La democracia en América · jar, e incluso desterrar, ... e incluso en formas de misticismo....

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JULIO / SEPTIEMBRE 2010 203 CUADERNOS de pensamiento político Tocqueville ha tenido una fortuna envidiable en nuestra lengua. Desde muy temprano hubo va- rias traducciones al castellano de La democra- cia en América, sin duda impulsadas por el experimento de construcción nacional que se estaba llevando en los antiguos territorios es- pañoles y quizás también por el interés que en España suscitaban los liberales de tiempos de Luis Felipe, los doctrinarios. En el siglo XX escri- bió y enseñó en Madrid uno de los grandes es- pecialistas en Tocqueville, como fue don Luis Díez del Corral. Hoy mismo, en Argentina sigue trabajando Darío Roldán. Y en estos días llega al mercado español lo que es la culminación de una brillantísima carrera académica dedicada a Tocqueville, con la publicación en castellano de la edición crítica de La democracia en Amé- rica a cargo de Eduardo Nolla. Eduardo Nolla ya había realizado una primera versión crítica de La democracia, publicada en español en 1990. Esta edición también se pu- blicó en Francia, en la editorial Vrin. Hace poco tiempo, Eduardo Nolla sacó en Liberty Fund una edición bilingüe de La democracia, que ha pa- sado a ser la edición canónica en Estados Uni- dos, con la traducción de James T. Schleifer. Es esta edición la que ahora nos llega en español, de la mano de la Editorial Trotta y, también, de Liberty Fund. Para facilitar la consulta, incluye la paginación de la edición bilingüe. Hay que elogiar en primer lugar el trabajo de edición: la generosidad en el aparato docu- mental no dificulta el manejo del texto. Es una auténtica proeza tipográfica, que recoge como base las ediciones de 1835, 1838, 1840 y 1850. En notas a pie de página van las varian- tes, los borradores, los descartes, los comenta- rios de Tocqueville y de su círculo de amigos y familiares, que se encuentran, fundamental- mente, en la biblioteca de la Universidad de Yale, donde se conserva la copia de los ma- nuscritos perdidos de La democracia. Eduardo Nolla, por su parte, ha aportado su larga experiencia, su minuciosidad, su claridad conceptual, su conocimiento del texto y su evi- dente cariño hacia la obra de Tocqueville para ofrecernos un trabajo definitivo, absolutamente extraordinario. Nolla sitúa a la Universidad es- pañola en la punta de la investigación histórica y debería ser reconocido como es debido. Cuando conseguimos dejar atrás el asombro, empezamos a comprender lo que tenemos de- lante. Como dice el propio Eduardo Nolla, ésta es una creación textual que no existía anterior- mente, aunque todo lo que aparece fue escrito por Tocqueville. Está el libro que todos hemos leído, pero inserto en un nuevo texto que nos permite comprenderlo desde otras perspecti- vas, y de otra forma, si no del todo nueva, sí más profunda y a veces más intensa. La democracia en América ALEXIS DE TOCQUEVILLE Edición crítica y traducción de Eduardo Nolla Editorial Trotta. Liberty Fund. Madrid, 2010, 1358 páginas. RESEÑAS

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Tocqueville ha tenido una fortuna envidiable ennuestra lengua. Desde muy temprano hubo va-rias traducciones al castellano de La democra-cia en América, sin duda impulsadas por elexperimento de construcción nacional que seestaba llevando en los antiguos territorios es-pañoles y quizás también por el interés que enEspaña suscitaban los liberales de tiempos deLuis Felipe, los doctrinarios. En el siglo XX escri-bió y enseñó en Madrid uno de los grandes es-pecialistas en Tocqueville, como fue don LuisDíez del Corral. Hoy mismo, en Argentina siguetrabajando Darío Roldán. Y en estos días llega almercado español lo que es la culminación deuna brillantísima carrera académica dedicadaa Tocqueville, con la publicación en castellanode la edición crítica de La democracia en Amé-rica a cargo de Eduardo Nolla.

Eduardo Nolla ya había realizado una primeraversión crítica de La democracia, publicada enespañol en 1990. Esta edición también se pu-blicó en Francia, en la editorial Vrin. Hace pocotiempo, Eduardo Nolla sacó en Liberty Fund unaedición bilingüe de La democracia, que ha pa-sado a ser la edición canónica en Estados Uni-dos, con la traducción de James T. Schleifer. Esesta edición la que ahora nos llega en español,de la mano de la Editorial Trotta y, también, deLiberty Fund. Para facilitar la consulta, incluyela paginación de la edición bilingüe.

Hay que elogiar en primer lugar el trabajo deedición: la generosidad en el aparato docu-mental no dificulta el manejo del texto. Es unaauténtica proeza tipográfica, que recoge comobase las ediciones de 1835, 1838, 1840 y1850. En notas a pie de página van las varian-tes, los borradores, los descartes, los comenta-rios de Tocqueville y de su círculo de amigos yfamiliares, que se encuentran, fundamental-mente, en la biblioteca de la Universidad deYale, donde se conserva la copia de los ma-nuscritos perdidos de La democracia.

Eduardo Nolla, por su parte, ha aportado sularga experiencia, su minuciosidad, su claridadconceptual, su conocimiento del texto y su evi-dente cariño hacia la obra de Tocqueville paraofrecernos un trabajo definitivo, absolutamenteextraordinario. Nolla sitúa a la Universidad es-pañola en la punta de la investigación históricay debería ser reconocido como es debido.Cuando conseguimos dejar atrás el asombro,empezamos a comprender lo que tenemos de-lante. Como dice el propio Eduardo Nolla, éstaes una creación textual que no existía anterior-mente, aunque todo lo que aparece fue escritopor Tocqueville. Está el libro que todos hemosleído, pero inserto en un nuevo texto que nospermite comprenderlo desde otras perspecti-vas, y de otra forma, si no del todo nueva, sí másprofunda y a veces más intensa.

La democracia en AméricaALEXIS DE TOCQUEVILLE

Edición crítica y traducción de Eduardo NollaEditorial Trotta. Liberty Fund. Madrid, 2010, 1358 páginas.

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Está, en primer lugar, la cuestión estética. Toc-queville es un escritor de primera fila, de los úl-timos franceses que mantuvieron el gran estiloaristocrático que nació con los moralistas y losmemorialistas del siglo XVII y se termina, prácti-camente, con él. Hay algo de español en estamanera de escribir, como un recuerdo de la exi-gente prosa española del Siglo de Oro, y la per-fecta traducción de Nolla parece sensible a estaveta subterránea. “Si es posible –dice Tocquevi-lle en una nota al margen–, emplear aquí un es-tilo firme, simple, corto, entrecortado, didáctico.Desdeñar la forma oratoria” (p. 768, nota g). Asípodemos ver al escritor en acción, obsesionadopor la síntesis y la concentración. El trabajo deescritura en Tocqueville, lector de Pascal, tienealgo si no de ascesis, sí de despojamiento, debúsqueda incansable de lo esencial. De ahí elvalor de esta edición. Lo que en el texto aca-bado de La democracia es un espejo bruñido,impecable, se nos presenta aquí como un workin progress. Nuestro tiempo, tan amante de lofragmentario, se complacerá en esta multiplici-dad de perspectivas y en las asociaciones im-pensadas que abre. (No así Tocqueville, queandará de mal humor al verse descubierto deeste modo…)

Uno de los muchos atractivos de Tocqueville esel propio personaje, aristócrata, como es biensabido, y simpatizante de la democracia, pormucho que esa misma democracia, en su país,asesinara a buena parte de su familia y dejaraa su madre enferma para el resto de sus días.Además, Tocqueville, que encarna en un altogrado un cierto espíritu francés de servicio alEstado, se enfrenta en Estados Unidos a unasociedad en la que parece, como él mismo dijo,que no existe el Estado… Desde esta perspec-tiva, esta edición complementa el gran Tocque-ville and Beaumont in America de G. W. Pierce.Pierce reconstruyó el viaje de los dos amigospor lo que entonces era Estados Unidos. En estanueva edición tenemos más materiales paracomprender el periplo espiritual y moral que unarchieuropeo como Tocqueville recorrió hasta

entender tan profundamente la naturaleza de lademocracia americana. Sorprenderá a muchoslectores aprender que Tocqueville, antes inclusode emprender el viaje a Estados Unidos, yatenía una idea clara de lo que escribir. El tra-bajo de preparación y redacción partió por tantode una hipótesis previa acerca de lo que se ibaa encontrar en el Nuevo Mundo. Resulta fasci-nante ver cómo la observación de la realidad, yluego la reflexión, fueron dando forma a esa in-tuición primera.

Un ejemplo –recurrente– es el de la importanciade la religión en la vida norteamericana, quecontrasta violentamente con el apego de losnorteamericanos a los placeres materiales.Desde una perspectiva europea, tan fuerte-mente influida por Platón –que Tocqueville leyóen 1836, en Suiza–, se podía deducir que el cul-tivo de la espiritualidad y la moral requería ale-jar, e incluso desterrar, el ejercicio del comercioy la industria. Así lo indica en un apunte, que enesta edición va incluido en nota (p. 940, notae). Y sin embargo, de la observación de la rea-lidad norteamericana Tocqueville deduce lo con-trario. El espíritu americano, tan apegado albienestar y a los goces materiales, se desbordatambién en la religión, en fenómenos de espiri-tualismo exaltado –como las de los shakers–, eincluso en formas de misticismo.

Tocqueville, tan intelectual, tan distante, intuyeuna de las características de la religión en Nor-teamérica, como es el fenómeno evangélico enlo que tiene de conversión personal y de com-promiso con la fe renovada. Siguiendo la intui-ción de Tocqueville, ha habido luego quien hallamado a los norteamericanos un pueblo demísticos. Resulta encantador, a este respecto,descubrir en apéndice el pequeño texto en elque Tocqueville pone en escena, como si de unafábula ingenua se tratara, una visita a tres lu-gares de culto cristiano, tres sectas en lenguajenorteamericano, que plasman el pluralismo re-ligioso de Estados Unidos. Aún más lo es la con-fesión del propio Tocqueville, que podemos leer

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gracias a Nolla y a sus editores y que iluminacomo pocas veces el texto final: “Si (yo) hubiesenacido en la Edad Media, habría sido enemigode las supersticiones, pues entonces el movi-miento social impulsaba a ello. Pero en nuestrosdías me siento indulgente con todas las locurasque puede sugerir el espiritualismo. El gran ene-migo es el materialismo (…)” (p. 956, nota e).

En otro capítulo, la edición de Eduardo Nollapermite ver el esfuerzo de Tocqueville por si-tuarse en un punto que le permita entender ca-balmente la nueva realidad democrática. ATocqueville le habría sido fácil adherirse al pre-juicio muy común entonces (y que muchoshemos conocido todavía) de la vulgaridad delos norteamericanos. Buena parte de la Se-gunda Democracia va dedicada a esclarecereste punto capital. En el capítulo IX Tocquevillese plantea abiertamente mostrar “Cómo elejemplo de los americanos no prueba que unpueblo democrático no pueda tener aptitud ygusto por las ciencias, la literatura y las artes”(p. 763). Y aquí todas las precauciones sonpocas. Una nota del editor nos informa de queel autor pensó en partir del reconocimiento deltópico, pero presentándolo como “algo mode-rado, sutil y no muy profundamente satírico. Espreciso que no menosprecie demasiado a losamericanos si a continuación quiero realzar alos otros pueblos democráticos” (p. 764). Vienea continuación la comparación de los ameri-canos con los castores, como si de un puebloanimalizado se tratara. La imagen está inspi-rada por los trabajos de Buffon, que Tocquevi-lle conocía, y podría insinuar la generalizaciónde que la democracia embrutece a los hom-bres. Pues bien, de lo que acaba queriéndoseburlar Tocqueville es precisamente de quienes“creen que la democracia nos llevará a vivircomo castores”.

El razonamiento no acaba aquí, y Tocqueville,como es frecuente en su trabajo, vuelve a la re-flexión sobre las sociedades europeas, a las quellama, como es bien sabido, “sociedades aristo-

cráticas”. Siguiendo su método de trabajo, Toc-queville se niega a “imaginar una democraciaideal cuando [puede] concebir fácilmente unareal” y cuando “lo que sucede ante nuestras mi-radas basta para ilustrarnos”. Así que al hablarde los pueblos europeos, se volverá a ellos “talcomo se presentan a mi mirada [el énfasis esmío], con sus tradiciones aristocráticas, sus co-nocimientos adquiridos, sus libertades”. Se pre-gunta entonces “si al volverse democráticos noarriesgan, como se nos quiere persuadir, volver acaer en una especie de barbarie” (p. 768, notag). La respuesta de Tocqueville es negativa, comoen otras ocasiones. Una vez adquirido el gustopor los placeres intelectuales, afirma, un pueblono lo pierde. Aun así, queda la pregunta, quedesarrolla en El Antiguo Régimen y la Revolucióny que le llevará a presentir con tanta precisión lospeligros de la igualdad democrática. Por el ca-mino, Tocqueville ha echado mano de una céle-bre pensée de Pascal que ha cobrado unadimensión cultural y política nueva: “El hombreno es ni ángel ni bestia, y la desgracia quiereque aquel que quiere hacer el ángel haga la bes-tia” (nº 257 de la edición Lafuma).

Los problemas de la elaboración de un métodode análisis que permita comprender la realidadsin tener que pasar por modelos ideales ya es-taban expuestos en el texto definitivo de La de-mocracia en América. Es bien conocido elcapítulo dedicado a comparar a los historiado-res de “los siglos democráticos” con los de “lossiglos aristocráticos”. Tocqueville vuelve en él auna idea fundamental, como es que la demo-cracia prefiere las ideas generales mientras quelas sociedades aristocráticas se inclinan por lasparticulares. (Esta idea, aplicada a la lengua,da el soberbio capítulo IX, sobre la lengua de lademocracia, que parece glosar su propio estiloaristocrático.) Los apuntes descartados nos per-miten darnos cuenta de hasta qué punto Toc-queville era consciente de la necesidad de esaunidad –algo esencial para él en la imaginacióncreadora–, cuando apunta para sí mismo cuáldebería ser la situación de este capítulo con

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respecto al que trata de las ideas generales (p.853, nota b).

Además, las notas nos informan de la posiciónde Tocqueville ante las consecuencias de estepredominio de las ideas y de las palabras. Como–según Tocqueville– el historiador de los siglosdemocráticos no logra percibir suficientementelas influencias individuales, acaba negándolas.“Prefiere hablarnos de la naturaleza de las razas,de la constitución del país o del espíritu de la ci-vilización”. Entre paréntesis, y descartada de laedición definitiva, viene aclarado lo que piensael autor: “…grandes palabras que no puedo oírpronunciar sin que involuntariamente meacuerde del horror al vacío que se atribuía a lanaturaleza antes de haber descubierto el pesodel aire”. (p. 855) Lo cual, dicho sea de paso,nos devuelve al universo de las polémicas pas-calianas… Tocqueville, como bien vio Díez delCorral, gravita, incluso en la cuestión del método,alrededor del autor de las Pensées.

Ni que decir tiene que Tocqueville se da cuentade que ha alcanzado un punto esencial para

las ciencias sociales que está contribuyendotan decisivamente a elaborar. En torno a él girabuena parte del texto del capítulo, pero, curio-samente, sólo se hace del todo explícito en uncomentario que no apareció en la edición de-finitiva: “Creo que casi todos los instantes desu existencia, las naciones, como los hombres,son libres de modificar su destino” (p. 858,nota j). Y por si fuera poco, este capítulo iba air seguido de otro, suprimido, acerca de la in-fluencia de la democracia en la oratoria reli-giosa. La edición de Eduardo Nolla nosdescubre el núcleo de este proyecto descar-tado: un nuevo elogio, típico de Tocqueville, delcatolicismo norteamericano… basado en laidea de que los sacerdotes católicos se dirigena la razón, y no sólo a la fe, y tratan de con-vencer más que de emocionar.

Como se ve, esta nueva edición es todo un fes-tín para los aficionados a Tocqueville y a la re-flexión sobre su tiempo… y el nuestro.

JOSÉ MARÍA MARCO

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Las paradojas de la libertadEspaña, desde la Tercera de ABCBENIGNO PENDÁSTecnos. Madrid, 2010, 506 páginas.

Una Tercera sobre las Terceras de Benigno Pendás

En ocasiones apetece emular. Y ésta es una es-pecie de seudo Tercera, a causa de la agudezade las aportaciones que Benigno Pendás ha

hecho en esas 126 “Terceras” de ABC con glo-sas, al par, acertadas y oportunísimas, a lolargo de un periodo político tan interesantecomo es el que ha vivido España desde el 28de agosto de 1998 al 17 de enero de 2010. Lohe contemplado con ojos de economista, como

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contraste con el planteamiento de ese gran po-litólogo que es el profesor Pendás. Histórica-mente va desde que Aznar, con el modeloeconómico Aznar-Rato, logró insertar a Españacomo miembro fundador de la Unión Econó-mica y Monetaria, o sea, de la Eurozona, hastaque nos encontramos en medio de la gravísimacrisis económica originada, en parte esencial,por los errores considerables de la política eco-nómica del Gobierno de Rodríguez Zapatero.

Ése es para mí el friso sobre el que se basaun desarrollo ideológico desplegado con unlujo cultural tan magnífico que, al contemplareste libro, por fuerza he tenido que recordaraquellos que recogían trabajos previos deprensa de Ortega y Gasset, quien, como se-ñala Julián Marías, tiene una parte conside-rable de su obra en “artículos..., parcialmentereunidos en libros”. Por ejemplo recordemos,por las consecuencias políticas que tuvo, elvolumen La redención de las provincias y ladecencia nacional, aparecido en 1929, en elque se inserta, incluso, el artículo tituladoBajo el arco en ruina, que publicó El Impar-cial el 11 de junio de 1917. Ortega, por otrolado, es uno de los antecedentes intelectua-les de Pendás, y me parece, tras leer estelibro, que lo es con Díez del Corral y en lo eco-nómico con un clásico, Stuart Mill, y con ungrande de la tercera generación de la Escuelade Viena, Hayek. Desde luego, sin olvidar a Je-remías Bentham. Deliciosa la anécdota sobreéste de la página 26.

Por eso, como son los escritos de todos estosgrandes pensadores, es éste un libro crítico, es-crito, como se lee en la página 228, por un “li-beral austero”, irritado con quien tiene el“estúpido empeño (de)... dar lecciones sobre elsentido de la Historia, después de hacer el ri-dículo una y mil veces con sus pronósticos fa-llidos” y consciente (página 498), de “que ‘lalibertad es poder’ como dijera John QuincyAdams”. Es un libro, pues, esencialmente,sobre lo que sucede en la política de España,

con un mensaje evidente, que se desprende dela primera cita que aparece en él, la de la pá-gina 13: “Defiendo, como Pericles, una con-fianza audaz en la libertad”. Pero lo que planteaes, al par, ambicioso y muy realista. Lo com-prueba la cita final del libro (página 498): “Lahistoria universal es un tribunal muy exigente,que actúa con justicia inapelable... Aquí yahora el desafío consiste en no tropezar con eldestino, esa ‘vieja roca’, como decía Hölderlin”.Y quien se empeña en hacerlo debe tener pre-sente este terrible párrafo de la pág. 109 –quequizá, como economista, yo lo veo en lo quesucede ahora mismo: “Alguien podría decir: “Ahorse! A horse! My kingdom for a horse...”. Yañadía irónicamente Pendás: “Se trata de Wi-lliam Shakespeare, Ricardo III”. Ese clamor porun caballo cualquiera, ¡cómo se escucha enestos instantes!

¿Con qué nos vamos topando en esta obra?En primer lugar, con un mensaje que corrobo-ran en el aquí y ahora de España todos los eco-nomistas. Se lee en la página 37: “¿Qué seespera de España?... La respuesta debe serclara y sencilla: austeridad, rigor, perseveran-cia, solidez y buen criterio; dureza en las nego-ciaciones y fidelidad en los compromisos; unacierta dosis, en fin, de calvinismo social y cul-tural, que proteja conscientemente al homofaber y sitúe en su justa dimensión al homo lu-dens”. De ahí que señale (página 56) que “elmodelo liberal... debe impregnar la reforma(educativa) de una genuina política de la ex-celencia”. Y en la página 477 se lee: “Una so-ciedad que prescinde de la excelencia corregrave riesgo”, pero con este complemento que,como profesor universitario asume, en la pá-gina 486: “Hemos construido un sistema uni-versitario caro, ineficaz y ostentoso, malconsiderado por los índices internacionales demás prestigio. Tenemos que hacer algo para ex-traer un sentimiento razonable del material hu-mano disponible. Es más importante queurgente, y tal vez por ello carece de interés in-mediato para los políticos”.

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En segundo lugar, y de modo persistente,surge una crítica profunda, intensa, a los quedenomina (página 40) “nacionalismos perifé-ricos”. En la página 121 se alude a que,“como dijo tempranamente el Tribunal Consti-tucional, ‘autonomía no es soberanía’, sinoque es un poder limitado en el que cada or-ganización territorial es ‘una parte del todo’...”,o en la 122, se señala: “¡Cuántos males sederivan del romanticismo trasladado a la po-lítica!” O lo de la 129, cuando apostilla estoasí: “¡Cuánto daño ha hecho esa miseria delhistoricismo, que denuncia Karl Popper!”. Deello (pág. 214), por ejemplo, se deriva la crí-tica al historicismo de Herrero de Miñón, por-que permite a los nacionalistas “huir” deltérmino odioso de los “privilegios”. Por lamisma razón, existe resistencia a llamar“poder constituyente” “a ese ‘fondo de poderoriginario’, como lo califica Herrero, que lespermite decidir su futuro a ellos solos...”.¿Para qué seguir en este repertorio perfectoque he fichado? Llega hasta la referencia, enlas páginas 493-495, que concluye así: “Enel fondo, hay mucho de revancha del austra-cismo frente a los decretos de Nueva Planta.Menos mal que muchos, la inmensa mayoría,preferimos todavía salvar la letra y el espíritude la Transición democrática”.

Aunque en términos menos duros, también esimplacable, desde el punto de vista intelectual,la crítica, lógica en un liberal, al socialismo.Véase el capítulo 14, El último fabiano; o eldescarnado planteamiento que hace en laspágs. 213-214 de lo que Pendás denomina“Apuntes para el buen socialista”. Y muy espe-cialmente esta expresión que explica muchosobre la tragedia del socialismo, porque liquidanada menos que sus fundamentos básicos, losde un intento de adaptación del mensaje Ri-cardo-Marx al de Keynes –recordemos el libritode Joan Robinson, An essay on Marxian eco-nomics–, hoy totalmente pulverizado. Apareceesta tragedia bien clara en la página 345 delde Pendás: “Ante todo, es preciso sublimar la

mala conciencia de una izquierda molesta con-sigo misma por haberse plegado a los encan-tos del capitalismo”.

También debo anotar el evidente afecto dePendás hacia los Estados Unidos. Se respiraaquel atlantismo que, en su momento, Casti-lla intentó al procurar aliarse con Inglaterra, yque fracasó, para nuestro daño, una y otra vez.Ahora exige, a poca sensatez que se tenga,pensando además en nuestra proyección enIberoamérica, un enlace franco con los Esta-dos Unidos que Pendás liga a lo que se puedeleer en las páginas 209-210: “Sea en esta ge-neración o en las dos o tres siguientes, elmapa del mundo se va a reconstruir según losplanes del hegemón americano. Europa sólopuede sobrevivir como sujeto global si consi-gue aportar legitimidad y buen sentido a lasandanzas, a veces erráticas, de la única su-perpotencia. Caerá en la irrelevancia si pre-tende competir con los Estados Unidos porrazones de soberbia, envidia o ingratitud. Ca-minamos hacia una era imperial...”. Y en la 497se indica: “Hablemos de la única potencia uni-versal digna de ese nombre, prestigioso sinduda, pero muy exigente”.

Y si quiero ser notario total de esta obra, nopuedo dejar a un lado los múltiples elogios queen ella se hacen a dos políticos: uno, JoséMaría Aznar, y otro, Mariano Rajoy. Su mensajees, pues, rectilíneo. No se busque en ese granasturiano que es Benigno Pendás, miedos alqué dirán o adaptaciones cucas a eso que pre-tende ser lo políticamente correcto.

Esta obra es una de esas luminosas que sirvenpara afianzar nuestra acción hacia el futuro. Poreso considero que debe ser perfecta. Y en esesentido, mi única crítica es a su Índice Ono-mástico. Es preciso rehacerlo del todo, y paraun libro como éste, que es preciso que se con-vierta en uno de referencia, ese índice es obli-gado. Volvamos a él porque su valor seencuentra en que como se lee en la página 56,

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“el tiempo apremia; como recordaba el maes-tro Díez del Corral, se puede perder el tren dela Historia, por unos minutos, lo mismo que lostrenes de verdad”. O lo escalofriante del inicio

de El Castillo de Kafka: “Cuando K. llegó, ya eratarde...”.

JUAN VELARDE FUERTES

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The roads to modernityThe British, French, and American EnlightenmentsGERTRUDE HIMMELFARBVinatge Books. A Division of Random House, Inc.New York, 2004. 235 páginas.

The Roads to Modernity se publicó por vez pri-mera en los EE.UU. en 2004, y en 2008 en elReino Unido. Aunque se trata de un libro conseis años a cuestas, conviene insistir en la ne-cesidad de su lectura. Gertrude Himmelfarb, suautora, es la gran historiadora contemporáneade la Inglaterra victoriana (destacando ademáspor sus ensayos sobre John Stuart Mill, Alexisde Tocqueville y el liberalismo, Darwin o GeorgeEliot) y una de las mejores representantes ac-tuales de la Historia de las Ideas. En Europa espoco conocida fuera de los círculos profesio-nales, pero en los EEUU se la considera una delas personalidades públicas más polémicas. Elmeollo de sus investigaciones es “las ideas queimportan”, las que motivan a actuar a los hom-bres y tienen que ver con la política, religión yvalores morales. En este sentido, The Roads toModernity no es un libro muy distante de susobras anteriores ni posteriores.

La autora muestra en esta obra, a través de unexcelente análisis de las ideas de la Ilustración,cómo éstas influyeron en los diferentes proyec-tos políticos que configuraron el mundo mo-

derno en tres diferentes contextos culturales:el británico, el francés y el americano. Define laIlustración británica como “Sociología de Vir-tud”, la francesa como “Ideología de la Razón”y la americana como “Política de la Libertad”.De paso, cuestiona varios tópicos: que los fran-ceses son los exclusivos padres de la Ilustra-ción; que existe sólo una Ilustración –LaIlustración– como estilo de pensamientocomún a las culturas nacionales de Occidentey, sobre todo, que los británicos no tuvieron unaIlustración propia y que alimentaron una espe-cie de Contrailustración (o Contrarrevolución).Pero vayamos por orden.

Los que no conocen la obra historiográfica deGertrude Himmelfarb suelen identificarla como“musa” y “abeja reina” de los neoconservadoresamericanos, en su calidad de esposa (ya viuda)de Irving Kristol, padrino de los neocons, ymadre de William Kristol, el analista político deThe Weekly Standard, o incluso como hermanade Milton Himmelfarb, un escritor y analista detemas judíos. Desde luego, la suya es una fa-milia muy notoria. El escritor norteamericano

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Jacob Weisberg escribió en The New Yorker, enlos noventa, que “ninguna familia ha tenido unimpacto tan grande en el conservadurismo ac-tual como los Kristol”. Sin embargo, desde queen 2008 se publicó The Roads to Modernity enel Reino Unido, con prólogo de Gordon Brown,candidato laborista en las elecciones generalesdel 6-M, los periodistas británicos de izquierdano han dejado de estar preocupados y confun-didos a causa de la historiadora americana. Enel Reino Unido se sabe que Margaret Thatcheres una gran admiradora de Himmelfarb. Ambas,en su momento, apostaron por restaurar los va-lores victorianos. O las virtudes victorianas,como los prefiere denominar Himmelfarb (queaquí llamaríamos, a secas, valores tradiciona-les): esfuerzo personal, respeto, responsabili-dad, prudencia, sensatez, templanza, decencia,familia. En la actualidad estos valores son ta-chados como conservadores o neoconservado-res y, paradójicamente, parece casi vergonzosomencionarlos como puntos de referencia en losprogramas de partido, porque la acción políticase identifica exclusivamente con la imagen y lagestión. En tal contexto, las ideas y la moral pa-recerían no tener mucho sentido.

Gertrude Himmelfarb tiene 88 años. Su últimolibro, The Jewish Odyssey of George Eliot, se pu-blicó el año pasado. Nació en 1922, en Broo-klyn, Nueva York, en el seno de una familiajudía “pobre y digna” –como ella misma la de-fine–, cuyos padres emigraron a los EE.UU. enla época de la Gran Guerra. Se graduó en laNew Utrecht High School de Brooklyn, fue in-vestigadora en la Universidad de Cambridge yse doctoró en la Universidad de Chicago. Entre1950 y 1965 desarrolló una carrera poco con-vencional, como una independent scholar queescribió varios libros mientras cuidaba de susdos hijos. Posteriormente, recibió en los EE.UU.los premios más importantes de Humanida-des y actualmente es profesora emérita de laUniversidad de Nueva York. Los que la identifi-can con el pensamiento neocon no puedennegar sus méritos y su gran profesionalidad

como historiadora, aunque no le perdonen susactuaciones públicas: se opuso rotundamenteal cambio de currículo en las universidadesnorteamericanas, al feminismo radical, alaborto y a la discriminación positiva. Criticó fe-rozmente la “Nueva Historia”, la de los histo-riadores postmodernos que relativizan laverdad histórica “huyendo de la tiranía de loshechos”, y les reprochó su silencio acerca delas ideas políticas, culturales y morales quesubyacen a los acontecimientos históricos,acusándoles además de no distinguir entre“héroes” y “villanos”.

El propósito principal de The Roads to Moder-nity es rescatar la Ilustración de los críticosque no creen en ella y de sus supuestos de-fensores que no son capaces de criticarla, delos postmodernos que niegan su existencia, delos historiadores que disminuyen su importan-cia, y, sobre todo, de los franceses, que la hanusurpado por completo. Este rescate está de-terminado por la intención de redefinir la ideade la Ilustración, abusivamente identificadacon los philosophes, y de demostrar que exis-tió una Ilustración inglesa muy diferente de lafrancesa y la americana. Sin embargo, Him-melfarb reconoce que hay una serie de con-ceptos y valores que comparten todos losilustrados: respeto por la Razón, derechos delhombre, libertad, igualdad, justicia, tolerancia,ciencia, progreso.

En los dos últimos siglos, los paradigmas de larevolución liberal y de la Ilustración eran los fi-lósofos y escritores franceses del XVIII. Estaidentificación de la Ilustración con Franciallevó a juzgar otros acontecimientos históricosdesde la experiencia francesa: por ejemplo, laGuerra de la Independencia americana (1775-1783) como preludio de la Revolución de1789, o la ausencia de revolución política enInglaterra como contrarrevolución o contrai-lustración. Himmelfarb discrepa de los autoresque afirman que existe sólo una Ilustración(Peter Gay), de los que alegan que no existe

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Ilustración inglesa (Franco Venturi), o de losque, en el otro extremo, aseguran que la Ilus-tración británica ha creado el mundo moderno(Roy Poter).

En primer lugar, Himmelfarb demuestra queexiste una Ilustración británica. Venturi argu-menta que en Inglaterra no había un grupo deintelectuales que se vieran a sí mismos comouna clase aparte, consciente de su papel y desu función específica en la sociedad. Una clasedisidente y potencialmente revolucionaria,como en el caso de los philosophes franceses.La historiadora norteamericana afirma que losingleses, efectivamente, no tenían philosophesque se reunieran en salones sofisticados paradiscutir de lo divino y lo humano, pero sí habíaen Inglaterra y Escocia escritores, pensadoresy filósofos morales (pensadores que sosteníanque cada hombre posee un sentido moral, estoes, capacidad innata de distinguir el bien y elmal), publicistas muy activos que frecuentabanlos pubs y publicaban en revistas como TheSpectator. Tal diferencia entre philosophes y fi-lósofos morales no es baladí. Aunque rinde ho-menaje a la trinidad británica –John Locke,Isaac Newton, Francis Bacon–, para Himmel-farb, el padre de los ilustrados británicos seríael tercer Duque de Shaftesbury, sin olvidar aAdam Smith, David Hume y Edward Gibbon.Además, incluye en la Ilustración británica apensadores que habitualmente han sido ta-chados de contrarrevolucionarios, como JohnWesley y Edmund Burke, quien sin duda es unode sus filósofos favoritos y el que más ha in-fluido en su obra historiográfica.

El núcleo de la Ilustración francesa es la Razón.En nombre de la Razón, Voltaire declaró la gue-rra a la Iglesia. Para los philosophes, los prin-cipales enemigos eran la religión y el ancienregime. “La Razón para los philosophes” –sedecía en la Encyclopédie– “es lo mismo que lagracia divina para los cristianos. Tal como lagracia divina motiva a los cristianos para ac-tuar, la Razón motiva a los philosophes”. La

Razón no sólo se definía en oposición a la re-ligión, sino que implícitamente reclamaba elmismo estatuto dogmático que ésta. En talsentido, la defensa de la Razón equivalía a ladoctrina de la gracia divina. Para los ilustradosfranceses, la Razón sólo la pueden poseer unospocos: los bien nacidos y los cultos, eso es,ellos mismos, porque la gente corriente, talcomo escribió Diderot en un artículo de laEncyclopédie, no forma parte de la “época fi-losófica”. “La multitud es ignorante y estúpida”,afirmó. Pero sostuvo asimismo que el individuono posee la capacidad de decidir lo que esbueno o malo. Sólo la raza humana tiene talcapacidad y derecho, porque sólo ella puedeexpresar la “voluntad general”. La voluntad in-dividual puede ser buena o mala; la generalsiempre es buena, según Diderot.

Éstas no son las ideas que sostuvieron los pen-sadores británicos y americanos en el sigloXVIII. Para ellos, la Razón no tiene un papel pre-dominante, y no es la religión, ni como dogmani como Iglesia institucional, el enemigo princi-pal de la Humanidad. No creen en el abismoentre Razón y religión. La separación de la Igle-sia del Estado no significa la separación de lareligión de la sociedad. Al contrario, la raíz de latolerancia, la que garantiza las libertades indi-viduales, está en la tolerancia religiosa, en laexistencia de diversas iglesias. Además de re-presentar una esperanza de salvación para losindividuos, la religión es un buen instrumentopara realizar reformas sociales. De ahí que elReino Unido sobreviviera a la revolución eco-nómica en el siglo XVIII sin pasar por la revolu-ción política.

La base de la Ilustración británica es la Virtudentendida como capacidad del hombre de dis-tinguir el bien y el mal. La Sociología de Virtudes una ética social que no deriva ni de la Razónni de la religión, sino del sentido moral, de lacapacidad del hombre para ser compasivo ybenevolente con los de su especie. La benevo-lencia es una virtud mucho más modesta que

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la Razón, pero posiblemente mucho más hu-mana. La compasión y la benevolencia comovirtudes personales en el nivel social se reflejanen la fundación de organizaciones benéficas ycaritativas, que amortiguaron las consecuen-cias de la modernidad y contribuyeron decisi-vamente a una política reformista.

Los legados más notables de la ideología de laRazón fueron el anticristianismo y la Revoluciónfrancesa. Como observó Hanna Arendt, esta úl-tima fue una revolución de los miserables. La“pasión por la compasión” no dejó sitió en ellapara la ley ni para la libertad, ni siquiera parala Razón. La Revolución francesa no fue una re-volución social, sino una revolución sentimen-tal, que desembocó, como sabemos, en elTerror jacobino. Es irónico que Robespierreusase el eufemismo “República de la Virtud”para su régimen de Terror, acusando la influen-cia directa de Rousseau, que invitaba a con-vertir las “voluntades individuales” en una“voluntad general”. Rousseau no usó el con-cepto de “reino de virtud”, pero introdujo la ideade la religión civil en su Contrato Social, comobase de un nuevo orden social. Tal religión in-culcaría en los hombres los sentimientos so-ciales sin los cuales un hombre no sería unbuen ciudadano.

Aunque Himmelfarb no lo mencionase explíci-tamente, no es difícil percibir la influencia quetuvo Rousseau en el socialismo y en el comu-nismo, que se presentaron como nuevas reli-giones. Tampoco que la Razón ha sido el fetichede las utopías totalitarias de los siglos poste-riores, y, sobre todo, que el terror y la falta de li-bertades individuales de los regímenes mástiránicos de la modernidad se justificaron ape-lando a la Razón.

La Política de la Libertad en el caso americano,aunque influida por los filósofos morales y porla Sociología de Virtud, tuvo sus característicaspeculiares. La virtud fue la base del ideario de

los Padres Fundadores –Washington, Jefferson,Adams y Hamilton– pero no les pareció sufi-ciente para construir un nuevo orden político.Los americanos pusieron la Libertad por de-lante de la Razón y de la Virtud. La Libertad fuela causa de la Revolución y el fundamento dela República, la fuerza principal que inspiró laConstitución. La americana no fue una revolu-ción sentimental, como la francesa, sino polí-tica. Los americanos querían construir un nuevoorden político, no un nuevo orden social. Lu-charon, como afirmó Hannah Arendt, por un es-pacio público de libertad, no por el reparto delpastel.

La ilustración británica no fue impulsada por elideal de un cambio revolucionario, como lafrancesa y la americana. Los filósofos moralesno querían construir un nuevo orden social nipolítico, sino reformar la sociedad, hacerlamejor para todos los hombres. Ahí estaba el se-creto británico, que ya intuyó Montesquieu enel siglo XVIII, cuando afirmó que los inglesessaben mejor que nadie cómo valorar los tresgrandes logros de la humanidad: la religión, elcomercio y la libertad. Himmelfarb, desde laperspectiva de la Historia de las Ideas, afirmaque los británicos se enfrentaron al mundo mo-derno con good sense, lo que sus filósofos de-finieron como common sense. Este buensentido o sentido común les ha sido útil en lasépocas turbulentas de la modernidad. En tér-minos políticos, podría decirse que se trata deuna equilibrada mezcla de la pasión por la li-bertad individual y de la consciencia de la res-ponsabilidad social.

Himmelfarb, además de mostrar las diferenciashistóricas, políticas, sociales y culturales de lastres Ilustraciones, describe, con brillantez insó-lita y espíritu de provocación intelectual, cómolas ideas y las éticas se convierten en progra-mas y actitudes políticas concretas.

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Conducta humana y sociedad civilIntroducción a la filosofía políticade M. OakeshottF.J. LÓPEZ ATANES Unión Editorial, Madrid, 2010, 262 páginas

En el prólogo de este libro señala no sin razónBenigno Pendás que “aunque resulte sorpren-dente para los profanos, también la historia delas ideas políticas está sujeta a las reglas de lamoda y acaso al imperio de lo efímero”. Y con-tinúa: “no hay ‘canon’ universal ni doctrina con-solidada que resista el paso de una generaciónde investigadores arriesgados”. Es seguramenteen esta última donde hemos de encuadrar alprofesor López Atanes y al libro resultado de sutesis doctoral.

No es temerario afirmar que Michael Oakeshottes posiblemente en nuestro país, y no única-mente aquí, uno de los grandes desconocidosdel pensamiento contemporáneo, a diferenciadel mundo anglosajón, donde ocupa un lugardestacado. No ayuda en la solución de estehecho la falta tanto de estudios sensatos, pro-fundos e incluso críticos sobre este autor, nitampoco la carencia de traducción de sus obrasal castellano, lo que no ocurre con otros. Quizássea efectivamente una cuestión de modas queensalzan a unos y relegan a otros al olvido, al-gunos injustamente, como Oakeshott.

Es precisamente por ello por lo que considera-mos de especial interés la “Introducción a la fi-losofía política de M. Oakeshott”, tal y como serecoge en el propio título de López Atanes. Ensus propias palabras, “no tiene más pretensio-nes que, en primer lugar, aportar algunos datosbásicos sobre la figura de Oakeshott […]. En

segundo lugar, acercarnos de un modo generala sus posiciones teóricas, su lenguaje, sus pro-puestas en el orden político, trazar una pano-rámica de su trayectoria intelectual a través desus libros y ensayos; por último, dar cuenta desus dos principales categorías políticas bási-cas: asociación de empresa y asociación civil”.

No es fácil sistematizar el pensamiento de unautor, máxime cuando el propio autor no desa-rrolla su obra de una forma sistemática, es más,cuando ni siquiera podemos encontrar toda ellaen lo que podríamos denominar “volúmenes te-máticos”, sino, salvando De la experiencia y susmodos (1933) y Sobre la conducta humana(1975), recoge su pensamiento en diversas re-copilaciones de ensayos que van dando formaa su filosofía política. Este hecho es reconocidopor López Atanes, si bien no es la única dificul-tad encontrada en el estudio de este pensador.A la falta de traducción de sus textos, un ver-dadero problema a la vista de los resultados,se une la dificultad en el rastreo de las fuentesde las que se nutre. A pesar de lo cual, Oakes-hott consigue introducir al lector en su pensa-miento, lo lleva hacia preguntas cuya respuestaexige un estudio más detallado y deja, tras sulectura, a aquel que se acerca con curiosidad einterés, deseos de conocer su filosofía políticadesde sus propios escritos.

Tal y como hemos indicado, López Atanes se-ñala que su libro no pretende ser más que un

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acercamiento a la obra de Oakeshott. Este ob-jetivo está suficientemente logrado. Podemosconocer a lo largo de las páginas su pensa-miento en torno, fundamentalmente, a las si-guientes ideas: el individuo, la sociedad, elEstado y el gobierno; todo ello junto a otrostemas, en ocasiones transversales a los otros,como la educación, la legitimidad de las deci-siones o el papel de la ley.

Previamente, el profesor López Atanes nos daelementos suficientes para poder acercarnos deuna mejor manera a su obra –especialmentepara aquellos a quienes Oakeshott les es ajeno.Así, gracias a una biografía intelectual podemoscontextualizar el momento en que escribe, suformación y ciertas fuentes. Oakeshott nació en1901 y murió en 1990, y vivió, salvo pequeñasestancias en lugares como Alemania, en Ingla-terra. Por la época en la que vivió, llegó a cono-cer diversos momentos políticos que marcaríansu pensamiento: fue un siglo de contrastes enlo político, lo económico y lo social. Su forma-ción de historiador le sirvió para acercarse y en-tender mejor los acontecimientos con los queconvivió, e incluso para justificar su propio pen-samiento y su ser conservador. Profundamentetradicionalista en su pensamiento y en su obra,podemos ver en él continuas referencias clási-cas. No sólo son constantes las influencias aris-totélicas, también lo son la consideración de larespublica y del ius, herencias de Roma. No sonéstas las únicas influencias que vemos en suobra. Es notable la impronta hobbesiana, y nomenos el idealismo, de raíz hegeliana funda-mentalmente. Si bien éstas, junto a Montaigne,ensayista renacentista, son los influjos princi-pales en Oakeshott, por cuanto otras son difíci-les de determinar debido a que sus escritoscarecen de citas y de referencias directas.

Como hemos señalado anteriormente, lostemas que podemos destacar son el individuo,la sociedad, el Estado y el gobierno. Oakeshottes deudor de un pensamiento deductivo cuyafuente principal es la experiencia. Así, niega el

conocimiento que pueda provenir de otras for-mas por cuanto pierde pureza al estar media-tizado. A partir de aquello que llega a conocerpor sí mismo (aspecto de indudable influenciaclásica) deduce sus propios planteamientosque somete a continua revisión; de ahí que po-damos encontrar ciertas leves contradiccionesen algunos aspectos de su pensamiento, queno son tales realmente, sino evoluciones frutode la profundización y autocrítica.

Quizás el punto más interesante a destacar esla caracterización que lleva a cabo de las co-munidades políticas y de los Estados. Para elloparte de la diferenciación entre asociación civily asociación qua empresa (capítulo 7 y si-guientes). La segunda, que es la que le interesa,se define como “agentes que se relacionan entérminos de satisfacción de necesidades, sonsujetos vinculados unos a otros por imaginadasy deseadas satisfacciones comunes”, de talforma que “lo propio de la asociación qua em-presa es la satisfacción de unas necesidadescomúnmente consensuadas”. Así, el criterio esla utilidad mutua, una suerte de utilitarismo co-lectivo en donde se asume, y no se discute, queel bienestar colectivo es el bienestar propio,idea que por otra parte no es original de Oa-keshott. Esta asociación qua empresa va a con-ducir a la universitas –a la que no difícilmentese le pueden diferenciar los elementos configu-radores del Estado–, si bien esta construcción,como el propio Estado, es artificial por cuanto lonatural es la individualidad y el autogobierno.Ello frente a la societas.

Una vez llegamos a conceptualizar el Estadonos surge la pregunta: ¿cómo es ese Estado yde dónde surge la legitimidad del gobernantepara llevar a cabo la acción de gobernar?

En la concepción de Oakeshott hay una suertede contrato que permite la traslación de volun-tad del individuo al Estado, pero la pregunta queél se hace va algo más allá. ¿Para qué? No essuficiente para él una respuesta en sentido hob-

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besiano, o como la dada por los primeros libe-rales: para la protección de la seguridad del in-dividuo. Considera por tanto que es necesarioalgo más, ya que el Estado que él concibe es te-leocrático. En este sentido, “gobernar es enparte condicionar los fines de los sujetos al pro-pio fin de la asociación institucionalizado y quepodría llegar a definirse por parte de aquélcomo la tarea de administrar bienes y recursos”.

Así el gobierno es, en palabras de Oakeshott,“la actividad de generar e imponer fines, y elreconocimiento de éstos como condicionessustantivas de lo real”. Pero ello nos puede lle-var a una fácil pregunta, ¿cómo conjuga ellocon la libertad del individuo?

Lo soluciona señalando que el sentido del Es-tado y por tanto la acción del gobierno de-pende de una “suerte de síntesis entre lavoluntad del gobierno y la de los asociados”.Evidentemente ello supone establecer ciertoscontroles por cuanto aun cuando la voluntaddel gobierno y la del gobernado coincidan, ellono impide que el gobernante trate de imponersin consensuar su voluntad al gobernado. Deesta forma, derivaríamos en un totalitarismo,

que no es la idea de Oakeshott. Él quiere limi-tar la legitimidad al momento en que exista unacoincidencia de voluntades: el gobierno res-ponde al pueblo y el gobernante es el siervodel gobernado, y no al revés; lo que no implicaque sea la voluntad del gobernado la que hayade imponerse necesariamente, por cuanto noes necesariamente virtuosa. La herramientaprincipal de la que se vale el Estado es la ley.La que tienen los ciudadanos, si bien no es di-recta, son los controles al poder, y por su-puesto, la elección de representantes.

Estas breves líneas no hacen justicia a otrosmuchos aspectos de indudable interés seña-lados en el libro del profesor López Atanes, perosí pretenden despertar el interés de futuros lec-tores, investigadores y estudiosos en la figurade Michael Oakeshott. Tras habernos aden-trado, siquiera brevemente en su figura, enten-demos por qué es una de las figuras másrespetadas en el conservadurismo británico ynos sumamos a los que reivindican para esteautor el papel que merece en la historia delpensamiento político contemporáneo.

IRENE CORREAS SOSA

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Dios ha vueltoGod Is Back. How the Global Revivalof Faith Is Changing the WorldJOHN MICKLEWAITH Y ADRIAN WOOLDRIDGEEd. Penguin Press. 405 pags.

En el libro God Is Back los periodistas Mic-klethwait y Wooldridge, realizan un análisis delfenómeno religioso en Estados Unidos y Eu-ropa, de cómo estos modelos han triunfado o

no más allá de sus fronteras y de hasta quépunto ello está influyendo en las relacionesinternacionales. Este libro tiene algunas de lasvirtudes de la revista The Economist, en la que

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trabajan ambos periodistas: es un análisisameno y bastante completo de una realidaden el que utilizan parámetros que no son ha-bituales.

La presencia de la religión en la esfera públicaes un hecho: constantemente se citan el casode los atentados del 11 de septiembre, o ac-tualmente en España el debate sobre el burkaen los lugares públicos o en Italia la presen-cia del crucifico en los centros escolares. Estelibro estudia estos fenómenos, entre otros,como reflejo del crecimiento de la fe y de susdistintas manifestaciones. Los autores consi-guen analizarlo en su complejidad, pues in-tentan observarlo en la política, en laUniversidad, en la economía, o simplementeen el reconocimiento por los ciudadanos deun país del aumento de su religiosidad, sinestar llenos de prejuicios hacia ningún gruporeligioso.

Así estudian principalmente la diferente evo-lución de este fenómeno en Europa y en Es-tados Unidos. En el caso europeo, ésta hasido tanto de rechazo a las manifestacionesreligiosas en general como al que expresa sufe. Micklethwait y Wooldridge consideran queeste proceso comienza durante el periodo dela Ilustración en Francia y posteriormente in-cide sobre todo en las elites europeas, y quela evolución intelectual era incompatible conla fe religiosa. En el siglo XIX un segundo mo-vimiento en esta dirección conllevó la adop-ción de otros “cultos”: a la ciencia, a la culturao al socialismo. Se contrapuso entonces mo-dernidad y fe religiosa.

Coetáneamente, el proceso en Estados Uni-dos fue diferente sin llegarse a producir estaidentificación entre desarrollo científico-inte-lectual y modernidad versus secularización.Fue ésta una relación más tranquila, al consi-derarse que ambas –modernidad y fe– pue-den convivir. En la primera enmienda a laConstitución de los Estados Unidos la relación

del poder con la religión supuso la creaciónde un principio de tolerancia religiosa dearriba abajo y viceversa, y, como consecuen-cia, la creación de un libre mercado en el quelos grupos religiosos podían competir libre-mente, mejoraban su interacción con los ciu-dadanos y su posibilidad de crecimiento.

Este mercado libre llevó a la llamada “ameri-canización de la religión”, esto es, a la libreelección de la religión (se puede ser bautizadode niño como católico y acabar la vida siendobaptista), a la salvación mediante el estudiopor cada individuo de la Biblia y al desarrollode la conciencia (frente a una religión estruc-turada alrededor de instituciones sociales) y ala función de unos líderes carismáticos frentea unos clérigos tradicionales. La aceptaciónde la libertad religiosa conlleva la apertura delmercado a la concurrencia y, como conse-cuencia, supone una mayor capacidad deelección, que es aprovechada tanto por lasestructuras religiosas que tienen un “mer-cado” mayor como por la capacidad de elegirla Iglesia a la que se quiere pertenecer.

Pero también han sufrido las iglesias en Esta-dos Unidos los “ácidos de la modernidad”,aunque las crisis han existido por diferentesmotivos: inicialmente los enfrentamientos fue-ron entre católicos y protestantes y, desde laSegunda Guerra Mundial, entre fundamenta-listas y liberales. Esto llevó a periodos de dis-tanciamiento de los grupos religiosos de laesfera pública (sobre todo los evangelistas), ya un desprecio de la “cosa pública” y de lospolíticos. A este proceso se le unieron proble-mas organizativos y una relación extremada-mente estrecha con el alcohol y losescándalos sexuales por parte de algunos lí-deres religiosos, lo cual retrasó su incorpora-ción al mundo de la acción política.

Uno de los capítulos más interesantes dellibro es en el que se realiza un análisis de lareligión durante el periodo del 2000 al 2008

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en Estados Unidos. Consideran que la in-fluencia de los grupos religiosos en materiade política internacional no fue tanta como seles ha adjudicado: la base formada por elapoyo de los grupos religiosos ayudó a laelección en el 2004 de George W. Bush e in-fluyó en política interna (el caso Schiavo y lafinanciación de proyectos de investigación queutilizaron líneas celulares creadas con ante-rioridad al 2001).

Con respecto a la política internacional, la in-fluencia de los grupos religiosos abarcaría lasrelaciones con Oriente medio, y especial-mente con Israel, aunque los autores entien-den que no es tanta la influencia del “lobbyjudío” y sí es más importante la identificaciónde los evangelistas con Israel como tierra deconquista, siendo por ello un grupo conmucha mayor influencia. Este punto es pro-bablemente contestado por una gran canti-dad de analistas que consideran que “el lobbyjudío” es el que establece la agenda de la po-lítica exterior de los Estados Unidos.

Otra de las cuestiones que examinan es el es-tudio del espíritu empresarial dentro de lasiglesias americanas, factor que habría llevadoa su éxito y producido su internacionalización.Así, han observado que el modelo de gestiónde estas iglesias está mucho más profesio-nalizado. De hecho han conseguido que enun “mundo alienado” haya un lugar donde secree comunidad (en algunos casos de cien-tos de miles de personas) y que esta fórmulase esté expandiendo con gran éxito en Lati-noamérica o en Corea del Sur. La sofisticaciónde la sociedad requeriría también nuevas téc-nicas a la hora de la aproximación a la fe,aunque esto no es algo que sea nuevo: elPadre Arrupe en su libro Este Japón increíble(1965), sobre su experiencia en aquella na-ción, ya hablaba de las dificultades que se

encontraba ante una sociedad tan sofisticadaa la hora de la evangelización y el manteni-miento de la fe.

En los últimos capítulos, Micklethwait y Wool-dridge estudian las “guerras culturales” y elfuturo de las religiones en este contexto. Porun lado, analizan internamente el acerca-miento de los distintos grupos intelectuales–los liberales, los teócratas y los neocons– ala religión, matiz éste que la mayoría de laprensa europea no hace; mientras que por elotro consideran en el contexto internacional,las llamadas “guerras de religiones” y a pesarde que las actuales luchas podrían parecersea las del siglo XVII, éstas no tienen por quéser iguales y podría alcanzarse una conviven-cia pacífica. Es curioso que la relación de cau-salidad entre el éxito futuro de la Biblia frenteal Corán lo miden con parámetros económi-cos y sociales, pero parecen dejar de lado ele-mentos como el factor demográfico.

Finalmente, los autores llegan a la conclusiónque da título al libro: “Dios ha vuelto” , la fe havuelto y esto tiene consecuencias. Entre ellas,que las religiones deben desarrollarse en unmercado libre que favorece a todos y que, alfinal, la religión ayuda a crear comunidad yconcede reposo en “época de turbulencias”.También destacan que cuando este mercadolibre no ha sido capaz de desarrollarse o se haperdido, como en el caso europeo, esto ocurreen menoscabo de la sociedad. Y, por fin, seña-lan que la religión y el poder deben estar lomás separados que sea posible, puesto que elmonopolio religioso a corto plazo puede seruna ventaja pero, a la larga, genera falta de ca-pacidad competitiva y una posterior pérdidadel propio sentimiento religioso.

CARMEN ISOLINA EGEA

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David Cameron ha logrado situar de nuevo enel poder al Partido Conservador británico, y loha hecho con un liderazgo y un mensaje reno-vado. El nuevo primer ministro ha desplegado,desde que se hiciera con el liderato de su par-tido en 2005 con un brillante discurso, intere-santes recursos de comunicación política queJuan Milián analiza con detalle en este libro. Esla hora. David Cameron es una obra que vienea cubrir la falta de bibliografía en castellanosobre el líder conservador británico, y que seráde interés tanto para quienes quieran conocermejor las claves del mensaje, la personalidady los valores del nuevo Premier del ReinoUnido, como para aquellos que deseen sabermás sobre comunicación política.

Juan Milián, politólogo y experto en comunica-ción, recoge en su libro (escrito antes de las re-cientes elecciones) las facetas esenciales delpolítico del siglo XXI que encarna David Came-ron, que debe desenvolverse en una sociedadhipermediatizada en la que las nuevas tecno-logías son tan importantes como los mediosde comunicación en la acción política. Miliánacude también al fondo de su mensaje, desta-cando los valores que mueven al líder conser-vador que ha personificado el cambio frente allaborismo. Un interesante libro de política entodas sus dimensiones, tanto en la puesta enescena, como en las ideas que subyacen al

discurso y que han impulsado a un políticocomo David Cameron, de gran capacidad ora-toria y fino olfato para detectar las necesidadesde cambio de la sociedad británica.

La carrera de Cameron para ser primer ministrose remonta a 2005, cuando fue elegido líderdel Partido Conservador en el congreso deBlackpool. No era el favorito, pero salió victo-rioso en la elección tras pronunciar un brillantediscurso que emocionó al auditorio. Lo hizo sinpapeles ni teleprompter, y no se refugió detrásdel atril. Habló moviéndose por el estrado, congestos eficaces y convincentes, y concluyó entreuna intensa ovación. Los delegados apostaronpor él. La clave: reafirmación de los principiosconservadores y modernización del mensaje delpartido, para lograr el cambio que la sociedadbritánica deseaba frente a un laborismo des-gastado y ayuno de nuevas ideas. Y sobre todo,fe en la victoria y convicción de dejar atrás lasderrotas electorales. David Cameron supo mos-trarse como símbolo de todo eso. Y fue efectivo.Sus habilidades de comunicación demuestranla importancia de la oratoria en la política, unaactividad en la que convencer a las personassigue siendo esencial.

Jorge Moragas, coordinador de Presidencia yRelaciones Internacionales del Partido Popular,que prologa el libro, destaca lo que George Os-

Es la hora. David CameronJUAN MILIÁNPrólogo de Jorge MoragasLID Editorial Empresarial, Madrid, 2010. 176 páginas.

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borne, mano derecha de Cameron, le dijo sobreel líder tory antes de que pudiera conocerlepersonalmente: “tiene el factor X, el factor de laatracción”. Ideas, valores y comunicación for-man, según Juan Milián, “el tridente de DavidCameron, un arma con la que cualquier aspi-rante al liderazgo debe contar”. El líder tory seha rodeado de eficaces compañeros de ca-mino: expertos en marketing político comoSteve Hilton y responsables de prensa comoAndy Coulson. Esto muestra la importancia queCameron ha concedido a la comunicación po-lítica, los mass media y las nuevas tecnologías.Pero no por ello ha descuidado el fondo de susdiscursos, reafirmándose en conceptos liberal-conservadores esenciales como el de la res-ponsabilidad individual y el repliegue delEstado frente al avance de la sociedad. Came-ron reclama situar a la familia y a la comunidaden el centro de la acción política, y prestar tam-bién atención prioritaria a cuestiones como lalucha contra la pobreza o el medio ambiente,combinando los valores tradicionales con unamayor sensibilidad social.

Juan Milián ha planteado esta obra como unanálisis de los principales elementos de la co-municación política. Evalúa, entre otros temas,las ideas, los valores, la estrategia, el mensaje,el liderazgo y la oratoria de David Cameron.Clave en su éxito es haber sabido utilizar su in-teligencia emocional, potenciando las cualida-des con las que se identifica el ciudadanomedio, que busca políticos que comprendansus problemas y tengan la capacidad y la de-terminación para resolverlos. Cameron es cer-cano, a pesar de provenir de la claseacomodada y haberse formado en institucio-nes elitistas como Eton y Oxford, y hace un dis-curso social, reclamando la vigencia de valoressubyacentes en la sociedad del Reino Unido.

La influencia de los medios de comunicaciónha personalizado la política, exigiendo que elcandidato encarne los valores de su mensaje.Bajo el foco constante de los mass media, el

líder, más importante hoy que el programa,debe ser aquello que dice ser, y la exigenciade ejercicio ético de la política para gozar deautoridad es máxima. David Cameron ha lo-grado sublimar sus cualidades al elevar su fi-gura por encima de ideologías y partidos. Hasabido utilizar la televisión, las nuevas tecno-logías, y los libros escritos sobre él para pro-yectar una imagen de líder conservadordiferente, moderno, con problemas como losde cualquier ciudadano, entregado a su fami-lia y, sobre todo, presidenciable. Milián des-taca que el líder tiene que hacerse verclaramente como el futuro vencedor. Nadie sealinea con los perdedores. La sensación deposibilidad de alcanzar el gobierno ha sidodecisiva para Cameron, ya que ninguno de losanteriores líderes tories logró que se visuali-zara esa opción. Él ha apostado por innovaren el discurso del Partido Conservador, con unmensaje de cambio elaborado con la cabeza,pero dirigido al corazón, con valentía y sinocultar las dificultades. La capacidad de sulíder para conectar con la sociedad ha de-vuelto la esperanza a muchos conservadores.

Juan Milián desgrana este nuevo mensaje, ba-sado en el afianzamiento en lo esencial. En sudiscurso de Blackpool en 2005, apeló a lasbondades del pensamiento conservador y des-tacó los principios que deben hacer sentirseorgullosos a los tories y que a él le llevaron aentrar en ese partido: amor al país y a su his-toria, fe en la libertad y en la responsabilidad.Cameron pone el acento también sobre valo-res básicos, como la familia, la comunidad y laeducación de los jóvenes, que cree que estánen peligro en la “sociedad rota” del ReinoUnido, así bautizada por el líder conservador,y también así percibida por casi el 70% de losciudadanos, según The Times. El líder tory haformulado este discurso integrador, de tonomoderado, aunque no exento de dura críticaal laborismo, bajo el concepto de compassio-nate conservatism (conservadurismo compa-sivo o social).

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220 JULIO / SEPTIEMBRE 2010

La comunicación de este joven dirigente, hoyprimer ministro del Reino Unido, es objeto deun pormenorizado estudio por parte de JuanMilián, especialmente su oratoria, un elementoclave en la política. Cameron ha deslumbradoen varios discursos. Para Milián, Cameron do-mina el arte de emocionar y persuadir a travésde la palabra, usando la empatía y conociendolas tendencias sociales. Logra que las ideas lle-guen al oyente, creando un vínculo emocionalestrecho, fruto de un lenguaje cercano y untono moderado. Es directo y resulta franco y di-dáctico en sus alocuciones, sabiendo manejartanto el espacio y la gestualidad como las in-flexiones de la voz, e incluso la vehemenciacuando es necesaria. Nunca descuida la mi-rada amable, porque el rostro del político esesencial en el cartel electoral y en los debatestelevisados, donde destaca la telegenia dellíder tory. Cameron ha confiado en su principalspeechwriter, Steve Hilton, pero él tambiénsabe escribir buenos discursos, porque lo hizocon anterioridad para otros líderes del partido.

Sabe que es importante captar la atención delpúblico desde el inicio y hacer tangibles susvalores mediante el recurso a experiencias per-sonales. Sus críticas irónicas al adversario y susfinales decididos y emotivos logran poner enpie al auditorio.

En definitiva, estamos ante un libro útil paracomprender la trayectoria de Cameron hasta sureciente victoria electoral. En Es la hora. DavidCameron, Juan Milián ofrece buen análisis, re-flexión e interesantes consideraciones sobrehabilidades de liderazgo y comunicación polí-tica. Una obra que pone en valor los discursosque aúnan buena forma y fondo sólido, deideas y principios. Anima a seguir creyendo enla política de altas miras que busca convenceral ciudadano hablándole de lo que le preocupay le interesa, con palabras directas e ideasacertadas, como las que han apreciado los vo-tantes británicos en David Cameron.

ÁLVARO DE LA TORRE

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