La condición, no universal, de ser mujer

3
La condición, no universal, de ser mujer La primera mujer ministra de Bolivia fue la abogada Alcira Espinoza. No sólo fue la primera ministra, sino que fue la primera mujer en ocupar un cargo público de alto rango de tipo nacional en la historia de Bolivia. Esto sucedió en 1969, 144 años después de la fundación de la República, 22 años después de la primera participación electoral de las mujeres y 17 años después de que se instaurara el voto universal. Alcira Espinoza dirigió el Ministerio de Trabajo por casi cinco meses durante la corta gestión de Luis Adolfo Siles Salinas, interrumpida por el golpe de Estado de Ovando Candia. ¿Qué suerte corrió la segunda mujer ministra? ¿La tercera? Debido a este accidentado comienzo, cuando se habla de la historia de la inclusión política de la mujer en Bolivia se suele comenzar en la década de los 90 del siglo XX. Como si todo lo pasado antes fuera sólo anécdota. Lidia Gueiler fue la primera mujer presidenta, pero las condiciones en las que asumió el mando y la manera en la que fue despojada del mismo, la convierten en una excepción. Recordemos entonces quienes fueron estas primeras mujeres: Gueiler, en su corto mandato, nombró a dos mujeres ministras: Aida Claros de Baya, médica, como Ministra de Salud y Elba Ojara, trabajadora social, como Ministra de Bienestar Social. Antes que ella, Walter Guevara Arce nombró a Ana María Romero como Ministra de Prensa e Informaciones. Diez años después, Paz Zamora nombra a Elena Velasco como Ministra de Asuntos Urbanos. Sin embargo, la historia de la inclusión política de la mujer no cuenta las historias de estas mujeres y salta inmediatamente a los 90. Desde 1993 hasta el 2005 hubo un máximo de cuatro mujeres en un gabinete ministerial. No fue hasta el año 2010 que se logró conformar un gabinete en el cual de un total de 20 carteras ministeriales, 10 estarían dirigidas por mujeres. ¿Por qué es importante rescatar a estas “mujeres anécdota”? Porque los logros en la inclusión de la mujer en la política pueden, y deben, medirse con algo más que solamente números de mujeres en el poder ejecutivo, en el legislativo o donde sea. Queda claro que la inserción de la mujer en la política comenzó tarde y tardó aún más en ser integral. Podemos advertir esto

description

La condición, no universal, de ser mujer

Transcript of La condición, no universal, de ser mujer

Page 1: La condición, no universal, de ser mujer

La condición, no universal, de ser mujer

La primera mujer ministra de Bolivia fue la abogada Alcira Espinoza. No sólo fue la primera ministra, sino que fue la primera mujer en ocupar un cargo público de alto rango de tipo nacional en la historia de Bolivia. Esto sucedió en 1969, 144 años después de la fundación de la República, 22 años después de la primera participación electoral de las mujeres y 17 años después de que se instaurara el voto universal. Alcira Espinoza dirigió el Ministerio de Trabajo por casi cinco meses durante la corta gestión de Luis Adolfo Siles Salinas, interrumpida por el golpe de Estado de Ovando Candia. ¿Qué suerte corrió la segunda mujer ministra? ¿La tercera?

Debido a este accidentado comienzo, cuando se habla de la historia de la inclusión política de la mujer en Bolivia se suele comenzar en la década de los 90 del siglo XX. Como si todo lo pasado antes fuera sólo anécdota. Lidia Gueiler fue la primera mujer presidenta, pero las condiciones en las que asumió el mando y la manera en la que fue despojada del mismo, la convierten en una excepción. Recordemos entonces quienes fueron estas primeras mujeres: Gueiler, en su corto mandato, nombró a dos mujeres ministras: Aida Claros de Baya, médica, como Ministra de Salud y Elba Ojara, trabajadora social, como Ministra de Bienestar Social. Antes que ella, Walter Guevara Arce nombró a Ana María Romero como Ministra de Prensa e Informaciones. Diez años después, Paz Zamora nombra a Elena Velasco como Ministra de Asuntos Urbanos. Sin embargo, la historia de la inclusión política de la mujer no cuenta las historias de estas mujeres y salta inmediatamente a los 90. Desde 1993 hasta el 2005 hubo un máximo de cuatro mujeres en un gabinete ministerial. No fue hasta el año 2010 que se logró conformar un gabinete en el cual de un total de 20 carteras ministeriales, 10 estarían dirigidas por mujeres.

¿Por qué es importante rescatar a estas “mujeres anécdota”? Porque los logros en la inclusión de la mujer en la política pueden, y deben, medirse con algo más que solamente números de mujeres en el poder ejecutivo, en el legislativo o donde sea. Queda claro que la inserción de la mujer en la política comenzó tarde y tardó aún más en ser integral. Podemos advertir esto gracias al estudio de la anécdota: la mujer participó como candidata y electora, por primera vez, en las elecciones municipales de 1947; sin embargo, sólo tenían derecho a la participación política las mujeres que sabían leer y escribir. Una historia parecida cuentan los gabinetes ministeriales, en los cuales las mujeres llegaron como cuentagotas entre 1969 y el 2003; y aún así, la primera mujer ministra indígena no llegó al ejecutivo sino hasta el año 2002.

Por sí sola, la lista de cosas que una mujer debe afrontar sólo por el hecho de ser mujer es larga; sólo basta con observar cómo el feminicidio, la trata y el tráfico o el acoso político a mujeres han poblado nuestros titulares y preocupaciones. Sin embargo, la realidad es mucho más compleja por lo que muchas veces el género es también una categoría racial y la clase también se constituye en una categoría de género. No son esferas separadas, autónomas. Esto lo demostró claramente el movimiento feminista negro en Estados Unidos en 1960. Las mujeres feministas blancas reclamaban, fundamentalmente, igualdad de derechos laborales. Ellas habían comenzado a participar del mercado laboral durante la guerra de Vietnam; y cuando los soldados volvieron a su país, se intentó que las mujeres volvieran a sus casas. Es así que las mujeres que deseaban tener una carrera profesional, ir a la Universidad o trabajar fuera del hogar, volvieron a verse impedidas a hacerlo. Así el movimiento feminista de los 60

Page 2: La condición, no universal, de ser mujer

luchó por una inclusión igualitaria de las mujeres en el mercado laboral: deseaban ganar el mismo salario por el mismo trabajo, deseaban ser tomadas en cuenta para otros puestos que no sean de segundo orden (enfermeras, secretarias o asistentes) y deseaban no ser despedidas en caso de quedar embarazadas. En 1970, el movimiento feminista negro denunció que las reivindicaciones de este movimiento no las amparaba en nada. Las feministas negras argüían que ellas ya formaban parte del mercado laboral hace muchos años, que el trabajo no había sido para ellas, de ninguna forma, una “fuerza liberadora” y que aún cuando las feministas blancas consiguieran triunfar en todas sus luchas, estos “triunfos” jamás las beneficiarían a ellas: por ser negras.

Silvia Rivera ha trabajado sobre el mismo punto en Bolivia ofreciéndonos numerosos ejemplos. Rivera afirma que la mujer reproduce la etnicidad; y esta a su vez, reproduce algunos patrones de opresión de la mujer. La manutención económica de hogares y negocios de familias migrantes, los procesos sindicales en Cochabamba y el servicio doméstico remunerado en las ciudades son algunos ejemplos que ofrece Rivera que muestran cómo el género, la clase y la etnia se entrecruzan generando complicados caminos de discriminación y colonialismo.

La experiencia de ser mujer no es universal: ésta es moldeada también por la condición de clase y por la condición étnica. Las desigualdades de género son identificadas étnicamente y las desigualdades sociales son engendradas y heredadas por mujeres. De muestra, varios botones: con el reciente secuestro de Pamela Álvarez no tardaron en surgir sospechas relacionadas a su clase social ¿Habrá aparecido por ser, como se la denominaba en las redes sociales, una “jailoncita”? ¿Será posible que las mujeres que han pasado por lo mismo pero no han podido volver a sus hogares, no lo hayan hecho por pertenecer a otra clase social? Cuando Amalia Laura Villca se graduó como abogada de la Universidad San Simón y sus compañeros alteraron la foto de graduación ¿siguió siendo posible negar que la pollera se había convertido en un fetiche que discrimina por partida doble?

El movimiento feminista negro llamó a esto “interseccionalidades”, es decir, la manera en la que la identidad de género es moldeada, modificada y permeada por la clase social, por la raza o por la etnia (y por todas a la vez). No se es ni hombre ni mujer en un vacío abstracto donde no existe la posición social o el color de piel. La primera ministra mujer en Bolivia vino en 1969 y aunque fue un hito para la inclusión de las mujeres, fue sólo un tercio de la inclusión necesaria. Como la exclusión viene por flancos diferentes, esta debe ser combatida de la misma manera; si no, toda política pública estará incompleta.