Pindaro BCG 68

192

Click here to load reader

Transcript of Pindaro BCG 68

  • BIBLIOTECA CLASICA GREDOS, 68

    O D A S

    O L I M P I C A S - P ~ ' I C A S - N E M E A S ~ S T M ~ C A S - F R A G M E N T O S

    INTRODUCCIONES. TRAD'UCCION Y NOTAS DE

    ALFONSO ORTEGA

    EDITORIAL GREDOS

  • Asesor para la seccin griega: C A R ~ GARC~A CUAL

    Segn las normas de la B. C. G., la traduccin de este volu- men ha sido revisada por CARLOS GARC~A GUAL

    INTRODUCCION GENERAL

    1. Vida

    O EDITORIAL CREDOS, S. A. Snchez Pacheco, 81. Madrid. Espaa, 1984.

    Depsito Legal: M. 9783 - 1984.

    ISBN 84-249-0928-3. Impreco en Espaa. Printed in Spain. Crcaii Cdndor, S. A.. Snchez Pacheco, 81, Madrid, 1984.-5705.

    Dos grandes poetas de rango universal ha dado la tierra de Beocia al pueblo griego y a Occidente: Heso- do y Pndaro, si bien son dos pocas y situaciones socia- les muy diversas las que dleterminan la personalidad y la actividad intelectual de cada uno de ellos. El primero se halla ante el prtico del pensar racional de Grecia, creando l mismo la primera sistematizacin europea del cosmos, del nacimiento de las cosas, de su modo de ser, de los dioses y fuerzas de la naturaleza, como expres en su Teogona. En otro poema suyo, Trabajos y Das, en oposicin al Hornero de la Iliada que ignora la vida corriente de los hoimbres vulgares, Hesiodo aco- mete la empresa de ofrecer un cuadro existencia1 del trabajo humano de cada dla, de las normas que deben regirlo, al par que presenta una buena enseanza para la conducta recta y digna. Es el primer pastor que al- terna el cayado con la ctara heredada de las tierras de Eolia, de Cima, lugar de origen paterno.

    Pndaro, en cambio. el otro poeta de Beocia, estd li- gado a los vnculos sociales y espirituales de la nobleza. Su poesa va dirigida al hombre griego que, entre otras cosas, ennoblece su vida ein la esplndida actividad del deporte. E s el poeta de prncipes y de fiestas comunes como slo Grecia supo celebrar. En l adquiere mxima cumbre y potencialidad potica el gnero literario de la lrica coral.

  • 8 ODAS Y FRAGMENTOS I N T R O D U C C I ~ N GENERAL 9

    Pero hay algo esencial y comn a los dos poetas: una profunda seriedad de pensamiento palpitante en la reli- giosidad de su poesa, nacida en Tebas, en el crculo ciudadano que cuenta con los mitos ms importantes de Grecia, y sustancia principal de la potica de Pnda- ro. Nada fcil resulta el encuentro con ella, puesto que en este poeta se resumen dos siglos de vida e ideal ar- caico griegos en su mxima plenitud. Las mayores difi- cultades para su comprensin estriban en su aparicin al final de una poca en la que un poeta puede hablar todava, como maestro de la palabra, a un pblico de entendidos, en una forma artstica concisa, impregnada de mitos, sugiriendo mucho ms que exponiendo.

    Poco es lo que de su vida conocemos. Las biografas no tienen en la Antigedad la importancia de hoy. Slo cuando la gloria de un escritor desborda fronteras limi- tadas y se convierte en algo comn del pueblo, nace el inters por conocer pormenores de su vida, que, ya des- de la primera reflexin biogrfica, se exorna con ele- mentos idealizadores. Entre las cinco biografas antiguas de Pndaro, no faltan datos concretos sobre su nacimien- to, familia y vida, pero a cada instante se interfiere la fantasa. Incluido el artculo del Lxico de Suidas ', las cinco biografas son de poca muy posterior al poeta. Se trata de las conocidas como: Vita metrica, en 31 he- xmetros griegos que revelan el gusto y el estilo del ver- so de Nono y de su escuela (siglos iv-v d. C.)'; Vita Ambrosiana, as llamada por el manuscrito Ambrosia- nus; Vita Thomana, atribuida al erudito monje Thomas Magister, discpulo de Planudes (1270-1325), y la de Eus-

    Lxico reunido en Bizancio hacia el ao 1000 de nuestra era, s .v . ~Plndaross.

    Codex Laurentianus 32, 37; 32. 35. Codex Parisinus 2403. En rea- lidad. esta Vita metrica no es ms que una amplificacibn de la Vita Ambrosiana. Cf. 1. GALLO. Una nuova biografia di Pindaro (Pap. Oxy. 2438). Introd., resto critico e comm., Salerno, 1968.

    lacio, profesor de retrica en Constantinopla y, ms tar- de, Arzobispo de Tesalnica, en la Introduccin a su Co- mentario o Notas marginales a Pndaro no llegadas a nosotros (siglo xri d. C.)'. Algunas de las noticias, re- cogidas en todos ellos, llegan, a travs de los testimo- nios de los gramticos, hasta los ms antiguos bigra- tos de Pndaro, al peripattico Camaleonte de Heraclea (340-270 a. C.), y a Istro de Cirene (hacia el 200 a. C.), excelente discpulo de Caliimaco4. A todo ellos deben sumarse las referencias bioigrficas que de s mismo ha- ce el poeta en su obra.

    Un bello ejemplo de lo 'que aporta la fantasa es la visin de un Pndaro nio ,a quien, cansado y dormido tras una cacera por el Monte de las Musas, el Helicn, una abeja, insecto proftico para la creencia antigua, destila miel en la boca; o b~ien se trata de un sueo en que el mismo poeta ve Ilenirsele su boca de miel y cera como signo de que debe consagrarse al arte de la poesa (Vita Ambrosiana).

    Las Vidas dan como lugar de nacimiento Cinoscfa- las, una pequea aldea prlxima a Tebas. Pndaro nace aldeano como Hesodo, nacido en Ascra. Fecha de su nacimiento debe considerairse el espacio entre el 522 al 518 a. C., en la 65 Olimpa.da, como afirma el artculo de Suidas. En el fr. 193 nois dice el mismo Pndaro que fue en el ao tercero, o seai, en el 518, ya que coincidi con la fiesta quinquenal, y, por tanto, en el mes de agos- to, mes de las fiestas de i4polo en Delfos.

    El nombre paterno varia entre Pagondas o Pagni- das y Daifanto '. Daifanto se llam tambin un hijo del poeta. Como padre o padrastro, en la combinacin de

    J A. B. DRACHMANN, Scholia in Pindan C a m i n a , 1-111, Leipzig, 1903. 1910. 1927; espec., vol. 111. pgs. 285 y sigs. ' Las fuentes sobre las biografas fueron estudiadas por E. J .

    LEUTSCH. ~ D i e Pindarsbiographieri- Philologus 1 1 (1856). 1 SS. Daifanto. en Anthologiae Graecae Appendix. 111. 74, Epigr.

  • 1 0 ODAS Y FRAGMENTOS INTRODUCCIdN GENERAL 11

    Thomas Magister, aparece tambin Escopelino, a quien se atribuye la primera formacin musical de Pndaro. Lo ms aceptable es Pagondas o Pagnidas. Su madre se llamaba Cledice, Cldice o Cldice, aunque Thomas Magister la denomina Mirto, confundindola con la poe- tisa Mirtis nacida en la costa norte de Beocia '.

    Cuestin debatida es si los padres de Pndaro perte- necan a la nobleza. Ciertamente, es Pndaro un poeta de aristcratas, pero no se sigue de ah, sin ms, la no- bleza de su cuna. En lo que atane a esta cuestin, los fillogos se dividen en opuestas opiniones al interpre- tar un pasaje de la Ptica V (76). Pndaro habla en l de la familia de los Egeidas como de umis padres.: c... Esparta, de donde nacidos vinieron a Tera varones egeidas, mis padres, no sin favor de los dioses.. Segn la tradicin, los Egeidas jugaron un papel decisivo pre- parando el terreno a la invasin doria e interviniendo, ms tarde, en la colonizacin de Tera y Cirene. Con fre- cuencia, el ayo, y la determinacin posesiva pueden sig- nificar en Pndaro la persona del mismo poeta o el Coro que canta. La historia de la interpretacin pindrica ha dado a ese texto citado explicaciones contrarias. Nos parece ms probable que la expresin umis padres. se refiera al Coro de Cirene que canta el himno '. Por su- puesto, como ciudadano tebano podra Pndaro llamar a los Egeidas sus padres, en sentido general, de asocia- cin comunitaria. Pero debe recordarse que ni siquiera respecto al nombre del padre est de acuerdo la tradi- cin. La relacin contextual parece favorecer ms al Coro de Cirene, entendido de un modo genrico. De Esparta y de Tera procedan los habitantes de Cirene. Pero un egeida de Tebas, si an exista alguno en la poca de Pndaro, de ningn modo poda proceder de aquellos que

    haban abandonado Tebas y emigrado hacia Esparta y despus a Tera. Por otra parte observamos que se trata de un himno cantado dentiro de una fiesta a Apolo Car- neo, estrechamente vinculado a la veneracin de Cire- ne, culto en el que ningn ,papel juegan los antepasados de Pndaro. Menos extrao parece que el Coro, por vo- luntad del poeta, se desigine a s mismo como descen- diente de los Egeidas, en nombre de la casa reinante en Cirene y en representacin de todo el pueblo, recur- so conocido en otros poetas '. Nada impide admitir que perteneciese a una acomodada y distinguida familia de la aldea, sin ser noble.

    2 . Educacin y primeras obras La nitiez de Pndaro discurri, como testimonia el

    fr . 198a, en Tebas, donde comenz su primera educa- cin artstica, ya que en Beocia, a pesar de su fama de tosca entre los griegos, se cultivaba la msica, que en- tonces comprenda tambin potica y danza, en especial el virtuosismo de la flauta, u oboe (aultica). Siendo to- dava adolescente, fue enviado a Atenas en un momento en que el ditirambo se halllaba en pleno apogeo. La edu- cacin suya debi de correr paralela con la amistad de los jvenes de la alta sociedad ateniense, a la que por situacin econmica se consideraba vinculado. Aqu na- ci su amistad con la familia noble de los Alcmenidas. Pndaro, que, por razones polticas, no profes afecto a Atenas, compuso precisamente una sola oda a un ate- niense, al alcmenida Megacles (Pt. VII), condenado al destierro, si prescindimos de la Nemea 11 dedicada a Timoderno, nacido a 13 kilmetros de Atenas. Pndaro,

    Cf. PLUTARCO. Quaestiones Graecae XL, pAgs. 300 y sigs. ' Farnell, Puech y M. F. Galiano lo entienden de Pndaro

    Cf. TIRTEO . VI1 l . que apostrofa a la juventud espartana .des- cendiente del nunca vencido Her;acles". cuando en sentido estricto s- lu la familia real poda abrogarse tal abolengo.

  • 12 ODAS Y FRAGMENTOS

    gran cantor de ciudades, no sinti excesivo amor por Atenas. La victoria de Maratn, cuatro aos antes de dicha Ptica, no hall mencin alguna en esos versos que son un canto de gracias a los Alcmenidas, restaurado- res del templo dlfico de Apolo, incendiado el 548.

    La tradicin le da como maestros de msica a Apolo- doro y Agatocles. En realidad, slo el segundo parece tener relevancia para el poeta, ya que fue tambin maes- tro de Damn, el gran terico de la msica griega. Con entusiasmo pudo contemplar ya las magnficas interven- ciones de los coros de hombres, creados en Atenas el 508 y reconocidos por el Estado como parte oficial de las fiestas de Dioniso. Sin duda, el espectculo dej hue- llas profundas en el espritu del joven poeta. El gran configurador del ditirambo en Atenas haba sido, por aquel tiempo, Laso de Hermone. La tradicin le hace, asimismo, maestro de Pndaro. Si se tiene presente que Laso fue un gran colaborador cultural de Pisstrato y de sus hijos, difcilmente puede admitirse que pudiera sostenerse en Atenas tras la muerte y huida de los hijos del tirano, Hipias e Hiparco (514 y 510 a. C.). Con ello parece problemtico el magisterio de Laso de Hermone.

    Muy joven, con la potencia de su arte, comienza Pn- dar0 a conquistar un prestigio que le permite hablar de igual a igual a reyes y nobles. Ttulo para ello le da- ban su fuerza potica y la inmensa fortuna de contar como auditorio con el pueblo que ms ha valorado y admirado a sus poetas. Pndaro es el poeta de las gran- des ocasiones, que en su tiempo eran los triunfos pacfi- cos del estadio. Para ello, viaj sin cansancio y se puso en contacto con los diversos ambientes del poder y de la cultura griega de su tiempo. Conserv, sin embargo, amor y fidelidad inquebrantable a Tebas. El himno ms antiguo que tenemos de Pndaro nos lo muestra relacio- nado con la corte de Tesalia, que tan buena acogida ha- ba siempre ofrecido a los poetas. Se trata de la Ptica

    X, compuesta cuando el po~eta contaba veinte aos (498), para celebrar la victoria de Hipocles de Pelinna en los Juegos de Delfos. Aqu comenzaron sus grandes espe- ranzas, aunque el momenito decisivo para la cimenta- cin de su prestigio le aguarde en el viaje a Sicilia.

    Las poesas de contenido religioso, dedicadas al cul- to de los dioses, prevalecieron en su primera actividad literaria, aunque poco sabemos de ellas, a causa de los pocos fragmentos conservados. Se ha perdido, por tan- to, la ms honda sustancia de su espritu, su poesa reli- giosa. Los papiros nos han trasmitido algunos versos de los peanes de esa pocai (Pap. Ox., nms. 1069-1701), entre ellos, pasajes del Pealn cantando en las Theoxenia de Delfos del 490 '. En la dcada siguiente debi de en- trar en relacin con su querida y admirada isla de Egi- na, como se deduce de la Nemea V y la stmica VI.

    El ao 479, cuando Pndaro contaba ya cuarenta aos, fue nefasto para Tebas y difcil para el poeta. La noble- za oligrquica de la ciudad haba tomado partido por Jerjes contra los dems griegos. El propio Pndaro no podra superar su particularismo regional frente a la amenaza asitica, por estar espiritualmente ligado a los ideales de la sociedad aristocrtica, mejor representada en el invasor que en Atenas. El general persa Mardonio fue bien acogido en tierras tebanas. La derrota crucial de Jerjes, y de su aliada Tebas, hizo sonar una terrible amenaza, al quedar diezmados los aristcratas tebanos y caer el mismo Mardonio en Platea (479; cf. Herdoto, IX 22 SS.). Slo la entrega de los tebanos responsables de la alianza con los persas libr a la ciudad del saqueo y de la destruccin. Pndaro estaba ideolgicamente con esa nobleza, partidaria de Jlerjes. Este error poltico fren- te al espritu de una nueva poca de voluntad democr- tica grav mucho la existencia del poeta despus de Pla-

    Pen VII. fr. 52f.

  • 14 ODAS Y FRAGMENTOS INTRODUCC16N GENERAL 15

    tea, aunque le consolara la acogida en Egina por parte de Lampn, cuyos hijos Pteas y Filcidas haba cele- brado l por sus triunfos en Nemea (Nem. V y VI). Poli- bio, el historiador ajeno a partidismos, acus de grave traicin a Pndaro, que por aquellos tiempos, segn su conocimiento de la obra, cantaba la neutralidad y la paz (fr. 110.109). No es la primera vez en que un gran poeta fracasa en la visin poltica de su tiempo.

    Ligado a su patriotismo local, Pndaro no sinti emo- cin alguna por el panhelenismo poltico. Antes bien, debi de llenarle de terror el imperialismo de la Atenas democrtica despus de la victoria sobre los persas. La grave represalia contra miembros de su propia ciudad, despus de Platea, aumentara en l el resentimiento y las reservas. No obstante, reconciliado ms tarde con las heridas del pasado, reconoci los mritos de Atenas en la lucha por la libertad griega (Pt. 1 75 s.). Tampoco deja de tener emocin su apstrofe a Atenas en el perdi- do Ditirambo (frs. 76-77). Pero la concepcin poltica ba- sada en la isonoma, la igualdad ante la ley, sustancia de la democracia ateniense, jams desplaz de su esp- ritu el ideal de la eunoma, de la convivencia ciudadana bajo la .Buena Legislacinn representada por un selec- to grupo de hombres de bien que, apelando a su mtica procedencia de los dioses y a su parentesco con pasa- dos hroes, procuraba el bien de la plis con un gobier- no justo y prudente.

    3. Pndaro en Sicilia

    La fama de Pndaro como cantor de triunfos agons- ticos est ya casi afianzada antes de Platea. Adems de su victoria potica en Atenas con un ditirambo, el 496 (Pap. Oxy. 2438), y del Pen para Delfos (fr. 52f) al cual hace l mismo referencia en Nernea VII, junto con otros primeros himnos destinados al culto de los dioses, el

    nombre de Pndaro ha llegado ya a Sicilia con la Ptica VI compuesta para el triunfo dlfico de Jencrates, hermano de Tern de Agrigento, y la Ptica XII para el flautista Midas (ano 490), de la misma ciudad y acompa- fiante de un hijo de Jencrates, Trasibulo, que llev a Delfos el carro de su padre. Con este joven, a quien Pn- dar0 dedic una cancin de brindis (fr. 124a-b), se inicia una sincera y cordial amistad que influir en la acepta- cin universal de su poesa y le permitir viajar a Sicilia.

    La isla constituye por entonces el Estado mayor y ms fuerte del mundo griego. Asegurada la existencia poltica del territorio frente a la amenaza de cartagine- ses y etruscos, Hiern terinina por cimentar el poder y la estabilidad de la unin entre Cela y Siracusa, em- pezada por Geln el 478. La paz y el esplendor de la vida econmica permiten 1.a construccin de palacios, templos, fortificaciones, cailles y teatros, y las artes y el gusto por los bienes de la cultura atraen y convocan a poetas y artistas. As llega Pndaro a Sicilia el 476 para entrar en contacto personal con Hiern de Siracu- sa y Tern de Agrigento, a quienes puede presentar mues- tras de su obra literaria (Pt. X, VI, XII; 01. XIV; Pt. VII; Nem. 11, VII, V; stm. VI, VIII, V) para celebrar vic- torias deportivas. En este mismo ao compone la Olm- pica 1 para cantar la victoria de Ferenico, el caballo de Hiern. Tambin este mismo ao triunfa la cuadriga de Tern en Olimpia y es Pnidaro el encargado de inter- pretar el gozo con la Olmpica 111, cantada en Agrigento en un acto de culto; mient:ras, compone la Olmpica 11, destinada a celebrar ese acontecimiento en un crculo ntimo y que da testimonio de unas primeras relaciones cordiales con los tiranos. ]En esta ltima oda no es ya el deporte el tono dominante, sino una exhortacin pa- ra consolar el espritu atribulado del seor de Agrigen- 10. Del mismo ao 476 es la Nemea 1 en honor de la cuadriga del cuado y general de Hiern, Cromio, as

  • 16 ODAS Y FRAGMENTOS I N T R O D U C C I ~ N GENERAL 17

    como la breve oda para la victoria de Hagesidamo de Locros (Sur de Italia), la Olmpica XI, con un posterior remozamiento del hecho en la Olmpica X, probablemen- te del ao 474.

    La estancia de Pndaro en Sicilia fue breve. Dos ra- zones principales podran aducirse. En primer lugar, su camino se cruz all con el de los poetas Simnides y Baqulides. El carcter y los ideales de los poetas jonios eran opuestos a los de Pndaro. Simnides fue el cantor de las Termpilas y del triunfo contra los persas. Es fcil suponer intrigas y mutuas rencillas. Por otra par- te, el despotismo de las cortes sicilianas debi de resul- tar asfixiante para Pndaro. Tonos de polmica contra Simnides y Baqulides quieren percibir la mayora de los intrpretes en los versos 86 SS. de la Olmpica 11, un ataque contra esos sabios por esfuerzo que van graz- nando, como cuervos, contra el ave de Zeus, el guila, y a quienes anima el afn de lucro en el servicio de las Musas, como se oye ms tarde en lstmica 11 6 y Pitica 11 74, con una admonicin contra calumniadores y aduladores.

    4 . Plenitud literaria

    A su regreso de Sicilia a Tebas, la fama de Pndarol es ya universal entre los griegos. Tambin han nacido1 en su alma sentimientos nuevos con la experiencia de la vida cortesana en Siracusa y Agrigento. All ha podi- do adquirir clara conciencia de lo que significaba la l i - bertad de los pueblos helnicos, asegurada en los dos extremos por sicilianos, de un lado, y espartanos y ate- nienses, de otro, contra el invasor asitico y la amenaza1 africana de Cartago. All nace su primera admiracin hacia Atenas en un momento en que el poeta no necesi- ta rectificaciones, ya que se halla en una buena cumbre de su gloria potica. A esta coyuntura pertenece Igica-

    mente su famoso elogio a Atenas, ubaluarte de Hlade:. (fr. 76), y a los atenienses (que pusieron el brillante ci- miento de la libertad:. (fr. '77). La tradicin, recogida en las antiguas biografas, habla de una revancha de los tebanos contra el poeta im,ponindole una multa de diez

    dracmas por ese elogio a Atenas, a lo que replica- ran los atenienses con el pago de otra fuerte suma a Pndaro. Pausanias habla tambin de una estatua del poeta en el gora de Atenas como gratitud a uno de sus himnos, probablemente el elogio mencionado lo.

    Por estos aos ocupa Pindaro el puesto primero en- tre los poetas de la lrica coral. Su situacin financiera es, al mismo tiempo, tan segura como su fama literaria. Pausanias mismo pudo ver an el pequeo santuario que el poeta erigi a Cibeles (Demter) y a Pan junto a su casa tebana, sin duda con los emolumentos obtenidos en Sicilia ". De todas las partes del mundo griego le llegan encargos literarios. Pndaro est en la plenitud de la dicha material e intelectual que slo turba alguna sombra de intrigas. Su relacin con las cortes de Sicilia es todava efectiva, pero sii observamos la preocupacin latente en la Ptica 11 del 4'75 (?), para Hiern, y la fstmi- ca 11, para Jencrates de Agrigento, probablemente del ao 470, su amargura debi de ser real cuando vio que no se le encargaba celebrar la segunda victoria de Hie- rn el 472 en Delfos, ni la ms famosa de su carro en Olimpia, aunque l haba cantado la de su caballo Fere- nico en la Olimpica 1. La ltima cancin para Hiern fue su victoria en los Ju'egos Pticos del 470 (Pt. 1).

    Nuevas relaciones y posibilidades de actividad po- tica se abren para Pndaro, en la segunda mitad de los aos setenta. Del 475 es, quiz, la Nemea 111, para Aris- toclides de Egina; al 474 pertenecen, con seguridad, la

  • 18 ODAS Y FRAGMENTOS INTRODUCC:I~N GENERAL 19

    Ptica IX, para Telescrates de Cirene, y la Ptica XI, para Trasideo de Tebas. En este ltimo hay que fijar, probablemente, la Ptica 111, para Hiern; la Olmpica X , para Hagesidamo de Locros; la Nemea IX, para Cro- rnio, y las fstmicas 111-IV, para Meliso de Tebas. Si la Nemea IV, dedicada a Timasarco de Egina, puede colo- carse en el 473, cabe observar cmo, de los cuatro cen- tros nacionales del atletismo, se busca al gran poeta te- bano. Momento culminante de esta dcada es la Ptica 1 en la que la victoria del carro de Hiern en Delfos se incorpora, dentro de la oda, a otro acontecimiento poltico de primer rango, como es la fundacin de una nueva ciudad, Etna, corona institucional de los xitos militares y polticos del afortunado tirano que, tras la muerte de Tern (472). es tambin seor de Agrigento. De este mismo ao son, con cierta probabilidad, dos odas ms para sicilianos: la Olmpica XII, para el triunfo en la carrera pedestre de Ergteles de Hmera, oriundo de Creta, y la stmica 11, por una anterior victoria del ya fallecido Jencrates de Agrigento, a quien Pndaro se siente vinculado por el afecto hacia su hijo Trasibulo.

    En la dcada de los sesenta cuenta ya slo una oda para un siciliano, Hagias de Siracusa, la Olmpica VI (468). mientras llegan encargos de otros lejanos puntos: la Olmpica IX, para Efarrnosto de Opunte (466); quiz el 465, la Nemea VI, para Alcmidas de Egina, y el 464, dos Olmpicas: la VII, para el boxeador Digoras de Ro- das, y la XIII, para celebrar la esplndida y nada habi- tual victoria doble de la carrera larga pedestre y del pentatlo conseguida por Jenofonte de Corinto. Con toda seguridad pertenece al ario 463 el Pen compuesto para los tebanos (fr. 52k), ya que en sus versos queda la terri- ble impresin del poeta ante el eclipse de sol del 30 de abril. Una nueva corte, la poderosa casa de los reyes de Cirene, en el norte de Africa, se abre para el poeta Pndaro. En el 474 haba ya celebrado a Telescrates de

    Cirene por su triunfo en la carrera armada de Delfos con la Ptica IX. Doce aois ms tarde el mismo rey Ar- cesilao pide a Pndaro dos txlas: la primera -Ptica IV-, para ser escuchada en una fiesta de palacio; la segunda -pitica V-, en una fiesta pblica de Apolo Carneo, y ambas con motivo de la victoria del carro de Arcesilao en Delfos. Para atletas insulares de Egina, la isla tan querida de Pndaro, compone, el 460, la Olmpica VI11 en la que se da cuenta dlel xito de Alcimedonte y la Nemea VI11 (459?) para la victoria de Dinias en la carre- ra doble. A Herdoto de 'Tebas dedica otra oda, quiz del 458, la lstmica 1, por su victoria con el carro, pospo- niendo a esta composicin el encargo de un Pen IV (fr. 52d) que le haban hecho los habitantes de Ceos, patria de Simnides.

    Aos polticamente dificiles corren para Tebas y Egi- na frente al poder expansivo de Atenas, que derrota a Tebas el 457 en Enfita y obliga a capitular a Egina. Ecos de tales acontecimieiltos los hallamos en la stmi- ca VII, para Estrepsades de Tebas (454), y en la Ptica VIII, para Aristmenes de Egina, en cuya alabanza y de- seos de felicidad para la isla se mezclan tristes pensa- mientos sobre la existenciai humana (446). Entre los aos 446-444, suelen ponerse, siin pretensiones de seguridad, la Nemea XI, para Aristgoras de Tnedos, un funciona- rio del Pritaneo que quiso una cancin de Pndaro para su toma de posesin, y la hlemea X, para celebrar a Teeo por su victoria en Argos.

    Si se admite el ao 438 como fecha probable de la muerte de Pndaro, los ltimos tiempos de su vida estu- vieron llenos por igual de satisfaccin y tristeza. La de- rrota de Atenas en Cororiea, el 446, devolvi a Tebas sus libertades polticas y constitucionales. Pero el mun- do griego iniciaba una ruta nueva que no responda ya a los ideales de vida del poeta. Toda la alegra de la vida helnica se ensombrece para l en su considera-

  • 20 ODAS Y FRAGMENTOS INTRODUCICI~N GENERAL 2 1

    cin del hombre como sueno de una sombra, (P t . VI11 95-96). Tampoco dejara de impresionarle la creciente rivalidad hegemnica entre Atenas y Esparta, que Ileva- ra a la guerra del Peloponeso, desastrosa para todos, siete aos despus de su muerte. Con todo, los pos- treros aos de su vida estuvieron colmados por la vene- racin universal de los griegos. Desde Oriente a Occi- dente, de Tnedos a Sicilia, su palabra y su msica encantaron las almas y dieron contenido profundo a la fiesta del hombre. Si vivi ochenta aos, como quiere la tradicin de la Vita metrica, y si, como trasmite el artculo de Suidas, muri en las gradas del teatro de Argos, entre los brazos del efebo Texeno, el final de su existencia fue el ms bellamente deseable para el gran cantor de la juventud, de la belleza y fortaleza humana, de la noble y pacfica rivalidad del deporte.

    Pausanias (IX 23, 2) da testimonio de la tumba que l mismo pudo contemplar en el hipdromo de Tebas. Segn el epigrama, que all ley Pausanias, las hijas de Pndaro, Protmaca y Eumetis, trasladaron a Tebas las cenizas de su padre. Sin duda haba fallecido ya Meg- clea, su esposa, y su hijo Daifanto, ya que fueron las hermanas quienes procuraron el piadoso oficio. La ve- neracin que sobrevive al poeta se hace patente cuando el propio Alejandro Magno respet slo la casa de Pn- dar0 al ordenar la destruccin de Tebas. A un homni- mo antecesor suyo, Alejandro de Macedonia, hijo de Amintas, haba cantado antes el poeta (frs. 120-121). Ese respeto a la casa de Pndaro lo atribuye Suidas a Pausa- nias, rey de Esparta, despus de Platea. Thomas Magis- ter, para no errar, se lo aplica a los dos. Hasta los di@ ses parecan gozar de los versos de Pndaro, si alguien pudo or a Pan cantar entre el Citern y el Helicn un pen de Pndaro. El poeta le pagara el buen gusto cori una cancin nueva (frs. 95-99). Y aun la misma diosa Demter se le quejara en sueos de que a ella tan slo

    no hubiese celebrado el p~oeta, quien de nuevo cumpli- ria el piadoso y olvidado deber (fr. 37) ' l . Aun en el re- cinto ms sacro del templo de Apolo en Delfos parece haber estado el asiento de hierro del poeta a quien el sacerdote, antes de la fies,ta sacrificial, invitaba a acer- carse a la mesa.

    5 . E l mundo histrico d'e Pndaro La lectura del principal legado potico de Pndaro,

    sus odas en honor de competiciones deportivas y atlti- cas, nos permite percibir por s misma la sociedad a la que sirvi y estuvo dirigido su arte. Se trata de unas clases sociales cuyos orgemes empiezan a delinearse con claridad en la Odisea y que, a finales del siglo vi y, so- bre todo, durante todo el siglo v a. C., estn poltica y econmicamente en un momento importante de afir- macin y creciente bienestar en las islas del Mar Egeo, en las tierras sobre el golfo de Corinto, en el Pelopone- so, en el sur de Italia y en Sicilia. Una misma lengua, estilo de vida y representaciones de lo divino las une espiritualmente, mientra's que su estructura cvica se concentra en comunidades relativamente poco numero- sas, independientes y, con frecuencia, enzarzadas en con- flictos armados. Entre sus ms destacadas instituciones comunitarias, espacio de diversin personal y espect- culo al mismo tiempo, etstn los ejercicios deportivos, tradicionalmente vivos desde la sociedad heroica de la Ilada y la Odisea. Igual que en la corte de Alcnoo y lo mismo que en torno al cadver de Patroclo, la juven- tud se entrena en las ms diversas competiciones atlti- cas. Las ciudades-Estado las organizan constantemente vinculadas al culto de los dioses, que en este tiempo

    l 2 Se trata de su hija Perskfone. no de Dernter; cf . PAUSANIAS. IX 2 5 . 3.

  • 2 2 ODAS Y FRAGMENTOS INTRODUCC16N GENERAL 2 3

    se ven honrados con magnficos templos, signo de la f l o reciente situacin comercial y econmica. Los griegos de Poseidonia (Paestum) en la costa sur del golfo de Sa- lerno, los de Selinunte, Agrigento y Siracusa en Sicilia, alzan templos de majestuosa arquitectura. Egina -que con su templo forma el tringulo de oro de los santua- rios dricos frente al del cabo Sunio y el Partenn-, el sacro recinto de Olimpia y, sobre todo, Delfos, que recibe presentes de todos los griegos para restaurar su templo devorado por un incendio, son los puntos culmi- nantes de una nueva era, la ms brillante de la historia de Grecia.

    Todas estas manifestaciones arquitectnicas adquie- ren su mayor esplendor humano con motivo de los jue- gos deportivos, que tienen sentido de servicio y culto a la divinidad. La victoria lograda es seal de que el dios ha aceptado el esfuerzo fsico desplegado en el es- tadio o la palestra como una vctima grata. Las fronte- ras entre lo profano y lo divino son algo desconocido en ese mbito de la agonstica, que constituye la fiesta griega por antonomasia. Este sentido de fiesta es la prin- cipal entraa de la poesa pindrica. Con frecuencia es invitado l a los lugares de la misma, a los centros de la convivencia pacfica ms relevante. Esta fiesta tiene en s el carcter fundamental de mutua pertenencia, de unin y de conciliacin radical, ms all de las propias e individuales estructuras polticas. Y las odas de Pn- daro, la parte mayor de su obra trasmitida, son para una fiesta en la que se da gracias al dios por el triunfo dispensado tambin en una fiesta.

    An no est suficientemente clarificado de dnde p r o cede la agonstica deportiva como acto de culto. Su for- ma ms primitiva fue un acto de reverencia a los difun- tos. Acaso esos ejercicios suponan una alegra para ellos. Tambin este desarrollo de energas juveniles, adems de instrumento para enardecer el vigor fsico, poda ser

    signo de la lucha por la sucesin del nombre y herencia de los antepasados. Ciertamente, en Grecia estuvo siern- pre el deporte unido al culto de los dioses. Esto explica, precisamente, la supresin de los Juegos, por parte del emperador cristiano Teodosio 1, el 399 de nuestra era ".

    El momento culminante de la poesa lrica coral de Grecia coincide, por obra de Pndaro principalmente, con el noble ejercicio del deporte, cuyo sentido ltimo es cultual, y no el establecimiento de un nuevo rcord o rendimiento no alcanzado ;y deseadamente superable. Ca- be imaginar la extraordinaria influencia que en la men- te juvenil pudo ejercer el catlogo de victorias deporti- vas presentadas en las odias de Pndaro. Durante veinte aos largos, cualquier atleta gustara de coronar su vic- toria con un himno del poeta de Tebas.

    6 . La lrica coral

    El moderno lector de Pndaro no dejar de sentir una particular sorpresa frente a los contenidos de la poesa lrica en l representada. La idea del gnero lrico como un modo de interpretar el sentimiento individual, de ca- minar por las rutas ntimas de la soledad, de buscar el amor de lo divino o d~e lo humano en que el poeta se libera en el canto de su propio dolor o se entrega al gozo interior, es algo (casi ajeno al poeta de Tebas. Aunque la lrica griega cuente con representantes con- gneres a nuestro moderno concepto de lo lrico en Safo

    '' Cf. infra, n. 15, y E. N. GARDINER. Greek Athletic Sports and Fes- rivals. Londres, 1910: B. B. Brtrnis~i. L 'agonistica sportiva nella Grecia antica, Roma. 1961; L. Moaerri, *Olimpionikaim. AANL (1957). Sobre catlogos de atletas vencedores, cf. PAULY-Wissowr, Realencyclopadie d e r classischen Aliertumswissenschafi. s . VV.: Olympia. XVII. 2, 2520 y sigs.; Olympioniken. XVIII, 1 . 322 y sigs.; Delphoi, IV. 251, 7 ; Nemea, XVI. 2, 2310 y sigs.; Isthmia. IX, 2248 y sigs.

  • 24 ODAS Y FRAGMENTOS I N T R O D U C C I ~ N GENERAL 2 5

    y Alceo, el gnero en s mismo no signific ms que una cancin acompaada del instrumento musical de la li- ra, bien por medio de un solista (lrica mondica), bien confiada a un grupo o coro. En esta segunda versin de la ejecucin coral, la aparicin del .yo., pronuncia- do por el autor poeta, tiene que ver con l mismo y con el grupo de cantores y oyentes. Se trata de una poesa destinada a una fiesta en la que la comunidad toda se siente protagonista. En esa poesa tienen expresin los sentimientos personales del poeta, como de cuantos can- tan y oyen el poema. Aun en los casos en que el poeta alza su voz individual e inconfundible, en una apelacin, en una sentencia, en la manifestacin de un deseo, has- ta en los acentos polmicos contra un posible rival, ha de ser entendido siempre en estrecha unin con la fies- ta comn. Esta lrica es, ante todo, glorificacin de la exterior belleza del mundo y del hombre en los que se revela el esplendor de lo divino dentro de una sociedad noble, que cree en su heroico pasado.

    El verdadero iniciador de esta lrica coral fue Alc- mn en la segunda mitad del siglo VII, en Esparta. Un grupo de jvenes, a veces un coro femenino, vestidos de fiesta ejecutan la cancin, acompaados preferente- mente de la lira y, ms tarde, de la citara y de la flauta, al par que evolucionan rtmicamente danzando y comu- nicando as, con un lenguaje de gestos, de brazos y ma- nos, armnica corporeidad a la meloda. El coro debe dominar la palabra, la voz y la danza. El Estado se en- carga de procurar los gastos para la fiesta. Los compo- nentes del coro son miembros de la plis, ciudadanos, o hijos e hijas de ellos, que cantan en nombre de la co- munidad. De ah que la lrica coral sea un arte de la comunidad, la ms solemne y representativa que existi en Grecia antes de que naciese la tragedia. En este sa- cro deber comunitario resonaron en pblico los Him- nos festivos a los dioses, los Ditirambos, los Peanes y

    10s Cnticos procesionales. El maestro de coro e intr- prete del poeta era, en muchas ocasiones, un artista de oficio, pagado por el Estad'o, si no lo era el mismo poe- ta. Estructura mtrica y meloda eran nuevos para cada cancin. El lenguaje es alta.mente potico, evitndose la expresin corriente y cotidiana. La tradicional educa- cin griega, en la que teniai importante presencia la re- citacin de los poemas homricos, queda incorporada a la Irica coral, obligndose fundamentalmente a los componentes de la ciudad a saber cantar y danzar en esas representaciones corailes. De este modo existe un pblico capaz de comprender y gozar la representacin artstica de una oda y un grupo de ejecutores que per- manecen en ensayo constante y pueden intervenir en las ciudades vecinas ". Jams un gnero literario, como la Irica coral, ha tenido mayor repercusin, extensa e in- tensamente, dentro de la cultura europea. Desaparecida la coyuntura histrica en que fue posible esta lrica, to- dava encontraremos importantes elementos de la mis- ma en las partes corales de la tragedia.

    7. Los Juegos

    Principal objeto de la Irica coral de Pndaro llegada a nosotros fue la celebracin de las victorias atlticas en los cuatro centros principales de la agonstica depor- tiva: Olimpia, Delfos, Nemea e Istmo de Corinto. Aun- que en la poca histrica tengan principal carcter cul- tual, diversas leyendas sugieren su origen de fiesta en honor de los muertos. Los Juegos Olmpicos, en honor de Zeus, recordaran la muerte de Plope; los Pticos, en Delfos, la muerte del dragn Pitn por medio de Apo- lo; los de Nemea, el recuerdo funeral de Arqumoro,

    l4 Cf. H . FRAENKEL, Dichfung und Philosophie des frhen Griechen- tums, Nueva York. 1951, pgs. 218 y sigs.

  • 26 ODAS Y FRAGMENTOS INTRODUCClbN GENERAL 27

    hijo de Licurgo, y los fstmicos -como se sugiere en el fr. 6.5-, en honor de Melicertes, sobrino de Ssifo. El honor tributado a la memoria del difunto significa que ste, en la representacin de los vivientes, ejerce toda- va una influencia benfica y acaso tambin amenazan- te, que es preciso recabar y evitar respectivamente. No sabemos si esta conciencia original de reconciliacin en- tre vivos y muertos a travs de los Juegos es patrimo- nio comn en la poca de Pndaro.

    Ciertamente, no hay Agn o Juego que no est consa- grado a uno de los dioses: a Zeus, en Olimpia y Nemea; a Apolo, en Delfos, y a Posidn, en el Istmo. Con los dioses queda, a su vez, asumida la presencia de los h- roes pasados y del hombre que interviene en los Juegos. En esta relacin se comprende el comienzo de la Olm- pica 11: *Qu dios, qu hroe, qu hombre deberemos cantar?. Con el impulso que dimana del recuerdo de los hroes, y con la bendicin de los dioses, es posible alzarse con la victoria atltica en un momento de fiesta que es, al mismo tiempo, .Paz de Dios., proclamada por los heraldos.

    Los Juegos ms importantes, por su dignidad y anti- gedad, fueron los de Olimpia, que comenzaran el ao 776 a. C., punto de partida para muchos calendarios. A stos seguan los Pticos, ao 582, los Istmicos el 581 y los Nemeos el 573. Cada cuatro aos se celebraban los Olmpicos y Pticos, al comenzar el ao quinto de los anteriores, de tal modo que los Pticos tuviesen lu- gar dos aos antes o dos aos despus de haberse cele- brado los de Olimpia. Los fstmicos y Nemeos tenan lugar cada dos aos. Conocemos los meses de su cele- bracin: el mes de agosto para Olmpicos y Pticos coin- cidiendo con los das de plenilunio, el mes de abril para los fstmicos, y julio para los Nemeos.

    Las pruebas ms espectaculares y, asimismo, la vic- toria ms deseada eran las carreras de carros tirados

    de cuadrigas y, en segundo lugar, las carreras de caba- 110s. Como se documenta, ]por ejemplo, en la oda Olm- pica VI, tambin hubo carreras de carros con tiro de mulas, aunque no se mant.uvieron largo tiempo, mien- tras las de tiro de caballos, comenzadas el 648, conti- nuaron hasta la supresin definitiva ". Cabe imaginar la emocin de esta prueba en la que no eran raros los accidentes y vctimas, corrio puede colegirse del relato sobre la fingida cada moirtal de Orestes, descrita por ~foc les en su Electra (VV. 744 ss.). Las dems pruebas consistan en carreras infantiles, con pugilato y lucha, que tenan lugar, segn una verosmil referencia a Olim- pia, el primer da, al que preceda otro destinado a los sacrificios rituales ante los altares de Zeus y Plope.

    En el segundo da comenzaban las carreras a pie en el estadio: una de velocidad, con el recorrido de 192 me- tros, slo para adultos; otra doble, de ida y vuelta, con 384 metros, y la carrera de resistencia, con 4.608 me- tros. (Al menos desde el ao 450 es seguro que en Olim- pia se corri desnudo, corno conocemos por Tucdides [1 6, S].) Por la tarde de este segundo da se iniciaban las competiciones de pugilaito, lucha y el pancracio, com- binacin de boxeo y lucha libre, cuyo nombre se deba a la aplicacin de todas las fuerzas corporales, utilizan- do los ms diversos recursos, como lucha, golpes, pata- das, retorcimiento de mieimbros, etc. En Esparta estu- vieron tambin permitidos los mordiscos. En un vaso tico del siglo v, puede verse a un pancraciasta inten- tando acometer contra un ojo de su rival.

    Estas pruebas, por su variedad y nmero, se conti- nuaban en el da tercero durante toda la maana, desti-

    l 5 Los Juegos Olimpicos se celebraron por ltima vez (ver supra) el aio 399 d. C., en que los prohibe Teodosio 1. La destruccin de los centros deportivos con sus templos tiene lugar el 426 por mandato de Teodosio 11.

  • 2 8 ODAS Y FRAGMENTOS I N T R O D U C C I I ~ N GENERAL 29

    nndose la tarde a la carrera con armas, en la que, equi- pados como guerreros, y en todo caso siempre con el escudo de bronce, haba que lanzarse a la pista. Debie- ron de ser las ms divertidas, y parecen introducidas el ao 520.

    En el cuarto da, desde el 708, se presentaba la prue- ba ms querida de los griegos y que exiga una comple- ja preparacin atltica: el pentatlo. Un pentmetro, atri- buido al poeta Simnides, lo enumera en este orden: salto (de longitud), carrera de velocidad, lanzamiento de dis- co, lanzamiento de jabalina y lucha l b . Por la tarde em- pezaban las carreras en el hipdromo, con la combina- cin de carreras hpicas y pedestres, a las que seguan las carreras con tiro de mulas.

    El quinto da lo ocupaba la emocin culminante y ruidosa de las carreras de carros tirados por caballos. Como ms costosa, slo era posible esta competicin pa- ra reyes y familias adineradas que pudieran mantener acreditadas cuadras, sostenimiento de personal a su cui- dado, aurigas, cuando no eran ellos mismos los conduc- tores, y cuantiosos gastos para desplazamiento a los lu- gares agonsticos.

    Al da siguiente, ltimo de la fiesta, los Juegos se cerraban oficialmente con una procesin de accin de gracias al dios del santuario, con un banquete para los vencedores y la proclamacin de sus nombres y ciudad de origen por parte de los heraldos. Los vencedores re- ciban, como distincin triunfal, una corona de olivo en Olimpia -segn la leyenda, de aquel olivo que plantara Heracles, fundador mtico de sus Juegos (Olmpica 111 10-15), y que, en un tiempo, cortaba un sacerdote con tijeras de oro y, en otro, sola cortar un nio cuyos pa- dres viviesen. De hojas de laurel era la corona entrega-

    l b Cf. Anrhologia de PLANUDES, 3. en un epigrama dedicado a la victoria del atleta Daifanto.

    da en Delfos; de apio, en Nemea, y en el Istmo, primera- mente, de pino y, ms tarde, de apio fresco. Premios

    bandejas, trpodes, nforas de aceite y otras materias valiosas fueron usuales en otros centros de- pxtivos de Grecia ''.

    Con grandes honores era recibido el vencedor en su propia ciudad, y en Olimpia, por ejemplo, poda quedar para siempre memoria suya en el Altis con una estatua erigida en su honor, si haba logrado tres veces la victo- ria. En la patria de origen le aguardaban, entre otros honores y privilegios, la esplndida fiesta coral, el salu- do oficial por medio del coro con un himno, como el pindrico, cantado y ejecutado en el teatro, en el gora, en el templo o en procesin hacia l (P t . XI 1 SS.), y en ocasiones, ante la puerta de su propia casa ( f s t . VI11 1-4; Nem. 1 19 SS.). En la poesa quedaba eternizada la hazaa y gloria del vencedor.

    8. Obras de Pndaro Aunque slo se haya conservado una tercera parte

    de su obra, tenemos fehacientes noticias sobre la clase y nmero de la misma, atendido el cmputo de sus li- bros. Pndaro fue a la vez compositor del texto y de la meloda de sus himnos. Eh muchas ocasiones, cuando la vecindad de los lugares en que debian cantarse sus poemas haca fcilmente permisible su presencia, el poe- ta era tambin director del coro, de la msica y de la ejecucin coreogrfica. El coro de Tebas, ensayado por Pndaro, poda desplazarse a otros lugares. En otras oca- siones, cuando era imposilble el desplazamiento del poe- ta y de su coro, Pindaro enviaba texto y partitura musi- cal y confiaba su direcci6n a otro entendido en poesia y msica. Hay que pensar en un pblico particular-

    '' Cf. informacin detallada en GARDINER. Greek Athleric Sports ...

  • 3 0 ODAS Y FRAGMENTOS

    mente sensible para acceder a un lenguaje difcil por su estructura y magnificencia, con gusto para el canto y la danza, imbuido en el incitante y complejo mundo de los mitos.

    Nada ha llegado a nosotros de la msica y notacin meldica de toda su poesa. (El trozo de meloda con que se inicia la Ptica 1, publicada por A. Kircher en su Musurgia Universalis [1, 1651, pg. 5411, y que l afir- ma haber encontrado en el convento de San Salvatore de Mesina, parece ser una docta falsificacin "; vanos han sido los esfuerzos por asegurar su autenticidad.) Tex- tos y melodas autgrafas se perdieron en los archivos de las ciudades o en las casas de los vencedores, de cu- yos originales se podan sacar copias para ser cantadas en fiestas y reuniones privadas.

    La obra toda de Pndaro fue primeramente dispues- ta u ordenada por los antiguos fillogos en 17 libros, segn criterios de gnero literario. Los fillogos alejan- drinos hicieron, en este sentido, una labor decisiva, so- bre todo Aristfanes de Bizancio, director de la Biblio- teca de Alejandra, fallecido hacia el 165 a. C., a quien se debe la edicin en 17 libros y la distribucin de los versos en miembros o k8la. La Vila Ambrosiana nos ha transmitido la mejor sinopsis de los libros. Once de ellos estn relacionados con los temas de poesa cultual, dis- tribuidos de esta manera:

    Un libro de Himnos a los dioses. Uno de Peanes. Dos de Ditirambos. Dos de cantos procesionales o Prosodios. Tres d e Partenios o coros femeninos. Dos de Hiporchtmata o cantos para danza.

    18 Cf. P. FPIEDLAENDER, .Die Echtheit der Melodie zu Pyrh. I D , Her- mes 70 (1935), 463 SS., y A. LESKY. Griechische Literaturgeschichte, Ber- na, 1963, p lg . 243, con bibliografa sobre la polmica.

    Los seis restantes estn dedicados a los temas si-

    Un libro de Encomio3. Uno de Trenos para conmemoraciones funerales. Cuatro para celebrar victorias en Juegos, o Epinicios.

    De estos 17 libros, slo los cuatro ltimos han llega- do completos, a excepcin de las stmicas. El criterio de seleccin que domina toda la tradicin textual an- tigua 19, as como SU principal destino para la lectura escolar, son responsables de su conservacin o prdida en el tiempo. Sabemos que en la era de los Antoninos (138-180 d. C.) se leen en 1,as escuelas tan slo los Epini- cios, y el mismo Eustacio, en la Introduccin a sus Co- mentarios, asevera que sllo estas odas ofrecen facilidad de comprensin frente a las dems obras de Pndaro.

    El principio de ordenacin aplicado por los alejan- drinos a los Epinicios no tuvo en cuenta criterios de cronologa, sino solamente puntos de vista de carcter social y poltico relacionados con el destinatario. As, reyes y personas de alto rango tienen preferencia den- tro de cada libro, y respecto a cada uno de los libros, las odas pera triunfos en CHimpia ocupan el primer pues- to, por mayor dignidad de los Juegos (14 odas), siguen las Pticas (12 odas), las Nemeas (1 1 odas) y las stmicas (9 odas, la ltima slo con un breve fragmento). Se su- pone que alguna vez estuvieron los himnos nemeos al final de la coleccin, por haberse mezclado entre ellos

    l 9 Cf. U. VON WILAMOWITZ-M~ELLENDORFT, Einleitung in die Griechi- sche Tragodie, Euripides: Heraktes, vol. 1, Berlln. 1889 (reimpr. Darm- stadt. 1959); C . PASOUALI, Sroria della iradizione e critica del resro. Ro- ma, 1934 (19632); H. ERBSE, en Geschichre der Textberlieferung der anriken und mittelalrerlichen Literarur, vol. 1. Zurich, 1961. pgs. 216 y sigs.; A. TURYN. De codicibus Pindaricis, Cracovia, 1932; J . I a i c o i ~ , Hisioire du iexre de Pindare, P,ars, 1952.

  • 32 ODAS Y FRAGMENTOS

    algn poema que no tena a Pndaro por autor. Las tres odas ltimas de las Nemeas no tienen por objeto victo- rias conseguidas en ese centro, como se indica en la in- troduccin particular a cada una. La Olmpica V es de discutida autenticidad, atribuyndose, por parte de una importante mayora de fillogos, a un poeta siciliano contemporneo de Pndaro.

    Las restantes obras nos ofrecen, en su fragmentaria existencia, una idea importante de lo que la tradicin no ha podido conservar en irreparable prdidaM. Con frecuencia hemos de contentarnos con meros ttulos y citas en obras de muy diversos autores. Pero son sufi- cientes para percatarnos de lo mucho que se ha perdido de los Himnos a los dioses (frs. 29-51d de nuestra edi- cin) y de sus preciosos contenidos. Precisamente en el Himno a Zeus (fr. 29) haba una cancin de Apolo a las bodas de Cadmo y Harmona, en las que se celebraba el origen teognico del mundo y el orden sacro instau- rado por Zeus.

    Respecto a los Peanes (frs. 52a-70), los papiros nos han aumentado su conocimiento y temario. Con el Pen VI se present Pndaro como poeta en Delfos el 490. Con el 11 (fr. 52b), compuesto para los abderitas -cuyos colonos fundaron nuestra andaluza Adra-, pidi Pnda- ro auxilio a los dioses para esos jonios en estado de gue- rra con los duros tracios. Para los habitantes de Ceos; patria de sus rivales ~irn6nides y Baqulides, compuso el Pen IV (fr. 52d), en el que se canta la gloria artstica de la isla. En el IX (fr. 52k), en que se plasma el terror por un eclipse de sol, encontramos la hermosa oracin al Sol a cuya luz se llama .Madre de los ojos*.

    Entre los Ditirambos, canciones para las fiestas de Dioniso, acompaados de flauta y danza (frs. 70b-86a),

    z0 Cf. papiros nrns. 1063-1081. Informacin sobre los papiros en Iaicoi~ . op. cit., pAg. 7 7 ; catlogo, en la edicin (1963) de BRUNO SNELL. pg. VIL

    se ha conservado el famoso elogio a Atenas (frs. 76-77) y, sobre todo, el que tena como tema la bajada de He- racles al infierno (fr. 70b) con expresiones de magnfica belle~a. Aun en lo poco conservado cabe percibir la opo- sicin de Pndaro a las extensas proporciones del anti- guo ditirambo, liberndose de la influencia de Laso de Hermone ".

    Muy pobres son los restos de los Prosodios o cantos procesionales (frs. 89-93). Algo ms conservamos de los Partenios, cantos para coros de muchachas acompaa- dos de danza y flauta. El tercer libro tena un ttulo especial que aluda a su destino para diversos vencedo- res. Entre estos cantos se incluyeron los daphn~phori- k, populares en Tebas, cu,ya ejecucin tena lugar du- rante una procesin al templo de Apolo Ismenio. Un nio, coronado de laurel, alaria la procesin, siguindo- le su padre, que portaba un bastn de rama de olivo, revestida asimismo de hojas de laurel trenzadas con cin- tas amarillas y rojas y bolitas de bronce. Uno de estos cantos lo compuso Pndaro~ cuando su hijo tuvo el ho- nor de ir a la cabeza de la procesin como daphngph- ros. El nio, seguido de uri coro de muchachas, deba tener padre y madre todava en vida, por lo que reciba el nombre de amphithales, a quien ambos florecan (frs. 94b-94~).

    Hyporchhnata. La explicacin dada generalmente a este termino no goza de total seguridad, aunque se pre- sume una especial conexin entre danza y canto, pero no est garantizada la ejecuicun entre un coro que can- ta y otro que baila a su ritmo (frs 105-1 16).

    Entre los Encomios (frs. 118-128) tiene particular in- ters histrico el 120-121, por estar dirigido a un ante- cesor de Alejandro Magno, tambin rey de Macedonia, ligado por su amistad a los griegos. El 123 lleva el nom- bre de Texeno, el joven en cuyos brazos morira el poe-

    " Cf. LESKY. Griech. Liieraru,rgeschichie. plg. 186. 6.3. - 3

  • 34 ODAS Y FRAGMENTOS I N T R O D U C C I ~ N GENERAL 35

    ta. La curiosa generosidad de Jenofonte de Corinto, el gran triunfador en Olimpia (Olmpica XIII), con el tem- plo de Afrodita, queda documentada en el fr. 122. A ve- ces se citan como sklia, canciones para banquetes, al- gunos fragmentos que en la edicin de los alejandrinoms figuran entre los Encomios.

    De todo cuanto queda de los Trenos (frs. 129-1391, lo ms importante est en aquellos que ofrecen ideas sobre los misterios religiosos y sobre la vida feliz que tras la muerte proporcionan. Todos ellos, con sus ecos sobre tradiciones rfico-pitagricas, juicio de los mueir- tos y creencia en la trasmigracin y reencarnacin de las almas, presentan rasgos muy personales de la fe del poeta. A partir del fragmento 140 se recogen aquellc~s cuya pertenencia a un libro determinado no es fcil dle determinar y de los cuales presentamos en nuestra tra- duccin el mayor nmero posible, segn criterios de iin- ters ideolgico o literario, de acuerdo con la ediciln crtica de Bruno Snell.

    9. Elementos de la poesa pindrica

    Si el material de los mayores fragmentos conserva- dos permite inducir una organizacin sencilla de sus componentes en todos los poemas perdidos, la considle- racin de los Epinicios nos revela la presencia de unos elementos constitutivos que importa sefialar como es- tructura fundamental de la potica de Pndaro.

    El primero de tales elementos consiste en la presen- tacin de los datos concretos sobre el vencedor atltico, sobre su familia, patria y victorias conseguidas en otras fiestas deportivas en honor de los dioses y hroes. Rara vez omos algn detalle sobre el acontecimiento depor- tivo en s, sobre incidentes de la carrera o emocin real del espectculo. A los datos concretos pertenece tam- bin la alabanza del dios en cuyo honor se celebran los

    juegos, porque el triunfo es una gracia dispensada por la divinidad. En la prestmcia muscular y habilidad atl- tica aparece la luminosa grandeza y hermosura de lo divino en el hombre, que pudo ser encerrada en una familia y se va revelandio de tiempo en tiempo, aunque no todos los miembros d.e una estirpe puedan indefecti- blemente mostrarla. A los prados fructferos, omos de- cir en la Nemea VI 8 SS., se asemeja esa fuerza innata que unas veces descansa y otras da vida pujante.

    Tras la crtica inteligente contra el fanatismo del de- porte, iniciada antes por el poeta itinerante Jenfanes de Colofn, el himno pindrico al atleta ha perdido in- genuidad y ganado un sentido nuevo, metafsico. El es- plendor de la victoria humana enraiza en la luz divina. Como don germina1 de esa luz, esta en el hombre la are- ti?, que entraa nobleza, dignidad, honor, mesura, reco- nocimiento del propio lmite, y exige esforzado cultivo y aviso contra la propia insolencia. Dirigida y espoleada tal energa por el entrenador y cantada por el poeta, el vencedor atltico halla el sentido espiritual de la vida en su vinculacin con IIDS dioses y hroes del pasado. Esta significacin del deporte, con sentido histrico, no nace para Pndaro de un pensar causal, sino de una con- cepcin del mundo que, como veremos, tiene para l fun- damentos en la tica y religin dorias.

    Segundo elemento estructural es el mito, que consti- tuye la sustancia ms profunda de la poesa de Pindaro. De una manera o de otria, en breve sugerencia o en lar- go relato, el mito rezuma en todas sus obras. Unas ve- ces tiene que ver con la institucin atltica en s, por- que un hroe del pasadal la estableciera en honor de un dios; otras, a causa de la vinculaci~l del atleta con el mito evocado; en todo caso, porque en el mito se mani- fiesta la norma para la accin humana y la plenitud de relaciones entre lo eterno y lo pasajero, entre lo divino y lo humano, entre la actualidad y el pasado. Este ele-

  • 36 ODAS Y FRAGMENTOS I N T R O D U C C I ~ N GENERAL 37

    mento mtico, divino, es lo que comunica a esta poesa un mpetu solemne que no tuvo otro poeta griego en la misma medida que Pndaro mostr ".

    Despus de la crtica de Jenfanes a la teologa de Homero y Hesodo, tambin tiene Pndaro su propio sen- tido del mito. Nadie como l hizo tal purificacin radi- cal, corrigiendo o reformando visiones homricas que no fuesen dignas de su concepto de lo divino. Slo lo bello de los dioses es contable y cantable (01. 1 35). Sin entrar en abierta lucha contra Homero y Hesodo, crea Pndaro su propia mitologa purificada y prepara hist- ricamente, con su potencia y fama literaria, la tarea ms radical de Platn en la misma reforma teolgica.

    La presentacin de los, materiales mticos tiene, ade- ms, en Pndaro su propia economa. No se trata de una exposicin lineal y ordenada de datos, sino que acepta de momento lo que parece ms esencial, combinando diversos cuadros del suceso mtico, pasando con rapi- dez, a veces, de un mito a otro, interrumpiendo la na- rracin para poner de relieve una relacin importante con un mundo de valores, segn su propia concepcin del mundo. Esto hace difcil su lectura, y slo pudo ser gustado y entendido por un auditorio de entendidos que fuese capaz de mantener en su mente esos atrevidos trn- sitos y conectarlos, ms tarde, en la visin total de to- dos los elementos (01. I; Pt. IX). Precioso ejemplo de su narrativa, en contraste con la tcnica pica ordenada y lineal, es la disposicin del mito en la Ptica IV, como se indica en la introduccin pertinente. Especial relieve tiene en Pndaro la forma narrativa de composicin c- clica o circular. El punto principal del tema abre y cie- rra el cuadro y el centro est ocupado por los distintos

    1' Cf. Ba. SNELL, Die Enrdeckung des Geisfes, Hamburgo, 1955, pg. 134; FRAENKEL, Dichrung und Philosophie ..., pg. 552. Tales rela- ciones pueden verse, por ejemplo, en 01. 1 3, Pit. XII -invento de la flauta-, s tm. V 1 y SS. , y fr. 33b. etc.

    cuadros o pasajes del mito. En msica y arquitectura equivale a la disposicin ABA, forma sencilla y simtri- ca y de particular encanto arcaico ".

    Al mito y a los datos sobre lugares y personas se integra, como tercer elemento, la gnmica, las senten- cias, con una diversa funcin relacionante dentro del poema. La sentencia o proverbio es un modo robusto y plstico de formular 10 que el hombre estima como esencia perenne de las cosas, fruto de observaciones lo- g a d a s por uno mismo o trasmitidas de generaciones anteriores. Su objeto es pronunciar un fallo sobre las cosas, o el intento de alzar un puente entre la realidad y el mundo ideal del poeta. En esa breve frmula se quiere sorprender la sustancia paradigmtica, el valor ejemplar que el mito tiene para el poeta. Constituye tam- bin el instrumento ms apto para que Pndaro ofrezca su propio pensamiento, sus deseos, su valoracin acer- ca de lo que ha credo descubrir como respuesta a pro- blemas comunes. Encant~o y pedagoga son inseparables en Pndaro, porque l es sophs en el sentido pleno: tie- ne el don de las Musas y vocacin de proclamar la ver- dad y dignidad del mundo. Por esta razn puede hablar y avisar a prncipes y reyes de este mundo, apelar a la mesura, revelar su propia teora del arte. La tensin intelectual con el mundo que Pndaro representa y con el que se debate, particularmente en torno a lo divino, se refleja de modo especial en esas sentencias, cincela- das en sus elementos ms indispensables y enrgicos, y sbitamente incorporadas al fluido mtico y heroico aun a costa de la diafanidad de las ideas. Se introducen como bloques vigorosos y pesados que parecen anun- ciar una direccin nueva del poema, como estatuas se-

    " Cf. L. ILLIG, Zur Form der pindarischen Erzahlung, Berln, 1932; LESKY. Cnech. Litera~urgeschicl;re, pg. 188; W . A. A. VAN OTTERLO. Un- iersuchungen ber Begriff, Anwendung und Entsrehung der griechi- schen Ringkomposirion, Arnstcrdam. 1944.

  • 38 ODAS Y FRAGMENTOS INTRoDUCCNN GENERAL 39

    veras que exigieran contemplacin urgente cuando otras cosas estn convocadas y exigiendo nuestra mirada. Con frecuencia estas figuras granticas del pensamiento es- tn a punto de dificultar la unidad misma del poema.

    Esto nos conduce lgicamente a plantear el proble- ma de los tres elementos apuntados bajo el punto de vista de su integracin y unidad en cada epinicio, ya que el arte griego y, en gran parte, el arte occidental estriban en el principio de la unidad. El cambio rpido de un tema a otro, la interrupcin repentina, la ausen- cia de la preparacin dramtica hacen que la reduccin de los elementos sealados a un principio unitaAo no sea fcilmente captable. Este modo de tcnica potica parece ser comn a la lrica. coral arcaica ". Pndaro tuvo clara conciencia de esta particular estructura y na- turaleza de su potica. Con plsticas imgenes trat l de clarificar su modo de hacer poesa, como si se viese arrastrado por vientos poderosos y fuese preciso afir- marse en suelo seguro, como la nave a la que urge fijar con el ncora (P t . XI 39-40). Con el imprevisible vuelo de la abeja, se lanza con mpetu el poeta de una palabra a otra, de ste al otro tema (Pt. 53-54). La impresin de acumulaciones abigarradas, producto de elementos diversos, por ms que sean preciosos, como Pndaro mis- mo imagina para su t-cnica potica, podra hacer pen- sar en una mezcla construida en virtud de relaciones con arbitraria unidad. Bastara recordar a propsito Ne- mea VI1 77 SS.: rLa Musa para ti suelda oro y marfil brillante juntamente y la flor del lirio que escogi del roco del mar.,

    La investigacin moderna ha visto esta cuestin de la unidad como el problema central de la potica de Pn- daro. El primer fillogo que llam la atencin sobre es- te tema estructural y unitario en los Epinicios fue A.

    " C f . LESKY. op. cit.. pg. 188.

    Boeckh en su edicin de 11321 ". Pero su mtodo de in- vestigacin degener en unal serie de especulaciones muy

    a travs de los comentarios de L. Dissen 26, corno enjuici certeramente Wilamowitz ". Contra tales subjetivismos, mantenidos por la ley de la inercia, A. B. Drachmann condujo I;a investigacin a su recto camino Los trabajos que siguieron a los del fillogo dans trataron de hallar el principio de la unidad pro- funda dentro de cuanto ap,areca como mera suma aso- ciativa de elementos y miiembros diferentes. En este sentido, la obra de Wilamowitz mostr la integrada per- sonalidad de Pndaro como un todo orgnico revelado en su obra. Seis aos despus del libro de Wilamowitz, un penetrante estudio de W. Schadewaldt recoga toda la discusin anterior y situaba, en su anlisis de los ele- mentos subjetivos y objetivos, el tema de la unidad co- mo el nico propiamente clave y central de toda la in- vestigacin pindrica. En qu consista esa unidad? 'P.

    H. Fraenkelm, en la resea y discusin sobre la obra de Schadewaldt, publicada en Gnomon, lograba li- berar de un modo definitivlo, en nuestra opinin, al poe- ta Pndaro y a su potica, del carcter excesivamente pragmtico, indicado por Schadewaldt para los Epini- cios, as como demostraba la inconsistente separacin de elementos objetivos y subjetivos analizados, que an- tes haban sugerido a Boeickh la presencia de una uni- dad objetiva y otra subjetiva. En el libro de homenaje a M. Heidegger, el fillogo de Tubinga reformaba sus

    Edirio rnaior, Leipzig. 181 1-1821; ed. minor, 1825. 26 Ed. simultneamente aparecida en Gotha y Erfurt (1830). '' Cf. ULRICH VON WILAMOWITZ-MOELLENDORFF, Pindaros, Berln,

    1922. pgs. 7 y sigs. " Moderne Pindor forrolgning, Copenhague. 1891. ' 9 W. SCHADEWALDT, Der Au/Kau der pindarischen Epinikien, Ha-

    lle. 1928. 'O Gnomon 6 (1930). 1-20.

  • 40 ODAS Y FRAGMENTOS INTRODUCCUN GENERAL 4 1

    criterios con un acercamiento sustancial a las solucio- nes de H. Fraenkel". La unidad del epinicio consiste en la incorporacin del acontecimiento del triunfo de- portivo a un mundo de valores en el que vive y piensa el poeta. Ese mundo se pone de manifiesto en distintas esferas a manera de ejemplos tpicos, en lo divino, en el mito divino y heroico y, de un modo ms decisivo, en lo normativo y en la envergadura pensante del poeta. La unidad no reside en el estilo ni en la artstica en- sambladura de elementos. Su punto fundamental es la orientacin de todo a las categoras humanas y divinas, como son lo noble, lo grande, lo bello, lo bueno y lo divino. El fundamento axiolgico es el hilo de oro que recorre, de modo inconfundible, todo el variadisirno te- jido de la poesa pindrica. La voluntad del poeta, que tiene un mundo claro de valores, es el principio de uni- dad total. Bruno Snell ha hablado, en este sentido, del paralelismo de la potica de Pndaro con el arte arcaico de la plstica preclsica, en el que cada rgano, puesto de relieve en su individualidad e intensidad vital, no pierde su vinculacin con la total corporeidad de las estatuas ". La unidad, contemplada en una relacin de valores, es lo que, a su vez, constituye el mundo propio de Pndaro.

    10. Concepcin pindrica del mundo

    El cortejo fundamental de valores, constitutivo uni- tario de la potica, es al mismo tiempo fundamento y sentido de la vida para Pndaro. Estos valores se hacen realidad concreta en unas fuerzas germinales que el poe-

    ta designa como areta, conductoras de la existencia hu- mana y razn de su tarea como poeta ". Pndaro pien- sa y vive en la conviccin inconmovible, que da un cier- to tono trgico a su personialidad, de que tal mundo de valores es dado al hombre de un modo innato. La phy, la naturaleza heredada, es base de todos los valores y aun raz de la verdadera sabidura que tiene el poeta. ~ s t o s valores, con su trada fundamental, la nobleza, la belleza y el bien, no se aprenden, se heredan. Natu- ralmente subyace aqu una concepcin aristocrtica de la vida, que por s misma no constituye un argumento para deducir la nobleza de sangre de Pndaro ". La del poeta estriba en su sopha, en la sabidura tambin in- nata, que revela el valor del mundo y permite al mismo poeta asumir la responsabilidad de ser el intrprete de tales valores. Ni siquiera el entrenamiento ni la ense- anza pueden suplir lo que no est como crislida en la naturaleza. El empeo d~el hombre dbil, sin energas intrnsecas, es tan vano co'mo la mera erudicin. La en- seanza y disciplina slo pueden hacer de uno lo que ya se es en la propia eseincia presente.

    De acuerdo con esta ideologa fundamental, la mi- sin del poeta est en ofrecer una tica consecuente con el respeto a los dioses, purificados de adherencias in- dignas de lo divino, con el amor a los padres e hijos, con la hospitalidad. Esta tica exige disciplina, esfuer- zo, osada a veces, sinceridad, constancia, sentido para lo justo, para la verdad y reconocimiento del lmite. Des- de esta tica el poeta puede hablar con autoridad a los mismos grandes de la tierra y orientarlos hacia lo divi- no y humano que l descubre desde su propia sabidura innata (P t . 1 87 SS.). En la accin noble del hombre se

    M. Heidegger Festschrijt, Pfullingen, 1959, pdgs. 256-263; cf. H. FRAENKEL, Wege und Formen frhgriechischen Denkens, Munich. 19602 (resena por A. ORTEGA, en Helmdnrica XIII, 40 [19621, 130-132).

    l2 Cf. SNELL, Die Entdeckung des Geisies, phg. 131.

    l3 Obra fundamental sobre el tema, H. GUNDERT. Pindar und sein Dichierberuf, Francfort, 1935.

    l4 Cf. W. HAEDICKE. Die Gedunken der Griechen ber Familienher- kunfr und Vererbung. tesis doctoral, Halle, 1936.

  • 42 ODAS Y FRAGMENTOS I N T R O D U C C I ~ N GENERAL 43

    manifiesta, por otra parte, el gobierno soberano de Zeus que se hace presente en el mundo a travs de potencias o realidades de valor intemporal como Chris, Peirh, Hesycha, TychC, ris, ti?, las fuerzas divinas del En- canto, la Persuasin, la Paz, la Fortuna, el Debate, la Ceguera, que dirigen y ordenan el destino de los hom- bres. Punto culminante de este pensamiento es su ape- lacin a Thea en el proemio a la fstmica V.

    Explicacin existencia1 del poeta en s mismo y en su misin slo se halla en Pndaro desde el mismo hori- zonte metafsico en que l contempl el sentido de la vida. Verdadero poeta slo es quien recibi el don por naturaleza. Los que aprenden su arte son cuervos que van graznando frente al ave de Zeus, al guila (01. 11 96; Nem, 111 80, V 21 j5). De esta conciencia, y de su obligacin enaltecedora de la nobleza y dignidad de dio- ses y hombres, nace el tono enftico y gran parte del estilo sublime de Pndaro. Ni siquiera el vencedor en el estadio puede gloriarse de la personal victoria, si no es en el reconocimiento de su energa innata, suminis- trada por los dioses, despertada y conducida por el en- trenador y, en definitiva, salvada en el canto del poeta para tiempos futuros. El deporte no es ms que una oca- sin brillante en que se revela la presencia de lo divino en el mundo. Esto es lo que importa y ocupa al poeta, que no fue un mero glorificador de la agonstica M.

    1 1 . Lengua y estilo

    Sobre un fondo de lengua comn, tiene cada poeta su propio lenguaje y estilo, producto intelectual y tem-

    j5 Los escolios quieren ver en estos lugares pensamientos polmi- cos contra Simnides y Baqulides. Curiosamente habla con modestia Baqulides acerca de su arte, aprendido de otros, en fr. 5.

    Vase el importante capitulo ~ D i e Wesenheiten bei Pindar., en FRAENKEL, Dichtung und Philosophie ..., pgs. 613 y sigs.

    peramental en el que se funden los recursos materiales que ofrece la palabra. El de: Pndaro no lo habl ningn griego ms que Pndaro, igual que el de Sfocles slo 10 habl el propio Sfocles. De ah la necesidad de pene- trar en la individualidad de cada poeta plasmada en su propio estilo.

    Como hemos apuntado antes, el lenguaje o dialecto beocio, en cuyo clima fnico y representativo naci Pn- daro, resultaba ridculo y tosco a la sensibilidad de los giegos. Componer una cancin en beocio habra consti- tuido un encarcelamiento provinciano para todo aquel que, como Pndaro, aspirase a ser poeta de todos los helenos. Los elementos de colorido local, en la obra de Pndaro, son reconocibles en proporciones muy limita- das, a diferencia de su compatriota la poetisa Corina, su maestra, como pretende sin decisivos argumentos el artculo de Suidas. Para los crculos sociales de orge- nes fundamentalmente dorios escribe Pndaro su lrica coral en una combinacin artstica de dialecto elico y drico. Los elementos d~ricos son ms fuertes en l que en los poetas Simnides y Baqulides, que escriben para destinatarios comunes Pero tampoco esto prueba una personal inclinacin de Pndaro a la forma drica dialectal, aunque a veces n~os ofrezca formas dricas que no aparecen en los poetas jonios de Ceos. La clara dis- tincin y seguridad de tales elementos presentes en su obra depende, en mucho, de la garanta que pueda atri- buirse a la tradicin manuscrita y a la posible reforma introducida por los fillogos alejandrinos.

    Como los demas poetais de la Irica coral, tambin Pindaro recoge una parte notable del tesoro de voca- blos homricos trasmitidos de la epopeya jonia, ante- rior a Homero mismo. En su sintaxis el uso de los mo- dos est ms cerca de la tradicin pica que del tico, conocido y estudiado por l durante su educacin en Atenas. A todo importa aadir la firme voluntad artsti-

  • 46 ODAS Y FRAGMENTOS I N T R O D U C C : I ~ N GENERAL 47

    cuente de partculas, tan esenciales a la lengua griega. Los pensamientos quedan una y otra vez yuxtapuestos, sin trabazn aparente, poderosamente colocados unos junto a otros. Constantemente se ve uno obligado a bus- car la relacin entre los conceptos y cosas a medida que van apareciendo, separados de una lgica aproximacin local en el verso. Es sta la caracterstica ms relevante del estilo de Pndaro en su estructura formal. Dentro de las varias posibilidades que el hiprbaton, propio de la lengua griega, ofreca a sus poetas, Pndaro represen- ta la situacin lmite. Bsta consiste en una configura- cin dura y tensa para la mente, al evitar una difana sucesin de relaciones sintcticas que nos permita ca- minar cmodamente en la lectura. La palabra tiene en Pndaro una disposicin tctica, que es dificil entender inmediatamente. Por su especial colocacin, los voca- blos quedan aislados, como bloques, en la estructura de la frase, trasformando constantemente lo convencio- nal, y los miembros de la frase se unen de modo insl- to. Pero esta estructura formal hiere lo usual y corrien- te, no las leyes del lenguaje.

    Pndaro fue el gran maestro de la configuracin du- ra y tensa del pensamiento. Tcnica suya fundamental es el aislamiento de la palabra. Quien lee su texto origi- nal, ha de or primero cada palabra en s, que adquiere, precisamente por tal aislamiento, su mximo poder sig- nificativo. Se pretende apresar cada sustancia de cada cosa, proyectada en la palabra, reducindola a un lugar estratgico donde una a una se vayan presentando en su propia sustancia. Es un estilo eminentemente ntico. Se comprende que Pndaro no pueda ser ledo aprisa. Exige un lento caminar de la mente en el que no es po- sible saltar sobre las palabras acuciados por la idea ge- neral. Palmo a palmo hay que descubrir el sentido, en constante tensin de la inteligencia, como si estuvise- mos acompanando el esfuerzo muscular de atleta, aler-

    ta el espritu hasta llegar a la ltima claridad de las ideas en el ritmo y en la m~usica, por desgracia irrepara- blemente perdida. En esta forma hizo el lenguaje huma- no una ascensin difcilmente imitable. Pndaro fue cons- ciente de que con ello estaba haciendo rliteraturan, el primero de todos los griegos, como l mismo asevera cuando, a modo de preciosa mercanca fenicia, enva su canto a Hiern de Siracuisa ".

    12. Mtrica

    El tono magnfico, propio del estilo sublime en que f u e ya considerado el epinicio pindrico por parte de los retricos griegos, como Dionisio de Halicarnaso, se refleja de modo eminente en su mtrica, que no ha teni- do paralelo en cuanto a sil riqueza y variaciones rtmi- cas. El desinters de los gramticas griegos y fillogos alejandrinos por ella, as como por su notacin musical, es principal causa de que no podamos comprender, en su perfecta dimensin esttbtica, este componente princi- pal de su poesa. Ciertamente, nos es posible establecer esquemas mtricos con rigurosa distincin en la suce- sin de slabas largas y breves, fundamento del ritmo en la poesa griega. Tambin es segura nuestra compro- bacin de las variaciones rtmicas que, aun en su es- tricta materialidad, parecen reproducir esa admirable constelacin de motivos y ornamentos del lenguaje, pre- sentes, por ejemplo, en la casi inagotable recreacin de los eptetos. Pero con la prdida de la msica se nos ha cerrado la visin profuinda de los ritmos de Pndaro. En su msica estaba la vida interna del poema, que ad- quira rtmica sonoridad en las melodas que tanta ad-

    " P f t . 11 67-68. En Nem. V 2-5, con la misma idea de propagacin literaria. olmos: *...dulce canto, en toda nave de carga y en esquife cualquiera zarpa de Egina.. Cf. Nem. 111 76-80, IV 15 SS.; Plt . 111 68; 01. IX 23-26.

  • 48 ODAS Y FRAGMENTOS 1NTRODUCC:ldN GENERAL

    miracin provocaron en Aristoxeno, el gran discpulo de Aristteles y terico de la musica griega

    Para cada poema creaba Pndaro la meloda y, con ella, formas mtricas nuevas. Rara vez emple miem- bros enteramente dactlicos, a diferencia de los de la lrica coral precedente. El mecanismo de variaciones, aplicado a las formas tradicionales del gnero, produce una intensa renovacin con ampliaciones, con tratamien- tos concisos, con inversiones formales que rezuman una vida nueva. El hieratismo de los coros lricos anteriores pierde tensin para convertirse en una estructura de ver- so y estrofa ms libre, sin fallos tcnicos en la libertad elegida.

    El verso ms usado por Pndaro en los Epinicios es el llamado dctilo-epitrito 49, que aparece en siete Olm- picas, cinco Pticas, seis Nemeas y seis Istmicas. Debe tal nombre a que sus componentes presentan una com- binacin de dctilo y epitrito, pudiendo aparecer cada uno de tales elementos en la primera parte o en la se- gunda del verso. Si el dctilo ofrece una equivalencia aproximada, equilibrada entre la slaba larga y las dos breves, el epitrito comprende en s una parte con ritmo de gnero igual y otra desigual, tratndose, realmente, de dipodias espondeo-ymbicas y trocaico-espondaicas. Las combinaciones y diferencias pueden verificarse so- bre el texto original. Basta indicar aqu lo fundamental, que puede aparecer bajo mltiples variaciones combi- natorias de tripodias dactlicas o anapsticas y formas epitrticas:

    Cf. PSEUDO-PLUTARCO, De musica 20 y 30. 49 Hefestin, metrlogo y gramtico del siglo 11 d. C., habla ya de

    este verso. aunque no lo denomine con ese termino. Tal designaci6n procede de R. WESTPHAL, Griechische Rhythmik, 1: Merrik, Leipzig, 1867. pgs. 483 y sigs.

    Tripodia dactilica: - - 1 - - - - -. Tripodia dactlico-catalectica: - - - - M- Tripodia anapstica: -. - - - - - v -. Epitrito a: - - - -. Epitrito b: - - , --.

    Ms complejas y variadas son las combinaciones de todas las formas y estructuras rtmicas de la poesa eli- ca, que Pndaro trasforma aadiendo o suprimiendo al- gn elemento, o bien repitindolo en una polimetra dificil de reducir a reglas Ifijas, aunque podamos distin- guir las bases fundamentailes de gliconios, ferecracios, metros ymbicos y corifirnbicos.

    La disposicin de esta polimetra, cuya detallada ex- posicin pertenece a una edicin del texto griego, en determinados sistemas de estrofas no sigue la misma lnea innovadora. Las formas tradicionales de la llrica coral precedente continan su eficacia normativa en la estructura del antiguo ditirambo. Tanto en los Epini- cios como, probablemente, en la mayora de sus dems obras, Pndaro ha preferido la forma rridica de estro- fas. sta consiste en un sistema rtmico de determinado nmero de versos en una secuencia de tres estrofas, es decir, estrofa, antistrofa y epodo. Las dos primeras tie- nen igual estructura mtrica y nmero de versos, mien- tras la tercera es rtmicamente diferente y puede va- riar, asimismo, en el nmero de versos. La frmula AAB se repite desde el principio hasta el final del poema. El sistema parece creacin original de Estescoro de Hi- mera y se abre paso en toda la lrica coral aristocrtica. Al florecer sta, principalimente, en las regiones y ciu- dades de poblacin doria, los dems cultivadores de es-

    Esquemas detallados, en P'UECH antes de cada oda. as1 como en BR. SNELL. en su edicin critica dle 1963 (Leipzig); de este mismo tam- bin, cf. Metrorum conspectus, Lcipzig, 1953, pAgs. 305-321. Esquemas de Olmpicas, en M. F. GALIANO (cit. supra, n. 37). 68. - 4

  • 50 ODAS Y FRAGMENTOS

    ta lrica, fuesen beocios, ticos o jonios, permanecieron fieles a su forma, aunque en las partes corales de la tragedia se impusiera el sistema antistrfico a base de binarios diferentes: AA BB CC.

    Tambin emple Pndaro en sus Epinicios la forma monostrfica consistente en la repeticin de un mismo sistema rtmico (AAA), prefiriendo en tales casos la poli- metra elica y corimbico-elica (01. XIV, Pt. VI, Nem. 11, IV, fstm. VIII) al dctilo-epitrito (Pt . XII, Nem. IX). Estos siete casos confirman la preferencia de Pndaro por el sistema tridico. En estos versos y estrofas reso- n el ms alto lenguaje artstico de la lrica griega.

    13. Transmisin del texto

    Ningn texto autgrafo de autor griego, tampoco de Pndaro, ha llegado a nuestras manos. Como era cos- tumbre, Pndaro entregaba su texto con notacin musi- cal al corego, al director del coro, si no era l mismo quien asuma la direccin y preparacin delaanto y en- sayo de la danza. Los cantores podan hacer sus copias respectivas, as como las familias de los triunfadores en los Juegos y las ciudades patrias de los atletas, con- servando tales copias en los propios archivos. Alguno de sus poemas tuvo el honor de ser grabado, como el Himno a (Zeus) Ammn, en una estela triangular junto al altar que el rey Ptolomeo 1 de Egipto (323-283 a. C.) erigi en Tebas, como testimonia Pausanias ". Con le- tras de oro estuvo esculpida la Olmpica VII, dedicada al pgil Digoras de Rodas, en el templo de Atenea de Lindos ".

    Decisiva para la trasmisin del texto fue la labor de los fillogos alejandrinos. Con toda seguridad dispusie- - -~

    5 ' 1X 16, 1. Cf. frs. 36 y 29. 5 Cf. A. B. DRACHMANN, Scholia in Pindari Carmina, vol. 111, Leip-

    zig, 1927, pgs. 195, 13 y sigs.

    ron ellos de copias, al menos, con la notacin musical. NO trasmitieron la partitura, ya que en esa poca las agrupaciones corales no ejecutaban tales poemas y slo se tena presente a los lectores de texto, no a los audito- rios ni a directores de coros. Aristfanes de Bizancio parece ser el primer editor crtico de Pndaro, siguien- do en trabajos de puntuacin diacrtica y comentarios Aristarco de Samotracia y Ddimo Calcntero, contem- porneo de Julio Csar. A ellos se unen, con su intere- sante labor, comentarios breves y observaciones sobre datos concretos, los llamaidos escoliastas.

    El texto alejandrino puede considerarse como fun- damento de las copias o e:diciones medievales. As, en 1280 edita Mximo Planudes de Nicomedia, el sabio mon- je precursor del Humanismo, las Olmpicas y Pticas. Unos veinte aos ms tarde, su discpulo Thomas Ma- gister -su nombre de monje fue Teodulo Mnaco-, con- sejero en Constantinopla del emperador Andrnico 11, publica, igualmente, las Olmpicas y Pticas 1-IV, mien- tras Moscpulo slo publka ms tarde las Olmpicas. Demetrio Triclinio, buen conocedor del texto, con senti- do crtico, prepara en la mitad del siglo xiv dos edicio- nes de Pndaro. La prime:ra comprenda los cuatro li- bros de los Epinicios; en la segunda s61o ofreca las Olm- picas. Mucho ms precaria es la tradicin textual en lo que atae a las fstmicas y Nemeas".

    Total o parcialmente, el texto nos ha llegado en 186 manuscritos, segn la enumeracin de O. Schroeder (Phi- lologus LIV, 274 SS.), quien puso los verdaderos funda- mentos del texto crtico ac:tual. Los numerosos papiros hallados en Egipto nos proporcionan tambin fragmen- tos de obras perdidas y citas muy importantes. El Papi- ro Oxirrinco nm. 221 nos ha descubierto una porcin respetable de los Peanes ".

    Cf. E a s s ~ , Geschichie der ~eXlbcrlieferung ..., 1, pAgs. 216 y sigs. BRUNO SNELL. que ha estudiado el papiro. nos ofrece el catllo-

    go general de Peanes en su ediciin critica de 1963, p lg . VII. Para su

  • 52 ODAS Y FRAGMENTOS I N T R O D U C C : I ~ N 'GENERAL 5 3

    Alexander Turyn ha estudiado la relacin existente entre todos los cdices, determinando cules deben acep- tarse para establecimiento del texto pindrico '! Segn sus conclusiones, los errores comunes de los cdices an- tiguos permiten llegar al arquetipo comn, a travs de dos recensiones fundamentales: Ambrosiana (A) -Codex Ambrosianus C 222, de ltimos del siglo xiii, que contie- ne, en folios 18 1 '-2O6r, Olmpicas 1-XII con escolios-; y Varicana (B), siglo xii, nm. 1312. Los otros dos cdi- ces principales, de menos valor, son el Parisinus Grae- cus (C), siglos xii o xiii, y el Laurentianus (D), siglo xiv, de valor muy desigual. A estos cuatro cdices se aaden otros de menor garanta en la trasmisin del texto, des- critos por Turyn y Bowra".

    EDICIONES TIPOCRAFICAS. - La primera edicin tipogr- fica o editio princeps de los Epinicios sali de la im- prenta de Aldo Manucio, en Venecia, el ao 1513. Dos aos ms tarde aparece en Roma la edicin preparada por Zacarias Caliergo, en la imprenta de Agostino Chi- gi, la primera que contiene escolios y el primer libro de texto griego impreso en Roma. Tras otras varias edi- ciones en los siglos xvi y siguientes en Suiza, Francia y Alemania, el siglo xix sobresale con unas catorce edi- ciones, por lo menos, entre mayores y menores. Hito importante significa la de O. Boeckh, ya que es la pri- mera en la que se empiezan a determinar los versos en Pndaro, tratando de fijar en concretos sistemas rtmi- cos la disposicin tradicional de los kla o miembros hecha por Aristfanes de Bizancio ". La editio maior de

    enumeracin, cf. M. F. GALIANO, en Emerita 16 (1948), 165-200. Cf. IRI- GOIN. Histoire du texte de Pindare. ant. cit., pbgs. 77 y sigs., con detalla- da descripcin de la trasmisin literaria.

    ' De codicibus Pindaricis (Polska Akademja Umiejetnosci. Archi- vum Filologiczne Il), Cracovia, 1932.

    Vkanse ediciones criticas. '' Leipzig, 1811-1821 (editio maior), 1825 (editio minor).

    O. Schroeder, en 1900, inaugura el establecimiento ms cientfico y crtico del texto pindrico. En esta misma lnea continan J. Sandys (Londres, 1915-19), Aim Puech (Pars, 1923), C. M. Bowra (Oxford, 1935), A. Turyn (Nue- va York, 1944) y Br. Snell (Leipzig, 1949), con sus pro- pias ediciones crticas. El texto griego de esta ltima es el fundamento de la traduccin aqu ofrecida, tenien- do presente las revisiones del mismo autor crtico en las ediciones de 1953 y 1959 y los fragmentos de papi- ros ya publicados. Una ptima edicin de las Olmpicas, con texto griego y ~oment~arios importantes, la hizo M. F. Galiano (Madrid, 1944).

    14. Supervivencia de Pndaro La fama de Pndaro en vida propia fue tan extensa

    como el mbito helnico en que se oy su palabra y su msica, portadoras de una fe en lo divino y de su mani- festacin en las obras excelentes del hombre. El mundo de los dioses, de los hroes, de las energas implantadas por la divinidad, no fue cantado por l como abstrac- cin filosfica, sino como realidad que vinculaba el pa- sado con el presente y seiiialaba una orientacin en el amor a la tradicin, a la familia, a la ciudad propia, al mundo todo que l con~templ como algo personal y sagrado en los elementos del cosmos, como las fuentes, los ros, las montaas, las islas, los hroes y los hom- bres. Todo lo que perteneca a la tierra fue para l sig- no de sacro respeto. Se puede barruntar la fascinacin de estos contenidos llegadlos a sus auditorios en los cr- culos de las fiestas comunies. Los tiempos que siguieron a su muerte no fueron especialmente favorables a sus creencias e ideas ". A l creciente individualismo del

    Cf. D. M. ROBINSON, Pindar, a Poet of eterna1 Ideas, Baltimore, 1936. Sobre la popularidad de P'indaro. cf. PLUTARCO. De gloria Athe- niensium 4 .

  • 54 ODAS Y FRAGMENTOS INTRODUCC:I~N GENERAL 5 5

    pensar democrtico y a la triste situacin nacida de la guerra del Peloponeso no poda llegar con igual eficacia y conviccin la voz de un poeta que proclam, desde una existencia distinta, un sentido de comunidad y de fe ahora quebrantado. La vida de su poesa se convierte en mera literatura. Monumento de admiracin al poeta fue el gesto ateniense de levantarle una estatua en el gora. El respeto a su nombre est patente en la de- cisin de que se quiera eximir su casa de la destruccin general de Tebas, cualquiera que sea la autenticidad his- trica dispensada a Pausanias de Esparta o a Alejandro de Macedonia. Como maestro insigne de la lrica coral, que tanto interesaba a la tragedia, y como pensador so- bre dioses y hombres, ejerci una presencia espiritual en Esquilo, Sfocles y Eurpides, trasmisores de repre- sentaciones pindricas 59. La lectura de Pndaro fue al- go familiar a Platn y Aristteles, por quien lo conoce- ria Alejandro, igual que al historiador Polibio (201-120 a. C.). Ciertamente influy la obra musical de Pndaro en Aristxeno, tambin discpulo de la escuela aristot- lica y gran terico de la msica griega. Cuando los fil- logos alejandrinos lo colocan en el canon de los nueve lricos griegos, aseguran para la lectura una parte im- portante de su obra, aunque su preferente destino sea la educacin escolar. Desde esta perspectiva, los siglos III y II a. C. son una verdadera aetas pindarica.

    La aristocracia intelectual de la antigua Roma, supe- rada ya la oposicin de Catn el Viejo (234-149 a. C.) y de otros reaccionarios contra la apertura cultural ha- cia Grecia, descubri a Pndaro como a uno de los auto-

    5q Cf., en FARNELL, Critica1 Commentary of the Works of Pindar, vol. 11. Londres, 1932 (reimpr. Amsterdam, 1961), pgs. XIl l y sigs.. citas de Pndaro en los trgicos. y en Herdoto. pgs. 379 y sigs. Esqui- lo era siete anos mayor que Pindaro; Sfocles y Eurpides. veintids y treinta y ocho aos ms jvenes, respectivamente.

    res representativos e ideales. En su obra De finibus 11 1 15,34, recuerda Cicern, impulsor del ms importante

    griego en Roma, que el poeta Pndaro, junto con Homero'y Sfocles, significa con su arte algo ms que la mera finalidad estktica -a veces til- en con- trastado cotejo con Fidias, Policleto y Zeuxis, puesto que el poeta tebano es educad.or del hombre *. No obstan- te, la limitada concepcin de la poesa lrica, presente en la mente del poltico Ci'cern, no parece haberle per- mitido una mayor penetracin intelectual en la obra del poeta tebano.

    Sin duda el encuentro ms importante de un roma- no con Pndaro tuvo lugar en Horacio, quien incorpora a la lrica latina y, con ella, indirectamente a la europea sustanciales elementos y motivos de la poesa pindri- ca. stos son evidentes en su oda a los romanos (Carmi- na 111 1-6). Paralelo al lenguaje de Pindaro es el horacia- no en la primera de esas odas que incorpora el espritu de la Nemea IX. Lo pindlirico resplandece sobre todo en la tercera, mientras en otros lugares el poeta latino encuadra sus propias ideas, genuinamente romanas, en un marco pindrico tan lcido y neto como el de los Carmina 1 12, recogiendo el comienzo de la Olmpica 11. Aun las alusiones a lo!; propios rivales tienen para Horacio expresivo boceto al estilo de Pndaro (Carmina 11 20). Con su gran sentido para la obra exacta, con per- fecta ensambladura y sin datos ociosos, redescubre Ho- racio en Pndaro la imagein vigorosa de la arquitectura con la obra potica (Carm!. 111 30: Nemea I V 81, Pftica VI 10-14).

    Horacio tiene, sin embargo, conciencia de su propia diferencia de estilo. Su amigo Julio Antonio, impresio- nado por la sustancia,pindarica de Horacio, deseaba ani-

    b0 Cf. Orator 1 5 ; Cortas a ritico XIIl 38.

  • 56 ODAS Y FRAGMENTOS INTRODUCCI~~N GENERAL 57

    marlo a una emuladora competicin con Pndaro 'l. La respuesta horaciana es de suma importancia porque en ella se revela la concepci