La Arquitectura Del Siglo XIX
-
Upload
edith-sandor -
Category
Documents
-
view
86 -
download
7
Transcript of La Arquitectura Del Siglo XIX
CLAVES DE HISTORIA
DEL ARTE
ARQUITECTURA DEL SIGLO XIX
ALBERTO JUÁREZ TELLO
PABLO LAGUNA LOPEZ
ANA MORENO GARCÍA
MANUEL SÁNCHEZ LÓPEZ-TELLO
2
ÍNDICE
INTRODUCCIÓN ........................................................................................................................ 3
El siglo de las revoluciones ....................................................................................................... 3
El Arte con mayúsculas ............................................................................................................. 4
El auge del urbanismo ............................................................................................................... 4
El salto al Modernismo ............................................................................................................. 5
EL NEOCLASICISMO O CLASICISMO ROMÁNTICO .......................................................... 7
Características del neoclasicismo .............................................................................................. 7
Desarrollo del neoclasicismo en Europa ................................................................................... 7
Los arquitectos utópicos de esta época ..................................................................................... 8
Arquitecturas para las ciudades: los edificios cívicos ............................................................... 9
Las obras comentadas: ............................................................................................................ 10
HISTORICISMO Y ECLECTICISMO ...................................................................................... 12
Historicismo ............................................................................................................................ 12
Eclecticismo ............................................................................................................................ 14
LA ARQUITECTURA DEL HIERRO ....................................................................................... 17
Orígenes de la arquitectura del hierro ..................................................................................... 17
El impulso de la Revolución Industrial ................................................................................... 17
Hierro y vidrio. Comienzo de las Exposiciones Universales .................................................. 18
La arquitectura en los Estados Unidos .................................................................................... 21
Repercusión de la arquitectura del hierro ................................................................................ 23
CONCLUSIONES ...................................................................................................................... 24
BIBLIOGRAFIA ......................................................................................................................... 25
3
INTRODUCCIÓN
El siglo de las revoluciones
Si por algo se define el siglo XIX (1801-1900) es por los profundos cambios que
lo atraviesan. Son éstos cambios que afectan a todos los ámbitos de la vida y del cono-
cimiento e influirán en el pensamiento occidental hasta el día de hoy. Sin duda, pode-
mos decir que estamos ante el siglo de las revoluciones de toda índole.
En el plano político, el panorama general se caracteriza por el conflicto entre las
fuerzas de continuidad (la monarquía, la aristocracia rural y la Iglesia) y las fuerzas del
cambio. La Revolución francesa (1789-1799) marca el final del absolutismo y propugna
la transferencia del poder de la vieja aristocracia a la burguesía. La supervivencia de
todos los gobiernos franceses posteriores dependería por completo de su capacidad para
proteger la sociedad burguesa de los peligros del republicanismo jacobino y del retorno
de los privilegios del antiguo régimen. Fuera de Francia, la reacción triunfa a partir de
1815, con sucesivas revoluciones burguesas que se extienden mediante el imperialismo
y buscarán la alianza con el movimiento obrero.
Estos acontecimientos coinciden con cambios casi igualmente revolucionarios en
ciencia, con figuras tan destacadas como Newton o Lamarck, teórico de las primeras
teorías evolutivas de la especie. En cuanto a la filosofía, surgen ahora los principios de
la mayor parte de las corrientes de pensamiento contemporáneas como son el idealismo
absoluto, el materialismo dialéctico, el nihilismo y el nacionalismo, con figuras como la
del alemán Immanuel Kant (1724-1829).
La Revolución Industrial comienza en Inglaterra en la década de 1780 con la fa-
bricación en serie, en plantas mecanizadas, de bienes para el consumo colectivo. Su
expansión es increíblemente veloz,
generando a su vez el éxodo de cam-
pos a ciudades y un rápido crecimiento
de la población. Sin embargo, el su-
frimiento en un nivel social de este
proletariado urbano fue terrible. En
1835, Alexis de Tocqueville, analista
francés, escribe sobre Manchester,
primera ciudad industrializada del
mundo: «De esta fétida alcantarilla,
fluye la mayor corriente de industria
humana para fertilizar todo el mundo.
Aquí la humanidad alcanza su desarrollo más completo y su máximo embrutecimiento;
aquí la civilización lleva a cabo sus milagros y el hombre civilizado se convierte casi en
un salvaje.» Precisamente las circunstancias de Manchester convencerían a Karl Marx
(1818-1883) y a su amigo Friederich Engels (1820-1895) –representante en Manchester
de una empresa alemana de algodón─ para redactar El manifiesto comunista (Londres,
1848), que exigía «el derrocamiento forzoso de todas las condiciones sociales
tes En dos décadas esta obra adquiere la categoría de un texto sagrado y logra la acep-
tación de casi la mitad de la raza humana.
Manchester, 1835
4
El Arte con mayúsculas
Los artistas, como no podía ser de otra forma, se vieron afectados por los conflic-
tos políticos y sociales de este siglo XIX. El último gran estilo europeo, el barroco, jun-
to con el rococó, quedan descartados: se identifica a ambos estilos con la aristocracia, y
los hombres de la Revolución se tienen por ciudadanos libres de una nueva Atenas. La
Revolución francesa señala así un momento de ruptura artística con la tradición.
Esta ruptura cambia totalmente la situación en que viven y trabajan los artistas. Se
establece la distinción entre el Arte, con A mayúsucula, y el mero ejercicio de un arte.
De igual modo se produce la diferenciación entre el ingeniero, con formación eminen-
temente práctica para su aplicación a las nuevas tipologías constructivas que exige la
industrialización: puentes, viaductos, fábricas, etc.; y el arquitecto, al que se considera
un artista y que, a comienzos del siglo, desdeña el desarrollo industrial con sus nuevos
materiales y técnicas. En efecto, en la primera mitad de siglo su aprendizaje sigue te-
niendo lugar en el taller de un maestro arquitecto o en la Academia, siguiendo los trata-
dos clásicos, con una formación más orientada a los valores meramente estéticos y des-
tinada a las construcciones religiosas o civiles (palacios y edificios públicos).
Estos arquitectos trabajan contratados por la clase media en expansión. Y este pú-
blico burgués exige un arte imaginativo: evocaciones de épocas y tierras lejanas y edi-
ficios que dan ilusiones de grandeza, con fachadas de tendencia clásica o medieval y
evocadores interiores. Según nos dice Gombrich en su Historia del Arte: «El hombre de
negocios o la junta de la ciudad quisieron tener Arte a cambio de su dinero. (…) Consi-
guientemente, se le encargaba al arquitecto que realizara una fachada en estilo gótico,
que le diera al edificio la apariencia de un castillo normando, de un palacio del Renaci-
miento o incluso de una mezquita oriental». Es el siglo XIX el de la imitación de los
estilos pasados, del neoclasicismo y de las evocaciones historicistas.
El auge del urbanismo
Hasta el siglo XIX, el urbanismo como disciplina había tenido un escaso desarro-
llo en la historia europea. Pero la revolución industrial provocó una serie de cambios y,
a su vez, de graves problemas que es preciso afrontar. Entre estos destaca el notable
incremento de la población urbana, que requiere una construcción de viviendas masiva,
rápida y barata. En Inglaterra, las familias proletarias se hacinan en barrios bajos de
ladrillos rojos que crecen sin control en las inmediaciones de las monstruosas fábricas
de múltiples plantas. Esas «oscuras y satánicas fábricas» de las que hablaba el poeta
Blake, eran enormemente utilitarias y hacían poca o ninguna concesión a los gustos es-
téticos. Sus avanzadas técnicas de construcción con hierro, para reducir el riesgo de
incendios, impresionan a los visitantes, entre los que se encuentra el gran arquitecto
prusiano Karl Friedrich Schinkel, que plantea las primeras dudas acerca de la situación
de los obreros ingleses.
5
Esta situación de los obreros, tan fielmente
reflejada en las novelas de Dickens, despierta la
sensibilidad de varios pensadores que se proponen
transformar el marco urbano. De sus nuevos plan-
teamientos surgen los proyectos urbanísticos utópi-
cos, como la aldea de New Harmony, en Indiana,
obra del inglés Robert Owen (1771-1858), cuyo
proyecto de reforma urbanística y social no llegó a
ponerse en práctica. Otro ejemplo lo constituye el
falansterio del teórico social francés Charles Fou-
rier (1722, 1837), basado en la agrupación de co-
munidades o «falanges» cohesionadas en un tipo de edificio cuya planta era muy similar
al palacio real barroco. Ambos proyectos requerían, además de un cambio urbanístico,
una auténtica reforma social, lo cual explica su fracaso, aunque hubo bastantes intentos
por ponerlos en práctica en Francia y Estados Unidos.
Las grandes remodelaciones urbanas se acometen en la segunda mitad del siglo,
no tanto con el objetivo de mejorar las condiciones de vida del proletariado, sino con el
afán de poner freno a las epidemias que provocaban el hacinamiento y la insalubridad.
Así, se llevará a cabo la gran primera remodelación: la de París (1853-1869), encargada
al barón Haussman, cuyo proyecto incorporará medidas como la creación de un sistema
de alcantarillado público, la habilitación de espacios para cementerios, la construcción
de amplios bulevares arbolados o la disposición de jardines y parques por toda la ciu-
dad. El ejemplo cunde enseguida y se extiende a otras ciudades, entre las que se encuen-
tran Barcelona, con el plan de ensanche del urbanista Ildefonso Cerdá (1860), o la «ciu-
dad lineal» que Arturo Soria proyectó para Madrid (1882), quizá el proyecto más inno-
vador del urbanismo decimonónico europeo.
Una voluntad que acompaña a todos estos proyectos es la de purificar la contami-
nada atmósfera industrial e insertar pulmo-
nes en el tejido urbano en forma de parques,
que a su vez sirvan para el entretenimiento
de todos los habitantes. Esta voluntad tiene
su origen en la creencia en el poder de la
naturaleza para curar físicamente y regene-
rar moralmente. Así se proyectarán en Eu-
ropa y América parques paisajísticos, con
lagos, colinas y caminos serpenteantes entre
árboles, como su ejemplo más sobresalien-
te: el Central Park de Nueva York, comen-
zado en 1863.
El salto al Modernismo
Así pues, todo el siglo XIX asiste a una serie de crisis estéticas que se traducirán
en un conjunto de movimientos historicistas. En la imitación de la arquitectura del pa-
sado y en la copia de sus tratados y cánones los arquitectos parecieron encontrar un len-
Charles Fourier: Flansterio
El Central Park de Nueva York
6
guaje estético legítimo, en el cual, conforme avance el siglo, se introducirán los nuevos
materiales constructivos, con el hierro a la cabeza. Sin embargo, los artistas en general
se sienten cada vez más insatisfechos con ese arte que gusta a mecenas y público. Y
entre todas las disciplinas artísticas, la arquitectura fue el mayor blanco de sus críticas.
No es de extrañar: de los numerosísimos edificios levantados en este siglo XIX, mu-
chos, una vez acabados, resultaban auténticas mezcolanzas de estilos sin asomo de fina-
lidad arquitectónica. De nuevo Gombrich afirma: «A menudo parecía como si los inge-
nieros hubieran empezado por erigir una estructura para satisfacer las exigencias natura-
les del edificio, y después se le hubieran adherido unas migajas de Arte a la fachada en
forma de adornos, tomados de un repertorio de patrones de estilos históricos».
Pero hacia finales del XIX cada vez más voces se alzarán contra esta decadencia
en que el oficio del arquitecto parecía haber caído. Los artistas empiezan a ansiar un
«Arte Nuevo», basado en una nueva concepción de los fines y de las posibilidades de
cada materia. En 1890 se izará finalmente la bandera del Art nouveau, un arte totalmen-
te fresco y joven, que rompe con la tradición academicista y supera la estética de la ar-
quitectura del hierro. Este estilo será el último del siglo XIX y el primero del XX y su-
pone el paso de la arquitectura: el Movimiento Moderno.
7
EL NEOCLASICISMO O CLASICISMO ROMÁNTICO
El neoclasicismo arquitectónico surgió durante el S.XVIII y tuvo su apogeo en el
S.XIX. El neoclasicismo representa la segunda gran oleada recuperadora de la antigüe-
dad grecolatina en la historia del arte, tras el renacimiento. Una serie de circunstancias
van a permitir este descubrimiento:
- El hallazgo de las ruinas de Pompeya y Herculano, que habían sido sepultadas
por la erupción del Vesubio del año 79 d.C.
- El surgimiento de una importante bibliografía arqueológica, destacando las obras
de Winckelman.
- Las academias creadas a lo largo del siglo XVIII, que no cesaron de ensalzar el
academismo y el respeto a las normas del arte clásico, frente a los excesos del ba-
rroco.
- El cansancio y agotamiento de las formas decorativas del rococó, que produce
una especie de “crisis estética” y una consiguiente búsqueda de formas más sere-
nas, que permitieran un descanso de la vista y el espíritu.
- La caída del Antiguo Régimen francés tras la revolución de 1789 supone el fin
de un sistema político dominado por la nobleza. De forma paralela, el arte aristo-
crático, el estilo rococó, decaerá y será contestado por la nueva burguesía que se
hará con el poder. Los revolucionarios ven en el neoclasicismo la derrota de la
nobleza y su forma de vida, pues se trata de un estilo muy distinto a su predecesor,
el Barroco.
Características del neoclasicismo
Esta nueva orientación hizo que los autores volvieran a los modelos arquitectóni-
cos clásicos. Los edificios que emplean los autores son de Grecia, Roma, Egipto y Asia
Menor.
El neoclasicismo no fue un estilo homogéneo, sino que se manifestó en diversas
corrientes que combinaban la sencillez y la claridad de las estructuras clásicas greco-
rromanas con cierta expresividad y espíritu de exaltación del Romanticismo.
Los modelos grecorromanos dieron lugar a una arquitectura monumental que re-
produce el templo clásico para darle un nuevo sentido en la sociedad civil. Por ejemplo,
Carl Gotthard Langhans, autor de la puerta de Brandeburgo, hizo su obra tomando como
ejemplo los propileos del Partenón de Grecia. Otro ejemplo de imitación fue la que lle-
vó a cabo el inglés James Stuart que en su monumento a Lisícrates en Staffordshire imi-
tó el monumento corágico de Lisícrates en Atenas
Desarrollo del neoclasicismo en Europa
En Francia fue donde se produjo el epicentro del nuevo movimiento. La revolu-
ción se había identificado desde sus orígenes con la Antigüedad clásica tanto en sus
valores morales como en sus realizaciones clásicas. Pero la consolidación definitiva y el
desarrollo más completo del estilo neoclásico en arquitectura se alzaron con Napoleón
que descubrió en el arte imperial romano el modelo idóneo para llevar a cabo la exalta-
ción del imperio.
8
En Alemania, tuvo mayor importancia el interés por la arquitectura griega ática
que la romana, por lo que se desarrolló un estilo neogriego. Su referente más significa-
tivo fue la Puerta de Branderburgo de Berlín.
En Italia, se prefirió crear sus modelos antiguos ya bien avanzados en el siglo
XVIII y en los comienzos del siglo XIX. El modelo del Patenón de Agripa en Roma se
repite en los templos de la Gran Madre de Dio en Turín y San Francisco de Paula en
Nápoles, estos templos tienen en común con el Patenón de Ágripa el pórtico octáctilo y
el volumen cilíndrico del Patenón.
En Inglaterra, el decorativo barroco nunca había llegado a tener gran aceptación.
Las altas clases de Inglaterra no construyeron palacios rococó. En cambio, durante la
primera mitad del siglo XVIII los nobles del partido Whig pusieron en boga la cons-
trucción de residencias campestres de un puro clasicismo.
En España, el neoclasicismo fue muy importante. Esta época coincide con el
reinado de Carlos III. En esta época se vivió una época de esplendor. Los arquitectos
más influyentes fueron Ventura Rodríguez, Juan de Villanueva e Isidoro González Ve-
lázquez.
Juan de Villanueva es el prototipo de arquitecto neoclásico europeo. Se forma en
la Academia de San Fernando, obtiene una beca para ampliar sus estudios en Roma, lo
que le permite desplazarse a Pompeya y Herculano, y a los 26 años regresa a España,
donde es nombrado arquitecto de El Escorial. En las cercanías del Escorial edificó la
Casita de Arriba y la Casita de Abajo, para los hijos de Carlos III; dos villas de recreo
de estilo palladiano en la sierra madrileña.
Estos encargos le valieron el favor real, siendo ascendido a la dirección general de
la Academia de San Fernando y honrado con el título de Maestro Mayor del ayunta-
miento de Madrid.
Las obras más destacables de Villanueva son el Palacio de las ciencias (actual
Museo del Prado), el Observatorio Astronómico y el desaparecido Cementerio general
del Norte. Otras obras importantes en esta época en España las tenemos en la Puerta de
Alcalá (Sabatini), la remodelación de la basílica del Pilar (Ventura Rodríguez) o la Fá-
brica de Tabaco.
Los arquitectos utópicos de esta época
Originalidad no falta en cambio a los edificios ideales imaginados por Etienne-
Louis Boullée y Claude- Nicolas Ledoux, dos arquitectos franceses que diseñaron una
nueva arquitectura, que creían sería la propia del mundo moderno que entonces comen-
zaba tras la revolución francesa. Ambos propusieron la ruptura tradicional de frontones,
capiteles o columnas y propusieron formas puras y desadornadas.
A Boullée, su obsesión por la geometría pura, parecía molestarle la idea de que
sus grandiosos proyectos pudieran adaptarse a la vecindad de otros edificios. Su dibujo
más célebre fue un diseño de Cenotafio dedicado a Isaac Newton. Este edificio es un
mole de 152 metros de diámetro alzándose en medio de ninguna parte.
Ledoux en sus años de actividad profesional, antes de la revolución, se había for-
jado una reputación proyectando residencias campestres, y hasta su obra de más enver-
gadura, las Salinas de Arc-et-Senans en el Franco Condado, se levantaba sobre una
9
planta semicircular en medio de la naturaleza. Quiso ampliar este proyecto para conver-
tirlo en un utópico asentamiento industrial, la ciudad ideal de Chaux, que imaginaba
como un gran círculo de edificios alrededor de la casa del director, exenta como si fuera
un templo, y también proyectó originales edificios periféricos, como una piramidal casa
del leñadores, una cilíndrica casa de los guardas del río o un albergue para rurales.
Arquitecturas para las ciudades: los edificios cívicos
La huella del neoclasicismo quedó marcada en el ámbito urbano, y aún hoy es cla-
ra la permanencia de estereotipos neoclásicos en el caso de muchas tipologías de edifi-
cios que se desarrollaron a principios del siglo XIX, para los nuevos usos y necesidades
implantados por los cambios políticos, sociales y económicos: bancos, museos teatros,
bibliotecas públicas, sedes de gobierno y de parlamento, logias masónicas, clubes, bol-
sas de comercio, hospitales, cementerios públicos, etc.
10
Las obras comentadas:
El Templo de la Magdalena (París), por Pierre Alexander Vignon: el origen del
edificio está en una iglesia cuya primera piedra se puso en 1765, reinando Luis XV. Con
la Revolución Francesa las obras se detuvieron y en 1806 Napoleón decidió dedicar el
templo a la gloria del ejército francés. Se eligió para ello el proyecto de Pierre Alexan-
der Vignon, inspirado en la Maison
Carrée de Nimes y se demolió casi
todo lo construido. Tras la caída de
Napoleón, fue transformado en igle-
sia, que se inauguró en 1842 en la
festividad de Santa María Magdalena.
El resultado fue un grandísimo edifi-
cio que combina diversos rasgos de la
antigua arquitectura; del templo grie-
go, la columnata períptera de orden
corintio; y del templo romano, la ele-
vación sobre podium y el acceso fron-
tal.
El Arco de la Estrella (París), por Jean
François Chalgrin: Napoleón mandó cons-
truir este arco triunfal en 1806, tras la victo-
ria el año anterior en la batalla de Austerlitz.
Se le conoce como Arco de la Estrella por el
nombre de la plaza en cuyo centro se ubica,
de la que irradian doce avenidas de forma de
estrella. Fue levantado entre 1806 y 1836.
J.F.Chalgrin se inspiró en los arcos de triunfo
romano, pero su tamaño es el doble que el de
Constantino. Los cuatro grandes relieves que
lo adornan son de época de la monarquía de
Luis Felipe.
Pierre Alexander Vignon: París, Templo de la Magdalena
Jean François Chalgrin: París, Arco de la Estrella
11
Columna de Austerlitz (París): columna
encargada por Napoleón para celebrar la victoria
en Austerlitz en 1806. Imita las columnas con-
memorativas romanas, en particular la de Tra-
jano, pero está cubierta de bronce obtenido de
los cañones arrebatados al enemigo.
Sus relieves narran escenas de la guerra.
La estatua que la corona representa al emperador
vestido de general romano y fue mandado erigir
por su sobrino Napoleón III.
Altes Museum (Berlín): construida por el arquitecto Kart Friedrich Schinkel, que
es considerado el mejor arquitecto del clasicismo romántico europeo. Como en Alema-
nia se impuso el neogriego, el Altes Museum tiene una fachada principal que evoca a
una stoa recorrida por dieciocho columnas jónicas. Es el primer edificio del mundo con-
cebido como museo desde su construcción. Se construyó en 1823, y fue inaugurado en
1830. Su concepción espacial, un cuerpo cúbico con salas en dos pisos alrededor de dos
patios interiores, es un magnífico ejemplo de racionalidad constructiva a su función.
Columna de Austerlitz , París
Kart Friedrich Schinkel: Berlín, Altes Museum
12
C.A. Busby: Castillo de Grych
HISTORICISMO Y ECLECTICISMO
Tanto el historicismo como el eclecticismo se desarrollan con especial incidencia
en el siglo XIX y ambos son una especie de recuperación de estilos antiguos, aunque
con diversas diferencias que veremos a continuación.
El eclecticismo está caracterizado por la utilización libre de elementos procedentes
de todos los estilos históricos y la mezcla de inspiraciones diversas en un solo edificio,
mientras que el historicismo es una tendencia estilística que se basa en la recuperación
de los modelos históricos.
El eclecticismo se podría decir que es la mezcla de diversos estilos antiguos para
crear así uno nuevo, y el historicismo es la imitación de los elementos arquitectónicos
anteriores añadiéndole rasgos culturales del momento.
Historicismo
El pensamiento ilustrado concebía la historia como un proceso global y objetivo,
mientras que el historicismo la entiende como un proceso donde cada periodo posee
personalidad propia.
Inglaterra modificó durante el siglo XVIII su pensamiento sobre el gótico, reorien-
tando y asumiendo sus defectos y observando sus aspectos positivos, pasando a compar-
tir protagonismo con el resto de estilos “exóticos”.
En principio, las labores arquitectónicas se centraban en obras que podríamos con-
siderar pintorescas, como el Castillo de Grych, de C.A. Busby (1788-1838). Poco a po-
co se transforma en lo que podemos denominar Neogótico, favorecido por una campaña
de recristianización que permite ver la arquitectura gótica como paradigma de edificio
religioso, tal y como lo define Pugin. La Iglesia anglicana controla totalmente el estilo,
proponiendo una imitación del gótico medieval, y restringiendo las tipologías y el uso
de determinados materiales, como el hierro.
13
Charles Barry (1812-1852) realiza el Parlamento de Londres en colaboración con
Augustus Pugin (1795-1860), dejando claro que no es necesario abandonar completa-
mente el clasicismo, aunque sí es interesante alternarlo con una ornamentación gótico
flamígera procedente del gótico perpendicular inglés.
William Butterfield (1814-1900) realiza la All Saints Church de Londres, ejemplo
de neogótico victoriano, donde se combina por primera vez el ladrillo rojo con el negro
en bandas y rombos, con un interior pleno de decoración policroma.
En Alemania en estos momentos se
vivía una importante fiebre nacionalista
que tenía sus bases directamente en la
Edad Media y en sus catedrales, em-
blemas de la nación alemana. El objeti-
vo estatal está en la restauración de la
Catedral de Colonia, revisándose dete-
nidamente la historia del edificio y los
sistemas constructivos, adquiriendo las
obras impulso a partir de 1842.
Charles Barry: Parlamento de Londres
William Butterfield: Londres, All Saints Church
14
Catedral de Colonia
En Francia, la restauración fue la principal labor de los arquitectos, en un intento de
proteger los símbolos nacionales y religiosos, dominando los valores figurativos sobre
los constructivos.
Eugène Viollet-Le-Duc (1814-1879) realizó una interpretación racionalista de la
aportación medieval. Considera que los edificios deben restaurarse buscando la restitu-
ción integral de la obra, es decir, su estado original. Entre 1844 y 1879 realiza trabajos
en la Catedral de Notre-Dame y en el recinto amurallado de Carcasona. Estudió el góti-
co desde un punto de vista eminentemente técnico, y piensa que la aplicación de este
sistema a la nueva arquitectura resolvería la crisis de la época.
En Cataluña el estilo al que se recurre es al neorrománico, debido a la importante
carga nacionalista que existía. Destaca la Universidad literaria de Barcelona, obra de
Elías Rogent (1821-1897).
Eclecticismo
El romanticismo propugnó la vuelta a estilos arquitectónicos del pasado, y en lugar
de utilizarlos en edificios independien-
tes, los mezclan en una modalidad
ecléctica que terminó invadiendo toda
Europa.
El Royal Pavilion de Brighton, re-
forma de una residencia clasicista reali-
zada por John Nash entre 1815 y 1823,
marca de forma definitiva la neta ruptu-
ra con la arquitectura clásico-romántica.
El estilo de la obra es ecléctico neo-
oriental con una suma de elementos
heteróclitos: chinos, hindúes, bizantinos
o sarracenos con repertorios de inven-
ción propia.
John Nash: Brighton, Royal Pavilion
15
En Francia destacan la figura de Charles Garnier (1825-1998) y de Paul Abadie
(1812-1884), que construyeron la Ópera de París y la Iglesia del Sagrado Corazón de
París respectivamente.
El edificio de la Ópera
de París fue proyectado con
la intención de enriquecerlo
con las mejores galas del
pasado. Fue reconstruida
tras el incendio que sufrió
en 1781 por propuesta de
Napoleón III. El primer
proyecto de reconstrucción
correspondería a Hector
Horeau (1801-1872), pero
este proyecto fue soslayado
(evitado) en beneficio del que llevaría a cabo Charles Garnier entre 1862 y 1875 para
levantar la definitiva Ópera de París, ganador de un concurso que tuvo lugar en 1860.
Garnier reúne el orden gigante barroco con las líneas sencillas del renacimiento, consi-
guiendo un efecto neobarroco al usar elementos procedentes en su mayoría del Manie-
rismo italiano, sin renunciar a los elementos franceses. El decorativismo del edificio
viene de la mano de una amplia muestra escultórica que decora las fachadas y que se
continúa en el interior, donde la gran escalera, el vestíbulo y el auditorio se salpican de
dorados.
La Basílica del Sacré-Coeur se encuen-
tra dedicada al Sagrado Corazón de Jesús.
Se puede ver desde casi cualquier punto de
París al estar situada sobre la colina de
Montmartre. Fue construida como resultado
de un voto religioso particular cuando esta-
lló el conflicto franco-prusiano: Alexandre
Legentil y Rohault de Fleury prometieron
financiar su construcción si Francia se sal-
vaba de una invasión, y así fue, por lo que
en 1875 se empezaron las obras siguiendo el
proyecto de Paul Abadie. Es evidente la car-
ga románico-bizantina. Las cuatro cúpulas
menores son típicamente orientales. En su
parte posterior, un campanario cuadrado
sostiene la gran campana de 19 toneladas de
peso. Una escalinata lleva al acceso del Sa-
cré-Coeur que da paso a la fachada de la
basílica y al pórtico de tres arcadas que la
Charles Garnier : París, Ópera de París
Paul Abadie : París, Basílica del Sagrado Corazón
16
precede, por encima del cual aparecen estatuas ecuestres de personajes históricos. El
interior destaca por su decoración plástica, pictórica y musiva.
En Italia destaca el
Monumento a Víctor Ma-
nuel II en Roma, obra de
Giuseppe Sacconi (1854-
1905), de fuerte carga clási-
ca al imitar los altares hele-
nísticos. Se encuentra en la
Plaza Venecia y está dedi-
cado al rey Víctor Manuel
II, glorificando la unidad
nacional y sirviendo de altar
a las ceremonias del Estado.
Fue construido entre 1885 y 1911. Una escalera sube al Altar de la Patria, de A. Zanelli.
Allí está la estatua de Roma hacia la que convergen dos bajorrelieves. Bajo la estatua
está la tumba del Soldado Desconocido. Dos escaleras laterales suben a la estatua ecues-
tre de Víctor Manuel II, que se alza sobre una base donde están representadas las princi-
pales ciudades de Italia. Más arriba se levanta un pórtico de 16 columnas, coronado late-
ralmente por dos cuadrigas de bronce.
En cuanto a España, el eclecticismo acude a un estilo nacional como es el mudéjar,
manifestándose en la realización de numerosas plazas de toros, como la del Puerto de
Santa María en Cádiz (que terminaría de construirse en 1880), donde destaca el uso del
ladrillo y de los azulejos.
Giuseppe Sacconi: Roma, Monumento a Víctor Manuel II
Cádiz , Plaza de toros del Puerto de Santa María
17
LA ARQUITECTURA DEL HIERRO
Orígenes de la arquitectura del hierro
La utilización del hierro en la arquitectura no puede ser considerada como una no-
vedad propia del siglo XIX. Desde muy antiguo las edificaciones se habían servido de él
como complemento, aunque siempre de manera episódica, a base de piezas limitadas
que difícilmente podían alcanzar dimensiones excesivamente grandes.
El uso estructural del metal de hierro podemos encontrarlo ya en algunos ejemplos
de construcciones del siglo XVIII que lo incorporan. Así podríamos referirnos a la an-
tigua Cámara de los Comunes (por Wren, 1706), a la cocina del Monasterio de Alco-
baça en Portugal (1752), al Palacio de
Mármol de Petersburgo (por Rinaldi
1768-1772) o a algunos elementos en las
galerías de St. Anne de Liverpool (1770).
Es importante recordar que aunque
la, debido a sus indiscutibles ventajas,
acabaría extendiéndose de forma plena a
todo tipo de construcciones, en esta pri-
mera etapa sus realizaciones más signifi-
cativas serían los puentes. Así pues, en-
contramos un rápido incremento en nú-
mero y tamaño de puentes construidos
con metal desde la década de 1790, como
el de Shorphire en Inglaterra (entre 1777-1779), el Pont des Arts en Francia (1801-
1804) y otros muchos más.
El impulso de la Revolución Industrial
La Revolución Industrial provocó una revolución paralela pero gradual de los mé-
todos de construcción y trajo muchos cambios de la índole más diversa. Por una parte,
el desarrollo poblacional fue gigantesco, requiriéndose como consecuencia nuevos ser-
vicios o la mejora de los ya existentes. Surgió también la necesidad de diferenciar la
ciudad por zonas según su función (residencial, comercial, fabril) y composición social
(barrios obreros, zonas burguesas), y esto exigía modificaciones importantes en la es-
tructura urbana. Además, el imperioso desarrollo de los medios de transporte y las co-
municaciones obligaba a crear nuevos trazados viarios.
En la década de 1830 comienza la historia de un nuevo tipo de construcción, la
estación de ferrocarril, cuyas marquesinas darían, mediado el siglo, alguno de los mejo-
res y más refinados ejemplos de construcción “ferrovítrea”. Antes de 1850, generalmen-
te eran de construcción mixta, pero de un género especial. Las partes de hierro y cristal
–marquesinas o cobertizos de los andenes- , y las partes de albañilería, estaban mera-
mente yuxtapuestas, y no integradas. Algunos ejemplos los tenemos en la de Crown
Street, Liverpool (1830), en la de Lime Street (Liverpool), en la de Temple Meads de
Bristol (1839-1840) o en la Station de Derby (1831-1841).
L.-A. de Cessart: París,Pont des Arts
18
Estrechamente asociado con el desarrollo de la construcción del hierro está el de
la prefabricación. Es obvio que en puentes e invernaderos era necesaria la prefabrica-
ción y el ensamblaje in situ, pero después se llegan a importar faros para Bermudas y
Barbados, un palacio para un rey africano (1843, John Walker), e incluso almacenes y
casas de hierro para los buscadores de oro en California y Australia.
Hierro y vidrio. Comienzo de las Exposiciones Universales
Desde 1945, al uso del hierro, colado o forjado, se añadió el acero, que se produ-
cía a gran escala en las industrias siderúrgicas y permitía un tratamiento diferente para
cada necesidad. Y junto con el hierro y el acero se generalizó también el uso del vidrio,
que experimentó grandes progresos técnicos hasta el punto de que a comienzos del siglo
XIX se lograron fabricar piezas de dimensiones insospechadas hasta el momento.
En Inglaterra se investigan las nuevas posibilidades de la combinación de estos
materiales, y esto tuvo grandes repercusiones en la estructura general de los edificios.
En primer lugar, el muro se convierte en mero elemento de cierre, ya que el armazón
interno del edificio hacía innecesaria su tradicional función sustentante (como muro de
carga). Por otra parte, los pilares y columnas de piedra son reemplazados por pies de
acero laminado y columnas de fundición. Y por último, las cubiertas de armazón metá-
lico adoptaron las más variadas formas y permitieron el empleo de elementos de cubri-
ción tradicionales, como tejas o pizarras, pero también láminas de cristal, que dotaban el
interior de una gran luminosidad.
Este tipo de arquitectura alcanzó su punto culminante en la década de 1850,
cuando los arquitectos de edificios tradicionales fueron incorporando progresivamente
estos nuevos materiales, con las ventajas y atrevidas soluciones técnicas que de ellos se
derivaban. La plena consolidación del hierro y el vidrio en arquitectura quedó patente
con la construcción de un número considerable de palacios de cristal, primero en Lon-
dres y después en todo el mundo occidental.
En este sentido, la obra más influyente de este tipo de edificaciones se produjo
con el Crystal Palace, construido en el sorprendente espacio de nueve meses en 1950-
1951 por Sir Joseph Paxton(1801-1855), quien había aprendido los principios de la
construcción en hierro y cristal en los invernaderos. Ninguna estructura realizada con
estos materiales había sido construida antes a una escala semejante, y su alegre espacio
interior, con su crucero en forma de tambor abovedado y sus múltiples galerías, todas de
cristal, formaban un esqueleto de hierro que mostraba la maravillosa luminosidad de la
Gran Exposición de Londres –la primera de una larga serie –.
19
J. Praxton: Londres, Palacio de Cristal
El edificio abarcaba una superficie enorme que solo estaba separado del mundo
exterior por una cubierta compuesta exclusivamente de vidrio espeso y hierro. Esta rela-
ción entre el interior y el exterior del palacio constituyó el nacimiento de un nuevo con-
cepto en el diseño arquitectónico. Debido al carácter temporal de la muestra, se preten-
día que el edificio que la albergara estuviera compuesto de materiales desmontables y
que pudieran ser empleados de nuevo. Su éxito fue total y se convirtió en el modelo que
habría de inspirar los pabellones de las
sucesivas Exposiciones Universales.
En 1862 Henri Labrouste añade a
la Biblioteca Nacional de París su Sala
de Lectura y consigue así uno de los
monumentos más significativos del
hierro fundido en Francia. El magnífico
espacio interior, con sus ligeras cúpulas
de terracota apoyadas sobre arcos y
columnas de metal muy estilizadas,
supuso un gran avance con respecto a
su obra anterior, la Biblioteca de Sain-
te-Genevière. Esta sala de lectura no
tiene un exterior adecuado ya que está
incorporada en un grupo de estructuras
del siglo XVII y XVIII que Labrouste
adaptó y amplió. Todavía más sorpren-
dentes son los depósitos, también del mismo arquitecto, visibles desde la sala de lectura
a través de una gran pared de cristal, pues en ellos todo el volumen espacial está articu-
lado por elementos metálicos verticales y horizontales de madera que recuerdan al Pala-
cio de Cristal de Paxton.
Henri Labrouste: París,
Sala de Lectura de la Biblioteca Nacional
20
En la 1ª Exposición Universal de París en 1855 se construyó un palacio huyendo
de la idea que tanto había impresionado a la arquitectura con el Palacio de Cristal de
Londres unos años antes. De forma generalizada, los interiores abovedados de hierro y
cristal se ocultaron con revestimientos convencionales en este edificio y en otros tantos
que fueron surgiendo posteriormente, y no fue hasta la exposición de 1878 cuando em-
pezaron a dejarse al descubierto este tipo estructuras.
La curva del entusiasmo por el hierro había descendido en Gran Bretaña y en
Francia, y el interés por las construcciones de este tipo palideció rápidamente; durante
unos quince años la utilización del hierro visto se explotó principalmente en las facha-
das comerciales de los Estados Unidos.
Pero la renovación del interés por el empleo directo del metal en el Continente
llegó de nuevo durante la década de los 80. En 1891 París vuelve a acoger una Exposi-
ción Universal. En ella se realizan dos grandes obras modernas: la Sala de las Máquinas
de Dutert y Contamin, obra inspirada en la de Patxon, y la Torre Eiffel (realizada dos
años antes).
La Sala de las Máquinas era un recinto algo menor que el Crystal Palace e inten-
taba huir del aspecto de invernadero de este. Su estructura estaba formada por unos pies
monumentales que descansaban sobre 40 pilastras de albañilería. La cubierta, sin ningún
apoyo intermedio, alcanzaba 43 metros y abarcaba una superficie de 115 x 53 metros.
Ante este edificio el público de entonces reaccionó con asombro y admiración debido a
la audacia de su construcción, pero desgraciadamente fue derribado en 1910.
Dutert y Contamin: Sala de las Máquinas
La archiconocida Torre Eiffel es una estructura de hierro pudelado diseñada y
construida por el ingeniero francés Gustave Eiffel y sus colaboradores. La construcción
de la famosa torre de 300 metros de altura requirió, entre otros muchos números ma-
yúsculos, la ejecución de 5.300 dibujos que detallaban las 18.038 piezas diferentes que
integraban su estructura, y cuyo ensamblaje requirió siete millones de remaches. Dos
años de trabajo y un promedio de 250 obreros posibilitaron su finalización cuya realidad
trataba de rivalizar con los monumentos más altos del mundo. Su tamaño excepcional,
el hecho de que fuera concebida como mera exhibición de las posibilidades técnicas del
21
hierro, sin ninguna finalidad práctica y sin espacio interior, levantó una enconada polé-
mica entre los que la admiraban y los que la criticaban por considerarla de nulo valor
estético y una auténtica “deshonra” para París.
G. Eiffel: París, Torre Eiffel
Además de estas descalificaciones, la innovación y la originalidad que suponía el
emblemático proyecto de Eiffel propiciaron la proliferación de negros presagios. Ya
desde el inicio de las obras, no faltaron especialistas y matemáticos empeñados en de-
mostrar su seguro derrumbamiento cuando se alcanzaran los 228 metros de altura. A
pesar de tan virulentos ataques, la torre vendría a convertirse en el símbolo de la moder-
nidad. Con ella, el autor demostró que el arte no era destruido por la técnica, sino que la
técnica se limitaba a ofrecer nuevos recursos para el desarrollo del arte.
La arquitectura en los Estados Unidos
Los primeros vestigios de una arquitectura del hierro en Estados Unidos la encon-
tramos ya en la década de 1940, en algunos edificios comerciales proyectados por arqui-
tectos como James Bogardus o John B. Corlies.
En Gran Bretaña y Europa se vieron pocas fachadas de hierro debido al peligro de
derrumbamiento que advirtieron en caso de incendio. Los americanos no consideraron
este riesgo hasta los incendios de 1870 en Boston y Chicago. Además, el hecho de que
otras modas arquitectónicas vigentes en los años 50 terminaran por imponerse a la del
hierro hizo que el momento culminante de la arquitectura del hierro en Europa fuera
efímero.
Tal y como mencionamos arriba, en 1871 un gran incendio en Chicago destruyó
gran parte de las infraestructuras y edificaciones de esta localidad. De esta forma hubo
de levantarse otra ciudad de nueva planta donde predominaban los materiales ignífugos
por la psicosis reinante de que otra catástrofe de similares características se volviera a
repetir. Aparece una nueva escuela con elementos que van a revolucionar el concepto
arquitectónico. Esta escuela es la Nueva Arquitectura de los Estados Unidos o Escuela
de Chicago por ser esa ciudad donde primero aparece. El hecho de ser una capital nue-
22
va, sin una forjada trayectoria artística y cultural, supuso que resultara fácil asumir los
nuevos avances técnicos que se consideraban en pugna con otros valores tradicionales
vinculados con el viejo continente.
La característica fundamental que define a la Escuela de Chicago es la edificación
en altura, que más tarde daría origen al rascacielos. Este tipo de edificio fue consecuen-
cia de algunos factores:
- La necesidad de reducir, en el coste total del edificio, el impacto del coste del
suelo, que la especulación había elevado mucho en el centro comercial y financie-
ro de la ciudad;
- En 1857, en la ciudad de Nueva York se construye el primer ascensor por Elisa
Otis. Esto iba a permitir que aparecieran edificios cada vez más altos;
- La novedad más importante que aporta esta escuela es el esqueleto o armazón
metálico o de hormigón, el cual otorga al arquitecto una libertad casi ilimitada a la
vez que potencia la funcionalidad;
- Otro rasgo característico de esta escuela es la primacía de la funcionalidad sobre
la estética;
Henry A. Richardson es considerado como el fundador de la escuela, quien aún
hace edificios con una decoración externa de ecos historicistas. Su obra capital, de 1877,
son los Almacenes Marshall, de una sobriedad volumétrica que influirá en todos los
arquitectos americanos del momento.
Siempre se ha dicho que el máximo representante del movimiento fue Louis Su-
llivan. El Auditorium de Chicago (1889) es la obra más importante de este arquitecto y
la más conocida de la escuela. Sus
muros aún funcionan como soporte
de las plantas, utiliza materiales
antiguos como el granito del basa-
mento, hay decoraciones historicis-
tas, arcos y columnas. En 1891
termina en Saint Louis el
Wainwright Building, de perfectas
proporciones que nacen de la es-
tructura, y no al revés, como ocu-
rría en la arquitectura esteticista
europea. En este caso se antepone
la funcionalidad a la estética, antici-
pándose a la arquitectura racionalista y orgánica del siglo XX; otra de sus grandes obras
son los Almacenes Carson, en los que usa la ventana apaisada, característica de esta
escuela, y remarca principalmente las bandas horizontales.
En definitiva, podemos resumir que el ascensor, la estructura en esqueleto metáli-
co, la edificación en altura y la funcionalidad son las aportaciones de la Escuela de
Chicago.
Louis Sullivan: Chicago, Auditorium de Chicago
23
Repercusión de la arquitectura del hierro
Aunque la utilización del hierro en la arquitectura no puede ser considerada como
una novedad propia del siglo XIX, sí que podemos decir que el prestigio que tuvo este
tipo de construcciones nunca fue tan grande como a principios de la década de 1950. Sin
embargo, el rápido fin de la arquitectura metálica vino dado por su insospechada vulne-
rabilidad al fuego, entre otras razones anteriormente comentadas. El Crystal Palace, que
como hemos visto fue una de las obras capitales de este tipo de arquitectura, fue re-
construido al sur de Londres después de la Exposición Universal de 1851, pero pereció
bajo el fuego en 1936. Sin embargo, la utilidad del metal en la construcción quedó es-
tablecida, y el material fue revitalizado para construcciones de otro tipo, que darán lugar
a otras nuevas formas de arquitectura.
Puentes, estaciones de ferrocarril, invernaderos, bibliotecas, edificios comerciales,
auditorios, etc, son algunos de los ejemplos de obras arquitectónicas estudiadas en este
apartado. La arquitectura del hierro abrió además nuevos caminos que en los años si-
guientes permitieron desarrollar movimientos artísticos y obras tan importantes como el
Art Noveau, el Modernismo, la edificación de los rascacielos y un sinfín de triunfos más
hasta nuestros días.
24
CONCLUSIONES
El siglo XIX se caracteriza, como hemos visto, por los profundos cambios que lo
atraviesan. Acontecimientos como la Revolución francesa (1789-1799), la Revolución
Industrial, el movimiento obrero y, en definitiva, los cambios sociales, políticos y eco-
nómicos del siglo XIX han supuesto, sin duda, un punto decisivo en el desarrollo de la
historia de la humanidad.
En el presente trabajo hemos tratado de abordar un estudio sobre las tendencias
arquitectónicas más significativas de esta centuria. Así pues, los aspectos esenciales que
definirán la arquitectura serán la tradición clásica impulsada desde la institución acadé-
mica, el interés por el mundo antiguo, las construcciones de talante ecléctico y la utili-
zación del hierro.
Para llevar a cabo nuestro propósito hemos hecho especial hincapié en algunos
ejemplos que hemos considerado especialmente notables. Para ello hemos cuidado que
dichos ejemplos sean representativos de los movimientos artísticos y que, a ser posible,
sean también modelos memorables en la historia de la arquitectura.
Somos conscientes de lo ambiciosa que esta hazaña, la de hacer un trabajo serio
que abarque todo un siglo de arquitectura, puede resultar. En cualquier caso, hemos
consultado diversa bibliografía, desde manuales especializados hasta páginas de inter-
net, y esto, como mínimo, nos ha servido para dar por cumplidos los objetivos que des-
de el principio nos planteamos.
Como una propuesta para un futuro e hipotético proyecto relacionado con el tema
que nos ocupa, sugerimos la idea de que podría elaborarse un video de carácter pedagó-
gico con el material que hemos preparado a lo largo de estas páginas. Además, recor-
damos a quien las lea que siempre es gratificante recurrir a internet para poder obtener
material gráfico abundante de los ejemplos que aquí se han estudiado.
25
BIBLIOGRAFIA
COLLINS, PETER y GILI, GUSTAVO, Los ideales de la arquitectura moderna: su
evolución, 1750-1950. Barcelona, 1998.
GOMBRICH, ERNST H., Historia del Arte. Barcelona, Debate, 1997.
HARTT, F., Arte. Historia de la Pintura, Escultura y Arquitectura. Madrid, Akal, 1989.
HENRY-RUSSEL HITCHCOCK, Arquitectura de los Siglos XIX y XX, Madrid,
Ediciones Cátedra, 1985.
HERNANDO, JAVIER, Arquitectura en España 1770-1900. Cátedra, Madrid, 2004.
HONOUR, H. y FLEMING, J., Historia mundial del Arte. Madrid, Akal, 2004.
MARTÍN GONZÁLEZ, J.J., Historia de la arquitectura. Madrid, Gredos, 1981.
PEDRO LORENTE, JESÚS, Neoclasicismo. Madrid, Dastin Export S. L., 2003.
Arte en España: El portal de la historia del arte [en línea]. Dirección URL: <
http://www.arteespana.com//>. [Consulta: 15 de marzo del 2013].
Arte Historia: La página del arte y la cultura en español [en línea]. Dirección URL: <
http://www.arteespana.com//>. [Consulta: 27 de marzo del 2013].