros días elreto que se plantea el empresario no es sola-mente continuar la renovación económica ymaterial en un mundo que sigue necesitandoriqueza y progreso material, sino tambiénencontrar el modo en que la acción empre-sarial produzca una nueva armonía social, ocontribuya a ello.

La historia muestra a las claras la descom-pensación producida por un capitalismo indivi-dualista llevado a sus últimas consecuencias.No son menos claros los graves trastornos pro-ducidos por las utópicas soluciones de signototalitario, que desconocen la libertad. Lanueva armonía que se necesita exige una com-pensación de los valores económicos y morales;o bien, una moralización de los valores econó-micos, no sólo desde el punto de vista social,sino primordialmente desde la perspectiva per-sonal. En este nuevo modo de actuar que laevolución histórica hoy está exigiendo, laempresa y los empresarios tienen, como ya fueen tiempos pasados, un papel preponderanteque desempeñar. La historia muestra que lassoluciones técnicas en lo organizativo sonabsolutamente necesarias para que el desa-rrollo sea una realidad; pero también, que elolvido de ciertos postulados éticos puede tenergraves consecuencias.

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NOTA BIOGRAFICA

Agustín González Enciso es ProfesorOrdinario y Vicedecano de la Facultad deCiencias Económicas y Empresariales de laUniversidad de Navarra. Ha desarrollado suactividad docente en la Universidad Autónomade Madrid y en la de Murcia, de la que es cate-drático de Historia Moderna. Ha sido ResearchFellow de las Universidades de Yale y Harvard,

y profesor visitante de la Universidad deFlorida.

Sus investigaciones se han centrado sobre eltema del Estado y el Comercio en el siglo XVIII.Recientemente ha publicado la obra Estado eIndustria en el siglo XVIII: la fábrica deGuadalajara.

Recogemos en este Cuaderno la conferenciapronunciada en el Curso Electivo “Trabajo,Empresa y Sociedad”.

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