La curiosa historia del Pepa Bandera · 2018-03-27 · A principios de los 80, dos jóvenes...

4
Por Oriol Salvador Seis años a bordo del Pepa Bandera (Parte I) CRUCERO A principios de los 80, dos jóvenes aventureros, enamorados del mar y de la navegación, se hicieron a la mar a bordo del un Westwind de nombre Pepa Bandera. Su navegación les llevó a recorrer gran parte del planeta, desde las frías aguas de Alaska a las cálidas y azules aguas de las islas Fidji. En ellas quedó el Pepa Bandera, en manos de un nuevo armador. Cual sería la sorpresa de Sergi Medir y Oriol Salvador –los citados aventureros- al saber, casi treinta años más tarde, que su amado barco aún existe y navega. Esta es parte de su historia, relatada por el propio Oriol Salvador, quién está preparando un libro para dar a conocer aquella inolvidable experiencia. P ara entender esta his- toria hace falta que nos remontemos al 9 de junio de 1981, cuando nos encontrábamos navegando por el Pacífico Sur, a bordo del Pepa Bandera, después de ha- ber pasado más de un año en las frías tierras de Alaska. Ka- muka viene a bordo, nos trae cocos y fruta. Envuelto cuida- dosamente en un pareo, le en- trega a Sergio su ukelele y a mí una pequeña perla: no quiere que nos olvidemos de nuestra estancia en Tongare- va, porque Tongareva, nos La curiosa historia del Pepa Bandera La curiosa historia del Pepa Bandera CRU pepa:Maquetación 2 14/11/12 11:05 Página 1

Transcript of La curiosa historia del Pepa Bandera · 2018-03-27 · A principios de los 80, dos jóvenes...

Por Oriol Salvador

Seis años a bordo del Pepa Bandera (Parte I)CRUCERO

A principios de los 80, dos jóvenes aventureros, enamorados del mar y de

la navegación, se hicieron a la mar a bordo del un Westwind de nombre

Pepa Bandera. Su navegación les llevó a recorrer gran parte del planeta,

desde las frías aguas de Alaska a las cálidas y azules aguas de las islas Fidji.

En ellas quedó el Pepa Bandera, en manos de un nuevo armador. Cual sería

la sorpresa de Sergi Medir y Oriol Salvador –los citados aventureros- al

saber, casi treinta años más tarde, que su amado barco aún existe y

navega. Esta es parte de su historia, relatada por el propio Oriol Salvador,

quién está preparando un libro para dar a conocer aquella inolvidable

experiencia.

Para entender esta his-toria hace falta quenos remontemos al 9

de junio de 1981, cuando nosencontrábamos navegandopor el Pacífico Sur, a bordo delPepa Bandera, después de ha-ber pasado más de un año enlas frías tierras de Alaska. Ka-muka viene a bordo, nos traecocos y fruta. Envuelto cuida-dosamente en un pareo, le en-trega a Sergio su ukelele y amí una pequeña perla: noquiere que nos olvidemos denuestra estancia en Tongare-va, porque Tongareva, nos

La curiosa historia del Pepa BanderaLa curiosa historia del Pepa Bandera

CRU pepa:Maquetación 2 14/11/12 11:05 Página 1

dice, no se olvidará de nos-otros. Nos despedimos denuestro amigo y anfitrión, conquién hemos pasado los últi-mos 10 días compartiendonuestras vidas, buceando, co-miendo y tocando música conlos ukeleles. Sorteamos el pe-queño paso del atolón de Ton-gareva, que de nuevo nosabre las puertas al Pacífico.Las primeras olas sacuden alPepa Bandera bruscamente,pero pronto lo estabilizamoscon las velas y dejamos quelos alisios del Nordeste noslleven a nuestro próximo des-

tino. Empezamos a estar fal-tos de materia prima. Han pa-sado varios meses desde quenos avituallamos a tope enSan Diego y ahora lo que másabunda, por los vacíos cajo-nes del Pepa Bandera, son lascucarachas que arrastramosdesde el Amazonas. Creía queel largo y frío invierno deAlaska habría acabado conellas pero, poco a poco, las pe-queñas y ágiles supervivien-tes han ido reapareciendo dela nada. También tenemos al-guna que otra nueva especie,seguramente embarcada depolizonte en las Christmas. Eshora de pasar por el super-mercado. El más próximo lotenemos a 1.003 millas en di-rección Oeste, en la isla deUpolu, también conocidacomo la Samoa Occidental.

A repostarNos dirigimos a Apia, la capi-tal, que dispone de un puertocomercial lo suficientementegrande como para podernosabastecernos de comida, ga-soil y agua. La isla no ofrecebuenos fondeaderos, así quenos pasamos una semana enla capital, haciendo el turista yrecorriendo la isla con un co-che alquilado. El único contra-tiempo que tenemos es el trá-gico atropello de una gallina,que se nos cruza al pasar por

un pequeño poblado, y la con-siguiente persecución de susenfadados habitantes, que porsuerte no logran alcanzarnos.Con el barco bien surtido, de-jamos la isla de Upolu y ha-cemos rumbo hacia Suva, ca-pital de nuestras soñadas is-las Fiji. Llegamos a Suva lanoche del 15 de junio, comoteníamos planeado. Al acer-carnos al arrecife, que prote-ge la ciudad de las olas del Pa-cífico, el pequeño y cansadomotor Fariman se niega aarrancar. No nos queda másremedio que enfilar la entra-da a vela. Superado el arreci-fe, localizamos, en el extremoNorte de la ciudad, lo que pa-rece ser el Yacht Club de Suva,

escondido detrás de un brazode tierra que se prolonga ha-cia el Noroeste, formando unadársena con forma de puerto.Pasamos los bajos situadosjusto en la entrada y, empuja-dos por una suave y oportunabrisa, sorteamos los barcosque reposan tranquilamentefondeados, procurando nodespertar a sus ocupantes conun brusco encontronazo. Fi-nalmente, localizamos un cla-ro lo suficientemente grandepara fondear y poder borne-ar limpiamente. Por suerte opor habilidad, conseguimosllegar sin llevarnos nada ni anadie por delante, pero misadvertencias desde proa al ti-monel consiguen despertar a

Cúpula de metacrilato para el timo ́n interior.

Oriol en el interior del Pepa Bandera.

CRU pepa:Maquetación 2 14/11/12 11:05 Página 2

todos los durmientes.—I am sorry —pido disculpasa uno que se ha enfadado.—Hey guys! —nos saludan losamigos de Joshua.—Fantastic entry! —exclamaun neozelandés que asoma lacabeza por la escotilla de unminúsculo velero.—Gracias y perdonad por des-pertaros, pero nos hemos que-dado sin motor —me disculpo.En poco rato, van apareciendolos tripulantes de todos losbarcos para observar a los cau-santes de tan discreta llegada.Al amanecer nos quedamossorprendidos al vernos rodea-dos por tantos veleros; no es-tamos acostumbrados a en-contrarnos con otros nave-gantes. Hasta ahora, nuestrasrutas no han sido las habitua-les y siempre hemos estado enlugares poco frecuentados.Suva es un punto de encuen-tro de viejos veleros gastadospor el salitre y el viento, de qui-llas mordidas por el roce de ro-cas y arrecifes, y de cascos pe-lados en los pilares de losmuelles de carga. Son barcosque muestran con orgullo sus

heridas, causadas por las im-previstas sorpresas que el im-previsible “weather” siempretiene reservadas. Dentro deseis meses pensamos dejar lasFiji, para evitar el paso de losciclones tropicales, dirigién-donos a Nueva Zelanda parahacer algo de caja, trabajandoen los ricos valles agrícolas dela Isla del Sur.

Un barco que enamoraAntes de partir de Suva, el neo-zelandés que había asomadola cabeza por la escotilla delminúsculo velero cuando lle-gamos viene a vernos, sube abordo acompañado de su mu-jer. Nos confiesa que desdeaquel día en que nos vieronentrar a vela se enamorarondel Pepa Bandera y nos pideque, si pensamos venderlo,contemos con ellos. No les de-cimos que no, quedando encontestarles a nuestro regre-so de Nueva Zelanda. Resul-ta que unos meses atrás,cuando nos encontrábamosen Viani Bay, ayudando a unamigo americano llamado

Islas Fiji, Lao Group 1983.

Sergi, en la costa de Argentina.

CRU pepa:Maquetación 2 14/11/12 11:06 Página 3

John a construir una cabañasobre un árbol gigante, habí-amos conocido a un carpinte-ro de ribera, un tipo realmen-te curioso. Lo cierto es quedurante nuestra estancia allítratamos con todos los habi-tantes de la zona, que vivenrepartidos entre Viani Bay y elotro lado de las colinas. Un díallegó Albert, hijo de colonosalemanes, de unos treintaaños, metro sesenta y seis jus-tos, flaco fibroso y manosgrandes y fuertes. Tiene unosgrandes ojos azules algo ilu-minados, el cabello rubio cas-taño y va cubierto sólo con unpareo. Casualmente, ese díano va borracho. Se acercapara ver lo que estamos ha-ciendo y al cabo de un rato,después de observar nuestraobra, nos suelta para sorpre-sa de todos: «That’s a shit!»—No se puede hacer una casaencima de este árbol, la hu-medad la va a podrir en pocotiempo y además los mosqui-tos no les dejarán vivir. Meniego a trabajar en ella. Y viniendo hacia nosotros, nospregunta sonriente:—¿Vosotros sois los españo-les?—Sí, hola —le responde-mos.— ¿Y qué hacéis per-diendo el tiempo aquí?—Ayudamos a John.—Que le jodan —nos dice bur-lándose.— ¿Es este vuestro

barco? Subamos a bordo,quiero verlo.

Haciendo amigosA partir de ese momento sólono separaremos de nuestroentrañable amigo Albert du-rante sus largas borracheras,en las que desaparece duran-te semanas. Su padre era car-pintero de ribera, construía go-letas en Levuka y de él apren-dió el oficio. Su especialidadson estas pequeñas lanchasque todo el mundo lleva en lazona y que él mismo diseña yconstruye con contrachapadomarino. Son embarcaciones li-geras y fuertes, de finas líneasy fondos de suave “V”, sin flo-rituras, vacías por dentro, soloun suelo y el fueraborda en elespejo de popa. Las hace amedida y a domicilio. La gen-te lo contrata, fijan un precio,

compran el material y Albertse instala en su casa hasta quela termina. El tiempo que tar-da en construirla es indefini-do, dependiendo de lo cercaque tenga el alcohol, perosiempre las termina. Para lagente Viani Bay, la barca lo estodo. Sin ellas no se puedendesplazar, ya que en esta zonano hay ni carreteras ni cami-nos, solo pequeños senderosrobados a la selva a golpe demachete. El diseño de las lan-chas es único y el mejor paradesplazarse. Son estables, am-plias, rápidas y ligeras para po-derlas subir a la playa y conellas se pueden cubrir largasdistancias. Todos desean unahecha por Albert y los que tie-nen la suerte de tenerla le es-tán muy agradecidos. Cuandoviene a visitarnos nos pasa-mos horas hablando sobre laposibilidad de construirnos

una goleta en esta remota par-te de las Fiji. Teníamos enmente un proyecto, un nuevoPepa Bandera II, una goleta deunos 20 metros con bodega decarga para poder trabajar ha-ciendo comercio, transportan-do mercadería entre las pe-queñas islas, y conocer a Al-bert nos había abierto laposibilidad de construirla enesas islas. Sin embargo, susborracheras y la dificultad deencontrar materiales se noshacía cuesta arriba y quería-mos pensarlo durante nuestraestancia en Nueva Zelanda.

Final, por el momentoEl 1 de abril de 1982 dejamosNueva Zelanda y, después de12 días de travesía dura e in-cómoda con vientos de proa,fondeamos de nuevo en elYacht Club de Suva, con la de-cisión tomada. Le vendemosa John Henley nuestro amadoPepa Bandera, con el que he-mos compartido más de seisaños de singladuras y todotipo de aventuras. Y así, en ju-lio del 1982 dimos por termi-nada nuestra singladura y, conenorme tristeza, nos despedi-mos de nuestro amado PepaBandera. Quién nos iba a decir, en aquelmomento, que 29 años mástarde íbamos a saber nueva-mente de él, que el Pepa Ban-dera no iba a rendirse tan fá-cilmente como nos temíamosy que iba a seguir disfrutandode esos mares y de esos vien-tos, no sin sufrir diversos ava-tares… pero esa ya es otraparte de la historia, que des-velaremos en la próxima edi-ción de Skipper.�

Chiloe ́, varada para dar patente.

Oriol en Cabo de Hornos 1977.

CRU pepa:Maquetación 2 14/11/12 11:06 Página 4