La Cosa Misma. Número 3

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La cOs a m isM a AÑO 1 NÚMERO 3

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LacOsamisMa

AÑO 1 NÚMERO 3

La cosa misma, la cosa en sí misma, por fuera de interpretaciones, vinculaciones o relaciones que podamos establecer con la cosa, es la cosa. La cosa misma. Cosa siempre fantaseada por los estudiantes de letras. Desde ALALetra -como agrupación de estudiantes de letras- decidimos solamente impulsarlo para que la cosa pueda materializarse. Se trata de abrir un espacio que se irá consolidando. Está abierto a una sección para cartas de lectores, columnas específicas, dibujos y cualquier tipo de producción artística propia de los estudiantes.

Este sencillo formato autogestionado que consensuamos en llamar revista, tendrá el precio del costo de la fotocopia. Por eso sugerimos que envíen textos breves para que más gente pueda publicar sin elevar demasiado los costos.

Esperamos propuestas y textos, serán bienvenidos.

Noviembre 2014

Una aguja en un pajarde Pitu

Luces bajas, un poco de tartamudeo previo, titilar nervioso de párpados y algo poco más digno de ser contemplado que... Una vez le habían dicho que en realidad era fácil encontrar una aguja en un pajar, simplemente había que predisponerse. La muchacha de ojos negros miró por la ventana. Claro, pensó, como si fuera fácil predisponerse. ¡¡Nada más absurdo que buscar una aguja en un pajar!! Y dicho sea de paso, nada más aburrido. Me prendo otro cigarrillo, tomo otro café... ¿Qué hago? Seguir titilando sin parar, temblar mientras agarro el encendedor, nada... La única que me queda es entregarme a la tarea de... buscar la aguja en el pajar. Sí, así de literal. Porque por si no lo mencioné, la muchacha de ojos negros no usaba dichos populares, la nervaban. Sacó sus perdidos párpados de la ventana y giró. Vio el pajar inmenso que la aguardaba, la devastadora tarea que podía llegar a significar aquello. ¿Y todo para qué? ¿Era necesario demostrarle al mundo que podía predisponerse? Además, nadie se lo había pedido. Solo se había despertado una mañana y de la nada se encontró con un gran pajar en su casa. Supo, desde el primer momento, que allí habitaba una aguja. Le daba miedo contárselo a la gente, la tildarían de loca, ¿cómo puede ocurrir aquello de la noche a la mañana? No, no y no. No podía hacerlo. Por eso había dejado casi a oscuras su casa, hacía días que no invitaba a nadie, se ponía nerviosa, tartamudeaba; sabía que tenía que encontrar la aguja, pero parecía un tarea obsoleta. Y no dejaba nunca de revolotearle en la cabeza aquella frase que le habían dicho una vez... En realidad es fácil, pensó nuevamente mientras esquivaba la tarea.

Por varios días pudo salir y vivir sin pensar tanto en eso, pero ya no le era posible. No quería salir de su casa, estaba completamente arruinada, y no veía otra solución que revolver y revolver hasta encontrar la aguja maldita.

Sabía que ese era el momento y empezó a temblar más fuerte. Algo dentro suyo le dijo que en el momento en que apague el cigarrillo debería adentrarse y conseguirlo. Ese instante estaba cada vez más próximo. La colilla asomaba, la ceniza era cada vez más grande, el fuego se consumía, sus labios se quemaban y la cabeza le explotaba.

Tiró su única esperanza al cenicero y cerró los ojos. Cual nadadora profesional se tiró de clavado al pajar, sintiéndose consumida por un leve placer demoníaco. Cuando salió del shock y se dio cuenta de lo absurdo de su tarea ya era tarde, intentó salir y algo se lo impidió. Lo único que quiso en ese segundo fue que le alcance la respiración para encontrar la inexistente aguja.

de Santiago Salemme

No existo,no camino por los fríos pasillos de la vida,no respiro el humo de la calles,no veo la crueldad con que se vive,no siento el calor de tu cuerpo,no oigo tus pensamientos,no existo,no existo para tipara nadie,soy sólo un recuerdo,un recuerdo olvidado.

de Santiago Salemme

Las cortinas son ella,la ventana es ella,la luz del sol es ella,los muros son ella,mis zapatos son ella.Miro mis libros y me recuerdan a ella,todo me recuerda a ella.En todo veo su rostro,veo sus ojos,reflejando mi tristeza,porque todo me recuerda a ella.

Ebrios del camalote:A mis amigos de todo tiempode André Silvestri

Itinerario:

Estar perdido, vivir en extravíoreclinar y dormir bajo el universoentender, lamentar, saberse cautivoy en el ocaso olvidarpara vivirvivir ebrioebrio de fugasinfinitamente ebrioy en indómita forma, caer.

Rebotar en el agua cual delfíntransmutar el agua cual Jesúsbrindar con pecadores amigosreír sin ruido por el ahogo felizreír de la eterna tragedia esencial atributo de las vidasy en indomable manera huir. Y llorar.

Romper lo que estaba roto,a los ojos que fueron miradosmirarlos,a los labios que fueron besadosbesarlos,a la pena que fue olvidada,evocarla.

Cartel de aviso:

Respetar a los ebrios del camalotecuando crezcan las primeras luces¡No osáis despertarlos! porque ya lo han razonadopero como buenos tercoslos ebrios del camalotetambiénya lo han olvidado.

At sunrisede André Silvestri

Se cargan de hambre y sedadheridas a mi gargantaun par de palabras secassiempre eludiendo el -nihil obstat-taimadas y sigilosas, ahí se guardancreí haberlas vomitadocreí haberlas deslizadocon ron, con vodka, con ginebracon agua y con panpero no, ahí están, guardadasengullidas en su miedoen las hendijas de una vehemenciaque juega sin poesía como enferma máquina que recaesobre las férreas lágrimas de los billetes.

Miro el espejo rancio y lo veocomo cadena cuelgade oxidados clavosel cadáver de mi nocheque anida sucio en mi sien

Trago el pesado aire matutinotorna en filo de exótica navajay al fin, al amanecerse desgarran mis iris contra esosexagerados claros del solque invaden el sumidero de lluvias livianas en donde duermosolitario entre sus dédalos.

20/04; 23:35pm de

Oí pasos arrastrados y frondososterminé mi alcohol, tomé un bastón -algarrobo- y fui a ver quién turbaba mi madriguera caminé cada rincón telúrico del espaciovolví a oír los mismos pasos perturbadoresexactamente iguales, ritmo gótico y temeroso-horrorizado doy cuenta que son mis pasoslos que deslizan por la fina línea húmeda del tiempo.

André Silvestri

Paso a pasode Sofía Tapia

Trataba de alcanzarlo todo, creía que la rapidez me llevaría a dejar las huellas sobre la arena, me sentía perseguida por el mar, no sabía hacia donde me dirigía, tan solo corría, quería llegar lejos, pero entre mas corría más rápido se desaparecían las huellas, miraba hacia atrás pero ya no estaban, el mar se encargaba de borrarlas, seguía corriendo sin saber hacia dónde, lo único que me importaba era dejar las huellas sobre la arena. El sol aparecía y se ocultaba día tras día, yo no dejaba de correr, un día tan solo me canse de seguir corriendo, entonces me detuve por un momento puse mis manos sobre las rodillas, con la cabeza hacia abajo intentaba regularizar mi respiración, al levantarla la cabeza me di cuenta que el cielo estaba totalmente naranja, – primera vez que veo el cielo de ese color –, pensé, el cabello obstaculizaba mi vista, entonces con las manos intente quitarlo, pero al hacerlo descubrí que ya no era del mismo color, paso de ser grisáceo a negro, sorprendida empecé a ver mis manos, ya no tenía la piel tersa con arrugas, esta vez tan solo estaban lisas y un poco enrojecidas, la dentadura postiza se calló de mi boca, en ese momento pase la lengua sobre mis nuevos dientes alineados. Entonces decidí dejar de correr, comencé a caminar, mientras caminaba me daba cuenta que no estaba sola, que nunca lo estuve, siempre estuve rodeada de la simpleza de las olas en movimiento, de las aves y de su pasión por volar, del silencio, esta vez me sentía joven pase de tener cincuenta años a veinte, seguía sin saber hacia dónde iba, pero esta vez deje de correr, para mirar hacia atrás y poder ver mis huellas, esta vez ya no me molestaba que el mar las borrara, porque finalmente comprendí que tengo dos pies y al dejar uno atrás el otro hace una nueva huella.

DefilimDe Martín Bravo

Hay un arrollo de pequeños que sangran con el grito de la brujaTienen manitos de bebe importado y bolas de marfil celeste en los ojos.

Hay veces días años que me pregunto si vale la pena penar por tanto que se mueve y arrolla los sentidos de un joven cabeza de termo.

Por un minuto me perdí y no encontré el hilo de ratón, aquel que mañana vende libros a ovejas de auto odio. Sin sin sinningun miedo fluyen los las visitas de el colectivo que no frena, ni siquiera con tu puta condena.

Señora no me importan sus consejos ¿Es que no ve que yo no existo si no me habla? Haga el favor de barrerse de esta faz.

El es un genio porque escribe sinsentidos y a quien no le gustan los sinsentidos, caretas progres regurgitados de los bolsillos de papa, miren el sentido ahora mientras los coge gansos, miren el vacío mientras se los traga boludos. miren pero no toquen.

¿Cuántas veces se tiene que morir si al final no importa lo que dice?

Tengo una fábrica de gorros para que le quepa a algún grupo de forros.

No quiero esto, yo no lo pedí. Pero en el safari de colores, estar sin color, me deja sin dolor.

Lo realde Diana Guerscovich

Lluvia, sí, convertida en las leves gotas que se secan sobre tu piel, durmiendo entre cejas, aquellos ojos ya no ven el cielo derramar su sino. No. Ahí estás, parada y sin hablar, escuchando lo que el viento no te quiso llevar. Sintiendo, sí, el calor que abraza y las cenizas que se arremolinan huracanadas a montones, ahogando el sonido de las pisadas, ¿sordas?, ¿mudas? Silente y silenciosa, la almohada conoce la verdad y sabe que, para decirla los tiempos deben abrirse, no puede zozobrar sobre tu pecho, mi pecho, su pecho. La vida que te acuna mientras haces fuerza para no dormir.Lluvia, sí, arrastra la marea de tus ojos y la endulza, pero..., sólo es la imagen del espejo. La realidad no está al alcance de tu mano. Lo real existió y se extinguió, ese día, sí, comenzó a llover.

Lo real nunca es esta realidad.

Post-punkde

Escupir para que callesEscupir para que prestes atenciónEscupir para que abras los oídos

Escupir porque hay rabia,impotencia,furia,fervor.

Escupir para cubrir la piedra que acrisola,inmola,fagocita,asesina.

Escupir saliva-palabrasEscupir la inconscienciaEscupir los sueños porque atragantan las pesadillas.Escupirte la cara, el cuello, el vientre y la respiración

que de tanta saliva debas fluir y deconstruir el Golemque construiste como mi guardián

Escupir para escurrir un río de sangreEscupir-te Vanidad.

Diana Guerscovich

Inconsistenciade Diana Guerscovich

Te duele el cuerpo, escuchas caer la gota constante, ese pluc, pluc que no se calle y la noche sigue su camino afuera de tu ventana. Te duele el cuerpo y no dejas de moverte y enrollarte entre las sábanas. Un camino, sendero de árboles y tierra rocosa, avanza el cuerpo cansado, parece no olvidar donde está, y no llega... La gota, se siente cada vez más cerca. El agua, llamando a la noche. Un lago, una cuenca natural de un río, cualquier río. Hay que sumergirse, pero...¿te duele...? No, no es el cuerpo. No sólo eso. Sino, ¿por qué este insomnio?, ¿por qué el tiempo se dilata un poco más cada segundo?, ¿por qué el bostezo cotidiano, a cada hora y en cualquier lugar?, ¿por qué la fatiga? Si... Dormís, soñás y pasas la noche junto a Oneirós, mil historias para cada noche, mil sueños que contar, mil descansos y... Te duele el cuerpo después de haber dormido más de diez horas, cada día, casi toda la semana. Parecería que no alcanza. Pero, no, no puede ser tan fácil.

-¡Despertaste!, te dormiste otra vez, ¿qué soñabas? No te quise despertar y nadie se dio cuenta, parece.-Sí, soñaba...que no te conocía.

Martillo, yunque y...silencio mordazde Diana Guerscovich

Mi lengua, espada de doble filo, aún se permite en estos días recordarme que no te ha marcado. Intenso murmullo sobre las hojas del viento, la nota que te aclama: está envenenada

Mis ojos, entrambos destella la locura, refulgen sobre la distancia, viéndote alejarte del castigo que supiste ganarte, la marca sobre tu frente: la máscara que hoy te cubre.

Mi zurda se empeña, en vano, con el roce de la daga, deseosa de descollarla sobre tu cuello lentamente: el perfume de la muerte.

Mi diestra se pertrecha en mi pecho pidiendo auxilio, pero no hay latido real, pernocta un solo latido: es la hora.

Los labios, tibios, susurran ese nombre, hechizan los oídos de los sordos mientras los ciegos arremeten con odio hacia ellos, lo ven: tú culpa, la mía.

El silencio que atruena los oídos impide el tacto. Un crujir inexplicable de almas que rozaron alguna vez el cielo, hoy se acunan en la miseria de un infierno irreal. Con los sentidos muertos, la cazadora espera su momento. La presa no será eterna. Aunque no oiga, sabe, siente y persiste.

Mi lengua, mis labios, mis manos, mis ojos, todo un cúmulo inservible que se regodea vilmente en la postdata: escapaste. Sólo por ahora.

Sin sangre se mantiene el cuerpo, es veneno su elixir y su flecha encarnizada. No escapará, no, no, no. Se puede huir pero no esconder. El veneno sabe a miel y supo lamer su cuerpo, por eso…Morirá en silencio, una noche de invierno, cuando el tiempo se detenga y el pánico lo acune, ella llegará a darle fin. Su cuerpo es: su tumba final.

IIIde Diana Guerscovich

Desollarse el cuerpo, arrancárselo a tiras

las falanges de tierra, no más curvas de sangre

Pronto…

Piedra eterna:

inmolada por el destino.

El perfumede Edgardo García

En este preciso instanteLa vida se acompasaTe pido que abrás la puertaA su melodía alegreY coloqués una cuña para que no se cierre.Entrá descalzo en la danza Dejá tu cuerpo ondularse en el eterno vaivénEs inevitable el dolorPero hasta en los duros trancesPodés notar las gotasDe la savia vital del amorFiltrándose.A quienes te rodean miráEn tus seres queridos pensáTocá lo más puro de su esenciaOlvidá sus defectos por un instanteEvaluálos favorablemente por esta vezApreciá su presencia.Como esas tardes de dibujitosY zapatillas en la vereda picándoseQuedarán imágenes de este momentoEste momento quedará atrásY a este momento vas a querer volver.¡Abrí los brazos, sentí tus dedosY el contacto del aireCon los poros de tu piel!...¡Olé el perfume del ahora mismoEn el que vive todo tu ser!

Para las voces nuevasde Edgardo García

A veces no lo logramos, no,comunicarnos como quisiéramoscon personas que valoramos.Miramos demasiado adentro nuestroy creemos haber participadoen todas las historias.Hablamos sin cesar, permanentemente,y también nuestra mentediscurre en agitación y vocerío.No escuchamos. No escuchamos. No escuchamos.Espacio cercado.Las voces nuevas no nos llegan.No bastará con que nosotros nos callemosesperando nuestro turnode soltar la propia voz.Comprender aquelloque otros tratan de decirnosimplica, además de hacer silencio,la tarea de recorrer a paso lentosu relato.Colocándonos en su lugar.Desasiéndonos de la voz de nuestro egoy de las voces de los egosde otras personascon demasiada influencia en nosotros.Voces consolidadasflanqueando el espacio a nuevas voces.Voces consolidadascomo una cerca despiadada...Al espacio cercado abrámoslo.Para las voces nuevas.Y para que caigasobre esas cercasla sincera luz del nuevo sol.

LA IRA DE LÚCIFERde Edward Plane

Jacob era un buen tío. Siempre cuidaba de sus varias mujeres, y de los hijos de su hermano, Elbren, quien había muerto, y quienes solían enredarse casi de modo permanente en algunas trifulcas por cervezas y otras mujeres. Y así, habría sucedido una vez, que uno de éstos le preguntó sobre lo que siempre se comentó en el pueblo respecto a él, aquello que mantenía a esos mil habitantes bajo la intriga de lo que aquel había logrado por el misterio de unos hechizos. Supuestamente había traído a tierra a Lúcifer una vez, o al menos eso se creía, o algunos vecinos lo vieron esa vez bajo la influencia de algún poder, el día que todo cambió y comenzó a construirse un harén para vivir en él. Entonces le preguntó: -Tío, ¿cómo es que conoces a Lúcifer?Ambos iban sobre un camino de tierra, en la tarde, cortando cardos con una guadaña y una sada, dándole de comer a las liebres, yéndose del harén al pueblo. Jacob se puso muy serio, completamente, pues nunca nadie le había preguntado por ese tema, nunca, y lo miró: -¡No hables así de Lúcifer!, tan sueltamente, y delante mío… -Tuve que vencer a Satán... El sobrino quedó sorprendido. Pero siguieron caminando un rato en silencio, y luego volvió a cargar: -¿Pero cómo es?, yo quiero saber…Y el viejo, medio aturdido, posiblemente por la incisión de las preguntas, se frenó un momento, se puso a pensar mientras el sol le daba de frente cerrándole casi los ojos, y empezó a hablarle hasta terminar: -Solo por causas como la del desamor a la tierra, hijo mío, es que Lúcifer pudiera enojarse con nosotros… -Pero no existe en su razón sentimiento alguno de rencor dado lo innegable de su fuerza para dominar los secretos oscuros del cosmos y de la mente… -Ahora, ya lejos él, en la muerte adormecida que se distingue por el infinito tiempo, pienso en lo que estará haciendo, y fugaces recuerdos debieran también invadirme por todo eso…-Pero seré consciente con vos de que así lo es y lo ha sido siempre, si lo he podido imaginar, es también porque lo vi… -Su ira puede desencadenar el caos, ser algo incontrolable, que trascienda los horrores de los días y de las noches y eso me ha pasado, y que te resultarán miserables al lado de su grandeza o de su extraña belleza…-Pero todo eso ha dejado también de ser, y ya no me importa tanto tampoco… -Él es un indio y me dijo que sólo se enojaría con conmigo cuando los hombres dañen a las mujeres…-¿Y por eso te hiciste el harén? -interrumpió…-¿Eh? –volvió--Claro, claro…-Claro muchacho, por eso…

FIN

de Leandro Bohnhoff

Oh, espíritus perennes,infundan fuerzas a este corazón herido,que no puede más que cantar sus penascompungido a la orilla de este río. Acérquense todos, quienes se atrevan,una historia dolorosa les traigo a esta vera.

Ya tiempo hace, en la crónida lejanía,que un héroe hubo, cuyos dolores fueron muchos.Y aunque la historia no se parezca a la mía,ni en su forma, ni siquiera en su manía,hay verdades que atraviesan las edades.

El héroe mirmidón no era otro que el de pies ligeros,el rubio Aquileo, de melenuda cabellera.Su fama era alada, su aura divina,sus hazañas cantadas a diestra y siniestra,todo su ser venerado, aunque olímpico no fuera.

Su cuerpo bañado por inmortales aguas,que lo hicieron invencible, salvo por dos tajadas,que pergeñaron al héroe pérdidas mortales.Por un lado, su talón, que lo hacía corpóreamente vulnerable;por otro lado, su amado, cuya pérdida dejó desahuciado.

Recuerdo épocas felices del rubio vencedor,junto a su amado Patroclo, su fiel servidor.Antes de una embajada, su mirada se deleitaba,al compás de la canción que entonaba el mirmidón,en el menecíada adorado y por sus besos añorado.

Pero finalmente llegó el día en que de sus manos fue arrebatado,bajo sus ropajes ultrajado, maltratado y finalmente matado.El héroe enloqueció de furor, sed de venganza y mal del cor,sus cabellos ciñó, su pecho y cuello golpeó,pues no era su cuerpo, sino su amor, el dañado por las huestes del horror.

Y así fue como el héroe llegó a la comprensiónde que sempiterno no era, y al deseo de serlo renunció,a pesar de su aura y las gracias de la famosa laguna.Mortal era, no solo porque su sangre en sus venas dejara de correr,sino porque el patrono de su corazón dejara de vivir.

De la muerte es el poder igualador,que a todos y todas nos espera con fervor.La ciega guadaña, el fin irreductible e inexorable,que al final del recorrido a todos nos libra de males,en mí, en ti, en él y en aquél, el cisne espera cantar sus finales.

Liquisde Celso Rafael

Me encontraba en el living del quinto piso del edificio Panamericano, era el departamento en donde vivía. Sentado en un sofá, tomando un café y deleitándome con El primer hombre de Roma versión pocket. Decidí encender la estufa porque el clima estaba un tanto frio. El sofá de cuerina negra estaba dispuesto mirando a la ventana, donde se podía contemplar un cielo gris, aunque no cargado con lluvia que se desplomase sobre la ciudad. De repente, un rugido, no de un animal, un rugido constante, como si fuera una estampida, un ligero temblor sacudía el departamento. La sala no quedó con más luz que la que provenía de la ventana. Se escuchaban gritos desde la calle. Me incorporé alarmado por lo que estaba aconteciendo. Me acerqué a la ventana, me agarré del marco sin animarme a salir a mirar por el balcón. Desde el lado norte, observé cómo se aproximaba una gran masa marrón grisácea que arrasaba con todo lo que encontraba en su recorrido, absorbiendo en su cuerpo todo tipo de cosas, llevándose todo con una fuerza irrefrenable. Podía ver cómo las figuras de personas que intentaban huir despavoridas se perdían en las fauces de esa bestia liquida. Los autos eran levantados como hojas al viento. Arboles, con cortezas anchas, arrancados de raíz o partidos por la mitad por toneladas de agua que realizaban una carrera arrolladora por las calles de la ciudad. Yo contemplaba horrorizado ese espectáculo.- ¿Qué es esto por Dios?-decía mientras, sin noción del riesgo, salí al balcón, atraído por el fenómeno. El corazón empezó a palpitarme desaforadamente, lo que estaba viendo era inconcebible. Era como si estuviera en el cine, mirando una película de cine catástrofe en 3D. Estaba atónito. El pesado cuerpo de un colectivo era ahora un objeto amarillo, contorneándose en esa vorágine de agua, arboles, autos y mas agua. Los edificios, eran fortalezas que resistían el asedio de la naturaleza, pero el agua iba cubriéndolos a cada segundo. La corriente no se detenía, y lo que antes estaba por el lado derecho desde mi perspectiva, ahora se encontraba a unos trescientos metros por el lado izquierdo. El agua iba barriendo, invadiendo todos los recovecos de las calles.¡Qué desastre por Dios!-escupía en roncas palabras. Veía que varias personas se asomaban a los balcones a observar esta postal de muerte y destrucción en marcha. Se me quedaban grabadas sus caras estiradas de asombro y de terror. Algunos gritaban, otros, como yo, no podían hacer nada más que mirar, choqueados. Mi corazón latía a mil pulsaciones. Sentía como me temblaban los brazos, más allá de esta perturbadora sacudida que generaba el avance del agua, que iba subiendo más y mas, acercando a una velocidad espeluznante a los vehículos hacia los edificios. Cuando me di cuenta de que eran estampillados contra los balcones, retrocedí. Unos, dos tres, cuatro autos que impactaban las paredes, que colisionaban entre ellos, que se amontonan por la estrechez del canal improvisado por la corriente, pero que al final cedían ante este ímpetu aplastante que se apoderaba del asfalto y eran lanzados como proyectiles flotantes o desaparecidos bajo la furiosa superficie. Era inevitable pensar en mi muerte, empezaba a entrar en desesperación. ¿Me ponía a elevar plegarias de salvación como en mis tiempos piadosos? No, con las ideas de Dios que se generaron en mi proceso de madurez, no me podía detener a hacer eso. Me agarraba la cabeza con las dos manos -¡la puta madre que me parió! ¿Qué mierda es esto?- Un torbellino de emociones y pensamientos me invadían, hundiéndome en una obnubilación que me inmovilizaba. Miedo, terror, desesperación, sensación de indefensión, de incapacidad, de que es una terrible pesadilla, o de que estoy fantaseando nada más. Pero el agua queme

cubría los tobillos me hizo entender de que era realidad.- ¡la concha de la lora! ¡Me esta llegando el agua y cada vez crece más!- me acordé de que no sabía nadar. Si el agua, a la velocidad en la que estaba subiendo, me cubriera, sería mi fin. No lo sabía en realidad, pero tampoco quería comprobarlo. Así que me dirigí a la puerta principal, tiré del picaporte con una manera torpe y bruta, no se abría. Las putas llaves las dejé, quien sabe dónde. Miré la mesa, no estaban. Fui a mi pieza, miré sobre la estantería, no. Sobre el escritorio, tampoco. Sobre la cama, agarré el juego de sabanas retorcidas y las tiré en donde no me interfiriesen la búsqueda, tampoco estaban. El armario, era inútil. Salí dela pieza, me acordé de mi bolsillo, metí la mano. Ahí estaban. Las saqué. En otro movimiento torpe y desesperado y pensando en una muerte inminente por descarga eléctrica o por ahogamiento me costó abrir la puerta hasta que finalmente lo conseguí. Me di cuenta que el agua estaba llegando cada vez mas rápido en los pasillos, por las escaleras. El ascensor, ni en pedo. Subí como en una carrera olímpica, saltando de a dos peldaños hasta el piso que daba a la terraza. Estaba cerrada ¡la puta puerta estaba cerrada con llave!- ¡Nooooooo, la concha de mi putísima madre y yo que dejé puesta la llave en mi departamento!-dije con rabia. No me quedó otra que bajar, sin importar que el agua estuviese inundando todo. Era eso o me resignaba y me entregaba a la fría y abominable liquidez hasta que mis músculos dejen de tensarse y mis estertores cedan en la lucha. No, bajé, no pensaba morirme sin antes intentarlo. A toda velocidad, descendí por las escaleras en caracol. Temiendo encontrarme con una pared de agua que me absorba y no me deje salir más, en mi frenético descenso, choqué con una mujer que subía. El encontronazo hizo que ella cayera de espaladas al piso, y yo a su lado boca abajo. Me incorporé al instante. Ella, con un gesto semiinconsciente pero el dolor dibujado en su cara seguía en el piso, gemía levemente. Vi que tenía un manojo de llaves en la mano, cerrada fuertemente. Un atisbo de esperanza iluminó mi corazón. En ese mismo momento, todo desapareció en una capa de oscuridad. Se encendieron las tenues luces de emergencia. A mi atención vuelve ese sonido espantoso del agua que con sus suaves y pesados dedos, van impregnando cada milímetro de espacio por los pisos inferiores. Tomé a la mujer, que resultaba ser mi vecina de al lado, doña Lidia. Me agaché, pasé mi brazo derecho por debajo de su nuca, mi brazo izquierdo, por debajo de sus rodillas. La levanté. Afortunadamente era menuda y no pesaba demasiado. Me emprendí de vuelta a la escalada. Ahora, de manera más pausada, pero no sin desesperación. Cada paso era más lento y más pesado. Aun así, logré subir de a dos peldaños. Cuando me di cuenta, doña Lidia tenía colgando el brazo derecho, donde sujetaba el manojo de llaves. El miedo se intensificó mas aún, provocándome una agitación en la respiración, cada bocanada y cada espiración eran como golpes de percusión que resonaban en mi pecho. Mi corazón era una locomotora. Me aterraba la idea de que se le caiga el manojo, o por no encontrar esa llave que nos podría brindar un escape o, al menos, prolongar unos minutos más de vida hasta que el agua no nos deje contemplar el cielo nunca más.Cuando llegué al último piso, la bajé cuidadosamente. La desgraciada seguía teniendo el puño cerrado con el manojo dentro. Podía ver como los nervios la hacían temblar y el color de sus dedos se tornaba amarillo por la contracción de su puño. No se de que manera logré abrirle la mano. Busqué la llave. Gracias al cielo la encontré, la introduje en el cerrojo, le di tres vueltas. Con la inercia de mis torpes maniobras del miedo que tenía, abrí la puerta con tal fuerza que no escatimé en el topetazo que se dio con la pared que los vidrios de la puerta estallaron. No me importó. Tomé a doña Lidia de vuelta en mis brazos y salimos a la terraza. En ese mismo momento, sonó la alarma de mi despertador. Me sentí aliviado. Aun así, cuando levanté el acolchado, me di cuenta de que no estaba del todo seco.

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