La Consulta Astrológica

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L a astrología, de la cual na- cerá mucho más tarde la as- tronomía, es casi tan anti- gua como el alfabeto y ha sido patrimonio de sociedades tan arcaicas como los asirios y los babi- lonios. Se ha practicado en culturas tan distintas como la hindú, la chi- na, la egipcia o las culturas preco- lombinas. Esencialmente podría definirse, con todas las limitaciones en que in- curren las definiciones, como el es- tudio de las relaciones entre las con- figuraciones celestiales y los aconte- cimientos terrenales, sean éstos per- sonales, sociales o naturales. Es asombroso constatar que la humani- dad podía determinar las posicio- nes astrales mucho antes de contar con instrumentos como el telescopio. Es decir, se han requerido generaciones y generaciones de observa- dores del cielo para poder diferenciar entre las cons- telaciones de las llamadas estrellas fijas y los planetas (los cuerpos que integran el sistema solar), así como para poder estimar los ci- clos planetarios (el tiempo que tarda un planeta en dar la vuelta al Sol). Es probable que la astro- logía se haya constituido a partir de la necesidad hu- mana de orientación. An- tes de la brújula, los nave- gantes se orientaban –y también lo hacen hoy– por las posiciones celestiales. Esta necesidad de orienta- ción (palabra que provie- ne de oriente, es decir, por donde nace el Sol) no era sólo geográfica, sino y ante todo existencial. En medio del laberinto de incerti- dumbres que configuran la existencia terrenal, el cielo muestra un modelo de orden y de regularidad por ejemplo en los ciclos día-noche, las estaciones, las fases de la luna, y así su- cesivamente. La palabra astro significa errante. Es casi natural que el ser humano haya percibido una similitud entre la situación de los “errantes” en el cielo y los errantes en la tierra. Ha habido filósofos que han caracteri- zado la situación existencial del hombre como errancia, por ejem- plo, Kostas Axelos: estamos aquí en la tierra provisionalmente, y nues- tro paso por la existencia es asimila- ble a un viaje. El tema del viaje y del viajero es tan antiguo que se pierde en la me- moria de los tiempos, y se expresa en todas las culturas: desde la metá- fora bíblica del pueblo elegido en exilio y en busca de la tierra prome- tida hasta la “Odisea” homérica, desde el clásico “El mago de Oz” hasta la saga de “Star Treck”. Los planetas –y en especial el Sol y la Luna– son viajeros que atraviesan diversas estaciones, significadas por los signos del zodiaco. El viaje anual del Sol a través de los doce sig- nos del zodiaco es asimilable a tan- tos temas míticos como Hércules y sus doce trabajos, o a imágenes sim- bólicas como la de Cristo entre sus doce apóstoles. Este viaje del Sol por el zodiaco se refleja en las cua- tro estaciones terrestres, y ha sido dramatizado como un tema de naci- miento, muerte y renacimiento. Es- tos ritmos cuaternarios se manifies- tan de diversas maneras: las cuatro fases lunares, las cuatro edades de la vida (infancia, juventud, madu- rez y vejez), los cuatro puntos cardi- nales, los cuatro momentos funda- mentales del día (alba, medio día, ocaso, media noche), los cuatro tem- peramentos hipocráticos, etcétera. En astrología este cuaternario se ex- presa mediante las imágenes de los cuatro elementos: fuego, tierra, aire y agua. La astronomía se constituye en una ciencia tanto por su método co- mo por su objeto. Su objeto, grosso modo, es el estudio de la naturaleza física de los planetas y del universo. La astrología, en cambio, pertenece La vigencia del reino de lo simbólico La consulta astrológica H ablar de astrología aquí y ahora no parece tener más im- portancia que los comentarios populares y cotidianos que acostumbran a asociarse al simple hecho de ser de un signo del zodiaco a través de las habituales secciones de horóscopo de los diarios. Sin embargo, lo cierto es que un importante porcentaje de la población española y mundial suele consultar al as- trólogo sobre sus asuntos. No hablo ya de la “simple” consulta a los teléfonos popularmente llamados “906”, en los que, lamentablemen- te, se acostumbra a utilizar el nombre de la astrología en vano. Me refiero a la consulta astrológica seria y profesional en la cual el astró- logo asesora a su consultante tras haber construido y estudiado su carta natal por medio de precisos cálculos astronómicos obtenidos a partir de su fecha, hora y lugar de nacimiento. Sé que el lector puede llegar a sorprenderse de la afirmación de que numerosos estadistas, políticos, artistas, intelectuales, actores, depor- tistas, cantantes, etcétera de todo el mundo recurren al as- trólogo en busca de asesora- miento acerca de sus proyec- tos y de su carrera; pero se tra- ta de una realidad incuestio- nable más allá de la pura anéc- dota que, regularmente, asal- ta las páginas de las revistas del corazón y de los suplemen- tos de los periódicos. La astrología, más allá de otras consideraciones esotéri- cas, es, hoy en día, una herramienta que, gozando del crédito de su gran antigüedad, nos sirve para planificar y organizar tanto nuestra vida como nuestros proyectos. Evidentemente, es recomendable que ese asesoramiento provenga de astrólogos serios, profesionales y com- petentes que puedan demostrar una solvencia contrastada, ya que, a diferencia de otro tipo de asesoramientos a los que se puede acceder normalmente (psicológico, econó- mico, financiero, médico, etcétera), el asesoramien- to astrológico no goza, al menos en nuestro país, de todo el crédito oficial que parece debiera correspon- derle a tenor de los popularmente conocidos usua- rios que posee. Una vez más, se cumple la doble moral: conoci- dos políticos, intelectuales y artistas consultan en privado al astrólogo, o incluso –en el caso de intelec- tuales y académicos– investigan seriamente sobre astrología, pero –salvo honrosas excepciones– pre- fieren no hablar de ello públicamente. Para ellos, el asesoramiento astrológico forma parte, como una más, de sus naturales vías de información. Como muestra, me gustaría mencionar un caso del que estoy autorizado a dar nombres y apellidos por el astrólogo que se hizo cargo en su momento de la consulta. En el año 1977, Boris Cristoff reci- bió el encargo en Buenos Aires de asesorar a Juan Domingo Perón, en aquellos momentos exiliado en Madrid tras el golpe de Estado en Argentina que lo descabalgó del poder. Perón pidió a Cristoff aseso- ramiento astrológico sobre su posible vuelta al país y las posibilidades que tenía de lograr un nuevo pe- riodo presidencial. La consulta se realizó vía Bue- nos Aires-Madrid por medio de un alto cargo del Partido Justicialista argentino, que actuó de mensa- jero de Cristoff. El asesoramiento consistió en indi- car a Perón las fechas adecuadas para el regreso y el consejo de que pusiera a otra persona en la pre- sidencia y él actuara más en la sombra. La histo- ria posterior es conocida por todos: Perón volvió a Argentina, Cámpora gobernó durante tres meses, Perón asumió la presidencia y falleció un año más tarde. El hecho de que la consulta astrológica sea tam- bién muy utilizada en asuntos de bolsa, inversiones o asesoramiento de empresas –muchos empresarios e inversores combinan sus infor- maciones sobre logística y estrategias comerciales con el asesoramien- to astrológico– o que dicho asesoramiento complemente con éxito numerosas actividades terapéuticas, tales como la psicología o la mis- ma medicina, nos debería hacer pensar que la consulta astrológica constituye una opción de asesoramiento tan respetable como cual- quier otra.c LA IMAGINACIÓN tiene sus propias leyes, y son estas leyes las que se expresan en la investigación astrológica TEMAS DE DEBATE PERÓN PIDIÓ A Cristoff asesoramiento astrológico, vía Buenos Aires-Madrid, sobre su posible vuelta al país LAS ANSIAS ADIVINATORIAS RELEGARON LA ASTROLOGÍA A LA SUPERSTICIÓN, PERO EXISTEN La astrología ¿ES SUPERSTICIÓN LA ASTROLOGÍA O ES UNA FORMA VÁLIDA DE ACERCARSE A LA REALIDAD? ANÁLISIS: JAUME MARTÍN JAUME MARTÍN, director de la revista astrológica “Mercurio-3” y miembro de la junta directiva de la Associació d'Astrologia de Catalunya LA SITUACIÓN: ENRIQUE ESQUENAZI E. ESQUENAZI, especialista en simbolismo, astrólogo y ex profesor de Filosofía en la Universidad Nacional de Córdoba (Argentina) EPÍLOGO: 26 LA VANGUARDIA OPINIÓN DOMINGO, 10 FEBRERO 2002

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Page 1: La Consulta Astrológica

La astrología, de la cual na-cerá muchomás tarde la as-tronomía, es casi tan anti-gua como el alfabeto y ha

sido patrimonio de sociedades tanarcaicas como los asirios y los babi-

lonios. Se ha practicado en culturastan distintas como la hindú, la chi-na, la egipcia o las culturas preco-lombinas.

Esencialmente podría definirse,con todas las limitaciones en que in-curren las definiciones, como el es-tudio de las relaciones entre las con-figuraciones celestiales y los aconte-cimientos terrenales, sean éstos per-sonales, sociales o naturales. Esasombroso constatar que la humani-dad podía determinar las posicio-nes astrales mucho antes de contar

con instrumentos como eltelescopio. Es decir, se hanrequerido generaciones ygeneraciones de observa-dores del cielo para poderdiferenciar entre las cons-telaciones de las llamadasestrellas fijas y los planetas(los cuerpos que integranel sistema solar), así comopara poder estimar los ci-clos planetarios (el tiempoque tarda un planeta endar la vuelta al Sol).

Es probable que la astro-logía se haya constituido apartir de la necesidad hu-mana de orientación. An-tes de la brújula, los nave-gantes se orientaban –ytambién lo hacen hoy– porlas posiciones celestiales.Esta necesidad de orienta-ción (palabra que provie-ne de oriente, es decir, pordonde nace el Sol) no erasólo geográfica, sino y antetodo existencial. En mediodel laberinto de incerti-dumbres que configuranla existencia terrenal, elcielo muestra un modelode orden y de regularidadpor ejemplo en los ciclosdía-noche, las estaciones,las fases de la luna, y así su-cesivamente.

La palabra astro significa errante.Es casi natural que el ser humanohaya percibido una similitud entrela situación de los “errantes” en elcielo y los errantes en la tierra. Hahabido filósofos que han caracteri-

zado la situación existencial delhombre como errancia, por ejem-plo, Kostas Axelos: estamos aquí enla tierra provisionalmente, y nues-tro paso por la existencia es asimila-ble a un viaje.

El tema del viaje y del viajero estan antiguo que se pierde en la me-moria de los tiempos, y se expresaen todas las culturas: desde la metá-fora bíblica del pueblo elegido enexilio y en busca de la tierra prome-tida hasta la “Odisea” homérica,desde el clásico “El mago de Oz”hasta la saga de “Star Treck”. Losplanetas –y en especial el Sol y laLuna– son viajeros que atraviesandiversas estaciones, significadaspor los signos del zodiaco. El viajeanual del Sol a través de los doce sig-nos del zodiaco es asimilable a tan-tos temas míticos como Hércules ysus doce trabajos, o a imágenes sim-bólicas como la de Cristo entre sus

doce apóstoles. Este viaje del Solpor el zodiaco se refleja en las cua-tro estaciones terrestres, y ha sidodramatizado como un tema de naci-miento, muerte y renacimiento. Es-tos ritmos cuaternarios se manifies-tan de diversas maneras: las cuatrofases lunares, las cuatro edades dela vida (infancia, juventud, madu-rez y vejez), los cuatro puntos cardi-nales, los cuatro momentos funda-mentales del día (alba, medio día,ocaso, media noche), los cuatro tem-peramentos hipocráticos, etcétera.En astrología este cuaternario se ex-presa mediante las imágenes de loscuatro elementos: fuego, tierra, airey agua.

La astronomía se constituye enuna ciencia tanto por su método co-mo por su objeto. Su objeto, grossomodo, es el estudio de la naturalezafísica de los planetas y del universo.La astrología, en cambio, pertenece

La vigencia delreino de lo simbólico

La consultaastrológica

Hablar de astrología aquí y ahora no parece tener más im-portancia que los comentarios populares y cotidianosque acostumbran a asociarse al simple hecho de ser de unsigno del zodiaco a través de las habituales secciones de

horóscopo de los diarios. Sin embargo, lo cierto es que un importanteporcentaje de la población española y mundial suele consultar al as-trólogo sobre sus asuntos. No hablo ya de la “simple” consulta a losteléfonos popularmente llamados “906”, en los que, lamentablemen-te, se acostumbra a utilizar el nombre de la astrología en vano. Merefiero a la consulta astrológica seria y profesional en la cual el astró-logo asesora a su consultante tras haber construido y estudiado sucarta natal por medio de precisos cálculos astronómicos obtenidos apartir de su fecha, hora y lugar de nacimiento.

Sé que el lector puede llegar a sorprenderse de la afirmación de quenumerosos estadistas, políticos, artistas, intelectuales, actores, depor-

tistas, cantantes, etcétera detodo el mundo recurren al as-trólogo en busca de asesora-miento acerca de sus proyec-tos y de su carrera; pero se tra-ta de una realidad incuestio-nable más allá de la pura anéc-dota que, regularmente, asal-ta las páginas de las revistasdel corazón y de los suplemen-tos de los periódicos.

La astrología, más allá deotras consideraciones esotéri-

cas, es, hoy en día, una herramienta que, gozando del crédito de sugran antigüedad, nos sirve para planificar y organizar tanto nuestravida como nuestros proyectos. Evidentemente, es recomendable queese asesoramiento provenga de astrólogos serios, profesionales y com-petentes que puedan demostrar una solvencia contrastada, ya que, adiferencia de otro tipo de asesoramientos a los quese puede acceder normalmente (psicológico, econó-mico, financiero, médico, etcétera), el asesoramien-to astrológico no goza, al menos en nuestro país, detodo el crédito oficial que parece debiera correspon-derle a tenor de los popularmente conocidos usua-rios que posee.

Una vez más, se cumple la doble moral: conoci-dos políticos, intelectuales y artistas consultan enprivado al astrólogo, o incluso –en el caso de intelec-tuales y académicos– investigan seriamente sobreastrología, pero –salvo honrosas excepciones– pre-fieren no hablar de ello públicamente. Para ellos, elasesoramiento astrológico forma parte, como unamás, de sus naturales vías de información.

Como muestra, me gustaría mencionar un casodel que estoy autorizado a dar nombres y apellidospor el astrólogo que se hizo cargo en su momentode la consulta. En el año 1977, Boris Cristoff reci-bió el encargo en Buenos Aires de asesorar a JuanDomingo Perón, en aquellos momentos exiliado enMadrid tras el golpe de Estado en Argentina que lodescabalgó del poder. Perón pidió a Cristoff aseso-ramiento astrológico sobre su posible vuelta al paísy las posibilidades que tenía de lograr un nuevo pe-riodo presidencial. La consulta se realizó vía Bue-nos Aires-Madrid por medio de un alto cargo delPartido Justicialista argentino, que actuó de mensa-jero de Cristoff. El asesoramiento consistió en indi-car a Perón las fechas adecuadas para el regreso y elconsejo de que pusiera a otra persona en la pre-sidencia y él actuara más en la sombra. La histo-ria posterior es conocida por todos: Perón volvió aArgentina, Cámpora gobernó durante tres meses,Perón asumió la presidencia y falleció un año mástarde.

El hecho de que la consulta astrológica sea tam-bién muy utilizada en asuntos de bolsa, inversiones o asesoramientode empresas –muchos empresarios e inversores combinan sus infor-maciones sobre logística y estrategias comerciales con el asesoramien-to astrológico– o que dicho asesoramiento complemente con éxitonumerosas actividades terapéuticas, tales como la psicología o la mis-ma medicina, nos debería hacer pensar que la consulta astrológicaconstituye una opción de asesoramiento tan respetable como cual-quier otra.c

LA IMAGINACIÓNtiene sus propias leyes,y son estas leyes lasque se expresan en lainvestigación astrológica

TEMAS DE DEBATE

PERÓN PIDIÓ ACristoff asesoramientoastrológico, vía BuenosAires-Madrid, sobre suposible vuelta al país

LAS ANSIAS ADIVINATORIAS RELEGARON LA ASTROLOGÍA A LA SUPERSTICIÓN, PERO EXISTEN

La astrología¿ES SUPERSTICIÓN LA ASTROLOGÍA O ES UNA FORMA VÁLIDA DE ACERCARSE A LA REALIDAD?

ANÁLISIS: JAUME MARTÍN

JAUME MARTÍN, director de la revista astrológica “Mercurio-3” ymiembro de la junta directiva de la Associació d'Astrologia de Catalunya

LA SITUACIÓN: ENRIQUE ESQUENAZI

E. ESQUENAZI, especialista ensimbolismo, astrólogo y ex profesorde Filosofía en la UniversidadNacional de Córdoba (Argentina)

EPÍLOGO:

26 LA VANGUARDIA O P I N I Ó N DOMINGO, 10 FEBRERO 2002

Page 2: La Consulta Astrológica

LIBROS

“Los símbolos delhoróscopo”Robert HandEd. Urano

“Los luminares”Liz GreeneHoward SasportasEd. Urano

“Manual deinterpretaciónde la carta natal”Stephen ArroyoEd. Urano

“Astrología,psicología y loscuatro elementos”Stephen ArroyoEd. Kier

“Introduccióna la astrología”Lisa MorpurgoEd. Urano

“The case forastrology”John A. WestArkana Books,Londres

“Astrology, theevidence of science”Percy SeymourArkana Books,

Londres

“Investing by thestars”Henry WeingartenEd. McGraw-Hill,Nueva York

“Claves ysignificacionesastrológicas”Jesús NavarroP.E. Zaragoza

“Introducciónpráctica a laastrología”Guiomar EguillorEd. Indigo

WEBS

www.astro.com

www.astrologer.com

www.jeffreywol-fgreen.com

www.astroamerica.com

www.astro.ch

al reino de lo simbólico: el astrólogoestudia los planetas como símbolosde experiencias esencialmente hu-manas (o de maneras fundamenta-les de categorizar las experiencias).

Así, para el astrónomo, Venus esun planeta relativamente cercano alSol, con una determinada constitu-ción material, mientras que para elastrólogo, Venus simboliza la fuer-za de atracción que se expresa en elamor, en la aspiración a la armonía,en la apreciación de la belleza, en labúsqueda del acuerdo, y en lo quelos griegos llamaron el ideal de kalo-kagathía: la unidad, la belleza, labondad. Así, el planeta Venus, másque un objeto en sí, es para el astró-logo un símbolo que puede llegar amanifestarse en una inagotable di-versidad: en el plano físico (comolas venas del cuerpo), en el planopersonal (el sentido de belleza, el es-tablecimiento de sistemas de valo-

res, la capacidad de amar), en el pla-no social (el matrimonio, las aso-ciaciones), en el plano político (lasrelaciones diplomáticas, los acuer-dos), etcétera.

Es este arraigo en la actitud sim-bólica lo que, a mi juicio, implicaque la astrología no es, ni será, unadisciplina científica, lo cual no tie-ne acento peyorativo: al fin y al ca-bo ni la filosofía, ni el arte, ni la reli-gión, ni la búsqueda de la felicidadson actividades científicas, ni tie-nenpor qué serlo. Esmás, la astrolo-gía parte de una actitud ante la exis-tencia esencialmente no científica,

basada en el presupuesto de que enel cosmos hay una serie de afinida-des o similitudes, de talmanera quetodo resuena en todo.

Sin duda, hay astrólogos que in-tentan establecer una justificacióncientífica de la astrología, pero noveo cómo puede probarse que hayuna correspondencia objetiva entrela Luna, los sueños, la imaginación,los sentimientos, la intuición, elagua, la familia, el aparato digesti-vo, la infancia, lamadre, lamaterni-dad, lamatriz, la brujería, la femini-dad... y tantas otras corresponden-cias que, sin embargo, parecen vali-dadas por la mitología, la poesía ola actividad onírica.

Enmi opinión, la astrología perte-nece al ámbito de lo imaginario –opara decirlo aún conmás precisión,de lo “imaginal”–. La astrología es

ante todo un lenguaje surgido de laimaginación, que no es en absolutoarbitrario. La imaginación tiene suspropias leyes, y son estas leyes lasque se expresan en la investigaciónastrológica.

Así, hay una técnica astrológicasumamente difundida, que se cono-ce como progresiones secundarias.Esta técnica consiste en averiguarlas posiciones planetarias a partirde los veinte días del nacimiento deuna persona, estableciéndose unaafinidad con los procesos y aconteci-mientos que le afectarán en los vein-te años de su vida. Es decir, las posi-ciones celestiales que se hayan for-mado a los 20 días de mi nacimien-to estarán en correspondencia conmis experiencias (tanto íntimas co-mo externas) a los 20 años de edad.Esta analogía, un día de vida-unaño de vida, es totalmente simbóli-ca y no puede justificarse por ningu-na influencia causal. Dicho de otromodo: es imposible que las posicio-nes planetarias que había en el cieloel vigésimo día de mi nacimiento“causen” o provoquen las situacio-nes que aparecen en mi vida a misveinte años.

O, dicho aún de otro modo, el en-foque causal es inoperante en la as-trología. ¿Implica esto que la astro-logía carezca de va-lidez? En absoluto,si por validez se en-tiende la capacidadde orientación y re-conocimiento. Así,el tema natal (es de-cir, el mapa de lasposiciones de losplanetas del siste-ma solar en el mo-mento y lugar delnacimiento) seconstituye en unsímbolo que presi-de, orienta y confi-gura el propio desa-rrollo y, si se quie-re, el propio “desti-no”. Pero la cues-tióndel destino elu-de también la pro-blemática científi-ca y nos remite auna preocupación existencial. ¿Hayalgo así como el destino y, de haber-lo, es equivalente a la fatalidad?Cuantomás se sumerge uno en el es-tudiode la astrología,más ymás res-puestas iluminadoras aparecen a es-tas cuestiones.

En mi experiencia, la astrologíanohace sino confirmar lo que yaHe-ráclito expresó cuando afirmó: “Elcarácter es, para el hombre, su desti-no”. Esto es una traducción aproxi-mada, ya que la expresión emplea-da por Heráclito por carácter es“ethos”, y destino es una traduc-ción aproximada de la expresión“daimon”. Así, “Ethos antrophosdaimon” puede entenderse como“la manera de instalarse en la exis-tencia rige el despliegue de la propiavida”. Enmi experiencia, la astrolo-gía no hace sino confirmar una yotra vez este adagio.c

PARASABER MÁS

Laastrología emerge en un contexto (Mesopotamia, segundomilenio a. deC.) de observación sistemática y técnicasmate-máticas rigurosas, alejadode lo fantasioso u onírico. Someti-da a un progresivo proceso de profundización, se hacemere-

cedora del nombre de ciencia: “Comparadas con el trasfondo de lareligión, de la magia y del misticismo, las doctrinas fundamentalesde la astrología son ciencia pura”, dice O. Neugebauer refiriéndose ala época helenística. En dicha evolución, los ataques los recibe cuan-do, degradando su condición de conocimiento riguroso, cae en lasgarras de la superstición.

Modernamente, debido a la variación histórica de los referentes decientificidad, la astrología pierde su antiguo estatus. La ciencia ac-tual se basa en un paradigma disociativo y reduccionista, donde co-nocedor y conocido son realidades radicalmente separadas;mientrasla visióndelmundoque carac-teriza lo astrológico es sistémi-ca y holística, postulando lasintonía entre el universo ysus partes, observador inclui-do. Dirimir entre ambos pre-supuestos resulta filosófica-mente problemático, así co-mo fijar criterios estrictos pa-ra aceptar, o no, un área de co-nocimiento como “científi-ca”.Operativamente es defen-dible dar por bueno un deter-minado paradigma, pero ello no excluye la potencial validez de losrestantes. De hecho, en la filosofía del siglo XX se crítica el positivis-mo racionalista y el conocimiento científicomoderno como criteriosexcluyentes de verdad o de acceso a la realidad.

Por otra parte, la genuina astrología es ajena al fatalismo. En el“Enuma Elish” (poema babilónico de la creación) veía el trabajo hu-mano como sustitutorio del de los dioses, control del destino inclui-

do, contando los hombres para ello conla ayuda de los mensajes astrológicos. Yen el “Tetrabiblos” se lee: “No hay quepensar que lo que ocurre a los hombrespor los cuerpos celestes sea inevitable, co-mo algo fatal que el hombre no puedeapartar”, postulando concordancia y se-mejanzas (no influencias) entre ambien-te y neonato.

Este posicionamiento ptolemaico tie-ne continuidad hasta el presente (DeWhol –astrólogo al servicio de los aliadosdurante la SegundaGuerraMundial– es-cribe: “[las configuraciones astrológicas]no traen necesariamente los aconteci-mientos /.../ Los aspectos astrológicosson como chispas. Tiene que habermate-rial explosivo a la redonda si han de pro-vocar una explosión”), y converge conlos resultados experimentales deGauque-lin (elmás famoso investigador astrológi-co del último siglo) sobre la herencia as-trológica. Sin embargo, como adviertenlos más relevantes autores astrológicos

(Ramon Llull, entre ellos), la incidencia del mercantilismo, el agore-rismo y las ansias futurománticas sobre la astrología ha dificultadosu correcta comprensión y, más aún, su práctica consistente.

En cualquier caso, gracias a trabajos de investigación llevados acabo durante el siglo XX, la naturaleza y posibilidades del genuinosaber astrológico van siendomejor aquilatadas. De hecho, empieza atomarse conciencia de que las aportaciones astrológicas en el ámbitopsicológico se mantendrían perfectamente en pie, a nivel simbólico,aunque no llegaran a confirmarse nexos objetivos entre los procesoshumanos y las dinámicas astronómicas.

Pero también es un hecho el creciente número de datos experimen-tales proclives a lo astrológico, habiendo aparecido incluso hipótesisexplicativas ofrecidas por científicos de prestigio (Seymour, Fuzeau-Braesch), a la par que las instituciones universitarias se van acercan-do a todo ello con el debido rigor académico. Por ejemplo, el KeplerCollege (EstadosUnidos) impartiendouna titulación astrológica esta-talmente reconocida; la Universidad de Southampton (Reino Uni-do) constituyendo un grupo de trabajo especializado en estos temas,o la Universidad de Zaragoza (España) ofreciendo una asignatura delibre elección sobre temática astrológica.c

EN EL ESTUDIO DEla astrología aparecenrespuestas sobre laexistencia o no deldestino y la fatalidad

LA FILOSOFÍA DELsiglo XX critica a laciencia moderna porqueexcluye otros paradigmasde acceso a la realidad

JESÚS NAVARRO, doctor ingeniero en Telecomunicaciones y catedráticode Ingeniería Electrónica y Comunicaciones (Universidad de Zaragoza)

ACADÉMICOS QUE AHORA RECUPERAN SU VALIDEZ MÁS ALLÁ DEL DEBATE DE SI ES CIENCIA O NO

TEMAS DE DEBATE

Conocimientoy universidad

ILUSTRACIONES DE RAÚL

Leemos el horóscopo, casi a escondidas, y constatamos que lopublicadoesunageneralidad.¿Esestolaastrología?Losexper-tos,algunosdereconocidoprestigiocomoelarabistaJoanVer-net, aseguran que no. ¿Qué es, pues? Oteamos el cielo y en su

inmensidad nos preguntamos qué tendrán que ver los astrosconnosotros o nuestro destino o nuestros proyectos. Los anti-guossabiosy losespecialistasdel sigloXXIafirmanqueformaparte de nuestro viaje existencial. Veamos qué significa eso.

OPINIÓN: JESÚS NAVARRO

DOMINGO, 10 FEBRERO 2002 O P I N I Ó N LAVANGUARDIA 27