DANIEL SCHAVELZON_La Arquitectura Para La EducaciOn en El Siglo XIX

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5. El modelo liberal 4.1. Enseñanza La importancia fundamental asignada a la educación por la generación que introdujo el modelo justifica ampliamente la inserción de esta reseña, que nos permite acceder, a través de los datos y las obras, a la imagen que de la enseñanza se tenía en la época. Coordinación: Marina Waisman La arquitectura para la educación en el siglo XIX Daniel Schávelzon, arq. El proceso de renovación educacional con- secuente con la Revolución de Mayo, tardó en su materialización varios decenios debido, entre otras causas, a que el país estuvo abocado al objetivo prioritario de consolidar sus nuevas estructuras políticas y económicas; hacia las décadas finales del siglo XIX se concretaron, especialmente en la ciudad de Buenos Aires, los programas edilicios correspondientes al nuevo sistema educativo en sus niveles de escuelas, colegios y universidades y, como funcionamiento y como expresión, se logró entonces la imagen arquitectónica inherente a aquel proceso de renovación. Sarmiento había sido el primero en proponer medios para modificar las anteriores estructuras educativas al fundar, en 1857, la Escuela Modelo de Catedral al Sur en la capital del entonces Estado Libre de Buenos Aires; para ello se remodeló con material norteamericano un edificio preexistente, y un año después se inició la obra de la Escuela Modelo de Catedral al Norte que fue el primero construido en la ciudad después de la Revolución de Mayo. La Escuela Modelo de Catedral al Norte, situada en la actual calle Reconquista 461, fue construida entre 1858 y 1860; fue su autor el arquitecto Miguel Barabino, cuyo proyecto resultó seleccionado en un concurso o "licitación" ya que también se competía por el presupuesto. Dicho edificio tenia una capacidad original para 300 alumnos; pero tras varias modificaciones, alcanza en la actualidad a 800 educandos. Tam- bién había sido equipada con mobiliario norteamericano, pero el edificio no era en sí "lujoso": tenía algunos grandes salones, escaleras de mármol y portadas de caoba; no obstante, la distribución no resultó buena debido, probablemente, a la estrechez del terreno. Es notable cómo, hasta 1860, las quince escuelas de la ciudad de Buenos Aires fun- cionaban en obsoletos edificios alquilados y no existían construcciones específicamente erigidas para escuelas públicas, salvo las hechas antes de 1810 por las órdenes religiosas, cuya actividad repunta también luego de 1860, pudiendo mencionarse los gigantescos edificios privados de los Colegios San José (1859/76 y del Salvador (1870/76). Arquitectura escolar primaria en la década del 80 La primera presidencia de Roca estuvo ca- racterizada por dos realizaciones fundamentales, en lo que concierne al ámbito educacional: la sanción de la ley nacional número 1420 que estableció las bases de un nuevo sistema orgánico para la instrucción pública y la creación, en 1882, del Consejo Nacional de Educación cuyo primer titular. el doctor Benjamín Zorrilla, resolvió con extraordinaria dinámica las apremiantes necesidades que presentaba la capital federal en materia de edificación escolar. Al servicio del Consejo se desempeñaba el ar- quitecto Raymundo Battle, quien preparó un proyecto tipo, según el cual se inició la ejecución de seis obras en abril de 1883; poco después se incorporaron el arquitecto José Ramos Muñoz y el ingeniero Próspero Labeán como proyectistas: el 1 de junio de 1884 se inauguraron 14 edificios y el 8 de julio de 1886 otros 40, contándose entre éstos el palacio de la calle Rodríguez Peña entre Charcas y Paraguay, construido para la escuela Petronila Rodríguez, el Consejo y la Biblioteca, según diseño del arquitecto Carlos A. Altgelt. Al finalizar la década del 80 el sistema educativo y la arquitectura escolar alcanzaban su primer apogeo; Ramos Mejía estableció 320 escuelas en todo el país durante sus tres años en el ministerio; para agilizar el plan de construcciones se prepararon proyectos prototípicos que sirvieron para ejecutar obras casi en serie, trabajos que estuvieron a cargo del activo contratista Luis Valcavi. Tal masificación constructiva justificó frases como la de Galarce, en 1887, al describir los nuevos edificios educativos de Buenos Aires con estas palabras: "...reuniendo la comodidad, lujo, amplia dotación, hermosos jardines, higiene y disciplina, a otros interesantes detalles que atraen al niño al Templo del Saber y al profesor a! desempeño de sus obligaciones". Como contraste, si bien el número de edificios construidos para escuelas fue realmente elevado, no resultó suficiente frente a las necesidades del país. Por la ley nº 356 promulgada en 1869, la provincia de Buenos Aires premiaba a las municipalidades que tuviesen más de una determinada cantidad de alumnos matriculados, pero se die ron casos de inscripciones en escuelas que no tenían maestros o directamente no existían; esta ley fue derogada por Avellaneda. Los índices de deserción escolar en esta época han llegado a arrojar cifras de hasta casi un 90% al concluir segundo grado, es decir al término del ciclo elemental. Los colegios secundarios En tanto la educación primaria estaba, hasta el establecimiento del Consejo Nacional de Educación, a cargo de las provincias, el gobierno federal asumió desde la presidencia de Mitre la conducción de lo que es hoy el nivel medio de la enseñanza, que fue llamado "nacional" tanto por su orientación pedagógica planes centralizados a nivel federalcomo por el patrocinio ejercido por dicho nivel de gobierno; así surgieron los colegios nacionales y las escuelas normales nacionales, con el carácter, respectivamente, de ciclo preparatorio en la formación profesional universitaria y de ca- pacitación de personal docente para atender la educación primaria en todo el país. Buenos Aires y Córdoba poseían colegios dependientes de sus respectivas universidades y sucesores de viejos institutos jesuíticos, como los que existieron también en otras ciudades del país; en 1848 fundó Urquiza un colegio en San José (Entre Ríos) que al año siguiente fue trasladado a Concepción del Uruguay, donde en 1850 inauguró el primer edificio propio, construido por el contratista Pedro Renom. En 1869 el gobierno nacional creó la Oficina de Ingenieros a la cual, cinco años después, fue incorporado Enrique Aberg como Arquitecto Nacional; esta repartición realizó desde entonces un plan de adecuación de antiguos edificios a las necesidades que planteaba el funcionamiento de colegios nacionales y de escuelas normales en diversas ciudades del país. La primera presidencia de Roca (1880-1886. marcó también un período de gran significación en materia de edificación escolar secundaria; los a r q u i t e c t o s Absrg, hasta 1883, y Francisco Tamburini desde comienzos de 1884, atendieron, entre otras obras, las de refacción y ensanche del Colegio Nacional Central, Escuela Normal de Profesoras de la Capital, escuelas normales de maestras en Santiago del Estero, Catamar-ca, Tucumán, Colegio Nacional de San Luis y los nuevos edificios para colegios nacio- nales en Catamarca y Mendoza, escuelas normales en Mendoza y Rosario y Escuela de Ingenieros de San Juan, en algunos con la intervención de arquitectos locales como proyectistas y directores de obras. Entre los principales edificios construidos entonces cabe mencionar la Escuela Normal Nacional de Profesores "Mariano Acosta" (1883-1892, Francisco Tamburini, arq.) en el estilo renacentista italiano que caracterizó a su autor, con planta rectangular y dos patios paralelos, rodeados por las galerías de acceso a las aulas y gabinetes

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5. El modelo liberal

4.1. Enseñanza

La importancia fundamental asignada a la educación por la generación que introdujo el modelo justifica ampliamente la inserción de esta reseña, que nos permite acceder, a través de los datos y las obras, a la imagen que de la enseñanza se tenía en la época.

Coordinación: Marina Waisman

La arquitectura para la

educación en el siglo XIX

Daniel Schávelzon, arq.

El proceso de renovación educacional con-secuente con la Revolución de Mayo, tardó en su materialización varios decenios debido, entre otras causas, a que el país estuvo abocado al objetivo prioritario de consolidar sus nuevas estructuras políticas y económicas; hacia las décadas finales del siglo XIX se concretaron, especialmente en la ciudad de Buenos Aires, los programas edilicios correspondientes al nuevo sistema educativo en sus niveles de escuelas, colegios y universidades y, como funcionamiento y como expresión, se logró entonces la imagen arquitectónica inherente a aquel proceso de renovación. Sarmiento había sido el primero en proponer medios para modificar las anteriores estructuras educativas al fundar, en 1857, la Escuela Modelo de Catedral al Sur en la capital del entonces Estado Libre de Buenos Aires; para ello se remodeló con material norteamericano un edif icio preexistente, y un año después se inició la obra de la Escuela Modelo de Catedral al Norte que fue el primero construido en la ciudad después de la Revolución de Mayo.

La Escuela Modelo de Catedral al Norte, situada en la actual calle Reconquista 461, fue construida entre 1858 y 1860; fue su autor el arquitecto Miguel Barabino, cuyo proyecto resultó seleccionado en un concurso o "licitación" ya que también se competía por el presupuesto. Dicho edificio tenia una capacidad original para 300 alumnos; pero tras varias modificaciones, alcanza en la actualidad a 800 educandos. Tam-bién había sido equipada con mobiliario norteamericano, pero el edificio no era en sí "lujoso": tenía algunos grandes salones, escaleras de mármol y portadas de caoba; no obstante, la distribución no resultó buena debido, probablemente, a la estrechez del terreno.

Es notable cómo, hasta 1860, las quince escuelas de la ciudad de Buenos Aires fun-cionaban en obsoletos edificios alquilados y no existían construcciones específicamente erigidas para escuelas públicas, salvo las hechas antes de 1810 por las órdenes religiosas, cuya actividad repunta también luego de 1860, pudiendo mencionarse los gigantescos edificios privados de los Colegios San José (1859/76 y del Salvador (1870/76).

Arquitectura escolar primaria

en la década del 80

La primera presidencia de Roca estuvo ca-racterizada por dos realizaciones fundamentales, en lo que concierne al ámbito educacional: la sanción de la ley nacional número 1420 que estableció las bases de un nuevo sistema orgánico para la instrucción pública y la creación, en 1882, del Consejo Nacional de Educación cuyo primer titular. el doctor Benjamín Zorrilla, resolvió con extraordinaria dinámica las apremiantes necesidades que presentaba la capital federal en materia de edificación escolar. Al servicio del Consejo se desempeñaba el ar-quitecto Raymundo Battle, quien preparó un proyecto tipo, según el cual se inició la ejecución de seis obras en abril de 1883; poco después se incorporaron el arquitecto José Ramos Muñoz y el ingeniero Próspero Labeán como proyectistas: el 1 de junio de 1884 se inauguraron 14 edificios y el 8 de julio de 1886 otros 40, contándose entre éstos el palacio de la calle Rodríguez Peña entre Charcas y Paraguay, construido para la escuela Petronila Rodríguez, el Consejo y la Biblioteca, según diseño del arquitecto Carlos A. Altgelt.

Al f inalizar la década del 80 el sistema educativo y la arquitectura escolar alcanzaban su primer apogeo; Ramos Mejía estableció 320 escuelas en todo el país durante sus tres años en el ministerio; para agilizar el plan de construcciones se prepararon proyectos prototípicos que sirvieron para ejecutar obras casi en serie, trabajos que estuvieron a cargo del activo contratista Luis Valcavi. Tal masificación constructiva justif icó frases como la de Galarce, en 1887, al describir los nuevos edificios educativos de Buenos Aires con estas palabras: "...reuniendo la comodidad, lujo, amplia dotación, hermosos jardines, higiene y disciplina, a otros interesantes detalles que atraen al niño al Templo del Saber y al profesor a! desempeño de sus obligaciones".

Como contraste, si bien el número de edif icios construidos para escuelas fue realmente elevado, no resultó suficiente frente a las necesidades del país. Por la ley nº 356 promulgada en 1869, la provincia de Buenos Aires premiaba a las municipalidades que tuviesen más de una determinada cantidad de alumnos matriculados, pero se die ron casos de inscripciones en escuelas que no tenían maestros o directamente no existían; esta ley fue derogada por Avellaneda. Los índices de deserción escolar en esta época han llegado a arrojar cifras de hasta casi un 90% al concluir segundo grado, es decir al término del ciclo elemental.

Los colegios secundarios

En tanto la educación primaria estaba, hasta el establecimiento del Consejo Nacional de Educación, a cargo de las provincias, el gobierno federal asumió desde la presidencia de Mitre la conducción de lo que es hoy el nivel medio de la enseñanza, que fue llamado "nacional" tanto por su orientación pedagógica —planes centralizados a nivel federal— como por el patrocinio ejercido por dicho nivel de gobierno; así surgieron los colegios nacionales y las escuelas normales nacionales, con el carácter, respectivamente, de ciclo preparatorio en la formación profesional universitaria y de ca-pacitación de personal docente para atender la educación primaria en todo el país.

Buenos Aires y Córdoba poseían colegios dependientes de sus respectivas universidades y sucesores de viejos institutos jesuíticos, como los que existieron también en otras ciudades del país; en 1848 fundó Urquiza un colegio en San José (Entre Ríos) que al año siguiente fue trasladado a Concepción del Uruguay, donde en 1850 inauguró el primer edificio propio, construido por el contratista Pedro Renom. En 1869 el gobierno nacional creó la Oficina de Ingenieros a la cual, cinco años después, fue incorporado Enrique Aberg como Arquitecto Nacional; esta repartición realizó desde entonces un plan de adecuación de antiguos edificios a las necesidades que planteaba el funcionamiento de colegios nacionales y de escuelas normales en diversas ciudades del país.

La primera presidencia de Roca (1880-1886. marcó también un período de gran significación en materia de edificación escolar secundaria; los a r q u i t e c t o s Absrg, hasta 1883, y Francisco Tamburini desde comienzos de 1884, atendieron, entre otras obras, las de refacción y ensanche del Colegio Nacional Central, Escuela Normal de Profesoras de la Capital, escuelas normales de maestras en Santiago del Estero, Catamar-ca, Tucumán, Colegio Nacional de San Luis y los nuevos edificios para colegios nacio-nales en Catamarca y Mendoza, escuelas normales en Mendoza y Rosario y Escuela de Ingenieros de San Juan, en algunos con la intervención de arquitectos locales como proyectistas y directores de obras.

Entre los principales edif icios construidos entonces cabe mencionar la Escuela Normal Nacional de Profesores "Mariano Acosta" (1883-1892, Francisco Tamburini, arq.) en el estilo renacentista italiano que caracterizó a su autor, con planta rectangular y dos patios paralelos, rodeados por las galerías de acceso a las aulas y gabinetes

de clase-, el edificio, aún en uso, consta de dos plantas y subsuelo, con un gran pórtico de acceso sobre su frente principal.

Arquitectura universitaria

La vida porteña, cada vez más compleja en la medida que absorbía los cánones culturales importados de Europa, planteó una variedad desconocida hasta entonces, en cuanto a construcciones para fines educacionales; en 1872 se abordó \a construcción de una nueva sede para la Universidad de Buenos Aires que aún funcionaba dentro de los edificios j esuí t ic o s de la "manzana de las luces". Se trataba por primera vez de levantar un ámbito específico para toda la universidad y su proyecto fue confiado a Pedro Benoit, el mismo arquitecto que, hasta 1855, fuera autor de la Escuela de Medicina situada frente a la iglesia de San Telmo-, el solar elegido se halla en Moreno 350.

En 1872 solo dos opciones existían dentro de las corrientes arquitectónicas: una era el historicismo en sus variantes del neogó-tico, o de los neorrenacentismos italiano o francés que se mostraban en sus pórticos acolumnados, la decoración, el diseño de las fachadas y la distribución de sus plantas; la otra opción era el funcionalismo inglés de la Revolución Industrial, usado para los ferrocarriles y las primeras obras de infraestructura, pero que no cuadraba con la imagen arquitectónica que se quería dar a la nueva Universidad. La entrada principal de la Universidad reviste aún las características de monumentalidad que en su época se creían necesarias: la gran verja, el atrio con palmeras, escalinata de tres

tramos (reducida hoy solo al central), grandes jarrones flanqueando las alfardas y, también, una escultura alegórica sobre pedestal que fue luego trasladada al Hospital de Clínicas; el retiro de la f achada, su gran altura determinada por los dos pisos y el remate escultórico superior, más el movimiento que da el balbó sobre el acceso hacen de ella un interesante ejemplo de esa monumentalidad, a cuya captación contribuye la escasa modificación experimentada en el entorno inmediato.

El edificio era sencillo en su funcionamiento, pero a la vez rígido y sin posibilidades de crecer, lo que impuso \a necesidad de modificaciones al cabo de muy pocos años; la Universidad no llegó a funcionar totalmente en él, sino solo la Facultad de Derecho, para la cual fue también insuficiente, encarándose, al cabo de dos décadas, su traslado a un nuevo edificio situado en la avenida Las Heras, proyectado por Arturo Prins en estilo neogótico y eternamente inconcluso.

En 1882 el a rqui tecto Aberg preparó un nuevo proyecto para la Universidad de Buenos Aires, a construir frente a la plaza San Martín, que tampoco sería materializado: Francisco Tamburini proyectó la nueva Facultad de Medicina (Córdoba y Uríburu, hoy en parte demolida) comenzada en 1886 y concluida en 1895, pero que también resultó pequeña y requirió considerables ampliaciones en 1902. El crecimiento de las necesidades en materia educativa superior excedió a las previsiones de esa época, pero no podemos dejar de señalar que hubo también realizaciones importantes, ya que, además de las obras señaladas podemos

mencionar los Hospitales de Clínicas d Buenos Aires y de Córdoba, la Academia de Ciencias de Córdoba, la Escuela Agronómica de Santa Catalina en el partido de Lomas de Zamora y las construcciones no solo universitarias, sino también secundarias y primarias de la entonces nueva ciudad de La Plata.

Una frase de Sarmiento expresaba: "Tened escuelas y no tendréis revoluciones"; este proceso fue, precisamente, una etapa cla ve en la búsqueda de concretar una sociedad ideal, conforme a la mentalidad po sitivista.

La primera escuela pública expresamente construida en el país en 1858. Foto: 1916 2 Escuela Hipólito Vieytes (1884). Un claro ejemplo de la arquitectura educativa de la década del 80. Foto: 1920 3/3h Pedro Benoit, Edificio de la Universidad de Buenos Aires. 1874. 3 Fachada original; 3a Fachada con las remodelaciones del frente; 3b Primer piso con balcón y remate (lo único que subsiste del frente original), que da una imagen precisa de lo que no es el interior; 3c Detalle del mismo, con el remate alegórico, parte de la simbología alusiva necesaria en la época en toda la arquitectura educativa; 3d El gran salón centra visto hacia el jardín; se aprecia aun el juego de las columnas, pese al tabicamiento; 3e Pórtico y escalera de acceso a la biblioteca desde el arruinado jardín; 3f La galería de la biblioteca, quizás la parte más lograda del edificio; un hermoso espacio de transición 3g Plano original del edificio, tal como se conservó hasta 1900; 3h Plano del estado actual del edificio, destinado a Museo Etnográfico

4 Emilio Agrelo, arq., Universidad de Buenos Aires, Rectorado y Facultad de Filosofía, Viamonte 444, 1910 5 Francisco Tamburini, arq., Escuela Normal de Profesores "Mariano Acosta", 1883/1892 6 Hans Altgeit, arq., Escuela Petronila Rodríguez, hoy Consejo Nacional de Educación, 1886 7 Arturo Prins, arq., maqueta del edificio neogótico para la inconclusa Facultad de Derecho, Universidad de Buenos Aires. Otro ejemplo del intento de utilizar la arquitectura para fabricar una nueva historia, por una generación que había destruido la auténtica. 1910. Foto: 1919 8 Carlos Morra, arq., Escuela Presidente Roca, Buenos Aires, 1900. Un típico ejemplo de los "Templos del Saber" soñados durante los gobiernos liberales del siglo pasado. Foto: 1910