La Construcción de Identidades Colectivas

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La Construcción de Identidades Colectivas

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La construccin de identidades colectivas

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TEMA 8. LA CONSTRUCCIN DE IDENTIDADES COLECTIVAS

Parasos comunales: identidad y sentido en la sociedad red en Manuel Castells La era de la informacin. Economa, sociedad y cultura (vol. 2). El poder de la identidad (pgs. 27-90)

LA CONSTRUCCIN DE LA IDENTIDAD

La identidad es la fuente de sentido y experiencia para la gente. Por identidad debe entenderse el proceso de construccin del sentido atendiendo a un atributo cultural, al que se da prioridad sobre el resto de las fuentes de sentido. Un individuo determinado puede tener una pluralidad de identidades pero eso es una fuente de tensin. Los socilogos han sealado que la identidad ha de distinguirse de los roles (trabajadora, madre, vecina, socialista, fumadora, feligresa, jugadora de baloncesto), que se definen por normas estructuradas por las instituciones y organizaciones de la sociedad. Las identidades son fuentes de sentido para los propios actores y por ellos mismos son construidas mediante un proceso de individualizacin.

Las identidades son fuente de sentido ms fuertes que los roles debido al proceso de autodefinicin e individualizacin que suponen. En trminos sencillos, las identidades organizan el sentido mientras que los roles organizan las funciones. En la sociedad red, para la mayora de los actores sociales, el sentido se organiza en torno a una identidad primaria que se sostiene por s misma a lo largo del tiempo y el espacio.

Todas las identidades son construidas. La construccin de las identidades utiliza materiales de la historia, la geografa, la biologa, la memoria colectiva y las fantasas personales, los aparatos de poder, las revelaciones religiosas, etc. pero los individuos, los grupos sociales y las sociedades procesan todos esos materiales y los reordenan en su sentido.

En trminos generales, quin construye la identidad colectiva, y para qu, determina en buena medida su contenido simblico y su sentido para quienes se identifican con ella o se colocan fuera de ella.

La identidad legitimadora es introducida por las instituciones dominantes de la sociedad para extender y racionalizar su dominacin frente a los actores sociales. La identidad de resistencia es generada por aquellos actores que se encuentran en posiciones/condiciones devaluadas o estigmatizadas por la lgica de la dominacin. La identidad proyecto surge cuando los actores sociales, basndose en los materiales culturales de que disponen, construyen una nueva identidad que redefine su posicin en la sociedad y, al hacerlo, buscan la transformacin de toda la estructura social.

Naturalmente, las identidades que comienzan como resistencia pueden introducir proyectos, y tambin, con el transcurrir de la historia, convertirse en dominantes de las instituciones de la sociedad, con lo cual se vuelven identidades legitimadoras para racionalizar su dominio. Desde el punto de vista de la teora social, ninguna identidad puede ser una esencia y ninguna identidad tiene un valor progresista o regresivo fuera de su contexto histrico.

Las identidades legitimadoras generan una sociedad civil, un conjunto de organizaciones e instituciones, as como una serie de actores sociales estructurados y organizados, que reproducen, si bien a veces de modo conflictivo, la identidad que racionaliza las fuentes de la dominacin estructural. Donde Gramsci y Tocqueville ven democracia y civilidad, Foucault, Horkheimer o Marcuse, ven dominacin interiorizada y legitimacin de una identidad normalizadora sobreimpuesta e indiferenciada.

La identidad para la resistencia conduce a la formacin de comunas o comunidades. Puede que ste sea el tipo ms importante de construccin de la identidad en nuestra sociedad. Construye formas de resistencia colectiva contra la opresin, de otro modo insoportable. El nacionalismo basado en la etnicidad, la construccin de una identidad defensiva en trminos de instituciones/ideologas dominantes, invirtiendo el juicio de valor mientras que se refuerza la frontera.

La identidad proyecto produce sujetos, no entendidos como individuos sino como el actor social colectivo mediante el cual los individuos alcanzan un sentido holstico en su experiencia. En este caso, la construccin de la identidad es un proyecto de una vida diferente que se expande hacia la transformacin de la sociedad como la prolongacin de este proyecto de identidad.

La dinmica de la identidad en este contexto puede comprenderse mejor si se contrasta con la caracterizacin efectuada por Giddens de la identidad en la modernidad tarda, perodo histrico que est llegando a su fin. Giddens afirma que la identidad propia no es un rasgo distintivo que posee el individuo. Es el yo entendido reflexivamente por la persona en virtud de su biografa. Segn Giddens, uno de los rasgos distintivos de la modernidad es la interconexin creciente entre los dos extremos de la extensionalidad y la intencionalidad: las influencias globalizadoras, por una parte, y las disposiciones personales, por la otra.

El ascenso de la sociedad red pone en tela de juicio los procesos de construccin de la identidad durante ese perodo, con lo que induce nuevas formas de cambio social. Ello se debe a que la sociedad red se basa en la disyuncin sistmica de lo local y lo global para la mayora de los individuos y grupos sociales.

En estas nuevas condiciones, las sociedades civiles se reducen y desarticulan porque ya no hay continuidad entre la lgica de la creacin de poder en la red global y la lgica de la asociacin y la representacin en las sociedades y culturas especficas. As que la bsqueda de sentido tiene lugar en la reconstruccin de identidades defensivas en torno a los principios comunales. La constitucin de sujetos, en el ncleo del proceso de cambio social, toma un camino diferente al que conocamos durante la modernidad y la modernidad tarda, a saber, los sujetos, cuando se construyen, ya no lo hacen basndose en las sociedades civiles, que estn en proceso de desintegracin, sino como una prolongacin de la resistencia comunal. En la sociedad red, la identidad proyecto, en caso de que se desarrolle, surge de la resistencia comunal.

Existen varios procesos clave de construccin de la identidad colectiva que tienen una importancia particular para el proceso de cambio social en la sociedad red. El primero es el fundamentalismo religioso, tanto en sus versiones islmica como cristiana. Tambin lo es el nacionalismo, considerando dos procesos muy diferentes pero significativos: el papel del nacionalismo en la desintegracin de la Unin sovitica y la formacin y resurgimiento del nacionalismo cataln. Otro proceso de inters es la identidad tnica, como la identidad afroamericana contempornea. Por ltimo, la identidad territorial puede ser analizada mediante los movimientos urbanos y las comunidades locales de todo el mundo.

LOS PARASOS DE DIOS: EL FUNDAMENTALISMO RELIGIOSO Y LA IDENTIDAD CULTURAL

Es un atributo de nuestra sociedad, y de la naturaleza humana, si tal entidad existiera, encontrar consuelo y refugio en la religin. El fundamentalismo religioso es algo ms, una fuente muy importante de construccin de la identidad en la sociedad red por razones evidentes. El fundamentalismo es siempre reactivo, reaccionario y los fundamentalistas son selectivos, dedican sus energas a aquellos rasgos que mejor refuercen su identidad, conserven unido su movimiento, construyan defensas en torno a sus fronteras y mantengan a distancia a los otros.

El fundamentalismo es la construccin de la identidad colectiva a partir de la identificacin de la conducta individual y las instituciones de la sociedad con las normas derivadas de la ley de dios, interpretada por una autoridad definida que hace de intermediario entre Dios y la humanidad. El fundamentalismo religioso ha existido durante toda la historia humana, pero parece ser sorprendentemente fuerte e influyente como fuente de identidad en este fin de milenio.

La umma contra el yahiliia: el fundamentalismo islmico

En los aos 70 y 80 se extendi por todas las tierras musulmanas una autntica revolucin cultural/religiosa, a veces victoriosa (Irn), a veces sometida (Egipto), a veces desencadenante de la guerra civil (Argelia), o reconocida formalmente en las instituciones del estado (Sudn), pero la mayora de las veces estableciendo una difcil coexistencia con un estado-nacin formalmente islmico, plenamente integrado en el capitalismo global.

El fundamentalismo islmico, como identidad reconstruida y proyecto poltico, se encuentra en el centro de un proceso muy decisivo, que en buena medida condiciona el futuro del mundo. Las sociedades e instituciones islmicas se basan en una interpretacin multvoca. Adems, en las sociedades islmicas ms tradicionales, la preeminencia de los principios religiosos sobre la autoridad poltica era puramente formal. Para la mayora de los musulmanes la sharia (ley divina formada por el Corn y los hadices) no es una orden rgida e invariable, sino una gua para caminar hacia Dios, con las adaptaciones requeridas por cada contexto histrico y social. En contraste con esta apertura del Islam, el fundamentalismo islmico supone el dominio absoluto de la sharia.

Hay una amplia gama de matices entre el fundamentalismo conservador, como el representado por la Casa de Saud, y el fundamentalismo radical. Tambin existen considerables diferencias entre la tradicin shi, que inspir a Jomeini, y la tradicin sun, que constituye la fe del 85% de los musulmanes, incluidos movimientos revolucionarios como el FIS de Argelia.

Para un musulmn, el apego fundamental es a la comunidad de creyentes, todos igualados en su sumisin a Al. Esta confraternidad universal reemplaza a las instituciones del estado-nacin, que se ve como una fuente de divisin entre los creyentes. Para regenerar a la humanidad, la islamizacin debe avanzar primero en las sociedades musulmanas que se han secularizado y se han apartado de la estricta obediencia a la ley de dios, luego en el mundo entero.

No obstante, para vencer a las fuerzas impas, quizs sea necesario emplear la yihad (lucha en nombre del Islam) contra los infieles, que puede incluir, en los casos extremos, el recurso a la guerra santa. La identidad islmica se construye en virtud de una deconstruccin doble, efectuada por los actores sociales y por las instituciones de la sociedad. Los actores sociales deben deconstruirse como sujetos, ya sea como individuos, como miembros de un grupo tnico o como ciudadanos de una nacin. Adems, las mujeres deben someterse a sus hombres guardianes, ya que se las induce a que se realicen primordialmente en el marco de la familia.

Sin embargo, el fundamentalismo islmico no es un movimiento tradicionalista. A pesar de todos los esfuerzos para arraigar la identidad islmica en la historia y los textos sagrados, los islamistas, por motivo de la resistencia social y la sublevacin poltica, prosiguieron con una reconstruccin de la identidad cultural que, de hecho es hipermoderna.

Para Tibi, el ascenso del fundamentalismo islmico en el Oriente Prximo se interrelaciona con la exposicin de esta parte del mundo del Islam, que se percibe como una entidad colectiva, a los procesos de globalizacin, al nacionalismo y el estado nacin como principios de organizacin globalizados. En efecto, la explosin de los movimientos islmicos parece relacionarse tanto con la crisis de las sociedades tradicionales como con el fracaso del estado-nacin, creado por los movimientos nacionalistas, para lograr la modernizacin desarrollar la economa y distribuir los beneficios del crecimiento econmico entre la poblacin en general. As pues, la identidad islmica es reconstruida por los islamistas en oposicin al capitalismo, al socialismo y al nacionalismo, rabe o cualquier otro, que considera ideologas fracasadas del orden postcolonial.

Cules son las bases sociales del fundamentalismo? En Irn, los dirigentes fueron los clrigos y en las mezquitas se reunieron los comits revolucionarios que organizaron la insurgencia popular. En cuanto a los actores sociales, la fuerza del movimiento estaba en Tehern y otras grandes ciudades. Los islamistas de Argelia y Tnez presentan un perfil similar.

Las bases sociales del fundamentalismo radical parecen derivarse de la combinacin del xito de la modernizacin dirigida por el estado durante las dcadas de los 50 y 60 y el fracaso de la modernizacin econmica en la mayora de los pases musulmanes durante las dcadas de 1970 y 1980, cuando sus economas no pudieron adaptarse a las nuevas condiciones de la competencia global y la revolucin tecnolgica del ltimo perodo. As pues, una joven poblacin urbana, con un alto nivel educativo como resultado de la primera ola de modernizacin se vio frustrada en sus expectativas cuando la economa entr en crisis y se consolidaron las nuevas formas de dependencia cultural. A su descontento se unieron las masas empobrecidas, expulsadas de las zonas rurales a las ciudades por la modernizacin desequilibrada de la agricultura.

La crisis de legitimidad del estado-nacin fue el resultado de su corrupcin generalizada, ineficacia y dependencia de las potencias extranjeras y, en el Oriente Prximo, de la repetida humillacin militar a manos de Israel. Por ello, el desarrollo diferencial del fundamentalismo en el mundo islmico parece estar ligado a las variaciones de la capacidad del estado-nacin de integrar en su proyecto tanto a las masas urbanas, mediante el bienestar econmico, como al clero musulmn, mediante la sancin oficial de su poder religioso.

El islamismo poltico y la identidad fundamentalista islmica parecen estar expandindose en la dcada de los 90 en una variedad de contextos sociales e institucionales, siempre relacionados con las dinmicas de la exclusin social y la crisis del estado-nacin. Surge una nueva identidad islmica entre la juventud desafecta, en una espectacular transferencia del islamismo radical a las zonas socialmente excluidas de las sociedades capitalistas avanzadas.

Mediante una variedad de procesos polticos ha surgido un proyecto fundamentalista islmico en todas las sociedades musulmanas y entre las minoras musulmanas de las sociedades no musulmanas. Se est construyendo una nueva identidad mediante la elaboracin de los materiales tradicionales para formar un nuevo mundo divino y comunal, donde las masas desposedas y los intelectuales desafectos puedan reconstruir el sentido en una alternativa global al orden global exclusionista.

Dios me salve a m! El fundamentalismo cristiano estadounidense

El fundamentalismo cristiano es un rasgo perenne en la historia estadounidense. Una sociedad constantemente en la frontera del cambio social y la movilidad individual est abocada a dudar de forma peridica de los beneficios de la modernidad y la secularizacin, anhelando la seguridad de los valores e instituciones tradicionales basados en la verdad eterna de Dios.

Aunque la influencia fundamentalista ha variado en diferentes periodos histricos, nunca se ha eclipsado. Y en las dcadas de los 80 y 90, sin duda experiment un vertiginoso aumento. En la dcada de los noventa, el fundamentalismo lleg al primer plano de la escena poltica, contando con una considerable influencia poltica entre el electorado republicano.

Sin duda, los EEUU siempre han sido, y siguen siendo, una sociedad muy religiosa, mucho ms, por ejemplo, que Europa occidental o Japn. Pero este sentimiento religioso parece tomar un tono cada vez ms restaurador, deslizndose hacia una poderosa corriente fundamentalista. No obstante, el fundamentalismo cristiano es una tendencia tan amplia y diversificada que desafa una definicin simple que trascienda las divisiones existentes.

Lienesch afirma que en el centro del pensamiento conservador cristiano, se encuentra el concepto de la conversin, el acto de fe y perdn mediante el cual los pecadores son llevados del pecado a un estado de salvacin eterna. La vinculacin entre personalidad y sociedad pasa por la reconstruccin de la familia, la institucin central de la sociedad, que antes era el refugio contra el mundo duro y hostil y ahora est desmoronndose en nuestra sociedad. Esta fortaleza de la vida cristiana ha de reconstruirse afirmando el patriarcado, es decir, la santidad del matrimonio y, sobre todo, la autoridad de los hombres sobre las mujeres y la estricta obediencia de los hijos, asegurando el respaldo pleno de una educacin cristiana en la escuela.

La canalizacin de la sexualidad agresiva masculina en un matrimonio satisfactorio es esencial para la sociedad, tnato para el control de la violencia como porque es la fuente de la tica laboral protestante y, por lo tanto, de la productividad econmica. Con la salvacin garantizada, mientras se observe estrictamente la Biblia como cristiano y se cuente con una familia patriarcal estable como base slida de vida, los negocios tambin marcharn bien, siempre que el gobierno no interfiera en la economa, deje a su suerte a los pobres indignos y ponga los impuestos en unos lmites razonables.

No se puede, no obstante, llevar una vida cristiana de forma individual porque las instituciones de la sociedad, y sobre todo el gobierno, los medios de comunicacin y los sistemas de educacinpblica estn controlados por humanistas de diversos orgenes, asociados, segn las diferentes versiones fundamentalistas, con comunistas, banqueros, herejes y judos. Los enemigos ms insidiosos y peligrosos son las feministas y los homosexuales porque son quienes estn socavando la familia, la principal fuente de estabilidad social, de vida cristiana y de realizacin personal. El movimiento antiabortista es la expresin ms militante e influyente del fundamentalismo cristiano en Estados Unidos.

El fundamentalismo no parece ser una racionalizacin de intereses de clase o de posicionamiento territorial. Ms bien acta sobre el proceso poltico en defensa de los valores morales cristianos. Como la mayora de los fundamentalismos en la historia, es un movimiento reactivo, que pretende construir una identidad social y personal basndose en imgenes del pasado y proyectndolas en un futuro utpico para superar los insoportables tiempos presentes.

Dos parecen ser las fuentes ms inmediatas del fundamentalismo cristiano: la amenaza de la globalizacin y la crisis del patriarcado. Un tema recurrente del fundamentalismo cristiano estadounidense durante la dcada de los 90 es la oposicin al control del pas por un gobierno mundial que suplante al gobierno federal (al que considera cmplice de esta tendencia) promulgado por la ONU, el FMI y la OMC, entre otros organismos internacionales.

La construccin de la identidad fundamentalista cristiana parece ser un intento de reafirmar el control sobre la vida y sobre el pas, en respuesta directa a los procesos incontrolables de la globalizacin que cada vez se sienten ms en la economa y los medios de comunicacin. No obstante, probablemente la fuente ms importante del fundamentalismo cristiano en los 80 y 90 sea la reaccin contra el cuestionamiento del patriarcado, expresado en los movimientos de mujeres, lesbianas y gays. La familia patriarcal estadounidense est en crisis, segn todos los indicadores de divorcio, separacin, violencia en la familia, hijos extramatrimoniales, vida de soltera, parejas gays y lsbicas, etc.

Un miedo profundamente asentado a lo desconocido, que se vuelve ms amedrentador cuando tiene que ver con la base cotidiana de la vida personal. Incapaces de vivir bajo el patriarcado secular, pero aterrorizados por la soledad y la incertidumbre en una sociedad individualista y ferozmente competitiva, donde la familia representaba el nico paraso seguro.

NACIONES Y NACIONALISMOS EN LA ERA DE LA GLOBALIZACIN: COMUNIDADES IMAGINADAS O IMGENES COMUNALES?

La era de la globalizacin es tambin la del resurgimiento nacionalista, expresado tanto en el desafo a los estados-nacin establecidos, como en la extensa reconstruccin de la identidad atendiendo a la nacionalidad, siempre afirmada contra lo ajeno despus de que se hubiera declarado la defuncin del nacionalismo de una muerte triple: la globalizacin de la economa y la internacionalizacin de las instituciones polticas; el universalismo de una cultura en buena parte compartida, difundida por los medios de comunicacin, la educacin, la urbanizacin y la modernizacin; y el asalto terico al concepto mismo de naciones.

La explosin de los nacionalismos en este fin de milenio, en estrecha relacin con el debilitamiento de los estados-nacin existentes, no encaja bien en este modelo terico que asimila naciones y nacionalismos al surgimiento y consolidacin del estado nacin moderno tras la Rev. Francesa, que funcion en gran parte del mundo como modelo para su fundacin.

Los nacionalismos con mayor xito presuponen cierta comunidad de territorio, lengua o cultura anterior, que proporcionan la materia prima para el proyecto intelectual de la nacionalidad. El nacionalismo y las naciones tienen vida propia, independiente de la condicin de estado, si bien incorporada en construcciones culturales y proyectos polticos.

Las naciones son puros artefactos ideolgicos construidos mediante la manipulacin arbitraria de mitos histricos por parte de los intelectuales para el inters de las lites social y econmica. Sin duda, la etnicidad, la religin, la lengua, el territorio per se no son suficientes para construir naciones e inducir el nacionalismo. S lo es la experiencia compartida: tanto los Estados Unidos como Japn son pases con una fuerte identidad nacional y la mayora de sus ciudadanos nacionales experimentan y expresan fuertes sentimientos patriticos.

En ambos casos, existe una historia y un proyecto compartidos y sus narrativas histricas se construyeron sobre una experiencia social, tnica, territorial y de gnero diversificada, pero comn a la gente de cada pas por muchas razones. Otras naciones y nacionalismos no alcanzaron la condicin de estados-nacin modernos (Escocia, Catalua, Quebec, Kurdistn, Palestina) y sin embargo muestran y algunos lo han hecho durante varios siglos, una fuerte identidad cultural/territorial que se expresa como un carcter nacional.

Cuando se investiga el nacionalismo contemporneo deben destacarse cuatro puntos analticos principales con referencia a las teoras sociales del nacionalismo.

-Primero, el nacionalismo contemporneo puede, o no, orientarse hacia la construccin de un estado-nacin soberano y, por lo tanto, las naciones son, desde el punto de vista histrico y analtico, entidades independientes del estado.

-Segundo, las naciones y los estados-naciones no estn histricamente limitados al estado-nacin moderno constituido en Europa en los doscientos aos posteriores a la Revolucin francesa. La experiencia poltica actual parece rechazar la idea de que el nacionalismo se vincule exclusivamente al periodo de formacin del estado-nacin moderno. El anlisis de Panarin queda justificado por el desarrollo de los movimientos nacionalistas en muchas zonas del mundo, que siguen una amplia variedad de orientaciones culturales y proyectos polticos hacia el fin del siglo XX.

-Tercero, el nacionalismo no es necesariamente un fenmeno de lite y, de hecho, el actual suele ser una reaccin contra las lites globales. La formacin de las naciones y el surgimiento de los nacionalismos tnicos parece ms probable que responda a la institucionalizacin de la religin sustituida que a una ideologa poltica.

-Cuarto, debido a que el nacionalismo contemporneo es ms reactivo que proactivo, tiende a ser ms cultural que poltico y, por ello, se orienta ms hacia la defensa de una cultura ya institucionalizada que hacia la construccin o defensa de un estado. Cuando se crean, o recrean, nuevas instituciones polticas, son trincheras defensivas de la identidad, ms que plataformas de lanzamiento de la soberana poltica.

El nacionalismo cultural pretende regenerar la comunidad nacional mediante la creacin, conservacin o fortalecimiento de una identidad cultural del pueblo cuando se siente que falta o est amenazada. El nacionalismo cultural considera a la nacin un producto de su historia y cultura nicas, y como una solidaridad colectiva dotada de atributos nicos. As pues, el nacionalismo se construye por la accin y reaccin social, tanto por parte de las lites como de las masas, como sostiene Hobsbawn, contradiciendo la importancia otorgada por Gellner a la cultura elevada como el origen exclusivo del nacionalismo.

Reducir las naciones y nacionalismos al proceso de construccin del estado-nacin hace imposible explicar el ascenso simultaneo del nacionalismo y el declive del estado moderno. Rubert de Vents, en una versin depurada y puesta al da de la perspectiva clsica de Deutsch, ha sugerido una teora ms compleja que contempla el surgimiento de la identidad nacional mediante la interaccin histrica de cuatro series de factores: factores primarios (etnicidad, territorio, lengua, religin); factores generativos (desarrollo de las comunicaciones y la tecnologa, la formacin de las ciudades, el surgimiento de ejrcitos modernos); factores inducidos (codificacin del lenguaje en gramticas oficiales, expansin de las burocracias, establecimiento de un sistema de educacin nacional); y factores reactivos (defensa de las identidades oprimidas y los intereses sometidos por un grupo social dominante o un aparato institucional).

El nacionalismo se construye cultural y polticamente, pero lo que importa realmente, tanto desde la perspectiva terica como desde la prctica es lo mismo que en todas las identidades, cmo, a partir de qu, por quin y para qu se construye.

En este fin de siglo, el nacionalismo parece ser una importante fuerza que subyace en la constitucin de cuasi-estados; es decir, entidades polticas que comparten la soberana, ya sea en el federalismo avanzado o el multilateralismo internacional (Unin Europea). Los estados-nacin centralizados, que se resisten a esta tendencia de movimientos nacionalistas en bsqueda de un carcter casi estatal como una nueva realidad histrica (por ejemplo, Indonesia, Nigeria, Sri Lanka e incluso India), pueden caer vctimas de este error mortal de asimilar la nacin al estado.

Las naciones contra el estado: la desintegracin de la Unin Sovitica y la Comunidad de Estados Imposibles (Sojuz Nevozmoznij Gosudarstv)

La revuelta de las naciones constituyentes contra el estado sovitico fue un factor importante, si bien no el nico, en el sorprendente derrumbamiento de la Unin Sovitica. La Revolucin rusa ha abierto y cerrado el espacio poltico del siglo XX.

En efecto, la revuelta nacionalista contra la Unin Sovitica fue particularmente significativa porque era uno de los pocos estados modernos construido de forma explcita como un estado plurinacional, con nacionalidades afirmadas tanto para los individuos (cada ciudadano sovitico tena adjudicada la nacionalidad escrita en su pasaporte) como en la administracin territorial de la Unin Sovitica. El estado sovitico estaba organizado en un complejo sistema de 15 repblicas federales, a las que se sumaban repblicas autnomas dentro de las repblicas federales, territorios y distritos autctonos autnomos, comprendiendo adems cada repblica varias provincias.

Se reprimieron con rudeza las expresiones de los nacionalistas autnomos que contradecan la voluntad del Partido Comunista Sovitico, sobre todo durante el periodo estalinista, y millones de ucranianos, estonios, letones, lituanos, alemanes del Volga, trtaros de Crimea, chechenos, meshchers, inguches, balearios, karachi y kalmikos fueron deportados a Siberia y Asia Central para impedir su colaboracin con los invasores alemanes o con otros enemigos potenciales, o simplemente para despejar la tierra para proyectos estratgicos del estado.

Las polticas indigenistas fueron apoyadas por Lenin y Stalin hasta la dcada de 1930 y renovadas en la de 1960. Fomentaron las lenguas y costumbres autctonas, aplicaron programas de accin positiva, favorecieron el reclutamiento y la promocin de nacionalidades no rusas dentro del estado y de los aparatos del partido de las repblicas, as como en las instituciones educativas, y fomentaron el desarrollo de lites culturales nacionales, naturalmente con la condicin de subordinarse al poder sovitico.

Las razones de esta aparente apertura a la autodeterminacin nacional (encarnada en la Constitucin sovitica en el derecho de las repblicas a separarse de la Unin) subyacen en la historia y la estrategia del estado sovitico. El federalismo plurinacional sovitico fue el resultado de un compromiso que sigui a los intensos debates polticos e ideolgicos mantenidos durante el periodo revolucionario. Originalmente, la posicin bolchevique, en lnea con el pensamiento marxista clsico, neg la importancia de la nacionalidad como criterio significativo para construir el nuevo estado: el internacionalismo proletario se ide para sustituir las diferencias artificiales o secundarias entre las clases obreras. Pero en enero de 1918, la urgencia de encontrar alianzas militares en la guerra civil y en la resistencia contra la invasin extranjera, convenci a Lenin de la necesidad de lograr el apoyo de las fuerzas nacionalistas de fuera de Rusia.

El Tercer Congreso de los Soviets adopt la Declaracin de los Derechos de los Pueblos Obreros y Explotados, transformando las ruinas del imperio ruso en la unin fraternal de Repblicas Soviticas de Rusia que se reunan libremente de forma interna. A esta federalizacin interna de Rusia los bolcheviques aadieron una federalizacin externa de otras naciones.

Lenin y Stalin opusieron el principio de la territorialidad como la base del carcter de nacin. El resultado fue la estructura nacional de mltiples capas del estado sovitico: la identidad nacional se reconoci en las instituciones de gobierno. Sin embargo, en aplicacin del principio del centralismo democrtico, esta diversidad de subditos territoriales estara bajo el control de los aparatos dominantes del Partido Comunista Sovitico y del estado sovitico. De este modo, la Unin Sovitica se construy en torno a una identidad doble: por una parte, las identidades tnicas/nacionales (incluida la rusa); por la otra, la identidad sovitica como el cimiento de la nueva sociedad.

En torno a Rusia se organizaron repblicas soviticas en los lmites distantes de la Unin Sovitica, de modo que a la larga protegieran, a la vez, el poder sovitico y su independencia nacional. ste es el motivo por el que algunas zonas con base tnica, como Azerbaiyn, se convirtieron en repblicas soviticas, pues eran frontera con el mundo exterior, mientras que otras con una composicin tnica igualmente caracterstica, como Chechenia se mantuvieron en la Federacin Rusa.

Esta tensin constante entre el universalismo de la clase obrera de la utopa comunista y los intereses geopolticos basados en las identidades tnicas/nacionales de os aliados potenciales fue la que determin la esquizofrenia de la poltica sovitica hacia la cuestin nacional. El resultado de estas contradicciones a lo largo de toda la atormentada historia de la Unin Sovitica fue una unin incoherente de retazos de pueblos, nacionalidades e instituciones estatales. Las ms de cien nacionalidades y grupos tnicos de la Unin sovitica se dispersaron a lo largo de su inmensa geografa, siguiendo estrategias geopolticas, castigos y recompensas colectivos, y caprichos individuales.

Adems, se enviaron rusos a todo el territorio de la Unin Sovitica, por lo general como trabajadores cualificados o pioneros voluntarios, a veces como gobernantes y otras como exiliados. As pues, cuando se desintegr sta, el principio de la nacionalidad territorial atrap en las nuevas repblicas independientes a decenas de millones de repentinos nacionales extranjeros.

Una de las mayores paradojas del federalismo sovitico es que Rusia fue probablemente la nacionalidad ms discriminada. La Federacin Rusa tuvo mucha menor autonoma poltica del estado central sovitico que cualquier otra repblica. Los anlisis realizados por los economistas regionales demostraron que, en trminos generales, hubo una transferencia neta de riqueza, recursos y formacin de Rusia al resto de las repblicas.

As pues, aunque hubo en efecto una poltica de rusificacin de la cultura por toda la Unin Sovitica y los rusos tnicos tomaron el control del partido, el ejrcito y la KGB, la identidad rusa como identidad nacional fue reprimida en mucho mayor grado que el resto de las nacionalidades, alguna de las cuales revivieron simblicamente en virtud del federalismo plurinacional.

Esta constitucin paradjica del estado sovitico se expres en la revuelta contra la Unin Sovitica, utilizando el respiro proporcionado por la glasnost de Gorbachov. Las repblicas blticas, anexionadas a la fuerza en 1940 desafiando el derecho internacional, fueron las primeras en reclamar su derecho a la autodeterminacin. Pero las sigui de cerca un fuerte movimiento nacionalista ruso que, de hecho, fue la fuerza movilizadora ms vigorosa contra el estado sovitico. Fue la estrategia de Yeltsin de desmantelar el estado sovitico, mediante la concentracin del poder y los recursos en las instituciones republicanas, la que condujo al acuerdo con otras repblicas, en primer lugar con Ucrania y Bielorrusia, en diciembre de 1991, para poner fin a la Unin Sovitica y transformar a las ex repblicas soviticas en estados soberanos, confederados de forma flexible en la Comunidad de Estados Independientes.

El asalto al estado sovitico no fue dirigido solo por los movimientos nacionalistas: se enlaz con las demandas de los demcratas y con los intereses de las lites polticas de diversas repblicas, labrando un espacio propio entre las ruinas de un imperio que se desmoronaba. Pero tom una forma nacionalista y recibi el apoyo popular en nombre de la nacin.

Los primeros aos de existencia de este nuevo conglomerado de estados independientes revelaron la fragilidad de su construccin, as como el carcter duradero de las nacionalidades con base histrica de un lado a otro de las fronteras heredadas de la desintegracin de la Unin Sovitica. La guerra de Chechenia se convirti en el problema ms espinoso de Rusia. Las repblicas blticas practicaron la discriminacin contra su poblacin rusa, induciendo nuevos conflictos intertnicos. Georgia explot en una sangrienta confrontacin entre sus mltiples nacionalidades. Azerbaiyn continu luchando intermitentemente contra los armenios en Bak y Nagorno-Karabaj. Y las repblicas musulmanas de Asia Central se vieron desgarradas entre sus lazos histricos con Rusia y la perspectiva de unirse al torbellino fundamentalista islmico que se extenda desde Irn y Afganistn.

As pues, los datos histricos parecen mostrar que el reconocimiento artificial e indiferente de la cuestin nacional por parte del marxismo-leninismo no slo no resolvi los conflictos histricos, sino que en realidad los hizo ms virulentos. En primer lugar, uno de los estados ms poderosos en la historia de la humanidad no fue capaz, tras setenta y cuatro aos, de crear una nueva identidad nacional. La resistencia al inexorable podero nazi reuni a los pueblos en torno a la bandera sovitica. Una vez que remiti el terror estalinista, a finales de los aos cincuenta, y cuando las condiciones materiales mejoraron, en los aos sesenta, se desarroll un cierto orgullo por formar parte de una nacin superpoderosa.

La nueva identidad sovitica era tan frgil y dependa tanto de la falta de informacin sobre la situacin real del pas y del mundo, que no resisti los golpes del estancamiento econmico y del conocimiento de la verdad. El estado ms poderoso, utilizando el aparato ideolgico ms ubicuo de la historia durante ms de siete dcadas, fracas en su intento de recombinar los materiales histricos y los mitos proyectados para crear una nueva identidad.

En segundo lugar, el reconocimiento formal de las identidades nacionales en la administracin territorial del estado sovitico, as como las polticas de indigenizacin, no lograron integrar estas nacionalidades en el sistema sovitico, con una excepcin significativa: las repblicas musulmanas de Asia Central, precisamente aquellas que se distinguan ms de la cultura eslava dominante. Estas repblicas dependan tanto del poder central para su supervivencia cotidiana que slo en los ltimos momentos de la desintegracin de la Unin Sovitica sus lites se atrevieron a encabezar el movimiento de independencia.

As pues, el fracaso en la integracin de las identidades nacionales en la Unin Sovitica no provino de su reconocimiento, sino del hecho de que su institucionalizacin artificial, al seguir una lgica burocrtica y geopoltica, no prest atencin a la identidad histrica y cultural/religiosa real de cada comunidad nacional y su especificidad geogrfica.

En tercer lugar, el vaco ideolgico creado por el fracaso del marxismo-leninismo para adoctrinar realmente a las masas fue reemplazado, en los aos ochenta, cuando el pueblo fue capaz de expresarse, por la nica fuente de identidad que se conservaba en la memoria colectiva: la identidad nacional. Por ello, la mayora de las movilizaciones antisoviticas, incluidos los movimientos democrticos, se llevaron a cabo bajo las respectivas banderas nacionales. Utilizaron esta estrategia porque era efectiva, porque la ideologa nacionalista resonaba ms en las mentes del pueblo que los atractivos abstractos de la democracia o las virtudes del mercado, con frecuencia asimilado con la especulacin en la experiencia personal de la gente. Por lo tanto, el resurgimiento del nacionalismo no puede explicarse por la manipulacin poltica; ms bien su uso por parte de las lites es una prueba de la perdurabilidad y vitalidad de la identidad nacional como principio movilizador.

Quizs la mayor paradoja de todo sea que cuando, al final de este recorrido histrico, surjan los nuevos estados-nacin para afirmar sus identidades reprimidas, no es probable que puedan funcionar realmente como estados soberanos plenos. Ello se debe, en primer lugar, al entrelazamiento de un mosaico de nacionalidades e identidades histricas dentro de las fronteras actuales de los estados independientes. As pues toda definicin estricta de intereses nacionales en torno a la nacionalidad dominante desde el punto de vista institucional conducira a conflictos graves en todo el continente eursico.

Los temores profundamente arraigados hacia una nueva forma de imperialismo ruso se cernirn durante mucho tiempo sobre la evolucin futura de estos nuevos estados. Por ello, no habr una reconstruccin de la Unin Sovitica, prescindiendo de quin gobierne en Rusia. No obstante, el reconocimiento pleno de la identidad nacional no puede expresarse en la independencia plena de los nuevos estados, precisamente debido a la fuerza de las identidades que transcienden las fronteras estatales.

Naciones sin estado: Catalunya

Si el anlisis de la Unin Sovitica muestra la posibilidad de que los estados, a pesar de ser poderosos, no logren producir naciones, la experiencia de Catalua nos permite reflexionar sobre las condiciones bajo las que existen las naciones y se (re)construyen en la historia, sin un estado-nacin y sin buscar establecerlo no.

Su nacimiento oficial como nacin suele fecharse en 988, cuando el conde Borrell cort finalmente los lazos con los restos del Imperio Carolingio que, hacia el ao 800, haba tomado las tierras y los habitantes de esta frontera meridional del imperio bajo su proteccin. Mientras que la mayora de la Espaa cristiana particip en la Reconquista contra los rabes durante ocho siglos, construyendo en el proceso el reino de Castilla y Len, Catalua, tras un periodo de dominacin rabe en los siglos VIll y IX, evolucion de sus orgenes carolingios para convertirse en un imperio mediterrneo. Se extendi hasta Mallorca (1229), Valencia (1238), Sicilia (1282), parte de Grecia, con Atenas (1303), Cerdea (1323) y Npoles (1442), incluyendo tambin territorios franceses ms all de los Pirineos. Los prudentes catalanes aceptaron la fusin propuesta por el pequeo pero bien situado reino de Aragn en 1137.

Hasta finales del siglo XV, tras la fusin voluntaria con la Castilla protoimperial mediante el matrimonio de Fernando, rey de Aragn, Catalua y Valencia, con Isabel, reina de Castilla, Catalua no dej de ser una entidad poltica soberana. No obstante, el poder y la riqueza de la corona espaola y su nobleza terrateniente, as como la influencia de la Iglesia fundamentalista construida en torno a la Contrarreforma, encauzaron el curso histrico en una direccin diferente, subyugando a los pueblos no castellanos, en Europa y en la Pennsula Ibrica, as como en Amrica. Catalua, como el resto de Europa, fue excluida del comercio con las colonias americanas.

La colisin de la cultura y las instituciones se aceler en el siglo XVII, cuando Felipe IV, necesitado de ingresos fiscales adicionales, increment el centralismo, provocando la insurreccin de Portugal y Catalua (donde tuvo lugar la Revuelta de los Segadores) en 1640. Portugal, con el apoyo de Inglaterra, recuper su independencia. Catalua fue derrotada y perdi la mayora de sus libertades. De nuevo, entre 1705 y 1714, luch por su autonoma respaldando la causa de los Austrias contra Felipe V, de la dinasta borbnica, en la Guerra de Sucesin espaola. Perdi todas sus instituciones polticas de autogobierno, establecidas desde la Edad Media: el gobierno municipal basado en los consejos democrticos, el parlamento, el gobierno soberano cataln {Generalitat). Las nuevas instituciones concentraron la autoridad en las manos del mando militar, o capitn general de Catalua. Sigui un largo periodo de franca represin institucional y cultural por parte de los poderes centrales, que pretendieron deliberadamente la eliminacin gradual de la lengua catalana.

Catalua se industrializ a finales del siglo XVIII y fue, durante ms de un siglo, la nica zona realmente industrial de Espaa. La fortaleza econmica de la burguesa catalana y el nivel educativo y cultural relativamente alto de la sociedad en general contrastaron durante todo el siglo XIX con su marginalidad poltica. Luego, cuando la poltica econmica de Madrid comenz a amenazar a la industria catalana aun frgil que requera proteccionismo, se desarroll un vigoroso movimiento nacionalista cataln desde finales del siglo XIX.

Sin embargo, cuando se proclam la repblica en Espaa en 1931, los republicanos de izquierda (Esquerra Republicana de Catalunya) fueron capaces de tender un puente entre la clase obrera catalana, la pequea burguesa y los ideales nacionalistas, y se convirtieron en la fuerza dominante del nacionalismo cataln. En 1932 bajo la presin popular reflejada en un referndum, el gobierno espaol aprob un Estatuto de Autonoma que restableca las libertades, el autogobierno y la autonoma cultural/lingstica de Catalua. Sin duda, la satisfaccin de las demandas nacionalistas de sta y el Pas Vasco por parte de la Repblica espaola fue uno de los principales desencadenantes de la insurreccin militar que provoc la guerra civil.

Tras la guerra civil, la represin sistemtica de las instituciones, la lengua, la cultura, la identidad y los dirigentes polticos catalanes se convirti en el sello distintivo de la dictadura de Franco. Incluy la eliminacin deliberada de los maestros catalanes de las escuelas para que fuera imposible la enseanza en cataln. En un movimiento correspondiente, el nacionalismo se convirti en el grito de unin para las fuerzas antifranquistas.

En 1979, el Estatuto de Autonoma de Catalua proporcion la base institucional para la autonoma catalana, dentro del marco de Espaa, incluyendo la declaracin del bilingismo oficial y estableciendo el cataln como la lengua propia de Catalua. En las elecciones regionales, la coalicin nacionalista catalana (Convergencia i Uni), encabezada por el ms popular lder contemporneo de Catalua, Jordi Pujol, obtuvo la mayora cinco veces consecutivas. En la dcada de 1990, Jordi Pujol es el presidente de la Asociacin de Regiones Europeas. La ciudad de Barcelona tambin se moviliz, liderada por otra figura carismtica, el alcalde socialista cataln Pasqual Maragall, Barcelona se proyect en el mundo, utilizando diestramente los Juegos Olmpicos de Verano de 1992 para surgir internacionalmente como un importante centro metropolitano.

En los aos noventa, la coalicin nacionalista catalana lleg a desempear un importante papel en la poltica espaola. La incapacidad del Partido Socialista (1993) o del Partido Popular (1996) para obtener la mayora absoluta en las elecciones generales hizo de Jordi Pujol el socio indispensable de cualquier coalicin parlamentaria de gobierno. Primero apoy a los socialistas y luego a los conservadores. Lentamente, pero de forma segura, Catalua, junto con el Pas Vasco, estn forzando a Espaa a convertirse, a su pesar, en un estado federal muy descentralizado, ya que el resto de las regiones reclaman el mismo grado de autonoma y recursos que obtienen catalanes y vascos. Y, no obstante, con la excepcin de un pequeo, democrtico y pacfico movimiento proindependentista, los catalanes y la coalicin nacionalista catalana rechazan la idea del separatismo, declarando que slo necesitan instituciones para existir como nacin, no para convertirse en un estado-nacin soberano.

Pujol insiste en la lengua como el cimiento de la identidad catalana, al igual que la mayora de los observadores. Los hablantes catalanes, an en lucha contra la prohibicin de su lengua, se vieron sumergidos por una oleada tras otra de trabajadores de lengua castellana que se establecieron en Catalua, sobre todo en los barrios de las afueras de Barcelona. As pues, una vez que recuper su autonoma con la Constitucin espaola de 1978, en 1983 el Parlamento cataln vot por unanimidad una Ley de Normalizacin Lingstica que introdujo la enseanza del cataln en todas las escuelas y universidades pblicas, as como su utilizacin en las administraciones, en los lugares pblicos, las calles, las carreteras y la televisin pblica.

Aunque los nacionalistas catalanes definen como cataln a todo aquel que vive y trabaja en Catalua, tambin aaden y quiere ser cataln. Y el signo de querer ser es hablar la lengua o tratar de hacerlo. Muy bien pudiera ser que las naciones sin estados se organizaran en tomo a comunidades lingsticas aunque, como es obvio, una lengua comn no hace una nacin. Sin duda, las naciones latinoamericanas pondran objeciones a este planteamiento, al igual que el Reino Unido y los Estados Unidos.

Catalua ha buscado la autonoma sin amenazar al estado espaol, integrando a los inmigrantes, soportando la humillacin (de hecho, conmemorndola todos los aos) y existiendo an como Catalua. El anlisis de clase no puede explicar la continuidad del discurso explcito de la identidad catalana a lo largo de la historia, pese a todos los esfuerzos del centralismo espaol para erradicarla.

El catalanismo se ha solido asociar con el romanticismo del siglo XIX, pero tambin se conect con el movimiento modernista de finales de siglo, orientado hacia Europa y el movimiento internacional de ideas, y ausente del regeneracionismo tradicional espaol en busca de una nueva fuente de valores transcendentes tras la prdida de los restos del imperio en 1898. Comunidad cultural, organizada en torno a la lengua y una historia compartida, Catalua no es una entidad imaginada, sino un producto histrico constantemente renovado.

Esta diferenciacin entre la identidad cultural y el poder del estado, entre la soberana incontestable de los aparatos y la interconexin de las instituciones que comparten el poder, es una innovacin histrica en relacin con la mayora de los procesos de construccin de los estados-nacin. Al no buscar un nuevo estado, sino luchar para conservar su nacin, los catalanes quizs hayan recorrido un ciclo completo desde sus orgenes como pueblo de identidad cultural/lingstica y comercio sin fronteras, y de instituciones de gobierno flexibles, rasgos todos que parecen caracterizar a la era de la informacin.

Las naciones de la era de la informacin

En aras de la claridad, las naciones son comunas culturales construidas en las mentes de los pueblos y la memoria colectiva por el hecho de compartir la historia y los proyectos polticos. La nacionalidad catalana se fue destilando a lo largo de mil aos de compartir, mientras que los Estados Unidos de Amrica forjaron una identidad nacional muy fuerte pese, o debido, a su multietnicidad en slo dos siglos.

Lo que resulta esencial es la distincin histrica entre naciones y estados, que slo llegaron a fundirse, y no en el caso de todas las naciones, en la era moderna. Sabemos de naciones sin estados (Catalua, Pas Vasco, Escocia o Quebec), de estados sin naciones (Singapur, Taiwan o Sudfrica) o de estados plurinacionales (Unin Sovitica, Blgica, Espaa o Reino Unido), de estados uninacionales (Japn), de naciones divididas por estados (Corea) y de estados que comparten naciones (suecos en Suecia y Finlandia, irlandeses en Irlanda y el Reino Unido). Lo que est claro es que la ciudadana no es igual a la nacionalidad.

Dos fenmenos parecen ser caractersticos del periodo histrico actual: en primer lugar, la desintegracin de los estados plurinacionales que tratan de seguir siendo plenamente soberanos o negar la pluralidad de sus constituyentes nacionales (ste fue el caso de la antigua Unin Sovitica, de la antigua Yugoslavia, de la antigua Etiopa, de Checoslovaquia y quizs lo sea, en el futuro, de Sri Lanka, India, Indonesia, Nigeria y otros pases). En segundo lugar, observamos el desarrollo de las naciones que se detienen en el umbral de la condicin de estado, pero obligan a su estado matriz a adaptarse y ceder soberana, como en el caso de Catalua, el Pas Vasco, Flandes, Valonia, Escocia, Quebec y, potencialmente, Kurdistn, Cachemira, Punjab o Timor Oriental.

La lengua, sobre todo una plenamente desarrollada, es un atributo fundamental de autorreconocimiento y para el establecimiento de una frontera nacional invisible menos arbitraria que la territorialidad v menos exclusiva que la etnicidad. La lengua, como expresin directa de la cultura, se convierte en la trinchera de la resistencia cultural, el ltimo bastin del autocontrol, el refugio del significado identificable.

LA DESVINCULACIN TNICA: RAZA, CLASE E IDENTIDAD EN LA SOCIEDAD RED

La etnicidad ha sido una fuente fundamental de significado y reconocimiento a lo largo de toda la historia humana. Es una estructura bsica de la diferenciacin y el reconocimiento sociales, as como de la discriminacin, en muchas sociedades contemporneas, de los Estados Unidos a frica Subsahariana.

Aunque la raza tiene importancia, probablemente ms que nunca como fuente de opresin y discriminacin, la etnicidad se est fragmentando como fuente de sentido e identidad, no para fundirse con otras identidades, sino bajo principios ms amplios de autodefinicin cultural, como la religin, la nacin o el gnero.

La condicin contempornea de los afroamericanos se ha transformado en las tres ltimas dcadas debido a un fenmeno fundamental: su profunda divisin a lo largo de lneas de clase. Apoyada por una corriente de investigacin durante la dcada pasada, la tesis de Wilson y su desarrollo sealan una espectacular polarizacin entre los afroamericanos. Por una parte, espoleada por el movimiento en favor de los derechos civiles de los aos sesenta y sobre todo gracias a los programas de accin afirmativa, ha surgido una clase media afroamericana numerosa y con una buena educacin, que ha hecho avances significativos en la estructura del poder poltico y, en cierta medida, en el mundo de las grandes empresas. Varios investigadores atribuyen la formacin de una infraclase al efecto combinado de una economa de la informacin desequilibrada, de la segregacin espacial y de una poltica pblica errada.

El crecimiento de la economa de la informacin exige un mayor nivel de educacin y reduce la disponibilidad de trabajos manuales estables, perjudicando la entrada de los negros en el mercado laboral. Los negros de clase media huyen del centro de las ciudades, dejando tras de s, atrapadas, a las masas de pobres urbanos. Para cerrar el crculo, la nueva lite poltica negra encuentra apoyo entre los votantes pobres urbanos.

La poblacin masculina negra y pobre est sometida a un encarcelamiento masivo o vive bajo el control del sistema penal (en espera de juicio, en libertad condicional). Aunque los negros representan en torno al 12% de la poblacin estadounidense, en la dcada de los noventa suponen ms del 50% de los internos de las prisiones. El argumento tristemente famoso del varn ausente en la familia afroamericana pobre se explica en parte por el hecho de que muchos hombres pobres pasan considerables periodos de su vida en la crcel, as que las mujeres han de estar preparadas para criar a los hijos por s mismas o para dar a luz bajo su propia responsabilidad.

La cultura negra tuvo que aprender a salir adelante con su negacin sin caer en la autodestruccin (poca de la esclavitud). Y lo hizo. De las canciones al arte, de las iglesias comunales a la hermandad, la sociedad negra surgi con un profundo sentido del significado colectivo, que no se perdi durante los masivos xodos rurales hacia los guetos del norte, cuyos sueos y potencial fueron personificados por Martin Luther King en los aos sesenta.

No obstante, la divisoria fundamental que introdujo entre los negros el xito parcial del movimiento en defensa de los derechos civiles ha transformado este panorama cultural. Los negros de clase media son precisamente quienes sienten mayor amargura por la ilusin frustrada del sueo americano y se consideran ms discriminados por la permanencia del racismo, mientras que la mayora de los blancos creen que los negros estn resultando indebidamente favorecidos por las polticas de accin afirmativa y se quejan por la inversin de la discriminacin. Por otra parte, los negros pobres, aunque son plenamente conscientes del racismo, parecen creer en el sueo americano en mayor medida que la clase media negra y, en todo caso, son ms fatalistas e individualistas acerca de su destino.

Por lo tanto, la raza importa mucho. Pero, al mismo tiempo, la divisoria de clase entre los negros ha creado unas condiciones de vida tan fundamentalmente diferentes, que existe una hostilidad creciente, entre los pobres, contra aquellos antiguos hermanos que los han excluido. La mayora de los negros de clase media se esfuerzan por escapar no slo de la realidad del gueto, sino del estigma que los ecos del gueto moribundo proyecta sobre ellos a travs de su piel. Lo hacen, sobre todo, aislando a sus hijos de las comunidades de negros pobres mientras, al mismo tiempo, reinventan una identidad afroamericana que revive los temas del pasado, africano o estadounidense, pero que guarda silencio sobre la tragedia del presente.

En un movimiento paralelo, los guetos de fin de milenio desarrollan una nueva cultura, compuesta por afliccin, rabia y reaccin individual contra la exclusin colectiva, donde el hecho de ser negros importa menos que las situaciones de exclusin, que crean nuevos vnculos, por ejemplo, las bandas territoriales, que comienzan en las calles y se consolidan en las crceles. De esta cultura surge el rap, no el jazz. No es de ningn modo la misma identidad que la que surge en la clase media afroamericana mediante la reconstruccin cuidadosa de la humanidad de la raza.

Llevar este fracaso de los esfuerzos para la plena integracin a un renacimiento del separatismo negro en los Estados Unidos? Podra ser sta la nueva base de la identidad, en lnea directa con los movimientos radicales de la dcada de los sesenta, como ejemplificaron los Panteras Negras? As parecera, al menos entre la juventud militante, si hemos de prestar atencin al culto renovado a Malcolm X, la creciente influencia de la Nation of Islam de Farrakhan o, ms an, el impacto extraordinario de la Marcha del Milln de Hombres de 1995 en Washington D.C., organizada en torno a la expiacin, la moralidad y el orgullo de los hombres negros. No obstante, estas nuevas manifestaciones de identidad cultural-poltica revelan ms grietas entre los afroamericanos y en realidad se organizan en torno a principios de autoidentificacin que no son tnicos sino religiosos (islam, iglesias negras) y estn fuertemente sesgados en cuanto al gnero (orgullo masculino, responsabilidad masculina, subordinacin femenina).

El anhelo por la comunidad perdida es el que est surgiendo en los Estados Unidos negros en la dcada de los noventa, quizs porque la herida ms profunda infligida a los afroamericanos en la dcada pasada haya sido la prdida gradual de la identidad colectiva, que lleva a la deriva individual cuando an se padece un estigma colectivo.

La etnicidad no proporciona la base para parasos comunales en la sociedad red, porque se fundamenta en lazos primordiales que pierden significado, cuando se separan de su contexto histrico, como cimiento para la reconstruccin del sentido en un mundo de flujos y redes, de recombinacin de imgenes y de resignacin de significado. Los materiales tnicos se integran en comunas culturales que son ms vigorosas y estn definidas con mayor amplitud que la etnicidad, tales como la religin o el nacionalismo, como afirmaciones de la autonoma cultural en un mundo de smbolos.

IDENTIDADES TERRITORIALES: LA COMUNIDAD LOCAL

Uno de los debates ms antiguos en la sociologa urbana hace referencia a la prdida de la comunidad como resultado, primero de la urbanizacin y, luego, de la suburbanizacin. La gente se socializa e interacta en su entorno local, ya sea en el pueblo, la ciudad o los suburbios residenciales, y construye redes sociales entre sus vecinos. Por otra parte, las identidades de base local se combinan con otras fuentes de significado y reconocimiento social en un patrn altamente diversificado que permite interpretaciones alternativas.

No es inexacto decir que los entornos locales, per se, no inducen un modelo especfico de conducta o, a este respecto, una identidad distintiva. No obstante, lo que los autores comunalistas sostendran es que la gente se resiste al proceso de individualizacin y atomizacin social, y tiende a agruparse en organizaciones territoriales que, con el tiempo, generan un sentimiento de pertenencia y, en ltima instancia, en muchos casos, una identidad cultural y comunal. Es decir, la gente debe participar en movimientos urbanos (no muy revolucionarios) mediante los cuales se descubren y defienden los intereses comunes, se comparte en cierta medida la vida y puede producirse nuevo sentido.

Los movimientos urbanos (los procesos de movilizacin social intencionales, organizados en un territorio determinado, orientados hacia fines relacionados con lo urbano) se centraban en tres conjuntos principales de objetivos: demandas urbanas sobre las condiciones de vida y el consumo colectivo, afirmacin de la identidad cultural local y conquista de la autonoma poltica local y la participacin ciudadana. Diferentes movimientos combinaban estos tres conjuntos de fines en proporciones diversas y los resultados de sus esfuerzos eran igualmente distintos.

Los movimientos urbanos se van a convertir en fuentes cruciales de resistencia a la lgica unilateral del capitalismo, el estatismo y el informacionalismo. El fracaso de los movimientos y polticas (por ejemplo, el movimiento obrero, los partidos polticos) en contrarrestar la explotacin econmica, la dominacin cultural y la opresin poltica ha dejado a la gente sin otra eleccin que rendirse o reaccionar atendiendo a la fuente ms inmediata de autorreconocimiento y organizacin autnoma: su localidad. As fue como surgi la paradoja de una poltica cada vez ms local en un mundo estructurado por procesos cada vez ms globales.

En sntesis, las principales trayectorias de los movimientos urbanos durante las dcadas de los ochenta y los noventa pueden resumirse bajo cuatro epgrafes:

En primer lugar, en muchos casos los movimientos urbanos, y sus discursos, actores y organizaciones, se han integrado en la estructura y la prctica de los gobiernos locales, ya sea de forma directa o indirecta, mediante un sistema diversificado de participacin ciudadana y desarrollo comunitario. Esta tendencia, aunque liquida los movimientos urbanos como fuente de cambio social alternativo, ha reforzado considerablemente al gobierno local e introducido la posibilidad del estado local como instancia significativa de reconstruccin del control poltico y el significado social.

En segundo lugar, las comunidades locales y sus organizaciones han alimentado las bases de un movimiento medioambiental amplio e influyente, sobre todo en los barrios de clase media, y en los suburbios, las zonas residenciales ms alejadas y el campo urbanizado. Sin embargo, estos movimientos son con mucha frecuencia defensivos y reactivos, centrndose en la conservacin ms estricta de su espacio y entorno inmediato. Establecer una distincin importante entre la bsqueda del control del espacio (una reaccin defensiva) y la bsqueda del control del tiempo; es decir, la conservacin de la naturaleza y del planeta para las generaciones futuras, a muy largo plazo.

En tercer lugar, un vasto nmero de comunidades pobres de todo el mundo han participado en una supervivencia colectiva. Ya sea en los asentamientos ilegales de Amrica Latina, en el centro de las ciudades estadounidenses o en los barrios de clase obrera de las ciudades asiticas, las comunidades han construido sus estados de bienestar propios (en ausencia de las polticas pblicas responsables) basndose en redes de solidaridad y reciprocidad. Estas comunidades locales organizadas han desempeado, y continan desempeando, un importante papel en la supervivencia diaria de una proporcin significativa de la poblacin urbana mundial, en el umbral de la hambruna y la epidemia.

En cuarto lugar, si no se escuchan las peticiones de los movimientos urbanos, si siguen cerrados los nuevos caminos polticos, si los nuevos movimientos sociales centrales (feminismo, nuevo movimiento obrero, autogestin, comunicacin alternativa) no se desarrollan plenamente, volvern los movimientos urbanos, pero esta vez como sombras urbanas vidas de destruir los muros cerrados de su ciudad cautiva.

Afortunadamente, el fracaso no fue total y la expresin diversificada de las comunidades locales organizadas proporcion caminos para la reforma, la supervivencia y la autoidentificacin, pese a la falta de movimientos sociales importantes, capaces de articular el cambio en la nueva sociedad que ha surgido en las dos ltimas dcadas. No obstante, las duras medidas de ajuste econmico de los aos ochenta, la extendida crisis de legitimidad poltica y el impacto exclusionista del espacio de los flujos sobre el espacio de los lugares afectaron a la vida social y la organizacin en las comunidades locales pobres. En las ciudades estadounidenses, surgieron las bandas como una forma importante de asociacin, trabajo e identidad para cientos de miles de jvenes. Las bandas, o su equivalente funcional, no son de ningn modo un graffiti estadounidense.

Hay algo nuevo en las bandas de la dcada de los noventa, que caracteriza a la construccin de la identidad como el espejo distorsionante de la cultura informacional. Es una cultura del fin inmediato de la vida, no de su negacin, sino de su celebracin. Es en realidad tan diferente de la cultura del narcisismo consumista descrito por Lasch? Es la nueva identidad de las bandas la cultura del hiperindividualismo comunal? Individualismo porque, en el modelo de gratificacin inmediata, slo el individuo puede ser una unidad contable apropiada. Comunalismo porque, para que este hiperindividualismo sea una identidad necesita un medio de apreciacin y apoyo mutuo: una comuna.

As pues, las comunidades locales, construidas mediante la accin colectiva y conservadas mediante la memoria colectiva, son fuentes especficas de identidades. Pero estas identidades, en la mayora de los casos, son reacciones defensivas contra las imposiciones del desorden global y el cambio de ritmo rpido e incontrolable.

CONCLUSIN: LAS COMUNAS CULTURALES DE LA ERA DE LA INFORMACIN

Para aquellos actores sociales excluidos de la individualizacin, o que se resisten a ella, de la identidad unida a la vida en las redes globales de poder y riqueza, las comunas culturales de base religiosa, nacional o territorial parecen proporcionar la principal alternativa para la construccin de sentido en nuestra sociedad. Estas comunas culturales se caracterizan por tres rasgos principales. Aparecen como reacciones a las tendencias sociales imperantes, a las que se opone resistencia en nombre de las fuentes autnomas de sentido. Son, desde el principio, identidades defensivas que funcionan como refugio y solidaridad, para proteger contra un mundo exterior hostil. Estn constituidas desde la cultura; esto es, organizadas en torno a un conjunto especfico de valores, cuyo significado y participacin estn marcados por cdigos especficos de autoidentificacin: la comunidad de creyentes, los iconos del nacionalismo, la geografa de la localidad.

La etnicidad, aunque es un rasgo fundamental de nuestras sociedades, sobre todo como fuente de discriminacin y estigma, no puede inducir por s misma comunas. Ms bien, es probable que se incorpore a la religin, la nacin y la localidad, cuya especificidad tiende a reforzar.

El fundamentalismo religioso, el nacionalismo cultural, las comunas territoriales son, en general, reacciones defensivas. Reacciones contra tres amenazas fundamentales, percibidas en todas las sociedades por la mayora de la humanidad en este fin de milenio. Reaccin contra la globalizacin, que disuelve la autonoma de las instituciones, las organizaciones y los sistemas de comunicacin donde vive la gente. Reaccin contra la interconexin y la flexibilidad, que difumina los lmites de la pertenencia y la participacin, individualiza las relaciones sociales de produccin y provoca la inestabilidad estructural del trabajo, el espacio y el tiempo. Reaccin contra la crisis de la familia patriarcal, raz de la transformacin de los mecanismos de construccin de la seguridad, la socializacin, la sexualidad y, por lo tanto, de los sistemas de la personalidad.

Dios, patria, familia y comunidad proporcionarn cdigos eternos e indestructibles en torno a los cuales se organizar una contraofensiva a la cultura de la virtualidad real. La lengua y las imgenes comunales son esenciales para restaurar la comunicacin entre los cuerpos autonomizados, escapando al dominio de los flujos ahistricos, pero tratando de restablecer nuevos modelos de comunicacin significativa entre los creyentes.

La identidad legitimadora parece haber entrado en una crisis fundamental debido a la rpida desintegracin de la sociedad civil heredada de la era industrial y al declive del estado-nacin, la principal fuente de legitimidad. Esta negacin de las sociedades civiles y las instituciones polticas, donde surgen comunas culturales, lleva al cierre de las fronteras de la comuna. En contraste con las sociedades civiles diferenciadas y pluralistas, las comunas culturales muestran escasa diferenciacin interna.

Es posible que de esas comunas puedan surgir nuevos sujetos, con lo que se construir un nuevo sentido en torno a la identidad proyecto. En efecto, dada la crisis estructural de la sociedad civil y el estado-nacin, quizs sta sea la principal fuente potencial de cambio social en la sociedad red.

El surgimiento de identidades proyecto de tipos diferentes no es una necesidad histrica. Muy bien pudiera ser que la resistencia cultural permaneciera encerrada en las fronteras de las comunas. Si esto es as, y donde y cuando lo sea, el comunalismo cerrar el crculo de su fundamentalismo latente sobre sus propios componentes, provocando un proceso que quizs transforme los parasos comunales en infiernos celestiales.