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Cátedra de Artes N° 12 (2012): 71-88 • ISSN 0718-2759 © Facultad de Artes • Pontificia Universidad Católica de Chile La difusión de las composiciones musicales de los monjes jerónimos españoles The Dissemination of the Musical Compositions of Spanish Hieronymite Monks Alfonso de Vicente Conservatorio Profesional de Música Amaniel, España [email protected] Resumen La importancia de la actividad musical de la orden monástica masculina española de los jerónimos se manifestó en el elevado número de miembros que fueron compositores a lo largo de los siglos XVI-XVIII. El estudio de los autores de partituras conservadas principalmente en los archivos españoles de Nuestra Señora de Guadalupe y San Lorenzo de El Escorial muestra, sin embargo, que la difusión de sus obras no fue muy extensa y que se redujo fundamentalmente a otros monasterios de la propia Orden. De este modo se completa el mapa de los distintos itinerarios por los que circuló la música religiosa española durante la Edad Moderna. PALABRAS CLAVE: Orden de san Jerónimo; música de las órdenes reli- giosas; circulación de la música; música de los siglos XVI-XVIII; música religiosa española. Abstract e importance of the musical activity of the Spanish male monastic Or- der of St. Jerome was reflected in the significant number of its members who were composers throughout the sixteenth, seventeenth and eighteenth centuries. e study of the composers of scores principally preserved at the Spanish archives of Our Lady of Guadalupe and San Lorenzo de El Es- corial, however, reveal that their works were not very widely disseminated and were basically limited to other monasteries belonging to the same order, thus completing the map of the different routes for the circulation of Spanish religious music during the Modern Age. KEYWORDS: Order of St. Jerome; music of religious orders; circulation of music; music from the sixteenth to the eighteenth centuries; Spanish religious music.

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Cátedra de Artes N° 12 (2012): 71-88 • ISSN 0718-2759© Facultad de Artes • Pontificia Universidad Católica de Chile

La difusión de las composiciones musicales de los monjes jerónimos españoles

The Dissemination of the Musical Compositions of Spanish Hieronymite Monks

Alfonso de VicenteConservatorio Profesional de Música Amaniel, España

[email protected]

Resumen La importancia de la actividad musical de la orden monástica masculina española de los jerónimos se manifestó en el elevado número de miembros que fueron compositores a lo largo de los siglos XVI-XVIII. El estudio de los autores de partituras conservadas principalmente en los archivos españoles de Nuestra Señora de Guadalupe y San Lorenzo de El Escorial muestra, sin embargo, que la difusión de sus obras no fue muy extensa y que se redujo fundamentalmente a otros monasterios de la propia Orden. De este modo se completa el mapa de los distintos itinerarios por los que circuló la música religiosa española durante la Edad Moderna.PAlAbrAs clAve: Orden de san Jerónimo; música de las órdenes reli-giosas; circulación de la música; música de los siglos XVI-XVIII; música religiosa española.

Abstract

The importance of the musical activity of the Spanish male monastic Or-der of St. Jerome was reflected in the significant number of its members who were composers throughout the sixteenth, seventeenth and eighteenth centuries. The study of the composers of scores principally preserved at the Spanish archives of Our Lady of Guadalupe and San Lorenzo de El Es-corial, however, reveal that their works were not very widely disseminated and were basically limited to other monasteries belonging to the same order, thus completing the map of the different routes for the circulation of Spanish religious music during the Modern Age.Keywords: Order of St. Jerome; music of religious orders; circulation of music; music from the sixteenth to the eighteenth centuries; Spanish religious music.

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La Orden de San Jerónimo (Ordo Sancti Hieronymi: OSH), última de las órdenes monásticas fundadas en España (en el año 1373) y que nunca salió de la Península Ibérica, se caracterizó por la especial dedicación al coro; con el tiempo, su cuidado de la liturgia y del canto condujeron a que sus monasterios se convirtieran en centros musicales de primera importancia (López-Calo 1973; Vicente 2010; Sánchez s/a). Esta dedicación al arte musical se centró sobre todo en tres géneros: el canto llano (de lo que son testimonios las ricas colecciones de cantorales aún conservadas1); la música para órgano (Vicente 2011); y la música litúrgica y los villancicos en polifonía y con instrumentos.

El cultivo de estos últimos géneros dio lugar a la conformación de capillas de música, a la existencia de puestos musicales, a la creación de repertorio específico variado y adaptado a los tiempos, y a la formación de archivos. Todo ello parece identificar los monasterios con otras instituciones musicales, como puedan ser catedrales, colegiatas o incluso capillas reales y nobiliarias. Sin embargo, también tuvo sus características propias que singularizan el funcionamiento de las capillas monásticas en el contexto del panorama musical del Antiguo Régimen: acceso a los puestos, obligaciones de los distintos miembros, financiación, movilidad geográfica, etc. De ahí la necesidad de un estudio como conjunto, además del previo de cada monasterio en particular.

Desgraciadamente las desamortizaciones del siglo XIX, y de manera principal la decretada por Juan Álvarez Mendizábal en 1835, supusieron el abandono de todos los monasterios sin excepción, la desaparición de la Or-den, la ruina de la mayor parte de los edificios monásticos, y la dispersión y destrucción de casi todas las bibliotecas y archivos. En cuanto a los archivos musicales, únicamente los de dos monasterios han llegado hasta hoy bastante completos: Nuestra Señora de Guadalupe (Cáceres) y San Lorenzo de El Escorial (Madrid). De otros monasterios solamente conocemos datos aislados, a veces dudosos y otras, indirectos.

Los fondos de los dos grandes archivos mencionados –catalogados por Arcángel Barrado y Samuel Rubio, respectivamente– están constituidos prin-cipalmente por obras compuestas por los monjes del propio monasterio. Un segundo lugar ocupan las obras del repertorio canónico nacional o internacional (sobre todo de polifonía clásica). Pero, como veremos, también reflejan, aunque muy fragmentariamente, la actividad musical de otros monasterios de la propia Orden de San Jerónimo.

1 El impresionante balance provisional de cantorales de canto llano arroja las siguientes cifras: 223 en San Lorenzo del Escorial, 86 en Nuestra Señora de Guadalupe, 69 de San Miguel de los Reyes (Valencia) conservados en la catedral de Valencia, 50 en la catedral de Burgos procedentes de Nuestra Señora de Fresdelval, 29 entre la catedral y el seminario del Burgo de Osma (Soria) procedentes de San Jerónimo de Espeja en Soria, 24 en la catedral de Huesca procedentes de Santa Engracia de Zaragoza, etc. (Rabanal; Rubio 1982; García; Muntada y Atienza).

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Como ocurre con cualquier otro compositor, la mayor parte de su obra inédita se conserva en el lugar o los lugares en que trabajó, en este caso en los monasterios a los que los monjes pertenecían de por vida (son escasos los tras-lados de monasterio). Por ello, la mayor parte de las composiciones de monjes de Guadalupe y de El Escorial se conservan en sus respectivos archivos. Pero lo que aquí interesa es la circulación de la música de los monasterios más allá de sus propios muros, como muestra de su estima o fortuna y sobre todo de los mecanismos de circulación, es decir, de los circuitos y redes que tanto interés tienen para la historiografía, ya como realidad social, bien por su explicación de la difusión y recepción de estilos (Carreras y Leza).

La tabla 1 muestra la difusión que tuvieron las obras vocales compuestas por monjes jerónimos identificadas. Por tanto, no se incluyen las obras de un monje conservadas en el propio monasterio2. Aunque la documentación de los monasterios jerónimos sea muy incompleta, son conocidos bastantes nombres de monjes de diversos monasterios de los que consta su actividad musical, incluso compositiva. Por ello, el cuadro permite incluir monjes no solamente de Gua-dalupe y El Escorial, sino de los monasterios de Nuestra Señora de La Murtra (Badalona, Barcelona), Nuestra Señora del Rosario (Bornos, Cádiz), San Jerónimo de Valparaíso (Córdoba), San Jerónimo (Granada), Nuestra Señora de la Piedad (Baza, Granada), San Bartolomé (Lupiana, Guadalajara), Nuestra Señora de la Estrella (San Asensio, La Rioja), San Jerónimo (Madrid), Nuestra Señora del Parral (Segovia), San Jerónimo de Buenavista (Sevilla), San Isidoro del Campo (Santiponce, Sevilla), San Jerónimo (Espeja, Soria), Nuestra Señora de La Murta (Alcira, Valencia), San Jerónimo (Cotalba, Gandía, Valencia) y Santa Engracia (Zaragoza). Es decir, dieciocho de los más de sesenta monasterios que tuvo la Orden en España; pero hay que decir que están casi todos los más importantes.

La primera columna ordena cronológicamente los monjes con obra docu-mentada, las fechas (si se conocen, las de profesión monástica y muerte; la de nacimiento solía ser unos diecisiete años antes de la profesión) y el monasterio de profesión y residencia. La segunda columna, el número de obras conserva-das en archivos de catedrales y colegiatas, que fueron las principales capillas de música de los reinos españoles. La tercera, el número de obras conservadas en otros fondos, bien archivos y bibliotecas públicos de nueva creación que reco-gen fondos históricos, bien monasterios (jerónimos o no) con excepción de los dos archivos jerónimos más importantes, Nuestra Señora de Guadalupe y San Lorenzo de El Escorial que constituyen las dos últimas columnas.

2 Tampoco se tiene en cuenta la música para teclado que tuvo unos mecanismos de circulación diferentes, tanto en los monasterios como en las demás instituciones reli-giosas. La casuística de cada compositor puede consultarse en Vicente, 2010: 665-75, a la que aquí añado nuevas incorporaciones y correcciones. Mi agradecimiento a Jon Bagüés, Cristina Bordas, Miguel Ángel Marín López, Juan Ruiz Jiménez y Gustavo Sánchez por los datos sobre estos músicos generosamente facilitados.

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Monje compositor Catedrales ycolegiatas

Otros archivosy bibliotecas

Escorial Guadalupe

Juan de la Torre s. XVI, Guadalupe

1

Martín de Villanueva †1605, Granada y Escorial

8 Hispanic Society (Nueva York)4 M. Montserrat (Barcelona)1 A. Regne de València

Miguel Guerau 1595-1639, Valencia

2 M. Montserrat (Barcelona)1 Hispanic Society (Nueva York)

10

Juan Bautista 1605-59, Escorial

1 Bogotá

Melchor de Montemayor 1616-78, Guadalupe

3 Jaca4 Las Palmas

7

Manuel de León 1623-32, Escorial

1 Plasencia1 Segorbe1 Valencia1 Orihuela

1 Corpus Christi (Valencia)1 M. Montserrat (Barcelona)1 A. Regne de València

1

Fulgencio de S. Jerónimo ?-1624-43, Córdoba

3 Baza 1 A. Regne de València

Benito de Navarra 1631-?, Lupiana

1

Juan Durango 1650-96, Escorial

1 Segovia1 Valladolid

2

José Benavent 1656-1711, Alcira

1 Roncesvalles 1

Francisco Losada ?-1667, Bornos

3 Jerez2 Bogotá

4 B. Catalunya

Juan de S. Agustín 1667-1718, Valencia

1

Diego de Torrijos 1668-91, Escorial

1 Valladolid

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Francisco de Las Casas 1673-1734, Guadalupe

3

Blas Urbano, 1675-?, Zaragoza

1 Jaca

Lorenzo de Sta. María 1686-1731, Guadalupe

1 Valladolid 1

Pedro de Castellón s. XVII, Gandía

1

Bastida ss. XVII-XVIII, Madrid

1

Valle, Escorial 1 Segovia 3

Juan Soler 1702-68, Alcira 1 Valencia

Blas de S. José 1713-52, Guadalupe

29* Zamora

Jacinto de Oller 1718-43, Bornos

2 Jerez

Manuel de S. Jerónimo ?-1714, Escorial

2 M. Sto Tomás (Ávila)

José del Valle 1725-43, Escorial

1 Segorbe

Francisco Vergara 1728-?, Lupiana

1

Miguel Tomillosa 1732-66, Segovia

? Antequera

Juan de Sta. María 1744-94, Valencia

2

Antonio Soler 1752-83, Escorial

3 Segorbe3 Orihuela1 Capilla Real (Granada)1 Granada1 Cuenca1 Antequera1 Jaca

10 B. Catalunya3 B. Histórica (Madrid)2 M. Sto Tomás, Ávila1 B. Nationale (París)? M. La Murtra (Badalona)

1

Ignacio Ramoneda 1756-81, Escorial

3 Valladolid

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Manuel del Pilar 1757-94, Guadalupe

7* B. Catalunya 27*

Antonio de Barcelona 1764-99, Guadalupe

1

Francisco de Sta. María 1764-?, Espeja

8* Soria 3 M. Montserrat (Barcelona)

1

Francisco Vives 1771-99, Valencia

34 Segorbe

Manuel Porsellar 1775-1841, Valencia

1 M. Sto Tomás (Ávila)

Vicente Olmos ca. 1779-?, Alcira

5 Valencia5 Segorbe(+ 46 de cuando fue maestro de capilla)

Antonio Azcue †1793, San Asensio

3 M. Aránzazu (Guipúzcoa)1 A. Eresbil (Guipúzcoa)

Jaime Ferrer 1779-1824, Escorial

4

Vicente de Valencia 1785-ca. 1814, Granada

8 + 2 Huéscar5 Granada1 Sto Domingo de la Calzada1 Capilla Real (Granada)

Miguel Gálvez 1789-?, Segovia y Guadalupe

3 (de la etapa de Segovia)

Nicolás de Sta. María s. XVIII, Santiponce y Escorial

21

Pedro de Villasagra s. XVIII, Madrid

2 Antequera 1 M. Aránzazu (Guipúzcoa)

6

Francisco de Montemayor s. XVIII, Madrid

7

Juan de San José s. XVIII, Baza

5 Baza

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Mariano de la Concepción s. XVIII, Sevilla

2

Francisco Jiménez 1792-1853, Granada

1 Capilla Real (Granada)

2

José Falguera 1794-1823?, Escorial

47 Orihuela (+ 10 dudosas)

2

Joaquín Asiaín ?-1828, Madrid

1 Zamora1 Astorga1 Valladolid

3 3

Juan de S. Antonio 1806-?, Granada

15 en 6 conventos femeninos, Granada

Diego Bidaburu s. XIX, San Asensio

2 Roncesvalles 4 A. Eresbil (Guipúzcoa)

Jaime Vila s. XIX, Badalona 3 Capilla Real (Granada)

Félix de San José, s. XIX, Lupiana

3 Granada

Domingo de Zaragoza 2 Antequera

Tabla 1. Difusión de las obras vocales religiosas compuestas por monjes jerónimos (orden cronológico de autores). Cursivas: atribuciones dudosas. A.: Archivo. B.: Biblio-teca. M.: Monasterio. *: desgloso las partes de los juegos de vísperas o de completas.

La imagen que puede ofrecer esta tabla puede ser un tanto engañosa, ya que muestra un listado relativamente extenso de instituciones que han acogido obras de compositores jerónimos. Sin embargo, hay que relativizar un poco estos datos. Por un lado, se desconoce la procedencia de la mayor parte de las obras conservadas en la Biblioteca Nacional de Catalunya y catalogadas por Felipe Pedrell, aunque algunas proceden de la catedral de Barcelona. En el caso de las conservadas en la Biblioteca Histórica Municipal de Madrid, todas ellas pertenecen al fondo de José María Sbarbi (1834-1910): dos de las obras de Soler (un Miserere de 1773? y un Sepulto Domino de 1774) proceden sin duda del archivo del Escorial, pues son copias del siglo XVIII que tienen incluso dibujada la parrilla de San Lorenzo; a ese mismo grupo pertenecería un Oficio y Misa de la Inmaculada “para canto llano por un monje del monasterio de El Escorial” (Catálogo 10) y debieron de llegar a Sbarbi de manos de Cosme José de Benito (1829-1888), el primer organizador y catalogador del archivo tras la exclaustración. Otra obra de Soler del fondo Sbarbi es una copia del siglo XIX ya muy avanzado. Las obras conservadas en el Arxiù del Regne de València se

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encuentran todas en un cantoral procedente del monasterio jerónimo de Nuestra Señora de La Murta de Alcira3.

En cuanto a las obras conservadas en el monasterio de Santo Tomás de Ávila hay que decir que se encuentran dentro de un fondo que nada tiene que ver con este convento dominico: llegaron allí en 1966 de manos de los herederos del organista de la catedral abulense Eliso Martín Arribas (1873-1962); dentro de ese fondo misceláneo –aunque en su mayor parte relacionado con los organistas y quizás el colegio de seises de la catedral de Ávila– hay un grupo singular de obras compuestas por monjes jerónimos: dos obras de Antonio Soler, del Escorial, una de Manuel Porsellar, de San Miguel de los Reyes de Valencia, dos de Manuel de San Jerónimo del Escorial, además de unas anónimas “salves que se cantaban en el Monasterio de Lupiana”, tres obras para tecla de fray Ignacio Ramoneda, del Escorial, y una sonata de Joaquín Asiaín, del monasterio de Madrid. Todo hace pensar que se trata de un pequeño fondo homogéneo procedente de una casa jerónima que bien pudiera ser alguno de los monasterios de la diócesis abulense como Nuestra Señora de La Mejorada (Olmedo, Valladolid) o San Jerónimo de Guisando4. Quizás una procedencia similar tenga un cuaderno fechado en 1752, conservado en la colegiata de Antequera, si es que efectivamente tres de los cuatro autores representados son frailes jerónimos (Díaz Mohedo 53-57). El único que parece seguro es fray Pedro de Villasagra; junto a las dos obras a él atribuidas figuran dos salmos de “fray Domingo de Zaragoza” y alguna obra de Miguel de Tomellosa (faltan las últimas hojas, donde se encontraría la música de Tomellosa según la portada). Hay un Domingo de Zaragoza (1622-1673), cantor tiple de Nuestra Señora de Guadalupe, pero es dudoso que se trate del mismo tanto por las fechas como sobre todo, porque no consta que fuera maestro de capilla o compositor. En cuanto al nombre de Miguel Tomillosa (Thomillosa, Tomelloso) es el de un monje de Santa María del Parral (1732-1766), que conservaba mucha música en su celda, sin que conste su actividad musical. La compañía en el manuscrito de otros jerónimos inclina a hacer estas atribuciones, aunque con interrogantes.

En segundo lugar, la presencia de algunas obras en los archivos de las cate-drales no indica una circulación desde los monasterios jerónimos a las catedrales o colegiatas. Así, todas las obras de Francisco Vives conservadas en la catedral de Segorbe, corresponden a su etapa como maestro de la capilla de dicha ca-tedral, antes de profesar en el monasterio. Fray Francisco Losada fue maestro de capilla en las catedrales de Almería y Cádiz; la llegada de una obra suya a

3 Información de Ferrán Escrivà presentada en el simposio del Festival Oude Muziek Utrecht (agosto 2008).4 Aunque de la provincia de Valladolid, Olmedo perteneció a la diócesis de Ávila hasta mediados del siglo XX. Cuando realicé y publiqué este catálogo desconocía la identidad de Manuel Porsellar, por lo que no lo incluía como monje jerónimo (Vicente, 2002: 13).

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Bogotá (si es suya, pues la fuente solo indica “Losada”) lo sería desde la catedral gaditana y no desde el monasterio jerónimo. Algo parecido podría decirse de fray Melchor de Montemayor, que fue maestro de la capilla de la catedral de Las Palmas antes de profesar en Guadalupe. No se ha incluido la obra de Manuel Blasco, conservada en Bogotá, pues fue escrita durante su etapa de maestro de capilla de la catedral de Quito y no durante su etapa como monje jerónimo en un monasterio de momento desconocido (Stevenson).

Por otro lado, hay algunas obras conservadas en copias del siglo XIX o in-cluso del XX, sin que pueda afirmarse que fueran sacadas de otras copias de los mismos archivos (casos de algunas obras de la Capilla Real de Granada, catedral de Santo Domingo de La Calzada o Eresbil-Archivo Vasco de la Música). En alguna ocasión puede tratarse de obras copiadas, compuestas o arregladas por jerónimos ya exclaustrados, como parecen ser todas las conocidas de fray Juan de San Antonio Contreras, fray Félix de San José Flores (una de ellas parece que escrita en 1852) y tal vez las de fray Diego Bidaburu, si es que pertenecen al monje jerónimo de La Estrella con ese nombre y no a un homónimo desconocido.

En cuarto lugar hay que señalar la existencia de otros muchos monjes sin identificar, tanto en el catálogo de Guadalupe como en el del Escorial, que no pertenecieron a estos monasterios, pero sí probablemente a otras casas jerónimas. En concreto, habría que revisar todo este último archivo, pues Samuel Rubio omitió frecuentemente datos de las partichelas que indican la procedencia de algunas obras: es el caso de las de Francisco de Vergara (nº 2.162 de Rubio 1976), Bastida (nº 471), Juan de Santa María (nº 1.471 y signatura 87/4, no catalogada) o Nicolás de Santa María (nº 1.479), pues figura en las partichelas el monasterio de donde el monje era profeso, dato que se omite en el catálogo publicado5. En la catalogación de Arcángel Barrado del archivo de Guadalupe hay, además de las obras de autores ya identificados, tres obras en que se especi-fica que proceden del Parral (nº 8), de San Jerónimo de Madrid, de “Galán” (nº 369, pero puede tratarse de una obra de Cristóbal Galán) y de San Jerónimo, sin especificar ciudad, de Eusebio de Moya (nº 461), sin que ninguna sea de un monje documentado.

En definitiva, lo que parece es que hubo una fluida circulación de la música de los distintos monasterios. Un documento del monasterio de San Jerónimo de Valparaíso (Córdoba) es de extraordinario interés por cuanto viene a suplir, aunque muy insuficientemente, la carencia de archivo y de inventarios. Se trata de una nota insertada al final de un libro de actas capitulares:

5 Para fray Francisco de Montemayor, ver Barbieri, 339. He revisado también, pero sin éxito, las dos obras de fray Eusebio de San Jerónimo (nº 1.454 y 1.455), del que se conserva también una obra en la catedral de Segovia (López-Calo, 1990: 354). Tampoco aparece su nombre en la lista de monjes profesos del monasterio segoviano del Parral (Hernández Ruiz de Villa, 411-33).

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en 3 de março deste año [1679] saqué del arca el Miserere de Cardoso i Lobo; la Oraçión de Jeremías de fray Melchor Cabello; la Lamentaçión de Texeda Incipit lamentaçio, i la de Lamed del mismo. Volviólo todo. [firmado:] fray Fernando de San Gerónimo.

en 21 de julio sacó el padre fray Pedro de Santa María la missa de Lossada a ocho en nuebe quadernos. Y el cartapacio de las completas, el himno de nuestro padre San Gerónimo y el invitatorio de los difuntos, y un cartapacio de lo mesmo y el quaderno de Spalmos [sic] y la Magníficat. [firmado:] fray Francisco de Santa María (Archivo Histórico Nacional, Actas capitulares 1697-1709 137).

De cinco compositores nombrados (Cardoso, Lobo, Cabello, Tejeda y Losa-da), dos fueron jerónimos: fray Melchor de Montemayor (Melchor Cabello), de Guadalupe, y fray Francisco Losada, de Nuestra Señora del Rosario de Bornos; aunque también fueron maestros de capilla en catedrales, hay que pensar que su relación con Valparaíso vendría más bien por su condición monástica (de hecho, a Montemayor se le llama “fray”)6.

De este modo se incrementaría el repertorio procedente de otros monasterios jerónimos conservado en los dos archivos conocidos, pues, como se ve, son estos archivos donde está más presente y de una manera más continuada la creación musical de otros monasterios de la Orden (ver la tabla 2).

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Monasterio de procedencia

Obras conservadas en El Escorial

Obras conservadas en Guadalupe

Obras en otros posibles fondos jerónimos

Alcira, La Murta 1

Bornos, Nª Sª del Rosario

1

Córdoba, San Jerónimo 1

El Escorial, San Lorenzo 2 + 2+ 4 + 1 + ¿3? 1 + 1 + 2 + 2 + ?

Espeja, San Jerónimo 1

Granada, San Jerónimo 2

6 El documento tiene además otros datos de interés, pues habla de la existencia de composiciones hoy no conocidas, como las lamentaciones de Melchor de Montema-yor o sobre todo las de Alonso de Tejeda, de las que solo existía una referencia en un inventario de la catedral de Zamora de 1699 (Luis Iglesias, 345).7 He considerado cada parte de un juego de vísperas de los tres de Manuel del Pilar como una obra independiente.

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Guadalupe 1 + 1 + 3 + 7 + 271 + 1

1

Lupiana, San Bartolomé 1 + 1 1

Madrid, San Jerónimo 3 + 1 + 7 + 6 3 + 1 2 + ¿1?

Santiponce, San Isidoro 21

Segovia, El Parral 3 + 1 1 + 1

Sevilla, San Jerónimo 2

Valencia, San Miguel 2 + 10 1 1

TOTAL 95 22 16 + ?

Tabla 2. Obras conservadas en El Escorial y Guadalupe (más otros hipotéticos fondos jerónimos) compuestas por monjes de otros monasterios. Las cantidades se

desglosan por autores distintos. ¿? = atribución dudosa8.

Puede hablarse, entonces, de la existencia de circuitos alternativos al circuito mayor de difusión de la música de las catedrales españolas e hispanoameri-canas: las obras compuestas por los monjes o frailes de una orden circularían preferentemente entre los monasterios de la propia orden (como ocurriría con la literatura espiritual, teológica o jurídica) y solo excepcionalmente saltarían al circuito mayor de las catedrales. Por ello, aunque se ha argumentado a propósito del compositor de Guadalupe Melchor de Montemayor que “el hecho de que su obra esté en El Escorial muestra su valía” (Sierra 355), en realidad lo que muestra es el ambiente cerrado de los monasterios jerónimos, pues su difusión apenas llegó a las capillas reales o a las catedrales (no es el caso de Montemayor, aunque no hay que olvidar que fue maestro de la catedral de Las Palmas de Gran Canaria antes que monje). En el mismo sentido creo que deben interpretarse las palabras del cronista de la Orden, Francisco de Los Santos, cuando al escribir la vida de Pedro de Castellón (siglo XVII), monje de San Jerónimo de Cotalba, dice que compuso “a canto de órgano muchas missas y motetes, que oy goza la real casa de San Lorenço y la suya” (378).

Cuando una obra de un monje llega a una institución del circuito mayor, el de las catedrales, parece algo excepcional. En varios casos es una circula-ción exclusivamente local, tal y como, por ejemplo, ha documentado Miguel Ángel Marín para las obras de los compositores de los conventos de francis-canos, dominicos, carmelitas y escolapios de Jaca (Huesca), localizadas en el archivo de la catedral de la ciudad (142). Así, a la vista del cuadro anterior

8 No considero las obras escritas por monjes que hicieron segunda profesión en El Escorial y cuyas obras no están datadas, como Martín de Villanueva (primera profesión en Granada) o Vicente Julián (primera profesión en Alcira), pues lo más probable es que fueran compuestas estando ya en el monasterio madrileño.

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puede observarse la difusión de partituras de San Jerónimo de Granada a la catedral de la ciudad (o la Capilla Real) con las obras de fray Vicente de Valencia, “deseoso de obsequiar al Cabildo” (acta capitular cit. en López-Calo 2005: 433-4) y a la cercana colegiata de Huéscar; del monasterio de Baza a la colegiata de la misma ciudad con las composiciones de fray Juan de San José, quien además acudió en varias ocasiones a la colegiata como tribunal de oposiciones9; de Alcira a la catedral de Valencia en el caso de las obras de fray Juan Soler o de fray Vicente Olmos; de Espeja a la colegiata de Soria para las de fray Francisco de Santa María; de Bornos a la colegiata de Jerez de la Frontera para las obras de Jacinto Oller y de Francisco Losada (aunque las de este pudieron llegar desde la catedral de Cádiz, donde fue maestro de capilla); del monasterio riojano de La Estrella a Navarra y al País Vasco. Incluso el caso de la obra que hay en Roncesvalles de José Benavent, de Alcira, tiene una explicación geográfica, pues el músico valenciano Juan Acuña Escarche (1749-1837) terminó sus días como maestro de capilla en la colegiata pirenaica y llevó consigo un enorme conjunto de partituras de otros miembros de su familia y de autores valencianos (Peñas 1996: 180-1).

En otros casos la llegada de la música de los jerónimos a los archivos de las catedrales se debe a una razón afectiva hacia las instituciones de las que pro-cedían o en las que se habían formado (como testimonia el envío de la música de tecla de Antonio Soler a la abadía de Montserrat): así llegaron las obras de fray Blas de San José a la catedral de Zamora, según el acta capitular del cabildo zamorano de 26 de septiembre de 1734:

El dicho señor don José Betegón dio cuenta de que el padre fray Blas de San José, religioso del Orden de nuestro padre San Jerónimo, residente en el convento de Nuestra Señora de Guadalupe, colegial que fue del seminario desta santa iglesia, remite con su carta, que entregó al Cabildo, diferentes obras de música que ha trabajado y compuesto, ofreciéndolas con reverente gratitud y humilde rendimiento, en remuneración de haber merecido al Cabildo y seminario sus primeros rudimentos (Archivo de la catedral de Zamora, Actas Capitulares, v. 11, f. 326v, cit. en López-Calo 1985: 348).

De nuevo el 14 de agosto de 1746 se dio cuenta del envío de más obras “agradecido a aquel tiempo en que anteriormente se aplicó en esta dicha santa iglesia al ministerio y ejercicio de la música” (Archivo de la catedral de Zamora, Actas Capitulares, v. 13, cit. en López-Calo 1985: 349). Quizás los villancicos de Vicente Olmos en la catedral de Segorbe del año 1780, justo el año en que profesó en el monasterio, tengan también un componente de compromiso afectivo hacia la capilla de la que había sido maestro.

9 Para las oposiciones a organista de 1760 y 1796. Archivo de la concatedral de Baza Actas capitulares de 1757-1762, Libro 20: 176v, 179, 183 Actas capitulares de 1795-1800, Libro 27: 108, 111, 112. Agradezco los documentos a Miguel Ángel Marín.

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El compositor que más difusión alcanzó fue Antonio Soler, aunque no sea comparable a la difusión que tuvieron las obras de otros grandes maestros del XVIII, como José de Nebra, Pedro Aranaz, Francisco Javier García Fajer, y Fabián García Pacheco entre otros. Esa difusión de la obra de Soler coincide con el hecho de ser el único monje músico que tiene realmente una proyección importante fuera del monasterio a través de sus textos teóricos, de la edición de sonatas en Londres, de la composición para los Conciertos Espirituales de París, de la corresponsalía con relación al padre Martini, de la participación en la polémica sobre la construcción del órgano de la catedral de Sevilla, o el que se reclamara su informe sobre la idoneidad de un candidato a organista desde la catedral de Pamplona, o sus opiniones acerca de problemas de modalidad por un tratadista como el violinista de la catedral de Tarragona Antonio Rafols. A pesar de ello, no solo se difundió a menos centros, sino que además son muy pocas las obras que se encuentran en otros archivos, frente a la cantidad enorme de otros autores.

Cómo se produjo la circulación de los manuscritos entre los distintos monasterios –a falta de estudios detallados sobre copistas y copias– podemos sospecharlo en algún caso por datos históricos. El traslado de monjes de unos monasterios a otros en el momento de la fundación de una casa nueva implicaba la llegada de cantores y músicos, pues eran necesarios para un elemento tan prin-cipal de la vida monástica. Fue el caso de Nuestra Señora del Rosario de Bornos (Cádiz): el año siguiente de su fundación en 1505, la Orden acordó enviar seis nuevos frailes para cumplir con la escritura firmada; entre ellos se envió a fray Bartolomé, “cantor y tañedor, y scriuano de libros”, profeso de Santa María de La Mejorada de Olmedo (Valladolid) y a fray Gómez, cantor, del monasterio de Guadalupe (Archivo Histórico Nacional, Libro de la fundación 12).

Según el cronista jerónimo José de Sigüenza, entre los monjes fundadores del monasterio de San Miguel de los Reyes de Valencia (1546) se encontraba Marcos Madrigal, del monasterio de La Estrella (La Rioja), que “tañía y can-taba de lo muy fino dentonces” (I 551). Más conocidos son los nombres y las actividades de los monjes que de diversas casas acudieron al Escorial, a veces reclamados por el propio Felipe II. En un caso concreto tenemos noticia segu-ra de cómo estos monjes que acudían a fundar un nuevo monasterio llevaban libros de canto: la fundación del monasterio de San Jerónimo de Montamarta (Zamora) fue realizada en 1404 por trece monjes de Guadalupe que marcharon por desavenencias con su prior; llevaron a la nueva casa varios libros, según un inventario de 1407, entre ellos dos salterios y, lo que más nos interesa, “un libro manual de pergamino de motetes e otras cosas de canto” (Vizuete 1337).

Otra vía de contacto entre los distintos monasterios la constituía la presencia de algunos frailes en los colegios que tenía su Orden para la formación para la cátedra o el púlpito. Uno de ellos era el del Escorial, al que acudían monjes de otros monasterios elegidos por su propia comunidad. Eran momentos propicios para el intercambio en ambas direcciones, ya porque el colegial compusiera

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para El Escorial, ya porque hiciera copias que más tarde llevara a su convento. El historiador jerónimo Juan Núñez, al trazar la biografía de fray Jerónimo de San Juan (ca. 1708-1757), monje profeso de San Blas de Villaviciosa (Guada-lajara), recuerda cómo durante su etapa de colegial en San Lorenzo “adelantó en la música y fueron efectos de sus progresos la composición de varias piezas que se cantan en aquel gran coro” (II 31). También en el archivo escurialense se conserva alguna obra que fue copiada por un colegial: en una partichela de un villancico de 1767 se lee: “copió éste y los demás el indigno fray Y. N. para el padre fray Pedro de San Francisco, colegial en este Real de San Lorenzo y professo en el monasterio de Alva de Tormes” (Rubio 1976: 536)10; de la misma manera pudo copiar otras obras para llevarlas luego a su monasterio.

Son pocos los casos encontrados en que el traslado de monasterio se deba a la realización de estudios musicales: fray Miguel de Santiago tomó el hábito en El Escorial en 1629, pero fue enviado a San Bartolomé de Lupiana para estudiar órgano. Por las fechas, es posible que fuera a estudiar con el insigne fray José Perandreu, que murió en Lupiana en 1646, y podría deberse a él la copia de obras de Perandreu para el Escorial como las conservadas en el manuscrito 2.187 (Vicente 2011: 148-9). Fray León de Guadalupe (1751-1806) marchó de San Miguel de los Reyes hacia El Escorial “a perfeccionarse en bajón y obue” y ya se quedó en el monasterio madrileño (Hernández I 234). Del Escorial y del Parral (Segovia) iban algunos monjes a estudiar a San Jerónimo de Madrid, incluso con el organista de la Capilla Real José de Nebra: fueron los casos de Juan de Alaejos, José del Valle II y Manuel del Valle II (los tres del Escorial) o de un novicio natural de Salices (Cuenca)11. Estos momentos serían especial-mente fructíferos para el traslado de obras musicales en ambas direcciones: de maestros a discípulos y de monjes de un monasterio al monasterio que les acogía.

La difusión de las partituras de la mano de los hermanos de Orden ha sido también sugerida por Alejandro Vera para las obras de diversos frailes carme-litas de mediados del siglo XVII que se encuentran en el archivo de La Seo de Zaragoza (57): las composiciones de fray Bernardo Murillo o de fray Jerónimo González debieron de llegar llevadas por el maestro de capilla de La Seo fray Manuel Correa, también carmelita.

La circulación “interna” dentro de la Orden aquí analizada a partir de los pocos datos que nos han llegado, constituye una singularidad institucional y social de la música de los monjes jerónimos. A la vez, contribuye a precisar el mapa de los centros musicales de la Península durante el Antiguo Régimen. Las

10 Una errata de esta publicación dice “profesor” en vez de “professo”.11 Probablemente se trate de Andrés de Santa María, que profesó en El Parral el 24-VIII-1731, un año después de tomar el hábito y único monje profeso de ese año (Hernández Ruiz de Villa 430), aunque también pudiera ser que no llegara a profesar (Hernández I 191, 363, 367; Pastor 350, 624, 630; Archivo Histórico Nacional, Madrid, Actas capitulares del Parral 1645-1835, Códice 1.268: 145v).

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obras compuestas por los monjes circularon de modo fluido entre los monasterios de la propia Orden y de manera un tanto excepcional llegaron a otros centros como eran las catedrales o las colegiatas. Alejandro Vera, a partir del estudio del convento del Carmen de Madrid (de carmelitas calzados) en el siglo XVII ofrece una imagen opuesta para reivindicar para la musicología un puesto más relevante de los conventos:

Los compositores no sólo importaban música de renombrados compositores (Machado, Romero, Patiño...) que se desempeñaban en las instituciones más prestigiosas de la península, sino que también exportaban su producción mu-sical propia a dichas instituciones, como prueban las obras de [fray Manuel] Correa, Francisco de Santiago y Jerónimo González conservadas en diversos archivos catedralicios. Hay además varios datos que indican que la Corte y el Carmen de Madrid tuvieron un intercambio musical permanente (187).

El caso no tiene por qué ser igual al de los monasterios jerónimos, pues los carmelitas son frailes mendicantes que viven plenamente integrados en la actividad cotidiana de las ciudades. A pesar de todo, los ejemplos que cita no son tan significativos, por cuanto Manuel Correa fue maestro de capilla de las catedrales de Sigüenza y Zaragoza, y Francisco de Santiago lo fue de la de Sevilla, y ambos fueron los más difundidos del convento madrileño; por tanto, estaríamos ante la difusión de la obra de dos maestros de capilla de catedrales, no de frailes de un convento.

La circulación de las partituras muestra una clara jerarquía de “circuitos”, provisional e incompleta a falta de conocer un repertorio inexplorado como sería el de los monasterios femeninos de la Orden y la relación preferente, si es que existía, entre monasterios masculinos y femeninos. Podría hablarse de un primer circuito, el de las capillas reales, un segundo circuito que abarcaría las instituciones más numerosas, esto es, las catedrales e iglesias colegiales, y un tercer circuito menor que sería el de los conventos y monasterios. El salto de ese circuito “menor” al “gran” circuito no fue algo frecuente, al contrario que el camino inverso, es decir, el que llevaba desde la música de las capillas reales o de las catedrales a los monasterios, como testimonian los catálogos de los archivos de Guadalupe y El Escorial12.

12 La jerarquización entre capilla reales y catedrales (a partir de un ejemplo concreto) ha sido puesta de manifiesto por Pablo L. Rodríguez: “lo que podríamos denominar como ‘estar al día’, musicalmente hablando, suponía conocer, y disponer, lo que se componía y cantaba en las Capilla Reales madrileñas” (252). Aunque sin ninguna conclusión teórica, Matilde Olarte Martínez muestra también cómo en el siglo XVII lo que llegaba a los conventos españoles de franciscanos era sobre todo las obras de los grandes compositores de las catedrales (Miguel de Irízar, Urbán de Vargas) o de las Capillas Reales (Carlos Patiño, Cristóbal Galán).

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Recepción: septiembre de 2012Aceptación: diciembre de 2012