La Dignidad y La Miseria Del Hombre en El Pensamiento Europeo (Pindaro)

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Estratto da: LA DIGNITA E LA MISERIA DELL'UOMO NEL PENSIERO EUROPEO Att¡ del Conuegno internazionüle di Madrid, zo-zz magio zoo4 LA DIGNIDAD Y LA MISERIA DEL HOMBRE EN EL PEI.{SAMIENTO EUROPEO Actas del Congreso internacional de Madid,20 a 22 de mayo de zoo4 SALERNO EDITRICE ' ROMA

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EL EQUILIBRIO ENTRE LA GRANDEZAY LA MISERIA DEL HOMBREEN LOS EPINICIOS DE PÍNDARO

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Estratto da:

LA DIGNITAE LA MISERIA DELL'UOMONEL PENSIERO EUROPEO

Att¡ del Conuegno internazionüle di Madrid, zo-zz magio zoo4

LA DIGNIDADY LA MISERIA DEL HOMBRE

EN EL PEI.{SAMIENTO EUROPEOActas del Congreso internacional de Madid,20 a 22 de mayo de zoo4

SALERNO EDITRICE' ROMA

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Manco ANroNro SaNrauenÍ¡ Árvnn¡z

EL EQUILIBRIO ENTRE LA GRANDEZAY LA MISERIA DEL HOMBRE

EN LOS EPINICIOS DE PÍNDARO

A pesar de que a menudo se ha tildado de epigonal el mundo de

valores que Píndaro refleja, en realidad la intensidad poética con que loplasma tiene más de cenital que de crepuscular. Es cierto que el ámbitoaristocrático en el que se mueve y pera el que escribe se encontraba ya

en crisis irreversible en la mayor parte de las ciudades griegas, aunque

todavía se mostrase vigoroso en las tiranías de la Magna Grecia o de

otros puntos perifericos como Egina o Cirene. Con todo, el poeta elpresa

sus concepciones aristocráticas sobre el hombre y la vida humana con

total convencimiento, como si para éI estuvieran en pleno auge.1

Nada hay en él ni del pesimismo histórico de Hesíodo, para quien la

época contemporánea es la peor de las cdades humanas, ni de Teognis,indignado por el auge social de las clases inGriores y encastillado en ladefensa de sus intereses. Incluso Píndaro parece ir más allá que el propioHomero, quien describe una humanidad heroica ideal, que para él y su

auditorio tenía que contrastar con la decadencia de su momento pre-sente. Por el contrario, en la poesía pindarica los vencedores deportivosson presentados como una especie de nuevos héroes, pues sus hazafras

y sus cualidades morales no hacen sino actualizar las de las figuras delpasado, a los que ellos mismos solían tener por fundadores de su esrirpeo de su ciudad.

Estas consideraciones generales sobre el tono poético del autor y su

punto de vista sobre su mundo contemporáneo podrían hacer pensar

que refleja una humanidad triunfante, en apogeo. Sin embargo, comodrástico contraste frente a los logros lumanos, el propio Píndaro conmucha frecuencia da cabida en su poeSía, sobre todo en las sentencias y

r. Sobre la relación de Píndaro con el mundo arcaico, vd. H. Scururlrz, Píndar und die

Krise der archaischen Weh,Wrnterthur, Vogel, 1977.

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en los mitos, a aspectos negativos que afectan al hombre, ya procedan

de él mismo (por ejemplo, sus limitaciones o sus maldades, como la

envidia y la maledicencia), ya del exterior (como los reveses de la fortu-na, la desgracia,la muerte y el triste destino del Hade$. Dada esta

aparente paradoja, en lo que sigue se expondrán tanto la visión positiva

como la negativa que Píndaro.pfrece sobre el hombre y se intentará

explicar de qué manera ambas pueden resultar compatibles desde una

misma mentalidad.

r. Le cneNTEZADEL vENCEDoR

El elemento más característico de unas composiciones como los epi-

nicios, dedicadas a un vencedor deportivo, no podría ser otro que la

alabanza de las cualidades que lo han llevado al triunfo. Frente a lo

esperable, Píndaro no pone el énfasis en la excelencia física, sino en la

moral, pues las dotes corporales no son tan importantes como las del

carácter, esto es: el esfuerzo, el valor, Ia confianza en los dioses y laambición legítima de vencer, con el fin de dar gloria a su linaje y a su

ciudad. Recordemos que en el caso de pruebas ecuestres no se conside-

raba ganador al participante, sino al que financiaba el equipo. En tales

casos, que corresponderían a las odas más célebres, como las seis prime-ras Olímpícas y las siete primeras Pítkas, no tendría sentido destacar la

habilidad corporal del triunfador, sino más bien su generosidad, que ha

permitido invertir grandes caudales con vistas al triunfo'Además, el poeta valora otras actitudes del destinatario, no relativas

a la victoria, en especial la justicia,la hospitalidaáyla liberalidad, que

pueden ser alabadas por separado o en racimo.2 Todas ellas aparecen,

por ejemplo, en la Olímpiu Segwnda, unidas las dos primeras en el elo-

gro inicial a Terón <justo en laprotección de sus huéspedes> (6nr 8írcfiovqéuru, 6), y muy enfatizada la segunda al final del poema (93-95): <en

cien años no alumbró la ciudad (Agrigento) hombre de entraña más

z. Sobre las implicaciones ideológicas y religiosas de Ia alabanza, vd. J. Pórruras' lacondition h&oique el le statut religieux de Ia louange, er Pindare.8 Exposés suivis de discussions,

Vandauvres-G enéve, zt-26 aoüt 1984, Genéve, Enfretiens Hardt, 1985, pp. 2oT35.

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humanitaria ni de mano más espléndida que Terón>.3 En ocasiones, el

elogio es integral, como al final de la Pítíca Primera (s7SS), a Hierón: < si

salta de ti una chispa, es considerada grande, por proceder de ti> (el trrai Ql,aüpov mrpan0óoosr, peya tor Qépetar / ncrp oéOev).

Esta doble valoración de las cualidades físicas y morales se encuentratambién en los poemas homéricos y en los mitos de los epinicios aplicada

a los héroes, que llevan a cabo grandes empresas, bélicas o similares, yson a la vez enc rnación de alguna virtud que los caracteriza: magnani-midad, tesón, piedad, astucia, etc. Píndaro aplica el mismo baremo doblea sus destinatarios. Es más, a través de la narración mítica pone de ma-nifiesto todo tipo de paralelismos entre el laudandus y alguna figuramítica ilustre, a menudo su ascendiente.a En estos casos, suele sustiruirel ámbito de la guerra por otro muy similar: el de los certámenes de-

portivos. Así,las hazañas de Aquiles en el combate o el éxito de Heracles

en sus doce trabajos podrían compararse a la victoria de un atleta o unpúgil que ha sobrepasado a rivales poderosos. En O., 6 rz-r4 Píndarodice expresamente al vencedor Hagesias que se le puede aphcar el mismoelogio que en otra época Adrasto dirigió a Anfiarao: eres el ojo delejército, por ser alavez adivino y guerrero.

Por otro lado, los encomios se hacen también extensivos a la familiadel vencedor y a sus antepasados, considerados todos como receptores

de la gloria del triunfo. Dado que para Píndaro las cualidades de unhombre dependen de su naturaleza (quú) y ésta es heredada, las hazañas

del elogiado son manifestación de su estiqpe (yévoq).5 También formaparte del "programa poético" la loa a la ciudad, tomada metafóricamentecomo progenitora del campeón.6

3. Otros ejemplos: O.,8 zt-23; N., 4 rz-r3. Otras veces la hospitalidad se funde con elbuen gobierno, como en O., z 6-7 y 4 15-16. Hospitalidad y opetcr atlética van unidas en

O., g 8¡ y 13 r-3.

4. La importante obra de A. KónNr¡ N, Die Funktion des ltlythos bei Pindar, Berlin, de

Gruyter, rgTr, rna,IizaIas estrechas relaciones que Píndaro establece entre el héroe míticoy el vencedor.

5.Sobre las capacidades innatas, vd. O.,z 8ó-88,9 roo-2, rr tg-zo;1.,3 r3-r4. Paraunanálisis del concepto pindárico de Qud, vd. P..W'. Prosp, Pindar and Plrya, en < HarvardStudies in Classical Philology>, rxxrr 1968, pp.lg9-4o2.

6. Por ejemplo, en O., z 93.

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Sería erróneo deducir de lo que se ha dicho hasta ahora que paraPíndaro todos los hombres participan de estos talentos y que, en con-secuencia, su visión de lo humano sería altamente positiva. Muy al con-trario, es precisamente la excepcionalidad de estas virtudes lo que mo-tiva el elogio. No son patrimonio de toda la humanidad, sino de deter-minadas estiqpes privilegiadas por los dioses, para las que el poeta escribe,y sólo se manifiestan en ocasiones concretas, como la del triunfo. Poreso, el mundo luminoso e idealizado, lleno de logros y de dones, de lospoemas pindáricos representa un ámbito muy restringido, el de laaristocracia en sus momentos de esplendot y no pueden tomarse comocuadro global de la vida humana.

z. Xrrdg óvop üvOpronog. La MrsERrA DEL HoMBRx

Como ya se apuntaba anteriormente, las concepciones de Píndarosobre el hombre que se desprenden de los diversos elogios contrastanfuertemente con las de las sentencias y las admoniciones directas aldestinatario, en las que suele hablar de la naturaleza humana con tintesbastante negativos.T Uno de los pasajes más significativos es el comienzode la Nemea Sexta:

"Ev riv8prñv, iiv Oeóv 1ávoq' ér ptdg & rwéopevpcrtpdq úpQotépor' 8reípyer 6b ¡cd,ocx rercprpáva

6úvcr¡lq, óq tó pbv oó6év,

ó 6b 1cíi,reoq aoQol,bg oibv É6oq

péver oópovóq.8

No significa nada el hecho de que el origen de dioses y hombres sea

común, pues es radicalmente diverso el poder del que gozan unos yotros. La fumeza del cielo contrasta de manera implicita con la inesta-

7. Sobre las sentencias en Píndaro, vd. H. BrscHorr, Gnomen Pindars, Diss.,'W'ürzburg,Tiiltsch, 1938, y, más recientemente, M. Srur.rcno sz, Maxims in Pindals Poetry, en <Eos >,

Lxxxvrr zooo, pp. ry-62.8. <Una sola es la estirpe de los hombres, una sola la de los dioses: el aliento de

ambos ./ procede de una únic¿ madre, pero nos separa el reparto distinto ,/ de todo elpoder. Pues unos no somos nada, ,/ mientras que el broncíneo cielo siempre permanececomo firme sede [de aquéllos] >.

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bilidad de la vida del hombre (cfr.I.,3 r8-rsb). En definitiva, éste ha de

ser considerado una nada: oó6év.e

Normalmente Píndaro, fiel al principio del < nada en exceso D (¡rnSbv

cryov), no se muestra tan drástico y sólo subraya las diversas limitacioneshumanas, en especial la ignorancia (sobre todo del futuro), su forrunainconstante y su mortalidad. Por ijemplo, la incapacidad de los hom-bres para decidir lo más conveniente queda expresada en la siguientesentencia (O., 7 z4-26):

<i¡rQi I úvOpónrov Spaoiv crpnl"arícnovopí0pqtor rpápcrvtcn' toijto 6' crpú1cwov eópeiv

6cr viiv óv rcri tel"eutfr Qéptatov riv8pi tu1elv.10

Algo muy similar se lee en O., rz Tg:los hombres carecen de lavisión del futuro y ni siquiera de los dioses reciben señales fiables. Esta

sentencia aparece enmarcada por otras dos que enuncian la inestabilidadde la bonanza (4-6a; rc-rza). Tal concentración de sentencias pesimistasse explica porque los versos precedentes son una invocación a Tó¡r'¡,

para que guarde la ciudad de Hímera. También la ignorancia del porvenirestá unida a los cambios de formna en O., 2 32-34.

En la famosa sentencia dela Pítica Octava (gS-g6), <iseres de un día!

équé es uno? équé no es? El hombre es el sueño de una sombra>(érurÍpepou tí 6é trq; d 6' oó trg; ondg 6vo;p / ctvepronoq),11 Píndaro se

refiere sobre todo ala{ugacidad de la vida humana,lo que recuerda el

símil homérico: < como la generación de las hojas, así la de los hombres,r

9. IJn comentario del pas{e en H. FnÁNrn, Poesía y Filosofía en la Grecia Armirrt,

Madrid, Visor, 1993 (trad. e sp. áe Díchtung und Philosophie du frühen Griechentums,lJewYork, American Philological Association, r95r; München, C.H. Beck'sche Verlagsbuch-handlung, ry622), pp. 43g-4o.

ro. <Al pensamiento humano torpezas,/ sin número le rondan y es imposible deter-mrnar / 1o mejor que e1 hombre, / ahora y al final, puede conseguir>.

rr. Sobre la expresión, véase E. Tunorra, >*iaE órop, en < Orpheus >, rr 1955, pp. r83-

89, y sobre ei carácter e{imero de la naturaleza humana en Píndaro, H. FnÁNr¡r, Mart'Ephemuo! Nature Accordíng to Pindar and Others, en <Transactions of the American Phi-lological Association>, r>orvrr r946,pp.r3t-45,y ELHMEPO2 ak Kennwortfür die menschLiche

Natur (reimpr. con algunas alteraciones de ry46), er'lo., Wege und Formenfrühgriechischen

Denkens, München, C.H. Beck'sche Verlagsbuchhandlung, rg5o, 196o2, pp.23-39.

6g

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(oir¡ ruep Qú},),rrrv yeveri, toír1 6b rai av6póv, Il., vr 146). Con esa artdaz

imagen, Píndaro parece referirse al triste destino humano: convertirseen una sombra que pulule por el Hades eternamente, tras el breve

espacio de la vida terrena. Nuestra existencia, por tanto, no sería más

que un e{imero sueño de esa sombra que en realidad es el hombre.Téngase en cuenta que, segúd"la mentalidad griega arcaice, el sueño es

una realidad negativa, en tanto que grado menor de la muerte. Entérminos míticos, Oúvcrtoq, y "Trvoq se consideran hermanos.

Por otra parte, podemos colegir la visión pindátrícade la vida humanaa través de sus descripciones de dos lugares idílicos. Si la vida en el Más

Allá prometida a los áol,oí (en O, z 6z-66) se caracteriza por ser ci8arpug('sin lágrimas') y anovéor€poq ('menos dolorosa') y si en el país de los

Hiperbóreos (P., ro 42-44) no se conoce la enfermedad, la vejez ni el

trabajo, la existencia terrena queda definida indirectamente como el

ámbito donde se dan todos estos males.Píndaro parece :uttlizar estas sentencias negativas, claro contrapunto

al encomio, con dos objetivos diferentes: uno, que la gloria no nuble la

conciencia del vencedor y de sus allegados y no se consideren superiores

a lo que son. El segundo, que la alabanzano cause envidia o sanrraciónen el auditorio.lz

Lo que Píndaro considera peligroso no es la hazafla del triunfo, nitampoco el elogio y la gloria consiguientes (de otro modo su labor notendría sentido), sino la vanagloria, la tentación del vencedor de consi-derarlo un logro personal a la altura de las acciones divinas, lo que

supondría un acto de hybrisque rompería las barreras humanas y atraería

la envidia e indignación de los dioses.l3 Con vistas a la moderación delvencedor, Píndaro le previene para que no se endiose, como en los

conocidos versos (L,5 14-16):

¡rr1 pcimoe Zeüg levéo0cn' nuvl L"¡e4

rz. Sobre la saciedad: P., r 8r-84, s "g-ir;sobre

la envidia: N., 8 zr.

r3.Así lo expresa en su deseo de P., ro 20: (que no tropiecen [el vencedor y su

familia] en las mudanzas de la envidia de los dioses, (¡rn Qeovepaiq ér Oeóv ¡retotponíorgánrrúpoo,rev) y de 1., 7 39: ( que la envidia de los dioses no me perturbe > (ó 6' doovúto¡v

¡11 Opcrooéto Qeóvoq), referido a sí mismo.

7o

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EL EQUILIBRIO EN LOS EPINICIOS DE PÍNDARO

et oe toórrov poip' éQírorto rc¿}"óv.

Ovctcr 0vcrroior npéner.1a

En tales ideas y en su expresión literaria.el poeta se muestra deudorde la tradición gnómica reflejada en la poesía griega anterior, sobre

todo en los Trabajos y Días de Hesíodo o en la elegía, como en Teognis

y Focílides. Por otro lado, da voz alas enseñanzas delficas de <nada en

exceso)) y <conócete a ti mismo> (en algunas representaciones ilustra-do con una calavera), que es un modo de decir <Sé consciente de que

como hombre fu valía es escasa). La moral delfica establecía una se-

parucrón t{ante entre la natualeza de los dioses y la de los hombres.Desde un punto de vista moderno, suele repetirse que los griegos

modelaron a sus dioses tomando como referencia a los hombres yatribuyéndoles los privilegios y la perfección de los que éstos carecían(inmortalidad, ausencia de vejez y enfermedad, felicidad constante,

excelencia en todos los terrenos. . .).Justo a la inversa, desde una perspec-

tiva claramente teocéntrica, Píndaro describe al hombre partiendo de

los dioses y señalando todos los atributlos divinos que le son ajenos.

3. SÍNrEsrs DE AMBAS PosruRAS

En vista de estas apreciaciones negativas, se nos puede plantear el

siguiente interrogante: si el hombre está marcado por sus carencias y su

insignificancia, écómo es posible el elogio y qué sentido tiene? Si, comopafece, las citadas sentencias representan el pensamiento del autor, éacaso

no serían sus alabanzas a los logros humanos convenciones vacuas

dictadas por la ocasión, por el deseo de complacer a sus clientes?

14. < No te afanes en llegar a ser Zeus; tienes todo ,/ si consigues parte de tales bienes. ./A los mortales les corresponden cosas mortales>. Sobre la expresión, vd.J. Pónruras,MH MATEYE ZETZ TENEZOAI, en Apophoreta Philologica Emmanueli Fernández-Galiano a

Sodalibus Oblata ( Estudios Cltuicos,87), r, Marlrid, Estudios Clásicos, rg84, pp. zo9-r4,que enfatiza que no es la gloria io que alrae la envidia divina, sino el orgullo desmedidodel hombre. Otras sentencias semejantes: ¡ri1 ¡roreúor1 Oeóq yevéoOo,r, O,5 z4; inclusopara el hombre que ha conquistado los mayores friunfos, < el cielo broncíneo será siempre

inaccesible > (ó 1tíXoeo6 oúpcrvdq oü not' cr¡rBotog crútcp , P., to z7); < no mires más allá >

(¡rqrán núntorve nópotov, O., r rr4); O., Z ++; P.,8 78.

7r

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Aunque no seríajusto exigir al autor una secuencia de pensamientolineal y lOgica, desde los epinicios mismos parece posible conciliar ambosenfoques divergentes de la naturaleza humana. Si por un lado existe

ttnafracturaentre dioses y hombres, por otro éstos proceden de aquéllosy sus méritos y logros son concesión divina. Ahí reside su valor y poreso son dignos de elogio. A6í, en O,9 z8-zg leemos: <por disposiciónde la divinidad han llegado a ser los hombres valientes y sabios > (uycreoi

5b rcri ooSoi rutu 6crí¡rov'ctv8peg éyévovto) y enP., ro ro-rr <iApolo!

[ ] él [el vencedorf ha reahzado su acción gracias a tus designios>('Arcol,)"ov [...] ó pév noo teoig te pri8eor toür' énpcr(ev).

Es más, también a los dioses hay que atribuir, no sólo las destrezas delhombre, sino incluso el impulso y los recursos (pcrluvaí) necesarios

para que aquéllas se desarrollen y alcancen plenitud: < de los dioses

proceden todos los medios para los talentos de los mortales: así, nacensabios, de manos fuertes o elocuenteso (ér Oeóv ycrp ¡ra¡uvcri r¡d,ocn

Bpotéarg úpetuiq rai ooQoi rai lepoiv Brcrtai rcepí1l,rrrooí t' équv, P., r

4r-42). De hecho, en el pensamiento arcaico, la naturaleza del hombrese caracteríza por su inoperabilidad o aprlluvíu,15 de ahí que sólo puedaser superada con el concurso divino. En definitiva, si desde el punto de

vista humano las habilidades o virtudes de ciertas personas son loablespor su intensidad e infrecuencia, desde la perspectiva divina resultaninsignificantes por su imperfección y temporalidad. El hecho de quePíndaro refleje en su poesía tanto el mundo de los hombres como el de

los dioses genera esta aparente dicotomía entre la grandezay la miseriahumanas.

Ahora bien, tras poner al descubierto los aspectos oscuros de lanaú:ir.aleza del hombre, la actitud vital que el poeta propugna no es elabatimiento ni el abandono, sino, en primer lugar, la conciencia de lapropia inanidad y, después, la esperanza en la ayuda de los dioses, conlos que, en consecuencia, es necesario pracúcar la piedad y la súplica.Todas las miserias y sufrimientos humanos tendrían solución con losfavores divinos, el mejor de lostcuales es la prosperidad (ril"Bog). Oehecho, las dos sentencias más pesimistas del poeta van seguidas de sendas

15. Vd. B. SNnrr, Die Entdeckung des Geistes, Hamburg, Claassen Verlag, 19553, pp. ó8 ss.

n)

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frases que expresan la confianza en una intervención divina benévola.

Tias afirmar que el hombre es ( una nadar>, continúa: < sin embargo, en

algo nos aproximamos a los inmortales, en nuestra magnanimidad o en

nuestra natrraleza [corporal]o (al,i"* tr npooQépopev épnav i péyav, /vóov ritor Qóorv crOovritorq, N., 6 4-5).llnavez que el hombre es definidocomo <sueño de una sombra>, Píndaro pone su mirada en los dioses:

<pero cuando llega el esplendor otorgado por Zeus, gozan los hombresde un brillante fulgor y una dulce existencia> (crU,'6tcrv aiyl"u 6róo6otog'é?"0\, / l"crpnpóv Qóyyoq éneotv cxv6póv rcri ¡reíl"r1oq crióv, P., B g6-gil.Is decir, que los mortales cuentan con unos mínimos elementos de par-tida que con la ayuda divina pueden desarrollar, para así llevar a cabo

acciones memorables.Por otra parte, existe un ámbito intermedio entre los polos divino y

humano: el mundo heroico. Al comienzo de la Olímpka Segunda (v. z)

Píndaro distingue claramente las tres categorías fundamentales en las

que se mueve su poesía: <áa qué dios, a qué héroe, a qué hombreexaltaremos?> (tívcr Oeóv, tív' fiproa, dvc 6' uv6pu re)"u6rioopev). Si

bien el rango divino está totalmente fubra del alcance del hombre, éste

sí puede ambicionar asemejarse a los héroes, los cuales fueron tambiénhumanos antes de ascender tras su muerle a un estado superior. Los

héroes, por tanto, se erigen en modelos de conducta, agonística y moral,para los destinatarios de los poemas y panlos oyentes en general. Pórru-las llega a decir: <Sin el ejemplo heroico, sin el cuadro religioso que

proporciona la condición heroica, la exaltación del campeón atlético de

Píndaro sería imposible: no tendría ningún sentido, ni psicológico, nicultural, ni religioso >.16

Como ya se ha dicho, para el poeta las victorias deportivas reviven en

cierta manera las antiguas proezas de los héroes y por eso en las

narraciones míticas compara a los vencedores con personajes legendarios

gloriosos. Aunque no puede prometerles la heroízacrón propiamentedicha, que es prerrogativa de los dioses, les ofrece olra similar: ser

recordados por sus logros (no sólo los deportivos) gracias a la poesía.

Ambos tipos de heroización, la real y la poética, implican la veneración

ró. Vd. Pórrurls, Condition, cit., pp. 2c745, esp. p.2og.

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post mortem,ya sea por medio de cultos establecidos, ya por los recuerdos

que suscita la poesía, que de este modo consagra al triunfador.lT

En virtud de ello, el poeta en su acción laudatoria se asemeja a los

dioses que vigilan por el bien de los hombres, pues ambos son capaces

de remediar en parte algunas de sus miserias, como la infelicidad o lamortalidad. Píndaro ofrece a menudo el canto de elogio como bálsamo

o medicina para las fatigasls y, 1o que es mucho más importante, es ca-

paz de conferir una gloria duradera que funciona en cierto modo como

una antítesis de la muerte.le En virtud de esta función benéfica y digni-ficante cobra sentido el elogio destinado a los hombres, que en un prin-cipio parecería infundado en vista de su miseria.

Por otra parte, el poeta propone a sus destinatarios como valor su-

premo la conciencia de que las cualidades humanas y las condiciones

para ponerlas en acción son don de los dioses, y de ahi deriva un prin-cipio vital basado en el equilibrio entre dos actitudes: una, la aspiración

a obtener los mejores frutos de los talentos personales, tomando como

modelo las hazañas de los héroes; otra, el cuidado para no sobrepasar

los límites humanos y no emprender aquello que no se puede cumplir,

con el fin de evitar la fubris y la consiguiente envidia de los dioses.

Ambas metas, la aspiración a la gloria y la moderación, sólo son posibles

con una clara conciencia de lo que uno mismo es, L1n ser limitado pero

bendecido por los dioses con cualidades notables que pueden granjearle

una gran gloria.Iste modelo de conducta defendido por el poeta queda

expresado de forma escueta, pero con enorme efectividad, en su célebre

máxima, compendio de reflexión y acción: < llega a ser el que eres, tras

haberlo aprendido> (yóvor' dog éooi ¡ra0óv, P., z 7z), una genial reela-

boración pindárica del <conócete a ti mismo>.

17.Para la idea, Pón:rurx, Condition, cit., pp. zo9-r.18. Por ejemplo en N., 7-t5-r6 o 1.,5 z4-25.

19. Claramente el canto es Lrna conffapartida de la muerte en N., 8 44-48; ver también

O., ro 9r-94; P., 3 lz-t5.

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