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LA AGRICULTURA ESPAÑOLA EN EL ULTIMO TERCIO DEL SIGLO XX: PRINCIPALES PAUTAS EVOLUTIVAS Por Carlos Abad Balboa, José Luis García Delgado y Cándido Muñoz Cidad (*) 1. INTRODUCCION Desde finales del decenio de 1950, la agricultura es- pañola ha estado sometida a fuertes tensiones, que han acabado por provocar un vasto y hondo proceso de transformación estructural. Es lo que se conoce -con terminología que no deja de ser equívoca, por las ana- logías que pueden establecerse con la ruptura del viejo orden social agrario del Antiguo Régimen en el primer tercio del ochocientos- como crisis de la agri- cultura tradicional. Crisis de un modelo de producción rural cuya estabilidad o, cuando menos, aparente esta- (*) Departamento de Estructura Económica y Economía Industrial de la Universidad Complutense de Madrid. 69

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LA AGRICULTURA ESPAÑOLA EN ELULTIMO TERCIO DEL SIGLO XX:

PRINCIPALES PAUTAS EVOLUTIVAS

PorCarlos Abad Balboa, José Luis García Delgado

y Cándido Muñoz Cidad (*)

1. INTRODUCCION

Desde finales del decenio de 1950, la agricultura es-pañola ha estado sometida a fuertes tensiones, que hanacabado por provocar un vasto y hondo proceso detransformación estructural. Es lo que se conoce -conterminología que no deja de ser equívoca, por las ana-logías que pueden establecerse con la ruptura delviejo orden social agrario del Antiguo Régimen en elprimer tercio del ochocientos- como crisis de la agri-cultura tradicional. Crisis de un modelo de producciónrural cuya estabilidad o, cuando menos, aparente esta-

(*) Departamento de Estructura Económica y Economía Industrialde la Universidad Complutense de Madrid.

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bilidad se sustentaba en la abundancia de fuerza detrabajo, con bajos salarios, y en la adecuación de laoferta de productos a las necesidades de un mercadopoco extenso y diversificado en sus demandas alimenti-cias. Una política acompañante, centrada casi mono-gráficamente en el apoyo a la producción triguera y fi-jando precios y medidas proteccionistas con un altonivel de generalidad a pesar del muy diversificado uni-verso que componían las empresas agrarias, propiciabaunos mínimos de renta para las explotaciones peque-ñas, a la vez que facilitaba la obtención de beneficiossaneados para las grandes; la dificultosa supervivencia-la palabra no se ha escogido al azar- del minifun-dio era así el otro rostro de la confortable situacióneconómica de la agricultura del latifundio, en su sen-tido más convencional.

En pocos años, sin embargo, como hemos comen-zado apuntando, ese panorama ha conocido profundoscambios. El crecimiento industrial de los años sesenta yla consiguiente intensificación del proceso de emigra-ción rural -hacia mercados de trabajo urbanos situadosdentro y fuera de las fronteras españolas- socavan loscimientos de tal sistema de producción agraria: la abun-dancia de mano de obra y la utilización de técnicas toda-vía rudimentarias en muchos casos. Simultáneamente, laurbanización y el incremento de la renta generan unamodificada demanda de productos alimenticios. Losefectos combinados de todo ello, a la vez que erosionanlas condiciones de empleo y demanda que durante dé-cadas enteras habían hecho posible la continuidad -todo lo precaria que se quiera- de la agricultura tradi-cional, crean incentivos para su transformación.

Dichos cambios han alterado la caracterización deEspaña como país «eminentemente agrario», despla-zando a la agricultura de las preocupaciones fundamen-tales en el seguimiento de la coyuntura económica, y

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han trastocado radicalmente el papel del sector agrarioen la estructura productiva y sus relaciones con otrosámbitos de actividad económica.

Pues bien, en las páginas siguientes (1) se estudiacómo el sector agrario español se adecúa a esta cam-biante situación de la demanda de alimentos y de laoferta de factores de producción, conociendo una re-novación no poco extraordinaria en lo concerniente asus estructuras productivas y en lo que respecta, asi-mismo, a la creciente inserción de la actividad agrariaen el tejido productivo, comercial y financiero de todala economía. Tomaremos como marco de referenciatemporal el período comprendido entre mitad de la dé-cada de los sesenta y los primeros años del decenio ac-tual, por disponer de amplias series estadísticas homo-géneas para el mismo. Y en tanto que el objetivopropuesto es ofrecer una explicación de los cambios enel conjunto del sector agrario español, haremos abstrac-ción aquí de las marcadas peculiaridades que definenámbitos regionales y aun locales en ese tipo de activi-dad, dejando a un lado, asimismo, la diversidad de lasexplotaciones según sea su orientación técnicoeconó-mica preferente a cultivos vegetales, a la ganadería o aaprovechamientos forestales.

A efectos expositivos, el artículo se ha dividido en sietesecciones, incluida esta introducción. En primer lugar seofrece un breve apunte, desde un punto de vista agre-gado, de los cambios estructurales básicos que se produ-cen en la forma en que intervienen la agricultura y elresto del sistema agroalimentario en la configuración de la

(1) Páginas que, ampliadas y con los datos más recientes, constitu-yen la prolongación de las firmadas por los autores en las dos obras diri-gidas por José Luis García Delgado: Econorrcía española de la transición y lademocracia, Madrid, CIS y Siglo XXI, 1990, y España. Economía, ediciónampliada y actualizada, Madrid, Espasa-Calpe, 1993 (véanse las referen-cias completas en la bibliografía que se contiene al final del trabajo).

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oferta de alimentos, proceso al que denominamos transi-ción desde la agricultura tradicional hasta el sistemaagroindustrial. A continuación abordamos en la tercerasección el análisis de la evolución del consumo alimenta-rio, destacando no sólo la tendencia sistemática a la re-ducción del gasto relativo en alimentos, sino también elcambio en su composición interna y en el grado de ela-boración de los alimentos consumidos. Posteriormente,estudiamos los cambios en la dotación y en el uso de losfactores productivos, resaltando la drástica reducción enlos requerimientos de mano de obra por la agricultura yel simultáneo proceso de sustitución por bienes de capi-tal y el creciente recurso al uso de productos intermediosde fuera del sector. La influencia de los cambios en lafunción de producción agregada de la agricultura sobrela estructura de las explotaciones agrarias es el objeto delquinto epígrafe, en el cual señalamos asimismo las ten-dencias observadas en la oferta agraria en el sentido deadecuarse a los patrones cambiantes de la demanda dealimentos. Posteriormente se examinará la evolución dela productividad del trabajo en la agricultura comparán-dola con la observable en el resto de la economía espa-ñola. El análisis de la evolución de los precios relativospermite comprobar cómo, en los últimos veinte años, lasganancias de productividad en la agricultura no se hanreflejado en las rentas derivadas de las actividades agra-rias, sino que se han transferido -vía precios- al restodel sistema económico (sección sexta). La otra cara de lamoneda queda evidenciada cuando se estima el volumende transferencias que reciben los hogares agrarios a tra-vés de muy diferentes mecanismos. La estimación de in-dicadores agregados de rentabilidad y el estudio de laevolución de la situación financiera del sector agrariocierran el artículo, constituyendo una síntesis adecuadade todos los cambios analizados previamente (secciónséptima) .

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2. EL MARCO DE RF.FF.RF.NCIA: DE LAAGRICULTURA TRADICIONAL AL SISTEMAAGROINDUSTRIAL

El valor del PIB generado por el sector agrario en Es-paña, valorado en pesetas constantes, se ha incremen-tado en un 50% entre los años 1964 y 1991, multipli-cando por cinco el valor corriente de su producciónfinal desde el entorno de los 5.000 dólares en la primerade las fechas citadas hasta los más de 41.000 de la úl-tima.

Estas magnitudes sitúan a España en un lugar desta-cado en el seno de las agriculturas europeas, donde sóloes superada en importancia absoluta por Francia e Ita-lia. El 21% de la superficie agraria comunitaria y del to-tal de sus unidades productivas, el 12% del valor de laproducción final agraria y el 17% de los ocupados agra-rios de la CE son indicadores expresivos de la potenciali-dad de un sector que, hasta hace relativamente pocosaños, ha tenido una importancia muy destacada en elproceso de crecimiento y cambio estructural de la eco-nomía española.

Tres décadas atrás -en 1964- la agricultura espa-ñola concentraba más del 36% de la población activa to-tal. Generaba, también, más del 16% del valor del PIBagregado y más del 50% del valor de ,las exportaciones.Antes de esa fecha su importancia dentro del proceso dedesarrollo había sido aún más importante: el sectoragrario se comportó en los años cuarenta como un ex-portador neto de mercancías y capitales hacia el restodel sistema productivo, facilitando una proporción im-portante de los recursos necesarios para la financiacióndel proceso económico global; en los años cincuenta ysesenta transfirió el otro factor productivo fundamental-mano de obra- para atender los requerimientos deempleo de los sectores productivos emergentes, contri-

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buyendo, al mismo tiempo, al crecimiento del mercadointerno de productos manufacturados, dado el cambiotécnico que sigue a la crisis de las formas de producciónde la agricultura tradicional desencadenada por la pro- ^pia intensidad del éxodo rural.

La esencia misma del proceso de cambio que la agri-cultura facilitó en la economía española ha tenido unaconsecuencia muy llamativa; nos referimos a la pérdidade importancia macroeconómica del sector agrario.Desde luego, éste es un proceso que se ha repetido sis-temáticamente en las experiencias de desarrollo y cam-bio estructural de otros países industrializados, pero enEspaña es aún más evidente, dado el retraso relativo y lacercanía histórica de dichos cambios. Los datos quemuestra el cuadro 1 son suficientemente expresivos: encuatro décadas la agricultura española, que represen-taba la mitad de la población activa y el 30% del valorde la producción iinal del país, ha pasado a suponer

Cnadro 1

EVOLUCION DE LA RELACION ENTRE LAPARTICIPACION DEL SECTOR AGRARIO EN EL PIB Y EN

LA POBLACION ACTIVA, 1950-1993

Población activa

PIB agrario respecto agraria respecto aAÑOS ^ pig^total (%) población activa ( 1) / (2)

total (%)(1) (2)

1950...... 29,9 49,6 0,601960...... 23,7 39,7 0,591970...... 11,3 24,8 0,461980...... 7,4 15,7 0,471993...... 3,5 9,0 0,39

Fuente: Estadísticas Hzstóricas de España, Siglos XIX y X7^ Fundación BancoExterior; Análisis F_stadísticos, INE; Economía Española: Serie,s Históricas, MI-NEH, D. G. de Previsión y Coyuntura y Boletín Trimestral de Coyuntura, INE.

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menos del 10% de la primera y el 3,5% del PIB (aun-que el cuadro citado no refleje el dato, la participaciónen el valor total de las exportaciones se sitúa, tambiénen 1993, en solamente el 16%). La tercera columna delcuadro 1 refleja otro hecho de la mayor relevancia: eldeterioro de la relación entre la participación del sec-tor agrario en el PIB y en la población activa. Esto es, laagricultura no sólo perdió peso en la renta y el empleo,sino que también vio disminuir su renta per capita rela-tiva, acentuándose las diferencias absolutas y relativasentre los ingresos por activo agrario respecto a los delresto de actividades.

Una razón destacada para explicar esta pérdida derelevancia macroeconómica es la baja elasticidad-rentade la demanda de alimentos, aspecto que se analiza enel epígrafe siguiente. Ahora bien, no se trata del únicoargumento explicativo y, en el caso del período anali-zado en España, quizás tampoco sea el fundamental. Lacaída de los indicadores descrita tiene su origen, engran medida, en los cambios que han experimentadolos modos de producción y las pautas de consumo ali-mentario en una sociedad «moderna» respecto de losparámetros que regían dichas actividades en el marcode una sociedad básicamente agraria. El tránsito desdeuna agricultura de carácter tradicional, basada en elaprovechamiento en ciclo casi cerrado de los procesosbiológicos naturales -que comprendía desde la obten-ción de sus propios medios de tracción, fertilización,siembra y alimentación para el ganado, hasta la comer-cialización final de sus productos-, a una agriculturacomo la actual, en la que se emplean abundantes me-dios de producción de fuera del sector y en la que losbienes generados son objeto de posteriores procesa-mientos e intermediaciones hasta llegar al consumidorfinal, resta significado a las comparaciones intertempo-rales de las magnitudes que refleja el cuadro 1.

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E1 proceso de tránsito aludido queda manifiesta-mente reflejado en el gráfico 1 y la información cuanti-tativa que lo acompaña (cuadro 2). Así, puede compro-barse la creciente utilización por la agricultura debienes intermedios de fuera del sector, fundamental-mente inputs industriales, y la paralela pérdida de im-portancia del reempleo. Asimismo es evidente el cre-ciente grado de transformación al que se someten losproductos agrarios antes de llegar al consumidor (la im-portancia relativa de los productos agrarios que llegansin transformación posterior alguna al consumo final seha reducido en un 60% en los últimos 25 años, mientrasque a fines de los ochenta las industrias alimentarias ad-quirían más de la mitad de la producción final agrariapara su procesamiento) ; por último, se evidencia clara-

Gráiico 1

EVOLUCION DE LA IMPORTANCIA RELATIVA DE LOSDISTINTOS COMPONENTES DEL SISTEMAAGROALIMENTARIO ESPAÑOL, 19641992(Participación porcentual en el valor añadido )

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mente el declive tendencial, acelerado en los últimosaños del período reflejado, de la participación del sec-tor agrario en el valor de la demanda final alimentaria.Si a finales de los años cincuenta, y hasta mediados delos sesenta, de cada 100 pesetas que gastaban las fami-lias en alimentos entre el 45-40% correspondían a la ad-quisición de productos propiamente agrarios, en 1989sólo son 17, cantidad que se situaría en poco más de lamitad si hubiésemos incluido también el gasto en ali-mentación efectuado por las familias en bares y restau-rantes.

El valor de la producción bruta de la industria ali-mentaria (6 billones de pesetas, aproximadamente, en1990) prácticamente duplica el de la producción totalagraria (3,4 billones de pesetas en la misma fecha), y elvalor añadido por las actividades de transformación enlos últimos años prácticamente iguala al del propio sec-tor agrario, cuando 20 años atrás apenas suponía un ter-cio del mismo (véase el cuadro 3) . Por lo que se refiere ala creciente dependencia del sector agrario de la adquisi-ción de bienes de uso intermedio ajeno al mismo, el cua-dro mencionado muestra que en el último cuarto de si-glo se ha duplicado la ratio (gastos de fuera/producciónfinal). Si a dichos gastos corrientes le agregamos los gas-tos de inversión, los agricultores actuales deben adelan-tar cada año 60 céntimos de cada peseta que obtendráncomo producción vendible (producción final) .

En síntesis, el proceso de modernización de la agri-cultura española ha alterado radicalmente el papel queésta cumplía dentro del conjunto de la actividad econó-mica. En la actualidad, dicho papel se centra en la contri-bución al sostenimiento de la demanda de otras actividadesindustriales y de servicios y en el aprovisionamiento deuna potente industria alimentaria que se ha convertido,como resultado de esta evolución, en un sector clave dela estructura productiva de la economía española.

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Respecto del papel como demandante de las produc-ciones de otros sectores, fundamentalmente de la indus-tria, un solo dato suficientemente ilustrativo es el si-guiente: a mediados de la década de los cincuenta, losgastos corrientes y los gastos de inversión del sectoragrario representaban solamente el 16% del valor aña-dido por la industria manufacturera (Naredo y otros,1975); en 1990, dicha relación se situaba en el 30%.

La capacidad que en décadas anteriores presentó elsector agrario desde el punto de vista de los impulsos diná-micos sobre el resto de la economía se ha desplazado enlos últimos años hacia las industrias alimentarias. El análi-sis de las tablas in^iut-out^rut de 1980 realizado por Segura yRestoy ( 1986) constató que éstas constituían el sector deactividad que, en relación a la cuantía de su demanda fi-nal, presentaba mayores efectos de arrastre e impulso dela economía española en su conjunto en esa fecha.

Todas estas observaciones ponen de manifiesto quesi lo que se quiere comparar es la importancia econó-mica de la actividad de generación de alimentos en Es-paña en las últimas décadas, no es posible hacerlo a par-tir de la consideración individual del sector agrario, sinoque es necesario considerar globalmente el complejo deproducción agroalimentaria.

Cuando se procede de ese modo, la imagen de la ten-dencia descendente de la importancia de dicha actividadse modifica sustancialmente. La industria alimentaria ainicios de los años 90 es la rama de actividad más impor-tante dentro de la estructura sectorial de la industria es-pañola (sectores definidos a un nivel de dos dígitos de laCNAE) . Su participación dentro del valor de la demandaindustrial interna superaba el 22% en 1990, lo que equi-vale, aproximadamente, a la importancia conjunta desectores tan relevantes como la fabricación de vehículos(10,2%), la industria siderúrgica (7,1%) y la química(5,0%); a su vez, emplea a 400.000 personas, lo que re-

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presenta un 14% del empleo industrial total; adquiereanualmente más de150% de la producción final agraria ypesquera (actividades que ocupan, a su vez, a alrededorde un millón y medio de personas) para su transforma-ción y, finalmente, induce -como resultado de una cifrade negocios de alrededor de seis billones de pesetas,como se señaló antes- una considerable actividad enotros sectores industriales y de servicios (bienes deequipo, electrodomésticos, transporte, almacenamientoy distribución, energía, sistema financiero, etc.).

La consideración conjunta del complejo agroalimen-tario (agricultura más industrias alimentarias) suponíaen 1990 un 16,5% del valor añadido y un 21,9% del em-pleo total generado por la economía española, propor-ciones bien expresivas de su relevancia económica a pe-sar de ser inferiores a los pesos respectivos de ambosindicadores décadas atrás.

3. EVOLUCION DE LA DEMANDADE ALIMENTOS

El consumo de alimentos en España ha conocido, alo largo de las últimas décadas, una serie de alteracionesmuy importantes que han acompañado al proceso decambio económico estructural, y que se han manifestadotanto en la importancia del gasto relativo dedicado a susatisfacción, como en la composición de la dieta y en elgrado de elaboración de los alimentos adquiridos.

Como se ha evidenciado sistemáticamente en las pau-tas clásicas de evolución del patrón de la demanda en unproceso de crecimiento económico, el peso relativo delgasto en alimentación ha seguido una tendencia clara-mente decreciente -si bien atenuada en los años másduros de la crisis económica, en la primera mitad de ladécada de los ochenta- desde proporciones cercanas al

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50% del gasto en consumo familiar a mediados de losaños 60 hasta situarse en el entorno del 25% en la actua-lidad (cuadro 4) . Esta proporción sitúa a España todavíacinco puntos porcentuales por encima de la media co-rrespondiente al conjunto de países comunitarios -so-bre todo en lo que respecta al gasto en alimentos y no asíen el que se refiere a bebidas y tabaco-, entre los cualessólo dedican una mayor parte de su renta al consumo ali-mentario Portugal, Grecia e Irlanda. Así pues, el caso deEspaña parece ilustrar perfectamente la ley de Engel res-pecto de la baja elasticidad-renta de la demanda de ali-mentos, hecho no solamente observable en el cuadro ci-tado, sino también ratificado por la informacióndesagregada de la Encuesta continua de ^rresupuestos familia-res. En ella se evidencia cómo el lugar de residencia (ur-bano o no urbano), el tamaño del municipio y el nivel derenta familiar muestran una relación muy estrecha conel porcentaje de recursos destinados al consumo de ali-mentos, siendo mayor en los ámbitos rurales y en los mu-nicipios de menor tamaño y pudiendo oscilar entre el 40y el 18% del gasto familiar para los grupos extremos defamilias clasificadas según su nivel de renta disponible.

Cuadro 4

IMPORTANCIA RELATIVA DEL GASTO ALIMENTARIO,1958-1990/91

(Porcentajes del gasto en consumo alimentario ( *) medio porpersona sobre el gasto medio anual total)

1958 1964-65 1973-74 1980-81 1990-91

España..........CEE (**)........

55,3n.d.

48,6n.d.

38,027,9

30,722,5

26,921,6

CEE-9 CEE-10 CEE-12

(*) No incluye tabaco ni alimentos y bebidas consumidas fuera del hogar.(**) En este caso las observaciones corresponden a los años 1973, 1981 y 1990.Fuente: INE, Encuesta de Prxnipuestas Fanúliam 199491. Prime%s r^s^ukado.s, y EUROSTAT.

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Por otro lado, los incrementos de renta disponible enlos años sesenta y setenta provocaron un cambio muy no-table en la composición de la demanda alimenticia: deuna dieta basada en productos tradicionales de baja elasti-cidad-renta (cereales panificables, tubérculos, legumbres,aceites), se pasó a un consumo creciente de productos deorigen animal, con una elasticidad-renta superior a la uni-dad (carne, pescado, leche, huevos, derivados lácteos...).De este modo, la creciente capacidad adquisitiva no re-dundó solamente en un aumento del contenido energé-tico de la dieta, sino también en la mejora en su variedady calidad. Se cumplía así otro de los fenómenos general-mente observados en experiencias históricas comparadas:la elasticidad del gasto en alimentos respecto a la rentatiende a superar a la elasticidad de la ingestión calórica.El cuadro 5 muestra claramente los procesos de sustitu-ción referidos. En el período 1965-1990 la aportaciónenergética a la dieta proporcionada por los productosanimales se ha duplicado, suponiendo más de un 30% dela energía total aportada por los alimentos, y, por el con-trario, la aportación energética de los cereales ha dismi-nuido en un 40%. Desde el punto de vista de la composi-ción proteínica del consumo alimentario, la cuota de las

Cuadro 5

EVOLUCION DEL BALANCE ALIMENTARIO ENFSPAÑA, 1965-1990

(Características de la dieta, por persona y día)

Conceptos 1965 1970 1975 1980 1982 1990

Calorías totales ....... 2.907 2.812 3.318 3.282 3.007 2.748- Calorías de cereales. 1.025 865 903 830 i05 618Proteínas totales (g.). . 79 80 95 98 94 91- Proteínas animales. 29 36 49 54 56 57Materias grasas ... .... 98 94 126 124 142 130

Fuente: Elaboiación propia sobre la base de Anuarios de estadútica agraria, MAPA,y La alimer^tación en F..spaña, 1991. MAPA.

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proteínas de origen animal se ha duplicado en el períodoconsiderado, representando en la actualidad más de160%de las proteínas totales ingeridas, crecimiento que ha per-mitido compensar el descenso de las proteínas vegetales eincluso incrementar en un 15% el consumo total de pro-teínas por persona y día.

Por último, si se clasifica el gasto alimentario aten-diendo al grado de elaboración de los alimentos adquiri-dos (cuadro 6) se ilustra la importancia, apuntada en elepígrafe anterior, de los productos sometidos a sucesivosprocesos de transformación. Desde este punto de vista seadvierte que el consumo de productos con escaso gradode transformación y bajo nivel de diferenciación (pan,harinas, aceites y grasas) ha disminuido drásticamente;por el contrario, los productos que son objeto de variosprocesos de transformación hasta llegar al consumidor fi-nal y que se caracterizan por una diferenciación e ima-gen de marca acusadas, son los que muestran un mayordinamismo en la última década. Por su parte, los produc-tos transformados no tradicionales, a pesar de sus bajosniveles de diferenciación, han seguido significando unaproporción elevada, aunque decreciente, del gasto ali-mentario merced a su alta elasticidad renta relativa den-tro del grupo de bienes alimenticios. Es también reseña-ble el cambio tendencial que se ha ido produciendopaulatinamente en los hábitos alimentarios de los espa-ñoles desde una dieta típicamente mediterránea ---carac-terizada por un elevado consumo de frutas y verdurasfrescas, grasas vegetales (especialmente aceite de oliva),pescado y leguminosas y por un consumo reducido de gra-sas de origen animal o de un alto contenido en ácidos gra-sos saturados (Varela, 87)- hacia las pautas vigentes enlos países europeos (incremento del consumo de leche yderivados lácteos, frutas y carnes, descenso del consumode cereales y derivados y estancamiento de la ingestión dehuevos, azúcares, aceites y grasas vegetales y pescado). Este

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Cuadro 6

EVOLUCION DE LA ESTRUCTURA DEL GASTOALIMENTARIO EN ESPAÑA, 19641993

(Estructura porcentual)

Tipos de alimentos (*) 1964 1973 1981 1993

Productos frescos ...... ......... .. .. 34,0 33,4 26,6 20,2Ttansformados tradicionales ....... 24,8 15,9 14,2 13.3Transformados no tradicionales .... 25,9 29,4 28,7 20,7Alimentos procesados .............. 15,3 21,3 30,5 45,8

Total . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 100,0 100,0 100,0 100,0

Fuente: Elaboración propia sobre la base de Encuesta de Presupuestos Familiares, INEy MAPA, datos del Panel de Consumo Alimenlario.(*) Los criterios de agrupación de los alimentos adquiridos son los siguientes:• Productos frescos: recoge el valor del gasto en alimentos sin transformación, fun-

damentalmente pescado, huevos frescos, hortalizas y fn^tas frescas.• Transformados tradicionales: recoge el valor del gasto en alimentos sometidos a

un primer proceso de transformación, caracterizados por una elasticidad-ren[abaja y escasa diferenciación de productos. Son, fundamentalmente, pan, hari-nas, pastas, aceites y grasas y vino.

• Transforntados no tradicionales: recoge el valor del gasto en alimentos de tipo tra-dicional (carne y leche frescas, azúcar...) que son transformados en procesosproductivos crecientemente complejos (desde unidades tradicionales cuasiar-tesanales hace unas décadas hasta empresas de gran tamaño e intensidad decapital en la actualidad), en los que se les incorporan atributos de higiene ydurabilidad. Desde el punto de vista del consumo, son productos con bajos ni-veles de diferenciación, aunque con elaĥticidad-renta más alta que los transfor-mados tradicionales.

• Alimentos ^imcesados: recoge el valor del gasto en alimentos sometidos a diferen-tes procesos de transformación y adicción de valor, de elevada elasticidad-rentarelativa y acusada diferenciación e imagen de marca: pastelería, bollería, con-servas vegetales, preparados cárnicos, conservas de pescado, derivados lácteos,chocolates, café, bebidas.

proceso de convergencia hacia un modelo de consumoalimentario similar entre países desarrollados ha sido evi-denciado para el conjunto de la OCDE (Blandford, 1984)y un estudio reciente ha contrastado hasta qué punto ladieta española se ha ido acercando a lo largo del tiempo(en concreto a lo largo del período 1964/65 - 1984/85) alas pautas de consumo propias de los países de la CEE,aunque conserve aún rasgos específicos, tales como lagran importancia relativa de las grasas vegetales como

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fuente de calorías y un consumo de leche y derivados lác-teos proporcionalmente inferior (Reig, 1992) . Análisisposteriores sobre el consumo per ca^iita de alimentos en lospaíses comunitarios han permitido refrendar estas tenden-cias para el último quinquenio (Abad, 1992, y Gracia y Al-bisu, 1994) . En ellos se constata que las únicas diferenciasperceptibles que subsisten en el patrón de consumo de ali-mentos en España respecto al conjunto de la CEE se en-cuentran en un consumo más elevado de hortalizas, arroz,agrios, aceites y grasas vegetales y carne de ovino y ca-prino, así como en la menor relevancia en la dieta de lasgrasas animales, margarina, carne de vacuno y azúcar.

Esta creciente homogeneidad en cuanto a los patro-nes de consumo alimentario constituye, sin duda, unfactor importante para explicar la tendencia a la inter-nacionalización en las estrategias empresariales de lasindustrias alimentarias en Europa (y también, claro está,una consecuencia inmediata de dicho proceso de inter-nacionalización) .

En síntesis, parece sostenible la idea, a la luz de losdatos y argumentos manejados, de que España estácerrando una trayectoria ya clásica en la adecuación delas pautas de consumo de alimentos a los niveles derenta disponible. Trayectoria que se iniciaría con la esta-bilización, en una primera fase, de la demanda de fécu-las (granos, raíces, tubérculos), para decrecer posterior-mente, a medida que se incrementa el consumo de otrosproductos de origen vegetal (grasas y aceites, legumbres,frutas, hortalizas y azúcar) y, en un momento posterior,aumentar la demanda de leche, carne y huevos. Final-mente, al igual que en el resto de sociedades industriali-zadas maduras, una proporción creciente del gasto enalimentos se destina a las comidas realizadas fuera delhogar y a la remuneración de actividades relacionadascon la transformación, el envasado y comercializaciónde los alimentos.

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Pero si lo hasta aquí expuesto parece mostrar un pano-rama tendencial sistemático y exento de perturbaciones,desde inicios de la década de los ochenta hay algunas nove-dades que deben destacarse. La más importante, por susrepercusiones sobre las posibilidades de expansión del sec-tor agrario, es, sin duda, la aparición de síntomas evidentesde saturación biológica en el consumo de alimentos en Es-paña. De hecho, el análisis del gasto real (pesetas constan-tes) en consumo alimentario para el período 1973-1981(Pérez Blanco, 1983) ya ponía de manifiesto que el ritmoexpansivo de la década de los sesenta se ralentizó a partirde la segunda mitad de los años setenta, y que en los iniciosde los ochenta se produce incluso un cierto retroceso en elmismo. Esta tendencia se ha profundizado al observarse ta-sas de crecimiento medio anual acumulativo negativas enlos últimos diez años para el consumo por habitante de casitodos los grupos de productos, exceptuando el consumode carnes -fundamentalmente conservas y derivados- yfrutas frescas (nótese que estamos hablando ahora de con-sumo en términos fisicos, es decir, de kilogramos por per-sona y año, y no ya en términos de gasto) .

La justificación más plausible para este retroceso delconsumo alimenticio en términos reales podría encon-trarse en que ya en 1975 los balances alimentarios (véasede nuevo el cuadro 4) indicaban que las necesidades bá-sicas de ingestión calórica y proteínica -que se sitúan enel entorno de 3.000 calorías y 90-100 gramos de proteínapor persona y día- estaban cubiertas de forma sufi-ciente. Consecuentemente, entre 1980 y 1990 aparece lasaturación en el consumo de nutrientes, que se refleja enun descenso del 16% de las calorías totales y del 7% delas proteínas ingeridas por persona y día.

Se evidencia así que, desde inicios de los añosochenta y desde el punto de vista de la demanda alimen-taria, la agricultura española parece haberse acercado ala situación de desequilibrio excedentario común a la

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mayoría de las agriculturas europeas. Las perspectivasde evolución de esta variable en el futuro inmediato noson, además, nada alentadoras desde el punto de vistade los agricultores. El programa prospectivo FAST de laComunidad Europea (Traill, 1987 y 1989) es muy aclara-torio a este respecto: en términos de consumo de calo-rías, las proyecciones realizadas hasta final de siglo indi-can que es esperable -en virtud del lento crecimientode la población total, el envejecimiento paulatino de lamisma y la disminución del gasto energético de la pobla-ción derivado de los cambios ocupacionales- un des-censo de la demanda alimentaria en los próximos años,sin que la aproximación en los niveles de renta por habi-tante dentro de la Comunidad pueda revertir esa ten-dencia (2).

En términos de gasto, las previsiones apuntan haciaun ligero incremento del 0,5% anual hasta el final de si-glo, crecimiento que se basará fundamentalmente en ladiversificación del consumo, en la preferencia por pro-ductos de «calidad» (alimentos «sanos», sin aditivos,con denominación de origen, productos biológicos...) yen el crecimiento del consumo alimenticio fuera delhogar (3), ofreciendo pocos resquicios a la expansiónde la oferta agraria propiamente dicha.

(2) En el estudio citado se aportaba un dato concluyente: Portugal,con una renta de 4.000 ecus por habitante, consumía, a fines de losochenta, el mismo número de calorías por persona y día que la RFA,cuya renta ascendía a 15.000 ecus por habitante.

(3) El gasto en consumo alimenticio fuera del hogar crece, en lospaíses desarrollados, más rápidamente que el gasto alimenticio total. Enel caso español, la proporción del gasto efectuado fuera del hogar sobreel gasto total en alimentos ha pasado de un 14 a un 26% entre 1973/74 y1991, según los datos ofrecidos por las Encuestas de Presu1iuestos familiaresdel INE. Los primeros resultados de la Encucsta correspondiente a1990/91 publicados por el INE muestran que en la actualidad, por cada100 pesetas de gasto en consumo alimenticio realizado en el hogar, unespañol medio gasta otras 36 pesetas en alimentos consumidos fuera delhogar (bares, cafeterías, restaurantes, comedores de empresas, etc.).

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4. CAMBIOS FUNDAMENTALES EN LADOTACION Y EL USO DE LOS FACTORESPRODUCTIVOS

4.1. Encarecimiento y reducción del factor trabajo

La crisis de la agricultura tradicional no sólo se ori-ginó por los profundos cambios en la demanda de ali-mentos y el consecuente desajuste oferta-demanda enlas producciones agrarias, sino que tuvo un argumentoexplicativo fundamental en el pronunciado éxodo ruralque provocó el encarecimiento súbito y pronunciadodel factor más relevante en la estructura de costes de lasexplotaciones agrarias tradicionales: el factor trabajo;encarecimiento que iba a provocar un cambio radical enla función de producción agregada de la agricultura es-pañola.

Lo sustancial de las transformaciones en el funciona-miento material de la actividad agraria consistió en la di-námica de sustitución de mano de obra, tracción animaly bienes intermedios generados en el propio sector (re-empleo) por medios de tracción mecánicos y fertilizan-tes, piensos y combustibles, adquiridos fuera del mismo.Entre finales de los años cuarenta y 1973 se produjo unasustitución de la tracción basada en energía metabólica(trabajo humano y tracción animal), que suponía un90% del total en 1947, por tracción mecánica, que al-canzaba el 95% en 1973 (Naredo y Campos, 1980) . Enel período 1973-1990 culmina este proceso, de formaque en la última fecha citada la aportación del trabajo yla tracción animal supone ya menos de un 1% de la po-tencia de tracción disponible en el sector agrario.

El cuadro 7 ilustra bien todo ello: la población activaagraria disminuye en prácticamente tres millones depersonas entre 1964 y 1992 (más de dos tercios del totalen la primera de las fechas citadas), lo que en términos

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de promedio corresponde a disminuciones anuales dealgo más de 100.000 activos, algo ciertamente excepcio-nal por su magnitud en toda la historia española con-temporánea, pues hasta el comienzo de los años 60 el to-tal de activos en la agricultura sólo había disminuidolevemente y en contados períodos, si bien en el deceniodel 1950 ya comienza a acentuarse dicha merma. Es ésteun proceso que no por repetido en otros países euro-peos deja de llamar la atención en el caso español, tantopor su magnitud como por la celeridad con que se haproducido en las últimas décadas. Baste sólo un indica-dor para evidenciarlo: reducir la población activa agra-ria desde el 50 al 25% de la población activa total consu-mió en Francia casi tres cuartos de siglo, media centuriaen Alemania, un tercio de siglo en Italia y en Españaapenas veinte años.

Ocioso resultará advertir que dicha intensificacióndel éxodo rural -sostenida y avivada durante los se-senta y primeros setenta por el fuerte ritmo del creci-miento industrial y de la producción de servicios en laeconomía española y por las posibilidades que ofrecíanlos mercados laborales europeos-, al reducir la ofertade trabajo en el campo, motiva fuertes alzas de los sala-rios agrícolas. Y, en seguida, como respuesta a ese en-carecimiento de los costes salariales, un muy intensoproceso de sustitución de trabajo por otros factores y,en particular, por productos intermedios y bienes decapital, como se subrayará más adelante. Las alzas delos salarios agrícolas, además de ser muy notables entérminos absolutos, han sobrepasado ampliamente losincrementos experimentados por los precios pagadospor los agricultores en la adquisición de diversos bie-nes necesarios para la propia actividad productiva (porejemplo, carburantes, fertilizantes, semillas y productospara la alimentación del ganado) . Especialmente en elperíodo 19641976, las diferencias son acentuadísimas:

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en números índices, los precios pagados por los agri-cultores por esos otros inputs pasan de 100 a 207, mien-tras que los salarios agrícolas lo hacen de 100 a 550. Ytodavía en la segunda mitad de los años setenta y en losochenta, no obstante la repercusión de los encarecidosprecios de la energía sobre determinados abasteci-mientos de las explotaciones agrarias, el alza de los sa-larios agrícolas ha sido superior. Datos suficientementeexplicativos del intenso proceso de sustitución defuerza de trabajo al que estamos aludiendo, devenidoen una exigencia inmediata y sin alternativa posible enmuchas explotaciones agrarias, sobre todo en los añosen que más pronunciados han sido los aumentos relati-vos de los salarios en el campo; hasta el punto de ha-berse podido sostener, con no poca razón, que cente-nares de miles de agricultores han debido adoptarnueva tecnología y acometer, en general, un amplio es-fuerzo de capitalización, no tanto en función de la ren-tabilidad esperada, cuanto para buscar salida a la crí-tica situación de muchas empresas agrarias ante laescasez y el encarecimiento de mano de obra (Naredoy otros, óp. cit.).

Simultáneamente, y como consecuencia de esta alte-ración de precios relativos de los factores, la utilizaciónde bienes de capital y la de bienes intermedios de fueradel sector agrario crecieron de forma muy notable, comomuestra el cuadro 8, especialmente los que reflejan lamecanización de las labores productivas.

Ciertamente, en los años ochenta el ritmo de salidade activos agrarios ha estado sujeto a fuertes oscilacio-nes: entre 1980 y 1988 el ritmo medio anual de pérdidade activos se ralentiza hasta situarse en el entorno de los20.000 por año, estancamiento que es especialmente no-torio entre 1980 y 1986, cuando, como consecuencia delsegundo choque de precios del petróleo, la crisis econó-mica se agudiza y se reducen de forma drástica las opor-

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tunidades de empleo extra-agrario. La tendencia cam-biaría, también de forma brusca e intensa, a lo largo delsiguiente sexenio (1988-1993), durante el cual se pro-duce la desaparición de otros 550.000 activos agrarios(repárese que supone una reducción de prácticamenteel 30% del total en tan sólo seis años), hasta situar suparticipación relativa en el 9% de la población activa to-tal y la cuantía absoluta del empleo agrario muy cercadel nivel que las estimaciones más fiables realizadas a fi-nes de los ochenta consideraban la cifra «estable» de re-querimientos de empleo por la agricultura española (4).La experiencia de estos últimos años evidencia que la va-riable empleo en la agricultura española parece estarmucho más estrechamente relacionada con la genera-ción de empleo de escasa cualificación (fundamental-mente en la construcción y en algunas actividades deservicios) en el resto de la economía que con la evolu-ción de los salarios reales ajustados con la evolución dela productividad del trabajo.

En síntesis, cabría hablar de tres etapas diferentes enla evolución de la población activa agraria en el períodoaquí. considerado. La primera, hasta inicios de la crisiseconómica a mitad de los años setenta, marcada por unasalida masiva de activos que son trasvasados a otros sec-tores de actividad, en el interior del país o en el extran-jero. Un segundo período, que abarcaría los años de cri-sis (hasta la mitad de los años ochenta), en el cual lapérdida de activos se ralentiza y no se explica por el tras-vase sectorial, sino principalmente por el incremento enel ritmo de salidas netas por jubilación, fallecimiento 0

(4) Escudero (1990), en el informe encargado por la Comisión deExpertos para el estudio del desempleo en España constituida por elGobierno en 1987 a petición del Congreso de los Diputados, estimó en1.170.000 (solamente 11.000 ocupados menos que en 1993) la cifra deempleos que «puede adoptarse sin excesivas reservas como un suelo bas-tante estable de las necesidades de empleo agrario en España» (sic).

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incapacidad laboral de una población fuertemente enve-jecida. Los años más recientes, finalmente, parecen indi-car una reanudación del ritmo de trasvase sectorial detrabajadores, protagonizado de forma preferente por losgrupos de menor edad, ocasionando una nueva rondade envejecimiento de la población agraria que, a iniciosde los noventa, estaba conformada por un 42,3%de per-sonas mayores de 50 años y solamente por un 22,6% me-nores de 30 años.

La tasa de paro agraria, por último, ha venido cre-ciendo de manera paulatina a lo largo de los añosochenta al suavizarse la disminución relativa de los asala-riados en la población activa agraria (las ayudas familiaresengrosaron las salidas de actividad en mayor medida quelos asalariados, los empleadores o los pequeños empresa-rios sin asalariados) y por la ausencia de empleos extra-agrarios hasta mitad de la década (5) . Y es importante se-ñalar, por las consecuencias sociales del fenómeno, que elparo agrario es un fenómeno muy delimitado geográfica-mente en la agricultura española. La Encuesta de Pobla-ción Activa señalaba en 1990 que 142.000 de los 200.000parados agrarios eran trabajadores andaluces, el 71% deltotal, que, agregados a los 17.000 jornaleros extremeñosdesocupados, suponen el 80% del desempleo agrario to-tal. Situación que recuerda que un problema secular de laagricultura española sigue sin encontrar solución satisfac-toria más allá de los sistemas asistenciales puestos en mar-cha y que, posiblemente, estén cristalizando una situaciónpoco deseable sin alternativas válidas.

(5) De cualquier forma, el salto tan brusco que se observa en lacuantía del desempleo agrario a partir de 1984 debe interpretarse conreservas, pues obedece en gran medida a cambios metodológicos en laconsideración de ciertos activos. La causa concreta obedece a la desapa-rición del Programa de Empleo Comunitario y su susdtución por el Plande Empleo Rural, y el paso de los antiguos afectados por el Programa deEmpleo Comunitario a la percepción del subsidio de paro.

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4.2. Recursos de capital

El cambio en la dotación de factores productivos queestamos arializando originó, como contrapartida a la re-ducción de los recursos de mano de obra, un creci-miento importantísimo no sólo del recurso a la utiliza-ción de inputs intermedios de fuera del sector, sinotambién del valor del capital inmovilizado en la agricul-tura (incremento de las construcciones, todo tipo de in-fraestructuras físicas, parque de maquinaria, ganado re-productor, etc.) .

Entre 1963 y 1990 el valor del patrimonio agrario, me-dido en pesetas corrientes, se ha multiplicado por 23.Aunque no disponemos de deflactores adecuados para es-timar su evolución real, valga la apreciación de que en esemismo período la producción final obtenida a partir deaquél sólo se ha multiplicado por el factor 14 y el exce-dente bruto de explotación, a su vez, lo ha hecho por 11.De este modo, la agricultura moderna se ha convertido enuna de las actividades productivas más exigentes en capi-tal, tanto si se relaciona con la mano de obra utilizadacomo si se compara con el valor de la producción gene-rada. Las relaciones capital/trabajo y capital/producto,expresadas en términos corrientes, se han multiplicadopor 65 y por 2, respectivamente, entre las fechas antes cita-das. Pueden anticiparse, pues, las consecuencias de talritmo de capitalización sobre la evolución de la rentabili-dad de las actividades agrarias (retomaremos esta idea enel último epígrafe). La composición del activo total de laagricultura española también ha variado sustancialmenteen los últimos 25 años, ganando peso relativo el valor de lamaquinaria y las construcciones en detrimento del valordel capital ganadero y el capital tierra. De cualquiermodo, el valor del activo territorial ha seguido represen-tando en las dos últimas décadas una proporción oscilanteentre el 75 y e180% del capital total agrario.

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Además de los cambios señalados hasta aquí, la crisisde la agricultura tradicional ocasionó transformacionesimportantes en el uso del factor tierra y en la cuantía ycomposición del capital ganadero. La tendencia al des-plazamiento del consumo alimentario hacia los produc-tos ganaderos, analizada en el epígrafe anterior, se hatraducido en un crecimiento muy notable del capital ga-nadero, con intensidades diversas en las distintas espe-cies, y en una reorientación de la utilización de la tierraentre los usos destinados a la producción de alimentosde consumo humano directo y las superficies destinadasa la producción de alimentos para el ganado. Así, el capi-tal ganadero incrementó sus efectivos entre 1955 y 1986(fecha en que se realizó el último Censo General Gana-dero) en casi un 40%, distinguiéndose el período 1970-1986 por la intensidad de dicho crecimiento. Simultáne-amente, se ha producido un gran cambio cualitativo enla composición por especies de los censos y en las carac-terísticas de las razas utilizadas. La necesidad de incre-mentar la oferta cárnica muy rápidamente y a bajo pre-cio sentó las bases de la crisis de la ganadería extensivatradicional orientada a cubrir las necesidades de tracción-ahora solventadas mediante la mecanización- y encuya estructura de costes tenían un peso muy importantelos laborales.

En la misma dirección se produjo la reorientación delempleo de la superficie agraria, que entre 1973 y 1990(antes de 1972 la distinta metodología de las fuentes ofi-ciales no permite la comparación con datos posteriores)sufrió dos procesos simultáneos de cambio de uso. Porun lado, desaparecen 655.000 hectáreas de superficieagraria por ocupación para actividades urbanas, indus-triales y de infraestructuras. A1 mismo tiempo, la mayorintensificación en el aprovechamiento de la tierra culti-vada redujo el barbecho en forma extraordinaria (másde un millón de hectáreas) y elevó la proporción de la

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superficie en regadío en 1.200.000 hectáreas (un 50% dela superficie inicial), con un crecimiento medio anual su-perior a las 40.000 hectáreas, ritmo que ha convertido aEspaña en el país comunitario con mayor superficie re-gada (un 30% de la superficie agraria regada en la CEE-12) . Además, solamente se expandieron los cultivos des-tinados a la producción de cereales-pienso y forrajes,retrocediendo de forma drástica el cultivo de cereales deconsumo humano y de leguminosas. Por otro lado, la do-tación de superficie pastable también ha disminuido entérminos absolutos y, esto es más importante, lo ha he-cho en mayor medida en las superficies más productivas(prados, pastizales y superficies adehesadas), que hansido invadidas por el monte bajo en una elevada propor-ción o bien se han convertido en superficies marginales(erial a pastos).

El aumento en la superficie y los rendimientos de loscultivos destinados a la producción de alimentos para elganado no ha sido suficiente para cubrir las necesidadesde la cabaña, y la disminución y degradación de los pas-tos naturales siguió incrementando, durante los años se-tenta y primeros ochenta, las necesidades de importa-ción de cereales y leguminosas pienso, al tiempo que unavasta extensión del territorio ha sufrido los efectos de ladesertificación por la ausencia de alternativas de uso delsuelo.

5. TRANSFORMACIONES EN LA OFERTA Y EN LAESTRUCTURA DE LAS EXPLOTACIONESAGRARIAS

Alteradas profundamente las bases que sostenían laagricultura tradicional, tanto por el flanco de la demandade productos alimenticios como por el del mercado detrabajo, una larga cadena de cambios se van a suceder en

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las explotaciones agrarias, con objeto de adecuarse éstas alas nuevas condiciones impuestas por la disminución delempleo de fuerza de trabajo y el incremento de la mecani-zación. Cambios y transformaciones que, a su vez, se tradu-cirán en variaciones apreciables y significativas de la ofertaagraria.

A1 examen de estas transformaciones dedicamos esteapartado, que dedica un subepígrafe a cada uno de losaspectos mencionados, comenzando por exponer lasgrandes cifras de la producción agrícola para obteneruna panorámica de las mutaciones que en ella se hanoperado en el último cuarto de siglo.

5.1. I.a producción fmal agraria y su composición

Respondiendo a las variaciones en la demanda deproductos alimenticios alentadas por el incremento dela renta, la oferta agraria también ha acentuado en elperíodo considerado una tendencia observable ya hacebastantes decenios: la participación creciente de los pro-ductos ganaderos, con pérdidas simultáneas de los otroscomponentes de la producción final agraria, aunque es-temos lejos todavía de las proporciones respectivas delos países europeos comunitarios en su conjunto (véaseel cuadro 9).

En esta evolución general influyen tanto las modifi-caciones en las cantidades como las registradas en losprecios; desafortunadamente, el MAPA no ha publicadoseries definitivas del valor de la producción final agrariaa precios constantes desde 1986, razón por la cual no po-demos llevar la comparación hasta la década del noventaen este caso. De cualquier modo, en el período 19641985 el índice de producción agraria global en pesetasconstantes pasa de un valor 100 a 167, mientras que el deproducción ganadera sube de 100 a 241, reafirmando la

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Cuadro 9

IMPORTANCIA RELATIVA DE LOS DISTINTOS GRUPOSDE PRODUCTOS EN LA OFERTA AGRARIA, 19641991

(Porcentajes sobre la producción imal agraria a precioscorrientes)

Grupo de productos 1964 1970 1974 1980 1984 1991

Agrícolas (A) ....... 60,4 53,2 54,7 55,5 57,5 55,8Ganaderos (B) ... 31,9 39,6 38,2 38,8 38,5 40,5Forestales (C) .... 4,5 4,1 4,3 3,0 2,9 2,8Mejoras por cuenta

propia ( D) ....... 3,2 3,1 2,8 2,7 1,2 0,9PRODUCCION FI-

NAL AGRARIA(A+B+C+D) .. .... 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0

Fuente: MAPA.

creciente importancia relativa de los productos ganade-ros (carne, leche, huevos...).

Hay que señalar, además, que entre los productosagrícolas el panorama es muy diversificado, en corres-pondencia asimismo con las variaciones observadas enla demanda y con las exigencias que impone la alimen-tación de la propia cabaña ganadera incrementada. Así,en pesetas constantes, resulta muy significativo que losmayores aumentos sean los de plantas forrajeras (aun-que su ponderación en la producción final agraria esbaja), cereales para pienso y flores; como significativoes, en el otro extremo, que crezcan por debajo de la me-dia la producción de leguminosas y tubérculos y cerealespara consumo humano.

Gon todo, la readaptación en curso de la oferta agra-ria a la modificada demanda de productos alimenticiosno se produce sin distorsiones, especialmente graves enlos años sesenta y aún en buena parte de los setenta,cuando la inercia de la política agraria española, al se-guir subvencionando con preferencia productos tradi-

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cionales, retrasó cambios de cultivos y orientaciones enlas explotaciones agrarias, con los altos costes que oca-sionaba el desequilibrio entre una oferta rígida y unademanda en rápida expansión y diversificación. Cuan-tiosos excedentes de trigo e importaciones masivas decereales-pienso ejemplificaron entonces esa inadecua-ción; como el profesor Fuentes Quintana acertó a sinte-tizar, se consumía lo que no se producía -y había queimportar- y se producía lo que no se consumía -y ha-bía que financiar las producciones excedentarias que seacumulaban sin fáciles salidas ni aplicaciones alternati-vas-.

La balanza comercial agraria ha sido, pues, un fiel es-pejo de esas tensiones y también de la paulatina readap-tación de la oferta agraria española a los dictados de lademanda interior y a las oportunidades de los mercadosexteriores. Desde 1965 y durante prácticamente veinteaños, el saldo del comercio exterior agrario fue negativo,rompiendo así una larga tradición. Las importaciones deproductos ganaderos y, principalmente, de productos uti-lizados por la producción ganadera nacional -como ce-reales para pienso: primero cebada y luego maíz y harinay haba de soja- se multiplican, sin que puedan seguir suavance las exportaciones de productos hortofrutícolas,vinos y aceite de oliva, sectores de larga tradición histó-rica como exportadores netos de productos agrarios.Hasta 1976, además, la evolución de los precios relativosdel comercio exterior de productos agrarios fue muy des-favorable, acrecentándose el coste de las importaciones.Sólo en los años más próximos, iniciado ya el decenio de1980, el índice de cobertura de las exportaciones agra-rias vuelve a alcanzar cotas de sobrada suficiencia,cuando también se produce una recuperación sustancialde sus precios relativos; lo que en parte refleja, sin duda,transformaciones en variedades, calidades y competitivi-dad de los productos exportados, manifestación evidente

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de cambios profundos en la oferta y en las condicionesde producción de las explotaciones agrarias. No es ca-sual, por ejemplo, que a esa nueva realidad del comercioexterior agrario español haya contribuido de forma so-bresaliente la agricultura de invernadero de productoshortofrutícolas; las exportaciones de estos artículos ofre-cen, en bastantes casos, muestras Ilamativas, en efecto, deuna nueva agricultura, técnicamente avanzada, financie-ramente moderna y vinculada a exigentes mercados deexportación, aunque siga siendo todavía la agriculturamenos subvencionada.

5.2. Transformaciones en la estructura de las explota-ciones agrarias

Para completar las reflexiones acerca de las conse-cuencias de los cambios en la dotación y uso de los facto-res productivos en el sector agrario, es necesario hacerreferencia, siquiera sea brevemente, a los efectos de ladisminución de la población activa y del incremento dela mecanización sobre la estructura de las explotacionesagrarias. Especial atención merece la variación de la dis-tribución de las explotaciones por tamaños, ya que laevolución de los tamaños medios puede ser indicativa dealgunos aspectos referentes a la racionalización y moder-nización de la agricultura.

Cabe distinguir dos modelos alternativos en las expe-riencias históricas de ajuste estructural al proceso de sa-lida de activos del sector agrario (6). En primer lugar,cuando el ritmo de salida de activos ha sido mayor queel de abandono de la tierra, el proceso ha conducido aun crecimiento tendencial del tamaño medio de las ex-

(6) Seguimos, en este planteamiento, muy de cerca a Luis VicenteBarceló (1991), cap. 5.

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plotaciones, lo que ha permitido el aprovechamiento deeconomías de escala en el proceso productivo y la reduc-ción consiguiente de los costes unitarios; este primer tipode ajuste estructural recibe la denominación de «ajusteclásico» y conlleva una mejora tendencial de la competi-tividad agraria por la vía de la dimensión y los costes. Si,por el contrario, el ritmo de salida de activos del sectoragrario se ralentiza o no se produce de forma completa eirreversible, al mismo tiempo que la velocidad de aban-dono de la tierra se incrementa por razón de factores delocalización o configuración de las explotaciones (zonascercanas a núcleos urbanos, explotaciones con dificulta-des de mecanización, etc.), entonces el proceso de creci-miento económico no conduce necesariamente al mo-delo de ajuste estructural clásico, sino a un modeloradicalmente diferente de «ajuste estructural parcial». Eltipo de explotación predominante en este modelo es elcaracterístico de una agricultura minifundista, con granimportancia del fenómeno de los agricultores a tiempoparcial, con elevada presencia del trabajo asalariado ycon tendencia a estrategias de reducción de costes a tra-vés de mecanismos de externalización de fases del pro-ceso productivo fuera de las explotaciones.

La existencia de cuatro censos agrarios que cubrenel período 1962-1989 permite afirmar, de forma fun-dada, que la agricultura española se ajusta bastante bienal segundo de los modelos de ajuste estructural descri-tos. En este sentido, y como primera puntualización,debe señalarse que entre 1962 y 1989 el número de ex-plotaciones agrarias con tierras se ha reducido en520.229, lo que supone la desaparición de práctica-mente el 20% de las mismas en la primera de las fechas.Ahora bien, los ritmos de reducción del número de ex-plotaciones han sido muy diferentes en los distintos pe-ríodos intercensales: así, entre 1962 y 1972 desaparecen300.000 explotaciones, a una tasa media anual del 1%;

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entre 1972 y 1982 lo hacen cerca de otras 200.000, a unatasa media anual del 0,7%, y en el último período inter-censal 1982-1989 solamente se reduce el número totalde explotaciones en 80.000, con un ritmo medio anualdel 0,5%. Ritmos diferenciales bien expresivos de unprogresivo agotamiento del proceso de ajuste estructu-ral. En virtud de este proceso, el tamaño medio de lasexplotaciones agrarias con dotación territorial se ha in-crementado de forma muy modesta desde las 16 hectá-reas por explotación de 1962 hasta las 19 en 1989, di-mensión que nos sitúa todavía muy lejos de las pautasmedias de los países de la CE (véase el gráfico 2). Ade-

Gráf'ico 2

DISTRIBUCION POR TAMAÑOS Y TAMAÑO MEDIO DE LASEXPLOTACIONES AGRARIAS EN LA CE (1987 )

(Porcentajes y tamaño medio en hectáreas)

Tamaño medio ( hectáreas)

°^^ 68,9 33,2 32,5 30,7 22,7 17,6 17,3 17,2 16 8,3 7,7 5,3100

90

80

^ 70

v ^L^i^.^c 50^^^ 40C^^+ 30

20

]0

0

0

CE 12

lalOha.

N II

Rli LUX Dlti FRA IRI. RFA BEL HOL ESP POR [TA GRE

^ lOa^Oha. 0 ^Iás de 50 ha.

Fuenle: ECROSTAT.

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más este incremento medio no se ha producido en todaslas regiones españolas, existiendo algunos casos en loscuales incluso ha aumentado el número de explotacio-nes entre 1962 y 1989 y se ha constatado una caída deltamaño medio de las mismas (Comunidad Valenciana,Canarias, Murcia y Madrid, por orden decreciente deimportancia del fenómeno) .

Si se desciende a una consideración más detallada dela estructura de las explotaciones agrarias en función deltamaño de su superficie total, la citada pérdida de vigordel proceso de reestructuración se aprecia de forma aúnmás clara: las explotaciones menores de 5 hectáreasmuestran una gran estabilidad, suponiendo en las dos fe-chas censales extremas (1962 y 1989) en torno al 65%del total y solamente el 6,4 y el 5%, respectivamente, dela superficie total; por otro lado, ha descendido significa-tivamente el porcentaje de explotaciones con superficiescomprendidas entre 5 y 20 hectáreas, permaneciendo sinvariaciones apreciables el correspondiente a las explota-ciones entre 20 y 50 hectáreas, y aumentando muy mode-radamente el grupo de explotaciones superiores a 50hectáreas, que pasan de representar el 3,5% del total deexplotaciones a inicios de los 60 a alcanzar el 5% en1989.

Si se analiza la evolución del número de parcelas porexplotación, donde, en principio, cabría esperar una re-ducción apreciable, al haber constituido la política deconcentración parcelaria el eje fundamental de las muyescasas actuaciones de mejora de estructuras agrarias enlas últimas décadas, el panorama no es tampoco en estecaso muy alentador: en 1989 solamente la mitad de lasexplotaciones agrarias estaba subdividido en menos decuatro parcelas (en 1962 eran el 41%); en el extremoopuesto, una de cada cuatro explotaciones sigue estandoconformada por más de diez parcelas (un tercio del totalen 1962). Modestia, pues, de los resultados de tal política,

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acentuada incluso por la acusada concentración geográ-fica de sus efectos en solamente algunas ComunidadesAutónomas específicas ( Castilla y León preferente-mente).

Si se analiza la distribución de las explotaciones aten-diendo al criterio de la superficie agraria utilizada (SAU)en lugar del de la superficie total, aunque en este caso nopueden establecerse comparaciones intertemporales, yaque este dato se incluyó por primera vez en el Censo de1982 y han cambiado los criterios metodológicos en el co-rrespondiente a 1989, se confirma la entidad del pro-blema estructural que venimos señalando: los últimos da-tos censales indican que el 90% de las explotacionesagrarias españolas -aquellas que tienen una dotación desuperficie total inferior a las 20 hectáreas- ocupan me-nos del 25% de la SAU, evidenciando una escala de activi-dad a todas luces insuficiente para obtener rentas agrariasmínimas que ofrezcan perspectivas de continuidad a lamayor parte del tejido productivo agrario. Una expresiónmás acuciante de esta falta de perspectivas se obtiene delanálisis de la información que proporciona el censoacerca de la dimensión económica de las explotacionesmedida por el valor del margen bruto total (MBT) . Así, en1989 el 88% de las explotaciones alcanzaban una cuantíade dicho indicador inferior a un millón de pesetas porunidad de trabajo anual equivalente (UTA) y sólo el 5%generaban un MBT/UTA superior a los dos millones depesetas.

Un último dato expresivo de la situación estructuralde la agricultura española: en 1989 prácticamente el30% (27,2) de los titulares de explotaciones tenían unaedad superior a los 65 años, porcentaje que, además,presenta un valor creciente según disminuye el tamañode las explotaciones. En el otro extremo, solamente un3% de los jefes de explotaciones eran menores de 29años.

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tCómo es posible, teniendo en cuenta este cúmulode informaciones, explicar la permanencia de la mayorparte de las explotaciones agrarias? La respuesta debeencontrarse seguramente en uno de los rasgos enuncia-dos más arriba como características diferenciales de losprocesos de ajuste estructural «parcial»; nos referimos ala importancia relativa de los agricultores a tiempo par-cial (ATP). En este sentido, el último censo indica queson ya más del 40% de los titulares de explotaciones me-nores de 65 años aquellos que declaran desarrollar al-guna otra actividad lucrativa a título principal. Si bien noexisten informaciones estadísticas directas de la cuantíade los ingresos generados en esas actividades extraagra-rias, aquélla debe ser muy significativa, lo que, unido a lacreciente relevancia de las transferencias de renta recibi-das en los hogares de los agricultores -principalmente através del Régimen Especial Agrario de la Seguridad So-cial (REAS)-, permite justificar la «racionalidad» impe-rante en la mayoría de las empresas agrarias españolas,pero éstos son aspectos que se desarrollan en las siguien-tes secciones.

6. PRODUCTIVIDAD, PRECIOS RELATIVOS YRENTA AGRARIA

Una de las consecuencias más relevantes de los proce-sos simultáneos de retroceso de la población activa agrariay de incorporación generalizada de capital, nuevas técni-cas productivas e in^ruts intermedios de fuera del sector, hasido el importante crecimiento de la productividad apa-rente del trabajo en la agricultura española.

Aunque la utilización de un indicador macroeconó-mico como la razón entre el valor añadido y el volumende ocupación sectorial debe realizarse con cautela paraefectuar comparaciones entre distintas ramas de activi-

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dad (7), no cabe duda de que -a falta de índices deproductividad adecuados de carácter microeconó-mico- puede ser útil para poner de manifiesto un fenó-meno relevante a nivel agregado. Con estas reservas,puede afirmarse que la productividad del trabajo en elsector agrario, siempre que se utilicen indicadores basa-dos en observaciones del output en pesetas constantes, seha incrementado de forma extraordinaria en el períodoque venimos utilizando como marco temporal de refe-rencia, creciendo con tasas muy superiores a las delresto de los sectores de actividad (véase el gráfico 3) . Siel el output se mide, por el contrario, en pesetas corrientes,las diferencias tienden a ampliarse, lo que pone de ma-nifiesto el deterioro de los precios relativos sufrido porel sector agrario, de forma que las ganancias reales deproductividad no se han transformado en esos años enun crecimiento semejante de la renta agraria, sino quehan sido transferidas al resto del sistema económico.

En el ámbito de los países de la OCDE, la agriculturaespañola ha sido una de las que entre 1960 y 1990 ha vistocrecer más rápidamente la productividad del trabajo(concretamente a una tasa anual acumulativa del 5,5%,mientras que el conjunto de los países OCDE lo hacía aun 3,9 y el conjunto de la CEE-12 a un 5,3%). Además, laagricultura española constituye un caso especial, porcuanto entre las causas explicativas de dicha evolución ha

(7) Es preciso tener en cuenta que, además de medir el incrementode eficiencia del factor trabajo, un indicador de este tipo también re-fleja las cantidades empleadas de los restantes factores productivos, asícomo los cambios en la estructura productiva que suponen la alteracióndel peso relativo de los diferentes sectores de actividad. En el caso delsector agrario presenta aún más problemas por la existencia de dificulta-des estadísticas muy graves para el conocimiento de las horas realmentetrabajadas. De este modo, fenómenos como el subempleo, la evolucióndel volumen de trabajo de las ayudas familiares o el fenómeno de laagricultura a tiempo parcial pueden ejercer influencias contradictoriassobre los resultados observados.

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Gráf'ico 3

EVOLUCION COMPARADA DE LA PRODUCTIVIDADAPARENTE DEL TRABAJO EN LA AGRICULTURA Y EL

RESTO DE LA ECONOMIA ESPAÑOLA, 19641991(Tasas porcentuales medias anuales acumulativas de crecimiento

en los períodos indicados )

7

6

4

.3

2

1

0 i6473 73-79 79-86 8691

^ Agricultura ^ Act. no agrarias

6491

Fuente: Elaboración propia sobre la base de INE: Conlabilidad Nacional de h.'spaña.Serie enlazada 1964-1991 v F,^ncuesta de Poblacfón Activa.

tenido tanta importancia el crecimiento estructural -li-gado a un aumento de la superficie cultivada por activoagrario- como el crecimiento por intensificación asociado alaumento del valor añadido por unidad de superficie, yocasionado por el incremento de los rendimientos o porla orientación de los sistemas agrarios hacia produccionescon mayores márgenes por unidad de superficie o haciaactividades desvinculadas o poco dependientes de la tie-rra (la razón SAU/ocupado, expresiva del crecimiento es-tructural, se incrementó a una tasa media anual del 4,9%

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entre 1964 y 1990, mientras que el VAB/hectárea de SAUlo hizo a una tasa de13,3 en el mismo período).

A pesar de la magnitud del incremento de la producti-vidad descrito, y como se señaló más arriba, el sector agra-rio no ha visto crecer apreciablemente en el período anali-zado ni los volúmenes reales de renta agregada, ni la rentareal por ocupado agrario, de forma que la brecha entrerenta por ocupado agrario y renta por ocupado en el restode la economía española no se ha modificado sustancial-mente en los últimos veinte años, manteniéndose, con le-ves oscilaciones, en niveles cercanos a un 40% de ésta. Lacausa hay que buscarla en la evolución dispar que han se-guido los precios de los productos agrarios respecto de losprecios de los bienes intermedios y los bienes de capitalempleados por los agricultores, por un lado, y respecto delnivel general de precios de la economía, por otro.

La relación de intercambio expresada como el co-ciente entre el índice de precios percibidos y el índice deprecios pagados por los agricultores, que había tenidodesde mediados de los años sesenta una evolución favo-rable para éstos, sufrió un deterioro sistemático desde1978 hasta 1986, manteniéndose a continuación con os-cilaciones, pero sin llegar a superar en términos de índi-ces los niveles de inicios de los 80. La capacidad adquisi-tiva de la renta agraria, ya se mida indirectamente, através del cociente entre el índice de precios percibidos yel índice de precios de consumo, o directamente, deflac-tando la renta agraria por el indice del coste de vida, noha dejado de descender a partir de 1973, suponiendo en1992 una proporción ligeramente superior al 50% de lacapacidad de compra de 1976 (gráfico 4) .

En definitiva, desde este punto de vista, la situaciónde la agricultura española parece haber variado radical-mente desde que, en 1965, el profesor L. A. Rojo preci-saba que la crisis de la agricultura tradicional no era unacrisis que se manifestase en las rentas agrarias.

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Gráfico 4

EVOLUCION DE LA RELACION DE INTERCAMBIO DEPRECIOS AGRARIOS Y DE LA CAPACIDAD ADQUISITIVA

DE LA RENTA AGRARIA, 1976-1993(Indices base 1976=100)

JV

1976 1978 1980 1982 1984 1986 1988 1990 1992

q Relación intercambio + Capacidad adquisitiva

Fuente: Elaboración propia sobre la base de informaciones del MAPA e INE.

La aparición de la crisis de rentas que caracteriza a laagricultura española en los años más recientes es conse-cuencia del modelo de modernización descrito másarriba y de la ya mencionada evolución de la relación deintercambio que han experimentado sus precios.

La magnitud del proceso de cambio técnico incorpo-rado a las actividades productivas a través de la mecaniza-ción y la creciente utilización de otros medios de produc-ción de fuera del sector no ha logrado mejorar la cuentade resultados de la agricultura en su conjunto. En primerlugar, por la pérdida de eficiencia en el uso de estos in-

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^iuts sustitutivos de la fuerza de trabajo, la tracción animaly el reempleo agrario (cuadro 10), especialmente los apli-cados a la producción ganadera y los ligados de forma ge-neral a la mecanización de las labores. En segundo lugar,por el crecimiento de los precios de dichos in^ruts, espe-cialmente a partir de finales de los años setenta, a ritmosmuy superiores al de los precios de los productos agra-rios. La contrapartida a este retroceso relativo de preciosagrarios ha sido el comportamiento estabilizador que laagricultura ha tenido, a partir de la segunda mitad de ladécada de los setenta, en la evolución del índice de pre-cios al consumo. De este modo, el paso de un desequili-brio deficitario en la oferta de alimentos en los años se-senta al desequilibrio excedentario característico desdeinicios de los setenta, ha supuesto la desaparición de lastensiones inflacionistas inducidas por el sector agrario y elcomportamiento estabilizador mencionado.

Cuadro 10

INDICADORES AGREGADOS DE LA EVOLUCION DE LAEFICIENCIA EN EL USO DE LOS INPUTS

^ ^ IOS DE FCTERA DEL SECTOR AGRARIO, 1964-1990(Relaciones a precios constantes de 1970 e índices base

1964-100)

1964 1970 1980 1990

Producción total agraria/gastos de fuera .totales ................................. 6,8 4,5 3,6 2,7

(100) (66,2) (52,9) (39,7)Producción total ganadera/piensos... ... 5,5 3,5 2,4 1,8

(100) (63,6) (43,6) (32,7)Producción total agrícola/fertilizantes y

semillas ................... ..... .... .... 16,0 11,6 13,1 10,3(100) (72,5) (81,9) (64,4)

Producción total agraria/energía y con-servación maquinaria .................. 42,1 28,5 23,4 17,8

(100) (67,7) (55,6) (42,3)

Fuente: Elaboración propia sobre la base de Cuentas del Sector Agrario, n4 12, Ma-drid, MAPA, 1987, y Boletín Mensual de Estadútzca Agraria, MAPA (varios números).

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La observación de la cuenta de explotación del sec-tor agrario (cuadro 11) revela el estrechamiento de losmárgenes que se ha producido entre 1964 y 1990, ycómo la necesidad creciente de empleo de capitales aje-nos ha reducido, en una proporción notable, la parte dela renta de explotación que queda disponible en formalíquida una vez se han satisfecho los intereses de lospréstamos utilizados.

7. NECESIDAD DE FINANCIACION, RENTAS DELOS HOGARES AGRARIOS Y RENTABILIDADDE LA AGRICULTURA ESPAÑOLA

El colofón de todo el proceso descrito puede sinteti-zarse de forma precisa en el cambio drástico que ha te-nido lugar en la situación financiera de la agricultura es-pañola. En el cuadro 12 se mide el paso definitivo, quetiene lugar a inicios de los años setenta, desde una agri-cultura que había venido ofreciendo sistemáticamentecapacidad de financiación excedentaria al resto de laeconomía y que entra en una situación permanente denecesidad de financiación, pues los recursos que exigenlos procesos de inversión en esta agricultura altamentecapitalizada superan el volumen de ahorro que se ge-nera en las actividades agrarias.

La importancia de dicho fenómeno alcanza en los úl-timos años tal magnitud que, incluso, en los últimos años80 las estimaciones del ahorro en el sector arrojan repeti-damente valores negativos. Y la única explicación plausi-ble de que esta situación pueda mantenerse en el tiemporeside en la importancia que han debido adquirir los flu-jos de rentas que llegan a los hogares de los agricultoresprocedentes del resto de la economía, ya sea a través delas transferencias interpersonales de renta entre habitan-tes de zonas urbanas y sus familiares en zonas rurales,

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bien por medio de las rentas extra-agrarias generadaspor los agricultores a tiempo parcial, o bien a partir delas cuantiosísimas transferencias a los hogares de los agri-cultores a través del sistema de Seguridad Social agraria.

Teniendo en cuenta exclusivamente la última víacitada, puede justificarse el hecho de que los niveles ab-solutos de consumo en los hogares de los agricultores,reflejados en las diferentes Encuestas de presupuestosfamiliares, hayan crecido a ritmos muy semejantes a losdel resto de los hogares, siendo así que sus niveles derenta se han deteriorado sistemáticamente sin dete-nerse, a su vez, la inversión agraria.

En efecto, como consecuencia diferida en el tiempodel flujo migratorio de los años 50 y 60, del consiguienteenvejecimiento de la población activa agraria y de las suce-sivas ampliaciones en la cobertura de la Seguridad Socialagraria a lo largo de los años setenta, las transferencias re-cibidas por los agricultores en forma de pensiones han ad-quirido una relevancia extraordinaria. Así, si en 1973 la re-lación cotizantes/pensionistas en el sector agrario sesituaba en un valor cercano a 2, en 1992 se había reducidoa 0,8. La relevancia del flujo de transferencias recibidaspor esta vía como complemento de las rentas generadasen las actividades agrarias se puede valorar comparandosu magnitud con la de otros agregados del sector: en 1992supuso un 66% del valor añadido, un 84% de la rentabruta de explotación, un 46% del consumo estimado delos hogares de los agricultores y un 176% de la formaciónbruta de capital fijo en el sector agrario.

Cabría afirmar, en síntesis, que si bien la estructurade precios relativos ha ocasionado una transferencia netade recursos desde la agricultura hacia el resto del sis-tema, la situación económica de los hogares de los agri-cultores se encuentra menos acuciada de lo que podríadeducirse a partir de la observación de la evolución de larenta agraria. La clave está en los flujos de rentas que

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desde el resto de la economía se transfieren a los hogaresagrarios a través, fundamentalmente, del sistema públicode Seguridad Social. Lo que expresa, en resumen, queuna parte importante de la actividad en la agricultura es-pañola actual sigue existiendo al haberse convertido enun sector asistido y totalmente dependiente del apoyopúblico. Una ilustración adecuada de esta última asevera-ción es la que proporciona el cuadro 13. En él se reflejala evolución en los años más recientes del monto de lasayudas comunitarias recibidas a través del FEOGA, de lassubvenciones concedidas por el Estado para el fomentode la inversión privada y de un conjunto de transferen-

Cuadro 13

EVOLUCION DEL VALOR AÑADIDO AGRARIO,LAS AYUDAS COMUNITARIAS Y ALGUNAS

TRANSFERENCIAS INTERNAS DE RENTA A LOSHOGARES DE LOS AGRICULTORES, 1987-1992

(Miles de millones de pesetas)

1987 1990 1992

1. FEOGA-Garantía ............................. 128,7 309,0 478,72. FEOGA-0rientación ......................... 17,7 19,0 83,0**3. Subvenciones del Estado (fomento inversió

privada) ...................................... 33,9 53,3 38,94. Subtotal(1)+(2)+(3) ......................... 180,3 381,3 600,6

5. Transferencia neta S.S. agraria en favor agri-cultores ....................................... 651,3 875,8 1.103,8

6. Plan empleo rural ............................ 68,1 117,0 102,27. Subsidio desempleo .................. ........ 70,5 89,5 93,28. Subtotal (5)+(6)+(7) ......................... 789,9 1.082,3 1.299,2

9. TOTAL (4)+(8) .............................. 970,2 1.463,6 1.899,8

10. VAB Agrario .................................. 1.702,4 1.941,7 1.666,9

(9/10)x100 .................................. 57,0 75,4 113,9

** Previsión de caja.Fuente: La agricultura, la pesca y la alimentación esfiaieolas en (varios años), MAPA, yPresentación del proyecto de ^iresupuestos generales del Estado 1993, MINEH.

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cias de renta recibidas por los hogares agrarios por dife-rentes vías (Seguridad Social, plan de empleo rural y sub-sidio de desempleo agrario). Pues bien, en 1992 la cuan-tía de dichas ayudas y transferencias superó en un 14% elvalor añadido por el sector agrario.

Un último reflejo del cambio experimentado en la si-tuación financiera de la agricultura española lo constituyeel intenso crecimiento del volumen de crédito concedidoal sector, que en la última década se ha producido a tasasmayores que las registradas en el resto de la economía.

Los cambios en el origen de dichos préstamos, con lapérdida de importancia de las vías privilegiadas de ac-ceso al crédito, y el encarecimiento notable de la finan-ciación ajena -el tipo de interés medio anual ha pasadode un 6,2% en 1970 a un 15,8% en 1990- revelan que laopción del endeudamiento ha estado exenta de razonesespeculativas que pudieron estar presentes en otros mo-mentos y ha venido marcada por la necesidad real de dis-posición de dichos fondos para sostener los ritmos de in-versión en las proporciones en que se han producido.

En el futuro inmediato no parece posible que el cre-cimiento del endeudamiento agrario se siga produ-ciendo con esos ritmos, toda vez que el endeudamientopor unidad de superficie se ha multiplicado por ochoen el período 1973-1990 y que su monto total supone enel último de los años citados el 86% del valor añadidoen el sector (8).

(8) Aunque las comparaciones con los niveles de endeudamiento deotras agriculturas europeas coloque al caso español aún muy lejos de paí-ses como Dinamarca, donde la ratio endeudamiento/V.A.B. se supera el400%, o incluso de países del Sur de Europa, como Francia o Italia,donde se sitúa en el orden del 150%. Cabe señalar, en el terreno de lashipótesis diñciles de cuantificar, que la entrada de capitales procedentesde agentes no agrarios en los últimos años en la adquisición y capitaliza-ción de determinadas explotaciones agrarias a la búsqueda de elevadastasas de plusvalía puede contribuir a disminuir la relación endeuda-miento/im^ersión agraria en términos agregados (Cazdalliaguet, 1993).

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El cambio estructural experimentado por el sectoragrario ha tenido otra consecuencia de la mayor impor-tancia para la evolución de los resultados económicos dela actividad agraria; nos referimos al incremento del va-lor del capital inmovilizado, que, en los años que anali-zamos, ha sido superior al crecimiento experimentadopor el valor añadido en el sector.

La evolución de los precios de la tierra, dada su ele-vada participación ya mencionada en el valor del capitalagrario inmovilizado, ha constituido un factor determi-nante en la evolución de la rentabilidad global de laagricultura en las últimas décadas. Aunque con diferen-cias muy marcadas en función de las distintas regiones yusos de la tierra, los datos oficiales ofrecidos por la En-cuesta de Precios de la Tierra elaborada por el Ministe-rio de Agricultura indican que entre 1983 y 1989 dichosprecios se incrementaron un 84% en términos nomina-les, mientras que el valor añadido por unidad de super-ficie creció solamente un 58%.

Si se desciende en la observación de dicha tendencia aun análisis en función de los distintos usos de la tierra,llama la atención el hecho de que en la última década lassuperficies de pastizales han experimentado un creci-miento de sus precios (119%) muy superior a las tierras decultivo (44%) y que, dentro de éstas, se han apreciado enmayor medida las de secano que las de regadío, es decir,aquellas tierras en que las motivaciones de los comprado-res aparecen menos vinculadas a su potencial productivo.

A la vista de estos matices, puede sostenerse la hipótesisde que en la dinámica reciente del mercado de la tierrahan prevalecido las consideraciones de los inversores quese mueven guiados por la comparación de la rentabilidadglobal de la inversión en tierras con la de otros activos al-ternativos antes que por la capacidad productiva de las mis-mas. No parecen encontrarse explicaciones plausibles parael crecimiento de los precios por la presión de la demanda

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para ampliación de las explotaciones y su conversión enunidades más racionales capaces de incorporar avances tec-nológicos ligados a la escala productiva. Una justificaciónmás adecuada podría encontrarse en que una parte muyconsiderable de los capitales que se destinaron en la se-gunda mitad de los 80 a la adquisición de tierras buscabanmás la realización de plusvalías derivadas de su revaloriza-ción que las rentas que se derivarían de su explotación.

Así, a lo largo de las dos últimas décadas las ganan-cias de capital derivadas de la revalorización territorialvan superando en importancia a las rentas de explo-tación en la agricultura española en su conjunto (cua-dro 14) (9) . Esta situación, añadida al deterioro, entérminos reales, de la relación entre rentas de explota-ción y valor del patrimonio agrario (10), ha podidocondicionar las estrategias de gestión de los diferentestipos de propietarios agrarios.

Para los grandes propietarios bien han podido existirincentivos a la extensificación de sus aprovechamientos,dado que, en muchos casos, su renta familiar no pro-cede exclusivamente de sus rentas de explotación o, enel caso contrario, su nivel absoluto de rentas derivado dela actividad productiva agraria puede ser «suficiente»aun en situaciones distintas de un aprovechamiento óp-timo desde el punto de vista social. Pueden coexistir,

(9) En la elaboración del cuadro 14 se asume que en los años 1963,1970, 1972 y 1976, para los cuales no se cuenta con datos oficiales sobreevolución de los precios de la tierra, éstos no debieron crecer por debajode lo que lo hizo el IPC. Los datos manejados por L. Tarrafeta (1979), alcomparar el crecimiento experimentado por el valor del stock de tierrasentre los diferentes años en los cuales éste se estimó y la evolución de pre-cios general de la economía, indican que ésta es una hipótesis razonable.

(10) No utilizamos el concepto de rentabilidad del capital invertidoal estar incluida en la renta de explotación la retribución de la mano deobra no asalariada. Aunque es común la atribución de un coste de opor-tunidad por el empleo de dicha mano de obra para hablar de rentabili-dad de la agricultura, las insuficiencias de las estadísticas de horas traba-jadas hacen muy arriesgado dicho ejercicio.

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pues, estrategias de infrautilización productiva con in-crementos de la rentabilidad global (incluidas plusva-lías) del capital inmovilizado.

Por el contrario, en el caso de un agricultor familiarsin fuentes de ingreso diferentes a su explotación, mien-tras haya mantenido su voluntad de permanencia en elsector, la estrategia ante un crecimiento de los preciosde la tierra que dificulte el aumento del tamaño de suexplotación puede haber consistido en intensificar eluso de la dotación territorial hasta alcanzar umbralesmínimos de rentas de explotación que permitan mante-ner el consumo familiar, incluso aunque dicha intensifi-cación provoque un descenso de la rentabilidad del ca-pital de explotación.

El resultante final de estas tendencias especulativasque se han manifestado en el mercado de tierras, si-tuando sus precios por encima de lo que indicaría surenta capitalizada a tipos de interés de mercado, puedehaber sido una asignación ineficaz del recurso produc-tivo más limitado y un freno al rejuvenecimiento de losactivos agrarios, al haber imposibilitado el acceso a lapropiedad y a la capitalización de una explotación agra-ria con los tipos de interés vigentes en el crédito actual.

A partir de 1990 los precios de las tierras agrariashan experimentado un súbito y, hasta el momento, sos-tenido descenso que ha supuesto la pérdida de un 20%de su valor agregado en tan sólo tres años. Los efectospositivos de esta tendencia, que a priori podrían espe-rarse en virtud del razonamiento expuesto en el párrafoanterior, bien podrían no manifestarse a corto plazo. Yello por varias razones. En primer lugar, el empobreci-miento patrimonial de los agricultores ha sido impor-tante y no debe olvidarse que el valor del patrimonio hasido clave para constituir la garantía que ha permitidoacceder al crédito en el pasado. Además, a pesar de lacaída de los precios, los mercados de tierras siguen ca-

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racterizándose en estos últimos años por su escaso dina-mismo, acaso explicable por las incertidumbres que ro-dean al negocio agrario y por las bajísimas expectativasde rentabilidad de explotación que se suman a la caídade expectativas de revalorización del activo territorial.

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