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La agenda internacional de Amrica Latina: entre nuevas y viejas alianzasDrte Wollrad Gnther Maihold Manfred Molseditores

La agenda internacional de Amrica Latina: entre nuevas y viejas alianzasDrte Wollrad Gnther Maihold Manfred Molseditores

La agenda internacional de Amrica Latina : entre nuevas y viejas alianzas / Dieter W. Benecke ... [et.al.] ; coordinado por Drte Wollrad ; Gnther Maihold ; Manfred Mols. - 1a ed. - Buenos Aires : Nueva Sociedad; Fundacin Friedrich Ebert; Stiftung Wissenschaft und Politik, 2011. 272 p. ; 15x23 cm. ISBN 978-987-95677-4-6 1. Relaciones Internacionales. 2. Integracin Regional. 3. Globalizacin. I. Dieter W. Benecke II. Wollrad, Drte, coord. III. Maihold, Gnther, coord. IV. Mols, Manfred, coord. CDD 327.1

Primera edicin: 2011 Correccin: Germn Conde y Vera Giaconi Diseo y diagramacin: Fabiana Di Matteo Foto: Shutterstock

2011 Stiftung Wissenschaft und Politik, Friedrich-Ebert-Stiftung, Fundacin Foro Nueva Sociedad Defensa 1111, 1 A, C1065AAU Buenos Aires, Argentina

ISBN 978-987-95677-4-6 Queda hecho el depsito que establece la Ley 11.723. Libro de edicin argentina.

ndice

Introduccin I.Elinventariohistricoyactualdelasalianzas internacionalesdeAmricaLatina

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Amrica Latina: una sensacin trmica cultural Dieter W. Benecke El ocaso de la Doctrina Monroe Gerhard Drekonja-Kornat Las relaciones entre Amrica Latina y Estados Unidos en los tiempos de la pos-Posguerra Fra Monica Hirst La situacin actual de las relaciones entre Estados Unidos y Amrica Latina Riordan Roett Amrica Latina y la Unin Europea: la necesidad de una relacin madura Alberto van Klaveren El Reino Unido (a medias en Europa) y Latinoamrica Laurence WhiteheadII.AmricaLatina,entrelaintegracinregional ylaparticipacinglobal

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Integracin regional e insercin internacional de Amrica Latina en un mundo de mltiples opciones Flix Pea Amrica Latina 2010: geopoltica y ambiciones internacionales Alain Rouqui

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Amrica Latina: entre la integracin y la polarizacin? Un falso dilema Roberto Russell Latinoamrica y sus alianzas extrarregionales: entre el espejismo, la ilusin y la evidencia Juan Gabriel TokatlianIII.ElalcancedelasnuevasalianzasdeAmricaLatina

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Las nuevas alianzas: intereses y oportunidades desde la perspectiva de Brasil Marco Aurelio Garcia Ms estrategias que alianzas: las nuevas relaciones internacionales de Amrica Latina Varun Sahni Reorientacin y diversificacin: Amrica Latina entre nuevas oportunidades y viejos legados Gnther Maihold Tras las huellas de la cocana. Nuevas alianzas del crimen organizado latinoamericano, nuevas alianzas para combatirlo? Daniel BrombacherIV.HomenajeaWolfGrabendorff,analistayconstructor delasrelacioneseurolatinoamericanas

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Homenaje a Wolf Grabendorff Nikolaus Werz Publicaciones de Wolf Grabendorff

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Introduccin

A pesar de la retrica internacional de calificar cualquier vnculo interestatal de importancia como asociacin estratgica, la relacin entre Amrica Latina y sus socios tradicionales, como Estados Unidos y la Unin Europea, parece haber atravesado una etapa de desencanto. El inters de estos ltimos en profundizar la cooperacin econmica y poltica con Amrica Latina ha sufrido un debilitamiento, ya que otras regiones del mundo acapararon ms su atencin y sus intereses econmicos, polticos o militares. Al mismo tiempo, otros actores mundiales, como China y Rusia, han tomado en consideracin el importante potencial poltico y econmico de Amrica Latina y han expandido su presencia en el subcontinente. Los acercamientos polticos iniciales fueron seguidos por acuerdos econmicos e iniciativas que se articulan tambin a escala global, ya sea en una cooperacin Sur-Sur ms visible o en posiciones comunes frente a problemas globales. Esta coyuntura de Amrica Latina como una contraparte codiciada ha despertado de nuevo a los antiguos socios, Estados Unidos y la Unin Europea, que se han percatado de que tendrn que asumir compromisos serios para posicionarse mejor frente a las naciones latinoamericanas. Es posible visualizar un espacio de diversificacin entre las nuevas amistades y los antiguos socios de Amrica Latina, en el cual la regin puede escoger con mucha ms autonoma que en dcadas pasadas. Del Pacfico al Atlntico, entre Norte y Sur, se extienden hoy en da los vnculos que econmica y polticamente pueden desarrollarse desde Amrica Latina. Pero hacia dnde se dirige el subcontinente? Es la creciente heterogeneidad interna un freno para ampliar los espacios de autonoma en el mbito internacional? Cul ser el formato en el cual logren cooperar, coordinar o competir los pases emergentes de la regin a escala global? Son los vnculos con los nuevos poderes extrarregionales como China o Rusia y prximamente la India un peldao importante para que la presencia latinoamericana crezca a escala global? Estas preguntas se ubican en el debate sobre las viejas y nuevas alianzas que los pases latinoamericanos necesitan celebrar para hacer ms efectiva su poltica exterior y asumir un mayor nivel de responsabilidad en la poltica internacional. Brasil y Mxico alcanzarn ciertamente un papel protagnico, pero tambin Argentina, Colombia y Venezuela, junto con Chile, podrn impactar en los mbitos regional y global.7

El futuro de las relaciones interamericanas es an incierto, y se crearon muchas expectativas alrededor de la poltica latinoamericana del nuevo presidente de Estados Unidos Barack Obama. Pero despus de los primeros aos de gestin demcrata en la Casa Blanca hay cierto desencanto: muchos pases de Amrica Latina ven al gobierno de Obama centrado aparentemente en asuntos globales como Irak, Afganistn y la crisis financiera como incapaz de mantener un inters sostenido en la regin. Se han abordado cuestiones importantes y positivas los esfuerzos de reconstruccin en Hait, algunos avances en Cuba, el nuevo acuerdo de seguridad Estados Unidos-Brasil, pero a menudo fueron contrarrestadas por errores diplomticos o de supervisin como en el caso de Honduras, la determinacin de establecer tropas estadounidenses en Colombia sin explicar de forma completa y razonada el porqu de tal decisin y la incapacidad para fortalecer la Iniciativa Mrida con Mxico. El hemisferio est experimentando algunas transformaciones fundamentales que deben ser reconocidas en Washington. La aparicin del ibsa y los bric representa el comienzo de un importante, aunque lento, cambio de distribucin del poder mundial. Es all donde la Unin Europea podra actuar como un socio interesante, pero Bruselas est batallando con los problemas internos vinculados a la crisis financiera interna y la estabilidad del euro. Adems, los recientes cambios polticos en frica del Norte acaparan mucha atencin de Europa, de manera que no se vislumbra un papel demasiado activo al otro lado del Atlntico. Tanto Estados Unidos como la Unin Europea tienen que disear estrategias para trabajar enrgicamente con los pases con los que comparten valores e ideales. La reiterada invocacin de una base comn de valores no puede sustituir un compromiso sostenido con los pases latinoamericanos, que en estos momentos perciben que las dinmicas del Pacfico resultan mucho ms atractivas que las repeticiones con poca capacidad de innovacin desde el Atlntico. Encontrar beneficios sustentables en esta amplia red de cooperaciones es hoy en da el reto poltico, no solamente para los tomadores de decisiones, sino tambin para los analistas. Este libro trata de dar algunas pistas sobre las cuales se puede avanzar en este proceso de bsqueda intercontinental. La mayora de los trabajos reunidos en este volumen fueron presentados en el marco de un simposio organizado conjuntamente por la Fundacin8

Friedrich Ebert y el Instituto Alemn para Poltica Internacional y Seguridad (Stiftung Wissenschaft und Politik, swp) en junio de 2010 en Berln. El motivo de esta convocatoria fue el homenaje a una personalidad que ha dado un profundo toque personal a la investigacin sobre el desarrollo poltico de Amrica Latina y especialmente a las relaciones eurolatinoamericanas: el analista Wolf Grabendorff. El volumen recoge as en el mejor sentido de homenaje aportes a un debate candente sobre el futuro de la regin en las relaciones internacionales, tratando de seguir las vetas que animaban y siguen animando el trabajo de investigacin de Grabendorff: combinar la seriedad y la profundidad del anlisis con el debate y la controversia, para arribar a propuestas que sean oportunas para la accin poltica. Los amigos y colegas que han contribuido a este libro desean dar con l una seal de agradecimiento, estimacin y aprecio a una personalidad que, habiendo cumplido 70 aos, sigue siendo uno de los articuladores centrales en la investigacin sobre Amrica Latina y sus relaciones con Europa. Los editores

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I.Elinventariohistricoyactualdelas alianzasinternacionalesdeAmricaLatina

AmricA LAtinA: unA sensAcin trmicA cuLturALDieter W. Benecke

En varios pases de Amrica Latina, el boletn meteorolgico suele informar sobre la temperatura en grados Celsius y sobre la sensacin trmica, una indicacin por cierto muy personal para el paralelismo entre lo real y lo percibido, lo racional y lo emocional. Esto sorprende tanto a cientficos como a empresarios alemanes cuando empiezan a trabajar en Amrica Latina y sorprende an ms al pblico alemn, cuando escucha y ve reportajes sobre Amrica Latina1. cuntAs AmricAs LAtinAs? El anlisis y la discusin sobre Amrica Latina suelen comenzar con la pregunta: existe realmente Amrica Latina? Y si contestamos a la pregunta en forma afirmativa, cuntas Amricas Latinas? Parafraseando a Johann Wolfgang von Goethe uno podra decir: Wenn ihrs nicht fhlt, ihr werdets nicht erjagen (Si ustedes no lo sienten, no lograrn captarlo). No es que la realidad y la racionalidad jueguen un rol menor, pero lo verdaderamente presente en Amrica(s) Latina(s) parecen ser las utopas. La utopa de la clase media de que los buenos tiempos pueden volver, muy presente en Argentina, Chile, Mxico y Uruguay. La utopa de los ricos de que su riqueza, con frecuencia el resultado de la explotacin de sus trabajadores y no de sus esfuerzos propios, pueda seguirDieter W. Benecke: doctor en Economa por la Universidad de Mnster. Fue catedrtico de la Escuela de Economa de la Universidad Catlica de Chile entre 1966 y 1974; dirigi el Departamento de Planificacin del Instituto de Solidaridad Internacional de la Fundacin Konrad Adenauer; fue presidente de Inter Nationes, director del Centro Interdisciplinario de Estudios sobre Amrica Latina en Buenos Aires y del programa de dilogo sobre poltica econmica en Brasil.

1. No dedico la presente contribucin al anlisis racional econmico-poltico, sino que trato de acercarme a la actividad inicial de Wolf Grabendorff, doctor honoris causa gracias a su dedicacin al anlisis de los acontecimientos en Amrica Latina, que comenz su carrera latinoamericana como periodista, informando sobre esta regin a travs de la televisin alemana. Por esto, opt por una breve reflexin sobre las impresiones que l trat de dar al pblico alemn y posteriormente europeo, cuando fue director del Instituto de Relaciones Europeo-Latinoamericanas (Irela). 13

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aumentando o por lo menos perdurar. La utopa de los pobres de salir de su pobreza, lo que, de acuerdo con las estadsticas de la Comisin Econmica para Amrica Latina y el Caribe (Cepal), se ha convertido en realidad ligeramente y solo para algunos en Uruguay y Chile durante los aos 90 y, recientemente, en Brasil. A los jvenes profesionales que tuvimos la suerte de trabajar en los aos 60 y 70 en diferentes pases de Amrica Latina, nos sorprendi en especial la heterogeneidad, no solo las diferencias entre los pases, por ejemplo entre Guatemala y Argentina, entre Costa Rica y Cuba, entre Chile y Paraguay, entre Brasil y Per, etc., sino tambin las diferencias internas. Aun en un pas relativamente homogneo como Chile, son dos ambientes distintos los que suponen vivir en Santiago o Valparaso, o vivir en Temuco y sus alrededores, marcado por costumbres y tradiciones mapuches y araucanas. El extremo contrario al relativamente homogneo Uruguay es ciertamente Bolivia, o mejor dicho, las tres Bolivias: el Altiplano, la regin de los Valles con Sucre, Cochabamba y Tarija, y el Oriente de Santa Cruz y Montero2. Diferencias regionales considerables pueden sentirse tambin en Brasil, tomando como ejemplo el ambiente del sur algo alemanizado, como Blumenau, y el ambiente de Salvador de Baha, con predominio de la cultura negra, sin dejar de mencionar el ambiente en el serto y en la Amazonia3. Se pueden analizar las diferencias en trminos geogrficos, ecolgicos, tnicos, culturales, socioeconmicos, poltico-ideolgicos, pero sin vivir y trabajar en la regin por un cierto tiempo, difcilmente uno pueda sentir las drsticas diferencias. sensAcin cuLturAL Un factor que denota cierta homogeneidad es, con excepcin de Brasil, el idioma espaol4. Sin embargo, tambin en este campo existen modificaciones notables, no solo en cuanto a la manera de hablar por ejemplo, con acento muy claro en Bogot, cantando en Buenos Aires y chupando a menudo el final de las palabras en Santiago de Chile, sino tambin en cuanto al significado de algunas palabras5.2. Algo semejante puede decirse sobre Ecuador, Per y Mxico. 3. En cuanto al estilo de vida, los brasileos ironizan sobre la diferencia entre San Pablo y Ro de Janeiro, diciendo que en San Pablo se trabaja y en Ro se vive. Hasta que Luiz Incio Lula da Silva asumi la Presidencia de Brasil, tambin Brasilia era poco atractiva durante los fines de semana, a pesar de las fantsticas creaciones arquitectnicas de Oscar Niemeyer. 4. En Brasil, por lo menos en el sur, se entiende el espaol mucho mejor de lo que los vecinos entienden el portugus brasileo. 5. Por ejemplo, a los argentinos les causa sorpresa si un colombiano (o espaol) quiere coger un autobs. 14

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No tan cercanas como las variedades del espaol hablado en diferentes pases incluyendo cierta cercana entre el espaol y el portugus son las herencias culturales. Los inmigrantes europeos y asiticos cultivan sus tradiciones en clubes nacionales que son de otro mundo, comparndolos con las herencias de los indgenas cuando estas pudieron resistir exitosamente los intentos agresivos de los colonizadores. En vista de su gran diversidad, para un extranjero, aunque estuviese dispuesto a sentir y entender las diferentes culturas de los indgenas, suele ser difcil participar en ellas. Mucho menos latinoamericano habra sido vivir en la cultura de los mayas, aztecas, toltecas, incas, por solo nombrar algunas cuyas herencias culturales petrificadas solamente podemos sentir tocndolas con las manos e imaginndonos su sensacin cultural por medio de las publicaciones arqueolgicas. Lograr el presidente boliviano Evo Morales redinamizar los mundos culturales aymara y quechua, devolviendo a Bolivia algo de la vida cultural indgena? O se impondrn el estilo europeo o el cholo?6 Las hazaas culturales ms recientes en trminos de literatura, msica, arte, cine y teatro frecuentemente han sido cubiertas por las noticias y discusiones polticas. Poco se pudo sentir del espritu de Gabriela Mistral y Pablo Neruda, cuando la muerte de Salvador Allende y el posterior rgimen militar dominaron la discusin sobre Chile. Despus de que Mario Vargas Llosa perdi la eleccin presidencial, las noticias sobre Per fueron dominadas por Alberto Fujimori y Sendero Luminoso. Jorge Luis Borges, Julio Cortzar, Adolfo Bioy Casares y otros autores argentinos han dominado las noticias sobre Argentina mucho menos que el peronismo. Octavio Paz y Carlos Fuentes fueron ms conocidos para un amplio pblico europeo por su participacin en la discusin sobre la poltica mexicana que por sus textos. Las obras de Diego Rivera, Jos Orozco, David Siqueiros y Frida Kahlo han escapado a esa cobertura poltica, aunque en su juventud por lo menos Kahlo y Rivera fueran muy activos en la discusin poltica. Ellos dan mucho ms una sensacin de la vida cultural mexicana que el propio Partido Revolucionario Institucional (pri) o la nueva tendencia conservadora de los presidentes Vicente Fox y Felipe Caldern. An ms marcada es la sensacin cultural en el caso del realismo mgico de Gabriel Garca Mrquez. Su compromiso poltico y amistad personal con Fidel Castro pueden tal vez tomarse como otro ejemplo de la brecha entre el realismo y la utopa. Al igual que Miguel ngel6. La misma pregunta puede hacerse respecto al presidente ecuatoriano Rafael Correa, a partir del respaldo recibido de los indgenas. 15

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Asturias con Guatemala, Garca Mrquez est, cum grano salis, menos identificado con su pas de nacimiento, Colombia, que otros autores como Ernesto Cardenal o Isabel Allende. La referencia a algunos de los ms conocidos artistas no hace justicia a muchos otros escritores7 y pintores8 que facilitan a los europeos sentir las emociones, utopas, ideas mgicas y la supuesta realidad en Amrica Latina9. Causan an ms impresin algunas pelculas de directores mexicanos, cubanos, brasileos, argentinos10. Las telenovelas brasileas seguramente no reflejan la realidad de Brasil, pero ayudan a sentir la atmsfera de ciertos crculos de su sociedad, al igual que lo hizo, por ejemplo, la pelcula Cidade de Deus respecto a la vida en las favelas. Ms relevantes para sentir Amrica Latina son los documentales polticos un ejemplo extraordinario ha sido la pelcula producida clandestinamente en Chile por Miguel Littin, Acta general de Chile, pero tambin pelculas entretenidas y sarcsticas como Fresa y chocolate y Guantanamera, del cubano Toms Gutirrez Alea. En el Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematogrficos (Icaic), apoyado financieramente por Garca Mrquez, se han producido algunas pelculas que, de acuerdo con la regla cubana oficial dentro del espritu revolucionario, todo es posible, elogian la revolucin pero muestran tambin los problemas diarios con gran humor sarcstico. Es notable que en los aos 70 y 80, cuando muchos artistas crticos tuvieron dificultades en sus pases, La Habana, a travs de la Casa de las Amricas, ofreci un generoso exilio a creadores latinoamericanos. Otro campo que facilita la sensacin de Amrica Latina es la msica. La msica seria de un Heitor Villa-Lobos o un Milton Nascimento expresa menos esa sensacin que las danzas populares como la rumba, el samba, el mambo, la salsa, la cueca y otras, y especialmente el tango en cuanto a la emocin de los argentinos11. Una profunda emocin presentan las misas criollas. Para Chile, las canciones de Violeta y Vctor Parra y otros no solo son una delicia musical, sino tambin un mensaje poltico muy claro.7. Un anlisis ms exhaustivo se encuentra en las publicaciones de Gustav Siebenmann, Karl Kohut y otros. V. en particular las contribuciones de Siebenmann (1996). 8. En otro artculo menciono a varios pintores cuyas exposiciones en Europa ayudaron a sentir el espritu cultural de varios pases de Amrica Latina (1996, p. 440). 9. Sobre la recepcin de las obras y autores en Alemania, v. ibd. (pp. 436-449). 10. Schumann (1996) menciona a varios directores y sus pelculas. 11. Todava hoy los admiradores de Carlos Gardel ponen un cigarrillo entre los dedos de la estatua que se encuentra en su tumba. 16

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sensAcin poLticA Otro campo para sentir ms que comprender racionalmente a Amrica Latina es la poltica. En los aos 60 y hasta los 80 se pudo explicar de modo racional por qu el pndulo poltico oscilaba con frecuencia entre la derecha y la izquierda. En vista de que no exista la posibilidad de reelegir un gobierno, la poltica de los presidentes se basaba en promesas y acciones de corto plazo. No haba tiempo para desarrollar una poltica a mediano plazo, razn por la cual la poblacin quedaba frustrada, cambiando el gobierno elegido por el voto por golpes militares tolerados. En los aos 60 y 70, los comentarios sobre la necesidad de reelecciones para obtener ms continuidad encontraron poco eco y, a veces, surgi incluso la opinin de que las reelecciones llevaban a un presidente a convertirse en un tipo de virrey o dictador12. La introduccin de la reeleccin en Brasil y Per, y posteriormente en Venezuela, Argentina, Colombia y Ecuador, no ha solucionado los problemas de la brecha entre la poblacin rica y pobre, con excepcin de Brasil y, en menor grado, de Colombia, aunque por lo menos ha abierto el camino a una planificacin poltica a mediano plazo13. La misma reaccin escptica, del mismo modo en que se produjo antes frente a la sugerencia de una reeleccin, se nota en la actualidad ante un posible cambio hacia una democracia parlamentaria. Es fcil de comprender el sentimiento de los polticos en algunos Estados latinoamericanos, que temen que la heterogeneidad de sus pases pueda llevar a un escenario poltico con muchos partidos y, as, imposibilitar un gobierno eficiente. Racionalmente hablando, algunos pases como Costa Rica, Uruguay, Chile, tal vez hasta Colombia y Mxico, estaran en condiciones de introducir una democracia parlamentaria, pero la sensacin trmica poltica an es diferente de la temperatura poltica, medida en grados Celsius. A los dos campos de sensacin trmica, la cultura y la poltica, se podra agregar el rea de la economa. El Consenso de Washington de los aos 90, que llev en sus primeros tres aos a resultados positivos12. Existen temores fundados de que esto pueda suceder en Venezuela, aunque hasta ahora el presidente Hugo Chvez ha logrado ser elegido y reelegido democrticamente. 13. Sin la posibilidad de reeleccin presidencial se ha logrado un mayor grado de estabilidad en Chile por la duradera coalicin entre el Partido Demcrata Cristiano (presidentes Patricio Aylwin y Eduardo Frei) y los partidos de la izquierda, entre los cuales se destaca el Partido Socialista (presidentes Ricardo Lagos y Michelle Bachelet). Habr que ver acaso si el presidente Sebastin Piera puede traspasar su mando a otro poltico conservador o si introduce la reeleccin tambin en Chile. 17

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en trminos de estabilidad monetaria, equilibrio presupuestario y mayor eficiencia de la administracin pblica, no soport su primera prueba: las crisis rusa y asitica de 1996 y 1997. Adems, el neoliberalismo, proclamado y aplicado despus del Consenso de Washington, ha llevado a una ampliacin de la brecha entre pobres y ricos, a menores o ms caros servicios pblicos, a mayor corrupcin y mayor desocupacin con excepcin de la versin ms moderada en Costa Rica, Chile y Uruguay. La utopa ms grande al respecto probablemente la ha experimentado Argentina, donde la ilusin de poder mantener el peso argentino en el mismo valor que el dlar llev al conocido desastre de 2000 y 2001. Si los polticos escucharan sin filtros ideolgicos a los economistas que analizan la situacin14, es probable que en el campo econmico la sensacin se acercara ms a la realidad, ya que en casi todos los pases latinoamericanos trabajan hoy muchos economistas bien capacitados15. La globalizacin y la ms fuerte competencia en mercados ms abiertos han llevado a reducir la intuicin y a aumentar la racionalidad para manejar la economa o la empresa. Prueba de esta tesis es el manejo relativamente bueno de la regin durante la crisis financiera originada en Estados Unidos en 200816. Fuentes De LA sensAcin Diferentes personas, obviamente, tienen diferentes sensaciones y diferentes antenas para recibir los mensajes. Aquellos extranjeros que logren penetrar en la sociedad y crear amistades, llegarn a sentir ms cerca las utopas y emociones. Una conditio sine qua non para un extranjero14. Es probable que Venezuela y Nicaragua, tal vez Bolivia y seguramente Cuba, estn en mayor peligro que otros pases latinoamericanos de poner la utopa ideolgica por encima de las necesidades racionales, de modo que all por lo menos en la actualidad la sensacin trmica econmica no coincide con la realidad. 15. Esto ha cambiado en comparacin con los aos 80 y 90. Algo representativa fue entonces la reaccin de un ministro de Finanzas despus de una visita a Alemania. Dijo, tras haber discutido con sus contrapartes, que conoca ahora el secreto del xito econmico de Alemania: los alemanes nunca estn contentos, y aun cuando estn en una situacin bastante buena siguen reclamando. En cambio, si su pas atravesara una situacin semejante a aquella que los alemanes consideran como muy problemtica, sus compatriotas y sus colegas polticos descansaran contentos, no haciendo mayores esfuerzos para mejorar la situacin. 16. La demanda de China de minerales, gas, petrleo, soja y otros productos ha ayudado a limitar los efectos de la crisis financiera global, pero algunos pases latinoamericanos tambin aprendieron de problemas internacionales anteriores, manejando su sector financiero en forma ms prudente que Estados Unidos y varios Estados europeos. 18

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que quiera sentir lo tpico del pas es el dominio del idioma y ser aceptado en el crculo de sus colegas y amigos. La mayor atencin se centra en la familia y el crculo de amigos. La preocupacin por la suerte del Estado suele ser limitada. Un gran entusiasmo en cuanto a la identificacin con la nacin puede limitarse a menudo a eventos deportivos o culturales. El grupo pequeo juega un rol mayor que las agrupaciones grandes como partidos polticos, gremios, clubes o sindicatos. Estos grupos grandes son menos aptos para captar la sensacin trmica del pas. Crear amistades y ser invitado a cenar en una casa son las situaciones que ofrecen probablemente las mejores posibilidades de sentir la atmsfera del pas, ms all de las cifras y estructuras visibles17. All se expresan las opiniones y esperanzas en la forma ms original18. Tambin ocurre con frecuencia que en estas oportunidades se escucha el tranquilizante no se preocupe, cuando uno, como observador extranjero, indica resultados de estudios que se suponen bien documentados sobre la situacin real del pas. El optimismo respecto al futuro se opone de manera amigable a la preocupacin y al escepticismo tpicos de muchos alemanes. Hay menos inters en conocer la temperatura en grados Celsius que en vivir con la sensacin trmica positiva19. Aunque en algunos pases ya se nota ms agitacin diaria, la atmsfera general est todava dominada por la amabilidad, la actitud positiva, las relaciones de amistad, la cordialidad. Es esta atmsfera la que hace o por lo menos lo hizo en el pasado tan agradable trabajar y vivir en varios pases latinoamericanos, pero a la vez dificulta a los cientficos y periodistas, interesados en la realidad del proceso de desarrollo en esta regin, distinguir entre los hechos y las utopas. Para esto no solo se necesita un termmetro que mida la temperatura real, sino tambin una sensibilidad para captar la sensacin trmica.17. Lo tpico de estas cenas amistosas ha sido y probablemente en algunos pases an lo es que los hombres, antes y despus de la comida, estn de pie con el traguito en la mano, hablando de la poltica y la situacin general del pas. Estas conversaciones en las cuales cada vez ms participan tambin las mujeres se prestan como termmetro para medir la sensacin. 18. Otra fuente para sentir la situacin, aunque en forma ms superficial, es la conversacin con los taxistas en aquellos pases donde se puede expresar la opinin abiertamente. 19. Ser interesante observar en Amrica Latina la mayor influencia de China, que ya ha superado en cuanto a relaciones econmicas a Estados Unidos y Europa. La bsqueda china no se limita solo a recursos naturales y mercados, sino que incluye tambin un mayor dilogo cultural a travs de su Instituto Confucio. Cambiar, a raz de estos contactos, la actitud en los crculos afectados respecto al realismo y las utopas? 19

Dieter W. Benecke

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eL ocAso De LA DoctrinA monroeGerhard Drekonja-Kornat

El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, se encuentra con una Latinoamrica que reclama una mayor atencin y demuestra tener una inusual autoconfianza. Al mismo tiempo, se ha producido un desgaste del poder de Estados Unidos su actuacin unipolar en el sistema internacional ha llegado a sus lmites que provoca la necesidad de plantear nuevas formulaciones. Con anterioridad al inicio del gobierno de Obama, ya empez a surgir en Washington la tesis de una decline school. As, en un mundo postamericano, Estados Unidos tiene que aprender no solo a convencer sino a coordinar mejor. Los representantes de un Segundo Mundo emergente empujan hacia adelante, hecho que provoca que las metrpolis tradicionales hasta ahora intocables en su calidad de core powers tengan que aprender a tratar y a convivir con nuevos actores. Brasil, definitivamente, forma parte de este grupo. Con ello, la unipolaridad est siendo reemplazada por la multipolaridad, con todas las dificultades y los riesgos implcitos que este proceso conlleva, pero tambin con todas las oportunidades que ofrece. Es posible que en los prximos aos observemos cmo un novedoso balance of powers esta vez no limitado a Europa, como en el siglo xix, sino global reemplaza la hegemona actual de Estados Unidos. La prdida de la unipolaridad preocupa a los rganos de decisin estadounidenses. Est declinando Estados Unidos?, pregunt la redaccin de la revista Foreign Affairs en su edicin de mayo-junio de 2008. Se perder el control, particularmente, sobre el hemisferio sur? Estamos perdiendo Amrica Latina? Esta es una cuestin que, en los ltimos tiempos, algunos analistas han tratado de forma provocativa e irnica. En el ltimo Task Force Report sobre Latinoamrica patrocinado por el Council on Foreign Relations se asegura: Si alguna vez existi una era de hegemona estadounidense en Amrica Latina, se termin (2008). YGerhArD DrekonjA-kornAt: catedrtico y profesor emrito desde 2008, se desempe durante muchos aos como profesor de Historia Extra-europea en la Universidad de Viena, y fue nombrado en 2008 profesor honorario de la Universidad del Norte en Barranquilla, Colombia.

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muchos de estos expertos, especialmente en Estados Unidos, hablan de la muerte de la Doctrina Monroe. Como ejemplo ilustrativo, sirvan las palabras de Julia Sweig: Yo creo que el consenso ahora es que la Doctrina Monroe se acab1. Pero es verdad? Si se trata de un nivel abstracto, todos tenemos razn. La Doctrina Monroe, esas breves referencias en el discurso del presidente James Monroe ante el Congreso el 2 de diciembre de 1823, y el corolario de Roosevelt del 6 de diciembre de 1904 (con la tesis de que Estados Unidos no solo tiene el derecho, sino el deber civilizador de intervenir en el Sur en caso de caos) han muerto. Otra cuestin, sin embargo, es la poltica de seguridad de una superpotencia con visiones globales que implican el control de espacios estratgicos, por ejemplo en el Caribe y en Amrica del Sur. En este caso la tarea del Pentgono es garantizar en tales escenarios su acceso a energa, materias primas y bases militares, para lo cual se necesitan socios (como en el caso de Colombia) en todo el espacio latinoamericano. Esto, sin embargo, es otro asunto. Los diplomticos y analistas latinoamericanos observan los debates en el imperio con una mezcla de irritacin y espanto, o tambin con diversin: si Washington cree que nos est perdiendo, alguna cosa habremos hecho para poner en marcha este proceso o haberlo acelerado! Sin embargo, la prdida de la absoluta supremaca de Washington que haba originado la unipolaridad no significa, necesariamente, un equilibrio en los desafos geopolticos del hemisferio sur. Ms bien, los nuevos y decisivos centros de poder que insisten en la existencia de la multipolaridad han surgido en otros lugares: en la India y China en Asia, en Rusia, en el mundo rabe o en Irn. De entre ellos, China, muy interesada en la seguridad de acceso a los recursos latinoamericanos, persigue ltimamente una estrategia dedicada de forma abierta al subcontinente (Gobierno de la Repblica Popular China). De todos modos, Brasil y Mxico siempre estuvieron situados en la periferia de este grupo. Si bien Mxico cojea debido a su proximidad con Washington, Brasil s desempea un papel crucial. Sin embargo, no son las frmulas clsicas de poder (Fucks) como el territorio, la extensin geogrfica, los recursos, etc., lo que realmente fomenta la nueva autoconfianza, sino un sentimiento de progreso, una autoconcienciacin y una capacidad de modernizacin que el Norte ya no puede impedir o reprobar. A esta situacin contribuye en parte un resurgimiento del nacionalismo, as como1. Entrevista con la revista Semana, Bogot, 21/8/2009. 23

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tambin actitudes antiimperialistas. No obstante, la naturaleza del nuevo perfil latinoamericano est fundada en la autoconfianza obtenida por la revalorizacin de sus recursos, combinada con su capacidad modernizadora y de creatividad artstica. En general, el evidente impulso que permite la bonanza de los recursos que favorece a Latinoamrica ha tardado un tiempo en comprenderse. Amrica Latina ya disfrut anteriormente de una situacin similar. Entre 1880 y 1930 se atravesaron diferentes ciclos de materias primas que, en trminos macroeconmicos, enriquecieron a partes del subcontinente. Pero en aquella poca nadie hablaba de subdesarrollo. Los cambios en el comercio internacional, los logros cientficos y las innovaciones tecnolgicas, sin embargo, hicieron caer los precios, destruyeron los monopolios de oferta y despojaron de significado estratgico a las materias primas agrarias y minerales de Latinoamrica. A partir de los aos 50, y solo interrumpido por un breve auge en el mercado durante la Segunda Guerra Mundial y en los tiempos iniciales de la posguerra (Guerra de Corea, 1950-1953), empieza el descenso de los bienes procedentes de Latinoamrica de forma aparentemente duradera, al tiempo que se inicia la revolucin electrnica. Como consecuencia de ello, varias generaciones fracasaron en sus planes de modernizacin y en sus polticas de desarrollo (Urquidi). Se buscaron alternativas para resolver de qu manera una poltica y un comercio exterior autnomos podan ser posibles bajo condiciones tan adversas en Latinoamrica. Este fue el tema de un apasionante debate terico a travs de todo el continente que, por ejemplo, planteaba el paso directo de las industrias pesadas a una futura industria del saber desprovista de materias primas (Drekonja/Tokatlian). Especial nfasis merecen los fructferos debates dentro del Programa Conjunto sobre las Relaciones Internacionales de Amrica Latina (rial) entre 1977 y 1989. Mientras los acadmicos europeos se centraban en la Teora de la Dependencia, en el rial se comenz a teorizar en torno de la autonoma relativa (Tickner). Sin embargo, la trampa de la deuda en la que cay gran parte de Latinoamrica en los aos 80 convirti tales proyecciones en obsoletas. La regin tuvo que ceder ante el dictado de la reforma neoliberal, que desmantel la burocracia estatal histricamente propiciada por la doctrina de la Comisin Econmica para Amrica Latina y el Caribe (Cepal), por lo que ms de 20 aos, entre los aos 80 y los 90, han pasado a la historia como la dcada perdida.24

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Entre 1989 y 1991, despus del colapso de la Unin Sovitica, el triunfo hegemnico de Estados Unidos pareca ser permanente, especialmente en lo relacionado con Latinoamrica. Una vez superadas las dos primeras crisis del petrleo (1973-1974 y en los aos 80), el precio de los hidrocarburos se desplom como consecuencia de la abundancia de materias primas y de gasolina. Al final de la dcada de 1990 no solo abundaban los productos agrarios y las materias primas a precios muy bajos sino tambin la energa, para alegra de los principales pases industriales. En 2001, los sucesos del 11 de septiembre en Nueva York conmocionaron el sistema internacional de forma permanente y dejaron a Estados Unidos paralizado. A raz de estos acontecimientos pas desapercibido, en un primer momento, el inicio del aumento de los precios de los bienes agrarios, minerales y energticos que no se haba considerado posible como consecuencia del ascenso econmico de Asia, con la India y China a la cabeza. En cuanto a Latinoamrica, durante la reunin anual del Banco Interamericano de Desarrollo (bid) celebrada en Lima en 2004, Enrique Iglesias, en aquel entonces presidente de esta institucin financiera, sostuvo en su discurso que Amrica Latina deba dejar de lamentarse por los injustos terms of trade y aprovechar la bonanza de los precios y sus efectos sobre el futuro econmico y poltico de la regin. Hoy en da, el precio del petrleo de exportacin oscila errticamente alrededor de los 100 dlares por barril, todos los recursos minerales obtienen excelentes precios y la era en que los bienes agrarios eran baratos ha llegado a su fin. Latinoamrica dispone de estos tres recursos (minerales, energticos y agrarios) y puede, por lo tanto, participar en el sistema internacional con una inusitada fuerza de negociacin. Ni siquiera los mejores profetas hubieran podido predecir esta situacin. En 1986, en una notable descripcin del escenario vaticinado para el ao 2000, se planteaba y se propona un espacio latinoamericano por supuesto totalmente integrado con un socialismo reformado, pero no se mencionaba el potencial de un boom de las materias primas (Martner). En efecto, las materias primas por s solas no explican la dinmica de autoconfianza latinoamericana que preocupa en la actualidad a Washington, sobre todo teniendo en cuenta la crisis financiera mundial de 20082010, que ha frenado de manera momentnea los precios. Estos juegan en verdad un papel importante, pero lo decisivo contina siendo lo psicolgico-poltico, y en este contexto Sudamrica en especial muestra un desarrollo compacto.25

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Hablar de Sudamrica es importante porque en la actualidad el concepto de Latinoamrica existe solo virtualmente. En realidad, el subcontinente se est dividiendo en varias partes: Mxico, Centroamrica y sectores del Caribe caen cada vez ms del lado de Estados Unidos, que busca, junto con Canad, crear el espacio norteamericano. As pues, la opulenta retrica cargada de nacionalismo y antiimperialismo creada histricamente por la Revolucin Mexicana hace justo 100 aos se ha apagado por la simbiosis econmica y poltica con el Norte. A pesar de ello, es cierto que el flujo legal e ilegal de migracin latina causada por la pobreza en parte equilibra esta situacin y crea en Norteamrica un espacio cultural hbrido pero carente de potencial emancipatorio. Por el contrario, las remesas (las transferencias de dinero que los emigrantes envan a sus familias en sus pases de origen) contribuyen a mejorar la calidad de vida de las clases bajas en el Sur. El otro Caribe, junto con Cuba, conforma una regin que demuestra su creatividad artstica, aspecto muy importante para el futuro. Pero es especialmente en Sudamrica donde esta vigorosa metamorfosis, apoyada por el boom de los recursos naturales, est creando un nuevo perfil. Los factores que intervienen son variados: incluyen las reivindicaciones de las etnias indgenas, los afrolatinos, las mujeres, las nuevas iglesias, etc. Es decir, las acciones y las iniciativas de movimientos de base cuyos representantes estn saliendo de su silencio histrico y difundiendo sus reclamos emancipatorios con claro impacto sobre la poltica diaria. En este contexto hay que considerar tambin el resurgir del populismo poltico, que no piensa en positivo respecto a las democracias liberales debido a que, de manera evidente, estas son incapaces de reducir la pobreza y las diferencias sociales el filsofo esloveno Slavoj Zizek habla de la lgica afn al capitalismo de la democracia liberal, y que, por ello, elige preferentemente formas de comunicacin plebiscitarias. Por fin, cabe destacar una conciencia soberana fortalecida en todo el espectro poltico de Sudamrica, que mira con recelo las aproximaciones de Estados Unidos a travs de los tratados de libre comercio. En este sentido, Sudamrica est probando formas estructuradas, autctonas y ms flexibles de cooperacin regional y renunciando a mecanismos centrales de conduccin.26^

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Todos estos factores, sumados a los precios realistas de las materias primas y energticas, dan como resultado una Sudamrica que aprende a presentarse segura de s misma y que, al mismo tiempo, lucha por encontrar un comn denominador debido a que no todos sus gobiernos hablan el mismo lenguaje poltico. Por un lado observamos los populismos nacionalistas indgenas de Venezuela con Hugo Chvez, Bolivia, Ecuador, Nicaragua dando el toque centroamericano con su acendrado sandinismo, El Salvador con su estilo peculiar y Dominica por el Caribe. Por otro lado, el grupo moderado de gobiernos reformistas afines a la socialdemocracia europea como Uruguay, Argentina, Per, Paraguay desde hace relativamente poco tiempo y, sobre todo, Brasil. En el medio se encuentran variantes que no estn claramente definidas, como el caso de Colombia que se sale del esquema por cooperar estrechamente con Estados Unidos en el rea militar, Honduras donde la tesis est pendiente de ser verificada y Chile con un gobierno conservador. As pues, a la riqueza en energa y en materias primas y a la abundancia de productos agrarios de exportacin que son absorbidos por el boom econmico asitico, hay que aadir la voluntad de reforma, el cambio poltico y el orgullo de la soberana, condimentados con el nacionalismo, la resistencia contra la globalizacin neoliberal y los diferentes grados de antiimperialismo. Este conjunto de factores son el origen del conglomerado hoy existente en Sudamrica, que reclama nuevas estructuras no solo en el nivel interno sino tambin en el internacional. La Venezuela de Chvez, si bien a veces ruidosa, forma retricamente la punta de lanza. Pero quien en verdad juega un papel determinante dentro de la regin sudamericana es el presidente de la Repblica Federativa de Brasil, Luiz Incio Lula da Silva, cuya prudencia convertida en prctica por el brillante equipo de Itamaraty respalda siempre el pragmatismo diplomtico. La nueva Presidencia en Brasilia sin duda continuar esta tradicin. Este rasgo es tanto ms importante cuanto que contribuye a mantener bajo control a las antpodas de la regin representadas por los gobiernos de Venezuela y Colombia. En Bruselas se ha percibido tambin el papel de intermediario que desempea Brasil, y por ello la Unin Europea ha establecido un partenariado estratgico bilateral con este pas, al que confiere la misma importancia que a Estados Unidos, Canad, Rusia, China y Sudfrica. El significado histrico de este grupo de Estados sudamericanos, que no son homogneos en el aspecto ideolgico, es la forma de entender una integracin diametralmente opuesta a la de Estados Unidos, que se basa27

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sobre todo en el desarrollo de infraestructuras transfronterizas y en la cooperacin en el sector energtico, sin buscar una estructuracin institucional especial. En el marco de estos objetivos han surgido en los ltimos tiempos nuevas organizaciones. La ms importante es la Unin de Naciones Suramericanas (Unasur), que incluye su propio Consejo de Seguridad. Mientras tanto el Mercosur, el esquema ms viejo, parece perder contenido. Por otro lado, el proyecto favorito de Chvez es conocido con el nombre de Alternativa Bolivariana para los Pueblos de Nuestra Amrica (alba), y su finalidad es frenar los errados intentos de Washington para integrar a Latinoamrica dentro del esquema del rea de Libre Comercio de las Amricas (alca). Esta propuesta estadounidense de crear una zona de libre comercio panamericana desde Alaska hasta Tierra del Fuego actualmente est caduca y es reemplazada por tratados bilaterales. Es importante recalcar tambin la multifactica cooperacin en el sector de energa, no solo para satisfacer la demanda regional sino tambin para sustraer del mercado internacional el petrleo y el gas producidos en la regin y ofrecerlos de forma alternativa a los consumidores regionales. El hecho de que Brasil, hasta hace poco deficitario en este sector, alcance la superdotacin energtica gracias a nuevos descubrimientos, y que en un futuro cercano adquiera el estatus de exportador masivo de petrleo, convierten este proyecto sudamericano en algo realista aun cuando algunas de las propuestas terminen siendo obras faranicas como el oleoducto continental desde Venezuela hasta Argentina o impliquen riesgos ecolgicos como en el caso del petrleo off-shore de Brasil a 5.000 metros de profundidad. Del mismo modo, no se puede olvidar que en el sector energtico no existe unanimidad: mientras Venezuela y Bolivia condenan la alternativa de la bioenerga, Brasil ha iniciado al igual que Colombia un gran programa para suministrar etanol y productos similares a Estados Unidos. Brasil, sin duda, es hoy en da no solo primus inter pares sino tambin el nico pas latinoamericano con una agenda global, mientras la agenda regional concreta una hegemona consensual (consensual hegemony) (Burgess). Adems, Brasil es el pas que se atreve a negociar con outsiders del sistema internacional sin permiso previo de Washington o Bruselas. Esto crea cierta consternacin en determinados sectores de la opinin pblica. Por ejemplo, la revista britnica The Economist laudaba el comportamiento de Brasil (con el famoso ttulo Brasil despega28

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en la portada)2. Meses despus se preguntaba, con irritacin: De qu lado est Brasil?, comentando as los abrazos entre Lula y el presidente venezolano Chvez y con el presidente de Irn, Mahmud Ahmadineyad, acompaado por el premier Recep Tayyip Erdogan de Turqua. La revista norteamericana Newsweek no teme caracterizar la diplomacia brasilea como una diplomacia pcara: En lugar de ayudar a a resolver los problemas mundiales, Lula coquetea con autcratas y dictadores3. Parece que ni en Washington, ni en Londres, ni en Bruselas se entendi el nuevo rol de Brasil en el entorno internacional, y que no se tomaron en cuenta por ejemplo la iniciativa trilateral ibsa (la India, Brasil y Sudfrica) o la creacin del bric (Brasil, Rusia, India y China). El reconocimiento del nuevo rol de Brasil en la revista Foreign Affairs, con el mensaje El gran momento de Brasil, obviamente no impact en el debate pblico estadounidense (De Onis). En realidad, ni Estados Unidos ni la Unin Europea tienen nada que temer: no van a perder Amrica Latina! Quin se la va a quitar? Tampoco la perdern si se inicia una alianza militar-tecnolgica entre Caracas y Mosc o si los buques venezolanos y rusos realizan maniobras conjuntas en el Caribe. Si se da este caso, la prudencia brasilea contribuir a equilibrar la situacin. Es ms, lo que en Sudamrica est cobrando la forma de un mosaico de la cooperacin puede resultar atractivo, tarde o temprano, para el resto del subcontinente que no deja de incubar creencias fundamentalistas antioccidentales. Incluso para una futura Cuba. Lo nico que ha cambiado es la actitud sumisa, el kowtow de las dcadas pasadas. Y esto, despus de todo, debera satisfacer a Washington, que supuestamente ya no quiere ejercer la hegemona. Hace 40 aos, el escritor uruguayo Eduardo Galeano en esa poca redactor jefe de la combativa revista Marcha public el libro Las venas abiertas de Amrica Latina, haciendo posible una nueva forma de interpretar la historia de Latinoamrica que fue recibida con mucho entusiasmo, sobre todo en Europa. A pesar de una serie de errores en ciertos detalles y algunos comentarios irnicos, como los que se le dedican en el Manual del perfecto idiota latinoamericano, el libro de Galeano sigue siendo vlido como metfora. Solo en su versin espaola tiene ms de 70 ediciones, lo que hizo que Francis Fukuyama le dedicara a este tema una conferencia y un libro ambicioso (2008). Adems, en marzo de2. Brazil Takes Off en The Economist, 12/11/2009. 3. Mac Margolis: Rogue Diplomacy en Newsweek, 7/5/2010. 29

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2009, durante la v Cumbre de las Amricas celebrada en Trinidad y Tobago, con la participacin de todos los jefes de Estado latinoamericanos y caribeos, el libro adquiri el estatus de icono cuando Chvez le entreg un ejemplar al presidente Obama. No obstante, la perspectiva ha cambiado. Hoy en da lo importante no es la sangre derramada de Amrica Latina, sino el mensaje de que los recursos de la regin en su mayora bajo el control de gobiernos cercanos al pueblo pueden aportar valor. Un consorcio como el bric ya no va a permitir ms venas abiertas. Estados Unidos tendr que avenirse a esto. Las intervenciones clsicas, como aquellas de los siglos xix y xx en Latinoamrica, son obsoletas, y la Doctrina Monroe ya no puede aplicarse. Permitiendo a Latinoamrica ganar, apreciando su nuevo rol en la poltica internacional, Estados Unidos ganar tambin, y posiblemente terminar as una de las tragedias de la diplomacia americana (Williams).BibliografaBurgess, Sean W.: Brazilian Foreign Policy after the Cold War, University of Florida Press, Miami, 2009. Council on Foreign Relations: us-Latin American Relations: A New Direction for a New Reality, Nueva York, mayo de 2008. De Onis, Juan: Brazils Big Moment en Foreign Affairs vol. 87 No 6, 11-12/2008, pp. 110-123. Drekonja-Kornat, Gerhard y Juan G. Tokatlian (eds.): Teora y prctica de la poltica exterior latinoamericana, cei / Fescol, Bogot, 1983. Fucks, Wilhelm: Formeln zur Macht, Deutsche Verlagsanstalt, Stuttgart, 1965. Fukuyama, Francis (ed.): Falling Behind. Explaining the Development Gap between Latin America and the United States, Oxford University Press, Nueva York, 2008. Gobierno de la Repblica Popular China: Chinas Policy Paper on Latin America and the Caribbean, 5 de noviembre de 2008, . Martner, Gonzalo (ed.): Amrica Latina hacia el 2000. Opciones y estrategias, Nueva Sociedad, Caracas, 1986. Mendoza, Plinio Apuleyo, Carlos Alberto Montaner y lvaro Vargas Llosa: Manual del perfecto idiota latinoamericano, Plaza y Jans, Barcelona, 1996. Tickner, Arlene B.: Los estudios internacionales en Amrica Latina. Subordinacin intelectual o pensamiento emancipatorio, Alfaomega Grupo Editor, Mxico, df, 2002. Urquidi, Vctor L.: Otro siglo perdido. Las polticas de desarrollo en Amrica Latina (1930-2005), El Colegio de Mxico, Mxico, df, 2006. Williams, William Appleman: The Tragedy of American Diplomacy, World Publishing Company, Cleveland, 1959.

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LAs reLAciones entre AmricA LAtinA y estADos uniDos en Los tiempos De LA pos-posGuerrA FrAMonica Hirst

El escritor Milan Kundera establece en su libro Un encuentro (2009) interesantes paralelismos entre la intelectualidad latinoamericana y la centroeuropea, al hacer referencia a los lazos de solidaridad antiautoritarios que se mantuvieron en los aos de la Guerra Fra. Pero Robert Skidelsky, en su obra The World After Comunism (1996), sugiere un pendant entre ambas realidades en el campo de la economa poltica, al apuntar una articulacin entre el desmantelamiento de los sistemas de economa planificada en Europa oriental y los modelos de industrializacin sustitutiva en Amrica Latina. En el terreno de la poltica comparada, Adam Przeworski, entre otros, explor en los aos 90 las coincidencias y las diferencias entre los procesos de transicin democrtica que tuvieron lugar en cada uno de los dos contextos subregionales. No obstante, no se conoce un ejercicio de este tipo aplicado a la poltica internacional, en el cual se compare la desarticulacin de las dos regiones como reas de influencia de las superpotencias responsables por la configuracin de un orden bipolar que persisti durante 45 aos. Un motivo tal vez para estas lagunas sean los ritmos y los respectivos momentos dismiles en que sucedieron, as como la propia naturaleza de uno y de otro proceso. Mientras los pases satlites de la Unin Sovitica se deshacan de su condicin subordinada en forma simultnea y casi inmediata a la cada del Muro de Berln, Amrica Latina conserv su condicin de rea de influencia durante varios aos, luego del agotamiento del conflicto Este-Oeste. Este encuadramiento se disolvi lentamente, primero con una diferenciacin entre el norte y el sur de la regin en lo que respecta al patrn de relacin con Estados Unidos, y posteriormente como consecuencia colateral de la sobreextensin imperial norteamericana a partir del 11 de septiembre de 2001. Este artculo busca ofrecer un breve anlisis sobremonicA hirst: es profesora del Departamento de Ciencia Poltica y Estudios Internacionales en la Universidad Torcuato Di Tella, Buenos Aires, y becada por el Programa de Cooperacin Internacional de ipeA-Brasilia. Es experta en poltica exterior de Brasil, integracin regional y cooperacin internacional. Fue directora ejecutiva de la Fundacin Centro de Estudios Brasileos en Buenos Aires (Funceb) de 1996 hasta 2005. Traduccin de Sara Daitch.

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ambos momentos que, en conjunto, desdibujaron a Amrica Latina, y ms especialmente a Amrica del Sur, como zona de influencia de Estados Unidos. El punto a destacar, en conformidad con la idea central de este libro, es que el agotamiento de este vnculo es causa y consecuencia de los nuevos tiempos en materia de alianzas intra- y extrarregionales de los pases latinoamericanos. eL proceso en cuestin Por primera vez, estudiosos de renombre comenzaron a considerar la calidad de la relacin que Washington mantena con los pases latinoamericanos como uno de los indicadores de quiebre del proyecto imperial estadounidense. Autores como Joseph Nye o Stanley Hoffmann, que en el pasado raramente mencionaban a la regin, subrayaron el desdn del gobierno de George W. Bush hacia el rea como una seal de la prdida del rumbo de la poltica externa de Estados Unidos luego del 11 de septiembre. Se indic la insubordinacin de los gobiernos de Amrica Latina, y particularmente de Amrica del Sur, como la seal de una crisis de liderazgo que revel el mal uso de recursos de poder en nombre de prioridades estratgicas equivocadas. Para explicar este proceso, gan fuerza la aplicacin del concepto sobreextensin imperial (Snyder), considerando que Estados Unidos pas a dar un privilegio exagerado a polticas estratgicas apoyadas en su podero militar. As, existira una relacin entre el desmantelamiento de la nica rea de influencia sobreviviente luego de la cada del Muro de Berln y la desorientacin creciente de la poltica externa estadounidense a partir de 200l. Se tratara de un proceso de tensiones ocasionado por la quiebra del poder hegemnico de Estados Unidos ante los Estados latinoamericanos, en el cual la fragmentacin se sobrepuso a la cooperacin entre las partes. Se podra identificar tambin una tendencia al agotamiento de una agenda positiva que, si bien siempre estuvo sujeta a marcadas asimetras, signific un factor de estabilidad en el mbito americano desde 1940. A diferencia de otros momentos, se observaba una dinmica en la cual la regin haba perdido su funcionalidad para el proyecto de poder de Estados Unidos. As, se subray la incapacidad de este pas para conservar su ascendiente, a pesar de la ausencia de amenazas y de competidores extrarregionales. El nico resquicio de la hegemona triunfante en los aos de bipolaridad fue la relacin Estados Unidos-Cuba que, si bien fue preservada intacta en el contexto interamericano, una vez disociada de un contexto global de confrontacin pas a seguir una lgica conflictiva bilateral cada vez ms encapsulada.32

LAs reLAciones entre AmricA LAtinA y estAdos unidos en Los tiempos de LA pos-posguerrA FrA

Desde el punto de vista macrohistrico, la literatura que aborda especfica o genricamente la relacin interamericana como parte de un proyecto de poder de amplio alcance coincide en dos puntos: el primero es la presencia estadounidense en la regin, que a pesar de sufrir variantes estuvo siempre inspirada y fundamentada en la Doctrina Monroe. El segundo son los raros momentos en que esa presencia deja de estar marcada por la negligencia poltica y la baja priorizacin estratgica (Green; Saull). La caracterizacin de Amrica Latina como una esfera de influencia guard similitud, en diversas ocasiones, con la de una zona colonial informal; precedi a la Guerra Fra y se conserv una vez finalizada esta. La subordinacin estratgica quedaba reforzada mediante la idea de que Amrica Latina corresponda al patio trasero de Estados Unidos, y estaba expuesta por lo tanto a repetidas intervenciones militares o polticas. La relacin de Estados Unidos con los pases de la regin estuvo pautada por marcadas asimetras y por un aislamiento relativo de otros contextos externos, lo que fue reforzado por tres factores: a) el poder coercitivo de los intereses estadounidenses en Amrica Latina; b) la limitada capacidad de articulacin colectiva de polticas defensivas por parte de los pases del rea; y c) el papel estabilizador ejercido por Estados Unidos en situaciones de conflictos intra- e internaciones. El hecho de que la presencia dominante de Washington se haya mantenido durante ms de 60 aos con costos relativamente bajos, gracias en gran medida a la irrelevancia estratgica latinoamericana, explica el contenido negligente, inconsistente y errtico de dicha presencia. A lo largo de estas dcadas, la costumbre de intervenir signific una relativizacin de hecho de la soberana de los Estados de la regin y oper como un derecho autoasegurado, ejercido por las sucesivas administraciones norteamericanas luego de la fase de imperialismo colonialista de los primeros aos del siglo xx1. Se impone aqu el actual debate sobre el modelo de poder imperial que se puede aplicar a Estados Unidos, cul es su grado de excepcionalidad que volva legtima la intervencin y haca de ella un ejercicio benevolente de autoridad y de responsabilidad. En cualquier caso, la identificacin de esta poltica con la de una proyeccin hegemnica se transform en el sesgo explicativo ms indicado para el tipo de interaccin establecido entre Washington y los pases latinoamericanos a partir de los aos 30.

1. Esta etapa se inaugura con la victoria estadounidense en la guerra contra Espaa en 1898, con la ocupacin de Filipinas, Guam, Samoa y Puerto Rico. 33

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Durante todo el conflicto Este-Oeste, y a pesar de su marginalidad estratgica, Amrica Latina fue una voz activa en el conjunto de organismos multilaterales que otorg una faceta institucional al liderazgo de Estados Unidos, asegurando apoyo y legitimidad (Lowenthal). Adems, el montaje del Sistema Interamericano concedi un mbito especfico para que el hegemon ejerciera su autoridad, con bases consensuales y poco conflictivas, apoyado por un conjunto de Estados ms dbiles con los cuales comparta la identidad americana (Bethell). A partir de los aos de dtente, Estados Unidos y Amrica Latina dejan poco a poco de hablar el mismo idioma poltico y, en el corto periodo de la segunda Guerra Fra (1979-1989), desaparece en varios pases de la regin la convergencia ideolgica construida en los aos dorados del conflicto Este-Oeste. Es este contexto, el poder de intervencin de Estados Unidos en Amrica del Sur se redujo notablemente. No obstante, el imperio conserv su capacidad coercitiva ejercida a travs de su poder de presin y de la agenda, lo que le permiti generar una ilusin de comunin de intereses en la primera dcada de la Posguerra Fra. un proceso en Dos tiempos Mirando hacia atrs, es posible notar que el deterioro de las relaciones entre Estados Unidos y Amrica del Sur alcanz su momento ms agudo en la dcada de 1980. No obstante, los aos siguientes fueron de recomposicin, con miras a la construccin de una agenda cooperativa en los campos econmico-comercial, de seguridad y de poltica internacional. El entusiasmo general de las instituciones y de los regmenes multilaterales en los primeros aos de la Posguerra Fra procre nuevas y positivas expectativas para la Organizacin de Estados Americanos (oea). Iniciativas como el Compromiso de Santiago con la Democracia y la renovacin del Sistema Interamericano (1991) ilustraban este escenario en el cual eran temas destacados de la agenda hemisfrica el comercio regional, la defensa de la democracia, la proteccin de los derechos humanos y la seguridad colectiva (Hirst 1996). Por lo tanto, las primeras expectativas en los aos 90 fueron que los tiempos de estremecimiento, observados en la etapa final de la Guerra Fra, seran sustituidos por una relacin pautada por la convergencia indita con la mayora de las naciones sudamericanas. La ilusin de que una nueva era de dilogo interamericano se hubiera instalado de forma definitiva estuvo estrechamente asociada al predominio de segmentos liberales-institucionalistas al mando de la poltica externa estadounidense34

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(Corrales/Feinberg). Del lado sudamericano, la combinacin de procesos de democratizacin con el de liberalizacin econmica contribuy a alimentar este optimismo, ritualizado en las cumbres presidenciales instituidas por el gobierno de Bill Clinton a partir de 1994. En el transcurso de los aos 90, fueron diversas las demostraciones de coincidencias interamericanas en lo que respecta a la valoracin de los regmenes e instituciones internacionales, destacndose la comunin de posiciones respecto del Protocolo de Kioto (1997), la creacin de la Organizacin Mundial del Comercio (omc, 1995), el Protocolo de Ottawa sobre Minas Antipersonal (1992), el Rgimen Antimisiles (1992) y la creacin de la Corte Penal Internacional (1998). En este mismo contexto, pases como Argentina y Brasil cedieron a las presiones de Estados Unidos y adhirieron al Tratado de No Proliferacin Nuclear, al coordinar con Washington acciones en el mbito regional, como la negociacin de la paz entre Ecuador y Per y la contencin de las fuerzas antidemocrticas en Paraguay. Por lo tanto, la regin pareca dispuesta a adherir e integrar un orden hegemnico consensual institucionalizado. Sin embargo, se hizo evidente el contraste entre el marco del (des)entendimiento en la primera y segunda dcadas de la Posguerra Fra entre las naciones sudamericanas y Estados Unidos. A partir del 11 de septiembre de 2001, la determinacin de Washington de llevar adelante un uso pleno de las polticas preventivas unilaterales se convirti en una fuente de aprensin para los pases sudamericanos, encendiendo nuevamente sentimientos antiestadounidenses que haban sido tmidos y parcialmente explicitados en los aos 90. Al mismo tiempo, se multiplicaron en Amrica del Sur los focos de cuestionamiento al credo neoliberal y se asumi un distanciamiento prudente de la poltica de seguridad de Estados Unidos. Las nuevas prioridades de la poltica exterior de la Casa Blanca luego del 11 de septiembre, sumadas a la crisis econmico-social producida por la vigencia de polticas neoliberales, revirtieron en poco tiempo la tendencia previa. La guerra contra el terrorismo liderada por la administracin Bush y la opcin por el unilateralismo en detrimento del multilateralismo suspendieron rpidamente el clima de concordancia y coordinacin entre Estados Unidos y los pases latinoamericanos. Gan fuerza entonces la visin de que los modos imperiales estadounidenses representaban ms una amenaza que un factor de estabilidad para la regin (Buzan/Waever, p. 319). Posteriormente, la postura antiestadounidense sudamericana se propag como respuesta defensiva35

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a la apologa liberal del antiestatismo y cobr an ms fuerza frente a las inquietudes manifestadas por el gobierno de George W. Bush en los escenarios polticos de la regin. Se retorn as a una diferencia ideolgica similar a la observada en los aos 60, momento de auge de la Guerra Fra y de la proyeccin sobre la regin. Algunos autores interpretaron este comportamiento como un retorno extemporneo a los tiempos de la Guerra Fra (Lima 2005; Tokatlian 2005). Surga tambin el riesgo de que la preservacin del margen de maniobra de las polticas sudamericanas se viera afectada por la ampliacin de la presencia militar estadounidense en Amrica del Sur, sea en funcin de sus vnculos con Colombia o por la insercin de Establecimientos Operativos Avanzados. Se observ la reactivacin del fantasma de acciones intervencionistas en la regin, a partir de inquietudes manifestadas por el Comando Sur y el Departamento de Estado sobre las ramificaciones de determinados procesos locales. Las crisis de gobernabilidad democrtica se asociaron a la nocin de amenaza, lo que inevitablemente se traduca en la securitizacin de las acciones contempladas para superarlas. La percepcin oficial de Estados Unidos pas a ser que la seguridad regional enfrentaba nuevos problemas generados por desarrollos polticos negativos en pases como Hait, Bolivia, Venezuela y Ecuador. Se menciona el surgimiento de un populismo radical, identificado como una amenaza emergente, que coincida con la crisis de modelos democrticos en el rea2. Una creciente desaprobacin por parte de los pases latinoamericanos hacia la poltica estratgica estadounidense gan rpidamente espacio en los diferentes mbitos de la poltica regional y mundial. Fueron muchas las seales que demostraron las diferencias entre las partes. Entre tantas, es posible mencionar el rechazo de Mxico y Chile a apoyar la invasin a Irak en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas en 2003; las diferentes percepciones sobre temas de seguridad en las reuniones ministeriales de Defensa; las motivaciones defensivas detrs de la creacin de la Unin de Naciones Suramericanas (Unasur); el tono afirmativo de la poltica exterior brasilea; el desarrollo de polticas de defensa en reaccin al impacto del Plan Colombia en el rea andina-amaznica; la polarizacin ideolgica que comenz a marcar lado a lado las relaciones Colombia-Venezuela; la latinoamericanizacin de la agenda de trabajo de la oea y la inclusin de Cuba en el Grupo de Ro.2. Testimonio del general James T. Hill, comandante del Ejrcito de Estados Unidos, Comando Sur, ante el Comit de Servicios Armados de la Cmara de Representantes, 24 de marzo de 2004, , fecha de consulta: 11/12/2010. 36

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En el campo econmico-comercial, la paralizacin progresiva de las negociaciones en torno del rea de Libre Comercio de las Amricas (alca) deriv en una agenda fragmentada de entendimientos subregionales. Al tiempo que el gobierno estadounidense se mostraba dispuesto a profundizar su compromiso con el regionalismo abierto, parta del supuesto de que el alca conducira a la disolucin de otros regmenes de integracin regional como el Mercado Comn Centroamericano (mcca), la Comunidad Andina de Naciones (can) y el Mercosur. La decisin anunciada por Estados Unidos en febrero de 2003 de fragmentar sus ofertas negociadoras mediante propuestas diferenciadas en lo que respecta al universo de productos beneficiados por reducciones tarifarias uno para el Caribe (85%) y otros para Amrica Central (64%), para los pases andinos (68%) y para el Mercosur (50%) dej en evidencia el fin de un proyecto interamericano de libre comercio. La variedad de calendarios de reduccin de tarifas concluy en un entramado de negociaciones y presiones cuyos principales resultados fueron estimular la competencia entre los pases de la regin, aumentar el poder coercitivo de la pauta de negociaciones comerciales norteamericanas y enterrar la clusula de nacin ms favorecida en el mbito hemisfrico. Al lado del fracaso de las negociaciones del alca, tomaron importancia las negociaciones bilaterales de tratados de libre comercio (tlc), entre los que se destacaron los acuerdos alcanzados con Chile, Per y el rea centroamericana3. En este contexto, Estados Unidos contribuy a profundizar la especificidad sudamericana en el contexto latinoamericano, estimulando una diferenciacin basada en preferencias econmico-comerciales que posteriormente se proyectaran en temas de seguridad. A la fragmentacin entre el norte y el sur de Amrica Latina en el terreno de los acuerdos econmicocomerciales, se sum seguidamente el impacto causado por la securitizacin de la agenda hemisfrica a partir del 11 de septiembre, lo que provoc un nuevo impacto en materia de fisuras intrarregionales. un eLenco De BiLAterALismos A partir de entonces comenz a observarse un variado patrn de vnculos bilaterales entre los pases sudamericanos y Estados Unidos. Parecan surgir tres modelos: a) el alineamiento con tutela, como se daba en Colombia; b) la confrontacin con villanizacin, como ocurra en3. El tlc con Chile se firm y se ratific en 2005; el tlc con Per se firm en 2005 y fue ratificado por Per en 2006 y por Estados Unidos en 2007; el tlc con Amrica Central se firm en 2004 y fue ratificado por Estados Unidos en 2006. 37

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Venezuela; y c) la afirmacin con sentido de oportunidad, como se observ en el caso de Brasil. En los tres casos, es posible notar un modelo de relacin construido mediante una agenda positiva, negativa o neutra y con un sentido funcional a los intereses regionales o internacionales de cada pas. En el primer caso, la adhesin colombiana a la lucha contra el terrorismo asociada al combate contra el narcotrfico desde 2001 fortaleci an ms los vnculos bilaterales sellados a partir de la exitosa negociacin del Plan Colombia. Exigencias rechazadas por otros pases sudamericanos, como la de un acuerdo especfico que eximiera a ciudadanos estadounidenses basados en su territorio de los procedimientos judiciales de la Corte Penal Internacional, ilustraron la disposicin del Estado colombiano a ceder soberana a cambio de recibir asistencia militar. El dilogo de sordos entre los gobiernos estadounidense y venezolano trajo de vuelta la tpica confrontacin ideolgica de la Guerra Fra. La primaca de una poltica de confrontacin frente a la administracin estadounidense represent para el gobierno de Hugo Chvez un instrumento de cohesin interna, especialmente luego del intento de golpe de Estado sufrido a fines de 2002. Del lado de Washington, el uso de recursos intervencionistas, como la Agencia Central de Inteligencia (cia), la Fundacin Nacional para la Democracia (National Endowmentment for Democracy, ned) y la Oficina de Iniciativas para la Transicin (Office of Transition Initiatives, oti) reanim antiguos mtodos de desestabilizacin que se sumaron a la polarizacin poltica local4. En forma similar a lo ocurrido en los aos 50, percepciones distorsionadas confundan populismo nacionalista con amenazas desestabilizadoras (antes identificadas con el comunismo), que colocaban en riesgo las economas de mercado y los valores democrticos. Las relaciones con Brasil no solo mostraron un camino bastante diferente al de los modelos mencionados, sino que tambin revelaron sorpresas frente a lo que se esperaba a partir del cambio de gobierno en 2003. Desde sus comienzos, el gobierno de Luiz Incio Lula da Silva estuvo fuertemente asociado a la idea de cambio, lo que en poltica4. Desde 2001, la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (usaid, por sus siglas en ingls) invirti us$ 15 millones y la ned, us$ 4 millones para apoyar a grupos de oposicin al rgimen de Chvez. Una parte importante de esos recursos fue utilizada para apoyar el intento de golpe de Estado en abril de 2002 y la huelga general que dur ms de dos meses a finales de ese mismo ao. Nuevos intentos de intervencin tambin recibieron apoyo estadounidense, como el Plan Consenso Pas, que impulsaba la negativa en el referndum de 2003 y las acciones de desobediencia civil en 2004 (Sanjuan). 38

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exterior trajo como consecuencia la configuracin de una etapa afirmativa en la relacin con Estados Unidos. De acuerdo con la visin oficial brasilea, se haba alcanzado una etapa de madurez cuyo resultado principal fue la configuracin del establecimiento de un dilogo estratgico entre Brasilia y Washington (Aguiar Patriota; Hirst 2003). As como era cierto que Brasil haba contribuido decisivamente a obstaculizar durante diez aos la negociacin del alca, su actuacin estuvo siempre marcada por cuestionamientos sustantivos ms que por objeciones ideolgicas. El naufragio del alca en la iv Cumbre de las Amricas en 2005 adquiri un sentido liberador que extrapol la agenda de negociacin en torno de un rea de libre comercio hemisfrica. La suspensin del proceso de negociacin libr a Brasil de un proyecto que, adems de haber merecido siempre un alto grado de desaprobacin interna, le impeda al gobierno de Lula confeccionar su propia agenda con Estados Unidos. En este sentido, fue sintomtico que al da siguiente (literalmente) tuviera lugar la manifestacin recproca de inters por construir una agenda bilateral de amplio espectro. En trminos bilaterales, pas a prevalecer un enfoque pragmtico en el tratamiento de la agenda econmico-comercial, que dio especial importancia a las coincidencias sobre fuentes de energa renovable (en particular en el rea de biocombustibles). La relacin Lula-Bush, tambin en los terrenos de poltica y seguridad, y luego de un periodo de distanciamiento, atestigu una sucesin de contactos positivos en niveles interministeriales e interpresidenciales. Se sustituy la etapa inicial de marcados desencuentros por una relativa distensin; los principales puntos de desacuerdo, si bien no desaparecieron, dejaron de representar un obstculo en la identificacin de reas de consenso. Por su lado, Washington pas a reconocer la necesidad de mantener abierto un canal de comunicacin con Brasilia para trabajar con la agenda poltica regional, particularmente en situaciones en las que las instituciones democrticas enfrentaban mayores riesgos de continuidad, como sucedi en Bolivia y Venezuela. En los encuentros bilaterales de alto nivel se reiter un reconocimiento especial por la intervencin brasilea en Hait, valorando la decisin del gobierno de Lula de asumir el comando militar de la Misin de Estabilizacin de las Naciones Unidas en Hait (minustah) en 2003 (Hirst 2009, pp. 29-72). Las premisas de la poltica internacional del gobierno de Lula, que fundamentan la presencia brasilea en el pas caribeo, no impidieron que para Estados Unidos esa presencia adquiriera un sentido funcional, dada la imposibilidad de que las tropas estadounidenses desembarcaran otra vez en suelo haitiano y por los costos polticos y militares de su39

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accin sobreextendida en Afganistn e Irak. En agosto de 2010, se concret un nuevo paso rumbo a un dilogo con bases estables con la firma de un Acuerdo de Defensa bilateral. ms ALL De LA AGenDA interAmericAnA Un aspecto que debe ser subrayado es que en la Posguerra Fra, especficamente a partir de 2001, la agenda internacional de los pases latinoamericanos, y en especial la de los sudamericanos, estuvo lejos de limitarse a los buenos o malos trminos de la relacin con Estados Unidos. Se observaron importantes movimientos por parte de diversos pases que impactaron en sus respectivas agendas regionales y globales, y que revelaron un esfuerzo por diversificar vnculos, intereses y actores.En el plano regional

Un primer punto hace referencia al plano intrarregional, en donde existi una notable reversin de las expectativas proyectadas en los aos 90. Tomaron impulso algunas tendencias que rompan el horizonte de armona de la dcada anterior y que parecan conducir ms fcilmente a la fragmentacin que a la integracin. Se redujo el ritmo de los procesos asociativos intergubernamentales, se profundizaron las particularidades de las opciones de gobernabilidad democrtica y se reforzaron las especificidades subregionales y nacionales. Al lado de la diferenciacin entre el norte y el sur de la regin condicionada por el modelo de vinculacin con Estados Unidos, el peso combinado de la incidencia de factores histrico-culturales, de la consolidacin de procesos poltico-institucionales posautoritarios y de nuevas adversidades econmicosociales demor la construccin de proyectos comunitarios regionales y subregionales. Tambin en el mbito poltico fueron crecientes las dificultades que fue preciso enfrentar para fortalecer las instituciones y los regmenes multilaterales en la regin. Por un lado, las iniciativas reactivadas o de lanzamiento reciente, como la can, el Mercosur y el Grupo de Ro, sufrieron fracasos en sus intentos de configurar una cultura y una institucionalidad comunitarias en la regin. Los proyectos para la creacin de agrupaciones innovadoras, como la Comunidad Sudamericana de Naciones (csn) ahora con el nombre de Unasur, deban convivir con divisiones entre Estados que trababan proyectos de liderazgo regional, situacin especialmente visible en el caso de Brasil. Buscando crear su propio espacio de proyeccin regional, Venezuela se lanz a conformar una alianza intergubernamental conocida como Alianza Bolivariana para los40

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Pueblos de Nuestra Amrica (alba), que rene a un grupo de pases identificados ideolgicamente y motivados por un sentido de solidaridad social. Se aprovechaba el vaco dejado por una Cuba ya cansada, en el contexto de fuertes sentimientos antiestadounidenses. Al mismo tiempo, la idea de que la expansin de los recursos energticos sudamericanos abrira camino a un nuevo diseo estratgico de integracin regional dio lugar a un escenario de disputas y diferencias estimuladas por los intereses y necesidades de polticas individuales de crecimiento e influencia regional. En el rea de seguridad, inmediatamente perdi impulso la agenda cooperativa como prescripcin estadounidense, una vez que la funcionalidad de regmenes e instituciones multilaterales perda peso frente a las nuevas prioridades estratgicas de Estados Unidos, que imponan la macrosecuritizacin de la agenda hemisfrica. Pero contra todas las expectativas de Washington, los pases sudamericanos dieron su propia respuesta a los nuevos tiempos. A diferencia de lo previsto en los aos 90, tomaron mpetu las polticas de defensa nacional, acompaadas por el aumento de los presupuestos militares, la valorizacin de sentimientos nacionalistas y la (re)activacin de rivalidades entre los Estados. Emergieron as nuevas controversias referidas al impacto de polticas de defensa ms robustas, y ante el posible escenario de una carrera armamentista en Amrica del Sur (Battaglino). En lugar de una divisin entre dos subsistemas de seguridad AndesCono Sur, Amrica del Sur se transform en una maraa de tensiones bilaterales, de redes de operaciones transnacionales de delito y de respuestas fragmentadas a las presiones estratgicas de Estados Unidos. La guerra en Colombia, en lugar de representar un foco de irradiacin de inseguridad regional, generador de polticas comunes para su contencin, ascendi a la categora de guerra contra el terror que deba combatirse conjuntamente entre Colombia y Estados Unidos. En este mismo contexto se cre una trama de conexiones transfronterizas entre los grupos narcoguerrilleros colombianos y las organizaciones de criminales que operaban en diferentes pases sudamericanos. Si se considera el argumento de que el final de la Guerra Fra ofreci mayor libertad a las regiones para ampliar la responsabilidad sobre sus respectivas agendas de seguridad, es posible constatar que Amrica del Sur hizo un uso modesto de esta oportunidad (Buzan, p. 18). Igualmente, las dificultades econmicas y de gestin que debieron enfrentar los Estados para asegurar polticas regionales eficientes de seguridad y defensa se agravaron frente al impacto mundial de la vinculacin entre41

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la dimensin internacional del crimen y la porosidad de los mecanismos de control de circulacin de bienes, servicios, capital y personas, estimulada por la globalizacin (Hurrell 2006; Tokatlian 2000). Los primeros pasos para revertir esta tendencia se dieron en 2009 con la creacin del Consejo Suramericano de Defensa (csd).En el plano global

Junto a los modestos resultados obtenidos en el terreno de la construccin comunitaria, se observaron importantes transformaciones en la articulacin de la regin con la agenda global. No obstante, es interesante notar que esta ya no se encuentra asociada a la presencia de intereses y valores provenientes de Estados Unidos. Para Amrica del Sur, el sentido de la globalizacin de los aos 90 sufre un notable cambio en la primera dcada del siglo xxi. A pesar de su marginalidad estratgica y de los limitados resultados de sus iniciativas institucionales regionales, la regin ampli su presencia en las acciones multilaterales vinculadas a la proteccin de la paz y a la cooperacin internacional. Actualmente, los pases sudamericanos ofrecen ms intervencin de la que reciben, al mismo tiempo que asumen un nuevo papel en la cooperacin Sur-Sur. Asia y frica tambin ofrecen importantes contingentes para las operaciones de paz, pero al mismo tiempo son las reas en las que estas misiones se hacen ms presentes. En el contexto sudamericano, los pases de mayor desarrollo relativo y estabilidad institucional Argentina, Brasil y Chile ampliaron su actuacin en procesos de reconstruccin posblica aprobados e instituidos por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (Hirst 2009). Se ha observado un entrecruzamiento entre las agendas de cooperacin regional y global, a partir del inters compartido por participar en operaciones multilaterales de paz. Desde 2004, los gobiernos argentino, brasileo y chileno participan en la minustah y mediante esta misin buscan imprimir una solucin regional para la crisis institucional, humanitaria y de viabilidad econmica en Hait. No se trata de desconocer la importancia de los dems pases presentes en suelo haitiano, sino de destacar la actuacin del abc a partir de una nueva articulacin entre las polticas exterior y de defensa, con el propsito de ampliar la influencia regional en el debate sobre gobernabilidad y multilateralismo efectivo5.5. Los pases que participan en la minustah son: Argentina, Benin, Burkina Faso, Bolivia, Brasil, Camern, Canad, Chad, Chile, China, Colombia, Croacia, Ecuador, Egipto, El Salvador, Espaa, Estados Unidos, Federacin de Rusia, Filipinas, Francia, Guatemala, Guinea, Jordania, Madagascar, Malasia, Mal, Nepal, Nger, Nigeria, Pakistn, Paraguay, Per, Ruanda, Rumania, Senegal, Sri Lanka, Togo, Turqua, Uruguay, Vanuatu y Yemen. 42

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Especial mencin debe recibir la actuacin de Brasil, que asumi el mando militar de la misin como forma de demostrar su inters en expandir su proyeccin en el tablero de la alta poltica mundial. Desde el inicio de la minustah, la presencia brasilea oscil entre una actuacin coordinada con sus pares sudamericanos y la construccin de un perfil propio en el desempeo de sus responsabilidades en suelo haitiano. En realidad, esta doble faceta reproduca un modelo de comportamiento brasileo profundizado a partir del gobierno de Lula y en el cual se busca combinar poltica regional con intereses globales. Luego del terremoto de enero de 2010, el pas ascendi nuevos peldaos en lo que respecta a sus responsabilidades militares y econmicas en Hait, y sus acciones pasaron a estar ms vinculadas a las demandas locales y a las expectativas internacionales, inclusive de Estados Unidos, que a las articulaciones sudamericanas. Tambin cobr relevancia la presencia de pases sudamericanos en espacios multilaterales dedicados a temas econmicos globales, mencionando el g-20 en el contexto de los esfuerzos por la conclusin de la Ronda de Doha, y el g-24, convocado con el propsito de buscar una salida consensuada para la crisis financiera internacional provocada a fines de 2006. En todos los casos, la actuacin de Brasil como poder emergente adquiri especial visibilidad poltica y econmica tanto en funcin de su desempeo interno como en la voluntad declarada de asumir un papel mediador en el dilogo entre las naciones industrializadas y los pases del Sur (Burges). Asimismo, emergieron nuevos horizontes en la articulacin de la regin con la agenda internacional de cooperacin internacional. Es en Amrica Latina donde actualmente se observa el mayor porcentual de pases de renta media (prm) 79% que actan simultneamente como receptores y donadores en la comunidad internacional de asistencia para el desarrollo. A partir de la crisis econmica global de 2008, aument la presin sobre pases identificados como donantes emergentes, con el propsito de ampliar sus responsabilidades como donantes a los pases de renta baja. La convergencia entre las trayectorias en polticas de desarrollo, democratizacin y cooperacin Sur-Sur de los pases sudamericanos les confiere un papel poltico y operativo en la agenda global de asistencia al desarrollo y la estabilidad poltica. En particular Argentina, Brasil y Chile contribuyen con el incentivo de nuevas agendas de cooperacin Sur-Sur que prevn una articulacin ms estrecha entre la cooperacin polticoinstitucional y el impulso al desarrollo. La exposicin de la regin a las transformaciones del mercado internacional abri nuevas posibilidades de vinculacin comercial y de fuentes43

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externas de inversin. La apertura y la estabilidad de las economas latinoamericanas favorecieron una porosidad estimulada por el dinamismo de las economas emergentes, especialmente China y la India, adems de la diversificacin de lazos con economas industrializadas y pases en desarrollo con mejor desempeo relativo. Por lo tanto, como en todos los lugares dinmicos del planeta, los vnculos entre las dimensiones regionales e internacionales en Amrica Latina adquirieron un nuevo significado en las realidades locales a partir de la globalizacin. LAs incertiDumBres DeL post-post Es innegable que con el fin de la administracin Bush se dio vuelta la pgina del escenario de polarizacin ideolgica fomentado por la guerra contra el terror. Las expectativas generadas por los nuevos vientos que soplaron con la llegada de Barack Obama a la Casa Blanca se hicieron sentir en todos lados, incluso en Amrica Latina. El inmediato abandono del enfoque estratgico de su predecesor pareca abrir espacio para cambios y nuevos posicionamientos en todos los temas mundiales. En lo que toca a la poltica latinoamericana, si bien no haba urgencias como en Asia Central y Oriente Medio, se transmiti un mensaje que mezclaba mea culpa con necesidad de aggiornamiento. Durante la v Cumbre de las Amricas en