La Comunicación como Valor de Unión Familiar - Escuela para Padres

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La comunicación como valor de unión familiar Venimos de una época de especial unidad familiar, de reencuentro, de momentos compartidos y de vida en comunidad. Venimos de las fiestas de Navidad, de Año Nuevo y Reyes y del período vacacional: evidentemente estuvimos más tranquilos, con más tiempo disponible, y con oportunidad de conversar en familia, mirándonos entre nosotros y tratando temas pospuestos. En definitiva, atendiéndonos el uno al otro, padres a hijos, hermanos a hermanos, hijos a padres, de una manera más alerta y cordial. Pero ahora, de nuevo el tráfago de la vida cotidiana, el retorno al trabajo, la escuela y todas las obligaciones nos dispersan y aíslan. Nuestros horarios se hacen largos y desordenados, nuestras presiones nos ponen nerviosos, nuestros compromisos nos hacen desatender lo cotidiano, sencillo y grato de la convivencia. Y justamente por allí entra el peligro de la incomunicación que, librada a sí misma, puede crecer y convertirse en aislamiento y en soledad profunda, en estados del alma que luego debe atender el sacerdote o el psicólogo. Los niños y los jóvenes no pueden ser víctima de ello; no podemos -como padres y adultos- permitirnos la fatal distracción de abrir abismos entre nuestros hijos y nosotros.

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Escuela para Padres La comunicación como valor de unión familiar. Enero 2013 Dra. Ethel Junco de Calabrese

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La comunicación como valor de unión familiar

Venimos de una época de especial unidad familiar, de reencuentro, de momentos

compartidos y de vida en comunidad. Venimos de las fiestas de Navidad, de Año Nuevo y

Reyes y del período vacacional: evidentemente estuvimos más tranquilos, con más tiempo

disponible, y con oportunidad de conversar en familia, mirándonos entre nosotros y

tratando temas pospuestos. En definitiva, atendiéndonos el uno al otro, padres a hijos,

hermanos a hermanos, hijos a padres, de una manera más alerta y cordial.

Pero ahora, de nuevo el tráfago de la vida cotidiana, el retorno al trabajo, la escuela y

todas las obligaciones nos dispersan y aíslan. Nuestros horarios se hacen largos y

desordenados, nuestras presiones nos ponen nerviosos, nuestros compromisos nos hacen

desatender lo cotidiano, sencillo y grato de la convivencia.

Y justamente por allí entra el peligro de la incomunicación que, librada a sí misma,

puede crecer y convertirse en aislamiento y en soledad profunda, en estados del alma que

luego debe atender el sacerdote o el psicólogo. Los niños y los jóvenes no pueden ser

víctima de ello; no podemos -como padres y adultos- permitirnos la fatal distracción de

abrir abismos entre nuestros hijos y nosotros.

No hay excusa para la incomunicación familiar, es decir, no debe haberla. No hay

cantidad de tareas, estados de cansancio, presiones externas. La incomunicación familiar, ni

más ni menos que no decir y no escuchar lo mínimo y lo básico para que el otro sepa que

me interesa, que “está presente en mí”, no debe ser tolerada. No hay excusa para no

cumplir con gestos básicos, pero representativos, del amor recíproco.

Entonces, si la incomunicación está instalada y es profunda, los padres deben saber

que hay razones profundas y que deben ser atendidas. Debe haber consciencia de dónde se

producen las crisis personales que afectan nuestras relaciones más importantes y comenzar

a solucionarlas.

Y si la incomunicación, por el contrario, es producto del estrés social, de la locura a la

que nos dejamos arrastrar en la lucha por la supervivencia, entonces debemos saber que no

es grave y puede reconstruirse.

Sencillos consejos para promover la comunicación:

Interesarse todos los días por el hijo; preguntarle “cualquier cosa” que haga a sus

tareas, actividades, amistades. Es decir, entrar en su mundo.

Compartir nuestras impresiones sobre las cosas, comentarios sobre un tema,

pedirle ayuda en algo, involucrarlo en alguna decisión familiar. Es decir, dejarlo

entrar en nuestro mundo.

Generar un espacio íntimo y propio, donde nos encontremos en singular con

nuestro hijo: un tipo de juego, una lectura, compartir un programa de televisión,

un deporte. Es decir, personalizar tiempos y espacios de la vida.

Recordemos que la toma de consciencia es principio y camino de solución. La vida diaria,

simple, el compartir cotidiano y aún rutinario es la vida posible que tenemos para existir en

familia y debemos mejorarla.