LA CÁRCEL DE LA INSATISFACCIÓN

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13 E l Salmo 23 es uno de los salmos que ha saciado a millones de personas en las circunstancias más conflicti- vas y más difíciles: “Jehová es mi pastor, nada me faltará”. Hay muchas personas que son autosuficientes, creen que lo pueden todo y no necesitan de Dios; alegan que Él es un bastón o un invento del hombre, por causa de sus temores e insegu- ridades. La verdad es que si el hombre ha creado un Dios, ¡qué bien le salió! ¡Hay que inventar- se un Dios que haya creado todo un universo salido de la nada! Me detengo en el primer versí- culo del Salmo 23 porque hablo con mucha gente que está ence- rrada en una cárcel muy dura, de la que es muy difícil salir, y se llama “la necesidad”. Las personas trabajan mucho y se desgastan pero siguen necesita- dos, éstas, a veces creen que si logran alguna cosa entonces van a ser felices. Alguno cree que al casarse todo va a estar bien, otro, que cuando consiga tal auto se sentirá satisfecho, que si se divorcia estará bien, o que si obtiene un título entonces se sentirá realizado. Pero cada vez que alcanzan esas cosas descu- bren que aún no son felices, to- davía están necesitados porque hay una disconformidad aden- tro que no pueden quitarse con nada. Esto les sucede a todos los que no pueden decir: “Jehová es mi pastor, nada me faltará” dice el salmo 23, versículo 1. JEHOVÁ ES MI PASTOR He visitado recientemente uno de nuestros centros comunita- rios, el cual está en un lugar chi- quito donde no hay más de diez chicos; cuando llegan al lugar podemos apreciar sus caritas. Se los ve tan faltos de todo, al- gunos han perdido a su mamá, otros a su papá porque no que- rían saber más nada con ellos, otros han perdido a su cónyuge por la misma razón. Y ¿cómo hacer para saciar a una persona que no puede ver a sus hijos ya que el juez se lo ha prohibido? ¿Se puede saciar a una persona que tiene grandes necesidades? ¿Cómo hacer que una persona, que tiene un cáncer terminal se sienta satisfecha? ¿Un enfermo así podrá pronunciar: Jehová es mi pastor, nada me faltará? Estuve leyendo un libro, cuyo autor fue a visitar a un amigo que tenía cáncer y estaba postra- do en cama. ¿Qué le puedes de- cir a alguien que le está costan- do respirar, que la vida se le va y está dejando a su esposa, a sus hijos, habiendo sido el sustento de la familia y cuidado mucho de ella? Cuenta el autor del li- bro, que simplemente le tomó la mano a su amigo y comenzaron a recitar el salmo 23: “Jehová es mi pastor; nada me faltará. En lugares de delicados pastos me hará descansar; Junto a aguas de reposo me pastoreará. Con- fortará mi alma; Me guiará por sendas de justicia por amor de su nombre”. El moribundo apre- tó la mano al ministro y casi no podía pronunciar palabra así que con las pestañas asentía. Cuan- do llegaron a la parte que dice: “Aunque ande en valle de som- bra de muerte…” el hombre le apretó más la mano y movió su cabeza como diciendo amén: “Aunque ande en valle de som- bra de muerte, No temeré mal alguno, porque tú estarás con- migo; Tu vara y tu cayado me infundirán aliento”. ¡Cuánta paz debe haber sentido ese hombre en aquel momento! Si estás insatisfecho, lo que te falta se llama Jehová, ¡tu pastor! Tú quieres alcanzar algo pero no lo logras y crees que cuando lo hagas te sentirás satisfecho, pero Dios te enseña que Él es el único que puede satisfacer tu alma. Hay un muchacho llamado Ni- cholas Vujicic (pueden verlo en Youtube) que no tiene brazos ni piernas; él viaja a todas la nacio- nes para disertar y es un ejem- plo porque en su situación se muestra totalmente satisfecho, y le imparte fe y aliento a las per- sonas. Todos los que tienen sus miembros sanos se quedan mi- rando y se dicen: “¡Pensar que yo tengo dos manos y dos pies!” Este hombre no tiene nada prác- ticamente sólo el tronco, pero hace un montón de cosas pues encontró en Dios la esperanza, la fe, la paz y las ganas de vivir. ¡Cuántas personas tienen sus ojos, manos y pies pero no en- cuentran la forma de vivir satis- fechos! Algunas mujeres dicen: “Cuando mi marido cambie, yo voy a estar satisfecha, si no cambia seré una infeliz toda la vida. Necesito que cambie para ser feliz”. Lo mismo dicen los esposos. Pero Jesús dijo: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida” (Juan 14:6). ¡El centro de todo sustento y toda satisfacción está en Dios! Es común escuchar frases como: “Yo soy amargado porque mi papá me pegaba”, “soy un vio- lento porque mi mamá me pega- ba”, “yo me drogo y alcoholizo porque mi papá se alcoholizaba, gritaba e insultaba”. ¡Así que necesitas que otros estén bien contigo para que seas feliz! Pero Dios te ofrece ser feliz a pesar de todo, Él te ofrece llenar tu exis- tencia. Leí recientemente acerca de un misionero que fue a Tobago; él había ido a bendecir a un grupo de enfermos que tenían lepra; en un momento estaba dirigiendo la alabanza y preguntó si había alguien que quería cantar alguna adoración especial, y del fondo, una mujer que no tenía ni ojos ni nariz por causa de la lepra dijo: “Yo quiero cantar el himno que dice: Cuenta las promesas del Señor”. Ella tenía los labios deshechos y aún así contaba las bendiciones del Señor. ¿De qué nos podemos quejar? En el centro comunitario en el que estuve compartiendo con los diez chicos les dije: “No es- peren para su felicidad, en nada que quieran tener”. Les conté la tristeza que me da cuando al- gún chico se vuelve a la droga; están insatisfechos, han estado en la calle con frío, comiendo de la basura, y cuando llegan a la comunidad encuentran una familia, tienen comida y sobre todo, amor y comprensión. Sin embargo, cuando una persona no está satisfecha por dentro, no hay nada que le puedas dar para satisfacerla. ¡Sólo Dios puede hacerlo! Viene a mi memoria la historia real de un hombre que había criado y amaba un león que ha- bía domesticado, andaba para todos lados con el animal, pues se había encariñado muchísimo con él. Un día, en un espectáculo que realizaba, el león se volvió y le mordió la pierna. ¡El hombre no podía creerlo! Entonces in- vestigaron; ya lo querían matar, pero al final descubrieron que al león le dolía una muela, estaba tan dolorido que no aguantó que el domador lo hiciera trabajar. Del mismo modo, cuando tú es- tás en un mal estado de ánimo, ves mal a todo lo que sucede a tu alrededor. ¡Si estás enfermo ni siquiera aguantas la luz! ¡Cuan- do estás en la cárcel de la insa- tisfacción nada de lo que te den te va a satisfacer porque el vacío es interior! Cuando te gobierna un mal esta- do de ánimo, nada de lo que te hagan o te den, te sirve, por eso, Dios quiere sacarte de esa cár- cel de insatisfacción. ¿Cuándo serás feliz? ¿Cuando te sanes? ¡La respuesta es no! ¿Cuando te cases? ¡No! ¿Cuando seas rico? ¿Cuando se cumplan tus sueños? ¡La respuesta es no!: “Yo soy el que te sustenta... Yo soy el que te cuida, el que satisface tu alma”. A veces parece que estás muy necesitado y andas buscando algo para satisfacerte. Llegó un hombre a consejería con un pastor: “¡Estoy desesperado!” “¿Qué le pasa?” le pregunta el pastor. “¡He perdido todo!” Su empresa había quebrado, y agre- ga: “¡Tengo ganas de morir- me!” Entonces el pastor le dice: “Mi hermano, lamento tanto que usted haya perdido su fe”. “¡No he perdido la fe!” dice el hombre. “Ah, lamento muchísi- mo que haya perdido la moral, que haya perdido su carácter”. “¡No! Yo no he perdido eso, sigo siendo el mismo”. “Perdón her- mano por mal interpretarlo, la- mento mucho que haya perdido su salvación”. “¡No! Tampoco he perdido mi salvación. ¡He perdido la empresa!”, “Ahhh… entonces” –dijo el pastor -: “Hermano, usted no ha perdi- do nada importante”. ¡Muchas veces hacemos importante algo que en realidad no lo es! ¿No has encontrado a Dios aún, lo andas buscando todavía? ¿Tienes esa sensación de insa- tisfacción y estás en una cárcel? ¡Dios te ama aunque nadie más lo haga! ¡Él puede sacarte hoy de esa prisión! ¿Vives quejándo- te que te falta de acá o de allá? ¡Comienza a pedirle a Dios que te permita ver cuál es su susten- to! David era un hombre que ha- bía encontrado la clave: “Jehová es mi pastor, nada me faltará”. ¿Quién es tu pastor? ¿Tu espo- so? ¡Has elegido mal! Si Cristo no te satisface, nada lo hará. Hoy te animo a pedirle perdón a Dios como tantas veces yo lo hice, por ser un insatisfecho: “Dios, sácame de la cárcel de la insatisfacción, estoy harto de mí mismo, estoy pecando porque no estoy viendo tus bendiciones. Te- ner ojos ya es una bendición tre- menda, tener oídos más... Quie- ro ser agradecido Dios mío, abre las puertas de esta cárcel de la falta de satisfacción que me tiene encerrado. Aunque no tenga nada, si te tengo a ti soy feliz, me siento satisfecho. Aun- que pierda todo, si te tengo a ti tengo todo lo que necesito. Per- dona mis pecados y ven a vivir a mi corazón. Gracias por tu paz que llena todo mi ser y porque sé que cumplirás tus planes en mí. Amén”. Jorge Márquez LA CÁRCEL DE LA INSATISFACCIÓN

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Columna de Jorge Márquez en el periódico CÓDIGO VIDA, de la ONG ESALCU, Agosto, 2011

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SOCIEDADMARZO DE 2011 13

El Salmo 23 es uno de los salmos que ha saciado a millones de personas en

las circunstancias más conflicti-vas y más difíciles: “Jehová es mi pastor, nada me faltará”.

Hay muchas personas que son autosuficientes, creen que lo pueden todo y no necesitan de Dios; alegan que Él es un bastón o un invento del hombre, por causa de sus temores e insegu-ridades. La verdad es que si el hombre ha creado un Dios, ¡qué bien le salió! ¡Hay que inventar-se un Dios que haya creado todo un universo salido de la nada!

Me detengo en el primer versí-culo del Salmo 23 porque hablo con mucha gente que está ence-rrada en una cárcel muy dura, de la que es muy difícil salir, y se llama “la necesidad”. Las personas trabajan mucho y se desgastan pero siguen necesita-dos, éstas, a veces creen que si logran alguna cosa entonces van a ser felices. Alguno cree que al casarse todo va a estar bien, otro, que cuando consiga tal auto se sentirá satisfecho, que si se divorcia estará bien, o que si obtiene un título entonces se sentirá realizado. Pero cada vez que alcanzan esas cosas descu-bren que aún no son felices, to-davía están necesitados porque hay una disconformidad aden-tro que no pueden quitarse con nada. Esto les sucede a todos los que no pueden decir: “Jehová es mi pastor, nada me faltará” dice el salmo 23, versículo 1. JEHOVÁ ES MI PASTORHe visitado recientemente uno de nuestros centros comunita-rios, el cual está en un lugar chi-quito donde no hay más de diez chicos; cuando llegan al lugar podemos apreciar sus caritas. Se los ve tan faltos de todo, al-gunos han perdido a su mamá, otros a su papá porque no que-rían saber más nada con ellos, otros han perdido a su cónyuge por la misma razón. Y ¿cómo hacer para saciar a una persona que no puede ver a sus hijos ya que el juez se lo ha prohibido? ¿Se puede saciar a una persona que tiene grandes necesidades? ¿Cómo hacer que una persona, que tiene un cáncer terminal se sienta satisfecha? ¿Un enfermo así podrá pronunciar: Jehová es mi pastor, nada me faltará?

Estuve leyendo un libro, cuyo autor fue a visitar a un amigo que tenía cáncer y estaba postra-do en cama. ¿Qué le puedes de-cir a alguien que le está costan-do respirar, que la vida se le va y está dejando a su esposa, a sus hijos, habiendo sido el sustento de la familia y cuidado mucho

de ella? Cuenta el autor del li-bro, que simplemente le tomó la mano a su amigo y comenzaron a recitar el salmo 23: “Jehová es mi pastor; nada me faltará. En lugares de delicados pastos me

hará descansar; Junto a aguas de reposo me pastoreará. Con-fortará mi alma; Me guiará por sendas de justicia por amor de su nombre”. El moribundo apre-tó la mano al ministro y casi no podía pronunciar palabra así que con las pestañas asentía. Cuan-do llegaron a la parte que dice: “Aunque ande en valle de som-bra de muerte…” el hombre le apretó más la mano y movió su cabeza como diciendo amén: “Aunque ande en valle de som-bra de muerte, No temeré mal alguno, porque tú estarás con-migo; Tu vara y tu cayado me infundirán aliento”. ¡Cuánta paz debe haber sentido ese hombre en aquel momento!

Si estás insatisfecho, lo que te falta se llama Jehová, ¡tu pastor! Tú quieres alcanzar algo pero no lo logras y crees que cuando lo hagas te sentirás satisfecho, pero Dios te enseña que Él es el único que puede satisfacer tu alma.

Hay un muchacho llamado Ni-cholas Vujicic (pueden verlo en Youtube) que no tiene brazos ni piernas; él viaja a todas la nacio-nes para disertar y es un ejem-plo porque en su situación se muestra totalmente satisfecho, y le imparte fe y aliento a las per-sonas. Todos los que tienen sus miembros sanos se quedan mi-rando y se dicen: “¡Pensar que yo tengo dos manos y dos pies!” Este hombre no tiene nada prác-ticamente sólo el tronco, pero

hace un montón de cosas pues encontró en Dios la esperanza, la fe, la paz y las ganas de vivir.

¡Cuántas personas tienen sus ojos, manos y pies pero no en-

cuentran la forma de vivir satis-fechos! Algunas mujeres dicen: “Cuando mi marido cambie, yo voy a estar satisfecha, si no cambia seré una infeliz toda la vida. Necesito que cambie para ser feliz”. Lo mismo dicen los esposos. Pero Jesús dijo: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida” (Juan 14:6). ¡El centro de todo sustento y toda satisfacción está en Dios!

Es común escuchar frases como: “Yo soy amargado porque mi papá me pegaba”, “soy un vio-lento porque mi mamá me pega-ba”, “yo me drogo y alcoholizo porque mi papá se alcoholizaba, gritaba e insultaba”. ¡Así que necesitas que otros estén bien contigo para que seas feliz! Pero Dios te ofrece ser feliz a pesar de todo, Él te ofrece llenar tu exis-tencia.

Leí recientemente acerca de un misionero que fue a Tobago; él había ido a bendecir a un grupo de enfermos que tenían lepra; en un momento estaba dirigiendo la alabanza y preguntó si había alguien que quería cantar alguna adoración especial, y del fondo, una mujer que no tenía ni ojos ni nariz por causa de la lepra dijo: “Yo quiero cantar el himno que dice: Cuenta las promesas del Señor”. Ella tenía los labios deshechos y aún así contaba las bendiciones del Señor. ¿De qué nos podemos quejar?

En el centro comunitario en el que estuve compartiendo con los diez chicos les dije: “No es-peren para su felicidad, en nada que quieran tener”. Les conté la tristeza que me da cuando al-

gún chico se vuelve a la droga; están insatisfechos, han estado en la calle con frío, comiendo de la basura, y cuando llegan a la comunidad encuentran una familia, tienen comida y sobre todo, amor y comprensión. Sin embargo, cuando una persona no está satisfecha por dentro, no hay nada que le puedas dar para satisfacerla. ¡Sólo Dios puede hacerlo!

Viene a mi memoria la historia real de un hombre que había criado y amaba un león que ha-bía domesticado, andaba para todos lados con el animal, pues se había encariñado muchísimo con él. Un día, en un espectáculo que realizaba, el león se volvió y le mordió la pierna. ¡El hombre no podía creerlo! Entonces in-vestigaron; ya lo querían matar, pero al final descubrieron que al león le dolía una muela, estaba tan dolorido que no aguantó que el domador lo hiciera trabajar. Del mismo modo, cuando tú es-tás en un mal estado de ánimo, ves mal a todo lo que sucede a tu alrededor. ¡Si estás enfermo ni siquiera aguantas la luz! ¡Cuan-do estás en la cárcel de la insa-tisfacción nada de lo que te den te va a satisfacer porque el vacío es interior! Cuando te gobierna un mal esta-do de ánimo, nada de lo que te hagan o te den, te sirve, por eso, Dios quiere sacarte de esa cár-cel de insatisfacción. ¿Cuándo

serás feliz? ¿Cuando te sanes? ¡La respuesta es no! ¿Cuando te cases? ¡No! ¿Cuando seas rico? ¿Cuando se cumplan tus sueños? ¡La respuesta es no!: “Yo soy el que te sustenta... Yo soy el que te cuida, el que satisface tu alma”.

A veces parece que estás muy necesitado y andas buscando algo para satisfacerte. Llegó un hombre a consejería con un pastor: “¡Estoy desesperado!” “¿Qué le pasa?” le pregunta el pastor. “¡He perdido todo!” Su empresa había quebrado, y agre-ga: “¡Tengo ganas de morir-me!” Entonces el pastor le dice: “Mi hermano, lamento tanto que usted haya perdido su fe”. “¡No he perdido la fe!” dice el hombre. “Ah, lamento muchísi-mo que haya perdido la moral, que haya perdido su carácter”. “¡No! Yo no he perdido eso, sigo siendo el mismo”. “Perdón her-mano por mal interpretarlo, la-mento mucho que haya perdido su salvación”. “¡No! Tampoco he perdido mi salvación. ¡He perdido la empresa!”, “Ahhh… entonces” –dijo el pastor -: “Hermano, usted no ha perdi-do nada importante”. ¡Muchas veces hacemos importante algo que en realidad no lo es! ¿No has encontrado a Dios aún, lo andas buscando todavía? ¿Tienes esa sensación de insa-tisfacción y estás en una cárcel? ¡Dios te ama aunque nadie más lo haga! ¡Él puede sacarte hoy de esa prisión! ¿Vives quejándo-te que te falta de acá o de allá? ¡Comienza a pedirle a Dios que te permita ver cuál es su susten-to! David era un hombre que ha-bía encontrado la clave: “Jehová es mi pastor, nada me faltará”. ¿Quién es tu pastor? ¿Tu espo-so? ¡Has elegido mal! Si Cristo no te satisface, nada lo hará.

Hoy te animo a pedirle perdón a Dios como tantas veces yo lo hice, por ser un insatisfecho: “Dios, sácame de la cárcel de la insatisfacción, estoy harto de mí mismo, estoy pecando porque no estoy viendo tus bendiciones. Te-ner ojos ya es una bendición tre-menda, tener oídos más... Quie-ro ser agradecido Dios mío, abre las puertas de esta cárcel de la falta de satisfacción que me tiene encerrado. Aunque no tenga nada, si te tengo a ti soy feliz, me siento satisfecho. Aun-que pierda todo, si te tengo a ti tengo todo lo que necesito. Per-dona mis pecados y ven a vivir a mi corazón. Gracias por tu paz que llena todo mi ser y porque sé que cumplirás tus planes en mí. Amén”.

Jorge Márquez

LA CÁRCEL DE LA INSATISFACCIÓN