Identidades de género — Identidades colectivas ... · Las diferentes corrientes feministas...

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Identidades de género — Identidades colectivas: trayectorias militantes en los feminismos contemporáneos María Martínez González CEIC – UPV/EHU y EHESS (París) 1. Introducción Esta comunicación aborda la vinculación de las identidades de género y las identidades colectivas en base al análisis de algunas trayectorias militantes en el feminismo contemporáneo en España. Los discursos y las prácticas de género aparecen como elemento fundamental en la constitución de los sujetos feministas contemporáneos, y la articulación de dichos discursos y prácticas con otras dinámicas —generacionales, ideológicas, territoriales...— conforman trayectorias que informan de los múltiples procesos de construcción de las identidades feministas contemporáneas. A partir del análisis de biografías militantes (Bertaux, 1980; 1997) realizadas con mujeres vinculadas a diferentes organizaciones, asociaciones y colectivos feministas del Estado Español, se abordará la hipótesis planteada anteriormente. Para ello, se realizará, en un primer momento, un rápido repaso de las movilizaciones feministas en la España contemporánea con el objetivo de señalar la importancia de algunas dinámicas en la conformación de las trayectorias militantes. En segundo lugar, se revisará la metodología y las técnicas de investigación utilizadas para el estudio de trayectorias militantes atendiendo especialmente a la necesidad de desarrollar una metodología que permitiera el cruce entre la experiencia individual —la vivencia de las normas de género—, y la experiencia de movilización colectiva —el cambio de modelo normativo— . Por último, se presentarán algunas trayectorias significativas en tanto indican la articulación de varias dinámicas específicas (generacionales, territoriales, ideológicas...). Estas trayectorias pueden y deber leerse como experiencias a la vez individuales y colectivas que incorporan y generan discursos y prácticas de normalización y desregulación de las identidades colectivas y de género. 2. Una historia (interesada) del movimiento feminista en España La mayoría de trabajos en torno al movimiento feminista establecen 1975 como su año fundacional. No es casualidad ya que, —además de que la ONU declaró 1975 el año Internacional de las Mujeres— en diciembre de ese año se celebran en Madrid

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Identidades de género — Identidades colectivas: trayectorias militantes en los feminismos contemporáneos

María Martínez González

CEIC – UPV/EHU y EHESS (París)

1. Introducción

Esta comunicación aborda la vinculación de las identidades de género y las

identidades colectivas en base al análisis de algunas trayectorias militantes en el

feminismo contemporáneo en España. Los discursos y las prácticas de género

aparecen como elemento fundamental en la constitución de los sujetos feministas

contemporáneos, y la articulación de dichos discursos y prácticas con otras dinámicas

—generacionales, ideológicas, territoriales...— conforman trayectorias que informan de

los múltiples procesos de construcción de las identidades feministas contemporáneas.

A partir del análisis de biografías militantes (Bertaux, 1980; 1997) realizadas

con mujeres vinculadas a diferentes organizaciones, asociaciones y colectivos

feministas del Estado Español, se abordará la hipótesis planteada anteriormente. Para

ello, se realizará, en un primer momento, un rápido repaso de las movilizaciones

feministas en la España contemporánea con el objetivo de señalar la importancia de

algunas dinámicas en la conformación de las trayectorias militantes. En segundo lugar,

se revisará la metodología y las técnicas de investigación utilizadas para el estudio de

trayectorias militantes atendiendo especialmente a la necesidad de desarrollar una

metodología que permitiera el cruce entre la experiencia individual —la vivencia de las

normas de género—, y la experiencia de movilización colectiva —el cambio de modelo

normativo— . Por último, se presentarán algunas trayectorias significativas en tanto

indican la articulación de varias dinámicas específicas (generacionales, territoriales,

ideológicas...). Estas trayectorias pueden y deber leerse como experiencias a la vez

individuales y colectivas que incorporan y generan discursos y prácticas de

normalización y desregulación de las identidades colectivas y de género.

2. Una historia (interesada) del movimiento feminista en España

La mayoría de trabajos en torno al movimiento feminista establecen 1975 como

su año fundacional. No es casualidad ya que, —además de que la ONU declaró 1975

el año Internacional de las Mujeres— en diciembre de ese año se celebran en Madrid

las I Jornadas Nacionales por la Liberación de la Mujer.1 Como se puede observar, el

movimiento feminista en España surge fuertemente vinculado al contexto político del

momento. Como afirma Manuel Castells: “El feminismo español ha estado marcado

(…) claramente por el contexto político en el que nace: el movimiento democrático

contra la dictadura de Franco a mitad de los años 70” (1999: 231). Así, esta primera

vinculación del feminismo con el cambio político que estaba teniendo lugar en España,

va a procurar varias características a un futuro posible movimiento feminista:

1. La necesidad de cambios legislativos básicos para las mujeres lo que provoca que

el movimiento feminista tenga que preocuparse de reivindicar derechos, dejando

para un segundo momento otro tipo de reivindicaciones, como aquellas que hacían

más referencia, por ejemplo, a la subversión de modelos femeninos. El movimiento

feminista aparece en ciertos espacios sólo como un movimiento de denuncia de la

situación de las mujeres, y con poca capacidad propositiva o creativa. Además, el

Estado desvinculándose pronto la la lucha feminista y las mejoras legislativas y de

derechos, apareciendo la igualdad como otra de las conquista de una sociedad en

transición.

2. La vinculación de muchas mujeres al feminismo se realiza en un primer momento a

través de los grupos y organizaciones de mujeres que ellas crean dentro de los

partidos políticos de izquierdas2. Junto a estos grupos, surgen tempranamente

otras organizaciones que defienden la autonomía total del feminismo respecto de

los partidos políticos3, y otros grupos vinculados a lo que más tarde se llamará el

feminismo independiente. Este hecho constituirá una de las controversias

principales que recorren al movimiento feminista en España entre las dobles

militantes, mujeres que militan en un partido político además de militar en el

feminismo; y las independientes o autónomas4, que rechazan cualquier vinculación

a un partido político pues éstos siempre están dirigidos por los intereses

masculinos.

1 Sin embargo, durante los años 60 aparecen ya algunos grupos que se preocupan por la situación de la mujer en torno, principalmente, a dos espacios: en el ámbito académico —el Seminario de Estudios Sociológicos sobre la Mujer, y la Asociación Española de Mujeres Universitarias—; y en los barrios, a través de las Vocalías de Mujeres de las Asociaciones de Vecinos en las que la presencia del Movimiento Democrático de Mujeres, creado en 1963 y vinculado al PCE, tuvo mucha fuerza. 2 El Movimiento Democrático de Mujeres vinculado al Partido Comunista; la Asociación Democrática de la Mujer del Partido de los Trabajadores de España; los grupos de mujeres que se crean en torno al Movimiento Comunista y a la Liga Comunista Revolucionaria respectivamente; etc. 3 Ejemplo de ello son los Colectivos Feministas, y más tarde el Partido Feminista, pero también el Frente de Liberación de la Mujer. 4 Existe una fuerte confusión semántica en la forma de denominar a esta segunda tendencia del feminismo. Así, el término « feminismo autónomo » es utilizado para realidades diversas : en el País Vasco, las mujeres que componen Lanbroa se autodefinen como feminismo autónomo porque no tienen ninguna vinculación con partidos políticos; pero feminismo autónomo es la nomenclatura que actualmente se utiliza para designar grupos feministas que practican un feminismo más en los márgenes, como la Escalera Karakola (Trujillo, 2006).

3. La configuración del Estado español como una realidad plurinacional va a tener

grandes efectos en el propio movimiento feminista. Es difícil, por tanto, hablar de

movimiento feminista español, pues como afirma Mercedes Agustín Puerta, este

movimiento “va a estar configurado desde el principio como una realidad

plurinacional”. Así, se configuran diferentes realidades del movimiento feminista

según las propias dinámicas surgidas en cada Autonomía. Afirma Justa Montero:

“Por ejemplo, desde su inicio tiene un claro carácter unitario en Cataluña (donde se

crea la Coordinadora feminista) y Euskadi (que se estructura en torno a las

Asambleas de mujeres); mientras que en el caso de Madrid se mantiene más

fragmentado y diferenciado ideológicamente” (2006: 160). Estemos o no de

acuerdo con la visión que Justa Montero tiene de cada una de las autonomías

citadas, deja claro la influencia de la conformación de la estructura política del

Estado en la configuración del propio movimiento. Esto provoca que en cada

autonomía la configuración del movimiento adquiera características organizativas,

ideológicas y reivindicativas diferentes.

En base al análisis del movimiento feminista, se han establecido cuatro fases

diferenciadas:

Primera fase. 1975-1979: De la eclosión del movimiento feminista a la ruptura

organizativa.

Tras las I Jornadas Nacionales para la Liberación de la Mujer que tuvieron lugar en

diciembre de 1975 en Madrid aún en la clandestinidad, se produce una eclosión de

grupos feministas en todo el Estado (Blanco, 1998: 135)5, y de iniciativas colectivas

muy marcadas en esta fase por la necesidad de cambios legislativos básicos para la

mejora de las condiciones de vida de las mujeres, al mismo tiempo que se posiciona

sobre diversas cuestiones de carácter general (constitución, la amnistía de presos,

etc.). Así mismo, se empiezan a establecer coordinadoras que engloben, en cierta

medida, el trabajo colectivo6.

Esta primera fase constituye un período muy fértil y clave para el movimiento,

gestándose dos de las disyuntivas principales del mismo: la cuestión de la doble

militancia vs. feminismo independiente; y la cuestión de la configuración de un

5 Esto se refleja en la celebración de Jornadas feministas en diferentes lugares de la geografía española: en mayo de 1976 se celebran las I Jornades de la Dona en Cataluña; y en 1977, se celebrarán en Valencia y en el País Vasco. Estos encuentros permitían la reflexión colectiva —el feminismo español carecía de referencias propias, había todo un corpus teórico a construir— y la puesta en marcha de iniciativas conjuntas. 6 Así, surge pronto la Coordinadora Feminista de Cataluña, la Plataforma de Organizaciones Feministas en Madrid, y las Asambleas de Mujeres en Euskadi… y más tarde lo que actualmente se conoce como la Federación de Organizaciones Feministas del Estado Español. Aunque en estas coordinadoras no participan todos los grupos, sí que agrupan a un gran número de grupos.

movimiento a la par del Estado de las autonomías. Además, desde este primera fase

se empieza a atisbar lo que más tarde se denominará como “feminismo institucional” a

través de la creación por parte de la UCD en 1977 de la “Subdirección General de la

Condición Femenina” dependiente del Ministerio de Cultura.

Esta fase culmina en diciembre de 1979, en las II Jornadas Feministas Estatales que

se celebraron en Granada. Como afirman muchas feministas, Granada constituye la

primera gran ruptura del feminismo en España entre las dobles militantes y las

feministas independientes. Así, las Jornadas de Granada terminan sin conclusiones

finales. Este debate se entrelazó además con los debates teóricos —feminismo de la

igualdad, feminismo de la diferencia—, lo cual complejiza aún más la situación del

movimiento.

Segunda fase. 1979-1988: De la ruptura organizativa al fin de la unidad en la

acción.

Esta segunda fase comienza y termina en ruptura, ambas enmarcadas en los debates

que propiciaron sendas jornadas: las de Granada en el 79, y las de Santiago de

Compostela en 1988. La ruptura que abre esta fase es la comentada anteriormente

entre dobles militantes y feministas independientes. La característica fundamental de

esta ruptura es que termina con cualquier posibilidad de constituir un movimiento

feminista con una organización que sirviera de paraguas a las diferentes corrientes y a

los grupos de las distintas Comunidades Autónomas7.

Lo paradójico de este período es que, a pesar de la ruptura organizacional, se siguen

manteniendo una unidad a nivel de acciones colectivas. Esto es, si Granada marca la

ruptura organizacional del movimiento, se puede decir que el feminismo sigue

actuando como un movimiento social pues los diferentes grupos, organizaciones y

colectivos siguen trabajando conjuntamente, y se organizan a partir de ese momento a

través de diferentes campañas. Esta unidad en la acción permite impulsar y ejercer

presión sobre los poderes públicos para que las diferentes transformaciones

legislativas sean un hecho: aborto y divorcio, así como la creación de estructuras por

la igualdad.

Este período termina, como comentaba anteriormente con otra ruptura. En 1988 se

organizan en Santiago de Compostela unas jornadas estatales esta vez de carácter

temático en torno a la cuestión de las agresiones. Las temáticas abordadas son la

violencia contra las mujeres, la prostitución, las agresiones sexuales, las violaciones y

7 Si bien, y como decía anteriormente, la composición autonómica del movimiento provoca que esta ruptura no se viva de forma simétrica en todos los lugares. La excepción más marcada a esta ruptura la encontramos en Euskadi donde el grupo de las autónomas, Lanbroa, continuo participando de la Asamblea de Mujeres hasta mediados de los ochenta.

la pornografía. Las diferentes corrientes feministas —mediadas por la división entre las

dobles militantes y las feministas independientes— se posicionan ante estas temáticas

de manera opuesta. Se produce de nuevo una ruptura entre las feministas, pero a

diferencia de la ocurrida en Granada, ésta se caracteriza por no establecer dos

tendencias opuestas bien definidas.

Tercera fase. 1988-2000: De los opacos años 90 a las nuevas movilizaciones

globales.

Esta tercera fase se inaugura prácticamente en los años 90 que Barbara Epstein

caracteriza como tiempos de “pérdida de confianza en la posibilidad de que la acción

colectiva se pueda transformar en cambio social” (2001: 6-7). El feminismo, no escapa

de este marco, y la desmovilización de este movimiento se acusa de forma especial en

los 90. Las divergentes posiciones mantenidas en las Jornadas de Santiago de

Compostela acaban con esa unidad en la acción que había caracterizado al

movimiento en los años 80. Dos hechos caracterizan esta década: por un lado, la

institucionalización del feminismo se refleja en esta década no sólo por la

consolidación de las políticas y de los organismo de igualdad, sino por el nacimiento

de una nueva figura: las agentes de igualdad, y la creación de algunas organizaciones

que se dedican a la consultoría e investigación en temas de igualdad; y, por otro lado,

la consolidación de los institutos de estudios de género, de las mujeres o feministas.

Parece así que el feminismo se especializa.

Este marco dibuja una década en el que el movimiento se caracteriza por la

atomización y fragmentación. Esta fragmentación se ejemplifica a varios niveles: 1) por

la desaparición de algunas organizaciones feministas, y la pérdida de fuerza de las

diferentes coordinadoras8, siendo ejemplo de ello la Federación de Organizaciones

Feministas del Estado Español que sólo aparece para la organización de las jornadas9;

2) por la aparición de otras organizaciones y grupos feministas que se especializan en

cuestiones concretas: violencia, nuevas tecnologías, prostitución, trabajo, salud, etc. y

que trabajan a nivel local; y, 3) por la aparición de algunos grupos feministas locales,

situados y con pocos miembros que no se legalizan y muchas veces se enmarcan

dentro de otros movimientos sociales, especialmente el movimiento okupa. Estos

8 Una excepción a esto la podemos encontrar quizás en Cataluña a partir de mediados de los años 90. En 1996 se celebran en Cataluña los 20 años del feminismo y en torno a ello se constituye la Xarxa feminista que sigue funcionando como red articuladora de las diferentes organizaciones y grupos feministas de Cataluña. 9 En 1993, cinco años después de las jornadas de Santiago de Compostela, se celebran unas nuevas jornadas, esta vez no temáticas. La Federación de Organizaciones Feministas de Estado Español decide titularlas : Juntas y a por todas, lo cual muestra el deseo de unidad y de trabajo colectivo que se busca.

últimos grupos surgen por la necesidad de inventar nuevas formas de hacer política,

fuera de las instituciones y de las cuestiones relativas a las políticas de género.

Esta cartografía dibujada por los años 90 me conduce a hablar de estos como los años

opacos. Opacos porque el movimiento feminista confirma su pérdida de unidad tanto

organizativa como en la acción, y me conduce a plantearme: ¿se puede seguir

hablando de un movimiento feminista? Y opacos también porque a nivel de la

investigación, nos encontramos ante un período sobre el que no existen obras escritas,

ni datos secundarios sobre este movimiento.

Cuarta fase. 2000-2008: ¿Hacia nuevas configuraciones del movimiento

feminista en el Estado Español?

Esta división entre la tercera y la cuarta fase ha sido la más complicada de establecer.

En el año 2000, se celebran en Córdoba unas nuevas Jornadas Estatales Feministas

con una fuerte participación, con muchas mujeres jóvenes, lo que llega a sorprender a

algunas feministas. Sin embargo, considero que este momento no es de tanta inflexión

como el que se produjo entre otras fases. Algunos acontecimientos más difusos

establecen, no obstante, esta línea divisoria entre una fase y otra. El final de la década

de los años 90 es testigo de la aparición de varias movilizaciones en contra de la

globalización; además, en el año 2000 se organiza la Marcha Mundial de Mujeres que

tiene un fuerte impacto en revitalizar la movilización feminista en algunos lugares del

Estado, al igual que contribuye a la circulación de discursos entre los diferentes

movimientos feministas en distintos países.

Esta fase se caracteriza así por una continuidad de algunas de las tendencias que se

atisbaban en la década anterior, y la profundización de algunas otras. Al mismo tiempo

aparecen nuevas problemáticas y configuraciones reivindicativas que desestabilizan el

sujeto del feminismo. La escasa coordinación entre las diferentes organizaciones y

grupos feministas es una tendencia que se mantiene constante en esta fase. Si bien,

aparecen algunas coordinaciones parciales y locales en torno a fenómenos concretos

—la Marcha Mundial de Mujeres puede ser un ejemplo—, o en torno a temáticas

concretas —el tema del cuidado aparece como elemento común entre algunos grupos

feministas—. Una segunda tendencia que se confirma y en la que se ahonda es la

aparición de grupos de feministas, habitualmente jóvenes, que se encuentran

cercanos, en muchos casos, al movimiento okupa. Otro rasgo importante a destacar

de este período es la cuestión de la institucionalización del feminismo. En este sentido,

la victoria del Partido Socialista en 2004 marca un punto de inflexión clave para este

período.

3. El abordaje metodológico de un “objeto de estudio” poliforme

Como se ha mostrado, desde el año fundacional del movimiento feminista, éste

se configura como una realidad poliforme. Esto suponía desarrollar una metodología

capaz de abordar dicha poliformidad. En este sentido, la construcción de trayectorias

militantes consideramos que nos puede permitir imbricar las identidades colectivas con

las experiencias individuales de género.

En el empeño de reconstruir las experiencias feministas, la técnica de la

“historia de vida” me parecía prometedora. Daniel Bertaux afirma que las historias de

vida (o entrevista biográfica) son historias de experiencia (1980), y define la historia de

vida como: “una forma particular de entrevista, la entrevista narrativa, a lo largo de la

cual un investigador (…) solicita a una persona desde ahora denominada “sujeto” de

contarle todo o una parte de su experiencia vivida” (1997). El objetivo para mi

investigación no era reconstruir la totalidad de la vida de algunas mujeres que se

movilizan en y por el feminismo, sino rescatar aquellos fragmentos de las experiencias

de estas mujeres relacionados con su militancia en el feminismo. Por ello, no se puede

decir que haya realizado esa técnica de investigación, sino que apropiándomela la he

transformado a mi necesidad de investigación, convirtiéndola en lo que podría

denominarse como “entrevista biográfica”, e incluso, “biografía militante”. Esta técnica

se inspira claramente de la “historia de vida”, pero su objetivo es recopilar sólo aquella

parte de la experiencia relativa a la militancia en el feminismo, a la vez que se analizan

las relaciones con otras esferas de la vida.

Para definir los perfiles de las militantes a ser entrevistadas, se construyeron

dos dimensiones de análisis en los que se tiene en cuenta lo colectivo y lo individual

de la experiencia militante.

La primera dimensión hace referencia a lo más colectivo, la movilización o la

organización. El primer eje de esta dimensión hace referencia al ámbito de las

experiencias feministas pudiendo ir éste de lo más global (ej. marcha mundial de

mujeres) a los más local (el barrio). El segundo eje de esta dimensión se refiere a los

modelos de movilización que tiene que ver con las prácticas movilizadotas que pueden

recurrir a modos más convencionales (manifestaciones, reclamaciones ante la

política…) a otras menos convencionales (performances). Al configurar este eje de

análisis, se planteo incluir una tercera variable: la geográfica. Esta es una variable que

juega un rol muy importante en el movimiento feminista en el Estado. Pero se decidió

tener en cuenta dicha variable de manera transversal.

Dimensión de la movilización o de la organización:

Ámbito de experiencias feministas

(+global)

Modelos de movilización

(+ convencional) (-convencional)

(+local)

La segunda dimensión se vincula a lo más personal y tiene que ver con la

militancia y la identidad. Los ejes construidos para abordar esta dimensión hacen

referencia: por un lado, a la centralidad que la movilización tiene en las vidas de las

personas; y, por el otro lado, al tipo de militancia que hace referencia a si las militantes

se dedican exclusivamente a una organización feminista o si realizan otro tipo de

militancias tanto en partidos políticos o sindicatos, como en otros movimientos

sociales. Se podría echar de menos en este eje de la militancia, la variable generación,

qué deberá ser integrada a la hora de seleccionar las personas a entrevistar. Ésta

será, como sucedía con el ámbito geográfico, una variable transversal.

Dimensión de la militancia y de la identidad:

Centralidad de la movilización

(+centralidad)

Tipo de militancia

(totalizadora) (híbrida, compleja)

(-centralidad)

Estas dimensiones no fueron consideradas como un cuadro cerrado, sino que

se dejaba abierta la puerta a “sujetos” que se salieran de los límites de este marco de

análisis. Asimismo, no se delimitó el número de “biografías militantes” a realizar. Para

su delimitación, se recurrió al concepto de saturación desarrollado por Daniel Bertaux

quién afirma que la recolección de entrevistas biográficas tendrá fin una vez que se

empiecen a repetir los casos. Así, se han realizado un total de 50 “biografías

militantes” a feministas de diferentes generaciones en el País Vasco, Madrid, Cataluña

y Valencia10.

4. Trayectorias militantes en el feminismo contemporáneo

Para esta intervención he seleccionado las trayectorias de tres mujeres que

militan en el feminismo actualmente. Los perfiles seleccionados y que voy a presentar

a continuación responden a la diversidad generacional y geográfica; a la vez que

encajan en espacios diferentes de las dimensiones metodológicos presentadas

anteriormente.

Begoña

Begoña nace en 1950 en Madrid, en una familia obrera. Su madre es ama de casa y

tiene 3 hermanos pequeños y una hermana mayor. Su infancia no la recuerda como

un período discriminatorio entre hijos e hijas, pero sí resalta alguna anécdota de esta

época como tener que reclamar que la envíen a los campamentos de verano mientras

que sus hermanos iban por derecho propio. Resalta de esta época una anécdota que

relata durante la entrevista: “siendo muy pequeña, que tendría menos de 13 años, me

gustaba mucho ponerme con las piernas por alto y en aquellos años las chicas íbamos

siempre con falda, y enseñaba siempre las bragas y mi madre me decía: ay, no te

sientes así que pareces una sufragista!”.

Begoña se independiza muy pronto de casa, a los 18 años cuando empieza a estudiar

agrónomos. Para poder costearse los estudios y la vida independiente, trabaja en el

servicio doméstico. Un año después le ofrecen entrar a trabajar en una fábrica y deja

de estudiar. Al entrar en la fábrica, hacia el año 70, entra en contacto con CC.OO. y

empieza a militar en el sindicato. Además, se afilia al PCE. Es el espacio militante en

el sindicato donde Begoña conoce a quien será su pareja durante los siguientes 8

años. En ese momento, los sindicatos y los partidos son ilegales en España y Begoña

10 Así mismo, se han realizado 4 grupos de discusión para recabar discursos en torno a la identidad colectiva y de género. Si bien, en esta comunicación no se abordará el análisis de dicha metodología.

es detenida dos veces, en los años 73 y 74. La segunda vez que la detienen, le echan

de la fábrica.

La militancia sindical le permite también establecer los primeros contactos con el

feminismo. Así, tras una reunión de CC.OO., una mujer le invita a acudir a una reunión

del MDM. Este fue un momento clave para Begoña pues como ella relata: “me

invitaron a participar en una reunión del MDM, entonces yo iba con un compañero que

dijo: Begoña tiene cosas más importantes que hacer, y mira me pareció tan mal: lo

primero que decidiera por mí, éste que sabe si yo tengo cosas más importantes o

menos importantes, y lo segundo, dije: me quedo, me quedo. Y francamente me

deslumbró, aquella reunión la recordaré siempre”. Esta primera incursión en el

feminismo se va acentuando poco a poco, y comienza a colaborar con el feminismo a

través de pequeñas acciones como acudir al ginecólogo de la seguridad social y

pedirle anticonceptivos: “Lo primero que te preguntaban era si estabas casada, pues

no, y entonces, ya que le dijeras que no estabas casada y que tenías relaciones

sexuales era malísimo; y encima, que le dijeras que no te querías quedar embarazada,

es que te regañaban un montón, y te ponían de puta para arriba (…), lo hacíamos para

que supieran que había una demanda de eso”.

Poco tiempo después de haber sido echada de la primera fábrica, se pone a trabajar

en otra fábrica de pinturas y continúa con sus militancias sindical y política. Nos

encontramos en 1975, año de las I Jornadas Feministas, en las que toma parte.

Además, Begoña es muy activa en las movilizaciones que en ese año de la mujer se

estaban haciendo principalmente desde las asociaciones de amas de casa –legales

desde los 60– contra la carestía de la vida.

En 1977 se fragua su compromiso con el feminismo al ser nombrada dirigente de la

Secretaría de la Mujer de CC.OO. Como dice Begoña: “en el 77, pues ya nos

sentamos a discutir de cosas y a hacer cosas mucho más feministas”. Coincidiendo

con la legalización de los sindicatos, Begoña sigue trabajando en la fábrica como

liberada de CC.OO. Hasta 1981 es liberada de CC.OO y Secretaria de la Mujer de

esta organización. Además, sigue participando en acciones del movimiento que desde

1975 no había hecho más que crecer: así, acude a las segundas jornadas feministas

de 1979 que se celebran en Granada; acude a Copenhague en 1980 a la Conferencia

Mundial de la Mujer lo cual le permite entrar en contacto con el movimiento feminista

en otros países; y, participa en la organización de la conmemoración del voto femenino

que se celebrará en 1981. De hecho, 1981 es un año clave para Begoña pues ésta

deja la Secretaria de la Mujer de CC.OO. y cuando quiere re-incorporarse a su puesto

de trabajo en la fábrica, le niegan su reincorporación. Esto supone el fin de la

militancia sindical para Begoña.

Los dos años siguientes está en paro, aprovecha ese tiempo para estudiar derecho,

preparar oposiciones y consolidar su militancia en el feminismo. Se incorpora al Centro

de Estudios y Documentación que fue promotor de la celebración de los 50 años del

voto femenino en España. Este grupo, más bien de reflexión teórica, permite a Begoña

impregnarse de conceptos y teorías feministas. Desde su primer contacto con el

feminismo, y a partir de ese grupo, promueven la importación de la corriente del

feminismo socialista. No obstante, con este grupo hacen algunas acciones más

directas como participar en las acciones a favor de la legalización del aborto, o acudir

al lugar de presentación del I plan de igualdad del gobierno para protestar porque no

se había consultado a los grupos feministas. Así, Begoña centra desde entonces su

militancia en el feminismo y se aleja definitivamente del sindicalismo –aunque no la

militancia en IU en la que continua durante todos estos años–. Su ruptura con el

sindicalismo se confirma al aprobar en 1984 las oposiciones de Secretaria de

Ayuntamiento que los sindicatos ven como un puesto demasiado cercano al partido

que gobierna.

En 1986 se celebra en España el referéndum de la OTAN, esto crea tensiones en el

grupo al que pertenece Begoña. Algunas mujeres defendían la necesidad de

movilizarse contra la incorporación de España a la OTAN, mientras que otras

consideran que el feminismo no tiene que implicarse en ello. Así, se produce una

excisión y Begoña, junto con otras mujeres constituyen el Forum de Política Feminista:

“lo que vimos es que no queríamos únicamente un posicionamiento sobre cosas

puntuales, sino que hubiera establemente una elaboración no sólo teórica, sino

también práctica de política feminista y, por eso, nos llamamos de “política feminista”.

Y nos llamamos forum porque creíamos que para hacer política feminista, había que

unir cosas, o sea, que no era un grupo cerrado”. El forum nace en un contexto en el

que las políticas de igualdad ya habían arrancado, y el movimiento había conseguido

algunos hitos importantes –divorcio, aborto…–, el forum pretende ser una tercera vía,

planteando un feminismo político, pero diferente de los partidos políticos, del gobierno,

que tampoco era anti-institucional. Pretende intervenir en las instituciones, sin

depender o estar directamente en ellas.

Directamente relacionado con su militancia política, en 1989 nombran a Begoña

subdirectora de la recién creada Dirección General de la Mujer de Madrid. En este

puesto permanece dos años, hasta 1991 cuando es elegida concejala en el

Ayuntamiento de Madrid por IU. Permanece en ese cargo toda una legislatura, hasta

1995, al mismo tiempo que sigue militando en el Forum de Política Feminista. En

1995, participa en la Conferencia Internacional de la Mujer de Pekín. El forum se

encuentra, entonces, en una reflexión sobre el poder –con la impronta de la filósofa

Celia Amorós que participa en sus debates–, y la conferencia les permite profundizar

en dicha reflexión, así como en la del concepto de empoderamiento. En los últimos

años, el forum ha seguido promoviendo esa estrategia de reflejar la necesidad de

redes de participación independientes de los partidos políticos, pero que consideran

necesario tomar parte en la toma de decisiones políticas. Así, el forum ha estado muy

activo desde 2004 en intentar participar en los debates abiertos por las reformas

legales –ley de matrimonio homosexual, ley de violencia de género, ley de

dependencia, ley de igualdad, ley del aborto…–, aunque siempre en conflicto con

organizaciones de mujeres afines al PSOE que no han sido suficientemente críticas

con las propuestas gubernamentales. Además, el forum participa y fomenta la creación

de redes feministas y de mujeres. Por ello, participa en la creación del Consejo de la

Mujer de Madrid –a nivel municipal y autonómico–, del que Begoña será presidenta

entre 2000 y 2004. Para Begoña, la creación de consejos de la mujer y redes

feministas es la única manera de poder coordinar a las más de 3000 asociaciones

reivindicativas que parecen existir actualmente, y de salir de lo que ella llama

“feminismo cómodo: yo hago mi proyectito, gestiono mi subvención, tengo mi clientela

pequeñita y la política realmente existente, pues, bueno, que la hagan los que mandan

(…) nosotras defendemos que tiene que haber un feminismo más crítico con el poder,

menos entregado con la subvención, más reivindicativo”.

Esta participación política y reivindicativa pública de Begoña refleja algunas

continuidades con su vida personal. De hecho, Begoña afirma que “donde más he

tenido que echar mano de la ideología feminista para tomar decisiones en mi vida y

para entender cosas ha sido en las relaciones afectivas. (…) Luego, en mi vida

personal también el feminismo me ha servido mucho, me ha dado problemas porque

te haces muy crítica, muy analítica. Y eso que mis parejas eran progres, a los dos más

estables les conocí en CC.OO. pero en cambio en sus papeles sexuales… El

feminismo me ha servido muchísimo pues yo creo que el mensaje principal del

feminismo es que cada persona tiene que hacer su proyecto personal y que no hay

ningún molde que se le tenga que oponer y si hay que romper los moldes, pues se

rompen…”.

Bárbara

Barbara nace en 1964 en Santa Coloma, una ciudad del cinturón rojo de Barcelona, en

una familia obrera y tiene un único hermano. Según sus palabras: “Yo ya decía que

era feminista cuando mi padre me pegaba hostias y veía la situación que había en mi

casa en que mi hermano era un favorecido total. (…) quiero decir que siempre me he

revelado, pero nunca le había puesto nombre”. Su militancia política comienza

tempranamente, tras el golpe de Estado de Tejero, cuando aún estaba estudiando un

FP. Se acerca a la Liga Comunista Revolucionaria y a las Juventudes Comunistas

Revolucionarias ligadas al primero. Dentro de este partido había una estructura de

mujeres, pero como dice Bárbara: “procuramos que toda la LCR estuviera impregnada

de feminismo”. Así, recuerda que “hubo un momento en que la JCR eran

mayoritariamente gays y lesbianas y la tensión era esa: hostia, tenemos un partido en

el que la vanguardia del proletariado va a ser mayoritariamente de gays y lesbianas,

esto no puede ser, entonces, claro, hubo un gran debate”.

A pesar de que en su militancia política, había comenzado a tener contacto con el

feminismo a través de la estructura de mujeres de la LCR, Bárbara empieza a buscar

un espacio feminista, pues como dice Bárbara: “a nivel de partido yo he hecho poca

cosa, a mí me interesa más a nivel de movimiento”. Primero lo hace en la ciudad en la

que vive, Santa Coloma, pero allí sólo encuentra grupos de mujeres no reivindicativos.

Gracias a su militancia en la LCR se acerca a las manifestaciones del 8 de marzo y a

otras acciones promovidas por la Coordinadora Feminista de Barcelona. Igualmente,

Bárbara se acerca a los espacios de lesbianas de Barcelona, bares generalmente,

dónde conoce a Gretel Amman, líder en Barcelona de la corriente radical o

independiente del movimiento, y participa en las IV Jornadas de Feministas

Independientes en Valencia. No obstante, como ella afirma: “era doble militante, sin

embargo, en mi vida personal, podía haber sido una feminista independiente radical

porque realmente en mi vida personal no hay ni un tío, no por un discurso político, sino

porque paso olímpicamente, no los necesito”.

En 1984, conoce a un grupo de mujeres de Bilbao que habían creado un grupo

de jóvenes feministas vinculadas a la Asamblea de Mujeres de Bizkaia, Matarraskak.

Este encuentro se produce en un momento en que está habiendo movilizaciones

importantes en las Universidades por la reforma educativa, y muchas jóvenes

provienen de grupos universitarios. Un momento importante es el que tiene lugar en

las Jornadas Feministas Estatales en Barcelona en 1985. Esta jornadas permite a

Bárbara con otras mujeres consolidar un grupo de jóvenes que se llamarán l’Eix

Violeta. Esta jornadas ven surgir un buen número de grupos de mujeres jóvenes: junto

con Matarraskak y L’Eix Violeta, surgen otros grupos después de estas jornadas como

Des’obediencia en Valencia. Tres elementos son importantes para Bárbara de estas

jornadas: el declive del feminismo independiente como corriente, pero no como

pensamiento; la confirmación de que un relevo generacional y de agenda se está

produciendo en el movimiento; y, la centralidad de las lesbianas que hacen surgir su

debates después de unos años en los que la agenda feminista ha estado centrada en

derechos básicos de las mujeres –divorcio, aborto…–.

Así, durante los 5 años siguientes Bárbara militará en L’Eix Violeta. Cuenta Bárbara

que: “Dentro de L’Eix Violeta había una comisión de lesbianas, la paradoja de siempre

es que, la ironía es que la mayoría de L’Eix Violeta eran lesbianas, igual que la ironía

que la gran mayoría de tías del movimiento feminista eran y siguen siendo lesbianas

aunque su identidad política sea feminista”. A finales de la década de los 80, se

producen dos acontecimientos importantes para Bárbara: las jornadas de Santiago de

Compostela de 1988 en la que se produce una ruptura debido a las diferentes

posiciones en torno a la sexualidad, el lesbianismo y la prostitución; y, la ocupación en

Barcelona de un local en la que participa l’Eix Violeta “ocupamos Font Honrada,

montón de mujeres, aquello fue intergeneracional total, esto fue el origen de la Ca la

Dona.”

Así, a principios de los 90, las feministas de Barcelona tenían un espacio propio.

Bárbara deja de militar en l’Eix Violeta, por su edad, ya no es joven, y entra en el grupo

de Lesbianas Feministas de Barcelona. Su militancia en este grupo no dura mucho

tiempo, tan sólo 3 años, Bárbara nunca se siente cómoda en este grupo: “Yo tenía la

impresión de que había poco debate, que había poco debate propio, a pesar de ser un

grupo de lesbianas, había poco debate propio de lesbianas como identidad realmente.

Y la línea de trabajo era más victimista, era un tiempo que la homofobia era muy

potente, y la línea era más reivindicatoria de los derechos de las lesbianas con un

discurso de: mujer doblemente oprimida por lesbiana y por mujer”. Pero además,

comenta que el choque generacional era muy grande, la mayoría eran mayores que

ella, y también el choque político ya que la mayoría de mujeres provenían del

Movimiento Comunista y ella era de la LCR.

Bárbara necesita un escape y se marcha a vivir una temporada larga a Londres. A su

vuelta no volverá a militar hasta unos años después. No obstante, cuando vuelve a

hacerlo no lo hace en un grupo estable, sino que decide con un grupo de mujeres

montar un grupo de percusión, que sale acompañando en las manifestaciones. Este

proyecto dura sólo dos años. Tras dos años sin estar organizada, en 2004 Bárbara

vuelve a encontrarse con una amiga de ese grupo de jóvenes de los 80 de Bilbao y

como ella comenta: “Ésta y yo empezamos a echar de menos lo de debatir (…).

Entonces, empezamos a plantear la posibilidad de quedar para leer y debatir y

resituarnos un poco con la retrospectiva, el nuevo contexto, los nuevos discursos,

cosas que vas leyendo y el gusanillo que tienes, decidimos que queríamos hacer algo,

y ese algo se tradujo en QueroSeno”. A partir de ese momento se acerca a la teoría

queer, y al debate entre feminismo y posmodernismo. De hecho, Bárbara y su amiga

tenían la necesidad de descubrir otras perspectivas teóricas en el contexto feminista

de Cataluña en el que la corriente teórica del feminismo de la diferencia está muy

presente. “Nosotras no somos un grupo, somos un espacio, somos un espacio de

debate, no funcionamos como un grupo, somos un espacio de debate lesbiano-

feminista…”. Ese espacio está formado por mujeres lesbianas y no que tienen

diferentes tradiciones feministas, algunas provienen de la academia, otras no… Según

Barbara, QueroSeno es como el movimiento feminista actual: “una balsa llena de

restos, de naufragio”.

Ana

Ana tiene treinta y pocos años y es de Ordizi, en Guipúzcoa. Ana se traslada a Donosti

a hacer el Master de Igualdad de Mujeres y Hombres. Allí conoce a una chica que

milita en Plazandreok, una organización feminista que se crea en los años 90 con el

objetivo de tomar parte en la política presentándose a las elecciones municipales de la

ciudad. La amiga de Ana ya llevaba un par de años en Plazandreok, y tenía ganas de

montar algo con mujeres más jóvenes pues quienes están en Plazandreok tienen

cuarenta y tantos años. Para ellas el feminismo es un movimiento de otra generación,

pero al acudir a Córdoba en 2000 coincidiendo con la celebración de unas nuevas

Jornadas Feministas, se dan cuenta de que existe una presencia importante de grupos

de mujeres feministas jóvenes que están haciendo cosas, pero que son poco visibles.

A la vuelta de las jornadas, surge Medeak que es un grupo de mujeres jóvenes que no

les apetece seguir la agenda de Plazandreok, sino más bien salir a la calle. Muchas de

estas mujeres se conocen del master de igualdad, otras provienen de otros

movimientos sociales (estudiantil, antiglobalización, homosexual…). Se juntaron para

hacer un seminario sobre feminismo, pues pensaban que necesitaban esa base

teórica. Pero, como comenta Ana: “queríamos salir a la calle y hacer escuchar nuestra

voz, como un poco gritar y que la gente se enterase, no? Y, entonces, decíamos,

acción directa, queríamos salir a la calle y cómo lo hacemos? Lo queríamos hacer de

una manera que a nosotras nos gustase, nos sintiéramos cómodas, entonces se nos

planteo la idea de hacer teatros”. Coincidiendo con el seminario de teoría feminista,

hicieron su primer teatro, que además coincidió con el 8 de marzo. Este primer teatro

lo llamaron la pasarela anti-barbie: “fue un poco tratar el tema del machaque que

tenemos que sufrir las tías por ser tías y sobre todo en nuestro propio cuerpo, pues

hablábamos de temas como la anorexia, la bulimia, la cirugía estética… hablábamos

un poco de eso del modelo de belleza que se nos impone a las tías y que creemos que

es exagerao…”. Tras esa primera experiencia de teatro, las Medeak han realizado

permanentemente otros teatros. Además de otras acciones como dar charlas en

colegios e institutos sobre la situación de la mujer, la sexualidad, los roles de hombres

y mujeres…

Otro momento clave para las Medeak fue la celebración en 2002 de un seminario de

teoría queer en Sevilla. Ana y otras compañeras acudieron a este seminario en el que

participó Beatriz Preciado que les marcó mucho tanto a nivel teórico, como de práctica

política: “yo me quedé flipada porque de repente me encontré con colectivos de tías

jóvenes que están haciendo mogollón de cosas y yo pensaba que las tías jóvenes no

estábamos en ninguna parte… Y me encontré con colectivos de Barcelona, Valencia,

Granada (…) tías que estaban haciendo temas de autodefensa, de performarnces, de

postporno, de drag kings…”. Así, montaron en 2003 un seminario sobre feminismo y

teoría queer en Donosti, participaron en una exposición sobre arte feminista en

Arteleku, y se interesaron por el tema de la performance. De hecho, desde entonces,

más que teatros, las Medeak se han ido desviando hacia el tema de las performance,

a través de las que intentan poner en cuestión modelos y normas de género y de

sexualidad. Ana comenta que el seminario les permitió reflexionar “si el performance

sirve para algo, es un juego o una reivindicación política? Yo creo que la acción queer

tiene algo que es muy atractivo porque es, muchas veces como un juego…”. En 2004

participan en organizar actividades con motivo de la “Marcha Mundial de Mujeres”,

este espacio les permite contactar con otras acciones y otros grupos, sobre todo a

nivel de Euskadi.

A nivel profesional, Ana consigue en 2003 una plaza de Agente de Igualdad en un

Ayuntamiento. No obstante, Ana no establece relación entre su carrera profesional y

su militancia feminista. De hecho, a nivel de militancia critica algunos aspectos las

políticas públicas de igualdad, y no le interesa el tanto el feminismo de la denuncia y

de la intervención en la política con mayúsculas, sino más un feminismo de la

subversión de normas y modelos. Esto se refleja en la profundización que desde 2004

hasta ahora ha hecho Ana y sus compañeras de Medeak en las performances y en la

teoría queer. Ana afirma: “Nosotras también igual sí que hemos sido muy feministas

radicales esencialistas. Hablábamos de las mujeres, de las problemáticas de las

mujeres, y ahora hemos empezado a jugar más con los sexos, con los géneros… Y

cuestionarnos un poco desde nosotras como feministas esencialistas pues ciertos

dogmas que hay en el feminismo.”

5. Conclusiones: identidades de género – identidades colectivas

Un primer análisis de las tres experiencias presentadas anteriormente, nos

permite señalar que el uso de trayectorias es de gran interés porque refleja y completa

la historia del movimiento feminista. Las fases presentadas anteriormente se intercalan

con las historias de estas mujeres.

La generación aparece como una dimensión analítica clave para entender los

procesos de socialización en el movimiento feminista y las trayectorias de cada una de

las mujeres. Parece que Begoña y Bárbara comparten bastante el proceso de

socialización militante que les condujo al feminismo: ambas se integran en el

movimiento feminista después de haber militado en organizaciones políticas y

sindicales. Esta coincidencia entre estas dos generaciones parece romperse con Ana

que se integra en el feminismo a partir del master de igualdad que realiza. Si bien, el

caso de Ana es uno entre muchos otros, he constatado que la generación más joven

de feministas parecen acercarse al movimiento a través de dos vías: la de los estudios

de género, impensable en otras generaciones, y desde otros movimientos sociales –

movimiento estudiantil, movimiento okupa, movimiento antiglobalización–.

A pesar de estas divergencias en los procesos de socialización en el

feminismo, un rasgo aparece como común: las tres “generaciones” empiezan a militar

en el feminismo como expresión de un descontento con sus militancias en sus

espacios de origen. No es el caso de Ana, pero mujeres de su generación que

provenían de otros movimientos sociales me indicaron que el sexismo que se vivía en

esas organizaciones fue esencial para despertar su interés por el feminismo, y muchas

de ellas han pasado a militar únicamente en el feminismo creando organizaciones que

vinculan la reivindicación feminista con sus movilizaciones de origen. Es en este

momento socializador en el feminismo donde quizás se vea con más claridad esa

imbricación entre la identidad de género y la identidad colectiva feminista. Esto es,

aparece una tendencia reificadora o esencializadora del “ser feminista” buscándose

una conciencia feminista difusa en una época temprana de la vida (en la niñez o

juventud). Esto es lo que Chandra Mohanty ha llamado ósmosis feminista: soy

feminista porque soy mujer. Ese “yo siempre he sido feminista” o “soy feminista desde

que nací” lo que se está haciendo es borrar la experiencia concreta de pertenecer al

género femenino que nos constituye como sujetos mujeres, para proceder a

reconstruir un nuevo sujeto: el feminista que es capaz de hacer frente a las relaciones

de dominación en las que toda construcción de género está inmerso. Contradicción

pues entre ese intento de anular o borrar la experiencia de dominación y articular

discursivamente el feminismo como la lucha contra esa dominación.

Otro elemento que parece común para estas tres mujeres es que su militancia

feminista que empieza como transitoria o secundaria, y pasa a ser una militancia

principal e incluso totalizante. Esto se refleja no únicamente porque se separen de

otras militancias y se concentren únicamente en la feminista, sino porque en los casos

de Begoña y Ana, su militancia feminista está o ha estado vinculada en cierta medida

con su carrera profesional. Así, en cualquiera de los casos, la militancia en el

feminismo aparece como totalizante pues invade el ámbito más privado e incluso

íntimo de sus vidas. En el caso de Begoña porque según sus propias palabras es en

su vida personal dónde más ha hecho uso de la ideología feminista; en el caso de

Bárbara y Ana porque su círculo de relaciones y amistades se ha fraguado en torno a

esta militancia. Esta idea casa con lo que Arditti y Hequembourg han denominado la

reducción del sujeto a su identidad.

A nivel organizativo, las tres experiencias constatan algunos puntos en común:

el feminismo se ha articulado constantemente a través de grupos más o menos

formales, normalmente muy locales, y que han interactuado con otros en momentos

puntuales –aborto, divorcio…–. Si bien es cierto que se han puesto en marcha

diferentes coordinadoras, a nivel provincial, autonómico y estatal, las redes formales

no han sido características de este movimiento. Esta dificultad de crear redes estables

se ha visto incrementada por varios factores: las reivindicaciones nacionalistas en

algunas comunidades autónomas; las divisiones ideológicas a las que me refería

anteriormente: dobles militantes vs. independientes; feminismo de la igualdad vs. de la

diferencia; las políticas de subvenciones que hacen entrar a algunos grupos en una

lógica de promoción de la mujer fomentada desde ese feminismo institucional o

aparato institucional por la igualdad.

En este contexto organizativamente disperso y frágil, e ideológicamente

diverso, la producción de la identidad colectiva aparece como una tarea complicada.

De esta manera, si para Begoña reconocerse como feminista pasa por un trabajo de

construcción de una categoría que no existe, y cuyo contenido central es una

oposición al modelo de feminidad que ha desarrollado el franquismo con su sección

femenina. Se constata, así, la primera imbricación del feminismo con su sujeto político:

la mujer. Este sujeto político tan claro y transparente para este primer feminismo no es

más que una ficción homogénea. Esto es, el feminismo aplasta la diversidad de las

mujeres para poder constituir un sujeto político fuerte, que funciona, no obstante,

durante toda una década.

En el caso de Bárbara, y sobre todo para Ana, la identidad feminista ya está

ahí, no hay que inventarla, existe por sí misma. El trabajo a realizar es reapropiarse de

esa identidad, que es una identidad débil pues se define más por lo que no quiere ser

que por lo que es. Pero esa reapropiación no es sencilla pues los discursos feministas

se han generalizado (todos somos feministas), por un lado; y, las prácticas feministas

se han localizado o especializado por el otro (grupos más locales, acciones más

concretas, segmentación). Así, el hacer y el ser feminista aparecen en planos

diferentes. En el caso de Begoña, una era feminista porque hacía feminismo; Bárbara

y Ana se enfrentan a esa separación total entre el ser y el hacer feminismo. Así

mismo, ya se ha perdido ese referente de mujer dominada sobre el que construir un

sujeto alternativo: la feminista, que piensa escapar a los modelos normativos del

género femenino pero que su(s) identidad(es) sólo es posible entendida en esa

imbricación de las identidades colectivas y las experiencias individuales y colectivas

del género.

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